El Sujeto - Naturaleza - 2009 PDF
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Diana Murcia
Junio de 2009
La Constitución del Ecuador de 2008 otorgó a la Naturaleza el estatus de sujeto de derechos, hecho
que ha estado rodeado de las más diversas reacciones, las más de las cuáles apuntan a caracterizarlo
como un imposible jurídico -dogmáticamente hablando-; como una amenaza a la satisfacción de
derechos económicos, sociales y culturales -desde discursos políticos institucionales-; o como una
invención simbólica del ecologismo ecuatoriano sin mayor aplicabilidad real.
En este ensayo que inicia una serie de escritos de reflexión sobre el tema el IEETM se propone
explorar de manera preliminar el estado de cosas que nos ha llevado al reconocimiento del sujeto
Naturaleza o Pachamama, su ubicación en el espectro de derechos desde una perspectiva
constitucional comparada y del derecho internacional de los derechos humanos para finalmente
mostrar los retos a los que se enfrenta en el terreno de su comprensión jurídica y política, y en el de
la exigibilidad social.
CONTENIDO:
La construcción teórica de enseñanza de los derechos humanos tendió a establecer una lógica lineal
- evolutiva de su comprensión a través de la categorización de grupos a los que llamó “generaciones
de derechos1”, que en la práctica consolidó los discursos de moratoria de la satisfacción de algunos
de ellos exponiendo dos ideas falsas, la primera, que existe una prioridad en la garantía de ciertos
derechos y la segunda, que aquellos que van apareciendo en la agenda nacional – internacional, son
“nuevos” y por ello requieren de nuevos marcos jurídicos.
La falsa idea de que los derechos tienen una “jerarquía” fue superada en la Declaración y el
Programa de Acción de Viena aprobados por la Conferencia Mundial de Derechos Humanos el 25
de junio de 1993, al establecerse que “5. Todos los derechos humanos son universales, indivisibles e
interdependientes y están relacionados entre sí. La comunidad internacional debe tratar los
derechos humanos en forma global y de manera justa y equitativa, en pie de igualdad y dándoles a
todos el mismo peso. Debe tenerse en cuenta la importancia de las particularidades nacionales y
regionales, así como de los diversos patrimonios históricos, culturales y religiosos, pero los
Estados tienen el deber, sean cuales fueren sus sistemas políticos, económicos y culturales, de
promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales”.
Pero si bien en el terreno teórico la idea de unos derechos más urgentes que otros fue derrotada, en
la práctica no. Existe una amplísima distancia entre el reconocimiento de los derechos y que tal
reconocimiento influencie eficientemente las políticas públicas, y una distancia aún mayor entre el
reconocimiento y la justiciabilidad, es decir, la posibilidad de que las víctimas puedan acceder a los
sistemas de justicia para que sus derechos sean, efectivamente, garantizados2.
1 La primera generación correspondió a los derechos civiles y políticos, en los que primariamente la obligación
del Estado era la de respeto, o “no hacer”, que para la realidad latinoamericana significaba contener las prácticas de
Terrorismo de Estado y toda la gama de arbitrariedades, abusos y violencias ejercidas desde los Estados. La segunda
generación correspondió a los derechos sociales, en los que las obligaciones de los Estados eran prestacionales: “de
hacer”, esto es, proteger y garantizar tales derechos derechos, integrando gradualmente el principio de progresividad o
no regresividad de su satisfacción. Luego, la tercera generación integró básicamente los derechos relacionados con el
ambiente sano, la paz y el desarrollo y se habla también de una cuarta generación en relación con las amenazas que las
nuevas tecnologías -en la informática, manipulación genética, agrotecnología, etc- suponen para los derechos
enmarcados en las anteriores generaciones.
Los derechos de primera y segunda generación, son derechos ampliamente reconocidos en el sistema
internacional de los derechos humanos y tienen parámetros mayor o menormente sólidos para su exigiblidad y
justiciabilidad. Los de la tercera y cuarta generación se discuten en la arena política, en algunos casos, se reconocen
por retazos en una multiplicidad de instrumentos normativos nacionales o multilaterales, pero se caracerizan ya sea por
no poder ser discutidos al interior de los sistemas judiciales de los países, o por ser debatidos allí sólo en tanto se
demuestre su “conexidad” con otros ya reconocidos y en los que pueda establecerse un vínculo con los Estados.
Este último asunto cobra una importancia vital. Mientras los Estados son claramente responsables por
garantizar los derechos de primera y segunda generación, los de tercera y cuarta involucran a Otros Sujetos insertos en
la lógica de la empresa privada transnacional o de los organismos multilaterales de crédito que superan la clásica
dimensión del Estado – Nacion como sujeto obligado internacionalmente; al poseer regímenes de responsabilidad
propios como los códigos de conducta voluntarios o de responsabilidad social empresarial o los tribunales arbitrales, se
sustraen de la acción de los sistemas de justicia nacionales.
2Los derechos sociales son justiciables en la mayoría de los sistemas nacionales, sólo en virtud de figuras como la
conexidad en relación con derechos civiles y políticos; si se apela a mecanismos de protección como las acciones por
incumplimiento (tanto de las leyes como de los fallos) o de desacato contra los funcionarios públicos; así como a la
reiteración jurisprudencial llegando en contextos como el colombiano, al recurso extremo de declarar el “estado de
cosas inconstitucional”, donde el protagonismo del juez constitucional es clave, pero insuficiente.
Por su parte, la idea de que los derechos o su reivindicación son nuevos y que por ello requieren de
nuevos marcos jurídicos para encararlos, permanece sólidamente arraigada.
Sin negar que existen grupos poblacionales emergentes que vienen integrando la agenda de
reivindicación de derechos en relación con las apremiantes situaciones de vulnerabilidad en las que
están inmersos; que se vienen desarrollando nuevas tecnologías capaces de comprometer seriamente
la supervivencia de la humanidad en condiciones dignas; que efectivamente hay unos Otros Sujetos
de carácter privado transnacional que influyen en la satisfacción de los derechos y son ajenos a los
regímenes jurídicos nacionales; lo cierto es que muchos derechos no son nuevos, sino que han
estado silenciados, invisibilizados y menospreciados en razón al legado colonial racista y que, de
cualquier manera, las herramientas jurídicas disponibles en la actualidad permitirían hacerle frente
a las violaciones y sólo para facilitar operativamente su satisfacción se requeriría de ciertos
mandatos normativos.
II
Este reto empieza por no hacer traducciones simultáneas al margen de la historia del legado colonial
transversal a nuestra cotidianidad. Sumak Kawsay traduce Buen Vivir, pero no cualquier idea de lo
que es vivir bien o gozar de cierto bien-estar.
El Presidente de la CONAIE, nos da buenas pistas sobre este punto: “La lógica del Sumak Kawsay
es la del “buen vivir”, la de vivir en un ambiente sano, comer bien, tener un espacio de vida, una
educación acorde a nuestra realidad, salud... todo un conjunto de esquemas que el ser humano
necesita para mantenerse y que genere la vida de las futuras generaciones. Del “buen vivir” han
incluido el tema de la economía social, pero era muy difícil hacérselo entender a los asambleístas,
para quienes vivir bien es tener un edificio de 50 pisos, 5 carros, viajes a Europa y Nueva York... es
decir, el esquema occidental de “buen vivir”; al que no le importa el medio y el entorno, ni si la
Naturaleza sigue existiendo o no. Por ello más o menos lo acoplaron en el modelo económico:
compartir equitativamente, respetar a la Madre Tierra... De ahí nace la inclusión de la Madre
Tierra como sujeto de derecho y un capítulo dedicado a los Derechos de la Naturaleza4”.
Advirtiendo la obligación permanente de consultar a los pueblos indígenas sobre el contenido del
Sumak Kawsay, tenemos, de manera preliminar, según el preámbulo de la Constitución
ecuatoriana, que el Sumak Kawsay se concreta en:
• Una sociedad que respeta, en todas sus dimensiones, la dignidad de las personas y las
colectividades;
• El ejercicio de la soberanía.
deberes consagrados en esta Constitución se interpretarán de conformidad con los Tratados internacionales de
derechos humanos ratificados por Bolivia”.
4 Cosmovisión Indígena como alternativa al neoliberalismo. En:
http://www.pachakuti.org/textos/hemeroteca/2008_2/vida-plena.html
Resulta enormemente significativo que el primer elemento que integra el Sumak Kawsay se refiera
a la naturaleza, a la obligación de una convivencia ciudadana en armonía con ella. Aquí se concreta
nuestro primer punto de exposición: se requiere de los derechos de la naturaleza para alcanzar el
Buen Vivir. El Sumak Kawsay es el eje referencial de los derechos de la naturaleza.
Este principio se repite en el articulado constitucional: “El buen vivir requerirá que las personas,
comunidades, pueblos y nacionalidades gocen efectivamente de sus derechos, y ejerzan
responsabilidades en el marco de la interculturalidad, del respeto a sus diversidades, y de la
convivencia armónica con la naturaleza” (art. 275); “Para la consecución del buen vivir, serán
deberes generales del Estado: 1. Garantizar los derechos de las personas, las colectividades y la
naturaleza” (art 277)
De ese marco internacional se derivan marcos de protección nacionales que confían la contención
de sus problemas ambientales al manejo de los impactos de las actividades autorizadas a través de
las licencias ambientales o los planes de manejo ambiental y residualmente al sistema penal, que
generalmente no procesa delitos ecológicos o si lo hace declara la cesación de los procedimientos al
no encontrar prueba del nexo causal entre las actividades y las afectaciones a la salud o a los
ecosistemas.
Los sistemas nacionales de protección ambiental están diseñados no con el objetivo de evitar la
contaminación o de contaminar poco, sino de contaminar de a poco: se trata de extender
tecnológicamente el modelo desarrollista y extractivista en el tiempo, no en contener sus efectos.
Los exponentes de la iniciativa Yasuní – ITT para no explotar el crudo, han expuesto bien este
punto: “El pensamiento convencional se limita a hacer de los bienes y servicios elementos
transables, a través de la dotación de derechos de propiedad, pero no incorpora esa noción de
límites. Sin embargo, se ha acumulado mucha información acerca de las consecuencias del sobre
uso de los recursos naturales y las capacidades de los ecosistemas y el planeta de amortiguar los
impactos. Esta es una situación que se produce debido a la generalización de un comportamiento
egoísta, incapaz de reconocer que un recurso tiene un límite o umbral antes de colapsar5”
5 Alberto Acosta, Eduardo Gudynas, Esperanza Martínez y Joseph H. Vogel. Elementos para una propuesta política,
económica y ecológica para la iniciativa de no explotación petrolera en la Amazonía de Ecuador. Julio 7 de 2009 .
El derecho al medio ambiente se entreteje con instrumentos que asumen el entorno natural del ser
humano como eso: un entorno, algo externo de lo cual se sirve la humanidad para la satisfacción de
sus necesidades, que no tiene valor en sí mismo sino que cobra relevancia en tanto los seres
humanos le encuentren un uso y un beneficio, ya sea a través de su explotación, la conservación de
paisajes o los servicios ambientales. Es esta visión imperante la responsable del estado de cosas
catastrófico para la naturaleza y consecuentemente para ciertos grupos poblacionales.
El nivel más básico de inclusión de asuntos ambientales en las constituciones latinoamericanas está
centrado en la idea del medio ambiente como objeto de protección susceptible de ser reparado.
Según la Constitución colombiana de 1991 es deber del Estado “proteger la diversidad e
integridad del ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar la
educación para el logro de estos fines” (art. 79), para ello debe planificar “el manejo y
aprovechamiento de los recursos naturales, para garantizar su desarrollo sostenible, su
conservación, restauración o sustitución. Además, deberá prevenir y controlar los factores de
deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la reparación de los daños causados”
(art. 80).
Este primer nivel de valoración constitucional apunta a la conservación y confía en que el deterioro
ambiental puede solventarse a través del control penal, disciplinario o administrativo y que de
cualquier manera los recursos naturales son susceptibles de restaurarse o sustituirse. A pesar de
que existen mecanismos de protección colectivos que son ampliamente utilizados en este país el
panorama de devastación ambiental riñe en la práctica con el optimismo constitucional. La
protección ambiental allí se supedita a otros factores, especialmente al de seguridad, por algo es
Colombia el único país en el mundo que practica extensivamente la fumigación química de cultivos
de uso ilícito.
Un segundo nivel establece la protección del ambiente en relación con la satisfacción de un nivel
adecuado de vida de los ciudadanos, como en Panamá donde se impone el deber al Estado de
“garantizar que la población viva en un ambiente sano y libre de contaminación, en donde el aire,
el agua y los alimentos satisfagan los requerimientos del desarrollo adecuado de la vida humana”
(art. 114). Sin embargo, el panorama ambiental y los índices de desarrollo humano de este país
demuestran que no existe una correspondencia entre las medidas adoptadas para disminuir la
contaminación y la satisfacción efectiva de los ciudadanos, especialmente, los más pobres.
Un tercer nivel se integra por aquellas constituciones que claman por una racionalización o
En: www.energiasur.com
conciliación entre la vida humana, el desarrollo y el ambiente. Cuba reconoce la estrecha
vinculación del medio ambiente “con el desarrollo económico y social sostenible para hacer más
racional la vida humana y asegurar la supervivencia, el bienestar y la seguridad de las
generaciones actuales y futuras” (art. 270). Paraguay, por su parte estatuye como “objetivos
prioritarios de interés social la preservación, la conservación, la recomposición y el mejoramiento
del ambiente, así como su conciliación con el desarrollo humano integral” (art. 7).
Cuba en medio de sus enormes dificultades ha logrado mantener una política pública con altos
índices de cuidado en materia de saneamiento ambiental, y su legislación secundaria parte de la
idea de minimización o eliminación de los problemas ambientales del país, es decir, va por buen
camino. En el caso paraguayo, sin embargo, la conciliación del ambiente con el desarrollo humano
tiende a disiparse principalmente por la inserción de su economía en la lógica de los agronegocios.
El drama de la soya transgénica y sus abultados requerimientos de agrotóxicos ponen al país en un
camino acelerado de destrucción forestal y de la soberanía alimentaria.
Brasil, es representativo de un cuarto nivel de racionalización constitucional del asunto, pues parte
de una visión ecológica y no simplemente ambiental. En su constitución de 1988 impone al poder
público el deber de “preservar y restaurar los procesos ecológicos esenciales y procurar el
tratamiento ecológico de las especies y ecosistemas” (art. 225). En este nivel encontramos un
elemento fundamental para la comprensión del sujeto naturaleza en el Ecuador, de una visión
fragmentaria de la problemática ambiental pasa a una visión sistémica, interrelacionada.
Sin embargo, Brasil se distingue por padecer de los impresionantes impactos de su industrialización
y por abanderar la producción de tecnologías de modificación genética que poco o nada tienen que
ver con una visión ecológica de la solución al problema ambiental.
Si bien tal irrupción es radical, lo cierto es que proviene del agotamiento de disposiciones de
derecho internacional incapaces de enfrentar la crisis ambiental en el grado y sabiduría que ésta
requiere.
III
En este apartado abordaremos los ejes del reconocimiento de los derechos de la naturaleza, el
contenido de esos derechos y las obligaciones correlativas del Estado ecuatoriano siguiendo el
modelo de clasificación de las obligaciones de los Estados en materia de derechos humanos:
respeto, protección y garantía.
6 “Apoyándose en esta jurisprudencia, una sentencia bien temprana del Tribunal Federal contencioso-administrativo
de 30 de mayo de 1960 declaró que el preámbulo constitucional dispone de contenido jurídico y puede ser
configurado como fuente de deberes cuyos destinatarios serían los órganos con capacidad de decisión política. Hoy
es doctrina consolidada del Tribunal Constitucional alemán la vinculación jurídica del Preámbulo cuya redacción,
por cierto, ha sido modificada tras la reunificación (...)”. Francisco Sosa Wagner, Catedrático de Derecho
Administrativo de la Universidad de León. VALOR DE LOS PREÁMBULOS EN ALEMANIA. Marzo 9 de 2006.
En: Diario del Derecho. Disponible en la dirección electrónica:
http://www.iustel.com/v2/diario_del_derecho/noticia.asp?ref_iustel=1015576
7 Sentencia C-479 de 1992. Magistrados Ponentes: Doctores JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO y
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO. Agosto 13 de 1992. Negrillas dentro del texto.
convivencia armónica con la Pacha Mama.
• Derecho a que toda persona, comunidad, pueblo o nacionalidad pueda exigir a la autoridad
pública el cumplimiento de sus derechos y a que el Estado incentive tales iniciativas (art.
71)
• Derecho a la restauración y que ésta sea independiente de la obligación que tiene el Estado
y las personas naturales o jurídicas de indemnizar a los individuos y colectivos que
dependan de los sistemas naturales afectados (art. 72)
Debe añadirse a esta gama de derechos, aquellos relacionados con el agua, pues la Constitución la
reconoce como “un elemento vital para la naturaleza” (art. 318), particularmente el que establece
su manejo con un enfoque ecosistémico (art. 412) y el que enfatiza que “la sustentabilidad de los
ecosistemas y el consumo humano serán prioritarios en el uso y aprovechamiento del agua” (art.
411).
En contrapartida, la Constitución pone en cabeza del Estado obligaciones para con la Pacha Mama
que bien podemos clasificar conforme a las obligaciones internacionales de los Estados frente a los
derechos humanos, esto es, obligación de respeto (de no hacer), de protección (frente a la acción de
terceros) y de garantía de sus derechos (adopción de medidas de prevención, investigar las
violaciones, sancionar, reparar y restaurar), como se ve en el siguiente cuadro:
Tanto los derechos del sujeto naturaleza como las obligaciones correlativas del Estado tienen un
marco estricto de interpretación que la misma Constitución reconoce:
1.1 Ninguna norma jurídica podrá restringir el contenido de los derechos ni de las garantías
constitucionales (art. 11-4).
1.3 Las normas y los actos del poder público deberán mantener conformidad con las
disposiciones constitucionales; en caso contrario carecerán de eficacia jurídica (art. 424).
1.4 Cuando los efectos de la ejecución de las políticas públicas o prestación de bienes o
servicios públicos vulneren o amenacen con vulnerar derechos constitucionales, la
política o prestación deberá reformularse o se adoptarán medidas alternativas que
concilien los derechos en conflicto (art. 85-2).
1.5 En ningún caso, la reforma de la Constitución, las leyes, otras normas jurídicas ni los
actos del poder público atentarán contra los derechos que reconoce la Constitución (art.
84)
2.2 In dubio pro natura En caso de duda sobre el alcance de las disposiciones legales en
materia ambiental, éstas se aplicarán en el sentido más favorable a la protección de la
naturaleza (arts. 395-4) y principio de precaución (art. 395-5)
2.4 Todos los principios y los derechos son inalienables, irrenunciables, indivisibles,
interdependientes y de igual jerarquía. (art. 11- 6)
2.5 Siguiendo la lógica anterior, la naturaleza cuando es víctima de infracción penal, como
otros sujetos de derechos, goza de protección especial, y debe garantizarse su no
revictimización. La reparación integral “incluirá, sin dilaciones, el conocimiento de la
verdad de los hechos y la restitución, indemnización, rehabilitación,garantía de no
repetición” (art. 78).
2.6 La carga de la prueba sobre la inexistencia de daño potencial o real recaerá sobre el
gestor de la actividad o el demandado (art. 397-1).
3. Criterios de participación
3.2 Permitir a cualquier persona natural o jurídica, colectividad o grupo humano, ejercer las
acciones legales y acudir a los órganos judiciales y administrativos, sin perjuicio de su
interés directo, para obtener de ellos la tutela efectiva en materia ambiental, incluyendo
la posibilidad de solicitar medidas cautelares que permitan cesar la amenaza o el daño
ambiental materia de litigio (art. 397)
3.3 Toda decisión o autorización estatal que pueda afectar al ambiente deberá ser consultada
a la comunidad, a la cual se informará amplia y oportunamente. El sujeto consultante
será el Estado. La ley regulará la consulta previa, la participación ciudadana, los plazos,
el sujeto consultado y los criterios de valoración y de objeción sobre la actividad
sometida a consulta (art. 398).
De lo expuesto arriba concluimos que los derechos del sujeto naturaleza no se limitan a su
enunciación, sino que poseen un rico régimen interpretativo que restringe radicalmente la aplicación
del modelo desarrollista y comprometen la creación legislativa, la actuación administrativa y la
respuesta judicial y ponen a prueba el nuevo pacto de convivencia armonioso entre la sociedad y la
Pacha Mama.
En este apartado sostenemos que los retos de los derechos de la naturaleza ya no reposan en el nivel
de reconocimiento sino en el nivel de satisfacción: de materialización efectiva de sus postulados.
Tales retos no sólo se inscriben en la enorme distancia entre reconocimiento y satisfacción de los
derechos en general sino en un verdadero cambio de pensamiento que supere los rezagos
positivistas coloniales.
Un primer reto se encuentra a nivel de la formulación de las políticas públicas y supone abandonar
la falsa dicotomía entre desarrollo o protección de la naturaleza. Alegar que la satisfacción de los
derechos de la naturaleza al mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura,
funciones y procesos evolutivos constituyen una amenaza para la obtención de recursos que podrían
destinarse a la satisfacción de los derechos sociales (construcción de escuelas, salud, vivienda, etc)
constituye una falacia material.
Las experiencias de explotación de recursos nos dicen que las zonas de extracción son generalmente
más pobres, carentes de recursos públicos, violentas y ambientalmente degradadas. Por otra parte
las ganancias de la explotación son residuales para los Estados (la mayor tajada se la llevan las
empresas que explotan) y la lógica presupuestal no es una traducción directa de ganancias de la
explotación = inversión social. Recientemente se conoció que Ecuador es el tercer país en
latinoamerica que más dinero destina al gasto militar, después de Colombia y Chile, y que en el
último año aumentó en un 18% sus gastos8.
Adicionalmente, la industria de explotación no supone una apertura del Estado para resolver los
impactos que la explotación tiene en los derechos de los ciudadanos. Las empresas como patrón
generalizado no responden a las petición de información que hacen los afectados, los procesos
judiciales no avanzan, la prueba de daño opera en favor de los demandados, el sistema de salud no
tiene capacidad de respuesta frente a las enfermedades generadas por la extendida contaminación
ambiental y los controles ambientales son limitados para formular efectivamente planes de
prevención, mitigación y restauración.
Un segundo reto se relaciona con justiciabilidad de los derechos y el mismo derecho de acceso a la
justicia. En el Ecuador los discursos sobre la crisis en la administración de justicia no se traducen
en la toma de medidas urgentes para resolverla. La sobresaturación de los discursos sobre la
debilidad de la justicia, también tiene un papel de desincentivación para que los ciudadanos acudan
a ella, una simple revisión de lo que se ventila en los medios, en relación con la legitimidad
institucional, las decisiones judiciales y el sistema mismo, da cuenta del fenómeno:
“Un amplio poder del Ejecutivo en desmedro de las otras funciones del Estado es
la principal característica del proceso de transición institucional que vive el país
desde la aprobación de la nueva Constitución, de acuerdo con análisis que hacen
entendidos en el área jurídica y constitucional. Luego de un año y medio de la
entrada en vigencia de ese nuevo marco constitucional, apenas dos de los cinco
poderes del Estado están conformados: el Ejecutivo y el Legislativo. En tanto, el
Poder Judicial, el de Transparencia y Control Social y el Electoral aún están en
proceso de formación, o con autoridades temporales9”.
8 Ecuadro aumentó gasto militar en 18%. en: eltimpo.com.ec Publicado el 2 de junio de 2010
9 País no se institucionaliza por falta de 3 poderes del Estado. El Unverso. Mayo 2 de 2010.
General Alfaro, que reorganizó la Corte Suprema para librarse de los
magistrados conservadores. Desde 1906 hasta 2005 esa Corte sufrió 12
reorganizaciones. Febres Cordero no aceptó el nombramiento de los ministros
por el Congreso y la cercó con tanques. Lucio Gutiérrez decapitó nuevamente a la
Corte y vino la llamada “pichicorte" que duró seis meses. Después se dio un
proceso de concurso y selección de magistrados, cuyos periodos tampoco fueron
respetados, para entrar en el Gobierno de la revolución ciudadana. De acuerdo
con el Régimen de Transición de la Constitución de Montecristi, a los 10 días de
aprobado el referéndum cesaron en sus cargos los ministros de la Corte Suprema,
disponiéndose que el Consejo Nacional Electoral organice un sorteo entre los 31
magistrados para escoger a 21 titulares. En primer término, ¿cómo podía
sortearse entre jueces que por mandato constitucional habían dejado de serlo? En
segundo lugar, los sorteados se negaron a aceptar los cargos, sin que el Régimen
de Transición hubiere previsto una solución para este supuesto. El vacío jurídico
que los asambleístas habían creado quedó formalmente resuelto por una consulta,
que sin competencia, absolvió la Corte Constitucional, que se había proclamado
asimismo como tal. Resolvió que el sorteo era válido y se sacó de la manga una
fórmula mágica, por la cual la Corte Nacional se integró con los jueces que
aceptaran el sorteo y por conjueces10”.
Los fallos en la construcción y ejecución de las políticas públicas sólo encuentran tres medidas de
reconfiguración: la exigibilidad política, la exigibilidad jurídica o la exigibilidad social. Si la
primera forma de exigibilidad falla cuando los sistemas permanecen cerrados a ser influenciados
por una activa participación ciudadana, sólo el escenario de la justicia es capaz de dirimir los
conflictos entre derechos. Con una administración de justicia en crisis permanente, desprovista de
credibilidad, debilitada y excluida del imaginario social como instancia, este segundo mecanismo,
se frustra.
Pareciera generarse una mayor conmoción ante la idea de que la Pacha Mama, con nombre propio,
pueda tener derechos que ante el estado de degradación ambiental planetario en el que estamos
inmersos y que cobra diariamente la vida de especies, ecosistemas y consecuentemente vidas
humanas.
El preámbulo de la Constitución de Bolivia nos muestra claramente de qué se trata: “En tiempos
inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se formaron lagos. Nuestra amazonia,
nuestro chaco, nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de verdores y flores.
Poblamos esta sagrada Madre Tierra con rostros diferentes, y comprendimos desde entonces la
pluralidad vigente de todas las cosas y nuestra diversidad como seres y culturas. Así conformamos
nuestros pueblos, y jamás comprendimos el racismo hasta que lo sufrimos desde los funestos
tiempos de la colonia”.
El Buen Vivir supone empezar a descontar la deuda histórica con los pueblos originarios:
pluralidad, multiculturalidad, plurinacionalidad, buena fe, justicia, participación e inclusión en
armonía con la naturaleza. El reto se centra en la superación del racismo.