El Yo en Freud y en Lacan

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 4

Tema de examen final psicoanálisis II

El Yo en Freud y el Yo en Lacan
En 1914 en “Introducción al narcisismo”, Freud plantea que el narcisismo es el
complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación, de la
que justificadamente se atribuye una dosis a todo ser vivo. Mientras que, el narcisismo
secundario nace por el replegamiento de las investiduras de objeto y se edifica sobre el
primario. (Es decir, encontramos al comienzo, libido yoica y libido sexual juntas. Para no
enfermar uno tiene que amar, a partir de lo cual se separan).
Nos formamos así, la imagen de una originaria investidura libidinal del yo (narcisismo
primario), cedida después a los objetos (narcisismo secundario). El yo no está presente
desde el comienzo en el individuo, sino que debe ser desarrollado.
El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento del narcisismo primario y engendra
una intensa aspiración a recobrarlo. Tal distanciamiento se da por medio del
desplazamiento de la libido al ideal del yo.
Transcurridos unos años, en 1923, en “El yo y el ello”, Freud da a conocer su segunda
tópica, en la cual postula tres ámbitos o provincias que descomponen el aparato anímico
de la persona: Yo – Ello – Superyó.
El yo para Freud, es aquella representación de una organización coherente de los procesos
anímicos de una persona. Del yo depende la conciencia, él gobierna la descarga de las
excitaciones en el mundo exterior. Es aquella instancia anímica que ejerce un control
sobre todos los procesos parciales y que por la noche se va a dormir aplicando la censura
onírica. De este yo, parten también las represiones, es decir, que hay algo icc en el yo que
se comporta como lo reprimido.
Llamamos nuestro yo a la esencia que parte del sistema P y que es primero Prcc, y ello a lo
otro psíquico en que aquel continua y que se comporta como icc.
En la conferencia 31, en 1933, Freud dice que el Yo puede considerarse como la más
externa pieza de la superficie del aparato anímico que designa sistema P–Cc (percepción-
conciencia)
Volviendo al “El Yo y el Ello”, Un individuo es ahora un ello psíquico, no conocido e icc,
sobre el cual, sobre una superficie, se asienta el yo, desarrollado desde el sistema P, como
si fuera su núcleo. Lo reprimido que confluye con el ello, es segregado tajantemente del
yo por las resistencias de represión.
El Yo se empeña por hacer valer sobre el Ello el influjo del mundo exterior. En él rigen las
percepciones y el principio de realidad (sin resignar el propósito de una ganancia de
placer, exige y consigue posponer la satisfacción, y tolerar el displacer). Además, es el
representante de la razón y de la prudencia. Mientras que el ello contiene las pasiones y
las pulsiones, y rige el principio de placer.
Además del influjo del sistema P, hay otro factor que ejerce una acción sobre la génesis
del Yo, el cuerpo propio. Se trata de un sitio del cual parten percepciones externas e
internas. También el dolor desempeña un papel en esto, cuando a raíz de enfermedades
doloras, uno adquiere noticia de sus órganos, llegando a la representación del propio
cuerpo. Es el yo entonces, una esencia-cuerpo y no solo una esencia-superficie (el yo
deriva en última instancia de sensaciones corporales).
En la conferencia 31, Freud le otorga al Yo otra función, que es el alto grado de
organización, de síntesis de los contenidos, reunión y unificación de sus procesos oníricos.
(Cosa que le falta al ello).
Entonces, ¿Cómo se forma este Yo?
Plantea aquí, que al principio, toda la libido está acumulada en el ello, en tanto el yo, se
encuentra todavía en proceso de formación o endeble. El ello envía una parte de esta
libido a investiduras eróticas de objeto, luego de lo cual el yo fortalecido procura
apoderarse de esta libido de objeto e imponerse al ello como objeto de amor. Por lo
tanto, el narcisismo del yo es un narcisismo secundario, sustraído de los objetos.
El yo se forma desde identificaciones que toman el relevo de investiduras del ello,
resignadas. Las primeras de estas identificaciones se comportan como una instancia
particular dentro del Yo, se contraponen al Yo como Superyó, en tanto que el Yo
fortalecido más tarde se defenderá mediante resistencias.
El yo se enriquece a raíz de todas las experiencias que le vienen de afuera, pero el ello es
su otro mundo exterior que él procura someter. Sustrae libido del ello y transforma las
investiduras de objeto en conformaciones del yo. Con ayuda del superyó se nutre de las
experiencias de la prehistoria almacenadas en el ello.
Vemos a este yo como pobre cosa, sometido a tres servidumbres (mundo exterior;
superyó; ello) y que en consecuencia sufre las amenazas de tres clases de peligro: de parte
del mundo exterior; de la libido del ello; y de la severidad del superyó. Tres variedades de
angustia corresponden a estos tres peligros: el yo quiere mediar entre el mundo y el ello;
hacer que el ello obedezca al mundo; y hacer que el mundo haga justicia al deseo del ello.
El yo, es el genuino almácigo de la angustia. Amenazado por tres clases de peligro, el yo
desarrolla el reflejo de huida, retirando su propia investidura de la percepción
amenazadora, o del proceso del ello estima amenazador, y emitiendo aquella como
angustia.
En la conferencia 31, Freud plantea, que cuando el yo se ve obligado a demostrar su
endeblez, estalla de angustia: angustia realista ante el mundo exterior; angustia de la cc
moral ante el superyó; y angustia neurótica ante la intensidad de las pasiones en el
interior del ello.

En 1949, en “El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos
revela en la experiencia psicoanalítica”. Lacan plantea que el estadio del espejo es un
acontecimiento que ocurre a partir de los 6 meses hasta los 18 meses, cuya función es
describir la formación del yo a través del proceso de identificación, es decir, la
transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen.
El hecho de asumir jubilosamente la imagen especular, conduce a la matriz simbólica en la
que el yo (je) se precipita de forma primordial. Esta forma es lo que debe llamarse el yo
ideal, que será luego el tronco de las identificaciones secundarias.
Esta imagen le es reflejada al niño como una forma total del cuerpo, como una Gestalt,
que se adelanta a su maduración motriz. Por lo cual esta forma es más constituyente que
constituida.
El conocimiento humano a su vez, se estructura como paranoico en la dialéctica social,
(porque proviene de otro).
La función del estadio del espejo se nos revela entonces como un caso particular de la
función de la imagen que es establecer una relación del organismo con su realidad.
Pero esta relación con la naturaleza esta alterada por una insuficiencia orgánica
(insuficiencia orgánica porque el niño no está preparado neurológicamente ni
motrizmente) y la incoordinación motriz de los meses neonatales. El inacabamiento
anatómico del sistema piramidal demuestra una prematuracion específica del nacimiento.
Decimos entonces, que el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se
precipita de la insuficiencia (incoordinación motriz de los meses neonatales y el
inacabamiento del sistema piramidal) a la anticipación. El yo se construye sobre la base de
una completud futura imaginada, es decir, que son fantasías que sucederán desde la
imagen fragmentada del cuerpo, pero el sujeto imagina un grado de coordinación
muscular que aún no ha alcanzado. 
El momento en que termina el estadio del espejo, inaugura por la identificación con la
imagen del semejante, la dialéctica que liga al yo (je) con situaciones socialmente
elaboradas (yo je social) (o sea narcisismo secundario). Es este momento el que hace
volcarse todo el saber humano en la mediatización por el deseo del otro.
En el estadio del espejo el infante ve su reflejo en el espejo como una totalidad, como un
todo/síntesis (gestalt), en contraste con la falta de coordinación del cuerpo real: este
contraste es experimentado como una tensión agresiva entre la imagen especular y el
cuerpo real, ya que la completad de la imagen parece amenazar al cuerpo con la
desintegración y la fragmentación. La angustia provocada por esta sensación de
fragmentación y como para resolver esta tensión agresiva, el sujeto se identifica con la
imagen: esta identificación: esta identificación primaria con lo semejante es lo que da
forma al Yo. 
En 1954 en el seminario 1, Lacan plantea que el estadio del espejo es un momento de
desarrollo y una función ejemplar porque nos revela algunas de las relaciones del sujeto
con su imagen. Este estadio tiene una representación óptica.
La óptica se apoya sobre una teoría matemática. Para que haya óptica es preciso que a
cada punto dado en el espacio real, le corresponda solo un punto en el espacio imaginario.
Define entonces, dos clases de imágenes, Las imágenes virtuales como puramente
subjetivas, producidas por el espejo plano. Y las imágenes reales, que poseen aspectos de
objetos y pueden ser consideradas como tales, producidas por el espejo esférico.
A través de un proceso de maduración fisiológica, el sujeto integra sus funciones motoras
y accede a un dominio real de su cuerpo. Pero antes de esto, el sujeto toma conciencia de
su cuerpo como totalidad. La sola visión de la totalidad del cuerpo, brinda un dominio
imaginario del cuerpo prematuro, al dominio real.
El yo se constituye sobre la relación imaginaria, gracias a una imagen que adquiere como
propia y que es virtual. La función imaginaria se refiere primero a la relación del sujeto con
sus identificaciones formadoras; y segundo a la relación del sujeto con lo real. La
regulación de lo imaginario depende del vínculo simbólico. La palabra, la función
simbólica, define el mayor o menor grado de perfección, de completitud, de aproximación
a lo imaginario.
Lacan da cuenta entonces de los dos narcisismos, que trata sobre la relación entre la
constitución de la realidad y la forma del cuerpo.
El primer narcisismo es en relación a la imagen corporal. Esta imagen hace la unidad del
sujeto, se sitúa a nivel de la imagen real en tanto permite organizar la realidad. (Ubica al
yo ideal como formador de las identificaciones secundarias. Yo ideal en tanto hablante, en
tanto tiene conmigo una relación simbólica sublimada; el intercambio simbólico vincula a
los sujetos y permite identificarse)
Mientras que el narcisismo secundario, es relación con el otro. Se trata de la identificación
al otro que permite al hombre situar con precisión su relación imaginaria y libidinal con el
mundo. (Ubica al ideal del yo como guía que dirige al sujeto en relación al otro, guía en el
plano simbólico)

También podría gustarte