Panorama General

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PANORAMA GENERAL DE SALUD MENTAL

En mayo de 2012, la 65.a Asamblea Mundial de la Salud adoptó la resolución


WHA65.4 sobre la carga mundial de trastornos mentales y la necesidad de una
respuesta integral y coordinada de los sectores sanitario y social de los países. En
ella se pidió a la Directora General, entre otras cosas, que en consulta con los
Estados Miembros prepare un plan de acción integral sobre salud mental que
abarque los servicios, políticas, leyes, planes, estrategias y programas.

Este plan de acción integral se ha elaborado mediante consultas con los Estados
Miembros, la sociedad civil y los asociados internacionales. Tiene un enfoque
integral y multisectorial, con coordinación de los servicios de los sectores sanitario
y social, y concede especial atención a la promoción, prevención, tratamiento,
rehabilitación, atención y recuperación. Asimismo, establece acciones claras para
los Estados Miembros, la Secretaría y los asociados a nivel internacional, regional
y nacional, y propone indicadores y metas clave que se pueden utilizar para
evaluar la aplicación, los progresos y el impacto. En el núcleo del plan de acción
se encuentra el principio mundialmente aceptado de que «no hay salud sin salud
mental»

El plan de acción tiene vínculos conceptuales y estratégicos estrechos con otros


planes de acción y estrategias mundiales aprobadas por la Asamblea de la Salud,
tales como la estrategia mundial para reducir el uso nocivo del alcohol, el plan de
acción mundial sobre la salud de los trabajadores 2008-2017, el plan de acción de
la estrategia mundial para la prevención y el control de las enfermedades no
transmisibles 2008-2013, y el plan de acción mundial para la prevención y el
control de las enfermedades no transmisibles (2013-2020). Asimismo, se basa en
los planes de acción y estrategias regionales de la OMS para la salud mental y el
abuso de sustancias que ya se han adoptado o se encuentran en fase de
elaboración. El plan de acción se ha ideado para que genere sinergias con otros
programas pertinentes de organizaciones del sistema de las Naciones Unidas,
grupos interinstitucionales de las Naciones Unidas y organizaciones
intergubernamentales.
El plan de acción aprovecha, pero sin duplicarla, la labor del Programa de acción
para superar la brecha en salud mental (mhGAP) de la OMS, que se centró en la
expansión de los servicios de salud mental en entornos con escasos recursos. El
plan de acción es de alcance mundial y tiene por objeto proporcionar orientaciones
para los planes de acción nacionales. En él se aborda la respuesta del sector
social y de otros sectores pertinentes, así como las estrategias de promoción y
prevención, con independencia de la magnitud de los recursos.

En este plan de acción, la expresión «trastornos mentales» se utiliza para referirse


a una serie de trastornos mentales y conductuales que figuran en la Clasificación
Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Conexos,
décima revisión (CIE-10). Entre ellos se incluyen trastornos con una alta carga de
morbilidad, como la depresión, el trastorno afectivo bipolar, la esquizofrenia, los
trastornos de ansiedad, la demencia, los trastornos por abuso de sustancias, las
discapacidades intelectuales y los trastornos conductuales y del desarrollo que
suelen iniciarse en la infancia y la adolescencia, incluido el autismo. Con respecto
a la demencia y a los trastornos por abuso de sustancias también pueden ser
necesarias otras estrategias preventivas (por ejemplo, como las descritas en un
informe de la OMS sobre la demencia que se publicó a principios de 20122 o en la
estrategia mundial para reducir el uso nocivo del alcohol). Además, el plan abarca
la prevención del suicidio, y muchas de las acciones también son pertinentes para
afecciones como la epilepsia. La expresión «grupos vulnerables» es utilizada en el
plan de acción para referirse a individuos o grupos de individuos que son
vulnerables a las situaciones y ambientes a los que están expuestos (por
oposición a cualquier problema inherente de debilidad o falta de capacidad). La
expresión debe aplicarse en los países en función de la situación nacional.

El plan de acción abarca asimismo la salud mental, concebida como un estado de


bienestar en el que el individuo realiza sus capacidades, supera el estrés normal
de la vida, trabaja de forma productiva y fructífera, y aporta algo a su comunidad.
Con respecto a los niños, se hace hincapié en los aspectos del desarrollo, como el
sentido positivo de la identidad, la capacidad para gestionar los pensamientos y
emociones, así como para crear relaciones sociales, o la aptitud para aprender y
adquirir una educación que en última instancia los capacitará para participar
activamente en la sociedad.

Habida cuenta de los casos generalizados de violación de los derechos humanos


y discriminación que sufren las personas con trastornos mentales, la adopción de
una perspectiva de derechos humanos es fundamental para responder a la carga
mundial de morbilidad mental. El plan de acción hace hincapié en la necesidad de
servicios, políticas, leyes, planes, estrategias y programas que protejan,
promuevan y respeten los derechos de las personas con trastornos mentales en
consonancia con lo dispuesto en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, la
Convención sobre los Derechos del Niño y otros instrumentos internacionales y
regionales pertinentes en materia de derechos humanos.

SITUACIÓN MUNDIAL

La salud mental es parte integral de la salud y el bienestar, tal como refleja la


definición de salud que figura en la Constitución de la Organización Mundial de la
Salud: «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no
solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». La salud mental, como
otros aspectos de la salud, puede verse afectada por una serie de factores
socioeconómicos (descritos más adelante) que tienen que abordarse mediante
estrategias integrales de promoción, prevención, tratamiento y recuperación que
impliquen a todo el gobierno.

Salud mental y trastornos mentales: determinantes y consecuencias

Los determinantes de la salud mental y de los trastornos mentales incluyen no


solo características individuales tales como la capacidad para gestionar nuestros
pensamientos, emociones, comportamientos e interacciones con los demás, sino
también factores sociales, culturales, económicos, políticos y ambientales tales
como las políticas nacionales, la protección social, el nivel de vida, las condiciones
laborales o los apoyos sociales de la comunidad. La exposición a las adversidades
a edades tempranas es un factor de riesgo prevenible bien establecido de los
trastornos mentales.

Dependiendo del contexto local, algunas personas y grupos sociales pueden


correr un riesgo significativamente mayor de sufrir problemas de salud mental.
Entre estos grupos vulnerables se encuentran (aunque no siempre) miembros de
las familias que viven en la pobreza, las personas con problemas de salud
crónicos, los niños expuestos al maltrato o al abandono, los adolescentes
expuestos por vez primera al abuso de sustancias, los grupos minoritarios, las
poblaciones indígenas, las personas de edad, las personas sometidas a
discriminaciones y violaciones de los derechos humanos, los homosexuales,
bisexuales y transexuales, los prisioneros o las personas expuestas a conflictos,
desastres naturales u otras emergencias humanitarias. La actual crisis financiera
mundial es un excelente ejemplo de factor macroeconómico que genera recortes
en la financiación, a pesar de la necesidad simultánea de más servicios sociales y
de salud mental debido al aumento de las tasas de trastornos mentales y suicidio,
así como a la aparición de nuevos grupos vulnerables, como los jóvenes
desempleados. En muchas sociedades los trastornos mentales relacionados con
la marginación y el empobrecimiento, la violencia y el maltrato doméstico, el
exceso de trabajo y el estrés suscitan una creciente preocupación, especialmente
para la salud de la mujer.

Las personas con trastornos mentales presentan tasas desproporcionadamente


elevadas de discapacidad y mortalidad. Así, por ejemplo, las personas con
depresión mayor o esquizofrenia tienen una probabilidad de muerte prematura un
40% a 60% mayor que la población general, debido a los problemas de salud
física, que a menudo no son atendidos (por ejemplo, cánceres, enfermedades
cardiovasculares, diabetes e infección por VIH), y al suicidio. A nivel mundial, el
suicidio es la segunda causa más frecuente de muerte en los jóvenes.

Los trastornos mentales influyen a menudo en otras enfermedades tales como el


cáncer, las enfermedades cardiovasculares o la infección por el VIH/sida, y se ven
influidos por ellas, por lo que requieren servicios y medidas de movilización de
recursos comunes. Por ejemplo, hay pruebas de que la depresión predispone al
infarto de miocardio y a la diabetes, que a su vez aumentan la probabilidad de
sufrir depresión. Muchos factores de riesgo, tales como el bajo nivel
socioeconómico, el consumo de alcohol o el estrés, son comunes a los trastornos
mentales y a otras enfermedades no transmisibles. También hay una considerable
coincidencia entre los trastornos mentales y los trastornos por consumo de
sustancias. Tomados en su conjunto, los trastornos mentales, neurológicos y por
consumo de sustancias se cobran un alto precio, y representaban un 13% de la
carga mundial de morbilidad en 2004. Por sí sola, la depresión representa un 4,3%
de la carga mundial de morbilidad, y se encuentra entre las principales causas
mundiales de discapacidad (un 11% del total mundial de años vividos con
discapacidad), sobre todo entre las mujeres. Las consecuencias económicas de
estas pérdidas de salud son igualmente amplias: en un estudio reciente se calculó
que el impacto mundial acumulado de los trastornos mentales en términos de
pérdidas económicas será de US$ 16,3 billones entre 2011 y 2030.

Con frecuencia, los trastornos mentales hunden a las personas y a las familias en
la pobreza. La carencia de hogar y la encarcelación impropia son mucho más
frecuentes entre las personas con trastornos mentales que en la población
general, y exacerban su marginación y vulnerabilidad. Debido a la estigmatización
y la discriminación, las personas con trastornos mentales sufren frecuentes
violaciones de los derechos humanos, y a muchas se les niegan derechos
económicos, sociales y culturales y se les imponen restricciones al trabajo y a la
educación, así como a los derechos reproductivos y al derecho a gozar del grado
más alto posible de salud. Pueden sufrir también condiciones de vida inhumanas y
poco higiénicas, maltratos físicos y abusos sexuales, falta de atención y prácticas
terapéuticas nocivas y degradantes en los centros sanitarios. A menudo se les
niegan derechos civiles y políticos, tales como el derecho a contraer matrimonio y
fundar una familia, la libertad personal, el derecho de voto y de participación plena
y efectiva en la vida pública, y el derecho a ejercer su capacidad jurídica en otros
aspectos que les afecten, en particular el tratamiento y la atención Así, las
personas con trastornos mentales suelen vivir situaciones de vulnerabilidad y
pueden verse excluidas y marginadas de la sociedad, lo cual representa un
importante impedimento para la consecución de los objetivos de desarrollo
nacionales e internacionales. La Convención sobre los derechos de las personas
con discapacidad, vinculante para los Estados Partes que la han ratificado o se
han adherido a ella, protege y fomenta los derechos de todas las personas con
discapacidad, incluidas las que padecen trastornos mentales e intelectuales, y
también estimula su inclusión plena en la cooperación internacional, y en particular
en los programas internacionales de desarrollo.

Recursos y respuestas del sistema de salud

Los sistemas de salud todavía no han dado una respuesta adecuada a la carga de
trastornos mentales; en consecuencia, la divergencia entre la necesidad de
tratamiento y su prestación es grande en todo el mundo En los países de ingresos
bajos y medios, entre un 76% y un 85% de las personas con trastornos mentales
graves no reciben tratamiento; la cifra es alta también en los países de ingresos
elevados: entre un 35% y un 50%. El problema se complica aún más por la escasa
calidad de la atención que reciben los casos tratados. El Atlas de Salud Mental
2011 de la OMS aporta datos que demuestran la escasez de recursos de los
países para atender las necesidades de salud mental y señalan la distribución
inequitativa y el uso ineficiente de esos recursos. Por ejemplo, el gasto mundial
anual en salud mental es inferior a US$ 2 por persona, e inferior a US$ 0,25 por
persona en los países de ingresos bajos; el 67% de esos recursos económicos se
asigna a hospitales exclusivamente psiquiátricos, pese a que se asocian a malos
resultados sanitarios y violaciones de los derechos humanos. La reorientación de
esta financiación hacia servicios de base comunitaria, con integración de la salud
mental en la atención sanitaria general y en los programas de salud materna,
sexual, reproductiva e infantil, de VIH/sida y de enfermedades no transmisibles
crónicas, permitiría que muchas más personas accedieran a intervenciones
mejores y más costo efectivas.
El número de profesionales sanitarios especializados y generales que se ocupan
de la salud mental es manifiestamente insuficiente en los países de ingresos bajos
y medios. Casi la mitad de la población mundial vive en países en los que, por
término medio, hay un psiquiatra para atender a 200 000 o más personas; otros
prestadores de atención sanitaria mental capacitados para utilizar las
intervenciones psicosociales son aún más escasos. Del mismo modo, la
proporción de países que disponen de políticas, planes y legislación sobre la salud
mental es mucho más elevada entre los de ingresos elevados que entre los de
ingresos bajos; por ejemplo, solo el 36% de las personas que viven en países de
ingresos bajos están amparadas por una legislación en materia de salud mental,
en comparación con el 92% en los países de ingresos elevados.

Los movimientos de la sociedad civil en pro de la salud mental no están bien


desarrollados en los países de ingresos bajos y medios. Solo hay organizaciones
de personas con trastornos mentales y discapacidades psicosociales en el 49% de
los países de ingresos bajos, en comparación con el 83% de los de ingresos
elevados; con respecto a las asociaciones de familiares, las cifras
correspondientes son del 39% y el 80%.

Por último, la disponibilidad de medicamentos básicos para los trastornos


mentales en la atención primaria es considerablemente baja (en comparación con
los medicamentos disponibles para las enfermedades infecciosas o incluso para
otras enfermedades no transmisibles), y su uso se ve limitado por la falta de
profesionales sanitarios cualificados con las facultades necesarias para prescribir
medicamentos. Además, tampoco hay disponibilidad de tratamientos no
farmacológicos ni de personal cualificado para ofrecer estas intervenciones. Estos
factores constituyen obstáculos importantes a la atención adecuada de muchas
personas con trastornos mentales.

Para mejorar esta situación, además de los datos sobre los recursos de salud
mental en los países (tanto los que figuran en el Atlas de Salud Mental 2011 de la
OMS como los perfiles más detallados obtenidos con el instrumento de la OMS
para la evaluación de los sistemas de salud mental), existe información sobre
intervenciones de salud mental viables y costo efectivas que se pueden expandir
para reforzar los sistemas de atención sanitaria mental en los países. El Programa
de acción de la OMS para superar la brecha en salud mental, presentado en 2008,
utiliza orientaciones técnicas, instrumentos y módulos de capacitación basados en
evidencias para ampliar la prestación de servicios en los países, especialmente en
entornos con escasos recursos. Dicho programa se centra en una serie de
afecciones prioritarias y, hecho importante, dirige la capacitación hacia los
profesionales sanitarios no especializados con un enfoque integrado que fomenta
la salud mental en todos los niveles asistenciales.

La Secretaría ha elaborado otros instrumentos y orientaciones técnicas que


ayuden a los países en la formulación de políticas, planes y leyes integrales de
salud mental que fomenten la mejora de la calidad y la disponibilidad de la
atención a la salud mental (como el WHO mental health policy and service
guidance package);6 en la mejora de la calidad y el respeto a los derechos de las
personas con trastornos mentales en los servicios de salud (el WHO QualityRights
toolkit);7 y en el socorro y la reconstrucción del sistema de salud mental tras los
desastres (Inter-Agency Standing Committee Guidelines in mental health and
psychosocial support in emergency settings).8 El conocimiento, la información y
los instrumentos técnicos son necesarios, pero no suficientes; para pasar
decididamente de la evidencia a la acción y la evaluación también se necesitan un
fuerte liderazgo, mejores alianzas y el compromiso de aportar recursos para la
aplicación.

ESTRUCTURA DEL PLAN DE ACCIÓN INTEGRAL 2013-2020

La visión del plan de acción es un mundo en el que se valore, fomente y proteja la


salud mental, se prevengan los trastornos mentales, y las personas afectadas por
ellos puedan ejercer la totalidad de sus derechos humanos y acceder de forma
oportuna a una atención sanitaria y social de gran calidad y culturalmente
adaptada que estimule la recuperación, con el fin de lograr el mayor nivel posible
de salud y la plena participación en la sociedad y en el ámbito laboral, sin
estigmatizaciones ni discriminaciones.
Su finalidad global es fomentar el bienestar mental, prevenir los trastornos
mentales, proporcionar atención, mejorar la recuperación, promover los derechos
humanos y reducir la mortalidad, morbilidad y discapacidad de las personas con
trastornos mentales.

El plan de acción tiene los objetivos siguientes:

1. reforzar un liderazgo y una gobernanza eficaces en el ámbito de la salud


mental;
2. proporcionar en el ámbito comunitario servicios de asistencia social y de
salud mental completos, integrados y con capacidad de respuesta;
3. poner en práctica estrategias de promoción y prevención en el campo de
la salud mental;
4. fortalecer los sistemas de información, los datos científicos y las
investigaciones sobre la salud mental.

Las metas mundiales establecidas para cada objetivo proporcionan la base para
medir las acciones colectivas y los logros de los Estados Miembros hacia objetivos
mundiales, pero no deben impedir la fijación de metas nacionales más ambiciosas,
especialmente para los países que ya hayan alcanzado las metas mundiales. En
el apéndice 1 figuran los indicadores para medir los progresos hechos hacia la
consecución de las metas mundiales definidas.

El plan de acción se basa en seis principios y enfoques transversales:

1. Cobertura sanitaria universal: independientemente de la edad, sexo, estatus


socioeconómico, raza, etnia u orientación sexual, y de acuerdo con el principio de
equidad, las personas con trastornos mentales deberán poder acceder, sin riesgo
de empobrecimiento, a servicios de salud y sociales esenciales que les permitan
recuperarse y gozar del grado máximo de salud que se pueda lograr.

2. Derechos humanos: las estrategias, acciones e intervenciones terapéuticas,


profilácticas y de promoción en materia de salud mental deben ajustarse a la
Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad y a otros
instrumentos internacionales y regionales de derechos humanos.

3. Práctica basada en evidencias: las estrategias e intervenciones


terapéuticas, profilácticas y de promoción en materia de salud mental tienen que
basarse en pruebas científicos y/o en prácticas óptimas, teniendo en cuenta
consideraciones de carácter cultural.

4. Enfoque que abarque la totalidad del ciclo vital: las políticas, planes y
servicios de salud mental han de tener en cuenta las necesidades sanitarias y
sociales en todas las etapas del ciclo vital: lactancia, infancia, adolescencia, edad
adulta y ancianidad.

5. Enfoque multisectorial: la respuesta integral y coordinada con respecto a la


salud mental requiere alianzas con múltiples sectores públicos, tales como los de
la salud, educación, empleo, justicia, vivienda, social y otros, así como con el
sector privado, según proceda en función de la situación del país.

6. Emancipación de las personas con trastornos mentales y discapacidades


psicosociales: las personas con trastornos mentales y discapacidades
psicosociales deben emanciparse y participar en la promoción, las políticas, la
planificación, la legislación, la prestación de servicios, el seguimiento, la
investigación y la evaluación en materia de salud mental.

El marco establecido en este plan de acción debe adaptarse a nivel regional a fin


de tener en cuenta la situación específica de cada región. Las acciones
propuestas para los Estados Miembros se han de examinar y adaptar como
corresponda a las prioridades y circunstancias específicas nacionales para poder
alcanzar los objetivos. No existe un modelo de plan de acción válido para todos los
países, ya que estos se encuentran en distintas fases del proceso de articulación y
aplicación de una respuesta integral en el campo de la salud mental.

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