Stalin 1906 Anarquismo-O-Socialismo PDF
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Stalin
¿Anarquismo o Socialismo?
1906
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¿ANARQUISMO O SOCIALISMO?[ 1 ]
El eje de la vida social moderna es la lucha de clases. Y en el curso de esta lucha
cada clase se rige por su ideología. La burguesía tiene su propia ideología: el llamado
liberalismo. El proletariado también tiene su propia ideología: es, como se sabe, el
socialismo.
No vamos a ocuparnos aquí del análisis del liberalismo: mejor es dejarlo para
otro momento. Queremos dar a conocer al lector sólo el socialismo y sus corrientes. En
nuestra opinión, esto tendrá más interés.
1
A fines de 1905 y comienzos de 1906, en Georgia, un grupo de anarquistas dirigido por un
conocido anarquista, discípulo de Kropotkin, V. Cherkezishvili y sus secuaces Mijazo Tsereteli (Bâton),
Shalva Goguelia (Sh. G.) y otros, sostuvo una encarnizada campaña contra los socialdemócratas. El grupo
editaba en Tiflis los periódicos «Nobati», «Musha» y otros. Los anarquistas carecían en absoluto de base
entre el proletariado, pero consiguieron algunos éxitos entre los elementos desclasados y
pequeñoburgueses. J. V. Stalin escribió contra los anarquistas una serie de artículos bajo el título general
de «¿Anarquismo o socialismo?». Los primeros cuatro artículos aparecieron en el periódico «Arjali
Tsjovreba» en junio-julio de 1906. La publicación de los artículos siguientes fue interrumpida, ya que las
autoridades clausuraron el periódico. En diciembre de 1906 y el 1 de enero de 1907, los artículos que
habían sido publicaos en «Arjali Tsjovrena» fueron reproducidos en el periódico «Arjali Droeba», aunque
un tanto modificados. La redacción del periódico adjuntó a estos artículos la siguiente nota:
«Recientemente el Sindicato de Empleados se dirigió a nosotros con la propuesta de que publicáramos
artículos sobre el anarquismo, el socialismo y otras cuestiones semejantes (v. «Arjali Droeba», núm. 3). El
mismo deseo ha sido manifestado por otros camaradas. Con satisfacción accedemos a estos deseos y
publicamos dichos artículos. Por lo que se refiere a los artículos mismos, consideramos necesario recordar
que parte de ellos han sido publicados ya en una ocasión en la prensa georgiana (por causas ajenas a la
voluntad del autor, los artículos no fueron terminados). A pesar de ello, hemos considerado necesario
publicar en su integridad estos artículos y hemos propuesto al autor que los reelaborase, presentándolos en
un lenguaje accesible a todos, lo que ha hecho gustosamente». Así surgieron las dos variantes de las
primeras cuatro partes del trabajo «¿Anarquismo o socialismo?». Su continuación apareció en los
periódicos «Chveni Tsjovreba», en febrero de 1907, y «Dro», en abril de 1907. La primera variante de los
artículos «¿Anarquismo o socialismo?», publicada en «Ajali Tsjovreba», se incluye como apéndice del
presente tomo.
«Chveni Tsjovreba» («Nuestra Vida»): diario bolchevique; apareció legalmente en Tiflis desde el
18 de febrero de 1907. Dirigió el periódico J. V. Stalin. Se publicaron 13 números. El 6 de marzo de 1907
el periódico fue suspendido «por su orientación extremista».
«Dro» («El Tiempo»): diario bolchevique, que apareció en Tiflis después de la suspensión de
«Chveni Tsjovreba», desde el 11 de marzo hasta el 15 de abril de 1907. Dirigía el periódico J. V. Stalin.
También formaban parte de la redacción del periódico M. Tsjakaia, M. Davitashvili. Aparecieron 31
números.
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No somos tampoco de los que se consuelan diciendo que los anarquistas «no
cuentan con masas y por eso no son muy peligrosos». La cuestión no está en saber a
quién siguen hoy «masas» mayores o menores; la cuestión está en la existencia de la
doctrina. Si la «doctrina» de los anarquistas expresa la verdad, entonces de por sí se
comprende que se abrirá paso indefectiblemente y agrupará en torno suyo a la masa.
Pero si dicha doctrina es inconsistente y se halla edificada sobre una base falsa, no
subsistirá largo tiempo y quedará en el aire. Ahora bien, la inconsistencia del
anarquismo debe ser demostrada.
Es claro que aquí tenemos dos principios que se excluyen mutuamente, y no sólo
discrepancias tácticas.
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I
EL MÉTODO DIALÉCTICO
El método dialéctico dice que hay que considerar la vida precisamente tal y
como es en realidad. Hemos visto que la vida se encuentra en incesante movimiento; por
tanto, debemos examinar la vida en su movimiento y preguntar: ¿hacia dónde marcha la
vida? Hemos visto que la vida ofrece un cuadro de constante destrucción y creación; por
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Ejemplo. Por los años 80 del siglo pasado, entre los intelectuales revolucionarios
rusos se suscitó una gran polémica. Los populistas sostenían que la fuerza principal
capaz de encargarse de la «emancipación de Rusia» era la pequeña burguesía del campo
y de la ciudad. ¿Por qué?, les preguntaban los marxistas. Porque, decían los populistas,
la pequeña burguesía del campo y de la ciudad constituye ahora la mayoría, y, además,
es pobre y vive en la miseria.
Como veis, la cuestión no estriba en saber qué clase constituye hoy la mayoría o
qué clase es más pobre, sino en saber cuál es la clase que cobra vigor y cuál la que se
descompone.
Y puesto que el proletariado es la única clase que crece y cobra vigor sin cesar,
la única que impulsa adelante la vida social y agrupa en torno suyo a todos los
elementos revolucionarios, nuestro deber es, por lo tanto, reconocerlo como la fuerza
principal en el movimiento contemporáneo, formar en sus filas y hacer nuestras sus
aspiraciones avanzadas.
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Pues bien, el método dialéctico afirma que el movimiento tiene doble forma:
evolutiva y revolucionaria.
Y por lo que se refiere a las formas del movimiento, por lo que se refiere a que,
de acuerdo con la dialéctica, los pequeños cambios, las modificaciones cuantitativas,
conducen, al fin y al cabo, a grandes cambios, a modificaciones cualitativas, esta ley
rige asimismo, en igual medida, en la historia de la naturaleza. El «sistema periódico de
los elementos» de Mendeléiev muestra claramente la gran importancia que en la historia
de la naturaleza tiene la aparición de los cambios cuantitativos. De esto mismo es
testimonio, en biología, la teoría del neolamarquismo, a la cual el neodarvinismo cede el
puesto.
* * *
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De todos es sabido que el fundador del método dialéctico fue Hegel. Marx
depuró y mejoró este método. Naturalmente, esta circunstancia es conocida también de
los anarquistas. Ellos saben que Hegel era conservador, y, aprovechándose del caso,
fustigan hasta más no poder a Hegel como partidario de la «restauración», «demuestran»
con apasionamiento que «Hegel es un filósofo de la restauración..., que ensalza el
constitucionalismo burocrático en su forma absoluta, que la idea general de su filosofía
de la Historia está subordinada y sirve a la corriente filosófica de la época de la
restauración», etc., etc. (v. en el número 6 de «Nobati»[ 2 ] el artículo de V.
Cherkezishvili).
Cierto, nadie discute con ellos acera de este punto; al revés, todo el mundo
coincide en que Hegel no era revolucionario. Precisamente Marx y Engels demostraron
antes que nadie, en su «Crítica de la crítica crítica», que las concepciones históricas de
Hegel se hallan en contradicción radical con el Poder soberano del pueblo. Pero, a pesar
de ello, los anarquistas «demuestran» y consideran indispensable «demostrar» cada día
que Hegel era partidario de la «restauración». ¿Para qué lo hacen? Probablemente, para
desacreditar de tal modo a Hegel y dar a entender al lector que en el «reaccionario»
Hegel tampoco el método puede dejar de ser «aborrecible» y anticientífico.
Nosotros declaramos que de ese modo no demostrarán otra cosa que su propia
ignorancia. Pascal y Leibniz no eran revolucionarios, pero el método matemático
descubierto por ellos está reconocido hoy como un método científico. Mayer y
Hemholtz no eran revolucionarios, pero sus descubrimientos en el dominio de la física
sirvieron de base a la ciencia. Tampoco eran revolucionarios Lamarck y Darwin, pero su
método evolucionista puso en pie a la ciencia biológica... ¿Por qué, pues, no e puede
reconocer que, a pesar de su conservadurismo, Hegel consiguió elaborar un método
científico, denominado dialéctico?
No, de ese modo los anarquistas no demostrarán otra cosa que su propia
ignorancia.
¡Vaya con los anarquistas! Como se dice, «hacen pagar a justos por pecadores».
La dialéctica ha alcanzado su madurez en la lucha contra la metafísica y en esta lucha ha
conquistado su gloria, pero en opinión de los anarquistas resulta que ¡la dialéctica es
metafísica!
2
«Nobati» («Llamada»): semanario de los anarquistas georgianos; se publicó en Tiflís en 1906.
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La dialéctica afirma que en el mundo nada hay eterno, que en el mundo todo es
transitorio y mutable; cambia la naturaleza, cambia la sociedad, cambian los usos y
costumbres, cambian los conceptos de justicia, cambia la propia verdad; por eso mismo
la dialéctica lo considera todo de un modo crítico, por eso mismo niega la verdad
establecida de una vez para siempre, y por consiguiente, niega asimismo las abstractas
«tesis dogmáticas que, una vez encontradas, sólo hay que aprenderse de memoria» (v. F.
Engels, «Ludwig Feuerbach»[ 3 ]).
En cambio, la metafísica nos afirma otra cosa completamente distinta. Para ella
el mundo es algo eterno e inmutable (v. F. Engels, «Anti-Dühring»), el mundo está
determinado de una vez para siempre por alguien o por algo; he ahí por qué los
metafísicos tienen siempre en la boca la «justicia eterna» y la «verdad inmutable».
Una de dos: o los anarquistas se engañan ellos mismos o no saben lo que dicen.
Ni que decir tiene que el sistema filosófico de Hegel, que se basa en la idea
inmutable, es metafísico desde el principio hasta el fin. Pero es evidente también que el
método dialéctico de Hegel, que niega toda idea inmutable, es científico y
revolucionario desde el principio hasta el fin.
He ahí por qué Carlos Marx, al mismo tiempo que sometía el sistema metafísico
de Hegel a una crítica demoledora, ensalzaba su método dialéctico, que, según las
palabras de Marx, «no se deja imponer por nada; es esencialmente crítico y
revolucionario» (v. «El Capital», t. I. Palabras finales).
He ahí por qué Engels ve una gran diferencia entre el método de Hegel y su
sistema «Quien hiciese hincapié en el sistema de Hegel, podía ser bastante conservador
en ambos terrenos; quien considerase como lo primordial el método dialéctico, podía
figurar, tanto en el aspecto religioso como en el aspecto político, en la extrema
oposición» (v. «Ludwig Feuerbach»).
3
Véase: C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en dos tomos, t. II, pág. 337, ed. en español,
Moscú, 1952.
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Sigamos adelante. Los anarquistas dicen que el método dialéctico es «un astuto
enredo», «un método de sofismas», «de acrobacias con la lógica» (v. «Nobati», núm. 8.
Sh. G.), «gracias al cual se demuestran con idéntica facilidad tanto la verdad como la
mentira» (v. en el núm. 4 de «Nobati» el artículo de Cherkezishvili).
A primera vista puede parecer que la acusación lanzada por los anarquistas no
carece de fundamento. Oíd, por ejemplo, lo que dice Engels de quien sigue el método
metafísico:
«...Su hablar es «Sí, sí; No, no; porque lo que es más de esto, de mal procede».
Para él, una cosa existe o no existe: un objeto no puede ser lo que es y al mismo
tiempo algo distinto. Lo positivo y lo negativo se excluyen en absoluto... » (v. «Anti-
Dühring». Introducción).
Precisamente hechos de esta índole eran los que Engels tenía en cuenta cuando
caracterizaba el método dialéctico con las palabras arriba citadas.
Pero los anarquistas no lo han comprendido, y una idea completamente clara les
ha parecido un «sofisma» nebuloso.
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una positiva y otra negativa, de las cuales debemos defender la primera y rechazar la
segunda?
¡Prestad atención!
¡Así es la anarquía! Como suele decirse. ¡la viuda del suboficial se ha flagelado a
sí misma! Es evidente que el Sh. G. del octavo número de «Nobati» se ha olvidado de lo
que decía el Sh. G. del sexto número.
Si se aplica esta tesis de Marx a la vida social moderna, resultará que entre las
fuerzas productivas modernas, que tienen un carácter social, y la forma de apropiación
de los productos, que tiene un carácter privado, existe un conflicto radical, que debe
culminar en la revolución socialista (v. F. Engels, «Anti-Dühring». Capítulo segundo de
la tercera parte).
4
Véase: C. Marx y F. Engels. Obras escogidas en dos tomos, t. I, pág. 333, ed. en español,
Moscú, 1951.
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Por otra parte, el darvinismo rechaza no sólo los cataclismos de Cuvier, sino
también el desarrollo comprendido dialécticamente, que incluye la revolución, mientras
que, desde el punto de vista del método dialéctico, la evolución y la revolución, los
cambios cuantitativos y cualitativos son dos formas necesarias de uno y el mismo
movimiento.
Por último, los anarquistas nos reprochan que «la dialéctica... no permite ni salir
o escaparse de sí, ni saltar por encima de sí mismo» (v. «Nobati», núm. 8. Sh. G.).
¡Ese es el secreto!...
A nosotros no nos queda más que reírnos al observar este espectáculo, pues uno
no puede por menos de reírse cuando ve cómo alguien lucha contra el fruto de su propia
fantasía, aniquila sus propias invenciones y, al mismo tiempo, asegura con calor que
bate al adversario.
II
LA TEORÍA MATERIALISTA
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Todo cambia en el mundo, todo se desarrolla en la vida, pero ¿cómo ocurre este
cambio y en qué forma se realiza este desarrollo?
Nosotros sabemos, por ejemplo, que en un tiempo la tierra era una masa ígnea
incandescente; después se fue enfriando poco a poco, más tarde aparecieron los
vegetales y los animales, al desarrollo del mundo animal sucedió la aparición de una
determinada variedad de monos, y luego, a todo ello, siguió la aparición del hombre.
Sabemos asimismo que la vida social tampoco ha estado fija en un punto. Hubo
un tiempo en que los hombres vivían en el comunismo primitivo; entonces obtenían su
sustento de la caza primitiva, erraban por los bosques y conseguían así sus alimentos.
Llegó una época en que el comunismo primitivo fue sustituido por el matriarcado:
entonces la sociedad satisfacía sus necesidades principalmente por medio de la
agricultura primitiva. Después el matriarcado fue sustituido por el patriarcado, cuando
los hombres obtenían su sustento, principalmente de la ganadería. Más tarde el
patriarcado fue sustituido por el régimen esclavista: entonces los hombres lograban su
sustento de una agricultura relativamente más desarrollada. Al régimen esclavista siguió
el feudalismo, y a todo ello sucedió el régimen burgués.
Sí, todo esto es sabido... Pero ¿cómo se produjo este desarrollo: era la conciencia
la que originaba el desarrollo de la «naturaleza» y de la «sociedad», o por el contrario,
era el desarrollo de la «naturaleza» y de la «sociedad» el que originaba el desarrollo de
la conciencia?
Tal era, por ejemplo, la doctrina de los idealistas, que con el tiempo se
dividieron en varias corrientes.
Otros, en cambio, dicen que desde el principio existen en el mundo dos fuerzas
que se niegan mutuamente: la idea y la materia, la conciencia y el ser, y que, de acuerdo
con ello, los fenómenos se dividen también en dos series, la ideal y la material, que se
niegan mutuamente y luchan entre sí, de manera que el desarrollo de la naturaleza y de
la sociedad es una lucha continua entre los fenómenos ideales y los materiales.
Tal era, por ejemplo, la doctrina de los dualistas, que con el tiempo, a semejanza
de los idealistas, se dividieron en varias corrientes.
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La historia muestra que si en distintas épocas los hombres han tenido diferentes
ideas y deseos, la causa está en que en las distintas épocas han luchado de modo distinto
con la naturaleza para la satisfacción de sus necesidades, y sus relaciones económicas se
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han ido estableciendo, en consonancia con esto, de distinta manera. Hubo un tiempo en
que los hombres luchaban contra la naturaleza en común, sobre la base de los principios
comunistas primitivos; su propiedad era entonces también comunista, y por ello casi no
distinguían entre lo «mío» y lo «tuyo», por ello su conciencia era comunista. Llegó un
tiempo en que en la producción penetró la distinción de lo «mío» y lo «tuyo»: entonces
la propiedad tomó asimismo un carácter privado, individual, y por ello la conciencia de
los hombres se penetró del sentimiento de la propiedad privada. Llega una época, la
época presente, en que la producción reviste de nuevo un carácter social; por lo tanto,
pronto la propiedad revestirá asimismo un carácter social, y, precisamente por ello, la
conciencia de los hombres se penetra poco a poco de socialismo.
Es evidente que también aquí, en la vida social, primero cambian las condiciones
exteriores, primero cambia la situación de los hombres, y después cambia, de modo
correspondiente, su conciencia.
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Por otra parte, la idea de que la conciencia es la forma del ser no quiere decir en
modo alguno que la conciencia sea, por su naturaleza, la materia misma. Así pensaban
solamente los materialistas vulgares (por ejemplo, Büchner y Moleschott), cuyas teorías
contradicen de raíz el materialismo de Marx, y a los que Engels puso con justa razón en
ridículo en su «Ludwig Feuerbach». Según el materialismo de Marx, la conciencia y el
ser, la idea y la materia son dos formas distintas de un mismo fenómeno, que se llama,
hablando en términos generales, naturaleza o sociedad. Por tanto, no se niegan
mutuamente[ 5 ] y, al propio tiempo, no son tampoco un mismo fenómeno. Se trata
únicamente de que en el desarrollo de la naturaleza y de la sociedad, a la conciencia, es
decir, a lo que se produce en nuestra cabeza, precede el correspondiente cambio
material, es decir, lo que se produce fuera de nosotros; a este o al otro cambio material
sigue de manera inevitable, tarde o temprano, el correspondiente cambio ideal.
Muy bien, nos dirá, tal vez eso sea exacto en cuanto a la historia de la naturaleza
y de la sociedad. Pero ¿de qué modo se engendran en nuestra cabeza en el momento
presente las diversas representaciones e ideas? ¿Existen en realidad las llamadas
condiciones exteriores, o existen sólo nuestras representaciones de estas condiciones
5
Esto no se halla de ningún modo en contradicción con la idea de que existe conflicto entre la
forma y el contenido. Se trata de que existe conflicto, no entre el contenido y la forma, en general, sino
entre la vieja forma y el nuevo contenido, que busca una forma nueva y tiende hacia ella. [NOTA DEL
AUTOR]
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exteriores? Y si existen las condiciones exteriores, ¿en qué medida es posible percibirlas
y conocerlas?
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* * *
Por ejemplo, los anarquistas nos dicen con gran aplomo que «Feuerbach era
panteísta...», que «deificó al hombre...» (v. «Nobati», núm. 7. D. Delendi), que, «según
la opinión de Feuerbach, el hombre es lo que come...», que de aquí habría deducido
Marx esta conclusión: «Por tanto, lo principal y primario es la situación económica...»
(v. «Nobati», núm. 6. Sh. G.).
Una vez más declaramos que con semejantes artimañas no demostrarán otra cosa
que su propia ignorancia.
Es interesante que (como veremos más abajo) a los anarquistas se les haya
ocurrido criticar la teoría materialista de oídas, sin trabar con ella el menos
conocimiento. A consecuencia de ello frecuentemente se contradicen y desmienten unos
a otros, lo que, como es natural, coloca a nuestros «críticos» en una situación ridícula.
Por ejemplo, si escuchamos al señor Cherkezishvili, resulta que Marx y Engels odiaban
el materialismo monista, que su materialismo era un materialismo vulgar y no monista:
6
C. Marx y F. Engels, «La Sagrada Familia», apartado «Batalla crítica contra el materialismo
francés»; véase: Marx-Engels, Gesamtausgabe, I. Abt., Bd. 3, S. 307-308.
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¡Uno dice una cosa y otro dice otra! ¡Cualquiera sabe quién dice la verdad: si el
primero o el segundo! Ellos mismos no se han puesto aún de acuerdo acerca de los
méritos o los defectos del materialismo de Marx; ellos mismos no han comprendido aún
si es monista o no; ellos mismos no han dilucidado aún qué es más aceptable: si el
materialismo vulgar o el monista, y ya nos aturden con su fanfarronería: ¡nosotros,
dicen, hemos derrotado al marxismo!
Sí, sí; como unos anarquistas sigan rebatiendo tan celosamente las opiniones de
otros, ni que decir tiene que el futuro pertenecerá a los anarquistas...
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Sigamos. Nuestros «eminentes» anarquistas han oído decir en alguna parte que el
materialismo de Marx es «la teoría del estómago», y nos echan en cara a los marxistas:
«En opinión de Feuerbach, el hombre es lo que come. Esta fórmula ejerció un
influjo mágico sobre Marx y Engels», a consecuencia de lo cual Marx dedujo que «lo
principal y primario es la situación económica, las relaciones de producción...».
Luego, los anarquistas nos aleccionan filosóficamente: «Decir que el único medio
para este fin (para la vida social) es la comida y la producción económica, sería un
error... Si la ideología se determinase principalmente, según la concepción monista,
por la comida y por la situación económica, ciertos glotones serían unos genios» (v.
«Nobati», núm. 6. Sh. G.).
Pero decir, señores: ¿dónde, cuándo, en qué planeta y qué Marx ha dicho que «la
comida determina la ideología»? ¿Por qué no habéis citado ni una frase, ni una palabra
de las obras de Marx en confirmación de vuestro aserto? Cierto, Marx dijo que la
situación económica de los hombres determina su conciencia, su ideología, pero ¿quién
os ha dicho que la comida y la situación económica sean una y la misma cosa? ¿Acaso
no sabéis que un fenómeno fisiológico como es, por ejemplo, la comida, se diferencia
radicalmente de un fenómeno sociológico como es, por ejemplo, la situación económica
de los hombres? Confundir estos dos fenómenos distintos es perdonable, digamos, en
cualquier colegiala, pero ¿cómo ha podido ocurrir que vosotros, «demoledores de la
socialdemocracia», «renovadores de la ciencia», repitáis con tal desahogo un error de
colegialas?
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económicas? ¿Acaso es tan difícil para los anarquistas comprender una idea de tal
sencillez?
Una «acusación» más de los señores anarquistas: «No se puede concebir la forma
sin el contenido...», por lo cual no se puede decir que «la forma sigue al contenido
(queda a la zaga del contenido. K. K)..., el uno y la otra «coexisten»... En caso contrario
el monismo es un absurdo» (v. «Nobati», núm. 1. Sh. G.).
III
EL SOCIALISMO PROLETARIO
El método dialéctico afirma que sólo puede ser progresiva hasta el fin, sólo
puede sacudir el yugo de la esclavitud la clase que crece de día en día, va siempre
adelante y lucha de un modo infatigable por un futuro mejor. Vemos que la única clase
que crece indeclinablemente, va siempre adelante y lucha por el futuro, es el
proletariado de la ciudad y del campo. Por lo tanto, debemos servir al proletariado y
cifrar en él nuestras esperanzas.
¿Cómo debemos proceder para que nuestra labor redunde en provecho del
proletariado? ¿De qué modo debemos nosotros servir al proletariado?
La teoría materialista afirma que este o el otro ideal puede prestar al proletariado
un servicio directo sólo en el caso de que dicho ideal no se halle en contradicción con el
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Luchas por una amplia vida socialista como objetivo principal: he ahí cómo
debemos nosotros servir al proletariado.
¿Por qué se apropian de los frutos del trabajo de los proletarios precisamente los
capitalistas, y no los mismos proletarios? ¿Por qué explotan los capitalistas a los
proletarios, y no los proletarios a los capitalistas?
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Pero ¿por qué son precisamente los capitalistas los que compran la fuerza de
trabajo de los proletarios? ¿Por qué los proletarios son contratados por los capitalistas, y
no los capitalistas por los proletarios?
* * *
No cabe duda de que la futura sociedad será edificada sobre una base
completamente distinta.
La sociedad futura será una sociedad socialista. Esto significa, ante todo, que en
ella no habrá clases de ninguna especie: no habrá ni capitalistas ni proletarios, y
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tampoco habrá, por tanto, explotación. En ella sólo habrá trabajadores que producirán
colectivamente.
La sociedad futura será una sociedad socialista. Esto significa también que en
ella, a la par que la explotación, serán destruidas la producción mercantil y la
compraventa, por lo que no tendrán cabida allí los compradores ni los vendedores de la
fuerza de trabajo, los patronos y los asalariados: en ella habrá solamente trabajadores
libres.
La sociedad futura será una sociedad socialista. Esto significa, en fin, que en
ella, a la par que el trabajo asalariado, será destruida toda propiedad privada sobre los
instrumentos y los medios de producción; en ella no habrá ni pobres –proletarios– ni
ricos –capitalistas–: en ella habrá tan sólo trabajadores que posean colectivamente toda
la tierra y sus entrañas, todos los bosques, todas las fábricas, todos los ferrocarriles, etc.
Está claro también que la futura producción será una producción organizada de
modo socialista, muy desarrollada, que habrá de tener en cuenta las necesidades de la
sociedad y producir precisamente cuanto ésta necesite. En ella no tendrá cabida ni la
dispersión de la producción, ni la competencia, ni las crisis, ni el desempleo.
Allí donde no hay clases, allí donde no hay ricos ni pobres, no hay necesidad del
Estado, no hay necesidad de un Poder político que oprima a los pobres y defienda a los
ricos. Por consiguiente en la sociedad socialista no habrá necesidad de que exista el
Poder político.
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Véase: C. Marx, «Misére de la philosophie»; Marx-Engels, Gesamtausgabe, I. Abt., Bd. 6, S.
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Al mismo tiempo, de por sí se comprende que, para llevar los asuntos comunes,
la sociedad socialista necesitará –además de las oficinas locales, en las que habrán de
concentrarse los diferentes datos– una oficina central de estadística, que deberá reunir
los datos sobre las necesidades de toda la sociedad y después distribuir, en consonancia
con ello, las diferentes tareas entre los trabajadores. Serán necesarias también
conferencias y, en particular, congresos, cuyas decisiones habrán de ser absolutamente
obligatorias hasta el congreso siguiente para los camaradas que queden en minoría.
Por último, es evidente que el trabajo libre y asociado deberá traer consigo una
satisfacción igualmente asociada y completa de todas las necesidades de la futura
sociedad socialista. Y esto significa que si la futura sociedad ha de exigir de cada
miembro suyo tanto trabajo como él pueda dar, deberá a su vez conceder a cada uno
cuantos productos necesite. ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus
necesidades!: he ahí la base sobre la que debe ser creado el futuro régimen colectivista.
Se comprende que en la primera fase del socialismo, cuando se incorporen a la nueva
vida elementos todavía no habituados al trabajo, cuando las fuerzas productivas
tampoco estén suficientemente desarrolladas y exista aún el trabajo «bruto» y «fino», la
realización del principio «a cada cual, según sus necesidades» ha de ser, sin duda, muy
difícil, debido a lo cual la sociedad se verá precisada a seguir temporalmente otro
camino, un camino intermedio. Pero es evidente también que cuando la futura sociedad
entre en su cauce, cuando las supervivencias del capitalismo sean extirpadas de raíz, el
único principio que corresponderá a la sociedad socialista ha de ser el principio arriba
señalado.
Todo esto está bien. Pero ¿es concebible la realización del socialismo? ¡Se puede
suponer que el hombre logre despojarse de sus «costumbres bárbaras»?
O también: si cada uno ha de recibir según sus necesidades, ¿se puede suponer
que el nivel de las fuerzas productivas de la sociedad socialista será suficiente para ello?
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esta propiedad, resulta de por sí evidente que las fuerzas productivas se decuplicarán.
No hay que olvidar tampoco la circunstancia de que en la futura sociedad centenares de
miles de los actuales parásitos, así como también los desocupados, se incorporarán a la
producción y engrosarán las filas de los trabajadores, lo que impulsará
considerablemente el desarrollo de las fuerzas productivas. Por lo que se refiere a los
«bárbaros» sentimientos e ideas de los hombres, no son tan eternos como algunos se
imaginan: hubo un tiempo, la época del comunismo primitivo, en que el hombre no
reconocía la propiedad privada; llegó otra época, la época de la producción
individualista, en que la propiedad privada se adueñó de los sentimientos y de la razón
de los hombres; llega una nueva época, la época de la producción socialista, y ¿qué
tendrá de extraño que los sentimientos y la razón de los hombres se penetren de
aspiraciones socialistas? ¿Acaso el ser no determina los «sentimientos» y las ideas de
los hombres?
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* * *
La historia nos dice que la clase o el grupo social que desempeña el papel
principal en la producción social y que tiene en sus manos las principales funciones de
la producción, debe inevitablemente, en el transcurso del tiempo, convertirse en dueño
de esta producción. Hubo un tiempo, la época del matriarcado, en que a las mujeres se
las consideraba dueñas de la producción. ¿Cómo se explica esto? Por el hecho de que en
la producción de entonces, en la agricultura primitiva, las mujeres desempeñaban el
papel principal; ellas cumplían las funciones más importantes, mientras que los
hombres, dedicados a la caza de fieras, erraban por los bosques. Llegó un tiempo, la
época del patriarcado, en que la situación predominante en la producción pasó a manos
de los hombres. ¿Por qué ocurrió tal cambio? Porque en la producción de entonces, en
la economía ganadera, donde los principales instrumentos de producción eran la lanza,
el lazo, el arco y la flecha, los hombres desempeñaban el papel más importante... Llega
otro tiempo, la época de la gran producción capitalista, en que los proletarios comienzan
a desempeñar el papel principal en la producción, en que todas las funciones más
importantes de la producción pasan a sus manos, en que sin ellos la producción no
puede existir ni un solo día (recordemos las huelgas generales), en que los capitalistas,
además de no ser necesarios para la producción, incuso la estorban. ¿Y qué significa
esto? Esto significa que o bien debe desmoronarse por completo toda la vida social, o
bien el proletariado debe convertirse tarde o temprano, pero inevitablemente, en el
dueño de la producción moderna, en su único propietario, en su propietario socialista.
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* * *
¿Cómo debe actuar el proletariado, qué vía debe seguir para realizar
conscientemente su programa, derrocar el capitalismo y construir el socialismo?
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Véase: F. Engels, «Herrn Eugen Dührings Umwälzung der Wissenschaft», 1946, S. 191, 192.
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Ahora bien, la lucha de clase del proletariado reviste formas muy diversas.
Lucha de clase es, por ejemplo, la huelga, lo mismo la parcial que la general. Lucha de
clase es, indudablemente, el boicot, el sabotaje. Lucha de clase son también las
manifestaciones, la participación en los organismos representativos y otros, lo mismo si
son parlamentos centrales que órganos de la administración autónoma local. Todo ello
son formas distintas de una y la misma lucha de clase. No vamos a esclarecer aquí cuál
de estas formas tiene más importancia para el proletariado en su lucha de clase; nos
limitaremos a señalar que a su debido tiempo y en su debido lugar cada una de ellas es
indudablemente necesaria para el proletariado, como medio indispensable del desarrollo
de su conciencia de clase y de su organización. Y la conciencia de clase y la
organización son para el proletariado tan necesarias como el aire. Pero se debe observar
también que todas estas formas de lucha no son para el proletariado más que medios
preparatorios, que ninguna de estas formas, tomada por separado, es el medio decisivo
que ha de permitir al proletariado destruir el capitalismo. No se puede destruir el
capitalismo exclusivamente con la huelga general: la huelga general sólo puede preparar
algunas condiciones para destruir el capitalismo. Es inconcebible que el proletariado
pueda derrocar el capitalismo por su mera participación en el parlamento: con ayuda del
parlamentarismo pueden únicamente ser preparadas algunas condiciones para el
derrocamiento del capitalismo.
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De este principio general derivan todas las demás concepciones tácticas. Las
huelgas, el boicot, las manifestaciones y el parlamentarismo tienen importancia tan sólo
en la medida en que contribuyen a organizar al proletariado, a fortalecer y ampliar sus
organizaciones para llevar a efecto la revolución socialista.
* * *
Las organizaciones más extendidas y que agrupan mayores masas son los
sindicatos y las cooperativas obreras (sobre todo las cooperativas de producción y de
consumo). El objetivo de los sindicatos es la lucha contra el capital industrial
(principalmente), por el mejoramiento de la situación de los obreros en el marco del
capitalismo moderno. El objetivo de las cooperativas es la lucha contra el capital
mercantil (principalmente) por la ampliación del consumo de los obreros mediante la
rebaja de los precios de los artículos de primera necesidad, también, claro está, en el
marco de ese mismo capitalismo. Tanto los sindicatos como las cooperativas son
indiscutiblemente necesarios al proletariado como medios que organizan la masa
proletaria. Por ello, desde el punto de vista del socialismo proletario de Marx y Engels,
el proletariado debe asirse a estas dos formas de organización, consolidarlas y
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Pero los sindicatos y las cooperativas no pueden satisfacer por sí solos las
necesidades de organización del proletariado en lucha, porque las mencionadas
organizaciones no pueden rebasar el marco del capitalismo, ya que su objetivo es
mejorar la situación de los obreros en dicho marco. Pero los obreros anhelan liberarse
por completo de la esclavitud capitalista, anhelan romper este marco, y no sólo moverse
en su interior. En consecuencia, hace falta, además, una organización que reúna en torno
suyo a los elementos conscientes entre los obreros de todas las profesiones, convierta al
proletariado en una clase consciente y se proponga como objetivo principal destruir el
régimen capitalista, preparar la revolución socialista.
Este partido debe ser un partido internacional, las puertas del Partido deben estar
abiertas a cada proletario consciente, pues la emancipación de los obreros no es un
problema nacional, sino un problema social, que tiene la misma importancia para un
proletario georgiano que para un proletario ruso y para los proletarios de las demás
naciones.
De aquí se desprende con toda claridad que cuanto más estrechamente se unan
los proletarios de las diversas naciones, cuanto más a fondo sean demolidas las barreras
nacionales levantadas entre ellos, tanto más fuerte ha de ser el Partido del proletariado,
tanto más fácil ha de ser la organización del proletariado en una clase única e indivisa.
Resulta claro también que todas estas organizaciones deben ser estructuradas
sobre una base democrática, naturalmente si no lo impiden determinadas condiciones
políticas o de otro género.
¿Cuáles deben ser las relaciones entre el Partido, de un lado, y las cooperativas y
sindicatos, de otro? ¿Deben estos últimos hallarse bajo la dirección política del Partido
o no? La solución de este problema depende del lugar y de las condiciones en que tenga
que luchar el proletariado. En todo caso, es indudable que lo mismo los sindicatos que
las cooperativas se desarrollan tanto más plenamente cuanto más amistosas son sus
relaciones con el Partido socialista del proletariado. Ocurre así porque, con frecuencia,
estas dos organizaciones económicas, si no están en estrecha relación con un Partido
socialista fuerte, se empequeñecen, dan al olvido los intereses generales de clase
trocándolos por intereses estrechamente profesionales e infieren así un gran daño al
proletariado. Por ello es necesario en todos los casos asegurar la influencia ideológica y
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política del Partido en los sindicatos y en las cooperativas. Sólo con esta condición las
organizaciones mencionadas se convertirán en la escuela socialista que organice en una
clase consciente al proletariado diseminado en distintos grupos.
Tales son, en líneas generales, los rasgos característicos del socialismo proletario
de Marx y Engels.
¿Cuál es esa nueva arma? ¿Es un nuevo estudio de la producción capitalista? ¿Es
una refutación de «El Capital» de Marx? ¡Naturalmente que no! ¿O tal vez ellos,
armados de «nuevos hechos» y del método «inductivo», refutan «científicamente» el
«evangelio» de la socialdemocracia: el «Manifiesto Comunista» de Marx y Engels?
¡Tampoco! Entonces, ¿en qué consiste ese extraordinario procedimiento?
Escuchad a Cherkezishvili:
«Toda la parte teórica del «Manifiesto Comunista», a saber, los capítulos
primero y segundo... Están tomados de V. Considérant. Por consiguiente, el
«Manifiesto» de Marx y Engels –esta Biblia de la democracia revolucionaria legal–
no es más que una torpe paráfrasis del «Manifiesto» de V. Considérant. Marx y
Engels no sólo se apropiaron el contenido del «Manifiesto» de Considérant, sino
que... tomaron de él hasta algunos títulos» (v. la recopilación de artículos de
Cherkezishvili, Ramus y lbriola, editada en alemán bajo el título: «Origen del
«Manifiesto Comunista»», pág. 10).
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Así, pues, resulta que el socialismo científico y sus fundamentos teóricos «han
sido plagiados» del «Manifiesto» de Considérant.
¿Quién es V. Considérant?
Carlos Marx, fallecido en 1883, era materialista, enemigo de los utopistas, y veía
la garantía de la emancipación de la humanidad en el desarrollo de las fuerzas
productivas y en la lucha de clases.
11
«Musha» («El Obrero»): diario de los anarquistas georgianos se publicó en Tiflís en 1906.
12
«Jma» («La Voz»): diario de los anarquistas georgianos; se publicó en Tiflís en 1906.
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¿Qué induce, pues, a estos peregrinos «críticos» a decir vaciedades, por qué se
ponen a criticar a Marx y Engels, si no son capaces siquiera de distinguir entre el
idealismo y el materialismo? ¿Acaso el deseo de hacer reír a la gente?
¿Qué hay de común entre esta táctica de conciliación de las clases y la táctica de
lucha intransigente de clases de Marx y Engels, quienes hacen este llamamiento
resuelto: Proletarios de todos los países, unios contra todas las clases antiproletarias?
¡Qué absurdos dice, pues, Cherkezishvili u sus frívolos acólitos! ¿No nos
tomarán por difuntos? ¡¿Acaso piensan que no vamos a desenmascararlos?!
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Considérant mejor que su propio autor? ¿O tal vez suponen que V. Considérant y sus
partidarios no leyeron el «Manifiesto Comunista»?
* * *
Los anarquistas están atacados de un mal: les gusta mucho «criticar» a los
partidarios de sus adversarios, pero no se toman la molestia de conocer, por poco que
sea, esos partidos. Hemos visto que los anarquistas obraron precisamente así al
«criticar» el método dialéctico y la teoría materialista de los socialdemócratas (v. los
capítulos I y II). Así proceden también cuando tratan de la teoría del socialismo
científico de los socialdemócratas.
Tomemos aunque no sea más que el siguiente hecho. ¿Quién ignora que entre los
eseristas y los socialdemócratas existen divergencias de principio? ¿Quién ignora que
los primeros niegan el marxismo, la teoría materialista del marxismo, su método
dialéctico, su programa y la lucha de clases, mientras que los socialdemócratas se basan
enteramente en el marxismo? Para quien haya oído hablar, por lo menos vagamente, de
la polémica entre «Revoliutsiónnaia Rossía» (órgano de los eseristas) e «Iskra» (órgano
de los socialdemócratas), debe ser evidente de por sí esta diferencia de principio. Pero
¿qué diréis de esos «críticos» que no ven esta diferencia y pregonan que tanto los
eseristas como los socialdemócratas son marxistas? Por ejemplo, los anarquistas
afirman que ambos órganos, «Revoliutsiónnaia Rossía» e «Iskra», son órganos
marxistas (v. la recopilación de los anarquistas «Pan y Libertad», pág. 202).
Después de esto, resulta de por sí evidente hasta qué punto es fundada su «crítica
científica!...
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Y más adelante:
«En sus proyectos... los colectivistas cometen... un doble error. Quieren destruir
el régimen capitalista, y a la vez conservan dos instituciones que constituyen el
fundamento de este régimen: el gobierno representativo y el trabajo asalariado» (v.
«La conquista del pan», pág. 148)... «El colectivismo, como se sabe... conserva... el
trabajo asalariado. Lo único que ocurre es que... el gobierno representativo... pasa a
reemplazar al patrono...». Los representantes de este gobierno «se reservan el
derecho a utilizar en interés de todos la plusvalía obtenida de la producción.
Además, en este sistema se establecen diferencias... entre el trabajo del obrero y el
trabajo de una persona instruida: el trabajo del peón, a juicio del colectivista, es un
trabajo simple, mientras que el artesano, el ingeniero, el hombre de ciencia, etc., se
ocupan de lo que Marx llama trabajo complejo, y tienen derecho a un salario
superior» (obra citada, pág. 52). Así, pues, los obreros recibirán los productos que
precisen, no según sus necesidades, sino «proporcionalmente a los servicios
prestados a la sociedad» (v. obra citada, pág. 157).
Lo mismo, pero con mayor aplomo es repetido también por los anarquistas
georgianos. Entre ellos destaca singularmente, por su desenfreno, el señor Bâton, quien
escribe:
«¿Qué es el colectivismo de los socialdemócratas? El colectivismo, o mejor
dicho, el capitalismo de Estado, se basa en el principio siguiente: cada cual debe
trabajar cuanto quiera o cuanto determine el Estado, recibiendo como retribución el
valor de su trabajo en mercancías...» Es decir, aquí «es necesaria una asamblea
legislativa..., es necesario (también) un poder ejecutivo, es decir, ministros,
administradores, gendarmes y confidentes de toda clase, posiblemente hasta
ejército, si hay demasiados descontentos» (v. «Nobati», núm. 5, págs. 68-69).
* * *
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¿Tiene algún fundamento esa «acusación» lanzada por los señores anarquistas?
Nosotros afirmamos: todo cuanto en este caso dicen los anarquistas, es fruto de
la estupidez o una calumnia indecorosa.
En 1877, Engels escribía: «El primer acto en que el Estado actúa efectivamente
como representante de toda la sociedad –la toma de posesión de los medios de
producción en nombre de la sociedad– es a la par su último acto independiente como
Estado. La intervención del Poder del Estado en las relaciones sociales se hará superflua
en un campo tras otro de la vida social y se adormecerá por sí misma... El Estado no
será «abolido»; se extingue» («Anti-Dühring»).
Lo mismo repite Engels en 1891 (v. Introducción a «La guerra civil en Francia»).
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«En la fase superior de la sociedad comunista (es decir, socialista), cuando haya
desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del
trabajo y, con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual;
cuando el trabajo... sea la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los
individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fueras productivas...; sólo
entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la
sociedad podrá escribir en su bandera: «De cada cual, según su capacidad; a cada
cual, según sus necesidades»» («Crítica del Programa de Gotha»).
Como veis, la fase superior de la sociedad comunista (es decir, socialista) es, en
opinión de Marx, un régimen en el que la división en trabajo «bruto» y «fino» y la
contradicción entre el trabajo intelectual y el trabajo manual serán eliminadas por
completo, el trabajo será nivelado y en la sociedad imperará el principio auténticamente
comunista: de cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades.
Aquí no habrá lugar para el trabajo asalariado.
Una de dos: o los señores anarquistas ni siquiera han visto los trabajos de Marx y
Engels arriba citados y se dedican a la «crítica» de oídas, o conocen dichos trabajos,
pero mienten a sabiendas.
* * *
Escuchad:
«...A los socialdemócratas... les gusta declamar acerca de la «revolución», de la
«lucha revolucionaria», de «la lucha con las armas en la mano»... Pero si, llevados
de la ingenuidad, les pedís armas, os entregarán solemnemente uno de esos
papelitos que sirven para votar en las elecciones». Los socialdemócratas afirman
que «la única táctica conveniente, la única que cuadra a los revolucionarios, e el
parlamentarismo pacífico y legal con el juramento de fidelidad al capitalismo, al
Poder establecido y a todo el régimen burgués vigente» (v. la recopilación «Pan y
Libertad», págs. 21, 22-23).
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Carlos Marx, «El proceso de los comunistas en Colonia», ed. «Mólot», S. Petersburgo, 1906,
pág. 113 (IX. Apéndice. Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas, marzo de 1850).
(Véase: C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en dos tomos, t. I, págs. 98-99, ed. en español, Moscú,
1951).
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* * *
No hace falta un gran esfuerzo para desenmascarar esta nueva calumnia de los
anarquistas, que quieren engañar al lector.
14
Véase: C. Marx, «cartas a Kugelmann»; C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en dos tomos, t.
II, págs. 434-435, ed. en español, Moscú, 1952.
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Posteriormente, Marx y Engels repiten esta misma idea en casi todas sus obras,
como, por ejemplo, en «El Dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte», en «Las luchas
de clases en Francia», en «La guerra civil en Francia», en «revolución y
contrarrevolución en Alemania», en el «Anti-Dühring» y en otros trabajos suyos.
Es claro que todo el que quiera saber qué es, según la idea de los marxistas, la
dictadura del proletariado, debe conocer la Comuna de parís. Examinemos también
nosotros la Comuna de París. Si resulta que la Comuna de París fue realmente la
dictadura de unas cuantas personas sobre el proletariado, entonces ¡abajo el marxismo,
abajo la dictadura del proletariado! Pero si vemos que la Comuna de París fue, en
realidad, la dictadura del proletariado sobre la burguesía, entonces... entonces nos
reiremos con toda el alma de los calumniadores anarquistas, a quienes en la lucha contra
los marxistas no les queda otro recurso que inventar infundios.
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al expirar los poderes del «Comité Central», la dirección de los asuntos pasó a la
Comuna recién elegida. ¿Qué era el «Comité Central», quiénes lo integraban? Tenemos
ante nosotros la «Historia popular de la Comuna de París», de Arthur Arnould, obra que,
según su propio autor, responde en forma compendiada a esta pregunta. La lucha apenas
había comenzado, cuando cerca de 300.000 obreros parisienses, organizados en
compañías y batallones, eligieron entre ellos a sus delegados. Así fue constituido el
«Comité Central».
«Todos estos ciudadanos (los miembros del «Comité Central»), designados en
elecciones parciales de sus compañías o de sus batallones –dice Arnould–, sólo
eran conocidos por los pequeños grupos que los habían delegado. ¿Quiénes eran
estos hombres, qué representaban y qué se proponían hacer?» Eran «un gobierno
anónimo, compuesto casi exclusivamente de sencillos obreros o de modestos
empleados, cuyos nombres, en sus tres cuartas partes, no se conocían fuera de su
calle o de su taller... La tradición ha sido rota. Algo inesperado acababa de ocurrir en
el mundo. Allí no había ni un solo miembro de las clases gobernantes. Allí había
estallado una revolución que no estaba representada ni por un abogado, ni por un
diputado, ni por un periodista, ni por un general. En lugar de ellos aparecían un
minero de Creuzot, un encuadernador, un cocinero, etc.» (v. «Historia popular de la
Comuna de París», pág. 107).
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Así es, pues, como conciben Marx y Engels la dictadura del proletariado.
Según veis, los señores anarquistas conocen tanto la dictadura del proletariado,
la Comuna de París y el marxismo, que «critican» a cada paso, como vosotros, lectores,
y yo conocemos la escritura china.
Los marxistas son enemigos de tal dictadura y, además, luchan contra ella mucho
más tenaz y abnegadamente que nuestros vocingleros anarquistas.
Los marxistas apoyan esa dictadura con todo entusiasmo, porque esa dictadura es
el comienzo grandioso de la gran revolución socialista.
Los señores anarquistas han confundido estas dos dictaduras, que se niegan
recíprocamente, y por ello se han puesto en ridículo: no luchan contra el marxismo, sino
contra su propia fantasía; no combaten contra Marx y Engels, sino contra molinos de
viento, como lo hizo en su tiempo Don Quijote, de beatífica memoria...
(Continuará)[ 16 ]
16
La continuación no apareció en la prensa, ya que ha mediados de 1907 el camarada Stalin fue
trasladado por el Comité Central del Partido a Bakú para realizar trabajo de partido. Unos meses después
fue detenido en esta ciudad, y los apuntes para los últimos capítulos del trabajo «¿Anarquismo o
socialismo?» desaparecieron durante el registro.
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