El Campamento de Los Niños Perezosos

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El campamento de los niños

perezosos

Autor: Eva María Rodríguez


Edades: Todas las edades
Valores: esfuerzo, entusiasmo
• A la clase del maestro Marvin solo
acudían niños perezosos. Se pasaban
el día bostezando y protestando cada
vez que el maestro proponía una
actividad nueva.
Pero el maestro Marvin no perdía la
esperanza de conseguir que sus
alumnos, algún día, sintieran interés
por aprender y por divertirse.
Un día, al maestro Marvin se le
ocurrió organizar una acampada.
A los papás de sus alumnos les
pareció muy bien, porque ya no
sabían muy bien qué hacer para que
sus hijos dejaran de ser tan perezosos
y empezaran a mostrar algún interés
por algo.
• El maestro Marvin lo organizó todo y
en una semana se pusieron en
marcha. Montarían el campamento a
pocos kilómetros del colegio, pero lo
suficientemente lejos como para que
no se viera la ciudad.
Con mucha pereza, los niños cargaron
sus mochilas, que pesaban una
barbaridad, y se pusieron en camino.
A ninguno le hacía gracia tener que ir
andando, así que fueron despacio,
retrasando la marcha todo lo que
podían.
A pesar de la pesadez del camino, el
maestro Marvin fue cantando todo el
camino. Ninguno de sus alumnos
quiso cantar, pero el maestro lo hacía
igualmente.
Cuando llegaron era tan tarde que
apenas quedaban horas de luz.
• - Es hora de montar las
tiendas de campaña -
anunció el maestro Marvin.
- ¡¡¿Qué?!! -dijeron los
alumnos a coro. - ¡Qué
pereza!¡Estamos cansados!
- Vamos, chicos, que se nos
va a hacer de noche y
también hay que preparar
una buena hoguera.
• Con mucho entusiasmo, el
profesor Marvin empezó a
montar su tienda. Cuando acabó,
sus alumnos apenas habían
sacado las tiendas de las
mochilas.
- Ánimo, chicos, que si no os va a
tocar dormir al raso -dijo el
profesor.
Uno de los muchachos se acercó
al maestro y le pidió ayuda. Su
equipo no sabía montar la tienda
y él tampoco.
• El maestro Marvin acudió encantado
y les ayudó con su característico
entusiasmo.
Todos colaboraron con menos
pereza de lo habitual y cuando
acabaron, se sentían tan contagiados
del entusiasmo de su profesor que
fueron a ayudar a sus compañeros.
Poco a poco, todos los chicos se
empezaron a animar. Cuando
terminaron fueron a buscar leña para
encender la hoguera. Y, sin saber
cómo, se encontraron cantando al
calor de la lumbre las canciones que
el maestro Marvin había ido
cantando incansable durante todo el
camino.
• • A la mañana siguiente estaban tan
cansados que no tenían ganas de
levantarse, hasta que les llegó el
delicioso olor del chocolate caliente
que estaba preparando el maestro
Marvin para desayunar.
El olor del chocolate caliente los
animó para todo el día, y se lo
pasaron genial haciendo todo tipo de
actividades y excursiones.
Cuando volvieron al colegio, los
padres de los alumnos del maestro
Marvin no se lo podían creer. ¡Los
chicos llegaron cantando! Incluso les
dedicaron unas danzas guerreras al
llegar.
¿Cómo lo ha conseguido, profesor
Marvin?
-preguntaron los padres.

Es sencillo. El entusiasmo es contagioso, aunque a veces es necesario


mucho esfuerzo -respondió el maestro Marvin.
Y si no es suficiente, el chocolate nunca falla.

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