Espacio Publico, Seguridad y Pa - Alejandro Suarez Pareyon

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Espacio público, seguridad

y patrimonio cultural
en centros históricos

Alejandro Suárez Pareyón


Lourdes García Vázquez Ardi
coordinadores

Universidad Nacional Autónoma de México


Coordinación de Humanidades
Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad
Facultad de Arquitectura
México 2019
Espacio público, seguridad y patrimonio
cultural en centros históricos

Alejandro Suárez Pareyón


Lourdes García Vázquez Ardi
Coordinadores

Primera edición electrónica: junio 2019


: 978-607-30-2053-4

. . © Universidad Nacional Autónoma de México


www.unam.mx

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Graciela Chávez
Departamento de Publicaciones -
Asdriel Téllez
Diseño y formación tipográfica

Nancy Roque
Corrección de estilo

Elizabeth Vargas
Diseño de portada

Óscar Isaías Del Río Martínez


Edición en formato ePub

El contenido de esta obra es responsabilidad del autor.


Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta obra por
cualquier medio —incluidos los electrónicos— sin la autorización
escrita del titular de los derechos patrimoniales.

Impreso y Hecho en México / Printed and made in Mexico


Síntesis
En el contexto nacional actual no existe un único modelo de ciudad
habitable, por lo tanto, el derecho y acceso a esta es objeto de
observación, descripción y análisis de diversas disciplinas. La
relación del espacio público con los procesos políticos y económicos
condicionan su producción y su uso. Es así que, a partir del modelo
neoliberal, el espacio público ha sufrido cambios en su estructura,
tal es el caso de su desaparición por privatización e
individualización; la segregación de sus habitantes o transeúntes por
pobreza o marginación; y fenómenos como la gentrificación y la
suburbanización.
La publicación y, posterior, lectura de esta obra nos invita a
cuestionarnos sobre los procesos sociales en los espacios públicos
y analizarlos como acciones coordinadas entre diversas
dependencias y entidades que, a partir del activismo, busquen
generar el cambio con el propósito de lograr el bienestar
comunitario, en actos de resistencia, adaptación, apropiación y
resignificación. Cada uno de los capítulos que lo integran constituye
una mirada transdisciplinaria sobre la actualidad de los desafíos que
enfrenta, así como aportes y propuestas para su debate.
Índice
Síntesis
Prólogo
Introducción
Parte I
Espacio público, seguridad y patrimonio cultural en Centros
Históricos
Estudio de caso sobre intervenciones que fomentan factores
protectores para revenir la violencia en escuelas secundarias
públicas localizadas en entornos urbanos
El derecho y el revés del espacio público en Ciudad Juárez,
Chihuahua
Mexicali, abandono de viviendas, planeación urbana para
prevenir la delincuencia
Percepción y comisión del delito en espacios públicos: un
acercamiento descriptivo para el caso mexicano
Movilidad y seguridad en el transporte público de
Nezahualcóyotl
Parte II
Patrimonio cultural y centros históricos
Los primeros conjuntos multifamiliares en México; patrimonio
cultural en riesgo
El centro histórico potosino: renovación, usos y prácticas del
espacio patrimonio
Blanqueando la Avenida Juárez: Renovación y embellecimiento
en Ciudad Juárez después del periodo de la violencia
Prólogo
Habitar la ciudad significa crear y recrear permanentemente los
procesos de identidad y de transformación, tanto de sus habitantes
como de la ciudad misma.
Parte esencial de esa recreación es el espacio publico como
organizador de la ciudad ya que su influencia marca la localización e
importancia de actividades económicas, sociales, culturales y
ambientales que inciden de manera directa en la calidad de vida de
sus ciudadanos. En tiempos de incertidumbre como los que hoy
enfrenta la ciudadanía que reside o transita por esos espacios, esos
componentes convierten esa experiencia en un cohabitar con la
inseguridad, la pobreza, la segregación o la exclusión.
El espacio público se convierte así, en el lugar de expresión y
ciudadanización de sus pobladores, de ahí su importancia para toda
agenda pública que pretenda asegurar su continuidad e integración
mediante prácticas de socialización y de compartir experiencias.
Ante este panorama, el libro Espacio público, seguridad y
patrimonio cultural en Centros Históricos nos lleva a través de sus
capítulos, a recorrer los enfrentamientos de la sociedad mexicana
actual con el espacio público. Además, uno de los principales
factores que conforma la segregación social son los fenómenos de
violencia que se apropia de esos espacios arrancando su uso a la
población local. Adicionalmente, los habitantes de sus alrededores
también resienten todos aquellos cambios marcados por el clima,
problemas de género o por provenir de un lugar distinto, por la
estratificación social, por los diferentes requerimientos según
distintas edades o por mala cobertura de servicios e infraestructura.
Es decir, en cuanto al espacio publico, la violencia modifica su
construcción y el modo de vivirlo.
Este libro es valioso en primer lugar, por su defensa para
conservar el espacio público y las propuestas que hace para mejorar
su habitabilidad; también lo es porque pugna por su apropiación y el
libre acceso a su disfrute.
La obra nos invita a cuestionarnos sobre los procesos sociales
en los espacios públicos y analizarlos como acciones coordinadas
entre diversas dependencias que buscan generar un sentido de
bienestar comunitario. Cada uno de sus capítulos ofrecen una
mirada transdisciplinaria sobre la actualidad de los desafíos que
enfrenta, así como aportes y propuestas para su debate.

Dr. Javier Delgado


Introducción

El objetivo de este libro es conocer la relación entre los ciudadanos


y su contexto, la cual, en ocasiones, conduce a la criminalidad del
entorno y, en algunos casos, a su reducción. Las ciudades
analizadas se encuentran en diferentes puntos del territorio
mexicano y su estudio y presentación formó parte de las ponencias
presentadas en las Mesas V y VI del 2º Congreso Nacional de
Vivienda y 2º Congreso Latinoamericano de Estudios Urbanos
“Habitabilidad y Políticas de Vivienda en México y América Latina”
organizado por la UNAM, a través de la Facultad de Arquitectura y el
Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, en el mes de
Mayo de 2015.
La publicación está dividida en dos partes. En la primera,
E , , los casos que se
plantean, a lo largo de cinco capítulos, tratan sobre poblaciones
vulnerables y las situaciones que estas desafían: movilidad;
violencia; percepción sobre inseguridad; convivencia; rezagos
sociales y abandono de viviendas. En la segunda, P
, se encuentran otros tres
capítulos que enfrentan al lector con otras, no menos importantes,
de las problemáticas del patrimonio moderno: diseño y conservación
del espacio; patrimonialización de centros históricos y gentrificación.
Medardo Tapia es quien abre la primera parte, y a partir de los
estudios que nos presenta, conocemos cómo se detecta y enfrenta
la violencia en tres secundarias públicas, cuyo contexto es urbano.
Se trata de un problema de convivencia que no solo queda en el
ámbito académico y que, de igual manera, responde a factores que
no sólo provienen de las aulas, pues está estrechamente ligado con
los modos de vida, el entorno y el desarrollo social.
Esta precariedad en el entorno nos conduce a otra de las
poblaciones analizada en este libro: Ciudad Juárez, Chihuahua. En
este capítulo María Herrero nos expone un caso de violencia
urbana, producto de la inseguridad multifactorial que se experimenta
en este municipio fronterizo. En este caso, es en el espacio público
el escenario en donde se llevan a cabo los hechos de violencia por
los mismos actores que lo habitan, una expresión del rezago social
que constantemente padecen las comunidades en riesgo.
A la mitad de esta primera parte, como consecuencia y presagio
a los hechos que hemos asistido en los dos capítulos anteriores,
llegamos a otra de las ciudades fronterizas de las que nos habla
este libro y el problema que enfrenta: Mexicali y el abandono de
viviendas. No obstante, este gran problema es una de las
consecuencias del conflicto central, la ocupación de viviendas por
grupos delictivos, un hecho motivado por la pobreza de las
comunidades, por lo que, a partir del análisis de las problemáticas,
los autores nos proponen un enfoque multidisciplinar que se ocupe
de rehabilitar los espacios, con el objetivo de evitar los delitos.
En el cuarto capítulo se analizan algunas de las distintas
perspectivas, teorías y enfoques que han registrado la relación entre
la seguridad y el espacio público. Asimismo, se documenta la
percepción de la inseguridad, llegando a la conclusión de que no
siempre corresponde a las cifras oficiales. En este artículo, Claudia
Albarrán hace un análisis desde distintos ángulos relacionados con
la vulnerabilidad de las personas y el grupo al que pertenecen, así
como un registro de la comisión de cada delito, de acuerdo con el
lugar y el número de reportes.
Para cerrar esta sesión, Juan Carlos Hernández continúa con el
tema de la percepción de la inseguridad en espacios públicos.
Mediante la aplicación de una encuesta, el autor intenta medir la
idea que tienen los usuarios del transporte público sobre la
seguridad, en un municipio de la Zona Metropolitana del Valle de
México: Nezahualcóyotl.
En la segunda parte, el capítulo “Los primeros conjuntos
multifamiliares en México; patrimonio cultural en riesgo” de Pablo
Gómez, nos habla de la importancia del diseño en los espacios y la
responsabilidad que conlleva la conservación del patrimonio
moderno, en este caso, de un espacio habitacional construido hace
más de seis décadas en Ciudad de México. El autor hace hincapié
en la importancia y falta de un correcto modelo de administración,
cuya consciencia debe ser colectiva, en un acto de apropiación y
responsabilidad, para que se pueda garantizar la permanencia y
sostenibilidad de los lugares.
Sin embargo, este no es el único problema que enfrenta el
patrimonio cultural. En el penúltimo capítulo, Teresa Gasca nos
expone el caso del Centro Histórico potosino y su posibilidad de ser
susceptible de resguardo, es decir, de lograr el nombramiento como
patrimonio de la humanidad. En este hecho, nos dice la autora, se
comete el error de homogeneizar bajo la misma estética, olvidando
el sentido individual y la experiencia del usuario, a partir de su
relación con el sitio, que da vida al patrimonio inmaterial. Cuando
esto sucede, los habitantes oriundos dejan de identificarse con él,
mientras que las ciudades son puestas en venta, bajo la lógica de
convertirlas en productos redituables para quienes puedan pagarlas
y devengan en los nuevos agentes de cambio.
Finalmente, volvemos a Ciudad Juárez y su modelo de ciudad
difusa. El capítulo con el que este libro cierra, nos sitúa en el
escenario posterior a la guerra contra el narcotráfico, un momento
que pareciera perpetuarse debido a las múltiples consecuencias que
continúa arrojando. La autora, Teresa Vázquez, parte de los
cambios que esta ciudad y sus principales regiones han tenido, en
primer lugar, por influencia de Estados Unidos y su población que se
extiende a ambos lados de la frontera. Ella nos habla de cómo el
patrimonio ha sido alterado en favor de un dictamen externo, que en
ningún caso corresponde con las necesidades ni con la estética y
funcionalidad del lugar, sino con una homogeneización visual,
marcada por lo global, privando la identidad y la memoria histórica
que, recalca, debe de ser recuperada y reapropiada.

Dr. Alejandro Suárez Pareyón


Parte I

Espacio público, seguridad


y patrimonio cultural en Centros Históricos

Estudio de caso sobre intervenciones que fomentan


factores protectores para revenir la violencia en escuelas
secundarias públicas localizadas en entornos urbanos

Medardo Tapia Uribe*

Marco conceptual
El marco conceptual y explicativo de la violencia escolar en México necesita ser
construido para nuestro propio contexto. Las referencias tradicionales, como la de
Dan Olweus (1993), sólo precisan el significado de bullying como sinónimo de lo que
se ha tomado en México como “violencia escolar”, pero es notoriamente insuficiente
e impreciso para explicar la violencia en las escuelas de México: “Se dice que un
estudiante es acosado o victimizado cuando él o ella son expuestos repetidamente y
por cierto tiempo con acciones negativas (algún tipo de agresión) por uno o más
estudiantes (1986 y 1991)” (Olweus, 1993).
Los estudios realizados en México conducen la discusión a conceptos más
poderosos, como lo señalan Aguilera, Muñoz y Orozco (2007), para el estudio y
tratamiento de la violencia escolar. Ésta es un problema de convivencia, agresividad,
de comportamientos antisociales, crueles o socialmente destructivos, groseros,
provocadores. Puede ser desde un insulto hasta el vandalismo y la agresión física
con armas; pero también estar asociada a situaciones de consumo de drogas,
pandillerismo y acoso sexual, y no sólo entre estudiantes, sino también estar dirigida
a docentes. De esta forma, estudiosos del problema en México han definido que: “la
violencia escolar abarca todo el espectro de actividades y acciones que causan
dolor o lesiones físicas o psíquicas a las personas que actúan en el ámbito escolar,
o que persiguen dañar los objetos que se encuentran en dicho ámbito”. Y se ha
querido tipificar esta violencia escolar como vandalismo, por ser actos que buscan
dañar la propiedad; agresión física, entre estudiantes y hacia profesores; y agresión
simbólica, mediante conceptos discriminatorios a profesores, alumnos u otros
miembros de la comunidad escolar (Aguilera, Muñoz y Orozco, 2007). Con estos
tipos de violencia escolar algunos autores han identificado de manera específica la
disciplina, el desorden en las aulas, el maltrato entre compañeros (donde insertan el
bullying) y el acoso sexual. Finalmente, también se señala que dentro de la violencia
escolar se encuentra la violencia de los profesores hacia los estudiantes, que alguna
parte de ella trata de justificarse como medida disciplinaria.
La violencia escolar ha sido determinada como agresión sistemática de alguien
sobre otra persona de la escuela. Esta agresión puede ser física, verbal, “ponerle
apodos a alguien”, también cuando alguien empuja, golpea, patea o se dedica a
hacer correr rumores sobre alguien más o excluir a alguien de alguna forma de un
grupo o simplemente por ignorarlo o burlarse; también cuando el estudiante
agredido no puede defenderse y los acosadores ejercen cierto poder sobre su
víctima (Migliaccio y Raskauskas, 2013). A estas conductas violentas las llamó
bullying su autor original (Olweus, 1993), siempre y cuando se hicieran entre pares.
Sin embargo, existe también otro tipo de conductas violentas dentro de la escuela,
como el vandalismo y la agresión a docentes, física, verbal o de apodos. Hay
además algunas delictivas, como el robo y el tráfico de drogas o lesiones y
homicidios, generalmente dolosos más que culposos. A finales del siglo e inicios
del , en Europa, Estados Unidos y países latinoamericanos como Argentina y
Brasil había una extensa literatura con enfoques múltiples que abarcaba el concepto
de violencia escolar desde su heterogeneidad (Reguillo, 2006: 57).
En México se hizo un esfuerzo por recopilar aquellas investigaciones sobre
disciplina, convivencia y violencia escolar, en los tomos dos y tres de La
investigación educativa en México 1992-2002 (Piña, Furlán y Sañudo, 2013), en el
que se construyen dichas categorías a partir de los textos reseñados con una fuerte
carga normativa; es decir, las violaciones a las normas establecidas en las escuelas.
Sin embargo, se evidencia la preocupación de las escuelas, concretamente de los
funcionarios del sistema escolar, por hacerle frente al consumo de drogas de los
estudiantes: “Las organizaciones criminales que han ido monopolizando el mercado
interno de la droga, han adquirido una fuerza temible y las escuelas son uno de sus
mercados predilectos” (Piña, Furlán y Sañudo, 2003: 213).
Es importante mencionar que en 2007 se desarrolló el primer estudio a gran
escala denominado “Disciplina, violencia y consumo de sustancias nocivas a la
salud en escuelas primarias y secundarias de México” para analizar la problemática
señalada. Una de las ventajas es el de la utilización de los datos para la elaboración
de políticas o estudios específicos que servirían para la construcción de indicadores
para aproximarse al problema como lo han hecho Rivero, Barona y Saenger (2011) y
estudiar el problema del bullying o acoso entre iguales. Las manifestaciones de
violencia en el estudio del son reconocidas en cuatro formas: robos, burlas,
amenazas y agresiones físicas entre alumnos, sin tomar en cuenta otros factores,
como lo señala Gustavo Muñoz Abúndez (2008).
A lo anterior agregaríamos que tampoco se toman en cuenta las manifestaciones
o formas violentas generadas en el entorno escolar como el narcotráfico, el
enfrentamiento entre el ejército y el crimen organizado, mismos que son abordados
en un estudio patrocinado por la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y el Desarrollo ( ), en 2010 denominado La educación
víctima de la violencia armada 2010 (Education Under Attack 2010), en el que se
muestran agresiones sistemáticas contra estudiantes, maestros, profesores
universitarios, miembros del personal docente y centros de enseñanza en diversos
países, incluido México (O’Malley, 2007).
Más allá de la conceptualización de la violencia, diversos estudios tratan de
construir un marco explicativo de ella. Brevemente, los factores causales de la
violencia se han dividido en dos grupos: internos y externos, tomando en cuenta, por
un lado, las características de las relaciones sociales entre los actores del contexto
escolar y, por el otro, elementos tales como el ambiente familiar y social fuera del
espacio educativo (Romera, Del Rey y Ortega, 2011). Entre los factores internos se
señala la organización escolar, el ambiente al interior de la institución, la calidad de
las relaciones entre profesores y alumnos, el establecimiento de normas y valores
educativos, el ausentismo de la planta docente y las estrategias educativas
empleadas (Prieto, 2005).
Asimismo, la conducta violenta entre los alumnos se ha relacionado con
procesos sociales tales como la aprobación, aceptación, reconocimiento social de
los iguales, necesidad de ser considerado y aceptado por los demás, ser más fuerte
y poderoso que los otros y ser diferente, buscándose la creación una identidad
particular en el grupo de iguales (Villareal, Sánchez, Veiga y Del Moral, 2011), de tal
modo que en el contexto escolar los actos agresivos y abusivos son ejecutados, con
mayor frecuencia, por alumnos que se sienten integrados a un grupo (Prieto, 2005).
Por su parte, Prieto, Carrillo y Jiménez (citados por Furlán y Spitzer, 2013)
señalan la contundente relación entre el clima escolar y las condiciones dadas para
el maltrato entre compañeros.
Lo cierto es que los resultados obtenidos en los estudios científicos realizados
sobre la incidencia reflejan que a lo largo de su vida en la escuela, una parte
importante de los alumnos de secundaria parece haber tenido contacto con algún
tipo de violencia entre iguales (Valadez, 2008).
Otro factor que ha sido identificado como causal de la violencia ha sido el
consumo de drogas que, aunque no se precisa, puede ser dentro y fuera de la
escuela.
Claramente externo a la escuela se encuentra como causal de la violencia a la
familia y, desde luego, la violencia social y la criminalidad del entorno de la escuela,
incluido el efecto estructural de la pobreza y la exclusión social, aunque no se
presenten evidencias empíricas, lo mismo que la influencia de los medios masivos
de comunicación.
En este aspecto, se ubican ciertos problemas en el entorno familiar, tales como la
falta de cariño, atención, comunicación, la separación, divorcio o ausencia de los
padres, una educación inestable y agresiva, como es el caso de modelos parentales
excesivamente autoritarios o, por el contrario, totalmente permisivos sin ningún tipo
de control (Prieto, 2005).
Un elemento de gran impacto en el fenómeno de la violencia escolar es, sin
duda, la narcoviolencia, la cual hoy en día ha venido a exponer nuevas formas de
flagelo por parte de miembros del crimen organizado en contra de los individuos de
las comunidades escolares y sus instalaciones con el fin de agredirlos, asesinarlos,
intimidarlos, vulnerarlos o despojarlos de sus bienes y propiedades (Furlán y Spitzer,
2013).
Ha sido principalmente a través de la nota roja de distintos medios de
comunicación que de manera cotidiana se han podido conocer diversos hechos de
violencia perpetrados por bandas criminales, la detención de capos y criminales
involucrados en tiroteos, asesinatos, ejecuciones, secuestros y otras actividades
delincuenciales como las extorsiones, robos y asaltos, incluyendo la incautación de
drogas, armas, dinero y bienes (Furlán y Spitzer, 2013).
Ante lo mencionado, los estudios sobre el tema y la prensa han dejado de
manifiesto la aparición de prácticas y símbolos culturales que exaltan y rinden culto
al fenómeno del narcotráfico, denotando que las prácticas delictivas de bandas
criminales han logrado encarnarse en miembros de las comunidades escolares a
través de la cultura que ha generado el narcotráfico (Furlán y Spitzer, 2013).
Figura 1. Modelo hipotético explicativo de violencia escolar en secundarias
públicas urbanas

Fuente: Elaboración propia.

Es así como sumados a las características propias de la adolescencia, los


factores externos y las crisis familiares, el fácil acceso a sustancias de abuso o a
armas y la continua exposición a escenas violentas en los medios de comunicación
no hacen más que incrementar las posibilidades de que los jóvenes vean en la
violencia una salida fácil para afrontar sus problemas cada vez más frecuentes en
nuestra sociedad, y facilitan que se produzcan estos episodios de violencia
(Trenchs, Martínez, Curcoy, Luaces y Pou, 2008).
Una revisión de las investigaciones mexicanas sobre violencia escolar entre 2002
y 2011 (Furlán y Spitzer, 2013) recomienda hacer estudios locales y comparativos
que profundicen para comprender y explicar mejor la complejidad del problema, que
contribuyan de manera más rigurosa a la construcción de la política pública (Furlán y
Spitzer, 2013: 204-206).

Escenario de investigación
El trabajo de campo se realizó en tres secundarias, una en el estado de Morelos y
dos en el estado de Chihuahua. Nuestras escuelas secundarias hipotéticamente
“exitosas” en la contención y reducción de la violencia escolar son dos secundarias
técnicas de Ciudad Juárez, Chihuahua: la Secundaria Técnica 90, “Riberas del
Bravo” (ST90), ubicada en esta misma localidad, y la Secundaria Técnica 1, en la
Colonia Obrera. Nuestro caso contrafactual seleccionado es la Secundaria Técnica
41 de la colonia Los Pinos, Tejalpa, en el municipio de Jiutepec, Morelos. La
selección fue muy cuidadosa con base en la incidencia delictiva de estos lugares y
los éxitos que se han tenido en la reducción de la violencia en estas secundarias y
en las escuelas del país, que no son muchos, por cierto.
Ciudad Juárez, alguna vez considerada la ciudad más violenta del mundo, ha
visto reducir sus índices de violencia. Experimentó una notable reducción en su tasa
de homicidios por cada cien mil habitantes ( ) entre 2011 y 2013 a casi un
tercio (gráfica 1), incluso más que la capital del estado de Chihuahua y desde luego
mucho más que el promedio nacional. Algo parecido ocurrió con el índice de
secuestros pccmh: se redujo una tercera parte entre 2011 y 2013 (gráfica 2).
En el municipio de Jiutepec y en el estado de Morelos, en contraste, las tasas de
homicidio crecieron notablemente entre 2011 y 2013. En Jiutepec, los homicidios
casi se triplicaron entre 2011 y 2013; en Morelos aumentó 25 puntos en su tasa de
para 2012 y 10 puntos entre 2011 y 2013. Algo parecido ocurrió con el índice
de secuestros en Jiutepec que se incrementó cinco veces entre 2011 y 2013; en
Cuernavaca creció cuatro veces en ese mismo periodo (de 4.3 a 15.0) y para 2013
era diez veces la tasa nacional de secuestros (1.5 ); y en todo el
estado este índice se elevó seis veces entre 2011 y 2013. Un análisis de la
incidencia delictiva en el municipio de Jiutepec durante el periodo 2010-20111
muestra que casi 45% de los detenidos en el municipio de Jiutepec provienen de
seis colonias principalmente: Tejalpa 14.5%; el Centro de Jiutepec, 9.8%; la colonia
, 6.4%; la colonia Bugambilias, 5.4%; la colonia Apatlaco, 4.5% y la colonia
Tlahuapan, 4.1% (Olivera, 2012). Tejalpa es precisamente el lugar donde se ubica la
Secundaria objeto de estudio.
En estos escenarios se localizan las secundarias seleccionadas para el estudio
de la violencia escolar.

Secundaria Técnica 41
El caso de la Secundaria Técnica 41 de Tejalpa, Jiutepec, Morelos En la Secundaria
Técnica 41 se encuestó a 78 alumnos, 43 mujeres y 35 hombres, 36.2% de los
cuales eran de primer grado, 41.2% de segundo y 22.5% de tercer grado, todos del
turno vespertino. El 16.2% tenía entre 11 y 12 años de edad, 30% era de 13, 36.2%
de 14 y 17.4% entre 15 y 16 años de edad.
En más de la mitad de los hogares de los estudiantes viven entre 6 y más de 10
personas y en casi 80% de los hogares los padres están pendientes de las
calificaciones de sus hijos y 74% también lo están de sus tareas. Asimismo, 71.4%
de los estudiantes respondió que no hay golpes en su hogar.

En general existe un ambiente de mayor violencia en esta secundaria que en


las otras dos que estudiamos.
Sólo 16.7% de los estudiantes encuestados no ha sido testigo de
pandillerismo, golpes y robos dentro de la escuela Secundaria Técnica 41.
En contraste, en las secundarias de Ciudad Juárez son mayores los
porcentajes de estudiantes que reportan no haber sido testigos de estos
hechos de violencia dentro de la escuela: 38.6% los estudiantes de la
Secundaria Técnica 1 y 47.7% aquellos de la Secundaria Técnica 90.

La pertenencia de los estudiantes a pandillas también es importante precursor de


la violencia (cuadro 1).
Cuadro 1. Pertenencia a pandillas

Fuente: Elaboración propia.

Incidencias de violencia cotidiana y extraordinaria más importantes en la


Secundaria Técnica 41:
El suicidio de la estudiante, que se ahorcó en su domicilio debido a que su
madre no la quería ni le creía que su padrastro intentaba abusar sexualmente
de ella.
Los niños al cuidado de alguien más porque sus padres se van a Estados
Unidos; el caso del Ponchis que vivía en Tejalpa y merodeaba la Secundaria
Técnica 41.
Prostitución de algunas estudiantes.
Consumo de alcohol, marihuana y otras drogas en la escuela.
La corrupción del director: cobraba 200 pesos por día al maestro que quisiera
faltar, los documentos para firma se llevaban a “tugurios”, el asalto de los
estudiantes de su oficina, la quema de su expediente personal, la ruptura del
parabrisas de su coche y la quema de bodega. Agresión contra maestros.
La maestra atropellada por los alumnos y la fractura de su pierna.
La docente les cae mal y no le permitían impartir sus clases: “le aventaban
gomas, sacapuntas, de todo eso le aventaban”. Como consecuencia de este
comportamiento de los alumnos, la maestra “iba a chillar, porque dicen que
se puso a llorar y dijo que nos iba a encargar… que se iba a encargar de que
no nos dieran las boletas y no sé qué. Y ya de ahí el director fue y nos dijo
que por qué habíamos hecho eso, y ya fue todo lo que hizo”.
Y en ese momento aquí había niños que decían: “Yo soy el jefe de jefes”, y
que nosotros pensábamos que era broma, porque sí había niños que eran
halcones: 14. Alguna vez, en una de mis entrevistas [nuestra informante es
una maestra que está realizando un estudio] le pregunto precisamente a un
chico: “Bueno, y tú qué vas a hacer, qué vas a estudiar”. “No, yo nada, yo voy
a ser narco”, y le contesta el otro: “No, porque ya se te pasó la edad”, y yo
volteé y dije: “Ah, sí ¿pues a qué edad se entra?”. “No profa, se entra a los
ocho años”, y me empieza a decir todas las características y las condiciones
que debía tener para entrar a ser narco, ser sicario.
El jueves 30 de abril de 2015, un estudiante de 13 años le disparó al director
de la Secundaria Técnica 41 durante un proceso de “Revisión Mochila”.
De la aplicación de la encuesta y un análisis de asociaciones entre las variables
que puedan contribuir a la explicación de la violencia encontramos lo siguiente para
la Secundaria Técnica 41:
Destaca el papel de los golpes en la familia, el promedio general del estudiante,
la pertenencia a pandillas, el consumo de drogas y a qué se dedican las personas
con quien salen.
Figura 2. Diagrama explicativo de la violencia en la Secundaria Técnica 41
(parte 1)

Fuente: Elaboración propia


Figura 3. Diagrama explicativo de la violencia en la Secundaria Técnica 41
(parte 2)

Fuente: Elaboración propia.


Figura 4. Diagrama explicativo de la violencia en la Secundaria Técnica 41
(parte 3)

Fuente: Elaboración propia.


El caso de la Secundaria Técnica 1 de Ciudad Juárez,
Chihuahua
En la Secundaria Técnica 1 se entrevistaron a 150 estudiantes, 48% de primer
grado, 28.7% de segundo y 23.3% de tercer grado; así como 119 estudiantes del
turno matutino y 31 del turno vespertino. El 38% de los estudiantes tenía entre 11 y
12 años de edad; 32.7%, 13; 23.3%, 14; y 6%, entre 15 y 16 años de edad. Casi
44% de los estudiantes vive sólo con su mamá y sus hermanos o algún otro familiar.
Aproximadamente 64% de los estudiantes vive en hogares de entre 5 y 11 personas.
Cerca de 80% de las madres de los estudiantes tiene secundaria o mayor
escolaridad; los padres de los estudiantes, por su parte, tienen un menor nivel de
escolaridad que las mamás, aproximadamente sólo 73% tiene secundaria o más
escolaridad. Cerca de 85% de los padres de los estudiantes, según nuestros
alumnos entrevistados, está al pendiente de las tareas de sus hijos frecuentemente
o casi siempre.
En cuanto a violencia familiar, 85.7% de los estudiantes responde que en su casa
no hay golpes y que no les pegan; asimismo, 82.5% asegura que no los insultan ni
los ofenden.

Los casos cotidianos y extraordinarios de violencia en la


Secundaria Técnica 1
Casos de lesiones autoinfligidas por alumnas, se cortaban las manos por
sentimientos de “soledad”.
Fuertes casos de bullying por el aspecto físico, así como peleas entre
compañeros.
Falta de comunicación entre alumnos, padres y maestros.
Contextos familiares disfuncionales, de padres separados, con violencia
familiar, malos ejemplos a seguir, familias desintegradas por la migración,
etcétera.
Consideran los docentes que el origen de la violencia escolar se debe al
contexto social externo donde las pocas oportunidades laborales, la violencia
social y las fragmentadas relaciones familiares son la tónica.
Respecto a casos de drogas, alcohol, suicidios o pandillas, la trabajadora
social comentó que no se presentaban casos, aunque sí sabía de niñas que
se embarazaban cuando egresaban de la secundaria.

Sin embargo, existen seis “picaderos” de heroína alrededor de la escuela.

Los diagramas explicativos de la violencia en la Secundaria


Técnica 1
Como en la Secundaria Técnica 41, el papel de la familia y los golpes en el hogar, lo
mismo que el promedio general del estudiante, la pertenencia a pandillas y el
consumo de drogas se encuentra asociado a situaciones de amenazas y violencia
dentro de la escuela.
Figura 5. Diagrama explicativo de la violencia en la Secundaria Técnica 1 (parte
1)”

Fuente: Elaboración propia.


Figura 6. Diagrama explicativo de la violencia en la Secundaria Técnica 1 (parte
2)

Fuente: Elaboración propia.


El caso de la Secundaria Técnica 90 de Ciudad Juárez,
Chihuahua
La Escuela Secundaria Técnica 90 se localiza en la localidad Riberas del Bravo,
Ciudad Juárez, en el municipio de Juárez, Chihuahua.
La ST90 Riberas del Bravo tiene 2 000 estudiantes con turnos matutino y
vespertino con 21 grupos en cada uno; fue fundada hace diez años y cuenta con 86
trabajadores, entre docentes y administrativos con el mismo director para los dos
turnos y un subdirector para cada turno. En esta secundaria se encuestaron a 254
estudiantes, 173 de primer grado; 43 de segundo grado y 35 de tercer grado. Los
grupos fueron seleccionados con base en la opinión del director en función de altos
o bajos niveles de violencia manifestados. Se aplicaron cuestionarios a 24 docentes
y se hizo un grupo de enfoque con diez. Se hicieron entrevistas a profundidad al
director y subdirector, así como a docentes y alumnos.
En 58.6% de los hogares de los estudiantes vive 5 o más personas. El 24.7% de
las madres y 24.6% de los padres de los estudiantes tiene sólo primaria o una
menor escolaridad. Los estudiantes reportan que casi 90% de sus padres está al
pendiente de sus calificaciones frecuentemente o siempre, y 81.6% de su tarea. En
cuanto a la violencia dentro de su casa, el 85.1% de los estudiantes reporta que
nunca o casi nunca hay golpes en el hogar.
La localidad de Riberas del Bravo está ubicada al sur poniente de Ciudad Juárez
(figura 7); está formada como un fraccionamiento con viviendas de crédito Infonavit,
muchas de ellas abandonadas. Cuenta con una población de 35 907 habitantes, de
los cuales uno de cada dos son nativos del estado (Programa para la Convivencia
Ciudadana).
Figura 7. Ubicación geográfica de Riberas del Bravo

Fuente: Programa para la Convivencia Ciudadana. Plan Maestro Comunitario de Prevención del
Delito y la Violencia. Polígono Riberas del Bravo, Ciudad Juárez, Chihuahua. Septiembre, 2012.

Los casos cotidianos y extraordinarios de violencia en la


Secundaria Técnica 90
Daño a las instalaciones (grafiti) y bullying (apodos y golpes).
Peleas entre jóvenes (hombres y mujeres), llegaban a presentarse de 3 a 5
peleas a la semana.
Presencia de consumo de drogas asociado a conductas delictivas.
Alumnas que se “cortan” para soltar coraje.
Recurrencia de embarazos adolescentes: cinco por año.
Violencia entre padres, no les ponen atención a los hijos.
Existencia de pandillas: “pequeños distribuidores de drogas”.
Normalización de la violencia: “delincuentes como superhéroes”.
Figura 8. Diagrama explicativo de la violencia en la Secundaria Técnica 90
(parte 1)

Fuente: Elaboración propia.


Figura 8. Diagrama explicativo de la violencia en la Secundaria Técnica 90
(parte 2)

Fuente: Elaboración propia.


Los diagramas explicativos de la violencia en la Secundaria
Técnica 90
Como en las otras dos secundarias, en la Secundaria Técnica 90 de Ciudad Juárez
el papel de la familia en el seguimiento de las calificaciones de sus hijos y el
promedio general de los estudiantes se encontró significativamente asociado a ser
protagonistas de violencia. Asimismo, la pertenencia a pandillas se encontró
relacionada al promedio general de los estudiantes y al consumo de drogas. Desde
luego, las repercusiones del promedio general de los estudiantes se vincularon a la
violencia dentro de las escuelas.

Comentarios finales
De nuestra hipótesis original de la influencia de factores internos y externos pudimos
encontrar que las relaciones familiares están asociadas a la violencia escolar para
que los estudiantes sean protagonistas de burla dentro de la escuela.
El promedio general es también un factor poderoso, más que la familia, en los
estudiantes como protagonistas de diversos tipos de violencia dentro de la escuela,
con una asociación poderosa con la pertenencia a pandillas.
El consumo de drogas fuera y dentro de la escuela se encontró asociado a la
pertenencia a pandillas y al promedio general.
La criminalidad del entorno, incluido el consumo de drogas, se vincula con la
violencia dentro de la escuela a partir de la pertenencia a pandillas de los
estudiantes y a qué se dedican, con quién salen los estudiantes en su tiempo libre y,
desde luego, asociado al promedio general del estudiante. Esto fue prácticamente
confirmado en los tres casos, a pesar de que es mayor la pertenencia a pandillas de
la Secundaria Técnica 41 de Morelos, nuestro caso contrafactual, y también mayor
la violencia dentro y fuera de la escuela.
Vale la pena destacar que la influencia de la familia en la violencia dentro de la
escuela a través del promedio general fue principalmente por una falta de
seguimiento de los padres a las calificaciones y tareas de sus hijos en la Secundaria
Técnica 90, sin estar mediada por el promedio general; asimismo permanece esta
influencia de la pertenencia a pandillas en el promedio general en las tres
secundarias estudiadas.

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Notas
* Doctor en educación por la Universidad de Harvard y es Investigador Nacional Nivel , Sistema
Nacional de Investigadores.
1 Análisis realizado con la base de datos obtenida del Ministerio Público de Jiutepec, Morelos.
El derecho y el revés del espacio público en Ciudad Juárez,
Chihuahua
María Belén Herrero Martín*
Introducción
Las ciudades contemporáneas enfrentan una serie de desafíos vinculados a la
fragmentación social y territorial, a la degradación ambiental, la precarización de las
condiciones de vida y la complejización del fenómeno de la inseguridad. Todo ello ha
asumido una magnitud preocupante en el caso de las ciudades latinoamericanas, en
virtud de la intensidad y magnitud con que las problemáticas mencionadas se han
presentado en este territorio.
México no escapa a estos procesos, incluso se ha convertido en un referente en
relación con la inseguridad ciudadana.1 Esta última se configura como uno de los
problemas urbanos más emblemáticos y una de las demandas más reiteradas por la
población mexicana. Un estudio realizado en 2012 por una ong revela que de las 50
ciudades más peligrosas del mundo, nueve son mexicanas (Acapulco, Torreón,
Nuevo Laredo, Culiacán, Cuernavaca, Ciudad Juárez, Chihuahua, Victoria y
Monterrey) (Aristegui Noticias, 24 de mayo de 2014).
Entre los estados que merecen especial atención encontramos a Chihuahua, en
el cual se ubican dos de las nueve ciudades mencionadas: Chihuahua y Ciudad
Juárez; esta última con 749 homicidios dolosos en 2012, una tasa de 55.91
asesinatos por cada 100 mil habitantes (Aristegui Noticias, 7 de febrero de 2013).
Los datos que miden la inseguridad objetiva y subjetiva2 en el estado de Chihuahua
se encuentran en sintonía con el marco planteado. Según la envipe (2013), 78% de
la población de 18 años y más percibe a la entidad federativa como insegura; en
2012 esta cifra era aún mayor (83% de la población). Asimismo, Chihuahua se
encuentra entre los diez estados del país percibidos como más inseguros por sus
habitantes y que se posicionan por encima de la media nacional (72%)3 ( ,
2013). Según un estudio del (2012), entre los factores mencionados por la
población de Chihuahua que alimentan el clima de inseguridad, encontramos:
delincuencia, violencia en el espacio público, vandalismo, homicidio y secuestro.4
Por otro lado, las cifras que miden la inseguridad objetiva se hallan en el mismo
tenor. El porcentaje de hogares con víctimas se incrementó paulatinamente en las
últimas tres mediciones realizadas por la , de 12 a 16% entre 2009 y 2011 ( ,
2011). Siguiendo esta línea, en 2013 la entidad llegó al tercer lugar nacional con una
tasa de 39.58 fallecimientos dolosos por cada 100 mil habitantes ( , 2013).
Ahora bien, la mayor parte de estos homicidios tiene lugar en el espacio público.
Asimismo, es en este espacio donde se manifiestan expresiones plurales que hacen
visibles las condiciones y contradicciones en la formación y transformación de la
ciudadanía, donde los actores esgrimen diversas territorialidades por el uso, control
y gestión del territorio.
Tomando como punto de partida el caso de Ciudad Juárez, Chihuahua,
pretendemos en este trabajo problematizar aquellos aspectos vinculados a la
construcción del espacio público en esta ciudad, en relación con el marco de
inseguridad ciudadana y las violencias urbanas que tienen lugar en este territorio.
Las violencias sólo adquieren significado dentro de un contexto social y cultural
específico, que es el que atribuye sentido a tales acontecimientos (Azaola, 2012),
razón que nos motiva a interrogarnos sobre los actores y/o colectivos sociales que
intervienen en la construcción del espacio público en Ciudad Juárez, las dinámicas
históricas que han condicionado el desarrollo actual de dicho proceso y los
mecanismos de encuentros-desencuentros que permiten u obstaculizan la
construcción del espacio público. Ahora bien, es necesario resaltar el rol y la
importancia de las políticas públicas en la gestión del espacio público, y en el modo
en que dichos espacios contribuyen —o no— a hacer ciudad en los territorios
urbanizados. En efecto, recuperamos en este trabajo la experiencia vivenciada por
Ciudad Juárez a partir de 2010, con la implementación del Plan Estratégico Todos
Somos Juárez, en respuesta al círculo vicioso de violencia que enfrentaba dicha
ciudad. Se trata de captar la cara más visible de la inseguridad en el espacio público
juarense, así como desentrañar los factores más escurridizos de dicho fenómeno.
Con este objetivo, se ha estructurado el trabajo en dos apartados. El primero de
ellos analiza las transformaciones históricas que ha vivenciado el espacio urbano en
Ciudad Juárez y su vínculo con la región metropolitana en la que se inserta.
Asimismo, recupera algunos elementos asociados a la inseguridad ciudadana y se
perfilan ciertos tipos de violencia urbana existentes en territorio juarense, tales como
pandillas, organizaciones criminales, violencia hacia los hombres, mujeres y
migrantes. En un segundo apartado se analiza la situación del espacio público a la
luz de dichas violencias y del clima de inseguridad ciudadana, y se reflexiona sobre
el accionar del Estado y la sociedad civil.

Un acercamiento histórico a Ciudad Juárez:


transformaciones urbanas, violencias e inseguridad
ciudadana
Ciudad y seguridad son dos categorías analíticas y empíricas íntimamente
relacionadas. En efecto, esta última se ha convertido en un factor determinante al
momento de efectuar remodelaciones y poner en marcha políticas de intervención
en las ciudades.
Desde la mirada de Íñigo Ortiz, la ordenación urbanística, la estructura
socioeconómica y demográfica, el carácter sociocultural de la ciudad y el uso que de
ella realizan los diferentes colectivos sociales que la habitan, interactúan con el
entorno construido. En efecto, la ciudad es el fruto de las interacciones que le dan
forma y son a la vez conformadas por su morfología (Ortiz de Urbina, et al., s.f).
Toda modificación del ordenamiento físico de la ciudad impacta en la convivencia y
uso que hacen sus habitantes. En este sentido, el modo en que se ha configurado
morfológica e históricamente Ciudad Juárez ha permitido un tipo particular de
sociabilidad, ciertas valoraciones y usos del espacio urbano. Actualmente Ciudad
Juárez reúne aproximadamente a 39.1% de la población del estado de Chihuahua,
siendo la ciudad más poblada de la entidad ( , 2010). Desempeña un papel
importante en el desarrollo económico de la región y del estado, debido a su base
industrial, su crecimiento en el sector de servicios y su orientación a los mercados
internacionales. Por este motivo, los asentamientos rurales o suburbanos del Valle
de Juárez son claramente dependientes de la economía urbana juarense, ya que
representa una zona de mercado para la comercialización de sus productos
agrícolas, un lugar de empleo para quienes no alcanzan a ocuparse en las
actividades primarias y un área con servicios básicos como educación y salud. Por
su posición limítrofe y dinámica socioeconómica, Ciudad Juárez se integra a una
región metropolitana binacional. Dicha región se puede dimensionar a partir de las
interrelaciones existentes entre las ciudades fronterizas de Juárez (Chihuahua,
México) y El Paso (Texas, Estados Unidos). A ello se suman algunos municipios
conurbanos de ambos países, aglomerando un total de 2.7 millones de habitantes
( Juárez, 2012). Se trata de una región cuyo incremento poblacional, distribución
territorial y desarrollo económico no tienen el mismo ritmo de crecimiento, y por ende
han generado importantes rezagos sociales y urbanos. Sin embargo, posee una
dinámica estrechamente relacionada en su interior, que analizaremos a
continuación. Durante 1945 y 1964, la ciudad se convirtió en un polo de atracción
poblacional debido a la implementación del Programa Bracero.5 Arribaron a Juárez
miles de personas intentando cruzar, legal o ilegalmente, a Estados Unidos en
búsqueda de trabajo, muchas de las cuales terminaron asentándose en esta frontera
una vez terminado el programa. Posteriormente, a mediados de los sesenta, la
migración sufrió una ligera desaceleración para intensificarse nuevamente en la
década de 1980, con la implementación del modelo de apertura comercial, en el que
Juárez se vio favorecido a través de la industria maquiladora de exportación ( )
(Martínez y Arellano, 2010). El aumento en la inversión de capital transnacional
generó un importante dinamismo económico y demográfico, ya que la demanda de
mano de obra rebasó la oferta de trabajadores nativos y residentes. En efecto, se
implementó una serie de políticas dirigidas a atraer importantes flujos de migrantes
(de zonas cercanas geográficamente, y del centro y sur del país). En este marco,
Ciudad Juárez se convirtió en un polo receptor de migrantes en búsqueda de
oportunidades laborales (Corona, 1991).6 Ahora bien, la situación se transformó
notablemente hacia el primer decenio del siglo . El modelo económico de
apertura comercial mostró su agotamiento, provocando la fragilidad de los mercados
de trabajo. Esta situación agudizó los problemas socioeconómicos de miles de
familias asentadas en esta franja fronteriza. Junto a ello, adquirió protagonismo y
complejidad el aumento de la violencia e inseguridad en diversas ciudades,
provocando un impacto económico negativo. Este contexto impulsó a cientos de
familias a abandonar algunas ciudades fronterizas como Juárez,7 retornando a sus
estados de origen o desplazándose hacia ciudades vecinas en Estados Unidos.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el total de
trabajadores ocupados en la industria manufacturera en Juárez pasó de 211 909
personas en 2007 a 178 089 en junio de 2010 ( , 2010). Hasta antes de la
recesión económica de 2008, Ciudad Juárez era la ciudad del pleno empleo debido
a la industria maquiladora. Junto a la atracción de población se dinamizó la vida
nocturna y los servicios públicos. Un ejemplo lo constituyen los servicios médicos
que tenían una fuerte demanda de los residentes de las ciudades del sur de Estados
Unidos. Sin embargo, actualmente, los turistas han dejado de visitar la ciudad, la
inversión de capital nacional y transnacional se ha frenado, cientos de negocios
vinculados con la vida nocturna y el área médica se han cerrado, provocando con
ello un fuerte desempleo, que se ubica en 10.8% en 2010 (por encima de las cifras
nacionales, 5.3%) ( , 2010). Estos acontecimientos han impulsado a miles de
residentes, empleados y dueños de negocios a migrar a otras ciudades del país o a
Estados Unidos. De acuerdo con datos de la Encuesta sobre Percepción Ciudadana
de la Inseguridad de Ciudad Juárez ( , 2011), han migrado 230 000 personas
en el trienio 2007-2009, de los cuales 54% se fue hacia alguna ciudad de Estados
Unidos (124 200), entre los que destacan los 55 775 migrantes que se mudaron a El
Paso, Texas. El resto de migrantes ha regresado a sus lugares de origen,
fundamentalmente a Durango, Coahuila y Veracruz. A la reducción en el número de
inmigrantes, se suma el descenso de la fecundidad y las altas tasas de mortalidad
de los homicidios; todo ello impacta negativamente en el volumen de la población de
Ciudad Juárez. Este panorama es corroborado por los cientos de viviendas
deshabitadas y/o abandonadas que se encuentran por toda la ciudad; mismas que a
su vez van intensificando el entorno de inseguridad, ya que se convierten en
espacios propicios para el vandalismo y la perpetración delictiva. Si analizamos el
centro de Ciudad Juárez, encontramos una dinámica similar. Un estudio de
Hernández Sánchez, et al. (s.f.) revela que en los últimos cuatro años la población
del centro ha disminuido en 31%. En 2000 vivían en el centro aproximadamente 6
212 habitantes, y actualmente viven 4 272 personas. Estas cifras denotan un
problema grave que señala que la calidad de vida en el centro juarense no cumple
con las expectativas de sus habitantes. Según el estudio, entre las razones que han
obligado a la población a mudarse destacan la inseguridad subjetiva y objetiva de
los vecinos de la zona —reflejada principalmente en el robo y los continuos
disturbios— y la falta de espacios públicos para niños. Lo anterior alude a las
múltiples violencias urbanas que tienen arraigo en territorio juarense y han
impactado negativamente en el desarrollo económico y humano de la ciudad.
Hablamos de “violencias”, ya que éstas asumen caracteres particulares y disímiles
entre sí, en función del colectivo al que afectan —víctimas—, la estructura de
operación, entre otros. Desde la mirada de Julia Monárrez, la problemática de
violencia e inseguridad pública que prevalece en Ciudad Juárez es un fenómeno
complejo, pues se trata de un problema social con alcance internacional —ello en
función de la magnitud de los asesinatos de mujeres y las ejecuciones de hombres
ligados al narcotráfico— (Cervera Gómez, 2005). Asimismo, la complejidad radica
en que las violencias no sólo atañen a quienes han sido víctimas, ni tampoco a los
responsables de prevenirla, erradicarla, penalizarla y sancionarla, también
corresponde a la ciudadanía que es o puede ser víctima de tales prácticas que
lesionan su persona, seguridad y/o bienes (Concha-Eastman, 2002). Concha-
Eastman (2002) propone una definición general y ampliamente utilizada, que aborda
la(s) violencia(s) como una práctica que se funda en el uso intencional de la fuerza o
el poder con un fin predeterminado, y provoca daños físicos, mentales o sexuales
que lesionan la libertad de movimiento o causan la muerte de personas. Las
violencias tienen una estrecha relación con la inseguridad ciudadana, aunque no
aluden exactamente al mismo aspecto de un fenómeno. La (in) seguridad, por su
parte, nos remite al derecho que tiene toda ciudadanía de moverse libremente y sin
temor, de saber que no será despojada de sus objetos y pertenencias y que no será
dolosamente estafada de sus bienes, que no será intimidada y que puede confiar en
otros seres humanos así como confía en las personas cercanas a ella (Concha-
Eastman, 2002). Ahora bien, tanto las violencias como la inseguridad ciudadana
reportan víctimas. Uno de los tipos de violencia urbana que ha intensificado la
inseguridad en Ciudad Juárez es el ejercido por las pandillas barriales que han
avanzado en el control y gestión del territorio. En todo el estado de Chihuahua
operan aproximadamente unas 2 500 pandillas, con miembros activos en el área de
El Paso. Estas pandillas pertenecen a los grupos Barrio Azteca, Tango Blast y
Sureños (El Diario El Paso, 3 de abril de 2013). Algunos de los miembros de estos
grupos han entablado vínculos con colectivos y grupos norteamericanos, es el caso
de Tango Blast que se encuentra articulada a la pandilla de motociclistas Bandidos
Outlaw Motorcycle Gang, conocida por tiroteos públicos. Según el Departamento de
Policía de El Paso, cárteles mexicanos de la droga se articulan a pandillas de Texas
para traficar drogas, personas, armas y dinero hacia Estados Unidos, y para realizar
actos violentos en ambos lados del límite fronterizo. Si bien las pandillas no
constituyen el principal detonante de la inseguridad, han contribuido sustancialmente
al incremento de las tasas de criminalidad. Según el Centro de Investigación y
Seguridad Nación ( ), en Ciudad Juárez se asientan 450 pandillas que operan
al servicio del narcotráfico. En su mayoría se apoyan en el grupo Barrio Azteca para
el secuestro, la extorsión y el ajuste de cuentas. El fenómeno de las pandillas ha
impulsado la expansión de un tipo de sociabilidad en los barrios populares de Juárez
y otras ciudades de Chihuahua.
Dicha sociabilidad está integrada por comportamientos violentos y por un aparato
simbólico que legitima diferentes tipos de violencia y prácticas delictivas. Al
respecto, pensamos que el barrio estaría actuando, en términos de De Certeau
(1999), como un espacio de organización de la vida social de los jóvenes en el nivel
comportamental; pero también opera en el plano simbólico, generando un modo de
habitar la ciudad y procesos identitarios con un fuerte impacto negativo en la
sociedad. A ello se suma la disputa de diferentes organizaciones vinculadas al
narcotráfico por el control y gestión del territorio. En el estado de Chihuahua tienen
arraigo dos importantes cárteles del narcotráfico: Federación de Sinaloa y Juárez. El
primero, junto al cártel de los Zetas, controla 80% del mercado de drogas en el país.
Impone su territorialidad en la frontera oeste con Estados Unidos y ha construido
alianzas con otros grupos como Los Caballeros Templarios y el cártel del Golfo. Este
grupo, entonces encabezado por el Chapo Guzmán, se dedica al tráfico de heroína,
marihuana y cocaína, y lidera el mercado de drogas sintéticas, con un radio de
acción que trasciende las fronteras nacionales, marcando presencia en Argentina,
Ecuador, Perú, Panamá, Costa Rica y Guatemala, e incluso en Australia y Malasia,
así como en algunos países de Europa. El cartel de Juárez se ha mantenido en
pugna con la Federación de Sinaloa, perdiendo –ante esta última– dominio territorial.
Se apoya en bandas de pandilleros especializados en extorsión a comerciantes
locales en Ciudad Juárez. La rivalidad entre estos grupos, y entre ellos y las propias
autoridades locales, ha generado un clima de violencia exacerbado que ha
impactado profundamente en la sociedad civil juarense: decapitaciones,
mutilaciones públicas, ejecuciones sumarias, desapariciones y secuestros se han
convertido en noticia cotidiana. En relación con ello, fue considerada en 2012 como
la segunda ciudad más violenta del mundo, por detrás de San Pedro Sula, Honduras
(Aristegui Noticias, 24 de mayo de 2014). Otro tipo de violencia que se destaca en el
espacio público, vinculada a las ya mencionadas, es la que toma como
protagonistas a los hombres. Del total de víctimas por homicidio en los últimos años
en Ciudad Juárez, el porcentaje más alto lo representan los varones sobre las
mujeres; asimismo, el número de victimarios hombres lidera las cifras. Ello en
función de su participación en las organizaciones criminales y pandillas locales.
Ahora bien, dentro del colectivo masculino, quienes se ven más vulnerables son los
jóvenes, con gran participación en las redes del narcotráfico y delincuencia
(fundamentalmente en el sicariato).
A partir de lo expuesto, observamos que el avance del narcotráfico ha instalado
una modalidad de violencia urbana, que ha afectado mayoritariamente a hombres
jóvenes, y ha construido una dinámica en el espacio público regida por el miedo,
homicidios, torturas, balaceras. Ello ha desfavorecido la presencia en el espacio
público de otros grupos, así como la convivencia, intercambio e integración social.
Por otro parte, Ciudad Juárez se destaca en el contexto nacional por la violencia que
vivencian las mujeres. En Ciudad Juárez, 7 de cada 10 mujeres sufre algún tipo de
violencia, mientras que 2 de cada 3 la ha vivido alguna vez en su vida. Sólo en este
municipio fueron asesinadas 86 mujeres durante 2009 (El Mexicano, 10 de
diciembre de 2013). Asimismo, la tasa de muerte por homicidio en 2011 fue de 22.7,
la más alta del país. Si bien este tipo de violencia tiene origen en pautas culturales
que se han sostenido históricamente en el ámbito intrafamiliar, 48% de los
feminicidios sucedió en lotes baldíos, los cuales representan 40% de la mancha
urbana de la ciudad. Con ello, la violencia hacia la mujer juarense se torna de
carácter público, poniendo en alerta el uso que este colectivo social hace del
espacio público (Medina, 2014). En relación con lo anterior, pensamos que el
espacio público representa para las mujeres un no lugar, en términos de Marc Augé
(2010), donde las mismas se sienten y son percibidas como ajenas, en un doble
juego de visibilidad e invisibilidad. Son visibles como cuerpos de deseo o ultraje, e
invisibles como sujeto de derechos, que buscan apropiarse del espacio público
como lugar para el ejercicio de su libertad, de su ciudadanía. Otro tipo de violencia
es la ejercida sobre el colectivo de migrantes. Por su posición limítrofe, Ciudad
Juárez es un territorio seductor para el paso de población hacia Estados Unidos.
Esta situación se ha visto intensificada con el agotamiento de la industria
maquiladora y las consecuentes crisis económicas vivenciadas en México. A los
migrantes mexicanos, se suma la población originaria de Centroamérica, que busca
la posibilidad de llegar a suelo norteamericano. Ciudad Juárez es el segundo polo
fronterizo a nivel nacional, después de Tijuana. Sin embargo, el universo migrante
que arriba a Ciudad Juárez presenta gran heterogeneidad (edad, género, capital
social y cultural), lo que muestra diferentes grados de vulnerabilidad ante la violencia
potencial de la que pueden ser blanco. En general, se destaca el riesgo que los
migrantes poseen frente a la inseguridad de la ciudad, sumado a la condición de
pobreza y la ausencia de políticas gubernamentales tendientes a proteger la
condición de extranjeros en el país. Al convertirse en sujetos sin derechos —por su
condición de ilegalidad— se ven aún más desfavorecidos y desprotegidos. Las
violencias mencionadas —con arraigo en el espacio público de Ciudad Juárez— han
favorecido la expansión de un archipiélago del miedo e intensificado los procesos de
fragmentación social y espacial. A las condiciones de pobreza que vive la población
por la crisis que experimentó el modelo económico basado en la industria
maquiladora, se suman las condiciones de inseguridad producto del terrorismo,
delincuencia y violencia. Con ello, observamos la articulación de la inseguridad
ciudadana en un contexto de inseguridad humana, que ha complejizado y
profundizado aún más este fenómeno.

Infografía del espacio público juarense: habitar la


inseguridad
El espacio de la ciudad privilegiado para el encuentro de los actores y ejercicio de la
ciudadanía es el espacio público; en él se manifiestan expresiones plurales que
hacen visibles las condiciones y contradicciones en la formación y transformación de
la ciudadanía. Coincidimos con Patricia Ramírez Kuri (2007) en que la importancia
de pensar la ciudadanía a la luz del espacio público urbano radica
fundamentalmente en la revalorización de la ciudad como espacio que alberga la
pluralidad y la diferencia, y como ámbito donde se desarrollan sinergias y prácticas
sociales que contribuyen a la construcción de una cultura cívica común. Desde
nuestra mirada, el espacio público no refiere a un lugar situado, sino que aparece
cuando los seres humanos se encuentran para hacerse visibles. Lo público deviene
en aquello que se muestra ante los otros, dota de realidad la propia existencia,
provoca la desindividualización y permite la emergencia de un mundo común, el “ser
entre los hombres” (Arendt, 2005). Ahora bien, el espacio público se presenta como
un espacio relacional e histórico, donde se plasma la identidad, diversidad y
heterogeneidad de una sociedad. En efecto, el espacio público de Ciudad Juárez es
el resultado del accionar de diferentes actores y colectivos sociales a lo largo de
múltiples procesos históricos. La crisis de la industria maquiladora y con ello el
ascenso de la precarización laboral y la desocupación (año 2000), el establecimiento
de población migrante con destino a Estados Unidos, el surgimiento de pandillas
barriales que han avanzado en el control y gestión del territorio, las disputas de
diferentes organizaciones del crimen organizado y el tráfico de drogas, y el
incremento incesante de asesinatos a mujeres se han constituido como los factores
más relevantes que han impactado en el espacio público de dicha ciudad. En los
últimos treinta años Juárez creció seis veces su superficie, ello sin la adecuada
planeación urbana. La lógica de construcción de vivienda social en periferias cada
vez más lejanas provocó una estructura urbana difusa, dejando baldíos no
habitables ni transitables. Esta expansión desordenada generó espacios “vacíos”,
entre los nuevos conjuntos de viviendas de interés social, los asentamientos
informales y las discontinuidades territoriales. Por otro lado, el centro histórico se ha
convertido en un espacio abandonado, donde los edificios están siendo destruidos y
sin intentos de rescate. Ello se ve acompañado de procesos de “guetizacion” de los
espacios urbanos, ya que los sectores sociales —lejos de mezclarse e integrarse—
se van distanciando cada vez más en el territorio. Con ello se fragmentan los
servicios públicos por usos y clases sociales, y proliferan comportamientos
xenófobos que condenan a colectivos sociales enteros (Borja, s.f.). Además, la
pérdida de espacios en la ciudad —islas de soledad, oscuras y deshabitadas— ha
profundizado aún más la inseguridad subjetiva y han favorecido el ejercicio de
violencias urbanas y el desarrollo de la inseguridad objetiva. Al respecto, Julia
Monárrez (2010) afirma que Juárez es un caso paradójico, ya que se constituyó en
uno de los municipios de mayor generación de riqueza del país —en virtud de la
industria maquiladora—, con condiciones deficitarias en materia de infraestructura
urbana para sus habitantes. La arquitectura de la inseguridad presente en Juárez se
caracteriza por grandes muros ciegos (sin puertas ni ventanas) en planta baja que
rompen la interacción que se pudiera realizar entre las edificaciones y el espacio
público. Éstos surgen de la presencia de grandes edificios, gubernamentales o
privados, amurallados; ello se acompaña de plantas bajas no activas en distintas
edificaciones. Por otro lado, se observa una ruptura en la trama urbana, con escasas
conexiones directas a pie entre barrios y con grandes vialidades, viaductos,
distribuidores viales que fungen como barreras urbanas para la vida colectiva en el
espacio público (Medina, 2014). A esto se suman los conjuntos residenciales
cerrados y de formas urbanas “protegidas” (escuelas privadas, hospitales privados,
malls, deportivos privados, colonias enrejadas, etcétera) destinadas a las clases
medias y altas de la sociedad, aisladas del espacio público y de su contexto urbano
circundante.
Paradójicamente, este tipo de arquitectura defensiva, en lugar de reducir la
percepción de inseguridad, la incrementa. Ello a raíz de la separación física entre las
clases poblacionales altas y bajas, que ahonda en la fragmentación social y genera
mayor tensión y agresividad social, y una fractura en la ciudadanía. En efecto, a la
precariedad de servicios públicos e infraestructura urbana se suma la débil aparición
del espacio público como escenario de encuentro social. Al respecto, Julia Monárrez
(2010) señala que en Ciudad Juárez existen pocos espacios públicos —tanto calles
como parques y jardines—, y los que existen están abandonados o son poco
accesibles. Según recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, la
ciudad debería mantener 9 m2 de espacios públicos, y Juárez sólo posee la mitad
(4.5 m2). El vaciamiento del espacio público profundiza aún más las condiciones de
inseguridad, y con ello “el vacío comienza a ganar la batalla” (Hernández y Gómez
en Monárrez, 2010: 249). Asimismo, no sólo la estructura urbana y la carencia de
espacios públicos limitan la accesibilidad y el disfrute de la ciudad. Otro factor es el
sistema de representaciones sociales imperante en Ciudad Juárez. Según un
estudio realizado por Monárrez, 89% de la población entrevistada (hombres y
mujeres) en dicho municipio admitió no usar el espacio público por razones de
seguridad. El miedo se ha instalado en el imaginario urbano juarense, situación que
ha promovido el abandono del espacio público. La vivencia del miedo en la ciudad, y
en el espacio público, acumula experiencias que van alimentando paulatinamente un
sentimiento de crisis existencial, desesperanza y pérdida del futuro. Desde la mirada
de González (2011), la población convive con ansiedad y una sensación de
amenaza constante, que van deteriorando sustancialmente su calidad de vida. Si
bien la inseguridad subjetiva —como temor y/o miedo a ser víctima de delito— es
generalizado en el caso de Ciudad Juárez, Julia Monárrez (2011) señala que esta
experiencia debe ser analizada diferencialmente para los distintos colectivos
sociales que habitan en el espacio. Si bien los hombres no transitan el espacio
público sin limitacionets, ni todos los hombres tienen los mismos privilegios y la
misma forma de apropiarse de la arena pública, son las mujeres las que manifiestan
las mayores restricciones. En referencia a ello, más de 70% de la población
concuerda en que el espacio público es más peligroso para la mujer (Monárrez,
2010). En referencia a ello, Delgado (2007) afirma que los factores de inseguridad
afectan a las mujeres mucho más intensamente que a los hombres, lo que obliga a
examinar las formas en que se organizan las ciudades y las condiciones de vida e
infraestructura con las que cuentan.
Frente al recrudecimiento de sucesos de violencia, las mujeres juarenses optaron
por el repliegue en sus casas, en tanto la situación se restablecía. Ya sea como
respuesta a hechos concretos y reconocidos o ante a la incertidumbre que recrea
imaginarios de violencia, se identifican lugares de alto riesgo para las mujeres, como
las paradas de autobuses, las calles con poca o ninguna iluminación o determinados
baldíos que son utilizados como vías de paso para acceder a ciertas colonias, donde
se sabe o se cree que han sucedido eventos de agresión física y sexual. Como lo
observan Fuentes y Peña, en la actualidad “las ciudades se han vuelto más
violentas y los espacios públicos son lugares en donde de manera cada vez más
recurrente se ejerce la violencia en contra de las mujeres” (en Cervera y Monárrez,
2011: 37). Ahora bien, el abandono del espacio público alimenta un círculo vicioso
de inseguridad, que no encuentra salida. Frente a ello, se torna necesaria la
presencia de la ciudadanía y el gobierno en aras de intervenir en el espacio público,
así como de mejorar la infraestructura y el equipamiento urbano. Como observa
Linda McDowell (2000), el acceso al espacio público —a su uso y disfrute— lleva
implícita la posibilidad de exclusión. En efecto, algunos actores intentan defenderse
del “trasiego de la vida pública” y de las violencias que conlleva el acceso a dicho
espacio, tratan de contraponerse a las territorialidades dominantes. En el caso de
Ciudad Juárez, la ciudadanía —sensibilizada por el contexto descrito— fue
generando una sinergia colectiva de apoyo y protección mutua, fortaleciendo la
sociedad civil y activamente su ciudadanía. Con este fin, en 2010 un grupo de
vecinos de Ciudad Juárez conquistó el espacio público a través de marchas y
manifestaciones, a fin de hacer efectivo su “derecho a la ciudad” (Lefevbre, 1968).
De este modo, reclamaron al gobierno mayores condiciones de seguridad y apelaron
al involucramiento generalizado de la ciudadanía para construir un camino viable
hacia mejores condiciones de vida urbana. En relación con ello, coincidimos con
Jordi Borja en que el espacio público es el escenario de la representación de la
sociedad, donde ésta adquiere visibilidad: ya sea mediante acuerdos o a través de la
expresión de contradicciones y conflictos (Borja en Dammert, 2004). La presión
ciudadana y mediática favoreció la atención del gobierno federal, estatal y local al
clima de inseguridad vivenciado en el municipio. En efecto, el 17 de febrero de 2010,
el gobierno federal (comandado por Felipe Calderón) puso en marcha el Plan
Estratégico Todos Somos Juárez, en respuesta al círculo vicioso de violencia que
enfrentaba dicha ciudad. El plan se organizó a partir de ciertos compromisos y
acuerdos entre el gobierno y la sociedad civil. Para ello, se fundaron los Consejos
Ciudadanos –constituidos por funcionarios de gobierno de los tres niveles y por
ciudadanos sin cargo público (cscp). Entre los objetivos planteados en el marco del
plan, podemos mencionar la identificación y combate de los procesos gestores de
violencia, la recuperación de la paz y tranquilidad de los habitantes de la ciudad y la
generación de lazos de confianza entre los juarenses, para hacer posible la
reconstrucción del tejido social. Para el logro de estos objetivos se instrumentaron
algunas acciones dirigidas a incluir a la ciudadanía, fomentar y vigorizar su
participación: construir y fortalecer redes ciudadanas de control y vigilancia,
mediante la puesta en marcha de un sistemas de denuncia anónima;8 establecer
canales de comunicación que fungieran como espacios de diálogo abierto con la
ciudadanía y el gobierno, y crear esquemas de organización social para el apoyo de
los programas operativos. La mscj se constituyó como un puente de comunicación y
trabajo conjunto entre el gobierno y la sociedad. Esta experiencia documenta la
importancia de la presencia de la ciudadanía y el gobierno en el espacio público, en
un trabajo mancomunado para gestionar y controlar su uso. Con ello se reafirma el
carácter plural del espacio público y los beneficios que trae aparejado el
empoderamiento ciudadano. Ahora bien, aunque este proceso ha mostrado un gran
avance, consideramos que aún quedan múltiples desafíos vinculados al
mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de la población y a la
construcción de un modelo de seguridad comunitario que logre hacer ciudad. Se
trata de enfrentar a la inseguridad a través de la integración social y el mejoramiento
de las condiciones de vida de todos los colectivos sociales que habitan en el
territorio.

Algunas reflexiones y propuestas


Iniciamos este trabajo interrogándonos sobre el modo en que se construye el
espacio público en Ciudad Juárez. Con dicho objetivo, exploramos territorialidades
que convergen para ello, así como algunos procesos que han impactado
históricamente en dicho espacio. A partir de esto, sostenemos que el espacio
público es un desafío global a la política urbana, se trata de un reto urbanístico,
político y sociocultural que comprende a toda la ciudad. Debe entenderse superando
la percepción de espacio residual entre lo construido y lo viario, para acercarse a
miradas que lo visualicen como espacio de la continuidad, la diferenciación y la
integración social. Se trata de un espacio ordenador del barrio, articulador de la
ciudad y estructurador de la región urbana. Para que ello se concrete, es necesario
que el gobierno asuma la comandancia de los proyectos de planeación e
intervención en el espacio urbano, generando un trabajo articulado y conjunto con la
ciudadanía. El fortalecimiento del espacio público se ve reflejado directamente en la
integración de la sociedad y en la construcción de condiciones de seguridad
ciudadana más favorables. La experiencia vivenciada por la población de Ciudad
Juárez en los últimos cinco años se gestó en un contexto de ruptura del tejido social
comunitario, con el predominio de valores y prácticas sociales que exaltaban el
individualismo y la competencia sobre la cooperación y la solidaridad (Ziccardi,
2012). Ello había debilitado la confianza y la construcción de capital social. En este
marco, la población juarense se vio amenazada por la incertidumbre, la violencia y el
miedo generado por la inseguridad y las actividades delictivas que tenían lugar en la
entidad. En efecto, la primera barrera con la que se encontró Todos Somos Juárez
fue el temor y la fragmentación social. Por ello, el involucramiento de la ciudadanía
desde los orígenes de la política era el factor más importante para construir un
ámbito de intercambio y expresión, para fortalecer el espacio público y alcanzar
mayor integración social. En relación con lo anterior, coincidimos con Jordi Borja en
que la ciudadanía debe conquistar espacios en aras de intervenir en la dirección de
los procesos de transformación social; y ello implica iniciativa, conflicto y riesgo, pero
también legitimidad, fuerza acumulada, alianzas y negociación. El círculo vicioso
generado por el abandono de los espacios públicos, la multiplicación de los miedos y
de la inseguridad ciudadana, el arraigo de diferentes violencias urbanas, se debe
romper no solamente mediante las políticas de seguridad —preventivas, disuasorias,
estructurales—, sino también con una política de espacios públicos que incluya a la
ciudadanía activamente (Borja en Dammert, 2004). Con ello, rescatamos la
importancia de la participación ciudadana como un pilar fundamental en las políticas
públicas en materia de seguridad. De ahí que el estudio de la participación
ciudadana tenga un papel tan importante en la comprensión del fenómeno de la
inseguridad. Según refieren González Placencia et al. (s/f), no hay una modalidad
única de participación y, en este sentido, son relevantes los esfuerzos que desde
diferentes perspectivas se han ocupado de impulsarla; algunas veces desde el
propio gobierno y otras desde el seno de la sociedad civil. Asimismo, la
incorporación del gobierno local en aras de estrechar los vínculos Estado-sociedad
para el fortalecimiento del tejido social, constituye un paso fundamental. Al respecto,
Jordi Borja señala que la proximidad es un privilegio que el gobierno local debe
aprovechar estableciendo una relación cercana con la sociedad civil. En efecto, las
políticas públicas integradas y la participación ciudadana deben caracterizar a la
gestión local (Borja en Dammert, 2004). Sin embargo, y a pesar de la reducción
significativa de las tasas de homicidio, Ciudad Juárez debe enfrentar muchos
desafíos vinculados al combate de las organizaciones criminales, al control de
pandillas urbanas y al fortalecimiento de las instancias organizacionales gestadas en
el marco de Todos Somos Juárez; todo ello con el interés de construir un espacio
público más habitable. Si a ello sumamos la prevalencia de violencias que tienen un
arraigo histórico, y han mostrado un crecimiento significativo y sostenido en los
últimos veinte años, la situación se torna más compleja aún. Esto último requiere del
trabajo coordinado de los tres niveles de gobierno, y de la dotación de recursos y
herramientas legales y financieras para el municipio, con el apoyo operativo del
estado y la federación. Asimismo, se debe resaltar que esta política debe integrarse
a un plan estatal y nacional con el mismo carácter, para que el impacto sea
significativo, progresivo y sostenible. A partir de la problemática detectada en Ciudad
Juárez se proponen algunas líneas de acción, con el fin de construir una estrategia
de intervención urbana que permita la generación de espacio más habitable, con
mejores condiciones de seguridad subjetiva y objetiva. En efecto, señalamos los
siguientes puntos: Se necesita apostar por un modelo de ciudad densa, mixta y
compacta, enfocada en facilitar la vida en las calles, mediante la caminata, el uso de
la bicicleta y del transporte público. Medida que si bien tardaría su tiempo en
implementarse, permitiría en el mediano plazo la provisión de servicios de seguridad
de una forma más económica. Asimismo, se sugiere evitar barreras físicas, los
espacios residuos y enclaves. Aquellos espacios deshabitados y/o descuidados no
sólo no tienen atractivo visual y son percibidos de modo poco satisfactorio para el
traslado cotidiano, sino que se pueden convertir en áreas riesgosas o idóneas para
la ilegalidad. Esto último en función de que la disminución del tránsito peatonal o
vehicular reduce las posibilidades de control espontáneo. Además, se han
convertido en el escenario privilegiado para la perpetración de homicidios. Estos
lugares demandan un uso colectivo, mismo que debe ser construido por los
habitantes locales en aras de recuperar las zonas abandonadas. Siguiendo esta
línea, es necesario controlar los procesos de urbanización segmentada o cerrada,
que ahondan en la fragmentación social, así como el traslado de la población
marginal a la periferia de la ciudad que generan cordones poblacionales
suburbanos. A nivel barrial, la política urbana debe fomentar usos mixtos y diversos,
en plantas bajas, y para diversos horarios a lo largo del día. Incentivar el desarrollo
intra-urbano, especialmente en lotes baldíos o grandes superficies de
estacionamiento. Eliminar las barreras urbanas y crear cuadras pequeñas que sean
caminables. Así como dar un mantenimiento continuo a los espacios públicos y
edificios en deterioro. Es importante destacar que no es recomendable (ni genera
equidad) eliminar el comercio informal en la calle, por el contrario se le tiene que
reordenar, de tal forma que genere actividad en el espacio público, sin saturar
arterias y manteniendo la higiene del espacio público. De la misma forma, en el
diseño del espacio público y su construcción se deben aplicar medidas de
“prevención del crimen mediante diseño ambiental”, como iluminación y espacios
abiertos, y el mejoramiento de la movilidad urbana. Es necesario identificar,
señalizar e iluminar las paradas del transporte público, alargar los horarios de sus
recorridos y revisar los trayectos realizados para incorporar áreas marginales. Ello
mejoraría la comunicación territorial de la población y facilitaría el traslado y
movilidad social en el espacio. Otro aspecto importante es el fomento de la vitalidad
de los espacios y su control espontáneo. La diversificación en el uso del territorio
permite construir un sistema de movimiento y flujo de personas, aumentando el
control espontáneo. Para ello, se requiere mezclar los usos del suelo (habitacional,
comercial, recreativo) a fin de que diferentes grupos sociales ocupen y gestionen el
espacio en diversos horarios y con múltiples fines. Todo ello debe partir de las
necesidades de la población y sus pautas culturales y sociales. Asimismo, se deben
valorar las estructuras sociales existentes y considerar las redes comunitarias. Uno
de los puntos centrales radica en el reconocimiento y fortalecimiento de los lazos
identitarios de la comunidad, mediante la apropiación colectiva del espacio público y
la construcción social de la seguridad. Para ello, es necesario darle un peso
considerable a la participación de la población en diagnósticos comunitarios,
campañas de recuperación de espacios públicos, cuidado y mantenimiento de calles
y jardines, así como en la promoción de actividades deportivas y culturales en
espacios donde los habitantes transitan cotidianamente. Ello repercute en el
sentimiento de pertenencia e identidad comunitaria, mismo que, vinculado a la
recuperación y apropiación del espacio público, logra que las personas respeten y
protejan dichos espacios y construyan una red de interacción, vigilancia y
protección. Todas las acciones que han sido referidas demandan el trabajo
colaborativo del gobierno local y estatal con los vecinos de la localidad y las
organizaciones radicadas en el territorio. Se trata de una intervención plural,
coordinada desde el Estado. El trabajo comunitario debe dotar a los espacios
públicos de un aspecto acogedor, incluyendo las necesidades de diversos grupos
sociales: niños, jóvenes, adultos, adultos mayores, mujeres, hombres, etcétera. Ello
con la finalidad de promover la presencia continua en dichos espacios y, como
consecuencia, el control espontáneo. El objetivo es transformar espacios
abandonados y descuidados en espacios concurridos y gestionados por la
comunidad. Todo esto acompañado de obras de infraestructura que permitan la
identificación social con el espacio: iluminación, promoción de áreas verdes,
señalización de calles, pintura de fachadas, entre otros. Es fundamental el uso pleno
y plural de los espacios públicos a través de la integración y apropiación social, para
que Ciudad Juárez encuentre mejores condiciones de seguridad y habitabilidad del
territorio.

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Notas
* Candidata a Doctora por la Universidad Nacional de San Juan, Argentina. Maestra en Ciencias
Sociales con especialidad en Desarrollo municipal por el Colegio Mexiquense, México. Colaborador
como docente investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de México.
1 Ubicamos a la seguridad ciudadana en el marco de la seguridad personal, incluye delitos contra la
vida, el patrimonio y la integridad humana (Curbet et al., 2003). A través de la seguridad ciudadana
es posible garantizar los derechos humanos fundamentales y la libertad en la sociedad.
2 La inseguridad puede observarse como el riesgo real ante un hecho (dimensión objetiva), o como el
temor percibido frente a ciertos acontecimientos (dimensión subjetiva) (Curbet et al., 2014).
3 Junto a Coahuila, Guerrero, México, Michoacán, Morelos, Nuevo León, Tabasco, Tamaulipas y
Zacatecas.
4 Véase El Heraldo de Chihuahua, 6 de noviembre de 2012.
5 Entre 1942 a 1964, casi cinco millones de mexicanos ingresaron a laborar en los campos agrícolas
de Estados Unidos. Estos braceros convirtieron a la agricultura estadounidense en la más rentable y
avanzada de todo el planeta. Se trataba de campesinos de las zonas agrícolas rurales más
importantes de México, como Coahuila, Durango y Chihuahua.
6 Los flujos migratorios provenían fundamentalmente de Durango, Coahuila y Veracruz.
7 Este mismo fenómeno se dio en Ciudad Mier (Tamaulipas), la zona metropolitana de Monterrey
(Nuevo León) y Tijuana (Baja California) ( , 2010).
8 Para ello se difundieron las siguientes líneas telefónicas gratuitas: emergencias 066, denuncia
anónima 088 y el 90089 para texto y/o envío de fotografías por vía celular.
Mexicali, abandono de viviendas, planeación urbana para
prevenir la delincuencia
Arturo Arango Durán *
Regina Soledad Cruz Vega**

Antecedentes
La inseguridad: factores de riesgo
De acuerdo con Herrera-Laso (2013), la estrategia seguida en el combate a la
inseguridad en nuestro país muestra fallas al no estar centrada en la construcción de
un esquema integral de seguridad pública sino en la contención y combate al delito
(es decir, atrapar presuntos delincuentes). Siguiendo el pensamiento de Herrera-
Laso, en lugar de apuntar las formas para combatir la inseguridad se deben
concentrar los esfuerzos en las condiciones para generar sistemas de seguridad.
Para ello hay que construir un modelo que contemple once variables que, según los
criterios de este autor, inciden en la propensión a la violencia y la inseguridad: (1)
pobreza y marginación; (2) infraestructura física precaria; (3) violencia intrafamiliar;
(4) presencia de pandillas juveniles; (5) presencia de delincuencia organizada; (6)
presencia de armas, drogas y alcohol; (7) presencia precaria de autoridad; (8)
ambiente de impunidad y procuración de justicia precaria; (9) bajos niveles de
organización comunitaria y de cohesión social; (10) ausencia de cultura de la
legalidad e, (11) impactos transnacionales de la criminalidad.

La arquitectura y la seguridad
Comencemos por la relación entre delito, seguridad y espacio público. El delito es
una actividad realizada por seres humanos que sucede en un tiempo y espacio
específicos en un contexto o bajo ciertas condiciones ambientales que hacen posible
que se dé el encuentro entre víctimas y victimarios. Las condiciones ambientales
dependen generalmente de los flujos y movimientos de personas y
activos sobre un espacio determinado. Ese espacio puede ser público o privado. En
general puede señalarse que los delincuentes buscan espacios que se encuentren
sin supervisión, aislados de ésta, pero en donde confluyan las víctimas y donde
puedan ser encontradas por los victimarios. Así, el aislamiento puede ser real o en
sentido figurado. Se trata de lugares donde la supervisión resulta precaria o, de
plano, inexistente. Lo que busca el delincuente es escapar de la supervisión, algo
que puede realizarse fácilmente en cualquier espacio privado o público, zona urbana
o rural de nuestro país. La calle viene a ser el espacio por antonomasia para la
comisión de los delitos. Bajo esta perspectiva es en el espacio público donde se
definen la mayoría de los delitos. Es en la calle, o el parque, en la infraestructura
urbana, donde surgen la mayoría de las interacciones entre víctima y victimario. Así,
toma importancia conocer las características ambientales y de diseño arquitectónico
de los lugares públicos donde se dan los hechos y cómo esas características
disuaden o promueven la comisión de los delitos.
Al estudiar las características de los espacios públicos donde se acumulan los
delitos hemos encontrado que la mayoría fueron diseñados y construidos sin tomar
en cuenta la seguridad. En los estudios del tema de seguridad que se han
preocupado por integrar la arquitectura y el desarrollo urbano, existe un consenso
general en que si el espacio urbano y sus características ambientales son
planificados, diseñados y manejados apropiadamente, ciertos tipos de delitos y la
percepción de temor pueden ser reducidos, elevando la calidad de vida de la
comunidad. Bajo esta perspectiva entonces el arquitecto, el diseñador urbano, si
considerara integrar y combinar los conceptos y las tecnologías de seguridad podría
lograr que sus diseños proporcionen una solución integral útil para prevenir la
inseguridad y, sobre todo, capaz de facilitar la interacción y el aprovechamiento de
los espacios públicos. En criminología, a este proceso de proporcionar seguridad en
las fases de diseño arquitectónico se le conoce como Prevención del Delito a través
del Diseño Ambiental ( ,1 por sus siglas en inglés) mismo que no explicaremos
aquí, pero que existe como una alternativa teórica para comprender esta perspectiva
del diseño arquitectónico y urbano. Al respecto, sólo diremos que, en la actualidad,
la criminología ambiental contiene una familia de teorías que comparten un interés
en los eventos delictivos y las circunstancias ambientales en que surgen las
interacciones sociales en el espacio público, cuyo diseño podría facilitar o impedir el
delito. El punto de vista de la criminología ambiental (Mazerolle, 2008) se basa en
tres premisas:

El comportamiento criminal está determinado por la naturaleza del entorno


inmediato en que se produce el delito de tal forma que el ambiente no es un
elemento pasivo sino que, por lo contrario, juega un papel fundamental para
que el delito se cometa.
La distribución y la comisión del delito se dan en tiempo y espacio de forma
no aleatoria, por lo que pueden ser modificadas dado que el evento delictivo
se concentra alrededor de determinados espacios cuyas características
ambientales facilitan o propician la actividad delictiva.
La comprensión del rol que los distintos ambientes y espacios criminógenos
juegan en la comisión de los delitos y la forma en que pueden definirse estos
distintos ambientes da lugar a que se puedan concentrar recursos para
combatir fenómenos específicos en localidades acotadas.

Es de esta forma que, para la criminología ambiental, el objeto de interés no es el


delito, sino lo que hay alrededor de él, de manera ambiental, es decir, en la
configuración de los espacios. El éxito se mide por los delitos evitados y no por los
delincuentes detenidos.

Los jóvenes2
En el aprovechamiento de los espacios públicos, los jóvenes tienen un papel crucial,
pues son quienes tienen más tiempo libre y mayor posibilidad de apropiarse de los
mismos en la medida en que, si no trabajan o no estudian, o no lo hacen de tiempo
completo, son quienes cuentan con mayor energía e interés de conocer y vivir el
exterior, es decir, su libertad. No obstante, las condiciones actuales de la economía y
el cuidado de los hijos e hijas, cada vez más limitado por la integración de ambos
padres al mercado laboral, así como por la naturaleza de las familias actuales, que
cada vez dedican menos tiempo al cuidado de sus descendientes, ha propiciado un
incremento histórico de jóvenes sin empleo, sin estudio y sin guías de autoridad, así
como jóvenes con urgente necesidad de identificarse con algo, o con alguien y de
disfrutar su derecho a ser libres. Al segundo trimestre de 2013, había 21.5 millones
de jóvenes en México, es decir, personas entre los 15 y los 24 años de edad, que
representan 18.2% de la población total ( , 2014).
La situación brevemente descrita es un indicador que permite entender por qué,
actualmente en México, 47.0% de los delincuentes sujetos a proceso por algún
delito ante los juzgados del fuero federal y común, entre los años 2005 a 2011, tenía
entre 16 a 29 años de edad. Permite entender también que la incidencia delictiva
está focalizada entre los jóvenes alcanzando un pico estadístico máximo entre los
delincuentes de 23 años, donde, a partir de dicha edad se presenta una tendencia
decreciente. Permite darse cuenta que mientras, en la actualidad, una de cada
cuatro personas del país, se encuentra en la juventud, uno de cada dos delincuentes
conocidos también está en ese grupo de edad.
La situación de la juventud es tan grave que, en 2012, los jóvenes mexicanos
representaron poco más de 38% de las víctimas de homicidios en el país en relación
con la última década. Tristemente los jóvenes no han sido solamente las víctimas,
sino también la mayoría de los agresores, una tendencia común encontrada en toda
la región. Más de la mitad de los delitos en 2010 se cometieron por jóvenes, afirma
el informe Panorámica de la población joven en México, editado por el . De
estos jóvenes, la mayoría tenía entre 18 y 24 años y nueve de cada diez eran
hombres.
Según el investigador Arturo Yáñez Romero (2005):

La tendencia juvenil a reunirse para la diversión como forma de sociabilidad se


convierte en fundamento para la generación de pandillas o bandas juveniles que
siendo su objetivo inicial la diversión ocasional (fiestas, bailes y consumo de
alcohol) pronto devienen en formas de organización permanente para la diversión
con más emoción (drogas y adrenalina) y la obtención de mayores cantidades de
dinero para la diversión que se acompaña de armas blancas y armas de fuego,
artesanalmente construidas o de alto poder. Hay una transición entre los grupos
juveniles callejeros que se reúnen en las esquinas de sus colonias para beber
cerveza, escuchar música y fumar marihuana y los grupos de banda delictiva
organizada. La transición la constituyen las bandas en modalidad de pandilla que
pugnan y luchan contra otras por controlar un territorio dentro de las colonias. La
diferencia es cuando una banda que controla un territorio entra en contacto y
alianza comercial con narcotraficantes (o bandas de robo de autos o de
mercancías, etc.), entonces ya se integran como banda delictiva, es decir como
banda que controla un territorio mediante la violencia extrema con la finalidad de
monopolizar la distribución y venta de drogas en su territorio.

Un problema local, sin control o bajo un precario esquema de supervisión


institucional, da como resultado la pérdida de control territorial y propicia ahora un
control y prácticas sociales alejadas de una buena convivencia Tales prácticas
sociales que siendo inicialmente menores, discontinuas y coyunturales, pueden
convertirse en permanentes y relevantes para esos grupos o comunidades locales,
regionales, nacionales e internacionales. Es el caso de la delincuencia en México en
los recientes veinte años.

La violencia social, los jóvenes y el miedo


Debido a ese proceso multicausal, desde los años noventa mucho se ha publicado
sobre la violencia que azota a nuestro país. Violencia que se traduce finalmente en
las cifras de incidencia delictiva registradas y en delitos de gran violencia e impacto
social, que principalmente están siendo cometidos, como hemos visto, por jóvenes.
Esta situación ha propiciado que la sociedad haya adoptado, aun a su pesar, un
“modelo de vida” basado en la “alegalidad”, es decir, una mezcla de ilegalidad y
violencia, donde la gente observa la debilidad institucional y sabe que la eficacia de
las distintas autoridades en el combate al delito y la violencia es muy poca o nula, y
que quien tiene el control de facto en múltiples localidades son los diversos grupos
de delincuencia, por lo que ese modelo de vida tiene a la incertidumbre y el temor
como motores y reguladores de sus distintos comportamientos y actitudes en su
convivencia y acción cotidianas.
Así, en muchos municipios se puede observar cómo la delincuencia organizada
actúa como una estructura paralela al Estado. Los distintos grupos dominantes
determinan la libertad de información, realizan tareas de patrullaje, cobran el
derecho de piso como un impuesto de seguridad y, al mismo estilo que las mafias
italianas, tienen el control sobre lo prohibido por la ley, pero también la capacidad de
utilizar las propias reglas con la violencia como moneda de cambio para someter y
ejercer el control sobre el territorio de su dominio, incluida la población que ahí
habita. Eso hace que los espacios públicos se vean abandonados a partir de
determinada hora, que no haya corridas de autobuses entre localidades por las
tardes, que la gente haya abandonado parques y jardines y que múltiples negocios,
en particular los que cuentan con actividades que son atractoras de delincuentes
potenciales, como son los que tienen que ver con alcohol y sexoservicio, sean
literalmente inexistentes.
La calle o cualquier espacio público deviene en espacio sin control donde todo
puede pasar. Esa percepción de certeza de que el espacio público es peligroso, ese
miedo derivado de la actividad de la delincuencia organizada, o no, tiene
consecuencias sobre el comportamiento de las personas, por lo que viene a ser un
problema en sí mismo, ya que puede ser limitante y llevar a que la sociedad
manifieste actitudes de exclusión y de no utilización de los espacios públicos,
haciéndolos más inseguros. Así, al intentar controlar ese espacio, se establecen
diferentes condiciones de utilización que pueden limitar o prohibir distintos
esquemas de utilización que propicien exclusión y el consecuente abandono de los
espacios públicos, haciendo que, paradójicamente, la inseguridad aumente en esos
lugares donde operan esquemas de aislamiento, abandono y exclusión y,
curiosamente, eso es más visible en aquellos esos espacios donde no se consideró
a la seguridad en el proceso de diseño arquitectónico y se ha sumado el aparente
abandono del Estado.
Por ejemplo en un nuevo fraccionamiento destinado a (1) personas pobres o
marginadas, el primer factor que podría aparecer puede ser el de la (7) ausencia
precaria de autoridad, el cual, dadas las condiciones preexistentes de pobreza, se
conjugaría con la gran cantidad de jóvenes sin supervisión de adultos, en
condiciones de no trabajo ni educación, ni actividades lúdicas, lo que motivaría la (4)
presencia de pandillas juveniles, que (6) utilicen armas, drogas y alcohol, que
llevaría a la (3) violencia intrafamiliar y a la (5) presencia de delincuencia
organizada, generando un (8) ambiente de impunidad y procuración de justicia
precaria, que conduciría a (9) bajos niveles de organización comunitaria y de
cohesión social, creando con ello una (10) ausencia de cultura de la legalidad, lo que
motivaría el abandono de viviendas y la generación de una (2) infraestructura física
precaria con el consiguiente reforzamiento de todos los demás factores.

Mexicali como contexto socioespacial


Para poder visualizar lo descrito hasta ahora, mostraremos un breve estudio de caso
realizado en 2013 como parte de los esfuerzos del Estado para conocer la magnitud
del fenómeno delictivo local y cómo es que su constitución geográfica y su
composición sociodemográfica ha permitido la situación de inseguridad que ahí se
vive. Para ello haremos referencia al municipio norteño de Mexicali, para el cual
nuestro equipo, en colaboración con la consultora SABER SE, desarrolló este
diagnóstico. A petición del ayuntamiento de Mexicali, el trabajo se concentró en
cuatro polígonos prioritarios, donde se tiene proyectado, si la situación política lo
permite, generar modelos de intervención.
Mexicali se encuentra ubicado en el noroeste del país, en frontera con Estados
Unidos. Se encuentra catalogada por Estados Unidos como la tercera frontera3 más
transitada del mundo, ya que tiene un promedio de cruces de un poco más de 21
millones de personas. Por lo que toca a los datos registrados ante el Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, fue el tercer lugar en delitos
registrados en los años 2011 a 2013 siendo superado sólo por Tijuana y Puebla, y
ocupa la segunda posición en 2014, manteniendo Tijuana el poco digno primer lugar.
En promedio, en esos años, en Mexicali se registraron un poco más de 38 mil
delitos; en homicidios ocupó el lugar 37; en lesiones,
15; en delitos patrimoniales, 19; en robo común, 1; en violación, 11; en secuestro,
35. La posición que a nivel global ocupa Mexicali se debe sobre todo al delito de
robo que muestra crecimientos importantes desde el año 2011.
Cuadro 1. Total de viviendas, viviendas habitadas y deshabitadas en Mexicali,
Baja California, 2010

Fuente: Elaboración propia con información del .

Como puede verse en la figura 1, en números absolutos existe una concentración


de viviendas deshabitadas en los polígonos y .

Figura 1. Áreas geoestadísticas básicas ( ) según porcentaje de viviendas


deshabitadas en Mexicali, Baja California, 2010

Fuente: Elaboración propia con base en .

Bajo una perspectiva sociodemográfica el principal problema que se presenta en


la entidad es la gran cantidad de viviendas deshabitadas (22.2%). Según los
indicadores del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social
( ), Mexicali ocupa la posición 2 413 entre los 2 456 municipios que
conforman el país (2010) y tiene índices de rezago muy bajos.
Así podemos ver que en general, en Mexicali, según datos censales de 2010,
existía 23.1% de viviendas deshabitadas .
Identificación de principales problemáticas en los
polígonos en estudio
En los polígonos en estudio se encontró que, de las llamadas de servicio recibidas
para su atención por la policía municipal, 45% tenía que ver con la posible comisión
de un delito mientras que 55% se presumió una falta administrativa.

Cuadro 2. Motivo de la llamada* de servicio en polígonos en estudio en


Mexicali, Baja California, enero de 2011 a junio de 2012

* Según posible delito o falta administrativa


Fuente: Elaboración propia con base en información de la Secretaría de Seguridad Pública
municipal.

Agrupando los distintos incidentes en la clasificación de llamadas de servicio, el


robo en cualesquiera de sus manifestaciones ocupa el primer lugar, seguido por
individuo sospechoso, persona agresiva y violencia intrafamiliar, como se muestra
en la tabla siguiente.
Bajo esta clasificación se destacan, en las posiciones 6 a 10, aquellos incidentes
que tienen que ver la mayoría de las veces con jóvenes y/o vandalismo, a saber:
riña, música en alto volumen, drogas o alcohol, vagos o pandillerismo e incendio.
Estos nueve motivos dan lugar a 57% de las llamadas de servicio atendidas por
la policía municipal. En total, 15 motivos generan 72% de las llamadas de servicio.

Cuadro 3. Incidentes que dan motivo a llamadas de servicio en polígonos en


estudio, Mexicali, Baja California, enero de 2011 a junio de 2012
Fuente: Elaboración propia con base en información de la Secretaría de Seguridad Pública
municipal.

La infraestructura
En general los polígonos en estudio cuentan con todos los servicios urbanos como
son energía eléctrica, agua potable, alumbrado público —éste con algunas
deficiencias—, parques, jardines, centros recreativos, deportivos, vialidades
adecuadas, transporte público, mercados, entre otros.
Existe además un gran número de negocios y tiendas de conveniencia que les
permiten a los habitantes contar con satisfactores básicos en las cercanías de las
viviendas. Puede señalarse que en casi todas las viviendas y, a pesar de que en
algunas hay claros signos de pobreza, pudo notarse un vehículo estacionado.

La vivienda
Los polígonos en estudio presentan grados de desarrollo mixto: aquellos que se
derivan de asentamientos residenciales ya antiguos y en donde los habitantes han
desarrollado ya características de comunidades maduras (2). En general, en estas
zonas se presentan a través de agrupaciones isla, que se pueden recorrer sus
cuatro costados fácilmente. Están conformadas por viviendas aisladas entre sí
formadas por bloques.

Figura 2. Agrupaciones de vivienda tipo isla


Fuente: Elaboración propia con información de Google Earth.

En este tipo de asentamientos, poco a poco se ha ido mejorando la situación


urbana y los asentamientos isla han ido derivando en agrupaciones de viviendas con
edificación continua con cuatro bordes definidos conformando una manzana, debido
sobre todo a que se tiene un proceso constante de bardeado, lo que va delimitando
propiedades y se van conformando manzanas o agrupaciones de viviendas con
edificación continua con cuatro bordes.
Las edificaciones agrupadas bajo el modelo de vivienda continua (figura 3),
responde a la “demanda de vivienda” a la que se ha dado respuesta con
asentamientos de “interés social” y cuyos desarrollos se han realizado en grandes
terrenos existentes a la orilla de la ciudad y donde las características no son
precisamente ideales, pues no cuentan con todos los servicios e infraestructura
urbana adecuada.

Figura 3. Agrupación de vivienda continua

Vivienda continua, con acceso en dos frentes paralelos con características de tipo isla, dada la
ausencia de bardas o delimitadores entre vivienda y vivienda.
Fuente: Elaboración propia con información de Google Earth.

Detección de zonas con altos índices de abandono de


viviendas y presencia del delito
En general existe un severo problema que tiene que ver con las viviendas
deshabitadas como son el vandalismo, el grafiti, los daños a la propiedad, la
vagancia, la drogadicción, la utilización de dichas casas como picaderos y una gran
cantidad de robos, quizá no denunciados, de material de construcción de las
viviendas, en donde pudo notarse el saqueo de puertas, ventanas, cableado
eléctrico, tuberías y, en algunos casos extremos, la destrucción completa de las
viviendas.4
En el mejor de los casos esas casas abandonadas son utilizadas (no quisiera
utilizar el término “invadidas” dada la problemática existente) por personas sin hogar,
las cuales le dan un aprovechamiento que permite reducir la problemática de
pandillas y la utilización de espacios en forma inadecuada.
Cabe señalar que el abandono de viviendas en Mexicali es muy distinto y tiene
causas diferentes al de otras localidades fronterizas. Por ejemplo, si se compara a
esta localidad con Reynosa, allí es originado por la violencia, mientras que en
Mexicali se da, aparentemente, por pobreza y exceso de oferta de vivienda en la
ciudad.

La vida nocturna
Debido a las condiciones climáticas, durante la mayor parte del año, con algunas
excepciones en el invierno, las calles y los espacios públicos cobran vida una vez
que el sol empieza a ponerse. Los jardines se llenan, las esquinas se alegran con la
presencia de vendedores ambulantes que ofrecen distintas mercancías que van
desde ropa, aparatos electrónicos hasta alimentos y bebidas. La gente sale a los
patios a cocinar carne asada o hacen reuniones familiares o de amigos alrededor de
equipos de sonido, en donde destacan el karaoke o los radios de los autos, ambos a
alto volumen. Los puntos de reunión son diversos y en general la vida nocturna es
más rica que la diurna. Por ello, es posible encontrar a altas horas de la noche a
grupos de jóvenes de escasa edad, entre los 13 a los 17 años, sin supervisión de los
adultos y los cuales se encuentran “aparentemente” platicando.
Se tuvo oportunidad de interactuar con algunos de esos grupos y no se
encontraron residuos o indicios de consumo de alcohol, pero sí el aroma
característico de los consumidores habituales de droga, desde los inhalantes hasta
el crack, el ice o la marihuana. Es importante destacar el alto número de personas
sentadas en las esquinas o en las entradas o patios de las viviendas, principalmente
mujeres adultas, solas, sin motivo aparente y una gran cantidad de personas en
bicicleta. Así en un recorrido de patrullaje normal no es raro encontrar cada dos o
tres minutos a alguien sentado o dando una vuelta en la bicicleta. Esto último
generalmente en grupos de dos.

Cuadro 4. Llamadas de servicio en colonias del polígono 1, en Mexicali, Baja


California, enero de 2011 a junio de 2012
Nota: las cantidades resaltadas representan aquellas llamadas de servicio que están por encima del
promedio.
Fuente: Elaboración propia con información de la Secretaría de Seguridad Pública de Mexicali.

Resultados del análisis por polígono


Con el objeto de mostrar de manera más específica lo que ocurre en cada polígono,
en el estudio realizado en este momento se presentará sólo uno de ellos para
facilitar la comprensión de la dinámica de análisis.

Según información sociodemográfica


La figura 4 muestra al polígono 1 por áreas geoestadísticas básicas ( ), donde el
gris más fuerte corresponde al mayor número de viviendas deshabitadas según
datos censales del año 2010.

Figura 4. Total de viviendas y viviendas deshabitadas, según viviendas


deshabitadas por en el polígono 1 de Mexicali, Baja California, 2010
Nota: en cada , el número mayor corresponde al total de viviendas mientras que el número
menor, corresponde al total de viviendas deshabitadas. El tono más oscuro implica mayor número de
viviendas deshabitadas. Así encontramos dentro del polígono, al sur-oriente a tres : una con 906
viviendas deshabitadas de 2 257, otra con 541 de 1 467 y una más con 745 de 817.
Fuente: Elaboración propia con información del .

La parte sombreada en el mapa 1 muestra la situación de manzanas con


viviendas según información censal de 2010. Los círculos muestran las zonas que
no tenían viviendas en el año 2008 (31 de enero de 2008).
La mayoría de las manzanas del polígono 1 muestran tasas de desocupación del
40% o menos. En la figura 5 pueden observarse, en los tonos más oscuros de gris y
resaltadas en contorno blanco, a aquellas manzanas (108 de 775 en el polígono)
cuyas tasas de desocupación son mayores al 40%.
Las manzanas que cuentan con 1 a 10 viviendas deshabitadas están por lo
general más al centro del polígono y en la parte norte, cubriendo la gran mayoría de
estas manzanas el ejido Puebla.
Dentro del polígono 1, la zona más difícil, considerando viviendas abandonadas,
es la que se encuentra más al sur-oriente, que es la de reciente creación (mapa 2).

Mapa 1. Cobertura de viviendas en 2010 (sombreado) versus situación en 2008


en el polígono 1, en Mexicali, Baja California
Fuente: Elaboración propia sobre mapas de Google Earth e información del INEGI.

Figura 5. Manzanas según porcentaje de viviendas deshabitadas con respecto


del total de viviendas en el polígono 1, en Mexicali, Baja California

Fuente: Elaboración propia sobre mapas de Google Earth y con información del INEGI.

Mapa 2. Manzanas según porcentaje de viviendas deshabitadas con respecto


del total de viviendas en 2010 versus la situación en el año 2008 en el polígono
1, en Mexicali, Baja California
Fuente: Elaboración propia con mapas de Google Earth e información del .

Algunas imágenes del recorrido en el polígono 1


En general la situación que existe en todos los polígonos recorridos se puede ver en
las siguientes imágenes, que muestran a múltiples manzanas con viviendas en el
completo abandono y los problemas derivados.

Fotografías 1 y 2. Casas abandonadas en el polígono 1, en Mexicali, Baja


California

Casas abandonadas almacenando gran cantidad de basura y fachadas con grafitis.


Fuente: Juan Pablo Arango Orozco y Luis Arturo Arango Orozco.

Fotografías 3. Casas abandonadas en el polígono 1, en Mexicali, Baja


California
Utilizadas para deshuesar vehículos robados o como “picaderos” o para consumo de drogas y
alcohol.
Fuente: Juan Pablo Arango Orozco y Luis Arturo Arango Orozco.

Fotografías 4. Casas en el polígono 1, con áreas construidas y con acabados


por encima del promedio, abandonadas

Incluso casas abandonadas con muy buenos acabados.


Fuente: Juan Pablo Arango Orozco y Luis Arturo Arango Orozco.

Fotografías 5. Letreros y grafiti en casas abandonadas en el polígono 1

Algunos letreros de bandas relacionadas con la Mara Salvatrucha, posiblemente con Sur Trece
Califas, que utilizan las letras ms y los números 213, los cuales corresponden al código de área del
sur de California, Estados Unidos, donde reside este grupo delictivo.
Fuente: Juan Pablo Arango Orozco y Luis Arturo Arango Orozco.

Fotografías 6. Contraste entre parques y jardines, limpieza y utilización versus


área destinada a jardines en casas abandonadas en el polígono 1

Espacios públicos subutilizados. Tierra de nadie.


Fuente: Juan Pablo Arango Orozco y Luis Arturo Arango Orozco.

Propuesta de intervención basada en los resultados del


diagnóstico
¿Qué se puede hacer para que se detenga el abandono de viviendas y evitar que
siga creciendo el problema? ¿Bajo qué mecanismo se pueden recuperar las
viviendas? ¿Cuál es el costo de recuperación? ¿Quién paga ese costo? Una vez
que la vivienda ya se recuperó, ¿qué puede hacerse para que familias de escasos
recursos puedan pagar la vivienda, sin que los costos de transporte incidan y
repercutan en su ingreso familiar? ¿Es posible hacer autosustentables esas
comunidades?
Lo primero es hacer una revisión de las viviendas que continúan habitadas y
conocer las condiciones que se tienen, sobre todo, realizar estudios
socioeconómicos de las familias y conocer los posibles atrasos dadas las presiones
sobre los ingresos familiares y las condiciones de trabajo y estudio.

Evitar nuevos abandonos


Al mismo tiempo se debe evitar en lo posible que las familias sigan abandonando las
viviendas, con un programa emergente que conozca las situaciones en este punto
de abandono y tener mecanismos de congelamiento de adeudos o alternativas de
solución a problemas de pago. Así, por un lado, el municipio condona o pospone el
cobro de impuestos predial y agua, se negocia para disminuir el pago de energía
eléctrica y se generan mecanismos de negociación con las hipotecarias para evitar
nuevos abandonos.
Mapa 3. Espacios destinados para vivienda, a pesar del abandono en otros
fraccionamientos

Fuente: Elaboración propia con mapas de Google Earth.

En paralelo con la revisión socioeconómica de las familias en viviendas


habitadas, se debe realizar un censo de las viviendas deshabitadas para conocer la
magnitud del problema.
Esta revisión debe ubicar con precisión en el espacio vivienda habitada-
deshabitada: manzana, entre calles, ubicación de otras viviendas habitadas en otras
manzanas.
Realizar un estudio de condiciones que guarda cada vivienda en deterioro, si es
necesaria una reconstrucción parcial o total. Es decir, otorgar una calificación:
abandonada en buen estado, abandonada, reconstruible, reconstruible a alto costo,
pérdida total.
Estos estudios pueden ir desde reubicación de familias, expropiación por el
ayuntamiento, aceleración de los juicios, un programa emergente, pedir al
I que compre la deuda, rehabilitación y alquiler de las viviendas. Se piensa
que el mecanismo más rápido es la recuperación por el ayuntamiento mediante un
decreto que considere las viviendas abandonadas con precios no mayores a 20 mil
pesos, dado el alto costo económico que representa para una empresa la
rehabilitación. De hecho, por las condiciones que guardan, para las constructoras es
mejor, más rápido y más barato construir obra nueva que reconstruir y rehabilitar.
Una vez que las viviendas están en poder del ayuntamiento, entonces puede
pensarse en elevar la calidad de vida de la zona. Esto implica por fuerza la
reconstrucción y/o rehabilitación de una gran cantidad de viviendas, lo que
representa un alto costo económico. Independientemente de ello, cualquier
programa planteado debe involucrar y motivar a los propietarios.
La solución más rápida también tiene que ver con seleccionar el área de
manzanas menos deteriorada o emprender un programa de reconstrucción de las
manzanas necesarias para reubicación de familias en mejores condiciones. En su
caso, en este programa de rescate de viviendas deberían trabajar las familias que
van a ser reubicadas; es decir, si existe una zona con 20 manzanas con alto índice
de viviendas abandonadas y las familias que aún viven ahí pueden ser reubicadas
en sólo tres manzanas, deben escogerse las que ofrezcan mejores condiciones de
ubicación, cercanía, etcétera; reconstruirlas y reubicar ahí a los habitantes y, quizá,
en lo que se puede reconstruir lo abandonado, aislar zonas completas.
Esta reubicación puede funcionar incluso para localidades enteras. Esto implica
formar equipo de obras, de entre los mismos habitantes que tengan que ver con
albañilería, carpintería, pintura, plomería, herrería, agua, luz, instalaciones, remoción
de escombros, etcétera. De ahí que se pueda proponer un esquema de participación
comunitaria en donde se motive a los mismos habitantes a mejorar su entorno a la
vez que se incrementa el nivel de empleo.
Una vez reubicadas las familias, se deberá proponer un esquema de transporte
público de bajo costo, donde los habitantes de esas viviendas puedan crear una
sociedad transportista, apoyados por el ayuntamiento, se generen empleos y los
socios —los habitantes, pues— puedan tener una pequeña ganancia.
En conjunto con la idea anterior, puede funcionar quizá la instalación de
empresas sociales, en donde el municipio instale o promueva compañías de bajo
costo o donde se acerque a inversionistas a las zonas de alto abandono. Esto
funcionaría, por ejemplo, con talleres de costura, pintado automotor, granja de
cerdos o cualquier otro negocio que requiera de la utilización de mano de obra
intensiva y bajo nivel de inversión.
Así, conjuntamente con la reubicación, se tendría mano de obra en empresas
sociales que aumenten los ingresos de los habitantes, lo que daría arraigo familiar.
Una vez que se tenga la reubicación y las empresas sociales (albañiles,
plomeros, etcétera), con estos equipos se va trabajando manzana a manzana, bajo
un esquema de participación conjunta en donde se les da la oportunidad a nuevos
propietarios o antiguos propietarios que quieran recuperar sus viviendas en
condiciones más blandas, de formar parte de estas empresas sociales, de tal forma
que tengan incentivos no sólo de trabajar para recuperar sus viviendas sino de
aumentar los niveles de ingreso familiares.
A medida que se van recuperando viviendas, en cada manzana se debe dejar un
grupo de cuatro viviendas, dos a cada lado de la manzana, que sirvan como centro
comunitario o punta de lanza de otras empresas sociales. En este centro
comunitario se puedan tomar decisiones —en caso de que se presenten nuevos
abandonos— y se autoadministre cada manzana, en cuestiones tan simples como la
basura y vigilancia hasta complejas como buscar y promover apoyos para la
creación o mejora de nuevas empresas sociales.
Conforme esta solución funcione, entonces se empieza a incrementar el valor de
las viviendas, lo que permite que haya mayores ganancias y se tengan recursos
para que las comunidades sean autogestoras en rubros de salud, educación,
seguridad, etcétera.
También puede trabajarse en los espacios públicos como parques y jardines,
convirtiéndolos en punto de reunión y convivencia familiar y comunitaria. Para ello se
puede diseñar un esquema de quioscos y lugares donde se junte la gente,
protegiéndola de las inclemencias del tiempo (del sol en el día y de las bajas
temperaturas en temporadas invernales), de tal forma que generen ganancias
administradas por los habitantes.
En este proyecto debe cuidarse que las condiciones de reconstrucción
produzcan sentido de pertenencia no sólo de los habitantes hacia su vivienda sino
hacia su comunidad en conjunto. Así se pretende que las viviendas reconstruidas
tengan espacios delimitados por bardas, entradas privadas, espacios traseros y
costados también perfectamente definidos.
Para que esto funcione, es importante contar con mecanismos de captación de
problemas de salud pública, sobre todo de consumo de drogas, para generar
mecanismos de intervención que permitan la disminución y el control del problema.
Bajo este esquema se podría hacer sujetos de crédito a los habitantes que aún
viven en la zona para que adquieran las viviendas abandonadas y, a su vez, las
rehabiliten y las vendan, y donde los nuevos propietarios también tengan
participación de las ganancias.
El habitante actual arregla y repara la vivienda, tiene mejores condiciones de
vida, vive en comunidades sin vecindades indeseadas, eleva el valor de las
propiedades circundantes, promueve y vende las casas; los propietarios nuevos al
ingresar este esquema pueden utilizar sus ganancias como apoyo para pagar sus
viviendas, etcétera.

Respecto del problema de drogas y otros delitos


Es importante realizar, del brazo con la comunidad, un diagnóstico participativo que
permita ubicar a las distintas personas que se dedican al narcomenudeo. Así, al
estar levantando el inventario de viviendas abandonadas, se podrá ubicar picaderos,
hacer un inventario nocturno de noctámbulos y de personas sin “oficio” o bicicleteros
que deambulan a altas horas de la noche.
Es importante acercar la policía a la comunidad. Esto puede hacerse bajo un
enfoque de policía de proximidad (proxpol), policía comunitaria o policía orientada a
la solución de problemas
Lo ideal sería pensar en que el modelo de intervención lleve consigo una
estación de policía, la cual podría ubicarse temporalmente en una de las manzanas
con el mayor número de viviendas abandonadas y, a partir de ahí, trabajar en la
elaboración de un diagnóstico participativo a detalle.

Conclusiones
Este tipo de desarrollos urbanos es un modelo de negocio que se repite en buena
medida generando consecuencias diversas según el contexto. Nuestra tarea como
planificadores de ciudad es contribuir a la creación de un entorno tanto formal como
conceptual que permita crear las condiciones mínimas de habitabilidad, y las zonas
de riesgo detectadas en Mexicali se contraponen a este principio básico al que todos
tenemos derecho.
Sin embargo, la complejidad es tal que es necesario atacar el problema desde un
enfoque multidisciplinar, con un grupo de expertos en diferentes materias para
responder de forma lógica en el diseño futuro de las ciudades.
En los polígonos y debido al clima existen tres momentos claramente
diferenciados:
El primero, durante el día, se aprecia abandono de espacios públicos y poca,
muy poca gente en la calle.
El segundo, entre el momento de la antepuesta del sol y aproximadamente hasta
las 11:00 a 11:30 de la noche, donde se desarrolla la vida social en la calle. El
espacio público se utiliza más.
El tercer momento se da entre las 11:30 de la noche hacia las 6 de la mañana,
cuando hay vida nocturna con grupos de jóvenes en las calles y avenidas y
reuniones con consumo de alcohol moderado y música a alto volumen. Es en estas
horas en que pueden verse a personas, aparentemente sin actividad específica,
sentadas en los patios o puertas de las casas y a grupos de jóvenes, posiblemente
consumiendo drogas. Acompañándolos, hay una cantidad grande de ciclistas,
repartiendo quizá algún tipo de mercadería.
En los polígonos en estudio se encontraron dos graves problemas, vinculados
entre sí: las casas abandonadas y los fuertes indicios de consumo de drogas.
Independientemente de todos los demás problemas relacionados con el abandono
de viviendas.
Mexicali pasa actualmente por un proceso de deterioro urbano muy importante,
ya que esa gran cantidad de viviendas cobijan tanto actos delictivos como hechos
antisociales, y más grave aún es que se continúe la construcción de viviendas en
zonas con altas tasas de abandono.
Se pudo platicar con algunos vecinos al respecto y en todos los casos donde se
dio una respuesta se conocía a las personas, generalmente otros vecinos, que en el
momento en que sabían acerca de una casa abandonada, primero violaban
cerraduras y se robaban el material útil; una vez violadas las cerraduras, entraban
otras personas, también vecinos, a robar puertas, ventanas, cableado y, en algunos
casos, hasta el techo y paredes.

1. Entonces el modelo de abandono es el siguiente:


2. Se construye casa de interés social.
3. Se entrega con un enganche muy bajo y sin hacer estudio socioeconómico
(en la mayoría de las viviendas abandonadas se pudo saber, consultando a
vecinos, que se les entregaba con cinco mil pesos).
4. Se habita entre uno a tres años. Las personas inicialmente hacen inversiones
de habitabilidad, mejoras y demás, pero al tener bajos ingresos, dejan de
pagar primero impuestos prediales o conjuntamente con las mensualidades.
5. Existe un proceso de recuperación de la vivienda.
6. La vivienda es abandonada y queda en pleito legal.
7. Empieza la victimización, primero violando cerraduras y robando mobiliario y
equipamiento.
8. El siguiente paso es saquear puertas y ventanas.
9. Luego se roban el cableado y tubería.
10. El graffiti aparece inmediatamente después de que una vivienda es
abandonada y puede empeorar con el tiempo.
11. El espacio se empieza a utilizar como depósito de basura.
12. Puede funcionar como picadero.
13. Una vez que tienen acumulada basura y demás, se incendian estos
materiales y el proceso de deterioro continúa.
14. En el mejor de los casos, las viviendas abandonadas son utilizadas, ya sin
puertas ni ventanas por personas de muy escasos recursos, las cuales las
“adoptan” (ocupan) como viviendas; o los vecinos las utilizan como extensión
de sus domicilios, sirven como dormitorios adicionales o incluso colocan
cercas de alambre para impedir que las utilicen vagos, pandillas o como
basurero o picadero. Es decir, son los vecinos que continúan viviendo allí los
que evitan mayores daños.
15. Las viviendas se convierten en tierra de nadie. Las constructoras se
desentienden, el municipio enfrenta procesos legales para recuperar créditos
de agua y predial.
16. Los vecinos empiezan a vivir en condiciones de deterioro del tejido social y se
abandona el espacio público.
17. Algunas viviendas recuperadas se ponen a la venta; el valor es muy bajo. Sin
embargo, no existen compradores que quieran vivir en esas condiciones.
18. El proceso de deterioro continúa.

Bibliografía
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marco legal y los programas gubernamentales. Washington, D.C.: Banco Mundial.
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apuntes para una estrategia integral de seguridad pública en México. México.
Disponible en www.cei.colmex.mx.
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Urbanismo.
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Community Design Analysis.
Y Romero, A. 2005. Modelo para el estudio de la inseguridad pública: el caso
Iztapalapa. México: Seguridad Pública en México.

Notas
* Consultor independiente en materia de seguridad pública. Director de la Revista CrimiPol.
** Secretaría Técnica del Consejo Municipal de Seguridad Pública del Ayuntamiento de Toluca.
1 Crime Prevention Through Environmental Design. Material sobre esta técnica puede verse en las
páginas siguientes: http://www.pazciudadana.cl/publs.php?show=CAT&idCat=11&view=A, que
pertenece a la fundación chilena Paz Ciudadana; http://www.cpted.net/, la cual pertenece a la
Asociación Internacional de Prevención del Delito a través del Diseño Ambiental; y el blog
http://elblogdefarina.blogspot.com/2010/12/prevencion-del-delito-y-diseno-urbano.html
2 En este apartado se toma en consideración el libro Panorámica de la población joven en México
desde la perspectiva de su condición de actividad 2013, publicado por el .
3 http://es.wikipedia.org/wiki/Mexicali.
4 Como el material de construcción es metal galvanizado con utilización de tablarroca o cartón, en
algunos casos se ha destruido completamente la vivienda, es decir, se roban hasta los techos y
paredes.
Percepción y comisión del delito en espacios públicos: un
acercamiento descriptivo para el caso mexicano
Claudia Yolanda Albarrán Olvera*
Rosa Azalea Canales García**
Yuliana Gabriela Román Sánchez***

Introducción
Hace aproximadamente un decenio, el crimen, la violencia y la inseguridad en
México constituían un asunto no prioritario en la agenda pública; sin embargo, en los
últimos años representan un tema fundamental, a raíz del cambio de estrategia
contra el narcotráfico y el incremento de las actividades delincuenciales a niveles
alarmantes sobre todo en poblaciones urbanas y con alta densidad
demográfica.
Diariamente, los medios de comunicación (televisión, radio, periódicos, revistas,
redes sociales) dan cuenta de tal situación. Igualmente, las encuestas de opinión
elaboradas por empresas, gobiernos o partidos políticos refieren que la problemática
delincuencial es la preocupación preponderante de la población y por tanto,
configura la demanda más sentida hacia el sector gubernamental y los sistemas de
seguridad, procuración e impartición de justicia.
En términos geográficos y urbanos, las ciudades simbolizan áreas donde la vida
cotidiana debe desenvolverse bajo el temor de experimentar los embates de la
delincuencia, originando incluso la migración de las personas desde sus lugares de
origen hacia lugares que consideran más tranquilos. Así, se genera un problema de
migración cuyas causas no solamente se remiten a la búsqueda de mejores
oportunidades laborales o por desastres naturales, sino también se incorpora el
tema relativo a la inseguridad; materializada por el narcotráfico, los secuestros, las
extorsiones, los homicidios, asaltos, robos, violaciones, trata de personas, entre
otras actividades delictivas.
Aunado a este fenómeno, las personas que deciden continuar habitando en las
ciudades resuelven ya no “vivirlas”, en el sentido de preferir no visitar espacios
públicos o lugares percibidos en el imaginario colectivo como inseguros o donde
efectivamente, se cometen ilícitos. De esta forma, los individuos asumen dos
posturas en relación a la inseguridad. La primera refiere a la percepción,
en la que consideran que en determinado espacio público se cometerá un delito
aunque no saben con certeza si efectivamente sucede. La segunda define la
comisión, situación en la que realmente se conoce por experiencia que en ciertos
lugares se llevan a cabo actividades delictivas.
El objetivo de este trabajo es analizar la precepción del delito en contraposición
con la comisión del mismo en los espacios públicos de México. Lo anterior atiende a
la importancia de revisar las posibles divergencias entre la percepción y la comisión
de actividades delictivas en áreas originalmente creadas para uso y convivencia de
la sociedad. La justificación para esta investigación radica en que debido a
apreciaciones erróneas relativas a la ejecución delictiva, en algunas ocasiones, se
origina el abandono o la disminución del empleo de áreas públicas.
Para tal efecto, se llevó a cabo una revisión bibliográfica respecto a la seguridad,
seguridad urbana, espacio público y medición de la seguridad. Asimismo, se
analizaron datos provenientes de la Encuesta de Victimización de Personas ( )
y la Encuesta de Seguridad Pública Urbana ( ).
El trabajo está estructurado en cuatro apartados. El primero, analiza el concepto
de seguridad e inseguridad urbana. El segundo, expone la noción de espacio público
y se reflexiona respecto a las transformaciones ocurridas en las ciudades,
consecuencia de los cambios económicos y el incremento de la delincuencia. El
tercero, describe la seguridad urbana a través de las nociones relativas a la
victimización y percepción del delito; y el cuarto, analiza información estadística
sobre precepción y comisión de delitos en los espacios públicos en México.

1. Seguridad e inseguridad urbana: definición y elementos


relevantes
En la actualidad, debido al incremento en la cifra de delitos y la violencia con la que
estos se cometen, en América Latina en general,1 y en particular en México, la
seguridad representa un grave problema que afecta la calidad de vida de los
ciudadanos. Dicha dificultad se adiciona a la problemática relativa a los costos de la
urbanización;2 tales como la mala calidad del transporte, el tráfico, la contaminación,
la lejanía de los domicilios con respecto al lugar de trabajo, la precarización de la
vivienda o sus altos costos y la escasez de servicios públicos (agua potable,
drenaje, luz eléctrica). No obstante, a pesar de estos inconvenientes es aún más
preocupante para los habitantes citadinos el tema de la inseguridad, dado que
transgrede directamente su integridad física o su patrimonio.
En términos generales, la seguridad urbana define la libertad de los ciudadanos
de transitar libremente por los espacios públicos, sin ver amenazadas sus
pertenencias materiales y su integridad (Concha-Eastman, 2000, 45-46). En
contraposición, la inseguridad urbana describe miedo o temor de utilizar áreas
colectivas, y asume un carácter de dos dimensiones: individual y social.
En el plano individual, se refleja a partir de tres elementos:

Información que la persona posee sobre los hechos delictivos ocurridos;


Experiencia personal, y;
Percepción de las amenazas de violencia alojadas en el imaginario de cada
individuo.3

En el contexto social, la inseguridad es resultado de los procesos de


liberalización, globalización y modernización (Dammert, 2004).
Dado el marco de desarrollo de la vida cotidiana entre seguridad e inseguridad,
una constante en la población es experimentar sentimientos de angustia y ansiedad;
configurando lo que Giddens (2000) etiqueta como pérdida de la seguridad
ontológica.4
Ante un esquema de libre mercado la percepción de inseguridad también es
modificada, ya que no constituye la única problemática que los ciudadanos deben
enfrentar sino adicionalmente, al desaparecer el Estado benefactor sectores
estratégicos anteriormente controlados por el gobierno, son ahora parte de la
iniciativa privada; uno de estos segmentos trascendentales es precisamente la
seguridad.
Bajo el Estado de bienestar, la seguridad se entendía como la defensa del
territorio, la soberanía y el estado de derecho; en contraste, bajo los preceptos de
libre mercado cambia esta concepción al entenderse como la preservación de la
propiedad privada, cuyo énfasis central radica en la protección de los bienes
materiales de las clases sociales con mayor poder adquisitivo. En el ámbito
territorial, tal situación impacta principalmente a las áreas urbanas y conduce a que
las personas individualmente se enfoquen a cuidar y defender espacios específicos
(viviendas, condominios, edificios) y no la ciudad como un todo (Carrión, 2008, 29).
Así, la inseguridad y el temor que ésta acompaña son aspectos casi inherentes a
la vida diaria en áreas urbanas, ya sea como consecuencia de los procesos sociales
o debido a miedos individuales. Al respecto, se puede mencionar que “el miedo es
siempre una experiencia individualmente vivida, socialmente construida y
culturalmente compartida” (Reguillo, 2000: 189); y en la ciudad “… la inseguridad es
un relato de lo social que circula por todos los intersticios de la ciudad: en la calle, en
el micro, en los otros buses” (Guerrero, 2006: 113).
Consecuencia de la percepción de inseguridad, los ciudadanos crean su propio
mapa urbano del miedo. Reguillo (2000) señala la conformación de una geografía
simbólica que categoriza geográficamente las ciudades en función de lo que se
considera como zonas seguras e inseguras. Son inseguros en esos mapas, las
áreas (calles, jardines, parques, plazas y plazoletas) que caen en desuso por temor
a transitar en ellos; de lo contrario, representan zonas seguras.
El detrimento de seguridad en lugares urbanos, específicamente en los espacios
públicos, se expresa como pérdida de ciudadanía dado que se deshabitan e
incomunican ciertas áreas y con ello, se desvinculan las personas de su ciudad. A
su vez, ésta pierde el carácter comunitario ya que la gente evita convivir con sus
semejantes por temor a ser violentados. El delincuente pasa a ser la objetivación y
síntesis del cúmulo de temores, se teme al otro y a la convivencia con él.
En suma, a partir de las nociones sobre seguridad e inseguridad es posible inferir
el cambio de comportamiento de la ciudadanía debido a percepciones e información
sobre actividades delictivas. Las modificaciones en los patrones de vida impactan
sobre el territorio la configuración de ciudades y espacios públicos.

2. Espacio público, calidad de vida, delito y percepción del


delito
En concordancia con Borja (2000), las ciudades se hallan intrínsecamente
relacionadas con los espacios públicos, vistos como la expresión de un lugar de
concurrencia donde es posible configurar redes sociales entre diversos actores. En
sus palabras: “… la historia de la ciudad es la de su espacio público. Las relaciones
entre los habitantes y entre el poder y la ciudadanía se materializan, se expresan en
la conformación de las calles, las plazas, los parques, los lugares de encuentro
ciudadano, en los monumentos. La ciudad entendida como sistema, de redes o de
conjunto de elementos… que permiten el paseo y el encuentro, que ordenan cada
zona de la ciudad y le dan sentido, que son el ámbito físico de la expresión colectiva
y de la diversidad social y cultural. Es decir que el espacio público es a un tiempo el
espacio principal del urbanismo, de la cultura urbana y de la ciudadanía. Es un
espacio físico, simbólico y político” (Borja, 2000: 8).
En particular, un espacio público define aquella área de concurrencia y
convivencia en que las personas transitan, caminan, corren y viajan cuando van de
un área privada a otra. Son territorios al interior de la ciudad donde los habitantes
interactúan, se relacionan y se identifican al comunicarse con otros individuos
(Pinzón, 2010). Al respecto, Rosario Palacios (2008: 1), describe estos espacios
como “lugares materiales de libre acceso, donde es posible reunirse con otros y
desarrollar diversas actividades sin otras prohibiciones que las establecidas por la
ley”. Por tanto, representa el elemento estructurante de la vida y del sistema urbano.
Ejemplo de ello son las calles, veredas, paseos, plazas, parques, jardines,
escalinatas y esquinas.
Al ser el espacio público un elemento importante de las actividades económicas,
sociales, culturales y medioambientales de una ciudad, su mejora tiene
implicaciones en el aumento de la calidad de vida de sus habitantes (Borja, Muxí,
2003: 8).
En términos económicos, la relevancia de estos espacios radica en que atraen
visitantes, intensifican el comercio y los servicios en y alrededor de éste, además
también incrementan el valor de la vivienda que se encuentra en sus alrededores
(Bonifatti, 2014).
En el contexto social, se convierten en un símbolo de identidad e incluso pueden
convertirse en atracción turística o símbolo distintivo de una colonia o un barrio,
también puede ser centro de reunión para manifestaciones políticas y zona de
desenvolvimiento de actividades culturales (festivales, exposiciones, conciertos).
En lo que respecta al plano ambiental los parques, plazas y jardines contribuyen
a mejorar la calidad del aire, en ellos también se encuentran diferentes especies de
fauna y flora, lo que ayuda a conservar la biodiversidad, creándose incluso
pequeños ecosistemas alrededor de estos. De hecho, proporcionan servicios
ambientales a las urbes, pues las plantas filtran los contaminantes del aire y el agua,
protegen y fertilizan el suelo, regulan la temperatura y, aminoran el calentamiento del
planeta (Bonifatti, 2014).
En suma los espacios públicos tienen la cualidad de mejorar el entorno urbano y
el desarrollo; sin embargo, debido a la inseguridad también configuran áreas de
zozobra, desconfianza y temor. Por tanto, asumen dos particularidades divergentes
entre sí. En primer término, constituyen lugares de relaciones sociales, y en segundo
lugar, representan ejes de desvinculación entre ciudadanos ocasionando la
destrucción del sentido de la ciudad.
El abandono de espacios públicos derivado de la violencia es al mismo tiempo
causa y consecuencia de la forma actual de construir ciudad.5 En sentido se
encuentran al menos seis tendencias de fragmentación y violencia urbana que
inciden sobre los espacios públicos:

1. Cuando la ciudad tiende a ser dispersa (ciudad difusa) deja amplios espacios
desocupados, oscuros, terrenos baldíos propicios para la comisión del
crimen.
2. La ciudad refleja cada día más las distinciones socio-económicas,
generándose otro fenómeno a nivel espacial simbolizado por la segregación
residencial y la conformación de zonas para personas con poder adquisitivo,
aisladas del resto de la urbe, equipadas con excelente infraestructura en su
interior, cuya finalidad es evitar en la medida de lo posible, salir de este
espacio y convivir con habitantes que considera personas non gratas
(personas de bajos recursos). De tal forma, los habitantes de zonas
residenciales adquieren no solamente infraestructura y áreas verdes sino
también seguridad, exclusividad y aislamiento; todo ello ocasiona el desuso
de los espacios públicos (Castells, 1999).
3. La construcción de artefactos urbanos de la globalización (De Mattos, 2004)
que refieren a grandes plazas comerciales como zonas de diversión y
convivencia en sustitución de los espacios públicos.
4. Se gesta un fenómeno de transición de la ciudad de los lugares a la ciudad de
los flujos dado que las personas por cuestiones personales o profesionales,
no permanecen en un sitio por tiempo prolongado (Castells, 1999).
5. Usos del suelo que propician la diferenciación de la criminalidad. De acuerdo
a Carrión (2008) el tipo de delito se especializa en función de los usos del
suelo y el grado de violencia en los espacios públicos está en función de la
zonificación urbana.
6. En el caso de los países de América, principalmente México durante los
últimos años, se observa un fenómeno de militarización y uso de las fuerzas
policiacas en las calles, inhibiendo el uso de espacios públicos.

En síntesis, originalmente los espacios públicos representaban zonas de


convivencia y relaciones humanas, no obstante, son también reflejo de la
desigualdad socioeconómica que en algunas circunstancias, son símbolo de
delincuencia y temor a su utilización por parte de la población.

3. Seguridad urbana: victimización y percepción de la


inseguridad, hacia su medición
El análisis de la seguridad y los espacios públicos muestra dos vertientes de
investigación. Por un lado, es posible inferir cierta percepción delictiva en
determinado espacio debido a las circunstancias económicas y sociales de sus
habitantes aunque esta percepción no sea del todo certera; y por otra parte, se tiene
conocimiento fiable de que en una zona específica efectivamente se lleva a cabo un
conjunto de actividades delictivas. Por tanto, resulta particularmente importante
indagar la comisión y percepción del delito en espacios públicos a través de la
esquematización de los componentes de la inseguridad.
Al respecto, es factible deducir que la seguridad urbana contiene al menos por
dos elementos: la victimización y la percepción de inseguridad (Sozzo, 2000). Si
bien ambos aspectos pueden ser observados como un todo en el fenómeno de la
inseguridad, estos también adquieren un carácter paralelo o independiente, pues no
necesariamente la disminución en el número de delitos implica una menor
percepción de la inseguridad.
En este sentido, se debe enfatizar sobre la manera de entender y medir las
estadísticas oficiales del fenómeno. Cuando se indaga sobre seguridad pública, el
objeto de estudio es el servicio prestado por cualquiera de las instituciones que
tienen a su cargo esta función; en tanto, la percepción tiene como sujeto de análisis
la sensación de inseguridad de las personas por temor a ser víctimas del delito. La
medición de la percepción no necesariamente corresponde al desempeño de las
autoridades, ya que esta se encuentra influenciada por diferentes factores; entre
ellos: las señales locales de incivilidad,6 la cooperación entre vecinos para
protegerse de la delincuencia, la baja confianza en la policía local y el estatus de
víctima directa o indirecta de diversos delitos ( , 2014).
En el caso mexicano, inegi publica el documento metodológico Encuesta
Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Pública ( ). En éste,
describe la percepción de inseguridad de la población a través de un recuento de las
teorías esenciales sobre inseguridad y miedo al delito en función del resumen de
Vilalta (Vilalta, 2011; Bissler, 2003). En específico se identifican cinco enfoques al
respecto: incivilidad, victimización, vulnerabilidad física, vulnerabilidad social y redes
sociales.
La Teoría de la incivilidad o del desorden social refiere que los individuos que
viven en lugares que reflejan desorden social y deterioro físico de los espacios
públicos, presentan un mayor nivel de percepción de inseguridad frente al delito,
pues prevalecen en sus comunidades niveles bajos de cohesión social y descuido
de las autoridades encargadas de la seguridad. En tales áreas es posible palpar
zonas descuidadas o abandonadas (teoría de las ventanas rotas), comportamientos
antisociales, rápidas modificaciones poblacionales y reputación desfavorable del
barrio o colonia.
La teoría de la victimización (Garofalo, 1979) postula que los afectados por un
delito sienten mayores niveles de inseguridad frente a aquellos que no han tenido tal
experiencia. La experiencia vivida no se compara con lo ocurrido a otras personas.
Los primeros tienen más temor porque ser víctima del delito causa estragos físicos,
psicológicos y materiales, cuando alguien lo experimenta pasa mucho tiempo para
que la sensación de ya no sentirse amenazado disminuya, en tanto que quien no lo
ha vivido no advierte el mismo peligro y/o temor. Esta teoría llama victimización
directa a aquella que sufre directamente un individuo; y victimización indirecta a la
que se vive por dichos de otras personas.
La perspectiva de la vulnerabilidad física puntualiza que el miedo o temor es
más grande en los grupos de población que se sienten más vulnerables porque su
capacidad física es menor (Bissler, 2003; Pantazis, 2000); principalmente, personas
de la tercera edad y mujeres.
El enfoque sobre la vulnerabilidad social enfatiza la idea de que la sensación
de inseguridad puede ser predicha según el grado de vulnerabilidad o desventaja
frente al delito de algunos sectores de la población, en razón de su menor capacidad
de prevención o recuperación de los daños (Hale, 1996).
La teoría de las redes sociales expone que el involucramiento en redes
sociales de apoyo al generar comunicación entre la gente también propicia su
cohesión y recursos para combatir el crimen y el miedo al crimen, los miembros de
la red se sienten más seguros (Ferguson y Mindel, 2007).
Dados los puntos de vista precedentes, es factible distinguir un elemento objetivo
materializado en la victimización y un subjetivo representado por la percepción del
delito. Así, las perspectivas teóricas apoyan el entendimiento del miedo que sienten
los individuos a ser víctimas de un delito, temor que en algunas ocasiones es
infundado dado que no siempre se comenten actividades delictivas en los espacios
públicos.
En este marco sobre precepción y comisión del delito cabe cuestionarse por qué
a pesar de la disminución en el número de actos delictivos puede mantenerse o
aumentar la percepción de inseguridad en la ciudad, las teorías responden de
diversas maneras y la realidad lo corrobora, la percepción de inseguridad suele
durar más que la propia prevalencia del delito debido a circunstancias que suceden
en el entorno urbano.
La divergencia entre comisión y percepción también se debe a un fenómeno de
transformaciones en la forma de delinquir, es decir a la diversificación y sofisticación
de los delitos, aumento de la violencia en estos, aunado a la percepción sobre
impunidad.7
Como consecuencia del incremento en la ocurrencia y percepción de actividades
delictivas, se puede observar que la ciudad sufre transformaciones que se expresan
en aspectos como la segmentación del espacio, la segregación urbana, la exclusión,
la discriminación, la vulnerabilidad, la densidad poblacional, la falta de servicios.

4. Percepción y comisión de delitos en los espacios


públicos mexicanos
En el panorama mexicano, el dentro del documento Encuesta Nacional de
Victimización y Percepción de la Seguridad Pública ( ) publica cifras sobre
comisión y percepción delictiva. Adicionalmente el secretariado ejecutivo de la
Secretaria de Gobernación también emite cifras de incidencia delictiva.
Para la comisión, hasta el año 2015 se ejecutaron poco más de 29 millones de
delitos, 89.5% no fueron denunciados. Poco más de 23 millones de personas fueron
víctimas, es decir, se cometieron en promedio 1.3 delitos por persona. Las entidades
donde se presenta el mayor porcentaje de población de 18 años y más que ha sido
víctima de delitos son Estado de México y Ciudad de México donde 45.8 y 38.5 por
ciento de esta población ha sufrido algún delito.
Del total de delitos 8 252 297 fueron robos o asaltos en transporte público, es
decir, 28.2% del total de delitos, de estos sólo se denunció 4.2%, el restante 95.8%
constituye la cifra negra del delito perpetrado en el espacio público, más
específicamente 53.1% de estos se cometieron en la calle, 4.4% en un lugar público
y 36.2% en el transporte público ( , 2016). El robo de objetos y de celulares es
generalmente el móvil. En contraste el Secretariado Ejecutivo de la Secretaría de
Gobernación reportó sólo 1 549 056 delitos del fuero común; 68 682 fueron en
contra de transeúntes, de estos 51 317 se cometieron con violencia y 17 365 sin
ella; además se reportaron 2 534 delitos en carreteras, 79.4% fueron cometidos con
violencia. Se observa que 0.9% del total de delitos del fuero común son cometidos
en lo que se podría identificar como espacio público (Secretariado Ejecutivo, ,
2015). (Secretariado Ejecutivo, , 2015). Asimismo el Observatorio Nacional
Ciudadano (2017) registra 11 355 carpetas de investigación por delitos a transeúntes
en el año 2015.
Las entidades que presentan una mayor prevalencia delictiva de robos o asaltos
en calle o transporte público son: Estado de México, Ciudad de México y Morelos,
en las dos primeras entidades se cometen 23 mil y 18 mil delitos de este tipo por
cada 100 mil habitantes mayores de 18 años, en el caso de Morelos son cerca de 10
mil.
Para analizar el espacio donde vive la gente en función del delito, se debe
observar qué tipo de delitos se cometen alrededor de su vivienda (esto permite
caracterizar el espacio público según la teoría de la incivilidad o el desorden social).
La conducta delictiva o antisocial más frecuente es el consumo de alcohol en la
calle, seguida de robos o asaltos, consumo y venta de droga y productos pirata
(cuadro 1).
Relativo al horario en que se percibe más peligroso transitar por el espacio
público es entre las 18:00 y las 24:00 horas, pues cerca del 70% de los delitos se
cometen en ese lapso de tiempo, seguido por el rango de las 12:00 a 18:00 horas
cuando se cometen 24.9% de los asaltos ( , 2016).
En lo que respecta a la violencia en los espacios públicos de acuerdo al género
esta es diferencial, las mujeres y las niñas a menudo son víctimas de discriminación
y desigualdades que se expresan en violencia.
Las mujeres sufren de hostigamiento sexual (manoseo, exhibicionismo e intento
de violación) y violación, delitos que son perpetrados en su mayoría por hombres
casi en su totalidad y ocurren en la calle (cerca de 6 de cada 10) y en el transporte
público (2 de cada 10). Los horarios en que las mujeres temen más transitar por los
espacios públicos son tarde y noche, alrededor del 40% de ellas percibe que es
peligroso y pueden ser víctimas de la comisión de un delito.
Es importante preguntarse si los delitos en el espacio público se perpetúan con o
sin violencia. De los poco más de 8 millones de robos o asaltos en la calle y
transporte público, en 77.2% o 6 372 697 de casos, el delincuente porta un arma y
de esos 195 105 fueron con agresión física (3.1%). La no portación de arma no es
sinónimo de que no se presente agresión a la víctima, de hecho de los 1 276 230
delitos cometidos sin portación de arma, 18.3% de los casos se presentó con
agresión a la víctima. Se observa entonces que cuando el delincuente no porta arma
es más proclive a agredir físicamente a la víctima (cuadro 2).

Cuadro 1. Población de 18 años y más por conductas delictivas o antisociales,


según conocimiento de la ocurrencia de las mismas en los alrededores de su
vivienda (marzo y abril de 2016)

Nota: Los informantes pueden declarar más de una conducta delictiva y los relativos se calculan con
respecto al total nacional de la población de 18 años y más.
*Se refiere a la opción “no sabe/no responde”.
Fuente: , Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, 2016.

Las secuelas que suele dejar el delito van desde evidentemente daño patrimonial
hasta los traumas psicológicos. En el delito de robo o asalto en la calle o en el
transporte público esta situación también se presenta, 77.9% de los actos criminales
dejó una secuela económica, 3.0% daños físicos, 13.6% impactos de tipo emocional
y psicológico, e incluso 0.3% afectaciones laborales.
Cuadro 2. Robos o asaltos en calle o transporte público ocurridos con víctima
presente por condición de portación de arma y condición de agresión física,
2015

Nota: El número de fraudes declarados fueron de 3 225 165, mismos que, por su naturaleza de
engaño, no fueron considerados en los delitos con víctima presente. (1) La condición de agresión
física es la situación que refiere la víctima respecto de haber o no sufrido una acción deliberada para
provocarle un daño físico por parte del agresor. (2) Incluye robo relacionado con una visita a un
banco o cajero automático. (3) Es la suma de los delitos captados por la encuesta, hayan sido o no
denunciados ante el Ministerio Público. (4) Corresponde a aquellos delitos donde la víctima estuvo
presente en el momento en que éste se cometió y en los que observó la ejecución del delito. (5) Las
armas pueden ser de fuego, blancas y objetos contundentes, como palos, varillas, tubos y similares.
La cifra incluye 2 000 casos en los que no se especifica si hubo agresión física. (6) Se define como la
agresión física sufrida con un arma u otro tipo de violencia. (7) La cifra incluye 17 152 casos en los
que no se especifica si hubo agresión física. (8) Incluye las opciones de “No sabe/no responde”.
Estos datos son sólo de carácter informativo pero no para obtener conclusiones a partir de ellos.
Fuente: . Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, 2016.

Relativo a la percepción del delito, la preocupación por la inseguridad en México


es palpable. En el ranking 2016 de temas que inquietaron a la población de la
inseguridad ocupa el primer lugar (59.1% de las personas se sienten amenazadas e
intranquilas) seguido sólo por tópicos macroeconómicos trascendentales como el
desempleo, la inflación o la pobreza (cuadro 3).
El mapa del miedo en México caracteriza a los estados de México, Tabasco,
Ciudad de México, Morelos, Puebla, Guanajuato Guerrero, Querétaro, Colima y
Veracruz como las entidades donde la gente no confía en salir a caminar por las
calles cercanas al lugar donde viven. En el estado de México, por ejemplo, más de
67% de la población tiene miedo de lo que rodea su entorno. De manera
contrapuesta, Nayarit y Durango tienen una percepción más favorable sobre la
seguridad en sus calles.

Cuadro 3. Población de 18 años y más por entidad federativa y temas que


generan mayor preocupación según la percepción de la población marzo y
abril de 2016
Nota: Los informantes pueden declarar más de una causa de inseguridad y los relativos se calculan
con respecto al total nacional o total de la entidad de la población de 18 años y más.
* La pregunta indagó sobre las tres problemáticas de mayor preocupación; los datos se presentan por
la frecuencia de las menciones sin el orden. A nivel nacional 81 358 003 casos mencionan tres, 690
921 dos y 265 172 sólo una.
** Se refiere a la opción “No sabe/no responde”. Estos datos solo son de carácter informativo pero no
para obtener conclusiones a partir de ellos.
Fuente: . Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, 2016.

Es importante conocer cómo se sienten las personas en su municipio o


delegación. Al respecto, en los estados de Tabasco, México, Ciudad de México,
Guerrero, Morelos y Tamaulipas, la desconfianza es alta; es particular el caso de
Tabasco donde 84.9% de la población percibe insegura su municipio (cuadros 4 y 5).
En general en México poco más del 53.7% de la población mayor de 18 años se
siente insegura en espacios públicos como parques, en tanto que casi 67.6% siento
miedo al transitar las calles, y 69% teme ser víctima en el transporte público (cuadro
6).

Cuadro 4. Población de 18 años y más por entidades federativas


seleccionadas, según percepción sobre la seguridad en entidad federativa
marzo y abril de 2016
*Incluye 1 808 555 casos en los que no se especifica la percepción sobre seguridad pública.
Fuente: , Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, 2016.

Cuadro 5. Población de 18 años y más por entidades federativas


seleccionadas, según percepción sobre la seguridad en colonia o localidad
marzo y abril de 2016
* Incluye 397 493 casos en los que no se especifica la percepción sobre seguridad pública.
** En el ámbito urbano se preguntó por colonia y para el ámbito rural por localidad.
Fuente: . Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, 2016.

El delito ante el que la gente en México se siente más susceptible de ser víctima
es precisamente el robo o asalto en la calle o en el transporte público, 71.6% de la
población mayor de 18 años cree que puede ser objeto de este tipo de crimen.
La gente ha dejado de hacer actividades por temor a ser víctima de un delito,
entre las que se encuentran: ir a la escuela; frecuentar centros comerciales; usar
transporte público; viajar en carretera a otro estado o municipio; ir al estadio, cine o
teatro; salir a comer; visitar parientes y salir a caminar las calles de su ciudad
(cuadro 7).

Cuadro 6. Población de 18 años y más por entidad federativa y espacio público


o privado, según percepción de seguridad en estos, marzo y abril de 2016
Nota: Para el cálculo de la distribución se consideraron sólo los casos donde se aplicaba la
declaración de la percepción de inseguridad para cada elemento del entorno social. Los informantes
pueden declarar más de una actividad y los relativos se calculan con respecto al total de la población
de 18 años y más a la que se le aplica el concepto expuesto.
*Se excluye la opción “No sabe/no responde”.
Fuente: . Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, 2016.

En particular en la Encuesta Nacional de Seguridad Urbana ( ) que levantó


el en marzo de 2016, 69.9% de la población de 18 años y más en las ciudades
se sentía inseguro, y 53.8% de la gente había dejado de salir a caminar de noche en
los alrededores de su casa por miedo a la inseguridad, pues cerca de su vivienda
habían sido testigos de hechos como: vandalismo 58.2%, consumo de alcohol
67.0%, robos o asaltos 64.6%, bandas violentas o pandillerismo 37.8%, venta o
consumo de drogas 40.6% y disparos frecuentes con armas 29.4% ( , 2017).

Cuadro 7. Población de hombres de 18 años y más por entidad federativa e


incidentes delictivos, según percepción acerca de la posibilidad de ser víctima
de alguno de ellos marzo a diciembre de 2016
Nota: Los informantes pueden declararse como posibles víctimas de más de un delito y los relativos
se calculan con respecto a la población de hombres de 18 años y más a la que se le aplica el
concepto expuesto.
* Se refiere a la opción “No sabe/no responde”. Estos datos solo son de carácter informativo, pero no
para obtener conclusiones a partir de ellos.
Fuente: . Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, 2016.

Conclusiones
Se pueden observar varios fenómenos a través de las cifras expuestas, en primera
instancia el número de delitos que se cometen es muy superior al que realmente se
denuncia, lo que refleja desconfianza y miedo a denunciar; tanto el Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública como el Observatorio Nacional
Ciudadano presentan cifras por debajo de las que reportan las encuestas de
victimización, debido a que la gente no denuncia los delitos, lo que ocasiona un
subregistro importante de ilícitos. Los robos y asaltos en la calle y el transporte
público constituyen hoy en día un hecho delictivo en el que se deben centrar los
esfuerzos de seguridad en la ciudad, pues es el delito más importante que ocurre en
los espacios públicos, y que al igual que el grueso de los hechos delictivos tampoco
se denuncia.
El espacio público en México específicamente la calle presenta una situación
muy precaria, desde el punto de vista de la teoría del desorden social, los factores
que caracterizan actualmente las calles en las ciudades mexicanas propician no sólo
un mayor número de delitos, sino también un ambiente propicio para que la
escalada delincuencial siga creciendo, y para que la percepción de inseguridad sea
mayor, la gente a diario es testigo de robos, asaltos, alcoholismo, pandillerismo y
tráfico de drogas; adicionalmente la violencia en las calles durante las 12 horas del
día, intensificándose esta situación por las noches, incluso en horas de trabajo y
escuela se cometen una gran cantidad de robos y asaltos; la violencia implicada en
los delitos es un factor de mucha importancia en el crecimiento de percepción de
inseguridad, aún sin portación de un arma en los robos y asaltos que se cometen en
las calles hay la presencia de violencia.
Todo lo anterior hace que el tema de inseguridad sea el más importante para los
mexicanos, aún por encima de por ejemplo el empleo y la pobreza, si bien en el año
2016 se cometieron poco más de 29 millones de delitos, y en promedio a cada
víctima se le cometieron 1.3 delitos, la percepción de inseguridad está muy por
arriba de esas cifras ya que 72.4% de las personas mayores de 18 años en el país
se siente inseguro en su entidad federativa, cifra que es aún más alarmante en
algunos estados como el estado de México, en donde 90.6% de la gente se siente
insegura.
Si bien el porcentaje de personas con miedo a la inseguridad baja cuando opina
sobre dicho problema en su colonia no dejan de ser significativas los datos, cerca
del 16.2% de los delitos de asalto o robo se han cometido en la calle o en un lugar
público, y sin embargo 45.4% de las personas siente miedo a ser víctima.
Las cifras de las encuestas de victimización reflejan mejor la realidad
comparadas con las del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad
Pública, esto debido a la no denuncia, por lo que la cifra negra del delito se convierte
en un insumo adecuado para la toma de decisiones de política de combate al delito.
En suma, si bien una de las limitantes del planteamiento presentado en líneas
precedentes versa en abordar el tema de la violencia de modo superficial y en su
dimensión delincuencial, no obstante el objetivo propuesto se cumple a cabalidad, y
al mismo tiempo abre nuevas líneas de investigación para llevar a cabo mapeos,
observaciones o aplicación de herramientas en campo y de contacto con la
población. El acercamiento mostrado es pertinente debido a la inexistencia de
estudios que aborden de manera general el caso del delito y la percepción del
mismo en México.

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Notas
* Maestra en Estudios Urbanos y Regionales. Docente de la Universidad Autónoma del Estado de
México.
** Doctora en Ciencias Económico Administrativas de la Universidad Autónoma del Estado de
México.
*** Profesora de tiempo completo del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados de la
Población de la Universidad Autónoma del Estado de México.
1 De acuerdo a Carrión (2008), en los años noventa se advierte un incremento en las tasas de delitos
denunciados y de la violencia; ubicando a América Latina en la segunda posición entre las regiones
más violentas con tasas de homicidio que prácticamente duplican los promedios mundiales.
2 Camagni (2005) menciona que la concentración de actividad económica y personas en un mismo
espacio representa ventajas, y son típicas del ambiente urbano; cuando la concentración sobrepasa
ciertos límites, las ventajas de la aglomeración tienden a desaparecer, generándose costos por dicha
situación.
3 Los medios masivos de comunicación y los partidos políticos juegan un papel protagónico en el
aumento de la percepción de inseguridad de la gente. Los primeros, fomentan la cultura del miedo, al
darle amplia cobertura y difusión a los hechos delictivos, simplificando e incluso ocultando las causas
de los mismos; por su parte los segundos, tienen como principal bandera de campaña la propuesta
de disminuir la inseguridad, lo que siembra el miedo y la desconfianza, y pone a la seguridad como el
principal problema existente en el medio ambiente (Dammert, Karmy y Manzano, 2004, 28).
4 La expresión hace referencia a la confianza que la mayoría de los seres humanos depositan en la
continuidad de su autoidentidad y en la permanencia de sus entornos, sociales o materiales de
acción. Un sentimiento de fiabilidad en personas y cosas, tan crucial a la noción de confianza, es
fundamental al sentimiento de seguridad ontológica; por lo que ambas están fuertemente
relacionadas psicológicamente. El informe de Naciones Unidas indica que el miedo a la delincuencia
es una metáfora de la indefensión social consecuencia de la pérdida de vínculos sociales y
comunitarios significativos y de la noción de orden (Giddens, 2000).
5 Que a su vez es producto del sistema económico imperante, de la globalización, liberalización y
modernización.
6 La incivilidad define la presencia de comportamientos antisociales como riñas entre vecinos,
consumo de alcohol en la calle, pandillas o bandas ( , 2014).
7 En las encuestas de victimización se aborda las cifras negra, real y oculta del delito que refieren a
la ocurrencia de éste y la ausencia de denuncias. Algunas razones por las que las personas no
denuncian son por la pérdida de tiempo que implica; por la desconfianza en las autoridades y por
evitar ser sujetos de chantaje o corrupción por parte de las mismas. Si la víctima siente desconfianza
de la autoridad y omite denunciar, entonces esos delitos no son registrados y por tanto, es impreciso
el tamaño real de la delincuencia ( , 2014). La cifra negra del delito en México es alta, en
contraposición con las denuncias, sólo el 10% del total de delitos cometidos a nivel nacional se
denuncian. Por ello, es posible inferir desconfianza en las instituciones, mismas que deben mejorar y
supervisar sus servicios.
Movilidad y seguridad en el transporte público de
Nezahualcóyotl
Juan Carlos Hernández Esquivel*
Introducción
En la agenda pública el tema de la movilidad en los últimos años tiene una mayor
relevancia por el auge en el desarrollo de nuevos sistemas de transporte público
masivo (cuyo mejor ejemplo son los sistemas ), así como por las nuevas
estrategias orientadas al menor uso del automóvil y el reconocimiento de la
diversidad social de la movilidad.
Por otra parte, también trasciende los aspectos relacionados con la seguridad (o
inseguridad) pública en distintos ámbitos sociales o espaciales (jóvenes, mujeres,
espacios públicos), como otros temas de políticas públicas emergentes.
A pesar de su relevancia, los análisis que conjugan tanto los aspectos de
movilidad y seguridad en los medios de transporte, son muy reducidos y su
tratamiento para el desarrollo de políticas públicas prácticamente inexistentes.
La ponencia tiene como objetivo presentar los resultados parciales de una
investigación realizada para el municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México, en el
marco del Subsidio para la Seguridad en los Municipios ( ), para
determinar las características de movilidad y seguridad en el transporte público por
medio de una encuesta realizada para tal propósito.
En dicho estudio se resalta la importancia de analizar los aspectos objetivos y
subjetivos de la movilidad y la seguridad, de tal forma que contribuya con elementos
de análisis para la formulación de políticas de prevención del delito en los distintos
medios de transporte.
La ponencia se divide en tres partes. Un primer apartado en el que se destacan
algunos elementos teóricos sobre los aspectos de movilidad, espacio público e
inseguridad. En segundo lugar los aspectos de tipo empírico sobre la movilidad e
inseguridad en Nezahualcóyotl y un apartado final de reflexiones.

Movilidad, espacio público e inseguridad


El tema de movilidad ha ganado trascendencia en las políticas públicas debido al
reconocimiento que se tiene de las condiciones en que los diferentes grupos de la
población realizan su desplazamiento para llevar a cabo distintas actividades, tales
como el trabajo, la educación, la recreación, la obtención de bienes y servicios
públicos y privados, entre otras. La desigual distribución de dichos satisfactores y de
la repartición de los habitantes en el ámbito urbano generan patrones diferenciados
en el que los transportes juegan un papel crucial para favorecer, o no, que los
habitantes tengan acceso diferenciado para la realización de sus distintas
actividades y sus posibilidades de desarrollo personal y social, así como el ejercicio
como ciudadanos de derechos plenos.
De esta manera, a diferencia de los enfoques tradicionales de transporte urbano,
orientados más a la optimización y la cobertura del servicio público o privado de las
distintas modalidades de transporte, la movilidad se puede definir como una relación
social en la que distintos medios de transporte usados dan lugar a diversas
experiencias y percepciones en el uso del espacio urbano (Levy, 2009). De igual
forma, la movilidad se orienta más a las personas, en donde se vinculan tanto los
aspectos de eficiencia económica, equidad social y sustentabilidad ambiental
(Gutiérrez, 2012).
Por otra parte, Estevan y Sanz (1996) analizan y dan una distinción más precisa
entre movilidad y accesibilidad, donde la movilidad es un parámetro o variable de
tipo cuantitativo que mide la cantidad de desplazamientos de las personas o los
bienes en un determinado sistema socioeconómico; y la accesibilidad es un
parámetro o variable de tipo cualitativo que indica la facilidad con que las personas
se trasladan de los lugares donde residen y de los lugares donde satisfacen sus
necesidades o deseos.
Gutiérrez (2012), apunta que la movilidad se puede concebir tanto por una
dimensión territorial del desplazamiento (enfoque geográfico), así como también una
práctica social de desplazamiento territorial (enfoque social), que recoge una visión
subjetiva del desplazamiento, aunque no individual, que trasciende lo meramente
descriptivo.
Desde esta perspectiva, la movilidad comprende tres aspectos principales:

Las prácticas sociales de desplazamiento de la movilidad cotidiana, de la


movilidad residencial y de la profesional.
Las prácticas sociales de desplazamiento de las personas y de sus bienes.
Las prácticas sociales de desplazamiento de las personas físicas o jurídicas
(empresas, organizaciones, etc.).

Desde otra perspectiva, aunque se reconoce que la movilidad es un elemento


estructurador de la urbanización actual también transforma el espacio público, en
tanto que genera vínculos sociales laxos, fomenta las soluciones de tipo individual y
no conlleva construcciones colectivas de mayor duración (Delgado, 1999).
Igualmente señala este autor que la movilidad conlleva un efecto de pérdida de
protagonismo del territorio como elemento de cohesión y un menor rol en la gestión
de las instituciones sociopolíticas de orden territorial, como los gobiernos locales.
Desde este punto de vista se podría reconocer que los espacios públicos
relacionados con la movilidad están sujetos a confrontaciones, reales o virtuales, en
los que se pueden generar situaciones que deriven en una percepción de
inseguridad y violencia latentes. Bourgois (2009) identifica tres dimensiones de
reproducción de lo que denomina violencia invisible. Una dimensión estructural,
asociada a las limitaciones en las oportunidades de vida que promueve las
condiciones económicas y sociales del medio ambiente; una dimensión normalizada
por medio de los valores culturales, las prácticas y la interacciones diarias que
reproducen las diferencias sociales; y simbólica; y una dimensión correspondiente a
la internalización de control social en estructuras y la estigmatización de las
víctimas.
De estas consideraciones teóricas se puede derivar el vínculo en el que la
ecuación movilidad-espacios públicos-inseguridad son elementos a analizar con
mayor profundidad en el que confluyen distintas dimensiones objetivas y subjetivas
en el uso y apropiación del espacio, como lugar (como una unidad territorial), en la
determinación del sentido de apropiación (territorialidad), como espacio de
interacción y confluencia (espacio de flujos). Ello contribuiría a la definición de
políticas públicas integrales para el desarrollo humano.

Ubicación del municipio en el contexto metropolitano


El municipio de Nezahualcóyotl se localiza en el oriente de la Zona Metropolitana del
Valle de México, en los límites del Estado de México con el Distrito Federal. El
municipio de Nezahualcóyotl limita al norte con los municipios de Ecatepec de
Morelos, Texcoco y Chimalhuacán; al oriente con los municipios de Chimalhuacán y
La Paz; al sur con la delegación Iztapalapa y al poniente con las delegaciones
Iztacalco, Venustiano Carranza y Gustavo A. Madero. A nivel regional, el municipio
se localiza en la Macrorregión Oriente, y en la Región ix Nezahualcóyotl.
La proximidad del municipio y la disponibilidad de transporte público permitieron
que Nezahualcóyotl tuviera un rápido proceso de urbanización y posteriormente se
consolidara convirtiéndose en un centro de primera importancia en el Estado de
México y como prestador de servicios regionales que incluyen a los municipios de La
Paz, Ixtapaluca, Chimalhuacán y Chicoloapan, así como de las delegaciones
Iztapalapa, Iztacalco y Gustavo A. Madero. Entre otros servicios regionales destacan
los de educación media superior y superior, servicios médicos, de comercio,
servicios públicos, entre otros.
Uno de los aspectos que permiten ver la movilidad de la (Población
Económicamente Activa) son los traslados por motivos de trabajo, los que permiten
tener un acercamiento a los destinos donde se traslada y ver los lugares que atrae el
municipio de estudio.
De acuerdo con este aspecto, poco más de la mitad de la de Nezahualcóyotl
reside y trabaja en el mismo municipio (52%), un 35% se traslada fuera del
municipio a otros municipios o delegaciones y el resto trabaja en otros lugares no
especificados. La información censal indica que poco más de 156 mil personas se
trasladan fuera del municipio para laborar en otras delegaciones o municipios,
principalmente próximos a Nezahualcóyotl. La gráfica siguiente permite ver que los
principales destinos de la son las delegaciones Cuauhtémoc (18.3%),
Venustiano Carranza (12.4%), Iztapalapa (12.0%), Gustavo A. Madero (8.9%),
Miguel Hidalgo (6.4%) e Iztacalco (6%). En total, se estima que más de 156 mil
habitantes se trasladan a trabajar a otras delegaciones o municipios.

Mapa 1. Ubicación geográfica del municipio de Nezahualcóyotl


Fuente: elaboración propia con base en INEGI, 2010, Gobierno del Estado de México.

En cambio, Nezahualcóyotl es punto de atracción laboral de Chimalhuacán


(26.3%), Ecatepec (10.1%), Iztapalapa (9.9%), Ixtapaluca (6.0%), Gustavo A.
Madero (5.8%), La Paz (5.6%) y Valle de Chalco y Chicoloapan (5.1% cada uno). En
total, Nezahualcóyotl atrae cerca de 46 mil viajes diarios por motivos de trabajo.

Gráfica 1. Lugares de destino y origen de la pea que labora en el municipio de


Nezahualcóyotl, 2010

Fuente: , Censo de Población y Vivienda, 2010.

Movilidad de la población
De acuerdo con los resultados de la (Encuesta Origen-Destino) 2007, la
genera un total de 21 954 157 de viajes diarios entre delegaciones y municipios que
la constituyen. Este volumen se reparte entre Ciudad de México con 58.4% de los
viajes y el Estado de México con 41.3%. En este universo, el municipio de
Nezahualcóyotl, objeto de nuestro estudio, genera 1 134 071 viajes diarios, lo que
representa el 5.2% de los viajes a nivel metropolitano, pero son el 10.4% del total de
viajes en el Estado de México.
Por su localización próxima a las delegaciones centrales del Distrito Federal y a
otros municipios urbanos del Estado de México, Nezahualcóyotl tiene una
proporción relativamente mayor en cuanto a los propósitos de viaje relacionados con
el trabajo, mismos que representan 27.3% de los desplazamientos totales. Le sigue
en importancia los viajes para ir a estudiar (8.7%), compras y recoger a alguien
(4%), más los desplazamientos para diversión (3.7%). Estos motivos suman el
47.6% de los desplazamientos, que se equiparan con los motivos de regreso a casa
(45.9%).

Gráfica 2. Viajes realizados por propósito del viaje en Nezahualcóyotl, 2007

Fuentes: Gobierno del Distrito Federal/Gobierno del Estado de México/ , Encuesta Origen-
Destino, 2007.

El municipio de Nezahualcóyotl se encuentra dividido en once zonas las cuales


permiten ve los movimientos que se originan al interior del municipio. Estos se
dividen en viajes producidos, viajes atraídos y viajes internos. Los primeros se
refieren a los que se producen desde cada zona por diversos motivos, trabajo,
estudio, compras, diversión u otros. Los segundos son principalmente movimientos
de regreso a casa o a actividades que se realizan en cada zona. Finalmente los
movimientos internos son aquellos que se generan al interior de cada zona.
De acuerdo con esta clasificación, se tiene un total de poco más de 900 mil
viajes producidos, de los cuales la mayor parte se producen en la zona Plazas
(situada en Aragón) con 13.4% y en la zona Centro de Nezahualcóyotl (10.8%). De
los viajes atraídos, casi 900 mil, la distribución es similar, donde la zona Plazas
concentra 13.5% del total y Nezahualcóyotl Centro tiene el 109%. Estos patrones
corresponden más al perfil de traslado Trabajo-Casa.
En términos de su frecuencia por hora, los viajes se tienen dos patrones: a) el
primero relacionado con las actividades que realiza la población por motivos de
trabajo, ir a la escuela u otros (comprar, diversión, etc.) (Gráfica 3).
Esto se expresa en la gráfica anterior donde se observa que la salida de las
personas a estas actividades se origina principalmente en la mañana entre las 5:00
am y las 8:00 am donde se concentra el mayor volumen de movimientos, siendo los
principales los relacionados con el trabajo. A partir de las 8:00 am se reduce el
volumen sustancialmente y después de las 10:00 de la mañana hay una reducción
importante de los volúmenes. En el horario para ir a la escuela los flujos se
relacionan con la entrada y salida de los planteles escolares, donde si bien el
principal volumen se realiza entre 5:00 y 7:00 am, existe una segunda cima después
de las 12:00 a las 14:00 horas, relacionada con la salida y entrada de las escuelas.

Cuadro 1. Viajes realizados por zona en Nezahualcóyotl, 2007

Fuentes: Gobierno del Distrito Federal/Gobierno del Estado de México/ , Encuesta Origen-
Destino, 2007.
Gráfica 3. Viajes realizados por motivo por horario de inicio del viaje en
Nezahualcóyotl, 2007

Fuentes: Gobierno del Distrito Federal/Gobierno del Estado de México/ , Encuesta Origen-
Destino, 2007.

El segundo patrón tiene que ver con los movimientos de regreso al hogar, donde
el predominio de viajes se da en las horas de la tarde, principalmente de las 18:00
en adelante (gráfica 4).

Gráfica 4. Nezahualcóyotl, Viajes realizados por regreso a casa por horario de


inicio del viaje, 2007
Fuente: GDF, Gob. Del Estado de México, INEGI, Encuesta Origen-Destino, 2007.

De esta forma, Nezahualcóyotl presenta un movimiento pendular de salida en las


horas de 5:00 a 8:00, mientras que de regreso se da entre las 18 a las 20:00 horas.
En cuanto al sistema de transporte público, de acuerdo con la 2007, los
viajes por tipo de transporte indican que la modalidad más empleada por las
personas son los colectivos (65%), taxi (17%), metro (8%), autobús suburbano (7%),
y otras modalidades (3%).

Movilidad y seguridad en el transporte público


El tema de violencia en el transporte público y movilidad es relativamente reciente.
Por lo general son tratados como temas separados y en el ámbito latinoamericano
es muy escasa la producción de investigaciones y de estadísticas oficiales respecto
a la seguridad ciudadana en el transporte público.1
La Encuesta de Movilidad y Seguridad en el Transporte Público, se realizó en
2014 a usuarios de Mexibús2 y a usuarios de otros transportes (micros y combis,
suburbanos, mototaxis y bicitaxis).
Uno de los aspectos más importantes de la encuesta es identificar el número de
delitos cometidos en el transporte público. La primera pregunta al respecto es si el
usuario tuvo un asalto en el último año. Los usuarios del Mexibús respondieron que
26.4% habían sufrido un asalto, mientras que en los usuarios de otros transportes la
cifra fue de 37.4%.
Cuando se le preguntó a los usuarios de Mexibús cuál fue la frecuencia de
asaltos que sufrieron en el último año se indicó que casi una tercera parte (32.1%)
sufrió un asalto mientras que casi 3 de cada diez (29.4%) tuvo tres a cinco asaltos y
una cuarta parte tuvo dos asaltos.
A los usuarios de otros transportes las cifras indican que 3 de cada diez fueron
asaltados o una o dos veces, y menos de una cuarta parte tienen de tres a cinco
asaltos.
Los datos anteriores son preocupantes en función que una proporción
considerable de usuarios del transporte público de Nezahualcóyotl ha sufrido por lo
menos un asalto, pero a su vez, dos terceras partes de usuarios que fueron
asaltados en Mexibús sufrieron más de dos asaltos, proporción que es de dos de
cada tres en otros transportes.
Otro aspecto importante a considerar en cuanto a las formas de asalto en el
transporte público que se identificó en la encuesta es la violencia ejercida por el uso
de armas, donde más de cuatro de cada cinco asaltos que se cometen se usa algún
tipo de arma (82.7% en usuarios de Mexibús y 86.3% de usuarios de otros
transportes).

Gráfica 5. Usuarios de Mexibús según tipo de asaltos en Nezahualcóyotl, 2014

Fuente: Municipio de Nezahualcóyotl, Encuesta de Movilidad y Seguridad en el Transporte Público,


abril de 2014.

Por tipo de arma empleada, tres de cada cinco se cometen con arma de fuego a
usuarios del Mexibús y 59% a usuarios de otros medios de transporte. Con arma
blanca se usa el 14.6% en los usuarios de Mexibús y 18.1% en los usuarios de otros
transportes. En el uso de golpes predomina en los usuarios de otros transportes
(5.8%) que en el Mexibús (3.5%) y de secuestro exprés en otros transportes (2.1%)
y en Mexibús con 2.2%.
Estas cifras son consistentes con datos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana
del Estado de México, el cual indica que las armas empleadas por asaltantes son
armas blancas como cuchillos o navajas y usan armas de fuego, reales o simuladas,
con las cuales amenazan a las potenciales víctimas.
Sin embargo, entre las víctimas de asalto predomina el no denunciar los hechos.
Entre los usuarios de Mexibús solo 13.7% realizaron una denuncia y entre los
usuarios de otros transportes solo fue el 8%. Esto es, 86.3% de los delitos
cometidos a usuarios de Mexibús y a 92.1% de los usuarios de otros transportes no
se denuncian a las autoridades correspondientes, y por tanto, no se persiguen.

Gráfica 6. Usuarios de otros transporte según tipo de asaltos en


Nezahualcóyotl, 2014

Fuente: Municipio de Nezahualcóyotl, Encuesta de Movilidad y Seguridad en el Transporte Público,


abril de 2014.

Las causas que mencionan los usuarios para no denunciar son las siguientes: no
tener tiempo para presentar la denuncia (36.3% de usuarios de Mexibús y 42.4% de
usuarios de otros transportes); considerar que no sirve de nada denunciar (27.4% de
usuarios de Mexibús y 18.2% de usuarios de otros transportes); otras causas –como
que las autoridades no hacen caso, no tener formas de denunciar o porque no
tuvieron información de dónde y cómo realizar la denuncia, entre otros– con 17.7%
entre usuarios de Mexibús y 16.9% con usuarios de otros transportes. Respecto a
que se pierde tiempo en realizar la denuncia se manifestó 9.6% de los usuarios del
Mexibús y el 14.6% de los usuarios de otros transportes.

Percepción de seguridad
Respecto a la percepción de los usuarios según el medio de transporte usado, los
usuarios del Mexibús califican de forma positiva este medio de transporte y lo
consideran como muy seguro (15.8%) y seguro (81.5%). Los taxis se consideran
seguros (47.2%). En cambio con calificaciones de inseguro se encuentran combi
(67.9%), micro (69.6%), bici taxi y moto taxi (52.5% cada uno) y como
completamente inseguros son los chimecos (54.7%).
En términos generales, los usuarios consideran más seguro el Mexibús, por su
condición de transporte relativamente nuevo y que cuenta con vigilancia en cada
estación lo que mejora la percepción de seguridad entre usuarios. Por el contrario,
los transportes como combi, micro y chimeco, dadas las condiciones de operación y
estado físico de los vehículos, el hecho de que los choferes manejan a exceso de
velocidad o con poco cuidado para los usuarios hacen que sean percibidos como
inseguros o muy inseguros por sus usuarios.
En cuanto a la percepción de inseguridad por traslado en el transporte público, la
mayor parte de los usuarios de Mexibús mencionaron que se sienten inseguros
entre las 6 y 9 de la noche (27.8%) y después de las 9 pm (26.5%). Otro 20.4%
indicó sentirse inseguro a la hora de inicio de las actividades de 5 a 8 de la mañana,
o antes de las 5 am (10.6%). Entre las 9 am y las 6 pm se percibe menos
inseguridad.
Por su parte los usuarios de otros transportes tienen una mayor percepción de
inseguridad entre las 6 y 9 pm (31.9%) y después de las 9 pm (22.3%).
Y también en el horario de salida al trabajo o escuela de 5 a 8 am (21.4%) y antes
de las 5 am (8.7%).
En cuanto a los lugares de Nezahualcóyotl que se perciben como más inseguros
destacan:

a. Avenida Central, en los paraderos y bajo puentes con las avenidas


principales que atraviesa.
b. La parte poniente de avenida Chimalhuacán, principalmente con la esquina
de Cuauhtémoc
c. La parte oriente de Avenida Pantitlán con las avenidas Las Torres y
Tepozanes y Tepozanes con avenida Texcoco
d. Las colonias con mayor percepción de inseguridad son en Aragón, las
colonias Valle de Aragón, Primera y Segunda Sección y Ciudad Lago.
e. En Nezahualcóyotl Centro, son las colonias El Sol, Estado de México,
Maravillas, Tamaulipas en sus distintas secciones, Raúl Romero,
Metropolitana, Benito Juárez I y II.

En la zona oriente, se describen como inseguras las colonias Unidad Rey Neza,
Esperanza, Izcalli Neza, La Perla, Reforma, Las Águilas y Ampliación Las Águilas,
Reforma, Manantiales, Loma Bonita y San Agustín Atlapulco.

Reflexiones preliminares
La encuesta permite dar una amplia base de información sobre las condiciones de la
movilidad y la seguridad de los usuarios de transporte público de Nezahualcóyotl. De
manera preliminar se desprenden los aspectos siguientes:

Una proporción importante de los habitantes de Nezahualcóyotl viajan


diariamente en transporte público bajo el flujo de movilidad hogar-trabajo-
hogar, y es hasta muy recientemente que se han introducido sistemas de
transporte masivo que facilitan el traslado.
Hay una coexistencia de distintos modos de transporte, desde los más
modernos con otros más tradicionales: el Mexibús contrasta notablemente
con el uso de combis, mototaxis y bicitaxis. Esto influye notablemente en la
percepción de seguridad, donde el primero se percibe como más seguro y los
otros medios de transporte como más inseguros, aunque en ambos casos,
los datos de delitos cometidos es alto.
El nivel de violencia ejercido es una variable independiente en ambas
modalidades de transportación, dado que para los dos conjuntos de
transporte es similar (alrededor de 60%).
Se identifican ciertos espacios específicos del municipio donde se cometen
delitos y que coinciden con aquellos nodos en los cuales convergen
vialidades principales o distintos modos de transporte, donde predomina el
anonimato.
Esto implica que son esos espacios de paso son apropiados para que
ocurran delitos de oportunidad, principalmente robos.
De igual forma el tiempo también es una variable relevante, pues de acuerdo
con la percepción de los habitantes los horarios de mayor inseguridad son a
la hora del traslado al trabajo, y principalmente en el trayecto de regreso.

Bibliografía
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Retrospective”, in Barbara Rylko-Bauer, Linda Whiteford & Paul Farmer (eds.),
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España. España: Bakeaz.
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Pública.
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definiciones básicas del campo del transporte” en: Revista Bitácora Urbano
Territorial, vol. 21, núm. 2, julio-diciembre
L , J. (2009). “Os Novos Espaços da Mobilidade”. GEOgraphia, América do Norte,
3, set. 2009. Disponible en
http://www.uff.br/geographia/ojs/index.php/geographia/article/view/62/60. Consultado 15 de
abril de 2015.
Notas
* Maestro en Planeación y Políticas Metropolitanas ( Azcapotzalco), Subdirector de Desarrollo
Regional Sustentable en la Dirección General de Planeación en Población y Desarrollo de la
Secretaría General del Consejo Nacional de Población ( ).
1 Por lo general, el tema transporte se aborda desde una perspectiva sectorial, donde se analiza en
relación con los patrones de movilidad y las características que presentan los diversos modos de
transporte. Cuando se relaciona con el tema seguridad se hace referencia al funcionamiento de las
unidades de transporte y se vincula con los accidentes que ocurren en la vía pública, a lo que se
denomina seguridad vial. Sin embargo, la perspectiva que se le da en este enfoque se orienta a la
prevención de accidentes mediante el cumplimiento de los respectivos reglamentos y normas de
tránsito. Desde la perspectiva de la seguridad ciudadana, el tema se aboca a la prevención de los
actos delictivos o violentos en el transporte, lo que da un panorama distinto al de seguridad vial, y se
analizan los hechos delictivos o violentos y las percepciones públicas en torno al uso del transporte
público. En la encuesta se prioriza el abordar los aspectos desde la seguridad ciudadana
principalmente.
2 Sistema del Estado de México.
Parte II

Patrimonio cultural y centros históricos

Los primeros conjuntos multifamiliares en México;


patrimonio cultural en riesgo

Mtro. Arq. Pablo Francisco Gómez Porter*

Introducción
La edificación de los primeros conjuntos de vivienda multifamiliar en México es
producto de diversos factores nacionales y de la influencia del pensamiento
moderno gestado en Europa, esa conjugación de elementos dio como resultado
bloques de habitación colectiva con un valor arquitectónico y urbanístico
indiscutibles en la actualidad.
A pesar de su importancia en la historia de la arquitectura mexicana del
siglo los conjuntos de vivienda multifamiliar diseñados por Mario Pani, con el
referente de la Carta de Atenas y los postulados de Le Corbusier, enfrentan en
la actualidad complejas problemáticas de gestión que amenazan su
permanencia física; los deterioros que sufren se agravan con el tiempo y no se
realizan acciones que promuevan su conservación.
El Centro Urbano Presidente Alemán – –, es un ícono de la modernidad
que cuenta con 1 080 departamentos y 212 locales comerciales; fue el primer
conjunto de su tipo en el país y uno de los pocos que conservan aún su
morfología original. Durante casi cuatro décadas el fue propiedad del
Estado quien, a través de la Dirección General de Pensiones Civiles para el
Retiro y después el , se encargó de administrarlo mediante un esquema
de renta y servicios auspiciado con la protección estatal. Sin embargo, ese
modelo de gestión ha desaparecido por lo que los habitantes han tenido que
encargarse de la administración y el mantenimiento de un desarrollo
habitacional de gran escala careciendo de medios técnicos y económicos para
poder hacerlo.
Breve marco histórico
Las reivindicaciones de la Revolución Mexicana en materia de salud, educación
y vivienda fueron derroteros para la Constitución Política de 1917; sobre
vivienda, la Carta Magna establece la obligación de los patrones para brindar
habitación a sus trabajadores, el Estado se encargaría de supervisar esa labor,
sin embargo en la práctica se dieron una serie de concesiones que eximieron a
los empleadores de la obligación constitucional agravando el problema de
vivienda durante la primer mitad del siglo en las ciudades.
El Estado en su calidad de patrón de la burocracia y ante la obligación
constitucional para dotar de vivienda a sus trabajadores comenzó a otorgar
préstamos para compra de casas en el mercado abierto a través de la
Dirección General de Pensiones Civiles para el Retiro que “en 1930 […]
otorgaba un promedio anual de 410 préstamos hipotecarios”. (Ayala Alonso,
2010: 111) Durante el régimen alemanista (1946-1952) la citada dependencia
incrementaría el préstamo de créditos para los fines señalados en 450%; se
crearían mecanismos financieros, como el Banco Nacional Hipotecario Urbano
y de Obras Públicas – –, que hicieron posible la construcción de nuevos
conjuntos habitacionales y se comenzarían a desarrollar diversas propuestas
para edificar vivienda mínima destinada a los trabajadores. Durante este
periodo histórico se desarrollaron diferentes soluciones habitacionales; de ellas
los multifamiliares diseñados por Mario Pani son los que mayor
representatividad, valor urbano y arquitectónico detentan en la actualidad.
Particularmente el cupa es un referente en la historia de la arquitectura
mexicana del siglo ampliamente reconocido por los académicos y por la
sociedad nacional e internacional.
La Dirección de Pensiones no se limitó al otorgamiento de créditos, además
se encargó de la construcción de los dos primeros multifamiliares proyectados
por Pani al final de la década de los cuarenta: el Centro Urbano Presidente
Alemán y el Centro Urbano Presidente Juárez. La misma dirección financiaría,
en conjunto con el , la construcción de otros conjuntos habitacionales
como la unidad modelo y la Jardín Balbuena proyectadas por Félix Sánchez.
Ambos arquitectos fueron los primeros exponentes del género multifamiliar en
México y “tanto Pani como Sánchez mencionaron a la supermanzana y a la
ciudad jardín como métodos de ordenamiento espacial, también ambos
tuvieron en mente a Le Corbusier y por supuesto los postulados de la carta de
Atenas y a pesar de las diferencias entre sus soluciones, la supermanzana fue
el tema con el cual se abordaron los proyectos” (De Anda Alanís, 2008: 136).
Los referentes europeos influyeron los diseños de los multifamiliares de Pani y
de otras propuestas latinoamericanas de gran relevancia como las
urbanizaciones de Carlos Raúl Villanueva en Venezuela, las super manzanas
de Oscar Niemeyer en Brasil o los primeros multifamiliares colombianos.
Fotografía 1. Centro Urbano Presidente Alemán

El diseño del Centro Urbano Presidente Alemán se caracteriza por su gran proporción de áreas
verdes, la altura de sus edificios y el empleo de materiales de producción industrial en sus
acabados aparentes dados sus conceptos de diseño propios del Movimiento Moderno. Fuente:
Fotografía del autor, enero de 2013.

Los primeros multifamiliares mexicanos fueron un experimento social,


arquitectónico y urbanístico en su momento por lo que, dada la innovación de
esta propuesta de vivienda colectiva en altura, no habían reglas establecidas
que permitieran evaluarlo. Sus primeros diseñadores, Pani y Sánchez,
exploraron diversas alternativas en sus propuestas; jugarían con densidades de
población, formas, modelos, etc. enriqueciendo el universo de la arquitectura
habitacional popular que hasta el momento existía en el país.

Historia de la gestión del . Del paternalismo estatal a


la autoadministración
Los conjuntos de vivienda colectiva del Movimiento Moderno en toda América
Latina detentan trascendencia arquitectónica, histórica, cultural y
representatividad como modelos de vivienda que revolucionaron en su época
las formas de habitar. Esta arquitectura emblemática ha estado acompañada a
lo largo de su historia de cambios drásticos en su gestión determinando su
funcionamiento y operatividad; pasar del paternalismo estatal a la
autoadministración fueron severas modificaciones que han afectado a grandes
conjuntos como el Centro Urbano Presidente Alemán.
En 1947 Pensiones Civiles pide a Pani diseñar 200 casas en dos terrenos
adquiridos en 19351 y 19472, localizados en la entonces lejana Colonia del
Valle. Pani propuso construir un conjunto habitacional compacto de 1080
departamentos, apilados en edificios de grandes alturas permitiendo que el
80% del terreno fuera destinado a áreas verdes, con la influencia de los
postulados de diseño establecidos en la Carta de Atenas de 1933 y Le
Corbusier. La construcción de la monumental obra se realizaría en dos años, el
2 de septiembre de 1949, el entonces Presidente de la República, Miguel
Alemán Valdés, inauguraba los “gigantescos multifamiliares de pensiones” (El
Nacional, septiembre 3, 1949: 1) en su discurso señalaría la importancia que
representaba para su gobierno resolver la problemática de vivienda para las
clases trabajadoras y especialmente el apoyo que se brindaba a los burócratas
con esta propuesta habitacional.
Los departamentos serían asignados mediante sindicatos hasta que el
conjunto pasó del dominio público al privado. En 1987 se asignaron los últimos
departamentos; durante 38 años bajo esta modalidad “los empleados recibieron
“privilegios” más que prestaciones, esperando a cambio de ello, la lealtad de
sus votos electorales” (De Anda Alanís, 2008: 218), este esquema político
electoral “convirtió al Multifamiliar en pieza preciada de intermediarios o brokers
políticos” (Necoechea Gracia, 2004: 114) el mecanismo establecido para la
adjudicación de las viviendas sería el siguiente de acuerdo al Reglamento
Condominal establecido entre el y el Sindicato:

La Dirección de Pensiones Civiles comunicará a cada Sindicato de


Trabajadores al Servicio del Estado en el Distrito Federal, el número de
departamentos que de dicho organismo pueda disponer para el uso de sus
agremiados […]. Cada Sindicato dará a conocer a sus trabajadores el
número de departamentos de que disponga para la tramitación de
solicitudes.
Los Sindicatos burocráticos remitirán oportunamente, por conducto de la
Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado, a la
Dirección de Pensiones, las listas de los miembros de su organización a
quienes recomienden para ocupar los departamentos. (Dirección de
Pensiones Civiles, 1949: 128).

Las primeras generaciones de habitantes del multifamiliar Alemán fueron


beneficiarios directos del proteccionismo que el Estado brindó a la unidad
habitacional; a través de la Administración contratada por la Dirección de
Pensiones Civiles, y posteriormente por el , se brindada toda clase de
servicios inmobiliarios a los inquilinos quienes contaban con alberca,
elevadores, jardines, canchas, servicio médico, guardería infantil, escuela
primaria, casino, banco, comercios y policía encargada, entre otras cosas, del
cuidado de los niños.
La rectoría del Centro Urbano estuvo en manos de la administración desde
1949 hasta 1987; el primer administrador fue Javier de la Peña quien
desempeñó su labor “a manera de un alcalde de cualquier comunidad europea
muy civilizada […] De ahí que la Administración aludida sirva también hasta de
consejera, de guía, en casos de estricta intimidad privada” (Acevedo Escobedo,
1952: 56), la utopía de habitar en colectividad parecía volverse una realidad
con esta fórmula.
El esquema administrativo propio del paternalismo estatal, se aplicó en
algunos de los conjuntos que la propia Dirección de Pensiones –hoy –
promovería, como el multifamiliar Juárez, pero no fue el único que utilizaría esa
dependencia ni otras instancias encargadas de la promoción de vivienda
popular; sin embargo, al igual que el diseño arquitectónico que le acompañó,
simbolizó una política de vivienda que pretendió en su momento satisfacer la
demanda de un sector específico de la población a la vez que buscaba
garantizar fidelidad electoral.
Con el paso de los años la utopía comenzó a desmoronarse por problemas
sociales entre los vecinos y la paulatina pérdida de autoridad de la
administración. A partir de la década de los 60 comienzan a manifestarse en el
cupa las problemáticas sociales características en la gran mayoría de los
conjuntos habitacionales de la Ciudad de México3 en la actualidad porque:

(…) lo que durante la primera década [1949-1959] pareció una forma ideal
de habitar la ciudad, como todavía recuerdan sus primeros habitantes,
pronto comenzó a decaer. […] en el Multi se empiezan a observar los
principales problemas de carácter social que aquejan [a la ciudad].
El inicio de la decadencia en el buen trato entre la gente y en lo seguro
que era para todos el Multi comienza a percibirse en los sesenta, y para los
setenta ya es notorio para la mayoría (De Garay, 2002: 204-205).

A pesar de las problemáticas que comenzaron a presentarse, el se


encargó de hacer posible el funcionamiento de esta versión mexicana de la
“máquina perfecta de habitar” cada vez con mayor dificultad. Las crisis
económicas de los años ochenta obligaron al Estado a modificar sus políticas
proteccionistas, por lo que en 1982 publicó el “Decreto por el que se
desincorporan del dominio público los inmuebles donde se encuentran
ubicados los Multifamiliares con que cuenta el Instituto de Seguridad y
Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado y se autoriza a éste, para
enajenar los departamentos a título oneroso y fuera de subasta en favor de los
derechohabientes del propio Instituto”. (Diario Oficial de la Federación, agosto
11, 1982: 36-42) Así iniciaba el proceso con el que los 26 multifamiliares del
, 13 en la Ciudad de México y 13 en el interior de la República, se
convertirían al régimen de propiedad privada en condominio, se incluía a los
tres conjuntos diseñados por Pani.4
El proceso de privatización en el se iniciaría hasta octubre de 1987
debido a que los habitantes se ampararon contra el decreto obligando al
a mantener la administración por cinco años más; la historia en los
multifamiliares Juárez y Tlatelolco sería muy diferente debido a los daños que
sufrieron a consecuencia de los terremotos de 1985.
El 2 de octubre de 1987, el emitiría un aviso notificando que unos
días después se iniciará la venta de los departamentos del Multifamiliar, las
viviendas serían pagadas en mensualidades de $25 000.00 “el cual incluye
escrituración y descontándose del precio total, que a la fecha se haya pagado
por el concepto de rentas” ( , octubre 2, 1987: 1), los precios de cada
departamento oscilarían entre $1 600 000.00 y $1 950 000.00, los montos
fueron determinados por la Comisión de Avalúos de Bienes Nacionales de
acuerdo al número de recámaras y alcobas disponibles; dada la posición
asumida por el los contratos de compraventa entre éste y los inquilinos
se celebrarían en su totalidad ese mismo año.
El 11 de Julio de 1988 el Instituto, a través de su representante legal,
firmaba las escrituras con las que otorgaba el régimen de propiedad en
condominio al ,5 la constitución legal de los nuevos condominios
representó el primer paso para la escisión de la unidad habitacional pues se
generó un documento base para cada edificio como si se tratara de inmuebles
aislados; así las siete torres unidas físicamente quedarían virtualmente
separadas por letras generando una serie de problemas con los vecinos,
quienes inicialmente propusieron construir muros divisorios entre cada edificio
del zigzag lo que hubiera afectado el funcionamiento del conjunto y alterado
una de las principales virtudes de su diseño arquitectónico: la continuidad en
los pasillos perimetrales de circulación; se perdía el concepto de unidad vecinal
que en otros ejemplos de este género arquitectónico son el principal atributo
que promueve su conservación.
El entregaría a los nuevos propietarios el reglamento del Edificio
sobre el que se constituye el Condominio6, la normativa no se cumplió pues no
se establecieron los mecanismos operativos necesarios para su ejecución.
La dependencia mantendría como reservas territoriales la guardería,
alberca, centro cultural y oficina de correos que a la fecha conserva como parte
de su patrimonio inmobiliario.
En abril de 1989, cuando ya no era propiedad pública, el issste realizó
trabajos de mantenimiento mayor en el para reforzar la estructura
portante de las torres de 12 niveles a fin de cumplir con las nuevas
disposiciones establecidas en el Reglamento de Construcciones del Distrito
Federal que elevó los coeficientes sísmicos requeridos en las construcciones.
El Instituto señaló que los trabajos se realizaron “en virtud de que los edificios
tienen una antigüedad de 40 años de construidos y han resistido varios
movimientos sísmicos y aún siguen funcionando perfectamente en su
estructura y funcionalidad del proyecto original (sic)” ( , abril 6, 1989:1),
esta sería la única obra de mantenimiento que hasta la fecha se ha realizado a
una estructura que en septiembre de 2015 cumplirá 66 años de funcionamiento
continuo.

Fotografía 2. Daños causados por filtración de instalación sanitaria


ahogada en trabe principal

Daños causados por filtración de instalación sanitaria ahogada en trabe principal, los daños se
presentan en el propio elemento y en la columna, a pesar del peligro que esto representa no se
han realizado acciones para reparar la fuga; el dueño del departamento que la ocasiona se
niega a intervenir porque el daño se presenta en un área común que no tiene un propietario ni
un afectado específico. Fotografía tomada por el autor, diciembre de 2013.

La salida del issste representó un parteaguas para la vida del ; los


habitantes se vieron obligados a asumir repentinamente una responsabilidad
con la que no estaban familiarizados y para la que no fueron capacitados. Entre
los años 1990 y 1992 se contrataron dos empresas para encargarse de la
administración de toda la unidad; los problemas no tardaron en hacerse
evidentes; gran cantidad de inquilinos y locatarios no cubrían sus cuotas de
mantenimiento, no respetaban el reglamento condominal, entre otros
problemas. Mediante diversas circulares, las empresas administradoras
realizarían algunos intentos por invitar “a los inquilinos morosos a pagar sus
cuotas [de mantenimiento] y así poder mantener mejor el conjunto (sic)”
( , noviembre 3, 1992: 1); ese modelo de administración lejos de funcionar
quedó grabado como un fraude en el imaginario de los habitantes del
conjunto.7 A la par de estos problemas de índole social “el traslado de las
cargas y responsabilidades de la administración del multifamiliar a los
habitantes sucedió en un momento en que los servicios y bienes de uso
colectivo comenzaron a deteriorarse, afectando las condiciones de vida de la
población que lo habitaba” (Martínez Omaña, 2002: 79); para 1988, cuando
comienza a operar bajo el régimen condominal, el cumplía 39 años de
funcionamiento.

Figura 1. Mapa de actores involucrados actualmente en la gestión del sitio

Mapa de actores involucrados actualmente en la gestión del sitio, al no haber claridad en las
funciones ni una figura rectora en la unidad habitacional, se generan complejidades sociales y
vacíos de poder impactando en el estado de conservación del pues al no haber acuerdos
vecinales ni recursos, las obras de mantenimiento necesarias que requieren los edificios y
áreas verdes no se realizan.
El mapa interno, o nivel 1, involucra actores que se vinculan directa y diariamente en el sitio
como sus habitantes, administradores y locatarios comerciales.
El mapa asociado, o nivel 2, incluye instancias que por sus funciones se relacionan con el
sitio como el issste y la delegación Benito Juárez que como parte de sus funciones presta
servicios urbanos en la unidad.
El tercer nivel de actuación, o mapa externo, considera actores que no tienen relación
funcional con el sitio pero que por su labor académica o de protección al patrimonio se
relacionan indirectamente con el sitio, aquí encontramos instancias de gran trascendencia
como universidades, y el gobierno federal a través del .
En 1993 los habitantes adoptaron el esquema de autoadministración por
edificio de acuerdo a la escrituración del issste; se crearía también una
comisión de áreas comunes que se encargaría del manejo de jardines,
canchas, locales comerciales y salones de actos. Bajo este esquema, vigente
en la actualidad, prevalece la costumbre de no cubrir las cuotas de
mantenimiento, solamente 60% de los condóminos8 cubren regularmente esos
pagos. La consecuencia directa de estas omisiones es la drástica disminución
de recursos económicos para dar mantenimiento a edificaciones de grandes
dimensiones y a amplias extensiones de áreas verdes.
El Gobierno del Distrito Federal implementó un programa de atención a
unidades habitacionales que entre 1997 y 2006 se denominó Programa de
Rescate de Unidades Habitacionales ( ) y a partir de 2007 a la fecha
cambió su nombre a Ollin Callan, realizándose las siguientes obras:
“Año 2001; suministro y colocación de tuberías, construcción de pisos de
concreto.
Año 2002; drenaje sanitario.
Año 2005; cisterna y bombas hidráulicas.
Para el Programa Ollin Callan, las obras [ejecutadas fueron]:
Año 2007; construcción de jardineras.
Año 2008; reparación de macetones en los edificios.
Año 2009; continuación de los proyectos de los dos años anteriores.
Año 2010 y 2011; impermeabilización y colocación de barda perimetral.
Año 2012; suministro y colocación de reja perimetral” ( , noviembre
27, 2012: 1).
La reja perimetral continuaría pagándose con recursos de este programa,
durante los ejercicios fiscales de 2013, 2014 y 2015; su construcción se afectó
una de las principales virtudes de diseño urbano del : la permeabilidad
hacia la calle y la integración a la ciudad.
Como resultado de los procesos de compraventa de los departamentos
entre particulares, han llegado nuevos habitantes de características sociales,
económicas y culturales diferentes a las de los primeros moradores; los nuevos
inquilinos tienen una visión diferente sobre la responsabilidad de preservar su
hábitat. En contraste, quienes nacieron en el o llegaron a él cuando era
propiedad pública entienden a la vivienda como un derecho y una obligación
que el Estado tiene con ellos, en consecuencia “(…) los residentes de mayor
edad no están acostumbrados a pagar estos costos [cuotas de mantenimiento]
y cuestionan la necesidad de hacerlo. Más importante, ya que la mayoría de
ellos están jubilados y tienen ingresos fijos y restringidos, las cuotas están por
encima de sus posibilidades” (Necoechea Gracia, 2004: 131).
Los factores sociales y administrativos señalados en este artículo afectan la
conservación de la unidad habitacional pues no hay instancia alguna que
asuma la responsabilidad de gestionar el conjunto que dada su
representatividad histórica, social y arquitectónica lo vuelven un referente de la
arquitectura moderna en la Ciudad de México y un bien cultural legado del siglo
.
En unidades habitacionales con características arquitectónicas similares al
, como las unidades de habitación diseñadas por Le Corbusier en Berlín y
Marsella, la administración y el mantenimiento de los inmuebles y áreas verdes
están en manos de asociaciones vecinales; en Bogotá el Centro Urbano
Antonio Nariño tiene una administración profesional única para todo el conjunto;
esas experiencias podrían servir para generar un modelo de administración
adecuado para el . En aquellos conjuntos, el estado de conservación física
de las edificaciones es digna de admiración, y los departamentos gozan de
valores de mercados propios de inmuebles representativos de corrientes de
pensamiento que determinaron la producción arquitectónica del Movimiento
Moderno.

Cuadro 1. Cronología con acontecimientos más relevantes en la historia


de la gestión del CUPA
Cuadro cronológico con los acontecimientos más relevantes en la historia de la gestión del
CUPA. Se identifican tres momentos: el periodo de la intervención estatal de 1949 a 1987, el
parteaguas donde se dio la transición del régimen público al privado y que fue de 1987 a 1989 y
por último el periodo de autoadministración que inició en 1990 y se mantiene en la actualidad.
Cuadro realizado por el autor con base en la información documental obtenida para este
trabajo.

Fotografía 3. Unidad de habitación de Berlín, diseñada por Le Corbusier


La unidad de habitación de Berlín, diseñada por Le Corbusier, presenta un excelente estado de
conservación, mucho ha ayudado el reconocimiento del gobierno alemán a los valores
históricos del inmueble pero también el esquema administrativo actual que, al igual que en la
unidad de Marsella, es operado por una asociación de vecinos llamada Förderverein
Corbusierhaus Berlin –amigos de la casa Le Corbusier en Berlín.
La conservación, en este caso, está apoyada por los recursos que los habitantes, en su
mayoría artistas e intelectuales, destinan al mantenimiento del inmueble y su perfil
socioeconómico.
A pesar de las diferencias ideológicas, sociales, culturales y económicas entre los habitantes
de esta unidad y el cupa, algunos de los esquemas utilizados por la administración de la
primera pudieran servir a la segunda.
Fuente: Fotografía del autor, marzo de 2014.

La conservación, en este caso, está apoyada por los recursos que los
habitantes, en su mayoría artistas e intelectuales, destinan al mantenimiento
del inmueble y su perfil socio económico.
Aun cuando el Centro Urbano Presidente Alemán es un emblema de la
modernidad mexicana y dadas sus cualidades históricas, arquitectónicas,
artísticas y sociales, no hay que olvidar su condición de unidad habitacional con
problemáticas claramente definidas; la principal de ellas se presenta en las
áreas de uso común como jardines, circulaciones y estacionamientos pues
esas zonas “pueden pasar fácilmente a no ser de nadie, y por lo tanto a ser
descuidadas y abandonadas, cuando no son apropiadas por alguien en
especial. El estatuto de espacio común como de algo que es de uso común es
difícil de mantener” (Duauh, Giglia, 2008: 328).

Fotografía 4. El Centro Urbano Antonio Nariño ( ) de Bogotá


El Centro Urbano Antonio Nariño ( ) de Bogotá es una muestra de que es posible
conservar en buen estado los conjuntos de vivienda colectiva del Movimiento Moderno a pesar
de tener múltiples propietarios. A diferencia del , este conjunto fue puesto a la venta desde
su inicio por lo que los habitantes se encargaron de su administración cuando terminaron de
pagar los departamentos en 1972, desde ese momento comprendieron el concepto de unidad
vecinal y la responsabilidad que implica conservar las áreas comunes.
En la actualidad el conjunto cuenta con una sola administración profesional encargada de
realizar planes quinquenales de conservación y de llevarlos a cabo; gracias esta gestión los
departamentos han incrementado considerablemente su valor de mercado.
Fuente: Fotografía del autor, marzo de 2015

CONCLUSIÓN
Este artículo pretende abrir el espacio a la reflexión en torno al tratamiento que
recibe el patrimonio moderno en la actualidad como es el caso de los grandes
conjuntos de vivienda colectiva. Ese patrimonio ha sido ampliamente estudiado,
reconocido y difundido desde las perspectivas históricas, sociales,
arquitectónicas y artísticas pero debe también analizarse desde la perspectiva
de la gestión y encaminarse a la construcción de soluciones que posibiliten su
conservación garantizando su permanencia y sostenibilidad.
Las cualidades de ese modelo habitacional, como sus grandes extensiones
de áreas verdes, alturas, dimensiones, son a su vez el principal reto en materia
de conservación pues requieren de una constante y cuantiosa inversión en su
mantenimiento que, en casos como el , no se le ha dado debido a falta de
organización y de recursos de los vecinos. Instancias como el , quien fue
rector y propietario de esa unidad habitacional por casi cuatro décadas, tuvo los
medios para mantenerla con el auspicio de un Estado benefactor pero esa
política ha desaparecido; la arquitectura trascendió a la gestión; hoy la
permanencia física de ese símbolo de la modernidad de la Ciudad de México
está comprometida.
El multifamiliar Alemán es un bien cultural y un patrimonio artístico que da
testimonio del pensamiento moderno, de formas de hacer la ciudad y de cómo
la arquitectura y el urbanismo han forjado la identidad de los habitantes de la
metrópoli; por tanto merece ser rescatado del deterioro físico y social que
enfrenta y que avanza rápidamente como un cáncer que amenaza su
existencia.
Los habitantes requieren el apoyo del Estado, quien promovió este conjunto,
de acuerdo a la realidad social, política y económica actuales; evidentemente
no es posible regresar al paternalismo estatal, sin embargo habrá que analizar
diversas formas de participación encaminadas a mantenerlo como bien cultural
con características y complejidades específicas.
Los moradores deben ser conscientes de la responsabilidad que implica
habitar un bien patrimonial del siglo de propiedad colectiva, pues de no
organizarse para promover acciones encaminadas a la preservación del sitio;
por la ley de la oferta y la demanda, el destino del primer multifamiliar de
América Latina (sic) es la picota, y con ella la irremisible expulsión de sus
habitantes. Queda a los habitantes del recurrir a nuevas estrategias para
defenderse de la exclusión social y mostrar una vez más que la modernidad
que alguna vez les dio un lugar y poder, ahora es la base de la identidad que
los constituye como ciudadanos de la gran capital (De Garay, 2004: 47).
El estudio, crítica y análisis de la arquitectura moderna debería expandir sus
horizontes a aspectos que la afectan en la actualidad; el Centro Urbano
Presidente Alemán, es un claro ejemplo de las problemáticas que enfrenta el
patrimonio moderno de gran escala. Abrir una nueva rama de la investigación
en este tema permitirá generar conocimientos que pueden aplicarse a la
conservación y preservación de este importante legado urbano arquitectónico
del siglo .

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Colección Historia Oral, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis
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Garay Arellano Graciela (coord.), “Modernidad Habitada: Multifamiliar Miguel
Alemán, Ciudad De México, 1949-1999”, Instituto De Investigaciones Dr.
José María Luis Mora, México, 2004, p. 114
V J ( .), “Conjuntos y unidades habitacionales en la
ciudad de México: en busca de espacios sociales y de integración barrial”,
Editorial de la Red Nacional de Investigación Urbana, Universidad Autónoma
Metropolitana-Azcapotzalco, México, 2006 p. 11

Escrituras públicas
Escritura de compraventa celebrada el 31 de enero de 1935, formalizada entre
la Dirección General de Pensiones Civiles de Retiro y el señor Ramón
Bernardi Farrés, notaría pública Nº 10, Lic. Noé Graham Gurría.
Escritura de compraventa celebrada el 9 de agosto de 1947, entre “Petróleos
Mexicanos” y la “Dirección General de Pensiones Civiles de Retiro”, notaría
pública Nº 20, Lic. Luis del Valle Prieto.
Escritura de cesión celebradas el 11 de julio de 1988, Nº 064, 065, 066,
067,068, 071, 072 y 073 notaria pública número 5, Querétaro, Querétaro, Lic.
Luis Felipe Ordaz Martínez.
Hemerográfica
Diario Oficial de la Federación, 11 de agosto de 1982, pp. 36 – 42
Periódico “El Nacional”, 3 de septiembre de 1949, portada.

Oficios y/o circulares


C U N – –, Circular No. 4, 3 de noviembre
de 1992, firmada por Felipe Ramos Salgado.
I S S S T
E , Delegación Regional Sur, 2 de octubre de 1987
__________, Coordinación General de Delegaciones, Delegación Zona Sur del
Distrito Federal, Circular NUM. 001, México DF, 6 de abril de 1989, oficio
firmado por el delegado Lic. Mario Gamboa Patrón.
P S G D F ( ), oficio
OIP/RS/543/2012-05, 27 de noviembre de 2012, firmado por el Lic. Marco
Antonio García Rodríguez, Responsable de la Oficina de Información Pública
de la Procuraduría Social del Gobierno del Distrito Federal, en respuesta a la
solicitud de información pública, folio Nº 0319000054212 requerida por el C.
Pablo Francisco Gómez Porter.

Notas
* Doctor en Arquitectura con especialidad en Restauración del Monumentos y Sitios. Profesor
de la Facultad de Arquitectura de la .
1 Véase escritura de compraventa con fecha 31 de enero de 1935, formalizada entre la
Dirección General de Pensiones Civiles de Retiro y el señor Ramón Bernardi Farrés, emitida en
la notaría pública Nº 10, propiedad del Lic. Noé Graham Gurría.
2 Véase escritura de compraventa con fecha 9 de agosto de 1947, fungiendo como vendedora
la institución pública Petróleos Mexicanos […] y como compradora la Dirección General de
Pensiones Civiles de Retiro, emitida en la notaría pública Nº 20, propiedad del Lic. Luis del
Valle Prieto.
3 Para mayor referencia sobre los problemas comunes que enfrentan los conjuntos
habitacionales de la ciudad véase Villavicencio Judith (coord.), “Conjuntos y unidades
habitacionales en la ciudad de México: en busca de espacios sociales y de integración barrial”,
Editorial de la Red Nacional de Investigación Urbana, Universidad Autónoma Metropolitana-
Azcapotzalco, México, 2006, p. 11. Lo que la autora llama “dimensión social” y “dimensión
política o de gestión” es donde radican la mayoría de los problemas que inciden en la
conservación de los grandes conjuntos de vivienda de la ciudad independientemente del
organismo que las impulsó o de su época de construcción.
4 El inaugurado en 1949, el multifamiliar Juárez de la Colonia Roma, inaugurado en 1952
y la unidad Nonoalco – Tlatelolco, inaugurada en 1964 en el sexenio de Adolfo López Mateos.
5 Escrituras Nº 071 (edificio A), Nº 072 (edificio B), Nº 073 (edificio C), Nº 068 (edificio D), Nº
066 (edificio E), Nº 067 (edificio F), Nº 064 (edificio G), Nº 065 (edificio H) y Nº 072 (edificio J)
firmadas en la notaria pública número 5, con sede en Av. Madero Nº 87-A, Querétaro,
Querétaro, titular Lic. Luis Felipe Ordaz Martínez; adscrito Lic. Adolfo Ortega Zarazúa.
6 Cláusula Primera, inciso C, escritura Nº 066 anteriormente citada.
7 Para mayor referencia véanse testimonios orales en Martínez Omaña María Concepción,
“Acceso, uso y gestión de servicios urbanos en el Centro Urbano Presidente Alemán. Una
trayectoria de medio siglo”, en Garay Arellano Graciela De, “Rumores y retratos de un lugar de
la modernidad: historia oral del multifamiliar Miguel Alemán 1949-1999”, Colección Historia
Oral, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México, 2002, pp. 109-113.
8 Datos publicados por las diversas mesas directivas del conjunto en los elevadores.
El centro histórico potosino: renovación, usos y
prácticas del espacio patrimonio
Claudia Teresa Gasca Moreno*

Presentación
El objetivo de este trabajo es presentar una revisión de las etapas del proceso
de patrimonialización que experimentó el centro histórico de la ciudad de San
Luis Potosí desde principios de 1990 hasta la primera década del 2000. Con
ello, se dará una explicación sobre cómo el patrimonio cultural es transformado
en un recurso con el cual se responde a los impulsos globales de intercambio
que tienen lugar en la ciudad contemporánea a través del turismo. Se describen
algunos usos del centro y se hace especial énfasis en el habitacional a fin de
explorar como se vive el espacio-patrimonio. Al final, se ofrece una reflexión
sobre la importancia de reconocer el valor de las prácticas y experiencias de
habitantes y usuarios cotidianos en los proyectos de renovación del espacio
patrimonial tomando como ejemplo el análisis de la experiencia del centro
histórico potosino y uno de sus barrios intervenidos. Para este trabajo se realizó
un seguimiento hemerográfico y se tuvo acceso a los expedientes y otros
documentos oficiales descriptivos de propuestas y proyectos concebidos para
obtener la declaratoria del centro de San Luis Potosí como Patrimonio Mundial
de la Humanidad. Se hicieron recorridos de campo entre el 2009 y 2014, un par
de encuentros con funcionarios y charlas informales con usuarios de las
principales plazas del centro histórico de la ciudad, así como una treintena de
entrevistas a profundidad con habitantes del perímetro patrimonial. El propósito
era obtener un conjunto de narrativas de “lo oficial” para diferenciarlas con la
experiencia cotidiana de los usuarios y habitantes del centro. Los resultados,
contrastantes, revelaron la falta de un proyecto integral de rescate del
patrimonio que tomara en cuenta el conjunto de prácticas que derivan de la
relación entre el habitar y el consumir además de la prevalencia de un enfoque
estético en todas las intervenciones que ha sobresalido desde que el tema
comenzó a ser de interés en el contexto potosino.

El centro y su puesta en venta


Hace más de una década surgieron nuevas centralidades en la ciudad de San
Luis Potosí que han diluido la importancia del centro histórico como eje
organizador de las actividades de algunos segmentos de la población. Al igual
que otros núcleos citadinos, este espacio ha sido paulatinamente abandonado
por la población original, algunas familias de ingresos elevados y otras elites
dejaron sus casonas en el centro para establecer su residencia en los
exclusivos fraccionamientos y privadas de los clubs de golf localizados en la
zona poniente de la capital potosina; además, ha habido un aumento de la
actividad comercial en detrimento de su uso habitacional; las actividades
culturales han sido trasladadas a recintos localizados en otros puntos de la
urbe; y ha experimentado la decadencia de sus inmuebles y un descuido
generalizado de la infraestructura urbana y seguridad. Sin embargo, del dos mil
a la fecha ha habido –de manera intermitente– el interés de empresarios y
actores políticos de recuperar este espacio con fines económicos a través de
su promoción turística. Más que conservar el patrimonio de la zona, la idea es
entrar en la lógica comercial que en los últimos años ha convertido a los
corazones de varias ciudades mexicanas y su patrimonio cultural en un
producto. (Carrión, 2004; Nivón, 2005; Collin; 2008)
A mediados de 2009 el Centro Histórico Potosino se encontraba en un
momento coyuntural: las autoridades locales buscaron obtener la declaratoria
de este perímetro como patrimonio de la humanidad. El proceso de
patrimonialización1 colocó a la ciudad de San Luis Potosí en un escenario
global junto a otras urbes que también querían ese título, y que incluía a otras
ciudades mexicanas como Querétaro, Morelia, Zacatecas, la de México y
allende las fronteras como Valparaíso en el sur del continente americano o
Barcelona en el europeo. Algunos de estos casos revelan cómo la
reconfiguración del espacio central, a partir de procesos de renovación e
intervenciones, provocó el surgimiento de nuevos usos, valores, actores,
comercios y actividades.
El análisis de las etapas del proceso de patrimonialización del Centro
Histórico Potosino resulta significativo por la manera como las autoridades
municipales y estatales intentaron obtener la declaratoria de patrimonio de la
humanidad, título que otorga la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (en adelante ). Parto de la idea de
que las cualidades arquitectónicas del espacio y ciertas prácticas, que tienen
lugar en los centros históricos de las ciudades mexicanas, actúan como
catalizadores de estos reconocimientos y detonan una “puesta en venta” de la
ciudad y sus espacios, insertándolos en una lógica de la que, aparentemente,
ya estaban excluidos: el mercado.
La insistencia de los gobiernos locales por obtener las declaratorias de la
es sólo una de las caras de un fenómeno más complejo que propicia el
desarrollo de proyectos de conservación, renovación, revitalización y
repoblamiento como respuesta a las presiones que genera un organismo
internacional al demandar la conservación del patrimonio. Esto detona distintas
problemáticas que afectan a usuarios y habitantes cotidianos. Uno de los
ejemplos más comunes ocurre con el impulso de “obras de rescate” que
derivan en la remodelación de zonas abandonadas o en evidente descuido y
espacios públicos que al recuperarse promueven el desplazamiento, o la
exclusión, de usuarios que mantienen una estrecha relación bajo formas de
apropiación estigmatizadas como suele ser el caso de prostitutas, franeleros,
pedigüeños o vecinos de bajos ingresos.
Con el objetivo de lograr la declaratoria de la , en la ciudad de San
Luis Potosí se impulsaron obras y diversos proyectos a favor del rescate de su
centro histórico. Se firmaron planes y convenios entre autoridades municipales,
estatales y algunos grupos de la sociedad civil, principalmente sectores
empresariales. Desde la década del 2000 a la fecha con el pretexto de la
declaratoria, la obra pública en el centro de la ciudad y los barrios históricos
han priorizado aspectos estéticos: pintura, instalación de concreto hidráulico,
nuevas aceras, arreglo de fachadas, cambios en el mobiliario urbano en áreas
delimitadas bajo criterios que no son del todo claros y en los que prevalece la
dimensión material del espacio sobre la realidad social preexistente: las
prácticas, usos e imaginarios de los actores que lo habitan no son considerados
en las intervenciones que operan desde una especie de cosmética urbana que
ha prevalecido en los proyectos de recuperación del espacio.
Propongo el concepto de cosmética urbana para referirme al conjunto de
prácticas que caracterizan las intervenciones de la ciudad en las que se
priorizan cualidades estéticas por encima de cualquier otro aspecto. Una suerte
de embellecimiento del entorno que no necesariamente conduce a la resolución
de problemáticas de fondo y, en algunos casos, contribuye al deterioro material
y social del espacio ya que las intervenciones materiales operan al margen de
un programa de seguimiento adecuado que resulta en la destrucción parcial o
total de las áreas intervenidas o genera nuevas problemáticas. Lo anterior se
relaciona con lo que Green (2005) señala en relación a la puesta en venta de
las ciudades: es una novedad que la iniciativa pública y privada intervenga a
través de proyectos de rescate e intervenciones a partir de herramientas de
marketing que prepara a las ciudades para ofertarse de la misma manera en
que promocionarían un par de zapatos, el objetivo de estas iniciativas es
“proyectar una imagen de ciudad dinámica e innovadora, estimulante y
creativa”, capaz de competir con éxito por la atracción de nuevos actores entre
los que se advierten flujos de turistas y por ende una importante derrama
económica (Greene, 2005: 85).
En las numerosas reuniones y firmas de convenios entre los actores
involucrados en el rescate del centro histórico de la ciudad de San Luis Potosí,
se señaló en más de una ocasión la necesidad de proteger más de tres mil
trescientos noventa y cinco bienes inmuebles catalogados con valor histórico
por el Instituto Nacional de Antropología e Historia ( ) y se planteó la
posibilidad de recuperar “la vida nocturna del centro”, estas entre otras
acciones estaban enfocadas a la posibilidad de atraer turismo pues se
proyectaban como estrategias para darle un “nuevo rostro” al centro y sus
barrios concebidos en el discurso oficial como espacios abandonados y
deprimidos.
En realidad, el centro de la ciudad no ha llegado a estar completamente
deshabitado ni en desuso, pero no lo habitan ni se lo apropian grupos de elite y,
mucho menos, produce los dividendos que alcanzaría si fuera un lugar de
renombre turístico. Basta pasear un domingo por la tarde en sus principales
plazas para dar cuenta de cómo este espacio actúa como punto de encuentro
de familias, parejas, amigos, entre otros usuarios de estratos económicos
medios y bajos.
El interés de las autoridades locales de rescatar, darle un nuevo rostro e
incluirlo en flujos turísticos globales comprende dinámicas y procesos de gran
calado en lo social; a saber, la renovación habitacional, transformación urbana,
incentivación de actividades ligadas a exigencias económicas y de mercado.
Esto plantea un escenario y configura un fenómeno urbano que parece
reproducirse rápidamente en otras ciudades mexicanas los cuales perfilan
nuevos modelos de ciudad que, dibujados desde una óptica global, se
convierten en mercancías, un claro ejemplo de lo anterior son los pueblos
mágicos, espacios que han sido intervenidos bajo una lógica económica y de
puesta en venta para el turismo (Valverde et. al, 2015: 13; Fuentes, 2015: 201).

La declaratoria de la unesco: un proceso fallido


En 1990, una superficie de 133 hectáreas del centro de la ciudad de San Luis
Potosí fue declarada Zona de Monumentos Históricos, posteriormente adquirió
la categoría de Centro Histórico. A partir de este reconocimiento, la
preservación del perímetro se convirtió en prioridad para las autoridades
locales. Hacia 1993 se impulsaron diversos programas de mejora y
rehabilitación de éste, en sintonía con una política federal de impulso a los
centros históricos en todo el país. En ese mismo año se decretó el Plan Parcial
de Conservación del Centro Histórico Potosino en el que se definió la
normatividad para esta área y se establecieron diversas estrategias de acción
para su manejo. Con este plan se pretendía generar las condiciones para su
conservación, restauración y difusión, así como dar seguimiento a la
integración de un expediente para la unesco.
Casi al final del gobierno de Horacio Sánchez Unzueta (1993-1997) se
impulsaron trabajos encaminados a obtener la declaratoria de Patrimonio de la
Humanidad, tales como el remozamiento de algunas plazas y calles, así como
el surgimiento de instancias como el Consejo Consultivo del Centro Histórico.
Posteriormente, durante el periodo de gobierno de Fernando Silva Nieto (1997-
2003) se creó la Coordinación General de Proyectos Estratégicos que junto con
el Consejo Consultivo intentaron consolidar la propuesta de la candidatura de
San Luis Potosí ante la unesco. Como resultado de lo anterior se integró un
documento con razones históricas y antropológicas que justificaban la posible
inscripción del centro histórico potosino. Este manuscrito es considerado por
algunos funcionarios como un primer “dossier”; sin embargo, en términos de lo
que la considera como tal no podría considerársele sino como un
bosquejo de las líneas e ideas que servían de plataforma para desarrollar una
propuesta más formal.
Se desarrollaron tres expedientes en aras de obtener la declaratoria de
Patrimonio Mundial del centro histórico potosino, estos trabajos fueron
impulsados por instancias municipales, estatales y en el caso del último
expediente, fue promovido por una instancia a nivel nacional. A continuación
resumo en un par de párrafos qué argumentaban cada una de estas
propuestas:2

1. Dossier San Luis Potosí, una ciudad de traza procesional


Se trata del primer dossier proyectado, este documento sostiene que el centro y
sus principales edificios eclesiásticos están dispuestos de manera tal que
hacen posible un recorrido entre las iglesias localizadas en esa área. Se
enfatiza que la conformación de la ciudad se dio gracias a la práctica de este
evento sacro ligado a la vida procesional del siglo , y que la actual
Procesión del Silencio3 era una reminiscencia de ello. Este expediente se
concluyó en el 2003, pero no se realizaron las gestiones para ser presentado
ante la .
En 2005, a través de una carta dirigida al Secretario de Cultura de San Luis
Potosí, el entonces director de patrimonio mundial Francisco López Morales,
solicitó reconsiderar la propuesta de San Luis Potosí atendiendo las recientes
políticas del Comité de Patrimonio Mundial de dar prioridad a nuevas
categorías como rutas e itinerarios culturales, paisajes culturales, patrimonio
moderno y limitar las nominaciones de Centros y Ciudades Históricas. Esto
justificó que el gobierno modificara su estrategia y emprendiera un nuevo
expediente con el propósito de asegurar la declaratoria de la :

2. Expediente técnico El Binomio del Mercurio y la Plata


Este expediente se desarrolló durante la gestión de Marcelo de los Santos
Fraga (2003-2009) y del alcalde Jorge Lozano Armengol (2006-2009). En 2006
ambos funcionarios se reunieron con las autoridades de Almadén, España; e
Idrija, Eslovenia, a fin de promover una candidatura conjunta dentro de un
proyecto trinacional que buscaba obtener el reconocimiento del Binomio
Mercurio-Plata en el Camino Real Intercontinental. La encomienda fue hecha a
la Secretaría de Cultura de Gobierno del Estado que emprendió labores
considerando las entonces renovadas políticas del Comité de Patrimonio
Mundial que enfatizaban dar prioridad a nuevas categorías propuestas a fin de
desahogar las de centros y ciudades históricas, aparentemente saturadas. La
propuesta promovía una ruta cultural para entender el fenómeno del
intercambio entre las localidades involucradas. Sostenía que el itinerario
cultural y comercial entre Almadén, Idrija y San Luis Potosí permitió el
intercambio de elementos culturales y sociales con gran auge entre los siglos
y .
El dossier del Mercurio y Plata en el Camino Real Intercontinental se
concluyó a finales de 2008 y en 2009 en su sesión celebrada en Sevilla,
España, la negó la declaratoria a la propuesta de San Luis Potosí y las
otras dos ciudades europeas. La candidatura no obtuvo los 14 votos necesarios
para ser declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad, sin embargo obtuvo la
oportunidad de hacer rectificaciones a la propuesta para ser nuevamente
evaluada en julio del 2010 en Brasilia, en esta última sesión concluyó que la
candidatura no era merecedora de la declaratoria.
Según la prensa y en entrevista algunos funcionarios confirmaron que entre
las observaciones más importantes que hizo la a la propuesta era el
señalamiento sobre la ausencia en el inventario de patrimonio minero-industrial
de sitios de carácter histórico de diversos municipios del estado como las Minas
de Guadalcázar, Cerro de San Pedro y Charcas pese a que la propuesta
afirmaba que la ciudad capital era un pueblo minero. Algunos académicos
como Silva (2009) también cuestionaron la falta de claridad en los criterios que
llevaron a proponer únicamente el perímetro del centro histórico capitalino y no
a la región minera. Aunque el expediente hace hincapié en el interés de
proteger una ruta y una región, dejó fuera a importantes poblados mineros
como es el caso de San Pedro.4

3. Camino Real de Tierra Adentro


Aunque San Luis Potosí no resultó beneficiado con la propuesta del Binomio
del Mercurio y la Plata fue declarado como uno de los puntos de la ruta de
Camino Real de Tierra Adentro, una nominación serial de 60 monumentos,
conjuntos de edificios y lugares que fue reconocida como Patrimonio de la
Humanidad en la sesión de la celebrada en Brasilia. En la nominación
se incluyeron 10 estados mexicanos de Sur a Norte: Ciudad de México, Estado
de México, Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, Jalisco, Aguascalientes,
Zacatecas, San Luis Potosí, Durango y Chihuahua. Es una nominación serial
de 55 sitios y 5 más que ya son patrimonio mundial. Esta propuesta sostiene
que el Camino Real de Tierra Adentro fue una ruta comercial utilizada por más
de 300 años, desde mediados del siglo hasta el siglo . Se menciona que
el principal comercio se basó –al menos en los dos primeros siglos– en la
extracción de plata de las minas de Zacatecas, Guanajuato y San Luis Potosí.
Se subraya que el mercurio, necesario para el proceso de amalgamación, se
importaba de España y ocasionalmente de Eslovenia. La plata se exportaba
desde Veracruz a España lo que hizo posible la transformación de las
economías europeas, y vía Acapulco a Manila, donde era intercambiada por
sedas y porcelanas de Asia. El bien nominado de San Luis Potosí es el
perímetro de la ciudad histórica (72 hectáreas de su primer cuadro) por el valor
arquitectónico de sus monumentos que se presentan como evidencia de la
riqueza minera de la región. La monumentalidad es el principal rasgo que se
destaca, resultado del papel que desarrolló la actual capital potosina como
centro de distribución durante la monarquía española.
Es importante señalar que, aunque se logró este reconocimiento, no fue
promocionado por las autoridades municipales y estatales. En un análisis de la
pertinencia de las diferentes propuestas, Silva Ontiveros (2009) señala que la
Ruta de la Plata (tema principal del último expediente) no incluye a San Luis
Potosí, pues su ubicación propiciaba asaltos a las carretas por los chichimecas.
Sin embargo, de reconocerse el Camino Tierra Adentro, implica no solo
enfatizar la importancia del centro de la capital sino los poblados que lo
conurban y que se vinculaban en la extracción y traslado del mineral (Silva,
2009).

El balance final del proceso


El caso potosino generó numerosos debates entre actores políticos locales y
miembros de la sociedad civil que cuestionaron los montos gastados sobre
otras necesidades apremiantes en la ciudad, la prensa local dio numerosos
espacios a actores políticos que denunciaron la declaratoria como un proyecto
costoso que desde el inicio advertía pocas posibilidades de obtener el
reconocimiento debido al tratamiento de las propuestas. Diarios locales y
canales televisivos fueron el principal vehículo de estas críticas. Podemos
reconocer que este proceso derivó en mejoras a la infraestructura del Centro
Histórico Potosino que en cierta medida se tradujeron en beneficio de quienes
utilizan, viven y experimentan este espacio cotidianamente.
Desafortunadamente la mayoría de estas obras y proyectos no tuvieron
continuidad ni resistieron la alternancia política. El resultado fue un centro
histórico intervenido en partes, una suerte de intervención por “islas”, es decir,
por fracciones que carecían de un plan de manejo así como un programa
permanente de mantenimiento.
Los estudios sobre centralidades históricas (Coulomb, 2010; Hiernaux,
2008; Díaz-Berrio y González, 2010; Melé, 2010) revelan una diversidad de
problemáticas y aunque cada caso presenta singularidades, existen una serie
de elementos concurrentes, por ejemplo: el interés de los poderes locales de
“recuperar” estos espacios a través de acciones que van desde el
remozamiento del espacio físico hasta la creación de reglamentos y
normatividades promovidos por los ayuntamientos y gobiernos con el objetivo
de reunir los “requisitos” necesarios para encauzar declaratorias como ocurrió
en el caso potosino, donde el proyecto de recuperación devino en acciones que
involucraron el reordenamiento y surgimiento de mecanismos que facilitaron la
gestión de este espacio al mismo tiempo que permitieron re-ordenar un
discurso oficial sobre lo que es el centro (o debería ser) y qué contrasta con el
discurso de otros actores para quienes el centro también significa algo.
La historicidad, es decir, aquellos rasgos y elementos que le otorgan al
centro una calidad histórica por su permanencia en un lapso de tiempo
determinado, es el elemento más explotado en la multiplicidad de discursos que
afloran sobre los corazones de las ciudades mexicanas. Esa combinación de
centralidad e historicidad moldea un espacio que además de ser testigo de los
distintos estados de la organización urbana en el pasado (Melé, 2006) lo
configura como materia prima de un proyecto que pretende su “rescate” no sólo
para preservarle sino para extraer de dicho proceso, capitales de distinta
naturaleza (Bourdieu, 1995). Las acciones sobre los centros de las ciudades
mexicanas se encuentran en un momento en el que su apropiación y
disposición está en juego, lo anterior puede comprenderse a partir del análisis
de los procesos relacionados con las, cada vez más frecuentes, candidaturas
de las áreas centrales para obtener las declaratorias por parte de la ;y
que develan intereses predominantemente políticos y económicos que poco o
nada tienen de neutrales o inocentes (Prats en Freire, 2010: 258). Estos
procesos se han multiplicado en la última década reafirmando la importancia de
los centros como guardianes de espacios, prácticas y memorias de otro tiempo
que representan una oportunidad de hacer ciudad en el futuro (Hiernaux, 2008).
El centro histórico es un espacio reconocido fundamentalmente por su anclaje
con el pasado. Puede entenderse como heredero de las prácticas
fundacionales y como el referente más importante de la urbe. Es la materia
prima de una recreación de centro en las ciudades que se construye a partir del
realce y reconocimiento de su historicidad, uno de los recursos más
importantes que ostenta como conjunto edificado y que le permite sumarse al
corpus de lo patrimonial, de lo que vale la pena conservar y reconocer como
herencia en el marco de una sociedad (Choay, 2007: 192). Esta recreación en
torno a la centralidad es incesante, testimonio del pasado que reafirma su valor
en el presente y sirve de argumento en el discurso patrimonial.
Este anclaje al pasado, ha nutrido los procesos de patrimonialización de las
ciudades coloniales, porfirianas y prehispánicas. El discurso oficial sobre la
política patrimonial funciona como estrategia de recualificación de prácticas y
espacios en la que se advierte una posibilidad de ganancia económica
principalmente a través del turismo. Es importante señalar que el patrimonio
presenta una serie de cambios en su abordaje desde el análisis social, su
lectura a la luz de distintos momentos y etapas lo han convertido en un
concepto multifacético. Ha habido numerosos intentos por definirle, pero
también es cierto que se advierte una mudanza semántica, en ese sentido Ana
Rosas Mantecón señala que diversas investigaciones sobre el patrimonio han
migrado de su conceptualización como acervo cultural al de construcción
social, como una cualidad que se atribuye a determinados bienes o
capacidades, seleccionados como integrantes del mismo con base en
jerarquías que valorizan ciertas producciones y excluyen otras (Mantecón,
2005). Es necesario entender al patrimonio y la patrimonialización como
elementos de un mismo proceso histórico que permiten el desprendimiento de
concepciones y actúan como reveladores de fuerzas (Melé, 2006). Ambos
conceptos presentan una renovada importancia para las ciencias sociales y en
particular para la antropología urbana. Numerosas vetas transdisciplinares
comienzan a abrirse para analizar los procesos que surgen en el seno de un
proyecto global que advierte un nueva economía política cultural, en donde la
dialéctica entre economía y cultura presiona fuertemente con efectos y
consecuencias relevantes. La patrimonialización aparece como un fenómeno
que experimenta una doble conversión de objetos y valores en productos
comercializables al mismo tiempo que devienen como instrumentos ideológicos
(Nivón, 2010:15). Por tanto, la discusión en torno al patrimonio debe estar
centrada no tanto en establecer parámetros para identificar que procesos
mantienen una relación de autenticidad con el pasado sino en los procesos
políticos que utilizan el pasado como elemento y recurso de legitimación de
prácticas y discursos (Del Mármol, Frigolé y Narotzky, 2010: 11) en los cuales
los usuarios y habitantes de la zona son excluidos.

Trabajadores, usuarios y habitantes del espacio


patrimonio
De principio a fin, los usos, experiencias, visiones y representaciones de los
usuarios y habitantes del Centro Histórico Potosino estuvieron al margen de los
expedientes trabajados y obras proyectadas para lograr la declaratoria, de ser
tomadas en cuenta éstas pudieron haber incidido desde una noción real y
efectiva en la valorización del patrimonio que por la forma en la que se
desarrolló todo el proceso en el caso potosino parecía ser lo menos importante.
El centro histórico es un espacio diverso conquistado por segmentos de la
población que difícilmente encuentran cabida en otros lugares de la ciudad. No
todos los usos ahí dispuestos “son deseados”, mucho menos en un marco de
renovación y patrimonialización. Un ejemplo de lo anterior fue evidenciado en la
prensa local cuando las autoridades pidieron a prostitutas y pedigüeños
desaparecer del centro histórico durante la visita de miembros de la unesco que
acudieron a la ciudad a inspeccionar el área propuesta para su declaratoria
como patrimonio de la humanidad.
Las representaciones que los distintos actores hacen del espacio patrimonio
están marcadas por el tipo de relación que establecen con y en él. En ese
sentido y con base en la observación etnográfica clasifico a estos actores en
tres grandes grupos: trabajadores, usuarios y habitantes. Los primeros, se
vinculan a este espacio mediante alguna actividad laboral y a su vez se
subdividen en dos tipos: formales y no formales. Entre los primeros figuran los
comerciantes establecidos y personal de negocios y entre los informales
podemos citar a los comerciantes ambulantes, franeleros, prostitutas, pintores,
músicos, bailarines, artesanos, malabaristas, teatreros entre otros que valoran
este espacio en la medida en que se torna un lugar de trabajo y obtención de
recursos. Un segundo grupo lo constituyen los usuarios, se trata de una gama
muy diversa y heterogénea que frecuenta el centro y encuentra distintos
atractivos que le motivan a usarlo, permanecer y apropiarlo dejando huellas y
manifestaciones de su presencia. Los usuarios del centro son
fundamentalmente personas de estratos bajos y medios, la elite potosina –
como en otras ciudades mexicanas– rara vez acude al centro, solo cuando su
presencia es indispensable como parte de alguna actividad política o evento
social como las celebraciones de boda que se llevan a cabo en las majestuosas
iglesias localizadas en este perímetro.
Finalmente, se encuentran los habitantes que residen en este perímetro y
que propongo subdividirles en tres tipos: los tradicionales, que han vivido toda
la vida en la misma casa que alguna vez fue habitada por sus padres o
familiares y actualmente son propietarios. Muchos de ellos son adultos mayores
que mantienen poca interacción con el exterior por su condición de adultos
mayores que afecta su movilidad y dificulta sus traslados. Para este tipo de
habitante, los recuerdos constituyen un elemento muy importante en su relación
con el espacio, rememoran la dinámica de plazas, jardines, personajes y
festividades del centro en el pasado, su relación se establece a través de un
ejercicio de la memoria (De Alba, 2010). Los más jóvenes son sumamente
desconfiados y mantienen cierta conflictividad con los visitantes y comerciantes
de la zona. Protegen aguerridamente sus espacios de estacionamiento y
añoran la vida habitacional del pasado.
Otro tipo de residente es el de antaño que después de haber vivido en otras
zonas de la ciudad decide hacerlo en el centro impulsado por alguna una
oportunidad inmobiliaria que le permitió hacerse de casa propia en la zona. Su
antigüedad oscila entre los 15 y 20 años, algunos de ellos cuentan con una
experiencia como arrendatarios antes de poseer vivienda propia. Varios de ellos
experimentaron la etapa más aguda de vacío habitacional del centro por lo que
está más habituado al comercio, aunque no lo acepta por completo. Su relación
con el espacio es recurrente, utiliza los mercados, asiste a las iglesias y
frecuenta plazas con pocos visitantes.
Finalmente, un tercer tipo es el nuevo habitante que tiene en promedio
menos de una década de habitar el centro, al que eligió como lugar de
residencia atraído por diversos factores como la cercanía con el comercio,
mercados y otros negocios como museos, cafeterías y bares que frecuenta en
sus tiempos libres. Este tipo de habitante generalmente es joven y es atraído
por la vida cultural, comercial y el peso histórico que guarda el corazón de la
ciudad y que menciona constantemente como parte de su discurso. Suele
hacer recorridos peatonales y admira las manifestaciones populares de la
cultura, encuentra al espacio del centro inspirador, muchos de ellos mantienen
cierto gusto por las bellas artes o ejercen alguna profesión relacionada con
procesos creativos.
Estos tres tipos de habitantes identificados a partir del análisis del material
de entrevista mantienen ciertos puntos de cruce en su relación con el centro
sobre todo cuando hablan de las problemáticas y las ventajas de habitar el
centro de la ciudad no obstante sus representaciones y prácticas varían en
función de sus experiencias en el pasado y el presente dando como resultado
imágenes heterogéneas del mismo espacio.

Algunos conceptos clave para entender el uso


habitacional del espacio
El arraigo, la adaptación y el pertenecer electivo son tres conceptos que
permiten aproximarse a los sentidos que adquiere el centro histórico como
espacio habitacional: el arraigo, que propongo para explicar la relación entre el
espacio y el habitante tradicional; la adaptación, para abordar la experiencia del
habitante de antaño y el pertenecer electivo, pertinente para explicar el arribo y
permanencia de los nuevos habitantes. Proponer el concepto de arraigo
permite entender al conjunto de significados del que es depositario el centro
histórico por parte de habitantes que han experimentado una serie de cambios,
resultado de su estancia en este lugar durante un importante periodo de
tiempo. Aunque el sentimiento preponderante sea de rechazo ante algunos de
los cambios, sobre todo en lo que concierne a las dinámicas de uso y
apropiación de diversas áreas del centro, existe un sentimiento de pertenencia
al lugar que se reafirma tanto en el discurso como en la práctica. Acebo (1996)
habla de tres tipos de arraigo: espacial, social y cultural. El que nos atañe es
precisamente el primero, para este autor es una especie de imperativo
territorial; es decir, el hombre tiende a fijarse en un espacio concreto que lo
conforma y completa, relación que continúa vigente, aunque el sujeto no esté
físicamente en el lugar, pues “lo lleva dentro” (Acebo, 1996: 17). Esto se
encuentra presente en el discurso de los habitantes del centro, se manifiesta
como parte de los recuerdos y memorias del lugar. Aunque no todos los
habitantes tradicionales son adultos en su etapa de vejez, existe una mayoría
que mantiene una relación con el espacio exclusivamente a través del ejercicio
de la memoria debido a dificultades propias de la edad, el recuerdo es la forma
en que vincula al espacio. La forma en que los adultos mayores se apropian del
centro histórico no es un problema en sí, Membrado (2010) enfatiza que las
políticas públicas de diversos países se han empeñado en tratar el asunto de la
vejez y su experiencia en la urbe como tal, compartimos la postura de esta
autora y entendemos esta condición como una manera distinta de vivir y
experimentar la ciudad y no como una incapacidad de hacerlo. A partir de los
cambios en su propia condición de vida, este tipo de habitante busca los
espacios de la tranquilidad, no es fortuito que el lugar preferido de casi todos
los residentes sea el jardín de San Francisco5 que para los vecinos aún
conserva el equilibrio entre lo público y lo que se considera el espacio
habitacional, este lugar se constituye, algunas veces, como frontera con la
actividad bulliciosa del comercio de calles aledañas, es una zona de transición.
No reconocerse en un entorno en el que se ha vivido toda la vida es duro
para los habitantes tradicionales, para quienes el centro como lugar
habitacional ha perdido no sólo la tranquilidad y la seguridad que le caracterizó
en el pasado sino una variedad de rasgos relacionados con la oferta comercial,
usos extintos y la aparición de nuevos que no son vistos con buenos ojos como
es el caso de la prostitución nocturna en algunas de las calles principales del
perímetro patrimonial y que los vecinos más viejos relacionan con la
decadencia del espacio que habitan.
La cuestión es muy distinta para el habitante de antaño que ha resistido y
sobrellevado las transformaciones del entorno. De ahí que propongamos hablar
de adaptación en su más simple definición, refiriéndonos a la capacidad de
adecuarse a las condiciones de un presente incierto. La gran mayoría de estos
residentes toleran los cambios, aunque no los aceptan del todo, sobre todo
entre quienes hacen la comparación entre un pasado que se adaptaba a sus
necesidades y un presente que parece excluirles. Este habitante refiere no ser
tomado en cuenta, pero está consciente de ser parte de una población que
contribuye a mejorar las condiciones del centro, habitándolo, haciéndolo
atractivo para otros además de mantenerlo vivo después del horario comercial,
todo esto sin recibir ningún incentivo, por el contrario a veces importunado por
las propias autoridades con cobros excesivos, invasión o prohibición de áreas
de estacionamiento, autorización de giros que provocan molestias y dificultades
con las que hay que lidiar cotidianamente. Ante esta situación varios de estos
residentes han optado por la apatía y la indiferencia. En contraste con el
residente ordinario que identifica Martha de Alba (2010) para su estudio en la
ciudad de México, el habitante de antaño no es un residente de clase media y
baja sin consciencia histórica del espacio que habita, sabe dónde reside y el
valor que tiene; pero su relación con el lugar ha sido tan dramática que lo ha
obligado a replegarse en su hogar y no precisamente porque carezca de
posibilidades para vincularse como ocurre con el adulto mayor, sino porque ya
no encuentra un referente que haga posible un vínculo más estrecho, conoce la
situación por la que atraviesa el centro y las dinámicas que ahí se suscitan
poco le sorprenden. Frente a ello toma una actitud desinteresada y apática, es
común que este tipo de habitante no crea en la posibilidad de mejora del
espacio que tanto promueven las autoridades en su discurso, en su narrativa
figura más quejas que propuestas y más desilusión que expectativas. El acceso
a la vivienda es la única razón por la que una gran mayoría sobrelleva las
condiciones adversas que se presentan en su habitar cotidiano.
A diferencia del anterior, el nuevo habitante tiene una relación más estrecha
con el centro de la ciudad. El concepto de pertenecer electivo (Savage, et al.
2005) nos permite desplazarnos con facilidad en las narrativas de estos otros
actores. Esta noción refiere el sentido de pertenencia que surge entre quienes
arriban y logran desarrollar un sentimiento de vecindad y cercanía con el
espacio, aunque sus orígenes no estén en él. Este apego espacial se advierte
en el tipo que nos ocupa, este sitio funciona como un lugar ideal para proyectar
sus afectos y valorizaciones. Esta locación residencial elegida es interiorizada y
forma parte de su auto-representación como vecinos del lugar (Savage et al.
2005: 30). Este habitante se siente parte del centro y su dinámica, busca
formas de anclarse al lugar mediante asistencia a actividades culturales,
recorridos cotidianos y adecuaciones de su vida diaria y laboral. Las narrativas
dejan al descubierto la habilidad de este tipo de habitante para relacionarse con
el espacio y aunque coinciden con los otros residentes en su crítica hacia
algunas de las problemáticas, su visión del espacio es proyectiva: insisten en
las múltiples posibilidades que tiene el centro de la ciudad como espacio
residencial en el que se ven como agentes de cambio ante la indiferencia de la
autoridad. Este habitante mantiene una cercanía física con el espacio que
mora, lo recorre, disfruta y experimenta. Otros lo han apropiado mediante
proyectos artísticos, arquitectónicos (individuales y colectivos) que han
generado formas de participación que lamentablemente no han prosperado o
se han visto interrumpidas por la propia dinámica del sitio y la falta de un
programa y apoyo oficial.6

Memoria y prácticas del espacio como patrimonio


inmaterial
Andueza (2009) entiende como la parte “viva” del patrimonio al conjunto de
usos, prácticas, saberes, recuerdos y representaciones que hacen del espacio
los habitantes de los centros históricos. A partir de esta noción podemos
entender al Centro Histórico Potosino no sólo como un perímetro monumental y
de importancia histórica-minera sino como un lugar significado, vivido y
practicado. ¿Son las prácticas, vivencias, historias y recuerdos de los
habitantes un elemento central en la recuperación del patrimonio? ¿De qué
manera se posicionan todas estas manifestaciones frente al proyecto de
rescate de éste y otros centros históricos? Sostengo la hipótesis de que en el
caso potosino estas relaciones quedan fuera del proyecto de rescate al no
surgir de manera paralela instrumentos para su atención. Ponderando la
dimensión tangible del patrimonio se ha descuidado la inmaterial que está dada
precisamente por todas estas prácticas que son inseparables del espacio
declarado.
Organismos como la subrayan la importancia que juega el
patrimonio cultural inmaterial entendiéndolo como el conjunto de usos,
representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas que les son
inherentes a los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales,
recreados por comunidades, grupos e individuos que encuentran en su práctica
y permanencia un anclaje de su identidad cultural y social ( , 2003).
Para Gross (en Alba, 2010) el valor de los vestigios antiguos de una ciudad no
radica en lo que las ruinas por sí solas representan, sino que cobran sentido a
partir de los significados que los usuarios le otorgan a un lugar y que hacen
único el sitio. De otra manera todos los centros históricos serían idénticos y la
experiencia sería la misma. Ese ha sido quizá el error de numerosos proyectos
de patrimonialización que tienden a convertir en museos los espacios,
homogeneizándolos a través de estrategias que priorizan lo estético y relegan
las experiencias de sus usuarios. Martha de Alba González señala que todo
esto que es depositado en el espacio escapa de la visión de los políticos y
planificadores, lo que genera referentes de mundos pasados que se
materializan en el presente (De Alba, 2010: 42) sin tener una vinculación real
con los grupos sociales que ahí radican,
Las representaciones que se desprenden de la experiencia en y con el
centro, hacen referencia no sólo a la memoria oficial del lugar sino a esas
locuciones de la cotidianeidad que sólo pueden obtenerse de la propia voz de
los habitantes. Los sonidos, ambientes, negocios, personajes, puestos
callejeros, comidas y viejos usos permanecen en la memoria de los más viejos
en contraste con las nuevas concepciones del espacio de los más jóvenes que
van desde percibir al centro como sitio de recreo, lugar cultural y hasta como
inspiración artística. Es precisamente esta gama de recuerdos y
representaciones en las que descansa la riqueza de su inmaterialidad, producto
de la cercanía y relación con el espacio que se habita.

[…] en la plaza se hacía el paseo más bonito, le llamaban combate de flores,


era una hilera de jóvenes; bueno, viejos también, y luego la otra era de
mujeres pero en sentido contrario entonces se encontraban, localizaba el
joven a la joven que le gustaba, le daba una flor y la otra pues ya
coqueteaba, pues de ahí salieron un montón de matrimonios yo creo eso se
acabó. […] La banda de música era muy bonita, a mí me encantaba, nos
bajábamos ya en la noche con las amigas a pasear ahí, lo mismo con todos
los festejos religiosos, se hacían bailes en la Plaza de Armas y bailes
populares muy bonitos, no era nada triste había mucha alegría y había
mucha ocasión de divertirte […] acá en la plaza el veinticinco [de agosto] era
un festejo y pólvora y todo, si gozamos mucho el centro (Habitante
tradicional, 79 años).
[...] estamos aquí, es lo que le da sentido a esto, en lo personal no me pesan
las dificultades. A lo mejor dices, no me voy a poder estacionar allí afuera
pero bueno por eso estoy aquí, para poderme ir un doce de diciembre,
caminando a las once, doce de la noche, todo eso aunque no puedas
caminar, aunque te pisoteen, tienes la posibilidad desde tu recamara de
estar viendo, vivir el folclor, pescar de todo eso que queda vivo en tu pueblo
[...] (Nuevo habitante, 38 años).

A diferencia de otras experiencias que analizan la relación entre habitantes


y su forma de habitar los centros históricos (Alba, 2010; Linares, 2011) en el
caso potosino no existe una política de recuperación a partir de la cual se
anclen estas dinámicas habitacionales de la zona. Por tanto, la imagen y
percepción del espacio no se vinculan de manera directa a un proyecto de
revitalización. Los habitantes construyen su idea del centro a partir de su forma
de habitarlo. Los habitantes más jóvenes tienden a estrechar lazos usándolo y
recorriéndolo cotidianamente mientras que los más viejos se confinan a sus
casas habitación por cuestiones relacionadas con la edad o la salud que en
conjunto con las malas condiciones de las calles, la inseguridad, el tráfico y la
falta de actividades propias para este grupo dificulta una relación más estrecha.
A pesar de ser los actores que han permanecido más tiempo en el centro éste
se torna cada vez más ajeno por su condición de adultos mayores. Como ya se
expresó, recuerdos y memoria juegan un papel primordial en su relación con el
lugar, mientras que para los más jóvenes la imagen se establece a partir de su
día a día.
En tal sentido, un concepto que es útil para explicar estas diferentes vistas
del espacio, a partir de la experiencia vivida en él, es el de memoria colectiva;
la idea de Maurice Halbwachs (2005) es que el lugar siempre recibe la huella
del grupo social y viceversa. Si la memoria colectiva se apoya de imágenes
espaciales, entendemos al centro como un espacio construido de éstas, pero
no sólo de las reconocidas y oficiales que tienen como finalidad alimentar los
procesos de patrimonialización, sino otra variedad que emana de la experiencia
en y con el espacio. Este conjunto de imágenes que surgen de la relación entre
el sujeto y el lugar habitado puede verse a la distancia o enfocarse a una
temporalidad más inmediata no hay memoria colectiva que no se desarrolle
dentro de un marco espacial (Halbwachs, 2005: 144). Las narraciones de los
habitantes funcionan como un elemento constructor del espacio y los recuerdos
son la materialización de prácticas del pasado en el presente (Alba, 2010).
De acuerdo con Jodelet (2010), analizar la experiencia urbana supone
considerar la estructuración material del espacio, las prácticas que se
desarrollan en él y las significaciones que emergen del conjunto urbano y sus
partes. Estos tres elementos pueden ser estudiados a través de las
representaciones socioespaciales donde la noción de memoria concebida por
Halbwachs funciona para abordar los espacios de vida en su relación con el
pasado pero de acuerdo a las dinámicas del presente. Rescatar la memoria del
Centro Histórico Potosino en la narrativa de los habitantes actuales nos permite
poner en un mismo nivel la información recopilada en fuentes oficiales para
entender el proceso de patrimonialización desde fuera pero también desde
adentro: a partir de las experiencias y las formas de vida social que imprimen
sus residentes en el espacio urbano del presente.

Notas finales: la vida social del centro histórico como


elemento patrimonial
Desde hace más de dos décadas el centro de la ciudad ha sido objeto de
numerosos proyectos políticos que se traducen en tres expedientes que han
tenido el propósito de colocar este espacio en la vía para convertirse en un sitio
de renombre turístico, el patrimonio arquitectónico ha sido el principal elemento
a destacar sin embargo es también el más descuidado: presenta huellas de
abandono y numerosos inmuebles continúan subutilizados, en el perímetro
patrimonial hay numerosos espacios catalogados que han sido parcialmente
destruidos, deterioro que beneficia indirectamente a grupos de elite,
empresarios y comerciantes que obtienen importantes recursos a través de la
renta de estos lugares para actividades comerciales con poca o nula inversión.
A la fecha, estas prácticas configuran el uso más importante del lugar sobre la
oferta cultural y el uso habitacional.
Vivir en un centro histórico completa la existencia de los amantes de la
historia, la vida bohemia y cultural. Pero la experiencia no siempre es tan
romántica, existe una serie de ventajas y desventajas que pueden hacer más
placentero o dificultar, al punto del hartazgo, el habitar cotidiano. Se trata del
gran espacio público de la ciudad visitado, recorrido, frecuentado por distintos
actores y con usos más deseables que otros.
Al mismo tiempo es el espacio cotidiano de un grupo reducido pero
consistente de habitantes que lo rememoran en función de su experiencia. Esta
“parte viva” del espacio patrimonio ha quedado al margen del proyecto de
rescate impulsado desde los años noventa hasta la fecha. Estas
manifestaciones de la vida social son parte de la riqueza y las particularidades
que presenta el centro de la ciudad y sin ellas difícilmente sería el espacio que
es. Sin embargo, el proyecto oficial y las experiencias de los usuarios y
residentes no caminan de la mano en ningún proyecto. El espacio patrimonio
es, por un lado, el objeto del deseo de políticos, empresarios, prestadores de
servicio y comerciantes; y, por el otro, el lugar de trabajo, vecinal, que se usa,
sufre o disfruta cotidianamente al margen de cualquier declaratoria.
¿Es revalorización del patrimonio la nueva amenaza de la memoria
urbana?, ¿Son los procesos de patrimonialización nuevas farsas de la historia
de las ciudades? ¿Hasta qué punto estamos contribuyendo, desde la
antropología, a esencializar expresiones culturales que más tarde pueden ser
materia prima de la patrimonialización? El análisis de los procesos
patrimoniales pone en relieve temáticas como la privatización, el desarrollo
turístico, la activación económica, así como el ejercicio, eficacia y capacidad de
los gobiernos locales de hacer frente a un fenómeno que involucra a una
diversidad de actores cuyos intereses se sitúan en polos opuestos. El gran
espacio público de la ciudad se ha convertido en un ingrediente más de la
lógica mercantilista actual. Podemos afirmar que se trata de un proceso en
ciernes, la experiencia analizada nos revela que las transformaciones urbanas
pueden tomar un rumbo distinto en beneficio de una colectividad si hay un
trabajo consensado entre las distintas voces que son partícipes de la dinámica
ordinaria del espacio y del proceso. No obstante, la tendencia es hacia el otro
extremo; y aunque la balanza se inclina hacia el lado opuesto el seguimiento
oportuno y la circulación de los materiales producidos desde la academia
pueden servir para evidenciar las inconformidades y discrepancias de la
patrimonialización para lograr incidir de manera efectiva en acciones que se
traduzcan en beneficio de quienes usan y habitan las ciudades.

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Revista Buen Viaje Diario Turístico. La Procesión del Silencio: Tradición y fervor
en San Luis Potosí. México, D. F.: Buen Viaje Diario Turístico. Consultado el
22 de junio de 2014.
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del-silencio.php#.U6YCkZR5NAA

Publicaciones oficiales
(2007) Estudio de Incentivación de vivienda: incentivación de la vivienda en
el centro histórico dentro del plan parcial del centro histórico 2025.
Ayuntamiento de San Luis Potosí, S.L.P. 2007-2009.
D T P (2003). Consejo Consultivo del Centro Histórico
La procesión del Silencio 2006. San Luis Potosí México, Tradiciones Potosinas
A.C. (1ª edición)
Expediente Técnico de la Propuesta Binomio del Mercurio y la Plata en el
Camino Real Intercontinental 2010, Vol. I y II
Resolución icomos a del Expediente Real de Tierra Adentro. Resguardado
en Consejo Consultivo del Centro Histórico

Material Hemerográfico
Periódico Pulso Diario de San Luis (2000-2016)
Periódico San Luis Hoy (2009-2012)

Notas
* Profesora Investigadora. División de Ciencias Sociales y Humanidades. Universidad de
Guanajuato.
1 La noción de patrimonialización se relaciona directamente con algo (un monumento, un
inmueble, una práctica, un pueblo o sus prácticas culinarias) que se vuelve patrimonio, es decir,
susceptible de resguardar, que está ahí y que de pronto es acreedor de un valor extraordinario
a partir de su antigüedad, características estéticas y culturales; y sus prácticas: anteriores y
actuales. La patrimonialización es un proceso social de producción de una realidad que antes
no existía y que toma como pretexto la permanencia y/o resistencia a través del tiempo.
(Carrión, 2005; Cabrera, 2008; Hiernaux, 2008; Hanley, 2008).
2 Para la redacción de este apartado se revisaron los expedientes y se tuvo acceso a diferentes
documentos oficiales entre los que destacan algunos oficios resguardados por el Consejo
Consultivo del Centro Histórico de San Luis Potosí.
3 La Procesión del Silencio de San Luis Potosí es un evento anual que conmemora la pasión y
muerte de Cristo y a Nuestra Señora de la Soledad. Se realiza la noche del Viernes Santo y
comprende un trayecto que inicia en el Templo del Carmen y sigue a través de las calles del
centro histórico de San Luis Potosí pasando por varias iglesias. En el evento destacan los
sonidos de tambores y ningún participante o espectador habla, solo hay cantos dolorosos. Es
una de las celebraciones de Semana Santa más importante en la capital, es organizado por la
Asociación de Tradiciones Potosinas (Tradiciones Potosinas, 2006).
4 El poblado de Cerro de San Pedro, cabecera del municipio del mismo nombre, se encuentra a
18 kilómetros de la capital de San Luis Potosí, gracias al descubrimiento de su mineral en el
siglo la ciudad capital y varias de sus poblaciones vecinas se dotaron de equipamiento para
el tratamiento del oro y la plata que configuraron un sistema de haciendas que mantenían la
actividad minera. Su importancia fue tal, que el escudo de armas del Estado de San Luis Potosí
hace referencia a la actividad de este poblado (Silva, 2009). Al momento de la candidatura del
expediente del Binomio del Mercurio y la Plata la localidad era el centro del conflicto
socioambiental que detonó un importante movimiento social en contra del otorgamiento de la
concesión para la explotación del mineral a una empresa canadiense, a pesar de los esfuerzos
de la sociedad civil la minera consiguió continuar con sus actividades que derivaron en la
destrucción del patrimonio minero y degradación ambiental de la zona (Silva, 2009; Reyna,
2009)
5 Localizado en el corazón de la ciudad, se trata de una plazoleta que fuera parte del convento
franciscano y que fuera parcialmente destruido en el periodo de la Reforma. Es uno de los más
tranquilos de la ciudad y el preferido como punto de reunión para muchos potosinos. Está
rodeado por los templos de San Francisco, el de la Tercera Orden y el del Sagrado Corazón,
así como por varias casas señoriales que datan de la época del Porfiriato (Secretaría de
Turismo, 2017).
6 Como ocurrió con la Casa Comonfort, un interesante proyecto colectivo en el que un grupo de
jóvenes que compartían residencia abrieron las puertas de su hogar como galería y como
espacio para la reflexión artística, arquitectónica y social del corazón de la ciudad. Este
proyecto se vio interrumpido debido a que el dueño de la vivienda solicitó a los inquilinos
desocuparla. En entrevista uno de los impulsores del proyecto habló de lo “desprotegidos” que
estaban quienes accedían a estos espacios mediante concepto de renta debido a la
especulación inmobiliaria de la que es objeto toda esta zona y que provoca que muchas de
estas casas permanezcan solas y abandonadas por largos periodos de tiempo. Algunos meses
después, este grupo de jóvenes recuperó la idea inicial ahora en un nuevo espacio habitacional
en uno de los barrios históricos del área central.
Blanqueando la Avenida Juárez: Renovación y
embellecimiento en Ciudad Juárez después del periodo
de la violencia
María Teresa Vázquez Castillo*

Introducción
La icónica Avenida Juárez está en proceso de renovación como parte del plan
para recuperar el Centro Histórico de Ciudad Juárez. Gradualmente pintaron de
blanco la pintoresca y deteriorada avenida y homogeneizaron sus fachadas y
sus letreros haciéndola perder su identidad anterior y poniendo en tela de juicio
las políticas de renovación que homogeneizan y recrean un centro en donde la
historia de la ciudad se diluye. Ante tal transformación, algunos se han de
preguntar si hay algún patrimonio cultural e histórico que se deba rescatar del
centro de Ciudad Juárez, y de la Avenida Juárez en particular, o si los
esfuerzos por renovarla y embellecerla son parte de un proceso global de
renovación de centros urbanos a nivel internacional que han seguido una lógica
de homogeneización y estandarización de los paisajes. Para responder a estos
cuestionamientos, el presente capítulo empieza proporcionando lineamientos
generales acerca de la renovación de centros históricos en la presente época
de planificación urbana neoliberal. Después pasa a delinear el desarrollo del
centro histórico de Ciudad Juárez con énfasis en la Avenida Juárez, tomando
en cuenta su papel económico y su relación con la Ciudad de El Paso, Texas a
través del tiempo. Posteriormente, contextualiza la Avenida Juárez en el
desarrollo histórico de la ciudad y, finalmente, examina la actual renovación de
esta avenida como parte de un proceso global por el cual están pasando los
centros históricos en diversas geografías. Este artículo se inscribe en el marco
de las políticas urbanas aplicadas a
los centros históricos en Latinoamérica y contribuye a los estudios de las
ciudades fronterizas mexicanas desde una perspectiva crítica a la
uniformización de los espacios urbanos producidos por la globalización.

Sobre la renovación de los centros históricos


Una cuestión importante y muchas veces desatendida en estos tiempos de
cambio rápido y profundo es que los centros de las ciudades tienen
características específicas relacionadas con sus historias locales, nacionales o
con sus vínculos globales y con la diversidad de sus habitantes. Es decir, los
centros de las ciudades difirieren regional y hemisféricamente. Sin embargo, en
nuestros días, estas diferencias se están perdiendo.
Paradójicamente, en estos tiempos en que se celebran la diversidad y la
diferencia, la política urbana reinante desdeña la conservación de espacios
“diferentes”. Las políticas urbanas que renuevan centros históricos demoliendo
patrimonio histórico o artístico y desplazando a los residentes originales son
similares a los planes de renovación urbana estadounidenses cuyo objetivo real
era expulsar a los pobres e “indeseables” (Anderson, 1967; Normark, 2003). Y
estos desplazamientos y demoliciones son una cuestión de justicia social y
espacial, ya que algunas funciones y residentes se les expulsa para ofrecerle el
espacio a otra función más redituable o a otro residente más pudiente. Las
políticas de renovación de los centros históricos son políticas de redistribución
de la riqueza y también de conservación o eliminación de historias. A través de
ellas se conservan o no espacios, prácticas, identidades y memorias (Young,
1990). A pesar de que se ha avanzado en reconocer la diferencia en las
poblaciones de las ciudades, frecuentemente se desliga este aspecto humano
de los lugares donde la gente ancla su experiencia y vivencia, su identidad. Los
escritos de los centros históricos regularmente ofrecen ideas de cómo lograr
centros “exitosos”, como si replicar la misma receta funcionara para todos los
centros (Leingberger, 2005). La aplicación de la misma receta está provocando
que se creen lugares homogéneos, sin identidad y sin historia, donde se ha
borrado la diferencia que caracterizaba a ese centro.
La renovación de los centros ha obedecido principalmente a una estrategia
económica de recuperar suelo urbano y hacerlo más rentable (Suárez, 2004;
Delgadillo, 2014; Ziccardi, 2012). También se ha utilizado como una táctica
turística con fines de desarrollo económico (Coulomb, 2012). Otra corriente ha
sido la de embellecerlo, como si eso fuera a resolver los problemas urbanos de
fondo. Sin embargo, teniendo en cuenta la experiencia del movimiento de la
Ciudad Bella, sabemos que la renovación de un área requiere una estrategia
mayor a la de una simple cirugía plástica. Embellecer ayuda, pero no resuelve
los problemas de fondo (Hall, 1996).
A nivel mundial, las políticas de embellecer a la ciudad tienen sus orígenes
en el movimiento de la Ciudad Bella, cuando Napoleón III encargó al Baron
Haussmann la modernización del centro de París en 1853. Aunque se lograron
grandes trabajos que mejoraron la vida urbana, más de la mitad de la ciudad
medieval desapareció bajo obras de monumentalidad y embellecimiento
urbanos. Posteriormente, estas ideas se difundieron en los Estados Unidos y
dieron lugar al movimiento de la Ciudad Bella encabezado por Daniel Burnham
quien plasmó sus diseños primero en la Exposición Mundial de Chicago de
1893 y después en el Plan de Chicago de 1909. Por cierto, el conjunto de
edificios temporales construidos para la Exposición Mundial se pintaron de
blanco, lo cual generó que se les conociera como la “ciudad blanca” (Hall,
1996; Vernon 2014).
En el México del porfiriato, especialmente durante los años 1884 a 1910, la
monumentalidad y el embellecimiento urbanos característicos del movimiento
de la Ciudad Bella encontraron terreno fértil en una administración y una
aristocracia colonizada que emulaban la cultura y los gustos franceses (Johns,
1997; Moya, 2009). José Ives Limantour, funcionario del régimen de Porfirio
Díaz, supervisó grandes y monumentales obras en el centro de la ciudad como
fueron el Palacio de Bellas Artes, el Ángel de la Independencia y el incompleto
Palacio Legislativo (hoy Monumento a la Revolución). Según Valenzuela, a
Limantour se le comparaba con el Baron Haussmann (Valenzuela, 2014). Y de
acuerdo a Hall, esa monumentalidad y gradiosidad que caracterizaba al
movimiento de la Ciudad Bella correspondía al deseo de mostrar control,
“autoridad y dominio” en territorios coloniales o en aquellos donde alguna
tendencia dictatorial se había afirmado (Hall, 1996).
Las políticas de embellecimiento fueron y siguen siendo una parte esencial
de los procesos de renovación y de “rescate” de los centros históricos en
declive. Como efecto de los procesos de reestructuración económica y urbana
en el ámbito global, los centros de las ciudades se despoblaron
paulatinamente, ya sea debido a la transformación de sus funciones y
actividades económicas o a la migración de sus residentes a áreas periféricas o
suburbanas tanto en el medio local como en el global. Por diversos motivos
relacionados con su historia y especificidad, la efervescencia que caracterizaba
a las ciudades primarias dio paso a un panorama desolador de oficinas y
locales comerciales vacíos y de vivienda abandonada (Fogelson, 2001).
Aunque este proceso de declive y revitalización de centros históricos había sido
característico en los Estados Unidos, fue a partir dela década de 1990 que a
nivel global surgieron una ola de inversiones y de políticas urbanas para
“rescatar” y renovar los centros, entre ellos los de Latinoamérica, a pesar de
que muchos de ellos conservaban su vitalidad (Ward, 1993). En general, los
centros latinoamericanos no enfrentaban los mismos retos de los centros
estadounidenses; sin embargo, las élites en turno los vieron a través del cristal
que reflejaba unos centros con arquitectura vernácula y tradicional, habitados
por clases trabajadoras, en necesidad de recibir nueva inversión para ser
“modernizados”. Al respecto, Delgadillo visibiliza que la llamada “recuperación”
de los centros históricos hace ver como si éstos “estuvieran secuestrados por
los pobres” (Wainer, 2015). La inversión para hacer renacer esas áreas
centrales tenía la intención de inyectarles nueva vida, nuevas actividades y una
nueva imagen, pero también nuevas identidades. Se reutilizaba el centro, pero
también se comercializaba como una nueva mercancía de consumo y como
constructor y promocionador de anteriores o nuevos usos y, en muchas
ocasiones, generando procesos de desplazamiento (gentrificación) de los
residentes originales (Mattos, 2006; Olivera, 2014; Hidalgo & Janoschka, 2014;
Delgadillo, 2015).
En este contexto, Peterson y McDonough definen a un centro global como
los procesos a través de los cuales los centros de las ciudades, a pesar de sus
particularidades, cada vez se están pareciendo más entre sí debido a fuerzas
locales, nacionales, globales, y a que sus élites en cuestión están decidiendo
replicar los mismos modelos. Según ellos, los centros son personificaciones de
sus élites y son sitios de consumo y espectáculo, de inclusión o de exclusión
(Peterson et al., 2012). Un proceso que Mattos describe para el contexto
latinoamericano como “uniformación del paisaje urbano” y considera que esas
intervenciones constituyen una “nueva fase de modernización capitalista
globalizada” o, como otros autores lo exponen, de la ciudad neoliberal. (Mattos,
2006; Delgadillo, 2015; Olivera, 2014; y Janoschka, 2011).
Citando a Schuyler, explican que las propuestas de renovación de los
centros parecen estar cortadas con la misma tijera del “diseño de los comercios
suburbanos: estacionamientos, zonas peatonales, mobiliario urbano, letreros y
lugares de esparcimiento como cafés, teatros y plazas” (Schuyler, 2002; citado
por Peterson et al., 2012). Ya que estos procesos de renovación de los centros
se están dando en todo el mundo, con el consiguiente aumento en los usos de
suelo y el desplazamiento de los residentes originales de la zona, Peterson y
McDonogh consideran que con la renovación de los centros históricos estamos
ante un proceso de desplazamiento global (global gentrification), como ya lo
anotaba Neil Smith (Smith, 2002).
Por otro lado, cuando como parte de la renovación, derriban edificios o
estructuras históricos se destruyen también los referentes de la memoria de
una comunidad. Entonces, los que deciden qué se conserva o no en los centros
históricos están decidiendo qué historia es la relevante. Con la renovación de
los centros, la destrucción de historias y referentes se vueve práctica cotidiana.
Por otro lado, las élites de los países en desarrollo han imitado los patrones de
renovación de centros históricos que se llevan a cabo en naciones
desarrolladas, siguiendo políticas de demolición, embellecimiento de la ciudad y
desplazamiento de los asentamientos empobrecidos y dando paso a brillantes
desarrollos con la meta de transformar el centro en una ciudad de clase
mundial. (Weinstein, 2012). Cabe preguntarse entonces, ¿cuál es la trayectoria
histórica del centro de Ciudad Juárez y qué políticas de demolición,
embellecimiento o desplazamiento se están llevando a cabo después del
periodo de la violencia?

Antecedentes históricos
La historia y la identidad del centro de Ciudad Juárez, urbe fronteriza en el
estado de Chihuahua, localizada al norte de México, se encuentra íntimamente
ligada a la historia de la ciudad colindante de El Paso, Texas. Este vínculo tiene
sus raíces en el hecho de que antes de 1848, ambas ciudades constituían un
solo territorio perteneciente a México y ambas comprendían lo que se conocía
como El Paso del Norte. En 1888, después de que Estados Unidos se anexó el
territorio al norte del río Bravo, El Paso del Norte se dividió y la porción sur se
nombró Ciudad Juárez y el territorio al norte conservó el nombre de El Paso
(Martínez, 1999). El mapa 1 muestra la ubicación de la ciudad fronteriza de
Ciudad Juárez (a 600 metros a través del Puente Internacional Santa Fe se
encuentra la ciudad de El Paso).

Mapa 1. Ciudad Juárez en Chihuahua, México

Fuente: Google-I . Map data, 2005. Mapa de Ciudad Juárez, Chihuahua, México.

La literatura sobre ciudades fronterizas enfatiza que la historia y el


desarrollo del centro de Ciudad Juárez han sido influidos por la adyacencia de
la ciudad de El Paso y por su carácter de ciudad fronteriza con Estados Unidos
(Gildersleeve, 1978; Hoffman, 1983; Arreola y Curtis, 1993; Alarcón, 2000).
Además, Gildersleeve y Hoffman pronosticaron que su forma urbana se iría
pareciendo más a la de los Estados Unidos. Sin embargo, en base a
argumentos culturales, Arreola y Curtis discreparon y afirmaron que no se
podía predecir si las ciudades fronterizas terminarían imitando a las
estadounidenses (Arreola y Curtis, 1993; Alarcón, 2000).
Al proponer un modelo para explicar el centro de las ciudades fronterizas,
Hoffman indicó que éste estaba conformado por actividades comerciales y de
servicio que se encontraban justo a un lado de la línea fronteriza y de la vía
más importante de ingreso a los Estados Unidos (Hoffman, 1983; Alarcón,
2000). Por otro lado, Arreola y Curtis consideraban que el centro poseía un
distrito turístico muy desarrollado y “una red de calles arteriales altamente
centralizada orientada hacia los puertos de entrada” (Arreola y Curtis, 1993). En
Ciudad Juárez esa línea fronteriza equivale al río Bravo, la vía de ingreso y el
distrito turístico serían precisamente la Avenida Juárez y sus hoteles,
restaurantes, bares, consultorios y casas de cambio. Es decir, la Avenida
Juárez es una arteria vital del centro de Ciudad Juárez y, además, como se
muestra en el mapa 2, es senda que desemboca en el también icónico Puente
Internacional de Santa Fe o Puente del Centro.1 Y esta proximidad ha definido
el desarrollo de la avenida, sus funciones, cultura y transformaciones a lo largo
del tiempo como lo explicaremos en seguida.

Mapa 2. Puente Internacional de Santa Fe y Avenida Juárez

Fuente: Google-I . Map data, 2005. Mapa de Ciudad Juárez, Chihuahua, México.

A pesar de la partición del territorio, ambas localidades han mantenido


caminos entrelazados. A raíz de la introducción de los ferrocarriles en la región
en 1884, la población de ambas ciudades creció, sus actividades económicas
se desarrollaron y con ellas la necesidad de transporte entre ambas ciudades
(Flores, 2010). Los tranvías de tracción animal que conectaban ambas
ciudades de 1882 a 1902 dieron paso al tranvía eléctrico. Este medio de
transporte recorría las principales calles de la ciudad y, por supuesto, la
Avenida Juárez (Arreola y Curtis, 1993). En 1973 el gobierno mexicano
descontinuó el servicio bilateral del tranvía supuestamente por problemas con
los ferrocarrileros, aunque otras fuentes citan el descontento de los
comerciantes que veían sus ventas mermadas por el traslado de juarenses que
iban de compras a comercios de El Paso (Dawson, 2009). Tanto las carretas
como los tranvías utilizaban la Avenida Juárez como vía de entrada a la ciudad.
Las oficinas de este transporte se ubicaban en el Edificio Sauer que se
encuentra en la esquina sureste de la Avenida 16 de Septiembre y la Avenida
Juárez. Actualmente, un servicio de autobuses bilateral para visitantes y
compradores que viajan de Ciudad Juárez a El Paso y viceversa ha sustituido
al tranvía.2 Este servicio también utiliza la Avenida Juárez como vía de entrada
a El Paso, lo que pone de manifiesto la continua importancia de la avenida
como vía medular de la ciudad.

La influencia de la Ley Volstead en la identidad de la


Avenida Juárez
Además de ser una vía central del transporte bilateral, los comercios que se
encuentran en la Avenida Juárez reflejan las diversas olas económicas y
culturales por las que ha atravesado la ciudad. Una de esas olas económicas
se derivó del movimiento de la abstinencia al alcohol que surgió en los Estados
Unidos en el año 1874, enarbolado por mujeres protestantes. Este movimiento
esgrimía que en los barrios de clase trabajadora estadounidense se ubicaban
demasiadas cantinas que mermaban el ingreso familiar y promovían la
inmoralidad, la corrupción y la violencia doméstica. En 1919 se aprobaba la ley
Volstead o Ley de la Prohibición del Alcohol que ordenaba el cese de
actividades a todo aquel que produjera o distribuyera alcohol (Chudacoff, 1975)
y que tendría un efecto transformador en Ciudad Juárez (Martínez, 1982).
A raíz de la aprobación de esta ley, ciudades estadounidenses como
Chicago, Nueva York, Kansas y Detroit vieron un auge de actividades ilegales y
una exacerbada violencia relacionadas con la producción y distribución de la
droga prohibida que, en aquel tiempo, era el alcohol. Mientras en esas
ciudades los grupos del crimen organizado se disputaban territorios y surgían
capos de la droga como Al Capone (Allsop, 1970), en Ciudad Juárez el
panorama era distinto.
En México no existían regulaciones en cuanto a cantinas, destilerías,
productores de cerveza o promotores de centros nocturnos, así que los
empresarios de la industria estadounidense del alcohol buscaron reubicar sus
operaciones y trasladaron sus inversiones principalmente a las ciudades
fronterizas, y fue Ciudad Juárez una de las urbes seleccionadas por su
adyacencia a los Estados Unidos (Langston, 1974).
La faz de Ciudad Juárez se transformó con la ubicación de la industria del
alcohol y actividades económicas relacionadas. Destilerías, cervecerías,
casinos, clubs nocturnos y bares surgieron en el paisaje urbano de su centro,
principalmente en la Avenida Juárez. A estos establecimientos, les siguieron los
hoteles y los restaurantes para atender el turismo que trajo consigo la venta de
bebidas alcohólicas, conformándose así el distrito turístico del que nos
hablaban Arreola y Curtis (Arreola y Curtis, 1993). Para apuntalar este distrito,
espacios recreativos como el Hipódromo de Juárez y la Plaza de Toros se
construyeron en áreas fuera del centro con el fin de atraer turismo juarense y
paseño.
A pesar de que Ciudad Juárez se fundó en 1659, de la arquitectura de ese
tiempo sólo queda la reconstruida Misión de Guadalupe en el Centro Histórico,
a una cuadra de la Avenida Juárez. Los embates de la Revolución de 1910
hicieron mella en las pocas estructuras existentes en la ciudad como fue el
caso del edificio de Correos. Sin embargo, sigue en pie el actual edificio de la
Ex Aduana en el cruce de la Avenida 16 de Septiembre y la Avenida Juárez,
inaugurado en 1889 durante el porfiriato y sede en 1909 de la primera reunión
binacional de presidentes de México y Estados Unidos, Porfirio Díaz y William
Taft.3
Al respecto, Arreola y Curtis observan que “los esfuerzos de preservación
han sido pocos y se han perdido muchas propiedades históricamente
significativas” (Arreola y Curtis, 1993). Aunque en Ciudad Juárez existen varios
edificios de valor histórico, cultural, arquitectónico o comunitario, hasta la
primera redacción de este capítulo, el único inventario existente de edificios
históricos de Ciudad Juárez sólo incluía diecisiete edificaciones reconocidas
por el Instituto Nacional de Antropología e Historia ( ), de las cuales dos ya
habían sido demolidas. De las 15 estructuras que quedan, sólo tres datan del
siglo , cuatro del siglo y ocho del siglo (Staines, 2006). Este
inventario corrobora que Ciudad Juárez se desarrolló como ciudad a partir de
principios del siglo (Martínez, 1982), pero también demuestra la falta de
preservación en una ciudad que experimenta múltiples transformaciones que
sirven a las necesidades de la economía global.4 Y fue la legislación que
prohibía el alcohol el detonante de una urbanización que la convertiría en un
“gigantesco centro de diversión” (Flores et al., 2010) o, como la denominaban
los residentes paseños: “una ciudad del pecado” (a sin city). La economía de
Juárez y de los negocios en la Avenida Juárez se fortaleció después de la
Primera Guerra Mundial con la ubicación, a aproximadamente 12 kilómetros de
la Avenida Juárez, de más de 45 000 soldados de la base militar del Fuerte
Bliss de El Paso, los cuales se hicieron clientes asiduos de las diversiones
nocturnas en Ciudad Juárez (Martínez, 1982).
Hoteles, casas de juego, centros nocturnos y restaurantes de lujo inundaron
el centro de Ciudad Juárez. De este tiempo datan las destilerías de Kentucky
que se reubicaron en la ciudad como El Paso Brewing Association y The
Waterfill and Frazier Distilling Company. Y la Avenida Juárez contaba con un
bar cada seis metros, es decir, tenía más cantinas que cualquier lugar en el
mundo (Ahedo, 2001-2002). De los años veinte, también data el Bar Kentucky
ubicado en el número 629 de la Avenida Juárez, que actualmente se considera
el bar en funciones más antiguo de la ciudad y que ha sobrevivido las
fluctuaciones económicas de la ciudad.
Cuando en 1933 se deroga la ley de la prohibición del alcohol, el paisaje
urbano del centro de Ciudad Juárez y de la avenida ya se había transformado y
la vida nocturna se había convertido en parte de la vida de la ciudad, donde
turistas extranjeros coexistían con residentes locales. Aunado a los años de la
Depresión económica de los años veinte y a la repatriación forzosa de
trabajadores mexicanos en Estados Unidos en la década de los treinta, se
redujo el número de turistas estadounidenses lo cual obligó a cerrar bares,
restaurantes y centros nocturnos. Sin embargo, este declive se revirtió a partir
de la Segunda Guerra Mundial (Martínez, 1982; Ahedo, 2001-2002).

La Avenida Juárez desde los 1940 hasta el presente


El paisaje urbano de entretenimiento y vida nocturna en la Avenida Juárez
renació durante y después de la Segunda Guerra Mundial con una nueva
infusión de 25 000 soldados estadounidenses a la base militar del Fuerte Bliss
de El Paso y con una renovada ola de turistas paseños (Martínez, 1982).
Según Gutiérrez de Alba, las décadas de 1940 y 1950 constituyeron “la etapa
de mayor esplendor de los espectáculos en Ciudad Juárez” (Gutiérrez de Alba,
2011). Fue en esos años que cabarets de lujo como La Fiesta y Guadalajara de
Noche aparecieron en el paisaje nocturno de Juárez. Y en la avenida Juárez el
bar Old Mexico, el piano bar Las Catacumbas, el Tomm´ys Bar, el Crystal
Palace, el Palacio Chino, el Café Charmant, el Lobby y La Cucaracha eran
parte de esta historia urbana de una ciudad del espectáculo. La Avenida se
convirtió en una calle-paseo donde cientos de paseantes caminaban por las
noches, mucho antes que el Third Street Promenade de Santa Mónica en
California estuviera en la mente de los planificadores estadounidenses (Pojani,
2005). Al respecto, Arreola y Curtis al caracterizar “el centro” fronterizo indican:
“La presencia de muchos grandes letreros de neón y de los sonidos de la
música que se tocaban en los radios y estéreos de las tiendas contribuyen a su
carácter nocturno y evocador” (Arreola y Curtis, 1993).5
Aunado al paisaje de entretenimiento nocturno, en los años cincuenta surgió
un turismo en busca de servicios médicos, dentales y oftalmológicos de costo
accesible. Es así como consultorios médicos, dentales y oftalmológicos
florecieron a la par de farmacias y ópticas en toda la ciudad y, por supuesto
también, en la Avenida Juárez.
En la década de 1960, a raíz del término del Programa Bracero, dos
programas emergentes definieron el destino de la ciudad y del centro de
Ciudad Juárez: El Programa Nacional Fronterizo ( ) y el Programa
Industrial Fronterizo ( ). El inauguró un polo de desarrollo en el
sector de servicios que incluía un megaproyecto turístico a 4 kilómetros al
oriente de la Avenida Juárez, lo cual iniciaría un proceso de dispersión urbana,
evidente en los ocho carriles de la Avenida Triunfo de la República, que es la
continuación de la Avenida 16 de Septiembre que viene del centro histórico.
Mientras que el fomentó la localización de la industria maquiladora en
Ciudad Juárez con la construcción de parques industriales también en el
oriente de la ciudad (Arreola y Curtis, 1993; Mendoza, 1995; Fuentes, et al.,
2004). Estos programas desviaban los ojos y la inversión del centro de la
ciudad con el subsecuente y evidente declive del área.
Posteriormente, en la década de 1980, la búsqueda por costos más bajos
propició la reubicación de algunas maquiladoras de Ciudad Juárez a otras
geografías, dando un golpe más a la industria del entretenimiento nocturno de
la Avenida Juárez que se sostenía también del consumidor local. El tiro de
gracia fue la violencia que inició en 1993 y que se recrudeció en los años de
2008 al 2012, la cual afectó a la ciudad en general y al centro histórico en
particular (Cervera y Monárrez, 2013; Fuentes, 2015). Al igual que el resto de la
ciudad, la Avenida Juárez cerró negocios, otros se reubicaron, algunos
sufrieron extorsión y padecieron las consecuencias de la violencia generada,
primero por la pugna por la plaza entre los cárteles de la droga y, después, por
la guerra generada por la administración de Calderón que militarizó la ciudad
con profundas pérdidas económicas, sociales y humanas (Gibler, 2011; Aziz,
2012).
Al final del 2012, la Avenida Juárez era el botón de muestra de la guerra
sufrida en la ciudad: comercios abandonados, dilapidados, quemados, vidrios
rotos y residentes desplazados. Además, las estadísticas describían a la
Avenida Juárez como la calle donde ocurría el mayor número de
desapariciones y secuestros de jóvenes (Fuentes et al., 2011; Cervera et al.,
2013). La dispersión de la ciudad, la restructuración económica, la falta de
inversión, la violencia, el miedo y la falta de seguridad contribuyeron al declive
de la Avenida Juárez en particular y al del centro histórico en general.

El Plan Maestro de Desarrollo Urbano del Centro


Histórico
Después del periodo de violencia extrema en Ciudad Juárez que tomó lugar
entre 2008 al 2012, en julio de 2014 se presentó El Plan Maestro de Desarrollo
Urbano del Centro Histórico que proponía la “recuperación” del Centro
Histórico. El plan había sido desarrollado conjuntamente por el Instituto
Municipal de Investigación y Planeación ( ), la Dirección General de
Desarrollo Urbano del Municipio de Juárez y la Coordinación de Proyectos
Especiales del Gobierno del Estado, y planteaba “mejorar las condiciones
urbanas, sociales y ambientales del entorno para transformar la zona centro de
la ciudad” (Plan, 2014: 13). Entre sus objetivos generales se encontraban:

1. Recuperar el valor histórico y cultural de la zona por medio del rescate


de espacios públicos y edificios que son parte del patrimonio histórico de
Juárez,
2. Fortalecer la economía de la zona por medio de inversiones públicas y
privadas y el ordenamiento de las actividades comerciales,
3. Impulsar el turismo en el área,
4. Mejorar la estructura e imagen urbana por medio de un mejor
equipamiento y usos de suelo mixtos,
5. Mejorar la accesibilidad y movilidad vial y peatonal,
6. Darle el carácter de “centro de la ciudad y de la región fronteriza”.

El trabajo de renovación del Plan se enfocaría al polígono que se muestra


en el plano 1.

Plano 1. Polígono del Centro Histórico de Ciudad Juárez

Fuente: IMIP, 2013. Tomado del Plan Maestro de Desarrollo Urbano del Centro Histórico de
Ciudad Juárez.

El Plan arrancó con la adquisición de 168 predios en la famosa calle


Mariscal, a una cuadra paralela al poniente de la Avenida Juárez, y prosiguió
con la posterior demolición masiva de bares y negocios que se encontraban en
esa vía, que era conocida como zona de tolerancia del distrito turístico (Arreola
y Curtis, 1993). El polígono contaba, de acuerdo con el Plan, con 2 442
viviendas; sin embargo, no se especifica el número de viviendas en la calle
Mariscal o la Avenida Juárez. Algunas de las edificaciones demolidas eran
construcciones de adobe que no se encuentran en ningún inventario como
parte del patrimonio de la ciudad. Según Hernández y Gómez: “En el centro
están las primeras formas de vivienda habitacional, lugares con un fuerte
componente de barrio, donde la tiendita de abarrotes está siempre cerca de la
frutería, de la papelería, estos eran y son espacios para caminar” (Hernández y
Gómez, 2011). En los predios ahora disponibles después de la demolición,
algunos comerciantes de la zona propusieron la construcción de “negocios de
alto nivel”, como centros comerciales que incluyan cines, boutiques, y la salida
de los pequeños negocios como los puestos de comida, especialmente de
burritos que son un elemento representativo de la comida típica de Ciudad
Juárez (Castañón, 2014).
El Plan catalogaba a los 151 establecimientos de la Avenida Juárez como
parte de la sub-zona de turismo y describía que carecían de “mantenimiento y
pintura, de mobiliario urbano y de un estilo arquitectónico uniforme”. En cuanto
a sus fachadas, las describía de “tamaños, tipos y colores variables” y como
solución proponía “una imagen renovada de la Avenida Juárez que recupera el
aspecto de la época de auge comercial y entretenimiento que tuvo a mediados
del siglo ” (Plan, 2014).
Como parte del Plan, se reformó el Reglamento de Entorno e Imagen
Urbana con el fin de mejorar las fachadas y dotar de mobiliario urbano a la
zona. La Avenida Juárez se encontraba en la lista como proyecto detonador e
inicial para que, a través de la remodelación de fachadas y la dotación de
mobiliario, se “recupere la relevancia de la avenida” (Castañón, 2014).
La propuesta del Plan para el mejoramiento de las fachadas y la
preservación del patrimonio indica, por un lado, que se recuperarían y
respetarían las fachadas existentes previa consulta a los “propietarios de
comercios y negocios del centro” y, por el otro lado, que para mejorar las
fachadas se iba a uniformar el color de la iluminación, pintándolas “de blanco o
colores claros” y sustituyendo los letreros con “placas de acero de acabado
oxidado” e iluminación “homogénea” (Plan, 2014).
La Cámara Nacional de Comercio ( ) “con recursos del estado”
estaría a cargo de la primera etapa de remodelación de la Avenida Juárez que
incluían las dos primeras cuadras del centro (Plan, 2014).

Blanqueando la Avenida Juárez


Los trabajos en la Avenida Juárez empezaron en febrero del 2014 y culminaron
en abril de 2015. En esos catorce meses y aún actualmente, con el fin de
documentar los cambios en la avenida, la caminé diariamente en la mañana y
al final de la tarde. Además de documentar fotográficamente los cambios en la
Avenida, leí las versiones resumida y completa del Plan Maestro de Desarrollo
Urbano del Centro Histórico de Ciudad Juárez, las notas de los diarios locales y
durante mis recorridos entrevisté informalmente a negociantes, trabajadores
encargados de la remodelación y a usuarios. También realicé entrevistas
telefónicas con personal del Instituto Municipal de Planificación. Durante ese
periodo, como parte del embellecimiento del área se ampliaron banquetas, se
rehabilitó la carpeta asfáltica, se instalaron guías para invidentes, luminarias,
bancas, rejillas para bicicletas, puestos para periódicos y botes de basura, en la
sección comprendida entre la calle Azucenas justo a la entrada del puente
Santa Fe hasta la Avenida 16 de Septiembre, como lo muestra el plano 2. Por
cierto, los materiales y mobiliario utilizados en la renovación fueron de muy
deficiente calidad y actualmente, a casi 3 años de la renovación, el deterioro es
palpable.
Como parte de esta renovación, casi todos los locales fueron pintados de
blanco y la cantera original se renovó utilizando moldura gris que simula
cantera. De un día al otro, los colores que caracterizaban los negocios de la
Avenida Juárez iban desapareciendo cuadra por cuadra, haciendo recordar la
cita de Mike Davis con respecto a este tipo de homogeneización del paisaje
para el caso de la influencia latina en la ciudad de Los Ángeles:

“Escaramuzas interculturales también ocurren en frentes puramente


audiovisuales. Guerras por la estética del barrio son eventos comunes a
medida que la latinidad carnavalesca choca con las ansiedades
sicosexuales de la cultura residencial de la población blanca del tipo Truman
Show. Entonces, los propietarios de casas que no son hispanos y que creen
que la equidad de su propiedad depende de un predominio en su vecindario
de colores claros y apastelados y de cercas blancas, van a percibir la
gloriosa gama de colores vivos con que pintan las casas mexicanas y
caribeñas –verde limón, rosa mexicano, azul añil, morado– como un
verdadero terrorismo visual. Hasta los chicanos económicamente móviles se
han sumado al rechazo contra los tintes ´no-estadounidenses´, como ha
pasado en el suburbio de South Gate donde el Consejo de la Ciudad
recientemente consideró una ordenanza contra del uso de colores tropicales
en la pintura de las casas…” (Davis, 2000:54, traducción de la autora)

Parecía que la multitud de colores que caracterizaba el paisaje urbano de la


Avenida Juárez era un motivo de ansiedad para los diseñadores del
Reglamento de Entorno e Imagen Urbana que los llevó a prescindir de color
alguno. Al preguntarles a los inspectores de obra sobre la elección del color
blanco para pintar toda la Avenida Juárez me indicaban que esa disposición
venía del municipio. Al preguntarle a los trabajadores acerca de este proceso
de blanqueado, uno de ellos contestó: “Quieren que se vea como la ciudad de
Mesilla”. Otro más me recalcó: “Son órdenes del municipio”. “Nosotros sólo
seguimos órdenes del municipio”.
La homogeneización de fachadas no sólo incluyó pintar todos los edificios
de blanco, sino también la remoción u ocultamiento de materiales originales.
Por ejemplo, los mosaicos lapizlázuli que tapizaban el edificio donde en otros
tiempos se albergaba el Woolworth fueron removidos en su totalidad y en su
lugar realizaron un aplanado que posteriormente se pintó de blanco (foto 1).

Foto 1. Remoción de mosaico del antiguo Woolworth en la Avenida Juárez

Fuente: Fotografía de la autora.

El extremo de esta homogeneización fue el recubrimiento y aplanado de


varias fachadas que mostraban ladrillo rojizo u otro tipo de materiales más
costoso (foto 2). Ante esta homogeneización, que supuestamente había sido
consultada con los dueños de negocios de la avenida, algunos dueños de ellos
utilizaron medios legales o de mediación y hasta de persuasión para detener
este proceso de blanqueamiento en sus edificios. De esta manera, dos
empresarios se ampararon: uno, el propietario del Juárez Race and Sport Book,
local ubicado en la esquina sureste de la calle Azucenas, argumentó que
acababa de pintar y renovar su fachada de color amarillo. Tampoco afectaron la
fachada del Zoo Disco Bar, localizado en la parte este de la avenida, enfrente
del Bar Kentucky. El Zoo es un negocio de reciente creación cuya fachada
hecha de bambús era el diseño de un profesor de arquitectura de una de las
universidades públicas de la región.

Foto 2. Recubrimiento y aplanado de fachadas en la Avenida Juárez

Fuente: Fotografía de la autora.

Mientras tanto, el edificio que albergaba al centro nocturno Caliente, en la


esquina noreste con la calle Ignacio Mejía, perdió algunas de sus brillantes
losas de cerámica color café, pero finalmente sólo aplanaron y blanquearon la
parte superior conservando la parte inferior de cerámica (foto 3).
La Casa Gales que es un edificio art déco, sito en la esquina sureste de la
calle Abraham González, se salvó por la persuasión de sus dueños que me
comentaron que: “Hablando se entiende uno. Nosotros fuimos y les explicamos,
ellos nos escucharon y no lo pintaron de blanco”. El edificio Morán que se
encuentra cercano a la Casa Gales tampoco se pintó. Este edificio era un hotel
de nueve pisos que actualmente se encuentra deteriorado y en desuso. En abril
de 2015 se utilizó su pared norte para pintar un mural de aproximadamente 400
metros cuadrados que retrataba el rostro del cantante Juan Gabriel
(Villalpando, 2015). Finalmente, el edificio ubicado en la esquina suroeste con
la calle Ignacio Mejía, el que albergaba al Sunwest Dental no se pintó durante
el proceso de renovación. Posteriormente, me enteré que no se había pintado
porque se iba a demoler. Este era un edificio de adobe de dos pisos, en buen
estado, que albergaba, además de oficinas de dentistas, comercios de comida
rápida. Meses después, el edificio fue demolido y desde entonces ha quedado
en calidad de lote baldío.

Foto 3. Edificio del centro nocturno Caliente en la Avenida Juárez

Fuente: Fotografía de la autora.

Exceptuando los edificios antes mencionados, los propietarios del resto de


los edificios tuvo que acatar “las órdenes del municipio”. El dueño del Edificio
Rosa en la esquina sureste con la calle Unión, vio cómo su edificio se convirtió
en blanco, que+dando sólo las letras metálicas que indicaban “Edificio Roa”: la
letra ese se había desprendido probablemente durante los trabajos de
blanqueamiento y no fue repuesta durante meses (foto 4).

Foto 4: Edificio Rosa en la Avenida Juárez


Fuente: Fotografía de la autora.

Además de la eliminación de los colores, la regeneración de fachadas


incluía la remoción de los letreros de neón originales. Cabe destacar que
algunos de ellos databan de la época de oro de la Avenida Juárez de los años
cuarenta y cincuenta (Martínez, 1982; Arreola y Curtis, 1993). Al entrevistar a
los dueños de esos negocios, algunos mencionaron que no supieron el destino
final de los letreros removidos, que simplemente los quitaron “por órdenes del
municipio”. Los coloridos letreros de los negocios de la Avenida Juárez
desaparecieron y en su lugar se colocaron letreros de placas rectangulares de
metal color óxido con letras blancas e instalaron toldos color marrón en puertas
y ventanas. A pesar de que se habían eliminado los colores de la avenida, el
cambio había mejorado el entorno deteriorado, ya que también se había
ampliado el área de banqueta de la avenida. Sin embargo, este estilo de letrero
y fachada sólo se aplicó en las dos primeras cuadras adyacentes al puente
internacional Santa Fe, a ambos lados de norte a sur de la avenida, desde la
calle Gardenias hasta la calle Tlaxcala. Tanto los comerciantes como personal
del Instituto Municipal de Investigación y Planeación ( ) suponían que hubo
un cambio de contratista y, por eso, en las cuadras subsecuentes se colocaron
letreros de aluminio sin color (Castillo, 2017; Martínez, 2018). Sin embargo,
recientemente se me informó que esas dos primeras cuadras se habían
utilizado como prototipo para que la “bajara el recurso federal”. Es
decir, una vez asegurado el recurso, no se llevó a cabo la renovación de la
avenida de acuerdo al prototipo. Se permitió el neón como iluminación ligera
detrás de los letreros, pero básicamente los letreros de colores desaparecieron.
De esta manera, blanqueando la Avenida Juárez, se llevó a cabo la renovación
y el embellecimiento de una arteria vital del centro histórico de la ciudad y el
subsecuente cambio de paisaje urbano (foto 5).
Foto 5. Cuadra prototipo de la Avenida Juárez, entre Gardenias y
Azucenas

Fuente: Foto de la autora.

Conclusiones
Aunque el Plan Maestro de Desarrollo Urbano del Centro Histórico de Ciudad
Juárez propone como uno de sus objetivos el de “conservar el patrimonio
histórico-arquitectónico”, éste no se llevó a la práctica, pues se demolieron
varias edificaciones representativas de la arquitectura de tierra de la región. La
demolición mermó los recursos históricos, arquitectónicos y culturales del
Centro Histórico y probablemente disminuyó la cantidad de estructuras
sustentables y vivienda accesible en la zona.
A los trabajadores encargados del blanqueamiento de los edificios de la
Avenida Juárez no se les dio ningún tipo de entrenamiento o supervisión con
respecto a lo que era valioso, en términos históricos y arquitectónicos. Fue así
como removieron el mosaico del otrora edificio del Woolworth, aplanaron las
paredes de ladrillo y pintaron indiscriminadamente la mayor parte de los
edificios de la Avenida Juárez, aunque con materiales de ínfima calidad. Esta
falta de supervisión y conocimiento era palpable cuando una mañana pasé a un
lado del estacionamiento que antes albergaba el Bar Noa Noa y frente al cual
se encontraba la placa con las huellas de las manos del artista Juan Gabriel.
Sorprendida, noté que encima de ellas habían vertido cemento fresco y cascajo
remanentes de las obras de remozamiento de la Avenida. Alarmada, les indique
a los trabajadores que tenían que limpiar esa área, pues tenía un valor cultural
y artístico. Uno de los trabajadores me dijo: “Todo se va a quitar, hasta esas
manos, mañana que usted pase ya no van a estar aquí”. Hablé con el
propietario del lugar y al día siguiente ya habían limpiado la placa. Sin
embargo, durante el cambio de la capa asfáltica en la avenida, este incidente
se repitió varias veces. Afortunadamente, las huellas de las manos de Juan
Gabriel resistieron el embate, aunque no por mucho tiempo, y su actual destino
es parte de otro artículo sobre planeación urbana y patrimonio.
Analizando las estrategias seguidas por el municipio de Ciudad Juárez,
podemos concluir que los lineamientos para renovar el Centro Histórico de
Ciudad Juárez y la Avenida Juárez en particular, replican las estrategias que se
están llevando a cabo globalmente. La imitación fiel de estas políticas no
permite que las élites locales vean a Ciudad Juárez como una urbe histórica,
diferente y con sitios que necesita preservar, de ahí la desvalorización de la
arquitectura de tierra y la demolición de importantes estructuras en la ciudad.
De la colonización de las élites juarenses surge el miedo a los colores, el orden
de lo visual y la necesidad de construir espacios y paisajes que les hagan creer
que están en una ciudad de “clase mundial,” como si ese tipo de ciudades
careciera de colores.
Es así que exfuncionarios de la misma ciudad, como José Luis Rodríguez,
exdirector de Obras Públicas (2002-2004) sin tener presente la historia
fronteriza y económica de Ciudad Juárez consideró que “no hay prácticamente
nada” de patrimonio debido a la diversidad de “diseño e identidad
arquitectónica”. De la misma manera, Everardo Medina, también exdirector de
Obras Públicas (2010-2016), admitía que existían estructuras con valor
histórico, pero que por su arquitectura “pensé que no valía la pena rescatar” y
después de las demoliciones “nos enteramos que realmente ahí había sucedido
algún hecho histórico” (Chaparro, 2013).
Esta supuesta ignorancia y desdén por la historia y forma urbana locales se
ve afirmada con antelación en 2013, en las declaraciones del exalcalde
Murguía que, refiriéndose a las demoliciones y al cambio de rostro de la ciudad
las calificaba como “un sacrificio para construir un Juárez que va a estar mejor”.
Y dejaba translucir su visión homogeneizadora y desplazadora al declarar que
el proyecto de renovación del centro histórico sería “un proyecto innovador que
acercará la fachada del centro de la ciudad a una como Houston o San
Antonio” (Chaparro, 2013). Ante tales cambios, Wright (Wright, 2013) ya
avizoraba el inicio de la gentrificación del Centro Histórico de Ciudad Juárez.
Blanquear la Avenida Juárez fue también un indicio de ese proceso.
Mientras las élites ocultan los colores y destruyen las estructuras de adobe
en el centro, un sector de la ciudadanía salió el 16 de abril de 2015, haciendo
reaparecer los colores en la Avenida y en otras partes del Centro Histórico. No
eran los colores vivos de los bares, de los centros de baile y de los
restaurantes, sino los colores que hacen recordar parte del periodo de la
violencia sufrido por los juarenses. Familiares y activistas de la organización
Voces Sin Eco salieron a las calles a repintar las cruces negras pintadas en un
fondo rosa que hacen recordar que la justicia en Juárez no se tapa con el color
blanco. La memoria de la falta de justicia está presente a través de estas
cruces. Actualmente otros colores están reapareciendo en varios puntos de la
periferia de la ciudad, son los colores de los murales que muestran los rostros
de las mujeres asesinadas. Se planea pintar 185 murales con los rostros de las
mujeres desaparecidas o asesinadas (Castro, 2015). Mientras la Avenida
Juárez se blanquea, aspirando a ser un Centro Histórico exitosamente
estandarizado, el color va a regresar a muchos otros puntos de la ciudad para
reclamar la falta de justicia y para reivindicar la memoria.

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Notas
* Doctora en Planificación Urbana y Regional, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
1 También llamado Puente Internacional Paso del Norte.
2 Estos autobuses conectan el aeropuerto y la central camionera de Ciudad Juárez con la
central camionera y la Terminal de Autobuses que se encuentran en el centro de El Paso.
3 Este inmueble fue testigo de momentos históricos importantes: albergó la presidencia
provisional de la República de Francisco I. Madero, el cuartel de Francisco Villa en 1913 y
presidencia provisional del gobierno de Venustiano Carranza en 1914.
4 A finales de 2016, apareció otro inventario actualizado coordinado por la misma autora que se
enfoca en monumentos y edificios de mediados del siglo y principios del .
5 Traducción de la autora.
Espacio público, seguridad y patrimonio cultural en centros históricos se publica
en versión electrónica, formato ePub, en el mes de junio de 2019 para poner a
disposición, con acceso abierto, en la página web: www.puec.unam.mx.
Para su elaboración se utilizó el programa Sigil. El cuidado de la edición estuvo a
cargo de Graciela Chávez; la versión electrónica fue elaborada por Óscar Del Río;
la corrección de estilo por Nancy Roque; el diseño y formación tipográfica por
Asdriel Téllez y el diseño de portada por Elizabeth Vargas.

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