Línea Del Tiempo
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EL SINDICALISMO EN MÉXICO
Marzo de 1925
Mayo de 1925
- Para los empleados y obreros que le servían al gobierno, los mismos derechos que
a los demás asalariados.
- Prohibición terminante a los patrones para organizar directa o indirectamente
sindicatos de trabajadores.
- Ilegalidad de los sindicatos confesionales y de los sindicatos de trabajadores
organizados o patrocinados por los patrones.
- Seguro obrero para todos los asalariados, sin limitaciones de ninguna naturaleza.
31 de diciembre de 1928
Quedó instalado el Consejo Organizador de la Asamblea de Unificación Obrera y
Campesina, que acordó lanzar la convocatoria a la citada reunión, que abarcaba en su
Orden del Día, entre otros puntos, II. Programa de reivindicaciones obreras inmediatas:
a) Lucha contra los paros parciales o totales, reajustes de personal, disminución de
horas o días de trabajo, disminución de salarios, etcétera.
b) Lucha en favor de una reglamentación avanzada del Artículo 123; seguro obrero a
costa de los industriales y sin gravamen para los trabajadores; contrato colectivo
obligatorio por ramos de industria y abolición de los contratos individuales;
disminución de las horas reglamentarias de trabajo en las industrias dañinas y
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Agosto de 1931
Cuando el gobierno de Pascual Ortiz Rubio expediría la Ley Federal del Trabajo en una
situación signada por la división y debilitamiento de las centrales, federaciones y sindicatos,
la permanencia de Lombardo en las filas de la CROM y el abandono de la política populista
por parte de los gobiernos del maximato.
La expedición de la Ley Federal del Trabajo se produjo en plena crisis económica, en medio
de una profunda división del movimiento obrero y en un periodo en que el equipo
gobernante abandonaba parte importante de su política populista y hacía importantes
concesiones a Estados Unidos y a los patrones y latifundistas.
1936
El Partido Nacional Revolucionario presentó un proyecto de Ley de Servicio Civil que de
inmediato concitó el rechazo de los sindicatos federales, los partidos y grupos de izquierda
y otras fuerzas interesadas en la conservación, el fortalecimiento y el desarrollo del
movimiento sindical de los trabajadores públicos. La propaganda en pro de la inclusión de
los maestros en la LFT fue intensa y extensa, así como en la defensa del derecho de huelga.
Agosto-septiembre de 1936
Se fundó la Federación Nacional de Trabajadores del Estado, con un temario que incluía
entre sus puntos: “I. El Artículo 123 constitucional, incorporación de los trabajadores al
servicio del Estado a la Ley Federal del Trabajo, táctica de lucha para lograrlo”.
El Estatuto Jurídico El diario del PNR publicó el 6 de julio de 1937 el Proyecto de Estatuto
Jurídico para los Trabajadores al Servicio del Poder Ejecutivo, enviado por el presidente
Cárdenas al Congreso, en el cual se establecía que debía haber un solo sindicato por
unidad burocrática. Señalaba: “Art. 56. Queda prohibido a los sindicatos: “I. Hacer
propaganda de carácter religioso; “II. Ejercer la función de comerciantes; “III. Usar de la
violencia con los trabajadores libres para obligarlos a que se sindicalicen; “IV. Fomentar
actos delictuosos contra personas o propiedades; “V. Hacer propaganda en favor de
determinado candidato. Sin embargo, podrán hacer propaganda de los principios sociales
o políticos de los partidos militantes”. “Art. 63. Las condiciones generales de trabajo se
fijarán al iniciarse cada periodo de gobierno, por los titulares de la unidad burocrática
afectada, oyendo al sindicato correspondiente”. Se ponían algunas restricciones al derecho
de huelga. El Senado amplió el ámbito de acción del Estatuto Jurídico a los trabajadores de
los poderes legislativo y judicial.
Para la baja burocracia 1938 fue un año clave: en él se implantó el Estatuto Jurídico. Todas
las fuerzas sociales y políticas se manifestaron en torno a los derechos laborales y
sindicales de los trabajadores al servicio del Estado. Antes que nadie, los sindicatos
demandaron igualdad en el trato a los empleados públicos y a los obreros industriales y
empleados privados. La separación de los empleados públicos del resto de la clase obrera
y otros asalariados quedó plasmada legalmente. En el futuro, el apartado B del Artículo 123
constitucional y su ley reglamentaria, la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del
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Estado, “perfeccionarían” aún más las limitaciones a los derechos sindicales básicos de los
empleados públicos. Los sindicatos centraron sus baterías en la defensa de los derechos
fundamentales de los asalariados, al recalcar que no existían diferencias de fondo entre los
burócratas y los obreros industriales.
El 4 de abril de 1941,
Se aprobó el nuevo Estatuto Jurídico de los Trabajadores al Servicio de los Poderes de la
Unión, en el cual se recalcaba que dentro de cada unidad sólo se reconocería la existencia
de un solo sindicato. Quedaba prohibido a los sindicatos adherirse a organizaciones o
centrales obreras o campesinas. El Artículo 63 quedaba igual que en la versión de 1938, al
establecer que las condiciones generales de trabajo se fijarían, al iniciarse cada periodo de
gobierno, por los titulares de la unidad burocrática afectada, oyendo al sindicato
correspondiente. “Artículo 69. La huelga general es la que se endereza en contra de todos
los funcionarios de los Poderes de la Unión y sólo puede ser motivada por cualquiera de
las siguientes causas: “a) Por falta de pago de salarios consecutivos correspondientes a un
mes de trabajo, salvo el caso de fuerza mayor que calificará el Tribunal de Arbitraje. “b)
Porque la política general del Estado, comprobada con hechos, sea contraria a los derechos
fundamentales que esta ley concede a los trabajadores del Estado, debiendo en tal caso
hacer la comprobación respectiva el propio tribunal. “c) Por desconocimiento oficial del
Tribunal de Arbitraje o porque el Estado ponga graves obstáculos para el ejercicio de sus
atribuciones. “d) Porque se haga presión para frustrar una huelga parcial”. “Artículo 70. La
huelga parcial es la que se decreta contra un funcionario o grupo de funcionarios de una
unidad burocrática por cualquiera de las causas siguientes: “a) Violaciones frecuentemente
repetidas de este Estatuto. “b) Negativa sistemática para comparecer ante el Tribunal de
Arbitraje. “c) Desobediencia a las resoluciones del mismo tribunal”. (45) Restricciones
actuales de los trabajadores federales Derrotados el movimiento ferrocarrilero en marzo-
abril de 1959 y el movimiento magisterial en abril-agosto de 1960, el Estado hizo
concesiones a la burocracia sindical y emprendió algunos cambios legislativos.
El 5 de diciembre de 1960,
Se publicó la reforma y adición al artículo 123 constitucional, esto es, el apartado B del
mismo, que estipuló: “X. Los trabajadores tendrán el derecho de asociarse para la defensa
de sus intereses comunes. Podrán, asimismo, hacer uso del derecho de huelga previo el
cumplimiento de los requisitos que determine la ley, respecto de una o varias dependencias
de los poderes públicos, cuando se violen de manera general y sistemática los derechos
que este artículo les consagra”. Los servidores públicos son sujetos del apartado B del
Artículo 123 constitucional y su ley reglamentaria: la Ley Federal de los Trabajadores al
Servicio del Estado, promulgada el 27 de diciembre de 1963, que establece derechos muy
por abajo de los conquistados por la clase obrera. Los sindicatos de trabajadores federales
tienen prohibido: “Art. 79... “V. Adherirse a organizaciones o centrales obreras o
campesinas”. Los trabajadores al servicio del Estado no tienen derecho de contratación
colectiva ni relaciones bilaterales. La ley estipula: “Artículo 87. Las Condiciones Generales
de Trabajo se fijarán por el titular de la dependencia respectiva, tomando en cuenta la
opinión del sindicato correspondiente a solicitud de éste. Se revisarán cada tres años”.
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La lucha por los derechos plenos de los trabajadores universitarios Los sindicatos y
federaciones de trabajadores universitarios, desde 1971 hasta 1980, levantaron como
bandera fundamental: ser sujetos del apartado A del Artículo 123 de la Constitución General
de la República, al igual que el resto de los trabajadores asalariados no sujetos a regímenes
especiales.
El sexenio 1976-1982 fue rico en cambios legislativos. Se introdujeron en la Constitución
General de la República el derecho al trabajo y la obligación patronal de dar capacitación
laboral a sus trabajadores, los trabajadores universitarios fueron considerados sujetos del
apartado A del Artículo 123 constitucional, los empleados bancarios alcanzaron el derecho
de sindicación, se introdujeron reformas procesales a la Ley Federal del Trabajo y los
sindicatos federales obtuvieron el derecho de proporcionar el 50 por ciento de las plazas de
nueva creación, entre otras modificaciones significativas.
La introducción de la capacitación laboral en la legislación vigente, facilitó de inmediato su
agitación por los sindicatos y secciones sindicales. Los trabajadores de las universidades,
que desde hace décadas venían demandando los derechos de contratación colectiva, de
huelga y de organización sindical, vieron en parte materializados estos objetivos.
Los empleados bancarios, al ser ubicados en el apartado B del Artículo 123 constitucional,
vieron restringidos --de entrada-- sus derechos de contratación colectiva, de huelga y de
organización sindical, dado que el famoso apartado de los trabajadores federales niega el
derecho de contratación colectiva y su carácter bilateral, de hecho suprime la posibilidad
práctica de la huelga y limita el derecho de sindicación al imponer normas y principios
ajenos a la libertad sindical y el sentido de clase del sindicalismo.
La reforma del Artículo 123 y la Ley Federal del Trabajo A mediados de 1989, la
COPARMEX lanzó a la publicidad el documento Propuestas preliminares que la
Confederación Patronal de la República Mexicana, en los periodos presidenciales de Miguel
de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Vicente Fox la constante en las
relaciones laborales fue la violación de la LFT y la Constitución General de la República,
con la reformulación de los contratos colectivos de trabajo para imponer la flexibilización, la
desaparición de sindicatos y secciones sindicales que defendían a sus agremiados, los
despidos selectivos y masivos, la imposición de quiebras ilegales para terminar con las
relaciones laborales e imponer contratos colectivos de trabajo benéficos para la patronal y
perjudiciales para los trabajadores, el no reconocimiento de sindicatos combativos, el
abultamiento del personal de confianza, los paros técnicos, los retiros “voluntarios”, la
declaratoria de inexistencia de movimientos de huelga, la imposición de la requisa y la
generalización de los contratos de protección y de los sindicatos fantasmas, además de la
represión violenta y otras acciones de contenido antiobrero.
Esas prácticas, que en gran medida continúan hoy día, el gobierno panista de Felipe
Calderón Hinojosa y los capitalistas desean que pasen a establecerse en la LFT, esto es,
buscan que la violación sistemática de los derechos sindicales adquiera legalidad de aquí
en adelante. Es parte del programa neoliberal.
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Se trata, pues, de mantener el Artículo 123 constitucional como algo de relumbrón y con
una “ley reglamentaria” que elimine todos sus principios y normas. Es un truco ya muy
conocido. Por medio de la modificación de leyes secundarias y reglamentos es privatizada
la economía nacional, las empresas paraestatales son puestas al servicio de las
multinacionales y de los grandes capitalistas nacionales, son reformulados los contratos
colectivos de trabajo, son suprimidos sindicatos y secciones sindicales, con lo que se
avanza en la precarización, el aumento de la pobreza y la miseria, la concentración de la
riqueza y la pérdida de la soberanía nacional frente a Estados Unidos.
Así ha ocurrido con Petróleos Mexicanos, Comisión Federal de Electricidad, el Instituto
Mexicano del Seguro Social, el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los
Trabajadores del Estado, la educación pública y otras empresas, instituciones y servicios.
Es el proyecto neoliberal convertido en programa y realidad efectivos. Al amparo de tales
concepciones y prácticas, se propone el proyecto de reforma de la LFT, al mismo tiempo
que la sociedad presencia la ofensiva antiobrera que emprende el gobierno panista de
Calderón: reforma a la Ley del ISSSTE, mayores impuestos a los trabajadores asalariados
(incluidos los jubilados), campesinos y otros núcleos populares, rescate de empresas,
extinción de Luz y Fuerza del Centro y del Sindicato Mexicano de Electricistas, intento de
eliminación del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y
Similares de la República Mexicana, proliferación de los contratos colectivos de protección
patronal y crecimiento del sindicalismo blanco (, con la Federación Nacional de Sindicatos
Independientes y la Alianza Sindical Mexicana como los principales centros del sindicalismo
de inspiración patronal y como grupos de choque de la gran burguesía .
La unidad es, el primer requisito para elevar el nivel de vida de los trabajadores, mejorar
sus condiciones laborales y fortalecer la participación gremiales en la toma de decisiones
intersectoriales. La posibilidad de obtener mejores condiciones laborales aumenta, cuando
los trabajadores conforman organismos sindicales orientados al perfeccionamiento integral
del trabajador y a la defensa de sus intereses, con unidad y solidaridad, ya que los
sindicatos son el núcleo de concertación social, política y cultural que se considera el mejor
instrumento de lucha de la clase trabajadora, promoviendo garantías para la protección,
prevención y asistencia de los trabajadores.
Conjuntamente, existen principios sindicales fundamentales que deben estar siempre
presentes: un sindicato se constituye por la libre determinación de los trabajadores
El principio democrático se expresa en la igualdad de sus miembros, en la libre elección de
sus dirigentes y en la aplicación, por parte de éstos, de los acuerdos de la mayoría, además
de ser autónomo, lo que significa mantenerse independiente de toda injerencia patronal,
gubernamental, de partidos políticos o corporaciones religiosas.
ASPECTOS QUE DETONARON QUE EL SINDICATO MEXICANO DE ELECTRICISTAS
DISMINUYERAN SU CAPACIDAD Y PODERÍO EN EL PAÍS
En el presente artículo se estudian las oportunidades y restricciones derivadas de la índole
peculiar del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) para la modernización de Luz y
Fuerza del Centro (LFC), a diez años de su creación. Se analizan las características del
sindicato, la dinámica de las negociaciones vinculadas con la reestructuración de ese
organismo, las opiniones de sus integrantes respecto del cambio en las relaciones laborales
y las propuestas encaminadas a asegurar su viabilidad. Se argumenta que el SME debe
ser considerado parte de la problemática que enfrenta LFC, pero también de su solución,
aprovechando el estatus de "ciudadanos" que ostentan sus afiliados para construir un
verdadero modelo de democracia industrial en la empresa eléctrica.
Ante la prohibición de generar electricidad a la empresa ahora llamada Luz y Fuerza del
Centro, se le obligó a comprar electricidad a Comisión Federal de Electricidad y venderla al
usuario a un precio menor del que la compraba; se dictaminó a la empresa en bancarrota
por lo que se decretó su liquidación el 11 de octubre de 2009 y se dejó a cargo del servicio
eléctrico a la Comisión Federal de Electricidad. Uno de los principales argumentos para la
extinción de la paraestatal fue el subsidio de más de 40 mil millones de pesos vía impuestos
que se le otorgaban anualmente a la empresa responsabilizando a los trabajadores y al
Sindicato principalmente. Se despidieron a más de 44 mil trabajadores del SME
calificándolos como ineficientes, adjudicándoles los problemas financieros que atravesaba
la empresa, de privilegiados con salarios muy altos y un contrato colectivo exagerado; aun
cuando el Sindicato demostró que, los sueldos de toda la plantilla de trabajadores no
representaban ni el 15% del total facturado por la empresa, y además que las causas de
los problemas financieros de la empresa se debían a la corrupción de los cargos superiores,
a adeudos de industrias, empresas privadas, dependencias gubernamentales,
universidades, bancos y municipios, entre otros, con alto nivel de consumo, morosidad de
pagos y la compra de energía en bloque a CFE.
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Entre otras pruebas; el Sindicato demostró además que el promedio salarial de los
trabajadores sindicalizados es de 6 mil pesos y, en contraste, algunos puestos de confianza
y ex funcionarios de la Dirección general de Luz y Fuerza, recibían pensiones de alrededor
de 150 mil pesos con posibilidad de jubilación en muy pocos años de trabajo.
TANTO EN LOS MEDIOS DE OPINIÓN pública como en ámbitos empresariales y
gubernamentales, se comparte el argumento de que buena parte de los problemas del
sector eléctrico se derivan de la excesiva rigidez prevaleciente en las relaciones entre las
empresas y los trabajadores o de los altos costos de los contratos colectivos. Los
cuestionamientos más fuertes se dirigen a Luz y Fuerza del Centro (LFC), cuya inviabilidad
operativa suele atribuirse a los obstáculos derivados de su relación con el Sindicato
Mexicano de Electricistas (SME) y a sus resistencias al cambio descuidando otros aspectos.
Por ejemplo, suele ignorarse que los problemas financieros de la entidad que dio origen a
ese organismo (Compañía de Luz y Fuerza del Centro, S. A.) inician en 1973, cuando
comienza a acumularse su deuda con la Comisión Federal de Electricidad (CFE) por la
compra de energía, al punto que LFC registra pérdidas aun antes de considerar la parte del
costo de explotación vinculada con los costos laborales
El modelo organizativo del SME presenta diferencias significativas respecto del que hoy
tiene la mayor parte de los sindicatos mexicanos de tamaño semejante (alrededor de 53
000 trabajadores) que se traducen en un campo de maniobra mucho menor para tomar
decisiones al margen de las bases. Tanto por factores culturales como por motivos
estructurales, la cooptación de los líderes y la traición a sus representados (opciones
aprovechadas convenientemente para instrumentar reestructuraciones extremas de las
relaciones laborales en empresas estatales y privadas a lo largo de las dos últimas
décadas), no parecen viables en el caso de LEC, o resultarían sumamente costosas. Por
distintas razones que no pueden atribuirse exclusiva ni principalmente al SME, la puesta en
vigor de los acuerdos negociados entre finales de los ochenta y 1994 (cuando se creó LFC,
o con posterioridad a este episodio), no ha podido concretarse. Ello los ha vuelto anticuados
o insuficientes para el tamaño y la complejidad de los problemas que plantea en la
reestructuración del sector y de ese organismo en particular. Sin embargo, la índole del
SME explica en cierto modo por qué el gobierno ha dado un trato diferenciado primero a la
Compañía de Luz y Fuerza del Centro (CLFC) y después a LFC, respecto del que se dio a
la CFE y al Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana
(SUTERM), por lo que conviene examinar algunos de sus rasgos distintivos.
Si bien priva el consenso respecto de su singularidad, hay discrepancias en cuanto a sus
características más destacadas: mientras algunos subrayan como aspectos positivos los
altos niveles de democracia interna, la autonomía frente al Estado y ante los partidos
políticos a lo largo de décadas (aunque hubo periodos de acercamientos), otros valoran
negativamente estos mismos aspectos o se preocupan por los costos de sus prácticas más
tradicionales, como la frecuencia de los procesos electorales.5 Una posición intermedia
sostiene que se trata de un "corporativísimo híbrido" y tiende a atribuir las prácticas más
negativas a factores exógenos, como el hecho de que se forjó en un contexto autoritario a
lo largo de casi todo un siglo (Melgoza, 2001; Melgoza y Montesinos, 2002).
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Si se lo compara con otras experiencias dentro y fuera del país, se confirma que el modelo
organizativo del SME reúne rasgos de diversos tipos sindicales. En principio guarda una
gran afinidad con los sindicatos de "movimiento social", tal como se desarrollaron en Brasil
y Canadá (entre otros países). Este tipo sindical se destaca por la importancia otorgada a
la democracia interna, su identidad como parte de otros movimientos sociales, el fuerte
compromiso de las bases con las metas de la organización y sus agendas amplias. Tanto
por su historia como por su evolución reciente en las dos últimas décadas, el SME ha
logrado construir, o —en su caso— fortalecer, recursos de poder y capacidades distintivas
del sindicalismo de "movimiento social", como los antes mencionados, que en muchos
países resultaron efectivos en la defensa de los intereses de sus representados frente a los
efectos adversos de las políticas neoliberales y la globalización
A diferencia de lo que ocurre en el sindicalismo "corporativo-estatista",7 la autonomía del
SME le permite aprovechar sus recursos de poder para oponerse a todo aquello que —
según su criterio— pueda ser visualizado como amenaza para los intereses de las
dirigencias y de sus representados, y movilizarlos para apoyar sus estrategias. Aunque
buena parte del poder del SME también proviene de recursos institucionales tales como las
cláusulas de exclusión, la titularidad exclusiva del CCT, el manejo de sus prestaciones o el
apoyo que el gobierno le presta en determinadas circunstancias, todo indica que los
trabajadores permanecen voluntariamente en el sindicato electricista y mantienen un fuerte
compromiso y sentido de pertenencia porque se encuentran identificados con sus símbolos,
metas y estrategias, en cuya definición participan activamente. De esta manera, la peculiar
combinación de rasgos del sindicalismo de "movimiento social" con considerables recursos
de poder institucionales (propios de un régimen corporativo-estatista) explicaría la fortaleza
de la organización, pero también su debilidad. Esta última se expresaría en la incapacidad
del SME para orientar sus valores hacia el segmento de trabajadores más calificado y
responsable. Por el contrario, el predominio de las posiciones más atrasadas, rígidas y
marcadamente conservadoras, contribuyen a frenar la modernización, situación que —de
mantenerse, aunada a otro tipo de factores— llevaría paradójicamente a la empresa a una
irremediable desaparición bajo el argumento de que las conquistas de los trabajadores son
intocables.
Los resultados del uso de los diversos recursos y capacidades no dependen sólo de las
estrategias que se adopten mediante las distintas instancias de poder sindical, sino también
de factores exógenos al SME (por ejemplo, del contexto político/económico, así como de
las estrategias de la empresa y del gobierno). Sin embargo, bajo determinadas
circunstancias, gran parte de los recursos que dan al SME la fuerza necesaria para evitar
las reestructuraciones decididas unilateralmente y que hacen que la voz de los trabajadores
sea escuchada, podrían funcionar como factor favorable a la adopción de salidas
equilibradas y compromisos duraderos. Por el contrario, es posible que estos u otros
recursos pudieran convertirse en obstáculos muy difíciles de superar si no se diseñan las
estrategias capaces de contrarrestar sus efectos negativos. Esto último remite a la
importancia de crear los incentivos para que dichos recursos se pongan al servicio de una
buena negociación, como lo ha hecho el SME en algunas ocasiones, en lugar de orientarlos
a frenar al cambio.
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CONCLUSIONES
PALAFOX RUIZ ALEJANDRO
El sindicalismo en nuestro país ha sufrido diversas modificaciones a lo largo de nuestra
historia, se han ido disminuyendo libertades en vez de irlas aumentando. Una de ellas ha
sido el derecho a la huelga que anteriormente era muy mal vista, pero necesaria. Como lo
fue la huelga de Cananea de 1906, cuando un grupo de obreros que eran alrededor de
2,000, salieron a exigir un pago justo, que dejaran de explotarlos y dejar la miseria que
vivían. Existía desigualdad entre los trabajadores mexicanos y extranjeros, mismos que se
dedicaban a las mismas labores y no existía equidad entre uno y otro.
Aún falta mucho para llegar a trabajos justos, reformas justas, pues no son suficientes con
las que tenemos, sobre todo en la reciente reforma de mayo de 2019.
HERNÁNDEZ VAZQUEZ VICTOR JOSUÉ
Un amplio consenso entre los actores participantes en la dinámica del cambio en LFC sobre
la necesidad de contar con un marco institucional que indique el rumbo que debe seguir el
sector eléctrico y otorgue a ese organismo autonomía financiera y de gestión. Para todos
es evidente que, sin ello, la administración carece de la posibilidad de tomar decisiones en
cuanto al mejoramiento de los niveles de productividad, así como de ofrecer garantías
reales al SME respecto de las condiciones del cambio de su CCT. Del círculo vicioso en el
que se encuentran inmersas no pueden salir con la sola voluntad de negociación de ambas
partes; pero ello no significa que nada pueda hacerse para construir un clima de confianza
y retomar los acuerdos en los que el SME aceptó la necesidad de revisar todas las áreas y
adecuar las relaciones laborales para brindar un mejor servicio.
Los resultados de esta investigación confirman también que el punto en conflicto no es si
deben o no transformarse las reglas del juego en LFC, sino dos ideas encontradas que no
siempre se expresan abiertamente: por una parte, la idea de que los derechos adquiridos
son inmutables y que cualquier avance de la flexibilidad supone una mutilación intolerable
de las conquistas históricas de los electricistas. Por otra, el supuesto de que la única manera
de mejorar la productividad es contando con un sindicato dócil, dispuesto a ceder a cambio
de unos cuantos privilegios para las direcciones o, simplemente, de mantener monopolios
de afiliación al margen de la voluntad de los trabajadores. En este sentido, puede concluirse
en primer término que lo que ocurre en LFC expresa muy bien una vieja asignatura
pendiente en el sistema de relaciones laborales mexicano: la ausencia de una cultura de
auténtica concertación, instancias funcionales y árbitros neutrales de las diferencias entre
actores con poderes de negociación relativamente equilibrados. Por ello, los caminos más
recorridos son la imposición o, cuando tal vía no es posible (como en este caso), la parálisis.
Discutir una reforma compleja de un CCT con las características del que aquí analizamos
(en una asamblea en la que participan cientos de delegados) tal vez no sea el mejor
procedimiento. No obstante, en un sindicato con altos niveles de participación y rendición
de cuentas, amplias alianzas y capacidad de movilización como es el caso del SME, no se
puede (en ese o en cualquier otro espacio) modificar derechos y prestaciones sin ofrecer
15 | P á g i n a
Debemos exigir más pagos justos a trabajadores que así lo merecen, pagos de horas extras
justas, pues en la actualidad no se toman mucho en cuenta las horas extras que se trabajan,
e incluso muchos patrones llegan a negarse a pagarlas.
Un ejemplo de explotación laboral puedo dar el de los trabajadores de la tienda de
conveniencia Oxxo, quienes tienen una paga miserable y trabajos excesivos con jornadas
extremas, debemos terminar con esto lo más pronto posible.
ROBLERO ZUÑIGA DAVID MIZRAIM
El sindicalismo en nuestro país ha sido muy benéfico para todos los trabajadores, pues
obtienen más beneficios de quienes no forman parte de uno, quizá al recibir bonos de fin
de año, vacacionales, aguinaldos, prestaciones, etc., ha traído sus beneficios pero también
sus consecuencias.
Las consecuencias de los sindicatos en nuestro país es que se ve muy afectado por las
ideas políticas en el país, cuando debe de ser todo lo contrario, libre de toda idea política
para poder avanzar en las reformas necesarias, garantizar un trabajo digno entre el patrón
y el trabajador.
Tampoco debe existir diferencias entre el patrón y trabajador, debe existir una relación que
no sea tensa, que no se vea afectada por ver quien tiene el poder, porque algo queda claro,
si el patrón cuida a sus trabajadores, ellos se encargarán de cuidar la empresa, fábrica o lo
que sea a lo que se dediquen.
Vamos por buen camino, pero aún falta mucho más para poder llegar a los niveles de los
países de primer mundo, con sus derechos y lo que con ello trae.
LOZANO CONTRERAS DIEGO ERNESTO
El sindicalismo mexicano es una de las herramientas que se desplegaron en el contexto
corporativo bajo el que está diseñado el Estado, y que ha sido funcional para todos los
actores políticos. Es por ello que, a pesar de los reclamos y críticas sobre la forma en que
dicho sindicalismo se ha desarrollado, poco ha cambiado y es probable que no haya
transformaciones sustanciales en el futuro inmediato, a pesar de lo ocurrido con LyFC y el
SME en los días recientes.
Los sindicatos mexicanos enfrentan un desafío de adaptación importante, en un contexto
donde no únicamente cuentan con un fuerte desprestigio ante la opinión pública, sino que
la estructura económica global ha generado cambios en la forma en que las personas se
emplean y obtienen bienestar por ello. La idea de la estabilidad y el empleo de largo plazo,
parecen ser no únicamente aspiraciones de la vieja época, alimentadas por una norma
laboral sin actualizarse, sino también irrealizables en el esquema de producción y
competencia actual, donde el empleo eventual, por honorarios, o incluso informal, han
sobrepasado ampliamente al del trabajo formal.
En términos políticos, los sindicatos tienen un peso relativo mayor con respecto al que
tenían en el pasado, fundamentalmente los llamados "oficiales", debido a que con la
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alternancia política se perdió el centro ordenador de las relaciones de poder que dominó a
la época priísta. Al igual que lo que pasa con los gobernadores, el peso de organizaciones
como las sindicales se ha incrementado debido a los intereses que representan, pero
también por la falta de contrapesos políticos eficaces que permitan a sus agremiados, y a
los ciudadanos, controlarlos y someterlos a escrutinio público.
El diseño del Estado mexicano está basado en una lógica corporativa para su
funcionamiento, así nació y no es posible que cambie si no se modifican de raíz los
cimientos de la política mexicana. Con el objeto de garantizar control y estabilidad, se
construyeron relaciones de poder caracterizadas por estructuras clientelares, que sirven de
base para proveer de legitimidad a distintos espacios políticos.
Para asegurar viabilidad, el Estado mexicano descansó en la creación de estructuras
corporativas que permitían tomar decisiones e instrumentarlas con el menor nivel de
conflicto político posible. Para ello, se crearon organizaciones sindicales cuya función era
encapsular el conflicto laboral y controlarlo de la mejor manera, para evitar no únicamente
costos de legitimidad, sino también dar certeza a otras organizaciones y actores políticos
sobre su papel en la lucha por el poder. Esto estaba mediado por el Presidente, quien
cosechaba y retribuía las lealtades, pero también castigaba las traiciones.