Tesis - Hernández Ana Clara
Tesis - Hernández Ana Clara
Tesis - Hernández Ana Clara
Tesis de grado
Geno Díaz
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ÍNDICE
Introducción……..……………………………………………………………………………4
Capítulo I……………………………………………………………………………………...7
Antecedentes…………………………………………………………………………………...8
Un poco de historia…………………………………………………………………………….9
El graffiti en Latinoamérica…………………………………………………………………..11
Ciudad y comunicación…………………………………………………………………….....12
Una clasificación posible……………………………………………………………………..13
Capítulo II…………………………………………………………………………………....18
La Modernidad y el graffiti…………………………………………………………………...19
Ciudad y espacio urbano……………………………………………………………………...20
Graffiti y territorio……………………………………………………………………………23
La ciudad comunicación……………………………………………………………………...25
Capítulo III….……………………………………………………………………………….27
Un análisis posible……………………………………………………………………………28
Caso 1…………………………………………………………………………………………30
Caso 2…………………………………………………………………………………………37
Caso 3…………………………………………………………………………………………41
Reflexiones…………………………………………………………………………………...47
Anexo…………………………………………………………………………………………52
Entrevista a Dimas Notas……………………………………………………………………..52
Bibliografía…………………………………………………………………………………..54
4
(Barthes, 1985)
INTRODUCCIÓN
Si bien la práctica del graffiti tiene antecedentes milenarios, en Argentina, en los últimos
años, ha irrumpido con fuerza en el espacio urbano de medianas y grandes ciudades,
convirtiéndose para muchos ciudadanos en un medio de expresión.
Más allá de la técnica de realización utilizada y del tipo de graffiti pintado, éste se
apropia del espacio urbano y grita aquello que de otra forma, quizá, no es escuchado o
visualizado por los demás; generalmente, el graffiti produce y reproduce discursos alternativos.
Instalado en el espacio público, el graffiti, sea puramente textual, sea icónico o una
combinación de ambos lenguajes, dialoga de forma constante con otros discursos oficiales e
institucionalizados que aparecen en la ciudad mientras que, al mismo tiempo, interpela al
transeúnte que lo reconoce.
El interés por este tema radica en el hecho de considerar al graffiti como una herramienta
de comunicación que presenta una riqueza enorme para reflexionar y deliberar acerca de la
sociedad actual y del mundo en el que vivimos. Pero además, la motivación surge por el
estallido y el “boom” de estas inscripciones en los muros de la ciudad, en los últimos años.
Desde ya, vale aclarar que la autora de estas páginas no es especialista en la materia ni
poseía conocimientos previos a la realización de esta tesis, pero el estudio estuvo motivado por
ver en el graffiti un hecho de comunicación. En el texto se incluyen definiciones y conceptos
para que cualquier lector que desee acercarse a él pueda abordarlo y comprenderlo.
El tercer y último caso es el abordaje de un graffiti mural ubicado en el barrio del Abasto.
El mismo se analizará como un paquete textual tomándose en consideración la Teoría de los
Discursos Sociales del semiólogo Eliseo Verón.
Es elección de la propia autora no calificar las reflexiones finales como una conclusión
debido a que el objeto de estudio abordado es un fenómeno en constante transformación.
Concluir de forma única y acabada ciertos puntos sobre la práctica sería en vano por el carácter
fugaz que pudieran tener.
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“La palabra es el hombre mismo. Estamos hechos de palabras. Ellas son nuestra
única realidad o, al menos, el único testimonio de nuestra realidad. No hay
pensamiento sin lenguaje, ni tampoco objeto de conocimiento: lo primero que
hace el hombre frente a una realidad desconocida es nombrarla, bautizarla” (Paz,
1983: 9).
Los investigadores María Cristina Pi Arias y Norton Contreras Robledo sostienen que
el desarrollo del pensamiento trajo aparejada la capacidad del cerebro humano de reconstruir
mentalmente la idea de los objetos y los fenómenos de su medio circundante y, gracias a esto,
comienzan las primeras tentativas de reproducir dichas ideas en imágenes:
“El primer gran hito del hombre vinculado con la necesidad de expresar su
pensamiento lo encontramos ahí, en los grabados realizados en las paredes de las
cuevas. Los hombres de esas comunidades primitivas levantaron su mano y con
un objeto punzante empezaron a dibujar y a grabar sobre la piedra sin sospechar
que miles de años más tarde sus pinturas, serían consideradas las primeras
representaciones artísticas, lo que se conoce como Arte Rupestre” (Pi Arias y
Contreras Robledo, 2007).
Es por ello que la historia de lo que hoy conocemos como graffiti es muy amplia y data
de tiempos remotos. El graffiti, tal como señala Lelia Gándara, en la sinopsis del libro Graffiti,
“evoca una acción primitiva, la de los primeros trazos del hombre en la piedra de las cavernas”
(Gándara, 2002). Desde ese momento y hasta el día de hoy, las paredes de los pueblos y
ciudades no han dejado de ser soporte de las expresiones y manifestaciones del pensamiento de
los hombres.
Es cierto que no abundan testimonios antiguos de esta práctica, sin embargo, podemos
sostener que el graffiti no es una obra exclusiva de los tiempos modernos. La historia del graffiti
nos remonta hasta el Siglo I d. C., a la desaparecida ciudad de Pompeya. Si bien la erupción del
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Vesubio dejó una ciudad bajo las cenizas, con cientos de cuerpos sepultados, arqueólogos
pudieron hallar pruebas de la forma en la que vivían los pompeyanos hace dos mil años atrás.
Una de esas pruebas son los graffitis que pudieron encontrarse en distintos sitios de la ciudad.
Según estudios, los mismos expresaban pedidos, agradecimientos a los dioses, citas de autores,
anuncios, entre otros.
Se dice que en la antigüedad los romanos fueron graffiteros por excelencia. No sólo se
encontraron inscripciones en el palacio Domus Aurea, construido por el emperador romano
Nerón, “sino incluso hasta en las pirámides de Egipto, donde los soldados romanos no
resistieron a la tentación de dejar testimonio de su paso” (Gándara, 2002: 18).
El graffiti está inscripto en la historia de los pueblos. Y es así como las paredes de
Tenochtitlán, en México, en el siglo XVI también fueron soporte de una “guerra” que se plasmó
sobre ellas. Al parecer, descontentos con la paga, los hombres arremetieron contra Hernán
Cortés y el tesoro del Rey, Alderete, expresando su disgusto en las paredes blancas del palacio
Coyoacán, sitio donde residía Cortés.
Este episodio nos muestra que, pese al transcurrir de la historia, el carácter del graffiti
ha sido desde siempre, ser expresión de denuncia y protesta popular. En este sentido, podría
afirmarse que el graffiti, a lo largo de la historia, presenta una relación intrínseca con aquello
que está prohibido, con lo que no puede decirse o, en cierto modo, la sociedad donde se inscribe
no está preparada para ver y/o leer. Para Armando Silva Téllez el graffiti pasa por subvertir un
orden (social, cultural, lingüístico o moral) y exponer públicamente lo que precisamente está
prohibido, lo obsceno, socialmente hablando (Silva Téllez, 2006).
En esta atmósfera turbulenta, las sociedades comenzaron a cuestionar, cada vez con
mayor fuerza, los principios que habían estructurado por largo tiempo a la Modernidad. El
esplendor de los años pasados no era tal y, en efecto, los ejes unificadores de esta etapa
comenzaban a situarse en el foco de la discusión. Ante la falta de instituciones sólidas que
pudieran contener a los hombres, muchos modernistas quisieron revivir el viejo hombre del
pasado, aquel que durante mucho tiempo habían intentado borrar, pensando en crear el hombre
nuevo, el hombre del presente:
“El proyecto en sí no era nuevo; pero adquirió una nueva urgencia en una década
en el que el dinamismo de la economía y la tecnología modernas parecían decaer.
En un momento en que la sociedad moderna parecía perder su capacidad de crear
el mundo feliz del futuro, el modernismo se encontraba sometido a intensas
presiones para descubrir nuevas fuentes de vida mediante imaginativos
encuentros con el pasado” (Berman, 1981: 350).
Es así como los ciudadanos retornan al seno familiar, al hogar, al barrio que habían
abandonado años atrás, buscando fortalecer los vínculos relacionales que la inestabilidad, la
incertidumbre y la preocupación habían desgastado y resquebrajado. Y en este retorno, lo que
se solidifica también, es “la rehabilitación de la memoria y la historia étnica como parte vital
de la identidad personal” (Berman, 1981: 351).
La práctica del graffiti cobra, sobre todo en la segunda mitad del siglo, una fuerza
particular y un rol discursivo primordial. Uno de los momentos trascendentales en este sentido
es lo que se denominó el Mayo francés del 68. La crisis que se avecinaba, cada vez con más
fuerza en el sector industrial, la situación económica que se agravaba y los despidos laborales
que en ese año alcanzaron cifras estremecedoras, provocaron la insurrección estudiantil en las
calles de París, y convirtieron al graffiti en un instrumento fundamental de comunicación “que
demostró ser una forma de propaganda efectiva y barata” (Gándara, 2002: 22).
Eso que sucedió en 1968 en Francia, también se traslada a nuestros días. La convocatoria
Ni Una Menos, particularmente en la ciudad de Rosario, concentró a una multitud de personas
en las calles y las paredes fueron soporte de cientos de pintadas. A pesar del aparente
desconcierto o desorganización que puede llegar a provocar en alguien el estallido de esta forma
de expresión en los muros de una ciudad, de un momento a otro, se dirime que el graffiti
presenta una connotación revolucionaria fuerte y particular. El graffiti denuncia, demanda y
reclama.
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Cuando para muchos el mundo presentaba un panorama complejo para el futuro de los
jóvenes, en el país norteamericano se gesta un movimiento con una fuerza notable y un estilo
vigoroso y audaz. Las culturas jóvenes, identificadas con el movimiento hip hop, comienzan a
apropiarse de esta forma de expresión, dejando inscriptas en las paredes, así como también en
trenes y en subtes de la ciudad de Nueva York, firmas que identificaban a un grupo o firmas
puramente individuales. Esta pintura realizada en aerosol se conoce con el nombre de tag:
1En su página web, la Universidad de Salamanca, afirma que “El Break Dance es un estilo de baile urbano que forma parte del
movimiento de la cultura HIP HOP surgido en las comunidades afroamericanas de barrios como el Bronxs o Brooklyn de
Nueva York a comienzos de los años 1960.
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Es decir, en esta parte del globo terráqueo, el graffiti aparece como forma de resistencia
a los gobiernos dictatoriales y como expresión de las luchas populares. Esto, en consecuencia,
trajo aparejado una renovación en el plano de las artes, comandada por estudiantes
universitarios y movimientos políticos.
Sin embargo, la circulación y proliferación del graffiti fue tal que llegó, en países como
la Argentina, a fusionarse con el rock e incluso, con la moda.
Las formas de vivir del ciudadano latinoamericano, las formas de sentir, de expresarse,
de ser y estar en una ciudad los lleva a apropiarse del espacio urbano de maneras que no son
posibles en otras sociedades. La denuncia o el reclamo expresado en un paredón abandonado o
en la pared de una vivienda es, sin lugar a dudas, un factor común en las sociedades latinas.
Tanto así que, hoy en día, resulta imposible pensar una ciudad sin graffiti, así como graffitis sin
ciudades.
Pero más allá de todo, lo relevante para este trabajo es la lectura que se desprende de
una intervención de este tipo en un muro o en una pared. En este sentido, es menester destacar,
que la pared deja de ser sólo una pared que divide una estructura arquitectónica para pasar a
poseer una fuerte connotación social. Porque el graffiti, en América Latina y, por supuesto, en
nuestro país, ha sido concebido como medio de lucha y de protesta popular: el graffiti es,
entonces, una práctica de comunicación.
Quien lee la ciudad, es decir, quien la recorre observando los diversos graffitis
plasmados en el espacio urbano podrán dar cuenta de las luchas simbólicas que existen en una
sociedad. Porque como hemos dicho, la práctica del graffiti es una práctica de lucha y de
resistencia contra el poder, contra el sistema establecido, contra los medios de comunicación
hegemónicos; el graffiti es, seguramente, una herramienta de comunicación y expresión para
los marginados, para los oprimidos e, incluso, para los que no tienen voz.
La ciudad comunicación es creada en el vivir diario, por los mismos habitantes que
hacen de la ciudad una asombrosa experiencia de vivir todos los días. Los símbolos en la ciudad
cambian, como cambian sus creadores; es esto lo que hace diferente a las ciudades del mundo.
Realizar una clasificación del graffiti no parecería ser una tarea sencilla por los diversos
criterios que podrían establecerse y porque seguramente, a muchos de ellos, les cabría más de
una constante.
Tal como lo fuimos desarrollando a lo largo de estas páginas, la palabra graffiti se utilizó
en primera instancia, para denominar a las inscripciones y dibujos que plasmaron los romanos
en la Antigüedad. Más tarde, la denominación se extendió a toda leyenda, letrero o dibujo
moldeado en paredes diversas. Aquí, se llamará graffiti a todo tipo de inscripción, realizada en
aerosol, pintura, birome u otro elemento que aparezca plasmada en un lugar que no nació ni se
creó para tal fin.
El universo del graffiti es tan variado e, incluso, a veces tan inalcanzable, que sería
arriesgado y quizá equivocado, establecer una definición y una clasificación cerrada porque
podrían aparecer piezas que no encuadren dentro de ninguna de las variantes. Dicho esto, se
propondrá una clasificación propia.
Graffiti lexical o textual: Tal como su nombre lo indica, denominaremos así a los
graffitis compuestos únicamente por palabras; son generalmente breves pero punzantes
en su contenido y pretenden interpelar al transeúnte. Quienes lo realizan, no se interesan
en que los mismos aparezcan acompañados de una imagen, de hecho, comúnmente no
lo están; sólo les preocupa el contenido, lo que la pieza dice.
En Latinoamérica, en la década de los 80, este tipo de graffiti puso el acento tanto en la
cuestión política-ideológica, como en la cuestión ingeniosa o lúdica. Así aparecían
inscripciones con distintas demandas y problemáticas sociales, consignas políticas y
estudiantiles, que llegaban de la mano de los movimientos de estudiantes universitarios,
así como también fue la música rock la que llegó a las paredes latinoamericanas.
En la ciudad de Rosario, este tipo de inscripciones pueden leerse en cada punto del
municipio; hay pujas entre “Macristas” y “Cristinistas”, entre “canallas” y “leprosos”,
pero cada tanto aparece una pintada “millonaria” o alguna “bostera”, hay textos que
reclaman por el boleto gratuito para los estudiantes y otros que piden por la aparición
de Santiago Maldonado. El amor de pareja tampoco queda excluido en estas
inscripciones.
Graffiti hip hop: Este tipo de inscripción surgida en los Estados Unidos en los años 70,
privilegia la expresividad de la imagen, sobre el elemento escrito, pudiendo incluirlo o
no. En el interior de este grupo, podemos hallar el graffiti de firma o, en términos
yankees tags, una particular signatura, única e irrepetible que establece en el terreno de
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acción una huella identitaria que define a su autor, también llamado writer, al mismo
tiempo que territorializa el espacio donde fue inscripto. Según la autora Lelia Gándara
los lugares predilectos para este tipo de graffiteros eran, y siguen siéndolo, los
subterráneos, los trenes y los camiones (Gándara, 2002: 25).
“A medida que iban surgiendo más writers comenzó a adquirir
importancia la forma, la estética del tag, la originalidad del estilo, la
creatividad en el diseño y el uso del color” (Gándara, 2002: 26).
Siguiendo a la misma autora, a este grupo pertenecen también los llamados
masterpieces, que surgieron un poco después. Se trata también de grandes firmas que
requerían mucha más cantidad de pintura que la que demandaba un tag. (Gándara,
2002:26).
En esta ciudad, en la que no hay subtes, los tags pueden encontrarse en los refugios de
las paradas del Transporte Urbano de Pasajeros, en columnas de Alumbrado Público o
de otros servicios así como también en las tapas de la instalación de gas natural. Las
paredes de calle Urquiza, entre Santiago Pueyrredón, en ambas veredas, están plagadas
de pintadas que se incluirían en el tipo hip hop.
Según Claudia Kózak, este tipo de graffiti presenta una ambivalencia por una tensión
entre lo individual y lo colectivo. Sobre esto, argumenta:
Graffiti esténcil: Esta técnica consiste en crear una imagen, a partir de una plantilla
plana que se logra recortando una superficie hasta obtener aquello que se quiere lograr.
El molde se coloca luego, contra el espacio que se pretende pintar y se aplica sobre él,
el aerosol. Si bien esta técnica toma fuerza en los Estados Unidos y en algunos países
europeos en la década del sesenta, en la Argentina comenzaron a verse un poco más
para los años 80 cuando algunas bandas musicales o grupos de teatro utilizaban esta
técnica para la autopromoción. Sin embargo, Claudia Kózak, señala que en nuestro país
“Hacia 2001-2003, se hace muy fuerte el esténcil, aunque ya existiera desde antes”
(Kózak, 2011).
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En Rosario, es muy común encontrarse, por ejemplo, con esténciles con la imagen de
Jorge Julio López, desaparecido, por segunda vez, el 18 de septiembre del año 2006.
Algunos se componen sólo de la silueta de López, otros además de la imagen están
acompañados de inscripciones textuales que la complementan.
Otro esténcil muy difundido en las paredes de la ciudad es la imagen de Franco Casco,
un joven de la provincia de Buenos Aires, que fue hallado sin vida en las aguas del Río
Paraná; el muchacho estaba desaparecido tras haber sido detenido en una comisaría
local. El graffiti más difundido se compone por una imagen del rostro del chico y una
leyenda que denuncia que a Franco “lo mató la policía”.
Graffiti mural: se incluye dentro del grupo de diseño2. Se trata de piezas de gran
tamaño, creativas, coloridas, generalmente realizadas por artistas, diseñadores gráficos
o estudiantes de Bellas Artes. Muchos de ellos, realizan esta actividad de manera
paralela a su trabajo profesional y, en algunos casos, casi como una auto-promoción de
la práctica profesional. En la ciudad de Rosario, este es el caso del artista Dimas Notas,
quien deja en sus murales, sobre todo en aquellos plasmados en las paredes del
microcentro rosarino, su teléfono celular y su Facebook con intenciones comerciales.
Este tipo de graffiti presenta condiciones de realización diferentes a los anteriores; el
tiempo de producción y elaboración es mucho mayor, así como también, su tiempo de
permanencia en la vía pública ya que, me atrevería a decir, estas piezas tienen una mayor
aceptación por parte del público porque, en cierto modo, presentan más cercanía al arte
convencional, a diferencias de las pintadas espontáneas, sean individuales o colectivas,
que muchos consideran actos vandálicos.
En la ciudad pueden encontrarse murales por todas partes, que llaman la atención por el
trabajo con los pinceles, sus colores, el tamaño imponente y los personajes extraños que
muestran. Hay en paredes abandonadas y otras que no lo están, en plazas, en cada uno
de los seis distritos.
Esta clasificación será sumamente útil para el desarrollo del tercer capítulo de esta
tesina, donde me centraré en la realización de un análisis, por supuesto, posible, de casos
diversos de la ciudad de Rosario. Mientras tanto, en el capítulo que continúa, presentaré el
2En una entrevista titulada El graffiti es un subproducto de la ciudad, Kózak explica que este tipo de graffitis son pintados
básicamente, o en general, por diseñadores gráficos, y muchos de ellos lo hacen en paralelo a su trabajo profesional de
diseñadores.
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contexto del graffiti y, en este sentido, desarrollaré conceptos como el de ciudad, espacio
urbano, práctica, entre otros.
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Desde que el hombre es hombre, ha dejado inscriptas las marcas de su paso por la Tierra.
Palabras, dibujos o garabatos fueron apuntados, con fines comunicacionales, en alguna roca, en
la pared de una caverna o en un muro, por lo que podría afirmarse que la historia del graffiti se
remonta a tiempos lejanos:
Los años optimistas de la primera etapa de la Modernidad, alimentados por los grandes
descubrimientos de las ciencias físicas, por la industrialización de la producción, los nuevos
sistemas de comunicación y el crecimiento urbano, ya no se presentaban como tales. La
sociedad se encontraba inmersa en una atmósfera de vértigo y turbulencia, donde los vínculos
comenzaban a resquebrajarse, donde “todo lo sólido, se desvanece en el aire” (Marx, 1848).
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En la segunda etapa del siglo XX, en el mundo occidental, nuevos hechos de alcance
global profundizan la complejidad en las relaciones sociales y emocionales, enrareciendo aún
más la atmósfera turbulenta y vertiginosa que venía gestándose desde los primeros años del
nuevo siglo. Los conceptos y teorías ideológicas que habían dado nacimiento a la Modernidad
comienzan a cuestionarse y la tensión en la sociedad es, cada vez, más manifiesta. Es que la
época Moderna había perdido el esplendor de sus inicios; los grandes motores que habían
generado un crecimiento constante ya no producían en los mismos volúmenes, la economía
había mermado y el flujo de consumidores también.
Hechos como la Guerra de Vietnam y el Mayo Francés de 1968 llevaron a los pobladores
a tomar las calles de las grandes ciudades y hacer de las paredes un medio donde visibilizar su
descontento, reproduciendo mensajes políticos, revolucionarios o contestatarios. En diferentes
países del mundo occidental, empezaron a proliferar expresiones artísticas de distinta índole.
En este contexto, surgen las primeras manifestaciones del graffiti moderno; las paredes de la
ciudad se convierten en un soporte alternativo de denuncia:
“La ciudad artefacto lleva inscripto el graffiti como cualquier otro artefacto
técnico lleva inscripto su propio accidente, su propio efecto no deseado. Esto
ha ocurrido tal vez siempre, pero más específicamente desde los inicios de la
Modernidad a esta parte, por la complejidad del entramado técnico-social que
acontece velozmente, se hace aún más visible. Así como el ferrocarril inaugura
la posibilidad del descarrilamiento o el barco la posibilidad del naufragio,
según la formulación de Paul Virilio, agrego aquí: la ciudad artefacto implica
la posibilidad del graffiti que transgrede su norma” (Kózak, 2008).
Sin embargo, con el correr de los años, la ciudad como tal fue sufriendo profundas
transformaciones y atravesando diversas etapas. La metrópolis moderna pujante con la
revolución industrial, que tenía como elementos característicos las chimeneas de las fábricas,
las estaciones de ferrocarril y los novedosos centros comerciales, fue perdiendo, poco a poco,
sus capacidades primeras, funcional, de ordenamiento y de orientación para los habitantes. En
una época de transición hacia lo que muchos estudiosos llamaron, luego, la posmodernidad, la
fisonomía de la ciudad fue cambiando notablemente.
ese espacio de significación. ¿Cómo lo logra? Haciendo uso y apropiándose de sus diversos
ambientes de manera transitoria.
El sociólogo francés Michael De Certeau, define al espacio como “lugar practicado (...)
Un cruce de elementos en movimientos” (De Certeau, 1974). El usuario, es un transeúnte en el
espacio; no tiene propiedad sobre él, no le pertenece, lo comparte en todo momento con otros,
está de paso en ese lugar.
Lo urbano se constituye constantemente por usuarios. Por ello, tal como lo expresa Ruiz
Delgado, “el ámbito de lo urbano por antonomasia, su lugar, es, no tanto la ciudad en sí misma
como su espacio público” (Ruiz Delgado, s.f, Etnografía del espacio público).
Ciudad y espacio urbano no son sinónimos. Continuando con los lineamientos del
mismo autor, la ciudad está siempre en la ciudad, mientras que lo urbano trasciende sus
fronteras físicas:
Es decir, el espacio urbano es un espacio construido por las prácticas que en él realizan
sus transeúntes. Estos espacios continuamente se constituyen, se modifican y resignifican. Una
marca que ayer estaba en algún lugar y que definía a ese espacio, hoy puede haber sido borrada
por el andar de otro caminante, quien asimismo, pudo haber dejado una nueva huella. Es por
ello que el espacio no es nunca estático.
entonces un “lugar practicado”, definido por los caminantes que transforman las calles
delimitadas y diseñadas geométricamente en espacio (Augé, 2000: 45).
Tal como señala Claudia Kózak, en su artículo No me resigno a ser pared. Gaffitis y
pintadas en la ciudad artefacto, el graffiti es una práctica del espacio público que colabora en
la construcción de sentido del espacio urbano (Kózak, 2008).
Podría decir que el espacio urbano es, a su vez, un espacio social dado por el
entrecruzamiento y las articulaciones de las personas, por las prácticas que en él desarrollan,
los usos y las formas en las que perciben dicho espacio. Es por esto, que el espacio es
constantemente transformado por los movimientos y cruces que en él se producen. El espacio
social no es nunca un espacio fijo y determinado. Afirma Marc Augé: “Los lugares se crean por
lo que hacen las personas con ellos y en ellos, se trata de procesos que escapan a la
normalización” (Auge, Revista Bostezo Año 2, N° 6, página 24). Y, en este sentido, “el espacio
público debería ser fundamentalmente un lugar de intercambio” (Augé, Revista Bostezo Año
2, N° 6, página 25).
La cientista social Doreen Massey, coincide con Augé en la concepción del espacio y lo
define como una esfera de posibilidad de la multiplicidad. “No se puede reducir a una sola voz
sino que es el encuentro y la simultaneidad de historias. En este sentido, el espacio es relacional”
(Massey, 2012). En el espacio confluyen relaciones actuales y las que se formarán en el futuro,
en el espacio se mezclan vínculos, relatos, historias, expresiones artísticas y también graffitis.
¿Es el territorio lo mismo que el espacio? Definitivamente no. Mientras que el espacio
es construido constantemente por las prácticas que el transeúnte lleva a cabo, el territorio es
siempre un área delimitada que pertenece a una persona, a una institución o al propio Estado.
En este sentido, podría decirse que con la práctica del graffiti, el espacio es territorializado a
cada momento. El pintor fija y demarca el espacio en el que plasmó su texto, esténcil o mural,
es decir, lo territorializa. Esto es lo que el relato hace con el espacio. Para De Certeau, el relato
tiene la función de legislaciones espaciales ya que fija y reparte terrenos mediante “acciones”
o discursos de acciones (De Certeau, 1974: 135).
Hoy en día, cada vez más, las ciudades son invadidas por diferentes intervenciones que
las modifican y resignifican a cada momento. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando irrumpen
conflictos sociales que llevan a la población a manifestarse, de forma espontánea u organizada,
en el espacio público. Según la índole del reclamo, la ciudad será soporte de denuncias y
demandas sociales.
Particularmente en Rosario, ciertas calles como Boulevard Oroño, San Luis, Santa Fe y
Dorrego, edificios como la Basílica Catedral, Tribunales Provinciales y el ex Servicio de
Informaciones (SI), hoy en día convertido por la Municipalidad en espacio de la memoria, y
sitios históricos como el Monumento Nacional a la Bandera son soporte de mensajes políticos
e ideológicos, mensajes que denuncian injusticias, vulneración y violación de los derechos o
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que exclaman pedidos y nuevas demandas sociales. Estos sitios se resignifican con cada nueva
marcha, con cada nueva manifestación o acto. Los viejos “tatuajes” en las paredes se tapan o se
borran y la ciudad luce diferente a partir de nuevas inscripciones.
En este caso, la práctica como tal tiene particularidades que la definen y diferencian. El
pintor del graffiti de firma o puramente léxico, así como también el de esténcil escapa, de algún
modo, a la mirada del transeúnte y, sobre todo, a la mirada de aquel que considere como una
autoridad, porque, como venimos señalando en estas líneas, el graffiti busca provocar un efecto
social transgrediendo el orden establecido. De su paso por ese lugar, sólo quedará el texto en la
pared, esa será su huella la cual sí necesitará de la mirada y el reconocimiento del otro para su
validez.
“Detrás del enunciado está la pared, pero en su enunciación tuvo que participar
necesariamente alguien que delegó su voz a la pared. Esa voz que se borra a sí
misma, se hace anónima, en su desplazamiento hacia la pared, quizá para que su
eficacia pública –no anclada en una individualidad– sea mayor” (Kózak, 2008).
El pintor de este tipo de graffiti pretende pasar desapercibido y por eso transita en la
oscuridad de la noche, circula por rincones y barrios marginados que escapan de la vigilancia o
bien, acciona entre colectivos de gente convocados en el espacio público por un reclamo o
conflicto social, allí donde es más dificultoso por las fuerzas que organizan el Estado controlar
que no se produzcan actos indebidos o rebeldes.
Si bien el graffiti mural, más icónico que verbal, es al igual que los otros una forma de
expresión, esta pieza presenta condiciones de producción que no se asemejan a la de los
anteriores. El graffiti mural, considerado dentro del conjunto graffiti diseño, demanda un mayor
tiempo de producción y elaboración por lo que el modo en que aparece en el espacio público,
particularmente también es distinto.
Más allá de estas distinciones, podemos señalar que el graffiti es, casi siempre, anónimo,
es espontáneo, veloz, fugaz, es creativo; pero además y, sobre todo, tiene una relación intrínseca
con aquello que no puede decirse, que está prohibido o, incluso, con aquello que la ciudadanía
muchas veces no está preparada para ver o leer.
“El gesto, colectivo o individual, que se apropia de las franjas de espacio para
imponer una impronta, marca una forma de resistencia a la estructura de la
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“Con el correr de los siglos, los espacios urbanos cada vez más han densificado
o incluso enrarecido su tensa complejidad, y la proliferación de diversos tipos
de graffitis contemporáneos en algún sentido se exhibe como testimonio de esa
tensión. Quizá existan hoy quienes sueñen o proyecten espacios urbanos más
apacibles o armónicos, pero en tanto nos sabemos parte de sociedades ni
armónicas ni reconciliadas tal vez sea mejor no intentar reconciliar
artificialmente lo irreconciliado y prestar ojos a lo que tienen las paredes que
decir al respecto. Aun cuando a veces no nos sintamos cómodos con lo que
tienen para decir. Incluso cuando el graffiti pueda ser visto como mancha,
insulto, provocación o lo que sea, tiene sin embargo el mérito de hacer ver lo
irreconciliado. Interrumpe el artefacto urbano que nos aplana la mirada”
(Kózak, 2008).
“Una ciudad se hace por sus expresiones. No sólo está la ciudad sino la
construcción de una mentalidad urbana. La vida moderna va metiendo todo en
un ritmo, en un tiempo, en unas imágenes, en una tecnología, en un espacio ya
no sólo real, por llamar así a aquello a donde caben y se colocan las cosas, sino
simulado, para indicar los espacios de ficción que nos atraviesan a diario: las
vallas, la publicidad, los graffiti, los avisos callejeros, los publick, los
pictogramas, los cartelones de cine y otras tantas fantasmagorías” (Silva Téllez,
2006).
Señala Néstor García Canclini, “Las ciudades no son sólo un fenómeno físico, un modo
de ocupar el espacio, de aglomerarse, sino también lugares donde ocurren fenómenos
expresivos que entran en tensión con la racionalización, con las pretensiones de racionalizar la
vida social” (García Canclini, 1997: 72).
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Pensar la ciudad desde la comunicación nos lleva entonces a posicionar a sus habitantes
en un lugar protagónico ya que con sus prácticas dan cuenta de nuevas formas de ser y estar en
la ciudad. Los usuarios de la ciudad se transforman en productores activos de nuevas
significaciones. Y es aquí donde la práctica del graffitero adquiere un valor social fuerte.
Ser un realizador de graffiti es, tal como lo señala Claudia Kózak, asumir que cualquier
pared en cualquier ciudad es terreno de disputa de sentido, más allá de las sanciones por su
ilegalidad (Kózak, 2008).
¿Podemos concebir, hoy en día, una Rosario sin graffitis? Me atrevería a decir que no.
El graffiti está incorporado en el paisaje urbano de esta ciudad así como en el de tantas otras.
Entre tantos carteles publicitarios y políticos sindicales, el graffiti irrumpe como una voz social
en un espacio no legitimado para tal fin. Es por eso que para mí, como seguramente para muchos
otros comunicadores, sociólogos y antropólogos, es una pieza comunicacional de una enorme
riqueza porque es reflejo de la sociedad y del modo en que vivimos, es reflejo del mundo en
que vivimos.
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Estas variables hacen que el análisis de un graffiti sea un proceso complejo, porque tanto
en su realización como en la recepción del mismo, intervienen elementos en la construcción de
sentido, en sí mismos, complejos. Sin embargo, será más adelante donde nos adentraremos en
la profundidad del análisis de ciertas piezas situadas en la ciudad de Rosario.
En este sentido, no podemos olvidar que el graffiti puede disparar diversas lecturas por
parte de los receptores porque, como indicábamos en las primeras líneas de este tercer capítulo,
pone en juego variables que van desde lo textual o icónico hasta el contexto o las percepciones
preexistentes en cada receptor, como pensamientos, emociones, ideologías políticas,
experiencias vividas, etcétera.
puramente por palabras escritas; dos de ellos están realizados con aerosol a mano alzada y otros
dos con la técnica del esténcil. Los mismos surgieron en la ciudad luego de la primera Marcha
de Ni Una Menos y se los abordará a partir de la Teoría de la Enunciación.
“Las paredes se limpian, las pibas no vuelven”, “Las paredes no callan”, “Podrán
cortar todas las flores, pero no podrán detener nuestra primavera”, “Ni cuan puta pueda ser,
explican la muerte”, son sólo algunas de las pintadas que pueden leerse en las paredes de la
ciudad de Rosario, que irrumpieron a partir del 3 de junio del año 2015 cuando miles de
personas marcharon por las calles hasta concentrarse en el Monumento Nacional a la Bandera
bajo la consigna Ni Una Menos. Por aquellos días, una joven de 16 años había sido encontrada
asesinada, enterrada en el patio de la casa de su novio. Chiara estaba embarazada y fue víctima
de la violencia machista. En consecuencia, gran parte de la sociedad argentina, impulsada por
el colectivo de mujeres feministas, salió a la calle a clamar por la justicia y por el cumplimiento
de las leyes para no volver a gritar ni una menos, nunca más.
En esa marcha, el graffiti como forma de expresar reclamos y demandas tomó una
relevancia particular ya que se convirtió en la expresión de un acontecimiento histórico y social
que reclamaba por la justicia y el fin de la violencia machista.
Lejos de ser relevante el diseño, el estilo o a la creatividad de cada una de estas piezas,
la riqueza en estos graffitis se centró en el contenido y el significado del mensaje escrito que
revelaban lo socialmente prohibido:
Según relevaron fuentes oficiales habrían asistido a la marcha más de 20 mil personas.
Dentro del colectivo, movilizados por la complejidad de la problemática denunciada, hubo
gente que, con un aerosol en la mano, accionó directamente sobre las paredes de la ciudad,
convirtiéndolas en un instrumento fundamental de comunicación.
33
Fue tal el estallido de pintadas en diferentes espacios, tanto públicos como privados de
la ciudad, que al día siguiente se generó una enorme controversia con aquellos que no acordaban
con el método de reclamo. El debate pasó por las redes sociales y se presentó en los diferentes
medios de comunicación rosarinos; tal estupor generó en algunos vecinos que la Municipalidad
de Rosario anunció que, a través de la Dirección de Higiene Urbana, llevaría adelante trabajos
de limpieza y remoción de las pintadas en frentes y fachadas. Dieciséis meses después, en la
movilización masiva en el marco del Tercer Encuentro Nacional de Mujeres otra vez la misma
forma, el mismo efecto y las mismas consecuencias aunque, aquel día, además de las pintadas,
se denunciaron desmanes y destrozos.
Silva Telléz plantea que las tres primeras características son pre-operativas porque
aparecen antes de la propia inscripción del graffiti. Los casos estudiados se pueden considerar
marginales porque el contenido del mensaje se ubicaba, en el momento de la interrupción, por
fuera del circuito oficial, de lo socialmente aceptable y decible ya que expresaban contenidos
transgresores que incomodaron o lastimaron a algunas personas. También son anónimos
porque se mantiene en reserva el nombre de los autores materiales; ninguna de las cuatro piezas
abordadas aparece firmada con el nombre o apellido del graffitero, ni siquiera con una firma
34
La última valencia se ubica en un tercer grupo que Silva Téllez considera pos-operativo.
La fugacidad se relaciona con el tiempo, el tiempo que puede perdurar un graffiti inscripto es
un espacio público, justamente porque, en general, son mensajes transgresores que expresan lo
que no puede decirse:
“Entre más prohibido sea aquello que exprese; más rápidamente tendrá que
borrarse el respectivo mensaje por parte de los individuos que ejerzan tales
funciones de control, bien sea la misma policía, (guardias) particulares o la
misma ciudadanía que se sienta lesionada o denunciada” (Silva Téllez, 2012).
En los casos presentados resulta imposible determinar la identidad del autor material
del graffiti y el destinatario efectivo del mismo. Excepto aquellos que poseen firma o que están
dirigidos expresamente a un enunciatario3 (o a varios), la dificultad para determinar autor
material y destinatario ocurre, normalmente, en todos los casos.
¿Podrá vincularse esto con el concepto de polifonía postulado por Mijaíl Bajtín? A partir
de su escrito El problema de los géneros discursivos, se deduce que un enunciado, ya sea oral
o escrito, no sería propio del enunciador tal como podría pensarse. En este texto, Bajtín señala
que en un enunciado coexisten diversos puntos de vistas, visiones del mundo, teorías u
opiniones, entre otros. Ningún enunciado llega a ser tal por primera vez. Por el contrario, ya se
encuentra hablado, debatido y hasta valorado de maneras distintas como posibilidades haya.
Por lo tanto, para el filósofo los enunciados no son puramente propios de quien lo expresa
porque traen una serie de concepciones, opiniones, tendencias, ideologías e ideas que, de alguna
u otra manera, también pertenecen a otros.
Aunque con otras palabras, el escritor argentino Eliseo Verón, coincide con Bajtín en la
relación entre el concepto de ideología y el de enunciación.
En este sentido, resulta posible señalar que los graffitis puestos en análisis son respuesta
a enunciados que se sucedieron o tuvieron lugar con anterioridad y, seguramente, serán
disparadores de otros enunciados porque el hablante, en nuestro caso particular de estudio, el
autor material de un graffiti espera desde el momento en que lo produce una contestación.
“Todo enunciado se construye en vista de la respuesta” (Bajtín, 1982:21).
¿Quién lee?
Si bien un graffiti inscripto en la vía pública parecería que pretende alcanzar la mirada
de todos los viandantes, ciertas marcas en la pieza segmentarían a los destinatarios. Variables
como la ubicación en el espacio, el grado de complejidad en el vocablo, el tamaño de la letra o
ícono, así como la existencia de algún código particular en el graffiti, lo determinan, por
inclusión o exclusión según la circunstancia.
Asimismo, los graffitis de denuncia como los trabajados en esta sección así como los
graffitis textuales que postulan mensajes políticos, sindicales y demandas sociales, por ejemplo,
pretenden no sólo ser vistos por el común de los habitantes, sino, intentan ser reconocidos por
otras instituciones, incluso, por el propio Estado.
En los cuatro casos trabajados, el contenido de las piezas interpela a más de un sector;
buscan la atención de la ciudadanía, tanto de mujeres como de hombres, del poder judicial y
del Estado en todas sus expresiones, Municipal, Provincial y Nacional.
37
“Qué es real? Fueron 30 mil” es el diálogo que se produjo entre dos graffitis plasmados
en una pared de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). En el
medio de ambos enunciados, una flecha comienza en la pregunta, un graffiti puramente lexical,
y apunta hacia el graffiti esténcil en el que la palabra escrita es acompañada también por una
imagen, ambos realizados en aerosol negro. El símbolo de la flecha hace dar cuenta que en
primer lugar se inscribió la pregunta y, luego, se plasmó la contestación.
El graffiti, en cualquiera de sus formas, invoca siempre a una lectura, sobre todo, si se
trata de un graffiti lexical o textual. Si la pieza fuera puramente icónica, podría decirse que
convoca a un reconocimiento por parte del receptor. Pero sin adentrarnos en esta cuestión,
parecería que el acto de escribir agota toda posibilidad de interacción con el “receptor”
pensando en las distancias que existen entre las condiciones de producción y de recepción de
un graffiti; sin embargo esto no ocurre y, aunque la interacción no sea inmediata, hay recepción
y, en este sentido, infinitas interpretaciones sobre el texto.
El productor de un graffiti no espera, en ningún momento, una actitud pasiva por parte
del receptor ni pretende que esa idea sólo se produzca y reproduzca en su cabeza; por el
contrario, espera una compresión por parte del otro, dotada de respuesta, sea ésta consentida o
no.
Asimismo, es menester destacar que el esténcil está conformado por dos tipos de signos,
lingüístico e icónico. El filósofo francés Roland Barthes, en Retórica de la Imagen, señalaba
que era evidente que el mensaje escrito apareciera en toda imagen. “Vemos entonces que no es
muy apropiado hablar de una civilización de la imagen: somos todavía, y más que nunca, una
civilización de la escritura, porque la escritura y la palabra son siempre términos completos de
la estructura informacional” (Barthes, 1986: 131).
efectiva. Podría decirse que en esta pieza, la información que el receptor necesita, se encuentra
en el mensaje lingüístico.
¿Qué ocurre en este caso con las características del graffiti establecidas por Armando
Silva Téllez? De las siete valencias que el autor plantea, se aprecian sólo cinco. El concepto de
marginalidad, entendido como la condición del mensaje de no caber dentro del circuito oficial
podría decirse que en este caso no aplica; en primera instancia porque el graffiti textual refiere
a una pregunta abstracta que, a su vez, puede tratarse del título de una canción del grupo de
rock argentino, Los Tipitos. En segunda instancia, la frase “Fueron 30 mil” no es hoy en día
una frase indecible o prohibida, al contrario, se recuerda y se evoca para evitar que ese pasado
difícil y turbulento pueda, alguna vez, volver a ser presente.
En esta instancia, y pese a tener que desviar el análisis por un momento, resulta
interesante traer al texto, los conceptos de horizonte de expectativas y de horizonte de
experiencia propuesto por Hans Robert Jauss en la Teoría de la Recepción. ¿A qué refieren los
mismos? Jauss propone que cada individuo cuando se acerca a una nueva instancia de
conocimiento, sea un texto u otro, pone en juego su bagaje cultural, social e histórico que trae
consigo. El lector no podrá separarse de estos conceptos previos así como tampoco podrá
alejarse de sus experiencias y, según esto, será el grado de apropiación del lector con el texto:
también podríamos inferir que fueron espontáneos porque los graffiteros supieron aprovechar
la circunstancia y el momento adecuado para plasmar la pintada en el paredón.
¿Por qué será que nadie se escandaliza por este diálogo inscripto en la pared de la
Facultad de Derecho? Ciertos graffitis, ¿molestan más que otros al ojo ciudadano? De la
molestia, ¿dependerá su durabilidad en la vía pública? ¿Por qué la Municipalidad no hizo
limpiar ese graffiti como sí hizo borrar tantos otros?
41
El mural fue realizado por el artista rosarino Lautaro Castaño, quien firma cada una de
las piezas realizadas con su nombre artístico, Lacast. Fue pintado en el año 2013 y está ubicado
en un paredón que parecería estar abandonado, en calle Riobamba al 1100, esquina Sarmiento.
Es una pieza que combina la utilización de dos tipos de técnicas; por un lado, el aerosol
y, por el otro, el esténcil.
Vale aclarar, previamente, que el análisis de la pieza no será el único posible ya que la
cantidad de interpretaciones sobre una misma imagen variará según los individuos que la
analicen. Tras la aclaración, se informa que la pieza se abordará como paquete textual.
tamaño del primate una intencionalidad de mostrar que el animal tiene predominio y dominio
sobre todo lo otro que forma parte de la composición.
Asimismo, esta ocupa un espacio tan amplio del paredón que no podría pasar
desapercibida ante la mirada de ningún transeúnte. Es más, tampoco pasaría desapercibido
porque el chimpancé muestra una actitud desafiante y, en cierto modo, de superioridad con
respecto al resto de los componentes que invita, obligadamente, a su reconocimiento y
apreciación.
Esta actitud se deduce por la expresión de la mirada y de su rostro que tiene, además, la
boca abierta como si estaría gritando. Y se refuerza con el gesto de “fuck you” que realiza con
una de sus manos, un gesto que demuestra que el resto no reviste importancia alguna.
El chimpancé sostiene con la otra mano el aerosol con el que pintaría los muros de la
ciudad que aparece detrás. Esta decisión permite hacer una relación entre el primate y el mismo
graffitero que puede pararse frente a la ciudad con una intención de apropiarse de la calle y
hacerse poseedor de paredes abandonadas a partir de sus dibujos y pintadas.
En cuanto a la paleta de colores utilizada por el artista en esta pieza podríamos decir que
es simple. Tinta negra y marrón para acentuar el pelaje del chimpancé, rojo para el spray y la
musculosa que lleva puesta el animal que, dicho sea de paso, es la misma que tiene el primate
pintado por el mismo graffitero en Maipú al 1100; blanco, para acentuar la dentadura y el
aerosol, y verde para delinear el fondo donde se ubican los edificios que conforman la ciudad.
Si bien las tintas utilizadas no son estridentes ni llamativas, el graffiti mural es visible y
no requiere que el transeúnte se acerque a escasos centímetros de la pieza para visualizarla
correctamente.
Otro componente a tener en cuenta es la firma del artista que aparece en éste y en todos
sus murales: “Lacast – Foda Crew”. Lacast es el nombre artístico del autor real que elige firmar
con un seudónimo antes que con su nombre o apellido. Podemos entender esto como la
44
intención del artista de ocultar su identidad real, quizá por haber trabajado en un contexto de
ilegalidad. Foda Crew es el nombre grupal o corporativo que identifica a tres graffiteros de la
ciudad, el propio Lacast, Chun Li y Mat C.
En este trabajo, se ve una intención del autor real de transformar el espacio público
tradicional, realizando en una pared abandonada del macrocentro de la ciudad de Rosario, una
pared que no se creó para tal fin, una intervención artística urbana sin recaer en la necesidad de
leyendas y textos escritos.
Con tan sólo observar esta pieza, estableciendo una comparación con los graffitis
analizados con anterioridad o con otros similares, resulta lógico dar cuenta que las condiciones
de producción y realización de éste último no se asemeja a los tipos anteriores y, por otra parte,
las valencias que definen a un graffiti según Armando Silva Téllez, que fueron postuladas en el
artículo trabajado en el correr del presente capítulo, se observarían con menor intensidad en el
graffiti mural.
¿Aparecen las siete características en esta pieza? Podría decirse que el graffiti mural se
presenta en el espacio urbano desde un lugar marginal, al ponerse en relación con otras prácticas
comunicacionales que aparecen en el espacio público de manera legítima, como por ejemplo,
la publicidad o la propaganda política oficial. En este sentido, el mural reviste la característica
de marginalidad. Asimismo, es marginal cuando pide ser “tomado” como una crítica al orden
establecido y legitimado.
viandante que aprecia la pieza. La próxima valencia es la velocidad que alude al tiempo mínimo
de elaboración de la pintada. Si bien los graffiteros de murales son, en general, diseñadores
acostumbrados a la realización de estas obras, una pieza de semejante tamaño no se lleva a cabo
en cuestión de minutos como otras pintadas del tipo analizado en la primera parte de este
capítulo, por lo que esta valencia no se aplicaría en dicho caso. Lo mismo ocurriría con la
precariedad, aunque se trata de aerosoles en este trabajo se utilizan diferentes colores de spray
y se combinan dos técnicas, el aerosol a mano alzada así como la técnica de esténcil.
¿Por qué es posible analizar esta pieza como un “paquete textual”? Porque se trata de
un todo, de un conjunto compuesto por una pluralidad de materias significantes, entre las que
aparecen también elementos extra textuales. En este sentido, la pieza no se aborda como una
mera imagen, al contrario, funciona como un texto, término que no se limita únicamente a la
escritura.
A través del análisis del mural, es posible desentramar e interpretar los diversos sentidos
de la propia realidad social.
47
Vivimos y somos parte de una sociedad que está, gran parte del día, conectada con la
información a través de los diferentes medios de comunicación y conectados, con otros pares,
mediante teléfonos móviles, laptos, tablets y ordenadores cada vez más sofisticados que
posibilitan una instantaneidad y velocidad en la comunicación, increíbles.
El uso de las redes sociales como WhatsApp, Skype, Facebook, Twitter o Instagram,
entre otras, a través de estos dispositivos tecnológicos es para muchos un modo de facilitar la
comunicación y los lazos entre personas con intereses y gustos similares, aunque, hay quienes
se cuestionan si los mismos reemplazan y “destruyen” las relaciones intrapersonales.
En esta era informática, la información circula por los diferentes medios digitales y redes
sociales a una velocidad llamativa; en un abrir y cerrar de ojos podemos conocer qué ocurre en
este momento, en otra parte del globo terráqueo aunque estemos a miles de kilómetros. Los
avances tecnológicos facilitan la comunicación en todas partes y a toda hora.
¿Qué ocurre, entonces, con la comunicación que una práctica de antaño como la del
graffiti ha tomado un impulso destacado en los últimos años? ¿Hay espacio para todo tipo de
información en los medios de comunicación masivos y oficiales? ¿Será que no todos tienen voz
en estos canales?
la violencia patriarcal y por unas pintadas con mensajes fuertes que se reproducían en cada
muro de la ciudad.
La práctica del graffiti se presenta en la ciudad, hoy en día, como una alternativa para
visibilizar nuevas luchas y desviar la atención de los grandes flujos informacionales que
circulan con dinamismo por los diversos medios masivos de comunicación. A partir del graffiti,
movimientos como el feminista, como así también los movimientos étnicos, homosexuales y
tantos otros que hay en la ciudad, intentan ganar el territorio cultural en la calle, desde la propia
autogestión, desde el propio impulso.
La práctica del graffiti se trata, sin lugar a dudas, de una práctica de comunicación, pero
se trata de una forma de comunicación que pasa por fuera de los medios oficiales reconocidos
y legitimados, aquellos que se presentan con tecnología importada; es una comunicación que
está por fuera de cualquier “mass medias”.
Lo mismo ocurre con los graffitis que aluden a la época y, sobre todo, a lo acontecido
durante la última dictadura cívico-militar en Argentina. Temas como los desaparecidos, los
reclamos por la justicia y por el castigo así como también, los reclamos por la verdad sobre los
crímenes del Estado no forman parte, habitualmente, de la agenda mediática. Sólo se registran
en fechas particulares o cuando surgen novedades en causas judiciales o casos determinados.
Por lo tanto, el graffiti, ya sea el abordado en este trabajo u otros de consigna similar que
circulan por las paredes de la ciudad, interpelan sin restricción ni barreras al transeúnte, en todo
momento, todos los días.
La comunicación está ahí, a diario, en todo momento. A veces, ella nos interpela y, otras
veces, somos nosotros quienes nos apropiamos de ella para diferentes propósitos. Separarse de
la comunicación es, prácticamente, imposible. En oportunidades la comunicación nos interpela
desde un carácter informativo, sea para el relato de un acontecimiento periodístico, un
instructivo para elaborar una torta o aprender a manipular una aspiradora, o un cartel que nos
indica a cuántos metros se ubica un punto de interés recreativo en la ciudad; en otras, la
comunicación nos convoca desde la producción de nuevos sentidos y, en otras ocasiones, nos
servimos de la comunicación para interpelar la dinámica social y operar, a partir de ello, de
forma crítica, por ejemplo.
Graffiti como “Ni cuan puta justifica la muerte” indaga, inevitablemente al lector y en
consecuencia, lo interroga sobre sus propias preguntas, sobre los propios dichos que aparecen
ante un nuevo caso de acoso sexual y, en el más dramático de los casos, un femicidio; graffitis
como éste interpelan sobre los propios preconceptos y prejuicios.
Asimismo, vale destacar que no están inscriptos en paredes tomadas al azar; al contrario,
se ubican en calles concurridas, con gran alcance a toda la ciudadanía, en el microcentro de la
ciudad; hay detrás de cada uno una estrategia propiamente de comunicación.
En lo que respecta al segundo caso abordado, allí el mensaje nos interpela a cada uno
desde la memoria y provoca, en quien lo reconoce, una conexión directa con años pasados
transitados por nuestro país.
Ante esta realidad, ese graffiti, pintado nada más ni nada menos que en una pared del
edificio de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, nos interpela a todos,
acerca de nuestro pasado y, justamente, lo mantiene vivo en el presente:
“…la escritura es erigida a partir de ella misma, no tanto para decir, para mostrar
o para enseñar algo, sino para estar presente” (Foucault, 1968: 34).
50
En cuanto a la tercera pieza, el graffiti mural del artista Lacast, como tantos otros
murales pintados por la ciudad, nos interpela poniendo en juego los sentidos. Desde el arte, el
graffiti mural invita al transeúnte a su reconocimiento pero, además, a la construcción de un
nuevo discurso sobre la ciudad y el mundo.
La obra, pintada por el graffitero, emana un nuevo discurso sobre la realidad en la que
se encuentra sumergida y de la cual forma parte.
51
La ciudad es una clave para entender la comunicación hoy en día y, en ella, poder
desentramar cómo y de qué manera sus habitantes se comunican.
52
ANEXO
Cuando se trata de un pedido para un particular, ya sea para una empresa o un comercio, el
trabajo se acuerda con la persona aunque, en algunas oportunidades, me lo dejan para que cree
en libertad, para que lo labure yo a partir de las imágenes que ellos me proponen.
Mi trabajo es más artístico que el de otros graffiteros; hago murales en cualquier parte de la
ciudad, en paredes que sean visibles y tengan impacto visual. Siempre dejo asentado mi teléfono
y mi Facebook a modo de contacto. Encontré en la pared y en las redes sociales un medio donde
publicitar mi trabajo.
Sí, creo que eso les da bronca a muchos otros graffiteros (risas). Porque la gran mayoría anda
en el anonimato, pero yo lo uso como una promoción.
En algunos de mis murales aprovecho para hacer críticas o denuncias o para dejarle un mensaje
a la gente. Por ejemplo, el mural pintado en la pared de un estacionamiento, ubicado en calle
Mitre al 500, en el que Dios carga a una oveja negra es justamente porque creo que hay que
darle lugar a todos, a los que son distintos, a los que no siguen lo mismo que el resto, pero que
también tienen algo que decir. De todos modos, mi fin es, sobre todo, que la gente vea mis
piezas y me convoque para trabajar.
Voy por la ciudad mirando paredes, viendo lugares; si veo que una pared me sirve porque
impacta visualmente, pido permiso a sus dueños para intervenirla. Yo cambio paredes
destruidas por arte.
En cierto sentido uno se mueve en un contexto ilegal, pero cuando uno pinta un dibujo, como
es en mi caso, no te dicen nada, ni la gente, ni tampoco la policía; es distinto cuando la pintada
53
Sí, siempre solo. En la ciudad hay muchos graffiteros pero cada uno trabaja solo; creo que hay
bastante egocentrismo en este ámbito, no hay demasiada unión ni solidaridad entre los mismos
artistas. Cada uno hace la suya acá.
Yo no toco paredes que ya fueron pintadas por otros, pero hay quienes sí lo hacen y me refiero
a quienes militan en partidos políticos que muchas veces pegan carteles sobre la pintada, por
ejemplo. Ahora, entre los graffiteros sí tenemos ese código y no nos metemos en una pared ya
intervenida.
BIBLIOGRAFÍA
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Augé, M. (2014). “La indignación se debe sobrepasar”. Revista Bostezo. Año 2. Vol. 6. p. 24 –
25.
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México, Siglo XXI.
Kózak, C. (2004). "Contra la pared: sobre graffitis, pintadas y otras intervenciones urbanas".
Buenos Aires, Argentina: Libros del Rojas.
Kózak, C. (2008). "No me resigno a ser pared. Graffitis y pintadas en la ciudad artefacto".
Revista La roca de crear. Vol 2. p. 36 – 36.
55
Massey, D. (2012). “Espacio, lugar y política en la coyuntura actual” en Revista Urban. NS04,
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Paz, O. (1983). “El arco y la lira”. México: Fondo de Cultura Económica. Edición electrónica:
http://www.ecfrasis.org/wp-content/uploads/2014/06/Octavio-Paz-El-arco-y-la-lira.pdf
Ruiz Delgado, M. (2001). "Etnografía del Espacio Público" en Espacio y territorio, miradas
antropológicas - Provansal Danielle. Barcelona, España: Universidad de Barcelona.
A Clara, por aceptar ser guía en este camino, por su interés y compromiso, por su trato cálido.
A mis papás, por su amor y acompañamiento, por soltar las amarras y dejarme zarpar el buque
en busca de mis propias conquistas y aventuras.
A Nico y a Lu, por la convivencia maravillosa, y a Manu, por esperarme siempre en casa con
los brazos abiertos.
A las que se sumaron en el camino, por hacer del cursado una experiencia inigualable.
A mis amigos, por el empuje y por celebrar cada avance como propio.
A Fede, por ser sostén, por el amor, la compañía y los motivos infinitos.