S: I. Pro Le Gó Me Nos. II. Ori Gen. La Nor Ma Fun Da Men
S: I. Pro Le Gó Me Nos. II. Ori Gen. La Nor Ma Fun Da Men
S: I. Pro Le Gó Me Nos. II. Ori Gen. La Nor Ma Fun Da Men
Enrique FALCÓN*
I. PROLEGÓMENOS
En los últimos tiempos ha aparecido con gran fuerza una tendencia a for-
malizar junto con otras nuevas divisiones “autónomas” del derecho pro-
cesal, y de manera definitiva la del derecho procesal constitucional, cuya
evolución estuvo fundamentalmente montada sobre el derecho constitu-
cional, el derecho procesal civil y algo menos sobre el derecho procesal
penal (en este último caso en especial en el campo de los recursos ex-
traordinarios). La separación más o menos autónoma de materias en el
derecho coincide con el esquema de conocimiento de la ciencia fáctica
occidental, según la cual, y a los fines de obtener un mayor y mejor co-
nocimiento de los sectores de la realidad, se dividen las materias en por-
ciones menores que permiten profundizar los aspectos de cada disciplina,
es decir, que la ciencia resulta —en este sentido—analítica.1 Por supues-
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guiente, sus soluciones... Pero a medida que la investigación avanza, su alcance se am-
plía...”.
2 Sobre sistemas puede verse Canaris, Claus-Willem, Pensamento sistemático e con-
ceito de sistema na ciência do direito, trad. de Fundação Calouste Gulbenkian, Lisboa,
1989; en Hart, El concepto de derecho, “Los fundamentos del sistema jurídico”, Bue-
nos Aires, 1978, pp. 125 y ss.; Grün, Una visión sistémica y cibernética del derecho,
Buenos Aires, 1995; y de manera general: Bertalanffy, Ludwig von et al., Tendencias en
la teoría general de los sistemas (selección y prólogo de George J. Klir), versión españo-
la por Delgado y Ortega, Madrid, 1987; Bunge, Mario, Sistemas sociales y filosofía, Bue-
nos Aires, 1995; Luhmann, Niklas, Introducción a la teoría de los sistemas, publ. por To-
rres Nafarrate, México, 1996; Sociedad y sistema: la ambición de la teoría, Buenos
Aires, 1997.
3 Maier, Julio B. J., Derecho procesal penal, t. I: Fundamentos, Buenos Aires,
1996, p. 170.
4 Esta posición, sin embargo, no es unánime. El requerimiento de tribunales consti-
tucionales se ve como un elemento necesario del derecho procesal constitucional por mu-
chos autores, y se ha dicho por ejemplo al respecto: “Hoy no es posible concebir un siste-
ma constitucional eficiente sin un tribunal constitucional que proteja la Constitución”
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 441
aunque esta opinión dista de ser unánime), expresa en este mismo senti-
do que el proceso constitucional tiene más similitudes con el proceso ci-
vil que con otros como el proceso penal;5 sin embargo, ello sólo en cuan-
to al desarrollo de los principios por la relación ideológica del proceso
civil y el Estado, ya que en sus orígenes verdaderos, el sistema constitu-
cional ha tenido mayor referencia al proceso penal por el establecimiento
del habeas corpus en el siglo XVII en Inglaterra.
(Colombo Campbell, Juan, “Funciones del derecho procesal constitucional”, Revista Ius
et Praxis, Chile, vol. 8, núm. 2, p. 46).
5 Bordalí Salamanca, Andrés, “La función judicial en defensa del orden constitucio-
nal”, en Ferrer Mac-Gregor, Eduardo (coord.), Derecho procesal constitucional, México,
2003, t. I, p. 18.
6 García Belaunde (De la jurisdicción constitucional al derecho procesal constitu-
cional, en Ferrer Mac-Gregor, Eduardo (coord.), Derecho procesal constitucional, Méxi-
co, 2003, t. I, p. 304) considera que la “jurisdicción constitucional” nació en 1610 cuando
el juez Coke, en el caso Thomas Bonham, declaró que el derecho natural estaba por enci-
ma de las prerrogativas del rey, lo que luego fue base del constitucionalismo de los Esta-
dos Unidos de América. Sagüés, a su vez expresa: “No es sencillo precisar cuándo nace
el derecho procesal constitucional. Los antecedentes más lejanos se remontan al interdic-
to romano de homine libero, preludio del habeas corpus inglés que ya aparece Carta Magna
(1215)” (Sagüés, Los desafíos del derecho procesal constitucional, en Ferrer Mac-Gregor,
Eduardo (coord.), Derecho procesal constitucional, cit., nota 5, t. I, p. 507).
7 Duverger, M., Instituciones políticas y derecho constitucional, 6a. ed. española re-
formulada, dirigida por Jordi Solé Tura, Barcelona, reimp. 1988, p. 24.
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mite decir que esa norma fundamental es la que determina el carácter de-
mocrático de las sociedades, en tanto los gobernantes se encuentran so-
metidas a ellas. Este fermento surgió como consecuencia de la Revo-
lución Americana y la Revolución Francesa de fines del siglo XVIII. La
noción de Constitución es a su vez independiente del concepto que se
tenga para la formación de la Constitución y su nacimiento orgánico, ya
se le considere como una acto revolucionario, ya sea que se considere
que se ha ido formando a través de la evolución de las costumbres, o a
través de imposiciones de distintos factores sociales, o simplemente inte-
reses de clases.8
12 Arrase, Daniel, “La sensibilidad barroca: expresión artística y visión del mundo”,
Historia Universal Salvat, Barcelona, 1984, t. XVII, p. 2150.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 445
17 Puede verse este desarrollo especialmente en las siguientes obras de Kelsen, “Las
garantías de la jurisdicción constitucional” (Le garantíe jurisdictionnelle de la Constitu-
tion La Justicie constitucionelle,; Revista de Droit Public, vol. 45, 1928¸ p. 197); Teoría
general del derecho y del Estado (UNAM, México 1965, trad. Eduardo García Máynes)
y Teoría general del Estado (trad. Luis Legaz y Lacambra, Barcelona, Labor, 1934), El
fundamento de la validez del derecho (Chile, Rev. Univ. Concepción, 1964), “El concep-
to del orden jurídico” (Contribuciones a la teoría pura del derecho, Centro Ed. de Amé-
rica Latina, 1969), “Acerca de la norma básica” (Rev. Ciencias Sociales, Valparaíso-Chi-
le, núm. 6, 1974), e innumerables trabajos sobre la pirámide jurídica constitucional y el
derecho internacional. En su obra más conocida y estudiada (Teoría pura del derecho,
trad. Vernengo, pp. 240 y 242) se puede apreciar con claridad esta situación: “Las normas
generales producidas por vía de legislación (como leyes u ordenanzas), o por vía de la
costumbre, tienen que ser aplicadas por los órganos competentes para ello, los tribunales y
los organismos administrativos. Estos órganos aplicadores de derecho tienen que estar deter-
minados por el orden jurídico, es decir, tiene que determinarse bajo qué condiciones un
determinado hombre actúa como tribunal o como funcionario administrativo; pero tam-
bién tiene que determinarse el procedimiento con el cual ejercerá su función: la aplicación
de normas generales. La norma general que enlaza a un hecho determinado en abstracto,
una consecuencia también abstractamente determinada, requiere, para poder ser aplica-
da, individualizarse. Tiene que establecerse si, en concreto, se ha producido el hecho
que la norma general determina en abstracto, y, en ese caso concreto, tiene que imponerse
un acto coactivo concreto; es decir, tiene previamente que ordenarse, y luego llevarse a ca-
bo el acto coactivo que también se encuentra determinado en abstracto en la norma general.
De ahí que la aplicación de una norma general a un caso concreto consista en la produc-
ción de una norma individual, en la individualización (o concretizacíón) de la norma ge-
neral. Y de ahí que la función de la norma general aplicable pueda consistir también en de-
terminar el contenido de la norma individual que será producida por el acto judicial o
administrativo, por la sentencia judicial o la resolución administrativa. Las normas generales
aplicables por los órganos judiciales y administrativos tienen, por ende, una función doble:
1) determinar esos órganos y los procedimientos que deben observar, y 2) determinar el
contenido de las normas individuales producidas en esos procedimientos judiciales o admi-
nistrativos..... La producción de normas jurídicas generales es tan aplicación de la Constitu-
ción, como la aplicación de las normas jurídicas generales por los tribunales y los órganos ad-
ministrativos, es producción de normas jurídicas individuales. Así como las normas jurídicas
generales producidas mediante promulgación expresa, o por costumbre, están determinadas
por las normas de la constitución, es decir, por normas de una grada superior, tanto formal-
mente, como, de ser posible, materialmente, también las normas individuales producidas en
los actos judiciales y administrativos se encuentran determinadas por las normas generales
producidas expresa o consuetudinariamente, es decir, por normas de una grada superior, for-
mal y materialmente. Pero la relación entre el elemento formal y material es distinto en am-
bos casos. La Constitución (en el sentido material de la palabra) determina, por lo común,
sólo el órgano y el procedimiento legislativos, dejando al órgano legislador la determinación
del contenido de las leyes. Sólo excepcionalmente determina —y ello con eficacia única-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 447
V. LA FUNDACIÓN EVOLUTIVA
mente en un sentido negativo— el contenido de la ley que se dictará al excluir ciertos con-
tenidos”.
18 Si de fuentes más próximas, claras y precisas se trata, pueden elegirse cuatro “cum-
pleaños” simbólicos para el derecho procesal constitucional. El primero es el 26 de mayo de
1679, fecha en la que se dicta la “Habeas Corpus Amendment Act” inglesa. Es, probable-
mente, la primera ley que regula meticulosamente un proceso constitucional, en este caso al
habeas corpus, padre indiscutido de la disciplina. El segundo corresponde al caso “Mar-
bury versus Madison”, fallado por la Corte Suprema de los Estados Unidos el 24 de febrero
de 1803, oportunidad en que se institucionaliza para siempre el sistema judicial de con-
trol de constitucionalidad. El tercer cumpleaños corresponde 1o. de octubre de 1920,
cuando se promulga la Constitución de Austria que lanza, gracias a la pluma de Hans
Kelsen, al Tribunal Constitucional como órgano especializado del control de constitucio-
nalidad (Sagüés, “Los desafíos del derecho procesal constitucional”, en Ferrer Mac-Gre-
gor, Eduardo (coord.), Derecho procesal constitucional, cit., nota 5, t. I, pp. 507 y 508).
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19 CNArg. Artículo 5o: Cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el siste-
ma representativo republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantías
de la Constitución Nacional; y que asegure su administración de justicia, su régimen mu-
nicipal, y la educación primaria. Bajo de estas condiciones el gobierno federal, garante a
cada provincia el goce y ejercicio de sus instituciones. “Artículo 31: Esta Constitución,
las leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados
con las potencias extranjeras son la ley suprema de la Nación; y las autoridades de cada
provincia están obligadas a conformarse a ella, no obstante cualquiera disposición en
contrario que contengan las leyes o Constituciones provinciales, salvo para la provincia
de Buenos Aires, los tratados ratificados después del pacto de 11 de noviembre de 1859”.
20 La legalidad... exigida por el paradigma del Estado de derecho se caracteriza, en
términos generales, como una legalidad no sólo condicionante de la legitimidad, sino
condicionada, ella misma, por vínculos constitucionales de tipo sustancial —como el
principio de igualdad y la salvaguarda de los derechos fundamentales—, y legitimada, a
su vez, sólo en la medida de su conformidad con los mismos. Ni siquiera el legislador, en
el Estado de derecho, es omnipotente (Ferrajoli, Luigi, El garantismo y la filosofía del
derecho, Bogotá, 2000, p. 94).
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77), aspecto que en la Argentina quedó claramente expuesto en la última década del siglo
XX y principios del presente. Esta política se completó tratando de restarle poder a los
jueces, con prohibiciones a tomar determinadas medidas (artículo 195 bis Cód. Proc. Ci-
vil, Ley 25.561, derogado luego por ley 25.587), por el bloqueo en la práctica para el
reclamo de las jubilaciones (artículos 16, 17 20, 22 y 23 de la Ley 24.463, derogados
por ley 26.153, con base en el fallo de la Corte Suprema “Bardaro” del 8 de agosto de
2006). El descalabro económico argentino que comenzó con una ley de intangiblidad
de los depósitos (Ley 25.466), luego siguió con una inexplicable resolución del Ministe-
rio de Economía ordenando que no se observaran en el sistema financiero las resolucio-
nes de los jueces (res. 863/2001), que no hizo sino reflejar la crisis, y que luego de una u
otra manera se consagró con la llamada “ley tapón” 25.587. Originalmente el decreto
1570/2001 había transformado todas las deudas del sistema financiero en dólares, que fue
derogado por la ley de emergencia pública resultante 25.561, que “pesifícó” la economía
y que mantuvo la reforma de los artículos 617, 619 y 613 del Código Civil, con las
numerosas excepciones, idas y vueltas de la cuestión, hasta llegar a la ley “tapón”
25.587, que fundamentalmente consagró de alguna manera la resolución del Ministro
Cavallo (863/2001), por la cual las medidas cautelares no pueden cumplirse de modo
anticipado a la sentencia, ni sobre los fondos del Banco Central de la República Argenti-
na, en cualquier lugar que se encuentren, con excepción de aquellos casos en que se prue-
be que existe razón suficiente que ponga en riesgo la vida, la salud o la integridad física
de las personas o cuando la reclamante sea una persona física de setenta y cinco años o
más de edad. Como el objeto de esta “ley tapón” es parar el drenaje del sistema financie-
ro que, debido a la incompetencia, a la corrupción y a los privilegios que se le otorgan al
mismo, debido a una actuación judicial que aplicó el criterio de medida cautelar “autosa-
tisfactiva”, o sentencia anticipada, en algunos casos más allá de los límites, lo que se hizo
fue que las medidas cautelares no se hicieran efectivas contra dicho sistema financiero
inaudita pars, sino que la bilateralidad se cumpliera de modo inmediato, mediante una
apelación que resolvería la Cámara Federal respectiva (competencia fijada exclusivamen-
te por dicha ley, artículo 6o.), que derogó el artículo 195 bis (sancionado por ley 25.561,
artículo 18, en reemplazo del inconstitucional dec. 1397/2001), con iguales aires de in-
constitucionalidad, que fuese temporal, lo que la “ley tapón” declaró finalmente (artículo
9o.). Si se quiere tener algunas ideas más sobre esta situación puede examinarse el consa-
bido e ilegítimo privilegio de los políticos para ser juzgados (artículos 189 y 90 CProc.
Penal), requiriéndose un desafuero “en todos los casos” (véase el estudio y crítica sobre
este punto en el trabajo de Garber “Los jueces delincuentes”, en libro de Ponencias del
XVI Congreso Nacional de Derecho Procesal, Buenos Aires, 1991, t. I, p. 421).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 451
VII. CONCEPTO
son instrumentos procesales, y por ello forman parte del derecho adjeti-
vo. Esta relación entre normas es importante, pero no definitiva, para es-
tablecer una determinada adscripción científica. c) La tercera es una po-
sición ecléctica. En general, responde a una fórmula transaccional que
reconoce elementos constitucionales y procesales, sin que uno avasalle,
supere o aprisione al otro. Se parte del supuesto de que la ciencia no se
encuentra suficientemente elaborada, de forma tal que el emplazamiento
definitivo en una dimensión de plena autonomía es un riesgo que, por
ahora, no se debe correr.30
Sin perjuicio de lo expresado, repetimos lo ya dicho al criticar las de-
finiciones del derecho procesal civil por su carácter enunciativo y no sin-
tético. Así expresamos que el derecho procesal es un “conjunto de siste-
mas interrelacionados destinados a la solución de conflictos jurídicos en
un ámbito determinado”. Así, el derecho procesal constitucional, si bien
es un subsistema del derecho procesal, partiendo del mismo y conside-
rándolo para su inicio como sistema, podemos decir que es un “conjunto
de sistemas interrelacionados destinados la solución de conflictos jurídi-
cos que surgen del orden constitucional de un Estado y de la protección
de los derechos y garantías fundamentales” (podría agregarse para algu-
nos “la organización de la magistratura constitucional”). En esta defini-
ción mostramos tanto la relación de la organización constitucional
(Constitución en sentido estricto) como la referencia a los derechos y ga-
rantías constitucionales que contienen en su parte general abonada por la
incorporación a la misma de los tratados internacionales de derechos hu-
manos y los tribunales encargados de realizar la tarea.31
VIII. CONTENIDO
— La casación.
— El amparo.
— El habeas data.
— El habeas corpus, y
— Las cuestiones relativas a los procesos electorales y los partidos
políticos.
IX. COLOFÓN