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EL DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL

(TEORÍA GENERAL, NACIMIENTO Y DESARROLLO


DE LA DISCIPLINA, CONTENIDO, AUTONOMÍA CIENTÍFICA)

Enrique FALCÓN*

SUMARIO: I. Prolegómenos. II. Origen. La norma fundamen-


tal. III. Formación y desarrollo. IV. La “fundación” kelsenia-
na. V. La fundación evolutiva. VI. Consolidación del dere-
cho procesal constitucional. VII. Concepto. VIII. Con-
tenido. IX. Colofón.

I. PROLEGÓMENOS

En los últimos tiempos ha aparecido con gran fuerza una tendencia a for-
malizar junto con otras nuevas divisiones “autónomas” del derecho pro-
cesal, y de manera definitiva la del derecho procesal constitucional, cuya
evolución estuvo fundamentalmente montada sobre el derecho constitu-
cional, el derecho procesal civil y algo menos sobre el derecho procesal
penal (en este último caso en especial en el campo de los recursos ex-
traordinarios). La separación más o menos autónoma de materias en el
derecho coincide con el esquema de conocimiento de la ciencia fáctica
occidental, según la cual, y a los fines de obtener un mayor y mejor co-
nocimiento de los sectores de la realidad, se dividen las materias en por-
ciones menores que permiten profundizar los aspectos de cada disciplina,
es decir, que la ciencia resulta —en este sentido—analítica.1 Por supues-

* Profesor de Derecho procesal, Argentina.


1 Bunge, Mario (La ciencia, su método y su filosofía, México, 1978, pp. 23 y 24),
dice: “La ciencia es analítica: la investigación científica aborda problemas circunscrip-
tos, uno a uno, y trata de descomponerlo todo en elementos (no necesariamente últimos o
siquiera reales)... Los problemas de la ciencia son parciales y así son también, por consi-

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to que sin perjuicio del modelo analítico, necesario para profundizar el


conocimiento debido a la limitada capacidad humana, es imprescindible
tener una visión completa de cualquier materia que pretendamos cono-
cer, y allí aparece el modelo sistémico.2 En la conjugación de estos dos
campos debe considerarse la autonomía de una rama cualquiera del dere-
cho, y así resulta en el caso del derecho procesal constitucional.
Al examinar esta relativamente nueva división (que como veremos
viene transitando numerosos caminos) recordamos que las divisiones tra-
dicionales que mayor autonomía tenían eran las del derecho procesal ci-
vil y el derecho procesal penal.3 Pero la diferencia tradicional entre pro-
ceso civil y penal es distinta de la diferencia entre el proceso civil y el
constitucional. Este último se encuentra más cercano al proceso civil y
desde siempre sus instituciones parecen amadrigarse de manera depen-
diente del derecho constitucional, aunque en el campo procesal se cobija-
ron con mayor énfasis dentro del sistema procesal civil. Tal vez ello ha
sido motivado por el hecho de que el derecho procesal civil y especial-
mente varios de los códigos procesales civiles representan, lo digan o no,
un Código general del proceso.
En este sentido, Bordalí Salamanca, luego de excluir la distinción de
derecho procesal civil y derecho procesal constitucional, con base en el
tribunal constitucional (aspecto con el que claramente coincidimos ya
que en países como Argentina existe un control constitucional difuso,4

guiente, sus soluciones... Pero a medida que la investigación avanza, su alcance se am-
plía...”.
2 Sobre sistemas puede verse Canaris, Claus-Willem, Pensamento sistemático e con-
ceito de sistema na ciência do direito, trad. de Fundação Calouste Gulbenkian, Lisboa,
1989; en Hart, El concepto de derecho, “Los fundamentos del sistema jurídico”, Bue-
nos Aires, 1978, pp. 125 y ss.; Grün, Una visión sistémica y cibernética del derecho,
Buenos Aires, 1995; y de manera general: Bertalanffy, Ludwig von et al., Tendencias en
la teoría general de los sistemas (selección y prólogo de George J. Klir), versión españo-
la por Delgado y Ortega, Madrid, 1987; Bunge, Mario, Sistemas sociales y filosofía, Bue-
nos Aires, 1995; Luhmann, Niklas, Introducción a la teoría de los sistemas, publ. por To-
rres Nafarrate, México, 1996; Sociedad y sistema: la ambición de la teoría, Buenos
Aires, 1997.
3 Maier, Julio B. J., Derecho procesal penal, t. I: Fundamentos, Buenos Aires,
1996, p. 170.
4 Esta posición, sin embargo, no es unánime. El requerimiento de tribunales consti-
tucionales se ve como un elemento necesario del derecho procesal constitucional por mu-
chos autores, y se ha dicho por ejemplo al respecto: “Hoy no es posible concebir un siste-
ma constitucional eficiente sin un tribunal constitucional que proteja la Constitución”
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aunque esta opinión dista de ser unánime), expresa en este mismo senti-
do que el proceso constitucional tiene más similitudes con el proceso ci-
vil que con otros como el proceso penal;5 sin embargo, ello sólo en cuan-
to al desarrollo de los principios por la relación ideológica del proceso
civil y el Estado, ya que en sus orígenes verdaderos, el sistema constitu-
cional ha tenido mayor referencia al proceso penal por el establecimiento
del habeas corpus en el siglo XVII en Inglaterra.

II. ORIGEN. LA NORMA FUNDAMENTAL

Resulta complejo determinar el origen del derecho procesal constitu-


cional, y esto se debe a que los sistemas de derecho se van generando po-
co a poco, con avances y retrocesos, hasta que de alguna manera se insta-
lan definitivamente y quedan afianzados, aunque no necesariamente por
un acto fundacional. Si nos remontamos a las cuestiones constitucionales
advertiremos que ellas nacen realmente con el constitucionalismo en los
Estados, que si bien pueden remontarse a la carta magna (1215 d. C.), no
tuvieron una aplicación concreta, real y continuada hasta fechas muy cer-
canas.6 Obsérvese que el derecho constitucional no tuvo realmente un
“nombre hasta el siglo XIX, una vez que se estableció la costumbre de
reunir normas jurídicas concernientes a las instituciones políticas en un
texto especial, de carácter solemne, llamado Constitución”,7 lo que per-

(Colombo Campbell, Juan, “Funciones del derecho procesal constitucional”, Revista Ius
et Praxis, Chile, vol. 8, núm. 2, p. 46).
5 Bordalí Salamanca, Andrés, “La función judicial en defensa del orden constitucio-
nal”, en Ferrer Mac-Gregor, Eduardo (coord.), Derecho procesal constitucional, México,
2003, t. I, p. 18.
6 García Belaunde (De la jurisdicción constitucional al derecho procesal constitu-
cional, en Ferrer Mac-Gregor, Eduardo (coord.), Derecho procesal constitucional, Méxi-
co, 2003, t. I, p. 304) considera que la “jurisdicción constitucional” nació en 1610 cuando
el juez Coke, en el caso Thomas Bonham, declaró que el derecho natural estaba por enci-
ma de las prerrogativas del rey, lo que luego fue base del constitucionalismo de los Esta-
dos Unidos de América. Sagüés, a su vez expresa: “No es sencillo precisar cuándo nace
el derecho procesal constitucional. Los antecedentes más lejanos se remontan al interdic-
to romano de homine libero, preludio del habeas corpus inglés que ya aparece Carta Magna
(1215)” (Sagüés, Los desafíos del derecho procesal constitucional, en Ferrer Mac-Gregor,
Eduardo (coord.), Derecho procesal constitucional, cit., nota 5, t. I, p. 507).
7 Duverger, M., Instituciones políticas y derecho constitucional, 6a. ed. española re-
formulada, dirigida por Jordi Solé Tura, Barcelona, reimp. 1988, p. 24.
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mite decir que esa norma fundamental es la que determina el carácter de-
mocrático de las sociedades, en tanto los gobernantes se encuentran so-
metidas a ellas. Este fermento surgió como consecuencia de la Revo-
lución Americana y la Revolución Francesa de fines del siglo XVIII. La
noción de Constitución es a su vez independiente del concepto que se
tenga para la formación de la Constitución y su nacimiento orgánico, ya
se le considere como una acto revolucionario, ya sea que se considere
que se ha ido formando a través de la evolución de las costumbres, o a
través de imposiciones de distintos factores sociales, o simplemente inte-
reses de clases.8

III. FORMACIÓN Y DESARROLLO

Dejando de lado los antecedentes más antiguos, como los romanos,


que en realidad tuvieron otra mira en su ideario y funcionamiento,9 histó-
ricamente ha sido el habeas corpus y luego el amparo, las primeras mate-
rias que dieron origen a lo que hoy llamamos derecho procesal constitu-
cional. El habeas corpus es una locución latina tomada por el derecho
anglosajón y adoptada posteriormente por el resto de los países, donde la
libertad personal es considerada, que viene a significar “tu tienes el cuer-
po” (You have the body). Casualmente es en el derecho anglosajón donde
se establece una regla (sin perjuicio de que había antecedentes españoles

8 La importancia de la norma fundamental se manifiesta particularmente en los ca-


sos en que un orden jurídico sustituye a otro no por vía legal, sino por una revolución...
En un Estado monárquico, un grupo de individuos busca reemplazar por la violencia el
gobierno legítimo y fundar un régimen republicano. Si ello se logra, esto significa que
el orden antiguo deja de ser eficaz y pasa a serlo el nuevo... (Kelsen, Teoría pura, trad.
Nilve, p. 140). En la versión de la Teoría pura del derecho, traducida por Vernengo di-
rectamente del alemán, dice “Si se quiere conocer la esencia de la norma fundante bási-
ca, es necesario ante todo tener conciencia de que la misma se refiere, inmediatamente a
una determinada constitución, efectivamente impuesta, producida por la costumbre o pro-
mulgada expresamente, eficaz en términos generales...” (México, 1995, pp. 208 y 209).
9 El amparo tiene antecedentes que pueden rastrearse en el Derecho Romano y en
instituciones de la Edad Media, pero con más precisión aparece el habeas corpus que
también se puede encontrar con vestigios en el derecho romano (a través del interdicto de
homine libero exhibendo (Dig. Just. L. 3, párr. 6, 43, 29). Se trata de un interdicto exhibi-
torio, que junto con los prohibitorios y restitutorios permiten la ejecución por la fuerza
pública en caso de no ser cumplidos, aunque se ha criticado esta clasificación, porque los
interdictos en realidad tienen por objeto efectuar prohibiciones.
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en el mismo sentido,10 que luego va a ser la base de todos los sistemas


democráticos. Durante el turbulento reinado de Juan Sin Tierra, en Ingla-
terra, en el siglo XIII,

...una serie de conflictos con los barones se resolvieron en junio de 1215


en las llanuras de Runnymead (se ha utilizado también la expresión Runn-
ymede, ver nota 11), cerca de Windsor, en donde Juan Sin Tierra aceptó
sellar la Carta Magna. Esta célebre acta es ciertamente un acta “reacciona-
ria” que limita la autoridad del rey en beneficio de las libertades, es decir,
de los privilegios de la iglesia y de los barones... Además, aunque el rey
prometía hacer observar la justicia por medio de sus oficiales y conceder
algunas reparaciones por las exacciones cometidas, la Carta Magna.11

10 No obstante, no deben olvidarse que la “firma de derecho” y el “Juicio de manifes-


tación” aragoneses, junto con el “Justicia Mayor” de tal región, también dados a partir
del siglo XIII, constituyen los datos más precisos en a lo que hoy llamamos procesos
constitucionales y magistratura constitucional (Sagüés, Los desafíos, cit., nota 6, p. 508).
11 Le Goff, Jacques, “La baja Edad Media”, Historia Universal del siglo XXI, Ma-
drid, 1974, vol. 11, pp. 225 y 226. Sobre la Carta Magna es conveniente recordar un ex-
quisito trabajo de Christopher de Hamel de nominado “Las cuatro versiones de la Carta
Magna”, publicado en castellano en la traducción y adaptación de Miguel Ángel Acosta
para la Revista Jurídica de la Facultad de Derecho-Universidad de Mar del Plata, año 1,
núm. 1, 2006, pp. 215 y ss. Del texto citado transcribimos sus dos primeros párrafos “La
Carta Magna es el más célebre documento institucional inglés, conferido por el Rey Juan
(Sin Tierra) a sus barones y nobles el 15 de junio de 1215, en Runny-mede, una localidad
distante a unos cuarenta kilómetros de Londres. A partir de allí y durante los siguientes
trescientos o cuatrocientos años fue venerada como la base fundacional del sistema judi-
cial inglés y de las libertades constitucionales. Concomitantemente, también de este lado
del Atlántico es reverenciada como un hito trascendental en el proceso de libertades, que
culminó con la Declaración de la Independencia en 1776. Pero a pesar de tanta notorie-
dad no muchos conocen su contenido. Los más dirán que incluye afirmaciones sobre la
igualdad de todos los hombres o que un acusado siempre se presume inocente hasta que
se pruebe su culpabilidad, sin embargo nada de esto se menciona. Hay, por supuesto,
afirmaciones genéricas sobre juicios libres y justos, y también sobre derechos individua-
les, pero están reconocidos dentro de un conjunto de promesas que raramente serían obje-
to de veneración popular en nuestros días. En efecto, la Carta Magna contiene dos dispo-
siciones antijudías (en los capítulos X y XI), otra disposición restringiendo la libertad de
las mujeres (capítulo 54), otra disposición mandando que los bosques recién plantados
sean destruidos (capítulo 48), otra disposición que manda despedir a diez hombres de
sus respectivos trabajos, mencionando sus nombres y a varios de sus hermanos y amigos
(capítulo 50) y otra cláusula concerniente a la prohibición de construir represas sobre el
río Támesis, o sobre carruajes, a los fines del pago de las gabelas de transporte. Estas son
en definitiva las disposiciones que admiran las huestes de crédulos en la Biblioteca Britá-
nica”.
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Ello no se cumplió de forma inmediata, ya que tuvo que haber diver-


sas guerras y revueltas, que dieron lugar al dictado de otra norma en
1295, que dio lugar a la institución del Parlamento, extendiendo los dere-
chos que habían logrado los barones a otros estamentos más populares.
En la práctica muchas veces ni la carta ni las reformas fueron cumplidas,
y los derechos de los particulares e incluso de muchos nobles, no fueron
considerados y sí ampliamente violados por la fuerza. Es muy corriente
que en el nacimiento de las instituciones fundamentales sólo exista una
declaración eventual, que luego no se cumple o se tuerce la interpreta-
ción, dando lugar a luchas durante muchos años (o siglos) para establecer
finalmente sus principios.
Por las razones mencionadas, hubo que esperar. Quizás no se aprecie
claramente, pero en general la evolución de las instituciones jurídicas va
acompañada por cambios científicos y sociales importantes. En el siglo
XVII se “establecieron instituciones que constituirían verdaderas sedes
de la comunidad científica: fue la época en que se crearon grandes Aca-
demias, como la Royal Society de Londres (1662) o la Academia de
Ciencias de París (1666)”.12 Con sólo cuatro nombres tendremos una
guía para comprender este periodo: Copérnico (1473-1543), que recreó
la teoría heliocéntrica; Galileo Galilei (1564-1642), quien además de de-
fender la teoría de Copérnico (por lo cual fue procesado y obligado a
desdecirse), hizo numerosos estudios sobre los planetas y el universo cir-
cundante; Descartes (1596-1650), fundador del racionalismo y Newton
(1642-1727), de quien, de entre sus muchos logros, podemos recordar la
Ley de la gravitación universal. En este contexto, en Inglaterra, nueva-
mente, en 1679 se dicta la ley de habeas corpus (Habeas Corpus Act) y
en 1688 el Bill of Rights.
Aunque el amparo tiene, como hemos visto, antecedentes en el dere-
cho romano y en instituciones de la Edad Media, la concepción contem-
poránea está ligada al derecho mexicano de mediados del siglo XIX. Se
trata de un procedimiento rápido y sencillo destinado a proteger los dere-
chos constitucionales fundamentales (excluida la libertad personal que
hemos visto regulada por el habeas corpus), ante actos del poder público
o de particulares. Es una vía preventiva y puede considerarse cautelar,
cuyo uso se previene cuando no existan otros medios para la protección o

12 Arrase, Daniel, “La sensibilidad barroca: expresión artística y visión del mundo”,
Historia Universal Salvat, Barcelona, 1984, t. XVII, p. 2150.
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los existentes no sean eficientes, de modo que si no se actúa los perjui-


cios se tornarán irreparables.13 El juicio de amparo mexicano fue institui-
do por el Acta de Reformas a la Constitución el 18 de mayo de 1857 y
reglamentada por la ley de Amparo, objeto de numerosas modificacio-
nes.14 Pero el amparo mexicano se extendía a otras áreas. Fix Zamudio15
describe la extensión de estas funciones: a) como defensa de los dere-
chos de la libertad (prácticamente habeas corpus), b) el amparo contra
leyes para proteger la supremacía de la Constitución (es la acción o re-
curso de inconstitucionalidad), c) el amparo en materia judicial, ampa-
ro-casación o simplemente casación, d) el amparo administrativo (o re-
curso ante los tribunales por actos de la administración). La extensión
fue en algunos casos criticada, pero en la actualidad el amparo aparece
como una figura genérica comprensiva de diversas instituciones, tal vez
con mayor extensión que la original mexicana. De manera que el carácter
precursor de esta legislación es innegable.
Estos dos institutos, habeas corpus y amparo, son los basamentos fun-
damentales del derecho procesal constitucional, si bien, como veremos
luego se agregaron otros numerosos temas a la materia, como por ejem-
plo el habeas data y el derecho procesal constitucional se asentó en la
supremacía de la Constitución.

IV. LA “FUNDACIÓN” KELSENIANA

Muchos autores, con Alcalá-Zamora entre ellos,16 consideran a Kelsen


como el fundador del derecho procesal constitucional actual. Sin embar-
go, y sin negar el aporte kelseniano, lo cierto es que el derecho procesal
constitucional era evidente que se desarrollaba poco a poco con profun-
dos antecedentes históricos. Por otro lado hay que considerar que Kelsen
más bien estructuró el sistema constitucional con base en el positivismo
jurídico, dentro del cual el proceso constitucional constituía un apéndice

13 Conf. Vescovi, Enrique, Los recursos judiciales y demás medios impugnativos en


Ibeoroamérica, Buenos Aires, 1988, pp. 466 y 467.
14 Alsina, Hugo, Tratado teórico práctico de derecho procesal civil y comercial,
Buenos Aires, 1961, IV, 359; con cit. Echanove Trujillo, “El juicio de amparo mexica-
no”, Rev. de la Fac. de Der. de México, t. 1, núms. 1-2, enero-junio de 1951.
15 Fix-Zamudio, H., El juicio de amparo, México, 1964, pp. 110, 207 y 377 y ss.
16 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Proceso, autocomposición y defensa, México
1947, 2a. ed., México, 1970, p. 215.
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del derecho constitucional, apoyado fundamentalmente en los tribunales


constitucionales.17 La atribución fundacional a Kelsen se debe, entonces,

17 Puede verse este desarrollo especialmente en las siguientes obras de Kelsen, “Las
garantías de la jurisdicción constitucional” (Le garantíe jurisdictionnelle de la Constitu-
tion La Justicie constitucionelle,; Revista de Droit Public, vol. 45, 1928¸ p. 197); Teoría
general del derecho y del Estado (UNAM, México 1965, trad. Eduardo García Máynes)
y Teoría general del Estado (trad. Luis Legaz y Lacambra, Barcelona, Labor, 1934), El
fundamento de la validez del derecho (Chile, Rev. Univ. Concepción, 1964), “El concep-
to del orden jurídico” (Contribuciones a la teoría pura del derecho, Centro Ed. de Amé-
rica Latina, 1969), “Acerca de la norma básica” (Rev. Ciencias Sociales, Valparaíso-Chi-
le, núm. 6, 1974), e innumerables trabajos sobre la pirámide jurídica constitucional y el
derecho internacional. En su obra más conocida y estudiada (Teoría pura del derecho,
trad. Vernengo, pp. 240 y 242) se puede apreciar con claridad esta situación: “Las normas
generales producidas por vía de legislación (como leyes u ordenanzas), o por vía de la
costumbre, tienen que ser aplicadas por los órganos competentes para ello, los tribunales y
los organismos administrativos. Estos órganos aplicadores de derecho tienen que estar deter-
minados por el orden jurídico, es decir, tiene que determinarse bajo qué condiciones un
determinado hombre actúa como tribunal o como funcionario administrativo; pero tam-
bién tiene que determinarse el procedimiento con el cual ejercerá su función: la aplicación
de normas generales. La norma general que enlaza a un hecho determinado en abstracto,
una consecuencia también abstractamente determinada, requiere, para poder ser aplica-
da, individualizarse. Tiene que establecerse si, en concreto, se ha producido el hecho
que la norma general determina en abstracto, y, en ese caso concreto, tiene que imponerse
un acto coactivo concreto; es decir, tiene previamente que ordenarse, y luego llevarse a ca-
bo el acto coactivo que también se encuentra determinado en abstracto en la norma general.
De ahí que la aplicación de una norma general a un caso concreto consista en la produc-
ción de una norma individual, en la individualización (o concretizacíón) de la norma ge-
neral. Y de ahí que la función de la norma general aplicable pueda consistir también en de-
terminar el contenido de la norma individual que será producida por el acto judicial o
administrativo, por la sentencia judicial o la resolución administrativa. Las normas generales
aplicables por los órganos judiciales y administrativos tienen, por ende, una función doble:
1) determinar esos órganos y los procedimientos que deben observar, y 2) determinar el
contenido de las normas individuales producidas en esos procedimientos judiciales o admi-
nistrativos..... La producción de normas jurídicas generales es tan aplicación de la Constitu-
ción, como la aplicación de las normas jurídicas generales por los tribunales y los órganos ad-
ministrativos, es producción de normas jurídicas individuales. Así como las normas jurídicas
generales producidas mediante promulgación expresa, o por costumbre, están determinadas
por las normas de la constitución, es decir, por normas de una grada superior, tanto formal-
mente, como, de ser posible, materialmente, también las normas individuales producidas en
los actos judiciales y administrativos se encuentran determinadas por las normas generales
producidas expresa o consuetudinariamente, es decir, por normas de una grada superior, for-
mal y materialmente. Pero la relación entre el elemento formal y material es distinto en am-
bos casos. La Constitución (en el sentido material de la palabra) determina, por lo común,
sólo el órgano y el procedimiento legislativos, dejando al órgano legislador la determinación
del contenido de las leyes. Sólo excepcionalmente determina —y ello con eficacia única-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 447

a que se considera como tal la promulgación, el 1o. de octubre de 1920,


de la Constitución de Austria que, por obra de Kelsen, organiza al Tribu-
nal Constitucional como órgano especializado del control de constitucio-
nalidad.18
Pero no es el tribunal constitucional especializado casualmente el que
determinó el nacimiento del derecho procesal constitucional, sino más
bien la posibilidad de un proceso donde se trataran las cuestiones consti-
tucionales (pues en muchos lugares, como en Argentina, el control cons-
titucional es difuso). Y en ese sentido resulta claro que hay hitos que no
se pueden dejar de mencionar.

V. LA FUNDACIÓN EVOLUTIVA

En la evolución del sistema procesal constitucional tenemos una se-


rie de hitos que se pueden remarcar claramente para demostrar que la
fundación no fue un acto determinado, sino un conjunto de actos que se
fueron sucediendo en el tiempo. En primer lugar el habeas corpus in-
glés del 26 de mayo de 1679. Luego, naturalmente, el caso “Marbury vs.
Madison” de 1803 en Estados Unidos de América que ha sido el antece-
dente más relevante en materia de supremacía y control constitucionales
y cuyo ejemplo fue seguido dentro y fuera de los Estados Unidos. En ese
sentido, por ejemplo, la Constitución Federal Argentina de 1853, con an-
tecedentes claros en la Constitución Americana, marcó a través de los ar-
tículos 5o. y 31 la supremacía constitucional (lo que dio lugar al recurso
extraordinario por inconstitucionalidad que puede llegar a la Corte Su-

mente en un sentido negativo— el contenido de la ley que se dictará al excluir ciertos con-
tenidos”.
18 Si de fuentes más próximas, claras y precisas se trata, pueden elegirse cuatro “cum-
pleaños” simbólicos para el derecho procesal constitucional. El primero es el 26 de mayo de
1679, fecha en la que se dicta la “Habeas Corpus Amendment Act” inglesa. Es, probable-
mente, la primera ley que regula meticulosamente un proceso constitucional, en este caso al
habeas corpus, padre indiscutido de la disciplina. El segundo corresponde al caso “Mar-
bury versus Madison”, fallado por la Corte Suprema de los Estados Unidos el 24 de febrero
de 1803, oportunidad en que se institucionaliza para siempre el sistema judicial de con-
trol de constitucionalidad. El tercer cumpleaños corresponde 1o. de octubre de 1920,
cuando se promulga la Constitución de Austria que lanza, gracias a la pluma de Hans
Kelsen, al Tribunal Constitucional como órgano especializado del control de constitucio-
nalidad (Sagüés, “Los desafíos del derecho procesal constitucional”, en Ferrer Mac-Gre-
gor, Eduardo (coord.), Derecho procesal constitucional, cit., nota 5, t. I, pp. 507 y 508).
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prema).19 Seguidamente debe considerarse la Constitución mexicana de


1857 que incorpora el amparo. Recién para 1920 aparece la Constitución
de Austria y el Tribunal Constitucional.
No obstante el derecho procesal constitucional no había surgido, era
necesario algo más y ello porque, como ya hemos dicho, este derecho no
tiene un nacimiento abrupto, ni un acto fundacional expreso, sino que
constituye un avance gradual de la civilización hacia sistemas más eleva-
dos, cuyo desarrollo y aplicación efectiva todavía deben recorrer mucho
camino. En este orden de conceptos, no obstante, puede considerarse que
la aparición del derecho procesal constitucional, en los tiempos actuales,
más que como un desgajamiento del derecho constitucional, o del dere-
cho procesal civil o penal tradicional, constituye un reordenamiento del
sistema, estableciendo una estructura más acorde con la pirámide legal
que parte indudablemente de la Constitución. Este criterio está generali-
zado hoy en la ley y la doctrina,20 pero ¿cómo se consolidó este derecho
procesal constitucional para reclamar un puesto autónomo en el sistema
del derecho procesal?

VI. CONSOLIDACIÓN DEL DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL

No obstante lo mencionado, el desarrollo del derecho procesal consti-


tucional a través de los hitos que hemos citado, fue más bien teórico, con
aplicaciones jurisprudenciales a casos concretos, pero sin un contexto or-

19 CNArg. Artículo 5o: Cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el siste-
ma representativo republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantías
de la Constitución Nacional; y que asegure su administración de justicia, su régimen mu-
nicipal, y la educación primaria. Bajo de estas condiciones el gobierno federal, garante a
cada provincia el goce y ejercicio de sus instituciones. “Artículo 31: Esta Constitución,
las leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados
con las potencias extranjeras son la ley suprema de la Nación; y las autoridades de cada
provincia están obligadas a conformarse a ella, no obstante cualquiera disposición en
contrario que contengan las leyes o Constituciones provinciales, salvo para la provincia
de Buenos Aires, los tratados ratificados después del pacto de 11 de noviembre de 1859”.
20 La legalidad... exigida por el paradigma del Estado de derecho se caracteriza, en
términos generales, como una legalidad no sólo condicionante de la legitimidad, sino
condicionada, ella misma, por vínculos constitucionales de tipo sustancial —como el
principio de igualdad y la salvaguarda de los derechos fundamentales—, y legitimada, a
su vez, sólo en la medida de su conformidad con los mismos. Ni siquiera el legislador, en
el Estado de derecho, es omnipotente (Ferrajoli, Luigi, El garantismo y la filosofía del
derecho, Bogotá, 2000, p. 94).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 449

gánico normativo que lo sustentara. En este aspecto me parece importan-


te mostrar que existe una clara relación entre la consolidación del dere-
cho procesal constitucional y la evolución de las distintas generaciones
del derecho constitucional.
Los derechos constitucionales de primera generación (herederos de las
revoluciones de Estados Unidos de América y Francia), dieron vía a los
primeros derechos individuales, que se fueron consolidando paso a paso,
pero que tuvieron que luchar contra la permanente fuerza que significaba
el poder real reestablecido luego de Waterloo (18 de junio de 1815). Pero
los derechos individuales habían dejado fuera del campo de protección a
una gran masa de población que emergía y se consolidaba desde fines del
siglo XIX y principios del siglo XX. Ello dio nacimiento a los derechos
de la segunda generación, a los derechos sociales (derechos sociales, de-
rechos prestacionales o welfare rights), que se suponía conducían a un
Estado de bienestar (Welfare State). Pero estos derechos de segunda ge-
neración que tuvieron un muy buen desarrollo en el derecho del trabajo y
en algunas prestaciones asistenciales no estuvieron regulados adecuada-
mente por normas generales para un desarrollo coherente y concreto,21 lo
que en general, en el plano de las naciones llevó pronto a una arbitrarie-
dad en su aplicación, y permitieron el clientelismo político y la corrup-
ción.22

21 El artículo 14 bis de la CNArg. describe claramente estos derechos: El trabajo en


sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador:
condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones paga-
dos; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea;
participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colabora-
ción en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado pú-
blico; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en
un registro especial. Queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de
trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga. Los representantes
gremiales gozarán de las garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión sindical
y las relacionadas con la estabilidad de su empleo. El Estado otorgará los beneficios de la
seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable. En especial, la ley esta-
blecerá: el seguro social obligatorio, que estará a cargo de entidades nacionales o provin-
ciales con autonomía financiera y económica, administradas por los interesados con par-
ticipación del Estado, sin que pueda existir superposición de aportes; jubilaciones y
pensiones móviles; la protección integral de la familia; la defensa del bien de familia; la
compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna.
22 Ferrajoli denuncia estos efectos debido a una irresponsabilidad jurídica y política
de los gobernante y al sabotaje del control legal (El garantismo, cit., nota 20, pp. 76 y
450 ENRIQUE FALCÓN

Paralelamente el derecho procesal internacional promovía y dictaba


numerosos textos a través de acuerdos y convenciones destinados a pa-
liar éstos y otros aspectos también desprotegidos, como los derechos hu-
manos (en distintas versiones), los derechos del niño y de la mujer, las
normas contra la discriminación y contra la tortura. Ello se motivaba es-
pecialmente en América Latina en la discordancia que existía en general
entre las Constituciones que pregonaban los derechos individuales y

77), aspecto que en la Argentina quedó claramente expuesto en la última década del siglo
XX y principios del presente. Esta política se completó tratando de restarle poder a los
jueces, con prohibiciones a tomar determinadas medidas (artículo 195 bis Cód. Proc. Ci-
vil, Ley 25.561, derogado luego por ley 25.587), por el bloqueo en la práctica para el
reclamo de las jubilaciones (artículos 16, 17 20, 22 y 23 de la Ley 24.463, derogados
por ley 26.153, con base en el fallo de la Corte Suprema “Bardaro” del 8 de agosto de
2006). El descalabro económico argentino que comenzó con una ley de intangiblidad
de los depósitos (Ley 25.466), luego siguió con una inexplicable resolución del Ministe-
rio de Economía ordenando que no se observaran en el sistema financiero las resolucio-
nes de los jueces (res. 863/2001), que no hizo sino reflejar la crisis, y que luego de una u
otra manera se consagró con la llamada “ley tapón” 25.587. Originalmente el decreto
1570/2001 había transformado todas las deudas del sistema financiero en dólares, que fue
derogado por la ley de emergencia pública resultante 25.561, que “pesifícó” la economía
y que mantuvo la reforma de los artículos 617, 619 y 613 del Código Civil, con las
numerosas excepciones, idas y vueltas de la cuestión, hasta llegar a la ley “tapón”
25.587, que fundamentalmente consagró de alguna manera la resolución del Ministro
Cavallo (863/2001), por la cual las medidas cautelares no pueden cumplirse de modo
anticipado a la sentencia, ni sobre los fondos del Banco Central de la República Argenti-
na, en cualquier lugar que se encuentren, con excepción de aquellos casos en que se prue-
be que existe razón suficiente que ponga en riesgo la vida, la salud o la integridad física
de las personas o cuando la reclamante sea una persona física de setenta y cinco años o
más de edad. Como el objeto de esta “ley tapón” es parar el drenaje del sistema financie-
ro que, debido a la incompetencia, a la corrupción y a los privilegios que se le otorgan al
mismo, debido a una actuación judicial que aplicó el criterio de medida cautelar “autosa-
tisfactiva”, o sentencia anticipada, en algunos casos más allá de los límites, lo que se hizo
fue que las medidas cautelares no se hicieran efectivas contra dicho sistema financiero
inaudita pars, sino que la bilateralidad se cumpliera de modo inmediato, mediante una
apelación que resolvería la Cámara Federal respectiva (competencia fijada exclusivamen-
te por dicha ley, artículo 6o.), que derogó el artículo 195 bis (sancionado por ley 25.561,
artículo 18, en reemplazo del inconstitucional dec. 1397/2001), con iguales aires de in-
constitucionalidad, que fuese temporal, lo que la “ley tapón” declaró finalmente (artículo
9o.). Si se quiere tener algunas ideas más sobre esta situación puede examinarse el consa-
bido e ilegítimo privilegio de los políticos para ser juzgados (artículos 189 y 90 CProc.
Penal), requiriéndose un desafuero “en todos los casos” (véase el estudio y crítica sobre
este punto en el trabajo de Garber “Los jueces delincuentes”, en libro de Ponencias del
XVI Congreso Nacional de Derecho Procesal, Buenos Aires, 1991, t. I, p. 421).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 451

eventualmente los sociales y la legislación intermedia teñida, espe-


cialmente en materia penal, de un sistema inquisitivo retrógrado. No sola-
mente éstos eran los problemas acuciantes que no tenían una solución in-
mediata. La informática y su consecuencia inevitable, la Internet, si bien
dieron numerosas soluciones que nos permiten hoy tener logros insospe-
chados, se convirtieron también en un problema grave al crear nuevos
“analfabetos” en la generación existente, en la limitación de puestos de
trabajos (sustituidos muchos de ellos con mejor rendimiento por las com-
putadoras), sumado a una sobredosis de consumismo (por la propaganda
y la globalización). Los gobiernos mostraron, a su vez, un desprecio al
medio ambiente y una segregación de los más débiles, aspectos que era
necesario detener y encauzar debidamente. En estos últimos casos los in-
tereses económicos tuvieron primacía sobre los intereses generales.
Allí, en este difuso panorama temporal, la semilla del derecho proce-
sal constitucional florece, con los elementos teóricos que ya portaba y se
hace cargo de las situaciones poco a poco, con extensiones del amparo
hacia áreas que no son propiamente amparísticas (por lo menos en su to-
talidad), como el habeas data, el proceso colectivo (especialmente para
medio ambiente, consumidores y usuarios), la tendencia a la protección
del patrimonio cultural, la protección de la salud, etcétera. Este esfuerzo
se sumó a las protecciones mencionadas en el párrafo anterior (mujeres,
minoridad, desamparados). Y en ese crisol preparado desde hace tiempo
por la tarea de numerosos juristas aparece el contenido de la materia que
nos ocupa.

VII. CONCEPTO

¿Cómo podemos conceptuar en este marco al derecho procesal consti-


tucional? De manera previa debemos volver al concepto de derecho pro-
cesal, pues en cualquier caso el derecho procesal constitucional es una
parte del mismo y se debe nutrir en la definición originaria. Se trata sola-
mente de un subsistema dentro del sistema general procesal, sin perjuicio
de representar el vértice de la pirámide. Veamos algunas ideas sobre el
particular.
Fix-Zamudio encuentra dos materias en la que examinamos. Una el
derecho procesal constitucional y otra el derecho constitucional procesal.
Al respecto dice:
452 ENRIQUE FALCÓN

El derecho procesal constitucional tiene como objeto esencial el análisis


de las garantías constitucionales en sentido actual, es decir, los instrumen-
tos predominantemente procesales que están dirigidos a la reintegración
del orden constitucional cuando el mismo ha sido desconocido o violado
por los órganos del poder. De manera distinta, el que se puede calificar co-
mo “derecho constitucional procesal” examina las instituciones procesales
desde el ángulo y las perspectivas del derecho constitucional, debido a que
las Constituciones contemporáneas, especialmente las surgidas en esta se-
gunda posguerra, han elevado a la jerarquía de normas fundamentales a
varias instituciones de carácter procesal, y si bien es verdad que interior-
mente, algunas de ellas ya figuraban en las cartas constitucionales clásicas,
lo eran en forma aislada, en tanto que en la actualidad existe la conciencia
de otorgar rango constitucional a las categorías procesales de mayor im-
portancia. Como las dos disciplinas que hemos mencionado tienen por
objeto el examen sistemático, pero desde distintas perspectivas, de insti-
tuciones procesales que se entrecruzan de manera constante, deben consi-
derarse como estudios de frontera y de confluencia que requieren de una
constante colaboración de los cultivadores de las mismas.23

Esta distinción, si bien no cambia la naturaleza del derecho procesal,


permite observar el mismo desde dos ángulos distintos.
La concepción del derecho procesal constitucional como tal no apare-
ce en todos los autores argentinos de manera clara. Bidart Campos siguió
en este aspecto una tendencia tradicional que mantuvo hasta su última
obra en la que se observa el derecho constitucional solamente como una
materia uniforme de la cual se pueden desprender los aspectos procesales
de la misma cuando se hace necesario explicar la supremacía y el control
constitucional,24 la administración de justicia,25 para luego desarrollar los
aspectos de control y jurisdicción constitucionales y la jurisdicción y
competencia de los tribunales federales,26 lo que junto con el amparo, el
habeas data y el derecho de los tratados internacionales,27 viene a confi-

23 Fix-Zamudio, “Breves reflexiones sobre el concepto y el contenido del derecho


procesal constitucional”, en Ferrer Mac-Gregor, Eduardo (coord.), Derecho procesal
constitucional, cit., nota 5, t. I, pp. 273 y 274.
24 Bidart Campos, Manual de la Constitución reformada, Buenos Aires, 2001, t. I,
pp. 33 a 372.
25 Ibidem, pp. 389 a 412.
26 Ibidem, pp. 413 y ss.
27 Ibidem, pp. 371 y ss.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 453

gurar lo que hoy describimos como derecho procesal constitucional, aun-


que como se observa, lo mantiene incluido dentro del marco de la Cons-
titución como aspectos particulares del derecho constitucional. En
cambio, otros autores como Mooney le dedican una atención especializa-
da, al tratar el derecho procesal constitucional dentro del tratado de dere-
cho procesal constitucional de manera separada y autónoma.28
Sagüés, que ha sido el promotor del despliegue de esta disciplina con
autonomía en Argentina (aunque de una manera particular al entender la
materia dentro del derecho constitucional), lo define como un sector del
derecho constitucional que abarca las instituciones procesales reputadas
fundamentales por el constituyente (formal o informal), entre las que se
encuentran las reglas previstas por el artículo 18 de la Constitución Na-
cional,29 definición que tampoco nos conforma porque parte del derecho
sustancial.
Gozaíni presenta una síntesis clara y completa del tema. Dice: el desa-
cuerdo sobre el área donde prevalece el estudio de la disciplina tiene tres
posiciones diferentes: a) La primera deduce que el análisis del derecho
procesal constitucional compete principalmente al derecho constitucional,
ya que de éste emerge la temática basal sobre la que versan “procesos” y
“conflictos” constitucionales, e incluso que de él surgen los trámites pro-
cedimentales del caso (vgr., habeas corpus, amparo, acción de inconstitu-
cionalidad, etcétera). b) En segundo término se ubica a la disciplina co-
mo un capítulo del derecho procesal. La variación está en los contenidos
que se adscriben. Por ejemplo, González Pérez sostiene que el derecho
procesal constitucional se ocupa del conjunto normativo que regula el
Tribunal Constitucional y los procesos que el mismo conoce. Es una ra-
ma netamente procesal, cuya naturaleza no ofrece distintos problemas
que los del derecho procesal en general. Sin embargo, a pesar de la serie-
dad de las reflexiones es difícil compartirlas, pues la materia procesal
constitucional no puede identificarse únicamente con la presencia de un
tribunal constitucional. Con sólo observar un sistema de control de cons-
titucionalidad diferente, basta para encontrar las dificultades de encua-
dre. Otros, en esta misma línea, opinan que las garantías constitucionales

28 Por ejemplo Mooney, “Derecho procesal constitucional”, Tratado de derecho


constitucional, Córdoba, Argentina, 1999, t. IV.
29 Sagüés, Néstor P., Derecho procesal constitucional, t. 3: Acción de amparo, Bue-
nos Aires, 2006, p. 18.
454 ENRIQUE FALCÓN

son instrumentos procesales, y por ello forman parte del derecho adjeti-
vo. Esta relación entre normas es importante, pero no definitiva, para es-
tablecer una determinada adscripción científica. c) La tercera es una po-
sición ecléctica. En general, responde a una fórmula transaccional que
reconoce elementos constitucionales y procesales, sin que uno avasalle,
supere o aprisione al otro. Se parte del supuesto de que la ciencia no se
encuentra suficientemente elaborada, de forma tal que el emplazamiento
definitivo en una dimensión de plena autonomía es un riesgo que, por
ahora, no se debe correr.30
Sin perjuicio de lo expresado, repetimos lo ya dicho al criticar las de-
finiciones del derecho procesal civil por su carácter enunciativo y no sin-
tético. Así expresamos que el derecho procesal es un “conjunto de siste-
mas interrelacionados destinados a la solución de conflictos jurídicos en
un ámbito determinado”. Así, el derecho procesal constitucional, si bien
es un subsistema del derecho procesal, partiendo del mismo y conside-
rándolo para su inicio como sistema, podemos decir que es un “conjunto
de sistemas interrelacionados destinados la solución de conflictos jurídi-
cos que surgen del orden constitucional de un Estado y de la protección
de los derechos y garantías fundamentales” (podría agregarse para algu-
nos “la organización de la magistratura constitucional”). En esta defini-
ción mostramos tanto la relación de la organización constitucional
(Constitución en sentido estricto) como la referencia a los derechos y ga-
rantías constitucionales que contienen en su parte general abonada por la
incorporación a la misma de los tratados internacionales de derechos hu-
manos y los tribunales encargados de realizar la tarea.31

VIII. CONTENIDO

Los problemas del derecho procesal constitucional no se agotan en su


nacimiento ni en su concepto. También está en discusión su contenido,
30 Gozaíni, Osvaldo A., Introducción al derecho procesal constitucional, Santa Fe,
Argentina, 2006, pp. 22 y 23.
31 Sagüés, Néstor P., Derecho procesal constitucional, IV: Habeas Corpus, Buenos
Aires, 1998, p. 227), a quien ha seguido Mooney (“Derecho procesal constitucional”,
Tratado de derecho constitucional, cit., nota 28, t. IV, p. 11), se adhieren a un concepto
que llaman mínimo o restringido del derecho procesal constitucional, que se circunscri-
be a dos temas esenciales: la magistratura constitucional y a los procesos constituciona-
les, que tal vez, dice el último “se podrían sintetizar en uno solo: la jurisdicción consti-
tucional”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 455

es decir, cuáles son las materias que se encuentran comprendidas en su


seno. Ciertamente que determinadas materias caen indisputablemente
dentro del campo del derecho procesal constitucional, tales como el ha-
beas corpus, el recurso extraordinario de inconstitucionalidad o el ampa-
ro que aparecen claramente como institutos pertenecientes a esta materia.
¿Pero cuáles son las otras?
Una pregunta preliminar es si el contenido del derecho procesal cons-
titucional es variable. En ese sentido habrá que ver también si como de-
recho en formación se encuentra en disputa con otras ramas del derecho
procesal. Finalmente, de darse la disputa, habría que determinar los cam-
pos individuales y comunes de las distintas divisiones procesales.
a) Variabilidad. En primer lugar debemos tener en cuenta que el con-
tenido del derecho procesal constitucional resulta variable. Ello se produ-
ce por dos razones. Primero, por tratarse de una materia en formación
que tiene que fijar su ámbito específico, lo que se puede lograr luego de
ir decantando a través de la doctrina y jurisprudencia el mismo. Segundo,
porque en los distintos países existen sistemas constitucionales diversos,
los modelos de frenos y contrapesos son dispares y aún podríamos consi-
derar la existencia de sistemas despóticos que no obstante deben que te-
ner algún tipo de derecho constitucional.
b) Formación. El derecho procesal constitucional se halla naturalmen-
te en disputa con las otras ramas del derecho procesal. Ello resulta inevi-
table en tanto que las materias sobre las que ahora pretende el derecho,
procesal constitucional afianzar su autonomía han sido contenido de
otras ramas del derecho procesal que, naturalmente, por vía de fijación
de contenido, una cierta inercia y la tendencia conservadora del derecho
disputan palmo a palmo cada grano de arena de la temática en la que
confluyen. Aunque esto significa un gasto de energías sin ventaja alguna,
ya que la dependencia de los temas en cada división del derecho procesal
no modifica su valor ni su alcance, la situación se da y la experiencia
muestra que los hombres de derecho tienden a tener esas conductas.
c) Campos individuales y comunes. Dadas las circunstancias mencio-
nadas en el apartado precedente, cabe diferenciar algunos campos, admi-
tiendo que en determinados contextos y situaciones algunos son indivi-
duales y otros comunes. No es muy fácil determinar este aspecto, en
razón de la confusión que las mismas leyes tienen sobre la materia. Pero
a manera de ejemplo podemos decir que es de pertenencia del derecho
456 ENRIQUE FALCÓN

procesal constitucional la cuestión relativa al recurso extraordinario de


inconstitucionalidad federal y que es un campo común el de los intereses
difusos o colectivos, ya que en este último caso no es de la esencia de los
mismos que tramiten por vía de amparo como aparentemente surgiría de
la Constitución argentina en el artículo 43.32 Más bien, el amparo sería
una situación especial en la que se pueden encontrar en ciertos casos los
intereses difusos o colectivos.
Sin perjuicio de que los principios y fundamentos del derecho proce-
sal en general comprenden (obviamente) los del derecho procesal consti-
tucional, la visión de los mismos desde el punto de vista de este último y
su interrelación con las distintas cuestiones, amerita un estudio pormeno-
rizado de ellos como integrantes de la materia. También se enfoca la par-
ticularidad de los procesos constitucionales que nacidos en distintos
momentos y provenientes de distintas vertientes presentan, salvo nor-
mativas especiales, una diversidad sistemática en su presentación y de-
sarrollo que impide en muchos casos abordarlos con reglas comunes.
De manera que, aunque discutible en muchos aspectos, se puede optar,
en el campo del contenido del derecho procesal constitucional, por in-
cluir los siguientes temas, más allá de la forma en cómo están legislados.
De estos procesos se deriva:
1) La cuestión federal, que puede desembocar en la Corte Suprema de
Justicia de la Nación por vía del recurso extraordinario de inconstitucio-
nalidad federal (en razón del sistema difuso que existe en Argentina, o
tribunales superiores o constitucionales según los países), al que se pue-
den sumar los recursos de inconstitucionalidad provinciales, en atención
al régimen federal de nuestra nación, o bien recursos extraordinarios con
sistemas no difusos o concretos en otros modelos.
— Como variante de la anterior y con muy diversos alcances, tenemos
también la pretensión (preventiva o no) de inconstitucionalidad.

2) De manera independiente aparecen otras instituciones como


— La acción popular.

32 El artículo 43 de la Constitución argentina dispone, entre otras cuestiones “...Po-


drán interponer (se la pretensión de amparo)... en lo relativo a los derechos... de inciden-
cia colectiva en general, el afectado, el defensor del pueblo y las asociaciones que pro-
pendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la que determinará los requisitos y
formas de su organización...”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 457

— La casación.
— El amparo.
— El habeas data.
— El habeas corpus, y
— Las cuestiones relativas a los procesos electorales y los partidos
políticos.

3) Finalmente tenemos las cuestiones relacionadas con la magistratu-


ra, que comprende tanto la designación como el juicio político a los ma-
gistrados judiciales constitucionales y otros integrantes de los restantes
poderes (aunque algunos autores opinan que este tema excede el campo
del derecho procesal constitucional) y posibles tribunales constituciona-
les, cuyo estudio requiere, por lo menos, una consideración, sin perjuicio
de nuestra posición al respecto.

d) Campos no incluidos. No hemos considerado, pese a las expresio-


nes anteriores, dos campos del derecho procesal constitucional, porque
los mismos resultan campos compartidos.
1) Los derechos humanos. El primer campo es el de los derechos hu-
manos. Las cuestiones relacionadas con los derechos humanos, si bien
tienen raigambre constitucional y pueden pertenecer al ámbito del dere-
cho procesal constitucional, de alguna manera superan y trascienden a
los Estados para transformarse en cuestiones globales y donde deben
considerarse y discutirse aspectos relativos a la jurisdicción internacional
(en la que entran además los tribunales internacionales como el de Costa
Rica o el Tribunal Penal Internacional, o los tribunales regionales como
el de la Unión Europea, entre otros). Me parece que cubren un aspecto
que deberá ser objeto de desarrollo y concreción en años venideros en
otro campo interrelacionado, pero también independiente del derecho
procesal constitucional, el que pertenece exclusivamente a los Estados.
Ello no impide su necesaria aplicación interna, pues el respeto a estos de-
rechos hace a la base de la concepción del hombre como tal.
2) El proceso colectivo. El segundo aspecto no mencionado es el de
los procesos colectivos. Ciertamente que muchos de los aspectos del de-
recho procesal constitucional caerán bajo el campo de los procesos co-
lectivos, pero éstos son sólo la vía por la cual se puede realizar el recla-
mo, que tal vez pueda ser común o constitucional, en cuyo caso también
458 ENRIQUE FALCÓN

podrá operar el amparo constitucional, pero en esencia no son exclusiva-


mente constitucionales. El proceso colectivo (no obstante lo que dice la
CN, artículo 43), en principio, por su complejidad y diferenciación, no es
por esencia un amparo. Es un proceso de conocimiento complejo, distin-
to del proceso de conocimiento ordinario, cuyo desarrollo lleva tiempo,
requiere un periodo preliminar fundamental para determinar la legitima-
ción y la representación adecuada, pruebas amplias y diferenciadas, fenó-
menos particulares en la litispendencia, control permanente, derivando
en una cosa juzgada que tiene particularidades propias, y tanto la norma-
tiva internacional, así como los proyectos sobre la materia lo presentan
como un proceso altamente complejo de conocimiento. El mismo Código
Constitucional de Tucumán muestra, en los artículos 78 y 79, esta dico-
tomía al considerar el proceso colectivo dentro del amparo. Y en estos
aspectos se confunde el proceso de amparo, con las medidas cautelares y
con la tutela anticipada. Es cierto que el amparo representa un medio de
tutela anticipada, pero no es el único. Y es la posibilidad de esa tutela an-
ticipada, ya sea sustancial o cautelar, la que permite que el proceso co-
lectivo cuente con los elementos necesarios para responder a sus fines sin
necesidad de ir a buscar elementos en otros procesos que lo único que
hacen es confundir el tratamiento y alcance de las cuestiones. De hecho,
plantear una cuestión por vía de amparo, y tramitar el juicio durante años
es un sin sentido, a menos que lo que se busque, como fue en el caso del
corralito, no pagar la tasa de justicia.

IX. COLOFÓN

La concreción actual del derecho procesal constitucional la advertimos


claramente en estos momentos, pero ha sido objeto de un largo y espino-
so camino, recorrido de manera magistral por algunos juristas preclaros
en la materia como el que hoy tenemos el gusto de homenajear al cum-
plirse los cincuenta años de su primer trabajo “Aportación de Piero Cala-
mandrei al derecho procesal constitucional” y que coincide de manera
singular con los cincuenta años del fallecimiento de Piero Calamandrei,
como marcando una continuidad en el avance de la ciencia jurídica, don-
de los gigantes nos prestan sus hombros para poder pararnos sobre ellos
y así poder ver un futuro mejor de justicia y de paz.

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