Cronica - Busco A Mi Hermana

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CRÓNICA

BUSCO A MARGARITA

Eran las ocho de la mañana y el locutor Omar Loaiza, director de la emisora Llano
del Oriente, y quien era conocido como “noticia fresca”, leyó el aviso, que solamente
lograrían escuchar los pocos que tenían radio en el pueblo… Santiago Álvarez busca a su
hermana Margarita quien desapareció en San Gil hace 15 años. Hoy ella debe tener 29
años, mide 1,60 de estatura, es de pelo negro y tiene un lunar en la mejilla derecha. Si
alguien la conoce, por favor enviar un telegrama a nombre de Santiago Álvarez, al barrio
Los Pinos, casa 5 este 18 de Vélez en Santander, o dejarle el mensaje en esta emisora.

Hoy, mientras yo pasaba frente al viejo edificio en donde quedaba la emisora hasta
hace 5 años, regresaron a mi cabeza los relatos de Santiago, quien me contó todo sobre la
desaparición de su hermana Margarita.

Así me lo comenzó a contar él: Era un lunes 8 de mayo, el reloj de péndulo de


madera acababa de dar el último campanazo anunciando que eran las 8 de la mañana,
cuando ella salió de la casa, como era su costumbre diaria, para llevarle el desayudo al
almacén en donde trabajaba mi mamá.

Ese día, mi hermanita estaba cumpliendo 14 años y estaba radiante porque en la


tarde estrenaría. Mi madre le había hecho un vestido azul celeste, con flores bordadas a
mano y con un cintón blanco que adornaba su cintura.

Jamás se me paso por mi mente, al verla tan feliz saliendo por la puerta, mientas
movía su larga cabellera negra, que esa sería la última vez que la vería, y menos me
imaginé que tan sólo a unas calles caería en las garras de un “lobo” que la asechaba desde
hacía semanas.
Aunque la aventajaba en años de edad, él era un hombre joven, pero tosco, que tan
pronto vio la oportunidad perfecta, la atrapó sin que nadie lo viera, y por medio de su físico
de campesino fornido, la subió a la fuerza a la parte trasera de su camión que estaba
estacionado en una esquina, cubierto por una carpa verde y polvorienta que cubría toda la
carrocería y la cual se convertiría en la primera celda de prisionera para mi hermana.

Tan pronto la encerró, el raptor encendió aquél viejo Ford 54 y se alejó


rápidamente, y como el viento se alejó.

Desde aquel día, me siguió contando Santiago, nuestra vida cambió para siempre, y
mientras se asomaba a la ventana con una mirada melancólica me dijo:

Usted no sabe. Esto fue como una condena para toda la familia, pero quien más me
preocupaba era mi mamá.

Cuando yo despertaba a la madrugada para levantarme a trabajar, veía la lámpara


encendida en el cuarto frente al mío con esa luz tenue que escasamente dibuja la sombra de
mi madre, ya despierta, pero sentada en la cama. Frente a ella, veía a diario aquella imagen
majestuosa y milagrosa de la Virgen María en forma de una estatua mediana ubicada sobre
la vieja mesa de madera que antes usábamos en el comedor.

Como un ritual, y mientras terminaba de despertase, cada mañana tomaba en sus


manos la biblia, ese libro que no dejaba de leer con sus letras ya casi borradas de tantas
lágrimas que habían caído sobre sus páginas. Sólo ese libro era testigo del dolor que esa
mujer de pelo blanco y entrada en años llevaba en su alma mientras con sus oraciones pedía
cada día con más fervor el regreso de Margarita a casa.

Para ayudarle, en las noches la acompañábamos en su dolor y haciendo un sacrificio


para vencer el cansancio de las jornadas de trabajo en el campo, todos los miembros de la
familia nos reuníamos para rezar el rosario que a lo largo de los años se convirtió en un
alimento diario para todos.
¿En qué instante pasó todo eso?, Todos nos sentíamos culpables, y nos reprochábamos
lamentándonos por no haber acompañado a Margarita esa mañana a llevarle el desayuno a
mi mamá. Nuestra angustia de años y años era como una gotera que cae en el patio de
manera persistente y que retumba en la cabeza con su fastidioso tic… tic… tic. Así era la
desesperación y el sentimiento de culpa, que nos perseguía día y noche, como la sombra
porque no es posible despegarse de ella.

Santiago siempre había sido cercano a mí, pero el día que me contó esta historia descubrí a
otro hombre, un hombre triste y frustrado.

Mientras me servía un tinto hecho con agua de panela, continuó su narración.

Para nosotros era un martirio escuchar a mi mamá cuando, en cualquier momento


del día, nos decía: Yo sé que ella está viva, mi corazón me lo dice, pero fue el día que al
repetir esa frase por milésima vez y que comenzó a llorar como nunca, que decidimos con
mi hermano Luis, retomar la búsqueda que habíamos abandonado años atrás,
prometiéndonos que no la dejaríamos sino hasta el día de nuestra muerte, y nuestra primera
idea fue pagar un aviso en la emisora.

Santiago era mi tío y también me narró todo lo que hicieron juntos por encontrarla,
todos los pueblos que recorrieron, me contó sobre su búsqueda por las parroquias, las
notarías, los comercios, las veredas siempre pensando en la angustia y el dolor de Margarita
el sentir la soledad y el miedo a lo desconocido y la incertidumbre que sintió desde esa
mañana que fue raptada.

Hoy, muchos años después de ese día en que me enteré de los detalles de la historia,
me encuentro aquí, frente al viejo edificio en donde funcionó la emisora de “Noticia
Fresca” hasta hace unos años cuando él murió de repente mientras leía las noticias de la
mañana.
Vine aquí porque mi instinto me trajo para revivir una parte de la historia que más tarde se
convertiría en mi propia historia.

Mientras camino, paso frente esas pequeñas y viejas casas echas con esa mescla que
sólo algunos expertos de antaño dedicados a la construcción sabían hacer con su mezcla
magistral de estiércol de vaca y barro.

Por un momento me detengo y siento ese olor porque yo también viví en una
construida con la misma técnica. Es como si el tiempo no pasara, como si existiera esa
barrera invisible que permite que todos los recuerdos estén intactos, en cada muro y que
hace que estas calles griten esas historia que están refundidas en cada rincón.

Más adelante, me detengo de nuevo para observar, una calle hecha en piedra y
pienso en la delicadeza y precisión que se necesitó para armar ese rompecabezas perfecto.
Parece cada piedra de estas hubiesen sido escogido una por una para colocarlas allí porque
se compaginan de una manera perfecta, pienso que la calle completa debería estar en un
museo.

De pronto observo a mi derecha un árbol grande se flores rosadas llamado Ocobo.


Cada una de ellas es imponente y majestuosa, y me pregunto cuántos secretos saben de esa
calle que termina en el edificio de la emisora, una construcción de dos pisos con ventanas
redondas y pintadas de color blanco en cuyas paredes aún permanece el gran logo de un
micrófono hecho a mano en cemento.

Siento una profunda tristeza, al enterarme que “Noticia Fresca” ya no volverá allí.
Al venir aquí, en mi mente estaba la idea de conocerlo y contarle la historia que comenzó
con ese aviso que él en algún momento leyó y que cambió la vida de esa joven cuyo mundo
fue impuesto a la fuerza.

Y volví a pensar en ella recién que fue raptada. ¿Qué habría pensado?. ¿Por qué estoy aquí?
¿Por qué me pasó esto a mí?, ¿En dónde donde está mi familia?, ¿Me estarán buscando
todavía?, ¿Se acordarán de mí?, ¿Cómo sería mi vida si no hubiera salido esa mañana?, ¿Mi
madre estará viva todavía?.

Lo único que sé es que al escapar, años después, de ese mundo en el que fue
obligada a vivir, floreció en ella una mujer maravillosa, una gran artista capaz de hacer
verdaderas obras de arte con trozos de barro. Una mujer que por fin pudo ponerle color y a
todas las personas que la rodeaban. También sé que ella finalmente conoció el amor, uno
que surgió de su corazón incondicional, trasparente y limpio como el agua, pero este no fue
el amor de un hombre, fue un amor diferente con el que también cambió vidas, esta vez
para bien.

También sé que esa mujer siempre hablaba desde el perdón cada vez que hablaba
sobre el hombre que le cambió el mundo, sencillamente tomando aire muy profundo y
soltándolo muy suave, como si se comiera las palabras, pensando siempre, antes de hablar.

Sé que ella decía que el que controla la lengua, controla todo su cuerpo y su mente y
también sé que adoptó la filosofía hacer todas las cosas con amor. Hablar, abrazar, enseñar,
todo lo hacía con amor.

Sé que ella fue la mejor guía y maestra porque enseñaba a tejer la vida con los hilos
del corazón y también sé que, aunque nunca tuvo la oportunidad de educarse en una
escuela, desde su libertad todo lo hizo con sabiduría…

… y todo eso lo sé muy bien, porque Margarita era mi madre.

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