Chambers de Subditos Ciudadanos. Honor Genero y Politica en Arequipa 1780 1854 PDF
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Hogares y vecinos
6. Una proporción tan grande dejefas de familia no fue inusual en las c‘u(^ es^ nus
mertcanas durante el siento XJX. Véase Arrom. The Women q f México City, 129-34; y
artículosde Barbara Botthast-Jutkeit, Qizabeth Anne Kuznesof, DonaJd Ramos.yAH**
DiazyJeffStewarten Journal ojFamily Hístory 16, no. 3 (1991).
7. ARAR/CS/Crím(12-XI1-1832), «Doña Marta Beltrán contra Doña Bernarda_ .
Juana, y Doña María Torres por injurias»; y (7-111-1827), «Contra ftancáscay M3”9
Conaie» por puñaladas a Pedro Moscoso».
familia, amistades y festividades
109
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nrta A rro y a contra lom an i s ñ q u r is P ®
•2 l'T kjl .
^ (1 7 a / , cf-.v '^a* a c o n tra Ju a n J o a é M o rta jo * .
. «Coi*a MaleoOiávez pra horraddto»,
^aníüa, amistades y festividades 111
Lo privado e s p ú b lic o
Los esfuerzos hechos por los maridos para controlar la movilidad de sus
esposas reflejan tanto su ira con que las tareas domésticas no se efectuasen
como sus sospechas de que ellas estuviesen aprovechando para ser infieles*
En tales casos, los varones se sentían con total derecho a «corregir» as¿
esposa con un castigo físico39. Toribio Gutiérrez, que vivía en la aldea de
Paucarpata, envió a su mujer, Ignacia Flores, a vender leña a la ciudadí Se
enfureció al no retomar ella sino hasta el día siguiente y se rehusó ja aceptar
sus excusas. Posteriormente, le explicó al Juez que, a menudo, peleaban por
ese tipo de cosas y que sus discusiones usualmente terminaban con él
pateándole o dándole una golpiza. En la noche en cuestión, Gutiérrez fue
más allá al golpear a Flores con una pala y empujándola afuera para que
pasara la noche en el patio. A la mañana siguiente, la encontró muerta.
Cuando el Juez le preguntó si tenía alguna razón para estar celoso; Gutiérrez
replicó que no sospechaba de ninguna persona en particular pero que, a
menudo, le había dicho a su esposa que «tu te quedarás con alguien quando
no vienes luego y pasas la noche en la ciudad»40.
La prerrogativa que el marido tenía de «corregir» a su esposa era gene
ralmente aceptada y los vednos dudaban en intervenir directamente^ tales
casos. Por ejemplo, cuando Manuel Dávila golpeaba a Rosalía, su esposa,
los testigos se escandalizaron cuando él repentinamente se volvió contra Lo
renzo Aguirre, un espectador, aun cuando este «ni defendi[ó] a la muger de
dicho Manuel quando la estaba lastimando»41. De igual modo, un testigo
intervino cuando Benito González le pegaba a su amante, María del Rosario
Condorpusa, solo después de que ella dijera no ser su esposa42. -*
H inminente peligro de muerte también podía justificar la intervención.
MartinaTapia sostuvo que, cuando su marido intentó ahogarla, fue salvada
por un maestro cerrajero que vivía en el barrio43. Sin embargo, cuando la
48. AAA/Pen (20-X-1784), «Paula Cáseres contra su marido y Rafaela !$! por adulta
rio y sevicia»; y AAA/Civ (29-X -1794), «María Rodríguez contra su esposo por sevicia-
49. ARAR/CS/Crim (3-X1-1817), «Mariano Delgado contra Teresa, María y Man*
Díaz por injurias». t
50. ARAR/Int/Crlm (24-111-1817), «Tomasa Castillo contra su esposo N a i s i s o ^ l
adulterio y homicido en conato».
51. ARAR/CS/Crim (l-X -1 8 3 2 ), «Contra Luis Barrionuevo por heridas &
familia, amistades y festividades 121
como a su mujer para cuyo efecto trayan en las manos cuernos de Toro y
piedras». Los cuernos indudablemente querían simbolizar la infidelidad, diri
gida en este caso en contra de la mujer antes que de su marido. Cuando
María Beltrán fue a la panadería de las hermanas Bernarda y Juana Torres y
las acusó de tener una aventura con su marido, le tiraron harina en la cara
para «que abriera mejor los ojos» y una de ellas «le introdujo las manos a las
partes púdicas, levantándole las polleras y pidiendo rocotos para introducirle
en ella» (en el lenguaje educado del escribano)58.
Aunque el núcleo de estos_qrupos usualmente estaba conformado por
parientes femeninos, ocasionalmente podían convertirse en grandes multitu-
de amigos-V-Pagentes. Por ejemplo, en 1815. cuando Micaela Beoasó fue
a regañar a «María de tal», la supuesta amante de su marido, la familia de la
joven la atacó «con palos, cuchillo, tijeras y piedras». Algunos de los especta
dores fueron en busca de la familia de Begaso y, según un informe, su her
mano José fue a rescatarla', acompañado por «unas chicheras conosidas
vulgarmente por las Tincalos: los Delgados disfrazados con Fresadas y otros
habitantes del varrio que tira para los Arces». La madre de María intentó
influir en los jueces acusando a Begaso, la «caudillo de aquella chusma», y a
sus aliados de haber respaldado una reciente revuelta en contra del Rey. Otro
testigo vio al grupo cuando cruzaba el puente y entraba a la ciudad, e infor
mó que estaba precedido por una multitud de niños que gritaban «abancen
guerrillas»59. Este grito sugiere la politización potencial de las disputas domés-
ticas y vecinales. *i--
Tales conflictos ritualizados demuestran la porosa frontera entre los es
pacios público v privado, y entre los intereses domésticos y los comunales.
Hasta las cuestiones.q.ue-en,apariencia tenían poco.qig ver con los asuntos
domésticos podían quedar sexualizadas. en especial cuando estaban
involucradas mujeresTEnfurecida por haber sido desalojada de una propie
dad arrendada, Cayetana Riveras fue con sus sobrinos, hijo y nuera a protes
tar afuera de la casa de María Senteno y Capas, su casera. Sin embargo, en
lugar de llamar la atención sobre la disputa del arriendo, la multitud gritó que
Senteno y Capas era infiel a su marido y que esa e ra la razón por la cual viví
fuera de la ciudad (en Yanahuara)60.
Las disputas rituales estaban arraigadas en com unidades que hahían
sido construidas por la observacióny ra'corw ersació n .llos participantes^,
bían que los insultos lanzados a sus oponentes serían repetidos^ difundidos
Algunos hasta apelaban directamente al público, gritando! «Sean ustedes
testigos»61. Estos llamados, asimismo, ap elaban a un núcleo de vaioresco.
muñes, centrados en torno del honor y, la sociabilidad, con loscuales
juzgaba y evaluaba a las personas* por lo m enos si deseaban^ccreconocidás
como parte del sector respetable de la sociedad local. El objetivo era ganarse
a cuantos vecinos fuera posible con el fin de a mpliar la red de.resoaldn ron
que uno contaba.
Estas conexiones podían resultar ser decisivas cuandoseJbuscaban con.
tratos'díentes, empleo o préstamos, y podían in crem en tarla influencia so-
cial o política que uno tenía en la com unidad. Por lo ta nto, lejos de reflejar
una ruptura de la comunidad, el conflicto estab a inseparablemente entrela-
zado con el chisme en el proceso de construir y reconstruixissxedes sociales
y —potencialmente— políticas. Es más, el lenguaje y el ritual de las dispu
tas vecinales resonaban durante las movilizaciones políticas. 4|
Chicherías
Veneno»62. Las miembros del barrio, sobre todo los hombres, se detenían, a
menudo, en la chichería local en pos de un almuerzo o cena barata. Ftero, en
los fines de semana y días de fiesta, la bebida se convertía en la atracción
principal a medida que tanto hombres como mujeres vaciaban las jarras
comunales de chicha. *
Sin embargo, más que una simple taberna o restaurante, la chichería
era un centro primario de la vida comunal. Los observadores eran ambivalentes
en su evaluación dé las personas que las frecuentaban. Travada y Córdova y
Blanco afirmaron que la clientela tendía a ser de las clases inferiores, pero el
viajero francés E. De Sartiges anotó que la misma élite bebía chicha63. Con
toda seguridad, los artesanos, trabajadores y labradores —pero también los
sacerdotes, profesionales y pequeños comerciantes— podían encontrar al
guien a quien conocían en la taberna local, de modo que podían relajarse y
visitarlacon sus amigos.
Alguien usualmente sacaba una baraja de naipes y un par de dados, y
los juegos de azar decidían quién compraría la siguiente ronda de chicha.
Otros llevaban sus guitarras para cantar a los clientes un yaraví, la caracterís
tica canción arequipeña que fusionaba armonías andinas e hispanas. La
dolorosa letra usualmente hablaba de la pérdida o traición del amor, pero
también evocaba escenas locales tales como el volcán o la verde campiña64.
Aunque la clientela era relativamente diversa, para los plebeyos las chicherías
eran un refugio particularmente bienvenido^como lo indicaba el nombre de
una de ellas: «Quitapesares». Una chichera rara vez podía permitir que un
cliente se retirara sin pagar su medio real por una jarra de chicha, pero podía
aceptar una prenda o un trabajo eventual a cambio de una bebida65. Es
más, cuando las personas no tenían dónde quedarse, las chicheras, a menu
do, les permitían pasar la noche, tal vez con el pretexto de cuidar el local66.
63. Etienne Gilbert Eugéne, conde de Sartiges, «Viaje a las repúblicas de América del
Sun*, en Raúl Barras Barrenechea, ed., Emilia Romero, trad., Viajerosen el Perú, vol. 2, Dos
viajeros franceses en el Perú republicano (1834; reimpresión, Lima: Editorial Cultura
Antartica, 1947), 16-17.
64. Juan Guillermo Carpió Muñoz, El yaraví arequipeño: un estudio históriahsodai
(Arequipa: Editorial La Colmena, 1976).
65. ARAR/CS/Crim (1 l-XI-1827), «Contra Miguel Ramos por la muerte de Franciscode
Tal».
66. Véase ARAR/lnt/Crim (4-X-1800), «Contra Matías Alpaca y otros por robo»; ARAR/
CS/Crim (22-V-1826), «Sobre la muerte de Pascual Quispe»; (4-V1I-1848), «Contra José
Quispe por maltrato e ilícita amistad con su hija Ftetrona Suñi»; y ARAR/Pref (21-XI-1831).
•Sobre investigarse la conducta de Ramón Llerena, José María MadalenoyJosé Torres».
SorahC. Chamba
67. Véase ARAR/lnt/Crim (29-11-1816), «Doña Josefa Rodríguez contra Ftetrona Romero
y oíros por injurias»; (24-111-1817), «Tomasa Castillo contra su esposo»; ARAR/CS/Crim
(15-V-1825), «Contra Julián Zegarra por puñaladas a Hermenegildo Vera»; y (7-IV-1836),
«Contra Rafael González por puñaladas a tres hombres y una mujer».
68. Véase ARAR/Corregirniento/Crim, Leg. 26, Exp. 445 (19-XII-1782), «Don Faustino
Biamonte y su esposa contra Sebastián Bedoya por lesiones»; ARAR/InVCrim (28-V-1806),
«Doña María Valdivia contra el Alcalde de Socabaya por atropellamientos»; ARAR/CS/Crim
(22-V-1826), «Sobre la muerte de Pascual Quispe»; (1-11-1849), «Contra Efedro José Vargas
por homicidio de un niño»; y (24-IV-1850), «Contra Carlos Herrera por maltratos a su
mujer».
69. ARAR/CS/Crim (26-V111-1834), «Contra Celedino Portillo por la muerte de su hija
Patronila».
70. En torno a las tabernas (pulquerías) en México, véase William Taylor, Drinking,
Homidde, andRebellion in Colonial Mexican Villages (Stanfbrd: Stanford University Press,
1979), 66-68; Michael C. Scardaville, «Alcohol Abuse and Tavem Reform in Late Colonial
México City», Híspanle American Histórica! Reuiew 60, no. 4 (1980); 643-71; y Juan Ftedro
' n' ^ Q.Jados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la Ciudad de
Emilia, amistades y festividodes 127
México durante el Siglo de las Luces (México D. F: Fbndo de Cultura Económica, 1987),
169-219. Sobre las tabernas en París, véase Garrioch, Neighborhood and Community, 23-
Thomas Brennan, Public Drinking and Popular Culture in Eighteenth'Centuiy París
(Princeton: Princeton University Press, 1988).
71. ARAR/CS/Crim (15-V-1825), «Contra Julián Zegarra por puñaladas a Hermenegilda
Vera».
72. ARAR/CS/Crim (28-V-1806), «Doña María Valdivia contra el Alcalde de Socabaya
Por atropellamientos»,
73. ARAR/CS/Crim (4-IV-1829), «Contra Manuela Chalcotupa por la muertede Pascual
Wuispe».
Satíhc^
Las pequeñas tiendas generales del barrio, asimismo, vendían com
licor, con lo cual también se convirtieron en centros de reunión b e * *
significativamente distintos de las chicherías. Los tenderos gozaban^
estatus económico y social más alto que las chicheras, vendían aguar/ ^
y no chicha, y sus clientes tendían a ser varones. Sin embargo, para nu Ü!
análisis de la cultura popular, el contraste más pertinente entre tiend*
chicherías era la distinción entre espacios públicos y privados: aunque ambl
se encontraban en el hogar de sus propietarios, solo las primeras gozaban
correspondiente derecho de privacidad. Los propietarios cerraban latienda
cuando les venía en gana, ya fuera porque se hacía tarde, porque deseaban
tener una fiesta privada, o bien porque temían que estallara el desorden14
Fbr b tanto, cuando el alcohol encendía los ánimos de sus clientes, losten-
deros se apresuraban a retirar a los agresores de su local y cerrar la puerta.
Es más, aunque algunas eran administradas por propietarias, estastien
das no eran un refugio para ellas. Mariano Domingo Quirós contrató aMar
garita Ascuña para que trabajara en la tienda de su hermana, con la única
condición de que permaneciera soltera y sin relación alguna. Cuando un
hombre apareció una noche y causó un escándalo afirmando <|ueAscuña
era su concubina, Quirós la reprendió por no decirle la verdad. A pesar desús
ruegos y decir que temía por su vida, Quirós la entregó a un sereno y,cerróla
tienda. Este último aparentemente no fue muy cuidadoso, pues poco des
pués Ascuña cayó mortalmente herida75.
Las chicheras, en cambio, antes de retirar a los ofensores, usualmente
intentaban mediar en las peleas que estallaban en sus establecimientos. Y
podían tener problemas legales incluso si intentaban expulsar a^los clientes
díscolos. Cuando Juan Galiano fue sentenciado a ser exiliado por haber
ingresado a la fuerza en una chichería y haberle pegado é la dueña, su
74. Véase ARAR/lnt/Crim(24-IX-1803), «Doña Isabel Rosa contra Josef Savala yotros
por injurias»; (l-VIl-1808), «Contra Juan Antonio Manrique y otros por robo»;
1824), «Causa sobre la muerte de Manuel Vilca»; ARAR/CS/Crim (28-X-1828), «Contra
Pedro Fonton por puñaladas a Doña María Dolores Ureta»; (22-VM829), «Contra en
Santiago Le Brís por la muerte de Miguel Linares»; (7-VIII-1830), «Contra Eusebia Ortizpor
puñaladas a José María Poblete»; (22-VII-1833), «Contra Pedro José Madueño por
pear a Ramón Esquível»; (29-JII-1836), «Contra Mariano Martín Cañoli por expresiones
contra unos soldados Bolivianos»; y (10-VI-1836), «Contra Inocencio Pardo por heridasa
P&bloRosado».
75jWAR/es/Crta, (7-XI-1854), «Contra Francisco Sancha Muigufe por herida’
Margantó Ascuñ^. Véase también ARAR/Inf/Crím (23-X-1787) «Lorenso Aguije corto*
Manuel Dávila por heridas».
Familia- amistades y festividad® 129
Las fie s ta s
76. ARAR/CS/Crim (20-X-1831), «Contra Juan Gaiiano y Matías Bedoya por haber
Portado armas prohibidas, entrado a fuerza a una chichería y estropeadoa lasdueñasde
ella».
77. No encontré otra referencia a las chicherías como casas de prostituciónformales; el
Rogado probablemente estaba jugando con los estereotipos quela élitetenía. ARAR/CS/
Crim( 12-VIII-1833), «Contra Juan Ibáftez y Casimiro Corrales por fingirsede laFblieía».
130
78. Para estudios comparativos de las fiestas en México v*éanse los ensayos en \Wfaw ^
Beezley, Cheryi English Martin y William E. French, eds., R ituab ofR u le , í?*ua¿saffiests*jnoc
Public Celebrations and Popular Culture in México (Wilmington: S ch d arfy Resources. 1994)
79. Rara el período colonial, las actas del cabildo se refieren a las fiestas cívicas. Los
regaros de las mamas antes y después de la Independencia Que están en la BNP indura* b6
Docs. D8234, DI 1879, DI 1258, DI 1257, DI 18%, DI 1557 y D10779.
Famiiia amistades y festividades 131
Por espectaculares que fueran las fiestas cív icas, n o podían com p^
con las festividades religiosas, que estab an m ás c e r c a del corazón del
b!o. El único registro que ha q u ed ad o d e los desfiles y ios juramentos de
lealtad son las descripciones hechas p or el cab ild o o p o r un visitante oca
sional. en tanto que las referencias a la P a scu a , N avid ad o las numerosas
fiestas de los santos aparecen en tod o tipo d e d o cu m en to s. Hasta los inte
grantes del cabildo admitían implícitam ente la m a y o r importancia de 1%
fiestas eclesiásticas; ellos se peleaban co n tin u am en te entre sí o con los
funcionarios de la Iglesia en tom o a los h o n o res q u e se les debían rendir
durante tales celebraciones®.
Oficialmente, los eventos principales diferían p o c o d e las fiestas cívicas,
organizando las parroquias antes que el cabildo las procesiones y misas. Pero
las evidencias sugieren una mayor participación p op u lar Para 1803, muchos
herreros intentaban zafarse de su papel tradicional c o m o acompañantes de
la imagen de la Virgen durante la celebración d e la Inm aculada Concepción,
dados los costos36. De otro lado, las mujeres del «gremio de ajiceras» se indig
naron cuando el Alcalde indígena de Santa M arta retiró su arco de su ubica
ción central con el fin de favorecer a las v en d ed o ras d e co ca durante las
festividades de su santa patrona87. Tal vez el entusiasm o e ra más fuerte en las
festividades locales y entre mujeres, en co m p aración co n los hombres. Du
rante la Semana Santa de 1789, el Obispo orden ó q u e ellas fueran relegadas
al fondo de la procesión en la parroquia de S an ta M arta. Su asistente infor
mó que había impedido exitosamente que una m ujer llevara un pendón a la
cabeza del desfile, pero que había tenido m ás problem as manteniendo sepa
rados a los sexos «por el mucho concurso»®.
Con todo, el papel principal de la población d uran te las celebraciones
religiosas era, una vez más, el de espectador. L os arequipeños indudable
mente apreciaban un buen espectáculo, co m o Flora Tristán ácidamente ob
servase: «A los arequipeños les gusta toda la clase d e espectáculos. Acuden
con igual complacencia a las representaciones teatrales que a las religiosas.
85. Véase, por ejemplo, AMA, LEXP 1 (28 de abril de 1791). «Expediente sobre Jas
Procesiones de Semana Santa»; y (5 de diciembre de 1794), «Expediente sobre si en pie, o
de Rodillas ha de recibir la Bendición Episcopal»; y minutas de las reuniones del cabido en
AMA.LAC26.
86. ARAR/lnt/Adm(19-XI-1803), Recurso del Gremio de Herrería.
87. BNPdoc. D6052 (1805), «El Gremio de Ajiceras contra el Alcaide de Naturales sobre
despojo».
88. BNPdoc.C4146 (1789), «Sobre Procesiones de Semana Santa».
p^Üia. amistades y festividades 133
89. Tristán, Peregrinaciones d e una paria, 202; Peregrinations ofaPariah, 124; véase
también 107-8.
90- Estos detalles de las fiestas provienen de la declaraciones de los testigos en causas
criminales. Véase ARAR/CS/Crim (22-V-1826), «Causa sobre la muerte de Pascual Quispe»;
(10-VI-1836), «Contra Inocencio Pardo por herir a Pablo Rosado»; (7-VJH-1832), «Don
Estanislao Bravo contra Don Mariano Montañez por rapto»; (4-VM-1833), «Para determi
nar quienes hirieron y robaron a Don Mariano Espinoza»; y (l-Vll-1836), «Contra Diego
tcheco por robo».
91. Tristán, Peregrinaciones d e una paria, 205; Peregrinations ofaPariah, 126.
92. ARAR/lnt/Crim (1 -111-1816); «Doña Juana Flores contra Bernardo fóstor».
134
93. Tal como fuera reportado por los testigos llamados a declarar en la causa crunB^
contra Gane: ARAR/CS/Crim (19-111-1832), «Contra José Bennet Crane por la muerte
AsaBoume».
94. Blanco, «Diario dd viaje del Presidente Orbegoso al sur del Fterú», 292.
95. IbkL, 292.
96. BNPdoc. D1927 (1842), «Gran espectáculo para el lunes de carnavales». Un caso (fe
desordencolectivosí tuvo lugar cuando los habitantes del valle de Yarabam ba (tanto indíg6-
ñascomo españoles) fueron ¡notados a amotinarse el domingo de C arnaval y destruye*0*1
d canal que llevaba agua a Chapi. Véase ARAR/Int/Crim (16-X-1794), .D o n Ignacio Evtf
contra DonAnselmoJosef de Rivera por azonada».
familia, amistades y festividades
135
97. ARAR/Pref (20-11-1828), «Mercedes Tapia contra Don José López y DonMariano
Arróspide por puñaladas a su hijo Marcelo Arayco».
98. Las citas provienen de la declaración de MarianoAróstegui el 23 de febreroyMagda
lena Tapia el 27 de febrero, y de la petición hecha por Mercedes Tapia con fecha 21 de
febrero, en ARAR/Pref (20-11-1828), «Mercedes Tapia contra DonJosé LópezyDonMariano
Arróspide».
136 1
si bien el caso enfrentaba a los integrantes de dos clases, este permaneció 1
el nivel personal y jamás desafió directamente el ordenamiento social ? 1
este sentido, el Carnaval arequipeño parece haber actuado prinópoln^ I
como una «válvula de seguridad», com o una fuga de los esfuerzos cofidiana
por ganarse la vida, y no como un mundo verdaderamente puesto al revés*
Las autoridades arequipeñas, por lo general, toleraban el «inevitable»
mo de alcohol y los desórdenes que acom pañaban las fiestas, del misino
modo que Juana Flores permitió a su esclavo unirse a las festividades. Es
más, había señales de una creciente brecha entre la alta y la baja cultura, a
medida que la élite emulaba cada vez más los modelos europeos1®.
Pese a que las chicheras eran respetadas por sus clientes y vecinos, a
menudo eran objeto de burla por parte de sus superiores sociales, quieneslas
asociaban con el desorden, la inmoralidad y el deshonor. GregoriaRodríguez,
por ejemplo, se opuso al matrimonio de su hijo Juan Muños con Brígida
ciencia porque esta era «una mulata chichera de oficio y de una conducta
inhonesta con que esta infamada» y su trabajo «no sirve mas que para con
gregar hombres ebrios y disolutos, con que hará tormentosa e inquieta la
vida maridable»103. De igual modo, cuando Martina Tapia abriójuicio a Ra
fael Salas, pidiendo que cumpliese su promesa de matrimonio, él respondió
que jamás podría hacerlo por ser ella una chichera, lo «qual trae concigo
desastrada vida, y ser [ella] de vajo linaje, respecto al mío»104.
Los distintos pareceres existentes con respecto a las chicherías choca
ron en 1830, en una disputa entre Toribio de Linares, el Diputado de Policía
de la municipalidad, y María Escalante, propietaria de una de ellas. Según
Linares, él estaba cumpliendo su ronda, intentando que los vednos limpia
ran su sección de la calle de La Ranchería. Cuando le dijo a Escalante que
no echase las aguas fétidas de su chichería, ella replicó insolentemente que
«no me conocía por Juez». Escalante sostuvo que simplemente intentó expli
carle a Linares que una reciente tormenta, y no su chichería, había converti
do la calle en un lodazal, y que ella apelaría el caso ante una autoridad más
alta.
No era una amenaza vacía, pues presentó cargos en contra de Linares
por haberla arrestado violentamente sin causa alguna, «pues era honrrada, y
muger de bien, y no había cometido delito para que se le ilebase con escandaio».
Como veremos, «hombre de bien» se refería a los varones honrados y llama
la atención que Escalante haya usado este término Varios testigos que tam
bién estuvieron en la chichería, al parecer ciudadanos respetables, corrobora
ron su historia. Escalante ganó la primera vuelta cuando el juez Zavala la
dejó salir de la cárcel y ordenó a Linares que se presentara ante el tribunal, a
pesar de su puesto en el concejo de la ciudad, pues «todos los peruanos son
*9uales ante la ley».
Sin embargo, Linares no se dio por vencido tan fácilmente y llevó el
caso ante el Prefecto. El concejo municipal se quejó de que la corte debía
apoyar la autoridad de la policía para evitar que se convirtiera en «el escarnio
105. Todas las citas de este caso provienen de ARAR/CS/Crim (4-1-1830), «Contra Doña
Mana Escalante por resistir al Diputado de Policía D. Toribio de Linares».1 II
106. Rarareferencias, véase ARAR/lnt/Crim (19-111-1806), «Causa sobre el robo de pesos
a Don Pedro Yansen»; ARAR/CS/Crim (28-VHI-1830), «Don Joaquín de Otero contra Don
Valeriode Arrisueñopor injurias»; y (19-111-1832), «Contra José Bennet Crane por la muerte
de AsaBoume».
107. El Republicano, 27 de juliode 1833,6; y 7 de septiembre de 1833,7. El inmigrante
francés DesideroGirard ya había anunciado una tienda que vendía caramelos, sorbetes y
vinosimportados; véase El Republicano, 31 de diciembre de 1825,24.
Familia, amistades y festividades 139
108. En 1838 , un sastre de Lima abrió una tienda que, según anunciaba, brindaría las
últimas modas de París y Londres; véase El Republicano, 10 de febrero de 1838,6. Este
afrancesamiento de las clases altas mexicanas había comenzado en el siglo XVIII véase
ViqueiraAlbán, ¿Relajados o reprimidos?, 15. Los visitantes europeos seguíanencontrando
que a Arequipa le faltaba refinamiento; véase Haigh, «Bosquejos del Fterú, 1825-1827», 29;
yTristán, Peregrinations o f a Púriah, 132.
109. «Fblicía», El Republicano, 18 de mayo de 1833,8.
110. Tristán, Peregrinaciones d e una paria, 206; Peregrinations of a Pariah, 127.
111. E/ Republicano, 12 de abril de 1828,65; 31 de mayo de 1828,95; 21 dejunio de
1828,110; 2 de agosto de 1828,135; 4 de octubre de 1828,3; 1 de noviembrede 1828,5-
1®de noviembre de 1828,4; y 22 de noviembre de 1828,4.
, 112- En una carta fechada el 16 de julio de 1853, reimpresa en El Republicano, 20dejulio
^ 1853,3-4.
140
tanto paralizado el curso de la justicia, en los juzgados y tribunales d«¡
las labores del campo, y abandonados los talleres de los artesanos*»®38
Este decreto sería implementado fielmente por las autoridad
arequipeñas, quienes le sumaron bastante de su propia cosecha. Los furxfo
narios republicanos reconocieron la conexión entre la cultura popular yfe
necesidad de controlar tanto la disciplina de los trabajadores como sumoví,
lizadón política. Es más, usaron el lenguaje del honor para discutir y definir
estos problemas.