4.2. - Dossier Tema 4
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TEXTO 1: “Vano es el conocimiento que no sirve para aliviar un dolor humano” (Epicuro)
TEXTO 2: “Por lo demás, me es odioso todo aquello que únicamente me instruye pero sin
acrecentar o vivificar de inmediato mi actividad.” (Goethe, carta a Schiller, 19 de diciembre de 1798;
Nietzsche inicia con esta cita su Segunda consideración intempestiva, titulada Sobre la utilidad y los
perjuicios de la historia para la vida).
TEXTO 3: .- “¡Acuérdate, impaciente; acuérdate, descontentadizo, cómo era en otro tiempo!
Compara un momento este viaje de hoy con los de antaño, sobre todo con los primeros viajes de aquellos
temerarios que descubrieron, en beneficio nuestro, estos mares inmensos y un mundo nuevo, y
avergüénzate en su memoria. Intenta representártelos partiendo en sus frágiles barcas de pescador hacia
lo desconocido, ignorantes de los derroteros, perdidos en lo infinito, continuamente expuestos al peligro,
al capricho de las inclemencias del tiempo y a todas las torturas de la escasez. Sin luz en la noche, sin
más bebida que el agua tibia de las cubas y la que recogieran de las lluvias; sin más comida que la sosa
galleta y el tocino rancio, y aun faltos días y días de esta somerísima alimentación. Ni una cama, ni el
oasis de una tregua, infernal el calor, sin misericordia el frío, y además la conciencia de la soledad, del
desamparo en el desierto cruel del agua. Allá, en los hogares, durante meses y años, nadie sabía dónde
estaban; ni ellos mismos sabían adónde iban. La escasez era su compañera, la Muerte los cercaba de
noche y de día en mil formas, por mar y tierra; no podían esperar más que peligros, así de los hombres
como de los elementos, y durante meses y años la soledad más espantosa rodeaba sus míseras
embarcaciones. Sabían que nadie saldría a su socorro, que no encontrarían un solo barco durante meses
y meses en aquellas aguas no surcadas, que nadie los sacaría del apuro y del peligro, ni podrían hacer
saber su muerte, su fracaso. Así revivían en mi interior los primeros viajes de los conquistadores del
mar, y hube de avergonzarme de mi impaciencia.” (Zweig, Magallanes, 1999: 6-7)
TEXTO 4: “la aventura posee principio y final en un sentido mucho más nítido de lo que
acostumbramos a predicar de otras formas de nuestros contenidos vitales. (…) [Y eso debido] “a su
desvinculación de los entrelazamientos y encadenamientos de aquellos contenidos, a su centrarse en un
sentido que existe para sí.” (Simmel, “Sobre la aventura”, 2001: 19)
TEXTO 5: “He llegado hoy de mi ciudad; he descendido desde mi nomo; construí una
mansión; instalé su puerta; excavé un estanque; planté sicómoros. Su majestad me alabó. Mi padre hizo
testamento en mi favor. Yo fui uno excelente..., querido por (su) padre, alabado por su madre, amado
por todos sus hermanos. Di pan al hambriento, y vestidos al desnudo. He transportado a aquél que no
tenía barca. ¡Oh, (vosotros) que vivís sobre la tierra y que pasáis ante esta tumba, hacia el norte o hacia
el sur!, habréis de decir: "Dos mil panes, y cerveza, para el señor de esta tumba". Yo velaré (entonces)
por ellos en la necrópolis. (Porque) yo soy un espíritu excelente y (bien) equipado; mi sacerdote-lector
conoce su palabra. Y con respecto a todo aquel que entre en esta tumba sin purificarse, lo atraparé como
a un pajarillo, y será juzgado a causa de ello por el gran dios. (…)"La majestad de Merenré, (mi) señor,
me envió junto con (mi) padre, el Compañero Único y Sacerdote-lector Iri, a Yam, para abrir la ruta
hasta esta tierra. Lo hice en siete meses; traje de allí todo tipo de bellos y raros presentes. Fui alabado
extremadamente a causa de ello.” (Autobiografía de Herkhuf, s. XXIII a.C., en J. M. Serrano Delgado,
Textos para la Historia Antigua de Egipto, Madrid, 1993: 74-78)
TEXTO 6: “Su majestad me envió por segunda vez, solo. Salí por la ruta de Elefantina y
descendí por Irtjet, Makher, Terers e Irtjetj, en el espacio de ocho meses. Traje productos de este país en
gran cantidad, cuyo igual jamás había sido traído hasta esta tierra anteriormente. Descendí hasta la
proximidad de la mansión del príncipe de Setju e Irtjet, y exploré esas tierras extranjeras. No pude
constatar que hubiera hecho (eso) ningún Compañero o Jefe de los Intérpretes que hubiera ido a Yam
anteriormente.
(Entonces) me envió su majestad por tercera vez a Yam. Salí desde el nomo de Tinis por la ruta
de los Oasis. Encontré que el príncipe de Yam había marchado hacia el país de Temehu para golpear a
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los Temehu, en la esquina occidental del cielo. Salí tras él hacia la tierra de Temehu y lo apacigüé, de
forma que él adoró a todos los dioses para (mi) señor." (Autobiografía de Herkhuf, s. XXIII a.C., en J.
M. Serrano Delgado, Textos para la Historia Antigua de Egipto, Madrid, 1993: 74-78)
TEXTO 7: “Ven hacia el norte, hacia la Residencia, inmediatamente. Apresúrate y lleva
contigo a este pigmeo que tú has traído del país de los Habitantes del Horizonte vivo, sano y salvo, para
las "danzas del dios", para alegrar el corazón, para deleitar el corazón del rey Neferkaré, que vive para
siempre. Cuando suba contigo al barco, haz que haya hombres capaces que estén alrededor de él en la
cubierta, para evitar que caiga al agua. Cuando duerma por la noche, haz que hombres capaces duerman
alrededor de él en su tienda. Ve a controlar(lo) diez veces por la noche. Mi majestad desea ver este
pigmeo más que los productos de la tierra de las minas y del Punt.
Cuando llegues a la Residencia y si este pigmeo está vivo, sano y salvo contigo, mi majestad
hará para ti grandes cosas, más que lo que fue hecho para el canciller del dios Baurdjed en tiempos del
rey Isesi, de acuerdo con el deseo de mi majestad de ver este pigmeo. Han sido enviadas órdenes al "jefe
de las ciudades nuevas", Compañero y Superior de los Sacerdotes, para mandar que se proporcionen
suministros de lo que está a cargo de cada uno, de cada almacén, de cada depósito y cada templo que no
disfrute de exenciones”. (Autobiografía de Herkhuf, s. XXIII a.C., en J. M. Serrano Delgado, Textos
para la Historia Antigua de Egipto, Madrid, 1993: 74-78)
TEXTO 8a: “Es preciso llevar abundantes artículos, y bien elegidos, para trocarlos por las
mercancías tan anheladas. Nadie como Magallanes conoce, por sus viajes a Indias, el gusto ingenuo de
los hijos de la Naturaleza. Le consta que hay dos cosas que hacen efecto en todas partes: el espejo, dentro
del cual el habitante de la tierra, sea negro, moreno o amarillo, ve con asombro su propia cara, y luego,
las campanillas y los cascabeles, encanto eterno de las almas infantiles. No menos de veinte mil de esos
sonoros chirimbolos lleva la flota consigo, junto con novecientos espejos pequeños y diez grandes de
los cuales, por desgracia llegarán rotos 1a mayor parte y cuchillos made in Germany que la lista subraya
en estos términos: "400 docenas de cuchillos de Alemania, de los peores", cincuenta docenas de tijeras
y, naturalmente, los imprescindibles pañuelos de bolsillo de vivos colores, y las caperuzas encarnadas,
los brazaletes de latón, la pedrería falsa y los abalorios. Pónense aparte, así como otros trapos chillones
de lana y de terciopelo, un par de trajes turcos; en conjunto, la más infame pacotilla, tan poco apreciada
en España como las especias en las Molucas, pero que llena idealmente la función mercantil, de modo
que tanto el comprador como el vendedor mejoran en el trueque diez veces el valor de la mercancía que
ofrecen, haciendo ambos fuertes ganancias.” (Zweig, Magallanes, 1999: 95)
TEXTO 8b: E “en esta frontera [de Armenia con Georgia] existe una fuente de donde brota
tanto aceite y con tanta abundancia que se podrían cargar cien barcos a la vez. No es bueno para comer,
pero sí para quemar y para la sarna y otras cosas.” (Marco Polo, Libro de las maravillas del mundo,
capítulo XXI)
TEXTO 8c: “Nadie como Magallanes conoce, por sus viajes a Indias, el gusto ingenuo de los
hijos de 1a Naturaleza. Le consta que hay dos cosas que hacen efecto en todas partes: el espejo, dentro
del cual el habitante de la tierra, sea negro, moreno o amarillo, ve con asombro su propia cara, y luego,
las campanillas y los cascabeles, encanto eterno de las almas infantiles. (…) en conjunto, la más infame
pacotilla, tan poco apreciada en España como las especias en las Molucas, pero que llena idealmente la
función mercantil, de modo que tanto el comprador como el vendedor mejoran en el trueque diez veces
el valor de la mercancía que ofrecen, haciendo ambos fuertes ganancias.” (Zweig, Magallanes, 1999:
95)
TEXTO 9: “Maravíllanse principalmente los isleños [de la isla de Cebú] ante el hierro, ese
duro metal que traen los forasteros, de tan magnifica utilidad para las armas, la azada, el arado; en
comparación, les parece de poco valor el pálido oro y, como en el bendito año de la guerra de 1914,
truecan entusiasmados oro por hierro. Catorce libras de este metal, no muy estimado en Europa, son
pagadas con quince libras de oro, y Magallanes se ve obligado a ordenar una rigurosa prohibición de tal
comercio a los marineros (que, embelesados ante la loca prodigalidad de los menospreciadores del oro,
empezaban a vender, a cambio del precioso metal, ropas y hacienda), para evitar que los indígenas
empezaran a sospechar, por la extrema demanda, el valor de aquel metal, lo cual motivaría la
depreciación de los objetos de trueque.” (Zweig, Magallanes, 1999: 173)
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TEXTO 10a: “Navigare necesse, vivere non necesse.” (Plutarco, Vidas paralelas, “Vida de
Pompeyo”)
TEXTO 10b: .- “En el principio eran las especias... Desde que los romanos, a través de sus
viajes y sus campañas, empezaron a hallar gusto en los ingredientes estimulantes, calmantes o
embriagadores de Oriente, las tierras occidentales no saben ya prescindir de la especiería de las drogas
índicas, tanto en la cocina como en la bodega. Hasta muy entrada la Edad Media, la alimentación nórdica
resulta sosa hasta lo inconcebible, y aun las hortalizas hoy día más comunes, como las patatas, el maíz
y los tomates, tardarían todavía mucho en adquirir carta de naturaleza en Europa; el limón como
acidulante y el azúcar para endulzar son todavía una vaguedad, y los sabrosos tónicos, el café y el té, no
se han descubierto aún. Hasta entre los príncipes y la gente distinguida, la burda voracidad es el desquite
de la monotonía sin espiritualidad de las comidas. Y aparece el prodigio: un solo gramo de un
condimento indico, un poco de pimienta, una flor seca de moscada, una punta de cuchillo de jengibre o
de canela mezclados en la más grosera de las viandas, bastan para que el paladar, halagado, experimente
un raro y grato estímulo. Entre el tono mayor y el menor de lo ácido y de lo dulce, de lo cargado y de lo
insulso, aparecen de pronto una serie de ricos tonos y semitonos: los nervios del gusto, todavía bárbaros,
de la gente medieval nunca se satisfacen bastante con los estimulantes nuevos: un plato no está en su
punto si no lo cargan de pimienta; llegan a echar jengibre a la cerveza y refuerzan el vino con especies
molidas, hasta que cada sorbo quema en la garganta como la pólvora. Pero no se limitaba a la cocina el
uso de abundantes masas de especiería. La vanidad femenina es también cada vez más exigente respecto
a los aromáticos de Arabia, y va del almizcle voluptuoso al ámbar sofocante y al dulce aceite de rosas;
los tejedores y tintoreros hacen elaborar para ellas las sedas chinas y los damascos de la India, y los
orfebres, montar las perlas blancas de Ceilán y los azulados diamantes de Narsingar. Más
imperiosamente todavía, la Iglesia católica impulsa el consumo de los productos orientales, pues de los
millares de millones de granos de incienso que levantan el humo de los incensarios movidos por los
celebrantes en los millares de iglesias, ni uno solo ha salido de tierra europea; cada uno de esos millares
de millones de granos de incienso llegaban por mar, embarcados en tierras de Arabia. También los
boticarios son asiduos clientes de los tan celebrados específicos de Indias, tales como el opio, el alcanfor,
la tan estimada resina, y saben por experiencia que para el enfermo no hay bálsamo ni droga que parezcan
tan activos como los que en los botes de porcelana que los contienen llevan en letras azules las palabras
mágicas arabicum o indicum. Por su carácter de cosa selecta y rara, y quizá también por lo elevado del
precio, todo lo oriental ejercía una atracción hipnótica en los europeos. Como en el siglo dieciocho lo
francés, los atributos árabe, persa, indostánico, se identificaban en la Edad Media con los conceptos de
exuberante, refinado, distinguido, cortesano, costoso y precioso. Ningún artículo tan apetecido como la
especiería. Era como si el aroma de las flores orientales hubiera enajenado con su mágica influencia el
alma de Europa.
Precisamente porque, con el aceite de la moda, es tanta la demanda, la mercancía índica se
mantiene a altos precios, que siguen subiendo. Hoy son poco menos que incalculables las curvas de
aquellos precios en continua alza, ya que todas las tablas caen en lo abstracto, y es aún más fácil hacerse
cargo de la loca supervaloración de las especias por vía óptica, recordando que la misma pimienta que
hoy hallamos a libre disposición en cualquier mesa de onda, y que se prodiga como si fuera arena, al
principio del segundo milenario era contada por granos y casi tan apreciada al peso como la plata. Tan
sólido se consideraba su valor, que eran varios los Estados y ciudades que calculaban a base de pimienta,
como si fuera un metal noble: a cambio de pimienta se adquirían haciendas, se pagaban dotes y se obtenía
el derecho de ciudadanía; príncipes y ciudades cobraban tributo en pimienta, y cuando en la Edad Media
se quería ponderar la riqueza de un hombre, se le motejaba de saco de pimienta. EI jengibre, la canela,
la quina y el alcanfor se pesaban en balanzas de orfebre o de boticario, tomando la precaución de cerrar
puertas y ventanas, no fuera que una corriente de aire aventara ni siquiera una dracma de polvo precioso.
Absurda podrá parecer hoy esta valorización, tanto como justificada la vemos en cuanto consideramos
las dificultades y el riesgo del transporte. Oriente y Occidente están en aquel entonces a una distancia
imponderable entre sí. ¡Cuántas dificultades y obstáculos tienen que vencer los buques, las caravanas,
los carros en sus trayectos! ¡Que odisea han de afrontar cada grano, cada flor, desde que se cosechan en
el archipiélago hasta que, llegados a la última playa, descansan sobre el mostrador del tendero europeo!
Ninguna de esas especias es en sí misma una rareza. Allá, a la otra parte del globo terráqueo, crecen los
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tallos de canela, de Tídore, los clavos de Amboina, las nueces moscadas de Banda, los arbustos de
pimienta del Malabar, con la misma prodigalidad y espontaneidad que los cardos en nuestro suelo, y allá
en las islas malayas, un quintal de ellos no tiene más valor que en Occidente lo que cabe de los mismos
en una punta de cuchillo. Pero la mercancía pasa de mano en mano, ¡y por cuántas ha de pasar hasta
llegar, a través de desiertos y mares, a las del consumidor! Como siempre, la primera mano es la que
peor se paga: el esclavo malayo que coge las flores frescas y, con los laces sobre su morena espalda, las
lleva al mercado, no recibe otro salario que el del propio sudor. Pero su dueño ya empieza a sacar
provecho del negociante mahometano que le compra su carga y la lleva, en una mala embarcación a
remo, bajo el incendio del sol, ocho, diez o más días de las islas especiarias, hacia Malaca en las
cercanías del actual Singapur . Aquí está ya al acecho la primera araña dispuesta a sacar jugo; el señor
del puerto, un poderoso sultán, exige un tributo del negociante para la descarga. Una vez satisfecho el
tributo, el romántico producto puede ser transportado a otra embarcación más grande, y vuelve a resbalar
lentamente, impelido por el ancho remo o la vela cuadrilátera, de una a otra costa índica. Transcurren
meses en ese monótono avance, y vienen las esperas interminables, cuando cae el viento bajo un cielo
ardiente, sin nubes; y el esquivar los tifones y huir de los corsarios... Trabajoso hasta lo indecible y
rodeado de peligros es ese transporte a través de dos, de tres mares tropicales; casi siempre, de cada
cinco barcos sucumbe uno por el camino, bajo la tormenta o el asalto de los piratas.
El comprador de la mercancía bendice a Dios cuando ha podido dar felizmente la vuelta a
Camboya y alcanza por fin Ormuz o Aden y, con ello, el paso a la Arabia feliz o a Egipto. Pero no es
menos deficiente la forma de fletamento que aquí empieza, ni menos arriesgada. Largas hileras de
millares de resignados camellos esperan en aquellos puertos de transición. Dóciles a la señal de su dueño,
se arrodillan, y un saco detrás de otro, los haces de pimienta y de nuez moscada vienen sobre el lomo de
aquellos barcos de cuatro patas que oscilarán lentamente a través del mar de arena. Durante meses las
caravanas árabes llevan las mercancías indicas, por Basora, Bagdad y Damasco, y Beirut yTrebisonda,
o por Dsehidda al Cairo, nombres que resuenan con las maravillas de Las mil y una noches. Antiquísimas
son esas largas rutas a través del desierto, y familiares a los mercaderes desde el tiempo de los faraones
y de los bactrianos. Pero no menos las conocen, por desgracia, los beduinos esos piratas del desierto .
A veces un ataque osado y rápido aniquila en un momento el fruto adquirido y defendido a duras penas
durante muchos meses. Lo que habría escapado felizmente a las tempestades de arena y a los beduinos,
tienta la codicia de otros: emires de Hedscha, sultanes de Egipto y Siria, que exigen el tributo, y
costosísimo por cierto, para cada fardo se calcula en cien mil ducados lo que se recauda anualmente por
derechos de pasaje de especias solamente en Egipto-. Y por fin cuando el cargamento ha alcanzado la
desembocadura del Nilo cerca de Alejandría, le espera un nuevo usufructuario, y no el menos exigente,
en la flota de Venecia. Desde la pérfida abolición de la competidora Bizancio, la pequeña República de
Venecia se ha apropiado el monopolio del comercio oriental de las especias; la mercancía, en vez de ir
directamente a su destino, ha de pasar por el Rialto, donde los factores alemanes, flamencos e ingleses
la encarecen. Y de allí, en carros de anchas ruedas, atravesarán las nieves y los hielos de los pasos
alpinos, las mismas especias que dos años antes brotaban al sol tropical, hasta dejarlas en poder del
tendero europeo y, por ende, en manos del consumidor.
Por doce manos si no más así lo apunta melancólicamente Martín Behaim en su famosa Esfera
del Mundo de 1492 , ha de pasar usurariamente la especia Indica antes de llegar a la última, la del
consumidor. "Item, conviene saber que la especiería ha de pasar por muchas manos antes de llegar a la
venta en nuestra tierra." Ni aun siendo doce las manos que se reparten la ganancia, se satisface cada una
de ellas con el áureo jugo de las especias indicas. A través de todos los riesgos y obstáculos, el comercio
de la especiería se considera el más lucrativo de los de la Edad Media, pues en él se reúnen el más
pequeño volumen y el margen más grande de beneficio. Si de cinco embarcaciones la expedición de
Magallanes es de esto un vivo ejemplo se pierden cuatro con su cargamento, y si de los doscientos
sesenta y cinco hombres que partieron vuelven sesenta y cinco, el mercader no solamente no habrá
perdido nada en el juego, sino que saldrá aún ganando: si de los cinco barcos vuelve uno solo al cabo de
tres años, su carga compensa con creces del desastre, pues un solo saco de pimienta vale en el siglo xv
más dinero que toda una vida humana. ¡No es, pues, maravilla el que, con la gran oferta de
menospreciadas vidas humanas y la avasalladora demanda de especias, las cuentas se salden siempre a
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pedir de boca! Los palacios de Venecia y los de los Fugger y Welser se construyeron casi exclusivamente
con dinero ganado en la especiería índica.
Pero la envidia va unida a los grandes beneficios como la herrumbre a la hoja de acero. Todo
privilegio será estimado por los otros como injusticia, y allí donde sólo un pequeño grupo se enriquece
en demasía, se forma inevitablemente una coalición de los perjudicados. Hace muchos años que
genoveses, franceses y españoles miran con evidente animosidad a los más listos venecianos que han
sabido captar los chorros del oro en el Gran Canal, y con más enojo todavía vuelven los ojos hacia Egipto
y Siria, donde el Islam tiene echada una cadena infranqueable entre la India y Europa. No le es permitido
a ningún buque cristiano surcar el mar Rojo, ni a ningún comerciante le es lícito el paso; todo el comercio
índico queda rigurosamente limitado a las manos de los mercaderes turcos y árabes, con lo cual no
solamente sube inútilmente de precio la mercancía para los consumidores europeos y se le hace
imposible desde un principio toda ganancia al comercio cristiano, sino que también se corre el riesgo de
que todo el sobrante de metal rico fluya hacia Oriente, ya que las mercancías europeas no tienen, ni con
mucho, el valor de trueque alcanzado por las preciosas materias índicas. Bastaba este sensible déficit
comercial para que la impaciencia de Occidente aumentase cada vez más, ansiosa de sustraerse al ruinoso
y rebajante dominio, hasta que las energías hallaron su punto de convergencia. Las Cruzadas no fueron
solamente como románticamente se ha interpretado un intento puramente místico para arrebatar a los
infieles la tierra donde se erige el Santo Sepulcro; esta primera coalición cristiano europea representaba
asimismo el primer esfuerzo lógico y ordenado conscientemente para echar abajo aquella barrera que
vedaba el mar Rojo, y franquear a Europa y a la cristiandad el comercio con Oriente. Como este golpe
se frustró y, no pudiendo arrebatar Egipto a los mahometanos, el Islam continuaba atajando el camino
de la India, se despertó el deseo de encontrar otro camino libre, independiente. El valor que dio el
impulso a Colón para explorar hacia Occidente, a Bartolomé Díaz y a Vasco de Gama hacia el Sur, y a
Cabot al Norte, hacia el Labrador, nació, ante todo, de la voluntad de descubrir, por fin, en beneficio del
mundo occidental, una ruta marítima libre, sin pago de derechos, quebrantando así la ignominiosa
prepotencia del Islam.
En todo descubrimiento o invención hay un estímulo moral, una fuerza alada del espíritu; pero,
muy en general, lo que da el empuje definitivo hacia la realización es la conciencia de unos móviles
materiales. Cierto que el rey y sus consejeros se hubieran entusiasmado, en todo caso, con la atrevida
idea que encerraban los propósitos de Colón y de Magallanes de buscar un mundo nuevo; pero nunca el
dinero necesario para sus planes hubiera corrido el riesgo, nunca los príncipes y los especuladores
hubieran armado y puesto a su disposición una flota, sin la perspectiva de poder sacar enormes réditos
de la suma empleada en el viaje de descubrimiento. Detrás de los héroes de aquella edad de los
descubrimientos se movían como fuerzas impulsivas los negociantes; también este primer impulso
heroico hacia la conquista de un mundo partía de fuerzas muy terrenales. En el principio eran las
especias...” (Stefan Zweig, Magallanes, 1999: 9-15)
TEXTO 11: “toda la desgracia de los hombres procede de una sola cosa, que es no saber
permanecer en reposo en una habitación.” (Blaise Pascal, Pensamientos, § 136)
TEXTO 12: “¿Cuántos nuevos descubrimientos, cuántas nuevas experiencias se han
alumbrado, para ayudar a la mente a penetrar más allá de esos límites en que la barbarie de los siglos
precedentes retenía encerradas a las luces? Sin embargo, se puede dudar con razón si la religión ha
recibido grandes ventajas de todas esas hermosas investigaciones; y si no ha perdido en ellas más que
ganado...” (Isaac Jaquelot, Disertación sobre la existencia de Dios, s. XVII, cit. en Paul Hazard, p. 362)
TEXTO 13: “todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres,
al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones
recíprocas..." (Marx, Manifiesto comunista, 1848)
TEXTO 14: “[En la época primitiva] la ciencia maldita de la navegación andaba oculta y
descuidada; entonces, además, la escasez de alimentos entregaba cuerpos extenuados a la muerte: ahora
por el contrario la abundancia trae naufragios”. (Lucrecio, De Rerum Natura 5, 1004-1008)
TEXTO 15: “El pino aún no había sido derribado en sus montes de origen, ni había descendido
hasta las aguas transparentes para recorrer el universo desconocido, y los seres humanos no conocían
más riberas que las propias.” (Ovidio, Metamorfosis, 1, 93-98)
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TEXTO 16: “A uno que le preguntó qué naves eran más seguras, le erspondió: “Las que están
en el puerto”. (…) Preguntándole uno si eran más los vivos que los muertos, respondió: “¿En qué clase
de esas dos ponen los navegantes?” (Diógenes Laercio, Vidas de filósofos ilustres, 1)
TEXTO 17:
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TEXTO 23: “Volved, volved en vos, no deis oído
a sus embustes, tratos y marañas,
pues todas se enderezan a un partido
que viene a deslustrar vuestras hazañas;
que la ocasión que aquí los ha traído
por mares y por tierras tan estrañas
es el oro goloso que se encierra
en las fértiles venas desta tierra.
TEXTO 26:
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Minas de Serra Pelada, Brasil (Foto de Sebastiao Salgado)
TEXTO 27: “Descubrir lo desconocido no es una especialidad de Simbad, de Erico el Rojo o
de Copérnico. No hay un solo hombre que no sea un descubridor. Empieza descubriendo lo amargo, lo
salado, lo cóncavo, lo liso, lo áspero, los siete colores del arco iris y las veintitantas letras del alfabeto;
pasa por los rostros, los mapas, los animales y los astros; concluye por la duda o por la fe y por la
certidumbre casi total de su propia ignorancia.” (Borges, “Prólogo” a Atlas, 1984)
TEXTO 28: “Nos sentimos como iluminados por una aurora, nuestro corazón desborda de
sorpresa, de presentimientos, de reconocimiento de esperanza. Pensamos: por fin se nos hace abierto el
horizonte, podemos lanzarnos a tumba abierta; por fin nos están permitidos todos los desafíos del
conocimiento; por fin ante nosotros aparece el mar en toda su grandeza.” (Friedrich Nietzsche, La Gaya
Ciencia, Edimat Libros, S.A, Madrid, 2010, pág., 178)
TEXTO 29: “Cuando en 1882, Nietzsche finalizaba el Gay saber, su India desconocida se había
transformado en realidad: pensaba haber desembarcado en las costas de un mundo ignorado, formidable,
sin nombre, del cual todavía nada sabía, salvo que se hallaba ahí lo que el pensamiento puede atacar o
destruir. Creía haber colocado un océano infranqueable entre él y toda posibilidad de refutación
intelectual, y se imaginaba encontrar una tierra virgen, situada más allá de toda crítica. Oímos cómo
resuena el júbilo altivo de esta certidumbre en los versos que escribió, a modo de dedicatoria, en mi
ejemplar del Gay saber:
El nuevo Colón
"No te fíes nunca, amiga mía,
de un genovés" -así Colón decía-;
todos ellos sepultan con codicia
en los mares lejanos la mirada.
A mí sólo me gustan las remotas,
desconocidas y extranjeras playas.
Génova desaparece allá a lo lejos.
¡Se hiela el corazón! ¡Mano a la barra!
Ante mí el mar sin fin. ¿Cuándo la imagen
surgirá de la tierra codiciada?
¡A pie firme esperemos impacientes!
Es imposible ya la retirada.
Arriba, en el espacio, nos saludan,
agitando las alas:
una dicha común, la misma muerte,
y, al fin, la misma fama.
Pero se equivocaba con respecto a la novedad del continente que había descubierto. No estaba
ubicado "más allá de todos los mundos conocidos". Su error estaba del lado opuesto al de Colón, quien,
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buscando un mundo antiguo, descubrió uno nuevo. Ya que Nietzsche, habiendo realizado la vuelta a la
tierra sin darse cuenta, había ido a parar a la costa opuesta que creía irrevocablemente haber abandonado
el día en que se había alejado a la metafísica.” (Lou Andreas Salomé, Nietzsche, México, Juan Pablos
Editor, 1985)
TEXTO 30: “Desde mi temprana juventud alentó en mí el afanoso deseo de recorrer tierras
lejanas, poco visitadas por europeos. El estudio de los mapas y el examen de los libros de viajes me
provocaban una secreta fascinación que a veces llegaba a ser casi irresistible.” (cit. en De Botton, El arte
de viajar, 2005: 137)
TEXTO 31: “Humboldt fue uno de esos prodigios del mundo, como Aristóteles, como Julio
César, como el Admirable Crichton, que surgen de vez en cuando como para mostrarnos las
posibilidades de la mente humana, la fuerza y la envergadura de nuestras facultades; fue, en suma, un
hombre universal.” (Emerson, cit. en De Botton, El arte de viajar, 2005: 138)
TEXTO 32: “La concatenación de interrogantes que desembocara en la curiosidad de
Humboldt acerca de una mosca en la cornisa de diez pulgadas del monte Chimborazo en junio de 1802
se remontaba muy atrás, a sus siete años, cuando siendo niño en Berlín visitó a unos parientes en otra
parte de Alemania y se preguntó a sí mismo: “¿Por qué no crecen las mismas cosas en todos los sitios?”
(…) Su curiosidad se vio estimulada por otros. PuSieron a su servicio una biblioteca de obras sobre la
naturaleza, un microscopio y tutores entendidos en botánica.” (De Botton, 2005: 158)
TEXTO 33: “Cabe concebir la curiosidad como compuesta por cadenas de pequeñas preguntas
que se van propagando, a veces hasta muy lejos, a partir de un foco central integrado por un manojo de
cuestiones categóricas y de envergadura.” (De Botton, El arte de viajar, 2005: 153)
TEXTO 34: “¿Por qué existe el bien y el mal? ¿”cómo opera la naturaleza? ¿por qué yo soy
yo? (…) “Si las circunstancias y el temperamento lo permiten, durante la adultez seguimos edificando
sobre estos interrogantes, nuestra curiosidad abarca regiones cada vez más vastas del mundo hasta que,
en un determinado momento, podemos alcanzar ese costoso estadio en el que nada nos aburre. Las
grandes cuestiones categóricas llegan a conectarse a otras menores, esotéricas en apariencia. Acabamos
por preguntarnos acerca de las moscas en las laderas de las montañas o sobre un determinado fresco en
la pared de un palacio del siglo XVI.” (De Botton, El arte de viajar, 2005: 155)
TEXTO 35: “Los primeros barcos portugueses que salían del Tajo hacia la lejanía incógnita
habían servido al descubrimiento; los segundos procuraban establecer relaciones comerciales con los
nuevos territorios descubiertos, en un plan pacífico. La tercera flota ya presenta en su equipo un carácter
guerrero. Este triple ritmo caracterizará toda la época colonizadora que empezaba en 25 de marzo de
1505. Durante siglos se repetirá el mismo proceso: primero se erigirá la factoría; luego, la fortificación
para su pretendido amparo. Al principio se negociará pacíficamente con los dominados indígenas;
después, así que se disponga de un numero suficiente de soldados, se les tomarán las tierras y, con ellas,
toda la mercancía. Diez años han pasado apenas y Portugal, en medio de sus nacientes prosperidades, ya
no se acuerda de que su única ambición era tener una modesta participación en el comercio de las
especias de Oriente.” (Zweig, Magallanes, 1999: 29)
TEXTO 36: “No hay literatura de esa épica viajera porque los textos de viaje últimamente se
han dedicado sobre todo a estimular los viajes de los ricos que visitan piadosamente las superficies más
miserables del planeta, sea Camboya o Palestina, sea Bolivia o Costa de Marfil.” (Giardinelli, 2008: 34)
TEXTO 37: “Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el
territorio de un Estado. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a
regresar a su país." (Artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948)
TEXTO 38: Tras ser desterrado, Diógenes exclamó: « “¡No estuvo tan mal!”, porque comenzó
a filosofar después del destierro» (Plutarco, “Sobre la paz del alma”, Moralia, Gredos, 1995: vi, § 467
c, p. 124).
TEXTO 39: «…algunos hicieron, como Diógenes y Crates, del destierro de la patria y de la
pérdida de riquezas viático para el ocio y para la filosofía.» (Plutarco, “Cómo sacar provecho de los
enemigos”, Moralia, Gredos, 2008: ii, § 87a, p. 309)
TEXTO 40: Cuando se le preguntÓ a Diógenes de dónde era, respondió: “Soy ciudadano del
mundo, (pues) la única verdadera ciudadanía es la que se extiende al mundo entero.” (Diógenes Laercio,
VI, 72) e hizo un elogio del exilio (Laercio, VI, 63)
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TEXTO 41: “El íntimo origen del libro que aquí veis se me aparece a mí mismo con toda
claridad. Nació de un sentimiento algo insólito, pero muy penetrante: la vergüenza.” (Zweig, 1999: 5)
Explica que en un viaje a América del Sur, en un trasatlántico, al séptimo u octavo día “me sorprendí en
flagrante impaciencia. Siempre el mismo cielo azul y el mismo mar azul en calma”. (Zweig, 1999: 5)
Entonces siente vergüenza: “¡Acuérdate, impaciente; acuérdate, descontentadizo, cómo era en otro
tiempo! Compara un momento este viaje de hoy con los de antaño, sobre todo con los primeros viajes
de aquellos temerarios que descubrieron, en beneficio nuestro, estos mares inmensos y un mundo nuevo,
y avergüénzate en su memoria. Intenta representártelos partiendo en sus frágiles barcas de pescador
hacia lo desconocido, ignorantes de los derroteros, perdidos en lo infinito, continuamente expuestos al
peligro, al capricho de las inclemencias del tiempo y a todas las torturas de la escasez. Sin luz en la
noche, sin más bebida que el agua tibia de las cubas y la que recogieran de las lluvias; sin más comida
que la sosa galleta y el tocino rancio, y aun faltos días y días de esta somerísima alimentación. Ni una
cama, ni el oasis de una tregua, infernal el calor, sin misericordia el frío, y además la conciencia de la
soledad, del desamparo en el desierto cruel del agua. Allá, en los hogares, durante meses y años, nadie
sabía dónde estaban; ni ellos mismos sabían adónde iban. La escasez era su compañera, la Muerte los
cercaba de noche y de día en mil formas, por mar y tierra; no podían esperar más que peligros, así de los
hombres como de los elementos, y durante meses y años la soledad más espantosa rodeaba sus míseras
embarcaciones. Sabían que nadie saldría a su socorro, que no encontrarían un solo barco durante meses
y meses en aquellas aguas no surcadas, que nadie los sacaría del apuro y del peligro, ni podrían hacer
saber su muerte, su fracaso. Así revivían en mi interior los primeros viajes de los conquistadores del
mar, y hube de avergonzarme de mi impaciencia.” (Zweig, Magallanes, 1999: 6-7)
TEXTO 42: “Los únicos pensadores griegos auténticamente caminantes fueron los
cínicos. Siempre errantes, vagabundeaban, callejeaban. Como perros. Siempre estaban por los
caminos, de ciudad en ciudad, de plaza pública en plaza pública. (…) Pues el caminante es rey:
la tierra es su dominio. Lo necesario, una vez conquistado, no falta nunca, pues está en todas
partes y es de todos como no es de nadie. De ahí esa última inversión, la pobreza se torna riqueza.
Después de todo –era ya una demostración epicúrea-, rico es aquel que no carece de nada. Y el
cínico no carece de nada, pues ha hallado el gozo de lo necesario: la tierra para descansar el
cuerpo, el alimento que encuentra en su vagabundear, el cielo estrellado como techo, las fuentes
para saciar su sed.” (Frédéric Gros, Andar, una filosofía, 2015: 140 y 147)
TEXTO 43: “Miradme, no tengo casa ni patria ni hacienda ni esclavos; duermo en el
suelo; ni mujer, ni hijos ni un mal palacio del gobernador; sino la tierra y el cielo y un mal manto.
¿Y qué me falta? ¿No vivo sin penas, sin temores, no soy libre?” (Epicteto, Disertaciones por
Arriano, III; xxii)
TEXTO 44: “…en numerosas actividades y deportes la alegría proviene de la
transgresión de la gravedad, de la victoria sobre esta: mediante la velocidad, la elevación, el
impulso y la invitación a la superación vertical. Pero caminar, al contrario, es experimentar a
cada paso la gravedad, la imantación inexorable de la tierra. (…) no se trata de transgredir la
gravedad, sino de realizarla. La marcha nos recuerda así sin cesar nuestra finitud: cuerpo pesado
de necesidades toscas, clavado al suelo definitivo. Caminar no es elevarse, no es engañar a la
gravedad, no es hacerse ilusiones, mediante la velocidad o la elevación, sobre nuestra condición
mortal, sino más bien efectuarla a través de esa exposición a la solidez del suelo, a la fragilidad
del cuerpo y a ese movimiento lento de hundimiento. Caminar es exactamente resignarse a ser
ese cuerpo que camina, inclinado. Pero lo asombroso es que esa resignación lenta, ese inmenso
cansancio nos dan la alegría de ser. De no ser más que eso, desde luego, pero en armonía absoluta.
Nuestro cuerpo de plomo, a cada paso vuelve a caer sobre la tierra, como para volver a arraigar
en ella. La marcha es una invitación a morir de pie.” (Frédéric Gros, Andar, una filosofía, 2015:
196-197)
TEXTO 49: “El martes, después de comer, tuvo un cólico que le duró dos o tres horas,
no de los más agudos que ha tenido, y expulsó dos grandes piedras, una tras otra.” (Montaigne,
Diario de viaje, 2010: 172)
TEXTO 50: “El otro motivo que me empuja a esos paseos es el desacuerdo con las
costumbres de nuestro estado.” (Montaigne, Ensayos, II, ix, p. 919)
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TEXTO 51: “La diversidad de maneras de una nación a otra sólo me afecta por el placer
de la variedad.” (Montaigne, Ensayos, III, ix, 944)
TEXTO 52: “El señor de Montaigne, para probar completamente la diversidad de
costumbres y maneras, se dejaba servir en todas partes al modo de cada país, aunque encontrara
alguna dificultad.” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 110)
TEXTO 53: “Decía también que le parecía ser igual que esos que leen algún cuento muy
placentero, o un hermoso libro, y tienen miedo de que llegue pronto el final; asimismo él sentía
un placer tan grande viajando que odiaba la proximidad del lugar donde debía descansar; y
proponía varios planes de viajes a su gusto, si podía viajar solo.” (Montaigne, Diario de viaje,
2010: 162)
TEXTO 54: “Yo, que casi siempre viajo por placer, no me conduzco tan mal. Si hace
malo por la derecha, tiro por la izquierda; si no me encuentro bien para montar a caballo, me
detengo… ¿Heme dejado algo sin ver tras de mí? Vuelvo allí; siempre me coge de camino. No
trazo ninguna línea segura, ni recta ni curva. (Montaigne, Ensayos, III, ix, p. 944)
TEXTO 55: .- “Nos adaptamos en seguida al calor de sus estufas, y a ninguno de nosotros
le molestó.” (Montaigne, 2010: 112)
TEXTO 56: “El señor de Montaigne tenía que lamentarse de tres cosas en su viaje: una
de ellas era no haber llevado un cocinero para instruirlo en las prácticas culinarias y poder algún
día intentar hacerlas en su casa; la otra, que no había llevado un criado alemán o no había buscado
la compañía de algún gentilhombre del país (…) la tercera, que antes de emprender el viaje no
había visto los libros que le podían advertir de las cosas raras y notables de cada lugar, ni llevaba
un Munster o cualquier otro libro similar en sus baúles. A decir verdad, influía un poco en su
juicio el apasionado desprecio que sentía hacia su país, que le producía odio y rechazo por
diversas consideraciones; tanto que prefería incluso los retretes de aquel país en comparación
con los franceses, y hasta se resignó a beber el vino sin agua.” (Montaigne, Diario de viaje, 2010:
123)
TEXTO 57: “Considero a todos los hombres compatriotas míos y abrazo a un polaco
como a un francés.” (Montaigne, Ensayos, III, ix, p. 934)
TEXTO 58: “Yo peregrino muy harto de nuestras maneras, no para buscar gascones en
Sicilia (bastantes he dejado en mi casa); busco más bien griegos o persas.” (Montaigne, Ensayos,
III, ix, 945)
TEXTO 59: “Al señor de Montaigne le molestaba toparse con tantos franceses, pues en
la calle no encontraba a casi nadie que no le saludara en su lengua.” (Montaigne, 2010: 380)
TEXTO 60: “Assagiamo di parlar un poco questa altra lingua…” = “Probemos a hablar
un poco esta otra lengua, máxime estando en esta región donde me parece oir el hablar más
perfecto de la Toscana…” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 295) ¡
TEXTO 61: “Yo decía, de entre los méritos de Roma, que es la ciudad más universal del
mundo, y donde la extranjería y diferencia de nacionalidad tienen menos importancia; pues, por
su naturaleza, es una ciudad hecha de remiendos de extranjeros; cada uno está aquí como en su
casa. (…) Se ven tantos o más extranjeros en Venecia (pues la afluencia de extranjeros que se ve
en Francia, en Alemania o en otras partes no llega ni por asomo a ser comparable), pero residentes
y domiciliados, muchos menos. Al pueblo llano, nuestra manera de vestir, o la española o la
alemana, le llama la atención tanto como la suya propia, y apenas se ve un pícaro que no nos pida
limosna en nuestra lengua.” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 246)
TEXTO 62: “El señor de Montaigne vio su biblioteca, en la que hay muchos libros, pero
ninguno raro” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 88)
TEXTO 63: “Y como se le indicara que ella no estaba aún completamente calmada, él
respondió que era otra clase de espíritu, más ligero y menos dañino, que se le había metido dentro
aquella mañana; pero que esa especie (pues él conocía los nombres, las clasificaciones y las más
pequeñas diferencias) era fácil de conjurar. No vi más que eso. Mi hombre no hacía otra cosa que
rechinar los dientes y torcer la boca cuando se le presentaba el Corpus Domini; y repetía a veces
esta frase: Si fata volent, pues era notario y sabía un poco de latín.” (Montaigne, Diario de viaje,
2010: 221-222)
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TEXTO 64: Hecceidad es “cualquier detalle que atrae la abstracción hacia sí misma, y
parece matar esa abstracción con una ráfaga de palpabilidad, cualquier detalle que centra nuestra
atención con su concreción.” (Wood, 2013: 65 y en general el capítulo “Detalles”, pp. 59-83)
TEXTO 65: “Existe un modo de individuación muy diferente del de una persona, un
sujeto, una cosa o una sustancia. Nosotros reservamos para él el nombre de haecceidad. Una
estación, un invierno, un verano, una hora, una fecha, tienen una individuación perfecta y que no
carece de nada, aunque no se confunda con la de una cosa o de un sujeto. Son haecceidades, en
el sentido de que en ellas todo es relación de movimiento y reposo entre moléculas o partículas,
poder de afectar y de ser afectado.” (Deleuze y Guattari, Mil mesetas, Pre-Textos, Valencia,
2002)
TEXTO 66: “Y luego se vino el Tapia con el español adonde estaba Cortés. Y antes que
llegasen, ciertos soldados preguntaban al Tapia: "¿Qué es del español?" [Jerónimo de Aguilar];
e aunque iba junto con él, porque le tenían por indio propio, porque de suyo era moreno, y
tresquilado a manera de indio esclavo; y traía un remo al hombro, una cotara vieja calzada y la
otra atada en la cinta,1 y una manta vieja muy ruin, e un braguero peor,2 con que cubría sus
vergüenzas; y traía atada en la manta un bulto, e eran Horas muy viejas.3” (Bernal Díaz del
Castillo, Historia verdadera de la Nueva España, cap. XXVIII)
TEXTO 67: “El señor de Montaigne decía que toda su vida había desconfiado del juicio
de las demás personas sobre el tema de lo que era o no conveniente en países extranjeros, pues
cada cual solo sabía apreciarlo según las recetas de su costumbre y los usos de su pueblo, y que
había hecho muy poco caso de las advertencias que le hacían los viajeros” (Montaigne, Diario
de viaje, 2010: 154)
TEXTO 68: “Su servicio de mesa es muy diferente del nuestro. No se sirven jamás agua
en el vino, y casi tienen razón; pues sus vinos, aunque no dejan de ser muy agradables, son tan
ligeros que nuestros gentileshombres los encontraban aún más suaves que los de Gascuña muy
bautizados.” (Montaigne, 2010: 103) Y en Ensayos: “Casi siempre mezclo el vino con la mitad
de agua y a veces con un tercio… Desagradaríame tanto un alemán que echase agua al vino como
un francés que lo bebiera puro.” (Ensayos, III, xiii, p. 1047)
TEXTO 69: “El día treinta fue a ver la más antigua ceremonia que haya entre los
hombres, y la observó muy atentamente y con mucho agrado: es la circuncisión de los judíos.”
(Montaigne, 2010: 213; la descripción completa de la 213-217)
TEXTO 70: “Vimos también a los judíos, y él fue a su sinagoga y se interesó mucho por
sus ceremonias.” (Montaigne, 2010: 167)
TEXTO 71: “San Juan Porta Latina, iglesia en la que algunos portugueses habían
formado, años antes, una extraña cofradía. Se casaban varón con varón durante la misa, con las
mismas ceremonias con que nosotros hacemos nuestros matrimonios, celebraban juntos las
pascuas, leían el mismo evangelio que en las bodas y, luego, se acostaban y vivían juntos. Los
ingeniosos romanos decían que, así como en la unión de macho y hembra la única circunstancia
que la hacía legítima era el matrimonio, debía de parecer a estas personas tan finas que esta otra
unión resultaría igualmente legal si estuviese autorizada por las ceremonias y los ritos de la
iglesia. Fueron quemados ocho o nueve portugueses de esta bonita secta.” (Montaigne, 2010:
234)
TEXTO 72: “El señor de Montaigne juzgó, por las respuestas que le daban, que no
estaban de acuerdo acerca de su religión: unos se decían zwinglianos, otros calvinistas y otros
martinistas; y se dio cuenta de que muchos cobijaban aún a la religión romana en su corazón. La
manera de dar el sacramento es comúnmente en la boca; sin embargo, tiende la mano quien
quiere, y los ministros no se atreven a tocar la fibra sensible de las diferencias entre las
religiones.” (Montaigne, 2010: 100)
1
La cotara es una 'especie de sandalia'; no es seguro su origen, se cree que procede de una lengua mejicana o
centroamericana, pero hay que referirla originariamente al arahuaco.º
2
braguero: ‘taparrabos’
3
Se refiere a un devocionario, el ‘libro de Horas de Nuestra señora’ o sea, las ‘horas canónicas’ en que se divide el día
según los rezos y oraciones.º
13
TEXTO 73: “Miles de personas que antes de que yo realizara este viaje no se habrían
atrevido a hacerlo, otros que no habrían podido, otros, en fin, a quienes no se les habría ocurrido,
van a resolverse a emprenderlo siguiendo mi ejemplo” (Xavier de Maistre, Viaje alrededor de
mi cuarto, 1790)
TEXTO 74: “¡Cuán pocas personas, me decía a mí mismo, disfrutan ahora conmigo el
espectáculo sublime que el cielo muestra inútilmente a los hombres aletargados! (…) ¿pero qué
les costaría a los que se pasean, a los que salen en tropel del teatro, mirar un instante y admirar
las brillantes constelaciones que irradian, por todas partes sobre sus cabezas?” (Xavier de
Maistre, Expedición nocturna alrededor de mi cuarto)
TEXTO 75: “A menudo he pensado escribir una novela sobre un navegante inglés que
calcula de manera ligeramente equivocada el derrotero y acaba descubriendo Inglaterra con el
convencimiento de que se trata de una isla de los Mares del Sur.” Está y no está en casa: “Ahí
radica en mi opinión el principal problema de los filósofos (…) ¿Cómo sorprendernos al mismo
tiempo por el mundo y sentirnos en él como en casa?” (Chesterton, Ortodoxia: 9-10)
TEXTO 76: “Cuando vemos cómo se las arreglan ciertas personas con sus aventuras –
sus aventuras insignificantes de todos los días- de suerte que éstas se convierten en un terreno
que da fruto tres veces al año; mientras que otras -¡y cuántas!- son arrastradas por el oleaje de las
vicisitudes más turbulentas, de las corrientes más variadas de los tiempos y de los pueblos, y, sin
embargo, siempre sobrenadan, siempre permanecen en la superficie, como el corcho, se siente
uno tentado a dividir la humanidad en una minoría (una minimalidad), de hombres que saben
hacer de poco mucho, y una mayoría que saben hacer de mucho poco.” (Friedrich Nietzsche)
TEXTO 77: “En el caso de Roma y de Jerusalén, ambas ciudades poseen una intensidad
mística tal que el camino para llegar hasta ellas nunca puede ser más que una larga serie, casi
indiferente, de señales, de mediaciones. El lugar en sí irradia de tal manera que quema la
singularidad de las etapas que llevan hasta él. (…) No se habla del camino de Roma o de Jerusalén
como se habla de los caminos de Santiago. La intensidad mística de la tumba no es tan fuerte ni
tan resplandeciente como para sumir en la noche el largo camino que llega hasta ella. Al
contrario, lo ilumina. Santiago de Compostela corona el viaje, pero no lo anula. Lo que
precisamente explica el éxtio de esta peregrinación es tanto el camino en sí como el destino final.
La grandeza mística de la peregrinación de Galicia estriba en que supo sacralizar el camino tanto
como el santuario.” (Frédéric Gros, Andar, una filosofía, 2015: 127)
TEXTO 78: “El primer significado de peregrinus es el de extranjero, exiliado.
Originariamente, el peregrino no es el que va a alguna parte (Roma, Jerusalén, etcétera.), sino
ante todo el que no está en su casa allí donde camina. De otro modo es un caminante que toma
el aire y da unos pasos por el entorno, para hacer la digestión; o el propietario que, los domingos,
recorre a pie sus posesiones. Pero el peregrino, en cambio, no está nunca en su casa allí donde
camina: es un extranjero. Así también, dicen los padres de la Iglesia, estamos nosotros en la
tierra, como en país de tránsito, y habría que ver siempre nuestra casa como el refugio de una
noche, nuestros bienes como un petate del que liberarse, y nuestros amigos, como personas
conocidas al borde de los caminos.” (Gros, Andar, una filosofía, 2015: 117)
TEXTO 79: “Había que exaltar por supuesto la xeniteia (la condición de extranjería en
el mundo), pero sin ponerla de manifiesto mediante un vagabundeo sospechoso: basta el simple
retiro contemplativo.” (Gros, Andar, una filosofía, 2015: 118)
TEXTO 80: “Junto a los peregrinajes religiosos cabe contar también los intercambios de
monjes de un monasterio a otro, los desplazamientos comerciales, las cruzadas, las guerras, etc.
Como ya hemos señalado, el peregrinaje puede ser secular. Tal sería el caso de los funcionarios
que al desplazarse por el territorio e ir encontrándose con personas que comparten con ellos su
mismo idioma y códigos administrativos, van formándose una idea de intercambiablidad dentro
del país y de no intercambiabilidad fuera del mismo, condición necesaria para el surgimiento de
toda conciencia de comunidad. A diferencia del español, el funcionario criollo sufría una doble
inmovilidad, vertical –había cargos a los que no podía acceder- y transversal –no podía pasar de
ser funcionario de una determinada colonia a serlo de otra-. Aun así, el funcionario criollo sí tenía
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la experiencia del peregrinaje secular dentro de su propia unidad territorial administrativa.”
(Bernat Castany Prado, reseña de Comunidades imaginadas, de Benedict Anderson)
TEXTO 81: “Los primeros barcos portugueses que salían del Tajo hacia la lejanía
incógnita habían servido al descubrimiento; los segundos procuraban establecer relaciones
comerciales con los nuevos territorios descubiertos, en un plan pacífico. La tercera flota ya
presenta en su equipo un carácter guerrero. Este triple ritmo caracterizará toda la época
colonizadora que empezaba en 25 de marzo de 1505. Durante siglos se repetirá el mismo proceso:
primero se erigirá la factoría; luego, la fortificación para su pretendido amparo. Al principio se
negociará pacíficamente con los dominados indígenas; después, así que se disponga de un
numero suficiente de soldados, se les tomarán las tierras y, con ellas, toda la mercancía. Diez
años han pasado apenas y Portugal, en medio de sus nacientes prosperidades, ya no se acuerda
de que su única ambición era tener una modesta participación en el comercio de las especias de
Oriente.” (Zweig, Magallanes, 1999: 29)
TEXTO 82: Proyección de Gall-Peters:
TEXTO 85: De probable origen genovés, “casado con portuguesa y vinculado a casas
comerciales de Lisboa, Colón se avecindó en Sevilla, donde hizo negocios con los florentinos Simón
Verde y Amérigo Vespucci, y donde una docena de banqueros genoveses financiaron algunos de sus
viajes. Para mayor agravio castellano, el milanés Pedro Mártir de Anglería publicó en Sevilla sus
Décadas del Nuevo Mundo (1511), obra de manifiesta propaganda colombina y de extraordinaria
acogida en Italia. (…) [Por eso,] no debería extrañarnos que los cronistas españoles emborronaran la
imagen de Colón y exageraran los presuntos méritos de sus compatriotas –los Reyes Católicos, fray Juan
Pérez, los hermanos Pinzón, Rodrigo de Triana y el anónimo piloto de Madeira- en la gesta de las tres
carabelas, porque de lo contrario habría prevalecido la peligrosa idea de la exploración y colonización
del Nuevo Mundo como una empresa ‘extranjera’.” (…) [Mientras tanto,] “en el resto del mundo el
genovés era considerado un héroe y un fascinante personaje.” (Fernando Iwasaki, “El complejo de
Colón”, en El descubrimiento de España, 2008: 43)
TEXTO 86: “La primera vez que oí el nombre de Colón fue en la cola del cine Canout, cuando
alguien le gritó a mi padre: «¡Oiga, señor! No sea colón, pues». La segunda fue en casa, cierta vez que
dije algo tan obvio que mi mamá me respondió burlona: «¡Qué colón que eres, papacito!». Pero a la
tercera fue la vencida y recién en segundo de primaria recibí puntual información acerca del verdadero
Colón; es decir, Cristóbal. Todo lo que aprendí sobre Colón en el colegio cabría en muy pocas líneas: su
lugar de nacimiento es desconocido, aunque hay razones para pensar que fue genovés (...) Las
murmuraciones y el vilipendio infligidos a Colón tuvieron su origen en siglos de represiones de toda
índole, pacatos providencialismos religiosos y prejuicios estamentales que amputaron de la mentalidad
española el aprecio por el éxito, la felicidad y el placer.” (…) Y el complejo de Colón sería que: “nos
escuece que nuestros méritos no sean reconocidos, pero jamás reconocemos los méritos ajenos. Si
alguien cree haber descubierto algo, ya dirán que un anónimo piloto lo hizo antes. Si el descubrimiento
resulta verdadero siempre habrá quien susurre que todo fue gracias al poder de los reyes, al enchufe del
Juan Pérez de turno o a la ubicuidad de un Rodrigo de Triana. Y si uno alcanzara a disfrutar las prebendas
del hallazgo, no faltará el Bobadilla industrioso en hierros y cepos. En suma, que por causa de la
maldición del Almirante nunca nos libraremos de que alguien nos diga que somos unos colones o que
no seamos colones, en cualquiera de las acepciones que conocí antes de saber quién era Colón.”
(Fernando Iwasaki, “El complejo de Colón”, en El descubrimiento de España, 2008: 46)
TEXTO 87: “¡Pero aquí de lo inesperado! Los isleños medio desnudos rodean a Enrique entre
charlas y risas, y el esclavo malayo se queda atónito. Ha oído primero palabras sueltas y ahora entiende
lo que le dicen, lo que le preguntan aquellos hombres. El que fue arrebatado a su hogar, vuelve, al cabo
de años, a oír acentos de su propia lengua. Momento memorable, pues la historia de la Humanidad no
puede olvidar aquel en que, por primera vez desde que la Tierra se mueve en el universo, un hombre
vuelve a su patria después de dar la vuelta al mundo. Es indiferente que sea un simple esclavo. No en el
hombre, sino en su destino, hallamos aquí la grandeza. Este insignificante esclavo malayo, del cual sólo
conocemos el nombre que como esclavo le pusieron, Enrique; que fue sacado de la isla de Sumatra al
chasquido del látigo y arrastrado luego por las Indias y el África hasta Lisboa, es el primero, entre las
miríadas de pobladores de la tierra, que a través del Brasil y la Patagonia, de todos los océanos y mares,
ha vuelto al lugar donde se habla su misma lengua; a través de cien mil pueblos y razas y estirpes que
dan distinta forma fonética a cada concepto, regresa a aquel único pueblo que le corresponde y por el
cual es comprendido.” (Zweig, Magallanes, 1999: 164-165)
TEXTO 88: “Pero, ¿para qué moverse cuando uno puede viajar tan magníficamente sin tener
que levantarse de la silla? ¿Acaso no se encontraba ya en Londres? ¿Acaso su atmósfera peculiar, sus
olores característicos, sus habitantes, sus alimentos y sus utensilios no le rodeaban ya por todas partes?
¿Qué podía esperar encontrar allí sino nuevas desilusiones?” (A contrapelo, Huysmans)
TEXTO 89: “¿Pero en qué extraña aberración he caído al pretender renegar de mis antiguas
ideas, condenando las fáciles fantasmagorías de mi cerebro, y llegando a creer, como un auténtico
novato, en la necesidad, la curiosidad y el interés de realizar una excursión?” (A contrapelo, Huysmans)
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TEXTO 90: “En las semanas precedentes, todo pensamiento referido a la isla había girado
exclusivamente en torno a tres imágenes mentales estáticas, forjadas durante la lectura de un folleto y
de un horario de vuelos. La primera era de una playa con una palmera en plena puesta de sol. La segunda
era de un bungaló en un hotel que, a través de la contraventana, dejaba ver una habitación decorada con
piso de madera y ropa de cama blanca. Por fin, la tercera era de un cielo azul. (…) De haber sido instado
a ello, habría reconocido naturalmente que la isla tenía que incluir otros elementos, mas éstos no me
habían hecho ninguna falta a la hora de fabricarme una idea de ella. (…) Pero al llegar, toda una retahíla
de ingredientes reivindicaba su derecho a ser incluida en el territorio de la palabra Barbados. Por
ejemplo, un enorme depósito de gasolina decorado con el logotipo amarillo y verde de British Petroleum
y una cajita de contrachapado dentro de la cual estaba sentado un oficial de inmigración que vestía un
traje marrón… (…) Si algún problema planteaba semejante profusión de imágenes, era que tornaba
extrañamente más ardua la visión de Barbados que había venido a conocer.” (De Botton, El arte de
viajar, 2005: 25)
TEXTO 91: “El turista es casi lo contrario del viajero, puesto que es víctima de un «efecto
túnel»: desplazamiento de punto a punto, sin atención por los lugares intermedios o no previamente
marcados como «a visitar». El turista nunca espera en realidad nada nuevo, nada distinto de lo que han
visto en las fotografías exhibidas en los libros o las revistas de viajes, en las postales enviadas por algún
pariente, en los vídeos de los amigos, en los documentales de la televisión o en las películas de ficción.
Ha llegado hasta ahí sólo para confirmar que todo lo que le fue mostrado como en sueños existe de
veras.” (Manuel Delgado, “La burbuja artística”, El Periódico, 16-8-2000)
TEXTO 92: “Existe en función –y como función– de ese mismo mundo social que dice negar.
En cuanto a sus contenidos –dónde ir, cómo ir, qué ver–, son sutilmente impuestos a los individuos –
entendidos como consumidores de su propio tiempo libre– por medio de estímulos publicitarios,
dependientes a su vez de intereses económicos y políticos perfectamente reconocibles.” (Manuel
Delgado, “La burbuja artística”, El Periódico, 16-8-2000)
TEXTO 93: “el turismo funciona ante todo como un uso cualificado del tiempo de ocio, y es
específico de una sociedad definida por el culto a la producción y por la mercantilización de lo temporal,
así como por la dicotomía brutal entre tiempo productivo y tiempo no productivo. (…) El mismo
despotismo temporal en el tiempo de trabajo que en el de ocio: “ese tupido entramado de horarios, turnos,
agendas, plazos, etc., que se colocan bajo el despotismo de los ritmos sincronizados y los procesos
calculables, que obedecen a la lógica implacable de los calendarios y los relojes. El tiempo es dividido
así en grandes bloques pautados y planificables de los que no es posible escapar, en los que no cabe
pretexto alguno para el «tiempo muerto». Ese tiempo que se supone concebido para la expansión y el
crecimiento personal está hoy fuertemente mediatizado no sólo por las consignas derivadas de la
publicidad y por los imperativos del consumo de masas, sino también por las instituciones que organizan
y fiscalizan nuestras vidas, que las instalan en espacios físicos y temporales perfectamente delimitados
y controlados de los que se prohibe apartarse.” (Manuel Delgado, “La burbuja artística”, El Periódico,
16-8-2000)
TEXTO 94: “El hecho turístico se inscribe dentro de una sociedad que valora la movilidad
espacial, el desplazamiento, como algo de lo que depende la realización personal. Cada invididuo se
valora y es valorado en gran medida en función de cantidad y excepcionalidad de los sitios en qué ha
estado, es decir de su cuenta personal de países y ciudades de los que puede decir: «los conozco».”
(Manuel Delgado, “La burbuja artística”, El Periódico, 16-8-2000)
TEXTO 95: “El turismo es un fenómeno complejo, consecuencia de una democratización del
derecho al descanso que implica multitud de prácticas, no todas por fuerza destructoras ni alienantes
(…) si todo viajero no deja de ser un turista más, el turista también reúne las cualidades del viajero, las
que implican alejarse de la vida cotidiana y aprovechar el distanciamiento de casa para meditar sobre
quién es y cuál es su lugar en el mundo. Todo turista es un peregrino místico disfrazado de
superficialidad; a su manera un filósofo, un pensador de sí y de la vida, puesto que no hay viaje –por
banal que se antoje– que no sea, por definición, filosófico. (…) El turista vive una paradoja. En el fondo
es un marginado, puesto que –a pesar de la hospitalidad que le brindan– los locales lo mantienen a
distancia; lo adulan, pero lo desprecian. El turista está en lo más bajo del escalafón de los viajeros.
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Incluso el inmigrante pobre puede, por las vicisitudes que atraviesa, ser investido de una dignidad moral
que se le niega al turista. El turista sabe que es un recurso, pero también un estorbo, y quizás por ello, y
ya que no se le deja participar, se abandona a la tarea convulsiva de mirar. (…) Pero, además, el turista
es sobre todo un merodeador. No sólo mira, sino que busca y encuentra siempre signos (…) El turista
rapta sitios, recolecta instantes y los convierte en instantáneas. Esa labor advierte del valor que le
concede a lo irrepetible, puesto que responde a la certeza que tiene de que todo cuanto le pase no le
volverá a pasar. El turista vivirá de lo vivido, puesto que allí, entonces, donde estaba o estuvo una sola
vez, fue capaz de entender el infinito valor de lo fugitivo.” (Manuel Delgado, “El turista como
merodeador”, El Periódico, 10-8-2002)
TEXTO 96: “Busca [el turista], y a veces cree encontrar, esa unidad que la vida moderna ha
sacrificado en el altar de los intereses y las razones materialistas, todo lo asociable con lo auténtico, lo
profundo, lo perenne, en un mundo dominado por lo falso, lo banal, lo efímero. El turista es un peregrino
en pos de lo esencial y duradero, alguien que juega a convertirse en un nuevo buscador del Grial y que,
de la mano de los operadores turísticos y las agencias de viaje, puede entrar en contacto, ver con sus
propios ojos, incluso tocar, cosas de las que ha oído hablar, pero que nunca había visto hasta entonces y
que ahora se presentan ante él en toda su grandeza: la Cultura, el Arte, la Historia, la Naturaleza..., todo
lo que la vida cotidiana le niega o le hurta.” (Manuel Delgado, “La burbuja artística”, El Periódico, 16-
8-2000)
TEXTO 97: “Pero, ¿para qué moverse cuando uno puede viajar tan magníficamente sin tener
que levantarse de la silla? ¿Acaso no se encontraba ya en Londres? ¿Acaso su atmósfera peculiar, sus
olores característicos, sus habitantes, sus alimentos y sus utensilios no le rodeaban ya por todas partes?
¿Qué podía esperar encontrar allí sino nuevas desilusiones?” (A contrapelo, Huysmans)
TEXTO 98: “¿Pero en qué extraña aberración he caído al pretender renegar de mis antiguas
ideas, condenando las fáciles fantasmagorías de mi cerebro, y llegando a creer, como un auténtico
novato, en la necesidad, la curiosidad y el interés de realizar una excursión?” (A contrapelo, Huysmans)
TEXTO 99: “En las semanas precedentes, todo pensamiento referido a la isla había girado
exclusivamente en torno a tres imágenes mentales estáticas, forjadas durante la lectura de un folleto y
de un horario de vuelos. La primera era de una playa con una palmera en plena puesta de sol. La segunda
era de un bungaló en un hotel que, a través de la contraventana, dejaba ver una habitación decorada con
piso de madera y ropa de cama blanca. Por fin, la tercera era de un cielo azul. (…) De haber sido instado
a ello, habría reconocido naturalmente que la isla tenía que incluir otros elementos, mas éstos no me
habían hecho ninguna falta a la hora de fabricarme una idea de ella. (…) Pero al llegar, toda una retahíla
de ingredientes reivindicaba su derecho a ser incluida en el territorio de la palabra Barbados. Por
ejemplo, un enorme depósito de gasolina decorado con el logotipo amarillo y verde de British Petroleum
y una cajita de contrachapado dentro de la cual estaba sentado un oficial de inmigración que vestía un
traje marrón… (…) “Si algún problema planteaba semejante profusión de imágenes, era que tornaba
extrañamente más ardua la visión de Barbados que había venido a conocer.” (De Botton, El arte de
viajar, 2005: 25)
TEXTO 100: “Íbamos sin cuidar de bastimentos
por cumbres, valles hondos, cordelleras,
fabricando en los llenos pensamientos,
máquinas levantadas y quimeras.
así ufanos, alegres y contentos,
pasamos tres jornadas las primeras,
pero a la cuarta, al tramontar del día,
se nos huyó la mentirosa guía.”
(Ercilla, La Araucana, Canto XXXV, t. II, p. 372)
TEXTO 101: “Pero yo por cumplir el apetito,
que era poner el pie más adelante
fingiendo que marcaba aquel distrito,
cosa al descubridor siempre importante,
corrí una media milla do un escrito
quise dejar para señal bastante,
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y en el tronco que vi de más grandeza
escribí con un cuchillo en la corteza:
TEXTO 102: “Y aquí vienen tres, todos juntos: La Araucana, de don Alonso de Ercilla; La
Austríada, de Juan Rufo, jurado de Córdoba, y El Monserrato, de Cirstóbal de Virués, poeta valenciano.
-Todos esos tres libros —dijo el cura— son los mejores que, en verso heroico, en lengua castellana están
escritos, y pueden competir con los más famosos de Italia: guárdense como las más ricas prendas de
poesía que tiene España.” (Cervantes, Quijote, I, vi)
TEXTO 103: “No pido riquezas, ni esperanzas, ni amor, ni un amigo que me comprenda; todo
lo que pido es el cielo sobre mí y un camino a mis pies.” (Robert Louis Stevenson, 1850-1894)
TEXTO 104: “ordre et beauté / luxe, calme et volupté”. (“Invitación al viaje”, Baudelaire)
TEXTO 105: “Hemos visto astros / y olas; hemos visto arenas también; / y, a pesar de choques
y de imprevistos desastres, / nos hemos, a menudo, aburrido como aquí.” (“El viaje”, Baudelaire)
TEXTO 106: “Baudelaire honraba los ensueños viajeros como un distintivo de la nobleza de los
espíritus inquietos, a los que describía como “poetas” nunca satisfechos con los horizontes del hogar por
más que apreciaran las limitaciones de otras tierras, y cuyos temperamentos oscilaban entre la esperanza
y la desesperación, el idealismo pueril y el cinismo. Como los peregrinos cristianos, el sino de los poetas
consistía en vivir en el mundo de los caídos, mas negándose a renunciar a la visión de un reino
alternativo, menos inhóspito. (…) Por eso le atraen los puertos, los muelles, las estaciones de tren, los
barcos… “se sentía en casa con más facilidad en los lugares de tránsito que en su propio hogar.” (De
Botton, El arte de viajar, 2005: 52)
TEXTO 107: “Automat”, Edward Hopper.
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TEXTO 108: “Nighthawks” (1942), Edward Hopper.
TEXTO 109: “Tratar de describir la génesis de la Literatura de Viajes, es tarea no fácil, ya que
existen pocos estudios críticos al respecto. Hacer un análisis sistemático y riguroso de los aspectos
formales, estructurales o temáticos de dicho género literario es, en todo momento, una tarea apasionante.
(…) Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que el ser humano ha sentido la necesidad de viajar, e
igualmente ha sentido la necesidad de dejar constancia de haber realizado el viaje. Cuando estas dos
premisas se unen, aparece lo que denominamos Literatura de Viaje. A lo largo de la historia de la
humanidad, en todas las épocas, en todos los países y en todas las culturas, se han escrito relatos de
viajes. En unos casos eran reales, en otros ficticios, imaginativos o descriptivos, poéticos, fantásticos o
novelados”. (Porras Castro, 2004)
TEXTO 110: “el género consiste en un discurso que se modula con motivo de un viaje (con
sus correspondientes marcas de itinerario, cronología y lugares) y cuya narración queda subordinada a
la intención descriptiva que se expone en relación con las expectativas socioculturales de la sociedad en
que se inscribe. Suele adoptar la primera persona (a veces, la tercera), que nos remite siempre a la figura
del autor y parece acompañada de ciertas figuras literarias que, no siendo exclusivas del género, sí al
menos lo determinan. Está fuera de toda duda que los límites de este género no cuentan con perfiles
nítidos.” (Albuquerque, 2006: 86)
TEXTO 111: “Los imperios, como quiera que queramos definir el término, y allí donde
aparezcan, han servido siempre para imponer una cierta estabilidad sobre grupos variopintos que
a menudo no sentían demasiado afecto mutuo. En su mayoría, estos imperios han ofrecido a los
pueblos subyugados una mezcla de oportunidades y de represión.” (Pagden, Pueblos e imperios,
2014: 14)
TEXTO 112: Y acaba citando a Jawaharla Nehru (el “padre” de la India moderna): “una
conquista extranjera, con todos sus males, tiene una ventaja: ensancha el horizonte mental de la
gente y la obliga a mirar fuera de su caparazón. Así se da cuenta de que el mundo es mucho más
grande y variado de lo que nunca había podido pensar.” [Jawaharla Nehru, en Sumil Khilnani,
The Idea of India, Nueva York, 1997, p. 118]
TEXTO 113: “El castillo imperial era el centro de la supranacionalidad de la monarquía,
y no sólo en el sentido del espacio sino también de la cultura. (…) sólo las décadas venideras
demostrarán el crimen cometido contra Viena con el intento de nacionalizar y provincializar esta
ciudad, cuyo sentido y cultura consistían precisamente en el encuentro de elementos de lo más
heterogéneo, en su supranacionalidad. Pues el genio de Viena, un genio específicamente
musical, había consistido desde siempre en armonizar en su seno todos los contrastes nacionales
y lingüísticos, y su cultura era una síntesis de todas las culturas occidentales (…) El odio de un
país a otro, de un pueblo a otro, de una masa a otra, todavía no le acometía a uno diariamente en
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los periódicos, todavía no se separaba a unos hombres de otros, a unas naciones de otras; el
sentimiento de rebaño y de masa todavía no era tan repugnantemente fuerte en la vida pública
como hoy” (Stefan Zweig, El mundo de ayer. Memorias de un europeo, Acantilado, Barcelona,
2011, pp. 37, 44 y 45)
TEXTO 114: “[El conde Morstin] como tantos otros caballeros de su clase en los
antiguos países de la corona austro-húngara, era uno de los más nobles y puros tipos del austríaco
sin más, es decir: un hombre por encima de las nacionalidades y, por consiguiente, un auténtico
noble. (…) Rompía toda relación con amigos, conocidos y parientes si, en su presencia, dejaban
caer algún comentario que a su parecer faltase al respeto al Emperador. (…) No tenía otra pasión
ostensible que la de rebatir la “cuestión de las nacionalidades”. Y es que, por aquel entonces, lo
que llamaban la “cuestión de las nacionalidades” empezaba a ser un tema candente en la
monarquía. Todo el mundo proclamaba –lo quisiera o le obligasen a aparentar que quería- hijo
de alguna de las muchas naciones que había en el territorio de la vieja monarquía. (…) Ahora
todo el mundo, en todas partes, habla de la nueva patria. A sus ojos soy lo que llamarían un
apátrida. Siempre lo he sido. ¡Ay! Érase una vez una patria, una patria verdadera, a saber: una
patria para los “apátridas”, la única patria posible. Esa era la vieja monarquía.” (Joseph Roth, El
busto del Emperador, Acantilado, Barcelona, 2003, pp. 6,16, 18, 27)
TEXTO 115: “el sentido del mundo no es estar compuesto de “naciones” y patrias que,
aun cuando sólo quisieran realmente preservar su idiosincrasia cultural, no por ello tendrían
derecho a sacrificar ni tan siquiera la vida de un solo ser humano. Pero, en realidad, las patrias
y naciones no quieren ni más ni menos que esto: víctima en aras de intereses materiales. Erigen
“frentes” a fin de conservar las zonas interiores. Y, en toda la milenaria aflicción en que viven
los judíos, no han tenido más que un único consuelo, a saber: el de no poseer una de tales patrias.
Caso de que haya alguna vez una historia justa, ésta tendrá en alta estima a los judíos por el
hecho de que les fuera dado conservar la razón y, en una época en la que le mundo entero se
entregaba a la demencia patriótica, no poseyera “patria” alguna. // Los judíos no tienen ninguna
“patria”, pero todo país en el que residen y pagan impuestos exige de ellos patriotismo y muerte
heroica, amén de reprocharles el que no mueran a gusto. En esta situación, el sionismo es
realmente la única salida: si hay que tener patriotismo, mejor será tenerlo por el propio país.”
(Joseph Roth, Judíos errantes, Acantilado, Barcelona, 2008, p. 38)
TEXTO 116: “Y es que el sionismo y el concepto de nacionalidad son, en esencia,
europeo-occidentales, aunque no lo sean en su meta final. Sólo en Oriente viven todavía gentes
que no se preocupan por su “nacionalidad”, es decir, por su pertenencia a una “nación” según
las concepciones europeo-occidentales. Hablan varios idiomas y son un producto de diversas
mezclas raciales, y su patria está allí donde se les fuerza a alinearse en una formación militar.
(…) Son los sabios de Europa los que han inventado el concepto “nación” y lo han intentado
explicar. La vieja monarquía austrohúngara suministraba una prueba aparentemente práctica de
la teoría de las nacionalidades, es decir, podría haber suministrado la prueba de lo contrario de
dicha teoría si dicha monarquía hubiese estado bien regida. La incapacidad de sus gobiernos
suministró la prueba práctica de una teoría que, así pues, se vio endurecida en virtud de un error
y que se impuso gracias a tales errores. El sionismo moderno surgió en Austria, en Viena. Su
fundador fue un periodista austríaco. Ningún otro podía haberlo fundado. (…) “Autonomía
nacional” era el grito de guerra de Europa, y a él unieron su voz los judíos.” (Joseph Roth, Judíos
errantes, Acantilado, Barcelona, 2008, p. 34-35)
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