Taller 2

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DEONTOLOGIA

TALLER 2

ESTUDIANTE
ENRIQUE CARLOS ARIAS TORRES

TUTOR
BRAULIO GONZALES

UNIVERSIDAD BENITO JUAREZ G.


MAESTRÍA EN GESTIÓN Y DIRECCIÓN DE PROYECTOS
CARTAGENA
2018
Situación 3

Un/a psicólogo/a se siente atraído sexualmente por un/a paciente que


actualmente está en terapia con él/ella. Éste/a es correspondido/a por el/la
paciente. Él/ella le propone verse fuera de la consulta y el/la psicólogo/a accede.
A partir de ese momento abandonan la relación terapéutica para mantener una
relación de pareja.

La relación terapéutica, por definición, implica empatía e involucración emocional


como base para cumplir los objetivos terapéuticos. Aunque no hay evidencia que
muestre que los factores de relación terapéutica son condiciones necesarias y
suficientes para el cambio, claramente facilitan el logro de los objetivos. Dentro de
este contexto, es posible que surjan sentimientos de atracción. Los sentimientos
de atracción, como otros sentimientos, no constituyen en sí un problema. De
hecho la atracción entre las personas, incluyendo los psicólogos, es un elemento
normal de la experiencia humana.

El problema es cómo se reacciona a la atracción. Estos sentimientos de atracción,


a su vez, dependen de las acciones o conductas tanto del psicólogo, como del
participante. Si estos sentimientos normales de atracción se amplifican por las
conductas de los involucrados, pueden llegar a aumentar en su nivel de intensidad
hasta producir conductas o acciones que pueden constituir violaciones a los
principios de la ética profesional. Uno de los elementos que tiene que tener en
cuenta el psicólogo es su grado de vulnerabilidad. Es decir, la probabilidad de que
el ser afectado emocionalmente pueda llevar a conductas que interfieran con su
quehacer profesional o que puedan causar daño a sus consultantes. Si un
psicólogo está atravesando una crisis emocional personal, lo cual interfiere con su
trabajo, éticamente debe suspender su actividad profesional mientras se recupera.
De la misma forma, el psicólogo es responsable por basarse en su juicio para
decidir si los sentimientos de atracción física pueden llevar a conductas o acciones
que interfieran con la naturaleza de la relación profesional o que violen los
principios éticos. Las personas son responsables por lo que hacen, no por lo que
sienten. Sin embargo, así como las acciones o conductas están influidas por los
sentimientos, en este caso de atracción, los sentimientos dependen también de las
acciones, es decir de las conductas, tanto del terapeuta como del consultante. Por
consiguiente, el terapeuta tiene la obligación de evaluar el grado en el que sus
sentimientos de atracción pueden afectar sus conductas, o pueden afectar el
proceso terapéutico. En el caso en el que juzgue que es probable que su juicio
clínico esté interferido por procesos emocionales asociados con la atracción, o que
su conducta profesional pueda igualmente estar afectada por dichos procesos
emocionales, o que observe que dichos procesos emocionales en el consultante
pueden afectar el resultado del proceso terapéutico, está en la obligación ética de
remitir al consultante a otro profesional.

Situación 2

El señor A pidió ver a un terapeuta en una Clínica de Enfermedades de


Transmisión Sexual después de recibir resultados positivos en la prueba de VIH.
No presenta síntomas. El terapeuta informó al señor A sobre la probabilidad de
desarrollar la enfermedad en los siguientes 5 años, el curso típico de la
enfermedad, y su probable resultado. Posteriormente le explicó que él podía
contagiar a otros a través del contacto sexual, compartiendo agujas, o donando
sangre. El terapeuta le informó sobre el «sexo seguro» y sobre lo que podía hacer
para proteger a sus compañeros sexuales frente a un posible contagio. En este
punto el señor A le confesó al terapeuta que era bisexual y que creía que había
contraído el virus durante uno de sus contactos homosexuales. Prosiguió diciendo
que había tomado la decisión de descontinuar sus actividades homosexuales y
que recientemente se había comprometido. El terapeuta le aconsejó que
informara a su prometida sobre su diagnóstico y nuevamente le advirtió sobre el
riesgo de transmitir el virus. El señor A se negó a hacerlo, diciendo que esto
destrozaría sus planes de matrimonio.

Los argumentos que fundamentan la regla de confidencialidad tienen presente que


no se trata de una norma absoluta, y que cuando colisiona con otras obligaciones
jurídicas o morales más apremiante se justifica quebrantar la regla. El problema
surge en la determinación y apreciación de las excepciones para poder establecer
su habilitación y legitimación; para la resolución de estos casos la normativa
vigente en nuestro país ha decidido incorporar un marco limitado de excepciones.
Las situaciones de excepción deben interpretarse con criterio restrictivo, esto es
en aquellos casos que presenten incertidumbre y duda de gran peso, debe optarse
por el camino de la no-revelación.

La regla de confidencialidad interpretada correctamente debe ser dejada de lado


sólo cuando sea estrictamente necesario para evitar un daño grave (mal mayor).
Además de las razones propias que fundamentan la aplicación de la regla, en el
caso particular de VIH/SIDA existen fundamentos de orden público para evitar
quebrar la regla, ya que es necesario crear estrategias de confianza pública en los
servicios de atención para promover la detección temprano, el control y
tratamiento de la infección. Desde la ética, el consenso entre los eticistas indica
que los reclamos realizados por agentes de salud, entre otros para obtener
información sobre seropositividad deberían ser denegados. Solo debería estar
prevista la revelación, con restricciones, en los casos de mayor gravedad y
exposición al riesgo, como las relaciones sexuales y la utilización compartida de
jeringas. En esos casos la revelación debería ser una facultad de los profesionales
tratantes y no una obligación impuesta por la ley.

Situación 5

Un paciente de 12 años de edad, comenta en una sesión que en el transcurso de


esa semana fue violado por su tío. El terapeuta es la única persona que conoce
este hecho. ¿Qué debería hacer el terapeuta y por qué?

El abuso sexual infantil, ha sido definido por diversas instituciones e instancias6


como una forma de maltrato infantil en la que cualquier acto por acción u omisión
realizado por individuos, instituciones o por la sociedad en su conjunto, tengan
como efecto la privación de la libertad o de sus derechos correspondientes y/o
dificultan el óptimo desarrollo de los menores. Es deber del terapeuta acudir a
denunciar este hecho, además este tipo de delitos, está legislado en Colombia a
través del Artículo 192 de la Ley 1098, Código de la Infancia y la adolescencia, en
el Título II, Capítulo Único, de los procedimientos especiales cuando los niños, ˜
las ninas ˜ o los adolescentes son víctimas de delitos prevé, que: “. . .el funcionario
judicial tendrá en cuenta los principios del interés superior del niño, ˜ prevalencia
de sus derechos, protección integral y los derechos consagrados en los Convenios
Internacionales ratificados por Colombia, en la Constitución Política y en esta Ley”.
En esta misma Ley 1098, que adopta la Convención sobre los Derechos del niño, ˜
aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 20 de Noviembre
de 1989, el Artículo 19 “. . .compromete a los Estados Partes a proteger al niño˜
contra toda forma de violencia, perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato
negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño˜
se encuentre bajo la custodia de sus padres, de un tutor o de cualquiera otra
persona que lo tenga a su cargo”.

La definición de violencia sexual para la Ley 1146 de 2007, en el suplemento de la


Ley 1098 de 2006: “Por medio de la cual se expiden normas para la prevención de
la violencia sexual y atención integral de los niños, ˜ niñas ˜ y adolescentes
abusados sexualmente” en Colombia3, se presenta en las Normas para la
prevención de la violencia sexual, el Artículo 2. define: “Para efectos de la
presente Ley se entiende por violencia sexual contra niños, ˜ niñas ˜ y
adolescentes, todo acto o comportamiento de tipo sexual ejercido sobre un niño, ˜
niña˜ o adolescente, utilizando la fuerza o cualquier forma de coerción física,
psicológica o emocional, aprovechando las condiciones de indefensión, de
desigualdad y las relaciones de poder existentes entre víctima y agresor”

Cibergrafia
www.psicothema.com/psicothema.asp?id=1023
http://www.institutodebioetica.org/cursoetica/modulo4/Unidad
%204%20Confidencialidad%20y%20Secreto%20Profesional.pdf

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