PERSA Monografia III A

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CAPITULO I

CULTURA ANTIGUA: PERSA

UBICACIÓN GEOGRAFICA

Los persas era un pueblo indoeuropeo, procedían de las montañas del Sur de

Rusia y Asia Central. Los Medos que los acompañaron en la invasión de las mesetas

situadas entre el mar

caspio y el golfo

Pérsico. Hacia el

siglo VII los medos

sometieron a los

persas y fundaron el

primer imperio

iranio. Darío II levanto a los persas y reunió a ambos pueblos bajo su cetro, conquisto

Asia Menor y las comunidades griegas de la costa del Egeo. Su hijo Cambises con la

conquista de Egipto consumo las victorias de la dinastía Aqueménida cuyo mayor

esplendor estuvo representado por Darío I (521-486), aunque su expansión se vio

limitada por la hegemonía de Grecia. Las conquistas de Alejandro Magno dieron fin al

imperio persa, que fueron dominados por los Selecidas y más tarde por los Arsácidas El

imperio Sasánida quiso restaurar el 14 esplendor Aqueménida. Sus monarcas

mantuvieron grades luchas con Roma consiguiendo la independencia de los persas y no

sucumbieron sino ante la invasión árabe en el S VIII, El dominio árabe, en que Persia

fue gobernada desde Medina o desde Bagdad por enviados de los califas mahometanos

significo la islamización del país. Los persas tenían un complejo y avanzado sistema de

administración de las provincias. Estas se componían de tres funcionarios: un general,

un secretario y el jefe de la provincia. Cada uno desempeñaba un papel para que no


hubiera corrupción en sus colonias. Además, un inspector real solía pasar cada

determinado periodo de tiempo para verificar que todo estuviera en orden dentro de la

provincia y luego informar al Rey.

ESTRATIFICACIÓN SOCIAL

El imperio persa En la época de esplendor asirio, los medos y los persas (ambos

del tronco indoeuropeo) pueblos procedentes de la estepa rusa, se asentaron en la

frontera oriental de Mesopotamia. Persia, el Irán actual, es una extensa y elevada meseta

ubicada entre el golfo Pérsico y el mar Caspio. En la época de mayor esplendor, el

imperio persa limitaba al norte y el este con los ríos Sir Daria e Indo; al sur, con el mar

Arábigo, el golfo Pérsico y el desierto de Arabia; al suroeste, con el desierto de Libia; al

noroeste con el río Danubio y al oeste con el mar Mediterráneo.

Desarrollo y esplendor del Imperio persa Durante muchos años, medos y persas

fueron vasallos de los asirios hasta que, unificados por el medo Deyoces, se

independizaron. Hacia mediados del siglo VI a. C., el persa Ciro II, ocupa el poder y

funda la dinastía Aqueménida. El más importante logro de esta dinastía fue la

unificación de un imperio que abarcó a casi todo el mundo de la alta cultura. Ciro

sometió a la capital meda, Ecbatana, y fundó una nueva metrópoli en Persépolis. Sus

conquistas incorporaron extensos territorios, las cuales fueron consolidadas, en el siglo

V a. C., por Darío I. Con él se inició una larga lucha entre griegos y persas, las llamadas

“guerras médicas”, de la cual salieron victoriosas las ciudades griegas. Con los

sucesores de Darío comienza la decadencia del imperio y hacia el año 333, Alejandro

Magno, rey de Macedonia, derrota al último soberano persa, Darío III, en Issos,

anexándose este vasto imperio.

Rasgos sobresalientes de la cultura persa Asimilaron muchos elementos culturales de

Mesopotamia. Tuvieron contacto con la cultura griega a través de mercenarios, artistas y


médicos helenos. Religión La gran aportación persa en el ámbito del pensamiento la

constituye la religión mazdeísta, que era dualista. Esta religión fue practicada por

Zaratustra, profeta que, según la tradición persa, vivió hacia el siglo VI a. C. La esencia

del mazdeísmo la constituye la lucha entre el bien y el mal. Creían en dioses

antagónicos: Ormuz, dios del bien, y Ahrimán, dios del mal. Esta lucha se lleva a cabo

constantemente entre todos los seres de la naturaleza. El hombre, por tanto, participa de

ella y, según sean sus acciones, así será su premio o castigo en el más allá. El culto se

hacía en altares al aire libre, donde ardía el fuego purificador. Fue en época de Darío I,

cuando los magos recogieron las enseñanzas del profeta Zaratustra en el Zend Avesta,

su libro sagrado. Para los persas, la muerte era obra del mal; por eso los cadáveres se

consideraban impuros y no se les podía destruir por la tierra, el agua o el fuego

(elementos buenos). Por eso se colocaban en lo alto de las llamadas torres del silencio

para que fueran devorados por las aves de rapiña. Arquitectura y escultura Construyeron

excelentes caminos para mantener unido el imperio. Construyeron grandes palacios;

adoptaron el tipo de palacio asirio para las grandes edificaciones reales. La escultura

jugó un papel importante en la decoración de bajorrelieves de palacios y tumbas. Tiene

sus manifestaciones en la cerámica vidriada.

IDEAS POLITICAS

“El autor define como ‘reaccionario’ un pensamiento que se apoya en ‘mitos’, de

los cuales el fundamental es el de una conspiración universal de las fuerzas del mal

contra el bien, cuyos efectos son la revolución y sus bases ideológicas, y cuyos actores

principales son los filósofos, los jansenistas y los masones.

Luego demuestra que estos ‘mitos’ nacen en las postrimerías del XVIII, para

luego concluir que los ‘reaccionarios’ que los mantuvieron no tienen ninguna relación
con la genuina tradición española. Pues bien, ahí está la anomalía que comentábamos

respecto del uso de ‘origen’. Es la siguiente: el autor puede querer decir con ello que

apareció a finales del XVIII, y por influencia extranjera, lo que él llama ‘mitos’: la

denuncia del peligro masónico, del jansenismo y de la filosofía ilustrada. Pero puede

querer decir también que apareció en dicha época todo el ideario de los autores que

estudia”.

IDEAS FILOSOFICAS

Hablar de la Filosofía en la Persia, no nos referimos sólo a la Persia

propiamente dicha, sino también a la Sogdiana, la Margiana, la Susiana, con

otras varias provincias ocupadas por los Iranios, y sobre todo a la Bactriana,

patria de Zoroastro y foco primitivo del mazdeísmo (la ciencia universal), o sea

de la religión por él iniciada, o al menos difundida y afirmada.

La oposición de principios y tendencias que se observa entre el

mazdeísmo y el brahmanismo, confirma y explica a la vez la ruptura violenta

entre estas dos concepciones. Enfrente del panteísmo enseñado en los Vedas,

los Naçkas o libros sagrados del mazdeísmo, proclaman el dualismo. Mientras

que Brahma es la esencia única, y, por consiguiente, el principio del bien y

del mal, para el mazdeísmo, Dios, o sea el Ormuzd de los escritores griegos y

latinos, es principio del bien, pero no del mal, el cual es sólo un accidente,

una cosa completamente extraña con respecto a Ahouramazda u Ormuzd, que

es el Dios verdadero de la teología mazdeista. Enfrente del panteísmo

emanatista de la India, aparece en el mazdeísmo Ormuzd, como

principio creador de todas las demás cosas, las cuales, así como tuvieron

principio, todas tendrán igualmente fin, incluso el mismo Ahriman, a pesar de


que éste no procede ni recibe el ser de Ormuzd, como lo reciben las demás

cosas.

Excusado parece advertir que esto se refiere al mazdeísmo,

considerado en su pureza primitiva y antes de ser adulterado, como lo fue en

tiempos posteriores, con la concepción panteísta de Zerván-Akéréné, o sea el

tiempo eterno, como principio y substratum común de Ormuzd y de Ahriman.

En los fragmentos auténticos y antiguos del Zend-Avesta no existen vestigios

de esta concepción verdaderamente monstruosa, y que se halla en evidente

contradicción con el papel de creador que se atribuye allí al citado

Ahouramazda. Así es que la ciencia moderna sospecha, con sobrado

fundamento, que el Zerván-Akérené o tiempo ilimitado, como ser anterior y

superior a Ormuzd y Ahriman, es una concepción extraña al primitivo

mazdeísmo iránico. Spiegel, Lenormant, Oppert, con otros historiadores y

orientalistas, opinan también que aquella idea es una infiltración del

panteísmo materialista de la Caldea y como una verdadera superfetación en la

idea religiosa mazdeista.

El libro sagrado de los persas es el Zend-Avesta, atribuído aZoroastro,

filósofo medo, que vivía en el siglo VI antes de la era cristiana. Reconoce un

Ser supremo, Zernane Akebene, eterno, infinito, fuente de toda hermosura,

origen de la equidad y de la justicia, sin socio, ni igual, existente y sabio por

sí mismo, hacedor de todas las cosas. De su seno salieron Ormuzd, principio

de todo lo bueno, y Ahriman, origen de todo lo malo; Ormuzd produjo una

muchedumbre de genios buenos, así como Ahriman produjo otra multitud de

genios malos. Entre aquellos y éstos se halla dividido el mundo, y de aquí la


lucha en el orden físico y moral del universo. El alma es inmortal, y después

de esta vida le está reservado el premio o castigo, según merezcan sus obras.

La inclinación del hombre al mal proviene del pecado con que se contaminó el

primer padre. La lucha entre Ormuzd y Ahriman tendrá un fin, y el triunfo

quedará por Ormuzd, principio del bien.

15. En la doctrina de los persas se halla el dualismo, que después se ha

presentado bajo diversas formas en el maniqueísmo antiguo y moderno. Pero

también se descubren en el Zend-Avesta los vestigios de las tradiciones

primitivas: los dogmas de la unidad de Dios, de la creación, de la inmortalidad

del alma, de los premios y castigos en una vida futura, siendo notable que se

encuentre en el mismo error de la dualidad de los principios un rastro de lo

que nos enseña nuestra religión sobre la rebeldía de algunos espíritus y sus

luchas con los que permanecieron sumisos a la voluntad del Creador.

CAPITULO II

 ESCRITURAS Y ENSEÑANZAS DE LOS AUTORES

José Carlos Bragado Alfageme Licenciado en Derecho, Universidad de Deusto y

Licenciado en Ciencias Empresariales por la Escuela Superior de Administración de

Empresas-ICADE. Angélica Sara Zapatero Lourinho. Profesora asociada del

Departamento del Documentación de la Facultad de Ciencias de la Información.

Universidad Complutense de Madrid. Doctora en Ciencias de la Información,

Licenciada en Derecho por la Universidad Complutense. Resumen: La necesidad de

comprender el origen de la propia existencia humana ha llevado a las diferentes culturas

que han poblado la Tierra, mediante la reflexión, a definir estructuras ideológicas que le

permitieran obtener una respuesta a sus inquietudes. Las transferencias ideológicas entre
culturas se han realizado, a lo largo del tiempo, mediante el contacto directo o mediante

documentos entre pensadores o escritores que han adecuado sus nuevos conocimientos

al momento en que vivían. La transferencia cultural del pensamiento oriental hacia el

occidental se ha producido mediante la transmisión de las emociones contenidas en la

poesía. Rumi, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Miguel de Cervantes, Hegel, Goethe,

Larra, encuentran lazos que les unen de manera inequívoca, de manera que al irse

adaptando a los nuevos medios de difusión de las ideas favorecen el desarrollo de los

periódicos, introduciendo obras como los artículos de opinión o las columnas que

rompen el anonimato de las noticias informativas, esenciales en un medio de

comunicación social de actualidad.

El autor de dicha obra es Manuel García Sánchez. Actualmente ejerce como catedrático

de Filosofía del IES Montserrat Roig de Terrassa, es profesor asociado del

Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la UB y consultor de la

UOC. Su ámbito de estudio versa sobre el papel de la mujer en la antigüedad2 y, sobre

todo, el estudio del mundo aqueménida habiendo publicado distintos artículos en

revistas especializadas, así como distintas monografías como la que hoy traemos aquí.

En este magno trabajo, M. García Sánchez analiza los recursos retóricos presentes en las

fuentes griegas antiguas, con especial énfasis a las literarias —aunque no pierde de vista

a las fuentes materiales (cerámicas, inscripciones, relieves, etc)—, a la hora de asignar

distintos atributos al mundo persa que actúa como el paradigma del otro, del extraño y

del extranjero, resumiendo, coge el papel de todo aquello que no es puramente griego.

Por lo tanto, nos encontramos ante una titánica obra, no en vano es su tesis doctoral

publicada, que analiza de forma pormenorizada esa ciencia que definimos con el

nombre de alteridad (alter-otro). En concreto, la alteridad existente entre el mundo

griego y el mundo persa, sin lugar a dudas una de las mejores documentadas y
conocidas a lo largo de la historia de la humanidad Dicho pueblo lo conocemos

mayoritariamente por la visión que nos legó el pueblo griego de él y que le otorgó una

identidad propia. Dicha identidad irá, curiosamente, cambiando dependiendo de la

situación, otorgándoles valores griegos siendo este hecho algo parecido a lo que pasa en

la Ciro pedía o en la Anábasis de Jenofonte donde se “espartariza” (si se me permite

utilizar esta palabra) a determinados personajes persas y se “persifica” a otros

personajes griegos. Este autor concluye su obra planteándose la idea de que no hay

griego sin bárbaro. Esto es muy interesante pues nos lleva a plantearnos un concepto

básico. Este concepto del que hablamos es la naturaleza de esta ciencia ya que, a través

de ella, los griegos proyectan sus propias ideas y su mentalidad del mundo que les

rodeaba. Por ello, los griegos nos describen a estos pueblos desde su óptica generando

así un corpus ideológico y político clave para asentar su propia identidad siendo esto

una relación reciproca ya que los griegos también necesitan al alter, al otro, al extranjero

para potenciar su identidad. Al respecto, viene muy bien traer a colación una frase del

investigador J. F. Lyotard: “Decir el otro es postularlo como diferente, es postular que

existen dos términos: a y b, y que a no es b; o sea, hay griegos y no griegos. Pero la

diferencia solo adquiere interés a partir del momento en que a y b entran en un mismo

sistema; hasta entonces, existía una no coincidencia pura y simple. De ahí es más

existen divergencias y, por lo tanto, una diferencia asignable o significativa entre

servido de inspiración para nuestro título) o E. Said (2006), Orientalismo, Barcelona.

Para el mundo bárbaro en general: Ruano, B. (1988), De la alteridad en la Historia, Real

Academia de la Historia, Madrid. 4 v. Hartog, F. (1980), Le miroir d' Hérodote. Essai

sur la représentation de l'autre, París [existe una traducción al castellano: Hartog, F. (ed.

2003), El espejo de Heródoto. Ensayo sobre la representación del otro. Fondo de

Cultura económica. Esta breve explicación de la ciencia de la alteridad se hace necesaria


para entender la obra ya que esta trata sobre una de las más antiguas relaciones de

alteridad que el hombre ha conocido y que ha dejado los suficientes documentos como

para poder analizarla. Dicha relación es la que establecen Grecia frente a Persia o la

civilización contra la barbarie. El libro que aquí criticamos se estructura en diez

capítulos donde se estudia, se documenta y se analiza la retórica de la alteridad presente

en ese corpus ideológico que se fue conformando en el imaginario colectivo del griego

clásico. Los capítulos son los siguientes:

1) Justificación metodológica

2) Los bárbaros y el bárbaro, los persas y el persa: la retórica de la alteridad.

3) Realeza griega vs. Realeza irania.

4) La galería de los retratos o la moralización de la historia.

5) El heredero del Gran Rey y las luchas fraticidas.

6) Conjura del Harén: las mujeres y los eunucos del Gran Rey.

7) La religión del Gran Rey.

8) El Gran Rey en la guerra: escenas de la derrota y la huida.

9) Los banquetes pantagruélicos del Gran Rey o la cocina de la alteridad. En el segundo

capítulo de este libro (p. 39 ss.), su autor nos presenta una serie de tópicos y clichés que

se le asignan al monarca aqueménida por parte del mundo griego. De esta forma, se

genera, como el propio autor lo define, una galería de retratos o de 5 Lyotard, F. J.

(1971), Discours, Figures, Paris, p. 142. Tiempo y sociedad Recensiones. Núm. 19,

2015, pp. 130-159 ISSN: 1989-6883 137 moralización de la Historia pues uno de los

aspectos más interesantes de la historiografía griega es su aspecto moralizante, aspecto

que inicia el propio Heródoto. En la mayoría de ocasiones, el monarca persa aparece

lastrado por graves taras morales (p. 82 ss.): hybris; iban en contra de los dioses o

asebeia; incesto; se dejan influenciar por mujeres o eunucos (hombres que al no tener su
órgano viril son “afeminados”); se dejan dominar por sus vicios, etc. Es decir, desde un

prisma deformador, el gran rey persa nos aparece como un bárbaro, señor de la barbarie

y representante último de ésta, así sus atributos como tirano son claros y del todo

peyorativos: astucia, crueldad, soberbia, lujuria, irreligiosidad y avaricia. Dentro de esta

concepción, el papel de las mujeres y de los eunucos juega un papel fundamental (p.

177 ss.). M. García Sánchez sostiene que desde el punto de vista tradicional misógino

griego, la mujer persa —y por extensión el eunuco— fue duramente juzgada como

fuente de conjuras, de intrigas y, en general, como súbditos de dudosa fidelidad.

Además, la poligamia y el incesto eran consideradas formas integrantes del modo de

vida persa, cuyo destino venía determinado demasiadas veces relacionado con las

conspiraciones nacidas en el harén. De igual manera, la sexualidad inmoral del persa se

ponía en relación con sus costumbres culinarias y los banquetes “pantagruélicos” del

Gran Rey (p. 327 ss.) donde la gula, la voracidad extrema y el gusto desmedido por el

vino de los persas provocan un sentimiento de escándalo e indignación en el mundo

griego. Algo que se ponía en franca oposición en el mundo de la guerra donde eran

huidizos y cobardes por naturaleza (p. 275 ss.) Esta serie de tópicos los vemos

perfectamente en la figura de: Cambises I que es el paradigma de la enajenación mental

y es aquel que comete el sacrilegio contra sus súbditos Tiempo y sociedad

Recensiones….... Núm. 19, 2015, pp. 130-159 ISSN: 1989-6883 138 egipcios al quemar

el cuerpo de un faraón y atentar contra el buey Apis; Jerjes I como tirano que por su

arrogancia y soberbia, será castigado por los dioses y desencadenará la decadencia de la

dinastía aqueménida; Darío II es un bastardo (no es alguien con la sangre real, está

abocado al fracaso) que además se deja influenciar por su madre y tres eunucos;

Artajerjes III y IV son “afeminados” y marionetas del sector femenino (mujeres y

eunucos) y Darío III que es el paradigma de rey cobarde y huidizo aunque antes de su
enfrentamiento contra Alejandro Magno, es tratado por la tradición irania como un

monarca valeroso. En todo esto, M. García, ve una retórica moral orientada a construir

una imagen del rey bárbaro. Incluso, las excepciones como Ciro, Darío I y Artejerjes I,

en determinados momentos de su vida, se dejan dominar por su hybris y sus malos

sentimientos pues hasta un gobernante virtuoso se ve destinado a fracasar en su intento

de gobernar a un pueblo bárbaro. Además, este potente estudio cuenta con un apartado

de abreviaciones y con una serie de índices muy útiles para buscar la mención de

fuentes, de nombres propios de personajes históricos o investigadores contemporáneos,

de términos griegos así como un poderoso catálogo bibliográfico donde ninguna obra de

importancia escapa al metodológico y brillante trabajo de este investigador que se ha de

convertir en obra de obligada referencia para el estudioso de las relaciones Grecia-

Persia e, incluso, para el estudioso de la alteridad en cualquier época. Por tanto, nos

encontramos como se dice en el prólogo escrito por el catedrático F. J. Fernández Nieto

ante una obra “rica y novedosa que colmará los intereses del especialista en la historia

de la cultura, de la literatura y de la filosofía griegas, pero que deberá ser también leída

con provecho por quienes aspiren a penetrar las cristalizaciones y la retórica de la

alteridad en cualquier periodo histórico” (p. 13). En conclusión, como hemos podido

observar con la lectura de este ensayo, la tradición Tiempo y sociedad Recensiones…....

Núm. 19, 2015, pp. 130-159 ISSN: 1989-6883 139 griega fue construyendo una imagen

retórica subjetiva del mundo persa. La ausencia de objetividad y neutralidad en el relato

griego, nos pone en la pista del carácter ideológico y retórico de la historia, incluso del

sentido moral que tenía la propia historiografía griega antigua. Los griegos construyeron

su propia identidad a través de la confrontación de su mundo con el extranjero,

colocándose Persia en un lugar predominante en este enfrentamiento virtual y, en gran

medida, artificial. Vemos, por tanto, como el griego para afianzar su identidad necesita
de este bárbaro y podríamos terminar esta recensión con unas acertadas palabras de

Friedrich Nietzsche: “¿Qué es la verdad? Un ejército móvil de metáforas, metonimias,

antropomorfismos, en una palabra, una suma de relaciones humanas que han sido

realzadas, extrapoladas, adornadas poéticamente y retóricamente y que, después de un

prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas, obligatorias: las verdades son

ilusiones de los que se han olvidado que lo son”6 .6 Nietzsche, F. (ed. 1990), Sobre

verdad y mentira en sentido extramora.

CAPITULO III

LEGADOS DEJADOS A LA HUMANIDAD

“Los persas fueron los primeros en la historia en acuñar moneda. Eran de oro

con la imagen de un arquero y recibían el nombre de dáricos. No se utilizaban para

comerciar, sino que eran

atesoradas por el rey como

símbolo de riqueza y prestigio.

Generalización del uso de la

moneda en las transacciones

comerciales”.[CITATION

FRA91 \p 45 \l 10250 ]

Las artes y las ciencias persas se valieron de los aportes de los pueblos

conquistados, fundamentalmente la escritura cuneiforme de la Mesopotamia.

Construyeron grandes palacios que contaban con importantes salas de audiencias. La

decoración era lujosa, con columnas, relieves decorativos y ladrillos esmaltados que

representaban animales y escenas de guerra.   Para facilitar las comunicaciones

construyeron el gran camino real, que cruzaba todo el Cercano Oriente desde Anatolia

hasta el Irán. En su trozado se colocaron postas y relevos, en razón de lo extenso de su


recorrido. En la política, La idea de un imperio universal, objetivo recreado por muchos

pueblos en el curso de la historia de la humanidad. La idea de la lucha entre le bien y el

mal y la libertad de la elección del hombre para elegir entre ambos y eran tolerantes con

los pueblos vencidos.

CONCLUSION

Llegamos a la conclusión de que el arte imperial persa se caracterizaba por ser

una mezcla de las diversas manifestaciones culturales que poseían los habitantes del

territorio que se despliega a los pies de los Montes Zagros. En el arte imperial estaban

representadas las creencias y tradiciones locales de los pueblos sometidos al dominio

persa; sin embargo, todas las obras imperiales coincidían en mostrar una cosmovisión

de la vida según las indicaciones del imperio.

Debido al carácter expansivo que adquirió Persia con la subida al trono de Ciro II y sus

sucesores, la cosmovisión persa estaba compuesta, además, por elementos provenientes

de Egipto, Babilonia, Grecia y el resto de sus conquistas territoriales.

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