Elementos Básicos para El Trabajo Social en Salud Mental
Elementos Básicos para El Trabajo Social en Salud Mental
Elementos Básicos para El Trabajo Social en Salud Mental
PARA EL
TRABAJO SOCIAL
EN SALUD MENTAL
ROSA MARÍA BECERRA
BEATRIZ LILIANA KENNEL
ELEMENTOS BÁSICOS
PARA EL
TRABAJO SOCIAL
EN SALUD MENTAL
ESPACIO
EDITORIAL
Buenos Aires
Becerra, Rosa María
Elementos básicos para el trabajo social en la salud mental /
Rosa María Becerra y Beatriz Liliana Kennel - 1a ed. - Buerios
Aires: Espacio Editorial, 2008
152 P.; 20 X 14 cm. - (Ciencias Sociales)
ISBN 978-950-802-300-1
1 Trabajo Social. I. Kennel, Beatriz Liliana II. Título
CDD361.3
ESPACIO
EDITORIAL
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1 a edición, 2008
1 a reimpresión, 2014
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
© 2008 Espacio Editorial
ISBN 978-950-802-300-1
Las autoras
Rosa María Becerra es licenciada en Trabajo Social, espe
cializada en psiquiatría y drogadiccion. Docente e investigadora
de la Universidad Nacional de Lujan (UNLu). Desarrolló su ca
rrera en dos ámbitos, el asistencial y el educativo. El asistencial,
principalmente, en el Instituto Nacional de Salud Mental (INSM)
y en el Centro Nacional de Reeducación Social (CE.NA.RE.SO.)
Co-organizó el "Primer Encuentro Nacional sobre Servicio So
cial Psiquiátrico", fue la primera jefa de la División Reso
cialización, en la etapa fundacional del CE.NA.RE.SO. El eduf
cativo en lo que hace a la enseñanza de adultos a nivel secun-
dario, donde ejerció el cargo de directora en el CENS (Centró
de Nivel Secundario) N° 16 y a nivel terciario como profesora.
Realizó diversos cursos de perfeccionamiento y fue miembro par
ticipante, con presentación de ponencias, en diferentes congre
sos, encuentros, simposios, etc., tanto a nivel nacional como
internacional. En la UNLu se desempeñó como consejera de
partamental (cargo electivo), siendo actualmente integrante de
la Asamblea Universitaria (cargo electivo). Es tutora de trabajos
finales de graduación, así como jurado en tribunales de aproba
ción de tesis y tesinas. Es autora de distintas publicaciones, así
como del libro Trabajo Social en drogadicción en sus tres edi
ciones. Miembro del Consejo Editorial de la revista La Aljaba,
segunda época, publicación de estudio de la mujer, Universidad
Nacional de Lujan, Universidad Nacional de La Pampa, Univer
sidad Nacional del Comahue.
5
"El respeto que queremos obtener del hombre
por sus semejantes no es más que un caso particular
del respeto que debería sentir por todas
las formas de la vida".
SlGMUND FREUD
6
Prólogo a la tercera edición
7
análisis y el dictado del tema que abordan, van concatenando
los aspectos epistemológicos del tema con su ubicación, casi
a la manera de cajitas chinas, en la persona, su familia y el
contexto histórico y social, para finalizar presentando las ac
tividades concretas que un trabajador social realiza en su
praxis cotidiana.
Por todo esto, que he tratado de expresar de la manera
más económica, es que pienso que este libro, cimentado en
base a uno anterior de la profesora Becerra y que fue edita
do en los años 1972 y 1977, por la rigurosidad científica de
su abordaje, por la claridad expositiva de su desarrollo y por
la importancia de su tema, será de enorme utilidad tanto para
el estudiante como para el graduado en Trabajo Social, así
como para cualquier otra persona interesada en encontrar una
visión abarcadora de una problemática candente de nuestros
tiempos.
8
Introducción
9
hasta participar en la solución de los innumerables proble
mas planteados por las enfermedades mentales.
La tarea fue asumiendo gran complejidad y responsabili
dad en los tratamientos, lo que agudizó la carencia de traba
jadores sociales especializados en psiquiatría.
Pese a las numerosas escuelas de Trabajo Social de for
mación polivalente, hasta hoy ninguna de ellas ha realizado
cursos de especialización en Trabajo Social psiquiátrico, no
obstante la necesidad que este campo padece y que requie
re cubrir, de manera perentoria, con profesionales de esta
disciplina, altamente especializados.
Sólo desde hace pocos años, en EE.UU. e Inglaterra, al
gunos centros psiquiátricos y escuelas de Trabajo Social rea
lizan cursos intensivos destinados a la especialización de tira-
bajadores sociales en la labor psiquiátrica.
El Instituto Nacional de Salud Mental, como organismo
normativo que fue, en el año 1967 asumió la responsabili
dad de subsanar —por lo menos en parte— esa deplorable
carencia de trabajadores sociales especializados, creando| el
"Curso de Servicio Social Psiquiátrico", con un avanzado
programa que cubre una formación teórico-práctica, destina
da a profesionales de Trabajo Social. Este curso se desarro
lló normalmente durante cuatro años, con gravitación en
países extranjeros, ya que, del total de sesenta y ocho
egresados, los hubo de Paraguay y Brasil.
En 1971, y tras la llegada de la intervención un año an
tes, el Instituto Nacional de Salud Mental decidió que didho
curso (uno de los pocos en el mundo y el único en América
Latina) se suprimiera, ante el doloroso y resignado asombro
de todos los profesionales.
Al haberse comprobado que los trastornos mentales mu-
chas veces son influenciados, de modo decisivo, por el mé-
dio en que vive el enfermo, por sus circunstancias vitales, por
la dinámica de las relaciones interpersonales, importa demuy
especial manera descubrir e instrumentar los recursos aptos
para actuar sobre esos factores, contrarrestándolos (cuando
son negativos) o propiciándolos (cuando son positivos). Asis-
10
tido por las ciencias de la conducta, del comportamiento
social, por el conocimiento de estructuras de la sociedad, el
Trabajo Social contribuye a posibilitar el éxito de tan impor
tante labor.
Cabaleiro Goas dice: "El hombre es la unidad de lo psí
quico y lo biológico insertado en el mundo con los pies cla
vados en él; esa unidad y las relaciones de ella con el mun
do del que el hombre es actor y autor a la vez, hay que con
siderarla de un modo inexcusable, siempre que se quiera
abordar cualquier problema del ser humano".
Con la incorporación del Trabajo Social a la psiquiatría,
ésta ha ganado no sólo en experiencia de trabajo interdisci
plinario a nivel de intramuros, sino que también ve extendida
(consideramos esto como el aporte más importante) el área
de su influencia terapéutica y preventiva a sectores de la co
munidad que le eran inalcanzables.
Una acción de salud no puede entenderse si no está re
ferida a las necesidades y capacidades del individuo, y el in
dividuo en particular no será entendido sin la referencia a su
ambiente y al contexto social en el cual actúa.
El problema consiste en cómo integrar el quehacer de la
psiquiatría y el del Trabajo Social, de manera tal que se
unifique, en una labor trascendente, al individuo en sociedad.
En su forma primitiva, la investigación, tanto clínica como
social, con fines de tratamiento, ha estudiado (casi con ex
clusividad) al individuo aislado. Un ejemplo concreto de ello
lo encontramos en el análisis del devenir histórico del Traba
jo Social.
Dentro del ámbito de la psiquiatría, coincidimos con el pos
tulado de que no se puede hablar de un individuo enfermo,
sino que hay que hablar de un grupo familiar enfermo.
Ackerman dice: "La familia es la unidad básica de la enfer
medad y la salud".
Cuando el trabajador social no especializado comienza a
trabajar en el campo de la psiquiatría, suele confundirse y
bloquearse, e incluso llega a experimentar la sensación de
que lo aprendido teóricamente le vale muy poco ante esta
11
situación nueva que enfrenta. Una de las cosas que tiene que
conocer desde el primer día es que, aunque lo sorprenda y
desoriente mucho, en un principio, la conducta de los enfer
mos mentales difiere sólo en grado de la conducta de cual
quier grupo de individuos de edad, cultura y antecedentes
socio-económicos similares.
Tampoco debe esperar establecer una relación de simpa-
tía mutua con todos. En lo que sí tiene que esforzarse es en
instrumentar una adecuada comprensión de los problemas de
todos los pacientes. El enfermo mental es una persona que
necesita ser ayudada para enfrentar los problemas que a
diario le presenta la vida.
Uno de los objetivos del Trabajo Social psiquiátrico con
siste en crear las condiciones que hagan posible que las per
sonas mentalmente enfermas puedan aceptarse a sí mismas
y logren mejorar sus relaciones con las otras personas. Si
tenemos en cuenta esta segunda parte (ayudar a los pacien
tes a mejorar sus relaciones interpersonales), se hace evi-
dente la necesidad que tiene el trabajador social de preparar
su personalidad, ya que ésta es ni más ni menos que la pri
mera y fundamental herramienta que va a tener que utilizar.
De cómo instrumente su propia personalidad como ele
mento terapéutico dependerá, en mucho, su labor futura en
el complejo y muchas veces inexplicable campo de la salud
mental.
12
Capítulo I
13
cultura y en relación con el propio recorrido histórico, dará
su propia explicación sobre lo que entiende por "completo
bienestar". Tercero, es una definición estática que se apoya
en lo dado sin contemplar el dinámico proceso que la vida
misma encierra, aun a la hora de entender cuál es la situación
actual de un organismo. Por último, y a partir de las ideas
mencionadas, se trata de una concepción de salud en
términos absolutos, en la que la oposición de los contrarios
no entra en juego para dar lugar a la doble implicancia de lo
que pensamos que se debe considerar: el par antitético salud-
enfermedad.
Si entendemos que la ausencia de sufrimiento en el or
ganismo no es sinónimo de salud, si dijimos que salud no es
solamente ausencia de enfermedad, si vemos que la salud
no es un estado que el sujeto obtendrá o perderá de una vez
y para siempre, si el concepto de salud, por ende, no podrtá
ser nunca un concepto estadístico, ¿qué caracteriza a la
salud?
Comprendiendo a la salud como un proceso equilibrado
de interacción individuo-medio, es obligatorio y necesario con
siderarla desde varias perspectivas en cualquier punto del
continuo en que se la quiera conocer y medir.
En síntesis, debemos hablar de un complejo salud-enfer
medad en el que la salud debe ser entendida como resulta
do de un equilibrio dinámico, relativo e inestable entre condi-
ciones que la mantienen y factores que la amenazan. Si los
múltiples factores son muy adversos o superan el alcance de
la capacidad del individuo para enfrentarlos, pueden apare
cer procesos patológicos que se constituyen en la enfer
medad1 .
En definitiva, entendemos a la salud y la enfermedad como
un complejo que se define por su interrelación dialéctica en
el marco de un proceso que permite subsumir la particulari
dad del caso en absolutos ideales a los que en definitiva tien
den.
1
Ferrari, Héctor. Salud mental en medicina, contribuciones al campo del
psicoanálisis. Libreros López Editores, Buenos Aires, 2002.
14
PROCESO DE SALUD-ENFERMEDAD
2
Samaja, J. Semiótica y dialéctica. JVE Ediciones.
15
sea intentar cambiarlo... la salud mental, tal como la com
prende el Comité, no es una condición estática... implica la
capacidad del individuo para establecer relaciones armónicas
con otros y para participar en modificaciones de su ambien
te físico y social, o de contribuir en ello de un modo cons
tructivo".
Históricamente pueden formularse tres grandes teorías ex
plicativas acerca de la noción de enfermedad mental:
16
mos, no son excluyentes sino que debemos considerar la
salud mental en términos de procesos de equilibrio y adap
tación.
Generalmente, cuando se elabora un diagnóstico referido
a una enfermedad mental se hace sobre la base de los sín
tomas desde el punto de vista clínico, reflejando poco de la
"organización total de la personalidad". Actualmente se sabe
que el mismo síntoma puede tener diferentes efectos en una
misma persona, en distintos momentos o etapas de su vida,
El problema, entonces, es tanto la forma del síntoma como
el modo en que la capacidad integradora del individuo ma
neja el conflicto central y la manera en que sus relaciones
familiares afectan este resultado. Debido a esta sutileza, dos
personas que tienen el mismo síntoma producen distintas res
puestas (sana o enferma). No es, pues, la naturaleza del
conflicto sino los recursos totales que tengan para enfrentarlo,
elaborarlo o manejarlo, y también el carácter patológico del
grupo familiar del que forma parte, lo que debemos tener en
cuenta para evaluar el grado de salud o enfermedad de los
individuos o grupos.
Otra cosa que suele pasarse por alto es la consideración
de la llamada "salud residual", tanto del paciente como del
ambiente familiar. Esta consideración reviste importancia prác
tica para la elaboración del tratamiento psico-social y la re
habilitación del enfermo.
Lo que a menudo altera el resultado del tratamiento psi
quiátrico y psico-social es el fracaso en evaluar el ambiente
o el lograr controlarlo eficazmente. Si un miembro de una fa
milia comienza un tratamiento individual, cualquier cambio en
las actitudes y conducta del paciente alterará la conducta de
los otros miembros. Durante un tiempo, el centro crítico del
conflicto y la ansiedad puede trasladarse de un miembro a
otro.
17
Normalidad y anormalidad
en diferentes culturas
18
enfermedad. ¿Con qué parámetros mide cada grupo los lí
mites del esceso o el defecto?
En síntesis, es fundamental para el Trabajo Social cono
cer el alcance de los conceptos de normalidad y anormali
dad en las distintas sociedades; el grado de tolerancia que
se tenga a la enfermedad mental.
Uno de los indicadores que nos marcaría los diferentes
conceptos sería la terminología aplicada en distintos grupos
sociales.
Otro podría ser la legislación, no sólo por la diferencia de
terminología sino por el propio contenido.
También la organización de la asistencia a los enfermos
constituye un indicador. Puede estudiarse, por ejemplo, en
qué medida los enfermos mentales siguen en contacto con
la sociedad o si se los recluye en hospitales cerrados; hasta
qué punto se ocupan de la rehabilitación, si se les proporcio
nan fuentes de trabajo y, también, hasta qué extremos se uti
lizan las prisiones o comisarías para albergar enfermos.
En nuestra sociedad, generalmente, nos encontramos con
actitudes de tolerancia, piedad, divertimento, curiosidad mal
sana, ansiedad, miedo, prejuicio, repulsión, hostilidad, etcé
tera.
Las actitudes favorables se basan con frecuencia en los
lazos familiares y están reforzadas por la estructura social.
Las actitudes hostiles pueden ser fruto del desconocimien
tos de la causa de la enfermedad y del comportamiento im
previsible de los enfermos, que amenazan el orden social y
originan estados de ansiedad y miedo.
Cuando se cree que los trastornos psiquiátricos tienen un
origen somático, la actitud hacia el enfermo suele ser más
favorable, en parte porque la curación parece más probable
y en parte porque se considera que la persona es menos
responsable. También la actitud suele ser más favorable
cuando no constituye una carga económica. En los países
donde los gastos del tratamiento corren por cuenta del se
guro social, los enfermos son objeto de una hostilidad me-
nor que cuando esa carga pesa sobre la economía familiar.
19
Importancia de la
valoración cultural del enfermo
20
— Adaptación: acción y efecto de adaptar o adaptarse.
— Adaptar: acomodar, "ajustar" una cosa con otra.
— Ajustar: hacer y poner alguna cosa de modo que case
y venga justo con otra. / 2a- acep.: conformar, acomo
dar una cosa a otra, de suerte que no haya discrepan
cia entre ellas.
21
Marco referencial
de normalidad y salud
22
pasando todo esto, y es así, y somos el común, la mayoría,
el promedio y, por lo tanto, la norma referencial con la que
decidimos que estamos sanos, aunque frecuentemente (y con
mucha ironía) reconozcamos que "estamos todos locos".
A poco de analizar nuestras instituciones "normales", ve
mos que también son "patológicas", con estratificación auto
ritaria, rutinización de las tareas, lucha por los status de po
der, disociación entre status y función, y la falta de una de
cidida y organizada actividad participante que gratifique (no
obstante la inadecuada remuneración), que desarrolle perso
nalidades autónomas y responsables, y sume, a través de un
esfuerzo cooperativo, todas las voluntades ocultas y reprimi
das que esperan la oportunidad de contribuir eficazmente a
un mayor bienestar individual y colectivo.
Todo esto nos lleva a la evidencia de la necesidad de exa
minar nuestra normalidad social y distinguir los desarrollos
sanos y patológicos de ella. Y también, de lo hasta aquí ex
puesto, podemos, de alguna manera, deducir que "la conduc
ta conforme con las normas sociales no es en sí misma sig
no absoluto de salud mental".
Adaptación en el individuo
23
Además, hay que entender la adaptación no como un con
cepto estático del sometimiento de un algo a otro algo, sino
en términos de equilibrio, es decir, cuando el individuo tiene
una conducta de aceptación a la norma social pero flexible
al cambio y permeable a la interacción dinámica, dejando de
jugar un rol pasivo para pasar a ser él mismo agenté de
cambio. Es decir, cuando el individuo puede actuar sobre el
medio social, puede modificarlo y adecuar las normas.
Concluimos, entonces, que el hombre sano no sería aquel
que se adapte perfectamente a un contexto normativo deter
minado, sino a un movimiento, a un complejo de permanen
te cambio donde pueda actuar como agente activo de su
modificación.
24
Capítulo II
Sujeto psíquico
y personalidad
25
Otro elemento que determina el modo de actuar de la con
ducta es la percepción. La percepción la entendemos como
una selección valorativa, es decir, actúo porque percibo y al
percibir valoro y selecciono.
Señala Kisnerman-. "La estructura perceptual se compo
ne de 'figura', que es lo que se da directamente a la percep
ción, y el 'fondo', que es todo aquello contra lo cual aparece
la figura".
Se percibe de acuerdo con la necesidad aquello que la
pueda satisfacer, ya sea a través de una conducta directa o
de una conducta de rodeo.
La conducta está condicionada por el "marco de referen
cia", ya que "todo es apreciado en relación con algo, con
alguna experiencia vivida", como señala Kisnerman; de algu
na manera, en una misma sociedad o en distinta sociedades
con cultura semejante, los individuos son receptores de un
proceso de endoculturación semejante. Así, internalizan pau
tas de conducta similares que responden a los valores y
normas sociales ya establecidos. Claro que pueden existir di
ferencias, y de hecho existen, sobre todo cuando responden
a clases sociales muy alejadas.
Según la teoría de la interacción de Parson, todas las si
tuaciones que se suceden entre dos individuos están en cierta
medida pautadas. Es decir que cada uno tiene expectativas
más o menos ciertas con respecto a la conducta del otro,
basadas en el status de ese otro y en el propio.
En situación de conflicto, es decir, cuando surge la ten
sión como resultado de los impulsos primitivos de lo que
Freud llama el "infra yo" y los controles que el "yo" o el
"superyó" imponen, comienzan a accionar ciertos mecanis
mos de la personalidad para eliminar el peligro, la tensión y
la ansiedad.
En cierta manera, todos los seres humanos utilizan estos
mecanismos adaptivos para aliviar la tensión intrapsíquica,
pero, si éstos se convierten en una característica demasiado
prominente de la conducta, el individuo puede ser conside
rado mentalmente enfermo porque, si bien estos mecanismos
26
logran el ajuste o adaptación, no resuelven el conflicto. Po
dríamos hacer una distinción llamando "mecanismo de adap
tación" a aquél utilizado en forma circunstancial por las per
sonas, y "mecanismos de defensa" cuando se convierten en
un rasgo prominente de la conducta, lo cual denota pato
logía.
Cuando los mecanismos de defensa hacen su aparición,
no están bien definidos y casi nunca se presentan como fe
nómenos aislados.
Mecanismos típicos
27
pasible de sentimientos o emociones a un sujeto u objeto
distinto de aquel que los provocó. Esto se hace como una
medida de seguridad, por cuanto, de alguna manera, siente
que es peligroso expresarlos directamente. Este mecanismo
de desplazamiento, también llamado de sustitución, toma tres
formas distintas:
28
de sucesivas identificaciones que van, por ejemplo, desde el
niño que se identifica o asume las características masculinas
que admira en su padre, pasando por integrar los atributos
admirados en los profesores, etc. Pero la identificación pue
de también ser con elementos negativos.
Supresión: esto es realizado por el individuo en forma
consciente e intencional, mediante lo cual excluye de su
mente, en lo preconsciente, los pensamientos, sentimientos
e impulsos que le resultan desagradables.
Conducta reactiva: es la que asume una persona cuan
do actúa de una manera diametralmente opuesta a sus sen
timientos o deseos inconscientes; es una manera de negar
sus verdaderos sentimientos o deseos. Este tipo de conduc
ta puede muy bien observarse en esos individuos adultos
desprolijos, descuidados para con ellos y sus casas, que
fueron educados con rigidez y objetividad por padres que les
requerían el cumplimiento meticuloso de reglas de higiene y
orden. Kisnerman señala que "la 'formación reactiva' es apo
yar algo por no hacer lo opuesto que es amenazante (ser
bombero como defensa de la piromanía)".
Sublimación: es un mecanismo inconsciente mediante el
cual el individuo reprime impulsos, tendencias socialmente
inaceptables, reorientándolas hacia otras que sí lo son. La
sublimación constituye uno de los mecanismos de la conducta
considerados positivos por cuanto, en gran medida, median
te ella se logran metas artísticas y culturales que hacen a la
civilización. Por otra parte, de alguna manera, contribuye al
proceso de educación de los hábitos de higiene en los niños,
por ejemplo, cuando el niño aprende a dirigir la sensación
placentera de defecar a su antojo, hacia patrones de entre
namiento esfinteriano aceptables desde un punto de vista
social.
Estos cuatro últimos mecanismos (identificación, supre
sión, conducta reactiva y sublimación) suelen originarse en
el período de entrenamiento esfinteriano.
Represión: mediante este mecanismo inconsciente, el in
dividuo niega aquello que le produce conflictos y actúa como
29
si no existiera. Por consiguiente, al negar impulsos, recuer
dos, experiencias y pensamientos desagradables, la energía
psíquica con que estos elementos estaban imbuidos se trans
forma en angustia y tensión en el inconsciente. La represión
está íntimamente ligada al super-ego del individuo; si éste es
débil, será poco el material que haya que reprimir, pero, si
éste es fuerte, será a la inversa, sobre todo en lo que hace
a sentimientos egoístas y hostiles, y a los impulsos sexua
les. Las experiencias dolorosas reprimidas suelen volverse
más tarde fuentes inconscientes de conflicto emocional.
Regresión: es el resultado de adoptar conductas corres
pondientes a una etapa ya superada y por medio de tes
cuales el individuo logra encontrar respuestas para enfrentar
situaciones de la actualidad que no logra resolver. Quizá uno
de los ejemplos típicos de regresión lo constituya el he
cho de nombrar a la madre; significa regresar a la infancia
cuando "mamá" era el personaje fuente de amor y seguridad.
Racionalización: es un mecanismo intelectual mediante
el cual el individuo trata de explicar situaciones o conductas
problemáticas a través de una serie de razonamientos lógi
cos que las disimulan. Se lo utiliza cuando se experimenta
un sentimiento de culpa acerca de la conducta o cuando no
se sabe qué comportamiento adoptar. La racionalización es
un mecanismo efectivo porque logra aliviar la angustia pro
vocada por la realidad; su efecto es sólo temporal y desvía
de encarar esa realidad tal cual es.
Estos tres últimos mecanismos mencionados suelen ori
ginarse en los últimos años de la niñez.
Proyección: éste también responde a los mecanismos in
conscientes y consiste en un encontrar en otro todos aque
llos impulsos, ideas y pensamientos inaceptables en uno
mismo. El individuo lo utiliza para aliviar la tensión al trans
ferir la responsabilidad de esos impulsos, ideas y pensamien
tos a otra persona. Es un método muy común entre los en
fermos mentales, lo que no quiere decir que, de alguna
manera, no lo utilicemos todos. En los enfermos paranoides
o delirantes y con alucinaciones entra en juego este meca-
30
nismo; los primeros proyectan su propio odio interno hacia
otro/s, y comienzan a elaborar una conducta delirante mani
festando que los persiguen o que intentan matarlos. Los
segundos dicen oír voces que hablan sobre ellos y de una
manera inconsciente tienen miedo de que lo que esas voces
dicen sea cierto. Un ejemplo cotidiano de este mecanismo lo
podemos ver en esas personas que reprimen lo sexual y
toman una conducta moralista hacia los demás, viendo inmo
ralidad en cualquier acción humana simple, como las caricias
que puede prodigarse una pareja de novios o la palabrota
dicha en un escenario.
Estos últimos mecanismos analizados suelen originarse
durante el período de latencia.
Otros mecanismos
31
bólico sólo será idéntico, en dos individuos distintos, en cuan
to al análisis de su forma, pero seguramente tendrá una in
terpretación particular para cada uno de ellos.
32
Estructuras de conducta
33
Estructura histérica: su contacto con la realidad se rea
liza a través del cuerpo, el vínculo es representativo, siente
una desvalorización de la función simbólica. La característi
ca que presenta es la seducción; como sentimiento básico,
la auto-desvalorización. Como mecanismos predominantes:
la represión, la regresión y la conversión. Patológicamente,
da neurosis histérica.
Estructura autista: se caracteriza por una actitud de ais
lamiento y distancia. Predominan las relaciones intelectuales,
simbólicas, en detrimento de las afectivas. El sentimiento
básico está dado por la envidia y la avidez. Los mecanismos
predominantes son: introyección, negación y disociación, y en
el cuadro patológico se traduce en esquizofrenia.
34
Capítulo III
La familia
35
La familia conyugal cumple, por lo menos, cuatro funcio
nes básicas:
36
crecimiento, a la de matrimonio con hijos casados, y luego
con nietos para finalmente concluir en la estructura corres
pondiente a la de ese primer matrimonio en etapa de vejez
Con algunas ligeras variantes, éstas serían, en términos ge
nerales, las distintas modificaciones por las que atraviesa la
familia, lo cual, evidentemente, va mostrando distintas estruc
turas familiares.
Tendríamos entonces a la familia como un grupo orgáni
co y viviente, es decir, que nace, crece, envejece y muere,
influido permanentemente por factores exógenos así como
por endógenos, propios de su organización interna, lo que va
produciendo distintos cambios en su estructura de acuerdo
con las etapas por las que atraviesa, y dotado de la suficien
te flexibilidad para adaptarse a esos cambios sin riesgo de
enfermar.
Familia ensamblada
La sociedad ha cambiado, lo que ayer era una rareza hoy
es natural, y viceversa; ejemplo de ello, divorciarse, volver a
formar una nueva pareja y, aún más, tener hijos con ella.
Este hecho aumentó lo que hoy conocemos como fami
lia ensamblada, entendiendo por tal "una familia en la cual
uno o ambos miembros de la actual pareja tiene/n hijo/s de
uniones anteriores. Dentro de esta categoría entran tanto
las segundas parejas de viudos/as y de madres y padres*
solteros"1.
"Hasta entrado el siglo XX la mayoría de familias ensam
bladas se originaban tras la unión matrimonial de una perso
na viuda con hijos. Hoy en su mayoría se originan en la nue
va unión de —al menos— un progenitor separado o divor
ciado." 2
37
En la Argentina el 30% de los adolescentes son hijos de
padres separados3.
Las familias ensambladas, si bien constituyen un caso de
cambio social visible y concreto, no cuentan con categoría
jurídica, no existen leyes que las reconozcan como tales.
Sí es cierto, en nuestro país, que con la ley de divorcio
vincular que conlleva la aptitud nupcial a las parejas divor
ciadas, se otorga status legal a los ulteriores matrimonios
equiparándolos con el mismo rango del primero de ellos.
Al estudiar este nuevo tipo de familia tomando como pau
ta normativa referencial a la familia tradicional, se llegaba a
considerar a las familias ensambladas como familias con
carencias, deficientes.
Pero, producto de más profundas investigaciones, se lle
gó a comprobar que así como su composición era diferente
también lo eran sus pautas de funcionamiento. "Diferente que
no quiere decir deficiente."4
"Una de las dificultades serias que deben afrontar las fa
milias ensambladas es el estereotipo que presenta al padras
tro, madrastra como seres indeseables y hasta, a veces, crue-
les."5
"...y rebautizamos a estas figuras como madre afín, en lu
gar de madrastra, padre afín en vez de padrastro, e hijo afín
por hijastro. Dentro del concepto familia ensamblada pode
mos enumerar una diversidad de configuraciones, a saber:
a) hogares compuestos por el padre guardador y sus hijos
que viven con el nuevo cónyuge o compañero sin hijos; b)
hogares donde conviven la nueva pareja con los hijos de
ambos de uniones anteriores; c) hogares donde se dan las
combinaciones precedentes a las cuales se agregan los nue
vos hijos de la pareja; d) hogares donde sólo vive la nueva
pareja, pero que ciertos días de la semana o durante las va-
3
Dameno. Op. Cit.
4
Fundación. Op. Cit.
5
Glusman-Martínez Alcorta. Familias ensambladas. Editorial Universi
dad, Buenos Aires, 2000.
38
caciones comparten el espacio doméstico con los hijos pro
pios de alguno de ellos o de ambos." 6
Según la particularidad de cada configuración, se dará
la lógica de constitución o una lógica de complementariedad
de funciones.
En las familias ensambladas se producen imprecisiones
sobre los roles y las interacciones, se hace necesario un con
senso previo a su integración.
"La interdependencia exige articular los roles y los dere
chos y deberes de los padres y madres afines (padrastros/
madrastras) con relación al hijo afín (hijastro) con los dere
chos y deberes de los progenitores. Igualmente, deben ar
monizarse algunos derechos del cónyuge actual y el ex cón
yuge." 7
"Al no existir normas externas que regulen el funciona
miento de estas familias, son sus propios integrantes los que
crean reglas de comportamiento."8
"La falta de normas claras que regulen los roles incide se
riamente en la solidez de los nuevos hogares." 9
"Las investigaciones más recientes han demostrado que
logran un desenvolvimiento satisfactorio cuando adoptan
pautas de funcionamiento correspondiente a su estructura
particular." 10
6
Glusman-Martínez Alcorta, Op. Cit.
7
Ibidem.
8
Ibidem.
9
Ibidem.
10
Ibidem.
39
La actitud que el niño adopta frente a sus familiares está
marcando el tipo de relación que tendrá en la vida adulta.
Cuando el desarrollo psíquico es normal, implica un proceso
en el cual gradualmente el individuo pasa de una dependen
cia paterna a la propia autodirección.
Al principio, la dependencia del niño es total; gradualmen
te, y de acuerdo con el proceso evolutivo, debe ir aprendien
do a satisfacer por sí mismo sus necesidades.
La conducta de los padres condiciona este proceso; si el
niño, ante las nuevas dificultades que tiene que resolver,
solicita ayuda y esta ayuda que se le brinda es indiscriminada,
se habituará a seguir pidiéndola, lo que lo transformará en
un adulto débil e inútil.
Por otro lado, si ios padres otorgan al niño una indepen
dencia prematura, lo estarán privando de la oportunidad de
realizar el aprendizaje que necesita hacer de sus padres, lo
que también lo incapacitará para ubicarse adecuadamente en
la vida adulta.
Es importante que los padres actúen con equilibrio y que
respeten las distintas etapas de maduración por las cuales
pasa el niño, sin olvidar que el buen desarrollo de éste de
pende, fundamentalmente, de las actitudes que ellos tomen.
Si bien es de suma importancia conocer la familia de la
infancia por el rol que desempeña en la aparición de las per
turbaciones, también es imprescindible analizar a la familia
actual del enfermo.
Todo individuo, al formar "su familia", es decir, al casarse
y crear otro núcleo familiar, tiene dos posibilidades: 1) repe
tir el esquema de la familia de la infancia; o 2) crear otra to
talmente nueva.
Si la enfermedad mental es considerada como una vul
nerabilidad potencial que existe en el individuo desde la in
fancia, resulta importante analizar si esa familia que el indi
viduo forma lo protege de la eclosión de la enfermedad o, por
el contrario, lo precipita a ella.
Como la enfermedad mental ya no es tomada como una
entidad aislada de la dinámica familiar, sino que es vista domo
40
el emergente de la enfermedad familiar que aparece en aquel
miembro del grupo familiar más fuerte o más débil, no se
puede limitar la acción terapéutica a dicho "miembro enfer
mo", sino que, aparte de analizar la sintomatología que éste
presente, es necesario conocer la dinámica de su familia.
Se deben considerar los siguientes aspectos:
41
2) Familia de adaptación inestable y comunicación satis
factoria: es la famila productora de neurosis.
3) Familia de adaptación estable y comunicación insatis-
factoria.
4) Familia de adaptación inestable y comunicación insa-
tisfactoria.
Estos dos últimos tipos darían las familias productoras de
psicosis, especialmente esquizofrenias y psicopatías.
Lewin, por su parte, clasifica a las familias en: "aglutina
das", "dispersas" y "mixtas".
Las aglutinadas se caracterizan por la viscosidad y agre
sividad, y estarían relacionadas con las neurosis obsesivas,
epilepsias, histeria y psicopatías. La familia aglutinada pre
senta dos formas de actuar para con el enfermo: o lo cuida
o lo aisla.
Las dispersas estarían en relación con las esquizofrenias.
Y, por último, las mixtas serían las más equilibradas o
sanas.
Si bien se está considerando cada vez más la idea de
tratar a tales familias como una unidad enferma, dicha idea
no se ha extendido lo suficiente y, debido a ello, el que con
sulta siempre es aquel miembro que tiene más dificultades;
pero es obligación del equipo terapéutico tener en cuenta todo
lo analizado y actuar en consecuencia.
En la tarea con las familias de los enfermos mentales,
juega un rol importante el trabajador social; por lo tanto,
éste debe ejercitarse en dicho rol capacitándose teórica y
prácticamente.
42
Capítulo IV
La sociedad actual
43
tación interna de la mano de obra entre productores informa-
cionales y trabajadores genéricos reemplazables. Segundo,
la exclusión social de un segmento significativo de la socie
dad compuesto por individuos desechados cuyo valor como
trabajadores y/o consumidores se ha agotado y de cuya
importancia como personas se prescinde. Tercero, la sepa
ración entre la lógica de mercado de las redes globales de
los flujos de capital y la experiencia humana de las vidas de
los trabajadores...".
Cambian entonces los modos de producción, los intercam
bios comerciales y, por consiguiente, las agrupaciones de los
individuos y sus padecimientos. Ahora, lo público se da eh el
shopping, como lugar de aglomeración de bienes de consu
mo de la cultura del mercado, que incluye en su lógica no
sólo la satisfacción de las necesidades básicas sino funda
mentalmente la satisfacción de los deseos psicológicols y
simbólicos del imaginario social. Mandatos de belleza, juven
tud y delgadez en dicho imaginario, por ejemplo, serán el
sustrato hedonista de las llamadas patologías actuales, cuan
do la satisfacción no se logre. Lyotard llama "la condición
postmoderna" a la situación en la que vive el hombre don-
temporáneo de los países desarrollados. Un modo de vivir
que incluye permanentemente la búsqueda de la calidad de
vida (propia del pensamiento científico basado en la eficacia),
el desarrollo individual por sobre el colectivo, una sensibili
dad por lo ecológico, un rechazo hacia los grandes sistemas
de sentido y al culto a la participación y la expresión popular,
y un incentivo de las elecciones privadas y la individualidad.
El ideal de este sujeto del postmodernismo es seguir sien
do joven y hermoso, en una exacerbación de los sentidas y
del placer del cuerpo. El esfuerzo que las dietas alimenticias
implican es fundamentalmente para lucir en un "envase" vi
vido de esplendor y atractivo, más que por una cuestión de
salud.
En estas divisiones de la sociedad cambian también las
garantías sociales. La descentralización estatal conlleva el
germen de la falta de compromiso con las políticas sociales
44
y la escasa defensa del interés de la comunidad. Un nuevo
paradigma que refleja el carácter de tendencia atomista ha
cia el que los planes económicos, educacionales o de salud
frecuentemente apuntan y que exhibe una desprotección que
evoca el desamparo de la fragilidad humana.
La consiguiente desigual brecha divisoria entre ricos y po
bres se agudiza con un contraste de blanco y negro, sin gri
ses, en un modelo de exclusión que es fácilmente identifica-
ble en la pared que separa literalmente al "barrio privado" de
la "villa de emergencia" en muchos lugares del Conurbano
bonaerense, o en los "cartoneros" comiendo de la basura en
alguna lujosa esquina de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
Este duro contraste trae aparejado el surgimiento de la vio
lencia que en todas sus formas aparece como titular de los
periódicos o en la vivencia cotidiana de estos tiempos.
Aquel Estado protector hoy ausente va de la mano con lo
que Lipovetsky define como sociedad postmoderna: "La so
ciedad postmoderna no tiene ni ídolo ni tabú, ni tan sólo
imagen gloriosa de sí misma, ningún proyecto histórico movi-
lizador, estamos regidos por el vacío, un vacío que no com
porta, sin embargo, ni tragedia ni Apocalipsis...". Desalenta
dor por cierto, pero suficientemente contundente como para
permitirnos preguntarnos:
¿Cuál es el lugar que el trabajador social tiene actualmente
frente a este orden de situación? Si dijimos que el sujeto
psíquico, la personalidad y la familia deben contextualizarse
histórico-socialmente, ¿cómo abordar este contexto que se
nos presenta difícil y por momentos imposible?
Si la profesión de trabajador social debe promover la re
solución de problemas en las relaciones humanas, el cam
bio social, el poder de las personas mediante el ejercicio de
sus derechos y su liberación para la mejora de la sociedad,
¿de qué modo concretar estos objetivos cuando las políticas
de justicia social sólo constituyen la plataforma electoral del
candidato de turno?
No es fácil dar respuestas a estas preguntas, quizá la
45
carta del sociólogo argentino Juan Carlos Marín leída por el
director de la Carrera de Sociología de la Universidad de
Buenos Aires, Lucas Rubinich, en oportunidad de la apertu
ra de las "Jornadas de Reflexión de la Carrera de Sociolo
gía", el día 4 de octubre de 2006, en la Facultad de Ciencias
sociales de la UBA pueda hacernos reflexionar sobre el tema:
"Es conveniente tener presente la advertencia y sugerencia
que nos hicieran los participantes XXII Congreso de la Aso
ciación Latinoamericana de Sociología, realizada en Concep
ción, Chile, en 1999, por la que los científicos sociales no
pueden limitarse a la realización de un diagnóstico de sus
sociedades sin conocer y enfrentar las múltiples dimensiones
en que se ejerce de manera inhumana y arbitraria el mono-
polio legal de la violencia en nuestro continente".
46
Capítulo V
1
Baumgart, A. Lecciones introductorias de piscopatología. Ed.
Eudeba, 1999.
47
Pero en la etiopatogenia es importante considerar que a
este bagaje constitucional hereditario se suman la organiza
ción libidinal del sujeto y el acontecer traumático como dis
parador del síntoma, particularmente en los llamados meca
nismos de la formación del síntoma.
"Para el profano son los síntomas lo que constituye la
esencia de la enfermedad, y, por tanto, la considerará cura
da en el momento en que los mismos desaparecen. En cam
bio, el médico establece una precisa distinción entre ambos
conceptos y pretende que la desaparición de los síntomas no
significa, en modo alguno, la curación de la enfermedad. Mas
como lo que de ésta queda, después de dicha desaparición,
es tan sólo la facultad de formar nuevos síntomas, podremos
adoptar provisionalmente el punto de vista del profano y
admitir que analizar los síntomas equivale a comprender la
enfermedad."2
Pensar la estructuración del aparato psíquico a la luz de
esta concepción del síntoma nos permite pensar los modos
de funcionamiento de la estructura: neurosis, psicosis o per
versión en relación con los aspectos socio-ambientales del
sujeto.
Es cierto sentido, la persona también hereda su medio
familiar a las fuerzas culturales a las que tiene que adaptar
se a lo largo de su vida.
Un mismo problema orgánico puede producir una amplia
variedad de reacciones mentales en diferentes sujetos, lo Cual
sugiere que la personalidad tienen un papel importante inclu
so en la respuesta de cada individuo a la lesión del tejido
cerebral.
Los problemas económicos, la pérdida de un amigo o
pariente al que se quería mucho, la ruptura del matrimonio,
la pérdida de un trabajo, el sentimiento de fracaso al no) re
cibir un ascenso importante en el empleo o la desilusión aber-
2
Freud, S. Lección XXIII. Vías de formación de síntomas. Ed. López
Ballesteros, 1916/17.
48
ca de la integridad de un amigo en el que se confiaba son
algunas de las situaciones que producen conflictos intraper-
sonales.
Los factores intrapersonales son las relaciones que el
individuo desarrolla con las personas importantes de su
ambiente.
Una vida familiar estable, segura y amorosa favorece el
desarrollo de actitudes en el sujeto, frente a sí mismo y fren-
te a los otros, que le permiten adaptarse a las presiones de
la edad adulta y vivir en forma productiva y satisfactoria.
Distintos tipos de
enfermedades mentales
49
Distintos tipos de enfermos
50
Enfermedades mentales agudas
G. Epilepsia:
51
masa de un grupo de neuronas cerebrales o de su
totalidad, momentáneamente afectadas de una sin
cronía excesiva.
52
común reconocido por la literatura psiquiátrica conterrv
poránea es su "antisociabilidad" y su "impulsividad". Por
ello, con este nombre se designa a sujetos que pre
sentan una anomalía de su personalidad, trastornos
afectivos y caracteriales diversos, y una propensión al
las conductas antisociales.
53
1) La neurosis fóbica (histeria de angustia): la an
gustia está comprometida en un sistema ideo-afec-
tivo simbólico (agorafobia, fobia de los cuchillos,
etcétera).
54
Cuadro de psicosis delirantes crónicas
55
2) La hebefrenia que viene caracterizada por un
comportamiento pueril y caprichoso, sobre un
fondo de indolencia e inconsistencia en relación
con todos los valores sociales.
3) Cuando se trata de una regresión masiva hacia
un estado de decadencia demencial rápida, lo
que precisamente ha hecho dar el nombre de
"demencia precoz" a la afección.
56
cos de conocimiento, de juicio y de adaptación al medio
social.
Naturalmente, los "estados demenciales" deben ser
considerados sobre todo en su aspecto evolutivo, y en
este sentido comportan fases y grados.
Cuando la demencia es incipiente o poco profunda, se
emplea más bien el término de "debilitamiento"
demencial o intelectual.
Cuando es poco sensible y casi infraclínica (se mani
fiesta casi exclusivamente en las pruebas psicométricas
o tests), se habla de "deteriorización" mental.
Podemos añadir, por último, que el potencial evolutivo
(duración, profundidad y progresividad) de la demen
cia depende, esencialmente, de los procesos cerebra
les que la condicionan.
Existen distintos grados de demencia:
57
Capítulo VI
Abordajes preventivos
Niveles de prevención
59
imprescindible por lo tremendamente complejo y la mullti-
causalidad actuante de cada uno de los fenómenos.
En el particular momento social de nuestro país, es fun
damental sostener un modelo preventivo, el cual es consis
tente con el modelo epidemiológico de la salud pública, al
ocuparse de la prevención de las enfermedades para evitar
que ocurra el problema. Por eso ponemos énfasis en la
modalidad de "promoción" y "prevención primaria", ya que en
tendemos que todo sujeto que pueda circular por los niveles
simbólicos de las relaciones sociales se convertirá en actor
social, reproduciendo mayores recursos psicológicos para
enfrentar la realidad y transformar sus condiciones de exis
tencia.
El trabajador social psiquiátrico contribuye a situar bajo
tratamiento, siguiendo los conceptos de prevención primaria,
también a aquel que queremos que no enferme dentro de un
marco social y familiar, y que ayude a los demás miembros
del equipo a llevar a cabo en forma más efectiva sus funcio-
nes de diagnóstico, prevención y tratamiento.
60
tenga una alimentación mejor balanceada por medio;
de un trabajo social intensivo.
b) Aportes psico-sociales: incluyen la estimulación del
desarrollo intelectual y afectivo de una persona, por
medio de la interacción personal con los miembros sig-
nificativos de la familia, la escuela, el trabajo, etc. Los
aportes psicosociales de mayor importancia son pro-
vistos por las relaciones familiares, y uno de los obje-
tivos más importantes de la prevención primaria es la
protección de la integridad familiar. El trabajador social
tiene una de sus más significativas actuaciones en el
campo de las relaciones familiares en prevención pri-
maria, por ejemplo, trabajando en la educación para;
padres, para evitar determinadas actitudes que podrían
resultar perjudiciales en el desarrollo del niño.
c) Aportes socio-culturales: son las influencias que
sobre el desarrollo y funcionamiento de la personali-
dad ejercen las costumbres y los valores de la cultura
y de la estructura social. Aquí el rol principal dentro del
equipo le corresponde al sociólogo, al antropólogo, al
político, etc., y al trabajador social que colabore en el
trabajo de campo necesario.
61
El trabajador social es el encargado de transmitir directa-
mente a la población lo planificado por el equipo, suminis
trando la información necesaria para que la comunidad pue
da detectar los indicios básicos de trastornos y sepa dónde
concurrir en estos casos. Ejemplo: búsqueda de "sospecho
sos". El equipo supone que ciertas manifestaciones son ín
dice de determinado trastornos; la misión del trabajador so
cial, entonces, es tomar contacto con la población y valorar
el funcionamiento de sus miembros, de manera que aque
llos que presentan signos de alteración mental puedan ser
descubiertos y llevados a un tratamiento rápido y eficaz.
62
En esta primera aproximación vemos la importancia fun
damental que dentro del equipo cumple el trabajador social
en los planes de prevención, equipo éste que debe necesa
riamente ser interdisciplinario y que así podrá abarcar todos
los campos de la actividad humana.
63
Capítulo VII
Introducción al Trabajo
Social psiquiátrico
Principio de aceptación
65
profundamente que se convierte en una actitud automática
de comprensión disciplinada, en una actitud profesional.
Por otro lado, el trabajador social psiquiátrico tiene que
realizar algo todavía más difícil que la aceptación del enfer-
mo como persona; es el aceptarse a sí mismo como la per
sona que es. El propio conocimiento es la tarea más ardua
de lograr, pero completamente imprescindible cuando se tra
ta de trabajar en el área de la psiquiatría.
La comprensión del significado de la conducta es más fácil
de adquirir en la experiencia psiquiátrica, ya que se pueden
observar los mecanismos de la conducta, expresados abier
tamente, y estudiando las desviaciones se aclara el cursó de
la evolución normal.
En el curso ordinario de los acontecimientos, todas las
personas se rigen por ciertas normas, lo que, de alguna
manera, hace predecibles cuáles van a ser las distintas
conductas posibles en las interrelaciones que se produzcan;
vale decir que las expectativas, tanto del "ego" como del "al
ter", van a ser satisfechas en cierto grado.
Los usos, las costumbres, las modas, etc., están siempre,
en alguna medida, normalizadas en todas las sociedades, y
aquellas conductas que no se atienen a la norma son pasibles
de medidas punitivas de diverso grado.
Desde que nacemos, todos estamos sometidos a un pro
ceso de endoculturación que nos hace internalizar todo el
vasto bagaje de normas que rigen nuestra sociedad.
Pero, así como a una persona que ha sido sometida a un
tratamiento físico (por ejemplo, por padecer hepatitis) no se
le puede exigir (y a nadie se le ocurriría) que al terminar el
mismo comience a rendir el cien por ciento en su actividad
rutinaria, de igual manera no es lógico esperar que un enfer
mo mental se someta a las normas que rigen a la sociedad,
ni es terapéutico premiarlo o castigarlo según se aproxime o
separe de ellas.
El enfermo mental necesita, antes de ningún intento tera
péutico o, mejor dicho, como primera fase de cualquier in
tento, terapéutico, ser aceptado como la persona que es.
66
La aceptación configura toda una gama de hechos y con
ductas dirigidos a transmitir al paciente el que se respete y
entienda a sí mismo, como nosotros lo entendemos, como
un hombre que es, como una persona que, por ese simple o
complejo hecho de ser, posee valoración y dignidad; valora
ción y dignidad que no pueden perderse por el simple o com
plejo hecho de estar enfermo, aunque su enfermedad sea
"mental".
Para que el paciente pueda desaprender esas actitudes
o conductas "anormales" (las que no se aproximan o están
en evidente oposición irracional a las normas sociales), tie
ne que llegar a ser capaz de descubrirlas en sí mismo. Por
lo tanto, lo primero que hay que cuidar es que lo rodee un
clima apropiado, es decir un clima donde su comportamien
to sea aceptado. Hay que hacerlo sentir todo lo cómodo que
su enfermedad le permita, hay que aceptarlo exactamente
como es.
Lo primero es transmitirle nuestro interés en él como per
sona y no como caso. La premisa es que tratamos con una
persona que tiene una enfermedad, y no con una enfer
medad que está en un paciente.
Se le puede transmitir al enfermo esta aceptación que
tenemos de él como persona, si tomamos en cuenta los
sentimientos que expresa y le hacemos notar que nos da
mos cuenta de ello. Para esto se hace necesario que el tra
bajador social aprenda a identificar, a través de las expresio
nes verbales de los enfermos, los sentimientos que traen
implícitos.
Y, por otro lado, hay que evitar las interpretaciones
intelectuales, que muchas veces son sólo mecanismo
de defensa que utilizan los profesionales ante la angustia
o ansiedad que provoca en ellos el mensaje que envía el
enfermo.
Es necesario que el trabajador social sepa hablar con el
enfermo, y escucharlo; no simplemente guardar silencio para
que él hable, sino oír atentamente lo que dice y comprender
el significado de lo que intenta transmitir.
67
La conversación no debe girar alrededor de los intereses
o deseos del profesional sino, por el contrario, de los del
enfermo.
Aceptar al enfermo implica, también, una no valoración
ética de su conducta; no hay que olvidar que el comporta
miento del paciente mental representa el síntoma de una en
fermedad, lo mismo que la fiebre constituye un síntoma de
desorganización física.
La relación
Teoría de la comunicación
68
se traslada a través del "canal" hasta el "receptor" (indi
viduo).
La comunicación se da cuando el mensaje emitido por el
emisor es recibido por el receptor, y éste evidencia haberlo
recibido, ya sea por verbalización o gesticulación, es decir,
se cierra el circuito de ida y retorno. Esta evidencia de haber
recibido el mensaje es lo que se conoce con el nombre de
feed-back.
Para que haya feed-back en la comunicación es necesa
rio un código común. Por código se entiende al sistema de
símbolos que representan los distintos objetos, es decir, el
lenguaje. Cuando el circuito no se cierra o crea dudas, es
decir, cuando no se produce el feed-back, ello se debe a los
"ruidos" en la comunicación.
Se llama "ruido", por extensión, a ciertas interferencias que
perturban el mensaje en cualquiera de las etapas del proce
so de comunicación.
Los ruidos pueden localizarse en:
69
En esta relación, por sobre todo inter-humana, entra en
juego la ansiedad, la angustia, la alegría, la euforia, la de
presión, y todas estas sensaciones son, en alguna medida,
compartidas. A esta medida es que tiene que prestar mucha
atención el trabajador social psiquiátrico, porque puede su
ceder que se impacte en demasía con lo que el enfermo está
transmitiendo y, como mecanismo defensivo, ponga límites
extremos y lo despersonalice, convirtiendo la relación en una
relación objetivante. Debemos diferenciar la relación profe
sional de la mera relación social; la primera es únicamente
para beneficio de una de las partes (es una relación instru-
mentada), mientras que la segunda comprende un dar y to
mar de una situación social el logro de un beneficio equitati
vo para ambas partes integrantes de esa relación.
Cuando un trabajador social está obteniendo demasiadas
satisfacciones de un caso, debería detenerse a analizar esa
situación porque, generalmente, por obtener estas satisfac
ciones está desatendiendo las necesidades del paciente.
También sucede con demasiada frecuencia que, por co
locar la palabra "profesional" a la relación, nos confundimos
y creemos que no podemos actuar con naturalidad, tal domo
somos. Intentamos ser tan objetivos que no queremos dejar
traslucir nuestros sentimientos y adoptamos una actitud fría,
rígida y analítica en el momento en que el paciente está tra
tando de que conozcamos su situación, y no nos hacemos
cargo de lo difícil que puede ser para él relacionarse con
nosotros, si mostramos esa conducta tan distante.
El trabajador social no debe, tampoco, apoyarse dema
siado en su facilidad para relacionarse con los pacientes, sino
que debe capacitarse para poder usar esto de una macera
consciente. La relación ha sido tradicionalmente considera
da como una situación de mutuo agrado, y el trabajador so
cial cree que ha alcanzado una buena relación si tanto él al
paciente como éste a él se encuentran simpáticos. Una rela
ción profesional va mucho más allá de una mera simpatía y,
a veces, prescinde de ella.
No sería lógico pretender que todos los pacientes encuen-
70
tren que el profesional es de su agrado, así como tampoco
lo es que el trabajador social gaste todos sus esfuerzos en
tratar meramente de agradar; esto significaría tener una pos
tura o posición muy poco realista, y se podría caer en una
situación peligrosa si se condiciona al paciente a una cierta
obligación que puede llegar a entorpecer el tratamiento.
Una buena relación en sentido terapéutico puede tener
rasgos negativos en el aspecto puramente social. A veces,
una relación socialmente negativa puede ser tan importante
y fuerte como una positiva.
La relación es algo que no sólo debe establecerse al prin
cipio del tratamiento, sino que debe atenderse a través de él.
Aunque también es necesario señalar que, si bien la relación
es muy importante en Trabajo Social como instrumento técni
co, no lo es todo como para, de por sí, solucionar los casos.
Cualquiera que sea la relación que se desarrolle entre el
enfermo mental y el trabajador social, la obligación de éste
es capitalizarla en sentido terapéutico. La relación que se de
sarrolla entre el paciente y el trabajador social puede con
vertirse en un factor gravitante en la experiencia terapéutica
del enfermo. Esto dependerá de la capacidad del trabajador
social para proporcionar al paciente experiencias nuevas y
más positivas en la convivencia con otras personas.
Todas las relaciones terapéuticas poseen elementos co
munes, aun cuando se desarrollen en forma diferente para
cada persona según sus características.
Sea cual fuere la conducta que caracterice a un enfermo
mental, existen ciertos principios generales que deben apli
carse a todos los pacientes que presentan trastornos de
conducta.
Sin que importe lo diferente que sea la conducta manifies
ta, todo enfermo mental constituye un ser humano único,
capaz de experimentar temores, alegrías, esperanzas y pe
nas, que tiene (como todo el mundo) necesidades básicas
que quiere satisfacer.
Prescindiendo de las diferencias de conducta, todas las
personas luchan por conservar una buena opinión sobre si
71
mismas. Existen ciertos principios generales que gobiernan
la conducta, sin que importe la forma que asuma en la en
fermedad.
Si el trabajador social aprende a manejar una sensibilidad
instrumentada profesionalmente, podrá ser capaz de identifi
car las necesidades emocionales del paciente y logrará reali
zar acciones positivas y de utilidad para éste.
Clima terapéutico
72
del personal debe ser planificada, de lo que se deduce la
necesidad de trabajar en equipo.
Si bien es sumamente importante crear una atmósfera
terapéutica tolerante, no lo es menos tener claros los límites
de esa tolerancia. De dichas limitaciones también debe ocu
parse el equipo psiquiátrico, el cual será el encargado de
establecerlas.
A pesar de la causa de hospitalización, la mayoría de los
pacientes adultos pueden tomar decisiones válidas acerca de
las cosas que afectan su bienestar: la institución debería
darles la oportunidad de probarlo.
La introducción en nuestro país de las comunidades tera
péuticas, que van adquiriendo cada vez más gravitación,
parece ser la oportunidad de que la institución brinde al en
fermo mental la ocasión para demostrar su capacidad de
tomar decisiones.
Este enfoque de la atención del enfermo mental, por medio
de actividades de grupo, no deberá iniciarse con aquellos
enfermos en quienes no se pueda delegar cierta autoridad y
responsabilidad en la organización, y tampoco si no existe
un plan previo que contemple los instrumentos necesarios que
permitan facilitar las comunicaciones entre los miembros del
personal.
Estos instrumentos específicos suelen ser "la asamblea",
"los grupos de actividad", "las reuniones del equipo asisten-
cial", "las reuniones de evaluación".
Los nombres con que se designen estos instrumentos
podrán variar quizá en las distintas comunidades terapéuti
cas, pero el contenido y la finalidad no deben cambiar.
Asamblea de comunidad: se constituye con la reunión
regular y prolongada de todos los miembros de la institución,
pacientes y personal.
Durante las mismas se tiende a que todos expresen libre
mente las distintas problemáticas para su libre debate.
Grupos de actividad: constituyen el complemento indis
pensable para el funcionamiento de la comunidad; ahí se
exploran las capacidades y dificultades de expresión y reali-
73
zación, vehiculizadas a través de la interacción centrada en
la tarea. Este será el eje que recorrerá el camino desde la
remotivación a la resocialización del paciente.
Reunión del equipo asistencial: la característica básica
del personal asistencial es la diversidad de componentes del
equipo psiquiátrico (psiquiatras, enfermeros, trabajadores
sociales, psicólogos, terapistas ocupacionales, etc.), y estas
reuniones coadyuvan a la uniformidad de todos en el reco
nocimiento de un atributo que es común a los diversos roles:
todos son "agentes de salud mental". Las funciones se defi
nen primordialmente basándose en el paciente y no en la
institución.
Reunión de evaluación: tanto la reunión de evaluación
de la asamblea, como las reuniones de evaluación de otras
actividades, son el sistema de regulación grupal del conjun-
to terapéutico.
Debe tenderse a lograr un máximo de libertad de expre
sión crítica y comentario, ya que esto proveerá de la fuente
de enriquecimiento constante que, sobre la base de la flexi
bilidad del sistema, asegure su progreso.
La función de la institución psiquiátrica deberá ser, enton-
ces, constituir un medio no patógeno. Esto no quiere decir
que será una utopía o una abstracción idealizada de la rea
lidad, sino que se constituirá en un medio capaz de propor
cionar experiencias sociales correctivas que permitan al pa
ciente restablecer la integridad de su personalidad en el más
alto nivel que pueda alcanzar, a fin de integrarse a la sacie
dad exterior.
También el procedimiento de admisión, al igual que todas
las experiencias por las que pueda pasar el enfermo mental
en la institución psiquiátrica, deben planearse en una forma
que considere la autoestimación del paciente y que, lejos de
deteriorarla, la refuerce.
Los pacientes tienen que ser tenidos en cuenta como ele
mentos activos y tomar parte en la programación de las ac
tividades recreativas como única manera lógica de que és
tas satisfagan sus necesidades.
74
Puesto que muchos pacientes sacan provecho de las dis
cusiones en grupo, es evidente que el trabajador social de
berá centrar cada vez más su tarea en el rol de moderador
y orientador de tales discusiones.
75
Capítulo VIII
Manual práctico
de procedimientos frente
a la e m e r g e n c i a
psiquiátrico-social
Planificación
Entrevistas individuales
Tratamiento Entrevistas grupales
social Manejo de grupo
77
La entrevista
78
4) entrevistas con fines de diagnóstico social;
5) entrevistas con fines de tratamiento social e integral.
79
Aspectos fundamentales
de la entrevista
80
También es necesario cuidar el lenguaje que se utiliza; el
uso inmediato de términos técnicos bloquea enormemente la
comunicación y, generalmente, se convierte en originador de
ansiedad.
Es necesario prestar atención a las distintas actitudes que
pueda tener el entrevistado, así como al tono de voz, el as
pecto físico, la forma de vestirse, los movimientos que reali
za, etc. Si bien analizados separadamente todos estos as
pectos pueden parecer detalles sin importancia, si se toman
en conjunto suelen tener una gran significación.
Manejo de la ansiedad: en primer lugar, el trabajador
social deberá manejar la ansiedad de manera tal que no se
sienta influido por ella.
En segundo lugar, tendrá que evitar ciertas situaciones
generales que comportan casi con absoluta certeza un au
mento de la ansiedad, sobre todo cuando se trata de entre
vistas con enfermos mentales. Por ejemplo, si durante el
proceso de la entrevista a un paciente el trabajador social
contradice directamente las ideas psicóticas, lo seguro es que
esta actitud produzca o aumente la ansiedad del enfermo,
puesto que dichas ideas se basan siempre en profundas
necesidades emocionales. La emoción que sostiene las opi
niones del enfermo resistirá todo desafío intelectual; la razón
no es arma eficaz para modificar el comportamiento del en
fermo.
Si al paciente se lo pudiera liberar de sus ideas psicóticas
mediante razonamientos, nunca habría necesitado tratamiento
psiquiátrico.
El trabajador social debe desarrollar un amplio índice de
adaptabilidad para saber ubicarse en las variantes
situacionales, controlar su propia ansiedad y no mostrarse
asombrado ni sorprendido ante los distintos problemas que
se plantean.
Sentido de autocrítica: es necesario que el trabajador
social realice su autocrítica a fin de seleccionar imparcialmen-
te sus observaciones acerca de lo acontecido en la entrevis
ta, y que no se deje llevar por aquellos aspectos del materia)
81
de la entrevista que coincidan con sus propias opiniones o
prejuicios.
El profesional debe mantener a lo largo de toda la entrevis
ta seriedad y objetividad profesional, a la vez que va orientan
do el encuentro hacia la finalidad para la cual fue organizado.
Registro de entrevistas
Momentos de la entrevista
82
3) Acontecer propiamente dicho: desarrollo de toda la
entrevista.
4) Cierre: el cierre o final de la entrevista, si bien en cierta
medida está marcado por el límite de tiempo fijado para
la misma, resulta el momento más difícil ya que se
debe efectuar de manera que no resulte extemporá-
neo para el entrevistado; este momento debe ir sien
do preparado con cierta anterioridad durante el desa
rrollo de la entrevista, es decir, orientándolo hacia el
final como un paso natural. Lo conveniente, a tal fin,
es que el trabajador social haga, en ese momento, una
síntesis oral de todo lo tratado y de aquellos aspectos
que habría que seguir tratando, para darle seguridad
al entrevistado de que todo lo expuesto fue tenido en
cuenta, a la vez que se lo va motivando para otra
entrevista (esto, en caso de ser necesario un nuevo
encuentro).
5) Post-entrevista: resultados para próximas entrevistas;
sería lo que llamamos "plan de acción".
83
3) Salvo raras excepciones, el paciente no se presenta a
solicitar la ayuda: generalmente es traído por otra perj-
sona (miembro de su familia, funcionario policial, ami
go, etc.).
4) El trabajador social no trabaja sólo con el paciente:
generalmente está tratando también a otro/s miem-
bro/s de la familia.
5) El paciente está tratado por el equipo terapéutico (psi
quiatra, psicólogo, trabajador social, enfermero, tera-
pista ocupacional, etc.). El foco del tratamiento es el
paciente y el trabajo con la familia está orientado en
relación con éste.
84
nal, evaluar todas sus relaciones con los distintos pacientes
El comportamiento de los enfermos mentales constituye una
fuerza generadora de ansiedad que se irradia a las perso-
ñas que trabajan con ellos y, como toda fuerza, suscita otra
fuerza contraria para neutralizar a la primera; es así como
las personas que trabajan con enfermos mentales suelen
elaborar defensas, y es común que las respuestas que dan
a los enfermos sean determinadas por la necesidad de pro
tegerse a sí mismas contra la ansiedad provocada.
Es imposible llegar a examinar las propias motivaciones,
debido a que las mismas responden a un proceso parcial o
totalmente inconsciente. Por lo tanto, el trabajador sociaj
necesita una guía que le permita evaluar esa forma peculiar
que tiene de acercarse a los pacientes. La manera correcta
de lograr esta orientación es a través de la supervisión, ya
sea individual o grupal.
Otro de los pasos que tiene que dar es no sólo aprender
lo más posible acerca de la conducta humana con la finali
dad de llegar a comprender mejor lo que está ocurriendo, sino
también aprender a autoaplicar esos conocimientos, vale
decir, dirigir esos conocimientos hacia el análisis crítico de la
propia conducta y de los propios sentimientos.
El intercambio de experiencias a través de reuniones con
otros profesionales (son imprescindibles) tiene un importan-
te valor, como es el de tranquilizar y afirmar, al ver compar-
tidas las propias reacciones.
En los distintos servicios se debería tener como norma
realizar reuniones de grupo donde se trate, como una de las
temáticas, la relación con los pacientes. Tales reuniones ten
drían la doble ventaja de, por un lado, aumentar el caudal
de conocimientos de cada participante y, por el otro, contri
buir a desarrollar destrezas y aptitudes para sostener las
relaciones interpersonales ya que, debido a ellas, se logrará
mejorar realmente la comprensión de uno mismo y de los
demás.
Mientras el trabajador social no sea capaz de superar sus
miedos y angustias en relación con el contacto con enfermos
85
mentales, será imposible que se convierta en influencia tera
péutica. La mejor manera para entender y aceptar tales sen
timientos es, como decíamos más arriba, compartirlos con el
grupo de pares, bajo la orientación del supervisor.
86
mo mental como persona y tener voluntad para aceptar su
conducta de una manera no crítica, reconociendo que ésta
es el síntoma de un problema.
Para el tratamiento psiquiátrico, lo más importante es
la esfera afectiva de la personalidad y no su aspecto inte
lectual.
Si bien la mayoría de los individuos son educables a lo
largo de toda la vida, el problema surge con características
particulares cuando se trata de enfermos mentales. El pacien
te ha adquirido ya métodos ineficaces para manejar sus pro
blemas vitales basados en fuertes necesidades emocionales.
Se trata de enfocar la acción hacia una reorganización tota)
de la personalidad. El primer período parecería consistir en
todo un proceso para desaprender y así, luego, poder volver
a aprender. No se trata de educar por convencimiento racio/
nal, sino mediante la aplicación juiciosa de la aprobación o
desaprobación; no por medio de premios y castigos. En su
contacto con la sociedad, ha estado ya expuesto al racioci
nio y al uso del castigo y el desquite, pero tales medidas han
fracasado; necesita algo diferente, necesita un ambiente no
rígido, en el cual pueda aprender a vivir otra vez con los
demás.
Aquí el trabajador social psiquiátrico está cumpliendo el
rol de agente socializador, y el desempeñarlo ayuda a los
pacientes a vivir y participar con éxito en actividades de gru
po. El grupo es fundamental en el tratamiento de este tipp
de enfermos, ya que la experiencia que realizan en grupos
moderados por el trabajador social psiquiátrico les brinda la
necesaria sensación de que ellos son parte de un conjunta
de personas que los acepta, y así va naciendo en ellos el
sentimiento de pertenencia.
La labor del trabajador social psiquiátrico, en este aspec
to, consiste en contribuir a mejorar las disposiciones socia-
les que vayan apareciendo en los enfermos y en centralizar
la acción sobre las partes sanas (la llamada "salud residual"
por Ackerman) de su personalidad.
La técnica consiste en el uso deliberado y dirigido de las
87
correlaciones dentro del grupo, tratando no sólo de lograij el
objetivo explicitado —por ejemplo, una determinada activi
dad— sino también mejorar y ampliar la esfera de acción de
las personalidades individuales, al aliviar tensiones que per
mitan incrementar el alcance y la riqueza de los contactos
humanos.
Por otra parte, el trabajador social psiquiátrico deberá
controlar la cantidad de actividades que se le exijan al enfer
mo, teniendo en cuenta que se ajusten a las limitaciones cjue
su sintomatología le impone.
Otro de los papeles que le toca jugar al trabajador social
psiquiátrico es el de ayudar a los enfermos en los problemas
del aquí y ahora, relacionados con la realidad. El trabajador
social tiene que saber reconocer, cuando los pacientes es
tán hablando con él, los problemas estrictamente referidos
al área de la tarea que le corresponde como trabajador so
cial psiquiátrico, y es aquí donde su acción tiene quizá la
mayor utilidad.
88
hay que cuidar de no entrar en discusiones o largas explica
ciones, porque éstas los irritan.
Es común oír decir que estos enfermos son distraídos, perq
lo que ocurre en realidad es que la hiperactividad que los
caracteriza los hace pasar rápidamente de uno a otro tema.
Para un trabajador social sin experiencia puede resultar
incómodo relacionarse con este tipo de enfermo que se
manifiesta a través de gritos, es destructivo, hace gala del
uso de palabras soeces y adopta una conducta sexual des
vergonzada. El trabajador social tiene que aprender a acep-
tar esa conducta insocial como un síntoma de la enferme-
dad y adoptar una actitud terapéutica de tolerancia, sin re
prender ni avergonzar al enfermo y, por sobre todo, sin eno
jarse con él.
El trabajador social no puede integrar en grupo a estos
pacientes, ya que la presencia de otros pacientes los irrita;
hay que tratarlos en forma individual y evitar todo tipo de
objetos que puedan resultarles estimulantes.
Los pacientes hiperactivos se caracterizan por tener un
enorme acceso de energía y habitualmente se los hospitali
za porque el escape que dan a esa energía resulta peligro
so, ya sea para sí mismos como para terceros. Es tarea de|
trabajador social psiquiátrico, conjuntamente con todo el
equipo terapéutico, en una labor coordinada, controlar y
redirigir esta energía hacia canales aceptables.
Éstos enfermos necesitan de actividades cuya realización
requiera de movimientos grandes y amplios, puesto que no
tienen poder de concentración para realizar tareas finas o
discriminatorias. Tampoco deben participar en juegos de ca-
rácter competitivo, debido a que esto los estimula en excesa
y se hace difícil controlarlos.
En conclusión, puede decirse que el trato que el trabaja
dor social tendrá con ellos deberá ser amable y comprensi
vo, que se los tiene que tratar individualmente y que, una vez
aceptada su conducta como parte de la enfermedad, es po
sible llegar a reencauzar su energía.
Pacientes depresivos: estos enfermos padecen senti-
89
mientos de culpa, desprecio por sí mismos y distintas creen
cias que los hacen acusarse permanentemente. Cuando el
trabajador social no tiene conocimientos psiquiátricos y sólo
cuenta con su voluntad para trabajar, siente que hay que
animar a estos enfermos, gasta energías inútilmente y, sin
tener conciencia de ello, puede atentar contra el paciente, por
cuanto esa necesidad de "animar" que experimenta lo leva
a exigir a éste que se sonría, que hable, y con esto lo único
que logra es agudizar su sentimiento de culpa e inutilidad.
Con estos enfermos lo conveniente es tener una conduc
ta amistosa pero sin exhortarlos a nada; se puede comenzar
por visitarlos en su sala cotidianamente, pasar unos minutos
con ellos respetando su silencio, saludarlos cada vez que se
los encuentre, aunque no contesten o simulen no ver. Pasa
do algún tiempo, cuando el paciente se haya habituado a
sentir cerca al trabajador social y sienta, aun cuando todavía
no manifieste sentimientos evidentes, que se tiene interés
por él, entonces es el momento de comenzar un intento de
diálogo.
Para trabajar con pacientes con estas características se
requiere de mucha paciencia, ya que se trata de personas
con retardo en el pensamiento, el sentimiento, la acción, hasta
un grado tal que cualquier acción (o la palabra misma) les
requiere gran esfuerzo y tiempo.
Estos pacientes, debido a que han vuelto hacia sí mismos
una gran hostilidad, tienen una marcada tendencia al suici
dio, lo cual hace que no coman, no duerman y pierdan todo
interés por su apariencia personal. Muchas veces, los senti
mientos de culpa que experimentan desaparecen cuando
reciben lo que consideran un castigo, y quizá sea éste el valor
terapéutico que tiene el electroshock.
En resumen, con una atención continua basada en una
relación profesional pero amistosa, y no exigente, el trabaja
dor social psiquiátrico podrá llegar a lograr que estos pacien-
tes se motiven lo suficiente como para tomar parte en activi
dades de grupo y, poco a poco, ir resolviendo su conducta.
90
Pacientes con tendencia al aislamiento: se caracterizan
por usar pautas de conducta que los aislan de la realidad para
tratar de conseguir seguridad personal, y son los diagnosti-
cados como "esquizofrénicos".
Esos sentimientos y emociones parecen estar inhibidos de
una manera que los incapacita para relacionarse en forma
duradera con otras personas o con cualquier aspecto de su
ambiente. Tienden a ser personas frías, suspicaces, excén-
tricas y con nulo sentido del humor. Se vuelcan hacia un
mundo de fantasías y ensoñaciones como forma de evitar
enfrentar los problemas de la realidad.
La esquizofrenia está considerada como una de las en-
fermedades más graves que una persona pueda sufrir; es una
psicosis que aparece como una reacción distorsionada en
individuos que tienen falencias en las capacidades y senti-
mientes que se necesitan para manejarse en la realidad. Esta
enfermedad, aunque puede desarrollarse a cualquier edad,
está localizada (en la mayoría de los casos) entre los ado-
lescentes y los jóvenes.
Según las pautas dominantes en la conducta del esqui
zofrénico, se pueden determinar cuatro tipos: el simple, el
hebefrénico, el catatónico y el paranoide.
El simple se caracteriza por indiferencia, inaccesibilidad,
falta de interés en el sexo opuesto e incapacidad para acep-
tar responsabilidades.
El hebefrénico es el que sufre una grave desintegración
de la personalidad, lo cual se traduce en una conducta
inapropiada y regresiva.
El catatónico tiene pérdida de la animación y tendencia
a permanecer inmóvil en posición estereotipada, conducta
ésta que alterna con períodos de excitación e hiperactividad.
El paranoide padece ideas de persecución o de grande-
za y es un enfermo suspicaz.
Los esquizofrénicos, cualquiera que sea el tipo de esqui-
zofrenia que padezcan, reemplazan la realidad por un mun-
do subjetivo, un mundo irreal y, si permanecen en él, poco a
poco se reducen a un estado de necesidades tan simples que
91
puede analogarse con el mundo del lactante. Este proceso
involutivo se conoce con el nombre de "regresión".
Para que el trabajador social psiquiátrico constituya una
fuente terapéutica para estos pacientes, tiene que acercarse
a ellos con una actitud de aceptación amistosa. El trabaja
dor social psiquiátrico tiene que relacionar permanentemen
te el comportamiento de estos enfermos con las necesida
des o motivaciones del mundo subjetivo, y no con las del real
y objetivo.
Como ya fue señalado, estos individuos carecen de habi
lidad para relacionarse con otras personas y tienden a la
regresión; por lo tanto, es tarea del trabajador social psiquiá
trico focalizar su acción en tratar de evitar esta regresión
creando condiciones que los ayuden a socializar estas con
ductas.
Para iniciar una relación con estos pacientes, es útil que
el trabajador social se haya informado, previamente, sobre
los antecedentes del enfermo, que haya analizado la historia
vital de éste, extrayendo de allí algunos datos sobre aspec
tos que hayan sido relevantes para él y, a partir de ello, ini
ciar una conversación en la cual el paciente pueda, así, par
ticipar de entrada.
Sólo cuando se haya logrado una relación sólida entre el
paciente y el trabajador social psiquiátrico, éste puede comen
zar la etapa de motivación para que tome parte en activida
des recreativas donde comience a relacionarse con otros
pacientes; estas experiencias de resocialización podrán du
rar, según los casos, semanas o meses.
La mayoría de los esquizofrénicos lucha con conflictos
originados en la niñez; generalmente, el problema es de
carencia afectiva relacionada con uno o ambos padres o,
también, por haber sido éstos demasiado rígidos o tan
tiránicos que imposibilitaron en él la identificación con el padre
de su mismo sexo. Este tipo de falencias afectivas mutila la
capacidad amatoria, lo que da como resultado que para es
tos enfermos sea muy difícil dar amor, ya sea a nivel de pareja
o de amistad.
92
Lo útil en estos casos es que el equipo psiquiátrico asu
ma el papel de una familia amable y comprensiva para po-
der, de esta manera, crear una situación familiar correctiva,
También es necesario usar un vocabulario claro para ha-
blarles; hay que evitar las frases largas o complicadas ya que,
debido a que tienen una capacidad de atención limitada, se
confunden fácilmente.
La característica relevante para el trato con estos enfer
mos es la veracidad; no se los debe engañar nunca, por
cuanto esto hará que inmediatamente cesen de confiar en
quien los haya engañado y volverán a su conducta regre
siva.
Pacientes neuróticos: el comportamiento de estos enfer
mos se caracteriza por un constante esfuerzo por obtener
seguridad y vencer su inalterable angustia mediante la utili-
zación de síntomas físicos sin causa orgánica, o recurriendo
a la ejecución de maniobras repetitivas y rituales. Estos pro
blemas de personalidad también tienen su origen en las ex
periencias vividas en la niñez.
Cuando el adulto vive una experiencia conflictiva, debido
a que experimenta impulsos o deseos divergentes y simultá
neos, dicho conflicto es reprimido a nivel inconsciente. Los
síntomas de angustia surgen a nivel consciente, cuando el
ego no es capaz de conciliar los deseos o impulsos que se
enfrentan. La angustia representa una huida de la tensión
mental, lo cual deriva en un estado de enfermedad física
funcional. El origen de las conductas rituales es similar.
Como importantes causas de la angustia se pueden se
ñalar los factores exógenos de desequilibrio, como es el caso
de pérdida de status, pérdidas económicas, etc. Los sínto
mas desplazados a nivel físico son muchos. La histeria, por
ejemplo, se produce a través de un objetivo inconsciente del
enfermo, que procura disimular, a nivel de síntomas físicos,
problemas de incapacidad para lograr adaptarse socialmen-
te. La histeria puede traducirse en una serie de síntomas de
carácter físico como la ceguera, la parálisis, etc., y de carác
ter mental, como la amnesia o la epilepsia.
93
La característica común del histérico, cualquiera que sea
la sintomatología, es la indiferencia hacia sus trastornos pa
tológicos, por cuanto el enfermo prefiere el problema físico
al mental; de alguna manera, el "estar enfermo físicamente"
lo tranquiliza.
Dentro de este cuadro también están los fóbicos, que son
aquellos pacientes que experimentan un miedo patológico
específico, que no está en relación proporcional con el estí
mulo. El sentimiento conflictivo se desplaza inconsciente y
automáticamente de su fuente interna original hacia una si
tuación u objeto externo específico.
Y los que padecen de neurosis obsesivo-compulsiva son
aquellos enfermos que se ven obligados a hacer o pensar
algo que incluso ellos mismos reconocen como inapropiado.
Las conductas compulsivas y las obsesiones constituyen
sustitutos que alivian la tensión provocada por una sensación
de inseguridad personal o por un sentimiento de culpa. Es
tos sustitutos no son fructíferos, por cuanto el alivio que pro
porcionan es sólo temporal.
El trabajador social que quiera trabajar con neuróticos
deberá conocer la mecánica de la neurosis; tendrá que sa
ber que todos los síntomas de tipo neurótico surgen como
consecuencia de un conflicto "inconsciente" y, para el enfer
mo, tienen significado también inconsciente. El paciente no
comprende por qué aparece el síntoma, ni por qué se bene
ficia al usarlo en forma repetitiva; lo que sí alcanza a percibir
es el hecho de que esa manifestación patológica lo ayuda a
aliviar la tensión.
También es necesario que el trabajador social sepa que,
cuando estos pacientes se quejan de dolores físicos, es
porque en realidad los sienten, aun cuando se demuestre
fehacientemente que no existe ninguna base orgánica que
los explique. Esto está marcando la relación existente entre
el miedo y el dolor. El miedo constituye una importante cau
sa de dolor; si nos remitimos a la técnica, tan en boga en
estos momentos, del mal llamado "parto sin dolor", vemos
que de lo que en realidad se trata es de neutralizar o supri-
94
mir el miedo a través del conocimiento.
Cuando el trabajador social trata con estos pacientes,
angustiados, tiene que hacerlo en forma positiva; no debe co-
menzar nunca una conversación con la pregunta "¿cómo se
siente?", por cuanto esa pregunta podría dar lugar a una in
terminable narración quejosa y no productiva desde el punto
de vista terapéutico. Lo útil es hablar directamente sobre
temas neutrales pero que puedan ser de interés tanto para
el paciente como para el trabajador social.
Si se quiere que este tipo de pacientes participe en algu
na actividad, no es útil preguntarles si quieren hacerla por
que, como son muy dependientes, necesitan que la pregun
ta traiga implícita la respuesta. Lo más conveniente es decir
les algo así como "lo necesitamos para tal cosa", pues de lo
contrario la respuesta a la pregunta directa seguro será ne
gativa.
El trabajador social tendrá que prestar especial atención
a las actividades que se seleccionen para estos enfermos,
porque hay que tener presente que lo importante y terapéu
tico es que, al realizarlas, encuentren oportunidades de te
ner éxito, ya que esto constituye una ayuda para aumentar
su autoestimación y confianza.
Las actividades de grupo son de gran valor terapéutico,
debido a que lo que el enfermo necesita lograr es desviar su
centro de atención, ubicado en sí mismo, hacia el afuera. Es
importante ayudarlo a aprender a alternar con los otros miem
bros del grupo. El grupo, usado como técnica guiada, permi
te que el enfermo neurótico pueda liberar tensiones y desa
rrollar nuevos intereses, llegando a desviar su atención ha
cia algo distinto de sus propios síntomas físicos.
Cuando el trabajador social psiquiátrico organiza este tipo
de grupos, para que los mismos tengan éxito, debe buscar
actividades acordes con los intereses de los pacientes. Tam
poco debe olvidar que, por lo común, estos enfermos cana
lizan a través de sus ritos los miedos que padecen; se les
debe permitir ejecutar rituales que ellos mismos han ideado
y a través de los cuales liberan la angustia. Pero, como los
95
mismos llevan tiempo, es necesario que, cuando el trabaja
dor social psiquiátrico planifique actividades o grupos piara
estos enfermos, considere este aspecto. Estos síntomas
agudos se van haciendo cada vez menos intensos a medida
que los enfermos se acostumbran al nuevo ambiente neutral
y de aceptación.
Pacientes con conductas antisociales: se los describe
como sujetos que poseen personalidad psicopática con re
acciones antisociales. Entre los defectos de conducta que
caracterizan a este grupo de individuos con personalidades
sociopáticas, están las perversiones en las esferas moral y
sexual.
Generalmente son personas de inteligencia superior al
promedio, atractivas y con facilidad para establecer conver
saciones interesantes. Todas estas características suelen
instrumentarlas en provecho propio, controlando las situacio
nes y manejando a las personas.
El trabajador social psiquiátrico tiene que estar muy aten
to a la conducta que manifiesten y ver que no estén utilizan
do su personalidad seductora para manejar y aprovechar en
su beneficio personal a otros pacientes. Es necesario qué se
asuma una actitud firme con ellos, poniéndoles los límites
necesarios pero cuidando de no caer en la retórica
aleccionadora o en el sermón, porque esto sólo servirá para
enojarlos.
Se requiere gran tacto para tratarlos y, aun cuando el pa
ciente esté mostrando una conducta antisocial, es necesario
que el trabajador social psiquiátrico lo trate de manera tal que
aquél pueda percibir que lo quiere ayudar, aunque no le per
mita continuar con ese comportamiento.
Pese a que estos enfermos no tienen una conciencia de
grupo bien desarrollada, es útil ayudarlos a aceptar algún rol
(hasta donde sea posible) en tareas grupales con otros pa-
cientes.
El trabajo con este tipo de enfermos tan difíciles suele
desgastar mucho a los profesionales que lo realizan. Una
forma de canalizar todo este vasto despliegue que tienen
96
consiste en ocuparlos en permanentes y múltiples activida
des que puedan interesarles.
Pacientes alcohólicos y drogadictos: son aquellos que
para aliviar la angustia recurren al auxilio del alcohol y de
distintas drogas. Cualquiera que sea el grado de alcoholis
mo que tengan los individuos, lo más probable es que el
problema medular esté dado por algún conflicto emocional.
El alcohol es utilizado como un medio a través del cual po
der escapar, aunque en forma temporal, de problemas emo
cionales o sociales que están agobiando al individuo.
La excesiva ingestión de alcohol puede llegar a precipitar
una reacción psicótica.
Los morfinómanos son individuos emocionalmente inma
duros que, por lo general, están incapacitados para encarar
la realidad tal cual es y tal como son ellos. Una vez adquiri
do el hábito, se convierten en verdaderos esclavos de él y
necesitan cantidades cada vez mayores de droga.
Si bien la morfina no produce deterioro mental, por un lado
son rechazados por la sociedad (lo cual se traduce en un
decaimiento a nivel social), y por otro lado, aun cuando el
morfinómano no es un criminal sino un inmaduro que huye
de la autoridad, suele cometer delitos para obtener dinero,
pero sólo motivado por su necesidad de adquirir la droga.
Los adictos a la marihuana son los más numerosos, de
bido a que ésta es una droga que se consigue con relativa
facilidad y es sencilla de consumir, ya que se absorbe fumán
dola en cigarrillos de apariencia similar a los comunes.
La conducta general de estos individuos es semejante a
la que se observa en la manía moderada. Bajo los efectos
de la droga, los instintos se liberan de toda inhibición, y esto
da lugar a una conducta sexual desenfrenada que lleva a los
individuos a cometer actos de violencia. Si bien el efecto es
de duración corta, en aquellas personas de temperamento
psicótico el hábito las puede llevar a la demencia crónica. El
peor enemigo que tienen estos enfermos es la sociedad con
su actitud de rechazo. Actitud ésta que, lamentablemente,
adoptan algunos profesionales cuando están frente a ellos
97
para comenzar su tratamiento. Estas personas enfermas y
tan dependientes de factores externos (alcohol-drogas) para
lograr apoyo emocional necesitan gran ayuda y ésta solo la
podrán obtener cuando los profesionales que los tratan, en
tre los cuales figura el trabajador social psiquiátrico, no sean
de aquellos que, en su fuero íntimo, sienten que se trata de
individuos despreciables; porque, de ser así, de no haber
superado ese sentimiento negativo hacia el enfermo, este
percibirá el rechazo, lo cual contribuirá a alimentar la baja
estimación que tiene por sí mismo.
Tanto los alcohólicos como los drogadictos son pacientes
que necesitan de un ambiente especial donde se mantengan
las limitaciones y controles necesarios para poder evitar que
lleguen a tener posibilidad de proveerse del alcohol o las
drogas. A medida que el tratamiento vaya avanzando, se irán
dando las condiciones para que el trabajador social psiquiá
trico comience a estimularlos para que participen en la$ ac
tividades que brinda la institución.
Para estos pacientes es útil la actividad grupal porqué les
brinda la oportunidad de relacionarse con otros individuos) que
tienen problemas similares, lo cual contribuye a neutralizar
en algo ese sentimiento de "cosa mala" que han estado ex
perimentando y que fuera alimentado por la actitud hostil y
rechazante de la sociedad 2.
Pacientes con estado de retraso mental: se trata de
individuos que ya han nacido con un déficit, más o menos
acentuado, de su capital mental o con agenesias en el desa
rrollo, y no de una destrucción de su ser psíquico. Dentrp de
este grupo están comprendidas la idiocia, la imbecilidad, la
debilidad mental, etc.
En cuanto al trabajo con estos enfermos, es muy limita-
do; límite que imponen sus propias formas congénitas dé in
suficiencia del desarrollo intelectual. El trabajador social psi
quiátrico tiene como tarea relevante el encarar una acción
1
Ver Rosa María Becerra. Trabajo social en drogadicción. Editorial
Lumen-Humanitas, 3a edición, 1999.
98
tendiente a lograr un cierto tipo de resocialización con miras
a que estos enfermos puedan incorporarse, de la mejor
manera posible, primero a la comunidad hospitalaria (cuidan
do siempre que dicha incorporación no les demande esfuer
zos o exigencias superiores a sus capacidades, ya que de lo
que se trata es de que puedan "vivir" con tranquilidad), y se
gundo a la sociedad (de ser posible), en la forma que resulte
más útil para ellos y los demás.
Ancianos con síntomas de psicosis senil: la anciani
dad es un período problemático de la vida, ya que los ancia
nos están muy solos debido a que muchos de quienes cons
tituían sus grupos de interés han fallecido y, por otro lado,
en muchos casos la inseguridad económica, el sentirse no
productivos, despierta miedo de volverse una carga, lo cual
constituye una fuente común de preocupación.
Al trabajar con ancianos, el objetivo principal es hacerles
sentir que se los quiere, que se desea su compañía y que
son útiles para otros. La manera de transmitirles esto es a
través de un trato diferenciado y respetuoso, destinando parte
del tiempo (y como actitud terapéutica), más que a conver
sar con ellos, a escucharlos atentamente en esos relatos que
gustan hacer acerca de sucesos de su propia vida, que los
muestran en tareas productivas. Muchos de estos pacientes
suelen tener habilidades manuales; el trabajador social debe
tratar de que se le proporcionen los medios para desarrollar
las. La parte recreativa, que es muy importante, hay que
organizaría de acuerdo con su ya limitada capacidad física e
intelectual, para lograr que tengan una cómoda participación
en ella.
En estos servicios que atienden a ancianos es conveniente
organizar una rutina que los haga sentir cómodos y seguros,
y no introducir, dentro de lo posible, muchas variables que
puedan desorientarlos.
En los casos de psicóticos seniles es necesario modificar
este plan de trabajo, haciéndolo depender de la principal
pauta de la conducta psicótica que tengan.
99
Trabajo en equipo
1) Causas técnicas:
a) superposición de las áreas de trabajo de cada uno
de ellos;
b) la carencia de un lenguaje común.
2) Causas formativas:
a) falta de preparación para la tarea grupal y conse
cuentemente predisposición a la tarea individual;
b) desvalorización de unos roles con respecto a otros.
3) Causas personales:
a) dificultad para aceptar trato igualitario;
b) características personales de conducta.
4) Causas institucionales:
a) predominio de estructuras verticales;
b) demoras burocráticas.
100
ción de la tendencia al trabajo individualista, a la par que se
van elaborando códigos comunes que, lógicamente, facilitan
una buena comunicación.
El equipo deberá integrarse en relación con la tarea y en
la ejecución de la misma, y una vez alcanzado un nivel de-
seable de maduración como grupo, los problemas de super
posición de tareas se clarificarán sin dar lagar a conflictos de
rivalidad demasiado graves.
En cuanto a aquellas dificultades provenientes de causas
institucionales, tendrán que ser encaradas decididamente por
el equipo con una actitud madura, consciente y científica que
haga evidente, ante quienes corresponda, la necesidad de
allanarlas.
El trabajador social psiquiátrico, dentro del equipo como
grupo, tiene la posibilidad de aplicar sus conocimientos en
técnicas grupales y manejarse en función de ellos. Podrá
actuar como moderador y orientador en las reuniones, sobre
todo en la etapa de integración.
El médico psiquiatra, el trabajador social y el enfermero,
como núcleo central de cualquier equipo interdisciplinario en
psiquiatría, necesitan ponerse de acuerdo respecto al papel
terapéutico de cada uno frente al paciente que busca ayuda
de ellos. El liderazgo natural surge frente a la tarea y deberá
adecuarse al trabajo en sí.
Tarea extramural
101
recibido atención psiquiátrica, lo útil y necesario es una cam
paña educativa continua a nivel nacional; pero, a falta de) ella,
el trabajador social psiquiátrico debe tomar a su cargo, en la
medida de sus posibilidades, el cubrir esta necesidad.
El trabajador social psiquiátrico debe informar y enseñar
la manera de comprender la conducta de los enfermos men
tales a su familia, maestros, empleadores, etc. Todo el tata-
miento al paciente deberá estar acompañado por esta (area
paralela, ya que es la manera más segura de alcanzar el
éxito.
Con la familia: aclaremos, en primer lugar, que la utiliza
ción del término "familia" no está limitada a las relacionéis de
parentesco, sino que comprende a todas aquellas personas
que han mantenido o mantienen un vínculo relevante con el
enfermo. El trabajo con la familia comprende distintos aspec
tos que, si bien pueden no ser correlativos, tampoco son
excluyentes, sino complementarlos. Las prioridades del en
foque están determinadas por cada caso en particular, y siem-
pre partiendo de la premisa que la no participación de la
familia en el tratamiento es el camino más seguro de un fu
turo reingreso del paciente a la institución psiquiátrica, con
el consiguiente desgaste y frustración.
Se trabaja con la familia para:
1) realizar un estudio de su problemática sociofamiliar que
pudiera estar coadyuvando a la patología del pa
ciente;
2) efectuar el análisis de las relaciones de la familia con
el enfermo, siguiendo la observación del Dr. Jaime
Szpicka sobre la relación paciente-grupo familiar, que
da estas conclusiones:
a. lo corriente es observar individuos enfermos en fa
milias también enfermas;
b. es excepcional encontrar "individuos sanos" en fa
milias muy enfermas;
c. es excepcional encontrar individuos muy enfermos
en familias sanas.
102
3) realizar el tratamiento social a través de reuniones
periódicas en las que se orientará, mediante técnicas |
de clarificación, a los distintos miembros para que lo
gren alcanzar niveles más armónicos de convivencia
y un mayor grado de equilibrio, contribuyéndose con
ello a la terapéutica global, incluido el enfermo;
4) preparar para el reintegro del paciente a su núcleo
familiar. La proximidad del alta de un paciente impli
ca el cambio estructural de su personalidad; por ende,
la reincorporación al grupo familiar promueve una
reacomodación de las relaciones entre todos los miem
bros. La forma más eficiente para lograr esa reaco
modación está dada por el hecho de que el grupo fa
miliar haya acompañado al enfermo en su evolución,
o sea, que se haya preparado para asumir nuevos roles
que deriven en conductas más adaptadas a una reali
dad actual, distinta de aquella en la que se dio la en
fermedad mental.
103
enfermedad mental y las posibilidades de recuperación en
áreas más extensas, como lo son la laboral y la misma co
munidad, ésta es una tarea muy amplia y deberá ser enca
rada a otro nivel.
Diagnóstico en Trabajo
Social psiquiátrico
104
una causa de esa conducta pero, si se sigue hacia atrás, se
ve que esa causa es a la vez efecto de otra causa, y así
sucesivamente, de modo que se puede continuar hasta el
infinito, por lo cual es necesario poner límites a las deduc
ciones.
El bucear en el pasado no significa que se vaya a hacer
tratamiento de él, sino que se hace porque el presente siem
pre se estructura en función del pasado.
Diagnóstico y evaluación: tanto el diagnóstico como la
evaluación son procesos complementarios que comienzan,
en realidad, desde la primera entrevista. El diagnóstico esta
ría respondiendo a lo que pasa, y la evaluación sería el aná
lisis de las capacidades o recursos y limitaciones con que se
cuenta para enfrentar eso que pasa.
Es necesario, entonces, no sólo diagnosticar la situación-
problema sino también conocer los recursos con que se po
drá contar para formular un plan de tratamiento.
Todo diagnóstico debe tener también la intencionalidad de
un "plan de acción", es decir, debe cubrir dos interrogantes:
el "qué es" y el "qué vamos a hacer".
Ackerman señala que cualquier diagnóstico carece de
sentido si no va acompañado de la elaboración de un plan
de acción.
Todo diagnóstico debe cubrir las siguientes caracterís
ticas:
105
piará al enfermo no sólo en su aspecto psicológico, como
persona aislada, sino como ser social que vive en un ambien
te determinado.
106
5) Composición de la personalidad de cada miembro
en forma individual.
a) Apariencia.
b) Personalidad.
c) Conflicto (consigo y con el funcionamiento familiar).
1) Interacción en el pasado.
107
a) Estructura de la personalidad individual, del mari
do, de la esposa.
b) Interacción de la personalidad con los roles fami
liares: marido, esposa, padre y madre.
c) Interdependencia y reciprocidad de roles familiares.
d) Efectos de roles subordinados: familia, empleador,
amigos, miembro de la comunidad.
1) Inteligencia.
2) Estado físico:
108
g) Reacciones de ansiedad.
h) Pautas de control.
i) Pautas de defensa.
j) Conflictos centrales.
109
8) Estado de ingreso a la edad adulta.
110
también dentro del grupo habrá normas especiales y valores
especiales. Se da lo mismo que en la interacción en gene
ral, con la diferencia de que tiene el carácter específico del
grupo.
Clasificación de los grupos: un primer punto de vista
para clasificar a los grupos es teniendo en cuenta el "con
tacto personal de los individuos". Así se pueden dividir en:
1) grupos "temporarios", y
2) grupos "persistentes".
111
Finalmente, un ejemplo de "grupo a distancia temporario"
lo tenemos en esa comisión que hace algunos años se for-
mó en Buenos Aires y en ciudades del interior para peticionar
la derogación de la ley por la cual se excluía del régimen de
la "Ley de Alquileres" a los locatarios de locales destinajdos
al comercio y/o industrias. Se formó una confederación y,
evidentemente, se trataba de relaciones a distancia pero to
talmente temporarias, dado que la comisión ya desapareció.
Prácticamente todos los grupos a distancia tienen una
finalidad funcional o instrumental.
Otra clasificación de grupos sociales es la del autor ale
mán Toenuies, quien hizo la distinción entre "comunidad"
(Gemeinschaft) y "asociación" (Gesselschaft).
La "comunidad" es un grupo espontáneo, funciona espe-
cialmente con relaciones cara a cara.
En la "asociación" el grupo es formal y las relaciones son
a distancia.
La comunidad, amén de ser espontánea, funciona muchas
veces adscritamente, como ocurre, por ejemplo, en una co
munidad cultural o religiosa en la que el individuo no ha hecho
nada para pertenecer al grupo; nace en él. Además, la co
munidad se caracteriza, en general, porque hay un sentido
del "nosotros" dentro del grupo y, si bien esto también puede
existir en la asociación, no es tan marcado.
Otra característica de la comunidad es que las normas
que la regulan no están formalizadas; en cambio, en la aso
ciación existe un elevado grado de formalización de normas.
Por ejemplo, un club deportivo o una sociedad anónima tie
ne estatutos que lo rigen. Una sociedad comercial tiene un
contrato que cumple idéntica función, es decir, que hay nor
mas especificas establecidas por escrito.
El vecindario y la familia son comunidades. En cuanto a
la nación, hay que tener en cuenta cómo se maneja el con
cepto. El concepto riguroso de nación hace referencia a un
conjunto de individuos con una cultura común; desde este
punto de vista, la nación es una comunidad. Otra perspecti
va para clasificar a los grupos es teniendo en cuenta su "aper-
112
tura". Hay determinados grupos para los cuales es muy im
portante ser abiertos, incluso uno de los mandatos para for-
mar el grupo es, justamente, el ser abiertos. También puede
haber requerimientos de tipo técnico que presionen para que,
el grupo sea abierto. Por ejemplo, a una sociedad de soco
rros mutuos le viene bien ser un grupo abierto porque, cuan
to más elevado sea el número de asociados, más baratos van
a resultar los servicios que presta.
Las religiones, en general, tratan de reclutar adeptos,
desde que están organizadas tratando de ser grupos abier
tos; lo que no constituye un grupo abierto es la secta. La
masonería, por ejemplo, sería el caso de un grupo cerrado.
Para que un grupo sea cerrado, es necesario que tenga
alguna forma discriminatoria para ingresar. Por ejemplo el
"Rotary Club" es un grupo limitado porque está integrado en
cada ciudad por un número de miembros restrictivo, que
además deben pertenecer a determinadas actividades socia
les como, por ejemplo, empresarios, comerciantes de cierto
nivel, profesionales, etc.
El hecho de que existan grupos cerrados siempre es de
bido a causas determinadas de sus miembros. Las razones
pueden ser múltiples; por ejemplo, el hecho de que España
mantuviera durante la época colonial un sistema comercial
monopólico era debido a intereses económicos por parte de
aquellos que detentaban ese privilegio.
También hay ciertos grupos que consideran que es con
veniente que el grupo no sea demasiado amplio, para que
sus miembros alcance determinado tipo de maestría o de
excelencia en algo. Esa era, por ejemplo, la base de una se
rie de grupos pedagógicos existentes en la Grecia clásica;
las academias eran grupos cerrados, aunque solían tener re
uniones abiertas.
Otra de las causas está también en que cierta gente tie-
ne interés en mostrar ante los demás que tiene prestigio o
más status. Tal sería el caso de los clubes sociales que im
ponen una cuota de ingreso muy alta, así como otros requi
sitos limitativos.
113
Grupos primarios y secundarios
114
cede) en este aspecto de la identidad de fines es que haya
cierta unilateralidad, es decir, que algunos miembros del grupo
lleguen al sacrificio por otros sin que haya compensación por
parte de éstos. Esta característica se suele presentar en la
familia, en la cual no existe, generalmente, reciprocidad.
b) La relación es un fin en sí misma: se quiere signifi
car que los que han constituido un grupo primario no tienen
entre sí relaciones de carácter instrumental, es decir, no lo
han formado para obtener un beneficio o una ventaja, sino
porque les proporciona placer estar juntos.
c) Relaciones personales: en este tipo de relación, típi
ca del grupo primario, una persona se interesa por la otra en
cuanto persona y no en cuanto individuo, o sea, le interesa
en cuanto es tal y determinada persona y no en cuanto un
ser cualquiera. Vale decir que está en juego la persona, lo
cual hace que las relaciones sean intransferibles: no da lo
mismo tener relación con "A", que tenerla con "B".
d) Relaciones inclusivas: se quiere significar que en esta
relación personal se incluyen todas las notas de una perso
na, vale decir, no se trata de una relación fragmentaria don
de entran sólo ciertos aspectos de la misma. Por este moti
vo, los amigos íntimos, por ejemplo, conocen toda la historia
del otro, todos los detalles de su vida, sus gustos, ambicio
nes, hábitos, etc.
e) Relaciones espontáneas: significa que no se consti
tuyen de forma meditada. Cuando se constituye una socie
dad anónima, en cambio, la relación no surge espontánea
mente, sino de manera totalmente meditada, medida y pe
sada. El mismo carácter de espontaneidad hace que la rela
ción sea totalmente "voluntaria". Es difícil que haya situacio
nes de presión que obliguen a mantenerla; en general, una
relación primaria que no es voluntaria enseguida se quiebra;
sí puede haber una cierta tolerancia entre los miembros, pera
no va a durar mucho tiempo. Una consecuencia necesaria
de las relaciones primarias es que el control de los vínculos
sea muy elevado, es decir, que el compromiso que implica
la relación personal es tan grande que hay muchas posibili-
115
dades de que las actividades de un miembro sean controla
das por los otros. En un club deportivo, por ejemplo, esl muy
difícil que pueda existir este control, puesto que en él sé dan
relaciones de tipo secundario, y el individuo sólo pasaría en
él determinada parte de su tiempo y tendrá relaciones muy
específicas, o sea que no va a estar comprometida toda su
personalidad en esa actividad. Por ese motivo, los dornas
miembros del club podrán ejercer sobre ese individuo un
control muy fragmentario y no a nivel de la totalidad de su
persona, como sucede entre marido y mujer, por ejemplo,
entre los cuales el control es casi total.
116
para los negros y los blancos. Esa división de tipo ra
cial evidentemente afecta la posibilidad de proximidad
física.
Otra barrera que se puede dar para la constitución de
grupos primarios es, por ejemplo, la edad; hay reunio
nes que son especiales para gente joven y otras para
gente mayor.
Los sexos también pueden servir de barrera para la for-
mación de grupos primarios. Por ejemplo, es muy po-
sible que un varón de nueve años forme su grupo pri-
mario con otros varones y no con niñas.
Otros casos pueden ser los de barreras para la forma
ción de grupos primarios: la existencia de castas, como
se dan en los sectores rurales de la India; la división
de los individuos en clases sociales o ciertas divisio
nes teniendo en cuenta cargos u ocupaciones.
c) Otra de las condiciones necesarias de tipo físico es la
dimensión del grupo, dado que un grupo primario se
puede formar a condición de que sea pequeño. Esto
es así, en primer lugar, porque en un grupo pequeño
hay más posibilidades de que los integrantes tengan
relaciones cara a cara. Por otra parte, cuando el gru
po es reducido es más fácil que los individuos desa
rrollen una intimidad entre ellos y que se forme una
conciencia de grupo.
Cuando el grupo comienza siendo pequeño, pero se
va agrandando, a medida que esto sucede ese tipo de
relación personal que existía comienza a desaparecer.
Cada uno de los integrantes del grupo deja de funcio
nar como persona y poco a poco comienza a ser visto
por los otros como un individuo más, prácticamente
como un número dentro de la gran cantidad. Por otra
parte, a medida que el grupo crece, se hace necesa
rio que exista un orden interno y van apareciendo for
mas más orgánicas de organización interna, o sea que
el control y la organización se van formalizando, y
además, a medida que el grupo se va agrandando, co-
117
mienzan a formarse sub-grupos y a aparecer represen
tantes o líderes de cada uno de ellos, que son luego
los que tienen voz o alguna representatividad dentro
del grupo.
Lo característico es que, a medida que el grupo se va
haciendo más grande, se va desdibujando cada vez
más la fisonomía de sus integrantes y se va conforman
do la fisonomía del grupo como tal. El grupo comienza
a tener con más nitidez una personalidad propia, con
siderando aparte la personalidad de los integrantes.
d) Otra condición está dada por la duración de la rela
ción. Para que un grupo sea primario, es necesario que
la duración de la relación sea larga. En cambio, los con
tactos breves difícilmente den lugar a la formación de
un grupo primario. También sucede que, cuanta más
tiempo se mantenga unido un grupo con relaciones
cara a cara, más numerosos y profundos van a ser los
contactos entre sus miembros.
Grupos secundarios
118
dades funcionan como número; aunque ello no impli-
ca que dentro de los grupos secundarios no existan
grupos primarios. Por ejemplo, una escuela de Traba-
jo Social funciona como grupo secundario, en el cual
hay director, profesores, supervisores, alumnos, admi-
nistrativos, personal de maestranza, etc. que tienen un
fin, pero dentro de él pueden surgir grupos primarios,
como por ejemplo los grupos de estudio. Un ejemplo
muy claro con respecto a las relaciones de tipo secun
dario lo marca Davis, y son las relaciones que se dan
en los contratos. Los individuos contratan cada uno con
un fin determinado pero no es necesario que coinci
dan; incluso, el que uno de los contratantes obtenga
resultados positivos no implica que el otro también los
obtenga, es decir que no es necesario que exista iden
tidad de fines; a veces son totalmente opuestos. Su
pongamos que se establezca una cláusula penal que
disponga que, en un contrato de locación de obra, si
no se cumple tal tarea dentro de tal período debe pa
garse una multa de mil pesos por cada día de retraso.
Al otro le va a convenir que no cumpla en término. En
un contrato también es muy posible que los contratan
tes no se conozcan, con lo cual las relaciones dejan
de ser personales. Esto es muy frecuente, por ejem
plo, en un contrato de compra-venta que se tramita por
un intermediario.
d) Las relaciones no son inclusivas, sino que, por el con
trario, son fragmentarias.
e) Son todo lo contrario de las reacciones espontáneas,
es decir, son marcada y netamente formalizadas.
Tanto es así que, cuando surge alguna discrepancia
entre los firmantes de un contrato, se va a la Justicia
y lo que tiene que hacer el juez es fallar de acuerdo
con la letra del contrato. También está perfectamente
determinada la duración de esa relación; por ejemplo,
locador y locatario contratan por un tiempo determina
do. En líneas generales, para que un grupo secunda-
119
rio funcione bien, es necesario e importante que los
demás grupos primarios y secundarios que nacen en
su seno también funcionen.
Grupos de pertenencia
y grupos de referencia
120
persona servirán como grupo de referencia para el sujeto; si
no lo son, difícilmente puede decirse que es miembro de
ellos". Es decir que, en términos generales, todo individuo,
por pertenecer a un grupo, lo toma en alguna medida como
un grupo de referencia.
Lo distintivo y que sirve para caracterizar a los grupos de
referencia se debe a los aportes de Hyman, quien dice que
"en ocasiones, los individuos se orientan hacia los grupos a
lo que no pertenecen para valorarse a sí mismos y al mundo
que los rodea".
La teoría de los grupos de referencia pone de relieve cier
tas incongruencias y contradicciones. Por ejemplo, hay indi
viduos que, por sus características, pertenecen a determina
da clase con la cual no se sienten identificados y sí lo hacen
con otra a la cual no pertenecen, pero actúan como si perte
necieran a ella, lo que evidentemente crea conflictos. Para
clasificar los grupos de referencia hay dos criterios: funcio
nal y valorativo. Y de acuerdo con un criterio funcional se
clasifican en normativos y comparativos. En cuanto al cri
terio valorativo, tenemos los positivos y los negativos.
121
ocasiones se puede tomar a un grupo simplemente como
grupo de referencia comparativo pero no normativo.
Grupo de referencia positivo: es aquel que implica una
asimilación de las normas del grupo por parte del individuo,
como base para la autovaloración.
Grupo de referencia negativo: es aquel en el que no
existe ya una asimilación de las normas del grupo, sino que
hay un rechazo motivado de éstas y, además, una acumula
ción de contranormas.
Aunque llamados negativos, no por eso dejan de juglar un
rol muy importante en la sociedad. Por ejemplo, la crisis de
la adolescencia en Occidente hace que la familia, que es
grupo de pertenencia del adolescente, funcione en alguna
medida como un grupo de referencia negativo. Newcomb, en
un trabajo sobre el tema, dice: "En realidad lo que pasa con
los adolescentes es que ellos comparten con la familia nor
mas comunes, pero en algunas áreas toman a la familia como
un grupo de referencia negativo". Por ejemplo, la religión:
supongamos una familia muy religiosa y que el adolescen
te hace crisis en ese sentido; su familia sigue funcionando,
en algunos aspectos, como grupo de referencia positivo,
pero en el aspecto religioso ya no sigue a la familia, sino que
le interesa para crear contra-normas. En este sentido, la fa
milia llega a funcionar como un grupo de referencia negati
vo. El grupo de amigos, por el contrario, suele reemplazar a
la familia en este aspecto y ser un grupo de referencia po
sitivo.
Intragrupo y extragrupo
122
todos los extraños o grupos-otros, es de guerra y saqueo,
Siempre que no hayan concertado que modifiquen tal situa
ción...".
"Son correlativas las actitudes de compañerismo y paz
dentro del grupo nosotros y las de hostilidad y guerra con
respecto a los grupos-otros... Lealtad al grupo, sacrificio por
él, odio y desprecio por los extraños, fraternidad interna,
espíritu bélico exterior, todo eso crece conjuntamente, pues
es producto de la misma situación."
No necesariamente todos los grupos de referencia funcio
nan como intragrupo; el intragrupo sería una clase especial
de grupo de pertenencia y, si bien en él hay cohesión inter
na y hostilidad externa, de ninguna manera el pertenecer
implica hostilidad hacia los grupos a los que no se perte
nece.
La no pertenencia
Pasemos a analizar qué pasa con los que no son miem
bros del grupo. Hasta ahora vimos lo que significa pertene
cer a un grupo y que, cuando no se cumple con los requisi
tos necesarios para ello, no se pertenece. Pero la no perte
nencia de ningún modo es una categoría homogénea, sino
que su análisis nos permite hacer una serie de disquisiciones
importantes. En este sentido hay que distinguir entre:
123
b) Actitud del grupo hacia el individuo:
1) admisible;
2) no admisible.
1) no miembros;
2) no miembros/ex miembros.
1) grupos abiertos;
2) grupos cerrados.
124
c) categorías sociales,
d) colectividades,
e) individuo de referenda,
f) grupos inexistentes.
El proceso de grupo
125
Las tres etapas por las que atraviesa el grupo en su for
mación deben ser tenidas muy en cuenta por el profesional,
para actuar de acuerdo con las características de cada una
de ellas.
En la de "motivación", es cuando el trabajador social tie
ne que actuar más directa y personalmente, detectando los
intereses, inquietudes, problemas, situaciones, etc. con que
se desenvuelve cada uno de los futuros miembros del gru
po. Una vez en posesión de todos estos datos, deberá en
contrar un común denominador lo suficientemente gravitante
como para despertar el interés de los individuos para comen
zar la tarea de agrupamiento.
En la etapa de "organización" ya es más gravitante la
acción de los miembros del grupo y mucho menos la del
profesional, y serán aquéllos quienes, en la interacción drupal,
irán estableciendo pautas normativas, creando la modalidad
propia del grupo y estableciendo la división de tareas para
funcionalizarlo, siendo el profesional el encargado de controlar
que dicha división sea operativa. A esta altura del proceso,
ya habrán surgido y se habrán detectado los líderes natura
les, y será principalmente con éstos con quienes deberá tra
bajar fundamentalmente el trabajador social.
La última etapa, diríamos de crecimiento del grupo; sería
la de "integración" o "maduración", donde el grupo ya es tal,
siendo capaz de manejarse por su cuenta, por sus propios
medios, donde todos los miembros pueden asumir el lide-
razgo y donde prácticamente no necesitan la tutela del pro
fesional, pasando éste a asumir otros papeles, como el de
consultor o asesor del grupo.
El mejor índice para determinar el grado de maduración
de un grupo está dado por el mínimo grado de dependencia
del profesional. Por supuesto que no se trata de esperar que
concluya una etapa para comenzar la otra, por cuanta éstas
se pueden dar simultáneamente durante el mismo proceso,
marcándose más la tónica de una u otra, según el momento
por el que va atravesando el grupo y, también, según las
distintas circunstancias y factores que confluyen en él,
126
Hasta aquí analizamos el proceso de grupo en la forma
tradicional, pero Natalio Kisnermarn, en el capítulo VII de su
libro Servicio Social de grupo, tomo I, hace una modificación
consistente en introducir dos nuevas etapas: la de "conflic
to", que seria posterior a la llamada de "motivación" y ante
rior a la de "organización", y la de "disolución", que sería la
última etapa y posterior a la de "integración". (Para más
ampliación sobre el tema, recomendamos recurrir directamen
te al libro citado.)
Si se piensa que la salud mental, en gran medida, con
siste en "la capacidad de ser con el otro", se concluirá que el
mejor promotor de esta capacidad es el grupo como elemento
socializador de la conducta y eficaz moderador de las rela
ciones intra e interpersonales, pues crea la situación de es
pejo, donde el individuo se ve como los demás miembros
dicen que es. Así, el grupo brinda la oportunidad de ensayar
nuevos roles, conductas, modos, y la adquisición de una ima
gen o autoimagen más acabada de sí mismo, conjuntamen
te con el desarrollo de la personalidad que el proceso de
grupo lleva implícito. Esta afirmación es comprobable por la
forma reflexiva de referirse a sí mismo como "mí", "a mí",
"nosotros"; estas formas influyen al otro generalizado.
Las características del grupo para el Trabajo Social psi
quiátrico son casi las mismas que las señaladas por Kisner-
man para el grupo en Trabajo Social de grupo. Son las si
guientes:
127
do, relativamente heterogéneo y de estructura partici-
pativista;
5) el ambiente físico debe estar dotado de las condicio
nes mínimas de iluminación, ventilación, asientos) etc.,
con un tamaño adecuado al número de miembros, y
evitar todos los accidentes que puedan construir rui
dos en la comunicación; y
6) el ambiente psicológico debe ser tal que facilite la
comunicación de los miembros a partir de un clima
cálido y permisivo que reducirá la intimidación.
Consignación escrita
Apellidos y nombres:
Edad:
Fecha de nacimiento:
Nacionalidad:
Estado civil:
Fecha de ingreso al país (para los extranjeros):
128
Documentos:
Escolaridad (tipo):
Domicilio actual:
Domicilios anteriores:
Ocupación actual:
Ocupaciones anteriores:
Si pertenece a alguna obra social o mutual:
Si tiene jubilación o pensión:
Tipo de internación:
129
a) estudio del caso, historia familiar y social;
b) estudio del grupo familiar: dinámica de las rela
ciones interpersonales en el grupo, distribución
de roles, rol del enfermo en su grupo en otros
grupos, comprensión familiar de la situación de
enfermedad, preparación psicológica de la fami
lia para el egreso, estudio de factores espe
cíficamente sociales;
c) en el adulto: adaptación al trabajo en el plano
profesional, oficio, etc., estabilidad en el mis-
mo; y
d) especificar motivos de intervención en todos los
casos.
130
guaje; ver si hace esfuerzos aparentes para hablar,
movimientos de cabeza, lenguaje metalingüístico;
escritura; ofrecerle papel y lápiz, algunos pacientes
no hablan pero sí escriben).
c) Aspectos sociales (conocimiento del medio am
biente, tanto inmediato como histórico, vestimenta
y arreglo personal, educación recibida, prácticas
religiosas, actividades sociales, relaciones interper
sonales, ocupaciones que ha tenido, servicio mili
tar, si ha tenido actividades recreativas y/o deporti
vas, nivel económico, vida escolar, constelación fa
miliar presente, etc.).
131
E) Proceso del caso: aquí van todos los informas, en
forma cronológica, de la totalidad de la acción que se
desarrolla en relación con el caso. El documento lla
mado informe constará de: el número, la fecha, el tí
tulo (visita domiciliaria, entrevista con el paciente, reu
nión familiar, entrevista o visita colateral, etc., etc.), el
nombre del caso y el nombre del trabajador social.
Luego, irán el "relato", el "análisis y evaluación)" y fi
nalmente el "plan de acción".
Por ejemplo:
Informe N° I
Fecha: 14/01/2004.
Visita domiciliaria
Caso. Juan Pérez.
T.S.: María José Gómez.
Relato
Se narrará en forma concisa el desarrollo de la visita rea
lizada.
Análisis y evaluación
Aquí se detalla en forma analítica, a la vez que se va
evaluando todo lo sucedido, incluso y sin olvidarlo, la partici
pación del trabajador social, arribando a las conclusiones, es
decir, a la interpretación de los hechos.
Plan de acción
Se volcará todo lo que se prevé hacer, de acuerdo con lo
que está pasando y lo que se considere más operativo para
la continuación del caso.
132
El documento profesional relativo a las actividades del gru
po es la "crónica", consignación escrita en forma confidencial
de la vida del grupo y que debe mantener en reserva el traba
jador social considerando que se refiere a la conducta y ac
tuación de los participantes. Este documento sólo puede con-
fiarse en casos justificados a otros colegas o profesionales.
Lai crónica ha de estar escrita en orden cronológico, y ha
de hacerse la evaluación del proceso socioeducativo e infor
mar sobre los individuos del grupo y acerca de la propia ac
tuación del profesional en el desarrollo del programa. Debe
estar redactada en forma clara, verídica y objetiva para que
de ella se deduzcan conclusiones reales.
Hay dos tipos de crónicas: el "estadístico" y el "narrati
vo". Para las crónicas de tipo estadístico se usan frecuente
mente formularios que permiten sintetizar las actividades, pero
las crónicas narrativas son de mayor utilidad y constan habi-
133
Función del Trabajo Social
en las instituciones psiquiátricas
134
1) Formación de grupos de enfermos sobre la base de
intereses comunes a fin de desarrollar tareas que,
a la vez que los capaciten en la faz laboral, les sir
van como elemento socializador.
2) Fortalecimiento de los canales de comunicación
entre cada paciente y su red social.
3) Organizar salidas periódicas de enfermos, para su
pronta incorporación al medio social y evitando, de
esta manera, la aculturación al medio del estable
cimiento.
4) Orientar al enfermo hacia su propio desenvolvimien
to y limitar, progresivamente, su dependencia del
medio protector.
5) Supervisión estrecha sobre los pacientes ya egre
sados, a fin de evitar la recreación de conflictos.
135
7) Velar por la conservación y/o incremento de los
bienes e intereses de los pacientes.
8) Administrar el gasto racional de sumas de dinero
pertenecientes a los pacientes ambulatorios, con
forme las disposiciones de la ley.
9) Efectuar gestiones en reparticiones pública$ o pri
vadas en beneficio del paciente, tales como obten
ción de documentos personales, jubilacione$, pen
siones, etc.
10) En general, dar la necesaria asistencia a todos los
pacientes con curatela oficial que se hallen inter
nados en instituciones públicas o privadas.
136
cias especiales indiquen la necesidad de contac
tos más frecuentes.
4) Determinar en el equipo el momento adecuado
para el reintegro total del operario a la comunidad.
5) Orientar al operario que lo necesite en todo lo
concerniente a su futura ubicación laboral.
6) Preparar al grupo familiar para el reintegro del
operario al hogar, para que ello se efectúe en la
forma más armónica posible.
7) En el período inmediatamente posterior al alta,
continuar con el seguimiento del caso hasta que
el equipo lo determine.
8) Participar en campañas de esclarecimiento de la
opinión pública sobre las posibilidades laborales de
los enfermos mentales rehabilitados.
9) Efectuar relevamientos de los recursos y necesi-
137
III) Pacientes que están en tratamiento ambulatorio
y que convenga por breves períodos alojar du
rante su rehabilitación o parte de la misma, para
incrementar su supervisión sin llegar a la inter
nación.
138
F) Centros de salud mental: cumplen con distintos tipos
de funciones; promocionales, preventivas, asisten-
ciales, de rehabilitación y de investigación. La primera
está referida a promocionar la salud mental, y las otras,
a prevenir, asistir, rehabilitar e investigar la enferme
dad mental. El Trabajo Social cubre estas áreas a tra
vés de:
139
3) Acciones asistenciales:
4) Acciones de rehabilitación:
140
Nos hemos referido aquí a las funciones del Trabajo So
cial en las instituciones psiquiátricas que realmente existen
en nuestro país, basándonos para ello en las "Normas para
el Servicio Social psiquiátrico" que el ex Instituto Nacional de
Salud Mental elaboró para los establecimientos de su depen
dencia.
Concepto de rehabilitación
141
cirnos a creer que debe existir un equipo dedicado a la tera
pia y otro a la rehabilitación.
Por nuestra parte, no creemos positiva esta disociación.
En nuestra opinión, la rehabilitación no es algo que comien
za en cualquier momento, ni algo que está al final de los tra
tamientos, sino que toda la tarea terapéutica desarrollada por
los distintos profesionales (médicos, trabajadores sociales,
enfermeros, terapistas, psicólogos, etc.) lleva imbricada la
idea de rehabilitación.
Así entendida, la rehabilitación es un proceso que comien
za en el primer contacto del enfermo con la terapia, se desa
rrolla a lo largo de todo el tratamiento y concluye con el lo
gro de la independencia del enfermo respecto del equipo tra
tante y la realización equilibrada de su vida.
La rehabilitación del enfermo mental depende, fundamen-
talmente, de encontrar solución para tres necesidades bási
cas del ser humano en general:
142
Conclusiones
143
mental por parte del trabajador social es otro de los puntos
claves antes de elaborar cualquier estrategia de abordaje.
Por otra parte, la situación social actual de nuestro país y
del mundo en un determinado momento histórico nos exige
pensar formas diferentes de organizaciones y de los imagi-
narios que las sostienen. Así el trabajador social que es con
vocado a dar respuestas ante un problema en salud mental,
se encontrará por ejemplo con las complejidades de la diná
mica de familias ensambladas, y en ese territorio deberá
desenvolverse de modo tal de hacer su intervención más
efectiva.
Será tarea del profesional de la salud mental (psicólogo,
psiquiatra) debidamente habilitado por su formación e incum-
bencia académico-legal, quien hará un diagnóstico de situa
ción y propondrá llevar adelante un plan terapéutico, por lo
que no se esperará del trabajador social que conozca y
maneje los conocimientos de la nosografía psiquiátrica. Sin
embargo, entendemos que no puede ser ajeno a dichos co
nocimientos quien asiste a pacientes con este tipo de con
ductas. Saber y comprender el ordenamiento clasificatorio de
las enfermedades mentales y los mecanismos que las acom
pañan puede ser de utilidad no para rotular al paciente, sino
para interactuar en el discurso de la interdisciplina y sumar
desde su competencia profesional a la labor terapéuticas
A su vez, es también importante que se tenga en claro
que el acento deberá ubicarse en la prevención. ¡Y en esto
sí el trabajador social puede liderar el cambio! Hace á su
competencia organizar tareas de prevención, ser el nexo entre
la comunidad y las instituciones y el portavoz de referencia
a quien recurrir frente a la aparición de las primeras señales
de la incomodidad del síntoma.
El rol del trabajador social en el campo de la salud men
tal va a estar signado por la formación que en esta área haya
desarrollado —por eso vimos necesaria la reedición del pre
sente volumen—, pero fundamentalmente por la disposición
anímica que para la tarea tenga. El paciente psiquiátrico, su
familia, los mecanismos institucionales y el imaginario social
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acerca del tema de la salud mental muchas veces traen
aparejados más fracasos que logros, y eso desalienta, parti
cularmente al trabajador novel lleno de entusiasmo que ve
frustradas sus expectativas.
Por eso será necesaria una disposición anímica abierta
al trabajo interdisciplinario que implicará el consiguiente cru
ce de discursos, un plan estratégico operativo de interven
ción debidamente planificado y la puesta en práctica de re
cursos de las técnicas de dinámica de grupo supervisadas
(como los grupos operativos de reflexión) con el equipo de
salud, a los fines de hacer consciente lo inconsciente que se
ponga en juego en las dificultades de la relación entre el
equipo de salud y el paciente. Por lo que rescatar el vínculo
en dicha relación será una tarea que el trabajador social jun
to al equipo de salud deberá realizar. Así, el lazo de respeto,
solidaridad y empatía que logre establecer con el paciente
145
Bibliografía
147
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Índice general
LAS AUTORAS 5
PROLOGO 7
INTRODUCCIÓN 9
CONCLUSIONES 143
BIBLIOGRAFÍA 147
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