162 El Soldado Romano La Ley Militar y PDF
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Castigo y reclusión
en el mundo antiguo
CASTIGO Y RECLUSIÓN
EN EL MUNDO
ANTIGUO
Datos de Publicación
© CSIC
NIPO: 403-03-100-4
ISBN: 84-00-08168-4
Depósito Legal: M-50498-2003
Impreso en España: Printed in Spain
Imprime: Sociedad Anónima de Fotocomposición
Talisio, 9 - 28027 Madrid
ÍNDICE
EUGENIO R. LUJÁN
La cárcel en la India Antigua ............................................................................. 55
JAVIER ARCE
Cárcel y torturas en Roma................................................................................... 95
PILAR PAVÓN
Las cárceles civiles en el Imperio romano........................................................ 101
Mª VICTORIA SPOTTORNO
La cárcel en el Nuevo Testamento.................................................................... 153
PABLO C. DíAz
La cárcel en la Hispania visigoda ........................................................................ 193
1 Dig. 49, 16, 2. Cf Dig. 49, 16, 6 pr. [MENENIO, 3 De re mili!.]: Omne delictum est militis, quod aliter, quam
disciplina communis exigit, committitur: veluti segnitiae crimen ve/ contumaciae ve/ desidiae, "Es delito militar todo
lo que se hace de distinta manera que como lo exige la disciplina ordinaria, como el crimen de pereza,
de desobediencia o de desidia".
fue creando una jurisprudencia propia ad hoc, hasta el punto de que en el siglo III
d.C. puede hablarse de un "Derecho militar romano", que se pone por escrito en el
siglo y medio que va desde la obra legislativa de Sabino (un de re militari en cuatro
libros) hasta la de Tarrunteno Paterno, cuya obra dispersa podemos consultar en
los Digesta. En todo caso, hablamos de derecho aplicado a hombres libres (ya sean
ciudadanos o peregrinos), pues es sabido que los esclavos no podían alistarse en el
ejérdto y, si lo hacían y eran descubiertos, su triste destino era la pena de muerte 2.
El delito -que puede ser tipificado como "crimen" o como falta grave o
falta menor3- tenía un castigo, que se aplicaba prácticamente sin dilación. Las leyes
por las que se juzgaba el delito no estaban siempre escritas en una especie de
código o manual "de delitos y penas", sino que la aplicación del castigo quedaba al
arbitrio de la autoridad inmediata en materia de justicia en un campamento. Salvo
crímenes de extrema gravedad, en los que intervenía directamente el legado de la
legión para determinar la culpa, establecer el castigo y quizás ejecutarlo, la vida
cotidiana de un campamento debía proporcionar un buen número de casos
menores de indisciplina, que eran puestos en conocimiento de los tribunos.
En época imperial, los militares -y esto puede hacerse extensivo también a
los veteranos o licenciados del ejército- tienen una leyes propias, con los derechos
y obligaciones del ciudadano romano, pero también con particularidades y
excepciones derivadas de su condición de militares. En la vida civil el militar está
protegido por su condición de tal -por ejemplo, goza de la exención de tutela-, si
bien ese tipo de beneficios tiene como contrapeso el hecho de estar sometida su
vida, sus actos cotidianos, a la vida y al régimen especial militar. Sólo a un soldado
se le puede juzgar por desertar4.
2 Dig. 49, 16, 11 [MARCIANO, 2 reg.]: "Se prohibe a los esclavos cualquier clase de servicio militar; si
infringen esta prohibición, se les castiga con pena capital".
3 Dig. 49, 16, 2 [MENENIO, 1 De re mili!.]: "Los delitos y actos que cometen los militares pueden ser
especiales o comunes, por lo que la persecución de los mismos es también especial o común. Es
delito especialmente militar el que uno comete como militar. (1) Se tiene como crimen grave el hacerse
militar aquel a quien no le es lícito, y se agrava, como los otros delitos, por la mayor dignidad, grado y
clase de milicia". Sobre la diferencia entre "delito" y "crimen" en el Derecho Romano: E. COSTA,
(1921); R ALBERTARIO (1923); G. LONGO (1976) 90-96; V. GIUFFRE (1980) 256.
4 Sobre la deserción, vid A. MASI (1964) 104-117. La legislación romana es muy prolija y estricta
respecto al delito de deserción (que trata de definir respecto al "retardo" más o menos justificado).
Sirvan como ejemplo estas disposiciones de época imperial contenidas en el Digesto: Dig. 49, 16, 3, 2-3
[MODESTINO, 4 De poenis]: Emansor est, qui diu vagatus ad castra regreditur. Desertor est, qui per prolixum
tempus vagatus reducitur. "Es 'retardado' el que, tras largo vagabundear, vuelve al campamento. Es
'desertor' el que es detenido después de vagabundear mucho tiempo".
EL SOLDADO ROMANO, LA LEY MILITAR Y LAS CÁRCELES IN CASTRIS 117
Dig. 49, 16, 3, 6-9 [Modestino, 4 De poenis]: (6) Si praesidis ve/ cuiusvis praepositi ab
excubatione quis desista!, peccatum desertionis subibit. (!) Si ad diem commeatus quis non venial,
perinde in eum statuendum est, ac si emansisset ve/ deseruisset, pro numero temporis, Jacta prius
copia docendt~ num forte casibus quibusdam detentus sil, propter quos venia dignus videatur. (8)
Qui militiae tempus in desertione implevit, emerito privatur. (9) Siplures simulprimo deseruenºnt,
deinde intra certum tempus reversi sint, gradu pulsi in diversa loca distribuendi sunt. sed tironibus
parcendum est: qui si itera/o hoc admiserint, poena competenti a4ftciuntur.
"(6) Se hará reo de deserción el que abandona la guardia del gobernador o de
cualquier otro mando. (1) Cuando alguien no se presenta al terminar su permiso, se
le debe castigar como retardado o como desertor según el tiempo transcurrido,
después de haberse dado la posibilidad de probar las causas del caso que parezcan
disculpar el retraso. (8) El que terminó su tiempo de milicia como desertor, queda
privado de la pensión. (9) Si han desertado varios a la vez y vuelven al cabo de un
cierto tiempo, deben ser degradados y destinados a distintos lugares, aunque hay
que tener indulgencia con los bisoños, los cuales sufrirán la pena correspondiente si
reiteraran el hecho".
Las penas establecidas para los desertores están recogidas en Dig. 49, 16, 5;
por abandonar sus armas durante la batalla, o por pasarse al enemigo. Y el castigo
está claramente tipificado: pena de muerte. Vender las armas y el equipo militar
(total o parcialmente) es delito equiparable a la desercións. En época bajoimperial
la pena se suaviza, pues una ley del año 403 manda capturar a los desertores en
cualquier provincia donde se encuentren para ser juzgados por su "crimen" y ser
encarcelados una vez confesado el delito6.
En la vida militar hay una especie de código de honor interno, una "disciplina
militaril', cuya definición jurídica no ha sido bien establecida a pesar de los
5 Dig. 49, 16, 14, 1 [PAULO, De poenis miT.]: Arma aiienasse grave crimen est et ea culpa desertioni exaequatur,
utique si tota aiienavit: sed et si partem eorum, nisi quod interest. nam si tibia/e ve/ umeraie aiienavit, castigan
verbetibus debet, si vero ioticam scutum gaieam giadium, desertoti simiiis est. tironi in hoc crimine faciiius parcetur
armorumque custodi plerumque ea culpa imputatur, si arma miiiti commisit non suo tempore. ''El haber vendido
las armas es un crimen grave y se equipara a la deserción, siempre que las vendiera todas, o también
algunas, aunque hay que distinguir, pues si vendió la protección de las piernas o los hombros, debe
ser castigado con azotes, pero si vendió la coraza, el escudo, el yelmo o la espada, se equipara a un
desertor. Este crimen se disculpa más fácilmente en un bisoño y suele imputarse la culpa al guarda del
armamento por haber entregado armas a un soldado fuera de tiempo".
6 Cod. Theod. VII, 18, 11 pr.: Idem aa. et Theodosius a. Hadtiano praejecto praetotio. Si qui desertores oberrare in
provinciis fuerint comprehensi, eos et comprehendi protinus voiumus et ad iudicem deduci, ut auditi, cum de crimine
desertionis suae coefessi fuetint, carcerz's custodiae deputentur: de quorum nominibus ad tuam subiimitatem subditis
conjessionibus rejeratur, ut instructi ma?Jstn' miiitum, quid de his fieti oporteat, pro sui auctotitate constituant Sin vero
inventi resistendum atque armis obtinendum putaven'nt, tamquam rebeiies in ipsis temetitatis suae conatibus
opptimantur. (403 febr. 24).
118 SABINO PE.REA YÉBENES
7 J. SULSER (1923); 0. MAUCH (1941) 72-74; A. NEUMANN (1946) 142-178; ID. (1965) cols. 219-222;
V. GIUFFRE (1980) 234-277.
8 V. GIUFFRE (1980) 242.
9 En este trabajo hablo en general del "soldado" como sujeto (hombre) susceptible de cometer un
delito militar, si bien, como es lógico, cualquier otro militar de mayor graduación puede igualmente
cometer "delitos militares". La ley romana relativa a los castigos de delitos militares establece desde el
principio el principio de gravedad consistente en considerar que es mayor delito el cometido por un
oficial que el cometido por un subordinado en razón precisamente de la responsabilidad del puesto.
Así, puede leerse en Dig. 49, 16, 2,1 [MENENIO, 1 De re milit.]: "Se tiene como crimen grave el hacerse
militar aquel a quien no le es lícito, y se agrava, como los otros delitos, por la mqyor dignidad, grado y clase de
milicia.
10 En época de Teodosio, los soldados acusados de sedición podían, por gracia de la autoridad,
conservar la vida, pero sus hijos veían negado el derecho de heredar los bienes del padre y los
acompañaba siempre el estigma de la deshonra paterna, no pudiendo recibir honores y quedando
condenados a la pobreza: uf infamia eos paterna semper comitentur, ad nullos unquam honores, nulla prorsus
sacramento peroeniant... perpetuo agentes et pauperes (Cod.Theod. IX, 14, 3, del año 399).
EL SOLDADO ROMANO, LA LEY MILITAR Y LAS CÁRCELES IN C4SIRIS 119
excesivo, del tipo "ir de cacería", pues según el jurista militar Tarrunteno Paterno,
aquel "que es consciente de que gobierna un ejército, debe dar pocos permisos, no
debe tolerar que las tropas de caballería salgan de la provincia, ni poner a un militar
en el oficio de pescar o cazar privadamente. En efecto, el reglamento de Augusto
dice así: 'aunque ya sé que no es grato que los militares se dediquen a trabajos
manuales, temo, sin embargo, que, si lo permito que lo hagan para mí o para ti, no
se guarde en ello la medida que me parece tolerable"' 11 . Eso significa que no se
prohiben las diversiones, pero tampoco se aconsejan. Era preferible que el soldado
se ejercitase con las armas, en el campus, con sus entrenadores o sus compañeros, a
que saliera "con permiso especial" (lo cual no solía suceder nunca) a ejercitar su
puntería matando jabalíes en el monte12. Los juegos de dados eran desde luego,
uno de los entretenimientos favoritos de los soldados; y un momento de verdadero
lujo y relax era el momento del baño. La arqueología ha demostrado -y la epigrafía
también abundantemente- que prácticamente todos los campamentos tenían una
sala acondicionada para baños de agua, y de vapor en algunos casos. Allí se
honraba a la diosa Fortuna, como he estudiado en otro lugar13; y otras veces a las
Ninfas o a la diosa Salus. Diosas femeninas -¡claro!- para momentos de
"intimidad~' entre los hombres. El culto y las honras dispensadas a estas
divinidades son, en última instancia, expresión de una especie de felicitas, de
momento grato alcanzado por quienes se dejan la piel en las guarniciones de la
frontera o en el campo de batalla. A propósito de los baños, de los baños
"comunes" de los soldados, nada indica que en tales lugares se practicara algún
tipo de homosexualidad, o, si la había, debía ser escondidamente, ya que todo
soldado sabía que estas prácticas estaban absolutamente prohibidas por la ley
militar. En relación con la sexualidad, resulta curioso observar la permisividad de la
ley, en tiempos de Trajano, a la hora de alistar "a los que poseían un solo
testículo", basándose en la jurisprudencia o valor militar demostrado de generales
que tenían esta condición, como son Sila y Cotta14. Las prohibiciones para el
alistamiento se basan en la conducta delictiva del candidato antes del acto del
dilectus, y no tanto en pequeños defectos físicos del candidato. Así, podemos
recordar varias interdic#ones tendentes a apartar del ejército (no admitiéndolos o
expulsándolos del mismo a posterion) a aquellos hombres que antes de alistarse
fueron condenados a las fieras, deportados a una isla, desterrados (aun
temporalmente), los reos de un crimen capital, ni aquellos que fueron condenados
por adulterio15.
Si durante la batalla el general observaba algún movimiento sospechoso de
huida de una unidad de su ejército, o si veía que sus hombres rehuían el combate o
desobedecían las órdenes de sus superiores, estas acciones serían juzgadas por él
mismo en cuanto cesara el ruido de las espadas. Pero puede suceder también, por
ejemplo, que un grupo de soldados o una unidad auxiliar mercenaria se pase al
bando enemigo en el transcurso de la batalla. Entonces, automáticamente y para
siempre, estos pasan a ser enemigos de Roma, y merecedores por tanto de la
muerte. La guerra, y esto lo sabían bien los generales romanos que conducían sus
tropas al campo de batalla, iban a vencer o a morir16. Así pues, aquella tropa que
había intentado la deserción o la traición, o que había rehuido el combate
cobardemente, una vez replegado el ejército en sus cuarteles de campaña, era
llamada a formación. Delante de ellos el general inicia un discurso, más bien breve
pero enérgico, recordando la necesidad de cumplir el juramento de fidelidad a
Roma, desenmascarando a aquellos que intentaron la deserción y declarándolos
convictos. Se aplicaba entonces la llamada decimatio (o vicesimatio, otras veces,
dependiendo de la decisión del general), consistente en contar uno por uno los
soldados de la fila o formación, la cual debían abandonar aquellos que hacían el
número 10 (o 20 en el caso de la vicesimatio) 17 . Otras veces en vez de aplicar un
castigo tan duro, la ratio era menor, y se optaba por aplicar la pena máxima a unos
pocos, aproximadamente a uno de cada cuatrocientos hombres18.
De la práctica de la decimatio y de otro tipo de castigos nos habla
elocuentemente Polibio19. El historiador comienza su discurso acerca de las penas
nacido con un solo testículo, o el que perdió uno, tiene derecho a ser militar, según un rescripto de
Trajano, de consagrada memoria, pues los generales <Cornelio> Sila y <Aurelio> Cotta se recuerda
que eran de tal constitución".
15 Dig. 49, 16, 4.
16 FRONTINO, Strategemata, IV, 1, 55; POLIBIO,Historiae, l, 3.
17 HISTORIA AUGUSTA, Vita Macrini, 12.
18 FRONTINO, Strategemata, IV, 1, 55.
19 Historiae, VI, 36-38.
EL SOLDADO ROMANO, LA LEY MILITAR Y LAS CÁRCELES IN CASIRIS 121
28 La práctica de la decimatio es recordada por TITO LIVIO, II, 59; DIONISIO DE HALICARNASO, IX, 50-
57. El historiador Dión Casio recuerda el empleo de esta medida disciplinaria por César (XLI, 35, 5),
Domicio Calvino (XLVIII, 42, 2), Marco Antonio (XLIX, 37, 1, cf. PLUTARCO, Antonius, 4;
FRONTINO, Strategemata, IV, 1, 37) y Octaviano (XLIX, 38, 4; también recogido por SUETONIO,
Augustus, 24, 2).
29 TITO LIVIO, Il, 59; FRONTINO, Strategemata, IV, 54; PLUTARCO, Antonius, 4.
30 PoLIBIO, Historiae, VI, 37, 1.
31 FRONTINO, Strategemata, IV, 1, 16; AULO GELIO, X, 8.
32 Al narrar el asedio y toma de Veyes: Fustuarium meretur, qui signa relinquit aut praesidio decedit: auctores
signa relinquendi et deserendi castra non uni aut alteri militi sed uniuersis exercitibus palam in contione audiuntur
124 SABINO PEREA YÉBENES
"Merece el suplicio del palo el (soldado) que deserta o abandona su puesto, y también aquellos que
aconsejan desertar y abandonar el campamento, no a uno sino o dos soldados, sino a ejércitos
enteros .. .!" (TITO LIVIO, V, 6, 14). Cj CICERÓN, Philippicae, III, 14: si ille consu4 fustuanum meruerunt
legiones, quae consulem reliquerunt, sceleratus Caesar, Brutus nefarius, qui contra consulem pn·vato consilio exercitus
comparaverunt. En época imperial disminuyó la frecuencia de este castigo pues de hecho la compilación
del Digesto sólo la cita como pena alternativa al cambio de destino (Dig. 49, 16, 3, 16), éste sí más
frecuente (vid. cuadro-resumen de "delitos y condenas" más adelante).
33 Cónsul en 53 y en el 40, gobernador de Hispania hacia el 39-36, momento al que se refiere este
episodio.
34 TÁCITO, Annales II, 52, non inconditae turbae sed Musulamiorum dux haberi; Anales IV, 24: simul príncipes
Musulamiorum defectionem cooptantis securi percutit. Vid. también TÁCITO, Annales, II, 20-21, 32, 75, 73-74;
IV, 23-25; y el estudio de R. SYME (1979) 218-230. Sobre las cohortes musulamiorum, vid. capítulo 2 del
libro de S. PEREA YÉBENES (2003).
35 En el año 20 d.C. las tropas de Tacfarinas reanudaron en el norte de África la guerra contra los
romanos. Un fuerte romano estaba a las órdenes de Decrio (personaje sólo conocido por el pasaje de
TÁCITO que narra estos hechos, Annales, III, 20). El fuerte es asediado por Tacfarinas, y Decrio
exhorta a sus hombres al combate a campo abierto. Tras desplegarse la cohorte de soldados romanos,
recibe un envite del enemigo, y los soldados romanos, asustados, huyeron en desbandada. Decrio,
heroicamente, cortaba el paso a sus soldados que hacían defección, y abroncaba a los
portaestandartes que impartían consignas de huida. Los enemigos le vaciaron un ojo, y así murió,
abandonado por los suyos y haciendo frente al enemigo.
EL SOWADO ROMANO, LA LEY MILITAR Y LAS CÁRCELES IN CASIRIS 125
44 Dig. 49, 16, 13, 3...ignominiosa causa est, cum quis propter delictum sacramento solvitur. et is, qui ignominia
missus est, neque romae neque in sacro comitatu agere potest
45 SUETONIO, Augustus, 24. -
46 FRONTINO, Strategemata, IV, 1, 43.
47 FRONTINO, Strategemata, IV, 1, 18; VALERIOMÁXIMO, II, 7, 9, 15.
48 G.R. WATSON (1969) 121.
EL SOLDADO ROMANO, LA LEY MILITAR Y LAS CÁRCELES IN CASIRIS 127
traidores en contra del emperador, como la III Gallica en el año 219, y la III Augusta
en el año 238.
Otra pena capital que se aplicaba, incruenta pero tan terrible como la
decapitación, consistía en atar al reo a una gran piedra y lanzarlo a las aguas
profundas del mar, o de un río. Maniatado, no tenía forma de escapar a nado ni
otra posíbilidad que la de morir ahogado 49. La pena de muerte se aplicaba también
al soldado que perdía sus armas 50 o al que entraba al campamento saltando el
muro51.
Las ejecuciones sumarias las realizaban los centuriones o los tribunos (ellos
mismos o un grupo de hombres a sus órdenes)52 y siempre fuera del muro
perimetral del campamento. Dentro no podía correr la sangre de los soldados,
menos aún la de un condenado. La ignominia de morir decapitado por la espada,
perecer a fuerza de palos o lapidado, debía tener lugar en un lugar impuro, fuera
del orden y de la comunidad, lejos de la sede de las sacras imágenes y del aquila
legionis, es decir, fuera del recinto campamental, extra muros castrorum.
Si después de una lluvia de piedras el infeliz conservaba la vida, era
expulsado del ejército, posiblemente lisiado para toda su vida, enviado al exilio con
la prohibición tajante de volver a su natio, al lugar y país donde había nacido,
donde, por otra parte, no es seguro que sus familiares quisieran recibirlo53.
Naturalmente, no todos los delitos cometidos por los soldados tenían un
final tan trágico. Una paliza con varas podía suplir a la pena máxima54. La
aplicación de una medida correctora u otra dependía del oficial que la juzgaba, en
razón de la alevosía o del grado de descuido que había llevado al delito, por
ejemplo, el de abandonar la insignia (signum, vexillum, etc.), alejarse del puesto de
guardia 55, difundir una infamia o ser acusado tres veces de la misma falta 56. Con
los mismos parámetros que al soldado se juzga a los oficiales subalternos,
encargados en muchos casos de transmitir las órdenes y hacerlas cumplir57, por
sin el resguardo de los barracones o de las tiendas, con el fin de curtir su cuerpo y
su espíritu en las penalidades y en el coraje66.
A los soldados que habían dejado evidenciar su cobardía durante el combate
se les condenaba a permanecer arrodillados delante de la tienda del general67 y su
dieta se reducía a una ración de cebada68, que era la base alimenticia de los
gladiadores, queriendo significar con ello que eran una especie de convictos
condenados a luchar para salvar su vida pero no defender al Estado ni buscar la
gloria de Roma.
La lectura de los capítulos de los Digesta que acogen la jurisprudencia militar
en los primeros siglos del Imperio muestra el abandono de tales costumbres tan
poco racionales -y tan poco rentables para un ejército siempre necesitado de
efectivos-, notándose en cambio en esta legislación imperial un acercamiento cada
vez mayor al militar como miembro de una colectividad mayor -la sociedad
romana- de la que forma parte y de la que es servidor. De ahí también el especial
empeño de los emperadores por velar desde el punto de vista legislativo y práctico
por "sus veteranos". La creación del "aerarium mi/ittJre"69 por parte de Augusto en
el año 6 d.C. es sólo una de esas medidas tendentes a favorecerlos, facilitando su
integración en la civitas, si bien no fue la única, como podemos ver en el título 49,
18 de los Digesta, que reúne jurisprudencia relativa a los veteranos. Entre otros
beneficios para ellos se establece que el licenciado honrosamente del ejército "no
puede ser condenado a las fieras ni apaleado" (Dig. 49, 17, 1), ni condenado a las
minas ni a trabajos forzados (Dig. 49, 17, 3). Estas normas contrastan con las
aplicadas a los plebeyos que amparaba a un desertor del ejército: una ley de
Valentiniano y V alente, fechada en Milán en el año 365, indica que el hombre que
cometiera este delito debía ser enviado a las minas como esclavo; por el mismo
delito, el noble no era condenado a trabajos forzados o a cárcel, pero el Tesoro le
confiscaba la mitad de sus propiedades7 º.
66 FRONTINO, Strategemata, IV, 1, 18, 19, 21; TITO LIVIO, X, 4; TÁCITO, Anna/es, XIII, 56; POLIBIO,
VI, 7;VALERIOMÁXIMO,II, 7, 15.
67 POLIENO, Strategemata, VIII, 24.
68 POLIBIO, Historiae, VI, 7; SUETONIO, Augustus, 24; FRONTINO, Strategemata, IV, 1, 25, 37; TITO
LIVIO, XXII, 13; PLUTARCO, Marce//us, 25; Antonius, 39; DIÓN CASIO, XLIX, 27, 38; POLIENO,
Strategemata, VIII, 24.
69 Sobre la caja del aerarium y su repercusión en la economía del soldado (.y en las cuentas del Estado
romano), vid M. CORBIER (1977) 197-234.
71 FRONTINO, Strategemata, IV, 1, 46; VALERIO MÁXIMO, 11, 7, 15; TITO LIVIO, XI, 41.
72 Dig. 49, 16, 13, 3.
73 Cf Dig. 49, 16, 16 [PAULO, 5 sent.]: Qui metu criminis, in quo iam reus fuera! postulatus, nomen militiae
dedit, statim sacramento solvendus est. "El que se apuntó en el ejército por temor de un crimen del que ya
había sido acusado judicialmente, debe ser inmediatamente desligado de su juramento".
74 Ps. J. CÉSAR, De bello Africano, 54.
75 FRONTINO, Strategemata, IV, 1, 33; SÉNECA, De ira, 1, 16.
EL SOLDADO ROMANO, LA LEY MILITAR YLAS cARCELES IN CASIRIS 131
E) Por sedición:
Dig. 49, 16, 3, 19 [Modestino, 4 De poenis]: Qui seditionem atrocem militum concitavit, capite
punitur. "Se castiga con la pena capital al que incita a una sedición militar grave".
F) Por atravesar la empalizada o saltar el muro del campamento:
Dig. 49, 16, 3, 17 [Modestino, 4 De poenis]: Nec non et si vallum quis transcendat aut per
murum castra ingrediatur, capite punitur. "Se castiga con la pena capital al que atraviese la
empalizada o salte por el muro para entrar en el campamento".
G) Por abandonar o perder las armas en combate:
Dig. 49, 16, 3, 13 [Modestino, 4 De poenis]: Miles, qui in bello arma amisit ve/ alienavit,
capite punitur. "El militar que ha perdido o entregado sus armas en tiempo de guerra
sufre la pena capital".
H) Por deserción:
Dig. 49, 16, 5, 1 [Menenio, 2 De re milit.]: Qui ... deseruit... in bello capite puniendum est.
"El desertor... en época de guerra será castigado con la pena capital".
Dig. 49, 16, 5. 3 [Menenio, 2 De re milit.]: Desertor si in urbe inveniatur, capite puniri so/et:
alibi adprehensus ex prima desertione restituipotest, iterum deserendo capite puniendus est. "Si se
encuentra un desertor en Roma, se le suele castigar con pena capital; si es en otro
lugar, puede ser restituido tras la primera· deserción, pero debe ser castigado con
pena capital si reincide".
I) Por atentar contra la vida del jefe militar:
Dtg. 49, 16, 6, 1 [Menenio, 3 De re milit.]: Qui manus intulit praeposito, capite puniendus est.
augetur autem petulantiae crimen dignitate praepositi. "El que atenta contra su jefe debe ser
castigado con pena capital, y se agrava el crimen de su osadía en proporción a la
dignidad del superior".
J) Por revelación de secretos militares:
Dig. 49, 16, 6, 4 [Menenio, 3 De re milit.]: Exploratores, qui secreta nuntiaverunt hostibus,
proditores sunt et capitis poenas luunt. "Los exploradores que revelan secretos al enemigo
son traidores y sufren pena capital".
K) Por simular enfermedad:
Dig. 49, 16, 6, 5 [Menenio, 3 De re milit.]: Sed et caligatus, qui metu hostium languorem
simulavit, in pari causa eis eius est (se. capitis poenas). "El soldado que simuló estar
enfermo por miedo al enemigo merece el mismo trato" (pena capital).
L) Por herir a un compañero de armas con una espada:
Dig. 49, 16, 6, 6 [Menenio, 3 De re milit.]: Si quis commilitonem vulneravit... si gladio, capital
admittit. "El que hirió a un camarada... si lo hizo con una espada, sufre la pena
capital".
134 SABINO PEREA YÉBENES
2. Cárceles militares
Habiendo tratado acerca "de los delitos y de las penas", parafraseando una frase
del célebre humanista del derecho Cesare Beccaria, hay que indicar que la cárcel no
figura en los textos, ni literarios, ni históricos ni jurídicos, como figura principal en
el sistema de redención de penas de los militares. La existencia de las "cárceles
militares" o cárceles en los campamentos, in castris, no es tan evidente como
pudiera parecer a priori. La primera fase de la investigación tendente a "ubicar" las
dependencias carcelarias en los campamentos, es analizar los informes
arqueológicos en tal sentido. El resultado es decepcionante. Sólo hay hipótesis de
trabajo y ninguna certeza. Otra vía de acercamiento consiste en analizar los casos
en que aparece la palabra carcer en los documentos militares, en la epigrafía. En este
sentido anticipo, igualmente, la decepción ante el escaso número de testimonios, lo
cual me lleva a tomar una posición escéptica a la hora de asegurar que había
"cárceles" en los campamentos tal como hoy las entendemos; y si las había, tenían
un rol menos importante del que cabe suponer. Por una razón: salvo que el
delincuente -en razón del delito cometido- hubiera apelado a una autoridad
superior (y por tanto debía permanecer a la espera custodiado a buen recaudo, en
EL SOLDADO ROMANO, LA LEY MILITAR Y LAS CÁRCELES IN CASTRIS 137
una carcer), lo normal es que el soldado que cometiera un delito fuera juzgado en
corto plazo de tiempo. Las penas debían tener, -y de hecho tenían- una doble
finalidad: correctiva y ejemplar, que se sustanciaba casi siempre con la aplicación al
acusado de castigos corporales, hasta llegar a la muerte. La sentencia y el
cumplimiento de la sentencia se hacía sin dilación, o mediando entre ambas un
corto espacio de tiempo. No existía la figura del preso preventivo, ni tampoco la
condena a permanecer preso en una cárcel. El ejército no se podía permitir la
existencia de un determinado número de soldados ociosos en la cárcel, a los que
había que alimentar a cambio de nada. La cárcel (la permanencia en la cárcel), por
tanto, no era una forma de redención de un delito. La ley habla de un castigo
corporal (castigatio), de una aportación económica (multa pecuniaria), un trabajo
extraordinario (munerum indictio), la relegación a un servicio de menor categoría
(militiae mutatio) o una democión de rango (gradus deiectio); en caso de delitos más
graves, la expulsión "deshonrosa" del ejército (missio ignominiosa)82 o la muerte.
Otra cuestión espinosa es determinar hasta qué punto la aplicación de las
penas a los soldados que aparecen en los códigos legislativos eran aplicables en
todo tiempo y lugar. Me parece claro que el "código militar", o la ley escrita, la
jurisprudencia, se empleaba en casos complicados, principalmente aquellos en los
que los delitos cometidos por militares invadían el ámbito civil o los que atentaban
gravemente contra la autoridad o la integridad del Estado; pero los delitos y faltas
de la vida castrense ordinaria eran corregidos con castigos que se aplicaban, por
decirlo así, con la "jurisprudencia cotidiana" del sentido común (el sentido común
de un jefe militar) y con la dureza o la blandura que en cada caso exigían las
normas castrenses, la disciplina militaris, cuya definición y aplicación escapan a los
códigos legislativos de todo orden para entrar en un ámbito de medida Gudicial y
redentora) más cercana al honor que, muchas veces, a la justicia misma. Esa justicia
de casos menudos, la ley establece que (en los campamentos) pueden ejercerla
tanto los tribunos como los centuriones, e incluso los suboficiales (.principales)83.
82 Dig. 49, 16, 3, 1 [MODESTINO, 4 De poenis]: Poenae militum huiuscemodi sunt: castigatio, pecuniaria multa,
munerum indictio, militiae mutatio, gradus deiectio, ignominiosa missio. nam in metallum aut in opus meta/Ji non
dabuntur nec torquentur. "Las penas que se imponen a los militares son las siguientes: azotes, multa,
aumento de servicios, cambio de destino, degradación, expulsión ignominiosa, pues no se les castiga a
mina, ni a trabajos forzados de mina, ni son sometidos a tormento".
83 Dig. 49, 16, 13, 4 [MACRO, 2 De re milit.]: Inreverens miles non tantum a tribuno ve/ centurione, sed etiam a
principali coercendus est. "El militar que falta al respeto debe ser castigado, no sólo por su tribuno o su
centurión, sino tambien por el suboficial".
138 SABINO PEREA YÉBENES
87 Este mismo escepticismo en el comentario de R.O. FINK (1971) 203, n. 15. En Roma aparece el
término KARC (¿equivalente a carc(erarius)?) en el cuerpo de vigiles (CIL, VI, 221, 1, 7, 4).
88 Vid. en este sentido el prestigioso LSJ, 1596 y suppl. 274, s.v. a( yvov; if. J. NIEHOFF-
PANAGIOTIDIS (1996).
EL SOWADO ROMANO, LA LEY MILITAR Y LAS CÁRCELES IN G4STRIS 139
~9,w. PEE~ (1988) nº 849, ~;o ,hi~n P.O~. 3616, ~ (siglo III d.~.): d [T~]s [E]upEv 8ovA.ov
ovoµan 4>tA.t TTTTov, .....v, ws ETWV ......... , A.EuKoxpoov, ¡J;EA.A.ov, TTAaTuppuyxov, µ ... aE ..v,
E-v8E8vµÉvov aTtxáptov E-prn[D]v rraxu Kal ~áA.TtoV (mo XPlÍCTEWS [4 car.] EVEyKáTw EV
To'is ai yvots A.aµ~ávwv.
90 IG, XIV, 971, de Roma, siglo 111 d.C.; o en este otro titulum palmyrenum, religioso, encontrado en
Roma, fechado en el año 236, IGUR, I, 119, 1: To'is 'AyA.t~w"1p Kal MaA.ax~lÍNp TTaTp0ots
0rn'is Kal TO ai yvov apyupouv avv TTaVTL KÓCTµlp avÉ0r¡KE (=signum argenteum et ornamentum
eius jeci!) l. Aup. 'HA.tó8wpos 'Avnóxov 'A8ptavos ITaA¡.tup11vos EK Twv L8(wv úrrE-p
awT11ptas auTou rnl Tf¡s auµ~(ou Kal Twv TÉKvwv hous ............ </> µ11vüs TTEpt Ttou.
91 Empezando por el trabajo pionero de A. VoN DOMASZEWSKI (1895) 1-24 [=(1972) 82-204] y los
más recientes de H. ANSKERDORFER (1973) 28-44 y O. STOLL (1995).
92 TÁCITO, Historia, I, 28, 1.
140 SABINO PEREA YÉBENES
a menudo poco delicado, podía imponerle un castigo leve, o bien retenerlo en una
sala -carcer, custodiada por un suboficial, el optio carceris- por poco tiempo, hasta
que ponía el asunto en manos del tribuno, que definitivamente impone el castigo.
Estos, pues, son algunos de los personajes de los que trataré aquí: tribuno,
centurión, quaestionarius, optio carceris (y variantes)y stator. Naturalmente su acción
hay que contextualizada en un lugar físico, el campamento, y delinear cuáles son o
pudieran ser las faltas objetos de remisión por medio de un castigo.
las llaves de las puertas, recorrer de vez en cuando los puestos de centinelas, cuidar
del rancho de la tropa, controlar el suministro, impedir el fraude de los proveedores,
castigar los delitos según su competencia, frecuentar las salas de banderas, atender
las quejas de la tropa y visitar a los enfermos". (Dig. 49, 16, 12, 2 (Macro, 1 De re
mili!.)
Este oficial, pues, era la autoridad maxtma en asuntos de justicia interna
sometida al régimen militar (ius mi/itaris)93. Naturalmente era auxiliado por una
serie de ayudantes y/ o suboficiales especializados. A menor escala, un
campamento tenía las mismas necesidades de control administrativo y de personal
que una ciudad94, o como se ha dicho ahora, "as a community"95. Sus leyes eran,
naturalmente, de derecho público romano.
93 En general sobre el derecho militar: TH. MOMMSEN (1889); G.W. CURRIE (1928); R
TAUBENSCHLAG (1932); M. LUZÓN DOMINGO (1952); E. SANDER (1958); ID. (1960); ID. (1965); V.
GIUFFRE (1974); ID. (1979); ID. (1980); C. E. BRAND (1968); G. FAMIGLIETII (1980); J.H. JUNG, en
ANRW, 11, 14 (1982) 882-1013.
94 El modelo es, naturalmente, la ciudad de Roma, donde había un sofisticado sistema de justicia
destinado a mantener el orden y a juzgar a los delincuentes. Es numerosa la literatura en tal sentido,
entre la que destaco: E. ECHOLS (1967) capítulos 3 y 8; W. NIPPEL (1984); 0.F. ROBINSON (1992)
capítulos 2-13; W. NIPPEL (1995); 0.F. ROBINSON (1995); RA. BAUMAN (1996) 100-106; A.M.
RIGGSBY (1999); H. MÉNARD (2000) 59-71; P. LE Roux (2002). Agradezco al profesor Le Roux, de la
Universidad Rennes-2, el haberme facilitado amablemente, y en mano, una copia de este importante
trabajo suyo. Al orden cívico contribuían no poco las cohortes vigzlum, cuerpos de tropas militarizados
encargados de sofocar los fuegos que se producían en la urbe, sobre los cuales, vid. P.K. BAILLIE
REYNOLDS (1926) esp. cap. 2; R. SABLAYROLLES (1996). En Roma se encontraba también el "centro
de inteligencia militar" o "de espionaje", en los llamado castra peregrinorum del Celio, donde tenían sede
o guarnición un grupo de militares (principalmente los frumentarii y los specufatores) al servicio del
emperador, en relación tanto con la "securitas Augustl' como haciendo de enlace con los legados
imperiales en las provincias para grandes asuntos de Estado. Sobre estos soldados y oficios, vid. M.
CLAUSS (1973) 82-117, sobre las actividades de los frumentarii; vid. A.M. LIBERATI-E. SILVERIO (2002a-
c). Este servicio secreto tiene extraordinaria importancia en la persecución de los delitos de, por así
llamarlos, "alto riesgo'', como puede ser el de lesa maiestas. Su movilidad por la Urbe y por las
provincias les caracteriza como un cuerpo esencialmente móvil y especializado. El sentido que se les
atribuye de exploratores o "agentes del servicio de inteligencia'', por ejemplo en el trabajo de E. BIRLEY
(1966) 35-43, o bien en el excelente libro de N.J.E. AUSTIN-N.B. RANKOV (1995), habría de
entenderse, en sentido amplio, como agentes imperiales dedicados a mantener el status quo
institucional, en especial en el ejército. Sobre la guardia étnica imperial es fundamental el libro de
M.P. SPEIDEL (1994).
95 R MAc MULLEN (1984) 440-456. Cf G.R. WATSON (1969); R.W. DAVIES (1974) y varias
contribuciones valiosas en el mismo sentido en la obra colectiva A. GOLDSWORTHY-1. HAYNES
(1999).
142 SABINO PEREA YÉBENES
96 BGU, 275 (año 215 d.C.): Aúpl)A.lwt Lrnnµlwt 'I ovX.wvwt (ÉrnrnvTápxq>) Tiapa
[O]úaA.Eplov 'ATioA.tvaplov 'AvnvoÉws. VVKTL Tij <f>EpoÚITTJ Els- Ti)v Tov OVTOS" µl)VOS"
'A8ptavov E-nfjA.8ov TtVES", oüs- ayvow, D EXW aúA.í] 1TpOO"KVpOÚITTJ olKlq µov, oiJm:l EV D
yrnvx0 KWµlJ Kapavl8t, E-v 11 aúA.i] EoTtv aTioKnµÉVl) µl)xavfi, Kat ETIElpaaav aúTI)v
E-rravo'i~m Kat oÚK E-~laxvaav, orrEp <f>avEp0v ETiolriaa TÜLS" Tf¡s- KWµl)S" 8l)µoalots-. 08Ev
[a]ÚTO TofJTo <f>avEpÓv aot rrotw [TI]püs- TO µl)&µlav (Í}Tl)atv 1TpOS" E-µE- dvm.
fürnT(úxú). (hoVS") MápKov Aúpl)A.lov LEOUÍ)pov 'A]vTwvdvov Ilap8tKofJ Meylarn[v
B]pETavtKou MEylaTou fEpµavtKou MEylaTov EúaE~ous- LE~aaTov 'A8ptavov.
97 B. CAMPBELL (1984). Sobre el papel judicial de los centuriones en Egipto, R.S. BAGNALL (1977); R.
ALSTON (1995). Sobre las prisiones y la policía en el Egipto de época tardía: S. TORALLAS TovAR
(1999); EAD. (2000); EAD. (2001) con toda la bibliografía anterior.
98 Cod.Just. 7, 48, 2.
99 P. LE Roux (2002) 36, n. 74.
100 Los gobernadores veían causas extraordinarias o delitos graves, en tanto las faltas comunes
debían verse Guzgarse) en el lugar donde se cometieron, como dice un mandato de Septimio Severo y
de Caracala: Dig. 49, 16, 3pr. [Modestino, 4 De poenis]: Desertorum auditum ad suum ducem cum elogio praeses
mittet, praeterquam si quid gravius ille desertor in ea provincia, in qua repertus est, admiserit: ibi enim eum plecti
poena debere, ubi facinus admissum est, divi Severos et Antoninus rescripserunt. "El gobernador provincial,
previa audiencia, debe remitir a su jefe con un informe los desertores <detenidos en su provincia>, a
no ser que un desertor haya cometido algún delito más grave en aquella provincia, pues <Septimio>
Severo y Antonino <Caracala>, emperadores de consagrada memoria, dijeron en un rescripto que
debe castigarse el crimen allí donde se ha cometido".
l01 H.-G. PFLAUM (1952).
EL SOLDADO ROMANO, LA LEY MILITAR Y LAS CÁRCELES IN CASTRIS 143
oficiales en los consilia judiciales estaba permitida, y no debía ser infrecuente, pues
incluso en alguna inscripción son nombrados como iudices dati1 2• Se hacía a º
instancias o solicitud de las altas autoridades, que quizás necesitaban oír una voz
"de campo" autorizada antes de emitir una sentencia condenatoria para un
soldado. Pero, recordemos, el centurión es el soldado de carrera por antonomasia.
Su lugar es el campamento y el campo de batalla, no el estrado o los escaños de la
oficina de un juez. La verdadera autoridad "ejecutiva" del centurión se ejercía en la
vida cotidiana, en los asuntos internos de disciplina común. Y para administrarla,
sui genens, el centurión no echaba mano de un código legislativo sino de su vara -
una vara de sarmiento nudoso de vid, enderezada y rígida, como aparece
representada en los monumentos funerarios-. Este instrumento utilizado por los
centuriones legionarios para propinar castigos de urgencia también lo llevaban los
evocati, según Casio Dion. Cuando el historiador enumera los cuerpos de tropas de
la guarnición de Roma, afirma que hay que añadir el grupo de los evocatz~ que según
Casio Dion son "hombres que constituyen un cuerpo especializado y que, como
los centuriones, utilizan la vara de vid, el sarmiento103 (J:>áí30os--): Kat dat Kat
vDv aÚaTI)µa t8wv, pá~8ous-- cf>ÉpoVTES"' wairEp ol ÉKaTOvTápxm (Dión
Casio, 55, 24, 8). Plutarco (Galba, 26), utiliza el término KA.f¡µa como equivalente a
vitis. La iconografía sepulcral muestra, no obstante, que, en la práctica, tal vara no
es nudosa, torcida y delgada, sino de un palo recto y generalmente liso, de grosor
decreciente hasta acabar en punta, y cuya longitud era la de un bastón o algo
menor (si el hombre sostenía el extremo superior de la vara con el brazo caído, el
extremo inferior tocaba el suelo). Los evocafi104, igual que los centuriones, se
encargaban de la instrucción de los reclutas, la vigilancia de las formaciones y de las
marchas a pie, etc. También lo emplean los prefectos de las cohortes vigilum1 5 y de º
las cohortes urbanae106.
102 CIL, III, 9832 = ILS, 5949. Cf CIL, III, 9864 = ILS, 5950.
103 Sobre la representación de la vitis en relieves funerarios de militares, y sus variantes, vid. C.
FRANZONI (1987) 81-82.
104 Sobre los evocatz~ vid. supra n. 81.
105 Dig. 1, 15, 3, 1-2.
106 Dig. 1, 12, 10, 21.
144 SABINO PEREA YÉBENES
b. Carcerarius
El término es muy escaso en epigrafía122. El único testimonio que doy por
seguro123 es una inscripción colectiva de época severiana en la que los soldados de
la cohors V Vigilum honran al emperador Caracalla. La cara principal de este
laterculus militum, con la dedicación al citado emperador, está fechada en el año 21 O
(non. Jul. Faustino et Rnfino cos.), aunque otras partes del documento llevan fechas de
205. La inscripción124 es de Roma. En la columna 7, línea 4, se lee: KARC. C.
CALPVRNIV(S) SEVERVS. La abreviatura del comienzo no puede ser otra cosa
que karc(erarius) pues, del mismo modo, los nombres/hombres que le preceden en
la lista van precedidos de las iniciales indicativas de su rango en la cohorte, por
orden de grados. Debe tenerse en cuenta -a los efectos de rebajar la importancia
de la cárcel en el ámbito militar- que de los cientos de hombres y empleos que se
dan en esta inscripción extraordinaria, sólo uno lleva el de karc(erarius). Nótese
también que corresponde a una guarnición ciudadana, la de los vigiles de Roma, y
que los otros testimonios epigráficos fiables eran de la cohorte XIII Urbana de
Lugdunum, la capital gala. La prisión, pues, era atendida y vigilada por militares,
pero no eran (o no necesariamente) militares los reos que en ellas eran custodiados.
c. Frumentarius
En Éfeso un .frumentarius (soldado del servicio secreto) de la legión I Adiutrix lleva
el título de agens curam carcens. La inscripción latina no admite interpretaciones
dudosas; la función es inequívoca: D.M. Comelio Florin(o?) frumentan·o leg(ionis) X
Geminae Elpinius Festianus frumentarius leg(ionis) I Adiutricis agens curam carceris in
memonae causam contubemali canssim125. Aquí vemos a Festianus levantar un
monumento funerario para su compañero de armas, de oficio, muerto
posiblemente en acto de servicio, lejos de su patria y lejos de su unidad, pues
ambas legiones mencionadas, la X Gemina y la I Adiutrix tenían sede en Panonia
122 Y más frecuente en los escritos hagiográficos y actae martyrum, vid. la voz "carcerarius" en ThIL.
123 Normalmente se dan otras dos referencias acerca de los karcerarii militares, pero que a mi juicio
no pueden admitirse sin serias reservas, ya sea por el deterioro del soporte epigráfico, o bien, en el
segundo caso, por la dificultad en admitir las iniciales ex e.a. como ex carcerario. El primero de los
textos, muy corrupto, es de Aquincum, CIL, III, 10493k, que corresponde a una silla del teatro (en la
que la inscripción indica el nombre del "propietario" o usufructuario): locus Val[-}/ [k ?} leg., que es
interpretado por el editor del CIL, en la nota a pie, como kar(cerarius) leg(ionis). El otro texto relativo,
de Germanía, se conserva en el Museo de Bonn, CJL, XIII, 8002: [Opp]onio Paterno (?) [Agri]pp[a ?}
vet(erano) ex c. a. leg(ionis) I [A(diutricis?)J, Opponius Zoilus, lib(ertus) et heres,fc.
124 CIL, VI, 1057-1058.
125 CIL, III, 433 = ILS, 2368 = IEph. 2244.
EL SOLDADO ROMANO, LA LEY MILITAR Y LAS CÁRCELES IN CASTRIS 149
d. Beneficiarius
El hecho de estar documentado el frumentarius anterior como agens curam carceris, ha
llevado a algunos estudiosos a asignar la misma función a un beneficiarius del legado
de la legión II Adiutrix, en cuya inscripción se han resuelto las iniciales agens c. c.
como agens c(uram) c(arceris). El epígrafe procede de Vác (Hungría), y se conserva en
el "Aquincum Museum" de Budapest126. El texto se data por los cónsules en el
año 228, y dice así: [A]esculapi[o] et Hygiae Aug(ustis) Aur(elius) Artemidorus,
b(ene)f(iciarius) leg(ati) leg(ionis) II A(diutricis) P(iae) F(idelis) S(everianae), agens c(uram)
c(arceris), v(otum) s(olvit) l(ibens) m(erito). Modesto et Probo co(n)s(ulibus). Sobre las
funciones, múltiples, de los beneficiani hay notables estudios 127 que han inerpretado
este texto. Mirkovié, por ejemplo, no duda de la función de "guardián de la cárcel"
de los beneficiarii apoyándose en el citado texto de Aquincum 128, opinión que es
rechazada por R.L. Dise 129, ya que esa función se admitiría para los benefiarii
consulan's que sirven en una capital provincial, pero la función no va asociada, por
decirlo así, a la hoja de servicios en la legión II Adiutrix. De ser así, el texto debía
haber mostrado la expresión agens c(uram) c(arceris) leg(ionis) II A(diutricis), expresando
con ello un puesto regular y bien definido en el orden de rangos (Rangordnun~ de
grados de la legión. Tal como aparece aquí parece más bien una función especial, o
una misión especial encomendada por el legado de la legión a Artemidoro,
beneficiarius eius. La carencia de otros testimonios epigráficos que liguen el
126 CIL, III, 3412 (ed. DoMASZEWSKI); E. SCHALLMAYER (1990) n ° 426 (con bibliografía anterior).
127 Interesan especialmente: E. SCHALLMAYER (1991); R.L. DISE jr (1995); J. ÜTT (1995); S. PEREA
YÉBENES (1999) 268-27 4; B. RANKOV (1999a). Ahora, con casi toda la bibliografía anterior, vid J.
NÉLIS-CLÉMENT (2001).
128 M. MIRKOVIé (1990).
129 R.L. DISE (1995) 80.
150 SABINO PEREA YÉBENES
e. Clavicularius
Entre los oficios sulbalternos relacionados con las pns1ones está documentado
epigráficamente el clavicularius o custodio de las llaves. En un texto de Lugdunum
(Lyon) 131 se ha leído la expresión clavic(ulanus) carc(ens) p(rovinciae) Lug(dunenst"sj132.
Aunque el texto no es "militar", cabe pensar que se refiere a la cárcel de la prisión
de la XIII Cohorte Urbana en esta capital. También en la documentación relativa a
los clavicularii encontramos dificultades, inherentes a los propios textos (las
incripciones), que no indican claramente su carácter militar133.
delincuentes, o mejor de los soldados que habían delinquido. En la vida civil de las
ciudades, sin embargo, puede darse el caso de intervención o el envío de militares
con la misión de arrestar a una persona (¿también militar?), como se deduce de la
noticia de un papiro de Oxirrinco134.
Los statores-¡no confundir con los stratores!135_ formaban parte de ese grupo
de soldados que se movían por la legión con un estatuto especial, el de immunes,
reconocido por el derecho militar, cuyo privilegio consistía en estar liberados del
servicio regular de armas para, en contraprestación, atender a las necesidades
cotidianas de la legión en el campamento, en tiempos de paz; de modo que de
hecho se convierten en una especie de funcionarios u oficiales (o mejor,
suboficiales) del aparato de justicia militar que se regía por leyes propias, y cuyo
ámbito de aplicación era estrictamente interno136, esto es, "dentro del
campamento", in castris. Como otros immunes, también el stator, o los varios statores
que había en una unidad militar regular (una legión, una cohorte o un ala de
caballería) estaban bajo el mando de un oficial inmediatamente superior, que debía
ser un centurión. Este puesto de centurio statorom se constata en varias inscripciones,
y cabe pensar que existieran tanto en las cohortes pretorianas como en las
legiones 137.
4. Conclusiones
En definitiva, si consideramos la frecuencia epigráfica como exponente del grado
de implantación de las instituciones, a la vista de los documentos no puede decirse
que la cárcel fuera en los campamentos una estancia o edificación importante. A
rechazar esta opinión no contribuyen precisamente los datos arqueológicos, pues
las excavaciones no han exhumado estancias que por sus características
arquitectónicas, ubicación, o textos relativos, se pueda afirmar que sean,
indudablemente, cárceles militares o carceres in castris. Consecuentemente, es posible
hacer la afirmación general de que en los campamentos de legiones y tropas
auxiliares, en las provincias, diseminados de uno a otro lado del Imperio romano,
las cárceles no son elementos importantes, ni en su arquitectura ni en sus
funciones, y funcionalidad, pues la cárcel o la privación de libertad, como se
deduce inequívocamente de la lectura atenta de las leyes militares, no era una pena
en sí misma. Hay que desechar en el ámbito militar la figura del preso como
hombre que redime su delito condenado a reclusión, sin más, siendo un agente
pasivo y costoso para la economía y los recursos humanos del ejército. Las
condenas por delitos leves eran expeditivas e inmediatas, actuando los tribunos
como "jueces de urgencia" aplicadores de la ley militar, y los centuriones como
"jueces" de faltas pequeñas propias de la vida castrense o relativas a la instrucción.
En los campamentos, la cárcel sólo se utilizaba, y por corto espacio de tiempo, en
caso de delitos graves, como estancia de custodia para el reo antes de su traslado
ante un tribunal competente -por ejemplo en los casos en que el acusado fuera un
alto oficial-, o como sala de interrogatorios (que realizaban los quaesti.onarit), o
como antesala de la expulsión del ejército. La importancia de la cárcel (custodiada
por soldados o incluso dentro de los castra) aumenta en el caso de las guarniciones
militares en las ciudades, principalmente Roma. De ahí que la epigrafía nos muestre
funciones y rangos de distintos suboficiales o especialistas relacionados con las
cárceles, en las cohortes pretorianae o en las cohortes urbanae. La convivencia con la
población civil hace que los soldados adapten "a la vida civil" los usos y las
costumbres de la vida castrense que pudiera darse, por ejemplo, en una guarnición
legionaria en Panonia. Hablando de Panonia o de Roma podemos referirnos en
abstracto a cárceles militares, si bien de la ubicación de la tropa o del campamento,
así como del "tipo" de tropa a que nos refiramos, se remiten a realidades bien
distintas respecto al concepto y uso de las cárceles. Cuanto más "civilizados" (en el
sentido de educación cívica, ciudadana, urbanizada) son los campamentos, mayor
importancia cobra la cárcel como institución, como edificio físico, e incluso como
forma de redención de pena. En el mundo puramente castrense, en la guerra, la
cárcel no tiene mucho sentido; se estaba con Roma y su ejército o se estaba con el
enemigo. En el ejército en armas, se estaba vivo y guerreando (es decir, se era
soldado de Roma), o se estaba fuera del ejército o se estaba muerto, pero no en la
cárcel.