Plan Lector Primaria
Plan Lector Primaria
Plan Lector Primaria
Antes de llegar había que dar una curva cerrada. Tal vez el piso estaba
húmedo o calculé mal la velocidad, pero lo cierto es que la bicicleta patinó y los
dos nos fuimos de cabeza a una acequia de agua fangosa.
Cuando llegamos a casa, mis padres se pusieron furiosos y me enviaron esa
noche a comer a la cocina.
Volví a ver a Fabiola solo una vez, muchísimos años más tarde. De su cartera
extrajo uno de mis libros y me lo mostró, diciendo que lo había leído de
principio a fin -estaba en realidad subrayado en muchas partes- añadiendo que
estaba feliz de que uno de sus viejos alumnos fuera escritor. Me pidió, como es
natural, que le pusiera una dedicatoria. Traté de inventar algo simpático y
original, pero sólo se me ocurrió: "A Fabiola, mi maestra, quien me enseñó a
escribir". Y tuve la impresión de que nunca había dicho nada más cierto.
PRÁCTICA
1. De acuerdo al texto, indica el nombre del país donde no sabrían vivir sin su diaria
ración de arroz.
India
Perú
Australia
H abía una vez un rey malo que molestaba mucho a sus súbditos; pero éstos
no podían destronarle porque era extremadamente rico y tenía un gran ejército
para su defensa.
–Es difícil hacer entrar a este rey en razón –se dijo la pulga–. Con todo, lo
intentaré.
En toda la noche no pudo el rey cerrar los ojos, y al día siguiente se levantó
con un humor de mil diablos. Mandó hacer una limpieza extraordinaria, y veinte
sabios, armados con potentísimos microscopios, examinaron cuidadosamente
la alcoba y cuanto en ella se encontraba. Pero no dieron con la pulga, porque
se había escondido debajo de la solapa del vestido que el rey llevaba puesto.
Aquella noche el monarca, necesitado de descanso, se acostó muy temprano.
–¿Qué es esto? –gritó al sentir una furiosa picadura.
–La pulga.
–¿Qué quieres?
–¿Dónde están mis soldados? ¿Dónde mis generales, mis ministros? –gritó el
rey–. ¡Qué vengan inmediatamente!
–Me entrego - dijo con tono lastimero el gran monarca, cuando la pulga volvió a
morderle-. Haré cuanto tú quieras. ¿Qué ocurre?
VICTOR HUGO
El alacrán de fray Gómez
–Tome asiento, hermano, y dígame sin rodeos lo que por aquí le trae –dijo Fray
Gómez.
–Se le conoce, y que persevere deseo, que así merecerá en esta vida terrena la
paz de la conciencia, y en la otra, bienaventuranza.
–Y es el caso que soy buhonero, que vivo cargado de familia y que mi comercio
no cunde por falta de medios, que no por holgazanería y escasez de industria
en mí.
lo que el milagro;
–¿Cómo ha podido imaginarse, hijo, que en esta triste celda encontraría ese
caudal?
Y paseando los ojos por las desnudas y blanqueadas paredes de la celda, vio un
alacrán que caminaba tranquilamente sobre el marco de la ventana. Fray
Gómez arrancó una página de un libro viejo, dirigióse a la ventana, cogió con
delicadeza la sabandija, la envolvió en el papel, y tornándose hasta el
castellano viejo, le dijo:
La joya era espléndida, verdadera alhaja de reina morisca, por decir lo menos.
Era un prendedor figurado un alacrán. El cuerpo lo formaba una magnífica
esmeralda engarzada sobre oro, y la cabeza un grueso brillante con dos rubíes
por ojos.
El usurero, que era hombre conocedor, vio la alhaja con codicia y ofreció al
necesitado adelantarle dos mil duros por ella; pero nuestro español se empeñó
en no aceptar otro préstamo que el de quinientos duros por seis meses, y con
un interés judaico, se entiende.
RICARDO PALMA