Misofonia
Misofonia
Misofonia
La misofonía es una enfermedad neurológica. Eso significa que no es psicológica sino fisiológica (o sea, que es física
y no psíquica). Cuando nos derivan a psicólogas y psiquiatras para "curarnos", es como si nos rompemos un brazo y
nos mandan a la psicoanalista para que nos lo repare.
Pero la psicología puede ayudar guiándonos para que asumamos mejor nuestra enfermedad, dándonos herramientas
para sobrellevarla. Igual que se hace con los pacientes con cáncer, que la psicología no va a curar el cáncer, pero
ayuda a sobrellevar la idea de que puedes morir, además de enseñarnos a mejorar la actitud frente a la enfermedad lo
que aumentará enormemente nuestra calidad de vida. Lo que está claro es que conforme más tranquilas y más
relajadas estemos, menos nos afectará la misofonía. Y esto tiene una explicación muy sencilla.
La misofonía es como un cruce de cables en nuestro cerebro (como la sinestesia, o la hiperacusia) que nos hace
interpretar ciertos sonidos "normales" para la mayoría de las personas, como sonidos de peligro. No somos
conscientes de que los percibimos así, pero nuestra amígdala reacciona secretando adrenalina a nuestro torrente
sanguíneo igual que si a nuestro alrededor estuviésemos escuchando rugidos de león a oscuras en medio de una selva.
La adrenalina nos impele a huir o a atacar, por eso cuando tenemos un episodio de misofonía agredimos verbalmente
“al aire” (es raro que lleguemos a hacerlo a personas o que agredamos físicamente), o agredimos a los objetos, o
salimos corriendo alejándonos del ruido detonante. La adrenalina nos aumenta el ritmo cardíaco, nos hace sudar e
incluso podemos sentir cómo nos cosquillean los dedos de las manos. Si nos quedamos aguantando el sonido, las
descargas de adrenalina continuarán hasta tener niveles de adrenalina en sangre insoportables, que nos harán gritar,
golpear o tener ataques de ansiedad hiperventilando y llorando, el corazón nos irá a mil y los músculos de nuestras
extremidades se pondrán tan en tensión que terminaremos temblando.
Si nuestro organismo está tenso porque estemos estresados, un poco de adrenalina desencadenará episodios más
intensos. Si nuestro cuerpo está relajado, con niveles altos de serotonina, oxitocina, endorfinas, etc., podremos hacer
frente a ese aporte extra de adrenalina mucho mejor. Por eso es tan importante aprender a vivir con tranquilidad, lo
más optimistas posibles, relax, felicidad, etc., para que nos dé tiempo a alejarnos del sonido antes de que nos afecte
demasiado.
La adrenalina cae en el torrente sanguíneo con mayor rapidez de lo que nuestro cuerpo puede eliminarla. De hecho,
tardamos tanto en eliminarla que después de un episodio vital muy estresante, como por ejemplo un accidente de
coche, tardaremos horas, e incluso un par de días en volver a tener en sangre unos niveles de adrenalina normales. Por
eso, si estamos expuestos a muchos sonidos a diario, nuestro nivel de "aguante" disminuirá y nuestro repertorio de
sonidos detonantes aumentará, porque tendremos adrenalina acumulada de episodios anteriores.
Puede haber distintos niveles, y dichos niveles de MISOFONÍA son los siguientes:
Nivel 1: Se es consciente de la presencia de la persona que origina el ruido, pero no se siente o siente ansiedad
mínima.
Nivel 2: El ruido provoca malestar psíquico, mínima irritación o molestia. No hay síntomas de pánico o respuesta de
lucha o huida.
Nivel 3: Siente crecientes niveles de malestar psíquico, pero no se involucra en cualquier respuesta física. La víctima
puede estar hipervigilante a estímulos audiovisuales.
Nivel 4: Se involucra con una mínima respuesta física – sin confrontaciones o con algunas conductas de
enfrentamiento, tales como pedir a la persona que deje de hacer ruido, discretamente se puede cubrir un oído, o pasar
tranquilamente lejos del ruido. No hay síntomas de pánico o de huida claros.
Nivel 5: La persona adopta mecanismos de supervivencia más polémicas, como abiertamente cubrir sus orejas. Suele
mostrar irritación.
Nivel 6: La persona experimenta malestar psíquico considerable. Los síntomas de pánico y una respuesta de lucha o
huida comienzan a participar.
Nivel 7: Malestar psíquico considerable. El uso creciente (más fuerte, más frecuente) de los mecanismos de
supervivencia como confrontación al sonido. Puede haber excitación sexual no deseada. El paciente puede volver a
imaginar el sonido detonante a veces durante semanas, meses o incluso años después del evento.
Nivel 8: Malestar psíquico considerable. Pueden surgir algunas ideas de violencia.
Nivel 9: Pánico/reacción de rabia en pleno apogeo. Decisión de no recurrir a la violencia en la persona causante del
sonido. Alejarse del ruido y evitar el uso de la violencia física hacia un objeto inanimado. La irritación, el pánico, la
ira puede manifestarse en la conducta de víctima.
Nivel 10: El uso real de la violencia física contra una persona o un animal (por ejemplo, un animal doméstico). La
violencia puede ser infligida hacia sí mismo (auto-daño).
1 - En primer lugar aprender a vivir lo más relajados posibles. Hacer ejercicio moderado. Aumentar, en definitiva, los
niveles de otras hormonas que neutralizan la adrenalina.
2 - Evitar los sonidos detonantes todo lo posible. Alejarnos de ellos si podemos. Utilizar tapones de silicona, cera...,
audífonos, etc. Poner otros sonidos que "tapen" los que nos molestan, como música o televisión cuando estemos
comiendo, ruido blanco en los trabajos o al acostarnos, etc.
3 - Forzarnos a no mirar a las personas que están produciendo los sonidos, ya que esto nos mantiene alerta, aunque
unos audífonos, por ejemplo, nos estén impidiendo oírlas.
Esta tercera solución deviene de que también nos afecta muchísimo cuando vemos a alguien masticar con la boca
abierta, o mascar chicle, o comer semillitas de girasol, etc., a pesar de que no les estemos oyendo. Pero estamos en
tensión esperando a ver si al final escuchamos algo. Para entender mejor este estado de alerta que también nos hace
secretar adrenalina. Pongo un ejemplo: Imaginen que los operaron de un pie, y el solo roce de la media los hace ver
las estrellas. Si tenés alrededor a un grupo de niños jugando, van a estar todo el tiempo apartando el pie, gritando a
los niños que dejen de dar saltos cerca, que los pueden pisar. Es cierto que no les pisaron el pie todavía, pero estás
alerta porque las posibilidades de pasarlo realmente mal si los pisan aumentan muchísimo si hay niños jugando cerca.
Pues lo mismo con los misofónicos. Es cierto que no oímos nada todavía, pero la posibilidad de pasarlo realmente
mal cuando se oiga aumenta si hay cerca alguien con un chicle en la boca. En definitiva, en estado de alerta también
secretamos adrenalina y nos estresamos, y ya sabemos que esto es precisamente lo que una persona misofónica tiene
que evitar.