MOISES FRENTE A LA TIERRA PROMETIDA Intermedio
MOISES FRENTE A LA TIERRA PROMETIDA Intermedio
MOISES FRENTE A LA TIERRA PROMETIDA Intermedio
Después de recibir los Diez Mandamientos, Moisés bajó del Monte Sinaí (La Biblia dice que su rostro brillaba
de tal manera al haber estado en la presencia de Dios que tuvo que cubrirlo con un velo) y en una
oportunidad encontró al pueblo rindiendo culto a un becerro de oro que ellos habían construido para que
tomara el lugar de Jehová.
Fue una de las tantas veces en que Moisés debió enfrentarse a la rebeldía y a la infidelidad de un pueblo
desagradecido y presuntuoso.
En una de estas situaciones el pueblo tuvo sed (ver Números 20: 1 12) y amenazó hasta apedrear a Moisés,
quien golpeó una roca, en vez de hablarle como Dios se lo había indicado, y de esa roca brotó agua que
calmó la sed del pueblo.
Sin embargo, Moisés y Aarón fueron condenados por Dios a que ellos tampoco entraran a la Tierra
Prometida, por cuanto no creyeron al Señor ni le santificaron, al no obedecer su mandato.
(Debe entenderse que Moisés dudó que con su sola palabra el
agua brotara de la roca y tal vez recordando haber tocado el
Mar Rojo para que se abriera, golpeó la roca esta vez...Dios
juzgó que Moisés no había creído en El; y nadie puede discutir
los juicios de Dios)
El castigo parece severo para un hombre de la talla de Moisés...
Sin embargo, debemos reconocer que Moisés tenía una
responsabilidad superior frente a Dios por lo mucho que le
conocía y por haber visto como nunca ningún hombre el poder
del Señor. Su duda fue una afrenta a un Dios que había
confiado y manifestado todo a Moisés.
Por esa razón Moisés lleva al pueblo hasta los mismos límites
de Canaán, pero se le prohíbe entrar...
Conclusión:
Moisés no solamente debe ser considerado un hombre importante en la historia de Israel, sino en la historia
de toda la humanidad...Como decíamos en la lección anterior, cada creyente no puede sino considerar a
Moisés como parte de su propia historia, porque sin un hombre tan extraordinario el amoroso plan de
Salvación que habría de concretarse en Jesucristo, no hubiera sido posible.
Cuestionario de repaso:
¿Qué sucedió en Meriba y qué consecuencias tuvo en la vida de Moisés?
(ver Números cap. 20)
¿Cómo debemos considerar a Moisés los creyentes en Cristo?
Respuesta: Moisés es una de las figuras más destacadas en el antiguo testamento. Mientras que Abraham
es llamado "padre de los fieles" y el destinatario del incondicional pacto de gracia de Dios con Su pueblo,
Moisés fue el hombre escogido para traer la redención a Su pueblo. Concretamente, Dios eligió a Moisés
para guiar a los israelitas del cautiverio en Egipto y llevarlos a la salvación en la tierra prometida. Moisés
también es reconocido como el mediador del antiguo pacto, y se conoce comúnmente como el dador de la
ley. Por último, Moisés es el autor principal del pentateuco, los libros fundamentales de toda la biblia. El
papel de Moisés en el antiguo testamento, es una sombra y tipología del papel que Jesús desempeña en el
nuevo testamento. Como tal, su vida definitivamente vale la pena estudiarla.
La primera vez que nos encontramos con Moisés, es en los primeros capítulos del libro de Éxodo. En el
capítulo 1, descubrimos que, después de que el patriarca José rescató a su familia de la gran hambruna y los
situó en la tierra de Gosén (en Egipto), los descendientes de Abraham vivieron en paz durante varias
generaciones, hasta que subió al poder en Egipto un faraón que "no conocía a José" (Éxodo 1:8). Este faraón
esclavizó al pueblo hebreo y los utilizó como esclavos para sus grandes proyectos de construcción. Por causa
de que Dios había bendecido el pueblo hebreo con un rápido crecimiento numérico, los egipcios
comenzaron a tener miedo del creciente número de judíos que vivían en sus tierras. Por lo tanto, el faraón
ordenó la muerte de todos los hijos varones nacidos de mujeres hebreas (Éxodo 1:22).
En Éxodo 2, vemos que la madre de Moisés intenta salvar a su hijo colocándolo en una canasta y poniéndolo
en el Nilo. La canasta finalmente la encontró la hija del faraón, y ella lo adoptó como si fuera su hijo y lo
educó en el palacio del mismísimo faraón. Mientras Moisés crecía hasta su edad adulta, comenzó a
identificarse con el sufrimiento de su pueblo. Cuando presenciaba que un egipcio estaba golpeando a un
esclavo hebreo, Moisés intervino y mató al egipcio. En otro incidente, Moisés intentó intervenir en una
disputa entre dos hebreos, pero uno de los hebreos reprendió a Moisés y sarcásticamente comentó,
"¿Piensas matarme como mataste al egipcio?" (Éxodo 2:14). Dándose cuenta de que su acto criminal se
conoció, Moisés huyó a la tierra de Madián donde intervino nuevamente; esta vez en el rescate de las hijas
de Jetro por parte de algunos bandidos. En agradecimiento, Jetro (también llamado Reuel) dio su hija Séfora
por mujer a Moisés (Éxodo 2:15-21). Moisés vivió en Madián por cerca de cuarenta años.
El siguiente incidente importante en la vida de Moisés, fue su encuentro con Dios en la zarza ardiente (Éxodo
3-4), donde Dios llamó a Moisés para ser el salvador de Su pueblo. A pesar de su excusa inicial y directa
petición para que Dios enviara a alguien diferente, Moisés accedió a obedecer a Dios. Dios prometió enviar a
Aarón, hermano de Moisés, junto con él. El resto de la historia es bastante conocida. Moisés y su hermano
Aarón, van a faraón en nombre de Dios y le exigen que deje ir al pueblo para adorar a su Dios. El faraón
obstinadamente se niega, y diez plagas del juicio de Dios caen sobre el pueblo y la tierra, siendo la última
plaga la matanza de los primogénitos. Antes de esta última plaga, Dios ordena a Moisés que instituya la
pascua, lo cual es un recordatorio del acto salvífico de Dios para redimir a Su pueblo de la esclavitud en
Egipto.
Después del Éxodo, Moisés llevó al pueblo a la orilla del mar Rojo, donde Dios proveyó otro milagro para
salvarlos, al dividir las aguas y permitiendo que los hebreos pasaran al otro lado al tiempo que se ahogaba el
ejército egipcio (Éxodo 14). Moisés llevó al pueblo al pie del monte Sinaí, donde se dio la ley y se estableció
el antiguo pacto entre Dios y la recién formada nación de Israel (Éxodo 19-24).
El resto del libro de Éxodo y todo el libro de Levítico se lleva a cabo mientras los israelitas acampan al pie del
monte Sinaí. Dios le da a Moisés instrucciones detalladas para la construcción del tabernáculo, el cual era
una carpa itinerante de adoración que podía montarse y desmontarse para que fácilmente se pudiera
transportar, y para hacer que los utensilios de la adoración, los vestidos sacerdotales, y el arca del pacto,
fueran un símbolo de la presencia de Dios en medio de Su pueblo, así como el lugar donde el sumo
sacerdote llevaría a cabo la expiación cada año. Dios también le da a Moisés instrucciones explícitas sobre
cómo Dios quiere ser adorado y las pautas para mantener la pureza y santidad entre el pueblo. El libro de
Números ve a los israelitas moverse desde el Sinaí hasta el borde de la tierra prometida, pero ellos se niegan
a ir cuando diez de los doce espías traen un reporte desalentador sobre la capacidad de Israel de apoderarse
de la tierra. Dios condena esta generación de judíos a morir en el desierto por su desobediencia, y los
somete a cuarenta años para divagar por el desierto. Al final del libro de Números, la próxima generación de
Israelitas vuelve a la frontera de la tierra prometida y se prepara para confiar en Dios y tomarla en fe.
El libro de Deuteronomio muestra a Moisés dando discursos al pueblo a manera de sermón, recordándoles
el poder salvífico de Dios y Su fidelidad. Él da la segunda lectura de la Ley (Deuteronomio 5) y prepara esta
generación de israelitas para recibir las promesas de Dios. A Moisés mismo se le prohíbe la entrada a la
tierra a causa de su pecado en Meriba (Números 20:10-13). Al final del libro de Deuteronomio, se registra la
muerte de Moisés (Deuteronomio 34). Él subió el monte Nebo y se le permite mirar la tierra prometida.
Moisés tenía 120 años cuando murió, y la biblia registra que "sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su
vigor" (Deuteronomio 34:7). El Señor mismo enterró a Moisés (Deuteronomio 34:5-6), y Josué asumió como
líder del pueblo (Deuteronomio 34:9). Deuteronomio 34:10-12 dice, "Y nunca más se levantó profeta en
Israel como Moisés, a quien haya conocido al Señor cara a cara; nadie como él en todas las señales y
prodigios que el Señor le envió a hacer en tierra de Egipto, a faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y
en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel".
Lo anterior es sólo un breve bosquejo de la vida de Moisés y no habla de su interacción con Dios, la forma en
que condujo el pueblo, algunas de las maneras específicas en que él tipifica al señor Jesucristo, su
centralidad en la fe judía, su aparición en la transfiguración de Jesús, y otros detalles. Sin embargo, nos da un
panorama del hombre. Así que, ahora, ¿qué podemos aprender de la vida de Moisés? La vida de Moisés
generalmente se divide en tres períodos de 40 años. El primer periodo, es su vida en la corte del faraón.
Como el hijo adoptivo de la hija del faraón, Moisés debió haber tenido todas las ventajas y privilegios de un
príncipe de Egipto. Él fue instruido "en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y
obras" (Hechos 7:22). Como el sufrimiento de los hebreos comenzó a inquietar su alma, Moisés se encargó
por su propia cuenta de ser el salvador de su pueblo. Como dice Esteban ante los líderes judíos, "[Moisés]
pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya" (Hechos 7:25). A partir
de este incidente, aprendemos que Moisés era un hombre de acción, así como un hombre que tenía un
temperamento fuerte y propenso a acciones imprudentes. ¿Quería Dios salvar a Su pueblo? Sí. ¿Quería Dios
usar a Moisés como Su instrumento escogido de salvación? Sí. Pero Moisés, si estaba o no verdaderamente
consciente de su papel en la salvación del pueblo hebreo, actuó precipitada e impetuosamente. Él trató de
hacer en su tiempo lo que Dios quería hacer en Su tiempo. La lección para nosotros es evidente: debemos
ser conscientes no sólo de hacer la voluntad de Dios, sino de hacer Su voluntad en Su tiempo y no en el
nuestro. Como es el caso de muchos otros ejemplos bíblicos, cuando tratamos de hacer la voluntad de Dios
en nuestro tiempo, podemos empeorar más las cosas de lo que existía al comienzo.
Moisés necesitaba tiempo para crecer, madurar y aprender a ser manso y humilde ante Dios; esto nos lleva
al siguiente capítulo en la vida de Moisés, sus 40 años en la tierra de Madián. Durante este tiempo, Moisés
aprendió la vida sencilla de un pastor, un marido y un padre. Dios tomó un hombre impulsivo y con un
temperamento fuerte y comenzó el proceso de moldearlo y formarlo como el instrumento perfecto que Él
iba a usar. ¿Qué podemos aprender de este momento en su vida? Si la primera lección es esperar el tiempo
de Dios, la segunda lección es no estar ociosos mientras esperamos en el tiempo de Dios. Aunque la biblia no
dedica mucho tiempo a los detalles de esta parte de la vida de Moisés, no es como si Moisés hubiera estado
sentado de brazos cruzados esperando el llamado de Dios. Pasó la mejor parte de los 40 años aprendiendo
las costumbres de un pastor, apoyando y criando una familia. ¡Estas no son cosas insignificantes! Aunque
podamos anhelar las experiencias "más espectaculares" con Dios, 99 por ciento de nuestras vidas se viven en
el valle, haciendo las cosas terrenales y del día a día que conforman nuestra vida. Necesitamos vivir para
Dios "en el valle" antes de que Él nos enliste para la batalla. A menudo es en las cosas aparentemente
triviales de la vida que Dios nos entrena y nos prepara para Su llamado en Su tiempo.
Otra cosa que vemos de Moisés durante su tiempo en Madián es que, cuando Dios finalmente lo llamó al
servicio, este se resistió. Moisés, el hombre de acción en sus primeros años de vida, ahora de 80 años, se
convirtió en una persona demasiado tímida. Cuando se le llamó para hablar en nombre de Dios, dijo que era
"soy tardo en el habla y torpe de lengua" (Éxodo 4:10). Algunos comentaristas creen que Moisés pudo haber
tenido un impedimento del habla. Quizás, pero entonces sería extraño que Esteban dijera que Moisés era
"poderoso en palabras y obras" (Hechos 7:22). Probablemente, Moisés no quería regresar a Egipto y volver a
fracasar. Esta no es una sensación extraña. ¿Cuántos de nosotros hemos intentado hacer algo (si era o no de
Dios) y hemos fracasado, y luego estar dudosos para volver a intentar? Hay dos cosas que Moisés parece
haber pasado por alto. Una, fue el cambio obvio que había ocurrido en su propia vida en los 40 años de
intervalo. El otro cambio, y el más importante, era que Dios estaría con él. Moisés fracasó al principio, no
tanto porque él actuó impulsivamente, sino porque él actuó sin Dios. Por lo tanto, la lección que hay que
aprender aquí, es que cuando se puede distinguir un claro llamado de Dios, hay que dar un paso en fe,
¡sabiendo que Dios va contigo! No seas tímido, solo esfuérzate en el Señor y en el poder de Su fuerza
(Efesios 6:10).
El tercer y último capítulo en la vida de Moisés, es el capítulo donde la escritura pasa más tiempo narrando,
es decir, su papel en la redención de Israel. También se pueden extraer varias lecciones de este capítulo de la
vida de Moisés. La primera es cómo ser un líder efectivo de personas. Moisés tenía básicamente la
responsabilidad de más de dos millones de refugiados hebreos. Cuando las cosas empezaron a agotarlo, su
suegro Jetro, le sugirió que delegara la responsabilidad a otros hombres fieles, una lección que muchas
personas que están liderando a otros, necesitan aprender (Éxodo 18). También vemos un hombre que
dependía de la gracia de Dios para ayudar con su tarea. Moisés continuamente le estaba suplicando a Dios
por el pueblo. ¿Sería que todas las personas en autoridad presentarían una petición a Dios en nombre de
aquellos que estaban bajo su cargo? Moisés era plenamente consciente de la necesidad de la presencia de
Dios, e incluso pidió ver la gloria de Dios (Éxodo 33). Moisés sabía que, aparte de Dios, el éxodo sería inútil.
Fue Dios quien hizo que los israelitas fueran distintos, y ellos lo necesitaban mucho más. La vida de Moisés
también nos enseña la lección de que hay ciertos pecados que seguirán atormentándonos a lo largo de
nuestras vidas. El mismo temperamento fuerte que hizo que Moisés se metiera en problemas en Egipto,
también hizo que le causara problemas cuando divagaban en el desierto. En el incidente mencionado en
Meriba, Moisés golpeó la roca con rabia, con el fin de proveer agua para el pueblo. Sin embargo, él no le dio
la gloria a Dios, ni seguió los mandamientos exactos de Dios. A causa de esto, Dios no le permitió entrar a la
tierra prometida. De manera similar, todos nosotros cedemos ante determinados pecados habituales que
nos aquejan todos los días, pecados que nos obligan a estar en constante alerta.
Estas son sólo un puñado de lecciones prácticas que podemos aprender de la vida de Moisés. Sin embargo, si
nos fijamos en la vida de Moisés a la luz de todo el abanico de las escrituras, vemos grandes verdades
teológicas que encajan en la historia de la redención. En el capítulo 11, el autor de Hebreos usa a Moisés
como un ejemplo de fe. Sabemos que fue por la fe que Moisés rehusó las glorias del palacio del faraón para
identificarse con el sufrimiento de su pueblo. El escritor de Hebreos dice, "[Moisés] teniendo por mayores
riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios" (Hebreos 11:26). La vida de Moisés fue una
vida de fe, y sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). Asimismo, es por fe que
nosotros, mirando con ilusión las riquezas celestiales, podemos soportar dificultades temporales en esta vida
(2 Corintios 4:17-18).
Además, como se mencionó anteriormente, sabemos que la vida de Moisés fue tipología de la vida de Cristo.
Al igual que Cristo, Moisés fue el mediador del pacto. De nuevo, el autor de Hebreos hace grandes esfuerzos
para demostrar este punto (cf. Hebreos 3: 8-10). También el apóstol Pablo lo deja claro en 2 Corintios 3. La
diferencia es que el pacto donde Moisés fue el mediador, fue temporal y condicional, mientras que el pacto
donde Cristo es el mediador, es eterno e incondicional. Como Cristo, Moisés proporcionó redención para su
pueblo. Moisés libró al pueblo de Israel de la esclavitud y la servidumbre en Egipto y los trajo a la tierra
prometida de Canaán. Cristo libra a Su pueblo de la servidumbre y de la esclavitud del pecado y la
condenación, y los lleva a la tierra prometida de la vida eterna en una tierra renovada cuando Cristo regrese
para consumar el reino que Él inauguró en su primera venida. Al igual que Cristo, Moisés fue un profeta para
su pueblo. Moisés habló las palabras de Dios a los israelitas como Cristo lo hizo (Juan 17:8). Moisés predijo
que el Señor levantaría otro profeta como él de entre el pueblo (Deuteronomio 18:15). Jesús y la iglesia
primitiva enseñaban y creían que Moisés estaba hablando de Jesús cuando escribió esas palabras (cf. Juan
5:46, Hechos 3:22, 7:37). En muchos aspectos, Moisés es un precursor de la vida de Cristo. Como tal,
podemos echar un vistazo de cómo Dios estaba obrando Su plan de redención en la vida de personas fieles a
lo largo de la historia humana. Esto nos da la esperanza de que, así como Dios salvó a Su pueblo y les dio
reposo a través de las acciones de Moisés, también Dios nos salvará y nos dará un reposo eterno en Cristo,
ahora y en la vida por venir.
Por último, es interesante observar que, a pesar de que Moisés nunca piso la tierra prometida durante su
vida, se le dio una oportunidad para entrar a la tierra prometida después de su muerte. En el monte de la
transfiguración, cuando Jesús les dio a Sus discípulos una prueba de la plenitud de Su gloria, lo acompañaron
dos personajes del antiguo testamento, Moisés y Elías, que representaban la ley y los profetas. Moisés está,
hoy en día, experimentando el verdadero descanso sabático en Cristo, que un día todos los cristianos
compartirán (Hebreos 4:9).