FORSYTH - Hollywood Recargado, El Cine Como Una Mercancia Imperial
FORSYTH - Hollywood Recargado, El Cine Como Una Mercancia Imperial
FORSYTH - Hollywood Recargado, El Cine Como Una Mercancia Imperial
S O C I A L I S T
R E G I S T E R
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HOLLYWOOD RECARGADO: EL CINE
COMO UNA MERCANCÍA IMPERIAL*
Scott Forsyth
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Traducción: Ruth Felder
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N. de la T.: en inglés “high concept” films or blockbusters.
***
N. de la T.: en inglés tentpole, mástil.
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N. de la T.: en inglés prequels
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*
N. de la T.: en inglés gamers.
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N. de la T.: juego creado por la empresa Sony. Según la descripción que hace esta,
se trata de un juego en el que “los terroristas del mundo tienen un solo objetivo:
[Norte]américa y sus aliados”.
Ver <http://www.sony.com.mx/playstation/socom.html>.
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alienígenas para hacer que el mundo fuera un lugar seguro para el día de la
celebración nacional norteamericana7.
Y por supuesto, el terror del 11 de septiembre es el inicio de este nuevo
cine de acción imperial y engloba, a veces explícitamente pero más a menu-
do emocionalmente, todas las guerras que la televisión y Hollywood están
peleando actualmente.Ya es un lugar común decir que vimos el 11-S como
si hubiera sido una película atrapante. Como nos lo recuerdan de manera
brillante Mike Davis y Slavoj Zizek, el 11-S rememoró imágenes que la cul-
tura occidental ha evocado en innumerables películas, libros e historietas8.
Quienes van al cine han sido traumatizados placenteramente durante
años por la destrucción de las poderosas torres de la capital de Occidente,
la guerra llegando a casa desde el siempre derrotado mundo subalterno, los
triunfos del Progreso y el Imperio respondidos por la invasión, la barbarie y
el apocalipsis: Norteamérica destruída, o casi destruída, una y otra vez, por
forajidos terroristas árabes, comunistas, zares de la droga sedientos de sangre,
villanos agentes de la KGB con bombas nucleares, e invasores alienígenas.
El 11-S ni Bruce Willis ni Arnold Schwarzenegger vinieron al rescate, y
la narrativa de venganza iniciada por esa atroz “oportunidad” (tal como fue
vista por los neoconservadores) todavía sigue desarrollándose en el mundo
real. La televisión norteamericana ha seguido alentando la guerra de manera
entretenida y extremadamente cobarde con varias “películas de la semana”
didácticamente propagandísticas, incluyendo Rescatando a Jessica Lynch (2003),
que se estrenó aun después de que la verdadera soldado Lynch hubiera des-
acreditado la historia de su rescate heroico por parte de las fuerzas especiales
estadounidenses9. Los largometrajes, en cambio, operan con una agenda de
producción mucho más extendida, de modo tal que su articulación ideológica
con la política hegemónica es necesariamente más compleja y sofisticada. De
hecho, los voceros de Hollywood reaccionaron inmediatamente al 11-S con
culpa por todos los desastres que habían imaginado, por todas las atrocidades
y la violencia que habían estetizado, como si ellos mismos hubieran convo-
cado al desastre. Se cancelaron o pospusieron estrenos, se revisaron guiones y
Hollywood se reportó para prestar servicio. El Pentágono pidió a los guio-
nistas que imaginaran escenarios de terrorismo a efectos de colaborar con
investigaciones preventivas, mientras que productores se reunieron con Karl
Rove, principal asesor de Bush, para discutir los temas patrióticos necesarios
para el nuevo momento. Puede que estemos comenzando a ver los frutos del
alistamiento ideológico más explícito desde la Segunda Guerra Mundial, en
la cual Hollywood había tenido un rol importante. No es sorprendente que
las películas de Hollywood armonicen con la visión del mundo de la derecha
norteamericana. Lo que es más interesante es ver qué papel juega en la nueva
campaña patriótica imperial el Hollywood supuestamente “liberal”.
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Los líderes norteamericanos están ansiosos por cubrir sus guerras actuales con
el manto de la Guerra Buena. La retórica y las imágenes evocan de mane-
ra interminable a la Segunda Guerra Mundial para insistir en una ecuación
inequívoca entre EUA y los derechos universales. Esto sigue la línea de una
interpretación política –y cinematográfica– de la Segunda Guerra Mundial
que ha sido importante para la justificación y caracterización del imperialis-
mo estadounidense durante décadas. El cine bélico de los ‘40 ha brindado un
rango de convenciones y narrativas cuya influencia ha sido duradera: en par-
ticular, el grupo de combate masculino, aislado y en peligro, representativo de
Norteamérica, conectado por la valentía y la camaradería. Entre los ‘50 y ‘70,
epopeyas como De aquí a la eternidad (1953), El día más largo (1962) y Patton
(1970) reprodujeron en gran escala estos relatos inspiradores para mitificar el
rol singular de Norteamérica en la victoria. La actualización más exitosa de
esta tendencia ha sido Rescatando al soldado Ryan (1998). El comienzo de la pe-
lícula –el espectáculo horroroso del desembarco en Normandía– conmocionó
a los espectadores, como siempre lo hacen las grandes películas bélicas, con su
nuevo realismo y su carácter explícito. Esa violencia, que usa como recursos
todos los efectos especiales y el caos realzado digitalmente propio del cine de
horror, aseguró nuestra adhesión a la historia escandalosamente sentimental
del rescate de Ryan, el hermano sobreviviente, por parte de una unidad de
combate. La película permitió una nueva celebración del grupo masculino
de combate –la alegoría multiétnica convencional de la propia Norteaméri-
ca– que había sido minada por los tonos más oscuros del cine sobre Vietnam
de los ‘70 y ‘80, del cual Apocalipsis now (1970), Pelotón (1986) y Nacido para
matar (1987) son ejemplos. En Rescatando al soldado Ryan, los “hermanos” ame-
ricanos de Spielberg pelean por sus propios camaradas más que por algún fin
político o ideológico, y la película termina en la mayor celebración espiritual
de EUA, literalmente, haciendo flamear la bandera10.
Si bien últimamente no se han hecho demasiadas películas sobre la Se-
gunda Guerra Mundial, Rescatando al soldado Ryan recuperó el cine bélico
de manera que puede evocarse fácilmente. Generó una exitosa miniserie
televisiva Hermanos de Sangre [Band of Brothers] (2001), y una cantidad de
películas bélicas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial. Entre estas,
Pearl Harbor (2001) fue la más cara y la más extensamente promocionada.
Aunque esta película se estrenó antes del 11-S, estetizó el llamado del
“Proyecto para un nuevo siglo norteamericano”* a otro “Pearl Harbor”
*
N. de la T.: en inglés The Project for a New American Century.
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En 1990 el Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Colin Powell,
podía decir en broma que se “estaba quedando sin villanos”, pero a lo largo
de la década Hollywood le brindó una variedad vertiginosa de ellos –árabes
enloquecidos, malvados señores de la droga latinos, brutales mafiosos rusos,
inescrupulosos miembros de la KGB, supervillanos dispuestos a dominar el
mundo, monstruos del espacio– en un linaje cinematográfico que se remon-
ta a las películas mudas: Fantomas, el Doctor Mabuse y el Doctor Moriarity.
En los últimos años los viejos nazis son todavía una amenaza creíble, aunque
también están apareciendo cubanos y norcoreanos con oportuna regula-
ridad. En las películas de historietas, la villanía es a menudo un mal puro,
sobrenatural, un enemigo a la medida de una Norteamérica definida en
términos espirituales que combate a quienes hacen el mal en todo el mun-
do.Y el héroe es el centro del cine de acción, usualmente un lobo solitario
rebelde, siempre listo para enfrentar el desafío de estos villanos, revisado y
actualizado en los últimos años.
Rambo tuvo un rol clave en la definición del moderno héroe de acción
estadounidense: volvió a pelear cinematográficamente el desastre de Viet-
nam como una guerra buena, se unió a los Mujaidines para masacrar a los
soviéticos en Afganistán, y entró en el discurso político norteamericano.
Las películas de Rambo, en su brutal simplicidad, son siempre política-
mente complejas. Rambo es un Otro oscuro, tan enemigo del estado nor-
teamericano como de los enemigos de Norteamérica: el asesino duro de
mala fama que Norteamérica necesita pero no puede tolerar, encarnado en
un nativo, un hippie o un miembro de la clase obrera estafada16. Pocas pe-
lículas contemporáneas abordan esta complejidad, pero muchas, de modo
predecible, tratan de recrear el fenómeno Rambo. Vinn Diesel en XXX
(2003) representa la más elaborada de estas recreaciones. Su personaje, X,
se presenta como el rebelde que la CIA necesita: una combinación im-
probable de deportes extremos, rock pesado, tatuajes y músculos. La cons-
trucción de este personaje está basada en técnicas de mercado. Este nuevo
Rambo confronta a supervillanos que son una mezcolanza particular de
las ansiedades contemporáneas: desertores del ejército ruso, señores de la
droga, delirantes, anarquistas; todos ellos llevando a cabo una conspiración
ruin con armas biológicas que desatará una utopía/distopía destructiva de
“libertad bella y absoluta”. Por supuesto, X defiende las “viejas barras y
estrellas” y salva al mundo.
Arnold Schwarzenegger en Daño colateral (2002) es una actualización
menos simple, pero al mismo tiempo la película es más explícita en su di-
dáctica Reaganiana y en su articulación oportunista con la agenda militar y
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N. de la T.: en inglés critical dystopian films.
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N. de la T.: textual en el original.
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N. de la T.: en inglés rogue state.
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los alienígenas. Ellos comparten esta tecnología con el resto del mundo, a
medida que saltamos de un escenario a otro alrededor del planeta y que
una serie de rápidos esbozos de estereotipos nacionales sigue las órdenes
norteamericanas para derrotar a los invasores.
Las imágenes ilustran la habilidad de Hollywood y de la globalización
liderada por Norteamérica para dominar, incorporar y orquestar el consumo
mundial de EUA; se trata de la representación simbólica del imperialismo.
Como espectadores podemos disfrutar el imperialismo como un espectá-
culo, podemos seguir y disfrutar las confluencias y convergencias genéricas,
las tramas secundarias y tangenciales. Y esto nos retrotrae al rol imperial de
la cultura en el presente: Hollywood es un emblema de la dominación cul-
tural e ideológica norteamericana, y el cine de acción de Hollywood es el
producto principal de vastos conglomerados de medios que han tenido un
rol crucial en la globalización norteamericana y en su habilidad para rehacer
al mundo según su propia imagen enloquecida.
A pesar de este triunfo aparente, este nuevo Hollywood globalizado tiene
debilidades financieras, estéticas e ideológicas. En materia financiera, Jack
Valenti, el venerable lobbista de Hollywood, ha alertado seriamente acerca
de los crecientes costos de producción de las películas taquilleras en las que
se apoya la dominación de Hollywood.
Redes de sinergias masivamente interconectadas pueden ser casti-
llos de naipes, y el fracaso de un producto imperial sobrevaluado puede
derrumbar a una corporación. Los enormes conglomerados de medios
que apuntalan la dominación global de Hollywood también han sido
sacudidos por fusiones tumultuosas y volátiles, adquisiciones y colapsos,
tal como sucedió con la explosión de las burbujas tecnológica y de la
bolsa en los primeros años de este siglo. Frente a esto, Hollywood se ha
apoyado crecientemente en inversiones extranjeras para contrarrestar su
propia aversión al riesgo. Pero en la medida en que la estrategia de taqui-
lla realmente implica riesgos, no existe certeza de que su capacidad de
acceso al capital externo esté asegurada. El Hollywood imperial puede
estar en peligro de desborde imperial.
Desde el punto de vista estético, estas películas –realizadas sobre la base
de investigación de mercado y de trucos tecnológicos, y comercializadas
con total control de la promoción y de la exhibición– han sido condenadas
por críticos y cinéfilos como la muerte trivializada del cine. Esto puede
ser exagerado, pero esta fase de la producción de Hollywood ha abierto un
vacío estético que el cine de arte, las películas nacionales e incluso películas
y documentales militantes pueden llenar. De hecho, la dominación de Ho-
llywood no ha sido totalmente homogeneizadora, y su propia necesidad de
internacionalizarse debe dar lugar al desarrollo de un espacio de disputa en
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