Pérez Gómez, Alberto - El Espacio de La Arquitectura
Pérez Gómez, Alberto - El Espacio de La Arquitectura
Pérez Gómez, Alberto - El Espacio de La Arquitectura
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EL ESPACIO DE LA ARQUITECTURA: LA SIGNIFICACIÓN COMO
PRESENCIA Y REPRESENTACIÓN
(Extraído del libro: El sentido del lugar. p. 129-154)
Nuestra discusión sería más fértil si, en este final del milenio, pudiéramos
comenzar a diferenciar arquitectura y construcción en términos distintos a los
de la estética del siglo XVIII. Así podríamos articular el estatus especifico de la
arquitectura como manifestación de un saber, dejando de lado la muerta
distinción filosófica entre lo bello y lo bueno, situándose en el contexto de un
mundo totalmente utilitario y “construido”, es decir, nuestro mundo tecnológico.
Ese mundo tecnológico que hemos creado nos llama urgentemente a
reconsiderar de manera radical las bases éticas de nuestra acción. Mientras
que la supervivencia de la raza humana está sometida al control de las
manipulaciones genéticas y de la polución, parece que hemos perdido nuestra
capacidad individual de hacer efectivas nuestras opciones en cuanto a nuestra
existencia y nuestro destino personal. En un contexto así, no podemos
permitirnos abandonar la búsqueda de una comprensión del mundo significante
que soporta la existencia humana. La razón primera de la arquitectura ha sido
siempre proponer y perpetuar una comprensión tal. Ni las presiones del
mercado, ni la carrera por la notoriedad, ni los estilos en boga, ni un misticismo
formalista, ni aún la simple formulación de diferentes culturas podrán servirnos
3
de criterios para una práctica de la arquitectura apropiada y significativa en esta
época de nihilismo inacabado.
****
Partiendo de esa intuición, Vitruvio afirma que un arquitecto sine letteris está
desprovisto de valor ya que la arquitectura consiste no sólo en frabrica sino
también en ratiocinatione. Esos términos han sido traducidos en las versiones
modernas por “practica” y “teoría”, y crean evidentemente problemas de
interpretación. En su texto, Vitruvio hace alusión a lo que es fabricar (de faber)
y lo que lo nombra y le “da una razón”, su logos, sin reducir sin embargo la
teoría a una función prescriptiva o instrumental. Esta ratio está encarnada, de
la manera más elocuente, en las proporciones matemáticas que nombran y
encarnan lo invariable (ta mathemata), un orden que permite a los hombres
habitar el mundo. Según Vitruvio, la arquitectura debería poseer esos
conocimientos esenciales con el fin de estar en capacidad de conducir su
práctica. La proporción numérica hacía referencia al inamovible orden percibido
del mundo supralunario. Su presencia en la arquitectura demostraba la verdad
natural de las construcciones culturales. No es sorprendente constatar que la
presencia de las proporciones numéricas en arquitectura halla marcado la
tradición de los tratados teóricos hasta finales del siglo XVIII. En resumen, la
arquitectura tradicional representaba para el conjunto de la sociedad el orden
del cosmos.
Esa concepción, si es comprendida al pie de la letra como analogía lingüística
literal, parece condenar a la arquitectura moderna, particularmente después de
Durand y de la Revolución francesa, a estar necesariamente “desprovista de
significación” o, aún más a una autoreferencialidad relativista. Como lo elaboré
en mi trabajo concerniente la historia de las teorías de la arquitectura, uno de
los eventos mayores de la historia de la epistemología ha sido la desintegración
a principio del siglo XIX de una cosmología fundada sobre la trascendencia
1
Marcus V. Pollio VITRUVIUS, The Ten Books of Architecture, traducido en ingles por M.H.
Morgan, New York, Dover, 1960. II,i, 1. Otra versión, publicada bajo el nombre latino original,
es también utilizada en este articulo; Véase De Architectura traducido en ingles por F. Granger,
Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1983.
4
divina2. A partir de ahí no pasará mucho tiempo antes de que Nietzsche
cuestione la muy antigua distinción entre naturaleza y cultura, y que Mallarmé
deconstruya la relación entre palabras y mundo. ¿Habiendo perdido su
referencia cosmológica, la arquitectura radicalmente desacralizada está
condenada a ser asimilada a la construcción utilitaria o, “en el mejor de los
casos”, a pretender manifestarse en un espacio extra-lingüístico?
2
Aberto PÉREZ-GÓMEZ , Architecture and the Crisis of Modern Science, Cambrige, Mass,
MIT Press, 1983, ch. 8 y 9. Versión francesa publicada por Mardaga, 1988.
3
Ver “La representación arquitectónica en la era del simulacro”, en este volumen, y para un
tratamiento más profundo, Alberto PÉREZ-GÓMEZ y Louise PELLETIER, “Architectural
Representation Beyond Perspectivism”, Perspecta 27, New Haven, Yale University Press,
1993.
5
estatus de una arquitectura de la “presencia” dando cuerpo a verdaderos
valores culturales?
***
4
PLATO, Timaus and Critias, traducción en ingles por H.D.P. Lee, Cambridge, U.K.,
Hardmonsworth, 1965.
5
Ibid., p. 66.
6
propiedad y no de naturaleza”6. Dado que todas las cosas en el mundo están
constantemente en mutación, y que las cuatro sustancias las más elementales
son ellas mismas inestables, nos es necesario asirlas como calidades más que
como “cosas”. Más lejos, Platón compara el receptáculo a una masa de materia
“neutra” maleable, en la cual están estampilladas diferentes impresiones. Esa
prima materia no posee ningún carácter propio, pero ella constituye sin
embargo la realidad ultima de todas las cosas. Con el fin de dilucidar ese
razonamiento, Platón acude al ejemplo del orfebre. El nombre más preciso para
definir las obras del artesano será “el oro”, no “unos triángulos” o “unos
cuadrados” y así continua. “Es necesario decir la misma cosa de la naturaleza
que recibe todos los cuerpos: es necesario siempre darle el mismo nombre; ya
que ella no abandona nunca su propio carácter... Uno puede justamente
asimilar el receptáculo a una madre, el modelo a un padre y la naturaleza
intermediaria entre los dos a un niño” 7. Es interesante anotar la descripción
que Platón hace de la médula –esa sustancia vital masculina que él creía afluir
entre la cabeza, trono esférico y silla de las ideas, y el pené. El constata una
sustancia casi idéntica a la masa-receptáculo maleable y neutra, constituida de
triángulos “regulares y pulidos” capaces de producir “con exactitud el fuego, el
agua, el aire y la tierra”. Esa prima materia constituye una materia andrógena,
el receptáculo de “todo lo que nace visible o sensible”, ella misma “una especie
invisible y sin forma, que recibe todo y que participa de lo inteligible de una
manera oscura y muy difícil comprender...”8.
Platón concluye entonces que debe haber ahí tres componentes en la realidad:
el primero, “la forma inamovible, que no nace y no morirá, ... que es invisible e
inasible a todos los sentidos, y que pertenece al pensamiento único de la
contemplación” (el Ser); el segundo, “que tiene el mismo nombre que el primero
y que se le asemeja, pero que cae bajo los sentidos, que es engendrado,
siempre en movimiento, ... y que es asible por la opinión junto con la
sensación” (El Devenir); el tercero, la Espacio, “que no admite destrucción y
que da un lugar a todos los objetos que nacen. No es ella misma perceptible
más que por un razonamiento bastardo donde no entra la sensación; que uno
apenas puede creer. La entrevemos como en un sueño, diciéndonos que es
necesario que todo lo que está en si, en algún lado, en un lugar determinado,
ocupa una cierto puesto y que lo que no está ni sobre la tierra ni en algún lugar
bajo el cielo no es nada”9. En el parágrafo siguiente, Platón identifica ese
receptáculo con el espacio del caos, en el cual, por así decir “sacudido por las
fuerzas”, los cuatro elementos han sido separados para constituir el mundo tal
como nosotros lo conocemos. Unido etimológicamente al chasho indo-europeo,
el caos sostiene su connotación de vacío primordial, abertura o abismo, tanto
como sustancia primordial.
6
Ibid, p. 67. En su filosofía tardía, Merleau-Ponty se refiere a ese elemento primordial como la
« carne » del mundo. Esa interpretación fenomenológica radical de una realidad no dualista no
es, según yo, muy alejada de esa de Platón. Ver Maurice MERLEAU-PONTY, The visible and
the Invisible, traducción en ingles por A. Lingis, Evanston, III., Northwestern University Press,
1968.
7
PLATO, Timaeus, p. 68.
8
Ibid. , p. 69 ; itálicos del autor.
9
Ibid., p.70-71.
7
¿Qué podemos sacar de todo esto? Platón no describe nada menos que el
lugar de la creación y de la participación humana, postulando una coincidencia
entre topos (lugar natural) y Espacio, aunque nombrando este ultimo como una
realidad distinta de aprehender en el cruzamiento, el chiasma, entre Ser y
Devenir. Es el lugar donde se revela misteriosamente el enigma de la
profundidad, la primera dimensión de la experiencia humana. Esa revelación es
la prerrogativa del artefacto humano, y era, en el contexto particular de Platón,
el dominio del arte y de la poesía.
***
Nos es difícil concebir una realidad externa personificada y actuante por lo cual
totalmente imprevisible, idéntica y en continuidad consigo misma, demandando
una propiciación constante para asegurar la supervivencia del mundo de
instante en instante por el acto humano. Ese contexto es precisamente el del
10
Jean- Pierre VERNANT, Mythe et pensée chez les Grecs, Paris, Maspero, 1965, I, p. 124.
8
ritual. Podemos argumentar que esa realidad externa, a saber la naturaleza,
está articula tan profundamente en el mito como construcción “cultural” como la
homología entre montaña y pirámide, entre tholos y caverna. En ese mundo,
los gestos de construcción ritual participan en un orden a priori; ellos son
afirmación del “dato” (y de un don) por un acto propiciatorio inscrito en el
espesor del presente más que de los proyectos queriéndose productos.
11
ARISTOTLE, Poetics, traducido en ingles por S.H. Butcher, New York, Dover, 1951, IV, 12.
12
Jane HARRISON, Ancient Art and Ritual, Bradford-on-Avon, U.K., Moonraker Press, 1978,
p.40.
13
En griego moderno, ω , frecuentemente transliterado por « hora », es la palabra para
situar, utilizada también como nombre propio para designar la mas importante ciudad de ciertas
islas ( hay también Hora en el Peloponeso, cerca de Pulos). La palabra para danza es ,
escrita con omicron (O) en lugar de omega (ω ), con el acento sobre la ultima silaba. Existe
probablemente una diferencia en la pronunciación en griego antiguo, y que se perdió hoy en
día.
14
Wladyslaw TATARKIEWICZ, History of Aesthetics, ed. C. Barrett, traducido en ingles por
R.M. Montgomery, Varsovie, Polish Scientific Publishers, 1970, I, p. 16.
9
movimiento, las armonías musicales y el ritmo de la palabra. Por la presencia
del cuerpo, era un reconocimiento de su posición inmediata entre Ser y
Devenir, y un develamiento de su lugar legitimo de aparición en el mundo.
15
Alberto PÉREZ-GÓMEZ, “The Myth of Dedalus”, AA, Files 10, 1985.
16
Hermann KERN, “Image of the World and Sacred Realm”, Daidalos 3, 1983, p. 11.
17
Es significativo que los fundamentos del tholos, o templo circular en Epidaure, dedicado a
Asclepius, el dios de la sanación, son de hecho laberínticas. El estatus especial que Epidaure
tenía en la Antigüedad como sitio de sanación es bien conocido. El famoso teatro en el
santuario jugaba un papel de los más importantes en el proceso de restaurar una estabilidad
sicosomática en los “pacientes” que podía también tomar una cura de sueños en el abaton. El
hecho que en un templo circular, de los cuales hay muy pocos ejemplos en Grecia antigua, la
forma circular del cielo (y del chorus) es físicamente reconciliada con el laberinto de los
infiernos (donde vivían las tres serpientes sagradas asociadas al ritual de Asclepius), muestra
la “función” de la arquitectura como una de las disciplinas que permite la aparición de un orden,
o si ella es faltante, de su restauración. El termino del laberinto como la fundación del orden
arquitectónico, aunque raramente realizado tan literalmente que en Epidaure, era una idea
fundadora durante la Edad Media, y en los tratados de arquitectura del Renacimiento y de la
época Barroca. La arquitectura ocupa entonces la posición primera entre la negrura y la
claridad, revelando el verdadero puesto de la existencia humana.
10
ahí provienen igualmente la racionalidad instrumental y la crisis de la
representación a la cual nosotros hacemos frente hoy en día.
18
VITRUVIUS, Ten Books, p. 137.
19
Ibid., p. 139.
20
Ibid.
11
cosmos y de sus movimientos. La catarsis, como reconocimiento de la
presencia del Ser en la vida cotidiana, no puede reposar sobre el lenguaje
ordinario (prosa). El lenguaje del drama es un lenguaje poético, un lenguaje
metafórico que mantiene una tensión abismal entre los dos términos de la
metáfora, exponiendo el auditorio a la proximidad por la distancia. El
receptáculo, la chora, plataforma de danza o orchestra, toma forma por
mimèsis del Ser y del Devenir. Recordemos cómo Aristóteles, en la Poética,
pone la mimèsis como una función del arte: rima, ritmo, euritmia y armonía son
atributos por los cuales el espectador puede reconocer en la intriga (plausible
pero no real) de la tragedia un suelo universal, siempre nuevo y por tanto
siempre extrañamente familiar.
***
12
un orden puramente ontico, es decir a un mundo de objetos re-presentados. Es
únicamente por la manipulación y el control del espacio y de la sustancia (la
naturaleza) que sería posible “probar” las verdades matemáticas de la física
galileana, fundadas como ellas lo estaban sobre unas hipótesis a propósito del
movimiento en un vacío imaginario. De ese hecho, Galileo creaba las
condiciones que permitan a la Espacio dividirse en dos polos antitéticos, es
decir un espacio (geométrico) de la ciencia y una sustancia (cuantificable)
inanimada – condiciones igualmente propiciadas a una cultura instrumental y
tecnológica en general21.
21
La discusión la más concisa de ese aspecto de la revolución científica es todavía Alexandre
KOYRÉ, Metaphysics and Measurement, London, Chapman & Hall, 1968, especialmente
capítulo. I-IV.
22
Maurice MERLEAU-PONTY, “Eyes and Mind”, traducción en ingles por C. Dallery, The
Primacy of Perception, ed. J.M. Edie Evanston, Northwestern University Press, 1964.
13
En el siglo XVIII, las analogías entre teatro y arquitectura se vuelven explicitas.
En su tratado de la Arquitectura Civil, Ferdinando Galli da Bibiena borra el
archè del proscenium que separa la escena del espacio realmente vivido23. Su
perspectiva per angolo sondea la democratización del teatro: desde ahora,
cada individuo ocupaba un punto de un espacio geométrico. Las convenciones
sociales de la vida pública de las grandes ciudades europeas del siglo XVIII
revelan también la teatralización de la existencia cotidiana24. En las iglesias, los
marcos de los frescos desaparecían poco a poco, mientras que los arquitectos
rococó amalgamaban las categorías renacentistas tradicionales de ornamentos
y de estructura en un juego formal “estético”, abandonando así una búsqueda
más fundamental: esa de levantar unas estructuras como soporte de los
rituales que a su vez exigirían una ornamentación apropiada. La humanidad,
habitando desde ahora una Espacio objetivada y una temporalidad lineal y
progresiva, estaba confrontada a dos posibilidades. Ella podía sea construir el
paraíso en un futuro utópico, siguiendo su búsqueda de trascendencia a través
de la tecnología; o aun, la visión de un paraíso aquí y ahora, esa que
representaban las practicas artísticas tradicionales, que no le era accesible
más que como espectáculo más allá del abismo infranqueable : la distancia
estética de las Bellas Artes, matriz del paradigma familiar del arte por el arte,
según el cual la participación del espectador no era, en ultimo lugar, necesaria.
23
Ferdinando GALLI da BIBIENA, L’Architettura civile (1711), introducción por D.M. Kelder,
New York, Blom. 1971.
24
Richard SENNETT, The Fall of Public Man, Cambridge, U.K., Cambridge University Press,
1977.
14
el trabajo del ingeniero por un regreso a la “tradición” arquitectónica, sin
hacerse sin embargo la pregunta critica de la absurdidad potencial del arte por
el arte. En ese contexto, la arquitectura estaba reducida al ornamento estilístico
que se aplicaba a los edificios utilitarios. En un esfuerzo por poner en claro el
estatus y la especificidad de la arquitectura como Bellas artes, se afirma (por la
primera vez, además) que la arquitectura era el arte del espacio. Según
Schmarsow, su razón de ser era la manipulación artística del espacio25. Por fin,
la arquitectura se fundaba sobre una definición “científica” correcta. Una vez su
naturaleza esencial definida de tal manera, se volvía más fácil manipular y
reducir la arquitectura a un trabajo de composición estética o formal, en la cual
los ejes y los “promenades” lineales unívocos relevaban una percepción
turística del espacio, en resumidas cuentas a una maquina a seguir regida por
las metodologías, tipologías y el mecanismo de la composición. El espacio de
la arquitectura estaba desde ahora identificado al espacio invisible e insidioso
de la dominación y de la vigilancia panóptica.
25
Auguste SCHMARSOW, “The Essence of Architectural Creation” (1893), Empathy, Form, and
Space, H. Mallgrave y E. Ikonomou, eds., Santa Monica, Calif., Getty Center, 1994.
26
MERLEAU-PONTY, “Eyes and Mind”, p.181.
15
benjaminianos27. La arquitectura y el arte son amenazados de insignificancia
por su cerramiento a toda participación, un cerramiento implícito en la
representación instrumental (es decir, estética). Sin embargo, creo que existe
una brecha en esa paradoja que podría llevarnos a una nueva comprehensión
de la Espacio como fundamento del Ser, pero ahora en el marco de una cultura
completamente construida. Nosotros estamos en mejor posición para entrever
un ricorso de la historia que reconocería en la cultura nuestra naturaleza, y en
la presencia muda e irreducible del cuerpo nuestro fundamento a través las
épocas.
***
27
Walter BENJAMIN, “Paris, Capital of the Nineteenth-century”, Reflections, New York,
Harciurt Brace Jovanovich, 1978.
28
Hans-Georg GADAMER, The Relevance of the Beautiful, Cambridge, U.K., Cambridge
University Press, 1986, p. 31-39.
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paradigmática después de la caída del ilusionismo del Renacimiento. Ella
constituye el artefacto fragmentario por excelencia; así, ella nos permite
posiblemente articular nuestra naturaleza opaca, tal como ella se manifiesta en
“el hábitat del ser” que es el lenguaje, a la vez que casándose con los valores
de uso de nuestra sociedad profana. Como artefacto tecnológico, la
arquitectura podría revelarnos el horizonte de los seres que nosotros
aprehendemos en nuestra totalidad. Nos es necesario sin embargo conceder
que ese horizonte no es nunca enteramente presente.
En el curso de los dos últimos siglos, todas las artes, comprendidas ahí las
letras, la música, la escultura, la pintura y, más recientemente, el cine y otros
“híbridos”, parecen preocuparse explícitamente de espacio, de Espacio,
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material y construido a la vez que cualitativo y metafórico. El sujeto imaginante
debe prevalecer en el encuentro de la obsesión deconstructiva de eliminar
todas las formas de subjetividad cualquiera que sean ellas. Solo el sujeto
imaginante que crea y observa, que no es el ego cogito transparente y
coincidente de Descartes, sabrá habitar a través de tales obras un mundo que
no es más, como era ese de la modernidad, enteramente dirigido hacia el
futuro, y donde la noción de progreso se ha hundido. Acoplando rememoración
y proyección, solo la función narrativa puede todavía permitir articular una ética
de la acción y imaginar una coreografía apropiada para un mundo posmoderno.
La Espacio, es abismo que no es la nada, asumido por el sentido común para
ser el espacio exclusivo de la acción, es la significación de la arquitectura. En
las obras de arquitectura que trascienden el funcionalismo “moderno” y los
pastiches “historicistas”, ella se revela sin embargo infinitamente densa e
impenetrable. La Espacio es el sitio de nuestra Naturaleza oscura y debe ser
preservada para la supervivencia de la humanidad.
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