.Mx-La Relevancia de La Batalla de El Fuerte Sinaloa en La Revolución Mexicana
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Revolución Mexicana
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revolucion-mexicana/
Michel Foucault
El año de 1915 fue decisivo en el curso de la Revolución Mexicana. No hay que olvidar que,
en esta etapa del movimiento, los convencionistas habían tenido fuertes derrotas militares
frente a los constitucionalistas en la región del Bajío entre abril y junio. Para octubre de
dicho año, en Culiacán corrían noticias de una inminente invasión de Sinaloa por parte de la
columna que comandaba el general villista Juan M Banderas; estos informes, según el
historiador Saúl Alarcón Amézquita, tenían un impacto anímico en las tropas carrancistas:
“Las noticias eran realmente alarmantes, haciendo más efecto en algunos jefes que
conocían a Banderas, por haber militado a sus órdenes en 1910”.
Sobre este épico viaje emprendido por alrededor de 2 mil 500 mujeres, niñas, niños y
hombres que componían esta columna, Alberto Cazadíaz Barrera, en el volumen 3 El fin de
la División del Norte, de su obra Hechos reales de la Revolución, menciona: “…se emprendió la
marcha que tuvo que ser muy penosa… que tan pronto los conducía al fondo de un
estrecho valle, cuando ya iban de subida, trabajosamente escalando la pendiente en un
zigzag de muerte y de vida, hasta ganar la cumbre de montañas forradas de pinos, y en
seguida empezar un descenso brusco y peligroso por acantilados abismales… Esta columna
forma parte de aquel ejército que sólo unos meses antes diera la batalla de Celaya. A cada
instante los hechos llaman a la reflexión sobre la calidad de esos soldados y jefes cuyo
pensamiento fue moldeado por la experiencia guerrera bajo la disciplina y ejemplo heroico
de Francisco Villa”.
¿Cuál era el objetivo de este periplo revolucionario? Tomar las plazas de El Fuerte y San Blas
en el norte de Sinaloa, ya que éstas significaban puntos militares estratégicos debido a las
estaciones de ferrocarril que en ellas se encuentran, las cuales estaban en poder de los
constitucionalistas, y que una vez arrebatadas a ellos, servirían a los villistas para recibir y
trasladar suministros. Es probable que el plan de Villa y Banderas era ir derrotando a los
enemigos, el primero desde el norte de Sonora, mientras que el segundo desde Sinaloa, de
tal forma que fueran estrechando un cerco que progresivamente fuera cortando
provisiones a las fuerzas constitucionalistas en Hermosillo, en ese entonces baluarte
carrancista, pues desde septiembre de 1913, después de una visita de Venustiano Carranza,
fue declarada la primer capital del constitucionalismo en el país.
Por estos días la brigada indígena Yoreme del río Fuerte, encabezada por Felipe Bachomo,
se incorpora a la columna de Banderas. Este grupo se une a la lucha armada revolucionaria
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motivado por el anhelo de la restitución de tierras que históricamente les corresponden, y
de las cuales habían sido despojados desde la época colonial. No hay que olvidar que los
convencionistas enarbolaron las demandas agrarias de los campesinos indígenas. Es
probable que Bachomo tuviera claridad de que la Ley Agraria expedida por Carranza el 6 de
enero de 1915 no atendía las demandas de los pueblos indígenas. Una vez convencidos de
cuál era su causa y a cuál bando pertenecían, en abril de ese año las milicias yoremes
habían entrado en acción, logrando varias victorias en las tomas de los poblados
sinaloenses de Higueras de Zaragoza, San Miguel, Mochicahui y Charay, las cuales se
encuentran entre los hoy municipios de Ahome y El Fuerte.
Banderas había adoptado el estilo villista de ataque: disponía de su infantería de tal forma
que esta llevara a cabo impetuosas arremetidas frontales acompañadas de reiterativas
cargas de caballería hasta fracturar las filas enemigas. No obstante, la experiencia adquirida
en Celaya había enseñado a los constitucionalistas la eficacia técnica de las trincheras.
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Madrigal, rememorando el primer día de combates, escribió: “…repartí en sectores la
población, formando un círculo con las fuerzas ordenando atrincheramientos, y oficiales de
mi Estado Mayor repartidos en los sectores… El enemigo venía muy confiado en su triunfo, y
sin tomar precauciones se echaba encima, cuando se dieron cuenta que estaba muy
defendida la plaza y después de reconocer todas nuestras posiciones, dieron un asalto
general que duró 3 horas, combatiéndose con desesperación y retirándose el enemigo con
más de 300 bajas y bastantes heridos”.
Ese mismo día, al anochecer, así como durante la madrugada del 6 de noviembre, el general
Banderas ordena a sus tropas que realicen nuevos ataques relámpago, pero la ofensiva
sigue sin tener éxito. Sumado a esto, la falta de municiones comienza a ser un problema;
poco a poco la desmoralización invade las filas villistas. Para la tarde, llegan a reforzar a las
huestes carrancistas los generales Enrique Estrada, con su Estado Mayor, así como Aurelio
Sepúlveda, con una brigada de caballería, dificultando cada vez más la victoria villista.
En particular, para las milicias yoremes, esto significó un éxodo, pues las batallas siempre
tienen repercusiones que van más allá del combate concreto… los indígenas debieron
cargar entonces con un doble estigma: ser indios y derrotados. Por eso utilizamos la
expresión “éxodo”, pues los yoremes, después de la derrota, se encontraban frente al
dilema de huir hacia el norte o regresar a sus tierras de origen, vencidos, a la espera de las
represalias de caciques regionales y cabecillas constitucionalistas. Y es precisamente que en
torno a esta delicada cuestión se presenta una situación casi al llegar a la frontera con
Sonora, en la comunidad de La Viuda, Choix, donde Bachomo, en la desesperación de haber
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dimensionado las consecuencias de lo acontecido, sugiere la dispersión de las fuerzas, pero
rectifica y continúan. Más tarde, ya en Álamos, intenta persuadir nuevamente a Banderas de
regresar a Sinaloa, a Jahuara, y esperar ahí la llegada de Villa, pero en la indecisión terminan
avanzando hacia el norte. Después de algunas batallas en esas tierras, el 6 de enero de
1916, Banderas y Bachomo rinden sus fuerzas en Movas, Sonora.
También hay que evocar la acertada observación que hace Gilberto López en el trabajo
titulado Etapa Armada de la Revolución Mexicana en Sinaloa, respecto a que no es casual que
el primer reparto de tierras en el Estado se da precisamente en Tepuche, el 20 de junio de
1915. Maniobra de gran cálculo político dirigida por el gobernador provisional (carrancista)
Manuel Rodríguez Gutiérrez; lo que se buscaba era quitar ese capital político a Banderas,
Bachomo y, en general, al villismo en Sinaloa pues, como Claudio Lomnitz lo dice: “el
llamado a la restitución de tierras a las comunidades originarias fue la única y verdadera
fuerza y originalidad de la revolución”.
Los convencionistas, a pesar de enarbolar las causas de justicia social y agraria de algunas
de las colectividades oprimidas de nuestro país, no logran la victoria. Saúl Alarcón
menciona: “En la Revolución Mexicana, como en toda guerra, no ganan los principios
sociales, o ‘los proyectos de nación’, sino la táctica, la estrategia y la capacidad de
abastecimientos estrictamente militares. Ganan los fuertes, no los justos…”, los justos, para
concretar sus programas, deberán echar mano de una gran astucia y audacia, solo así
prevalecerán.
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En palabras de Michel Foucault, ganan aquellos que tienen una mayor capacidad para
ejercer el poder, en un entramado de relaciones entre sujetos y grupos, donde las técnicas,
los sistemas y procedimientos de administración y dominación vendrán a ser elementos
decisivos que inclinen la balanza de un lado o de otro en la correlación de fuerzas y, por lo
tanto, en la materialización de proyectos políticos. Por otra parte, Marx, con la noción de
“lucha de clases”, nos muestra que, aún en “tiempos de paz”, la real politik es un escenario
de confrontación perpetua (guerra) entre clases sociales… La política es la continuación de
la guerra por otros medios.
© Contralínea 2019
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