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Los intereses de los traficantes de esclavos (actividad que pronto quedó fuera de la ley, pero que
se mantenía clandestinamente) y de los propietarios de esclavos de las Antillas españolas fueron
defendidos a lo largo del siglo XIX con gran eficacia por lo que se ha denominado
historiográficamente como partido negrero, que en vez de actuar como un partido político lo hacía
como un grupo de presión. Entre ellos destacaron personalidades tan notables como Antonio
López y López (ennoblecido con el título de marqués de Comillas), Francisco Romero Robledo o los
hermanos Cánovas del Castillo (José Cánovas del Castillo y Antonio Cánovas del Castillo —el líder
conservador—), muchos de ellos "indianos" (es decir, retornados a la Península tras enriquecerse
en América).80
El alquiler de esclavos fue una institución que tuvo considerable desarrollo tanto en la antigüedad
como en el mundo moderno y colonial, implicando un sistema transicional de un modo de
producción a otro, al ser forma intermedia entre la esclavitud absoluta y otras formas de trabajo
feudal o capitalista.
En la península ibérica el negro encontró un marco legal y moral respecto a la esclavitud, debido a
la experiencia aportada por la reconquista cristiana católica frente al Islam. La larga tradición
derivada del Código de Justiniano encontraría una acabada elaboración y continuación en las Siete
Partidas de Alfonso X el Sabio.
Como tal legislación fue transferida a América, rigió en todas las cuestiones atinentes a la
esclavitud negra. Debido a la importante influencia cristiana católica sobre la igualdad de todos los
hombres ante Dios, las leyes favorecían la manumisión, alentando al amo a liberar a sus esclavos y
a éstos a tratar de liberarse a través de los medios legales a su disposición.
Con frecuencia se alentaba a los esclavos a buscar trabajo en otras partes, con el fin de pasar a
sus amos una parte fija de los salarios y guardarse para sí el resto. Quienes se vieron
principalmente beneficiados con esta práctica fueron los artesanos diestros, albañiles, carpinteros,
herreros, carreteros, sastres y músicos. (...) el esclavo percibía un salario para sí mismo, después
de haberle pagado al amo la parte que a éste le correspondía. Ciertas personas de Río de Janeiro
(Brasil), por lo demás pobres, conseguían un medio de subsistencia por el hecho de poseer uno o
más de esos esclavos, varones o mujeres, a los que se permitía contratarse.
En Buenos Aires y otras ciudades del Virreinato del Río de la Plata, la esclavitud no fue cruel,
especialmente para aquellos negros que estaban dedicados al servicio doméstico. Recibían trato
humanitario y tenían poco trabajo, lo cual redundaría en que muchos de ellos no buscaran ser
liberados, prefiriendo permanecer cómodamente en casa de sus amos. En las ciudades
desempeñaban la mayoría de las artes, profesiones y oficios, estando las casas de los españoles y
criollos llenas de ellos, porque otorgaba nivel social y prestigio a sus amos poseer esclavos.
Eduardo Saguier, estableció que en el Río de la Plata era de común existencia en las ciudades,
tanto en la producción artesanal como en el servicio doméstico, una esclavitud estipendiaria, en la
que los amos obligaban a sus esclavos a contribuir con un tributo llamado jornal, consistente en un
gravamen individual pagado en moneda. Tal tributo obligaba al esclavo a alquilar su fuerza de
trabajo fuera del dominio del amo, o también, a producir mercaderías para venderlas en el
mercado colonial, el cual se enriquecía con una mayor oferta de mano de obra. El esclavo a jornal
poseía derechos diferenciados respecto a otros tipos de esclavos.82
En Córdoba, Argentina, si bien son pocos los casos encontrados documentalmente, parecen
demostrativos de su existencia y concreción práctica, aunque no de su extensión en la sociedad.
También parece relevante que en muchos casos no aparezcan claramente anotados los esclavos
alquilados, como si fuera su institución algo propenso a ser ocultado, o al menos minimizado en
una sociedad tradicionalmente jerárquica y estratificada como la cordobesa.
Las anotaciones en los conventos denotan que luego de la venta de esclavos, los jornales eran el
segundo ingreso que poseían, aunque en muchas ocasiones no aparezcan debidas aclaraciones del
tipo de trabajo desempeñado ni de quien lo desempeñaba. Además, las cifras de jornales
consignadas allí estarían adulteradas, o serían meramente indicativas de la existencia de esclavos
jornalizados, al representar montos mucho más bajos de lo probable.83