Filosofía Latinoamericana
Filosofía Latinoamericana
Filosofía Latinoamericana
Ningún filósofo debería permitir que bautizaran a la filosofía con sus respectivos nombres
en lugar de denominarlas por sus posiciones ontológicas, epistemológicas, metodológicas,
axiológicas, etc., pues eso implicaría desconocer la influencia que en él han tenido sus
antecesores y coetáneos. ¿Cuantas ideas no trascienden sus autores, países y épocas, y en
ocasiones ni siquiera se conoce con total exactitud su procedencia, y sin embargo son
asumidas como propias por hombres de otras latitudes y tiempos?
Otro asunto es que, en sentido amplio, al hacer referencia al desarrollo de ideas filosóficas
en un pueblo, cultura, período de la historia o pensador se acentúen determinados autores,
ideas o rasgos propios de los mismos y en ese caso pueda tener validez muy relativa la
utilización de tales gentilicios -como latinoamericanismo filosófico-, patronímicos o
periodizaciones.
Sin embargo, aun en estos casos se debe tomar conciencia de los límites epistemológicos de
tales denominaciones. De la misma forma que hay pensadores que trascienden sus
respectivas épocas y culturas y se proyectan al futuro, otros quedan totalmente rezagados y
ni siquiera llegan a situarse al nivel más adecuado de la mejor expresión del pensamiento
de su tiempo y circunstancia. Estos últimos son los inauténticos, aunque en algunos casos
pueden llegar a ser originales y novedosos en sus ideas, pero este hecho no les asegura de
antemano un valor reconocible.
A las anteriores consideraciones, habría que agregar que a partir de los años sesenta, se
suma la llamada "postura crítica" que rechaza la existencia de una filosofía
latinoamericana porque ha sido un producto ideológico y no una empresa libre. Según esta
postura la filosofía se usa en América latina para mantener la situación política imperante
para el beneficio de ciertas clases sociales.
a.2) Juan Bta. Alberdi (1810-1884)32, argentino, es el primero, entre 1837 y 1842, en
emplear los conceptos problemáticos de filosofía nacional y de filosofía americana. Con
ello, Alberdi quiere vincular sustancialmente la tarea del quehacer filosófico con la realidad
histórico-cultural de América. Así, une filosofía y realidad. Por eso, Augusto Salazar
Bondy considerará más tarde a Alberdi «el primer pensador hispanoamericano que se ha
planteado explícitamente el problema de nuestra filosofía». Pero, en resumen, la hipoteca
de esta época al despertar de la conciencia filosófica latinoamericana es el paso de la
dominación ibérica a la franco-anglosajona, produciéndose, como se ha dicho, la segunda
invasión cultural de LA: la penetración dominante y prepotente de los ideales de la
ilustración europea, sobre todo la francesa e inglesa. Como puede verse, por tanto, la
pregunta por la filosofía americana surgió en un momento en que América y su cultura
experimentaron una fuerte crisis de identidad (al independizarse de España) y se intentaba
buscar un nuevo paradigma: la Europa ilustrada (Francia e Inglaterra). Pero esto es debido
también al rechazo de la filosofía reinante en las colonias hispanas. Se toma conciencia de
que esta filosofía no estaba a la altura de las necesidades reales de la época, en la medida en
que hacía abstracción de su contexto histórico. Pero dada su tendencia europeizante, sus
buenas intenciones no cuajaron en una filosofía realmente autóctona. Se lo impidió el
propio contexto histórico-cultural en el que surgió la cuestión.
LA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN
El segundo momento clave en que se vuelve a plantear la cuestión de la filosofía auténtica
de LA se da entre la década de los sesenta y setenta en el momento en que surge la filosofía
de la liberación (FL), cuyos rasgos característicos y datos históricos sobre su origen y
configuración presentaremos en su momento. Los precursores de esta filosofía fueron los
escritos de Augusto Salazar Bondy, ¿Existe una filosofía de nuestra América?, y de
Leopoldo Zea, Filosofía americana como filosofía sin más35. Pero los momentos y
circunstancias en que se gesta este movimiento filosófico son los diversos Congresos de
Filosofía, entre otros los de la Facultad de S. Miguel (Universidad del Salvador, Argentina).
Un grupo de filósofos jóvenes argentinos, entre los que hay que destacar a E. Dussel, J.C.
Scannone, O. Ardiles, H. Cerutti y otros, se planteó la necesidad de filosofar no desde los
parámetros tradicionales de Europa, sino desde el propio ser y circunstancias de
Latinoamérica. Ello implicaba de nuevo plantearse el problema de la identidad de LA. Pero
tendremos ocasión de hablar más detenidamente de la filosofía de la liberación en el
capítulo décimo de este libro.
Pero para Caturelli la América nueva no se opone a la vieja, sino que se supone que se
superpone, brota de ella. Pero eso no evita la lucha, puesto que la América telúrica se opone
al espíritu. Aunque América no alcanza su ser más que cuando es desvelada. Por ello, el
auténtico ser americano está en peligro, en trance de perderlo todo, aunque también
considera optimistamente Caturelli que América tiene base suficiente para asegurar su ser y
alcanzar la plenitud de su identidad. Para el también argentino Rodolfo Kusch, la identidad
de lo americano está en la América profunda, en lo popular y liberador. Se tiene, por tanto,
que analizar las culturas americanas precolombinas para hallar en ellas el alma auténtica de
lo americano. Contrapone lo indígena y lo europeo, entendiendo que ambas culturas poseen
categorías muy diferentes a la hora de entender la realidad y vivirse frente a ella. Si la
cultura europea ha primado la categoría del ser, la indígena está anclada en el estar, más
respetuosa con la realidad. El ser de lo americano sería, por tanto, el mestizaje. Pero en esa
mezcla de componentes, Kusch privilegia siempre el componente indígena como más
profundo y primigenio. Por tanto, si el americano quiere recuperar su identidad verdadera,
tiene que ir a la búsqueda de lo indígena. Sin ese componente, no se puede salvar lo
americano, porque, frente a Caturelli, entiende que lo indígena está ya habitado por el
espíritu.