La Visión Mediática - Patrick Champagne

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La visión mediática – Patrick Champagne

Los malestares sociales solo tienen existencia visible cuando los medios
hablan de ellos. Pero estos no se reducen a los meros malestares
mediáticamente constituidos ni a la imagen que dan de ellos. Tampoco no
todos los malestares son igualmente mediáticos y los que lo son sufren
inevitablemente una cierta cantidad de deformaciones desde el momento
en que los medios los abordan, puesto que, lejos de limitarse a
registrarlos, el trabajo periodístico los somete a un verdadero trabajo de
construcción que depende en gran medida de los intereses propios de ese
sector de actividad.

Podría decirse que la enumeración de los malestares que surgen es sobre


todo la lista de los que podrían llamarse “malestares para periodistas”, es
decir aquellos que los atrajo por algo que los convierte en comercialmente
rentables y por lo tanto conformes a la definición social del
acontecimiento digno de aparecer en “primera plana”.

La fabricación del acontecimiento


Los periodistas sin importar el medio en el que trabajen se leen, escuchan
y observan entre sí. Esto para ellos es una necesidad profesional que les
indica los temas que deben tratar porque “los otros” hablan de ellos. Por
otra parte, no todas las visiones periodísticas tienen el mismo peso dentro
de la profesión y particularmente afuera, en el proceso de constitución de
las representaciones sociales.

Los medios actúan y fabrican colectivamente una representación social


que, aun cuando este bastante alejada de la realidad, perdura pese a los
desmentidos o las rectificaciones posteriores porque con mucha
frecuencia, no hacen más que fortalecer las interpretaciones espontaneas
y por lo tanto moviliza los prejuicios y tiende a redoblarlos.

La TV ejerce un efecto de dominación muy fuerte en el interior mismo del


campo periodístico debido a que a su amplia difusión le da un gran peso
en la constitución de la representación dominante de los acontecimientos.
Por otra parte, la información puesta en imágenes produce un efecto de
dramatización idóneo para suscitar directamente emociones colectivas.
La lógica del precedente y la preocupación de no demorarse en la
cobertura de una revolución, probablemente basten para explicar el
tratamiento privilegiado que les otorgaron a las manifestaciones
estudiantiles en el año 1999 en Paris.

No habría que preguntarse solamente ¿Qué es lo que le interesa a la


prensa? Sino también sobre el proceso que conduce progresivamente a
los periodistas a desinteresarse de los acontecimientos que antes
contribuyeron a producir.

Un falso objeto
Lo que se denomina acontecimiento nunca es más que el resultado de la
movilización, espontanea o provocada, de los medios alrededor de algo
que, durante un cierto tiempo, estos convienen en considerar como tal.
Pero ¿qué pasa cuando las poblaciones marginales son las que atraen la
atención?

A raíz de unos incidentes en los suburbios de Lyon, que recibieron una


amplia cobertura periodística, la prensa “creo” una nueva categoría de
población: la de los jóvenes nacidos en familias de inmigrantes. Si bien se
descubrió la deplorable condición en la que vivían en esos suburbios, los
medios optaron por darle más importancia a los espectaculares incidentes
para crear un nuevo “monstruo”.

Los dominados son los menos aptos para controlar la representación de sí


mismos. Para los periodistas, el espectáculo de su vida no puede ser sino
chato y carente de interés. Como culturalmente están desamparados, son
además incapaces de expresarse en las formas requeridas por los grandes
medios.

La lógica de la competencia impulsa a los periodistas a trabajar en caliente


y acudir “donde pasa algo”. Los medios fabrican así para el gran público
que no está directamente comprometido una representación de los
problemas que ponen el acento sobre lo extraordinario. Con ello se tiende
a exhibir únicamente las acciones violentas.
Un círculo vicioso
Si esta representación deja poco lugar a la respuesta de los dominados, es
porque estos son particularmente difíciles de escuchar. Se habla de ellos
más de lo que ellos mismos hablan y cuando se dirigen a los dominantes,
hablan en 3ra persona y tienden a emplear un discurso prestado.

La investigación periodística está más cerca de la pesquisa policial que de


otra cosa. La preocupación vigente en los grandes medios por no tomar
partido o por no disgustar a auditorios socialmente muy heterogéneos,
lleva a una presentación artificial y neutralizante de todos los puntos de
vista presentes.

Si los incidentes en los suburbios dieron lugar a una intensa cobertura fue
porque resonaban en ellos numerosos problemas sociales
mediáticamente constituidos como la desocupación, pero también brindo
la oportunidad de ver el resurgimiento de los estereotipos sobre esos
lugares, aunque esos esquemas fueran inapropiados para dar cuenta de lo
que había pasado.

El desfase entre la representación de la realidad y la realidad tal como


pueden mostrarla investigaciones más pacientes es aún más importante
en el tratamiento televisivo de los incidentes. La atención de los
periodistas se concentra en los enfrentamientos más que en la situación
objetiva que los provoca.

La estigmatización
Si bien la mayoría de los periodistas rechazan y condenan las prácticas
dudosas de la profesión, creen que pese a todas las dificultades y
deformaciones, nada es peor que el silencio. Aunque los medios no
aborden de la manera más precisa, o privilegien aspectos menores a causa
de su espectacularidad, consideran que son útiles por el hecho de plantear
públicamente los problemas.

Los periodistas son rechazados por los jóvenes delincuentes pero también
por la población de esas urbanizaciones, que con la sucesión de notas y
artículos, ve como se fabrica una imagen particularmente negativa del
suburbio. Lejos de ayudar a los habitantes de este, los medios contribuyen
a su estigmatización.

Estos barrios se muestran como insalubres y siniestros, y sus habitantes


como delincuentes. Los jóvenes que buscan trabajo ya no se atreven a
decir que viven en esas urbanizaciones y está tensa situación que se
genera es por si sola capaz de desencadenar nuevos incidentes que de
manera circular terminan por confirmar los estereotipos mediáticos
iniciales.

Esta visión periodística de los suburbios es vigorosamente rechazada por


una pequeña parte de la población de esos barrios, generalmente la más
politizada o militante y suscita su indignación. Lo cierto es que la mayoría,
principalmente porque carece de recursos culturales, hace suya esta visión
de sí mismos.

Algunos remedios “mediático-políticos”


Los medios son parte integrante de la realidad o, mejor dicho, producen
efectos de realidad al fabricar una visión mediática de aquella que
contribuye a crear la realidad que pretende describir. Las desdichas y
reivindicaciones deben expresarse mediáticamente si quieren tener una
existencia públicamente reconocida y que el poder político las tome en
cuenta.

La lógica de las relaciones entre periodistas y actores políticos llegó a tal


punto que políticamente es muy difícil actuar al margen de los medios. A
los dirigentes políticos no les gusta ser sorprendidos e incluso superados
por los acontecimientos.

Cuando se producen tales acontecimientos (incidentes) ¿la situación


beneficia a los desamparados sobre quienes recae la atención pública?

Hay una lucha donde los principales actores son la prensa y el poder
político. Todo sucede como si los periodistas quisieran probarse a sí
mismos su autonomía profesional en relación al poder, tratando de
ponerlo en aprietos, mientras que los políticos, por su lado, se esfuerzan
por controlar los medios como pueden. La lucha se localiza en el terreno
mediático y permanece en él, mientras que el poder, con la ayuda de
especialistas en comunicación inventa estrategias orientadas a poner fin a
la agitación mediática.

Los inmigrantes de primera generación que llegaron a Francia, a menudo


aceptan con resignación la desocupación que los afecta. No ocurre lo
mismo con sus hijos, que nacieron en ese país y reclaman que se los trate
como a cualquier francés. Como se sienten integrados, viven mal su no
integración objetiva. Estos jóvenes contribuyen involuntariamente a
alimentar el círculo vicioso que los margina. Como se sienten excluidos, se
inclinan a adoptar comportamientos que los excluyen aún más.

La situación en estos suburbios es el resultado de procesos cuya lógica no


está en las urbanizaciones mismas, sino en los mecanismos más globales,
por ejemplo la política habitacional o la crisis económica.

Las violencias espectaculares que constituyen la primera plana de los


medios ocultan las pequeñas violencias corrientes que se ejercen
permanentemente sobre todos los habitantes de esos barrios, incluidos
los delincuentes juveniles que también son víctimas. Las violencias
espectaculares que estos ejercen no es más que una respuesta a las
violencias más invisibles que sufren desde su primera infancia.

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