Contribucion A La Historia Del Cristianismo Primitivo
Contribucion A La Historia Del Cristianismo Primitivo
Contribucion A La Historia Del Cristianismo Primitivo
Primera edición: Die Neue Zeit, vol. I (1894/1895), pags. 4-13 y 36-43.
Biblioteca Virtual
OMEGALFA
2018
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A historia del cristianismo primitivo ofrece curiosos
puntos de contacto con el movimiento obrero moderno.
Como éste, el cristianismo era en su origen el movi-
miento de los oprimidos: apareció primero como la religión de
los esclavos y los libertos, de los pobres y los hombres priva-
dos de derechos, de los pueblos sometidos o dispersados por
Roma. Ambos, el cristianismo y el socialismo obrero predican
una próxima liberación de la servidumbre y la miseria; el cris-
tianismo traslada esta liberación al más allá, a una vida después
de la muerte, en el cielo; el socialismo la sitúa en este mundo,
en una transformación de la sociedad. Ambos son perseguidos
y acosados, sus seguidores son proscritos y sometidos a leyes
de excepción, unos como enemigos del género humano, los
otros como enemigos del gobierno, la religión, la familia, el
orden social. Y a pesar de todas las persecuciones e incluso
directamente favorecidos por ellas, uno y otro se abren camino
victoriosa, irresistiblemente. Tres siglos después de su apari-
ción, el cristianismo era reconocido como la religión de Estado
del Imperio romano: en menos de sesenta años, el socialismo
conquistó una posición tal que su triunfo definitivo está absolu-
tamente asegurado.
En consecuencia, si el señor profesor A. Menger, en su Dere-
cho al producto íntegro del trabajo se asombra de que, dada la
colosal centralización de los bienes raíces bajo los emperadores
romanos y los infinitos sufrimientos de la clase trabajadora
compuesta en su mayor parte por esclavos, no se haya implan-
tado el socialismo tras la caída del imperio romano occidental,
lo que él no ve es que precisamente ese socialismo, en la medi-
da en que era posible por aquel entonces, existía en efecto y
había llegado al poder..., con el cristianismo. Sólo que el cris-
tianismo, como fatalmente tenía que ocurrir dadas las condi-
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Los levantamientos del mundo mahometano, especialmente en África,
contrastan de forma singular. Con todo, el Islam es una religión hecha a
la medida de los orientales, más especialmente de los árabes, es decir,
por una parte, ciudadanos que practican el comercio y la industria, por
otra, beduinos nómadas. Pero permanece el germen de un choque perió-
dico. Una vez que se han vuelto opulentos y fastuosos, los ciudadanos se
relajan en la observancia de la Ley. Los beduinos pobres y, a causa de su
pobreza, de costumbres severas, observan con envidia y codicia esas ri-
quezas y goces. Se unen bajo la dirección de un profeta, un Mahdi, para
castigar a los infieles, restablecer la ley ceremonial y la verdadera fe, y
para apropiarse, como recompensa, los tesoros de los infieles. Natural-
mente, al cabo de cien años, se encuentran exactamente en el mismo pun-
to que aquéllos: es necesaria una nueva purificación, aparece un nuevo
Mahdi, el juego recomienza. Esto ocurrió así desde las guerras de con-
quista de los almorávides y los almohades africanos en España hasta el
último Mahdi de Jartum que tan victoriosamente desafió a los ingleses.
Así ocurrió, poco más o menos, con los levantamientos en Persia y otras
regiones musulmanas. Son movimientos originados por causas económi-
cas, aunque porten un disfraz religioso. Pero, aunque triunfen, dejan in-
tactas las condiciones económicas. Así pues, nada ha cambiado, el cho-
que se hace periódico. Por el contrario, en las insurrecciones populares
del Occidente cristiano, el disfraz religioso sólo sirve como bandera y
máscara para atacar a un orden económico que se ha hecho caduco: fi-
nalmente, este orden es derribado, un nuevo orden se levanta, hay pro-
greso, el mundo avanza.
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Tiasarca, jefe del thiasos, asociación religiosa, especie de cofradía
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A crítica bíblica alemana, hasta ahora la única base
científica de nuestro conocimiento sobre la historia del
cristianismo primitivo, ha seguido una doble tendencia.
Una de estas tendencias está representada por la escuela de
Tubinga, a la cual pertenece también en un amplio sentido D.F.
Strauss. Esta tendencia llega tan lejos en el examen crítico co-
mo una escuela teológica puede llegar. Admite que los cuatro
evangelios no son informes de testigos oculares, sino modifica-
ciones posteriores de escritos perdidos, y que sólo cuatro, como
mucho, de las Epístolas atribuidas a Pablo son auténticas, etc.
Borra de la narración histórica, como inadmisibles, todos los
milagros y todas las contradicciones; de lo que queda, procura
salvar todo lo que puede ser salvado. Y en esto deja ver a las
claras su carácter de escuela teológica. Es gracias a esta escuela
como Renan, quien en gran parte se basa en ella, ha podido,
aplicando el mismo método, llevar a cabo todavía otros salva-
mentos más. Además de numerosos relatos más que dudosos
del Nuevo Testamento, aún quiere imponernos cantidad de
leyendas de mártires como autentificadas históricamente. En
todo caso, todo lo que esta escuela de Tubinga rechaza del
Nuevo Testamento como apócrifo, o como no histórico, puede
ser considerado como definitivamente descartado por la cien-
cia.
La otra tendencia está representada por un solo hombre: Bruno
Bauer. Su gran mérito es haber criticado sin piedad los Evange-
lios y las Epístolas apostólicas, haber sido el primero en tomar
en serio el examen de los elementos no sólo judíos y greco-
alejandrinos, sino también griegos y greco-romanos que permi-
tieron al cristianismo llegar a ser una religión universal. La
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En francés en el original: rehabilitación de la carne
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AS cartas son sólo la introducción al verdadero tema de
la comunicación de nuestro Juan a las siete Iglesias de
Asia menor y, por medio de éstas, a toda la judería re-
formada del año 69, de la que salió la cristiandad más adelante.
Y aquí entramos en el santuario más íntimo del cristianismo
primitivo.
¿Entre qué personas se reclutaron los primeros cristianos?
Principalmente, entre los laboriosos y agobiados que pertene-
cían a las capas más bajas del pueblo, tal como conviene al
elemento revolucionario. ¿Y de quiénes estaban compuestas
estas capas? En las ciudades, hombres libres venidos a menos,
personas de todo tipo, semejantes a los mean whites (4) de los
Estados esclavistas del Sur, a los aventureros y vagabundos
europeos de las ciudades marítimas coloniales y chinas, tam-
bién de libertos y sobre todo de esclavos; en los latifundios de
Italia, Sicilia y África, de esclavos; en los distritos rurales de
las provincias, de pequeños campesinos cada vez más oprimi-
dos por las deudas. No había de ninguna manera una vía de
emancipación común para tan diversos elementos. Para todos
ellos, el paraíso perdido estaba en el pasado; para el hombre
libre venido a menos era la polis, ciudad y Estado a la vez cu-
yos ancestros habían sido en otros tiempos los ciudadanos li-
bres; para los esclavos prisioneros de guerra, la era de la liber-
tad antes de la servidumbre y la cautividad; para el pequeño
campesino, la sociedad gentilicia y la comunidad del suelo ani-
quiladas. La mano de hierro igualadora del romano conquista-
dor había echado abajo todo esto. La colectividad social más
importante que la antigüedad había creado era la tribu y la con-
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Miserables blancos.