La Araucana
La Araucana
La Araucana
La Araucana
Alonso de Ercilla y Zuñiga
Literatura
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
La Araucana
Alonso de Ercilla y Zuñiga
Literatura
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La Araucana / Alonso de Ercilla y Zuñiga 1a. ed. -- Bogotá : Ministerio de Educación Nacional, 2016
p. : il. (Río de letras. Literatura)
“Edición Digital para la Biblioteca 2.0 del PNLE. Obra seleccionadas por ser representativas de la
tradición literaria latinoamericana”
ISBN 978-958-691-835-0
1. Literatura 2. Retórica
La Araucana
Ana Bolena Escobar Escobar
Directora de Calidad para la Educación
Preescolar, Básica y Media
Paola Trujillo Pulido
Subdirectora de Fomento de Competencias
Sandra Morales Corredor
Gerente del Plan Nacional de Lectura
y Escritura
Alonso de Ercilla y Zuñiga
CIER Centro
Coordinación editorial, diseño, ilustración
y diagramación
Luz Amparo Rubiano Acosta
Edición
Equipo pedagógico del PNLE
Selección de textos y revisión de material
ISBN: 978-958-691-835-0
Tabla de recursos
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comprender e interpretar la obra literaria.
Parte primera 33
Después de la lectura
Parte segunda 329
Audio: La esperanza de Ercilla 722
Glosario 725
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Sobre la Colección
Literatura
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Ercilla como soldado español, tuvo que participar en diversas batallas y em-
prender varias expediciones militares hacia el inexplorado sur de Chile, con el
fin de conocer y conquistar nuevos territorios entre ellos la isla grande de Chi-
loé, los cuales le permitieron empezar a escribir La Araucana en el transcurso
de su expedición y aventuras militares.
Para el año de 1559 Ercilla tuvo un altercado con Juan de Pineda quien era
parte de la Compañía de Jesús, y fue entonces cuando el gobernador García
Hurtado de Mendoza mandó encarcelarlos y degollarlos, pero gracias a la in-
tervención de una española y una india mapuche el gobernador perdonó la
Biografía vida a los sentenciados y Ercilla fue desterrado a Perú.
Estando en Inglaterra tomó la decisión de partir hacia Chile en 1555 con Je-
rónimo de Alderete y con el nuevo gobernador García Hurtado de Mendoza,
hijo de Andrés Hurtado de Mendoza quien era II marqués de Cañete y virrey
del Perú.
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Alonso de Ercilla visto por Voltaire
HACIA FINALES DEL SIGLO XVI, España produjo un poema épico célebre
tanto por su singular belleza como por la originalidad del tema, y sobre todo
por la personalidad del autor.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
En las fronteras de Chile por la parte sur, hay una zona montañosa llamada Viene al caso hablar aquí de una parte del CANTO II, que se parece mucho al
Araucana, habitada por una raza de hombres más robustos y más feroces que principio de La Ilíada, y que habiendo sido tratado el tema de forma distinta
todos los demás pueblos de América y que combatieron por la defensa de su merece ser sometida a los lectores para que juzguen con imparcialidad. La pri-
libertad con más valor y durante más tiempo que el resto de los americanos, y mera acción de La Araucana es una lucha entre los jefes de los bárbaros, igual
fueron los últimos en ser sometidos por los españoles. Alonso sostuvo contra como en Homero entre Aquiles y Agamenón. La disputa no es por un cautivo,
ellos una guerra larga y penosa, corrió peligros terribles, vio y realizó las accio- sino por el mando del ejército. Cada uno de estos generales salvajes se vana-
nes más asombrosas, cuya única recompensa fue el honor de haber conquista- gloria de sus méritos y de sus proezas, y la pelea es tan acalorada que están a
do, unas tierras rocosas y de someterlos a la obediencia del Rey de España. punto de llegar a las armas; entonces uno de los caciques llamado Colo Colo
tan viejo como Néstor, pero menos favorablemente dispuesto para con él que
En el transcurso de esta guerra, Alonso concibió el proyecto de inmortalizar a el héroe griego, lanza la siguiente arenga:
sus enemigos inmortalizándose a sí mismo. Fue al mismo tiempo el conquista-
dor y el poeta: empleó los intervalos de tranquilidad que la campaña le dejaba “Caciques, del Estado defensores,
para cantar las acciones de guerra, y a falta de papel, escribió la primera parte codicia de mandar no me convida
en pequeños trozos de cuero que después le dieron buen trabajo para ordenar a pesarme de veros pretensores
y componer. El poema se llama La Araucana por el nombre de aquella zona. de cosa que a mí tanto era debida;
Comienza con una descripción geográfica de Chile, de sus costumbres y de la porque, según mi edad, ya veis, señores,
forma de vivir de sus habitantes. Este principio, que sería insoportable en cual- que estoy al otro mundo de partida;
quier otro poema, se hace aquí necesario, y no disgusta puesto que la acción más el amor que siempre, os he mostrado,
se de esarrolla más allá del otro trópico, donde los héroes son gentes salvajes a bien aconsejamos me ha incitado.
que hubieran sido absolutamente desconocidos para nosotros, si no los hubie-
ra conquistado y celebrado. El tema, que era nuevo, hizo nacer pensamientos “¿Por qué cargos honrosos pretendemos,
nuevos. Voy a presentar uno al lector, como muestra, para poder comprobar la y ser en opinión grandes tenidos,
chispa de fuego que algunas veces animaba al autor. pues que negar al mundo no podemos
haber sido sujetos y vencidos?
“Los araucanos –decía– se quedaron muy sorprendidos al ver criaturas pareci- Y en esto averiguarnos no queremos,
das a los hombres llevando fuego en las manos y montados en monstruos que estando aun de españoles oprimidos:
luchaban debajo de ellos. Al principio los tomaron por dioses descendidos del mejor fuera esa furia ejecutalla,
cielo, armados de truenos y seguidos de destrucción, y entonces se sometieron contra el fiero enemigo en la batalla.
aunque con dificultad; pero al cabo del tiempo, habiéndose familiarizado con
sus conquistadores, conocieron sus pasiones y sus vicios y decidieron que no ¿Qué furor es el vuestro, ¡oh, araucanos!,
eran más que hombres. Entonces, avergonzados de haber sucumbido a seres que a perdición os lleva sin sentillo?
mortales parecidos a ellos mismos, juraron lavar su error con la sangre de ¿Contra vuestras entrañas tenéis manos,
aquellos mismos que la habían provocado, e infligirles una venganza, ejem- y no contra al tirano en resistillo?
plar, terrible y memorable”. Teniendo tan a golpe a los cristianos,
volvéis contra vosotros el cuchillo?
Si gana de morir os ha movido,
no sea en tan bajo estado y abatido.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
“Volved las armas y ánimo furioso “En la virtud de vuestro brazo espero
a los pechos de aquellos que os han puesto que puede en breve tiempo remediarse;
en dura sujeción, con afrentoso mas ha de haber un capitán primero,
partido, a todo el mundo manifiesto; que todos por él quieran gobernarse,
lanzad de vos el yugo vergonzoso; este será quien más un gran madero
mostrad vuestro valor y fuerza en esto: sustentare en el hombro sin pararse;
no derraméis la sangre del Estado y pues que sois iguales en la suerte,
que para redimirnos ha quedado. procure cada cual de ser más fuerte.
“No me pesa de ver la lozanía
de vuestra corazón, antes me esfuerza; El anciano propone entonces el ejercicio digno de una nación bárbara: traer
más temo que esta vuestra valentía una inmensa viga y dar el mando a aquel que pueda sostenerla por más tiempo.
por mal gobierno el buen camino tuerza,
que, vuelta entre nosotros la porfía, Como la mejor forma de perfeccionar nuestro gusto es comparar cosas de la
degolléis vuestra patria con su fuerza: misma naturaleza, no hay más que poner el discurso de Néstor al del Colo Colo
cortad, pues, si ha de ser de esa manera, renunciando a esta adoración que nuestros espíritus rinden al gran nombre de
esta vieja garganta la primera. Homero, y sopesar las dos arengas en la balanza de la equidad y de la razón.
“Que esta flaca persona, atormentada
de golpes de fortuna, no procura Después que Aquiles, instruido por Minerva, diosa de la sabiduría, dio a Aga-
sino el agudo filo de una espada, menón los calificativos de borracho y de perro, el Sabio Néstor se levanta para
pues no la acaba tanta desventura. calmar los ánimos irritados de estos dos héroes y habla de esta forma:
Aquella vida es bien afortunada
que la temprana muerte la asegura; “¿Cuál será la satisfacción de los Troyanos
pero a nuestro bien público atendiendo, cuando tengan noticia de vuestras discordias?
quiero decir en esto lo que entiendo. Vuestra juventud debe respetar mis años y
“Pares sois en valor y fortaleza;
el cielo os igualó en el nacimiento; someterse a mis consejos. He conocido anteriormente héroes superiores a vo-
de linaje, de estado y de riqueza, sotros. No, mis ojos ya no verán nunca más hombres parecidos al invencible
hizo a todos igual repartimiento; Pirithou, al valiente Ceneas, al divino Teseo, etc. He hecho la guerra a su
y en singular por ánimo y grandeza lado y, aunque yo era joven, mi elocuencia persuasiva tenía poder sobre ellos.
podéis tener del mundo el regimiento: Oyeron a Néstor, ¡jóvenes guerreros! Escuchad pues los consejos de mi vejez.
que este gracioso don, no, agradecido, Atride, no debes conservar el esclavo de Aquiles; hijo de Tetis no debes tratar
nos ha al presente término traído. con altanería al jefe del ejército. Aquiles es el más grande, el más valiente de
los guerreros, Agamenón es el más grande de los reyes”, etc.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Considerar por una parte, la habilidad con la que el bárbaro Colo Colo se in- Además no es un defecto mediocre el que su poema se componga de treinta y
sinúa en el ánimo de los caciques, la dulzura respetuosa con la que calma su seis CANTOS muy largos. Se puede suponer con razón que un autor que no
animosidad, la ternura majestuosa de sus palabras, hasta qué punto le anima sabe o no puede detenerse, no es merecedor de una tal carrera.
el amor al país, cómo penetran en su corazón los sentimientos de la verdade-
ra gloria, con qué prudencia ensalza su valor reprimiendo su furor, con qué Tan gran número de defectos no impidió al célebre Miguel de Cervantes decir
arte evita dar la superioridad a ninguno de ellos: es un censor, un panegirista que La Araucana puede compararse con los mejores poemas de Italia. Sin duda
diestro; y por lo tanto todos se someten a sus razones, reconociendo la fuerza el amor ciego a la patria es quien dictó al autor español un juicio tan falso. El
de su elocuencia, no mediante alabanzas vanas sino por la obediencia inme- verdadero y sólido amor a la patria es hacer lo mejor para ella y contribuir a su
diata. De otra parte, juzgad si Néstor es tan sabio al hablar de su sabiduría, si libertad en la mayor medida posible; pero discutir solamente sobre los autores
es tanto una forma segura de atraer la atención de los príncipes griegos, como de nuestra nación y vanagloriarnos de tener entre nosotros mejores poetas que
de rebajarlos y considerarlos por debajo de sus antepasados, si toda la asam- nuestros vecinos, es más amor a nosotros mismos que amor a nuestro país.
blea puede oír con alegría que Néstor diga que Aquiles es el más valiente de
los jefes presentes. Y después de haber comparado el parloteo presuntuoso y VOLTAIRE, en Essai Sur la Poesie Epique, Don Alonso de Ercilla, Capítulo
descortés de Néstor con el discurso mode esto y mesurado de Colo Colo; la VIII. Tomo 10. 1834.
odiosa diferencia de aquel otorga entre el rango de Agamenón, y el mérito de
Aquiles, con esta igualdad de grandeza y de valor atribuidos con parte a todos
los caciques, que el lector se pronuncie. Y si hay un general en el mundo que
soporte de buena gana que se prefiera a un inferior por la valentía; si hay una
asamblea que aguante sin sobresaltos el discurso de un hombre que le habla
con desprecio y cante la gloria de sus antecesores a sus expensas, entonces se
podrá preferir Homero a Alonso, en este caso particular.
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ALONSO DE ERCILLA Y ZÚÑIGA
La araucana
Dirigida al
REY DON FELIPE
nuestro señor.
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AL REY, NUESTRO SEÑOR
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Prólogo
De Don Alonso de Ercilla
Si pensara que el trabajo que he puesto en esta obra me había de quitar tan
poco el miedo de publicarla, sé cierto de mí que no tuviera ánimo para llevarla
al cabo. Pero considerando ser la historia verdadera y de cosas de guerra, a las
cuales hay tantos aficionados, me he resuelto en imprimirla, ayudando a ello
las importunaciones de muchos testigos que en lo de más de ello se hallaron, y
el agravio que algunos españoles recibirían quedando sus hazañas en perpetuo
silencio, faltando quien las escriba; no por ser ellas pequeñas, pero porque la
tierra es tan remota y apartada y la postrera que los españoles han pisado por la
parte del Perú, que no se puede tener de ella casi noticia, y por el mal aparejo
y poco tiempo que para escribir hay con la ocupación de la guerra, que no da
lugar a ello; y así el que pude hurtar le gasté en este libro, el cual porque fuese
más cierto y verdadero se hizo en la misma guerra y en los mismos pasos y
sitios, escribiendo muchas veces en cuero por falta de papel, y en pedazos de
cartas, algunos tan pequeños que apenas cabían seis versos, que no me costó
después poco trabajo juntarlos; y por esto, y por la humildad con que va la
obra, como criada en tan pobres pañales, acompañándola el celo y la intención
con que se hizo, espero que será parte para poder sufrir quien la leyere las
faltas que lleva. Y si a alguno le pareciere que me muestro algo inclinado a la
parte de los araucanos, tratando sus cosas y valentías más extendidamente de
lo que para bárbaros se requiere; si queremos mirar su crianza, costumbres,
modos de guerra y ejercicio de ella, veremos que muchos no les han hecho
ventaja, y que son pocos los que con tal constancia y firmeza han defendido su
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Alonso de Ercilla Zuñiga
tierra contra tan fieros enemigos como son los españoles. Y cierto es cosa de
admiración que, no poseyendo los araucanos más de veinte leguas de término,
sin tener en todo él pueblo formado, ni muro, ni casa fuerte para su reparo, ni
armas, a lo menos defensivas, que la prolija guerra y españoles las han gas-
tado y consumido, y en tierra no áspera, rodeada de tres pueblos españoles y
dos plazas fuertes en medio de ella, con puro valor y porfiada determinación
hayan redimido y sustentado su libertad, derramando en sacrificio de ella tanta Declaración
sangre así suya como de españoles, que con verdad se puede decir haber pocos
lugares que no estén de ella teñidos y poblados de huesos; no faltando a los
muertos quien les suceda en llevar su opinión adelante; pues los hijos, ganosos
de la venganza de sus muertos padres, con la natural rabia que los mueve y el
valor que de ellos heredaron, acelerando el curso de los años, antes de tiempo De algunas dudas que se pueden ofrecer en esta obra
tomando las armas, se ofrecen al rigor de la guerra; y es tanta la falta de gente Porque muchos no entenderán algunos vocablos o nombres que aunque indios
por la mucha que ha muerto en esta demanda, que, para hacer más cuerpo y son ya tan recibidos y usados en aquella tierra de los nuestros, que no los han
henchir los escuadrones, vienen también las mujeres a la guerra, y peleando mudado en nuestro lenguaje, será bien declararlos aquí, porque como yo, por
algunas veces como varones, se entregan con grande ánimo a la muerte. Todo variar uso alguna vez de ellos, el que leyere este libro no tenga que preguntar.
esto he querido traer para prueba y en abono del valor de estas gentes, digno
de mayor loor del que yo le podré dar con mis versos. Y pues, como dije arri-
ba, hay ahora en España cantidad de personas que se hallaron en muchas cosas
Angol: Se llama el valle donde poblaron una ciudad y le pusieron nombre los
de las que aquí escribo, a ellos remito la defensa de mi obra en esta parte, y a
confines de Angol.
los que la leyeren se la encomiendo.
Apó: Señor o capitán absoluto de los otros.
Arauco (El estado de): Es una provincia pequeña de veinte leguas de largo
y siete de ancho, poco más o menos, que produce la gente más belicosa que
ha habido en las Indias, y por eso es llamado el estado indómito; llámanse los
indios de él araucanos, tomando el nombre de la provincia.
Arcabuco: Espesura grande de árboles altos y boscaje.
Bohío: Es una casa pajiza, grande, de solo una pieza, sin alto.
Cacique: Quiere decir señor de vasallos, que tienen gente a su cargo. Los
caciques toman el nombre del valle de donde son señores, y de la misma ma-
nera los hijos o sucesores que suceden en ellos; declárase esto, porque los que
mueren en la guerra se oirán después nombrar en otra batalla: entiéndase que
son los hijos o sucesores de los muertos.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Cachiras: Son unas cuentas muy menudas, a manera de aljófar, que las hallan Mapocho: Es un hermoso valle donde los españoles poblaron la ciudad de
por las marinas, y en cuanto más menuda es más preciada; labran y adornan Santiago, y llámase asimismo el pueblo Mapochó.
con ellas sus llautos y las mujeres sus hinchos, que son como una cinta angos-
ta que les ciñe la cabeza, por la frente, a manera de vidrios; andan siempre en Mita: Es la carga o tributo que trae el indio tributario.
cabello y suelto por los hombros y espaldas. Mitayo: Es el indio que la lleva o trae.
Caupolicán: Fue hijo de Leocán y Lautaro, hijo de Pillán. Declaro esto por- Pallá: Es lo que llamamos nosotros señora; pero entre ellos no alcanza este
que como son capitanes señalados, de los cuales la historia hace muchas veces nombre, sino al de noble linaje y señora de muchos vasallos y hacienda.
mención, por no poner tantas veces sus nombres, me aprovecho de los de sus
padres. Penco: Es un valle muy pequeño y no llano, pero porque es puerto de mar po-
blaron en él los españoles una ciudad, la cual llamaron La Concepción.
Cautén: Es un valle hermosísimo y fértil, donde los españoles fundaron la
más próspera ciudad que ha habido en aquellas partes, la cual tenía trescientos Puelches: Se llaman los indios serranos, los cuales son fortísimos y ligeros,
mil indios, casados, de servicio; llamáronla imperial porque cuando entraron aunque de menos entendimiento que los otros.
los españoles en aquella provincia hallaron sobre todas las puertas y tejados
Valdivia: Es un pueblo bueno y provechoso: tiene un puerto de mar por un
águilas imperiales de dos cabezas, hechas de palo, a manera de timbre de ar-
río arriba, tan seguro, que varan las naos en tierra, y está fundado no muy lejos
mas, que cierto es extraña cosa y de notar, pues jamás en aquella tierra se ha
de un gran lago, al cual y a la ciudad llamó Valdivia de su nombre: entiéndese
visto ave con dos cabezas.
que cuando se fundaron estos pueblos era Valdivia capitán general de los es-
Coquimbo: Es el primer valle de Chile, donde pobló el capitán Valdivia un pañoles, y a él se atribuye la gloria del descubrimiento y población de Chile.
pueblo que le llamó la Serena, por ser él natural de la Serena; tiene un muy
Vicuña: Cabra montés que se cría en Indias: no tiene cuernos y es más alta de
buen puerto de mar, y llámase también el pueblo Coquimbo tomando el nom-
cuerpo que una cabra por grande que sea. Su lana es finísima y nunca pierde
bre del valle.
el color.
Chile: Es una provincia grande que contiene en sí otras muchas provincias.
Villa-Rica: Es otro pueblo que fundaron los españoles a la ribera de un lago
Toma el nombre de Chile toda la provincia por su valle, del cual tuvieron pri-
pequeño cerca de dos volcanes, que lanzan a tiempos tanto fuego y tan alto
mero noticia los españoles por el oro que en él se sacaba, y, como entraron
que acontece llover en el pueblo ceniza.
en su demanda, pusieron nombre de hile a toda la tierra, hasta el estrecho de
Magallanes. Yanacónas: Son indios mozos amigos que sirven a los españoles, andan en
su traje, y algunos muy bien tratados, que se precian mucho de policía en su
Epanomón: Nombre que le dan al demonio, por el cual juran cuando quieren
vestido: pelean a las veces en favor de sus amos, y algunos animosamente,
obligarse infaliblemente a cumplir lo que prometen.
en especial cuando los españoles dejan los caballos y pelean a pie, porque
Llauto: Es un trocho o rodete redondo, ancho, de dos dedos, que ponen por la en las retiradas los suelen dejar en las manos de los enemigos, que los matan
frente y les ciñe la cabeza: son labrados de oro y cachira, con muchas piedras cruelísimamente.
y dijes en ellos, en los cuales asientan las plumas o penachos de que ellos son
muy amigos; no los traen en la guerra porque entonces usan celadas.
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Galería Animación
Canto I
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Suplícoos, gran Felipe, que mirada Es Chile Norte Sur de gran longura,
esta labor, de vos sea recebida, costa del nuevo mar del Sur llamado;
que, de todo favor necesitada, tendrá del Este al Oeste de angostura
queda con darse a vos favorecida: cien millas, por lo más ancho tomado,
es relación sin corromper, sacada bajo del polo Antártico en altura
de la verdad, cortada a su medida; de veinte y siete grados, prolongado
no despreciéis el don, aunque tan pobre, hasta do el mar Océano y Chileno
para que autoridad mi verso cobre. mezclan sus aguas por angosto seno.
Quiero a señor tan alto dedicarlo, Y estos dos anchos mares, que pretenden,
porque este atrevimiento lo sostenga, pasando de sus términos, juntarse,
tomando esta manera de ilustrarlo, baten las rocas y sus olas tienden;
para que quien lo viere en más lo tenga: mas esles impedido el allegarse;
y si esto no bastare a no tacharlo, por esta parte al fin la tierra hienden
a lo menos confuso se detenga, y pueden por aquí comunicarse:
pensando que, pues va a vos dirigido, Magallanes, Señor, fue el primer hombre
que debe de llevar algo escondido. que, abriendo este camino, le dio nombre.
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Hacen fuerzas o fuertes cuando entienden También suelen hacer hoyos mayores
ser el lugar y sitio en su provecho, con estacas agudas en el suelo,
o si ocupar un término pretenden, cubiertos de carrizo, yerba y flores,
o por algún aprieto y grande estrecho, porque puedan picar más sin recelo:
de do más a su salvo se defienden, allí los indiscretos corredores,
y salen de rebato a caso hecho, teniendo solo por remedio el cielo,
recogiéndose a tiempo al sitio fuerte, se sumen dentro y quedan enterrados
que su forma y hechura es de esta suerte. en las agudas puntas estacados.
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Juntos, pues, los caciques del senado Do una fresca y altísima alameda
propóneles el caso nuevamente; por orden y artificio tienen puesta
el cual por ellos visto y ponderado, en torno de la plaza, y ancha rueda
se trata del remedio conveniente; capaz de cualquier junta y grande fiesta,
y resueltos en uno, y decretado, que convida a descanso, y al Sol veda
si alguno de opinión es diferente, la entrada y paso en la enojosa siesta:
no puede en cuanto al débito eximirse, allí se oye la dulce melodía
que allí la mayor voz ha de seguirse. del canto de las aves y armonía.
Después que cosa en contra no se halla, Gente es sin Dios ni ley, aunque respeta
se va el nuevo decreto declarando a aquel que fue del cielo derribado,
por la gente común y de canalla, que como a poderoso y gran profeta
que alguna novedad está aguardando: es siempre en sus cantares celebrado:
si viene a averiguarse por batalla, invocan su furor con falsa seta
con gran rumor lo van manifestando y a todos sus negocios es llamado,
de trompas y atambores altamente, teniendo cuanto dice por seguro
porque a noticia venga de la gente. del próspero suceso o mal futuro.
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»Alto, sus, que yo acepto el de esafío »¿Por qué cargos honrosos pretendemos
(responde Lemolemo), y tengo en nada y ser en opinión grande tenidos,
poner a prueba lo que es mío, pues que negar al mundo no podemos
que más quiero librarlo por la espada: haber sido sujetos y vencidos?
mostraré ser verdad lo que porfío Y en esto averiguarnos no queremos,
a dos, a cuatro, a seis en la estacada; estando aun de españoles oprimidos:
y si todos cuestión queréis conmigo, mejor fuera esa furia ejecutalla
os haré manifiesto lo que digo». contra el fiero enemigo en la batalla.
Purén, que estaba aparte, habiendo oído »¿Qué furor es el vuestro ¡oh araucanos!
la plática enconosa y rumor grande, que a perdición os lleva sin sentido?
diciendo, en medio de ellos se ha metido, ¿Contra vuestras entrañas tenéis manos,
que nadie en su presencia se desmande; y no contra el tirano en resistillo?
y ¿quién imaginar es atrevido ¿Teniendo tan a golpe a los cristianos
que donde está Purén más otro mande? volvéis contra vosotros el cuchillo?
La grita y el furor se multiplica, Si gana de morir os ha movido,
quién esgrime la maza, y quién la pica. no sea en tan bajo estado y abatido.
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»Que esta flaca persona, atormentada Podría de alguno ser aquí una cosa
de golpes de fortuna, no procura que parece sin término notada,
sino el agudo filo de una espada, y es que una provincia poderosa,
pues no la acaba tanta desventura. en la milicia tanto ejercitada,
Aquella vida es bien afortunada de leyes y ordenanzas abundosa,
que la temprana muerte la asegura; no hubiese una cabeza señalada
pero, a nuestro bien público atendiendo, a quien tocase el mando y regimiento,
quiero decir en esto lo que entiendo. sin allegar a tanto rompimiento.
»Pares sois en valor y fortaleza; Respondo a esto que nunca sin caudillo
el cielo os igualó en el nacimiento; la tierra estuvo electo del senado;
de linaje, de estado y de riqueza que, como dije, en Penco el Ainavillo
hizo a todos igual repartimiento; fue por nuestra nación desbaratado;
y en singular por ánimo y grandeza y viniendo de paz, en un castillo
podéis tener del mundo el regimiento: se dice, aunque no es cierto, que un bocado
que este precioso don, no agradecido, le dieron de veneno en la comida,
nos ha al presente término traído. donde acabó su cargo con la vida.
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Purén tras él lo trujo medio día, No se vio allí persona en tanta gente
y el esforzado Ongolmo más de medio; que no quedase atónita de espanto,
y cuatro horas y media Lebopía, creyendo no haber hombre tan potente
que de sufrirle más no hubo remedio: que la pesada carga sufra tanto:
Lemolemo siete horas le traía, la ventaja le daban, juntamente
el cual jamás en todo este comedio con el gobierno, mando, y todo cuanto
dejó de andar acá y allá saltando, a digno general era debido,
hasta que ya el vigor le fue faltando. hasta allí justamente merecido.
De los hombros el manto derribando Era este noble mozo de alto hecho,
las terribles espaldas descubría, varón de autoridad, grave y severo,
y el duro y grave leño levantando amigo de guardar todo derecho,
sobre el fornido asiento lo ponía: áspero, riguroso, justiciero,
corre ligero aquí y allí, mostrando de cuerpo grande y relevado pecho,
que poco aquella carga le impedía: hábil, diestro, fortísimo y ligero,
Era de Sol a Sol el día pasado, sabio, astuto, sagaz, determinado,
y el peso sustentaba aun no cansado. y en casos de repente reportado.
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Y el bárbaro en el hombro la gran viga, Sabed que fue artificio, fue prudencia
sin muestra de mudanza y pesadumbre, del sabio Colocolo, que miraba
venciendo con esfuerzo la fatiga, la dañosa discordia y diferencia
y creciendo la fuerza por costumbre. y el gran peligro en que su patria andaba,
Apolo en seguimiento de su amiga conociendo el valor y suficiencia
tendido había los rayos de su lumbre; de este Caupolicán que ausente estaba,
y el hijo de Leocán en el semblante varón en cuerpo y fuerzas extremado,
más firme que al principio y más constante. de rara industria y ánimo dotado.
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Viéndose en tanto estrecho los cristianos, No tan presto las fieras acudieron
de temor y vergüenza constreñidos, al bramar de la res desamparada,
las espadas aprietan en las manos, que de lejos sin orden conocieron
en ira envueltos y en furor metidos: del pueblo y moradores apartada,
cargan sobre los fieros araucanos, como los araucanos cuando oyeron
por el ímpetu nuevo enflaquecidos; del valiente español la voz osada,
entran en ellos, hieren y derriban, partiendo más de ciento presurosos,
y a muchos de cuidado y vida privan. del lance y cierta presa codiciosos.
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De dos golpes a dos tendió por tierra, Los españoles sin poder sufrillo
la espada revolviendo a todos lados: dejan el campo y, de tropel corriendo
aquí esparce una junta, y allí cierra se lanzan por las puertas del castillo,
a donde ve los más amontonados: al bárbaro la entrada resistiendo,
igual andaba la desigual guerra levan el puente, calan el rastrillo,
cuando los españoles bien armados, reparos y defensas previniendo,
abriendo con presteza un gran postigo suben tiros y fuegos a lo alto,
salen a la defensa del amigo. temiendo el enemigo y fiero asalto.
Acuden los contrarios de otra parte, Pero viendo ser todo perdimiento,
y en medio de aquel campo y ancho llano y aprovecharles poco o casi nada,
al ejercicio del sangriento Marte de voto y de común consentimiento
viene el bando español y araucano: su clara destruición considerada,
la primera batalla se desparte, acuerdan de dejar el fuerte asiento;
que era de ciento a un solo castellano, y así en la escura noche deseada,
vuelven el crudo hierro no teñido cuando se muestra el mundo más quieto
contra los que del fuerte habían salido. la partida pusieron en efecto.
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Viendo los nuestros ya que al plazo puesto »Bien conocéis la fuerza del estado;
los tardos corredores no volvían, con tanto daño nuestro autorizada:
unos juzgan el daño manifiesto, mirad lo que Fortuna os ha ayudado
otros impedimentos les ponían: guiando con su mano vuestra espada;
hubo consejo y parecer sobre esto; el trabajo y la sangre que ha costado,
al cabo en caminar se resolvían, que de ella está la tierra alimentada;
ofreciéndose todos a una suerte, y pues tenemos tiempo y aparejo,
a un mismo caso y a una misma muerte. será bueno tomar nuevo consejo.
Aunque el temor allí tras esto vino, »Quien éstos son tendréis en la memoria,
en sus valientes brazos se atrevieron, pues hay tanta razón de conocellos,
y a su próspera suerte y buen destino que si de ellos no hubiésemos vitoria
el dudoso suceso cometieron: y en campo no pudiésemos vencellos,
no dos leguas andadas del camino, será tal su arrogancia y vanagloria,
las amigas cabezas conocieron, que el mundo no podrá después con ellos;
de los sangrientos cuerpos apartadas, dudoso estoy, no sé, no sé qué haga
y en empinados troncos levantadas. que a nuestro honor y causa satisfaga».
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¡Oh, Valdivia, varón acreditado! Valdivia aquí paró, y dijo: «¡Oh constante
¡Cuánto la verde plática sentiste! española nación de confianza!
No solías tú temer como soldado; Por tierra está el castillo tan pujante,
mas de buen capitán ahora temiste: que en él solo estribaba mi esperanza:
vas a precisa muerte condenado, el pérfido enemigo veis delante;
que como diestro y sabio la entendiste; ya os amenaza la contraria lanza:
pero quieres perder antes la vida en esto más no tengo que avisaros,
que sea en ti una flaqueza conocida. pues solo el pelear puede salvaros».
En esto acaso llega un indio amigo, Estaba como digo así hablando,
y a sus pies en voz alta arrodillado que aun no acababa bien estas razones,
le dice: «¡Oh capitán! mira que digo cuando por todas partes rodeando
que no pases el término vedado: los iban con espesos escuadrones,
veinte mil conjurados, yo testigo, las astas de anchos hierros blandeando,
en Tucapel te esperan, protestado gritando: «¡Engañadores y ladrones!
de pasar sin temor la muerte honrosa La tierra dejaréis hoy con la vida,
antes que vivir vida vergonzosa». pagándonos la deuda tan debida».
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Como el caimán hambriento, cuando siente Y los nueve después también cayeron,
el escuadrón de peces, que cortando haciendo tales hechos señalados,
viene con gran bullicio la corriente, que digna y justamente merecieron
el agua clara en torno alborotando, ser de la eterna fama levantados:
que, abriendo la gran boca, cautamente hechos pedazos todos diez murieron,
recoge allí el pescado, y apretando quedando de su muerte antes vengados:
las cóncavas quijadas lo deshace, en esto la española trompa oída
y al insaciable vientre satisface: dio la postrer señal de arremetida.
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«¡Oh ciega gente, del temor guiada! En esto una nervosa y gruesa lanza
¿A dó volvéis los temerosos pechos? contra Valdivia, su señor, blandía:
Que la fama en mil años alcanzada dando de sí gran muestra y esperanza,
aquí perece y todos vuestros hechos: por más los persuadir arremetía;
la fuerza pierden hoy, jamás violada, y entre el hierro español así se lanza
vuestras leyes, los fueros y derechos: como con gran calor en agua fría
de señores, de libres, de temidos, se arroja el ciervo en el caliente estío,
quedáis siervos, sujetos y abatidos.» para templar el sol con algún frío.
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De solo el primer bote uno atraviesa, Decidme: estos famosos, ¿qué hicieron
otro apunta por medio del costado, que al hecho de este bárbaro igual fuese?
y aunque la dura lanza era muy gruesa ¿Qué empresa o qué batalla acometieron
salió el hierro sangriento al otro lado: que a lo menos en duda no estuviese?
salta, vuelve, revuelve con gran priesa ¿A qué riesgo y peligro se pusieron
y barrenando el muslo a otro soldado, que la sed del reinar no los moviese;
en él la fuerte pica fue rompida, y de intereses grandes insistidos
quedando un grueso troncoen la herida. que a los tímidos hacen atrevidos?
¿De quién prueba se oyó tan espantosa, Este el decreto y la fatal sentencia,
ni en antigua escritura se ha leído, en contra de su patria declarada,
que estando de la parte victoriosa turbó y redujo a nueva diferencia,
se pase a la contraria del vencido? y al fin bastó a que fuese revocada:
¿Y que solo valor, y no otra cosa, hizo a Fortuna y Hados resistencia,
de un bárbaro muchacho, haya podido forzó su voluntad determinada,
arrebatar por fuerza a los cristianos y contrastó el furor del victorioso,
una tan gran vitoria de las manos? sacando vencedor al temeroso.
No los dos Publios Decios, que las vidas Estaba el suelo de armas ocupado,
sacrificaron por la patria amada, y el desigual combate más revuelto,
ni Curcio, Horacio, Scevola y Leonidas cuando Caupolicano reportado,
dieron muestra de sí tan señalada: a las amigas voces había vuelto:
ni aquellos que en las guerras más reñidas también habían sus gentes reparado,
alcanzaron gran fama por la espada, con vergonzoso ardor en ira envuelto,
Furio, Marcelo, Fulvio, Cincinato, de ver que un solo mozo resistía
Marco Sergio, Filón, Sceva y Dentato. a lo que tanta gente no podía.
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Diego Oro allí derriba a Paynaguala, Gran rato anduvo en término dudoso
que de una punta le atraviesa el pecho; la confusa vitoria de esta guerra,
pero Caupolicano le señala, lleno el aire de estruendo sonoroso,
dejándole gozar poco del hecho. roja de sangre y húmida la tierra:
Al sesgo la ferrada maza cala, quién busca y solo quiere un fin honroso,
aunque el furioso golpe fue al derecho; quién a los brazos con el otro cierra,
pues quedó por de dentro la celada y por darle más presto cruda muerte
de los bullentes sesos rociada. tienta con el puñal lo menos fuerte.
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Dos mil amigos bárbaros soldados, Cual suelen escapar de los monteros
que el bando de Valdivia sustentaban, dos grandes jabalís fieros, cerdosos,
en el flechar del arco ejercitados, seguidos de solícitos rastreros
el sangriento destrozo acrecentaban de la campestre sangre codiciosos:
derramando más sangre, y esforzados y salen en su alcance los ligeros
en la muerte también acompañaban lebreles irlandeses generosos;
a la española gente, no vencida con no menor codicia y pies livianos
en cuanto sustentar pudo la vida. arrancan tras los míseros cristianos.
Cuando de aqueste y cuando de aquel canto Tal tempestad de tiros, Señor, lanzan,
mostraba el buen Valdivia esfuerzo y arte, cual el turbión que granizando viene:
haciendo por la espada todo cuanto en fin, a poco trecho los alcanzan,
pudiera hacer el poderoso Marte: que un paso cenagoso los detiene:
no basta a reparar él solo tanto, los bárbaros sobre ellos se abalanzan:
que falta de los suyos la más parte: por valiente el postrero no se tiene:
los otros, aunque ven su fin tan cierto, murió el clérigo luego, y maltratado
ningún medio pretenden ni concierto. trajeron a Valdivia ante el senado.
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Cuentan que estuvo de tomar movido Dos bárbaros quedaron con la vida
del contrito Valdivia aquel consejo; solos de los tres mil; que como vieron
mas un pariente suyo empedernido, la gente nuestra rota y de vencida,
a quien él respetaba por ser viejo, en un jaral espeso se escondieron:
le dice: «¿Por dar crédito a un rendido de allí vieron el fin de la reñida
quieres perder tal tiempo y aparejo?» guerra, y puestos en salvo lo dijeron,
Y apuntando a Valdivia en el celebro que como las estrellas se mostraron,
descarga un gran bastón de duro enebro. sin ser de nadie vistos se escaparon.
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Y dado orden bastante, y esto hecho, »A Valdivia y los suyos habéis muerto,
para acabar de ejecutar su saña y una importante plaza destruido:
con gran poder y ejército, de hecho venir a la venganza será cierto
querían pasar la vuelta de la España: luego que en las ciudades sea sabido:
pensándola poner en tanto estrecho, demos al enemigo el paso abierto:
por fuerza de armas, puestos en campaña, esto asegura más nuestro partido:
que fuesen cultivadas las iberas vengan, vengan con furia a rienda suelta,
tierras de las naciones extranjeras. que difícil será después la vuelta.
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»Esto os vengo a decir, porque se entienda »Con la gente de guerra que escogiere,
cuanto con más seguro acertaremos, pues que ya de sus obras sois testigos,
para poder tomar la justa enmienda, en el sitio que más le pareciere
que en sitios escogidos esperemos, se ponga a recibir los enemigos,
donde no habrá en el mundo quien defienda adonde hasta que vengan los espere;
la razón y derecho que tenemos: porque yo con la resta y mis amigos
cuando temor tuviesen de buscarnos, ocuparé la entrada de Elicura,
a sus casas iremos a alojarnos». aguardando la misma coyuntura».
Con atención de todos escuchada Del grato mozo el cargo fue aceptado
fue la oración que el general hacía, con el favor que el general le daba:
siendo de los más de ellos aprobada, aproboló el común aficionado;
por ver que a su remedio convenía; si a alguno le pesó no lo mostraba:
la gente ya del todo sosegada, y por el orden y uso acostumbrado
Caupolicán al joven se volvía el gran Caupolicán le trasquilaba,
por quien fue la vitoria, ya perdida, dejándole el copete en trenza largo
con milagrosa prueba conseguida. insignia verdadera de aquel cargo.
Por darle más favor, lo tenía asido Fue Lautaro industrioso, sabio, presto,
con la siniestra de la diestra mano, de gran consejo, término y cordura,
diciéndole: «¡Oh varón, que has extendido manso de condición y hermoso gesto,
el claro nombre y límite araucano! ni grande ni pequeño de estatura;
Por ti ha sido el estado redimido, el ánimo en las cosas grandes puesto,
tú le sacaste del poder tirano: de fuerte trabazón y compostura,
a ti solo se debe esta vitoria, duros los miembros, recios y nervosos,
digna de premio y de inmortal memoria. anchas espaldas, pechos espaciosos.
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Estos catorce son los que venían En cazador no entró tanta alegría,
a verse con Valdivia en el concierto, cuando más sin pensar la liebre echada
que del pueblo Imperial partido habían de súbito por medio de la vía
sin saber que Valdivia fuese muerto: salta de entre los pies alborotada;
por la alta cuesta de Purén subían, cuanto causó la muestra y vocería
y en el más alto asiento y descubierto del vecino escuadrón de la emboscada
los caminos de rama ven sembrados, a nuestros españoles, que al instante
señal de paga y junta de soldados. arrojan los caballos adelante.
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Ellos, que iban así por una espesa Con flautas, cuernos, roncos instrumentos,
mata, al calar de un áspero collado alto estruendo, alaridos desdeñosos,
ven un indio salir a toda priesa, salen los fieros bárbaros sangrientos
el vestido y el rostro demudado, contra los españoles valerosos,
el cual en el camino se atraviesa, que convertir esperan en lamentos
y del seno sacó un papel cerrado los arrogantes gritos orgullosos:
que Juan Gómez de Almagro el propio día, tanto el esfuerzo y ánimo les crece,
dando aviso a Valdivia escrito había. que poca gente en contra les parece.
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Los unos, que no saben ser vencidos, Cortés y Pero Niño por un lado
los otros a vencer acostumbrados hacen un fiero estrago y cruda guerra;
son causa que se aumenten los heridos, Morán, Gómez de Almagro y Maldonado
y que bajen los brazos más pesados: siembran de cuerpos bárbaros la tierra:
de llamas los arneses encendidos, el Herrero, como hombre acostumbrado
con gran fuerza y presteza golpeados, y diestro en golpear, mata y atierra:
formaban un rumor, que el alto cielo pues Nereda también, que era maestro,
del todo parecía venir al suelo. hiere, derriba a diestro y a siniestro.
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La gente una con otra se embravece, Mirábanse del uno y otro bando
crece el hervor, coraje y la revuelta, en el sitio y contrario alojamiento,
y el río de la corriente sangre crece, cubiertos de agua y sangre y jadeando,
bárbara y española toda envuelta: que no pueden hartarse del aliento:
del grueso aliento el aire se escurece, los fatigados miembros regalando,
alguna infernal furia andaba suelta, el pecho y boca abierta al fresco viento,
que por llevar a tantos en un día que con templados soplos respiraba,
diabólico furor les infundía. mitigando del Sol la fuerza brava.
Tanto el tesón entre ellos ha durado, Y desde allí con lenguas injuriosas
que espanta cómo alzar pueden los brazos; a falta de las manos se ofendían:
estaban por el uno y otro lado diciéndose palabras afrentosas
de amontonados cuerpos los ribazos. la muerte con rigor se prometían;
El Sol había en su curso declinado, y a vueltas de esto, flechas peligrosas
cuando ya sin vigor hechos pedazos, los enemigos arcos despedían,
de manera igualmente enflaquecían, que aunque el aliento y fuerza les faltaba
que moverse adelante no podían. el rabioso rencor las arrojaba.
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El buen Morán con mano cruda y fuerte Cuatro mil sobrevienen victoriosos,
sacó la flecha y ojo en ella asido; apiñados los nuestros los esperan,
Gonzalo, al duro paso de la muerte no de ver tanta gente temerosos,
le apercibe y esfuerza condolido; porque aun morir con más honor quisieran;
pero Morán gritó: «No estoy de suerte los fieros enemigos orgullosos
que me sienta de esfuerzo enflaquecido; en alta voz gritaban: «¡Mueran! ¡Mueran!»,
que solo, así herido, soy bastante y el Lincoyano ejército animado,
a vencer cuantos veis que están delante». también acometió por otro lado.
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Almagro con presteza por un lado, En esto una gran nube tenebrosa,
viendo el caballo cojo, se derriba, el aire y cielo súbito turbando,
ora fue su ventura y diestro hado, con una obscuridad triste y medrosa
ora siniestro del que tras él iba, del Sol la luz escasa fue ocupando:
el cual era el valiente Maldonado, salta Aquilón con furia procelosa
que envuelto en sangre y polvo al punto arriba los árboles y plantas inclinando,
que el golpe segundaba Tucapel o, envuelto en raras gotas de agua gruesas,
y por poco con él diera en el suelo. que luego descargaron más espesas.
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Vuelvo a los seis guerreros, que sintiendo La sangre les cuajó un temor helado,
la desgracia de Almagro, lo mostraban: gran turbación les puso a todos, cuando
pero ayudalle en ella no pudiendo, el caso de Valdivia de esastrado
a la Imperial ciudad enderezaban: les fueron por sus términos narrando:
la tempestad furiosa iba creciendo, y así viendo el castillo mal parado,
relámpagos y truenos no cesaban, de consejo común, considerando
hasta que salió el Sol y el claro día la pujanza que el bárbaro traía,
la plaza de Purén les descubría. le dejaron desierto el mismo día.
Era un castillo, el cual con poca gente Hacia Cautén tomaron la jornada,
le había Juan Gómez antes sustentado, llevando a Almagro acaso de camino,
hallándose una noche de repente que por venir la noche tan cerrada
de multitud de bárbaros cercado: libre salió del campo lautarino:
repelidos al fin gallardamente, la fuerza fue por tierra derribada,
fue por su industria el cerco levantado: que luego el enemigo pueblo vino
No escribo esta batalla, aunque famosa, talando municiones y comidas,
por no tardarme tanto en cada cosa. que en el castillo estaban recogidas.
Allí los seis guerreros arribados Dieron vuelta los bárbaros gozosos
fueron con tierna muestra recibidos hacia donde su ejército venía,
de los caros amigos admirados retumbando en los montes cavernosos
de verlos a tal término traídos; el alegre rumor y vocería;
míseros, afligidos, demudados, y por aquellos prados espaciosos,
flacos, roncos, deshechos, consumidos, con la alegre vitoria de aquel día,
corriendo sangre y lodo, sin celadas, tales cantosy juegos inventaban
las armas con las carnes destrozadas. que el cansancio con ellos engañaban.
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Los blancos rostros, más que flores bellos, Las mujeres de nuevos alaridos
eran de crudos puños ofendidos, hieren el alto cóncavo del cielo,
y manojos dorados de cabellos viendo al peligro puestos los maridos
andaban por los suelos esparcidos; y ellas en tal trabajo y desconsuelo:
vieran pechos de nieve y tersos cuellos con lagrimosos ojos y gemidos,
de sangre y vivas lágrimas teñidos; echadas de rodillas por el suelo,
y rotos por mil partes y arrojados les ponen los hijuelos por delante;
ricos vestidos, joyas y tocados. pero cosa a moverlos no es bastante.
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Del tropel se despiden ciudadano, Porque se tome bien del sitio el tino
que del pueblo saliera a acompañallos, quiero aquí figurarle por entero:
y en busca del ejército araucano la subida no es mala del camino,
pican a toda priesa los caballos: mas todo lo demás despeñadero:
dejan a la siniestra a Mareguano, tiene al Poniente al bravo mar vecino,
y a la diestra de Talca los vasallos, que bate al pie de un gran derrumbadero,
hijo de Talcahuano, que su tierra y en la cumbre y más alto de la cuesta
la ciñe casi en torno el mar y sierra. se allana cuanto un tiro de ballesta.
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De muchos fue esta guerra deseada; El campo con ligeros pies batiendo,
pero sabe ora Dios sus intenciones, salen con gran tropel y movimiento;
viendo toda la cuesta rodeada Rauco se estremeció del son horrendo,
de gente en concertados escuadrones: y la mar hizo extraño sentimiento.
la sangre, del temor ya resfriada, Los corregidos bárbaros temiendo
con presteza acudió a los corazones; de Lautaro el expreso mandamiento,
los miembros, del calor desamparados, aunque por los herir se deshacían,
fueron luego de esfuerzo reformados. el paso hacia delante no movían.
Con nuevo encendimiento están bramando, Con el concierto y orden que en Castilla
porque la trompa del partir no suena; juegan las cañas en solemne fiesta,
tanto el trance y batalla deseando que parte y desembraza una cuadrilla,
que cualquiera tardanza les da pena. revolviendo la adarga al pecho puesta:
De la otra parte el araucano bando, así los nuestros firmes en la silla,
sujeto a lo que su caudillo ordena, llegan hasta el remate de la cuesta,
rabiaba por cerrar; mas la obediencia y vuelven casi en cerco a retirarse,
le pone duro freno y resistencia. por no poder romper sin despeñarse.
De esta manera, pues, la cosa estaba, Firme estaba Lautaro sin mudarse,
ganosos de ambas partes por juntarse; y cercada de gente la montaña;
pero ya Villagrán consideraba algunos que pretenden señalarse
que era dalles más ánimo el tardarse: salen con su licencia a la campaña:
tres bandas de jinetes apartaba quieren uno por uno ejercitarse
de aquellos codiciosos de probarse, de la pica y bastón con los de España;
que a la seña, sin más amonestallos, o dos a dos, o tres a tres soldados,
ponen las piernas recio a los caballos. a la franca elección de los llamados.
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Quien piensa de la pica ser maestro Diciendo esto, miraba a Diego Cano,
sale a probar la fuerza y el destino, el cual de osado crédito tenía,
tentando el lado diestro y el siniestro, que, una asta gruesa en la derecha mano,
buscando lo mejor con sabio tino: su rabicán preciado apercibía;
cuál acomete, vence y hurta presto, y al tiempo cuando el bárbaro lozano
hallando para entrar franco el camino; con fuerza extrema el brazo sacudía,
cuál hace el golpe vano, y cuál tan cierto en la silla los muslos enclavados
que da con su enemigo en tierra muerto. hiere al caballo a un tiempo entrambos lados.
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No los perturba y pone allí embarazo, No quieren que atrás vuelva el estandarte
ni punto los detiene el temor ciego; de Carlos Quinto, Máximo, glorioso,
antes si el tiro a alguno lleva el brazo, mas que, a pesar del contrapuesto Marte,
con el otro la espada esgrime luego: vaya siempre adelante victorioso:
llegan sin reparar hasta el ribazo el cual, terrible y fiero a cada parte,
donde estaba la máquina del fuego; envuelto en ira y polvo sanguinoso,
viéranse allí las balas escupidas daba nuevo vigor a las espadas,
por la bárbara furia detenidas. de tanto combatir aun no cansadas.
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Hernando y Juan, entrambos de Alvarado, Mas eran los contrarios tanta gente,
daban de su valor notoria muestra, y tan poco el remedio y confianza,
y el viejo gran jinete Maldonado que a muchos les faltaba juntamente
voltea el caballo allí con mano diestra, la sangre, aliento, fuerza y la esperanza:
ejercitando con valor usado llevados, pues, al fin de la corriente,
la espada que en herir era maestra, sin poder resistir la gran pujanza,
aunque la débil fuerza envejecida pierden un largo trecho la montaña
hace pequeño el golpe y la herida. con todas las seis piezas de campaña.
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Del antiguo valor y fortaleza »¿A dó volvéis sin orden y sin tiento,
sin aflojar los nuestros siempre usaron; que los pasos tenemos impedidos?
no se vio en español jamás flaqueza ¿Con cuánto deshonor y abatimiento
hasta que el campo y sitio les ganaron: seremos de los nuestros acogidos?
mas viéndose a tal hora en estrecheza, La vida y honra está en el vencimiento,
que pasaba de cinco que empezaron, la muerte y deshonor en ser vencidos:
comienzan a dudar ya la batalla mirad esto, y veréis huyendo cierta
perdiendo la esperanza de ganalla. vuestra deshonra y más la vida incierta».
Dudan por ver al bárbaro tan fuerte, De la plaza no ganan cuanto un dedo
cuando ellos en la fuerza iban menguando; por esto y otras cosas que decía,
represéntales el temor la muerte, según era el terror y extraño miedo
las heridas y sangre resfriando: en que el peligro puesto los había.
algunos desaniman de tal suerte «¿Dónde quedar mejor que aquí yo puedo?»
que se van al camino retirando, diciendo Villagrán, con osadía
no del todo, Señor, desbaratados, temeraria arremete a tanta gente,
mas haciéndoles rostro y ordenados. solo para morir honradamente.
»Sacudidle de vos, y veréis luego Cuán bien de esto salió, que del caballo
la deshonra y afrenta manifiesta: al suelo le trajeron aturdido;
mirad que el miedo infame, torpe y ciego cuál procura prende ello, cuál matallo;
más que el hierro enemigo aquí os molesta: pero las buenas armas le han valido;
no os turbéis, reportaos, tened sosiego, otros dicen a voces: «¡Desarmallo!»
que en este solo punto tenéis puesta Acude allí la gente y el ruido...
vuestra fama, el honor, vida y hacienda, Mas quien saber el fin de esto quisiere
y es cosa que después no tiene enmienda. al otro canto pido que me espere.
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Y así resisten, matan y destruyen, El cual siempre les iba caza dando,
contrastando al destino, que parece con mano presta y pies en la corrida,
que el valor araucano disminuyen, hiriendo sin respeto y derribando
y el suyo con difícil prueba crece: la inútil gente, mísera, impedida,
mas viendo a los amigos cómo huyen, que a la amiga nación iba invocando
que a más correr la gente desparece, la ayuda en vano a la amistad debida,
hubieron de seguir la misma vía, poniéndole delante con razones
que ya fuera locura y no osadía. la deuda, el interés y obligaciones.
Quiero mudar en lloro amargo el canto, Y aunque más las razones obligaban,
que será a la sazón más conveniente, si alguno a defenderlos revolvía,
pues me suena en la oreja el triste llanto viendo cuanto los otros se alargaban,
del pueblo amigo y género inocente. alargarse también le convenía.
No siento el ser vencidos, tanto cuanto Ni a los que por amigos se trataban,
ver pasar las espadas crudamente ni a las que por amigas se debía,
por vírgenes, mujeres, servidores, con quien había amistad y cuenta estrecha,
que penetran los cielos sus clamores. llamar, gemir, llorar les aprovecha.
La infantería española sin pereza Que ya los nuestros sin parar en nada
y gente de servicio iban camino, por la carrera de su sangre roja
que el miedo les prestaba ligereza, dan siempre nueva furia en su jornada,
y más de la que a algunos les convino; y a los caballos priesa y rienda floja:
pues con la turbación y gran torpeza que ni la voz de virgen delicada,
muchos perdieron de la cuesta el tino, ni obligación de amigos los congoja:
ruedan unos, los lomos quebrantados, la pena y la fatiga que llevaban
otros hechos pedazos despeñados. era que los caballos no volaban.
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Unos vienen al suelo mal heridos, Suben por la gran cuesta al que más puede,
de los lomos al vientre atravesados; y paga el perezoso y negligente,
por medio de la frente otros hendidos, que a ninguno más vida se concede
otros mueren con honra degollados: de cuanto puede andar ligeramente:
otros, que piden medios y partidos, y aquel torpe es forzoso que se quede
de los cascos los ojos arrancados, que no es en la carrera diligente;
los fuerzan a correr por peligrosos que la muerte que airada atrás venía,
peñascos sin parar precipitosos. en afirmando el pie le sacudía.
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Pero aquella que el buen camino tiene, Como el que sueña que en el ancho coso
de verle con presteza el fin procura: siente al furioso toro avecinarse,
ninguno por el otro se detiene, que piensa atribulado y temeroso
que detenerse ya fuera locura: huyendo de aquel ímpetu salvarse,
rodar también alguno le conviene, y se aflige y congoja presuroso
que más de lo posible se apresura: por correr, y no puede menearse;
A caballo y a pie y aun de cabeza así estos a gran priesa a los caballos
llegaron a lo bajo en poca pieza. no pueden, aunque quieren, aguijallos.
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Doña Mencía de Nidos, una dama »¡Oh cuántas veces fuistes imputados
noble, discreta, valerosa, osada, de impacientes, altivos, temerarios,
es aquella que alcanza tanta fama en los casos dudosos arrojados,
en tiempo que a los hombres es negada: sin atender a medios necesarios:
estando enferma y flaca en una cama, y os vimos en el yugo traer domados
siente el grande alboroto, y esforzada, tan gran número y copia de adversarios,
asiendo de una espada y un escudo, y emprender y acabar empresas tales
salió tras los vecinos como pudo. que distes a entender ser inmortales!
Pero con más dolor doña Mencía, »Hasta los animales, que carecen
que de ello daba indicio y muestra clara, de vuestro racional entendimiento,
con la espada desnuda lo impedía, usando de razón se condolecen,
y en medio de la cuesta y de ellos para. y muestran doloroso sentimiento:
El rostro a la ciudad vuelto decía: los duros corazones se enternecen,
«¡Oh valiente nación, a quien tan cara no usados a sentir, y por el viento
cuesta la tierra y opinión ganada las fieras la gran lástima derraman,
por el rigor y filo de la espada! y en voz casi formada nos infaman.
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»¡Volved, no vais así de esa manera, No es bien que tanto de él nos descuidemos,
ni del temor os deis tan por amigos; pues él no se descuida en nuestro daño,
que yo me ofrezco aquí, que la primera y adonde le dejamos volveremos,
me arrojaré en los hierros enemigos! que fue donde dejó el alcance extraño:
¡Haré yo esta palabra verdadera En muy poco papel resumiremos
y vosotros seréis de ello testigos! un gran proceso y término tamaño:
«¡Volved, volved!» gritaba, pero en vano, que fuera necesario larga historia
que a nadie pareció el consejo sano. para ponerlo extenso por memoria.
Ni a Paulo le pasó con tal presteza que luego que el alcance hubo cesado
por las sienes la Jáculo serpiente, volviendo al hijo de Pillán gozoso,
sin perder de su vuelo ligereza, que atrás un largo trecho había quedado,
llevándole la vida juntamente, más por autoridad que de medroso,
como la odiosa plática y braveza al general despachan un soldado,
de la dama de Nidos por la gente, alojándose el campo en el gracioso
pues apenas entró por un oído valle de Talcamábida importante,
cuando ya por el otro había salido. de pastos y comidas abundante.
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sepultado en un sueño tan profundo »De esta suerte estuvimos los soldados
como si de mil años fuera muerto, más de catorce noches aguardando,
hasta que el claro Sol dio luz al mundo las picas altas, a ellas arrimados,
a la vuelta tercera; que despierto vuestra tarda venida deseando:
pidió la usada ropa, y lo segundo del sueño y del cansancio quebrantados,
si estaba la comida ya en concierto: pasando gran trabajo, hasta cuando
el diligente siervo respondía supimos que llegábades ya junto,
que después de guisada estaba fría: que nos quitó el cansancio en aquel punto».
diciéndole también cómo había estado Viendo el silencio que en el valle había,
cincuenta horas de término en el lecho, le pregunta si el campo era partido
del trabajo y manjares olvidado, el mozo dice: «Ayer antes del día
con todo lo demás que se había hecho; salió de aquí con súbito ruido;
y que el comer estaba aparejado, afirmarte la causa no sabría;
si del sueño se hallaba satisfecho. aunque por claras muestras he entendido
El bárbaro responde: «No me espanto que la ciudad de Penco torreada
de haber sin despertar dormido tanto; era del español desamparada».
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Así era la verdad, que caminado No con tanto rigor el pueblo griego
habían los escuadrones vencedores entró por el troyano alojamiento,
hacia el pueblo español, desamparado sembrando frigia sangre y vivo fuego,
de los inadvertidos moradores. talando hasta en el último cimiento;
La codicia del robo y el cuidado cuanto de ira, venganza y furor ciego,
les puso espuelas y ánimos mayores: el bárbaro, del robo no contento,
siete leguas del valle a Penco había arruina, destroza, desperdicia,
y arribaron en solo medio día. y así aun no satisface su malicia.
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También se roba entre ellos lo robado, Piérdese la ciudad más fértil de oro
que poca cuenta y amistad había, que estaba en lo poblado de la tierra,
si no se pone en salvo a buen recado, y adonde más riquezas y tesoro,
que allí el mayor ladrón más adquiría; según fama, en sus términos se encierra:
cuál lo saca arrastrando, cuál cargado ¡Oh, cuántos vivirán en triste lloro,
va, que del propio hermano no se fía: que les fuera mejor continua guerra!
más parte a ningún hombre se concede Pues es mayor miseria la pobreza
de aquello que llevar consigo puede. para quien se vio en próspera riqueza.
Como para el invierno se previenen A quién diez, a quién veinte, y a quién treinta
las guardosas hormigas avisadas, mil ducados por año les rentara:
que a la abundante troje van y vienen el más pobre tuviera mil de renta,
y andan en acarretos ocupadas, de aquí ninguno de ellos abajara:
no se impiden, estorban, ni detienen, la parte de Valdivia era sin cuenta,
dan las vacías paso a las cargadas; si la ciudad en paz se sustentara,
así los araucanos codiciosos que en torno la cercaban ricas venas
entran, salen y vuelven presurosos. fáciles de labrar y de oro llenas.
Cien mil casados súbditos servían
Quien buena parte tiene, más no espera, a los de la ciudad desamparada,
que presto pone fuego al aposento; sacar tanto oro en cantidad podían
no aguarda que los otros salgan fuera, que a tenerse viniera casi en nada:
ni tiene al edificio miramiento: Esto que digo y la opinión perdían
la codiciosa llama de manera por aflojar el brazo de la espada,
iba en tanto furor y crecimiento, ganados, heredades, ricas casas,
que todo el pueblo mísero se abrasa, que ya se van tornando en vivas brasas.
corriendo el fuego ya de casa en casa.
La grita de los bárbaros se entona,
Por alto y bajo el fuego se derrama, no cabe el gozo dentro de sus pechos,
los cielos amenaza el son horrendo, viendo que el fuego horrible no perdona
de negro humo espeso y viva llama hermosas cuadras ni labrados techos:
la infelice ciudad se va cubriendo: en tanta multitud no hay tal persona
treme la Tierra en torno, el fuego brama, que de verlos se duela así deshechos;
de subir a su esfera presumiendo: antes suspiran, gimen y se ofenden
caen de rica labor maderamientos porque tanto del fuego se defienden.
resumidos en polvos cenicientos.
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Dijo también, sin alargar razones, Algún tiempo pasaron después de esto
que el general mandaba que partiese antes que el gran senado fuese junto,
Lautaro con los prestos escuadrones, tratando en su jornada y presupuesto
y en el valle de Arauco se metiese, desde el principio al fin sin faltar punto:
donde el senado y junta de varones pero al término justo y plazo puesto
tratase lo que más les conviniese; llegó la demás gente, y todo a punto,
pues en fértil valle hay aparejo los principales hombres de la tierra
para la junta y general consejo. entraron en consulta a uso de guerra.
Tanto marchó, que al asomar del día Todos los capitanes señalados
dio sobre el general súbitamente, a la española usanza se vestían,
con una baraunda y vocería la gente del común y los soldados
que puso en arma y alteró la gente: se visten del despojo que traían;
mas vuelto el alboroto en alegría, calzas, jubones, cueros desgarrados,
conocida la burla claramente, en gran estima y precio se tenían;
los unos y los otros sin firmarse por inútil y bajo se juzgaba
sueltas las armas corren a abrazarse. el que español despojo no llevaba.
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—«Bien entendido tengo yo, varones, »En fin, fuertes guerreros, como digo,
para que nuestra fama se acreciente, no puede mi intención más declararse.
que no es menester fuerza de razones, Aquel que me quisiere por amigo,
mas solo el apuntarlo brevemente; a tiempo está que puede señalarse:
que, según vuestros fuertes corazones, ténganme desde aquí por enemigo
entrar la España pienso fácilmente, el que quisiere a paces arrimarse».—
y el gran Emperador, invicto Carlo Aquí dio fin y su intención propuesta,
al dominio araucano sujetarlo. esperaba sereno la respuesta.
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Así dijo; y tras él, aunque rogado, »Pues lanzarlos de Chile y destruirlos
el buen Peteguelén, Curaca anciano, no será para mí bastante guerra;
de condición muy áspera enojado, que pienso, si me esperan, confundirlos
pero afable en la paz, fácil y humano; en el profundo centro de la tierra;
viejo, enjuto, dispuesto, bien trazado, y si huyen, mi maza ha de seguirlos,
señor de aquel hermoso y fértil llano, que es la que de este mundo los destierra:
con espaciosa voz y grave gesto por eso no nos ponga nadie miedo,
propuso en sus razones sabias esto. que aun no haré en hacerlo lo que puedo.
»Bien será que, señor, nos contentemos »Que no son hados, es pura flaqueza
con lo que nos dejaron los pasados, la que nos pone estorbos y embarazos:
y a nuestros enemigos de desterremos, pensar que haya fortuna, es gran simpleza,
que están en lo más de ello apoderados: la fortuna es la fuerza de los brazos:
después, por el suceso entenderemos la máquina del cielo y fortaleza
mejor el disponer de nuestros hados. vendrá primero abajo hecha pedazos,
Esto a mí me parece; y quien quisiere que Tucapel en esta y otra empresa
proponga otra razón si mejor fuere».— falte un mínimo punto en su promesa».
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Purén se ofrece allí, y Angol se ofrece »Debemos procurar con seso y arte
no con menor braveza y desatiento: redimir nuestra patria, y libertarnos,
Ongolmo no quedó, según parece, dando a vuestras bravezas menos parte,
de mostrar su soberbio pensamiento: pues más pueden dañar que aprovecharnos.
del uno en otro multiplica y crece ¡Oh hijo de Leocán!, quiero avisarte,
el número en el mismo ofrecimiento. si quieres como sabio gobernarnos,
Colocolo, que atento estaba a todo, que temples esta furia, y con maduro
sacó la voz, diciendo de este modo. seso pongas remedio en lo futuro.
«La verde edad os lleva a ser furiosos, »El consejo más sano y conveniente
¡oh hijos!, y nosotros los ancianos es que el campo en tres bandas repartido,
no somos en el mundo provechosos a un tiempo, aunque por parte diferente,
más de para decir consejos sanos; dé sobre el Cautén, pueblo aborrecido:
que no nos ciegan humos vaporosos bien que esté en su defensa buena gente,
del juvenil hervor y años lozanos: es poca; y este asiento destruido,
y así, como más libres, entendemos Valdivia de allanar fácil sería,
lo que siendo mancebos no podemos. pues no alcanza arcabuz ni artillería.
»Si dos veces, por dicha, los vencistes, Tras este otro Curaca, hechicero,
mirad cuando primero aquí vinieron de la vejez decrépita impedido,
que resistir su fuerza no pudistes, Puchecalco se llama el agorero,
pues más de cinco veces os vencieron: por sabio en los pronósticos tenido,
En el licúreo campo ya lo vistes con profundo suspiro, íntimo y fiero,
lo que solos catorce allí hicieron: comienza así a decir entristecido:
no será poco hecho y buen partido «Al negro Eponamón doy por testigo
cobrar la tierra y crédito perdido. de lo que siempre he dicho y ahora digo.
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»El aire de señales anda lleno, Quédele de esto el brazo tan sabroso,
y las nocturnas aves van turbando según la muestra, que movido estuvo
con sordo vuelo el claro día sereno, de dar tras el senado religioso,
mil prodigios funestos anunciando: y no sé la razón que lo detuvo.
las plantas con sobrado humor terreno Caupolicán, atónito y rabioso
se van, sin producir fruto, secando: trasportada la mente un rato estuvo;
las estrellas, la luna, el sol lo afirman; mas vuelto en sí, con voz horrible y fiera
cien mil agüeros tristes lo confirman. gritaba: «¡Capitanes, muera! ¡Muera!»
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Según suele jugar por gran destreza Caupolicán, del caso no pensado
el liviano montante un buen maestro, en tal furor y cólera se enciende,
hiriendo con extraña ligereza que estaba de bajar determinado
delante, atrás, a diestro y a siniestro; aunque su gravedad se lo defiende:
con más desenvoltura y más presteza, pero Lautaro alegre y admirado
mostrándose en los golpes fuerte y diestro, miraba cómo solo así contiende
el fiero Tucapel en la pelea un hombre contra tanto barbarismo,
con la pesada maza se rodea. incrédulo y dudoso de sí mismo.
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»Conmigo puedes ir, que te aseguro »Es mi voto que debes atenerte
que ningún daño y mal te sobrevenga». al consejo, con término discreto,
Tucapel le responde: «Yo te juro del sabio Colocolo; que por suerte
que un paso ese temor no me detenga: le cupo ser en todo tan perfecto:
mi maza es la que a mí me da el seguro; así que, gran señor, sin detenerte,
lo demás como quiera vaya y venga: cumple que esto se ponga por efecto
que el miedo es de los niños y mujeres. antes que los cristianos se aperciban,
Sus, alto, vamos luego a do quisieres». porque más flacamente nos reciban.
Juntos los dos al tribunal llegando, »Y pues que Mapochó solo es temido,
Tucapel de Lautaro adelantado después que lo demás esté allanado,
subió por la escalera, no mostrando por el potente Eponamón te pido
punto de alteración por lo pasado: que el cargo de asolarle me sea dado:
el sagaz General disimulando la tierra palmo a palmo la he medido,
con graciosa apariencia le ha tratado; con españoles siempre he militado:
y de la rota plática el estilo entiendo sus astucias e invenciones,
Lautaro así diciendo añudó el hilo: el modo, el arte, el tiempo y ocasiones.
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En contar una cosa estoy dudoso, Cuando el campo de allí quería mudarse,
que soy de poner dudas enemigo, que ya la trompa a caminar tocaba,
y es un extraño caso milagroso, súbito comenzó el aire a turbarse,
que fue todo un ejército testigo: y de prodigios triste se espesaba:
aunque yo soy en esto escrupuloso, nubes con nubes vienen a cerrarse,
por lo que de ello arriba, Señor, digo, turbulento rumor se levantaba;
no dejaré en efecto de contarlo, que con airados ímpetus violentos
pues los indios no dejan de afirmarlo. mostraban su furor los cuatro vientos.
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Causó que una maldad se introdujese Luego a furor movidos los guerreros
en el distrito y término araucano, toman las armas, dejan el reposo;
y fue que carne humana se comiese, acuden los remotos forasteros
(¡enorme introducción, caso inhumano!) al cebo de la guerra codicioso:
y en parricidio error se convirtiese de los hierros renuevan los aceros;
el hermano en sustancia del hermano: templan la cuerda al arco vigoroso;
tal madre hubo, que al hijo muy querido el peso de las mazas acrecientan,
al vientre le volvió do había salido. y el duro fresno de las astas tientan.
Digo, pues, que los bárbaros llegando La gente andaba ya de esta manera,
al valle de Purén, paterno suelo, con el son de las armas y bullicio,
las armas por entonces arrimando, que codiciosa comenzar espera
dieron lugar al tempestuoso cielo. el deseado bélico ejercicio:
En este tiempo, en estas partes, cuando juntáronse a la usada borrachera
el encogido invierno con su hielo (orden antigua y detestable vicio)
del todo apoderándose en la tierra la más ilustre gente y señalada
pone punto al discurso de la guerra. a dar definición en la jornada.
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»mas, porque estando Arauco tan vecino, »Bien os podéis volver luego con esto,
y fija en su favor la instable rueda, que sin duda en efecto lo pondremos,
la paz nos pareció mejor camino y sobre los cristianos, lo más presto
para que remediar todo se pueda; que se pueda dar orden, llegaremos;
ya que lo estrague el áspero destino, donde se mostrará bien manifiesto
tiempo para morir después nos queda; lo poco en que nosotros los tenemos;
pues no estarán los brazos tan cansados pero habéis de advertir con sabio modo
que no puedan abrir nuestros costados. que aviso se nos dé siempre de todo».
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Lautaro, gente y armas contrastando, Contra Ortiz revolvió con muestra airada,
en la fuerza el primero entrado había, que había muerto a Torquín, mozo animoso,
y muerto a dos soldados en entrando la maza alta, y la vista en él clavada,
que en suerte le cupieron aquel día. rompe por el tropel de armas furioso:
Lincoya iba hiriendo y derribando: no sé cuál fue la espada señalada
mas ¿quién podrá decir la bravería ni aquel brazo pujante y provechoso,
de Tucapel , que el cielo acometiera, que el mástil cercenó del araucano
si hallara algún camino o escalera? y dos dedos con él de la una mano.
No entró el fuerte por puerta ni por puente, Con el encendimiento que llevaba
antes con desenvuelto y diestro salto, no sintió la herida de repente;
libre el foso saltó ligeramente, mas cuando el brazo y golpe descargaba,
y estaba en un momento en lo más alto: que los dedos y maza faltar siente,
no le pudo seguir por allí gente, herida tigre hircana no es tan brava,
él solo de aquel lado dio el asalto; ni acosado león tan impaciente
mas, como si de mil fuera guardado, como el indio, que lleno de postema,
se arroja luego en medio del cercado. del cielo, infierno, tierra y mar blasfema.
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Sobre las puntas de los pies estriba, El grave Leucotón, no menos fuerte,
y en ellas la persona más levanta: con el valor que el cielo le concede,
el brazo cuanto puede atrás derriba, hiere, aturde, derriba y da la muerte,
y el trozo impele con violencia tanta que nadie en fuerza y ánimo le excede:
que a Ortiz, que alta la espada sobre él iba. no sé cómo a escribirlo todo acierte,
La celada y los cascos le quebranta, que mi cansada mano ya no puede
y del grave dolor desvanecido por tanta confusión llevar la pluma,
dio en el suelo de manos sin sentido. y así reduce mucho a breve suma.
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En esto un rumor súbito se siente Unos por los costados caen abiertos;
que los cóncavos cielos atronaba, otros de parte a parte atravesados;
y era que la vitoria abiertamente otros, que de su sangre están cubiertos,
por el bárbaro infiel se declaraba: se rinden a la muerte desangrados:
ya la española destrozada gente al fin, todos quedaron allí muertos,
al camino de Itata enderezaba, del riguroso hierro apedazados.
desamparando el suelo desdichado, Vamos tras los que aguijan los caballos,
de sangre y enemigos ocupado. que no haremos poco en alcanzallos.
Del todo a toda furia comenzando Quién por camino incierto, quién por senda
iban los españoles la huida, áspera, peligrosa y desusada,
siempre más el temor apresurando bate al caballo y dale suelta rienda,
con agudas espuelas la corrida; que el miedo es grande y grande la jornada:
sigue el alcance y valos aquejando el bárbaro escuadrón con grita horrenda
la bárbara canalla embravecida, por sierra, monte, llano y por cañada
envuelta en una espesa polvareda, las espaldas les iba calentando,
matando al que por flojo atrás se queda. hiriendo, dando muerte y derribando.
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Los que tienen caballos más ligeros «¡Jo!, ¡Jo! (les va gritando) espera!, espera!»
¡oh cuán de corazón son envidiados! Que más en castellano no sabía;
¡Qué poco se conocen compañeros pero en su natural lengua primera
de largo tiempo y amistad tratados! atrevidas injurias les decía.
No aprovechan promesas de dineros, Tres leguas los corrió de esta manera,
ni de bienes allí representados: que jamás de las colas se partía
Tanto el miedo ocupado los había por mucho que aguijasen los rocines,
que lugar la codicia aun no tenía; llamándolos infames y ruines.
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Aunque gran trecho aquel follón se aleja El tronco en el suelo húmido fijado,
del seguro montón y amigo bando, rodea el brazo dos veces, despidiendo
no por esto la dura empresa deja, el tosco y gran guijarro así arrojado,
antes más los persigue y va afrentando: que el monte retumbó del sordo estruendo;
con prestos pies y maza los aqueja, las ninfas por lo más sesgo del vado,
la nación española profazando las cristalinas aguas revolviendo,
en lenguaje araucano, que entendían sus doradas cabezas levantaron
los tres, que a más correr de él se desvían. y a ver el caso atentas se pararon.
No por áspero monte ni agria cuesta Viendo Alvarado a Rengo así orgulloso,
afloja el curso y animoso brío; de la soberbia tema ya impaciente,
antes cual correr suele sobre apuesta dice a los dos: «¡Oh caso vergonzoso,
tras las fieras el Puelche en desafío, que a tres nos siga un indio solamente
los corre, aflige, aprieta y los molesta; y triunfe de nosotros victorioso!
y a diez millas de alcance, por do un río No es bien que de españoles tal se cuente:
el camino atraviesa al mar corriendo, volvamos, y de aquí jamás pasemos
se fue en la húmida orilla deteniendo. si primero morir no le hacemos».
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Una larga carrera por la arena Con la gente araucana quiero andarme,
los tres a toda furia le siguieron, dichosa a la sazón y afortunada;
aunque en balde tomaron esta pena, y, como se acostumbra, desviarme
que el indio más corrió que ellos corrieron: de la parte vencida y desdichada:
faltos, no de intención, pero de lena, por donde tantos van quiero guiarme,
de cansados las riendas recogieron; siguiendo la carrera tan usada,
y en un áspero sitio y peligroso pues la costumbre y tiempo me convence,
les hizo rostro el bárbaro animoso. y todo el mundo es ya ¡viva quien vence!
Por espaldas tomó una gran quebrada, ¡Cuán usado es huir los abatidos
revolviendo a los tres con osadía, y seguir los soberbios levantados,
y a falta de la maza acostumbrada, de la instable Fortuna favoridos
a menudo la honda sacudía: para solo después ser derribados!
de allí con mofa, silbos y pedrada, Al cabo de estos favores, reducidos
sin poderle ofender, los ofendía, a su valor, son bienes emprestados
por ser aquel lugar despeñadero, que habremos de pagar con siete tanto,
y más que ellos el bárbaro ligero. como claro nos muestra el nuevo cnto.
Visto Alvarado serle así excusado
el fin de lo que tanto deseaba,
dejando libre al bárbaro esforzado,
que bien de mala gana se quedaba,
pasa otra vez el ya seguro vado,
y al usado camino se tornaba,
triste en ver que Fortuna por tal modo
se le mostraba adversa y dura en todo.
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Así a los nuestros esta vez siguieron Los juegos y ejercicios acabados,
hasta donde el alcance había cesado, para el valle de Arauco caminaron,
y desde allí la vuelta al pueblo dieron, do a las usadas fiestas los soldados
ya de los enemigos saqueado. de toda la provincia convocaron;
Que cuando hacer más daño no pudieron, fueron bastantes plazos señalados,
subiendo en los caballos que en el prado joyas de gran valor se pregonaron,
sueltos sin orden y gobierno andaban, de los que en ellas fuesen vencedores,
a sus dueños por juego remedaban. premios dignos de haber competidores.
Quién hace que combate, y quién huía, La fama de la fiesta iba corriendo
y quién tras el que huye va corriendo: más que los diligentes mensajeros,
quién finge que está muerto, y se tendía, en un término breve apercibiendo
quién correr procuraba no pudiendo: naturales, vecinos y extranjeros:
la alegre gente así se entretenía, gran multitud de gente concurriendo,
el trabajo importuno despidiendo, creció el número tanto de guerreros,
hasta que el sol rayaba los collados que ocupaban las tiendas forasteras
que el general llegó y los más soldados. los valles, montes, llanos y riberas.
Una solemne fiesta en este asiento Fue con solemne pompa referido
quiso Caupolicán que se hiciese, el orden de los precios, y el primero
donde del araucano ayuntamiento era un lustroso alfanje, guarnecido
la gente militar sola estuviese; por mano artificiosa de platero:
y con alegre muestra y gran contento, este premio fue allí constituido
sin que la popular se entremetiese, para aquel que con brazo más entero
en danzas, juegos, vicio y pasatiempo tirase una fornida y gruesa lanza,
allí se detuvieron algún tiempo. sobrando a los demás en la pujanza.
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Ninguno con seis brazas llegar pudo Salta Orompello, y por la turba hiende.
al tiro de Orompello señalado, Y aquel rumor, colérico, baraja,
hasta que Leucotón, varón membrudo, diciendo: «Aun no he perdido, ni se entiende
viendo que ya el probar había aflojado, de solo el primer tiro la ventaja».
dijo en voz alta: «De perder no dudo, Caupolicán la vara en esto tiende,
mas porque todos ya me habéis mirado, y a tiempo un encendido fuego ataja,
quiero ver de este brazo lo que puede que Tucapel al primo había acudido,
y a dó llegar mi estrella me concede». y otros con Leucotón se habían metido.
Esto dicho, la lanza requerida, Caupolicán, que estaba por juez puesto,
en ponerse en el puesto poco tarda; mostrándose imparcial, discretamente
y dando una ligera arremetida, la furia de Orompello aplaca presto
hizo muestra de sí fuerte y gallarda: con sabrosas palabras blandamente:
la lanza por los aires impelida y así, no se altercando más sobre esto,
sale cual gruesa bala de bombarda, conforme a la postura, justamente
o cual furioso trueno que, corriendo, a Leucotón, por más aventajado,
por las espesas nubes va rompiendo. le fue ceñido el corvo alfanje al lado.
Cuatro brazas pasó con raudo vuelo Acabada con esto la porfía,
de la señal y raya delantera; y Leucotón quedando victorioso,
rompiendo el hierro por el duro suelo, Orompello a una parte se desvía,
tiembla por largo espacio la asta fuera: del caso algo corrido y vergonzoso;
alza la turba un alarido al cielo, mas como sabio mozo lo encubría,
y de tropel con súbita carrera de verse en ocasiones deseoso
muchos a ver el tiro van corriendo, por do con Leucotón, y causa nueva,
la fuerza y tirador engrandeciendo. venir pudiese a más estrecha prueba.
Unos el largo trecho a pies medían Era Orompello mozo asaz valido,
y examinan el peso de la lanza, que desde su niñez fue muy brioso,
otros por maravilla encarecían manso, tratable, fácil, corregido,
del esforzado brazo la pujanza: y en ocasión metido, valeroso;
otros van por el precio, otros hacían de muchos en asiento preferido
al vencedor cantares de alabanza; por su esfuerzo y linaje generoso,
de Leucotón el nombre levantando hijo del venerable Mauropande,
le van en alta voz solemnizando. primo de Tucapel y amigo grande.
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Dada señal, con pasos ordenados Con gran fuerza los hombros sacudiendo
los dos gallardos bárbaros se mueven; se apareja a la lucha y desafío,
ya los viérades juntos, ya apartados, y al vencedor contrario apercibiendo
ora tienden el cuerpo, ora le embeben: le va a buscar con animoso brío:
por un lado y por otro recatados de la otra parte Cayeguán saliendo
se inquieren, cercan, buscan y remueven, en medio de aquel campo a su albedrío,
tientan, vuelven, revuelven y se apuntan, vienen los dos gallardos a juntarse,
y al cabo con gran ímpetu se juntan. procurando en la presa aventajarse.
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Sacáronle del campo sin sentido, De esta manera Rengo a Talco aferra,
y a su tienda en los hombros le llevaron: y, antes que a la defensa se prevenga,
todos la fuerza grande y el partido tan recio le apretó contra la tierra,
de Rengo en alta voz solemnizaron: que el lomo quebrantado lo derrenga:
pero cesando en esto aquel ruido, viéndolo pues así lo desaferra,
a sus asientos luego se tornaron, y a su puesto, esperando que otro venga,
porque vieron que Talco aparejado vuelve, dejando el campo con tal hecho
el puesto de la lucha había tomado. de su extremada fuerza satisfecho.
Fue este Talco de pruebas gran maestro, Mas no hubo en hombre allí tal osadía
de recios miembros y feroz semblante, que a contrastar al bárbaro se atreva;
diestro en la lucha y en las armas diestro, y así, porque la noche ya venía,
ligero y esforzado aunque arrogante; se difirió la comenzada prueba
y con todas las partes que aquí muestro, hasta que el carro del siguiente día
era Rengo más suelto y más pujante, alegrase los campos con luz nueva:
usado en los robustos ejercicios, sonando luego varios instrumentos,
que de ello su persona daba indicios. de las mesas hinchieron los asientos.
Talco se mueve y sale con presteza; Pues otro día, saliendo de su tienda
Rengo espaciosamente se movía; el hijo de Leocán, acompañado
fíase mucho el uno en la destreza, de gran gente, al lugar de la contienda
el otro en su vigor solo se fía: con altos instrumentos fue llevado:
en esto con extraña ligereza, Rengo, porque su fama más se extienda,
cuando menos cuidado en Talco había, dando una vuelta en torno del cercado
un gran salto dio Rengo no pensado, entró dentro con una bella muestra,
cogiendo al enemigo descuidado. y a mantener se puso la palestra.
De la suerte que el tigre cauteloso, Bien por dos horas Rengo tuvo el puesto
viendo venir lozano al suelto pardo, sin que nadie la plaza le pisase,
el cuello bajo, lerdo y perezoso, que no se vio soldado tan dispuesto
con ronco son se mueve a paso tardo, que, viéndole, el lugar vacío ocupase:
y en un instante súbito y furioso pero ya Leucotón mirando en esto,
salta sobre él con ímpetu gallardo, que, porque su valor más se notase,
y echándole la garra, así le aprieta, hasta ver el más fuerte había esperado,
que le oprime, le rinde y le sujeta: con grave paso entró en el estacado.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Juntándose los dos pechos con pechos, Había en la plaza un hoyo hacia el un lado,
van las últimas fuerzas apurando: engaste de un guijarro, y nuevamente
ya se afirman y tienden muy estrechos, estaba de su encaje levantado
ya se arrojan en torno volteando, por el concurso y huella de la gente:
ya los izquierdos, ya los pies derechos de esto el cansado Rengo no avisado,
se enclavijan y enredan, no bastando metió el pie dentro, y desgraciadamente,
cuanta fuerza se pone, estudio y arte, cual cae de la segur herido el pino,
a poder mejorarse alguna parte. con no menos estruendo a tierra vino.
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Siendo de esta manera sin ruido Juzgan ser desconformes los presentes
despartida la lucha ya enconada, las fuerzas de estos dos por la apariencia;
le fue a Rengo su honor restituido, viendo del uno el talle y los valientes
mas quedó sin derecho a la celada: niervos, edad perfecta y experiencia;
aun no estaba del todo definido, y del otro los miembros diferentes,
ni la plaza de gente despejada, la tierna edad y grata adolescencia;
cuando el mozo Orompello dijo presto: aunque a tal opinión contradecía
Mi vez ahora me toca, mío es el puesto. la muestra de Orompello y osadía:
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Cada cual del valor, destreza y maña «La joya es de Orompello, y quien bastante
usaba que en tal tiempo usar podía, se halle a reprobar el voto mío,
viendo el duro tesón y fuerza extraña en campo estamos, hágase adelante,
que en su recio adversario conocía: que en suma le desmiento y desafío».
revuélvanse los dos por la campaña, Leucotón con un término arrogante
sin conocerse en nadie mejoría; dice: «Yo amansaré tu loco brío
pero tanto de acá y de allá anduvieron y el vano orgullo y necio devaneo,
que ambos juntos a un tiempo en tierra dieron. que mucho tiempo ha ya que lo deseo».
Fue tan presto el caer, y en el momento «Conmigo lo has de haber, que comenzado
tan presto el levantarse, por manera, juego tenemos ya», dijo Orompello.
que se puede decir que el más atento, Responde Leucotón fiero y airado:
a mover la pestaña, no lo viera: «Contigo y con tu primo quiero habello».
ventaja ni señal de vencimiento Caupolicán en esto era llegado,
juzgarse por entonces no pudiera, que del supremo asiento, viendo aquello,
que Leucotón arrodilló en el llano había bajado a la sazón confuso,
y Orompello tocó sola una mano. y allí su autoridad toda interpuso.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Ruego y medios con él no valen nada «Mira, señor, que todo se aventura:
del hijo de Leocán ni de otra gente, mira que están los más ya diferentes:
diciendo que a Orompello la celada de Tucapel conoces la locura
le den por vencedor y más valiente: y la fuerza que tiene de parientes;
después, que en plaza franca y estacada lo que enmendar puede con cordura
con Leucotón le dejen libremente, no lo enmiendes con sangre de inocentes:
donde aquella disputa se decida, dale a Orompello el contendido precio,
perdiendo de los dos uno la vida. y otro al competidor de igual aprecio.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Y así el viejo eficaz los persuadiera, Salieron con que al hijo de Pillano
que en tal discordia y caso tan diviso, se cometiese el cargo deseado,
lo que el mundo universo no pudiera y el número de gente por su mano
pudo su discreción y buen aviso: fuese absolutamente señalado:
fuelos, pues, reduciendo de manera tal era la opinión del araucano
que vinieron a todo lo que quiso; y tal crédito y fama había alcanzado,
pero con condición que la celada que si asolar el cielo prometiera
por precio al Orompello fuese dada. crédito a la promesa se le diera.
Pues la rica celada allí traída Y entre la gente joven más granada
al ufano Orompello le fue puesta; fueron por él quinientos escogidos,
y una cuera de malla guarnecida mozos gallardos, de la vida airada,
de fino oro a la par vino con esta, por más bravos que prácticos tenidos:
y al mismo tiempo a Leucotón vestida. y hubo de otros por ir esta jornada
Todos conformes, en alegre fiesta tantos ruegos, protestos y partidos,
a las copiosas mesas se sentaron, que excusa no bastó ni impedimento
donde más la amistad confederaron. a no exceder la copia en otros ciento.
Acabado el comer, lo que del día Los que Lautaro escoge son soldados
les quedaba, las mesas levantadas, amigos de inquietud, facinerosos,
se pasó en regocijo y alegría, en el duro trabajo ejercitados,
tegiendo en corros danzas siempre usadas, perversos, disolutos, sediciosos,
donde un número grande intervenía a cualquiera maldad determinados,
de mozos y mujeres festejadas; de presas y ganancias codiciosos,
que las pruebas cesaron y ocasiones homicidas, sangrientos, temerarios,
atento a no mover nuevas cuestiones. ladrones, bandoleros y cosarios.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Con esta buena gente caminaba Votos hay que saliesen al camino,
hasta Maule de paz atravesando, éstos son de los jóvenes briosos;
y las tierras, después, por do pasaba otros que era imprudencia y desatino,
iba a fuego y a sangre sujetando: por los pasos y sitios peligrosos:
todo sin resistir se le allanaba, a todo con presteza se previno,
poniéndose debajo de su mando; que de grandes reparos ingeniosos
los caciques le ofrecen francamente el pueblo fortalecen, y en un punto
servicio, armas, comida, ropa y gente. despachan corredores todo junto;
No paran, con la gana que tenían Por no haber caso en esto señalado,
de venir con los nuestros a la prueba, abrevio con decir que se partieron,
los indios comarcanos que huían y al cuarto día con ánimo esforzado,
llevan a la ciudad la triste nueva: sobre el campo enemigo amanecieron:
rumores y alborotos se movían, trabóse el juego y no duró trabado,
el bélico bullicio se renueva, que los bárbaros luego les rompieron;
aunque algunos que el caso contemplaban y todos con cuidado y pies ligeros
a tales nuevas crédito no daban. revolvieron a ser los mensajeros.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Cuentan que levantado un muro había Media legua pequeña elige un puesto,
adonde con sus bárbaros se acoge, de donde estaba el bárbaro alojado,
y que infinita gente le acudía, en el lugar mejor y más dispuesto,
de la cual la más diestra y fuerte escoge: y allí por ver la noche ha reparado:
también que bastimentos cada día estaba a cualquier trance y rumor presto,
y cantidad de munición recoge, de guardia y centinelas rodeado,
afirmando por cierto, fuera de esto, cuando, sin entender la cosa cierta,
que sobre la ciudad llegará presto. gritaban: «¡Arma!, ¡arma!; ¡alerta!, ¡alerta!»
Quien incrédulo de ello antes estaba, Esto fue que Lautaro había sabido
teniendo allí el venir por desvarío, como allí nuestra gente era llegada,
a tan clara señal crédito daba, que después de la haber reconocido
helándole la sangre un miedo frío: por su misma persona y numerada,
Quién de pura congoja trasudaba, volvióse sin de nadie ser sentido;
que de Lautaro ya conoce el brío; y mostrando estimarlo todo en nada,
quién con ardiente y animoso pecho hizo de los caballos que tenía
bramaba por venir más presto al hecho. soltar el de más furia y lozanía.
Este, sin más tardar, tomó el camino Diez caballos, Señor, había ganado
en demanda del bárbaro Lautaro, en la refriega y última revuelta:
y el cargo que tan loco desatino el mejor ensillado y enfrenado,
como es venir allí le cueste caro: porque diese el aviso cierto, suelta:
diose tal prisa a andar que presto vino siendo el feroz caballo amenazado,
a la corva ribera del río claro, hacia el campo español toma la vuelta
que vuelve atrás en círculo gran trecho; al rastro y al olor de los caballos,
después hasta la mar corre derecho. y esta fue la ocasión de alborotallos.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Venía con un rumor y furia tanta, Era el orden así, que acometiendo
que dio más fuerza al arma y mayor fuego; la plaza, al tiempo del herir volviesen
la gente recatada se levanta las espaldas los bárbaros huyendo,
con sobresalto y gran desasosiego: porque dentro los nuestros se metiesen:
el escándalo tanto no fue cuanta y algunos por de fuera revolviendo,
era después la burla, risa y juego, antes que los cristianos se advirtiesen,
de ver que un animal de tal manera ocuparles las puertas del cercado,
en arma y alboroto los pusiera. y combatir allí a campo cerrado.
Pasaron sin dormir la noche en esto, Con tal ardid los indios aguardaban
hasta el nuevo apuntar de la mañana, a la gente española que venía;
que, con ánimo y firme presupuesto y en viéndola asomar, la saludaban
de vencer o morir de buena gana, alzando una terrible vocería:
salen del sitio y alojado puesto soberbios desde allí la amenazaban
contra la gente bárbara araucana; con audacia, desprecio y bizarría,
que no menos estaba acodiciada quién la fornida pica blandeando,
del venir al efecto de la espada. quién la maza ferrada levantando.
Un edicto Lautaro puesto había Como toros que van a ser lidiados,
que quien fuera del muro un paso diese, cuando aquellos que cerca los desean,
como por crimen grave y rebeldía, con silbos y rumor de los tablados,
sin otra información luego muriese: seguros del peligro, los torean,
así, el temor frenando a la osadía, y en su daño los hierros amolados
por más que la ocasión la conmoviese sin miedo amenazándolos blandean;
las riendas no rompió de la obediencia así la gente bárbara araucana
ni el ímpetu pasó de su licencia. del muro amenazaba a la cristiana.
Del muro estaba el bárbaro cubierto, Los españoles, siempre con semblante
no dejando salir soldado fuera; de parecerles poca aquella caza,
quiere que su partido sea más cierto, paso a paso caminan adelante,
encerrando a los nuestros, de manera pensando de allanar la fuerte plaza,
que no les aproveche en campo abierto en alta voz diciendo: «No es bastante
de ligeros caballos la carrera, el muro, ni la pica y dura maza
mas solo ánimo, esfuerzo y entereza, a estorbaros la muerte merecida
y la virtud del brazo y fortaleza. por la gran desvergüenza cometida».
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Llegados de la fuerza poco trecho, Como por sesgo mar del manso viento
reconocida bien por cada parte, siguen las graves olas el camino
pónenle el rostro, y sin torcer, derecho y con furioso y recio movimiento
asaltan el fosado baluarte: salta el contrario Coro repentino,
por acabado tienen aquel hecho: que las arenas del profundo asiento
de los bárbaros huye la más parte, las saca arriba en turbio remolino,
ganan las puertas francas con gran gloria; y, las hinchadas olas revolviendo,
cantando en altas voces la vitoria. al tempestuoso Coro van siguiendo.
Como corre el caballo cuando ha olido Mas como un caudaloso río de fama,
las yeguas que atrás quedan y querencia, la presa y palizada desatando,
que allí el intento inclina y el sentido, por inculto camino se derrama,
gime y relincha con celosa ausencia, los arraigados troncos arrancando;
afloja el curso, atrás tiende el oído, cuando con desfrenado curso brama,
alerto a si el señor le da licencia, cuanto topa delante arrebatando,
que a dar la vuelta aun no le ha señalado, y los duros peñascos enterrados
cuando sobre los pies ha volteado; por las furiosas aguas son llevados;
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
De más priesa y con pies más desenvueltos Estaba así impaciente y enojado,
los sueltos españoles que a la entrada, que mirarle a la cara nadie osaba,
en una polvorosa nube envueltos y al pabellón él solo retirado
salen del cerco estrecho y palizada: un nuevo edicto publicar mandaba,
entre ellos van los bárbaros revueltos, que guerrero ninguno fuese osado
una gente con otra amontonada, salir un paso fuera de la cava,
que sin perder un punto se herían aunque los españoles revolviesen
de manos y de pies como podían. y mil veces el fuerte acometiesen.
Los españoles sin parar corriendo »Esta los fieros ánimos reprime,
libre la plaza a los contrarios dejan, y a los flacos y débiles esfuerza:
que la fortuna próspera siguiendo las cervices indómitas oprime
con prestos pies y manos los aquejan: y las hace domésticas por fuerza:
pero los nuestros, el morir temiendo, esta el honor y pérdidas redime,
siempre alargan el paso y más se alejan, y la sazón a usar de ella nos fuerza;
deteniendo a las veces flojamente que la industria solícita y fortuna
la gran furia y pujanza de la gente. tienen conformidad y andan a una.
Bien una legua larga habían corrido »Cumple partir de aquí, muestras haciendo
a toda furia por la seca arena; que solo de temor nos retiramos,
solo Lautaro no los ha seguido, y asegurar los españoles, viendo
lleno de enojo y de rabiosa pena: cómo el honor y campo les dejamos;
viendo el poco sostén del mal regido que después a su tiempo revolviendo
campo, tan recio el rico cuerno suena, haremos lo que así dificultamos,
que los más delanteros los sintieron, teniendo ellos el llano, y por guarida
y al son, sin más correr, se retrujeron. vecina la ciudad fortalecida».
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
El hijo de Pillán esto decía, Por las puertas y frente y por los lados
cuando asomaba el bando castellano, el muro se combate y se defiende;
que con esfuerzo nuevo y osadía allí corren con priesa amontonados
quiere probar segunda vez la mano. adonde más peligro haber se entiende:
Fue tanto el alborozo y alegría allí con prestos golpes esforzados
de los bárbaros viendo por el llano a su enemigo cada cual ofende
aparecer los nuestros, que al momento con furia tan terrible y fuerza dura
gritan y baten palmas de contento. que poco importa escudo ni armadura.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Dos días los españoles estuvieron »¿Qué intento os mueve o qué furor insano,
haciendo de los bravos aguardando; que así queréis tiranizar la tierra?
pero jamás los bárbaros vinieron, ¿No veis que todo ahora está en mi mano,
ni gente pareció del otro bando: el bien vuestro y el mal, la paz, la guerra?
al fin dos de los nuestros se atrevieron ¿No veis que el nombre y crédito araucano
a ver el fuerte y cerca de él llegando, los levantados ánimos atierra?
oyeron una voz alta del muro ¿Que solo el son al mundo pone miedo
diciéndoles: «Llegaos, que os doy seguro». y quebranta las fuerzas y el denuedo?
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
»También doce caballos poderosos »Que, para que no andéis tan al seguro,
nuevos y ricamente enjaezados, acuerdo de tener también caballos,
domésticos, ligeros y furiosos, y de imponer mis súbditos procuro
debajo de la rienda concertados: a saberlos tratar y gobernallos».
y seis diestros lebreles animosos Esto dijo Lautaro y desde el muro
en la caza me habéis de dar cebados: a seis dispuestos mozos sus vasallos
este solo tributo estorbaría mandó que en seis caballos cabalgasen,
lo que estorbar el mundo no podría». y por delante de él los paseasen.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Por las dos puentes, a la vez caladas, El español le dijo: «Yo te digo
salieron a caballo seis chilcanos, que mi honor en tal caso no consiente
pintadas y anchas dargas embrazadas, darles uno por uno su castigo,
gruesas lanzas terciadas en las manos; porque jamás se diga entre la gente
vestidas fuertes cotas, y tocadas que cuerpo a cuerpo bárbaro conmigo
las cabezas al modo de africanos, en campo osase entrar singularmente:
mantos por las caderas derribados, por tanto, si no quieres lo que pido,
los brazos hasta el codo arremangados: no quiero yo aceptar otro partido».
«En vano, ¡oh capitán! cierto trabaja »Tengo mi gente triste y afligida,
quien pretende con fieros espantarme; con gran necesidad de bastimento,
no estimo lo que ves en una paja, que me falta del todo la comida
ni alardes pueden punto amedrentarme: por orden mala y poco regimiento:
y por mostrar si temo la ventaja, pues la tenéis de sobra recogida,
yo solo con los seis quiero probarme, haced un liberal repartimiento
do verás que a seis mil seré bastante: proveyéndonos de ella, que a mi cuenta
vengan luego a la prueba aquí delante». más la gloria y honor vuestro acrecienta:
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Era, Señor, su intento que pensase Aun no era bien la nueva luz llegada,
ser la necesidad, fingida, cierta, cuando luego los bárbaros supieron
para que nuestra gente se animase, la súbita partida y retirada,
de industria abriendo aquella falsa puerta; que no con poca muestra lo sintieron,
y con esto inducirla a que esperase, viendo claro que al fin de la jornada
teniendo así su astucia más cubierta, por un espacio breve no pudieron
hasta que el fin llegase deseado hacer en los cristianos tal matanza
del cauteloso engaño fabricado. que nadie de ellos más tomara lanza.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Triste por la partida y con despecho »Yo juro al infernal poder eterno,
la fuerza desampara el mismo día, si la muerte en un año no me atierra,
y el camino de Arauco más derecho, de echar de Chile el español gobierno,
marcha con su escuadrón de infantería: y de sangre empapar toda la tierra:
Revuelve y traza en el cuidoso pecho ni mudanza, calor, ni crudo invierno
diversas cosas, y en ninguna había podrán romper el hilo de la guerra,
el consuelo y disculpa que buscaba, y dentro del profundo reino escuro
y entre sí razonando suspiraba. no se verá español de mí seguro».
»Mientras que yo con tan lucida gente En esto le parece que aflojaba
ver el muro español aun no he podido, la cuerda del dolor, que a veces tanto
la luna ya tres veces frente a frente con grave y dura afrenta le apretaba
ha visto nuestro campo mal regido: que de perder el seso estuvo a CANTO:
y el carro de Faetón resplandeciente así el feroz Lautaro caminaba,
del Escorpio al Acuario ha discurrido; y al fin de tres jornadas entretanto
y al fin damos la vuelta maltratados que esperado tiempo se avecina,
con pérdida de más de cien soldados. se aloja en una vega a la marina;
»Si con morir tuviese confianza junto adonde con recio movimiento
que una vergüenza tal se colorase, baja de un monte Itata caudaloso,
haría a mi inútil brazo que esta lanza atravesando aquel umbroso asiento
el débil corazón me atravesase; con sesgo curso, grave y espacioso:
pero daría de mí mayor venganza los árboles provocan a contento,
y gloria al enemigo, si pensase el viento sopla allí más amoroso,
que temí más su brazo poderoso burlando con las tiernas florecillas,
que el flaco mío cobarde y temeroso. rojas, azules, blancas y amarillas.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Fue un tiempo de españoles; pero había »Mas no es solo con ánimo adquirida
la prometida fe ya quebrantado, una cosa difícil y pesada:
viendo que la fortuna parecía ¿qué aprovecha el esfuerzo sin medida,
declarada de parte del Estado; si tenemos la fuerza limitada?
el cual veinte y dos leguas contenía, Mas esta, aunque con límite, regida
este era su distrito señalado; por industrioso ingenio y gobernada,
pero tan grande crédito alcanzaba de duras y de muy dificultosas
que toda la nación le respetaba. hace llanas y fáciles las cosas.
Pues la flor del Estado deseando »Como en este negocio y gran jornada
estaba al tardo tiempo en esta vega, con tanto esfuerzo así nos destruimos,
tardo para quien gusto está esperando; fue porque no miramos jamás nada
que al que no espera bien, bien presto llega: sino al ciego apetito a quién seguimos:
pero, el tiempo y sazón apresurando, que a no perder, por furia anticipada,
a sus valientes bárbaros congrega, el tiempo y coyuntura que tuvimos,
y antes que se metiesen en la vía, no quedara español ni cosa alguna
estas breves razones les decía. a la disposición de la fortuna.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
»Y, pues volvemos ya donde se muestra Con la priesa que dio, dentro metido,
nuestro poco valor, por mal regidos, y ser dispuesto el sitio y reparado,
en fe que habéis de ser, alzo la diestra, fue en breve aquel lugar fortalecido,
en el primer honor restituidos, de foso y fuerte muro rodeado:
o el campo regará la sangre nuestra, Gente a la fama de esto había acudido,
y habemos de quedar en él tendidos codiciosa del robo deseado:
por pasto de las brutas bestias fieras, forzoso me es pasar de aquí corriendo
y de las sucias aves carniceras». que siento en nuestro pueblo un gran estruendo.
Con esto fue la plática acabada Sábese en la ciudad por cosa cierta
y la trompeta a levantar tocando, que a toda furia el hijo de Pillano,
dieron nuevo principio a su jornada, guiando un escuadrón de gente experta,
con la usada presteza caminando: viene sobre ella con armada mano:
yendo así, al descubrir de una ensenada, el súbito temor puso en alerta
por Mataquito a la derecha entrando, y confusión al pueblo castellano;
un bárbaro encontraron por la vía, mas la sangre, que el miedo helado había,
que del pueblo les dijo que venía. de un ardiente coraje se encendía.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Cuando la alegre y fresca aurora vino, Sin temor dice el bárbaro: «Yo juro
y él la nueva jornada comenzaba, en menos de una noche de llevarte
al calar de una loma, en el camino por difícil camino, aunque seguro;
un comarcano bárbaro encontraba, de esta palabra puedes confiarte:
el cual le dio la nueva del vecino de Lautaro después no te aseguro,
campo y razón de cuanto en él pasaba; ni tu gente y amigos serán parte
que todo bien el mozo lo sabía, a que, si vais allá, no os coja a todos
como aquel que a robar de allá venía. y os dé civiles muertes de mil modos».
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Pues otro día allí juntos, se dejaron Si causa me incitó a que yo escribiese
ir por do quiso el bárbaro guiallos, con mi pobre talento y torpe pluma,
y en la cerrada noche no cesaron fue que tanto valor no pereciese,
de afligir con espuelas los caballos. ni el tiempo injustamente lo consuma:
Después se contará lo que pasaron, que el mostrarme yo sabio me moviese,
que cumple por ahora aquí dejallos ninguno que lo fuere lo presuma;
por decir la venida en esta tierra que, cierto, bien entiendo mi pobreza,
de quien dio nuevas fuerzas a la guerra. y de las flacas sienes la estrecha.
Pues que, en autoridad de lo que digo, Que aunque la barba el rostro no ha ocupado,
vemos que hay tanta sangre derramada, y la pluma a escribir tanto se atreve
prosiguiendo adelante, yo me obligo, que de crédito estoy necesitado,
que irá la historia más autorizada; pues tan poco a mis años se le debe;
podré ya discurrir como testigo, espero que será, Señor, mirado
que fui presente a toda la jornada, el celo justo y causa que me mueve:
sin cegarme pasión, de la cual huyo, y esto y la voluntad se tome en cuenta
ni quitar a ninguno lo que es suyo. para que algún error se me consienta.
Pisada en esta tierra no han pisado Quiero dejar a Arauco por un rato;
que no haya por mis pies sido medida; que para mi discurso es importante
golpe ni cuchillada no se ha dado, lo que forzado aquí del Perú trato,
que no diga de quién es la herida; aunque de su comarca es bien distante:
de las pocas que di estoy disculpado, y para que se entienda más barato,
pues tanto por mirar embebecida y con facilidad lo de adelante,
truje la mente en esto y ocupada, si Lautaro me deja, diré en breve
que se olvidaba el brazo de la espada. la gente que en su daño ahora se mueve.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Oliendo el virrey nuevo las pasiones pues cuando con el tiempo ya pensaron
y maldades por uso introducidas, que estaban sus insultos encubiertos,
el ánimo dispuesto a alteraciones, en público pregón se renovaron,
en leal apariencia entretejidas; y fueron con castigo descubiertos:
los agravios, insultos y traiciones, que casi en los más pueblos que pecaron
con tanta desvergüenza cometidas; amanecieron en un tiempo muertos
viendo, que aun el tirano no hedía, aquellos que con más poder y mano
que, aunque muerto, de fresco se bullía; habían seguido el bando del tirano.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
A quien hallaba culpa conocida, Fue hecho tan sagaz, grande y osado,
del Perú le destierra en penitencia, que pocos con razón le van delante,
que es entre ellos la afrenta más sentida asaz en estos tiempos celebrado,
y que más examina la paciencia: y a los ánimos sueltos importante;
el justo de ejemplar y llana vida, por él quedó el Perú atemorizado,
temeroso escudriña la conciencia, temerario, rebelde y arrogante,
viendo el rigor de la justicia airada, y a la justicia el paso más seguro,
que ya desenvainado había la espada. con mayor esperanza en lo futuro.
Esto puso suspensa más la gente; Quien antes no pensaba estar contento
la causa del destierro no sabiendo, con veinte o treinta mil pesos de renta,
no entiende si es injusta o justamente; enfrena de tal suerte el pensamiento
solo sabe callar y estar tremiendo: que solo con la vida se contenta:
teme la furia y el rigor presente después hizo el marqués repartimiento
y a inquirir la razón no se atreviendo, entre los beneméritos de cuenta,
tiende a cualquier rumor atento oído; para esforzar los ánimos caídos
mas no puede sentir más del ruido. y dar mayor tormento a los perdidos.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
¡Oh vano error! ¡Oh necio desconcierto, Cualquier rumor, cualquiera voz le espanta,
del torpe que con ánimo ignorante cualquier secreto piensa que es negarle:
no mira en el peligro y paso incierto si el brazo mueve alguno y lo levanta
las pisadas de aquel que va delante, piensa el triste que fue para matarle:
teniendo, a costa ajena, ejemplo cierto, la soga arrastra, el lazo a la garganta:
que el brazo del amigo más constante ¿qué confianza puede asegurarle?
ha de esparcir su sangre en su disculpa, pues mal el que negar al rey procura
lavando allí la espada de la culpa! tendrá con un tirano fe segura.
que le asome fortuna algún contento, De un paso en otro paso voy saliendo
¡con cuántos sinsabores va mezclado! del discurso y materia que seguía;
aquel recelo, aquel desabrimiento, pero aunque vaya ciego discurriendo
aquel triste vivir tan recatado: por caminos más ásperos sin guía,
traga el duro morir cada momento, del encendido Marte el son horrendo
témese del que está más confiado: me hará que atine a la derecha vía;
que la vida antes libre y amparada y así seguro de esto y confiado
está sujeta ya a cualquiera espada. me atrevo a reposar, que estoy cansado.
Negando al rey la deuda y obediencia,
se somete al más mínimo soldado,
poniendo en contentarle diligencia,
con gran miedo y solícito cuidado;
y aquellos más amigos en presencia,
las lanzas le enderezan al costado,
y sobre la cabeza aparejadas
le están amenazando mil espadas.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Fue su llorada muerte asaz sentida, »Y pues hay tanta falta de guerreros,
y más el sentimiento acrecentaba haciendo esta jornada don García,
ver el gobierno y tierra tan perdida se moverá el común y caballeros,
que cada uno por sí se gobernaba: alegres de llevar tan buena guía:
andaba la discordia ya encendida, y lo que no podrán muchos dineros
la ambición del mandar se desmandaba; podrá el amor y buena compañía,
al fin, es imposible que acaezca o la vergüenza y miedo de enojarte,
que un cuerpo sin cabeza permanezca. o su propio interés en agradarte».
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Uno se ofrece allí y otro se ofrece, Cosa de estas yo pienso que ninguna
así gran gente en número se mueve, os puede derribar de vuestro estado;
y aquel que no lo hace, le parece mas tiéndeme dudoso sola una,
que falta y no responde a lo que debe: que nadie de ella ha sido reservado:
hasta en cansados viejos reverdece ésta es la usada vuelta de fortuna,
el ardor juvenil, y se remueve que siempre alegre rostro os ha mostrado,
el flaco humor y sangre casi helada y es inconstante, falsa y variable,
con el alegre son de esta jornada. en el mal firme, y en el bien mudable.
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Alegres los estómagos, contentos Mas presto por la popa el Guarco vimos,
fuimos a la marina conducidos, con Chinca de otro bordo emparejando;
a do de verdes ramos y ornamentos en alta mar tras éstos nos metimos
estaban los bateles prevenidos; sobre la Nasca fértil arribando;
y al son de varios y altos instrumentos, y al esforzado Noto resistimos,
de los caros amigos despedidos, su furia y bravas olas contrastando,
en los ligeros barcos nos metemos, no bastando los recios movimientos
dando a un tiempo con fuerza al mar los remos. de dos tan poderosos elementos.
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que estaba con su escuadra de guerreros Ella en esto soltó la voz turbada,
en el sitio que dije recogido, diciendo: «¡Ay, que he soñado también cuanto
y de foso, fajina y de maderos de mi dicha temí, y es ya llegada
le había en breve sazón fortalecido. la fin tuya y principio de mi llanto!
Tenía dentro soldados forasteros Mas no podré ya ser tan desdichada,
que a fama de la guerra habían venido, ni fortuna conmigo podrá tanto,
reparos, bastimentos, y otras cosas que no corte y ataje con la muerte
para el lugar y tiempo provechosas. el áspero camino de mi suerte.
Sola una senda este lugar tenía »Trabaje por mostrárseme terrible
de alertas centinelas ocupada; y del tálamo alegre derribarme,
otra ni rastro alguno no lo había, que, si revuelve y hace lo posible,
por ser casi la tierra despoblada: de ti no es poderosa de apartarme:
aquella noche el bárbaro dormía aunque el golpe que espero es insufrible,
con la bella Guacolda enamorada, podré con otro luego remediarme,
a quien él de encendido amor amaba, que no caerá tu cuerpo en tierra frío
y ella por él no menos se abrazaba. cuando estará en el suelo muerto el mío».
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El hijo de Pillán con lazo estrecho Ella menos segura y más llorosa
los brazos por el cuello le ceñía: del cuello de Lautaro se colgaba,
de lágrimas bañando el blanco pecho, y con piadosos ojos lastimosa
en nuevo amor ardiendo respondía: boca con boca así le conjuraba:
«No lo tengáis, señora, por tan hecho, «Si aquella voluntad pura, amorosa,
ni turbéis con agüeros mi alegría que libre os di cuando más libre estaba,
y aquel gozoso estado en que me veo, y de ello el alto cielo es buen testigo,
pues libre en estos brazos os poseo. algo puede, señor, y dulce amigo;
»Siento el veros así imaginativa, »por ella os juro y por aquel tormento
no porque yo me juzgue peligroso; que sentí cuando vos de mí os partistes,
mas la llaga de amor está tan viva, y por la fe, si no la llevo el viento,
que estoy de lo imposible receloso: que allí con tantas lágrimas me distes,
si vos queréis, señora, que yo viva, que a lo menos me deis este contento,
¿quién a darme la muerte es poderoso? si alguna vez de mí ya lo tuvistes,
Mi vida está sujeta a vuestras manos y es que os vistáis las armas prestamente,
y no a todo el poder de los humanos. y al muro asista en orden vuestra gente».
»Cuanto más que, teniéndoos a mi lado, «¡Ay de mí! que de vos yo satisfecha,
no tengo que temer ni daño espero: dice Guacolda, estoy, más no segura;
no os dé un sueño, señora, tal cuidado, ¿ser vuestro brazo fuerte qué aprovecha
pues no os lo puede dar lo verdadero: si es más fuerte y mayor mi desventura?
que ya a poner estoy acostumbrado Mas ya que salga cierta mi sospecha,
mi fortuna a mayor despeñadero; el mismo amor que os tengo me asegura
en más peligros que este me he metido, que la espada que hará el apartamiento,
y de ellos con honor siempre he salido». hará que vaya en vuestro seguimiento.
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De ninguno fue visto ni sentido; No esperaron los nuestros más, que en viendo
la causa era la noche ser escura, ser ya tiempo de darles el asalto,
y haber las centinelas desmentido de súbito levantan un estruendo
por parte descuidada por segura: con soberbio alarido horrendo y alto;
caballo no relincha, ni hay ruido, y en tropel ordenado arremetiendo
que está ya de su parte la ventura; al fuerte van a dar de sobresalto;
esta hace las bestias avisadas, al fuerte más de sueño bastecido
y a las personas bestias descuidadas. que al presente peligro apercibido.
Cuando ya las tinieblas y aire escuro Como los malhechores que en su oficio
con la esperada luz se adelgazaban, jamás pueden hallar parte segura,
las centinelas puestas por el muro por ser la condición propia del vicio
al nuevo día de lejos saludaban: temer cualquier fortuna y desventura,
y pensando tener campo seguro que no sienten tan presto algún bullicio
también a descansar se retiraban; cuando el castigo y mal se les figura,
quedando mudo el fuerte, y los soldados y corren a las armas y defensa,
en vino y dulce sueño sepultados. según que cada cual valerse piensa;
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Lautaro a la sazón, según se entiende, Por el siniestro lado, ¡oh dura suerte!
con la gentil Guacolda razonaba; rompe la cruda punta, y tan derecho,
asegúrala, esfuerza y reprehende que pasa el corazón más bravo y fuerte
de la desconfianza que mostraba: que jamás se encerró en humano pecho;
ella razón no admite y más se ofende, de tal tiro quedó ufana la muerte,
que aquello mayor pena le causaba, viendo de un solo golpe tan gran hecho;
rompiendo el tierno punto en sus amores y, usurpando la gloria al homicida,
el duro son de trompas y atambores. se atribuye a la muerte está herida.
Mas no salta con tanta ligereza Tanto rigor la aguda flecha trujo
el mísero avariento enriquecido, que al bárbaro tendió sobre la arena,
que siempre está pensando en su riqueza, abriendo puerta a un abundante flujo
si siente de ladrón algún ruido, de negra sangre por copiosa vena:
ni madre así acudió con tal presteza del rostro la color se le retrujo,
al grito de su hijo muy querido, los ojos tuerce, y con rabiosa pena
temiéndole de alguna bestia fiera, la alma, del mortal cuerpo desatada,
como Lautaro al son y voz primera. bajó furiosa a la infernal morada.
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la baja y vil canalla, acostumbrada que a dos manos la maza aprieta fuerte,
a rendirse al temor de aquella suerte, y con furia mayor la gobernaba:
por ciega senda, inculta y desusada, bien se puede llamar de triste suerte
rompe el camino y desampara el fuerte, aquel que el fiero bárbaro alcanzaba:
acá y allá corriendo derramada; con la rabia postrera de la muerte,
y era tan grande el miedo de la muerte, una vez el ferrado leño alzaba;
que al más valiente y bravo se le antoja mas faltole la vida en aquel punto,
ver un fiero español tras cada hoja. cayendo cuerpo y maza todo junto.
Pero aquellos que nunca el miedo pudo Aunque la muerte en medio del camino
hacerlos con peligros de su bando, le quebrantó el furor con que venía,
poniendo osado pecho por escudo, un valiente español a tierra vino
están la antigua riña averiguando. del peso y movimiento que traía:
La desnuda cabeza del agudo mas luego puesto en pie, con desatino
cuchillo no se ve estar rehusando, hacia el lugar del dañador volvía,
ni rehúsa la espada la siniestra, y viendo el cuerpo muerto dar en tierra
ejercitando el uso de la diestra; pensando que era vivo con él cierra:
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Traía la espada en esto Diego Cano La gente una con otra así se cierra,
tinta de sangre, y con Picol se junta: que aun no daban lugar a las espadas,
haciendo atrás la rigurosa mano apenas los mortales van a tierra,
el pecho le barrena de una punta: cuando estaban sus plazas ocupadas:
turbado de la muerte el araucano Unos por cima de otros se dan guerra,
cayó en tierra, la cara ya difunta, enhiestas las personas y empinadas;
bascoso, revolviéndose en el lodo, y de modo a las veces se apretaban,
hasta que la alma despidió del todo. que a meter por la espada se ayudaban.
De dos golpes Hernando de Alvarado Las armas con tal rabia y fuerza esgrimen,
dio con el suelto Talco en tierra muerto; que los más de los golpes son mortales,
pero fue mal herido por un lado y los que no lo son, así se imprimen
del gallardo Guacoldo en descubierto: que dejan para siempre las señales:
estuvo el español algo atronado; todos al descargar los brazos gimen;
mas del atronamiento ya despierto, mas salen los efectos desiguales;
corriendo al fuerte bárbaro derecho que los unos topaban duro acero,
la espada le escondió dentro del pecho. los otros al desnudo y blando cuero.
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Mas antes Pon con una flecha presta Por partes más de diez le iba manando
hirió al caballo en medio de la frente; la sangre, de la cual cubierto andaba;
empínase el caballo, el cuello enhiesta, pero no desfallece, antes bramando,
al freno y a la espuela inobediente; con más fuerza y rigor los golpes daba:
y entre los brazos la cabeza puesta, ligero corre acá y allá saltando,
sacude el lomo y piernas impaciente: arneses y celadas abollaba;
rendido Villagrán al duro hado, hunde las altas crestas, rompe sesos,
desocupó el arzón y ocupó el prado. muele los nervios, carne y duros huesos.
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Tras esto el diestro bárbaro rodea Pues como tal lo vio, suelta la maza,
la poderosa maza, de manera cerrando el presto bárbaro de hecho,
que acertarle de lleno, no al Andrea, y cuerpo a cuerpo así con él se abraza,
pero un duro peñasco deshiciera. que le imprime las mallas en el pecho;
Igual andaba entre ellos la pelea, no por esto el lombardo se embaraza,
aunque temo yo a Rengo a la primera mas piensa de él así haber más derecho,
vez que el cuchillo baje, si le halla, y con brazos durísimos lo aferra,
que habrá fin con su muerte la batalla. creyendo levantarlo de la tierra.
Mas con destreza y gran reportamiento, Lo que el valiente Alcides hizo a Anteo
desnudo de armas y de esfuerzo armado, quiso el nuestro hacer del araucano;
entra, sale y revuelve como el viento, mas no salió fortuna a su deseo,
que en maña y ligereza era extremado: y así el deseado efecto salió en vano:
hace siempre su golpe, y al momento que el esforzado Rengo de un rodeo
le halla el enemigo así apartado, lo lleva largo trecho por el llano,
que aunque el cuchillo de dos brazas fuera, sobre los cuerpos muertos tropezando,
alcanzar a herirle no pudiera. siempre con más furor sobre él cargando.
Mil golpes por el aire arroja en vano Andrea, de empacho ardiendo en rabia viva,
el furioso italiano embravecido, sintiéndose de un hombre así apurado,
viendo cómo desnudo un araucano firme en el suelo con los pies estriba,
y él armado, le tiene en tal partido: cobrando esfuerzo del honor sacado,
la izquierda junta a la derecha mano, y de manera sobre Rengo arriba
y apretando la espada, de corrido que de tierra lo lleva levantado,
al bárbaro arremete, altos los brazos, que era de fuerza grande y de gran prueba,
pensando dividirle en dos pedazos. bastante a comportar la carga nueva.
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Aconteció otras veces, barqueando Con presteza una vez tal golpe asienta
ríos en esta tierra caudalosos, al valiente cristiano por un lado,
ir la corriente el ímpetu esforzando que toda la persona le atormenta,
a desbravar en riscos peñascosos, según que fue de fuerza muy cargado:
arrebatando el barco, no bastando otro redobla, y otro, y a mi cuenta
la fuerza de los remos presurosos, al cuarto, que bajaba más pesado,
y él, cubierto de malla como estaba, el astuto italiano se desvía,
luego animoso al agua se arrojaba; y de una punta al bárbaro hería.
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Pero vuelto en su acuerdo, que se mira Crino, que volvió el rostro al gran ruido
lleno de sangre y puesto en tal estado, del poderoso golpe y la caída,
más furioso que nunca, ardiendo en ira viendo al valiente Rengo así tendido,
de verse así de un bárbaro tratado, pensó que era pasado de esta vida:
el brazo con el pie diestro retira y, de amistad y deudo conmovido,
para tomar más fuerza, y el pesado la espada de su propio amo homicida,
cuchillo derribó con tal ruido que en Penco Tucapel ganado había,
que revocó en los montes del sonido. en venganza del bárbaro esgrimía.
Rengo, que el gran cuchillo bajar siente Pasa al Andrea de un golpe el estofado
y el ímpetu y furor con que venía, no reparando en él la cruda espada,
cruzando la alta maza osadamente, que, rompiendo la malla por el lado,
al reparo debajo se metía: le penetró hasta el hueso la estocada:
no fue la asta defensa suficiente vuelve con un mandoble, y recatado
por más barras de acero que tenía, Andrea, viendo venir la cuchillada,
que a tierra vino de ella una gran pieza, fue tan presto con él por resistirle,
y el furioso cuchillo a la cabeza. que no le dejó tiempo de herirle.
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Sin darle más lugar, con él se aferra, Gabriel de Villagrán no estaba ocioso,
donde en satisfacción de la herida, que a Cinga y a Pillolco había tendido,
alzándole bien alto de la tierra, y andaba revolviéndose animoso
de espaldas le tendió con gran caída; entre los hierros bárbaros metido.
y por dar presto fin a aquella guerra El rumor de las armas sonoroso,
la espada le quitó y luego la vida; los varios apellidos y el ruido,
metiéndose tras esto por la parte a las aves confusas y turbadas
que andaba más sangriento el fiero Marte. hacen estar mirándolas paradas.
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Cuatro aquí, seis allí, por todos lados Los ojos contra el cielo vueltos braman,
vienen sin detenerse a tierra muertos, «¡morir! ¡morir!», no dicen otra cosa,
unos de mil heridas desangrados, morir quieren, y así la muerte llaman
de la cabeza al pecho otros abiertos; gritando: «¡afuera vida vergonzosa!»
otros por las espadas y costados Ésta fue su respuesta y esto claman;
los bravos corazones descubiertos, y a dar fin a la guerra sanguinosa
así dentro en los pechos palpitaban, se disponen con ánimo y braveza,
que bien el gran coraje declaraban. sacando nuevas fuerzas de flaqueza.
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Quedaron por igual todos tendidos »Cobarde corazón, por cierto indigno
aquellos que rendir no se quisieron, de algún golpe de espada valerosa,
que ya al fin de la vida conducidos, pues fue por elección y no destino
a la forzosa muerte se rindieron: perder una sazón tan venturosa;
los lasos españoles mal heridos tú me apartaste, ¡oh flaco! del camino
de la cercada plaza se salieron, de un eterno vivir, y a vergonzosa
de armas y cuerpos bárbaros tan llena, muerte he venido ya con mengua tuya,
que sobre ellos andaban a gran pena. por más que la mi diestra lo rehúya.
Ningún bárbaro en pie quedó en el fuerte »Si a mi sangre con esta del estado
ni brazo que mover pudiese espada; mezclarse aquí le fuere concedido,
solo Mallén, que al punto de la muerte viendo mi cuerpo entre éstos arrojado,
le dio de vivir gana acelerada: aunque de brazo débil ofendido,
y rendido al temor y baja suerte, quizá seré en el número contado
viéndose de una fiera cuchillada de los que así su patria han defendido:
en el siniestro brazo mal herido, mas, ¡ay triste de mí!, que en la herida
detrás de un paredón se había escondido. será mi flaca mano conocida.
No sintiendo el rumor que antes se oía, »¿Qué indicios bastarán, qué recompensa,
que en torno retumbaba todo el llano, qué enmienda puedo dar de parte mía,
que, como dije, ya la muerte había que yo satisfacer pueda a la ofensa
puesto silencio con airada mano; hecha a mi honor y patria y compañía?
dejó aquel paredón, y a ver salía Yo turbo el claro honor y fama inmensa
si hallaba por allí algún araucano, de tantos, pues podrán decir que había
a quien se encomendar que le salvase, entre ellos quien de miedo, bajamente,
y la sensible llaga le apretase. del enemigo apenas vio la frente.
Mas cuando vio la plaza cuál estaba, «¿Por qué al temor doy fuerzas dilatando
y en sus amigos tal carnicería, con prolijas razones mi jornada?
que aunque la muerte los desfiguraba, Arrepentirme ¿qué aprovecha cuando
la envidia conocidos los hacía; ya el arrepentimiento vale nada?»
con ira vergonzosa, presentaba Aquí cerró la voz, y no dudando
la espalda al corazón, y así decía: entrega el cuello a la homicida espada:
«¡cómo! ¿yo solo quedo por testigo corriendo con presteza el crudo filo,
de la muerte y valor de tanto amigo? sin sazón de la vida cortó el hilo.
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Cese el furor del fiero Marte airado, Menguan allí las aguas, crece el día
y descansen un poco las espadas, al revés de la Europa, porque es cuando
entretanto que vuelvo al comenzado el Sol del Equinoccio se desvía,
camino de las naves derramadas: y al Capricornio más se va acercando.
que contra el recio Noto porfiado, Pues desde allí las naves, que a porfía
de Neptuno las olas levantadas, corren, al mar y al Austro contrastando,
proejando por fuerza iban rompiendo, de Bóreas ayudadas luego fueron,
del viento y agua el ímpetu venciendo. y en el puerto coquímbico surgieron.
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Al fin del cual, sin esperar la flota, Bóreas furioso aquí tomó la mano
reparados del áspero camino, con presurosos soplos esforzados,
toman de su demanda la derrota, y súbito en el mar tranquilo y llano
llevando a la derecha el mar vecino: se alzaron grandes montes y collados:
pasan la fértil Ligua y a Quillota los españoles, que el furor insano
la dejaron a un lado, que convino vieron del agua y viento, atribulados
entrar en Mapochó, que es do pararon tomaron por partido estar en tierra,
las reliquias de Penco que escaparon. aunque del todo hubiera fin la guerra.
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El cual está amparado de una isleta Con recobrado aliento y nuevo brío
que resiste al furor del Norte airado, corrimos al batel, de la manera
y los continuos golpes de mareta que si lejos de tierra, en un bajío,
que le baten furiosos de aquel lado: encallada la nave ya estuviera
la corva y larga punta una caleta y por los anchos lados el navío
hace, y seno tranquilo y sosegado, sus dos grandes bateles echó fuera,
do las cansadas naves, como digo, en los cuales saltamos tanta gente,
hallan seguro albergue y dulce abrigo. cuanta pudo caber estrechamente.
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Luego los nuestros, sin parar corriendo, Luego los instrumentos convenientes
las casas yermas, chozas y moradas al uso militar y a la vivienda,
iban en todas partes descubriendo, sacamos en las partes competentes,
las rústicas viandas levantadas; que no hay quien lo impida, ni defienda;
y con gran diligencia previniendo donde todos a un tiempo diligentes,
los caminos, las sendas y paradas, cuál arma un pabellón, cuál toldo o tienda,
por cavernas y espesos matorrales, quién fuego enciende y en el casco usado
buscaban los ausentes naturales. tuesta el húmedo trigo mareado.
Dándoles a entender que nuestro intento Hasta que el tardo y deseado día
y causa principal de la jornada las nubes desterró y dejó sereno
era la religión y salvamento el cielo, revistiendo de alegría
de la rebelde gente bautizada; el aire oscuro y húmedo terreno;
que en desprecio del Santo Sacramento, luego la trabajada compañía,
la recibida ley y fe jurada, conociendo el instable tiempo bueno,
habían pérfidamente quebrantado procura reparar con diligencia
y las armas ilícitas tomado. del riguroso invierno la violencia.
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“Y pues que con tan loco pensamiento “Que pues el sitio y puesto que han tomado
estas gentes se os han desvergonzado, es por natura fuerte y recogido,
y en vuestra tierra y defendido asiento del mar y altos peñascos rodeado,
las banderas tendidas han entrado, por todas partes libre y defendido;
es bien que el insolente atrevimiento será de más provecho y acertado
quede con nuevo ejemplo castigado, que a su plática y trato deis oídos,
antes que, dando cuerda a su esperanza y que no se les niegue y contradiga,
les dé fuerza y consejo la tardanza. pues que solo el oír a nadie obliga.
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No pudo decir más, que ardiendo en ira, Peteguelén responde: Pues no halla
el bravo Tucapel , con voz furiosa nunca en ti la razón acogimiento,
diciendo (la atajó). “Quien tanto mira yo solo, viejo, quiero la batalla
jamás emprenderá jornada honrosa; y castigar tu loco atrevimiento;
y si todo el Estado se retira, de piel curtida, armados o de malla,
por parecerle que esta es peligrosa, con lanza, espada o maza a tu contento,
yo solo tomaré, sin compañía, para mostrar que en justas ocasiones
las armas, causa y cargo a cuenta mía. tengo más largas manos que razones”.
“Si los que aquí os preciáis de bien hablados, “Quiérolo, pido y soy de ello contento
el ánimo os bastare y el denuedo (gritaba Tucapel ), y a diez contigo”.
de combatir sobre esto, en campo armados Mas saltando Orompello de su asiento,
os probaré más claro lo que puedo; dijo: “Tú lo has de haber, Rengo, conmigo”.
mas queréis os mostrar tan concertados, “También enmendaré tu atrevimiento”,
que, llamando prudencia a lo que es miedo, responde el fiero Rengo. “Y más, te digo,
por no poner en riesgo vuestra vida, que en poco tu amenaza y campo estimo
a todo, con parlar, daréis salida”. después que haya acabado el de tu primo”.
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“Mirad que así, por ciega inadvertencia, “Que es cierto falta de ánimo y bastante,
la patria muere y libertad perece, indicio de flaqueza disfrazada,
pues con sus mismas armas y potencia teniendo al enemigo tan delante,
al derecho enemigo favorece; revolver contra sí la propia espada,
incurable y mortal es la dolencia por no esperar con ánimo constante
cuando a la medicina no obedece los duros golpes de fortuna airada
y bestial la pasión y detestable a los cuales resiste el pecho fuerte
que no sufre el consejo saludable. que no quiere acabarlo con la muerte.
“¿Por qué con tanta saña procuramos “Pero, pues tanto esfuerzo en vos se encierra
ir nuestra sangre y fuerzas apocando que a veces, por ser tanto, lo condeno,
y envueltos en civiles armas damos y de vuestras hazañas no esta tierra
fuerza y derecho al enemigo bando? mas todo el universo anda ya lleno;
¿Por qué con tal furor despedazamos cese, cese el furor y civil guerra,
esta unión invencible, condenando y por el bien común tener por bueno
nuestra causa aprobada y armas justas, no romper la hermandad con torpes modos,
justificando en todo las injustas? pues que miembros de un cuerpo somos todos.
“¿Qué rabia o qué rencor desatinado “Si a la cansada edad y largos días
habéis contra vosotros concebido algún respeto y crédito se debe,
que así queréis que el araucano Estado mirad a estas antiguas canas mías
venga a ser por sus manos destruido y al bien público y celo que me mueve,
y en su virtud y fuerzas ahogado, para que difiráis vuestras porfías
quede con nombre infame sometido por alguna sazón y tiempo breve,
a las extrañas leyes y gobierno hasta que el español furor decline
en dura servidumbre y yugo eterno? y la causa común se determine.
“Volved sobre vosotros, que sin tiento “Y pues de vuestra discreción espero
corréis a toda prisa a despeñaros; que os pondrá en el camino que conviene,
refrenad esa furia y movimiento traer otras razones más no quiero,
que es la que puede en esto más dañaros. pues con la voz la razón tal fuerza tiene;
¿Sufrís al enemigo en vuestro asiento dejadas, pues, aparte, lo primero
que quiere como a brutos conquistaros, que venir a las manos nos detiene
y no podéis sufrir aquí impacientes y pone freno y límite al deseo
los consejos y avisos convenientes? es el poco aparejo que aquí veo.
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“Que por todas las partes nos divide A su habla dio fin el sabio anciano
este brazo de mar que veis en medio y hubo allí pareceres diferentes,
y nuestra pretensión y paso impide diciendo que el peligro era liviano
sin tener de pasaje algún remedio; para tanto temor e inconvenientes;
y pues el enemigo se comide pero Purén, Lincoya y Talcahuano
a tratar de concierto y nuevo medio Lemolemo, Elicura, más prudentes,
aunque nunca pensemos aceptarlos, al parecer del viejo se arrimaron
no nos podrá dañar el escucharlos. y así a los más los menos se allanaron.
“Mas conviene advertir, claros varones, El cual por los caciques instruido
para llevar las cosas bien guiadas, (según el tiempo) en lo que más convino,
que nuestras exteriores intenciones en una larga góndola metido,
vayan siempre a la paz enderezadas, sin más que detener tomó el camino
mostrándonos de flacos corazones y, de los prestos remos impelido,
las fuerzas y esperanzas quebrantadas en breve a nuestro alojamiento vino,
y la tierra de minas de oro rica, adonde sin estorbo, libremente,
cebo goloso en que esta gente pica. saltó luego seguro con su gente.
“Quizá por este término sacalla Al puerto habían también con fresco viento
podremos del isleño sitio fuerte tres naves de las nuestras arribado,
y con fingida paz aseguralla, llenas de armas, de gente y bastimento
trayéndola por mañas a la muerte; con que fue nuestro campo reforzado;
y sin rumor, ni muestra, ni batalla; era tanto el rubor y movimiento
abramos la carrera de tal suerte, del bélico aparato, que admirado
que venga a tierra firme, confiada el cauteloso Millalauco estuvo
en el seguro paso y franca entrada”. y así confuso un rato se detuvo.
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Así vemos que el bárbaro senado, “Que el ínclito senadó habiendo oído
por saber la intención del enemigo, de vuestra parte algunas relaciones,
al cauto Millalauco había enviado con sabio acuerdo y parecer, movido
debajo de figura y voz de amigo; por legítimas causas y razones,
que, con semblante y ánimo doblado, quiere aceptar la paz, quiere partido
mostrándose cortés, como atrás digo, de lícitas y honestas condiciones,
el rostro a todas partes revolviendo, para que no padezca tanta gente
alzó recio la voz, así diciendo: del pueblo simple y género inocente.
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“Pero por trato llano, sin recelo Así que con semblante y apariencia
podréis por vuestro rey alzar bandera, de amigo agradecido y obligado,
que el Estado, las armas por el suelo, pidiendo al despedir grata licencia,
con los brazos abiertos os espera, a la barca volvió que había dejado,
reconociendo que el benigno cielo y con la acostumbrada diligencia,
le llama a paz segura y duradera, al tramontar del sol, llegó al Estado,
quedando para siempre lo pasado do recibido fue con alegría
en perpetuo silencio sepultado”. de toda aquella noble compañía.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Para que en un pequeño cerro exento, Cuáles con barras, picos y azadones
sobre la mar vecina relevado, abren los fosos hondos y señales;
levantasen un muro de cimiento, cuáles con corvos y anchos cuchillones,
de fondo y ancho foso rodeado; hachas, sierras, segures y destrales,
donde pudiese estar sin detrimento cortan maderos gruesos y troncones,
nuestro pequeño ejército alojado, y, fijados en tierra con tapiales
en cuanto los caballos arribaban, y trabazón de leños y fajinas,
que ya teníamos nueva que marchaban. levantan los traveses y cortinas.
Y aunque era en esta tierra el tiempo cuando Túvose por un caso nunca oído,
Virgo alargaba aprisa el corto día, de tanto atrevimiento y osadía,
las variables horas restaurando, entre la gente práctica tenido
que usurpadas la noche le tenía; más por temeridad que valentía;
antes que la alba fuese desterrando que en el soberbio Estado así temido,
las nocturnas estrellas, parecía los ciento y treinta, en poco más de un día,
la cumbre del collado levantada, pudiésemos salir con una cosa
de gente y animales ocupada. tanto cuanto difícil peligrosa.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Nuestra gente del todo recogida, “Y porque a ti, señor, y a todos quiero
la cual luego segura al fuerte vino, haceros de mis obras satisfechos,
que el alto sitio y pólvora temida con esta usada lanza me prefiero
hizo fácil y llano aquel camino; de abrir lugar por los contrarios pechos
por las anchas cortinas repartida, y que será mi brazo el que primero
según y por el orden que convino, baraúste las armas y pertrechos,
nos pusimos allí, todos a una, aunque más dificulten la subida,
debajo del amparo de Fortuna. y todo el universo me lo impida”.
Llegada, pues, la voz a los oídos Aquella noche yo, mal sosegado,
de nuestros enemigos conjurados, reposar un momento no podía,
no mirando a los tratos y partidos o ya fuese el peligro o ya el cuidado
por una parte y otra asegurados; que de atribuir entonces yo tenía;
con súbita presteza apercibidos así, imaginativo y desvelado,
de municiones, armas y soldados, revolviendo la inquieta fantasía,
sin aguardar a más, trataron luego quise de algunas cosas de esta historia
de darnos el asalto a sangre y fuego. descargar con la pluma la memoria.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Quisiérame quejar, mas fue imposible, La cual me dijo: “¡Oh mozo temeroso!,
del accidente súbito impedido, el ánimo levanta y confianza,
que el agudo dolor y mal sensible reconociendo el tierno venturoso
me privó del esfuerzo y del sentido; que te ofrece tu dicha y buena andanza;
pero, pasado el término terrible, huye del ocio torpe y perezoso,
y en mi primero ser restituido, ensancha el corazón y la esperanza
del tormento quedé de tal manera y aspira a más de aquello que pretendes,
cual si de larga enfermedad saliera. que el cielo te es propicio si lo entiendes.
No bien al dulce sueño y al reposo “En campo fértil, lleno de mil flores,
dejado el quebrantado cuerpo había, en el cual hallarás materia llena
cuando, oyendo un estruendo sonoroso, de guerras más famosas y mayores
que estremecer la tierra parecía donde podáis alimentar la vena;
con gesto altivo y término furioso y si quieres de damas y de amores
delante una mujer se me ponía, en verso celebrar la dulce pena,
que luego vi en su talle y gran persona tendrás mayor sujeto y hermosura,
ser la robusta y áspera Belona. que en la pasada edad y en la futura.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Allí las claras fuentes murmurando Estaba medio a medio de este asiento
el deleitoso asiento atravesaban, en forma de pirámide un collado,
y los templados vientos respirando redondo en igual círculo y exento,
la verde hierba y flores alegraban; sobre todas las tierras empinado;
pues los pintados pájaros volando y, sin saber yo cómo, en un momento,
por los copados árboles cruzaban, de la fiera Belona arrebatado,
formando con su canto y melodía en la más alta cumbre de él me puso,
una acorde y dulcísima armonía. quedando de ello atónito y confuso.
Estuve tal un rato de repente,
Por mil partes en corros derramadas viéndome arriba, que mirar no osaba,
vi gran copia de Ninfas muy hermosas, tanto que acá y allá medrosamente
unas en varios juegos ocupadas, los temerosos ojos rodeaba;
otras cogiendo flores olorosas allí el templado céfiro clemente,
otras suavemente y acordadas, lleno de olores varios respiraba,
cantaban dulces letras amorosas, hasta la cumbre altísima el collado
con cítaras y liras en las manos, de verde hierba y flores coronado.
diestros sátiros, faunos y silvanos.
Era de altura tal que no podría
Era el fresco lugar aparejado un liviano neblí subir a vuelo,
a todo pasatiempo y ejercicio; y así no sin temor me parecía,
quién sigue ya de aquel, ya de este lado, mirando abajo, estar cerca del cielo,
de la casta Diana el duro oficio; de donde con la vista descubría
ora atraviesa el puerco, ora el venado, la grande redondez del ancho suelo,
ora salta la liebre y, con el vicio, con los términos bárbaros ignotos,
gamuzas, capriolas y corcillas hasta los más ocultos y remotos.
retozan con la hierba y florecillas.
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Viéndome, pues, Belona allí subido, “Aquella es San Quintín, que ves delante,
me dijo: “El poco tiempo que te queda que en vano contraviene a su ruina,
para que puedas ver lo prometido, presidio principal, plaza importante,
hace que detenerme más no pueda; y del furor del gran Felipe dina;
mira aquel grueso ejército movido, hállase dentro de ella el almirante,
el negro humo espeso y polvareda, debajo cuyo mando y disciplina
en el confín de Flandes y de Francia está gran gente práctica de guerra
sobre una plaza fuerte de importancia. a la defensa y guarda de la tierra.
“Después que Carlos Quinto hubo triunfado “En tres partes allí, como se muestra,
de tantos enemigos y naciones, el enemigo campo se reparte;
y como invicto príncipe hollado Cáceres con su tercio, a mano diestra,
las árticas y antárticas regiones, donde está de Felipe el estandarte;
triunfó de la fortuna y vano estado, el pronto Navarrete, a la siniestra,
y asegura su fin y pretensiones con el conde de Mega, y de la parte
dejando la imperial investidura del burgo, Julián con tres naciones,
en dichosa ocasión y coyuntura. españoles, tudescos y valones.
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Los franceses con muestra valerosa, Unos la entrada sin temor defienden
armas y defensivos instrumentos con libre y animosa confianza;
resisten la llegada impetuosa otros de miedo por vivir ofenden,
y los contrarios ánimos sangrientos; poniéndoles esfuerzo la esperanza:
mas la gente española más furiosa otros que ya la vida no pretenden,
cuando topaba más impedimento, procuran de su muerte la venganza
con temoso coraje y porfiado y que caigan sus cuerpos de manera
rompe lo más difícil y cerrado. que al enemigo cierran la carrera.
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Y aunque por esta parte el almirante Pero los vencedores cuando vieron
el golpe de la gente resistía, su gran temor y poco impedimento,
no fue ni pudo al cabo ser bastante los brazos altos y armas suspendieron,
a la pujanza y furia que venía; por no manchar con sangre el vencimiento,
quedó en prisión con otros y adelante y sin hacer más golpe arremetieron,
la victoriosa y fiera compañía, vuelto en codicia aquel furor sangriento,
dejando eterna lástima y memoria, al esperado saco de la tierra,
iba siguiendo el hado y la victoria. premio de la común gente de guerra.
Pues en esta sazón, por la otra parte Quién las herradas puertas golpeando
que el diestro Navarrete peleaba, quebranta los cerrojos reforzados,
sin ser ya la francesa gente parte, quién por picas y gúmenas trepando
a puro hierro la española entraba; entra por las ventanas y tejados;
y a despecho y pesar del fiero Marte, acá y allá rompiendo y desquiciando,
que los franceses brazos esforzaba, sin reservar lugares reservados,
haciendo gran destrozo y cruda guerra las casas de alto a bajo escudriñaban
de rota a más andar ganaban tierra. y a tiento sin parar corriendo andaban.
Fue presto allí Andalot, que encomendada Como el furioso fuego de repente
le estaba la defensa de aquel lado; cuando en un barrio o vecindad se enciende,
he aquí también por la tercera entrada, que con rebato súbito la gente
que Julián Romero había asaltado, corre con prisa y al remedio atiende,
la suspensa fortuna declarada, y, por todas las partes francamente,
abriendo paso al detenido hado, quién entra, sale, sube, quién desciende,
la mano a don Felipe dio de modo, sacando uno arrastrando, otro cargado
que vencedor en Francia entró del todo. el mueble de las llamas escapado.
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Así la fiera gente victoriosa Las mujeres que acá y allá perdidas,
con prestas manos y con pies ligeros llevadas del temor sin tiento andaban,
de la golosa presa codiciosa, por orden de Felipe recogidas
abre puertas, ventanas y agujeros, en seguro lugar las retiraban,
sacando diligente y presurosa donde de fieles guardas defendidas,
cofres, tapices, camas y rimeros, del bélico furor las amparaban,
y lo de más y menos importancia, que aunque fueron sus casas saqueadas,
sin dejar una mínima ganancia. las honras les quedaron reservadas.
Mas el pío Felipe, antes que entrasen, A todas partes gritos lastimosos
había mandado a todas las naciones en vano por el aire resonaban
que con grande cuidado reservasen y los tristes franceses temerosos
las mujeres y casas de oraciones; en las contrarias armas se arrojaban,
y amigos y conformes evitasen eligiendo por fuerza vergonzosos
pendencias peligrosas y cuestiones, el modo de morir que rehusaban,
que del saco y la presa a cada una antes que, como flacos encerrados,
diese su parte franca la Fortuna. ser en llamas ardientes abrasados.
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Mas del piadoso rey la gran clemencia “Y para que más quede asegurada
había las fieras armas embotado, la paz con hermandad y firme asiento,
que, con remedio puesto y diligencia, con la prenda de Enrico más amada
todo el furor y fuego fue apagado; contraerá don Felipe casamiento;
al fin, sin más defensa y resistencia, pero la cruda muerte acelerada
dentro de San Quintín quedó alojado, temprano deshará este ayuntamiento;
con la llave de Francia ya en la mano, que el alto cielo así lo determina
hasta París abierto el paso llano. y el decreto fatal y orden divina.
Diciendo: “Si las cosas que dijere “Por insolencias viejas y pecados
por cierta y verdadera profecía, vendrá el reino a ser casi destruido,
dificultosa alguna pareciere, y Carlos de sus pérfidos soldados
créeme, que no es ficción ni fantasía; a término dudoso reducido;
mas lo que el Padre Eterno ordena y quiere serán con desacato derribados
allá en su excelso trono y jerarquía, los suntuosos templos y ofendido
al cual está sujeto lo más fuerte, el mismo sumo Dios y Sacramento,
el hado, la Fortuna, el tiempo y muerte. sobrando a la maldad su sufrimiento.
“De esta guerra y rencores encendidos “Mas vuestro rey con presta providencia,
entre la España y Francia así arraigados, previniendo al futuro daño luego,
resultarán conciertos y partidos, atajará en España esta dolencia
por una y otra parte procurados; con rigor necesario, a puro fuego;
en los cuales serán restituidos curada la perversa pestilencia,
al duque de Saboya sus estados, las armas enemigas del sosiego,
con otros muchos medios provechosos, con furia moverá contra el Oriente,
en bien de Francia y a la España honrosos. enviando al Peñón su armada gente.
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“Pues con solo una parte de su armada “También con pretensión de libertarse,
y número pequeño de soldados, en el próspero reino de Granada,
de su Fortuna y crédito guiada, los moriscos vendrán a levantarse
rebatirá los otomanos hados, y a negar la obediencia al rey jurada:
y la afligida Malta restaurada, la cual alteración por no estimarse
serán los enemigos retirados, ni ser a los principios remediada,
las fatigadas velas dando al viento será de grandes daños y costosa
con pérdida increíble y escarmiento. de sangre ilustre y gente valerosa.
“Luego, el año después, con poderoso “Irá a esta guerra un mozo que escondido
ejército, en persona Solimano anda en humildes paños y figura,
por tierra moverá contra el famoso que su imperial linaje esclarecido
César Augusto emperador romano, difíciles empresas le asegura;
y por la gran Panonia presuroso, a quien tienen los hados prometido
dejando a la derecha al Transilvano, una famosa y súbita ventura:
y atrás la ancha provincia de Dalmacia, este es hijo de Carlos, que aun se cría,
bajará a los confines de Croacia. y encubierto estará por algún día.
“Por otra parte, en Flandes los estados, “Baste que a los moriscos alterados
desasidos de Dios en estos días, en su primera edad hará la guerra,
turbarán el sosiego, inficionados y los presidios rotos y ocupados
de perversos errores y herejías; los vendrá a retirar dentro en la sierra;
y contra el rey Felipe conspirados, adonde los tendrá tan apretados,
tentarán de maldad diversas vías, que al fin reducirá la alzada tierra,
trayendo a estado y condición las cosas trasplantando en provincias diferentes
que durarán gran término dudosas. las raíces malvadas y simientes.
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“Serán, pues, los dos príncipes llamados “Mas el alto Señor que otro dispone,
del padre emperador, que ya aquel día y en vuestro bien con su piedad lo ordena,
querrá dar nuevo asiento en sus estados, que cuando faltan méritos compone
y hacer rey a Rodolfo de la Hungría; con su sangre y pasión la deuda ajena,
así que para Génova embarcados, y por solo un gemir luego repone
arribarán, pasando a Lombardía, la punición y merecida pena:
por la ribera del Danubio amena, quebrantará con golpe riguroso
a su ciudad famosa de Viena. la soberbia del bárbaro ambicioso.
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“Allí, por ser lugar inhabitable, ¡Oh condición humana! Que al instante
sin rastro de persona ni sendero, que me privó que el rostro no volviese,
vive un anciano viejo venerable, solo aquel impedirme fue bastante
que famoso soldado fue primero; a que pronto apetito se encendiese;
de quien sabrás do habita el intratable y así, sin esperar más adelante
Fitón mágico, grande y hechicero, en el sano consejo procediese,
el cual te informará de muchas cosas volví los ojos luego, y, de improviso,
que están aun por venir maravillosas. vi, si decirse puede, un paraíso.
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Andaban por acá y allá esparcidos, Era de tierna edad, pero mostraba
gran copia de galanes estimados, en su sosiego discreción madura,
al regalado y blando amor rendidos, y a mirarme parece la inclinaba
corriendo tras sus fines y cuidados; su estrella, su destino y mi ventura;
unos, en esperanza sostenidos; yo, que saber su nombre deseaba,
otros, en sus riquezas confiados; rendido y entregado a su hermosura,
todos gozando alegres y contentos vi a sus pies una letra que decía:
de sus lozanos y altos pensamientos. del tronco de Bazán doña María.
En esto, con presteza y furia extraña, Y por saber más de ella, revolviendo
arrebatado por el aire vano, el rostro y voz a la prudente guía,
la alta cumbre dejó de la montaña, súbito el alboroto y fiero estruendo
bajando al deleitoso y fértil llano, de las bárbaras armas y armonía
donde, si la memoria no me engaña, me despertó del dulce sueño, oyendo:
vi la mi guía, a la derecha mano, “¡Arma, arma! ¡Presto, presto!” Y parecía
algo medroso, y con turbado gesto romper el alto cielo los acentos
de haberme en tanto riesgo y trance puesto. de las diversas voces e instrumentos.
Que luego que los pies puse en el suelo, En esta confusión medio dormido,
los codiciosos ojos ya cebando, a las vecinas armas corrí presto,
libres del torpe y del grosero velo poniéndome en un punto apercibido
que la vista hasta allí me iba ocupando, en mi lugar y señalado puesto;
un amoroso fuego y blando hielo cuando, con ferocísimo alarido,
se me fue por las venas regalando, por la áspera ladera del recuesto,
y el brío rebelde y pecho endurecido apareció gran número de gente
quedó al amor sujeto y sometido. y la rosada aurora en el Oriente.
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Luego que en la montaña en lo más alto Donde sueltas las armas empachadas,
tres gruesos escuadrones parecieron, que aprovecharse de ellas no podía,
juntos a un mismo tiempo hicieron alto a bocados a coces y a puñadas
y el sitio desde allí reconocieron; ganar la plaza él solo pretendía;
visto el foso y el muro, el fiero asalto, los tiros, golpes, botes y estocadas
dada la seña, todos tres movieron, con gran destreza y maña rebatía
esgrimiendo las armas del tal suerte poniendo pecho y hombro suficiente
que a nadie reservaban de la muerte. al ímpetu y furor de tanta gente.
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Como el troyano Euricio, que volando Que apenas cuatro pasos había dado,
la tímida paloma por el cielo, cuando dos gruesas balas le cogieron
con gran presteza el torvo arco flechando, y, de la espalda al pecho atravesado
la atravesó en la furia de su vuelo, a un tiempo por dos partes le tendieron;
que retorciendo el cuerpo y revelando no dio la alma tan presto, que un soldado
como redondo ovillo vino al suelo, de dos que a socorrerle arremetieron,
así el herido mozo en descubierto, de la costosa lanza no trabase
dentro del hondo foso cayó muerto. y con peligro suyo la salvase.
Pero el joven Pinol, que prometido Pues en esta sazón Martín de Elvira,
había de acompañarle en el asalto que así nuestro español era llamado,
y con el asta el foso arremetido, de lejos la perdida lanza mira
aunque no se atrevió a tan grande salto que el muerto Gracolán le había ganado:
como al valiente amigo vio tendido con loable vergüenza, ardiendo en ira,
y descubrir la pica por lo alto, de recobrar su honor deliberado,
la arrebató tomando por remedio por una angosta puerta que allí había
poner con pies ligeros tierra en medio. solo y sin lanza a combatir salía.
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Con un osado joven que delante Que el indio con destreza y gran soltura,
venía la tierra y cielo despreciando, saltó ligero atrás cobrando tierra
de proporción y miembros de gigante, y blandiendo la gruesa pica dura
un asta de dos costas blandeando, quiso con otro rematar la guerra;
que acá y allá con término galante mas el pronto español, que entrar procura
la gruesa y larga pica floreando, dándole lado, de la pica aferra,
ora de un lado y de otro, ora derecho, y aguijando por ella a su despecho
quiso tentar del enemigo el pecho. cerró presto con él pecho con pecho.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Unos, con ramas, tierra y con maderos Unos así tras otros procediendo,
ciegan el hondo foso presurosos; ganosos de honra y de temor desnudos,
otros, que más presumen de ligeros, siempre la prisa y multitud creciendo
hacen pruebas y saltos peligrosos; crece la furia de los golpes crudos;
y los que les tocaba ser postreros, los defendidos términos rompiendo,
de llegar a las manos deseosos, cubiertos de sus cóncavos escudos,
tanto el ir adelante procuraban, nos pusieron en punto y apretura
que dentro a los primeros arrojaban. que estuvo lo imposible en aventura.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Y al peligro las fuerzas añadiendo, Así a nado y a remo, con gran pena
la poderosa maza rodeaba, el molesto y prolijo mar cortaron,
unos desbaratando, otros rompiendo; y en la ribera y deseada arena
siempre más tierra y opinión ganaba; casi todos a un tiempo pie tomaron;
al fin, los duros golpes resistiendo, donde, con disciplina y orden buena,
por las armas y gente atravesaba, un cerrado escuadrón luego formaron,
hiriendo siempre a diestro y a siniestro marchando a socorrer a los amigos
con grande riesgo suyo y daño nuestro. por medio de las armas y enemigos.
También hacia la banda del Poniente Del mar no habían sacado los pies, cuando,
había Peteguelén arremetido, por la parte de abajo, con ruido
y, a despecho y pesar de nuestra gente, les sale un escuadrón en contra, dando
en lo más alto del bastión subido; una furiosa carga y alarido:
que el valeroso corazón ardiente venía el primero, el paso apresurando,
le había por las entrañas esparcido el suelto Fenistón, mozo atrevido,
un belicoso ardor, como si fuera que de los otros quiso adelantarse
en la verde y robusta edad primera. con gana y presunción de señalarse.
Mucho no le duró, que, a poca pieza, Nuestra gente con orden y osadía,
le arrebató una bala desmandada siguiendo su derrota y firme intento,
de los dispuestos hombros la cabeza, a la enemiga opuesta arremetía,
rematando su próspera jornada; que aun de esperar no tuvo sufrimiento;
tras esta disparó luego otra pieza, y a recibir a Fenistón salía,
hacia la misma parte encaminada, con paso no menor y atrevimiento,
llevando a Guampicol que le seguía, el diestro Julián de Valenzuela,
y a Surco, Longomilla y Lebopía. la espada en mano, al pecho la rodela.
Las gentes que en las naos habían quedado Fue allí el primero que empezó el asalto
viendo el rumor y prisa repentina, el presto Fenistón anticipado
cuál salta luego arriba desarmado, dando un ligero y no pensado salto,
cuál con rodela, cuál con coracina; con el cual descargó un bastón pesado;
quién se arroja al batel y quién a nado mas Valenzuela, la rodela en alto,
piensa arribar más presto a la marina, a dos manos el golpe ha reparado,
llamando cada cual a quien debía dejándole atronado de manera
y ninguno aguardaba compañía. como si encima un monte le cayera.
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Entró el leño por tierra un gran pedazo Así de acá y de allá gallardamente
con el gran peso y fuerza que traía, por la plaza y honor se contendía;
que, visto Valenzuela el embarazo quién sobre el muerto sube diligente,
del bárbaro y el tiempo que él tenía, quién muerto sobre el vivo allí caía;
metiendo con presteza el pie y el brazo, don Gárcía de Mendoza, entre su gente,
el pecho con la espada le cosía, su cuartel con esfuerzo defendía,
y, al sacar la caliente y roja espada, al gran furor y bárbara violencia
le llevó de revés media quijada. haciendo suficiente resistencia.
Ya en aquella sazón ninguno había Vasco Juárez también por otra parte,
que solo un punto allí estuviese ocioso; Carrillo y don Antonio de Cabrera,
mas cada cual solícito corría Arias Pardo, Riberos y Lasarte,
a lo más necesario y peligroso; Córdoba y Pedro de Olmos de Aguilera,
era el estruendo tal, que parecía subidos sobre el alto balüarte,
el batir de las armas presuroso herían en los contrarios de manera
que de sus fijos quicios todo el cielo que, aunque eran infinitos, bien seguro
desencajado se viniese al suelo. por toda aquella banda estaba el muro.
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¿Quién me metió entre abrojos y por cuestas, Pero viéndose solo y malherido
tras las roncas trompetas y atambores, y el ejército bárbaro deshecho,
pudiendo ir por jardines y florestas y todo el fiero hierro convertido
cogiendo varias y olorosas flores, contra su fuerte y animoso pecho,
mezclando, en las empresas y recuestas, se retrujo a una parte en la cual vido
cuentos, ficciones, fábulas y amores, que el cerro era peinado y muy derecho,
donde correr sin límite pudiera, y, sin muro de aquel lado, donde un salto
dando gusto, yo le recibiera? había de más de veinte brazas de alto.
El cual, como encerrada bestia fiera, Viéndose abajo y tan herido, luego
ora de aquella y ora de esta parte del propósito y salto arrepentido,
abre sangrienta y áspera carrera, abrasado en rabioso y vivo fuego,
y por todas el daño igual reparte; terrible y más que nunca embravecido
con un orgullo tal que cometiera, quisiera revolver de nuevo al juego
allá en su quinto trono al fiero Marte, y vengarse del daño recibido;
si viera modo de subir al cielo, mas era imaginario desatino,
según era gallardo de cerbelo. que el cerro era tajado y sin camino.
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Cinco o seis veces la difícil vía Quién queda allí estropeado, quién tullido,
y de fortuna el crédito tentaba, quién se duele, quién gime, quién se queja,
que fácil lo imposible le hacía quién cae acá, quién cae allá, aturdido,
el coraje y humor que le incitaba; quién haciéndole plaza de él se aleja,
por un lado y por otro discurría, y en el largo escuadrón de armas tejido
todo de acá y de allá lo rodeaba, un gran portillo y ancha calle deja,
como el hambriento lobo encarnizado con el furor que el fiero rayo apriesa
rodea de los corderos el cercado. rompe el aire apretado y nube espesa.
Mas viendo, al fin, que era designio vano De tal manera Tucapel , abriendo
y de tiros sobre él la lluvia espesa, de parte a parte el escuadrón cristiano,
retirándose a un lado, vio en el llano arriba a los amigos, que siguiendo
la trabada batalla y fiera priesa; iban la retirada a paso llano,
y como el levantado halcón lozano, con el concierto y orden procediendo
que yendo alta la garza, se atraviesa que vemos ir las grullas el verano,
el cobarde milano, y desde el cielo cuando de su tendida y negra banda
cala a la presa con furioso vuelo: ninguna se adelanta ni desmanda.
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La negra noche a más andar cubriendo Andando, pues, así con el molesto
la tierra, que la luz desamparaba, sueño que me aquejaba porfiando,
se fue toda la gente recogiendo, y en gran silencio el encargado puesto
según y en el lugar que le tocaba, de un canto al otro canto paseando,
la guardia y centinela repartiendo, vi que estaba el un lado del recuesto
que el tiempo estrecho a nadie reservaba, lleno de cuerpos muertos blanqueando,
me cupo el cuarto de la prima en suerte que nuestros arcabuces aquel día
en un bajo recuesto junto al fuerte. habían hecho gran riza y batería.
Donde con el trabajo de aquel día No mucho después de esto, yo, que estaba
y no me haber en quince desarmado, con ojo abierto y con atento oído,
el importuno sueño me afligía, sentí de rato en rato que sonaba
hallándome molido y quebrantado; hacia los cuerpos muertos un ruido
mas con nuevo ejercicio resistía, que siempre al acabar se remataba
paseándome de este y de aquel lado, con un triste suspiro sostenido,
sin parar un momento: tal estaba, y tornaba a sentirse, pareciendo
que de mis propios pies no me fiaba. que iba de cuerpo en cuerpo discurriendo.
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Yo, de aquella visión mal satisfecho, “Que no sé mal que ya dañarme pueda,
con un temor que ahora aun no lo niego, no hay bien mayor que no le haber tenido,
la espada en mano y la rodela al pecho, acábese y fenezca lo que queda,
llamando a Dios, sobre él aguijé luego; pues que mi dulce amigo ha fenecido;
mas el bulto se puso en pie derecho que, aunque el cielo cruel no me conceda
y con medrosa voz y humilde ruego morir mi cuerpo con el suyo unido,
dijo: “Señor, señor, merced te pido, no estorbará por más que me persiga,
que soy mujer y nunca te he ofendido. que mi afligido espíritu le siga”.
“Ruégote, pues, señor, si por ventura Bien que estuve dudoso, pero luego,
o desventura, como fue la mía, aunque la noche el rostro le encubría,
con amor verdadero y con fe pura en su poco temor y gran sosiego
amaste tiernamente en algún día, vi que verdad en todo me decía,
me dejes dar a un muerto sepultura, y que el pérfido amor ingrato y ciego
que yace entre esta muerta compañía; en busca del marido le traía,
mira que aquel que niega lo que es justo, el cual en la primera arremetida,
lo malo aprueba ya y se hace injusto. queriendo señalarse dio la vida.
“No quieras impedir obra tan pía, Movido, pues, a compasión de vella,
que aun en bárbara guerra se concede, firme en su casto y amoroso intento,
que es especie y señal de tiranía de allí salido me volví con ella
usar de todo aquello que se puede; a mi lugar y señalado asiento:
deja buscar su cuerpo a esta alma mía; donde yo le rogué que su querella
después furioso con rigor procede, con ánimo seguro y sufrimiento
que ya el dolor me ha puesto en tal extremo, desde el principio al cabo me contase
que más la vida que la muerte temo. y deshogando la ansia descansase.
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Ella dijo: “¡Ay de mí!, que es imposible “Muy presto, pues, llegó el postrero día
tener jamás descanso hasta la muerte, de esta mi libertad y señorío,
que es sin remedio mi pasión terrible, ¡oh, si lo fuera de la vida mía!,
y más que todo sufrimiento fuerte; pero no pudo ser, que era bien mío.
mas, aunque me será cosa insufrible, En un lugar que junto al pueblo había,
diré el discurso de mi amarga suerte, donde el claro Gualebo, manso río,
quizá que mi dolor, según es grave, después que sus viciosos campos riega,
podrá ser que esforzándose me acabe. el nombre y agua al ancho Itata entrega.
“De muchos fui pedida en casamiento, “Llegué por varios arcos donde estaba
y a todos igualmente despreciaba, un bien compuesto y levantado asiento,
de lo cual mi buen padre descontento hecho de tal manera que ayudaba
que yo aceptase alguno me rogaba; la maestra natural al ornamento;
pero con franco y libre pensamiento el agua clara en torno murmuraba,
de su importuno ruego me excusaba, los árboles movidos por el viento
que era pensar mudarme desvarío hacían un movimiento y un ruido
y martillar sin fruto en hierro frío. que alegraban la vista y el oído.
“No por mis libres y ásperas respuestas “Apenas, pues, en él me había sentado,
los firmes pretensores aflojaron, cuando un alto y solemne bando echaron,
antes con nuevas pruebas y recuestas y del ancho palenque y estacado
en su vana demanda más instaron, la embarazoso gente despejaron;
y con danzas, con juegos y otras fiestas cada cual a su puesto retirado,
mudar mi firme intento procuraron, la acostumbrada lucha comenzaron
no les bastando maña ni artificio con un silencio tal, que los presentes
a sacar mi propósito de quicio. juzgaron ser pinturas más que gentes.
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“Aunque había muchos jóvenes lucidos, “aquel gallardo mozo, bien dispuesto,
todos al parecer competidores, del vestido de verde y encarnado,
de diferentes suertes y vestidos con gran facilidad le ha en tierra puesto,
y de un fin engañoso pretensores, llevándole el honor que había ganado;
no estaba en cuáles eran los vencidos, y el fácil y liviano pueblo de esto
ni cuáles habían sido vencedores, como de novedad maravillado,
buscando acá y allá entretenimiento ha levantado aquel confuso estruendo,
con un ocioso y libre pensamiento. la fuerza del mancebo encareciendo.
“Cuando un gran alboroto y vocería “Pero los jueces por razón no admiten
(cosa muy cierta en semejante juego) del uno ni del otro pedimento,
se levantó entre aquella compañía, ni en modo alguno quieren ni permiten
que me sacó de seso y de sosiego; innovación en esto y movimiento;
yo, queriendo entender lo que sería, mas que de su propósito se quiten,
al más cerca de mí pregunté luego si entrambos de común consentimiento
la causa de la grita ocasionada, pareciendo primero en tu presencia
que me fuera mejor no saber nada. no alcanzaron de ti franca licencia”.
“El cual dijo: “Señora, ¿no has mirado “En esto, a mi lugar enderezando
cómo el robusto joven Mareguano de aquella gente un gran tropel venía,
con todos cuantos mozos ha luchado que como junto a mí llegó, cesando
lo ha puesto de espaldas en el llano? el discorde alboroto y vocería,
Y cuando yo esperaba, confiado, el mozo vencedor la voz alzando,
que la bella guirnalda de tu mano con una humilde y baja cortesía,
lo ciñera la ufana y leda frente dijo: “Señora, una merced te pido
en premio y en señal de más valiente, sin haberla mis obras merecido:
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“Y otra, y otra, y aun más, si él quiere, quiero, “Volvían a forcejear con un ruido,
hasta dejarte en todo satisfecho; que era de ver y oírlos cosa extraña;
y consiento que al punto y ser primero pero el mozo extranjero ya corrido
se reduzca la prueba y el derecho; de su poca pujanza y mala maña,
que siendo en tu presencia, cierto espero alzó de tierra al otro y de un gemido
salir con mayor gloria de este hecho; de espaldas le trabuca en la campaña,
danos licencia, rompe el estatuto con tal golpe que al triste Mareguano
con tu poder sin límite absoluto”. no le quedó sentido y hueso sano.
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“Yo, por usar de toda cortesía, “Ya que con voluntad y mandamiento
que es lo que a las mujeres perfecciona, a mi honor y deseo satisfizo
le dije que el anillo recibía y la vana contienda y fundamento
y más la voluntad de la persona; de los presentes jóvenes deshizo,
en esto toda aquella compañía, el infelice y triste casamiento
hecha en torno de mi espesa corona, en forma y acto público se hizo,
del ya agradable asiento me bajaron hoy hace justo un mes, ¡oh suerte dura,
y a casa de mi padre me llevaron. qué cerca está del bien la desventura!
“Diciendo que, pues él me persuadía “Este es, pues, el proceso, esta es la historia,
que tomase parientes y marido y el fin tan cierto de la dulce vida,
al parecer según me convenía, he aquí mi libertad y breve gloria
yo por le obedecer le había elegido, en eterna amargura convertida;
el cual era Crepino, que tenía y pues que por tu causa la memoria
valor, suerte y linaje conocido, mi llaga ha renovado encrudecida,
junto con ser discreto, honesto, afable, en recompensa del dolor te pido
de condición y término loable. me dejes enterrar a mi marido.
“Mi padre, que con sesgo y ledo gesto “Que no es bien que las aves carniceras
hasta el fin escuchó el parecer mío, despedacen el cuerpo miserable,
besándome en la frente dijo: “En esto ni los perros y brutas bestias fieras
y en todo me remito a tu albedrío; satisfagan su estómago insaciable;
pues de tu discreción e intento honesto mas cuando empedernido ya no quieras
que elegirás lo que conviene fío, hacer cosa tan justa y razonable,
y bien muestra Crepino en su crianza haznos con esa espada y mano dura
ser de buenos respetos y esperanza”. iguales en la muerte y sepultura”.
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Bien puede ser entre estas colocada La mísera Tegualda, que delante
la hermosa Tegualda, pues parece vio la marchita faz desfigurada,
en la rara hazaña señalada con horrendo furor en un instante
cuanto por el piadoso amor merece; sobre ella se arrojó de esatinada,
así, sobre sus obras levantada, y junta con la suya en abundante
entre las más famosas resplandece flujo de vivas lágrimas bañada,
y el nombre será siempre celebrado, la boca le besaba y la herida,
a la inmortalidad ya consagrado. por ver si le podía infundir la vida.
Quedó, pues, como dije, recogida “¡Ay cuitada de mí! –decía–. ¿Qué hago
en parte honesta y compañía segura, entre tanto dolor y desventura?
del poco beneficio agradecida, ¿Cómo el injusto amor no satisfago
según lo que esperaba en su ventura; en esta aparejada coyuntura?
pero la aurora y nueva luz venida, ¿Por qué ya, pusilánime, de un trago
aunque el sabroso sueño con dulzura no acabo de pasar tanta amargura?
me había los laxos miembros ya trabado, ¿Qué es esto, la injusticia adónde llega
me despertó el aquejador cuidado. que aun el morir forzoso se me niega?”
Viniendo a toda priesa a donde estaba Así furiosa por morir echaba
firme en el triste llanto y sentimiento, la rigurosa mano al blanco cuello;
que solo un breve punto no aflojaba y, no pudiendo más, no perdonaba
la dolorosa pena y el lamento; al afligido rostro, ni al cabello;
yo con gran compasión la consolaba, y aunque yo de estorbarle procuraba,
haciéndole seguro ofrecimiento apenas era parte a defende ello,
de entregarle el marido y darle gente tan grande era la basca y ansia fuerte
con que salir pudiese libremente. de la rabiosa gana de la muerte.
Ella, del bien incrédula, llorando, Después que algo las ansias aplacaron
los brazos extendidos me pedía por la gran persuasión y ruego mío,
firme seguridad, y así llamando y sus promesas ya me aseguraron
los indios de servicio que tenía, del gentílico intento y desvarío,
salí con ella acá y allá buscando; los prestos yanaconas levantaron
al fin, entre los muertos que allí había, sobre un tablón el yerto cuerpo frío,
hallamos el sangriento cuerpo helado, llevándole en los hombros suficientes
de una redonda bala atravesado. a donde le aguardaban sus sirvientes.
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Mas, porque estando así rota la guerra, El mismo aviso trajo al mediodía
no padeciese agravio y demasía, un amigo cacique de la sierra,
hasta pasar una vecina sierra afirmando por cierto que venía
le tuve con mi gente compañía; todo el poder y fuerza de la tierra
pero llegando a la segura tierra con soberbio aparato, donde había,
encaminada en la derecha vía, instrumentos y máquinas de guerra,
se despidió de mí reconocida puentes, traviesas, árboles, tablones
del beneficio y obra recibida. y otras artificiosas prevenciones.
Vuelto al asiento, digo que estuvimos No desmayó por esto nuestra gente;
toda aquella semana trabajando, antes venir al punto deseaba,
en la cual lo deshecho rehicimos que el menos animoso osadamente
el foso y roto muro reparando; el lugar de más riesgo procuraba;
de industria y fuerza al fin nos prevenimos y con presteza y orden conveniente
con buen ánimo y orden aguardando todo lo necesario se aprestaba,
al enemigo campo cada día, esperando con muestra apercibida
que era pública fama que venía. el día amenazador de tanta vida.
También tuvimos nueva que partidos Fuimos también por indios avisados
eran de Mapochó nuestros guerreros, de nuestros espiones, que sin duda
de armas y municiones bastecidos, nos darían el asalto por tres lados,
con mil caballos y dos mil flecheros; al postrer cuarto de la noche muda;
mas del lluvioso invierno los crecidos así que, cuando más desconfiados
raudales y las ciénagas y esteros no de divina, mas de humana ayuda,
llevándoles ganado, ropa y gente por la cumbre de un monte de repente
los hacían detener forzosamente. apareció en buen orden nuestra gente.
Estando como digo, una mañana ¡Quién pudiera pintar el gran contento,
llegó un indio a gran priesa a nuestro fuerte, el alborozo de una y otra parte,
diciendo: “¡Oh temeraria gente insana! el ordenado alarde, el movimiento,
Huid, huid la ya vecina muerte, el ronco estruendo del furioso Marte,
que la potencia indómita araucana tanta bandera descosida al viento,
viene sobre vosotros de tal suerte, tanto perdón, divisa y estandarte,
que no bastarán muros, ni reparos, trompas, clarines, vices, apellidos,
ni sé lugar donde podáis salvaros”. relinchos de caballos y bufidos!
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Aunque, como ya digo, antes tuvieron Ya, pues, en aquel sitio recogidos
gran contienda sobre ello y diferencia; tantos soldados, armas, municiones,
pero, al fin, por entonces difirieron todos los instrumentos prevenidos,
la ejecución de la áspera sentencia; hechas las necesarias provisiones,
y el poderoso campo retrujeron fueron por igual orden repartidos
hasta tener más cierta inteligencia los lugares, cuarteles y escuadrones,
del español ejército arribado, para que en el rebato y voz primera
que ya le había la fama acrecentado. cada cual acudiese a su bandera.
Pero los nuestros, de mostrar ganosos Caupolicán también, por otra parte,
aquel valor que en la nación se encierra, con no menor cuidado y providencia,
enemigos del ocio y deseosos la gente de su ejército reparte
de entrar talando la enemiga tierra, por los hombres de suerte y suficiencia;
procuran con afectos hervorosos que en el duro ejercicio y bélica arte
apresurar la deseada guerra, era de mayor prueba y experiencia,
haciendo diligencia y gran instancia y todo puesto a punto quiso un día
en prevenir las cosas de importancia. ver la gente y las armas que tenía.
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Tras él con fiero término seguía Seguía el orden tras estos Lemolemo,
el áspero y robusto Tulcomara, arrastrando una pica poderosa,
que vestido en lugar de arnés traía delante de su escuadra, por extremo
la piel de un fiero tigre que matara; lucida entre las otras y vistosa;
cuya espantosa boca le ceñía un poco atrás del cual iba Gualemo,
por la frente y quijadas la ancha cara, cubierto de una piel dura y pelosa
con dos espesas órdenes de dientes de un caballo marino, que su padre
blancos, agudos, lisos y lucientes. había muerto en defensa de su madre.
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Pudo tanto el amor, que el mozo osado Pasó tras este luego Talcahuano,
al pescado alcanzó que se alargaba, que ciñe el mar su tierra y la rodea,
y, abrazado con él por maña a nado, un mástil grueso en la derecha mano,
a la vecina orilla le acercaba, que como un tierno junco le blandea,
donde el marino monstruo sobreaguado cubierto de altas plumas muy lozano,
(que también el amor ya le cegaba) siguiéndole su gente de pelea,
dio recio en seco, al tiempo que el reflujo por los pechos al sesgo atravesadas,
de las huidoras olas se retrujo. bandas azules, blancas y encarnadas.
Soltó la presa libre y, sacudiendo Venía tras él Tomé, que sus pisadas
la dura cola, el suelo deshacía, seguían los puelches, gentes banderizas,
y aquí y allí el gran cuerpo retorciendo, cuyas armas son puntas enastadas
contra el mozo animoso se volvía; de una gran braza, largas y rollizas;
el cual, sazón y punto no perdiendo, y los trulos también, que usan espadas,
a las cercanas armas acudía, de fe mudable y casas movedizas,
comenzando los dos una batalla hombres de poco efecto, alharaquientos,
que el mar calmó y el sol paró a miralla. de fuerza grande y chicos pensamientos.
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Lincoya iba tras él, casi gigante, Seguían, luego, detrás sus piemaiquenes,
la cresta sobre todos levantada, tuncos, renoguelones y pencones,
armado un fuerte peto rutilante, los itatas, mauleses y cauquenes
de penachos cubierta la celada; de pintadas divisas y pendones;
con desdeñoso término delante nibequetenses, pueches y cautenes
de su lustrosa escuadra bien cerrada, con una espesa escuadra de peones
el mozo Peicaví luego guiaba y multitud confusa de guerreros,
otro espeso escuadrón de gente brava. amigos, comarcanos y extranjeros.
Venía en esta reseña en buen concierto Según el mar las olas tiende y crece,
el grave Caniomangue, entristecido así crece la fiera gente armada,
por el insigne viejo padre muerto, tiembla en torno la tierra y se estremece
a quien había en el cargo sucedido, en tantos pies batida y golpeada;
todo de negro el blanco arnés cubierto lleno el aire de estruendo se oscurece
y su escuadrón de aquel color vestido, con la gran polvareda levantada,
al tardo son y paso los soldados que en ancho remolino al cielo sube,
de roncos atambores de estemplados. cual ciega niebla espesa o parda nube.
Fue allí el postrero que pasó la lista Pues nuestro campo en orden semejante,
(primero en todo) Tucapel gallardo, según que dije arriba, don García
cubierta una lúcida sobrevista al tiempo del partir puesto delante
de unos anchos escaques de oro y pardo; de aquella valerosa compañía,
grande en el cuerpo y áspero en la vista, con un alegre término y semblante
con un huello lozano y paso tardo, que dichoso suceso prometía,
detrás del cual iba un tropel de gente moviendo los dispuestos corazones
arrogante, fantástica y valiente. les empezó a decir estas razones:
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“Ya que con tanto afán habéis seguido “No sé si tengo más cerca de esto
hasta aquí las católicas banderas que decir, ni advertimos con razones,
y al español dominio sometido que en detener ya tanto soy molesto
innumerables gentes extranjeras, la furia de esos vuestros corazones;
el fuerte pecho y ánimo sufrido ¡sus, sus!, pues, derribad y allanad presto
poned contra estos bárbaros de veras, las palizadas, tiendas, pabellones,
que vencido esto poco veréis llano y vámonos de aquí todos a una
todo el mundo debajo de la mano. a donde ya nos llama la Fortuna”.
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Nuestros descubridores, que la tierra Pero por más que allí los aguijaban
iban corriendo por el largo llano, con voces, cuerpos, brazos y talones,
al remate del cual está una sierra los bárbaros por pies los alcanzaban,
cerca del alto monte Andalicano, haciéndoles bajar de los arzones;
vieron de allí calar gente de guerra, al fin necesitados peleaban,
cerrando el paso a la siniestra mano, cual los heridos osos y leones
diciendo: “¡Espera, espera; tente, tente; cuando de los lebreles aquejados
veremos quién hoy es aquí el valiente!” ven la guarida y pasos ocupados.
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No es bien pasar tan presto, ¡oh pluma mía!, A Cáceres, que un poco atrás venía,
las memorables cosas señaladas de otro golpe también le puso en tierra,
y los crudos efectos de este día el cual, con gran esfuerzo y valentía,
de valerosas lanzas y de espadas; la adarga embraza y de la espada aferra,
que, aunque ingenio mayor no bastaría y contra la enemiga compañía
a poderlas llevar continuadas, se puso él solo a mantener la guerra,
es justo se celebre alguna parte haciendo rostro y pie con tal denuedo,
de muchas en que puedes emplearte. que a los más atrevidos puso miedo.
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Tan recio se embistió que, aunque hallaron Iban los araucanos tan cebados,
de gruesas astas un tejido muro, que por las picas nuestras se metieron;
el cerrado escuadrón aportillaron, pero, vueltos en sí, más reportados,
probando más de diez el suelo duro; el suelto paso y furia detuvieron;
y al esforzado Cáceres cobraron, y al punto recogidos y ordenados,
que, cercado de gente, mal seguro. la campaña al través se retrujeron
con ánimo feroz se sustentaba, al pie de un cerro a la derecha mano,
y, matando, la muerte dilataba. cerca de una laguna y gran pantano.
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La furia del herirse y golpearse Mas a Juan, yanacona, que una pieza
andaba igual y en duda la Fortuna, de los otros osado se adelanta,
sin muestra ni señal de declararse le machuca de un golpe la cabeza,
mínima de ventaja en parte alguna; y de otro a Chilca el cuerpo le quebranta;
ya parecían aquellos mejorarse, y contra el joven Zúñiga endereza
ya ganaban aquestos la laguna, el tercero, con saña y furia tanta,
y la sangre de todos derramada que como clavo en húmedo terreno,
tornaba el agua turbia, colorada. le sume hasta los pechos en el cieno.
Rengo, que el odio y encendida ira Pero de tiros una lluvia espesa
te había llevado ciego tanto trecho, al animoso pecho encaminados,
luego que nuestro campo vio a la mira turbando el aire claro a mucha priesa
y que a dar en la muerte iba derecho, descargaron sobre él de todos lados;
al vecino pantano se retira, por esto el fiero bárbaro no cesa,
y el fiero rostro y animoso pecho antes con furia y golpes redoblados,
contra todo el ejército volvía, el lodo a la cintura osadamente
y en voz amenazándole decía: estaba por muralla de su gente.
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Viendo el fruto dudoso y daño cierto, Nuestro campo por orden recogido,
según la mucha gente que cargaba, retirado del todo el enemigo,
que a grande priesa, en orden y concierto, fue entre algunos un bárbaro cogido,
de esta y de aquella parte le cercaba, que mucho se alargó del bando amigo;
por un inculto paso y encubierto, el cual acaso a mi cuartel traído
que la fragosa sierra le amparaba, hubo de ser para ejemplar castigo
le pareció con tiempo retirarse de los rebeldes pueblos comarcanos,
y salvar sus soldados y él salvarse. mandándole cortar ambas las manos.
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“¿Qué provincia hubo ya que no temiese “Cuando el siniestro hado y dura suerte
de vuestra voz en todo el mundo oída, nos amanecen cierto en lo futuro,
ni nación que las armas no rindiese podemos elegir honrada muerte,
por temor o por fuerza compelida? remedio breve, fácil y seguro;
Arribando a la cumbre, porque fuese poned a la Fortuna el hombro fuerte,
tanto de allí mayor vuestra caída a dura adversidad corazón duro,
y al término llegase el menosprecio que el pecho firme y ánimo invencible
donde de los pasados llegó el precio. allana y facilita aun lo imposible”.
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Mas como no tuviese tal herida Mas cuando el esperado sol salía,
que pudiese hallar la muerte entrada, la gente de a caballo en orden puesta
retuvo luego la dudosa vida marchó, quedando atrás la infantería,
en siéndole la sangre restañada; y del campo después toda la resta
y la virtud con tiempo socorrida con tal velocidad, que a mediodía
fue de tantos remedios confortada subimos la temida y agria cuesta
y el mozo se ayudó de tal manera de blancos huesos de cristianos llena,
que recobró su sanidad primera. que despertó el cuidado y nos dio pena.
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Espantado del talle y la torpeza Púdelo bien hacer, que en las quebradas
de aquel retrato de vejez tardía, era grande el rumor de la corriente
llegué por ayudarle en su pereza, y con pasos y orejas descuidadas
y tomar lengua de él si algo sabía; pacía la tierna hierba libremente,
mas no sale con tanta ligereza pero cuando sintió ya mis pisadas
sintiendo los lebreles por la vía y al rumor levantó la altiva frente,
la temerosa gama fugitiva, dejó el sabroso pasto y arboleda
como el viejo salió la cuesta arriba. por una estrecha y áspera vereda.
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Gran rato anduve así descarriado, “Mi tierra es en Arauco y soy llamado
que la oculta salida no acertaba, el desdichado viejo Guaticolo,
cuando sentí por el siniestro lado que en los robustos años fui soldado
un arroyo que cerca murmuraba; en cargo antecesor de Colocolo;
y al vecino rumor encaminado, y antes por mi persona en estacado
al pie de un roble que a la orilla estaba siete campos vencí de solo a solo
vi una pequeña y mísera casilla y mil veces de ramos fue ceñida
y, junto a un hombre anciano, la corcilla. esta mi calva frente envejecida.
El cual dijo: “¿Qué hado o desventura “Mas, como en esta vida el bien no dura
tan fuera de camino te ha traído y todo está sujeto a desvarío,
por este inculto bosque y espesura, mudóse mi fortuna en desventura,
donde jamás ninguno he conocido? y en deshonor perpetuo el honor mío,
Que si por caso adverso y suerte dura que por extraño caso y suerte dura
andas de tus banderas forajido perdí con Ainavillo en de esafío
haré cuanto pudiere de mi parte la gloria en tantos años adquirida,
en buscarte el remedio y escaparte”. quitándome el honor y no la vida.
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Bien por ella cien pasos anduvimos, Vello de cuantos monstruos prodigiosos
no sin algún temor de parte mía, la superflua Natura ha producido,
cuando a una grande bóveda salimos escupidos de sierpes venenosos;
do una perpetua luz en medio ardía; las dos alas del jáculo temido
y cada banda en torno de ella vimos y de la seps los dientes ponzoñosos,
poyos puestos por orden, en que había que el hombre o animal de ella mordido,
multitud de redomas sobrescritos de súbito hinchado como un odre,
de ungüentos, hierbas y aguas infinitas. huesos y carne se convierte en podre.
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Visto por mi apacible compañero “Que estando así una noche retirado,
la coyuntura y tiempo favorable, escribiendo el suceso de aquel día,
pues el viejo, tan áspero y severo, súbito fue en un sueiío arrebatado,
se mostraba doméstico y tratable, viendo cuanto en la Europa sucedía;
se detuvo mirándome primero donde le fue asimismo revelado
con un comedimiento y muestra afable, que en tu escondida cueva entendería
por ver si responderle yo quería: extraños casos dignos de memoria
mas, viéndome callar, le respondía: con que ilustrar pudiese más su historia.
Diciendo: “Oh gran Fitón, a quien es dado “Y que noticias le darías de cosas
penetrar de los cielos los secretos ya pasadas, presentes y futuras,
que del eterno curso arrebatado hazañas y conquistas milagrosas,
no obedecen la ley a ti sujetos; peregrinos sucesos y aventuras,
tú, que de la Fortuna, y fiero hado temerarias empresas espantosas,
revocas cuando quieres los decretos, hechos que no se han visto en escrituras;
y el orden natural turbas y alteras este encarecimiento le molesta
alcanzando las cosas venideras, y nos tiene suspensos tu respuesta”.
“Y por mágica ciencia y saber puro, Holgó el mago de oír cuán extendida
rompiendo el cavernoso y duro suelo, por aquella región su fama andaba,
puedes en el profundo reino oscuro y, vuelta a mí la cara envejecida,
meter la claridad y luz del cielo; todo de arriba abajo me miraba;
y atormentar con áspero conjuro al fin con voz pujante y expedida,
la caterva infernal que con recelo que poco con las canas conformaba,
tiembla de tu eficaz fuerza que es tanta, y aspecto grave y muestra algo severa,
que sus eternas leyes le quebranta. la respuesta me dio de esta manera:
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Diciendo así, con paso tardo y lento, Después de haber un rato satisfecho
por la pequeña puerta cavernosa, la codiciosa vista en las pinturas,
me metió de la mano a otro aposento, mirando de los muros, suelo y techo,
y luego, en una cámara hermosa, la gran riqueza y varias esculturas,
que su fábrica extraña y ornamento el mago me llevó al globo derecho,
era de tal labor y tan costosa, y, vuelto allí de rostro a las figuras,
que no sé lengua que contarlo pueda, con el corvo cayado señalando,
ni habrá imaginación a que no exceda. comenzó de enseñarme así hablando:
Tenía el suelo por orden ladrillado “Habrás de saber, hijo, que estos hombres
de cristalinas losas transparentes son los más de esta vida ya pasados,
que el color contrapuesto y variado que por grandes hazañas sus renombres
hacía labor y visos diferentes; han sido y serán siempre celebrados;
el cielo alto, diáfano, estrellado, y algunos que de baja estirpe y nombres
de innumerables piedras relucientes, sobre sus altos hechos levantados
que toda la gran cámara alegraba los ha puesto su próspera fortuna
la varia luz que de ellas revocaba. en el más alto cuerno de la luna.
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“Mas, pues tus apariencias generosas Yo, con mayor codicia por un lado
son de escribir los actos de la guerra, llegué el rostro a la bola transparente,
y por fuerza de estrellas rigurosas donde vi dentro un mundo fabricado,
tendrás materia larga en esta tierra, tan grande como el nuestro y tan patente;
dejaré de aclararte algunas cosas, como en redondo espejo relevado,
que la presente poma y mundo encierra, llegando junto el rostro claramente,
mostrándote una sola que te espante, vemos dentro un anchísimo palacio,
para lo que pretendes importante. y en muy pequeña forma grande espacio.
“Que, pues, que en nuestro Arauco ya se halla Y por aquel lugar se descubría
materia a tu propósito cortada, el turbado y revuelto mar Ausonio,
donde la espada y defensiva malla donde se definió la gran porfía
es más que en otra parte frecuentada; entre César Augusto y Marco Antonio;
solo te falta una naval batalla así en la misma forma parecía
con que será tu historia autorizada, por la banda de Lepanto y Favonio,
y escribirás las cosas de la guerra junto a las Curchulares, hacia el puerto
así de mar, también como de tierra. de galeras el ancho mar cubierto.
“La cual verá aquí tal, que te juro Mas, viendo las divisas señaladas
que vista la tendremos por dudosa, del Papa, de Felipe y venecianos,
y en el pasado tiempo y el futuro luego reconocí ser las armadas
no se vio ni verá tan espantosa; de los infieles turcos y cristianos,
y el gran Mediterráneo mar seguro que en orden de batalla aparejadas,
quedará por la gente victoriosa, para venir estaban a las manos,
y la parte vencida y destrozada aunque a mi parecer no se movían,
la marítima fuerza quebrantada. ni más que figuradas parecían.
Por tanto, a mis palabras no te alteres, Pero el mago Fitón me dijo: “Presto
ni te espante el horrísono conjuro, verás una naval batalla extraña,
que si atento con ánimo estuvieres donde se mostrará bien manifiesto
verás aquí presente lo futuro; el supremo valor de vuestra España”.
todo punto por punto lo que vieres, Y luego, con airado y fiero gesto,
lo disponen los hados, y seguro hiriendo el ancho globo con la caña,
que podrás, como digo, ser de vista una vez al través, otra al derecho,
testigo y verdadero coronista”. sacó una horrible voz del ronco pecho.
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“Y vos, Furias, que así con crueldades Luego, pues, los cristianos dispararon
atormentáis las ánimas dañadas, una pieza en señal de rompimiento,
que aun temen ver las ínferas deidades y en alto un crucifijo enarbolaron,
vuestras frentes de víboras crinadas; que acrecentó el hervor y encendimiento;
y vosotras, gorgóneas potestades, todos humildemente le salvaron
por mis fuertes palabras apremiadas, con grande devoción y acatamiento,
haced que claramente aquí se vea, bajo del cual estaban a los lados
aunque futura, esta naval pelea. las armas de los fieles coligados,
“Y tú, Hécate, ahumada y mal compuesta, En esto, con rumor de varios sones,
nos muestra lo que pido aquí visible. acercándose siempre, caminaban;
¡Hola! ¿A quién digo? ¿Qué tardanza es esta, estandarte, banderas y pendones
que no hace temblar mi voz terrible? sobre las altas popas tremolaban;
Mirad que romperé la tierra opuesta, las ordenadas bandas y escuadrones,
y os heriré con luz aborrecible, esgrimiendo las armas, se mostraban
y por fuerza absoluta y poder nuevo en torno las galeras rodeadas
quebrantaré las leyes del Erebo”. de cañones de bronce y pavesadas.
No acabó de decir bien esto, cuando Mas en el bajo tono que ahora llevo
las aguas en el mar se alborotaron, no es bien que de tan grave cosa cante,
y el seco lesnorde este respirando, que cierto es menester aliento nuevo,
las cuerdas y anchas velas se estiraron, lengua más expedida y voz pujante.
y aquellas gentes súbito anhelando Así, medroso de esto, no me atrevo
poco a poco a moverse comenzaron, a proseguir, Señor, más adelante;
haciendo de aquel modo en los objetos en el siguiente y nuevo canto os pido
todas las demás causas sus efectos. me deis vuestro favor y atento oído.
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Yo, codicioso de saber quién era, “Que quien volver de aquí vivo desea
aficionado al talle y apostura, al patrio nido y casa conocida,
mirando atentamente la manera, por medio de esa armada gente crea
el aire, el ademán y compostura, que ha de abrir con la espada la salida;
en la fuerte celada, en la testera, así cada cual mire que pelea
vi escrito en el relieve y grabadora por su Dios, por su rey y por la vida,
de letras de oro, el campo en sangre tinto, que no puede salvarla de otra suerte
Don Juan, hijo del César Carlos Quinto. sino en trayendo al enemigo a muerte.
El cual acá y allá siempre corría “Mirad que del valor y espada vuestra
por medio del bullicio y alboroto, hoy el gran peso y ser del mundo pende,
y en la fragata cerca de él venía y entienda cada cual que está en su diestra
el viejo secretario Juan de Soto, toda la gloria y premio que pretende;
de quien el mago anciano me decía apresuremos la fortuna nuestra,
ser en todas las cosas de gran voto, que la larga tardanza nos ofende;
persona de discurso y experiencia, pues no estáis de cumplir vuestro deseo,
de mucha experiencia y suficiencia. mas del poco de mar que en medio veo.
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“Solo os ruego que en Cristo confiando, Así que, brevemente habiendo puesto
que a la muerte de cruz por vos se ofrece, en orden las galeras y la gente,
combata cada cual por él, mostrando a la suya real se acostó presto,
que llamarse su mílite merece; donde fue saludado alegremente;
con propósito firme protestando y, señalando a cada cual su puesto,
de vencer o morir, que si parece con el concierto y modo conveniente,
la victoria de premio y gloria llena, la artillería bien puesta y alistada,
la muerte por tal Dios no es menos buena. iba la vuelta de la turca armada.
Súbito allí los pechos más helados Pues, los cuernos iguales y ordenados,
de furor generoso se encendieron, la batalla guiaba el hijo dino
y de los torpes miembros resfriados del gran Carlos, cerrando los dos lados
el temor vergonzoso sacudieron; las galeras de Malta y Lomelino;
todos los diestros brazos levantados, la del Papa y Venecia a los costados
la victoria o morir le prometieron, así continuaban su camino,
teniendo en poco ya desde aquel punto cargando con igual compás y extremos
el contrario poder del mundo junto. las anchas palas de los largos remos.
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Por el orden y término que cuento “Que jamás la Fortuna a nuestros ojos
la católica armada caminaba se mostró tan alegre y descubierta,
la vuelta del infiel que, a sobreviento, pues cargada de gloria y de despojos
ganándole la mar se aventajaba; se viene ya a meter por nuestra puerta;
pero luego a deshora calmó el viento rematad el trabajo y los enojos
y el alto mar sus olas allanaba, de esta prolija guerra, haciendo cierta
remitiendo Fortuna la sentencia la esperanza y el crédito estimado
al valor de los brazos y excelencia. que de vuestro valor siempre habéis dado.
El cual, reconociendo el duro hado “Que esas gentes sin orden que allí vienen
y de su perdición la hora postrera, en el valor y número inferiores,
como prudente capitán y osado, son las que nos impiden y detienen
de la alta popa en la real galera, el ser de todo el mundo vencedores;
con un semblante alegre y confiado muestren las armas el poder que tienen,
que mostraba fingido por defuera, tomad de esos indignos poseeedores
el cristiano poder disminuyendo, las provincias y reinos del Poniente
hizo esta breve plática diciendo: que os vienen a entregar tan ciegamente.
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“No penséis que nos venden muy costosa Así el bajá en el limitado trecho
los hados la victoria de este día, los dispuestos soldados animaba,
que lo más de esa armada temerosa y de la heroica empresa y alto hecho,
es de la veneciana señoría: el próspero suceso aseguraba;
gente no ejercitada ni industriosa, pero, en lo hondo del secreto pecho,
dada más al regalo y policía siempre el negocio más dificultaba,
y a las blandas delicias de su tierra tomando por agüero ya contrario
que al robusto ejercicio de la guerra. la gran resolución del adversario.
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Luego con igual ímpetu y denuedo ¿Cuál será aquel que no temblase viendo
llegan unas con otras a abordarse, el fin del mundo y la total ruina,
cerrándose tan juntas que a pie quedo tantas gentes a un tiempo pereciendo,
pueden con las espadas golpearse; tanto cañón, bombarda y culebrina?
no bastaba la muerte a poner miedo, El sol, los claros rayos recogiendo,
ni allí se vio peligro rehusarse, con faz turbada de color sanguina,
aunque al arremeter viesen derechos entre las negras nubes se escondía,
disparar los cañones a los pechos. por no ver el destrozo de aquel día.
Así la airada gente deseosa, Acá y allá con pecho y rostro airado
de ejecutar sus golpes se juntaban sobre el rodante carro presuroso,
y cual violenta tempestad furiosa de Tesifón y Aleto acompañado,
los tiros y altos brazos descargaban; discurre el fiero Marte sanguinoso;
era de ver la prisa hervorosa ora sacude el fuerte brazo armado,
con que las fieras armas meneaban; ora bate el escudo fulminoso,
la mar de sangre súbito cubierta infundiendo en la fiera y brava gente,
comenzó a recibir la gente muerta. ira, saña, furor y rabia ardiente.
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Unos al mar se arrojaban por salvarse Don Luis de Requeséns, de la otra banda
del crudo hierro y llamas perseguidos, provoca, exhorta, anima, mueve, incita,
otros que habían probado el ahogarse, corre, vuelve, revuelve, torna y anda
se abrasan a los leños encendidos, donde el peligro más lo necesita;
así que con la gana de escaparse, provee, remedia, acude, ordena, manda,
a cualquiera remedio vano asidos, insta, da prisa, induce y solicita
dentro del agua mueren abrasados a la diestra, siniestra, a popa, a proa,
y en medio de las llamas ahogados. ganando estimación y eterna loa.
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Era tanta la furia y tal la priesa, Don Juan, en esto, airado e impaciente,
que el fin y día postrero parecía; la espaciosa fortuna apresuraba,
de los tiros la recia lluvia espesa poniendo espuelas y ánimo a su gente,
el aire claro y rojo mar cubría; que envuelta en sangre ajena y propia andaba;
crece la rabia, el disipar no cesa Alí Bajá, no menos diligente,
de la presta y continua batería, con gran hervor los suyos esforzaba,
atronando el rumor de las espadas trayéndoles continuo a la memoria
las marítimas costas apartadas. el gran premio y honor de la victoria.
El buen marqués de Santa Cruz, que estaba Mas la real cristiana, aventajada
al socorro común apercibido, por el grande valor de su caudillo,
visto el trabajo juego cual andaba a puros brazos y a rigor de espada,
y desigual en partes el partido, abre recio en la turca un gran portillo,
sin aguardar más tiempo se arrojaba por do un grueso tropel de gente armada,
en medio de la priesa y gran ruido, sin poder los contrarios resistillo,
embistiendo con ímpetu furioso entra con un rumor y furia extraña
todo lo más revuelto y peligroso. gritando: “¡Cierra, cierra, España, España!”
Después rabioso, sin parar, corriendo Hasta el árbol mayor, donde afirmando
por la áspera batalla discurría, el rostro y pie con nueva confianza,
entra, sale y revuelve socorriendo, renuevan la batalla, refrescando
y a tres y a cuatro veces resistía; el fiero estrago y bárbara matanza;
¿quién podrá punto a punto ir refiriendo carga socorro de uno y de otro bando,
las gallardas espadas que este día fatígales y aqueja la tardanza,
en medio del furor se señalaron de vencer o morir desesperados,
y el mar con turca sangre acrecentaron? dando gran prisa a los furiosos hados.
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Fue el poderoso golpe de tal suerte, Las galeras de Malta, que miraron
de más de la pesada y gran caída, con tal rigor su capitana entrada,
que resistir no pudo el peto fuerte los fieros enemigos despreciaron
ni la rodela a prueba guarnecida: con quien tenían batalla comenzada;
al fin el joven con honrada muerte y batiendo los remos se lanzaron
del todo aseguró la inquieta vida, con nueva rabia y prisa acelerada
envainando en España mil espadas, sobre la multitud de los paganos
en contra y daño suyo declaradas. verdugos de los mártires cristianos.
En esto, por tres partes fue embestida Tanto fue el sentimiento en los soldados
la famosa de Malta capitana, y la sed de venganza de manera
y apretada de todas y batida que, embistiendo a los turcos por los lados,
con vieja enemistad y furia insana; entran haciendo riza carnicera;
mas la fuerza y virtud tan conocida así que, victoriosos y vengados,
de aquella audaz caballería cristiana, recobraron su honor y la galera,
la multitud pagana contrastando, hallando solos vivos los primeros
iba de punto en punto mejorando. al general y cuatro caballeros.
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Marco Antonio Coloma, despreciando Bien que con muestra y ánimo esforzado
el ímpetu enemigo y la braveza, contrastaba la furia sarracina,
combate animosísimo, igualando no pudo contrastar al duro hado,
con la honrosa ambición la fortaleza; o, por mejor decir, orden divina;
pues Sebastián Veniero, contrastando que ya el último término llegado,
la turca fuerza y bárbara fiereza, de una furiosa flecha repentina
vengada allí con ira y rabia justa fue acertado en el ojo descubierto,
la injuria recibida en Famagusta. donde de a poco de rato cayó muerto.
No, pues, con menos ánimo y pujanza Bien dos horas y media y más había
el sabio Barbarigo combatía, que duraba el combate porfiado,
igualando el valor a la esperanza sin conocer en parte mejoría
que de su claro esfuerzo se tenía; ni haberse la victoria declarado;
ora oprime la turca confianza, cuando el bravo don Juan, que en saña ardía,
ora a la misma muerte rebatía, casi quejoso del suspenso hado,
haciendo suspender la flecha airada comenzó a mejorar sin duda alguna,
que ya derecho en él tenía asestada. declarada del todo su fortuna.
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Ya, pues, del cuerno izquierdo y del derecho Cuál con brazos, con hombros, rostro y pecho
de la victoria sanguinosa usando, el gran reflujo de las olas hiende;
con furia inexorable todo a hecho, cuál sin mirar al fondo y largo trecho,
los van por todas partes degollando; no sabiendo nadar así lo aprende;
quién al agua se arroja, abierto el pecho, no hay parentesco, no hay amigo estrecho,
quién se entrega a las llamas, rehusando ni el mismo padre el caro hijo atiende;
el agudo cuchillo riguroso, que el miedo de respetos enemigo
teniendo el fuego allí por más piadoso. jamás en el peligro tuvo amigo.
El astuto Ochalí, viendo su gente Así que del temor mismos forzados
por la cristiana fuerza destruida en la arenosa playa pie tomaron,
y la deshecha armada totalmente y por las peñas y árboles cerrados
al hierro, fuego y agua ya rendida, a más correr huyendo se escaparon;
la derrota tomó por el Poniente deshechos, pues, del todo y destrozados
siguiéndole con mísera huida los miserables bárbaros quedaron,
las bárbaras reliquias destrozadas, habiendo fuerza a fuerza y mano a mano
del hierro y fuego apenas escapadas. rendido el nombre de Austria al otomano.
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Estaba yo con gran contento viendo Una tarde que el sol ya declinaba,
el próspero suceso y prometido, arribamos aun valle muy poblado,
cuando en el globo el mágico hiriendo por donde un grande arroyo atravesaba,
con el potente junco retorcido, de cultivadas lomas rodeado;
se fue el aire ofuscando y revolviendo y en la más llana, que a la entrada estaba,
y cesó de repente el gran ruido, por ser lugar y sitio acomodado,
quedando en gran quietud la mar segura la gente se alojó por escuadrones,
cubierta de una niebla y sombra oscura. las tiendas levantando y pabellones.
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“Y así, por entender que muestras gana Don García le responde: ”Soy contento
de encontrar al ejército araucano, de aceptar el combate, y le aseguro
te avisa que al romper de la mañana que al plazo puesto y señalado asiento
se vendrá a presentar en este llano, podrá a su voluntad venir seguro”.
do con firmeza de ambas partes llana, El indio, que escuchando estaba atento,
en medio de los campos mano a mano, muy alegre le dijo: “Yo te juro
si quieres combatir sobre este hecho, que esta osada respuesta eternamente
remitirá a las armas el derecho. te dejará famoso entre la gente”.
“Con pacto y condición que si vencieres Con esto sin pasar más adelante
someterá la tierra a tu obediencia, las espaldas volvió y tomó la vía,
y de él podrás decir lo que quisieres mostrando por su término arrogante
sin usar de respeto ni clemencia; en la poca opinión que nos tenía;
y cuando tú por él vencido fueres, algunos hubo allí que en el semblante
libre te dejará en tu preeminencia, juzgaron ser mañosa y doble espía,
que no quiere otro premio ni otra gloria que iba a reconocer con este intento
sino solo el honor de la victoria. la gente y pertrechado alojamiento.
“Mira que solo en que esta voz se extienda Venida, pues, la noche, los soldados
consigues nombre y fama de valiente, en orden de batalla nos pusimos,
y en cuanto el claro sol sus rayos tienda y a las derechas picas arrimados
durará tu memoria entre la gente, contando las estrellas estuvimos
pues al fin se dirá que por contienda del sueño y graves armas fatigados,
entraste valerosa y dignamente aunque crédito entero nunca dimos
en campo con el gran Caupolicano, al indio, por pensar que solo vino
persona por persona y mano a mano. a tomar lengua y descubrir camino.
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Cuando con alto y súbito alarido De sus golpes los nuestros no faltaron,
apareció por uno y otro lado, que todos sin errar fueron derechos,
en tres distintas partes dividido cuáles de banda a banda atravesaron,
el ejército bárbaro ordenado, cuáles atropellaron con los pechos;
cada escuadrón de gente muy fornido, todos en un instante se mezclaron
que con gran muestra y paso apresurado viniendo a las espadas más estrechos
iban en igual orden como cuento, con tal prisa y rumor, que parecía
cercando nuestro estrecho alojamiento. la espantosa vulcánea herrería.
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Tras este otro derriba y otro mata, Pues don Luis de Toledo peleando,
que fue por su desdicha el más vecino; Carranza, Aguayo, Zúñiga y Castillo,
abre, destroza, rompe y desbarata, resisten al furor del indio bando
haciendo llano el áspero camino, con Diego Cano, Pérez y Ronquillo;
y al yanacona Tambo así arrebata, los primos Alvarado, Juan y Hernando,
que como halcón al pollo o palomino, Pedro de Olmo, Paredes y Carrillo,
sin poderle valer los más cercanos derriban a sus pies gallardamente,
le ahoga y despedaza entre las manos. aunque a costa de sangre, mucha gente.
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Tanto en más ira y más furor se enciende, “Y esta postrer batalla fenecida
cuanto el trabajo y el peligro crece, de vosotros así tan deseada,
que allí la gloria y el honor pretende no queda cosa ya que nos impida,
donde mayor dificultad se ofrece; ni lanza enhiesta, ni contraria espada;
lo más dudoso y de más riesgo emprende mirad la muerte, infame o triste vida
y poco lo posible le parece; que está para el vecino aparejada,
que el pecho grande y ánimo invencible los ásperos tormentos excesivos
le allana y facilita lo imposible. que el vencedor promete hoy a los vivos.
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“Que aquel que se mostrare buen soldado Trábase entre ellos un combate horrendo,
tendrá en su mano ser lo que quisiere, con hervoroso prisa y rabia extraña,
que todo lo que habemos deseado todos en un tesón igual poniendo
la Fortuna con ello hoy nos requiere; la extrema industria, la pujanza y maña;
también piense que queda condenado sube a los cielos el furioso estruendo,
por rebelde y traidor quien no venciere, retumba en torno toda la campaña,
que no hay vencido justo y sin castigo cubriendo los lugares descubiertos
quedando por jüez el enemigo”. la espesa lluvia de los cuerpos muertos.
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Veis, pues, aquí Orompello, el cual haciendo Viéndose el araucano, pues, sin maza,
venía por esta parte mortal guerra, no por eso amainó al furor la vela,
que, al gran tumulto y voces acudiendo, antes con gran presteza de la plaza
vio cubierta de muertos la ancha tierra; arrebata un pedazo de rodela;
y al genovés gallardo, conociendo, y, al punto, sin perder tiempo, lo embraza
como cebado tigre con él cierra, y, como aquel que daño no recela,
alta la maza y encendido el gesto, con solo el trozo del bastón cortado
sobre las puntas de los pies enhiesto. aguija al enemigo confiado.
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Echó por tierra la furiosa espada Pasáronlo, pues, mal al otro lado,
del defensivo escudo una gran pieza, según la mucha gente que acudía,
bajando con rigor a la celada si don Felipe, don Simón y Prado,
que defender no pudo la cabeza: don Francisco Arias, Pardo y Alegría,
hasta el casco caló la cuchillada, Barrios, Diego de Lira, Coronado
quedando el mozo atónito una pieza, y don Juan de Pineda en compañía,
pero, en sí vuelto, viéndose tan junto, con valeroso esfuerzo combatiendo,
le echó los fuertes brazos en un punto. no fueran los contrarios reprimiendo.
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Mas, aunque, como digo, combatiendo Dejó por tierra cuatro o seis tendidos,
mostraba esfuerzo y ánimo invencible, que estrecha plaza y paso le dejaron,
le van a tanto estrecho reduciendo y los otros en círculo esparcidos
que poder escapar era imposible; del fatigado Rengo se arredraron,
y por más que se esfuerza resistiendo, y contra Tucapel embravecidos
al fin era de carne, era sensible, las armas y la grita enderezaron;
y el furioso y continuo movimiento mas él daba de sí tan buen descargo
la fuerza le ahogaba y el aliento. que les hacía tener bien a lo largo.
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En esto, a todas partes la batalla Fue tan grande la prisa de esta hora
andaba muy reñida y sanguinosa, y el ímpetu del bárbaro violento
con tal furia y rigor que no se halla que por el araucano en voz sonora
persona sin herida ni arma ociosa; se cantó la victoria y vencimiento;
cubre la tierra la menuda malla, mas la misma Fortuna burladora
y en la remota Turcia, cavernosa, dio la vuelta a la rueda en un momento
por fuerza arrebatados de los vientos, en contra de la parte mejorada,
hieren los duros y ásperos acentos. barajando la suerte declarada.
Era el rumor del uno y otro bando Que el último escuadrón, donde estribaba
y de golpes la furia apresurada, nuestro postrer remedio y esperanza,
como ventosa y negra nube, cuando metido en el contrario peleaba,
del Vulturno o del Céfiro arrojada haciendo fiero estrago y gran matanza;
lanza una piedra súbita, dejando que ni el valor de Ongolmo allí bastaba,
la rama de sus hojas despojada, ni del fuerte Lincoya la pujanza;
y los muros, los techos y tejados ni yo basto a contar de una vez tanto,
son con prisa terrible golpeados. que es fuerza diferirlo al otro canto.
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Los de la izquierda mano, que miraron Yo, que de aquella parte discurriendo
su mayor escuadrón desbaratado, a vueltas del rumor también andaba
perdieron todo el ánimo, dejaron la grita y nuevo estrépito sintiendo,
la tierra y el honor que habían ganado; que en el vecino bosque resonaba,
así la trompa a retirar tocaron, apresuré los pasos acudiendo
y con paso, aunque largo, concertado, hacía donde el rumor me encaminaba,
altas y campeando las banderas viendo al entrar del bosque detenidos
se dejaron calar por las laderas. algunos españoles conocidos.
Y allí, como invencible y valeroso, Diciendo: “¡Oh don Alonso! Quien procura
solo estuvo gran rato peleando, ganar estimación y aventajarse,
pero viendo el trabajo infructuoso este es el tiempo y esta es coyuntura
y gente ya ninguna de su bando, en que puede con honra señalarse;
con paso tardo, grave y espacioso, no impida vuestra suerte esta espesura
volviendo el rostro atrás de cuando en cuando, donde quieren los indios entregarse,
tomó a la mano diestra una vereda que al que abriere la entrada defendida
hasta entrar en un bosque y arboleda. le será la victoria atribuida”.
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Unos hienden por medio, otros barrenan Yo, a la sazón, al señalar llegando
de parte a parte los airados pechos, de la cruda sentencia condolido,
por los muslos y cuerpo otros cercenan, salvar quise uno de ellos, alegando
otros, miembro por miembro, caen deshechos; haberse a nuestro ejército venido;
los duros golpes todo el bosque atruenan, mas él luego los brazos levantando,
andando de ambas partes tan estrechos que debajo del peto había escondido,
que vinieron algunos de impacientes mostró en alto la falta de las manos
a los brazos, a puños y a los dientes. por los cortados troncos aun no sanos.
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Era, pues, Galvarino este que cuento, De tal manera el bárbaro esforzado
de quien el canto atrás os dio noticia, la muerte en alta voz solicitaba,
que porque fuese ejemplo y escarmiento de la infelice vida ya cansado,
le cortaron las manos por justicia; que largo espacio a su pesar duraba;
el cual, con el usado atrevimiento, y en el gentil propósito obstinado,
mostrando la encubierta inimicicia, diciéndonos injurias procuraba
sin respeto ni miedo de la muerte, un fin honroso de una honrosa espada
habló mirando a todos de esta suerte: y rematar la mísera jornada.
“¡Sus!, pues; ya ¿qué esperáis o qué os detiene Por falta de verdugo, que no había
de no me dar mi premio y justo pago? quien el oficio hubiese acostumbrado,
La muerte y no la vida me conviene, quedó casi por uso de aquel día
pues con ella a mi deuda satisfago; un modo de matar jamás usado:
pero, si algún disgusto y pena tiene que a cada indio de aquella compañía
este importante y deseado trago, un bastante cordel le fue entregado,
en no veros primero hechos pedazos diciéndole que el árbol eligiese,
con estos dientes y trancados brazos”. donde a su voluntad se suspendiese.
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Volví el rostro y las riendas hacia el lado Yo, de le ver así maravillado,
donde la extraña voz había salido, y más de la siniestra profecía,
y vi a Fitón el mágico, arrimado mi caballo en un líbano arrendado,
al tronco de un gran roble carcomido, le quise hacer un rato compañía;
sobre el herrado junco recostado, y al fin de muchos ruegos acetado,
que, como fue de mí reconocido, siendo el viejo decrépito la guía,
del caballo salté ligeramente, hendimos la espesura y breña extraña
saludándole alegre y cortésmente. hasta llegar al pie de la montaña.
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Abriéronse, en llegando el mago al punto Pero para decir por orden cuanto
y en un jardín entramos espacioso vi dentro de la gran poma lucida,
do se puede decir que estaba junto es cierto menester un nuevo canto
todo lo natural y artificioso; y tener memoria recogida;
hoja no discrepaba de otra un punto, así, Señor, os ruego que, entre tanto,
haciendo cuadro o círculo hermoso, que refuerzo la voz enflaquecida,
en medio un claro estanque do las fuentes perdonéis si lo dejo en este punto
murmurando enviaban sus corrientes. que no puedo deciros tanto junto.
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“Dentro y fuera del Gange mira tanta “Mira a Tigris y Eufrates, que poniendo
tierra de India, al Levante prolongada; punto a Mesopotamia en compañía,
ves el Catay y su ciudad de Canta, hasta el golfo de Persia van corriendo,
que sobre el indo mar está fundada; dejando a un lado Egipto y a Suría:
la China y el Maluco y toda cuanta ves la Partia y la Media, que, torciendo
mar se extiende del Este y la apartada su corva costa, abraza al Mediodía;
Trapobana famosa, antiguamente el Caspio mar, por otro nombre Hircano
término y fin postrero del Oriente. que en forma oval se extiende al subsolano.
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“Ves a Gogia y sus montes levantados, “Mira al Cairo, que incluye tres ciudades,
que a todos sobrepujan en grandeza, y el palacio réal de Dultibea,
canos siempre de nieve los collados, las torres, los jardines y heredades
y abajo peñascales y aspereza, que su espacioso círculo rodea;
que forman un gran muelle, rodeados las pirámides mira y vanidades
de breñales espesos y maleza, que los ciegos antiguos, que aunque sea
moradas de osos, puercos y leones, señal de sus riquezas la hechura,
tigres, panteras, grifos y dragones. fue más que el edificio la locura.
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“Mira aquel sitio inculto y montruoso, “Mira a Cádiz, donde Hércules famoso,
al pie del alto puerto algo apartado, sobre sus hados próspero corriendo
que, aunque lo ves desierto y pedregoso, fijó las dos columnas victorioso,
ha de venir en breve a ser poblado; Nihil Ultra en el mármol escribiendo;
ahí el rey don Felipe, victorioso, mas Fernando Católico, glorioso,
habiendo al franco en San Quintín domado, los mojonados términos rompiendo,
en testimonio de su buen deseo, del ancho y nuevo mundo abrió la vía,
levantará un católico trofeo. porque en un mundo solo no cabía.
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“Mira a Jalisco y Mechoacán famosa, “Mira los grandes montes y altas sierras
por la raíz medicinal que tiene, bajo la zona tórrida nevadas,
y a Méjico abundante y populosa, los mojos, bracamoros y las tierras
que el indio nombre antiguo aun hoy retiene; de incultos chachapoyas habitadas;
ves al Sur la poblada y montuosa Cajamarca y Trujillo, que en las guerras
tierra que en punta a prolongarse viene, fueron famosas siempre y señaladas,
que los dos anchos mares por los lados y la ciudad insigne de los Reyes,
le van adelgazando los costados. silla de las audiencias y virreyes.
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“Mira allá a Chuquiabo, que metido “por donde Magallanes con su gente
está a un lado, la tierra al Sur marcada, al Mar del Sur salió desembocando
y adelante el riquísimo y crecido y tomando la vuelta del Poniente
cerro de Potosí, que de cendrada al Maluco guió noroesteando;
plata de ley de valor subido ves las islas de Acaca y Zabú enfrente,
tiene la tierra envuelta y amasada, y a Mactán do murió al fin peleando;
pues de un quintal de tierra de la mina Brunei, Bohol, Gilolo, Terrenate,
las dos arrobas son de plata fina. Macián, Mutir, Madan, Tidore y Mate.
“Ves la villa de Plata, la postrera “Ves las manchas de tierras tan cubiertas,
por el Levante a la siniestra mano, que pueden ser apenas divisadas,
y atravesando la alta cordillera, son las que nunca han sido descubiertas
Calchaquí, Pilcomayo y Tucamano; ni de extranjeros pies jamás pisadas,
los jurres, los diaguitas y ribera las cuales estarán siempre encubiertas
de los comechingones, y el gran llano y de aquellos celajes ocupadas,
y fructífero término remoto hasta que Dios permita que parezcan,
hasta la fortaleza de Gaboto. porque más sus secretos se engrandezcan.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
“Mas, aunque quiero yo de parte mía Aunque con riesgo, sin contraste alguno
dejarte más contento y satisfecho, los peligrosos términos pasamos,
ha mucho rato que declina el día y en tiempo aparejado y oportuno
y tienes hasta el sitio largo trecho”. a la Imperial ciudad salvos llegamos,
Así haciéndome el mago compañía, donde a los moradores de uno a uno
me trajo hasta ponerme en el derecho con palabras de amor los obligamos,
camino do encontré luego mi gente, no solo a dar graciosa la comida,
que me andaba a buscar confusamente. pero a ofrecer también hacienda y vida.
Llegamos al asiento en punto, cuando Así que alegres, sin rumor de guerra,
entraban a la guardia los amigos, con pan, frutas, semillas y ganados
donde gastamos tiempo procurando dimos presto la vuelta por la tierra
reducir a la paz los enemigos; de pacíficos indios y alterados;
unas veces por bien acariciando, y, al descubrir de la purena sierra,
otras por amenazas y castigos, hallamos una escolta de soldados,
haciendo sin parar corredurías digo, de nuestra gente que venía
con los vecinos pueblos y alquerías. a asegurar la peligrosa vía.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Canto XXVIII
Cuenta Glaura sus desdichas y la causa de su venida; asaltan los araucanos a
los españoles en la quebrada de Purén; pasa entre ellos una recia batalla; sa-
quean los enemigos el bagaje; retiranse alegres, aunque desbaratados.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Yo, queriendo saber a qué venía “Mas presto el envidioso amor tirano,
sola por aquel bosque y aspereza, turbador del sosiego adredemente,
con más seguridad que prometía trajo a mi tierra y casa a Fresolano,
su bello rostro y rara gentileza, mozo de fuerza y ánimo valiente;
la aseguré del miedo que traía, de mi infelice padre primo hermano
la cual dando un suspiro, que a terneza y mucho más amigo que pariente,
al más rebelde corazón moviera, a quien la voluntad tenía rendida
comenzó su razón de tal manera: no habiendo entre los dos cosa partida.
“Mi nombre es Glaura, en fuerte hora nacida, “O fue el trato que tuvo allí conmigo,
hija del buen cacique Quilacura, o por mejor decir mi desventura,
de la sangre de Friso esclarecida, que esta sería más cierta como digo,
rica de hacienda, pobre de ventura; que no la mal juzgada hermosura,
respetada de muchos y servida que ingrato al hospedaje del amigo,
por mi linaje y vana hermosura; del deudo y deuda haciendo poca cura,
mas ¡ay de mí!, cuánto mejor me fuera me comenzó a amar y buscar medio
ser una simple y pobre ganadera. de dar a su cuidado algún remedio.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
“Tú, señora, sabrás que el día primero “Así furioso, sin mirar en nada,
de mi infelice y próspera venida se arroja en medio de la armada gente,
me trujo amor al término postrero donde luego una bala arrebatada
de esta penosa y desdichada vida; le atravesó el desnudo pecho ardiente;
mas ya que por tu amor y causa muero, cayó, ya la color y voz turbada,
quiero saber si de ello eres servida, diciendo: “Glaura, Glaura, últimamente
porque siéndolo tú no siento cosa recibe allá mi espíritu cansado
que pueda para mí ser tan dichosa”. de dar vida a este cuerpo desdichado”.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
“Acá y allá turbada, al fin, por una “Usó el cielo conmigo de clemencia
montaña comencé luego a emboscarme guiando a Cariolán a mis clamores,
dejándome llevar de mi Fortuna, que visto el acto enorme y la insolencia
que siempre me ha guiado a despeñarme; de aquellos enemigos violadores
así que ya sin tino y senda alguna corrió con provechosa diligencia,
procuraba cuitada de alejarme, diciendo: “Perros, bárbaros, traidores,
que con el gran temor me parecía dejad, dejad al punto la doncella;
que yendo a más correr, no me movía. si no, la vida dejaréis con ella”.
“Mas como suele acontecer contino, “Fueron sobre él los dos incontinente,
que huyendo el peligro y mal presente mas él flechando el arco que traía,
se suele ir a parar en un camino al más adelantado y diligente,
que nos coge y anega la creciente, la flecha hasta las plumas le escondía;
así a mí, desdichada, pues me avino, hízose atrás dos pasos diestramente
que por salvar la vida impertinente, y al otro la segunda flecha envía
de un mal en otro mal, de lance en lance con brújula tan cierta y diestro tino,
vine a mayor peligro y mayor trance. que al bruto corazón halló el camino.
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Quién con carne, con pan, fruta o pescado Saltamos a pie todos al momento,
sube ligeramente a la alta cumbre; que ya allí los caballos no prestaban,
quién de petaca o de fardel cargado que llenos de sudor, faltos de aliento,
corre sin embarazo y pesadumbre; no pudiendo moverse, jadeaban;
del alto y bajo, de uno y otro lado donde, sin dilación ni impedimento
al saco acude allí la muchedumbre, al lado que los indios más cargaban,
cual banda de palomas al verano en un derecho y gran derrumbadero
suele acudir al derramado grano. nos pusimos a vista y caballero.
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Tenía, señor, la plaza a cada parte Fue de tal golpe Tucapel cargado
puertas como palenque de torneo, sobre el escudo en medio de la frente,
por las cuales el uno y otro Marte que quedó por un rato embelesado,
entran en ancho círculo y rodeo. suspensos los sentidos y la mente;
Después que con vistoso y gentil arte llegó Rengo con otro apresurado,
su término acabaron y paseo, pero salió el efecto diferente,
airoso cada cual quedó a su lado que el estruendo del golpe y dolor fiero
dentro de la gran plaza y estacado. le despertó del sueño del primero.
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Era cosa admirable la fiereza Mas viéndole sin maza en esta guerra,
de los dos en valor al mundo raros, que en dos trozos saltó lejos quebrada,
la providencia, el arte, la destreza, la suya con desprecio arroja en tierra
las entradas, heridas y reparos; poniendo mano a la fornida espada;
tanto, que temo ya de mi torpeza en esto Tucapel otra vez cierra
no poder por sus términos contaros la suya fuera en alto levantada;
la más reñida y singular batalla mas Rengo, hurtando el cuerpo a la una mano,
que en relación de bárbaros se halla. hizo que descargase el golpe en vano.
Así el fiero combate igual andaba Llegó el cuchillo al suelo y gran pedazo,
y el golpear de un lado y de otro espeso, aunque era duro, en él quedó enterrado,
que el más templado golpe no dejaba y en este impedimento y embarazo
de magullar la carne o romper hueso; fue Tucapel herido por un lado,
el aire cerca y lejos retumbaba de suerte que el siniestro guardabrazo
lleno de estruendo y de un aliento grueso, con la carne al través cayó cortado
que era tanto el rumor y batería, y procurando segundar no pudo,
que un ejército grande parecía. que vio calar el gran cuchillo agudo.
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Metióse tan adentro que no pudo Mas Tucapel , ardiendo en viva saña,
salir del enemigo ya vecino, tendiéndose por flojo y afrentado,
por lo cual, arrojando el roto escudo, ara y revuelve toda la campaña
valerse de los brazos le convino; cargando recio de este y de aquel lado;
Tucapel , que robusto era y membrudo, Rengo, con gran destreza y cauta maña,
al mismo tiempo le salió al camino, recogido en su fuerza y reportado,
echándole los suyos de manera su opinión y propósito sostiene
que un grueso y duro roble deshiciera. y en igual esperanza se mantiene.
Pero topó con Rengo, que ninguno Viendo, pues, al contrario algo metido
le llevaba ventaja en la braveza, le quiso rebatir el pie derecho;
de diez, de seis, de dos él era el uno mas Tucapel , a tiempo recogido,
de más agilidad y fortaleza; lo suspende de tierra sobre el pecho,
llegados a las presas cada uno, y entre los duros músculos ceñido
con viva fuerza y con igual destreza, le estremece, sacude y tiene estrecho,
tientan y buscan de una y otra parte tanto que con el recio apretamiento
el modo de vencer la industria y arte. no le deja tomar tierra ni aliento.
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Fue Tucapel un rato descompuesto ¡Guarte, Rengo, que baja, aguarda, aguarda
dando al un lado y otro zancadillas, con gran rigor y furia acelerada
y Rengo, de la fuerza que había puesto, el golpe de la mano más gallarda
hincó en el suelo entrambas las rodillas; que jamás gobernó bárbara espada;
ambos corrieron a las armas presto, mas quien el fin de este combate aguarda
rajando los escudos en astillas, me perdone si dejo destroncado la historia
con tempestad de golpes presurosos, en este punto, porque creo
más fuertes que al principio y más furiosos. que así me esperará con gran deseo.
Índice
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Parte Tercera
Canto XXX
Contiene este canto el fin que tuvo el combate de Tucapel y rengo; asimismo
lo que Pran, araucano, pasó con el indio Andresillo, yanacona de los españoles.
Cualquiera desafío es reprobado
por ley divina y natural derecho,
cuando no va el designio enderezado
al bien común y universal provecho;
y no por causa propia y fin privado,
mas por autoridad pública y hecho,
que es la que en los combates y estacadas
justifica las armas condenadas.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Y aunque se diga y es verdad que sea Digo que los combates, aunque usados
ímpetu natural el que nos lleva, por corrupción del tiempo introducidos,
y por la alteración de ira se vea, son de todas las leyes condenados
que a combatir la voluntad se mueva, y en razón militar no permitidos;
la ejecución, el acto, la pelea salvo en algunos casos reservados,
es lo que se condena y se reprueba, que serán a su tiempo referidos,
cuando aquella pasión que nos induce materia a los soldados importante,
al yugo de razón no se reduce. según que lo veremos adelante.
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Quedó por grande rato adormecido Pero con rabia nueva y mayor fuego
y en pie difícilmente se detuvo, comienzan por el campo a revolcarse,
que del recio dolor desvanecido, y con puños de tierra a un tiempo luego
fuera de acuerdo vacilando anduvo; procuran y trabajan por cegarse;
pero, volviendo a tiempo en su sentido, tanto que al fin el uno y otro ciego,
visto el último término en que estuvo, no pudiendo del hierro aprovecharse,
de manera cerró con Tucapel o con las agudas uñas y los dientes
que estuvo en punto de batirle al suelo. se muerden y apedazan impacientes.
Y con aquella fuerza sin medida Eran pasadas ya tres horas cuando
le suspende, sacude y le rodea; los dos campeones, de valor iguales,
mas Rengo, la persona recogida, en la creciente furia declinando,
la suya a tiempo y la destreza emplea; dieron muestra y señal de ser mortales,
no la falta de sangre allí vertida, que las últimas fuerzas apurando,
ni el largo y gran tesón en la pelea sin poderse vencer quedaron tales,
les menguaba la fuerza y ardimiento, que ya en parte ninguna se movían
antes iba el furor en crecimiento. y más muertos que vivos parecían.
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La pierna diestra y diestro brazo echado Quedó entre ellos la paz establecida
sobre el contrario a la sazón tenía, y con solemnidad capitulado,
lo cual de sus amigos fue juzgado que en todo lo restante de la vida
ser notoria ventaja y mejoría; no se tratase más de lo pasado;
y aunque esto es hoy de muchos disputado, ni por cosa de nuevo sucedida,
ninguno de los dos se rebullía, en público lugar ni reservado
mostrando ambos de vivos solamente pudiesen combatir ni armar cuestiones,
el ronco acento y corazón latiente. ni atravesar en dichos ni en razones.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Que las demás ciudades trabajadas No habíamos aun los cuerpos satisfecho
de las pasadas guerras nos llamaban, del sueño y hambre mísera transida,
y las leyes sin fuerza arrinconadas, cuando tuvimos nueva que de hecho
aunque mudas de lejos voceaban; toda la tierra en torno removida,
las cosas de su asiento desquiciadas, rota la tregua y el contrato hecho,
todos sin gobernar se gobernaban, viendo así nuestra fuerza dividida,
estando de perderse el reino a canto ayuntaban la suya con motivo
por falta de gobierno, habiendo tanto. de no dejar presidio ni hombre vivo.
Mas viendo la comarca tan poblada, Luego, pues, hasta treinta apercibidos
fértil de todas cosas y abundante, de los que más en orden nos hallamos,
para fundar un pueblo aparejada por la espesura de Tirú metidos,
y el sitio a la sazón muy importante, la barrancosa tierra atravesamos
quedó primero la ciudad trazada, y los tomados pasos desmentidos,
de la cual hablaremos adelante, no con pocos rebatos arribamos
que aunque de buen principio y fundamento sin parar ni dormir noche ni día
mudó después el nombre y el asiento. al presidio español y compañía.
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No con tan suelta voz y atrevimiento Hizo una larga plática al senado,
que el más libre y osado no temiese, en la cual resolvió que convenía
y del menor edicto y mandamiento dar el asalto al fuerte por el lado
cuanto una sola mínima excediese; de la posta de Ongolmo a mediodía;
que era tanto el castigo y escarmiento que de cierto espión era avisado
que no se vio jamás quien se atreviese cómo la gente que en defensa había,
a reprobar el orden por él dado, demás de estar segura y descuidada,
según era temido y respetado. era poca, bisoña y de esarmada.
Pero temiendo al fin como prudente Que el capitán ausente había llevado
el revolver del hado incontrastable la práctica en la guerra y escogida,
y la poca obediencia de su gente, de no volver atrás determinado,
viéndole ya en estado miserable, hasta dejar la tierra reducida;
que la buena Fortuna fácilmente y en las nuevas conquistas ocupado,
lleva siempre tras sí la fe mudable, sin poder ser la plaza socorrida,
y un mal suceso y otro cada día en breve por asalto fácilmente
la más ardiente devoción resfría. podían entrarla y degollar la gente.
Quiso, dando otro tiempo a la Fortuna, Fue tan grave y severo en sus razones
que del todo con él se declarase y tal la autoridad de su presencia,
y no dejar remedio y cosa alguna que se llevó los votos y opiniones
que para su descargo no intentase; en gran conformidad sin diferencia;
entre muchas al fin resuelto en una, y con ánimo y firmes intenciones
antes que su intención comunicase, le juraron de nuevo la obediencia
con la presteza y orden que convino y de seguir hasta morir de veras
de municiones y armas se previno. en entrambas fortunas sus banderas.
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Dio fin con esto a su razón, atento “Por la sospecha que nacer podría,
al semblante del indio sosegado, será bien que los dos nos apartemos
que sin alteración y movimiento y deshecha por hoy la compañía
hasta acabar la plática había estado; a donde nos aguardan arribemos;
el cual con rostro y parecer contento, que mañana despacio al mediodía,
aunque con pecho y ánimo doblado, con mayor libertad nos hablaremos,
a las ofertas y razón propuesta, y de mí quedarás más satisfecho;
dio sin más detenerse esta respuesta: adiós, que es tarde; adiós, que es largo el trecho”.
“Quien pudiera aquí dar bastante indicio Así, luego partieron el camino,
de mi intrínseco gozo y alegría llevándole diverso y diferente,
de ver que está en mi mano el beneficio que el uno al araucano campo vino
de la cara y amada patria mía, y el otro a donde estaba nuestra gente,
que ni riqueza, honor, cargo ni oficio, el cual con gozo y ánimo malino
ni el gobierno del mundo y monarquía hablando al capitán secretamente,
podrán tanto conmigo en este hecho, le dijo punto a punto todo cuanto
cuanto el común y general provecho. oirá quien escuchara el otro canto.
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Tras esto allí le dijo todo cuanto diciendo: “¡Oh capitán!, hoy por el cielo
con Pran le sucedió y habéis oído, en esta dignidad constituido,
que si me acuerdo, en el pasadocanto, a quien la redención del patrio suelo
lo tengo largamente referido; justa y meritamente ha cometido;
quedó Reinoso atónito de espanto, bien sé que solo con honrado celo,
y con ánimo y rostro agradecido, de virtud propia y de valor movido,
los brazos amorosos le echó al cuello, aspiras arribar do ningún hombre
dándole encarecidas gracias de ello. tendrá puesto adelante más su nombre.
Quedaron, pues, de acuerdo que otro día, “Para lo cual ha sido mi venida
sin que noticia de ello a nadie diese, sorda y secretamente en esta parte,
en el tiempo y lugar que puesto había, donde siendo tu boca la medida
con el vecino capitán se viese, quiero del justo premio asegurarte
que de la vista y habla entendería y ver si a ti esta empresa cometida,
lo que más al negocio conviniese, quieres de ella y nosotros encargarte,
trayéndole por mañas y rodeo dando como cabeza y dueño en todo
al esperado fin de su deseo. el orden, la instrucción, la traza y modo.
Hízolo, pues, así; pero antes de esto, “Que demás de las honras te asegura
a la salida de un espeso valle de parte del senado un señorío,
halló al amigo en centinela puesto, y por el fuerte Eponomón te juro
esperándole ya para guialle, que esto será escogido a tu albedrío;
donde Caupolicán con ledo gesto en tus manos me pongo y aventuro
saliendo algunos pasos a encontralle, y a tu buen parecer remito el mío,
adelantado un trecho de su gente para que des el orden que convenga
le recibió amorosa y cortésmente, y el esperado bien no se detenga.
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“Pues con tu ayuda y mi esperanza cierta, Visto por Andresillo cuán barato
que me prometen próspera jornada, podía salir con el malvado hecho,
en una parte oculta y encubierta teniendo en su traición y doble trato
tengo cerca de aquí mi gente armada andado en poco tiempo tanto trecho,
y antes que sea de algunos descubierta, con alegre semblante y rostro grato,
y la plaza enemiga preparada, aunque con doble y engañoso pecho,
que es el peligro solo que esto tiene, hincando ambas rodillas en el llano,
apresurar la ejecución conviene. tal respuesta volvió a Caupolicano:
“Resuélvete, ¡oh varón!, y determina “¡Oh gran Apó! No pienses que movido
como de ti se espera, brevemente, por honra, por riqueza o por estado
que detrás de este monte a la marina a tus pies y obediencia soy venido
está el copioso ejército obediente, a servirte y morir determinado,
y porque puedas ver la disciplina, que todo lo que aquí me has ofrecido
los ánimos, las armas y la gente, y lo que puede más ser deseado
podrás llegar allá, que aquí te aguardo no me provoca tanto ni me instiga
con esperanza y ánimo gallardo”. cuanto la gran razón que a ello me obliga.
El traidor pertinaz, que atento estaba “Gracias al cielo doy, pues mi esperanza
a cuanto el general le prometía, en tu prudencia y gravedad fundada,
no la oferta ni el premio le mudaba la siento ya con próspera bonanza
de la fea maldad que cometía; ir al derecho puerto encaminada;
bien que algún tanto tímido dudaba y porque no nos dañe la tardanza,
viendo de aquel varón la valentía, será bien que apresures la jornada,
el ser gallardo, y el feroz semblante, siguiendo la Fortuna que se muestra
la proporción y miembros de gigante. declarada en favor de parte nuestra.
Venía el robusto y grande cuerpo armado “Que nuestros enemigos sin recelo
de una fuerte coraza barreada, a las armas de noche acostumbrados
y un dragón escamoso y relevado cuando va el sol en la mitad del cielo
sobre el alto crestón de la celada, descansan en sus toldos desarmados;
en la derecha su bastón ferrado, y desnudos y echados por el suelo
ceñida al lado una tajante espada, en vino y dulce sueño sepultados,
representando el talle y apostura pasan la ardiente siesta en gran reposo,
del furibundo Marte la figura. hasta que el sol declina caluroso.
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“Y si estás, como dices, prevenido “Quiero ver, pues, que de ello eres servido,
y la gente vecina en ordenanza, por ir del todo alegre y satisfecho,
que goces luego la ocasión te pido tu dichoso escuadrón constituido,
no dejando pasar esta bonanza, para tan alto y señalado hecho,
que el tiempo es malo de cobrar perdido, por quien Arauco ya restituido
mayormente si daría la tardanza, en sus primeras fuerzas y derecho,
y pues no te detiene cosa alguna, echada la española tiranía
no detengas tus hados y Fortuna. extenderá su nombre y monarquía”.
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Jamás se vio en los términos australes Con muestra del designio diferente
salir el sol tan tardo a su jornada, dio Andresillo señal de su alegría,
rehusando de dar a los mortales diciendo que sin duda nuestra gente
la claridad y luz acostumbrada; ya, según su costumbre, dormiría;
al fin salió cercado de señales luego disimulada y quietamente,
y la luna delante de él menguada, sin más se detener de compañía,
vuelto el mudable y blanco rostro al cielo entraron en el fuerte preparado
por no mirar al araucano suelo. el falso engañador y el engañado.
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Y aunque esta en mi opinión de ellas es una, Como la estrecha bien cebada mina
la voz común en contra me convence, cuando con gran estrépito revienta,
que al fin en ley de mundo y de fortuna que la furia del fuego repentina
todo le es justo y lícito al que vence; las torres vuela y máquinas avienta;
mas, dejada esta plática importuna, con más estruendo y con mayor ruina,
me parece ya tiempo que comience la fuerza de la pólvora violenta
el crudo estrago y excesivo modo, voló e hizo pedazos en un punto
en parte justo y lastimoso en todo. cuanto del escuadrón alcanzó junto.
Dejé el bárbaro campo sobre el fuerte, La mudable, sin ley, cruda Fortuna
en medio del furor y arremetida, despedazó el ejército araucano,
y la callada y encubierta muerte no habiendo un solo tiro ni arma alguna
de mil géneros de armas prevenida; que errase el golpe ni cayese en vano;
llevado, pues, del hado y dura suerte, nunca se vio morir tantos a una,
con presto paso y con fatal corrida y así, aunque yo apresurase más la mano,
emboca por la puerta y falsa entrada no puedo proseguir, que me divierte
el gran tropel de gente amontonada. tanto golpe, herida, tanta muerte.
¡Dios sempiterno, qué fracaso extraño; Aun no eran los tiros disparados
qué riza, qué destrozo y batería cuando, por verse fuera en campo raso,
hubo en la triste gente, que al engaño los caballos a un tiempo espoleados
ciega, pensando de engaiñar, venía! rompen la entrada y ocupado paso;
¿Quién podrá referir el grave daño, y en los segundos indios, que ovillados
la espantosa y tremenda artillería, estaban como atónitos del caso,
el nublado de tiros turbulento, hacen riza y mayor carnicería
que descargó de golpe en un momento? que pudiera hacer la artillería.
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Las voces, los lamentos, los gemidos, Como en el ya revuelto cielo, cuando
el miserable y lastimoso duelo, se forman por mil partes los nublados,
el rumor de las armas y alaridos que van unos creciendo, otros menguando
hinchen el aire y cóncavo del cielo; otros luego de nuevo levantados;
luchando con la muerte los caídos mas al Noroeste frígido soplando
se tuercen y revuelcan por el suelo, los impele y arroja amontonados,
saliendo a un mismo tiempo tantas vidas hasta buscar del ábrego el reparo,
por diversos lugares y heridas. dejando el cielo raso y aire claro.
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Respondo a esto, señor, que no venía Y con solo diez hombres retirado
capitán ni cacique señalado, gente de confianza y valentía,
visto que el general usado había ora en el monte inculto, ora en poblado,
de fraude y trato, entre ellos reprobado, desmintiendo los rastros parecía;
diciendo ser vileza y cobardía y en lugares ocultos alojado,
tomar al enemigo descuidado, jamás gran tiempo en uno resistía,
y victoria sin gloria ni alabanza usando de su bárbara insolencia
la que por bajo término se alcanza. por tenerlos en miedo y obediencia.
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Y aunque esto era fingido, gran cuidado Pregunté qué ocasión la había traído
se puso en inquirir toda la tierra, a lugar tan extraño y apartado,
no quedando lugar inhabitado, cómo y por qué razón la habían herido
monte, valle, ribera, llano y sierra y de inhumana crueldad usado;
donde no fuese el bárbaro buscado; ella, con rostro y ánimo caído
mas por bien ni por mal, por paz ni guerra, y el tono del hablar debilitado,
aunque todo con todos lo probamos, me dijo: “Es cosa cierta y prometida
jamás señal ni lengua de él hallamos. la muerte triste tras la alegre vida.
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“Cayó muerto quedando yo con vida; Así la triste joven luego luego
vida más enojosa que la muerte; demandaba la muerte de manera,
mas viéndome un soldado así afligida que algún simple de lástima a su ruego
(en parte condolido de mi suerte) con bárbara piedad condescendiera;
me dio por acabarme esta herida mas yo, que un tiempo aquel rabioso fuego
con brazo, aunque piadoso, no tan fuerte labró en mi inculto pecho, viendo que era
que mi espíritu suelto le siguiese más cruel el amor que la herida,
y un bien tras tanto mal me sucediese. corrí presto al remedio de la vida.
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Mas un soldado joven que venía Cuento una vida casta, una fe pura
escuchando la plática movida, de la fama y voz pública ofendida,
diciendo, me atajó, que no tenía en esta no pensada coyuntura
a Dido por tan casta y recogida, por raro ejemplo y ocasión traída;
pues en la Eneida de Marón vería y una falsa opinión que tanto dura
que del amor libídino encendida, no se puede mudar tan de corrida,
siguiendo el torpe fin de su deseo ni del rudo común mal informado
rompió la fe y promesa a su Siqueo.. arrancar un error tan arraigado.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Que la causa mayor que me ha movido Sintió, pues, la mujer su muerte tanto
demás de ser cual veis importunado, que no bastando a resistir la pena,
es el honor de la constante Dido, soltó con doloroso y fiero llanto
inadvertidamente condenado; de lágrimas un flujo y ancha vena;
preste, pues, atención y grato oído y cubriendo de triste y negro manto
quien a oír la verdad es inclinado, los bellos miembros y la faz serena
que el mal ofende aun dicho en pasatiempo con pompa funeral ceremoniosa,
y para decir bien, siempre es buen tiempo. dio al cuerpo sepultura suntuosa.
Cartago antes que Roma fue fundada Y aunque del casto amor notable indicio
setenta años contados comúnmente, fue el soberbio sepulcro y monumento,
por Dido, ilustre reina venerada no igualó en la grandeza el edificio
por diosa un tiempo de la tiria gente; al dolor de la reina y sentimiento;
del rey Belo, su padre, fue casada que siempre con devoto sacrificio
con el sumo pontífice, asistente y continuos sollozos y lamento,
del gran templo de Alcides, el cual era llamando al sordo espíritu hacía
después del rey la dignidad primera. a las frías cenizas compañía.
Este es aquel Siqueo ya nombrado Diciendo: “¿Es justo, dioses, que yo quede
a quien Dido guardó la fe inviolable, en este solitario apartamiento?
varón sabio en sus ritos y abastado ¡Ay!, que de tibia fe y amor procede
de bienes y tesoro inestimable; no acabar de matarme el sentimiento;
mas lo que para alivio había llegado el mal no es grande que sufrir se puede,
fue causa de su muerte miserable, y corto al que no basta sufrimiento;
que en fin lo que codicia mucha gente mas quiere el Cielo dilatar mi muerte
ninguno lo posee urgentemente. porque dure el dolor más que ella fuerte”.
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Aunque el odio y rencor disimulaba “¿Por qué fiero enemigo así quisiste
contra el pérfido hermano y poderoso, dejarte arrebatar de tu deseo,
venganza al Cielo sin cesar clamaba, tan ciego de codicia, que no viste
con ira muda y con gemir rabioso; que matabas a Dido con Siqueo?
y cuando sola a ratos se hallaba, Materia de maldad al mundo diste
desfogando aquel ímpetu bascoso, con un hecho atrocísimo y tan feo,
soltaba con un bajo son gimiendo que durará en los siglos por memoria
la reprimida rabia y voz diciendo: de tu traición la abominable historia.
“Si de tu enorme intento y desatino “¿Qué medio he de buscar a mal tan fuerte
me hubieras con indicios advertido, que el cielo ni la tierra no lo tiene
no por tan duro y áspero camino y aquel forzoso y último mi suerte
el tesoro alcanzaras pretendido; porque padezca más me le detiene?
mas el mal cuando viene por destino ¡Ay! Que si es malo desear la muerte,
no puede ser a tiempo prevenido. es peor el temerla si conviene,
¡Ay! ¿Qué aprovecha el lamentarme ahora? que no es pena el morir a los cuitados,
Que siempre es tarde ya cuando se llora. sino fin de las penas y cuidados.
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Luego Elisa, con tierno sentimiento Y pues que sus riquezas habían sido
del lastimado pueblo, se embarcaba, la causa de su dafío y perdimiento,
dando presta la vela al manso viento, matándole por ellas el marido,
que favorable en popa respiraba; y lo serían quizá del seguimiento,
la nave con sereno movimiento todas consigo las había traído,
el llano y sosegado mar cortaba, con voluntad y resoluto intento
comenzando a seguir toda la flota de echarlas en el mar do pereciesen,
de la alta capitana la derrota. porque jamás a su poder viniesen.
Aquella noche y el siguiente día Hizo luego sacar allí tras esto
corrió como viento próspero la armada, los cofres del arena barreados,
mas ya que el mar las costas encubría, y con alarde y auto manifiesto
y del todo se vio Dido engolfada, en el profundo mar fueron lanzados;
la noble y obediente compañía, los ministros del rey, con triste gesto,
al borde de su nave congregada, atónitos, confusos y turbados
hizo en torno a llegar la demás gente, se miraban, teniendo por extraña
que a la vista también fuese presente. de la animosa reina la hazaña.
Por donde ella también no asegurada Pues como la entendida reina viese
de sus secretos, fraudes y traiciones, camino y coyuntura aparejada
quería dejar la cara patria armada, por do a su devoción se redujese
su reino, su morada y posesiones; la gente del hermano amedrentada:
y al mar dudoso y vientos entregada antes que el tiempo y la tardanza diese
buscar nuevas provincias y regiones lugar a alguna novedad pensada,
adonde con seguro viviría haciendo sosegar toda la gente,
lejos de su dominio y tiranía. les dijo, prosiguiendo, lo siguiente:
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“Amigos, que del firme intento mío, “Las muertes figurad y crueldades
habéis visto a los ojos ya la prueba, que en vosotros habrán de ejecutarse;
y cómo la Fortuna a su albedrío no miréis a las casas y heredades,
errando por el ancho mar me lleva, que todo por la vida es bien dejarse,
podéis volver, si ya no es desvarío, que en fortunas y grandes tempestades
a dar al rey la desabrida nueva solo en lo que se escapa ha de pensarse,
del tesoro anegado, y mi huida conociendo que están todos los bienes
a tierra y a región no conocida. sujetos a peligros y vaivenes”.
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Fue la ciudad por orden fabricada Y aunque era tal su ser, tal su cordura
mostrándose los hados más propicios, que por diosa vinieron a tenella,
en breve ennoblecida e ilustrada ninguna de su tiempo en hermosura,
de suntuosos y altos edificios; pudo ponerse al parangón con ella;
y la nueva república ordenada así que por milagro de natura
leyes instituyó creando oficios como cosa no vista iban a vélla,
con que el pueblo en razón se mantuviese que no sé en las idólatras del suelo
y paz y orden política viviese. a quién mayores partes diese el Cielo.
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Grandes matronas hubo que animosas Luego que los ancianos entendieron
por la fama a la muerte se entregaron, la demanda de Yarbas arrogante,
otras que por hazañas milagrosas llevar por artificio pretendieron
las opresas repúblicas libraron; el negocio difícil adelante;
pero todas perfectas, tantas cosas así que ante la reina parecieron
como en Dido en ninguna se juntaron; con triste rostro y tímido semblante,
fue rica, fue hermosa, fue castísima, bajo los ojos, la color turbada,
sabia, sagaz, constante y prudentísima. mostrando desplacer con la embajada.
Llegó luego la voz de esto al oído Diciéndole: “Sabrás que habiendo oído
del franco Yarbas, rey musilitano, Yarbas tu buen gobierno y regimiento
mozo brioso y de valor, temido por la parlera fama encarecido,
en todo el ancho término africano; y de esta tu ciudad el crecimiento,
el cual, con juvenil furia movido de una loable pretensión movido,
de un impaciente y nuevo amor lozano, pide que sin algún detenimiento
a la reina despacha embajadores, veinte de tu consejo más instrutos
de su consejo y reino los mejores. vayan a reformar sus estatutos.
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“Esto es, en suma, lo que Yarbas pide Diciendo: “Amigos caros, que a los hados
con ruegos de amenaza acompañados; jamás os vi rendidos vez alguna,
pero nuestra cansada edad lo impide y en los grandes peligros esforzados
y las leyes nos hacen jubilados; hicisteis siempre rostro a la Fortuna,
pues no es razón, si por razón se mide, ¿cómo de tantas prendas olvidados,
que de largos trabajos quebrantados, en tan justa ocasión por solo una
dejemos nuestras casas y manida breve incomodidad de una jornada
en el último tercio de la vida. queréis ver a vuestra patria arruinada?
“Si a los peligros en edad primera “Es a todos común, a todos llano,
por adquirir honor nos arrojamos, que debe como miembro y parte unida
es bien que en la cansada postrimera poner por su ciudad el ciudadano
gocemos del descanso que ganamos, no solo su descanso, mas la vida,
y a nuestra abandonada cabecera y por razón y por derecho humano
al tiempo incierto del morir tengamos de justa deuda natural debida,
quien nos cierre los ojos con ternura a posponer el hombre está obligado
y dé a nuestras cenizas sepultura. por el sosiego público el privado.
Estuvo atenta allí la reina Elisa Visto los senadores cómo Dido,
a la compuesta habla artificiosa por el camino de razón llevada,
y con alegre rostro y grave risa, en el armado lazo había caído
aunque sentía en el ánimo otra cosa, en sus mismas palabras enredada,
a todos los trató y miró de guisa cambiando en rostro alegre el afligido,
tan agradable, blanda y amorosa, las manos altas y la voz alzada,
que si en verdad la relación pasara, le dicen todos juntos: “Como estamos
de sus casas y quicios los sacara. tus urgentes razones aprobamos.
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“Tres meses pido, amigos, solamente, Llegado aquel funesto último día,
para acordar lo que se debe en esto el pueblo en la ancha plaza congregado,
y dar satisfacción de mí a la gente ricamente la reina se vestía,
en no determinarme así tan presto; subiendo en un exento y alto estrado,
que el libertado vulgo maldiciente al pie del cual una hoguera había
aun quiere calumniar lo que es honesto, para la inmola y sacrificio usado,
y, como instituidores de las leyes, de donde a los atentos circunstantes
tienen más ojos sobre sí los reyes. les dijo las palabras semejantes:
Cerróse aquí la reina, y fue forzado “Si apartarme de amigos tan leales
hacer con los de Yarbas nuevo asiento, hace esta mi partida dolorosa,
que aguardasen el tiempo señalado los consultados dioses celestiales
para determinar el casamiento; no disponen ni pueden otra cosa;
los cuales, por el ruego del senado y así por desviar los grandes males
y el gracioso hospedaje y tratamiento, que tiene a Cartago temerosa,
quedaron en Cartago aquellos días pues ponen en mis manos el remedio,
con grandes regocijos y alegrías. quiero quitar la causa de por medio.
Y aunque el senado en la demanda instaba “Que pues del cielo el áspero decreto
por el provecho y general sosiego, de poder tener bien me inhabilita,
la reina la respuesta dilataba; y el ver a mi ciudad puesta en aprieto
dando gratos oídos a su ruego; a quebrantar la fe me necesita;
y entre tanto en secreto aparejaba quiero cortar a Yarbas el sujeto
lo que tenía pensado, desde luego, del engañado amor que así le incita,
que era acabar la vida miserable dando a mi vida fin, pues de este modo
primero que mudar la fe inmudable. faltando la ocasión cesará todo.
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“Esto será con darme yo la muerte, Fue su muerte sentida en tanto grado,
y, aunque os parezca este remedio extraño, que gran tiempo en Cartago la lloraron,
es más fácil, más breve y menos fuerte y en memoria del caso señalado
y, en fin, particular y poco el daño; un suntuoso templo le fundaron,
pues, sin peligro vuestro de esta suerte donde con sacrificio y culto usado,
saldrá el errado Yarbas de su engaño, mientras las cosas prósperas duraron,
y yo conservaré con más pureza de aquella su ciudad ennoblecida
del casto y viudo lecho la limpieza. por diosa de la patria fue tenida.
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Mas un indio que acabo inadvertido Por una senda angosta e intrincada,
fue de una escolta nuestro prisionero, subiendo grandes cuestas y bajando,
hombre en las muestras de ánimo atrevido, del solícito bárbaro guiada
suelto de manos y de pies ligero, iba a paso tirado caminando;
con promesas y dádivas vencido, mas la oscura tiniebla adelgazada
dijo: «Yo me resuelvo y me prefiero por la vecina aurora, reparando
de daros llanamente hoy en la mano junto a un arroyo y pedregosa fuente,
al gralde general Caupolicano. volvió el indio dicieido a nuestra gente:
“Por una estrecha y desusada vía, “Por este arroyo arriba, que es la guía,
sin que pueda haber de ello sentimiento, aunque sin rastro alguno ni vereda,
seré en la noche oscura yo la guía, daréis presto en el sitio y ranchería
levando vuestra gente en salvamento; que está en medio de un bosque y arboleda;
y, antes que se descubra el claro día, y antes que aclare ya el vecino día,
daréis en el oculto alojamiento, os dad prisa a llegar, porque no pueda
donde a cumplir del todo yo me obligo la centinela descubrir del cerro
pena de la cabeza lo que digo”. vuestra venida oculta y mi gran yerro.
Fue la razón del mozo bien oída, “Yo me vuelvo de aquí, pues he cumplido
viéndole en su promesa tan constante; dejándoos como os dejo en este puesto,
y así luego una escuadra prevenida adonde salvamento os he traído,
de gente experta y número bastante, poniéndome a peligro manifiesto;
para toda sospecha apercibida, y pues al punto justo habéis venido,
llevando al indio amigo por delante, os conviene dar prisa y llegar presto,
salió a la prima noche en gran secreto, que es irrecuperable y peligrosa
con paso largo y caminar quieto. la pérdida del tiempo en toda cosa.
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Que aseguraba con sereno gesto No reventó con llanto la gran pena
ser un bajo soldado de linaje, ni de flaca mujer dio allí la muestra,
pero en su talle y cuerpo bien dispuesto antes de furia y viva rabia llena,
daba muestra de ser gran personaje; con el hijo delante se le muestra,
gastóse algún espacio y tiempo en esto, diciendo: “La robusta mano ajena,
tomando de los otros más lenguaje, que así ligó tu afeminada diestra,
que todos contestaban que era un hombre más clemencia y piedad contigo usara
de estimación común y poco nombre. si ese cobarde pecho atravesara.
Ya entre los nuestros a gran furia andaba “¿Eres tú el varón que en pocos días
el permitido robo y grita usada, hinchó la redondez de tus hazañas,
que rancho, casa y choza no quedaba, que con solo la voz temblar hacías
que no fuese deshecha y saqueada; las remotas naciones más extrañas?
cuando de un toldo que vecino estaba ¿Eres tú el capitán que prometías
sobre la punta de la gran quebrada de conquistar en breve las Españas
se arroja una mujer, huyendo apriesa y someter el ártico hemisferio
por lo más agrio de la breña espesa. al yugo y ley del araucano Imperio?
Pero alcanzóla un negro a poco trecho, “¡Ay de mí! Cómo andaba yo engañada
que tras ella se echó por la ladera, con mi altiveza y pensamiento ufano,
que era intrincado el paso y muy estrecho viendo que en todo el mundo era llamada
y ella no bien usada en la carrera; Fresia, la mujer del gran Caupolicano;
llevaba un mal envuelto niño al pecho y, ahora, miserable y desdichada,
de edad de quince meses, el cual era todo en un punto me ha salido en vano,
prenda del preso padre desdichado, viéndote prisionero en un desierto,
con grande extremo de él y de ella amado. pudiendo haber honradamente muerto.
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“Dime: ¿faltóte esfuerzo, faltó espada Hízose con los indios diligencia,
para triunfar de la mudable diosa? porque con más certeza se supiese
¿No sabes que una breve muerte honrada si era Caupolicán, que su apariencia
hace inmortal la vida y gloriosa? daba claros indicios que lo fuese;
Mirarás a esta prenda desdichada, pero ni ausente de él ni en su presencia
pues que de ti no queda ya otra cosa; hubo entre tantos uno que dijese
que yo, apenas la nueva me viniera que era más que un incógnito soldado
cuando muriendo alegre te siguiera. de baja estofa y sueldo moderado.
“Toma, toma tu hijo, que era el nudo Aunque algunos, después, más animados
con que el lícito amor me había ligado, cuando en particular los apartaban,
que el sensible dolor y golpe agudo de su cercana muerte asegurados,
estos fértiles pechos ha secado; el sospechado engaño declaraban;
cría, críale tú, que ese membrudo pero luego, delante de él llevados,
cuerpo en sexo de hembra se ha trocado, con medroso temblor se retractaban,
que yo no quiero título de madre negando la verdad ya comprobada,
del hijo infame del infame padre”. por ellos en ausencia confesada.
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“Soy quien mató a Valdivia en Tucapel o “Aspira a más y a mayor gloria atiende,
y quien dejó a Purén desmantelado, no quieras en poca agua así anegarte,
soy el que puso a Penco por el suelo que lo que la Fortuna aquí pretende
y el que tantas batallas ha ganado; solo es que quieras de ella aprovecharte;
pero el revuelto ya contrario cielo, conoce el tiempo y tu ventura entiende,
de victorias y triunfos rodeado, que estoy en tu poder ya de tu parte
me ponen a tus pies a que te pida y muerto no tendrás de cuanto has hecho
por un muy breve término la vida. sino un cuerpo de un hombre sin provecho.
No pienses que aunque muera aquí a tus manos “Y, pues, por la experiencia claro has visto,
ha de faltar cabeza en el Estado, que libre y preso, en público y secreto,
que luego habrá otros mil Caupolicanos, de mis soldados soy temido y quisto,
mas como yo ninguno desdichado; y está a mi voluntad todo sujeto,
y pues conoces ya a los araucanos, haré yo establecer la ley de Cristo
que de ellos soy el mínimo soldado, y que sueltas las armas te prometo
tentar nueva fortuna error sería vendrá toda la tierra en mi presencia
yendo tan cuesta abajo ya la mía. a dar al rey Felipe la obediencia.
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De esta manera, pues, llegó al tablado “¿Cómo? ¿Qué? ¿En cristiandad y pecho honrado
que estaba un tiro de arco del asiento, cabe cosa tan fuera de medida,
media pica del suelo levantado que a un hombre como yo, tan señalado,
de todas partes a la vista exento, le dé muerte una mano así abatida?
donde con el esfuerzo acostumbrado, Basta, basta morir al más culpado,
sin mudanza y señal de sentimiento, que al fin todo se paga con la vida,
por la escala subió tan desenvuelto y es usar de este término conmigo
como si de prisiones fuera suelto. inhumana venganza y no castigo.
Puesto ya en lo más alto, revolviendo “¿No hubiera alguna espada aquí de cuantas
a un lado y otro la serena frente, contra mí se arrancaron a porfía,
estuvo allí parado un rato viendo que, usada a nuestras míseras gargantas,
el gran concurso y multitud de gente, cercenara de un golpe aquesta mía?
que el increíble caso y estupendo Que aunque ensaye su fuerza en mí de tantas
atónita miraba atentamente, maneras la Fortuna en este día,
teniendo a maravilla y gran espanto acabar no podrá, que bruta mano
haber podido la Fortuna tanto. toque al gran general Caupolicano”.
Llegóse él mismo al palo, donde había Esto dicho, y alzando el pie derecho,
de ser la atroz sentencia ejecutada, aunque de las cadenas impedido,
con un semblante tal, que parecía dio tal coz al verdugo, que gran trecho
tener aquel terrible trance en nada, le echó rodando abajo malherido;
dicienclo: “Pues el hado y suerte mía reprehendido el impaciente hecho,
me tienen esta suerte aparejada, y del súbito enojo reducido,
venga, que yo la pido, yo la quiero, le sentaron después con poca ayuda
que ningún mal hay grande si es postrero”. sobre la punta de la estaca aguda.
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Mas Fortuna crüel, que ya tenía Era el número tanto que bajaba
tan poco por hacer y tanto hecho, del contorno y distrito comarcano,
si tiro alguno avieso allí salía, que en ancha y apiñada rueda estaba
forzado el curso le traía derecho, siempre cubierto el espacioso llano;
y en breve, sin dejar parte vacía, crédito allí a la vista no se daba,
de cien flechas quedó pasado el pecho, si ya no le tocaban con la mano,
por do aquel grande espíritu echó fuera. y, aun tocado, después les parecía
que por menos heridas no cupiera. que era cosa de sueño o fantasía.
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Unos con sed rabiosa de venganza Fue entre ellos acordado que viniesen
por la afrenta y oprobio recibido, solos a la ligera, sin bullicio,
otros con la codicia y esperanza porque los enemigos no tuviesen
del oficio y bastón ya pretendido, de aquella nueva junta algún indicio,
antes que sosegase la tardanza haciendo que de todas partes fuesen
el ánimo del pueblo removido, indios que, con industria y artificio,
daban calor y fuerzas a la guerra, instasen en la paz siempre ofrecida
incitando a furor toda la tierra. con muestra humilde y contrición fingida.
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Pasó de Villarica el fértil llano, Quién, sin duda publica que ya entraban
que tiene al Sur el gran volcán vecino, destruyendo ganados y comidas;
fragua, según afirman, de Vulcano, quién, que la tierra y pueblos saqueaban,
que regoldando fuego está contino; privando a los caciques de las vidas;
de allí, volviendo por la diestra mano quién, que a las nobles dueiías deshonraban
visitando la tierra, al cabo vino y forzaban las hijas recogidas,
al ancho lago y gran de esaguadero haciendo otros insultos y maldades
término de Valdivia y fin postrero. sin reservar lugar, sexo ni edades.
Donde también llegué, que sus pisadas Crece el desorden, crece el desconcierto
sin descansar un punto voy siguiendo con cada cosa, que la fama aumenta,
y de las más ciudades convocadas teniendo y afirmando por muy cierto
iban gentes en número acudiendo cuanto el triste terror les representa;
prácticas en conquistas y en jornadas; solo el salvarse les parece incierto,
y así el tumulto bélico creciendo, y esto los atribula y atormenta;
en sordo son confuso rimbombaba allá corren gritando, acá revuelven,
y el vecino contorno amedrentaba. todo lo creen y en nada se resuelven.
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Mas luego que el temor de esatinado “¿A qué osado muro o antepecho,
que la gente llevaba derramada, a qué fuerza o ciudad, a qué castillo
dejó en ella lugar desocupado os podréis retirar en este estrecho,
por donde la razón hallase entrada, que basta sola una hora a resistillo?
el atónito pueblo reportado, Si queréis hacer rostro y mostrar pecho,
su total perdición consideraba, desnudo le ofrecemos al cuchillo,
se junta a consultar en este medio pues nos coge esta furia repentina
las cosas importantes al remedio. sin armas, capitán ni disciplina.
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“Llevados por aquí, sin duda creo Ya el español con la presteza usada
que, viendo el alto monte peligroso, al último confín había venido
corregirán el ímpetu y deseo, dando remate a la postrer jornada
volviendo atrás el paso presuroso, del límite hasta allí constituido;
y si quieren buscar algún rodeo, y puesto el pie en la raya señalada,
desviarse de aquí será forzoso, el presuroso paso suspendido,
dejando esta región por miserable, dijo, si ya escucharlo no os enoja,
libre de su insolencia intolerable. lo que el canto dirá vuelta la hoja.
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Luego, pues, de tropel toda la gente Del aire, de la lluvia y sol curtidos
a la plática apenas detenida, cubiertos de un espeso y largo vello,
pisó la nueva tierra libremente, pañetes cortos de cordel ceñidos,
jamás del extranjero pie batida; altos de pecho y de fornido cuello,
y con orden y paso diligente, la color y los ojos encendidos,
por una angosta senda mal seguida, las uñas sin cortar, largo el cabello,
en larga retahíla y ordenada brutos campestres, rústicos salvajes
dimos principio a la primer jornada. de fieras cataduras y visajes.
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Pero visto nuestro ánimo ambicioso, La cual nos iba siempre asegurando
que era de proseguir siempre adelante, gran riqueza, ganado y poblaciones,
y que el fingido aviso malicioso los ánimos estrechos ensanchando
a volvernos atrás no era bastante, con falsas y engañosas relaciones,
con un afecto tierno y amoroso, diciendo: “Cuando Febo, volteando
mostrando en lo exterior triste semblante, seis veces alumbraré estas regiones,
puesto un rato a pensar, afirmó cierto os prometo so pena de la vida
haber cerca otro paso más abierto. henchir del apetito la medida”.
Que por la banda diestra del Poniente, No sabré encarecer nuestra altiveza,
dejando el monte del siniestro lado, los ánimos briosos y lozanos,
había un rastro cursado antiguamente la esperanza de bienes y riqueza,
por la nacida hierba ya borrado, las vanas trazas y discursos vanos;
por do podía pasar salva la gente, el cerro, el monte, el risco y la aspereza
aunque era el trecho largo y despoblado, eran caminos fáciles y llanos,
para lo cual él mismo nos daría y el peligro y trabajo exorbitante
una práctica lengua y fida guía. no osaban ya ponérselo delante.
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Nunca con tanto estorbo a los humanos Y demás del trabajo incomportable,
quiso impedir el paso la Natura faltando ya el refresco y bastimento,
y que así de los cielos soberanos la aquejadora hambre miserable
los árboles midiesen el altura; las cuerdas apretaba del tormento,
ni entre tantos peñascos y pantanos y el bien dudoso y daño indubitable
mezcló tanta maleza y espesura, desmayaba la fuerza y el aliento,
como en este camino defendido cortando un dejativo sudor frío
de zarzas, breñas y árboles tejido. de los cansados miembros todo el brío.
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Siete días perdidos anduvimos Mas con todo este esfuerzo a la bajada
abriendo a hierro el impedido paso, de la ribera, en parte montuosa,
que en todo aquel discurso no tuvimos hallamos la frutilla coronada
do poder reclinar el cuerpo laxo; que produce la murta virtuosa,
al fin una mañana descubrimos y aunque agreste, montés, no sazonada,
de Ancud el espacioso y fértil raso fue a tan buena sazón y tan sabrosa,
y, al pie del monte y áspera ladera, que el celeste maná y ollas de Egito
un extendido lago y gran ribera. no movieran mejor nuestro apetito.
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Pasada aquella noche, al día siguiente Yo, que fui siempre amigo e inclinado
la nueva por las islas extendida, a inquirir y saber lo no sabido,
llegaron dos caciques juntamente que por tantos trabajos arrastrado
a dar el parabién de la venida, la fuerza de mi estrella me ha traído,
con un largo y espléndido presente de alguna gente moza acompañado,
de refrescos y cosas de comida en una presta góndola metido,
y una lanuda oveja y dos vicuñas pasé a la principal isla cercana
cazadas en la sierra a puras uñas. al parecer de tierra y gente llana.
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Pues otro día que el campo caminaba, Mas yo, que mis designios verdaderos
que de nuestro viaje fue el tercero, eran de ver el fin de esta jornada,
habiendo ya tres horas que marchaba, con hasta diez amigos compañeros,
hallamos por remate y fin postrero, gente gallarda, brava y arriscada,
que el gran lago en el mar se desaguaba reforzando una barca de remeros,
por un hondo y veloz desaguadero, pasé el gran brazo y agua arrebatada,
que su corriente y ancha travesía llegando a zabordar hechos pedazos,
el paso por allí nos impedía. a puro remo y fuerza de los brazos.
Cayó una gran tristeza, un gran nublado Entramos en la tierra algo arenosa
en el ánimo y rostro de la gente, sin lengua y sin noticia, a la ventura,
viendo nuestro camino así atajado áspera al caminar y pedregosa,
por el ancho raudal de la creciente; a trechos ocupada de espesura;
que los caballos de cabestro a nado mas, visto que la empresa era dudosa
no pudieran romper la gran corriente, y que pasar de allí sería locura,
ni la angosta piragua era bastante dimos la vuelta luego a la piragua,
a comportar un peso semejante. volviendo a atravesar la furiosa agua.
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Este acontecimiento, este suceso Estuve allí hasta tanto que la entrada
fue forzosa ocasión de mi destierro, por el gran Marañón hizo la gente,
teniéndome después, gran tiempo preso, donde Lope de Aguirre en la jornada,
por remediar con este el primer yerro; más que Nerón y Herodes inclemente,
mas, aunque así agraviado, no por eso pasó tantos amigos por la espada
(armado de paciencia y fiero hierro) y a la querida hija juntamente,
falté en alguna lucha y correría, no por otra razón y causa alguna,
sirviendo en la frontera noche y día. mas de para morir juntos a una.
Hubo allí escaramuzas sanguinosas, Y, aunque más de dos mil millas había
ordinarios rebatos y emboscadas, de camino por parte despoblado,
encuentros y refriegas peligrosas, luego de allí por mar tomé la vía,
asaltos y batallas aplazadas, a más larga carrera acostumbrado;
raras estratagemas engañosas, y a Panamá llegué, do el mismo día
astucias y cautelas nunca usadas, la nueva por el aire había llegado
que, aunque fueron en parte de provecho, del desbarate y muerte del tirano,
algunas nos pusieron en estrecho. saliendo mi trabajo y prisa en vano.
Mas, después del asalto y gran batalla Estuve en tierra firme detenido
de la albarrada de Quipeo, temida, por una enfermedad larga y extraña;
donde fue destrozada tanta malla mas luego que me vi convalecido,
y tanta sangre bárbara vertida; tocando en las Terceras, vine a España,
fortificado el sitio y la muralla, donde no mucho tiempo detenido
aceleré mi súbita partida, corrí la Francia, Italia y Alemaña,
que el agravio, más fresco cada día, a Silesia, a Moravia, hasta Posonia,
me estimulaba siempre y me roía. ciudad sobre el Danubio, de Panonia.
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En guerra justa es justo el desafío Y pues del rey como cabeza pende
la autoridad del príncipe interpuesta, el peso de la guerra y grave carga;
bajo de cuya mano y señorío y cuanto daño y mal de ello depende,
la ordenada república está puesta; todo sobre sus hombros solo carga;
mas si por caso propio o albedrío, debe mucho mirar lo que pretende,
se denuncia el combate y se protesta, y antes que dé al furor la rienda larga,
o sea provocador o provocado, justificar sus armas prevenidas,
es ilícito, injusto y condenado. no por codicia y ambición movidas.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Y aunque con justa indignación movido, No quiero yo decir que no es gran cosa
sus fuerzas y poder disimulando, la clemencia, virtud inestimable,
detiene el brazo en alto suspendido, que el perdonar victoria es gloriosa
el remedio de sangre dilatando; y en el más poderoso más loable:
y con prudencia y ánimo sufrido, pero la paz común tan provechosa
su espada y pretensión justificando, no puede sin justicia ser durable,
quebrantará después con aspereza que el premio y el castigo a tiempo usados
del contumaz rebelde la dureza. sustentan las repúblicas y estados.
Oprimirá con fuerza y mano airada Y no todo el exceso y mal que hubiere
la soberbia cerviz de los traidores, se puede remediar, ni se castiga,
despedazando la pujante armada que el tiempo a veces y ocasión requiere
de los galos piratas valedores; que todo no se apure ni se siga:
y con rigor y furia disculpada, príncipe que saberlo todo quiere,
como hombres de la paz perturbadores, sepa que a perdonar mucho se obliga,
muerto Felipe Strozi, su caudillo, que es medicina fuerte y rigurosa
serán todos pasados a cuchillo. descarnar hasta el hueso cualquier cosa.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Y se puede decir que no importara ¿Qué es esto, ¡oh lusitanos!, que engañados
disimular los males ya pasados, contraponéis el obstinado pecho
si de ello ánimo el malo no tomara y con armas y brazos condenados
para nuevos insultos y pecados; queréis violar las leyes y el derecho?
el miedo y el castigo es cosa clara Qué, ¿no mueve esos ánimos dañados
que reprime los ánimos dañados la paz común y público provecho,
y el ver al malhechor puesto en el palo el deudo, religión, naturaleza,
corrige la maldad y enmienda al malo. el poder de Felipe y la grandeza?
Quiérome declarar, que algún curioso ¿Qué ciega pretensión, qué embaucamiento,
dirá que aquí y allí me contradigo: qué pasión pertinaz desafinada
virtud es castigar cuando es forzoso saca así la razón tan de su asiento
y necesario el público castigo; y tiene vuestra mente trastornada?
virtud es perdonar el poderoso ¡Que una unida nación por sacramento
la ofensa del ingrato y enemigo y con la cruz de Cristo señalada,
cuando es particular, o que se entienda envuelta en crueles armas homicidas,
que puede sin castigo haber enmienda. dé en sus propias entrañas las heridas!
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
¡Y unas mismas divisas y banderas Mas el rey don Felipe que al sobrino
salgan de alojamientos diferentes, vio moverse a la empresa tan ligero,
trayendo mil naciones extranjeras, al errado designio contravino
que derraman la sangre de inocentes! con consejo de padre verdadero:
E introducen errores y maneras y pensando apartarle del camino
de pegajosos vicios insolentes, que iba a dar a tan gran despeñadero,
dejando con su peste derramada hizo que en Guadalupe se juntasen
la católica Espaiía inficionada. para que allí sobre ello platicasen.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Después que el mozo rey voluntarioso, Que doña Catalina, como parte,
al africano ejército asaltando, duquesa de Braganza, pretendía,
en el ciego tumulto polvoroso por hija del infante don Duarte,
murió en montón confuso peleando, que de derecho el reino le venía;
y la Fortuna de un vaivén furioso y también don Antonio, de otra parte,
derrocó cuatro reyes, ahogando a la corona y cetro se oponía;
la fama y opinión de tanta gente, mas, aunque del común favorecido,
revolviendo las armas del Poniente, era por no legítimo excluido.
fue luego en Portugal por rey jurado Y que de hecho el examen cada uno
don Enrique, el hermano del abuelo, a tan arduo negocio conveniente,
cardenal y presbítero ordenado, sin miramiento ni respeto alguno
persona religiosa y de gran celo, diesen sus pareceres libremente;
de años y enfermedades agravado, porque en tiempo quieto y oportuno,
más que para este mundo para el cielo, prevenido al mayor inconveniente,
ofreciéndole el reino la Fortuna si el reino a la razón no se allanase,
con poca vida y sucesión ninguna. sus armas y poder justificase.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Vista, pues, don Felipe la justicia Así que, esto por él reconocido,
por tan bastantes hombres declarada, como de rey tan justo se esperaba,
sospechoso del odio y la malicia mirase el gran peligro en que metido
de la plebeya gente libertada, el patrio reino y cristiandad estaba,
y la intrínseca y vieja inimicicia y tuviese por bien fuese servido
en los pechos de, muchos arraigada, de sosegar la alteración que andaba,
quiso tentar en estas novedades declarándole en forma conveniente
el ánimo del pueblo y voluntades. por sucesor derecha y justamente.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Hecha por don Cristóbal la embajada, Uno Rodríguez Vázquez, que en prudencia,
y de Felipe la intención propuesta, en rectitud, estudio y disciplina,
tibiamente de Enrique fue escuchada, era de grande prueba y experiencia,
dando una ambigua y frívola respuesta, de claro juicio y singular dotrina:
que, por más que le fue representada el otro, de no menos suficiencia,
la justicia del rey tan manifiesta, famoso en letras, el doctor Molina,
procuraba con causas excusarse, ambos varones raros escogidos,
sin quererla aclarar ni declararse. en gran figura y opinión tenidos.
Y porque cosa alguna no quedase Pues como hubiese el tardo rey dudoso
por hacer, y tentar todos los vados, el término y respuesta diferido,
y la ciega pasión no perturbase llegó aquel de la muerte presuroso,
el sosiego y quietud de los estados, del autor de la vida estatuido:
antes que el odio oculto reventase, por donde al sucesor le fue forzoso,
dos eminentes hombres señalados viendo al rebelde pueblo endurecido,
de los que en su Real Consejo había juntar contra sus fines y malicia
últimamente a don Enrique envía. las armas y el poder con la justicia.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Habiendo antes con todos procurado ¡Cuántas tierras corrí, cuántas naciones
muchos medios de paz por él movidos, hacia el helado Norte atravesando
provocando al temoso y porfiado y en las bajas antárticas regiones
con dádivas, promesas y partidos; el antípoda ignoto conquistando!
mas el poblacho terco y obstinado, Climas pasé, mudé constelaciones,
no estimando los bienes ofrecidos, golfos innavegables navegando,
la enemistad del todo descubierta extendiendo, Señor, vuestra corona
al derecho y razón cerró la puerta. hasta casi la austral frígida zona.
¿Quién pudiera deciros tantas cosas ¿Qué jornadas también por mar y tierra
como aquí se me van representando, habéis hecho que deje de seguiros,
tanto rumor de trompas sonorosas, a Italia, Austria, a Flandes, a Inglaterra,
tanto estandarte al viento tremolando, cuando el reino por rey vino a pediros?
las prevenidas armas sanguinosas De allí el furioso estruendo de la guerra
del portugués y castellano bando, al Perú me llevó por más serviros,
el aparato y máquinas de guerra, do con suelto furor tantas espadas
las batallas de mar y las de tierra? estaban contra vos desenvainadas.
Canten de hoy más los que tuvieren vena Dejo por no cansaros y ser míos
y enriquezcan su verbo numeroso, los inmensos trabajos padecidos,
pues Felipe les da materia llena la sed, hambre, calores y los fríos,
y un campo abierto, fértil y espacioso; la falta irremediable de vestidos,
que la ocasión dichosa y suerte buena los montes que pasé, los grandes ríos,
vale más que el trabajo infructuoso, los yermos despoblados no rompidos,
trabajo infructuoso como el mío, riesgos, peligros, trances y fortunas,
que siempre ha dado en seco y en vacío. que aun son para contadas importunas.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana
Ni digo cómo al fin, por accidente, Y pues del fin y término postrero
del mozo capitán acelerado no puede andar muy lejos ya mi nave
fui sacado a la plaza injustamente y el tímido y dudoso paradero
a ser públicamente degollado, el más sabio piloto no lo sabe;
ni la larga prisión impertinente, considerando el corto plazo quiero
do estuve tan sin culpa molestado, acabar de vivir, antes que acabe
ni mil otras miserias de otra suerte el curso incierto de la incierta vida,
de comportar más graves que la muerte. tantos años errada y distraída.
Que aunque esto haya tardado de mi parte
Y aunque la voluntad nunca cansada y reducirme a lo postrero aguarde,
está para serviros hoy más viva, sé bien que en todo tiempo y toda parte
desmaya la esperanza quebrantada para volverse a Dios jamás es tarde,
viéndome proejar siempre agua arriba, que nunca su clemencia usó de arte;
y, al cabo de tan larga y gran jornada, y así el gran pecador no se acobarde,
hallo que mi cansado barco arriba pues tiene un Dios tan bueno, cuyo oficio
de la Fortuna adverso contrastado es olvidar la ofensa y no el servicio.
lejos del fin y puerto deseado.
Y yo que tan sin rienda al mundo he dado
el tiempo de mi vida más florido,
Mas ya que de mi estrella la porfía y siempre por camino despeñado
me tenga así arrojado y abatido, mis vanas esperanzas he seguido,
verán al fin que por derecha vía visto ya el poco fruto que he sacado
la carrera difícil he corrido; y lo mucho que a Dios tengo ofendido,
y aunque más inste la desdicha mía, conociendo mi error, de aquí adelante
el premio está en haberle merecido será razón que llore y que no cante.
y las honras consisten no en tenerlas,
sino en solo arribar a merecerlas.
Fin de “La Araucana”
Que el disfavor cobarde que me tiene
arrinconado en la miseria suma,
me suspende la mano y la detiene
haciéndome que pare aquí la pluma;
así doy punto en esto, pues conviene
para la grande innumerable suma
de vuestros hechos y altos pensamientos
otro ingenio, otra voz y otros acentos.
Tabla de recursos Índice
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Glosario
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Parte primera
Gran ventaja Diferencia.
Copia Tropa, reunión.
Treme Tiembla.
Coronistas Cronista
Vellas Verlas.
Unas botas Sin punta.
Laxo Fatigado.
Planto Llanto.
Copia Tropa, abundancia.
Debría Debería.
Terrero Terreno
Pardo Leopardo
Coloraba Coloraba, encendía
de color.
Instable Inestable.
De rota En derrota.
Precio Premio.
Protestos Protestas
Fuerza Fuerte.
Crueza Crueldad.
Incorpotable Insoportable.
Puniciones Castigo.
Instruto Instruido.
Acedo Acido, amargo.
724 725
Parte segunda Coronista Cronista.
Lebecho Viento sudeste. Inferas Infernales.
Libre Exento. Rota Derrota.
Mar marea (rima con «caleta»). Resistillo Resistirlo.
Ojotas especie de sandalias de cuero. Gorguces Dardos, venablos o lanzas cortas.
Trigo mareado Mojado por el mar Prisiones Prisioneros.
Instable Inestable. Inimicicia Enemistad, odio.
Baraúste Desviar. Escacaco Escaqueado, ajedrezado.
Deshogando Desahogando. Gorgianos Georgianos
Vi gran copia Abundancia. Iberia Georgia antigua.
Capriola Cabras. Taborlán Tamerlán
Dina Digna Suría Suraj.
Vido Vio Subsolano Este.
Boja Mide de perímetro. Señoría Venecia.
Punición Castigo. Rota Derrota.
Costas Filos. Grolandia Groenlandia.
Derrota Ruta, camino, derrotero. Tanais Antiguo Don.
Desgustada Insípida. Sarmacia. Antiguo imperio desaparecido,
Celbelo Cerebro, imaginación. en la región entre el Vístula y el
Escurribanda Desconcierto. Volga.
Pedimento Petición. Podolia Antiguo gobierno de Rusia.
Miralla Mirarla. Lisbona Lisboa.
Escaques Cuadro o casilla de escudo. Fonfrida Fuenfría (Sierra de Guadarrama).
Quitalla Quitarla. Trofeo El Monasterio de San Lorenzo del
Trulla Turba, bulla. Escorial.
Escaupil Sayo de armas acolchado de Garganta Se refiere a la sublevación de los
algodón, para defenderse de las moriscos.
fieras. Noto Movimiento del mar en que sus
Plebea Plebeya. aguas se mueven del Austro hacia
el Septentrión, o al contrario; esto
Arcabuco Monte espeso y cerrado.
es, del nacimiento del viento norte
Alcanzallo Alcanzarlo.
hacia el Bóreas, o al contrario.
Vía Veía.
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Pasto ¿Paseo?
Tucamano Tucumán.
Copayapós De Copiapó.
Pero Sino.
Contino A menuda.
Saco Saqueo.
Pieza Rato.
Guarte Guárdate.
Parte tercera
Guialle Guiarle.
Encontralle Encontrarle.
Luego Inmediatamente.
Presidio Fortaleza, fuerte.
Empacados Embolados.
Vélla Verla.
Fida Fiel.
Deshambrino Hambriento
Inimicicia Enemistad.
Temoso Testarudo, pertinaz.
Proejar Remar contra corrientes.
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Alonso de Ercilla Zuñiga
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