Claves para Un Discernimiento de La Realidad
Claves para Un Discernimiento de La Realidad
Claves para Un Discernimiento de La Realidad
1. A modo de introducción:
La imagen de la noche… de la oscuridad y la profundidad de la noche, es elocuente
e inspiradora para adentrarnos en esta coyuntura concreta de la realidad.
A mí me gusta pensar que la noche no es lo definitivo, es más, que la noche puede
ser fecunda. Me gusta creer que la noche alberga en estado germinal, la posibilidad
del amanecer.
Con frecuencia hago actos de fe, en el poder transformador de la noche, en la
fecundidad que entraña. Disfruto evocando por ejemplo la noche oscura de San Juan
de la Cruz, esa intensa y dolorosa noche que lo condujo a componer uno de los
poemas más bellos de la historia: La noche oscura del alma.
O esa noche de limite, de impotencia y sin sentido, de Vicent Van Gogh, recluido en
un manicomio francés, sin horizontes… noche fecunda que lo inspiro para pintar la
noche estrellada, uno de los cuadros más bellos de la Historia del Arte.
O la noche profunda, espesa y silenciosa de Santa Juana de Lestonnac, abrazando su
enfermedad, su cuerpo frágil, su no poder… Noche en la que Dios le susurró lo
definitivo, el proyecto que le cambiaría la vida a ella y a muchas mujeres, al fundar
el primer Colegio Católico, dedicado a la Educación de la Mujer.
O la de Ignacio de Loyola, herido y con los proyectos derrumbados…
La noche, siempre y para todos. La noche puede ser fecunda.
Todos nosotros, en esta coyuntura concreta de nuestro mundo, nos hemos sentidos
inmersos en la espesura de la noche, sin brújula, ni mapa de ruta, en medio de la
incertidumbre y acariciando nuestra impotencia.
Desde ahí, desde la experiencia de la noche, los quiero invitar a acercarnos a “modo”
cristiano a la realidad… a esta realidad.
Hay una canción del grupo Ain Karem, que se llama: Desde abajo, desde cerca y
desde dentro y me parece que ese título nos aporta un estilo para aproximarnos a la
realidad.
Desde abajo, es decir desde la lógica de la Encarnación y la experiencia profunda de
Dios entre nosotros. Impacta que nuestro Dios, se agacha para aproximarse a lo
humano. Que asume nuestra condición para enseñarnos la manera de darle plenitud
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a lo humano. Que hace la andadura por nuestras calles, para revelarse como el
Camino.
Desde dentro, desde lo profundo. Más allá de todo análisis simplista o toda mirada
que se detiene solo en estadísticas e indicadores. Desde dentro, en el lugar del caos,
que puede ser también el lugar de la gracia. En el espacio fronterizo, que puede ser
el de la oportunidad. Y a la luz de:
- La Palabra, que siempre puede conferir claves para interpretar la realidad.
- Otras voces, que desde distintos rincones nos susurran, gritan por su porción
de dignidad.
Desde cerca, inmersos en la realidad. Viviéndola e incluso a veces padeciéndola.
Desde la bondadosa cercanía de quien se sabe próximo, vecino, compañero de
travesía.
En el territorio, en el contexto, lejos de toda burbuja que asegure confort exclusivo.
Cerca de la mirada, de la expresión, del gesto, del acontecimiento, que revela la
manera como fluye la vida, bien sea en toda su belleza o en toda su complejidad.
2. Discernir: Cernir al paso del Espíritu
Hace unos años, comprendí existencialmente, que al paso del Espíritu renace la
esperanza. No hay discernimiento sin Espíritu, el protagonista del discernimiento es
el Espíritu.
El discernimiento nos dispone a cernir, con inteligencia espiritual y los pies anclados
la realidad, las mociones, para desentrañar cómo nos trabaja Dios, qué espera, cómo
y dónde nos quiere, desde que lógicas y criterios. Para poder conjugar la atención a
la realidad, en la que Dios acontece, con respuestas audaces, innovadoras y por
sobretodo evangélicas.
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Aunque el ejercicio del discernimiento lleva implícito un método, es sobre todo un
estilo, una manera de situarnos, una actitud vital que nos ubica de un modo
determinado ante la realidad: en atención al acontecer de Dios en la historia.
El discernimiento supone que:
- Nos hagamos expertos en relación, en vinculo, es decir en oración, en el arte
del cara a cara, que nos hace más atentos a descubrir el paso de Dios por
nuestro día, por nuestra vida… se trata de descubrir a “Dios en todas las cosas
y a todas en Él”.
No negar los desafíos y clamores que surgen de la realidad, mucho menos las
preguntas, no apresurar las respuestas, no impedir que resuene el silencio…no
creer que hay parálisis donde hay silencio. El silencio es la condición para que
se fecunde lo fundamental.
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realidad, porque siempre es posible contribuir para que sea más nítida la presencia y
la acción de Dios en este mundo inacabado.
Partiendo de este horizonte, de para qué discernir la realidad y de cómo esta realidad
me afecta personalmente, quisiera proponerles un decálogo, unas claves o llaves para
acercarnos reverentemente a la realidad en la que Dios acontece y nos susurra su
Querer:
Esta primera clave, nos evidencia que no puede haber dicotomía entre fe y
vida. La historia de nuestra vida, de nuestras opciones, es la historia de nuestra
fe.
2. La realidad es compleja.
Es un entretejido variopinto, repleto de diversidad. Es imposible conocerla y
abrazarla desde criterios y parámetros tradicionales, tampoco desde
esnobismos sin Espíritu.
3. Escuchar es un irrenunciable.
Discernir supone escuchar la realidad en la que Dios acontece y se manifiesta.
El último sínodo de nuestra Iglesia, expresó con claridad que “la escucha
conduce a la conversión”. A la raíz de toda dinámica de discernimiento esta la
escucha: escucha a la realidad, y en ella al Espíritu.
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Sí, por ejemplo, en medio de esta crisis hacemos un poco de silencio, lo que
escucharemos será vital:
No será sólo, cuándo volveremos a la “normalidad”, sino cuánto y cómo, esa
supuesta “normalidad” ha desequilibrado nuestros ecosistemas, el tejido de
nuestras relaciones, nuestra salud.
Información no nos falta. Ante esos instrumentos nos hace bien, una buena
dosis de sentido crítico.
La mirada debe ser realista, las situaciones hay que nombrarlas desde la verdad
y sin temor al conflicto.
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En toda realidad, por más cruda y dura que aparezca, hay una posibilidad
germinal, que brota de la fe y del poder de lo comunitario, de lo que se teje y
se construye con otros, y ahí, justo ahí, radica nuestra confianza. Brota de la
certeza de que todo es “Historia de Salvación”.
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Libertad, para tener como parámetro la voluntad de Dios y situarnos sin
apegos, ni pretensiones, sólo desde la lógica de la ofrenda.
Alegría y buen humor, para saber reírnos de nosotros mismos y posibilitar que
acontezca lo inesperado. Para, como María en el Magnificat, gozarnos en la
certeza del Dios que hace cosas grandes en los pequeños.
10. Las decisiones, las reformas de vida que surgen fruto del
discernimiento, deben conducirnos a un nuevo mundo.
Un nuevo modo de ser sociedad e Iglesia, de establecer las relaciones entre
nosotros y con la tierra. Un estilo relacional más reverente y respetuoso de la
dignidad de las personas y de las culturas, más inclusivo, fraterno y compasivo.
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un corazón de carne que comunique vida a los huesos secos (Ez. 37), "Infundiré mi
espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo,
Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.»" (Ez 37, 14).
En un corazón capaz de reconocer al TU, presente en cada hermano, “…porque tuve
hambre y me disté de comer…” (Mt. 25).
En un corazón limpio que contempla y agradece los pequeños brotes que están
naciendo, el mundo nuevo, que el Espíritu va creando en medio del caos. “Algo
nuevo está naciendo. ¿no lo notan? (Is. 43,19)
Se trata de decidirnos a nacer de nuevo… Nacer, será permitir, que se geste en
nosotros lo imposible. Dejar que fluya libre y sonora la utopía. Y volver al espacio
sagrado, en el que lo eterno, es tan humano.
Con la certeza de que Dios es bueno y desea lo mejor para sus hijos y para el mundo,
dediquémonos afanosamente a descubrir sus huellas y a comunicarlas a los necesitados
de ánimo y esperanza, porque El vino en Jesús a fortalecer el pábilo vacilante, a
anunciar la buena nueva a los pobres, a hacernos radicalmente hermanos.
Hoy más que nunca tenemos que tender la mano, sumar manos, tocar la realidad y
en ella al Dios que no para de manifestarnos su querer.
Quisiera terminar invitándolos a dejar resonar este poema:
Trae tu mano,
hasta lo más profundo de mi herida,
toca las cicatrices.
que dejo en mi la indiferencia.
Aproxímate,
al abismo de mi humanidad que clama.
No sigas de largo,
detente,
contempla y cree.
Soy yo,
vivo y sufriente,
vivo y con ustedes.
Toca mi herida,
tócala y conviértete.