Ricardo Palma Sesion 11 Semana 8
Ricardo Palma Sesion 11 Semana 8
Ricardo Palma Sesion 11 Semana 8
Desde joven estuvo ligado a los avatares políticos de una joven república aún en
proceso de consolidación. Luego de escribir sus primeros poemas y colaborar
con publicaciones satíricas durante la etapa estudiantil, participó en un fallido
asalto a la casa del presidente Ramón Castilla liderado por José Gálvez en 1860,
hecho que le valió el destierro a Chile por dos años. Luego de volver al país
gracias a una ley de amnistía, tomaría parte también en el Combate del 2 de
Mayo de 1866, en que fue rechazada una de los últimos intentos de
incursión bélica de España al Perú.
De sus múltiples obras son más conocidas sus Tradiciones peruanas, cuya
serie de publicaciones inició en 1872 y se extendería hasta 1910. Con un
estilo que abarca mucho de humor, gravedad, ironía, recopilación de datos y
gran cantidad de anécdotas populares, así como mucho de la pluma personal
del propio autor, Palma escribió sobre escenas e historias de la época de
naciente república que le tocó vivir, así como pasajes referidos a las épocas del
Incanato, el virreinato y la Independencia. De todas las tradiciones dedicadas al
período de la gesta independentista.
Tradiciones Peruanas
Las Tradiciones Peruanas fueron escritas por Ricardo Palma y publicadas en
periódicos y revistas de su época. Son relatos de ficción histórica que narran en
forma entretenida y sencilla acontecimientos del incanato, de la época Colonial
e inicios de la República.
En total suman 453 tradiciones divididas así: 6 hablan sobre el periodo incaico,
339 del virreinato, 43 de la emancipación, 49 de la república y 16 que no
cuentan con un tiempo cronológico preciso.
b) La separación histórica, es decir, explica qué hechos son reales y cuáles son
creados artísticamente. Dándole con esto verosimilitud al relato
Las tradiciones peruanas son importantes porque nos muestran las costumbres
e historia de la antigua sociedad limeña. Además, su gran valor literario radica
en que insertan una nueva modalidad de escritura que se rige entre lo narrativo
y lo cronístico, así como el humor y la sátira.
Actividad
1.- Al leer el texto: “Un solo pistoletazo( que en Junín no se gastó más pólvora)
y media hora de esgrimir lanza y sable”
El primer libro que sobre el ajedrez se imprimiera en España apareció en el primer cuarto
de siglo posterior a la conquista del Perú, con el título Invención Liberal y arte de ajedrez,
por Ruy López de Segovia, clérigo, vecino de la villa de Zafra, y se imprimió en Alcalá
de Henares en 1561. Ruy López es considerado como fundador de teorías y poco de su
aparición se tradujo el opúsculo al francés y al italiano.
El librito abundo en Lima hasta 1845, poco más o menos, en que aparecieron
ejemplares del Philidor, y era de obligada consulta allá en los días lejanísimos de mi
pubertad, así como el Cecinarrica para los jugadores de damas.
Hoy no se encuentra el Lima, ni por un ojo de la cara, ejemplar de ninguno de los
dos viejísimos textos.
Que muchos de los capitanes que acompañaron a Pizarro en la conquista, así como
los gobernadores de Vaca de Castro y La Gasca, y los primeros virreyes Núñez de
Vela, marqués de Cañete y el conde de Nieva, distrajeron sus ocios en las peripecias
de un partida, no es cosa que llame la atención desde que el primer arzobispo de Lima
fue vicioso en el juego del ajedrez, que hasta llego a comprometer, por no resistirse a
tributarle culto, el prestigio de las armas reales. Según Jiménez de la Espada, cuando
la Audiencia encomendó a uno de sus oidores y al arzobispo don fray Jerónimo
de Loayza la dirección de la campaña contra el caudillo
revolucionario Hernández Girón, la musa popular del campamento realista zahirio la
pachorra del hombre de toga y la afición del mitrado al ajedrez con este cantarcillo pobre
rima, pero rico en verdades:
El uno jugar y el otro dormir, ¡on que gentil¡ No comer ni apercibir ¡oh que gentil¡
Una ronca y el otro juega...¡ y así va la brega¡
Los soldados, entregados a la inercia en el campamento y desatendidos en
la provisión de víveres, principiaban ya a desmoralizarse, y acaso el éxito habría
favorecido a los rebeldes si la Audiencia no hubiera tomado el acuerdo de separar al
oidor marmota y al arzobispo ajedrecista.
Se sabe, por tradición, que los capitanes Hernández de Soto, Juan de Rada, Francisco
de Chávez, Blas de Atienza y el tesorero Riquelme se congregaban todas las tardes,
en Cajamarca, en el departamento que sirvió de prisión al Inca Atahualpa desde el 15
de Noviembre de 1532, en que efectuó la captura del monarca, hasta la antevíspera de
su injustificable sacrificio el 29 de agosto de 1533.
Allí, para los cinco nombrados y tres o cuatro más que no se mencionan en sucintos y
curiosos apuntes (que a la vista tuvimos, consignados en rancio manuscrito que existió
en la antigua Biblioteca nacional), funcionaban dos tableros, toscamente pintados, sobre
la respectiva mesita de madera. Las pieza eran hecha del mismo barro que empleaban
los indígenas para la fabricación de idolillos y demás objetos de alfarería aborigen, que
hogaño se extraen de la huacas. Hasta los primeros años de la república no se
conocieron en el Perú otras piezas que las de marfil, que remetían para la venta los
comerciantes filipinos.
Honda preocupación abrumaría el espíritu del Inca en los dos o tres primeros meses de
su cautiverio, pues aunque todas las tardes tomaba asiento junto a Hernando de Soto,
su amigo y amparador, no daba señales de haberse dado cuenta de la manera como
actuaban las pieza ni de los lances y accidentes del juego.
Pero una tarde, en las jugadas finales de una partida empañada entre Soto y Riquelme,
hizo el ademán Hernando de Soto de movilizar el caballo, y el
Inca, tocándole ligeramente en el brazo, le dijo en voz baja:
- No capitán, no....¡El castillo!
La sorpresa fue general, Hernando, después de breves segundos de meditación, puso
en juego la torre, como le aconsejara Atahualpa, y pocas
jugadas después sufría Riquelme inevitable mate.
Después de aquella tarde, y cediéndole siempre las pieza blancas, y al cabo de un par
de meses el discípulo era ya digno del maestro jugaba de igual a igual.
Comentábase, en los apuntes a que me referido que los otros ajedrecistas españoles,
con excepción de Riquelme invitaron al Inca; pero este se excusó siempre de
aceptar, diciéndoles por medio del interprete Felipillo: -¡Yo juego muy poquito y vuestra
merced juega mucho¡.
La tradición popular asegura que el Inca no habría sido condenado a muerte si hubiera
permanecido ignorante en el ajedrez. Dice el pueblo que Atahualpa pago con su vida el
mate que por su consejo de veinticuatro jueces, consejo convocado por Pizarro, se
impuso a Atahualpa la pena de muerte por trece cotos contra once. Riquelme fue de
los trece que suscribieron la sentencia.