El Sí de María
El Sí de María
El Sí de María
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Más aún, la fe es un don sobrenatural de Dios. Un don es algo que se recibe así, sin más,
como regalo, como señal de alguien que nos ama y nos quiere alegrar con un objeto
concreto o con un gesto profundo de cariño.
Sin embargo, la fe que Dios nos regala, no está de adorno, no nos da un encanto particular
y mucho menos es mágica, necesita ser sostenida en primer lugar, por una doctrina capaz
de iluminar la mente y el corazón.
Luego, recorrer el camino de la vida según la fe, es dejarse conducir por Dios, dejarse
guiar por la Palabra de Dios. Un Hogar Nuevo se entrega a Cristo desde la fe, cuando se
hace la experiencia diaria de Jesucristo; cuando le pide al Señor a gritos la luz de la fe,
como lo hizo el ciego del Evangelio.
Este recorrer la vida según la fe, cultivándola a través de una sólida formación, crece y se
fortalece cuando se vive como experiencia de un amor que se ha recibido gratuitamente y
que a la vez se comunica como una vivencia de gracia y de gozo.
Todos los miembros de Hogares Nuevos, hemos de contribuir al anuncio de la fe, en una
auténtica acción misionera dando, en lo concreto de cada día, una respuesta sencilla y
sincera al ¿qué haría Cristo en mi lugar?
Cada uno de nosotros debemos dar mayor testimonio de caridad. La fe sin caridad no da
fruto y la caridad sin fe sería un sentimiento a merced de la duda.
La fe nos permite reconocer a Cristo y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada
vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida.
La fe en Jesús realiza milagros (Mt 13, 58), sana y salva (Mc 5, 34). Por eso sin la fe es
imposible agradar a Dios (Hb 11,6), y quien persevera en ella, obtendrá la vida eterna (Mt
10,22).
El crecimiento de la fe es un proceso, como lo es el amor y la esperanza.
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Por eso afirman que lo atado por Eva fue desatado por la Virgen María mediante su fe y
comparándola con Eva la llaman a María madre de los vivientes.
Creyendo y obedeciendo engendró en la Tierra al mismo Hijo del Padre, sin conocer varón
y cubierta del Espíritu Santo prestó su fe exenta de toda duda al mensaje de Dios.
María es por tanto, modelo de obediencia, que escucha atentamente y desde el silencio
medita cada uno de los designios de Dios, para poder responder de la mejor forma, y no
sólo nos enseña a contemplar desde el silencio, sino que una de las más sublimes
enseñanzas es cuando nos dice en las bodas de caná “Hagan todo lo que Él les diga”.
Es muy importante, profundizar en la vida de María, conocer cómo vivió las virtudes, cómo
vivía y cultivaba el don de la fe, de ahí, surgirá un deseo en el corazón por imitarla, ella la
llena de gracia, no es la “mujer perfecta” no es un modelo inalcanzable, es reflejo del amor
de Dios, es luz que guía en el camino, es compañera, está ahí al lado de los servidores
atenta a lo que se necesita, sirviendo ella también. Es necesario tener una, cada vez más
profunda, relación con María, sólo así se podrá asumir la responsabilidad de vivir cada
virtud, como ella lo hizo.
Se puede mirar su profunda humildad, que siendo Madre de Dios, ella misma dice, “he aquí
la esclava del Señor”, o su fe vivísima, “hagan lo que él les diga”, su obediencia ciega,
“hágase en mi como has dicho”, su oración continua, “meditaba todas estas cosas en su
corazón”, su mortificación total, “de pie junto a la cruz” su pureza divina, de inmaculada
concepción, su caridad ardiente, su gran paciencia, su dulzura y su sabiduría fruto del
dejarse guiar por Dios.
Vamos a detenernos en su fe. ¿Cómo era su fe?
María tenía la plena certeza de la existencia de Dios, había sido educada en la fe del
pueblo judío. Creía en el Dios Creador, en el Dios Todopoderoso, y en el Dios Justo, que a
través de los profetas se había revelado al pueblo de Israel, ella también esperaba en las
promesas del Señor.
Ella se sentía sierva suya, reconocía a Dios como el Señor. Esta afirmación es muy
importante pues así se entiende que María se sabe criatura frente a su Creador. Reconocía
la autoridad y los deberes que debía cumplir para con El.
Como consecuencia de esta fe en la que fue educada, María rebosaba de una confianza y
una paz interior que fueron claves para su libre aceptación del misterio de la Encarnación.
Esto es muy interesante, porque como Dios habla al corazón, uno va descubriendo la
respuesta al ¿qué haría Cristo en mi lugar?, pero en cuanto uno más se evade, busca la
comodidad, busca responder al yo, a lo que quiero, a lo que me conviene, todo el interior se
va alterando, un ejemplo muy claro estaría en robar, uno después tiene cierto temor en que
lo descubran, es decir no tiene esa paz interior, con la seguridad, de que su vida puede ser
transparente, que no tiene nada que ocultar.
En la Anunciación se sientan las bases de la ética cristiana, el Sí de María, supuso hacer la
voluntad de Dios en su vida, el cumplir su primer deber para con Dios.
La fe es hoy quizás la virtud que menos intensamente se vive entre los cristianos, parece
que soy un buen cristiano, si soy una buena persona, sin embargo, sabemos bien, que para
un buen cristiano, no le basta ser sólo una buena persona, uno debe buscar una constante
santidad de vida, y sin embargo, muchas veces no le permitimos a la fe poder conducirnos,
que pueda influir en nuestra vida real y cotidiana, muchas veces no tenemos criterios de
eternidad en la hora de optar. La característica de nuestro tiempo es una enorme crisis de
la fe. Sin fe, qué sentido tiene formar una familia, qué sentido puede tener regalar un
abrazo o una palmada en la espalda a aquél que está abatido por la pérdida de un ser
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querido, qué sentido tendría incluso perdonar a quien me ofende, o pedir perdón cuando
ofendí a alguien.
El hombre de hoy, busca la seguridad de tener todo en sus manos. De ahí que la fe se viva
mal, porque la fe implica un riesgo. Un tirarse al vacío, con la certeza de que ahí abajo
estará Dios esperándonos. Es un dejar a Dios ser nuestros ojos, para ver como Él ve.
Solo el que tiene una voluntad dispuesta para creer recibe el don de la fe. La fe es para
vivirla, para dejarse penetrar por ella, para que conforme la vida entera, como lo hizo en la
vida de María.
3° Feliz la que ha creído (Corazones Fecundos pág. 139 a 141 y en ediciones anteriores
ver pág. 159 al 164)
Isabel pregona la Bienaventuranza del Evangelio y María es proclamada en razón de su fe.
El “Feliz la que ha creído” no se refiere solo a ese momento culminante, sino a todo su
camino hacia Dios, la felicidad de María es una condición interior. La fe que llena, sostiene
y dirige todos los sentimientos, actos y disposiciones de su corazón es la razón de su
felicidad.
María fue feliz, plenamente feliz en la Anunciación, y cuando Simeón le dijo que una
espada atravesaría su corazón, y fue plenamente feliz en Pentecostés, incluso pasando por
la Pasión. En cada momento de su vida fue feliz, porque en cada momento hizo la voluntad
de Dios, y no a ciegas sino aceptando voluntariamente en cada momento lo que le pedía,
meditando las cosas en su corazón, enamorándose de Dios, viviendo no sólo los
mandamientos sino cumpliendo gustosamente las bienaventuranzas, asumiendo con todas
sus consecuencias la naturaleza misma de Dios.
La felicidad vale para todos los creyentes, concierne a todos aquellos que acogen la
palabra de Dios y la ponen en práctica, y que encuentran en María el modelo ideal.
Grandes o pequeñas, siempre son maravillosas, las cosas que le suceden a quien cree en
la Palabra.
María es señal de fe autentica.
A la luz de María nosotros comprenderemos tres cosas
a) Que la felicidad de nuestros hogares consiste en que todos los miembros de nuestra
familia, digamos que Si al Señor.
b) Que hay que ser fieles al Padre Dios en la alegría y en el dolor, como lo expresamos los
esposos en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad.
c) Que la fidelidad a Dios tiene tres pilares fundamentales: pobreza confianza y
disponibilidad.
Cuántos hogares aún no conocen a Cristo, María nos anima a ser luz, brindando nuestro
testimonio de Hogar Nuevo.
Bibliografía: Carta Redemptoris Mater-- Fundación CARI FILII sobre las virtudes de
María.- Libro Corazones Fecundos (Pág. 139 al 141- o en ediciones anteriores 159 al 164
(Padre Ricardo Facci) y para ampliar mas sobre el tema se puede consultar el libro
Caminando Juntos hacia la plenitud del amor, capítulo 8 pág. 95 y siguientes y pág. 166 y
167 (Colección Bodas de Caná de Hogares Nuevos)