Concesión Minera. Gordillo

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 12

CONTRATO ADMINISTRATIVO DE CONCESIÓN MINERA

(1980)

Sumario
1. Introducción........................................................................................... 861
2. La concesión administrativa de minería a gran escala....................... 861
3. La estabilidad de la concesión. El derecho del concesionario o pro-
pietario................................................................................................ 866
4. Adquisición de la concesión legal o propiedad minera por prescrip-
ción....................................................................................................... 867
5. Procedimiento administrativo para la declaración de caducidad....... 867
6. La exploración y explotación minera por entidades estatales............. 868
7. ¿Las minas integran el dominio privado o el dominio público del
Estado?................................................................................................ 869
CONTRATO ADMINISTRATIVO DE CONCESIÓN MINERA1
(1980)

1. Introducción

La reciente sanción de las nuevas reformas al Código de Minería2 tiene la virtua-


lidad de reintroducir de lleno en el debate la cuestión de si la concesión minera
es o puede ser un contrato administrativo de concesión, o es más bien una suerte
de derecho real de propiedad del minero sobre el yacimiento, en el caso de los mi-
nerales de primera categoría. Diferentes disposiciones de la reforma, que en este
artículo comentaremos, contribuyen a enfatizar el rol del Estado en la minería y
especialmente el marco publicista dentro del cual se sitúa la concesión de minas.

2. La concesión administrativa de minería a gran escala

a) Carácter contractual administrativo de la relación. Por de pronto, es de desta-


car que el actual Código crea expresamente una figura que no titubea en llamar
contrato administrativo de concesión minera; la concesión administrativa de
minería “a gran escala,” prevista en el Título XIX del Código de Minería, que
comprende los arts. 412 a 450. La denominación de “contrato” es reiterada en el
articulado y en la exposición de motivos, e incluso en la Sección IV se legisla lo
referente al “incumplimiento y rescisión de los contratos,” cambiando así incluso
la terminología de “caducidad” conforme a las demás normas del Código de Mi-
nería. La intención legislativa es, pues, clara e indubitable.
Dentro del género de los contratos celebrados por el Estado, no es un contrato
de derecho privado sino de derecho público, específicamente un contrato admi-
nistrativo. Desde luego, no le es aplicable directamente la legislación usual en
materia de contratos administrativos, sino las normas del Código de Minería:
En primer lugar, las del Título XIX y en segundo, las restantes del Código. (Art.
1
Publicado originalmente en JA, 15 de octubre de 1980; reproducido en el libro Contratos admi-
nistrativos, t. II, Astrea, 1982, pp. 49-60.
2
Decr. ley 22.259/80, B.O., 1/8/80. (RLA, 170-29.)
862 marchas y contramarchas en economía y derecho administrativo

441.) Sólo en caso de no poder resolverse una cuestión por el Título XIX o por la
remisión al resto del Código, podrá recurrirse a la restante legislación adminis-
trativa en materia contractual, lo cual por ahora habrá de darse principalmente
en lo atinente al procedimiento de contratación, no así en cuanto a las causales
de extinción del contrato.
b) Normas generales de procedimiento. Delegación. De conformidad con el art.
412, para poder celebrarse tales contratos de concesión minera a gran escala es
necesario previamente que la Nación y la provincia titular del yacimiento con-
vengan en someterse a este régimen. El convenio se suscribe, según el art. 413,
por el gobernador de la provincia ad referendum de la legislatura provincial y la
autoridad nacional de aplicación, ad referendum del Poder Ejecutivo nacional; los
yacimientos existentes en jurisdicción nacional sólo requieren, para incluirse en
este sistema, el dictado de un decreto del Poder Ejecutivo nacional. (Art. 412.)
Una vez celebrado el convenio y aprobado por las respectivas autoridades, no
podrá ser denunciado unilateralmente. (Art. 413 in fine.)
En adelante, todo el procedimiento, que la ley regula parcialmente, queda en
manos de la autoridad nacional, concretamente del Poder Ejecutivo, que es el que
efectúa el llamado a licitación (“concurso” según la Sección II del Título XIX),
fija sus bases (art. 419), resuelve la adjudicación (art. 426), declara la rescisión
o caducidad del contrato (art. 441), etc.
Para todo el procedimiento administrativo corresponde, como es natural, apli-
car supletoriamente la legislación nacional de procedimiento administrativo;3 del
art. 3° de dicha ley, tal como ha sido interpretado,4 surge a su vez el principio de
que el Poder Ejecutivo puede delegar estas atribuciones, principio éste sumamente
importante en la práctica porque la modificación al Código de Minería se refiere
en todos los artículos en forma demasiado categórica al Poder Ejecutivo incluso
para actos de procedimiento como pedir mejoras de las propuestas, rechazar las
inadmisibles, etc. (Art. 426, por ejemplo.)
c) Competencia judicial. Las controversias judiciales que se suscitan con motivo
de la aplicación de este régimen corresponden al conocimiento de los “tribunales
nacionales” según el art. 447, específicamente a la justicia federal en materia
contenciosoadministrativa, en los conflictos de los concesionarios o contratistas
con el Estado Nacional.
d) Nacionalización virtual. Como se advierte, una vez celebrado el convenio
entre la provincia y la Nación, todas las facultades de decisión y todo el régimen
administrativo y jurisdiccional aplicables son el nacional, por lo cual bien puede
3
Ver al respecto Gordillo, Agustín A., Tratado de derecho administrativo, Buenos Aires, Macchi,
t. 4.1; Procedimiento y recursos administrativos, 3ª ed., Buenos Aires, 1980.
4
Ampliar en Gordillo, Tratado de derecho administrativo, Buenos Aires, 1974, t. 1, Parte ge-
neral, cap. IX, § 33 y t. 3; El acto administrativo, 3ª ed., Buenos Aires, 1979, cap. VIII, § 4.1, p. 27.
contrato administrativo de concesión minera (1980) 863

afirmarse que en estos casos estaremos en presencia de una nacionalización


virtual del yacimiento. No obstante, es de señalar que los beneficios económicos
que resultan para el concedente corresponden a las provincias. (Art. 438.)
e) Propiedad del yacimiento. Derechos del contratista. Si en la forma común
de concesión de yacimientos de minerales de primera categoría se puede discu-
tir el carácter del derecho que adquiere el concesionario sobre el yacimiento de
propiedad del Estado, esa discusión está obviada en la minería a gran escala, ya
que el art. 412 in fine establece que “Las empresas contratistas no adquirirán
la propiedad de los yacimientos descubiertos o que se descubran, en el área del
contrato.”
Sin perjuicio de que las causales de extinción de una y otra concesión minera
están diferentemente reguladas en las normas antes expuestas y en las conteni-
das en este Título XIX, “De la minería a gran escala,” es de todos modos claro
a nuestro criterio que ni en uno ni en otro caso el minero adquiere la propiedad
estricta del yacimiento, por ser éste de propiedad “inalienable e imprescriptible”
del Estado (según la exposición de motivos); a la inversa y contrariamente a lo
que pareciera sugerir el art. 412 in fine, también en uno y otro caso el minero
tiene ciertamente un derecho de propiedad garantizado por los arts. 14 y 17 de la
Const. Nacional: Ocurre que no es un derecho como propietario del yacimiento,
sino como propietario de los derechos emergentes de su calidad de concesionario,
que por supuesto también tienen amparo en iguales normas constitucionales.
Por ello, si bien el Título XIX tiene la peculiaridad de ser la primera vez en
nuestro país que normas expresas del Código de Minería reconocen el concepto
teórico, a nuestro juicio correcto, de que el minero es un concesionario adminis-
trativo unido al Estado por un vínculo contractual de derecho público, no tiene
con todo diferencia sustancial en el plano expresado respecto de los otros casos
de “concesión legal” previstos en el Código y que según veremos la reforma
orienta también hacia el contrato administrativo de concesión, aunque intente
aún mantenerle el ropaje semántico, ya un poco romántico y desactualizado, de
“propiedad minera.”
f) Procedimiento de contratación: Licitación pública. Aunque el art. 419 llama
“concurso” al procedimiento de selección del contratista, lo cierto es que el Código
lo rodea de todas las características normales de la licitación pública, en especial
la necesaria publicidad que deber darse al llamado (art. 421) y la particularidad
de que pueden presentarse todas las personas jurídicas inscriptas en el registro
pertinente. (Art. 423.) En otras palabras, no se trata de que la administración
invitará a determinadas empresas a formular ofertas, sino que todas las ins-
criptas pueden hacerlo. Estimamos por tanto que según el empleo usual de la
terminología del derecho público, estamos en presencia de una licitación pública
y no de una licitación privada o de un concurso privado de ofertas.
864 marchas y contramarchas en economía y derecho administrativo

Las bases de la licitación las fija el Poder Ejecutivo, quien necesariamente


incluirá en ellas el criterio con que se evaluará luego la conveniencia de las
propuestas. (Art. 419.) Es éste un principio sano en materia de licitación pú-
blica, que merecería extenderse a otras contrataciones, ya que de este modo los
futuros oferentes conocen formalmente de antemano cómo serán evaluadas sus
propuestas, por ejemplo en lo atinente a la importancia relativa que se dará a los
antecedentes, a la tecnología, al monto de la inversión, etc. Lo razonable sería
que las bases fijaran una fórmula polinómica en la cual cada uno de los elementos
que habrán de tomarse en cuenta para la adjudicación reciba la asignación de un
determinado porcentaje, de modo que la acumulación de los porcentajes parciales
indique el proponente más aceptable de conformidad con el criterio de las bases.
También sería oportuno que distintas comisiones de funcionarios evaluaran se-
paradamente cada uno de los elementos que inciden sobre la fórmula, para evitar
de ese modo decisiones demasiado personalizadas o arbitrarias.
Restará por ver cómo se redactan concretamente las bases, pero puede por
ahora señalarse el acierto normativo de establecer el criterio expuesto.
En todo lo no previsto en estas normas del Código de Minería en materia de
procedimiento licitatorio, corresponderá remitirse a las normas generales de
la ley de contabilidad y su decreto reglamentario, salvo norma expresa en otro
sentido del Poder Ejecutivo que crea las bases.
g) Régimen de extinción del contrato. Además de las causales normales de
extinción, tales como vencimiento del término (art. 440, inc. 4°), mutuo acuerdo
(inc. 1°), extinción de la persona jurídica del contratista (inc. 2°), el Código con-
templa dos causales genéricas que son del mayor interés:
1) Pérdida de las condiciones exigidas por el llamado. El inc. 2° del art. 440
establece como causales de extinción del contrato la pérdida sobreviniente por el
contratista de las condiciones que debió reunir para la presentación de conformi-
dad con el art. 422: Solvencia financiera, capacidad técnica adecuada, inscripción
en el registro. Dado que según ahora veremos también el incumplimiento de sus
obligaciones contractuales concretas permite declarar la extinción del contrato
por su culpa, llama la atención que se establezca como causal autónoma la pér-
dida de su capacidad financiera o técnica para poder cumplir sus obligaciones
contractuales, pues ella de ningún modo se aprecia mejor que a través precisa-
mente del cumplimiento de éstas. En otras palabras, si el contratista cumple
regularmente sus obligaciones contractuales concretas, no vemos cómo podría
razonablemente extinguírsele el contrato por una alegada incapacidad financiera
o técnica para cumplirlo.
2) Incumplimiento de sus obligaciones. Las restantes disposiciones se refieren
a determinados incumplimientos en que puede incurrir el contratista, y estable-
contrato administrativo de concesión minera (1980) 865

cen, por ejemplo en el art. 442, que será penado con multas que, de acuerdo con
la gravedad e incidencia de la infracción en el plan o proyecto de explotación,
oscilarán entre 20 y 200 veces el monto del canon. En caso de reincidencia en
incumplimientos que den lugar a la pena de multa, se puede disponer la rescisión
imputable al contratista.
Por otra parte, determinados incumplimientos indicados en el art. 441 pue-
den dar lugar, a criterio del Poder Ejecutivo, a aplicar la rescisión imputable al
contratista, o aplicar en su lugar, “por única vez,” la sanción pecuniaria antes
mencionada. Pensamos que la norma tiene un rigorismo excesivo al permitir
la multa una “única vez” antes de la rescisión, la cual puede llegar a tornarla
irrazonable en su aplicación a casos concretos, ya que bien podría resultar even-
tualmente justificable reiterar la pena de multa y no disponer la extinción lisa
y llana del contrato.
A su vez, el art. 442, al establecer que se puede rescindir el contrato en caso
de reincidencia en incumplimientos que den lugar a multa, tampoco aclara si se
requiere una o más reincidencias para poder aplicar la sanción máxima: En virtud
de lo que surge del art. 441, estimamos que la administración puede, pero no está
obligada a aplicar la sanción extintiva del contrato en caso de reiterarse sucesivos
incumplimientos. Todo es en definitiva cuestión de una razonable graduación
entre el incumplimiento de que se trate y la sanción que proporcionalmente sea
adecuada a él en el caso concreto.
3) Extinción de pleno derecho o por acto administrativo. Por lo expuesto, si
bien varias normas hablan de que el Poder Ejecutivo “podrá” declarar la rescisión
“de pleno derecho” en tales casos de incumplimiento, entendemos que se trata,
no de una extinción ope legis, sino que requiere el dictado del necesario acto
administrativo extintivo de la concesión.
h) Conclusiones. En suma, resulta claro que el actual Código de Minería
introduce por primera vez expresa y categóricamente en el derecho minero ar-
gentino la figura formal del contrato administrativo de concesión minera. Pero
su expresa introducción, en el caso comentado de la minería a gran escala, nos
induce a retomar la discusión de si la “concesión legal” que el Código legisla en el
resto de las concesiones para minerales de primera categoría, es o no, también,
un contrato administrativo de concesión.
Adelantamos que si bien los autores de la reforma se pronuncian en el sentido
de que en verdad el concesionario tiene una “propiedad” sobre el yacimiento, sólo
que no una “propiedad común,” sino una “propiedad minera,” que no sería un
“contrato de concesión,” pensamos que las palabras indicadas no se confirman
cuando se analiza el régimen concreto que el Código ahora tiene. En otras pa-
labras, por encima de los empleos y preferencias semánticos de los autores de la
866 marchas y contramarchas en economía y derecho administrativo

reforma, en verdad han legislado sobre un contrato administrativo, ciertamente


diferenciado de los otros, pero cuyas notas lo sitúan dentro de los contratos ad-
ministrativos de concesión y no dentro de un tertium genus que pudiera llamarse
“propiedad minera.”5

3. La estabilidad de la concesión. El derecho del concesionario o propietario

La exposición de motivos es ilustrativa sobre el alcance con que se legisla, en


materia de estabilidad del derecho acordado al concesionario: El concesionario
que pague el canon e invierta el capital mínimo ahora requerido, mantiene en
vigencia su concesión aunque la mina esté inactiva temporalmente, pues “Una
mina podrá estar inactiva cierto tiempo, por falta de mercado para mis productos,
por dificultades económicas de su propietario o por cualquiera otra razón transi-
toria, pero nunca podrá estar inactiva indefinidamente por mera especulación.”6
“El pueble no fue sustituido para posibilitar que las minas permanezcan inac-
tivas en manos de quien puede pagar el canon e invertir un mínimo capital fijo,
sino que para acordarle a la propiedad minera una seguridad, una estabilidad
jurídica de que entonces no gozaba...” Recuerda también la exposición de motivos
favorablemente como, cuando el canon se actualizó en 1978, los nuevos valores
“han dado lugar a que concesionarios sin interés en explotar sus minas, que las
mantenían amparadas mediante el pago de un peso o cincuenta centavos al año
por pertenencia, especulando con la posibilidad de negociarlas, hayan optado por
dejar las caducar,” señalando como ejemplo de ello lo ocurrido en las provincias
de La Rioja y Río Negro.7
En otras palabras, si bien se asegura la estabilidad del derecho del concesiona-
rio, se señalan al mismo tiempo una serie de condiciones mínimas para que dicha
estabilidad se mantenga vigente, y sin las cuales se produce, de pleno derecho o

5
Sin pretender reivindicar para el derecho administrativo alguna inexistente “hegemonía” sobre
el derecho minero o de los recursos naturales, lo cual no tendría mucho sentido, sí queremos señalar
que cada vez existen mas notas del derecho administrativo v otras ramas del derecho público, como
el financiero, minero, etc., que forman una “parte general autónoma del derecho público.” Algo de
eso hemos intentado plantear en nuestro libro Principios gerais de direito publico (San Pablo, 1977)
y en el citado Tratado de derecho administrativo, t. 1, cap. VI, § 6, p. 10. La conclusión de esta ase-
veración es que el derecho de los recursos naturales no podrá buscar exclusivamente dentro de sus
propias normas la solución de los problemas no previstos en ellas, ni menos recurrir heroicamente
a antecedentes medievales en materia de relación del rey con los mineros, sino que debe recurrir
necesariamente a aquella “parte general del derecho público,” que integra junto con el derecho
administrativo; que éste tenga algunas nociones generales mas evolucionadas o analizadas que
otras ramas, no significa ni que deban otros derechos autónomos integrarse a él, ni tampoco que
puedan ignorarlos totalmente. La figura expresa de la concesión de minería a gran escala es la
mejor demostración practica de esto, pero su problemática comprende también, según pensamos,
la figura de la llamada “concesión legal.”
6
Comentario al art. 281; la bastardilla nos pertenece.
7
Comentario al art. 273.
contrato administrativo de concesión minera (1980) 867

por resolución administrativa, la extinción de la concesión por incumplimiento


del concesionario.
Nada parecido encontramos en el derecho de propiedad civil, en el cual el par-
ticular sólo llega a perder su derecho frente al Estado si le ejecutan la propiedad
en sede judicial por falta de pago de los impuestos: En este caso de la concesión
minera la falta de pago de canon no da lugar a la ejecución judicial de la mina,
sino a la declaración de caducidad por la misma administración; y a esa primera
y ya vieja causal de caducidad se agregan desde la reforma de 1957, y se inten-
sifican ahora, exigencias sobre inversiones mínimas, cumplimiento de planes de
explotación y en suma una intensidad de explotación que implica la prohibición
del mantenimiento sine die de una mina inactiva. Ello es típico de las concesiones
administrativas y atípico de un derecho de propiedad fundiaria.

4. Adquisición de la concesión legal o propiedad minera por prescripción

En el régimen anterior era también ilustrativo el régimen de la adquisición de


dicho derecho por prescripción. (En cuanto a la ambivalencia del Código respec-
to de si el derecho del minero era un derecho más cercano a la propiedad o a la
concesión.)
La exposición de motivos es clara al explicar que la anterior solución del art.
352, permitiendo la adquisición de tal derecho frente al Estado por prescripción,
era contraria a los precedentes legislativos y doctrinarios existentes,8 y sobre
todo contradictoria con el derecho de propiedad que el art. 7° y concordantes
reconocían al Estado.
En consonancia con ese modo de pensar, que reputamos más coherente con
el derecho de propiedad que se establece de pleno derecho a favor del Estado, el
actual art. 352 bis dispone que “La prescripción no se opera contra el Estado
propietario originario de la mina.” Nuevamente encontramos aquí una solución
del derecho positivo que es más congruente con el concepto iuspublicista de la
concesión administrativa, que un concepto iusprivatista de propiedad inmueble.
En este punto es también clara la orientación de la reciente reforma, al eliminar
una contradicción del anterior régimen.

5. Procedimiento administrativo para la declaración de caducidad

En los supuestos en que procede declarar la caducidad de la concesión, sean los


reglados en el art. 273 bis, 281 ó 23, se la dispone en sede administrativa, según
se infiere del Código de Minería, con necesaria observancia en todos los casos
8
“Sin embargo, la solución del codificador no concuerda con las fuentes por él mismo invocadas.
Ni la ley española de la Nueva Recopilación... ni la doctrina... admitían la prescripción contra el
soberano o contra el Estado;” “la prescripción adquisitiva de las minas no se opera contra el Estado
propietario originario de ellas, porque éstas... son concedidas...,” comentario al art. 352 bis.
868 marchas y contramarchas en economía y derecho administrativo

de los principios del debido proceso, como recuerda la exposición de motivos en


el comentario al artículo mencionado en primer lugar.
El art. 273 bis prevé en particular algunas normas sobre traslados y vistas
al particular, efecto suspensivo de los recursos administrativos que interpon-
ga el concesionario afectado por la decisión administrativa, pero no dispone
expresamente a qué normas de procedimiento administrativo se debe recurrir
supletoriamente en todo lo no previsto en el Código de Minería: ¿A las naciona-
les del decr. ley 19.549/72 y sus normas complementarias, o a las provinciales?
Consideramos que las normas de procedimiento administrativo del Código de
Minería en relación a las minas de las provincias son de carácter excepcional,
y concluimos por tanto que en todo lo no previsto en el citado Código hay que
remitirse a la legislación local de procedimiento administrativo.
En el caso de los contratos de concesión de minería “a gran escala” a que nos
referíamos anteriormente, la legislación administrativa supletoria es la nacio-
nal, por ser la Nación el ente concedente; lo mismo, sin duda, en los yacimientos
nacionalizados: Hidrocarburos,9 hierro, etc.

6. La exploración y explotación minera por entidades estatales

La reforma continúa en el art. 409 y ss. la evolución que ya de antaño se viene


produciendo paulatinamente en el derecho minero argentino. Si bien el Código
de Minería preveía originalmente la exploración de las minas por los particu-
lares y no por el Estado, sucesivas reformas parciales y leyes aisladas fueron
modificando aquella concepción inicial, que el art. 9° del Código consagró en los
siguientes términos: “El Estado no puede explotar ni disponer de las minas, sino
en los casos expresados en la presente ley.”
No obstante ello, en efecto, los hidrocarburos fueron desde comienzos de siglo
siendo objeto de leyes particulares que autorizaban al Estado precisamente a
explotar las minas por sí, hasta llegar finalmente a su nacionalización. Algo pa-
recido ocurrió con el hierro, que por diversas leyes especiales se explota también
por medio del Estado en los principales yacimientos. Los minerales nucleares
siguieron la misma regla. Hasta yacimientos de diversos minerales, presumible-
mente ricos, fueron por ley expresa traspasados al Estado para su explotación.
(El caso de YMAD, Yacimientos Mineros de Aguas de Dionisio.) Todo ello ha
permitido a Pigretti afirmar con razón que “Se desprende de lo expuesto que el

9
Tema aparte de debate es si cambia el derecho del concesionario y el procedimiento aplicable
cuando el concedente es una sociedad del Estado, a la cual la ley 20.705 excluye de la aplicación de
la ley de procedimiento administrativo. En este punto nos remitimos a nuestro artículo “Recurso
de alzada,” en la revista Control Público, Buenos Aires, 1980, n° 5, § 3, y que también incluimos en
nuestro Tratado de derecho administrativo, t. 4.2, Procedimiento y recursos administrativos, cap.
XI.
contrato administrativo de concesión minera (1980) 869

incumplimiento del art. 9° del Código de Minería —en la actualidad derogado en


forma parcial por las leyes especiales— ha sido constante y variado.”10
Aunque la reforma actual no ha modificado expresamente el art. 9°, prosigue y
amplía la línea expuesta, y dedica el Título XVIII a la investigación y exploración
minera que realicen las entidades estatales, que se califica de “libre” en el art.
409, y que con el mero requisito de una “comunicación” a la autoridad minera
provoca automáticamente la suspensión de otros “pedimentos de terceros referidos
a los minerales objeto de la investigación, salvo los originados en permisos o en
concesiones anteriores o en tramite.” (Art. 409, párr. 3°.)
El mismo artículo, en su último párrafo, expresa que “Las entidades autoriza-
das por ley para efectuar exploraciones y explotaciones mineras, podrán encua-
drar sus investigaciones en las disposiciones del presente artículo, sin perjuicio
de su derecho a solicitar permisos y concesiones con arreglo a las normas de este
Código,” lo cual nuevamente viene a constituir una derogación del citado art. 9°.

7. ¿Las minas integran el dominio privado o el dominio público del Estado?

Para concluir retornamos al punto inicial del art. 10 de la reforma, o sea, a la


relación del derecho que el minero y el Estado, respectivamente, tienen sobre
la mina. Ya señalamos hace tiempo que “La distinción entre dominio público
y privado del Estado, a pesar de estar consagrada legalmente, tiene hoy en día
la particularidad de encontrarse amenazada por la realidad, ya que la mayoría
de los bienes del Estado encuadran en la primera categoría, y muy pocos en la
segunda,”11 y que por ejemplo "resulta difícil considerar... que los yacimientos de
hidrocarburos son del dominio privado, cuando la ley 14.773 los declara bienes
‘imprescriptibles e inalienables’ del Estado Nacional. (Art. 1°.)”12
Pues bien, puesto que las notas fundamentales del régimen jurídico del dominio
público son su inalienabilidad e imprescriptibilidad, es para nosotros razonable
concluir que si las minas son de propiedad inalienable e imprescriptible del Es-
tado, integran su dominio público y no su dominio privado.
En este punto la actual reforma, por encima de contradicciones verbales, dudas
y ambigüedades que más adelante referimos, se inclina a nuestro modo de ver,
en el fondo, por el régimen del dominio público cuando reiterada y enfáticamente
declara que “...queda bien en claro, que el dominio del Estado sobre las minas no
se enajena ni prescribe jamás, porque es un dominio propio del soberano, subsiste
durante la vigencia de la propiedad particular que el propio Estado constituye a
favor de terceros mediante la concesión, y subsistirá siempre, a través de todas

10
P igretti, Eduardo A., Código de Minería y legislación de hidrocarbonos, 2ª ed., Buenos Aires,
1969, p. 36.
11
Gordillo, Derecho administrativo de la economía, Buenos Aires, Macchi. 1967, p. 360.
12
Gordillo, Derecho administrativo de la economía, p. 361.
870 marchas y contramarchas en economía y derecho administrativo

las concesiones y de todas las caducidades de que la mina sea objeto con el correr
del tiempo.”13 ¿Es eso dominio privado del Estado? Pensamos que no.
La misma exposición de motivos reconoce que “el dominio originario del Estado
sobre la mina... (no es)... la misma cosa que la propiedad común legislada por
el Código Civil. No lo es el dominio originario del Estado, porque éste lo tiene
para ejercer las facultades reglamentarias que se impuso a sí mismo al dictar
el Código.”14
Parece inevitable concluir que si no estamos en presencia de un bien del do-
minio privado del Estado stricto sensu, porque debe por norma legal ponerlo a
disposición de la colectividad para usos especiales,15 entonces nos encontramos
ante un bien del dominio público. La afirmación, ahora reiterada y enfática, de
que las minas son bienes inalienables e imprescriptibles del Estado, implica de
algún modo una definición categórica, aunque vaya rodeada de frases ambiguas
y contradictorias como también se encuentran en la exposición de motivos.16

13
Comentario al art. 10. Este concepto aparece reiterado en distintos términos en la exposición de
motivos, por ejemplo en el siguiente párrafo del mismo comentario al art. 10: “El dominio originario
del Estado, sobre ese su bien privado que es la mina, existe antes, durante y despues de la concesión
mediante la cual el propio Estado establece sobre aquélla una propiedad particular a favor de un
tercero.” La confusión es manifiesta: Si “antes, durante y después” de la concesión el propietario es
el mismo Estado, insoslayable la conclusión de que “durante” esa propiedad “originaria” del Estado,
mal puede al mismo tiempo y sin incurrir en contradicción ser también “propietario” el minero.
14
Exposición de motivos, comentario al art. 10.
15
Por cierto, el dominio público puede estar a disposición de la comunidad mediante uso común
o uso especial; y las formas de ejercer un uso especial sobre el dominio público son el “permiso” y
la “concesión.”
16
Ese carácter de bienes privados del Estado es el que permite a éste establecer sobre las minas
una propiedad particular mediante un acto de concesión, efecto que no tienen las concesiones admi-
nistrativas que pueden otorgarse sobre los bienes públicos.” (Comentario al art. 10.) Sin embargo,
pensamos que ninguna diferencia sustancial existe entre el derecho del concesionario minero y el
del concesionario administrativo de un bien cualquiera del dominio público, salvo, claro está, que las
causales de extinción de la concesión están aquí expresamente regladas en la ley, como así también
el procedimiento aplicable. Pero nada en el texto del Código de Minería permite ya hablar de que
el minero tiene un derecho de propiedad sobre la “mina,” sin perjuicio de su derecho de propiedad
sobre el “derecho” que le asiste como concesionario. Ver también nota 12.

También podría gustarte