Setenta Años Del Cuento Mexicano Gay PDF
Setenta Años Del Cuento Mexicano Gay PDF
Setenta Años Del Cuento Mexicano Gay PDF
de temática gay
RESUMEN
El presente artículo lleva a cabo una revisión de la heterogeneidad de la estética y técnica
con que se aborda el tema gay en sesenta años de su escritura, a partir del inicio de la segun-
da mitad del siglo XX, hasta el día de hoy. El tema es tratado desde muy diversos ángulos y
con perspectivas que van de la aventura jocosa, hasta la más intrincada perversión, pasando
por la ternura, etc.; todo ello la particular perspicacia de los autores.
ABSTRACT
The present article carries out a review of the heterogeneity of the aesthetics and technology
with which the gay topic is approached in sixty years of his writing, from the beginning of
the second half of the 20th century, until today. The topic is treated from very diverse angles
and with perspectives that go of the jocular adventure, up to the densest perversion, happen-
ing for the tenderness, etc.; all this the particular perspicacity of the authors.
Y arriesgado es besarse
y oprimirse las manos, ni siquiera
mirarse demasiado, ni siquiera
callar en buena lid…
Carlos Pellicer
Por desgracia o por historia, una palabra define a México en todos los aspectos:
atraso. José Emilio Pacheco, al hablar de las diferencias del naturalismo en Europa
y América, establece que mientras en el viejo continente esta corriente literaria
corresponde a un esplendor industrial y económico, en los países hispanoamerica-
nos, anuncia el comienzo del subdesarrollo. En la literatura cuyo discurso es el
homoerótico, México no sólo queda rezagado de Europa sino del mismo continente
americano. En Brasil, a finales del siglo XIX, se publica Bom Criollo (1895), de
Adolfo Caminha; en Cuba se publican entre otras obras, El Ángel de Sodoma
dan cuenta de la agitada vida gay existente y manifiesta en calles, parques, cantinas,
cines. Si bien la novela está permeada por la tragedia, también es cierto que es una
historia de amor, lo que prueba que el homoerotismo en esa época no estaba sólo
circunscrito a encuentros sexuales clandestinos y pasajeros, sino que el afecto y las
emociones involucraban una relación de mayor intimidad y compromiso. No obs-
tante:
Sentía el brazo de Andrés apretado al suyo, el pecho subiendo y bajando con cal-
ma, el calor obediente al ritmo de la respiración. El aire se llenaba de la presencia
de ellos, de un momento distinto, un chasquido de lengua, un alzar de hombros o
una risa que no tenía antes el aire. (Melo, 38)
Después de una relación amistosa de cerca de cuatro meses, uno de ellos, An-
drés, se suicida sin que se sepan los motivos, lo que origina que Enrique vuelva una
y otra vez a los recuerdos incesantes, a la memoria fija en la fotografía donde apa-
rece muerto Andrés con un solo ojo abierto, y a la incertidumbre y desasosiego de
ser implicado. La tragedia de uno de los protagonistas en relatos de este tema es
bastante común, es parte de una cultura basada en la culpa y el remordimiento, en
que la prohibición de felicidad es tácita para quienes ostentan una orientación
sexual al margen de la normatividad social impuesta.
La década de los setenta está marcada por el llamado “Boom Latinoamericano”,
tres años antes, 1967, García Márquez publica Cien años de soledad, el libro máxi-
mo de este movimiento. La nueva literatura que se impone manifiesta su preocupa-
ción por el desarrollo de estructuras narrativas que exigen un lector activo; la expe-
rimentación lingüística es otra de sus características; se presenta la insistencia de
plantear la propia creación literaria como tema; cobra importancia lo histórico–
social y hay un rechazo hacia la moral burguesa; y sobre todo se ensaya una gran
variedad de fórmulas narrativas, donde es frecuente la ruptura de la línea argumen-
tal. Es importante destacar que esta renovación da como resultado una literatura que
equilibra la creación estética con el compromiso social y la denuncia histórica. El
cuento es uno de los géneros más beneficiados, con Borges a la cabeza. Si bien es
cierto que la novela se impone, el cuento cobra un valor y un vigor nunca antes
visto y es colocado en un sitio de primerísimo orden. A ello contribuyen autores de
la talla de Julio Cortázar, Juan Carlos Onneti, Carlos Fuentes, entre otros, que van a
influir de manera decisiva en la transformación de la cuentística de las nuevas gene-
raciones.
Los setenta son años de cambios radicales. En México se da una permisividad
encubierta a las prácticas homosexuales, se abren bares, se organizan movimientos
libertarios y contestarios y el tema comienza a ser parte del debate político. Tam-
bién es el momento en que, como parte de la construcción de identidad del sujeto
homoerótico, se adopta el término gay que desplaza a los demás motes peyorativos,
y a la misma palabra “homosexual”, por considerar que esta última enfatiza de ma-
nera desproporcionada el acto sexual, excluyendo y deshumanizando las relaciones
afectivas entre hombres. Por mala fortuna, los nuevos vientos de libertad sexual y
renovación literaria no se van a reflejar en la cuentística mexicana de tema gay. En
el género de la novela, El Vampiro de la Colonia Roma (1979), de Luis Zapata, de
tención: hacer manifiesta en la literatura que las relaciones homoeróticas son una
realidad que permea en todos los estratos sociales. Para ese entonces, la década de
los ochenta, la cultura gay es un hecho. En la academia norteamericana y europea el
tema comienza a ser objeto de estudio. En México, y más propiamente dicho en la
ciudad de México, la clase media gay vive una mayor libertad, su visibilidad se ve
legitimada por los mismos medios de comunicación, se inicia el desplazamiento de
sordidez a la que era asociada la práctica sexual entre hombres; la focalización eró-
tica disminuye ante la evidencia de la construcción de las relaciones afectivas que
dan un giro a la identidad del sujeto gay; prolifera la apertura de discotecas, bares,
restaurantes y comercios propicios para la reunión y encuentro para gays:
Durante la década de los ochenta no hay una proliferación en el cultivo del cuen-
to de temática gay, pero crece el número. Se publican “Doña Herlinda y su hijo”
(1980), de Jorge López Páez; “El vino de los bravos” (1981), de Luis González de
Alba; “Respiración artificial” (1982), de Raúl Hernández Viveros; “Todos somos
vecinos” (1982), de Dolores Plaza; “Ríos que vienen del mar” (1983), de Antonio
Argudín; “Un caso semejante” (1983), de Agustín Monsreal; “De amor es mi negra
pena” (1983), de Luis Zapata; “El hábito oculto” (1984), de Ignacio Betancourt;
“Juego de ajedrez” (1984), de Fidencio González Montes; “También hay inviernos
fértiles” (1986), de Severino Salazar; y “Opus 123” (1988), de Inés Arredondo.
Jorge López Páez (Huatusco, 1922), quien ya había incursionado en el tema y el
género en 1962 con “El viaje de Berenice”, en 1980 publica en el suplemento Sába-
do, del periódico Unomásuno, “Doña Herlinda y su hijo”. Con esto se convierte en
el primer relato de tema gay de amplia difusión, siendo tal el impacto que es lleva-
do al cine bajo la dirección de Jaime Humberto Hermosillo en 1984. En la película
intervienen Manuel Barbachano Ponce como productor, y el ahora internacional-
mente conocido director de cine, Guillermo del Toro, como productor ejecutivo;
también cuenta con la participación de Lucha Villa. La película y el cuento de in-
mediato acapararon la atención de estudiosos norteamericanos y se han convertido
en motivo de análisis e inclusión obligada en los estudios críticos, baste mencionar
que ocupa todo un capítulo del importante libro: Sexo y sexualidad en América La-
tina (1997), de Daniel Balderston.
El relato, de aparente desaliño, pretende hacer del texto una narración oral, cuyo
discurso está a cargo de la voz del joven protagonista en un lenguaje directo, colo-
quial, en una sintaxis de oralidad llana. El cuento toma préstamos de la farsa por la
exageración, así como de la comedia donde los protagonistas después de vencer
Antes del nacimiento del primer hijo ya viven en la casa de la madre, quien mar-
tes y jueves propicia el encuentro de los amantes, y cuando está en camino el tercer
hijo para que no se complique la situación construye encima del garage un pequeño
departamento con doble salida para Moncho. El narrador da fin a su historia: “vivo
con una familia extraordinaria, de la que no puedo prescindir.” (85) El relato en sí,
es una muestra de la doble moral imperante, y que sin llegar a ser explícito toda una
sociedad conviene en las relaciones homoeróricas, siempre y cuando se guarden
debidamente las apariencias y no se ponga en riesgo la respetabilidad y las buenas
costumbres de la burguesía. Si bien es cierto que es obvia la relación erótica que
mantienen los dos hombres, también lo es que está encubierta no sólo por la madre
sino por la esposa. El fingimiento, el ocultamiento y la hipocresía hacen patente la
prohibición de transgredir las normas sociales y religiosas de la sociedad que aquí
se representa. Como señala Bataille: “En todas las épocas, como en todos los luga-
res –en la medida que tenemos información al respecto–, el hombre se define por
una conducta sexual sometida a reglas, a restricciones definidas.” (54) A lo largo
Luis González de Alba, uno de los líderes del movimiento estudiantil del 68, au-
tor de Los días y los años (1971), en “El vino de los bravos” (1981) recrea una
hipérbole orgiástica entre hombres hermosos y viriles; que es quizás el reflejo, por
una parte, de la contención homoerótica en México y, por la otra, la realidad de
promiscuidad que se vivía en lugares como San Francisco y Nueva York, princi-
palmente; lo que infiere una amplia red de relaciones homosexuales de gran visibi-
lidad en Estados Unidos. En el relato no hay lugar a pausas, la estructura es la si-
multaneidad del tiempo y el espacio, la acción está determinada por la masturbación
de Rodrigo dentro de un carro en Las Ramblas de Barcelona, a vista de todos, mien-
tras su imaginación nos conduce a Venecia, Ámsterdam, Monterrey, Atenas, Roma,
Cozumel, Sao Paulo. La belleza masculina no hace distinción de mulatos, negros,
rubios y morenos: “Los de los brazos perfectos, los de piernas de gladiador, los de
hombros poderosos que bajan en triángulo hasta la cintura firme, los de nalgas pe-
queñas y duras como duraznos.” (González, 183) Sin concesiones, el ambiente está
impregnado de un homoerotismo donde el gozo sexual no da pie a la inhibición.
Los encuentros bien pueden darse en bares, saunas, cines, estaciones del ferrocarril
y ser múltiples los participantes sin que haya frenos de por medio. Como señala
Bataille: “En la orgía, los impulsos festivos adquieren esa fuerza desbordante que
lleva en general a la negación de cualquier límite. No era por azar que en las orgías
saturnales se invertía el orden social mismo, con el amo sirviendo al esclavo y éste
acostado en el lecho de aquél.” (118)
Ceñido a los modelos griegos, el esteticismo se da cita en la magnificación del
encanto masculino. En las imágenes que también pueden ser oníricas, el protagonis-
ta entra a Central Park y camina por Chapultepec; atraviesa un callejón de Brooklyn
cercano a la Merced. No obstante el discurso es uno: el espacio del cuerpo como
proveedor de placer erótico, dando también lugar a la cosificación, pues en esta
gran orgía el afecto y las emociones quedan anuladas.
Las posibilidades y vertientes de la homosexualidad son muy diversas y de gran
complejidad. Así como existen las relaciones de igualdad entre hombres del mismo
sexo, también es cierto que las sombras y la oscuridad se ciernen sobre algunas
prácticas condenables bajo cualquier circunstancia, como son los temas que trata el
cuento de Raúl Hernández Viveros: “Respiración artificial” (1982), donde se dan
cita la pedofilia, la violación, la muerte y la impunidad. En un breve relato de es-
tructura convencional ambientado en el puerto de Veracruz, un capitán de barco, de
nacionalidad americana, comete el brutal crimen en contra de un niño que encuentra
solo y llorando debajo de una banca en el malecón. Es en el camarote de la nave
donde se lleva a cabo la estrujante infamia. El cuento coloca bajo la luz una de las
prácticas sexuales que más se pretenden ocultar, y que por desgracia se realizan con
frecuencia, a veces, bajo el amparo de la figura de poder del pederasta, como ha
sido la conducta de sacerdotes, y que en los últimos años la prensa internacional se
ha ocupado ampliamente de este sórdido y escandaloso pasaje de la Iglesia católica.
Dolores Plaza, “En Todos somos vecinos” (1982), pone al descubierto el erotis-
mo entre hombres de baja condición social y económica en una atmósfera de clan-
destinidad y, quizás por ello, de mayor excitación. El espacio denota lo secreto y lo
prohibido: el zaguán, las escaleras, la oscuridad. El encuentro se da en: “Un cuarto
inmundo, con una larga mesa de carpintería, una estufa de petróleo y una cama
harapienta. Sobre la cama colgaba un almanaque del año anterior, con Brigitte Bar-
dot desnuda, comiéndose una manzana.” (121) El protagonista, un jovencito de
quince años, huérfano, hijo de españoles, no sólo no opone resistencia ante el pul-
quero maduro, casado y con hijos que lo quiere “adoptar”, sino que goza el acto
sexual que es descrito de manera explícita, sin tapujos, al igual que el lenguaje di-
recto y llano de los diálogos:
que enfrentarán el día siguiente. Las primeras palabras con las que abre el texto
caen abruptas: “Ha de ser puto”, (Zapata, 29) La especulación afirmativa de que
uno de los amigos es homosexual, encierra en sí misma una codificación peyorativa
y degradante en un ambiente social donde ser “puto” es no ser hombre. El relato,
más cercano al hiperrealismo, en una estructura narrativa que pudiera llamarse en
tercera dimensión, recrea una escena donde la escenografía del lugar, los diálogos,
los movimientos de los personajes, el fondo musical con close up en el protagonista,
dotan de una gran plasticidad y sensación auditiva el desenvolvimiento como si
estuviéramos presenciando un film cinematográfico. La letra de la canción en la voz
de Sonia López infunde el ritmo interior en las emociones de El Guacho: De amor
es mi negra pena/ de amor es que estoy llorando/ valor le pido yo al cielo/ y a Dios
que me de consuelo/ si Judas mintió besando/ y Dios perdonó llorando/ qué puedo
guardar en mi alma/ si no es mi dolor. Los planos narrativos se superponen: accio-
nes, descripciones, diálogos y monólogos interiores otorgan al relato un dinamismo
de fragmentación, no de ruptura, sino de fusión donde cada elemento funciona co-
mo soporte de los demás. El encuentro de miradas del Botas y el Guacho crean la
tensión del discurso homoerótico latente. Con el transcurrir de las horas la narración
va graduando la excitación con el roce de piernas, el consumo de alcohol; así como
la angustia del deseo convertido en tormento ante la expectativa de ser señalado
como “puto”, “joto”, “maricón”, los motes más humillantes que puede sufrir un
hombre en su masculinidad. En la segunda parte cambia la voz narrativa y desapa-
rece la fragmentación: al día siguiente, el narrador–personaje trata de concentrarse
en la pelota que corre en la cancha, para no perderla de vista. Al término del juego
ganado, mientras se desvisten, las miradas afiebradas del Botas y el Guacho con-
firman la mutua atracción rotunda e irremediable. En el tercer capitulo, en un míse-
ro burdel se reúnen los amigos para celebrar la victoria y son atendidos por Félix,
un joven rubio que bien podría ser mujer por su delicada figura y facciones. Como
bien señala Diana Palaversich:
El momento clave del cuento ocurre cuando a la mesa de los soldados se acerca
un joven mesero. Los amigos manosean a Félix y literalmente se comunican entre
sí a través del cuerpo afeminado del mesero. Sin embargo, la participación colec-
tiva en este acto, esencialmente homosocial, les protege del estigma ya que todo
el grupo manosea al otro hombre para humillarlo y burlarse de él. (143–144)
algunas comunidades le es prohibido alejarse del rol al que está sujeto, a conse-
cuencia de vivir en el peor de los oprobios. El tratamiento psicológico que Zapata
imprime en el relato, realza la fuerza del discurso homoerótico, tanto a nivel indivi-
dual como colectivo y sus repercusiones en sociedades cerradas como pueden ser
las militares. Con el suicidio, el Guacho, tratando de salvaguardar su honor de
hombre macho, pone punto final a la negra pena de su amor.
Aunque 1981 es el año en que se inicia la era del sida, es hasta 1986 que el virus
que propaga la enfermedad recibe el nombre de VIH (virus de inmunodeficiencia
humana). En 1985, el famoso actor Rock Hudson declaró que padecía VIH. El caso
conmocionó al mundo y repercutió de inmediato. Se hizo pública la magnitud de la
pandemia. Las reglas del juego cambiaron hacia dentro y fuera de la comunidad
gay. La paranoia, el miedo y el terror se apoderaron de grupos de homosexuales, ya
que hasta ese momento se difundía que era una enfermedad entre gays y podía ser
contagiada por cualquier medio. Fundamentalistas de diversas religiones veían al
sida como castigo divino, y la sociedad en general tomó distancia. El sida y la
homosexualidad pasaron a ser parte de la vida cotidiana propiciada por los medios
de comunicación, y el resultado fue hacer visible de manera definitiva una forma de
relacionarse afectiva y eróticamente diferente al binomio hombre–mujer. Ya en
1995, el gobierno de los Países Bajos encargó a una comisión parlamentaria inves-
tigar la posibilidad de establecer el matrimonio entre personas del mismo sexo, y en
muchos países el tema gay comenzó a ser visto como parte de la agenda legislativa
y política.
En los años noventa, en Estados Unidos y en Europa, la propagación de los estu-
dios críticos sobre la temática gay es explosiva, ya sea desde un enfoque científico,
social, antropológico o literario. La industria cinematográfica no se queda atrás y,
en 1993, se exhibe la película Philadelphia, cuyo argumento principal es la enfer-
medad del sida. La academia de la artes le otorga dos premios Oscar, uno de ellos a
Tom Hanks, como mejor actor, por su participación en la película como el protago-
nista infectado de sida.
En México la situación es diferente: proliferan las discotecas y se da una masifi-
cación del personaje gay, debido en gran parte a los modernos medios de transporte
urbano como es el metro, lo que permite una mayor confluencia y posibilidad de
acceso a lugares que antes eran remotos; el espacio elegido es la Zona Rosa. En el
aspecto político, el panorama también toma nuevos matices con la creciente pérdi-
da, para el PRI, de credibilidad y de escaños y puestos públicos de gran importan-
cia, como las gubernaturas estatales. Los grupos de activistas trabajan sobre todo en
demandas para la lucha en contra del sida y comprometen al gobierno a la imple-
mentación de amplias campañas de difusión.
En cuanto al panorama de la literatura en Hispanoamérica, la novela se convierte
en el verdadero negocio de las editoriales, sobre todo trasnacionales, que promue-
ven premios internacionales, relegando al cuento mas no su cultivo. El escritor pe-
ruano Jaime Bayly convierte en verdaderos best sellers sus novelas de temática gay:
Leobardo debe estar buscando en el recuerdo cuál de tantas parejas que ha tenido
pudo haberlo contagiado, aunque, en realidad, me ha dicho, ya no le importa.
Hace varios meses le dijeron que no tiene curación. Únicamente hay que esperar
que un día cierre los ojos y al abrirlos se encuentre en otro lugar, en otro mundo.
(Rejón, 120)
El cuento no sólo presenta una de las múltiples facetas de la vida gay, en este ca-
so la prostitución, sino que es el primero en presentar y, hasta en cierta forma, do-
cumentar la propagación del sida a través de las prácticas homoeróticas. Como bien
señala Palaversich: “Creo que es precisamente en el campo literario de América
Latina donde se presenta una visión más realista de las relaciones homosexuales.”
(143) El título “Sólo era un juego”, alude irónicamente al drama que día tras día
viven jóvenes gays de provincia, que llegan a la gran capital sin expectaciones, y
caen en las garras de la prostitución y en la vulnerabilidad misma de este tipo de
vida.
El nuevo siglo arroja nuevas y, por qué no decirlo, luminosas luces para los gays
del mundo occidental. Las luchas de más de treinta años, si consideramos la rebe-
lión de Stonwall en 1969 como el inicio de la defensa de los derechos gays, final-
mente cosechan sus frutos, entre otros muchos es el reconocimiento jurídico del
matrimonio entre personas del mismo sexo en países como Holanda (2001), Bélgi-
ca (2003), España (2005), Canadá (2005), Sudáfrica (2006), Noruega (2009), Sue-
cia (2009), Portugal, Islandia, Argentina y la ciudad de México en 2010. De la visi-
bilidad se pasa a la legitimación, del silencio a la legislación, del señalamiento al
respeto y a la tolerancia, del oprobio a la dignidad, del ghetto a la integración. Pero
también hay que decir que las leyes no cambian la forma de pensar de las personas,
de ahí que todavía la gran mayoría de la comunidad gay se presente a los ojos de la
sociedad de manera desapercibida. Son los jóvenes de las grandes urbes quienes
más han capitalizado estas victorias y sin enfado se congregan en bares, discotecas,
playas, pasean de la mano o abrazados por las calles. Y el mercado ha encontrado
un verdadero filón de oro en el extendido consumo gay: proliferan marcas de ropa
exclusiva, destinos turísticos, cruceros, etc. Un comercio que deja ganancias multi-
millonarias.
El panorama literario del continente latinoamericano es muy diferente, atrás
quedó el Boom de los escritores ahora consagrados. El nuevo mercado impone sus
reglas, y ahora impera la obra de autor sin importar su nacionalidad. Ya no se busca
desentrañar la identidad regional o nacional; lo inmediato, lo personal, lo íntimo y
mosa caja de guardar tabaco. En lugar de encontrar las pruebas que incriminaban a los
veteranos del Regimiento Santa Engracia en la muerte del general Iruegas, se encon-
traban, atadas con las cintas tricolores que habían decorado su uniforme en la batalla
del Zurco, las cartas de amor que el sargento acuchillado había escrito al alférez Joa-
quín Bautista. Para todas las preguntas que requerían respuesta, el narrador da fin a la
historia con las palabras: “Lo único cierto era el silencio.” (Padilla, 34)
Ignacio Padilla nos enfrenta a un relato que requiere la participación activa del
lector, cambia las reglas de las estructuras narrativas convencionales y guarda con
celo la otra historia, como lo postula Piglia: “El cuento se construye para hacer apa-
recer artificialmente algo que estaba oculto. Reproduce la búsqueda siempre reno-
vada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca de la
vida, una verdad secreta.” (111) Y qué verdad más secreta entre hombres anacróni-
cos, héroes de una batalla mítica, que el deseo y la pasión por otro hombre donde no
cabe ni siquiera la alusión a la caricia, menos al homoerotismo. De ahí que el silen-
cio sea también la condena al silencio de la piel.
Alfonso Reyes, en su artículo “Teoría de la antología”, señala que “toda antolo-
gía es ya, de suyo, el resultado de un concepto sobre una historia literaria.” (138)
Tomando las palabras del gran escritor regiomontano, no nos queda más que cerrar
este trabajo diciendo que el análisis panorámico del cuento gay nos lleva a una re-
valoración no sólo del género del cuento, sino también a la revisión de la evolución
y construcción del personaje gay dentro de los contextos políticos, culturales y so-
ciales, todo lo cual da como resultado un complejo concepto de la historia literaria
del discurso homoerótico en el relato mexicano.
BIBLIOGRAFÍA
PLAZA, Dolores.
1982 “Todos somos vecinos”, en El libro de los deseos. México: Edicio-
nes Negro Sol.
RAMOS, Luis Arturo.
1979 “Siete veces el sueño”, en Del tiempo y otros lugares. Xalapa:
Amate.
REJÓN, Víctor.
1996 “Sólo era un juego”, en De amores marginales. Mario Muñoz
(comp.). Xalapa: Universidad Veracruzana.
REYES, Alfonso.
1962 “Teoría de la antología”, en Obras completas, vol. 14. México:
FCE.
RODRÍGUEZ, Antoine.
2005 “El joto decente se casa. Normas y margen en ‘Doña Herlinda y su
hijo’ de Jaime Humberto Hermosillo”, Razón y palabra. Primera
Revista Electrónica en América Latina Especializada en Comuni-
cación.
SAMPERIO, Guillermo.
1978 “Los zapatos de la princesa”, en Lenin en el futbol. México: Grijal-
bo.
SCHNEIDER, Luis Mario.
1997 La novela mexicana entre el petróleo, la homosexualidad y la polí-
tica. México: Nueva Imagen.
ZAPATA, Luis.
1983 “De amor es mi negra pena”, en De amor es mi negra pena. Méxi-
co: Panfleto/Pantomima.
1979 Las aventuras, desventuras y sueños de Adonis García, el vampiro
de la colonia Roma. México: Grijalbo.
ZUBIAURRE, María Teresa.
2000 El espacio en la novela realista. México: FCE.