Texto 9 - Ellacuría
Texto 9 - Ellacuría
Texto 9 - Ellacuría
Referencia bibliográfica
Ellacuría, Ignacio. “Filosofía, ¿para qué?”. En: Escritos filosóficos, vol. 3, San Salvador,
UCA editores, 2001, págs. 115-131. Tomado de: Adriana M. Arpini y Clara Jalif de
Berttranou (Directoras), Dante Ramaglia (Coordinador). Diversidad e integración en
nuestra América. Volumenn III: La construcción de la unidad latinoamericana: alteridad,
reconocimiento, liberación (1960-2010). Buenos Aires, Biblos, 2017, p. 368-369.
Este articulejo va dirigido a quienes se ven obligados a dar filosofía sin saber bien cómo
hacerlo y, sobre todo, a quienes se ven obligados a tomar esa materia sin saber bien ni
por qué ni para qué. Todavía en el bachillerato se impone el estudio de la filosofía y
también se impone en muchos de los planes de estudios de las más diversas
universidades. [Es estudio obligado, por ejemplo, en las universidades soviéticas en
forma de materialismo dialéctico e histórico y es, asimismo1] estudio obligado en la
formación de los sacerdotes católicos aun después del Vaticano ll. ¿Por qué este empeño
por contar con una filosofía que defienda las propias posiciones? ¿Por qué esta
continuada presencia de la filosofía en la base de la formación de la cultura occidental
durante más de veinticinco siglos?
Uno pudiera pensar que se debe a un deseo de pura erudición. Es bastante claro y
fácilmente admitido que a la filosofía se han dedicado durante muchísimos siglos
hombres que pueden catalogarse entre los más inteligentes de la humanidad. ¿Cómo
desconocer y despreciar lo que estos hombres han pensado y que sólo ellos han podido
llegar a pensar en el sentido de que sin ellos la humanidad nunca hubiera podido contar
con esos puntos de vista? ¿Será, pues, cuestión de erudición y de ''cultura''?
Inmediatamente hay que responder que no. La filosofía como erudición y cultura no es
filosofía —no se puede enseñar filosofía; lo único que se puede enseñar es a filosofar,
decía Kant—; y, sobre todo, por qué no se da vuelta al problema y se pregunta uno a
qué se ha debido que los hombres más inteligentes del mundo se hayan visto forzados
a hacer eso que llamamos filosofía. No quiere esto decir que la filosofía sea sólo cosa de
sabios; quiere únicamente significar que la humanidad se ha visto necesitada de filosofar
y de que los hombres, de una u otra forma, en una u otra ocasión se ven forzados no a
hacer una filosofía, pero sí a hacer algo que puede considerarse como el origen del
filosofar.
Si atendemos, aunque sea someramente, a este comienzo de filósofo que llevan muchos
humanos dentro de sí, tal vez podremos decir algo sobre el porqué y el para qué de la
filosofía. Un profesor norteamericano se quejaba ante Zubiri de la pregunta constante
que le hacían sus discípulos: "¿por qué estudiamos filosofía?" y Zubiri le respondió
inmediatamente: "por lo pronto, para que no vuelvan a hacer esa pregunta". Quería
decir con ello que quien se pone a filosofar inmediatamente entiende por qué debe
haber filosofía y para qué sirve la filosofía. Unas breves reflexiones podrán,
tal vez, ayudarnos para comprender qué es esto del filosofar.
4. A modo de conclusión
Nos preguntábamos para qué sirve la filosofía. Hemos respondido que para saber y para
desideologizar. Hemos visto en Sócrates un ejemplo, aparentemente sencillo, de quien
busca el saber y de quien busca desideologizar. Desde él puede verse cómo sin filosofía
no se sabe bien el porqué de las cosas y no se está debidamente preparado para
desarrollar en plenitud aquello donde reside la plenitud del hombre, su carácter de
ciudadano, su carácter de político, su versión real a los demás.
Pero la filosofía no debe contentarse con ser una función individual. Es la sociedad
entera la que debe tener su propio filosofar. La sociedad necesita de la filosofía. Nuestra
sociedad la necesita.
Ante todo, la necesita en su dimensión negativa y crítica. En las creencias populares, en
la literatura, en los códigos de derecho y en la propia Constitución, en los programas de
los partidos políticos, en la conciencia colectiva dominante, en los medios de
comunicación, etc. Hay infinidad de elementos ideologizados que no responden a la
verdadera naturaleza del pueblo salvadoreño y que favorecen la perpetuación de un
orden injusto. Hacen falta Sócrates implacables, que pongan en tela de juicio toda esa
suerte de tópicos tan repetidos, que se nos quieren hacer pasar como evidencias.
Tenemos que llegar a la convicción de que no sabemos y de que la gente no sabe: ni
siquiera sabemos qué es lo que tenemos que saber, ni cómo lo tenemos que saber, por
mucho que pretendan conocerlo los autores de la reforma educativa. Tenemos que
llegar a la convicción de que se necesita un ingente esfuerzo por saber, pero por saber
críticamente, por saber creativamente.
Por ello, se necesita también la filosofía en su dimensión constructiva y sistemática. Pero
que no sea importada y repetitiva. No es bueno ni posible el aislacionismo cultural, pero
tampoco es buena la mera repetición de teorías importadas, que se imponen
dominantemente a quienes están indefensos contra ellas. Un pensar importado que se
tome como representación cabal de la propia realidad o como receta de acción política,
es para el caso una pura ideología, que puede tener sus ventajas inmediatas y prácticas.
pero que, a la larga, lleva a la propia despersonalización y a la propia deshistorización.
La filosofía y la ciencia condensadas en recetas se convierten inmediatamente en
catecismos insatisfactorios.
Esto nos llevaría al cómo del filosofar. El filosofar implica una gran necesidad de estar en
la realidad y una gran necesidad de saber última y totalmente cómo es esa realidad, más
allá de sus apariencias puramente empíricas. Quien no tiene esas dos condiciones, no es
apto para filosofar. Hace falta también un talento especial: muchos de los ataques a la
filosofía nacen de la contradicción entre quienes necesitan algo así como filosofar y sin
embargo, son incapaces de hacerlo, pues no pueden dominar sus requisitos técnicos. La
filosofía no les dice nada, sobre todo en sus apartados más técnicos, no porque la
filosofía no diga nada, sino porque ellos son incapaces de escucharla. Por eso acuden,
en el mejor de los casos, a aspectos filosóficos que están más de moda o que son más
asequibles para el público.
Con esas condiciones y percibida la posible practicidad del filosofar, esto es, visto o
previsto el modo como desde la filosofía se puede tratar filosóficamente la realidad que
nos rodea, lo importante es enseñar a pensar. Guerra, pues, a los manuales y esfuerzo
por poner al estudiante en contacto directo con los grandes maestros del pensar, no en
cuanto digan esto o aquello, sino en cuanto puesta en marcha de formas excepcionales
de pensar. Suscitación del espíritu crítico frente a la propia realidad y frente a cualquier
sistema que pretenda explicarla. Lanzamiento a la producción personal, a la creatividad
en el análisis, en la compresión y en el hallazgo de respuestas. Preparación técnica para
poder ponerse en contacto con los grandes pensadores, para ejercitar la crítica filosófica
y para poder producir...
Los modos concretos de realizar todo esto dependerán de las condiciones de los
profesores y de los alumnos, siempre recordando que el filosofar no es la transmisión y
el aprendizaje de una serie de contenidos más o menos entendidos, sino la puesta en
marcha de la propia capacidad de pensamiento filosófico. No es inútil, sin embargo,
mostrar una dirección fundamental de pensamiento, siempre que esté debidamente
asimilada y que se muestre operativa. En filosofía hace falta también un instrumental
teórico, cuya validez debe mostrarse en su propia instrumentalidad, es decir, en su
capacidad de acercamiento a la realidad, en su capacidad de despertar respuestas
nuevas a problemas nuevos.
El dicho evangélico de que la verdad los hará libres tiene singular aplicación a la filosofía:
es la búsqueda y el anuncio de la verdad frente a lo que la impide, lo que traerá a los
hombres y a los pueblos la libertad. Una verdad operativa, pero una verdad. Es cierto
que nuestros pueblos necesitan de transformación, pero de una transformación llena
de verdad; de lo contrario, no vamos a la liberación del hombre, sino a su alineación. La
filosofía como búsqueda de la plenitud de la verdad, esto es, no a la manera de ausencia
de error, sino de la presencia plena de la realidad, es así un elemento indispensable en
la liberación integral de nuestros pueblos. Cuando estos pueblos cuenten con la
posibilidad real de pensar por sí mismos en todos los órdenes del pensamiento, es que
ya van camino de la libertad y de la posesión plena de sí mismos. He ahí el para qué de
la filosofía.