La Epístola de San Judas
La Epístola de San Judas
La Epístola de San Judas
El autor sigue en la carta un orden lógico. Tras un comienzo normal (1-2) pone
empeño en explicar de antemano (3-4) el tono que pronto adoptará la carta (5-16). Y
cuando haya terminado la diatriba contra los falsos doctores, procurará enlazar
fuertemente con ella su exhortación mediante la antítesis de los versículos (19-20).
Las partículas que en el momento oportuno, enlazan las pequeñas secciones y frases
entre sí (5.7.8.9.10) confirman la idea de que esta homilía no fue improvisada. La
idea dominante de la carta es la fidelidad al depósito inmutable de la fe tradicional.
El carácter epistolar de la carta de san judas está muy poco marcado. El saludo (1-2)
indica la persona del autor, pero se muestra sumamente impreciso en cuanto a los
destinatarios. Los versículo 24-25, son una doxología de estilo litúrgico. El cuerpo
de la carta (3-23) presenta el aspecto de una exhortación moral. La epístola
pertenece al género homilético judío empapado de helenismo.
LAS OPINIONES.
Todos los exegetas católicos admiten que la epístola es ciertamente de san Judas,
pariente de Jesús, y entre ellos aumenta el número de los que lo distinguen del
apóstol del mismo nombre. Entre los críticos independientes hay en nuestros días
una tendencia casi general a hablar, una vez más, de pseudonimia a propósito de
nuestra epístola. El nombre de Judas ocultaría a un autor mucho más tardío. Antes
de enjuiciar las razones que justifican esta posición, observemos que a algunos
católicos (Vrede, Wikenhauser...) les parece extraño que el autor escogiera un
pseudónimo bastante oscuro, que difícilmente podía acreditarle. Pero la autoridad de
san Judas, por el hecho mismo del parentesco con el Salvador y con Santiago, era
quizá más considerable de lo que nosotros nos imaginamos actualmente.
De todos los argumentos aducidos para rehusar a san Judas la paternidad del escrito,
el que más a menudo se invoca es sin duda el de los errores combatidos en la
epístola. Estos errores, de naturaleza gnóstica, serían de fines del siglo I o incluso
del siglo II. En realidad, en la epístola no hay una verdadera descripción de los
errores combatidos. Lo que sobre ellos dice el autor es tan poco preciso para los
lectores modernos que en ningún modo se ponen de acuerdo sobre su naturaleza
exacta. Lo que es cierto es que los falsos doctores que tiene presentes el autor, no
tienen todavía nada de herejes declarados y que su actividad está en los comienzos.
Lo que en esos doctores parece haber impresionado a los cristianos, es sobre todo de
orden moral. Han chocado con su impudicia, a la que se califica de «lascivia» (4), de
«mancülamiento de la carne» (8; cf. 23), de «bestialidad» (11) o de «vergüenza». Ha
escandalizado también su avidez de lucro (11,16) y su glotonería desvergonzada. Sin
duda alguna, todo esto va acompañado de errores doctrinales. Los falsos doctores
reniegan de Cristo, desconocen su soberanía (8), a menos que sea la de Dios, tratan a
los seres superiores sin reverencia alguna, se quejan hasta de Dios (15-16) y dividen
entre sí a los cristianos (19) con su distinción entre pneumáticos y psíquicos. Pero lo
que importa es saber si estos errores son causa o consecuencia de la inmoralidad
señalada. Pudiera muy bien darse que no fueran sino consecuencia de ella. En
efecto, la mención de los errores viene en el texto inmediatamente después de la de
las faltas morales y hasta está ligada gramaticalmente con ellas (4.8.10). Así se
puede suponer que los falsos doctores reniegan de Cristo y blasfeman contra los
ángeles más bien de manera práctica, no teniendo la menor cuenta con las
disposiciones de Cristo, cuyos guardianes eran los ángeles. La afirmación del v. 4
parece confirmarlo. Los falsos doctores, se dice, «convierten en lascivia la gracia de
nuestro Dios». ¿No hay que entender aquí que interpretan falsamente la libertad
cristiana frente a la ley, de que hablaba san Pablo (Gal 3,19ss; Rom 7) y que
consideran ya sin importancia la calidad de su vida moral, una vez que la gracia de
Dios los ha salvado, a ellos, los pneumáticos (19; cf. lCor2,13s)? Así san Judas
reaccionaría aquí contra una falsa interpretación de la doctrina paulina. Sea de ello
lo que fuere, hay que reconocer que si no se trata aquí de antinomismo o de
dualismo doctrinal como en la gnosis más evolucionada, hay sin duda una tendencia
inicial que tomará cuerpo en la gnosis, tendencia que pudo manifestarse temprano y
que en este sentido no puede resolver la cuestión de la fecha de nuestra epístola.
El estilo y el vocabulario.
CONCLUSIÓN.
Canonicidad.
La doctrina de la epístola.
Dios es único {15a), Padre, salvador (1,5), glorioso, poderoso (25b), fuente de
gracia (4), de caridad (21) y de justicia vindicativa (5ss). Prácticamente se afirman
las tres personas (20s).
Jesucristo es el único Maestro y Señor (4b). Él habla por los apóstoles (17). Él
conserva a los cristianos y tendrá misericordia de ellos para la vida eterna (216 j.
Los ángeles existen. Los hay buenos, san Miguel (9) y quizá las «glorias» (8), a no
ser que éstas designen a los ángeles malos, como en 2Pe 2,10. Los hay malos, el
diablo y sin duda los que están destinados al castigo por haber pecado (6,9), a menos
que éstos sean otros personajes. El cristiano ha sido llamado, es amado por Dios. La
fe, es decir, la doctrina inmutable que ha recibido de los apóstoles (36.17), es el
fundamento de su vida (20). Debe combatir por guardarla (3) y no debe separarla de
la caridad (21) y particularmente del celo apostólico (23). Con estas condiciones
recibirá la vida eterna (21), para la que es guardado, si se entrega al libertinaje
(46.8.10) y al amor del dinero (12,16), so pretexto de que la gracia lo ha liberado de
toda coacción (46; cf. 19), perderá su fe (4,8) y sufrirá el castigo divino (4a. 11.14-
15).