La Historia de La Musica en Colombia Act PDF
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I Encuentro Interdisciplinario de investigaciones musicales. Bogotá, 25-27 abril, 2007
social.” (ESLAVA, 2004: 19). En esta medida el campo científico está compuesto tanto por
actores como por saberes, todos ellos entrelazados.
En el caso de la historia de la música los actores no sólo son los autores de los
discursos histórico-musicales sino también las instituciones a las que pertenecieron o
representaron, y los saberes -el capital científico en juego- son los planteamientos
elaborados en sus historias de la música. El movimiento dentro de este campo científico está
motivado por el deseo de mantener el monopolio del conocimiento histórico, portador de
prestigio y reconocimiento por parte de la sociedad en que los actores se desenvuelven,
prestigio conferido por la capacidad de dar respuesta a las necesidades de su época.
Los estudios sobre historia musical han venido siendo catalogados en los ficheros y
bases de datos de las bibliotecas bajo dos vertientes, la histórica y la musicológica, sin que
muchas veces los límites entre una y otra estén claramente definidos. Esta falta de claridad
es comprensible si tenemos en cuenta que la música es un tema factible de historiar, de
acuerdo con los postulados de la historiografía francesa del siglo XX; por lo tanto, la historia
de la música sería perfectamente aceptable bajo el rótulo de “histórico”. Pero, por otra parte,
también la musicología se definió en el siglo XIX como una disciplina que estudia la música
dividida entre la musicología histórica (historia de la música) y la musicología sistemática
(análisis musical), lo cual conduce a que también sea aplicable el rótulo de “musicológico” a
los trabajos histórico-musicales.
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El siglo XIX latinoamericano estuvo caracterizado por una rica actividad musical que
alcanzó cierto nivel de institucionalización, reflejada en la creación y consolidación de
sociedades filarmónicas, conservatorios, orquestas, teatros, ópera y publicaciones periódicas
con secciones musicales. Este movimiento llevó a que en las secciones musicales se
incluyeran tanto partituras como comentarios y reseñas sobre la actividad musical local
(GÜNTHER, 1982; PEÑÍN (ED.), 2000), y fue allí donde germinaron los primeros escritos de
corte histórico. Algunos artículos reseñaron en pocas líneas el pasado de músicos, géneros,
instrumentos y agrupaciones locales, y otros publicaron traducciones de textos sobre historia
musical europea y menciones a músicos y compositores del Viejo Mundo. Esta última
particularidad es importante porque gracias a estas referencias nuestros autores no sólo
tomaron como paradigmática la situación musical europea sino que estas historias sirvieron
de modelos de investigación musical.
El objetivo de Osorio fue hacer “…la relación de todos los acontecimientos que,
desde su origen hayan influido, en el establecimiento y progreso del arte…” (OSORIO, 1879:
162). Su escrito es anterior a la creación de la Academia Nacional de Música (1882), y su
relato sólo lo llevó hasta 1854, por lo tanto no es fácil vincular la intencionalidad de su trabajo
con la creación de la Academia.
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Fermentado el ámbito intelectual por las labores de las academias, germinaron con
fuerza las historias de la música nacionales. Estos textos se caracterizan por ser obras que
dan cuenta de grandes periodos cronológicos, se preocupan por diferenciar lo propio de lo
ajeno y por resaltar la riqueza del pasado musical y se centran en los acontecimientos
sucedidos dentro de los límites geográficos de su país. Además son escritos muy citados en
trabajos posteriores y sus autores han sido considerados como pioneros de la labor.
El momento en el que Perdomo escribió su texto también fue particular para el ámbito
musical colombiano porque el nacionalismo musical había llegado tal vez a su momento más
álgido. Para 1938 no era lejana la polémica entre Guillermo Uribe Holguín y Emilio Murillo
sobre la música nacional, polémica que todavía se podía leer en las páginas de Mundo al
Día (CORTÉS, 2004). Sólo dos años antes, en 1936 se había desarrollado el Congreso
Nacional de Música en Ibagué, donde el tema del folclor y lo nacional estuvo vigente. Pocos
años antes, en 1935 se había creado la Dirección nacional de Bellas Artes, y al año siguiente
el Conservatorio Nacional de Música pasó a formar parte de la Universidad Nacional el cual
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vivió un corto periodo de zozobra cuando Uribe Holguín, su director renunció y también su
reemplazo Antonio Maria Valencia, en 1937 (BERMÚDEZ, 2007: 34-36).
El encargo que le hizo Lange a Perdomo Escobar fue una gran responsabilidad pues
dejó en sus manos la escritura de un texto que no podía desconocer el clima polémico en el
que surgía pero cuyo autor tampoco tenía elementos críticos para adoptar una postura
académica. La participación de Perdomo en el Boletín fue circunstancial, pues hasta ese
momento el joven seminarista no había tenido participación dentro del campo del
conocimiento histórico-musical, y probablemente el posterior reconocimiento que tuvo su
trabajo, también estuvo patrocinado por su vinculación con las instituciones musicales
internacionales, en cabeza de Lange.
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la Unión Panamericana con su primer director Charles Seeger quien estuvo en el cargo
hasta 1949, cuando fue remplazado por el colombiano Guillermo Espinoza, hasta 1975.
Entre las funciones de la División estuvo patrocinar actividades musicales, organizar y
mantener una colección musical, servir como centro de información sobre música
latinoamericana y publicar material que ayude al conocimiento e investigación de esta
música, adicionalmente tuvo una serie de proyectos relacionados con la educación musical
(FERN, 1943: 14), y mantuvo el Inter-American Music Bulletin /Boletín Interamericano de
música, que circuló entre 1957 y 1973.
Argentina y Chile se caracterizaron durante la primera mitad del siglo XX por vivir un
temprano proceso de institucionalización de la investigación musical. Este proceso se puede
seguir a través de los institutos de investigación y la educación universitaria, y
adicionalmente en Chile, a través de la aparición de publicaciones periódicas especializadas.
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Junto a Carlos Vega se formaron investigadores como Isabel Aretz, Luís Felipe
Ramón y Rivera (VIGGIANO, 1948: 8), quienes se convirtieron en emisarios de los estudios de
folclor en Venezuela. En un periodo no mayor a 20 años la mayoría de países crearon sus
propios Institutos de Folclor3 , muchos de estos institutos tuvieron una vida corta y
desaparecieron, pero otros sirvieron de inició para que instancias gubernamentales se
responsabilizaran del estudio de la música de sus países, y con el pasar de los años se les
diera continuidad a través de los actuales institutos dedicados a la musicología. Este es el
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caso del actual Instituto nacional de Musicología Carlos Vega, en Buenos Aires y del
CENIDIM (Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical "Carlos
Chávez") en México4.
Pardo Tovar fue el director del Centro de Estudios Folclóricos y Musicales CEDEFIM
de la Universidad Nacional de Colombia, abierto en 1959 donde desarrolló su interés por la
música tradicional colombiana mediante trabajo etnomusicológico. También trabajó
escribiendo para el Boletín de Programas de la Radiodifusora Nacional donde su libro fue
tomando forma y se entrenó en el ejercicio de la investigación histórico-musical. Retomando
el planteamiento de Egberto Bermúdez también nosotros consideramos que la publicación
de su libro trató de ser un “intento de reemplazar el texto ‘canónico’ de Perdomo Escobar [al
ser] un trabajo bien logrado de historia de la música con orientación crítica y
humanista” (BERMÚDEZ, 2007: 54). No obstante, aunque su trabajo difiere metodológicamente
del de Perdomo Escobar e intenta hacer análisis más profundos a los elaborados por su
antecesor, todavía nos hace falta que la misma historiografía colombiana termine de virar y le
de paso a la llamada Nueva Historia, más cercana al énfasis social buscado en la actualidad.
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Para los años 80 varios de los fenómenos relevantes en el periodo anterior habían
dejado de existir. Ya para 1966 el CEDEFIM tuvo un fuerte decaimiento que terminaría con
su cierre; en 1972 murió su director Andrés Pardo Tovar y autor de la propuesta alternativa a
la historia musical hecha por Perdomo; en 1975 se cerró la División de música de la Unión
Panamericana; en 1980 murió el padre José Ignacio Perdomo Escobar, y en 1986 Francisco
Curt Lange, a la edad de 83 años, trabajaba en Venezuela como agregado cultural de la
embajada de Uruguay (MERINO, 1988: 11). Una generación de músicos, investigadores e
instituciones se cierra y empiezan a surgir nuevas tendencias, todas ligadas a ese mismo
campo científico inaugurado en el siglo XIX por músicos como Juan Agustín Guerrero Toro,
en Ecuador, José Sáenz Poggio, en Guatemala y Juan Crisóstomo Osorio, en Colombia.
A nivel general hay un nuevo énfasis por mantener estructuras educativas que formen
investigadores dentro de la musicología. En la Universidad de Chile, en 1978, se volvió a
modificar su plan de estudios tras el regreso de una generación de musicólogos formados en
Estados Unidos y Europa, y se dividió la licenciatura en musicología y licenciatura en
etnomusicología. Estos dos pre-grados continuaron hasta 1982 cuando se dejó la formación
musicológica nuevamente para nivel de posgrado (BUSTOS, 1988). La Universidad Católica
de Chile también ha ofrecido un programa en formación musicológica, algunas veces a nivel
de posgrado y en la actualidad como opción de profundización en el pregrado. En México, el
Conservatorio Nacional de México desde su fundación en 1866 ha dado importancia a la
formación en historia de la música tanto a nivel de conocimiento como de investigación
(ZANOLLI, 2007), y en la actualidad ofrece la licenciatura en musicología en diez años para
personas entre los 12 y 15 años, también en México la UNAM ofrece posgrado en música
con énfasis en musicológica y etnomusicológica, entre otras. En Venezuela la Universidad
Central de Caracas tiene abierto hace unos años a nivel de posgrado la especialización en
Musicología Latinoamericana, y en Argentina la Universidad Católica de Argentina viene
ofreciendo posgrados especializados temáticamente y relacionados con la investigación
musical. Así poco a poco la lista de universidades latinoamericanas interesadas en abrirle
espacio a la investigación musical a través de la musicología y etnomusicología va
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creciendo, lista a la que las universidades colombianas aun no han entrado, salvo algunos
intentos embrionarios de profundización en investigación en los pre-grados.
El primer cambio que se observa en este texto es el abandono por los grandes
relatos, propios de la historiografía positivista, para pasar a concentrarse en estudios de caso
que permitan mayores niveles de profundidad, en este caso circunscribiéndose únicamente a
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Bogotá. El segundo cambio notorio de este trabajo en relación con los pasado es la inclusión
de dos discos compactos con el material musical grabado; esta característica pone de
manifiesto la importancia innegociable que tiene para la musicología el material musical y la
lucha que ella entabló con la historiografía anterior por no quedarse en hacer historias de
compositores sino buscar historiar la música y todo lo que la haya podido rodear.
7. Conclusión:
De forma muy rápida y panorámica hemos hecho un recorrido por la historia del saber
histórico-musical en Colombia y América Latina. Hemos entrado dentro del campo científico
de la historia de la música y musicología histórica, advirtiendo su dualidad, y le hemos
puesto nombres propios a algunos de sus actores, tanto institucionales como individuales.
Hemos identificado algunas de las redes en las cuales sus trabajos se incrustaron y hemos
buscado relacionar los entramados locales con los movimientos internacionales en torno al
capital en juego, es decir el conocimiento.
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Bibliografía
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Nacional de Música. (jul.-ago.) Disponible en: www.conservatorianos.com.mx/4zanolli.htm
(Consultado el 20 de abril de 2007)
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Publicado los años 1935, 1937 y 1941 en Montevideo, 1936 en Lima, 1938 en
Bogotá y 1946 en Río de Janeiro
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En 1944 el Gabinete de Musicología Indígena cambió su nombre y se llamó
Instituto de Musicología Nativa, en 1971 fue rebautizado como Instituto Nacional de
Musicología y desde 1977 hasta hoy es conocido como Instituto Nacional de Musicología
Carlos Vega en honor a su fundador. Información disponible en: www.inmuvega.gov.ar
(Consultado el 10 julio 2003)
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En orden cronológico se puede nombrar la apertura de los siguientes institutos:
el Instituto de Investigaciones del Folklore Musical de Chile fundado en 1944; la Sección
de Folklore y Artes populares en Perú en 1945; en 1946 se abrió la Sección de
Investigaciones Musicales, sub-sección de Investigaciones Folklóricas en México; el
Instituto de Folklore de Venezuela en 1947, dirigido por Luís Felipe Ramón y Rivera –
alumno de Carlos Vega-; el Departamento de Folklore del Ministerio de Educación de
Bolivia en 1954; el Centro de Estudios Folklóricos y Musicales de la Universidad Nacional
de Colombia en 1959; el Instituto Ecuatoriano de Folklore en 1961, entre otros (ARETZ,
1991).
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Para conocer mejores los detalles del transcurso de las instituciones dedicadas al
estudio de la música tradicional, se puede ver ARETZ, 1991.