Universidad Autónoma de Nuevo León
Facultad de Psicología
ENTREVISTA CLÍNICA II
Síntesis Capítulo 2: El síndrome de la adolescencia normal
Maestro: César Saucedo Pérez
Grupo: 004 Salón: 214
Integrantes:
Ismari Anahí Balderas Ramos
Gloria Leticia Gamez Ruvalcaba
Natalia García Villalba
Karla Juliette López Cruz
Samantha Mirel Saucedo Galicia
Adamari Juliana Torres Arellano
Monterrey, Nuevo León a 10 de mayo de 2020
Capítulo 2
EL SÍNDROME DE LA ADOLESCENCIA NORMAL
Algunos autores señalan que al estudiar la adolescencia, se destaca la importancia
de los factores socioculturales en la determinación de la fenomenología expresiva
en esta edad de la vida. Además de estudiar la característica social como parte
de la adolescencia se tiene que realizar una abstracción muy parcial de todo un
proceso humano que es necesario considerar dentro de una verdadera totalidad del
conocimiento de la psicología evolutiva.
Se ha llegado a definir a la adolescencia como: “la etapa de la vida durante la cual el
individuo busca establecer su identidad adulta, apoyándose en las primeras
relaciones objétales-parentales internalizadas y verificando la realidad que el medio
social le ofrece, mediante el uso de los elementos biofísicos en desarrollo a su
disposición y que a su vez tienden a la estabilidad de la personalidad en un plano
genital, lo que solo es posible si se hace el duelo por la identidad infantil”.
La estabilización de la personalidad no se logra sin pasar por un cierto grado de
conducta “patológica” qué se debe considerar inherente a la evolución normal de
esta etapa de la vida. El concepto de normalidad no es fácil de establecer resulta
generalmente una abstracción con validez operacional para el investigador qué se
rige por las normas sociales vigentes en forma implícita o explícita.
Anna Freud considera que, en realidad, toda la conmoción de este periodo de la vida
debe ser estimada como normal, señalando además que sería anormal la presencia
de un equilibrio estable durante el proceso adolescente.
El síndrome normal de la adolescencia.
Sintetizando las características de la adolescencia, podemos describir la siguiente
“sintomatología” que integraría este síndrome: 1) búsqueda de sí mismo y de la
identidad; 2) tendencia grupal; 3) necesidad de intelectualizar y fantasear; 4) crisis
religiosas 5) desubicación temporal 6) evolución sexual manifiesta; 7) actitud social
reivindicadora 8) contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la
conducta 9) una separación progresiva de los padres, y 10) constantes fluctuaciones
del humor y del estado de ánimo.
Veamos ahora las características fundamentales de las situaciones antes
enunciadas como “síntomas”.
1. Búsqueda de sí mismo y de la identidad
Una vez que el aparato psíquico se ha establecido después del nacimiento y
aceptando además que el psiquismo está ya estructurado de una determinada
manera durante el periodo embrionario y fetal, se observa que se comienzan a
elaborar las ansiedades básicas, substrato de la personalidad desde el nacimiento
mismo, en un proceso psicológico que en un continuum llevará al individuo hacia la
madurez
El niño entra en la adolescencia con dificultades, conflictos e incertidumbres que se
magnifican en este momento vital, para salir luego a la madurez estabilizada con
determinado carácter y personalidad adultos. Ocurre entonces lo que Erikson ha
definido como una entidad yoica, una entidad personal y lo que por su parte Nixon
denomina autocognición. Según este último autor, la autocognición es un fenómeno
biológico qué se relaciona con el concepto de “sí mismo” (self), el símbolo que cada
uno posee de su propio organismo.
El esquema corporal es una resultante inatrapsíquica de la realidad del sujeto, es
decir, es la representación mental que el sujeto tiene de su propio cuerpo como
consecuencia de sus experiencias en continua evolución. Esta noción del individuo
se va estableciendo desde los primeros movimientos dinámicos de disociación,
proyección e introyección que permiten el conocimiento del “self” y del mundo
exterior, es decir, del mundo interno y del mundo externo
Para Sorenson la identidad es la creación de un sentimiento interno de mismidad y
continuidad, una unidad de la personalidad sentida por el individuo y reconocida por
otro, que es el “saber quién soy”. Grinberg por su parte dice que el sentimiento de
identidad “implica la noción de un yo que se apoya esencialmente en la continuidad
y semejanza de las fantasías inconscientes referidas primordialmente a las
sensaciones corporales, a las tendencias y afectos en relación con los objetos del
mundo interno y externo y a las ansiedades correspondientes”
Todo lo antedicho es lo que puede llevar al adolescente a adoptar distintas
identidades. Tales como las identidades transitorias que son las adoptadas durante
un cierto periodo de tiempo, las identidades ocasionales son las que aparecen ante
situaciones nuevas, y las identidades circunstanciales son las que conducen a
identidades parciales transitorias que suelen confundir al adulto.
Los procesos de identificación que se llevaron a cabo en la infancia mediante la
incorporación de imágenes parentales buenas y malas, son las que permitiran una
mejor elaboración de las situaciones cambiantes que se hacen difíciles durante el
periodo adolescente de la vida. Las figuras parentales están internalizadas
incorporadas a la personalidad del sujeto y este puede iniciar su proceso de
individuación.
2. La tendencia grupal
El adolescente recurre como comportamiento defensivo a la a la búsqueda de
uniformidad que puede brindar seguridad y estima personal. Aquí surge el espíritu
de grupo al que tan afecto se muestra el adolescente. Hay un proceso de sobre
identificación masiva, en donde todos se identifican con cada uno, a veces el
proceso es tan intenso que la separación del grupo parece casi imposible y el
individuo pertenece más al grupo de coetáneos que al grupo familiar.
Las actuaciones del grupo y de sus integrantes representan la oposición a las
figuras parentales y la identidad distinta del medio familiar.
El fenómeno grupal adquiere una importancia trascendental ya que se transfiere al
grupo gran parte de la dependencia que anteriormente se mantenía con la
estructura familiar y con los padres en especial. El grupo al que pertenece
constituye así a la transición necesaria en el mundo externo para lograr la
individuación adulta.
La utilización de los mecanismos esquizoparanoides es muy intensa durante la
adolescencia, y el fenómeno grupal favorece la instrumentación de los mismos.
Cuando en este período de la vida el individuo sufre un fracaso de personificación,
producto de la necesidad de dejar rápidamente los atributos infantiles, recurre a su
grupo como un refuerzo para su identidad. En este proceso del fenómeno grupal, el
adolescente busca un líder al cual someterse, o si no, se erige él como líder.
Una virtud de la estructura esquizoide que caracteriza este fenómeno grupal, es que
su propia personalidad puede quedar fuera de todo el proceso que está ocurriendo,
especialmente en las esferas del pensamiento, y el individuo se siente totalmente
irresponsable por lo que ocurre a su alrededor.
El acting-out motor, es el producto del descontrol frente a la pérdida del cuerpo
infantil, y se une al acting-out afectivo, producto del descontrol del rol infantil que se
está perdiendo; aquí aparecen conductas de desafecto, de crueldad con el objeto,
de indiferencia, de falta de responsabilidad, que son típicas en la adolescencia
normal. Pero debe de saberse que es normal, es un momento circunstancial y
transitorio que se somete a rectificación por la experiencia.
Un empobrecimiento del yo, es cuando la persona trata de mantenerse irrealmente
en una situación infantil de irresponsabilidad, pero con aparente independencia. La
imposibilidad de reconocer y aceptar la frustración obliga a bloquear la culpa e
inducir al grupo a la actuación sadomasoquista sin participar de la misma. El
adolescente puede, en estas circunstancias, seguir los propósitos del psicópata. Es
así que el conflicto de identidad en el adolescente normal adquiere en el psicópata
la modalidad de una mala fe consciente, que lo lleva a expresiones de pensamiento
de tipo cruel, desafectivo, ridiculizante hacia los demás, como mecanismo de
defensa frente a la culpa y al duelo por la infancia perdida.
3. Necesidad de intelectualizar y fantasear
Se da como una de las formas típicas del pensamiento adolescente, pueden ser por
supuesto considerados como mecanismos defensivos.
La necesidad que la realidad impone de renunciar al cuerpo, al rol y a los padres de
la infancia, obliga al adolescente a recurrir al pensamiento para compensar las
pérdidas que ocurren dentro de sí mismo y que no puede evitar. Las elucubraciones
de las fantasías conscientes –el fantasear- y el intelectualizar, sirven como
mecanismos defensivos frente a estas situaciones de pérdida tan dolorosas.
Anna Freud señala la intelectualización y el ascetismo como manifestaciones típicas
de la adolescencia.
La función del ascetismo es mantener al ello dentro de ciertos límites por medio de
prohibiciones, y la función de la intelectualización consiste en ligar los fenómenos
instintivos con contenidos ideativos y hacerles así accesibles a la conciencia y
fáciles de controlar.
Tal huida en el mundo interior por parte del adolescente permite, según Arminda
Aberastury, una especie de reajuste emocional, un autismo positivo en el que se da
un “incremento de la intelectualización” que lleva a la preocupación por principios
éticos, filosóficos, sociales, que no pocas veces implican un formularse un plan de
vida muy distinto al que se tenía hasta el momento y que también permite la
teorización acerca de grandes reformas que pueden ocurrir en el mundo exterior.
También es entonces cuando el adolescente comienza a escribir versos, novelas,
cuentos y se dedica a actividades literarias, artísticas, etc.
Este incremento de la intelectualización, no implica concluir que todas las
manifestaciones artísticas, culturales y políticas de los adolescentes tengan
forzosamente este substrato.
4. Las crisis religiosas
Se observa que el adolescente puede manifestarse como un ateo exacerbado o
como un místico muy fervoroso, como situaciones extremas. Entre ellas hay una
gran variedad de posiciones religiosas y cambios muy frecuentes.
La preocupación metafísica emerge entonces con gran intensidad, y las tan
frecuentes crisis religiosas no son un mero reflejo caprichoso de lo místico, sino
intentos de solución de la angustia que vive el yo en su búsqueda de
identificaciones positivas y del enfrentamiento con el fenómeno de la muerte
definitiva de parte de su yo corporal.
La figura de una divinidad, de cualquier tipo de religión, puede representar para él
una salida mágica de este tipo. Si las situaciones de frustración son muy intensas y
las vivencias de pérdida sumamente penosas, por carencias de buenas relaciones
en virtud de las características de las imágenes parentales perseguidoras
internalizadas, el refugiarse en una actitud nihilista, como una aparente culminación
de un proceso de ateísmo reivindicatorio, puede ser también una actitud
compensadora y defensiva.
El misticismo y el materialismo con características nihilistas, son actitudes extremas
de una forma de desplazamiento a los intelectual religioso.
La construcción definitiva de una ideología, así como de valores éticos o morales, es
preciso que el individuo pase por algunas idealizaciones persecutorias, que las
abandone por objetos idealizados egosintónicos para luego sufrir un proceso de
desidealización que permita construir nuevas y verdaderas ideologías de vida.
5. La desubicación temporal
El pensamiento del adolescente, frente a lo temporal como a lo espacial, adquiere
características muy especiales.
Es posible que el adolescente vive con una cierta desubicación temporal; convierte
el tiempo en presente y activo como un intento de manejarlo. Su conducta parecería
vivir en un proceso primario con respecto a lo temporal. Las urgencias son enormes
y a veces las postergaciones son aparentemente irracionales. Se observa aquí
cómo esas conductas desconciertan al adulto.
Con la llamada “parte psicótica de la personalidad” es posible considerar que la
adolescencia se caracteriza por la irrupción de partes indiscriminadas fusionadas,
de la personalidad en aquellas otras más diferenciadas.
Las modificaciones biológicas y el crecimiento corporal, incontrolables, son vividos
como un fenómeno psicótico y psicotizante en el cuerpo. El cuerpo se transforma,
pues, un área en la cual confluyen exigencias biológicas y sociales y se hace así
depositario de vivencias y fantasía persecutorias, terroríficas, de carácter psicótico.
Muchos de los eventos que el adulto puede delimitar y discriminar son para el
adolescente equiparables, equivalentes o coexistentes sin mayor dificultad. Son
verdaderas crisis de ambigüedad, que pueden considerarse como una de las
expresiones de conducta más típicas del período de la vida que nos ocupa.
Es durante la adolescencia que la dimensión temporal va adquiriendo lentamente
características discriminativas.
Hay una dificultad por parte del adolescente en distinguir el presente-pasado-futuro.
Y es aquí, en la dimensión temporal donde se expresa claramente la ambigüedad
del adolescente.
El transcurrir del tiempo se va haciendo más objetivo (conceptual), adquiriendo
nociones de lapsos cronológicamente ubicados. Por eso creo que podría hablarse
de un tiempo existencial, que sería el tiempo en sí, un tiempo vivencial o
experiencial y un tiempo conceptual.
Ante la pérdida de la niñez, como defensas, el adolescente espacializa el tiempo,
para poder “manejarlo” viviendo su relación con el mismo como con un objeto. Con
este tiempo-espacio-objeto puede manejarse en forma fóbica u obsesiva,
convirtiendo las situaciones psicóticas en neuróticas o psicopáticas. Esto se
relaciona con el sentimiento de soledad tan típico de los adolescentes, que
presentan esos períodos en que se encierran en sus cuartos, se aíslan se retraen.
Estos momentos de soledad suelen ser necesarios para que “afuera” puedan
quedar el tiempo pasado, el futuro y el presente, convertidos así en objetos
manejables. La verdadera capacidad de estar solo es un signo de madurez, que
sólo se logra después de estas experiencias de soledad a veces angustiantes de la
adolescencia.
La noción temporal del adolescente es de características fundamentalmente
corporales o rítmicas. Ese es el que denomino tiempo vivencial o experiencial.
A medida que se van elaborando los duelos típicos de la adolescencia, la dimensión
temporal adquiere otras características. Surge la conceptualización del tiempo, que
implica la noción indiscriminada de pasado, presente y futuro, con la aceptación de
la muerte de los padres y la pérdida definitiva de su vínculo con ellos, y la propia
muerte.
En los momentos de autismo y de paralización, el adolescente tiende a hacer una
regresión hacia etapas previas a la discriminación y aceptación temporal.
Mantenerse únicamente en el tiempo experiencial, es una forma de intentar paralizar
el tiempo y los cambios, denegar una perspectiva presente y un pasado y un futuro.
La percepción y la discriminación de lo temporal sería una de las tareas más
importantes de la adolescencia. Cuando éste puede reconocer un pasado y formular
proyectos de futuro, con capacidad de espera y elaboración en el presente, supera
gran parte de la problemática de la adolescencia.
6. La evolución sexual desde el autoerotismo hasta la heterosexualidad
Se puede describir como un oscilar permanente entre la actividad de tipo
masturbatorio y los comienzos del ejercicio genital, con características especiales
en esta fase del desarrollo, donde hay más un contacto genital de tipo exploratorio y
preparatorio.
En el proceso de ir aceptando su genitalidad, el adolescente inicia la búsqueda de la
pareja en forma tímida pero intensa. Comienzan los contactos superficiales, las
caricias que llenan la vida sexual del adolescente. Se estima que de los 13 a los 20
años el 88 % de los varones y el 91 % de las niñas han ya tenido este tipo de
actividad sexual y que prácticamente a los 21 años el 100 % de los muchachos ya
han tenido esta experiencia.
Está el enamoramiento apasionado, es un fenómeno que adquiere características
singulares en la adolescencia y que presenta todo el aspecto de los vínculos
intensos pero frágiles de la relación interpersonal adolescente. El primer episodio
ocurre en la adolescencia temprana y suele ser de gran intensidad. Es el llamado
“amor a primera vista”, que puede ser totalmente ignorado por la parte amada de la
pareja.
La relación genital heterosexual completa ocurre en la adolescencia tardía, es un
fenómeno mucho más frecuente de lo que habitualmente se considera en el mundo
de los adultos de diferentes clases sociales. Freud estableció la importancia de los
cambio puberales para la reinstalación fáctica de la capacidad genital del sujeto. La
aceptación de la genitalidad surge con fuerza en la adolescencia, impuesta por la
presencia difícil de negar de la menstruación o de la aparición del semen.
La dentición marca el fin del vínculo oral con la madre. El modelo de vínculo oral es
el que se va a tratar de restablecer en la segunda mitad del primer año de vida. Es
en este momento cuando ocurre el descubrimiento y manipuleo de los órganos
genitales y las fantasías del establecimiento de un vínculo en un nivel genital.
En la fase genital previa y su elaboración queda incluida entre las fases
pregenitales, y se va a repetir después en el período fálico clásico, a los 4 o 5 años,
es aquí donde la conducta de los padres frente a la fase genital previa, influirá de
forma determinante en la evolución genital del sujeto.
La curiosidad sexual del adolescente, es expresada en el interés por las revistas
pornográficas, tan frecuentes entre los adolescentes. El exhibicionismo y el
voyerismo se manifiestan en la vestimenta, el cabello, el tipo de bailes, etc.
En este período evolutivo la importancia de las figuras parentales reales es enorme.
Y los cambios biológicos que se operan en la adolescencia producen gran ansiedad
y preocupación.
En el proceso de la consumación del incesto sería la realización actualizada de la
genitalidad temprana, con la pérdida absoluta de la fuente de identificación sexual
definitiva adulta.
Y al ir elaborando el complejo de Edipo, en el varón aparecen idealizaciones del
padre. Puede identificarse entonces con los aspectos positivos del padre, superar el
temor a la castración por medio de realizaciones y logros diversos. En la niña se
elaborara su situación edípica al aceptar la belleza de sus atributos femeninos,
aceptando que su cuerpo no ha sido ni destruido ni vaciado, pudiendo entonces
identificarse con los aspectos positivos de su madre.
La actividad masturbatoria en la primera infancia tiene una finalidad exploratoria y
preparatoria para la futura aceptación de la genitalidad. Estas experiencias de
exploración, que tienen por finalidad encontrar órganos capaces de reproducir la
relación pérdida con la madre, van a ir configurando en el esquema corporal la
imagen del aparato genital.
En los distintos períodos de la vida, antes de llegar a la adultez, se mantiene la
actividad masturbatoria con las características de negación maníaca. De acuerdo
con lo que estoy exponiendo, la masturbación es primero una experiencia lúdica en
la cual las fantasías edípicas son manejadas solitariamente, intentando descargar la
agresividad mezclada de erotismo a través de la misma, y aceptando la condición
del tercero excluido. Es, además del intento maníaco de negar la pérdida de la
bisexualidad, parte del proceso del duelo normal de la adolescencia.
Pero también tiene aquí la masturbación la finalidad exploratoria, de aprendizaje y
preparatoria para la futura genitalidad procreativa.
Es posible resumir lo expuesto diciendo que la masturbación, le permite al individuo
en esta etapa de su vida, pasar por la etapa esquizo-paranoide de supertonalidad,
considerar a sus genitales como ajenos a sí mismo, tratar de recuperarlos e
integrarlos, y finalmente realizar el proceso depresivo a través de una angustia,
primero persecutoria y luego depresiva, e integrar sus genitales a todo el concepto
de sí mismo, formando realmente una identidad genital adulta con capacidad
procreativa, independencia real y capacidad de formar una pareja estable en su
propio espacio y en su propio mundo.
Es decir, habrá llegado el individuo a la genitalidad procreativa.
7. Actitud social reivindicatoria
En parte me he referido a esto cuando he hablado del fenómeno grupal. No hay
duda alguna de que la constelación familiar es la primera expresión de la sociedad
que influye y determina gran parte de la conducta de los adolescentes. La misma
situación edípica que viven los adolescentes, la viven los mismos progenitores del
mismo. La aparición de la instrumentación de la genitalidad, como una realidad
concreta en la vida del adolescente.
Sería sin duda una grave sobresimplificación del problema de la adolescencia, el
atribuir todas las características del adolescente a su cambio psicobiológico. Las
primeras identificaciones son las que se hacen con las figuras parentales, pero no
hay duda alguna de que el medio en que se vive determina nuevas posibilidades de
identificación, futuras aceptaciones de identificaciones parciales e incorporación.
Hay bases comunes a todas las sociedades que están determinadas por la propia
condición humana y por los conflictos naturales de los individuos humanos. En el
intento vital que presenta el individuo para identificarse con sus figuras parentales, y
tratar luego de superarlas en la realidad de su existencia.
La cultura modifica enormemente las características exteriores del proceso, aunque
las dinámicas intrínsecas del ser humano siguen siendo las mismas. Lo aquí
descripto como básico psicodinámico-biológico del individuo se exterioriza de
diferentes maneras de acuerdo con los patrones culturales. De acuerdo con mi
pensamiento, el comprender los patrones culturales puede ser sumamente
importante para determinar ciertas pautas exteriores de manejo de la adolescencia
No es una simple casualidad que la entrada a la pubertad esté tan señalada en casi
todas las culturas. Los llamados ritos de iniciación son muy diversos, aunque tienen
fundamentalmente siempre la misma base: la rivalidad que los padres del mismo
sexo sienten al tener que aceptar como a sus iguales.
El fenómeno de la subcultura adolescente se expande y se contagia como un signo
de “rebelión”. En realidad, se trata de identificaciones cruzadas y masivas, que
ocurren como necesidad de defensa yoica en este período de la vida, mediante la
cual el sujeto va desprendiéndose de situaciones infantiles y viendo al mismo tiempo
como peligrosas e indefinida su entrada al mundo de los adultos. En la medida en
que el adolescente no encuentre el camino adecuado para su expresión vital y la
aceptación de una posibilidad de realización, no podrá ser un adulto satisfecho.
Las actitudes reivindicatorias y de reforma social del adolescente pueden ser la
cristalización en la acción de lo que ha ocurrido ya en el pensamiento. Las
intelectualizaciones, fantasías conscientes, necesidades del yo fluctuante que se
refuerza en el yo grupal, hacen que se transforme el pensamiento activo, en
verdadera acción social, política, cultural, esta elaboración del proceso de la
adolescencia que considero tan fundamental en todo el desarrollo evolutivo del
individuo.
Frente al adolescente individual, es necesario no olvidar que gran parte de la
oposición que se vive por parte de los padres, es trasladada al campo social.
Además, gran parte de la frustración que significa hacer el duelo por los padres de
la infancia, se proyecta en el mundo eterno.
8. Contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la conducta
La conducta del adolescente está dominada por la acción. Él no puede mantener
una línea de conducta rígida, permanente y absoluta, aunque muchas veces lo
intenta y la busca. Una línea de conducta determinada indicaría una alteración de la
personalidad del adolescente. Por eso es que hablamos de una normal
anormalidad, de una inestabilidad permanente del adolescente. Es el mundo adulto
el que no tolera los cambios de conducta del adolescente.
9. Separación progresiva de los padres
Uno de los duelos fundamentales que tiene que elaborar el adolescente es el duelo
por los padres de la infancia, la identidad del adolescente, es la de ir separándose
de los padres, lo que está favorecido por el determinismo que los cambios
biológicos imponen en este momento cronológico del individuo.
La aparición de la instrumentalización de la genitalidad con la capacidad procreativa,
como ya lo he señalado, es percibida también por los padres del adolescente.
Muchos padres se angustian y atemorizan frente al crecimiento de sus hijos
reviviendo sus propias situaciones edificas. La presencia internalizada de buenas
imágenes parentales, con roles bien definidos, y una escena primaria amorosa y
creativa, permitirá una buena separación de los padres, un desprendimiento útil, y
facilitará al adolescente el pasaje a la madurez
10. Constantes fluctuantes del humor y del estado de ánimo
La cantidad y la calidad de la elaboración de los duelos de la adolescencia
determinarán la mayor o menor intensidad de esta expresión y de estos
sentimientos.
En el proceso de fluctuaciones dolorosas permanentes, la realidad no siempre
satisface las aspiraciones del individuo, es decir, sus necesidades instintivas
básicas, o su modalidad específica de relación objetal en su propio campo dinámico.
La intensidad y frecuencia de los procesos de introyección y proyección pueden
obligar al adolescente a realizar rápidas modificaciones de su estado de ánimo ya
que se ve de pronto sumergido en las desesperanzas más profundas o, cuando
elabora y supera los duelos, puede proyectarse en una elección que muchas veces
suele ser desmedida.
Los cambios de humor son típicos de la adolescencia y es preciso sobre la base de
los mecanismos de proyección y de duelo por la pérdida de objetos.
El síndrome de la adolescencia normal. Se trata por supuesto de una presentación
esquemática de un proceso fenomenológico que permite apreciar la expresión
conductual y determinar las características de la identidad y del proceso
adolescente.
Destacamos que el aceptar una “normal anormalidad” del adolescente, no implica
ubicar a éste en un cuadro nosológico, sino que tiene por objeto facilitar la
comprensión de este periodo de la vida
Poder aceptar la anormalidad habitual en el adolescente, vista desde el ángulo de la
personalidad idealmente san o de la personalidad normalmente adulta, permitirá un
acercamiento más productivo a este período de la vida. Podrá determinar el
entender al adolescente desde el punto de vista adulto, facilitando su proceso
evolutivo hacia la identidad que busca y necesita.