Parabolas e Historias PDF

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Parábola de la oveja perdida Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para

oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con
ellos come. 3 entonces él les refirió esta parábola, diciendo: 4 ¿Qué hombre de vosotros,
teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras
la que se perdió, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros
gozoso; 6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque
he encontrado mi oveja que se había perdido. 7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por
un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de
arrepentimiento. 8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la
lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra,
reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que
había perdido. 10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se
arrepiente.

Parábola del hijo prodigo Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo a su padre:
Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. 13 No muchos
días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí
desperdició sus bienes viviendo perdidamente. 14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una
gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. 15 Y fue y se arrimó a uno de los
ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. 16 Y
deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. 17 Y
volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo
aquí perezco de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a
misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. 21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. 22 Pero el padre dijo a sus
siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo
muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. 25 Y su
hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las
danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Él le dijo: Tu
hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y
sano. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que
entrase. 29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote
desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. 30 Pero
cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el
becerro gordo. 31 Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son
tuyas. 32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y
ha revivido; se había perdido, y es hallado.
Mateo 25: 14-30 Porque el reino de los cielos es como un hombre que, partiendo lejos, llamó
a sus siervos y les encomendó sus bienes. 15 Y a uno dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro
uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. 16 Y el que había recibido cinco
talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. 17 Asimismo, el que había recibido
dos, ganó también otros dos. 18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y
escondió el dinero de su señor. 19 Y después de mucho tiempo, volvió el señor de aquellos
siervos e hizo cuentas con ellos. 20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros
cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me encomendaste; he aquí, he ganado otros cinco
talentos sobre ellos. 21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel,
sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. 22 Y llegando también el que había
recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me encomendaste; he aquí, he ganado otros dos
talentos sobre ellos. 23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre
mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. 24 Y llegando también el que había recibido un
talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges
donde no esparciste; 25 y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que
es tuyo. 26 Y respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde
no sembré y que recojo donde no esparcí; 27 por tanto, debías haber dado mi dinero a los
banqueros y, al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con intereses. 28 Quitadle, pues, el
talento y dadlo al que tiene diez talentos. 29 Porque al que tiene, le será dado y tendrá más; y
al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de
afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.

Lucas 10: 25-37 En esto se presentó un experto en la ley y, para poner a prueba a Jesús, le
hizo esta pregunta: —Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? 26 Jesús
replicó: —¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú? 27 Como respuesta el hombre
citó: —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con
toda tu mente”, y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. 28 —Bien contestado —le dijo Jesús—.
Haz eso y vivirás. 29 Pero él quería justificarse, así que le preguntó a Jesús: —¿Y quién es mi
prójimo?

30 Jesús respondió: —Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos


ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Resulta que
viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. 32 Así
también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo. 33 Pero un
samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. 34
Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia
cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. 35 Al día siguiente, sacó dos monedas de
plata[c] y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de
más, se lo pagaré cuando yo vuelva”. 36 ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el
prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37 —El que se compadeció de él —contestó el
experto en la ley. —Anda entonces y haz tú lo mismo —concluyó Jesús.
Mateo 13: 1-9 Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. 2 Y se le juntó mucha
gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. 3 Y les habló
muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. 4 Y mientras
sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. 5 Parte
cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad
de tierra; 6 pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Y parte cayó entre
espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. 8 Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto,
cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. 9 El que tiene oídos para oír, oiga.

Mateo 13: 24-30 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un
hombre que sembró buena semilla en su campo; 25 pero mientras dormían los hombres, vino su
enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Y cuando salió la hierba y dio fruto,
entonces apareció también la cizaña. 27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le
dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les
dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la
arranquemos? 29 El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el
trigo. 30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré
a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged
el trigo en mi granero.

Lucas 18: 9-14 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros,
dijo también esta parábola: 10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro
publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy
gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este
publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13 Mas el
publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho,
diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado
antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será
enaltecido.

Genesis 29: 1-30 ¿Sabes quiénes son estos hombres con quienes habla Jacob? Después de
viajar muchos días, Jacob los encontró cerca de un pozo. Estaban cuidando sus ovejas. Jacob
preguntó: ‘¿De dónde son?’ ‘De Harán,’ dijeron. ‘¿Conocen a Labán?’ preguntó Jacob. ‘Sí,’
contestaron. ‘Mira, aquí viene su hija Raquel con el rebaño de ovejas de él.’ ¿Puedes tú ver a
Raquel acercándose? Cuando Jacob vio a Raquel con las ovejas de su tío Labán, fue y quitó la
piedra del pozo para que las ovejas pudieran beber. Entonces Jacob besó a Raquel y le dijo
quién era. Ella se emocionó mucho, y fue a su casa y le contó a su padre Labán lo que pasó.

Labán se alegró mucho de que Jacob se quedara en casa de él. Y cuando Jacob le dijo que quería
casarse con Raquel, Labán se alegró. Pero le pidió a Jacob que trabajara en su campo siete años
por Raquel. Jacob hizo esto, porque amaba mucho a Raquel. Pero cuando llegó el tiempo para el
casamiento, ¿sabes lo que pasó?

Labán le dio su hija mayor, Lea, a Jacob, en vez de Raquel. Cuando Jacob concordó en trabajar
para Labán otros siete años, Labán también le dio como esposa a Raquel.
Mateo 10: 5-12 Jesús envió a estos doce, con las siguientes instrucciones: «No vayan por
camino de paganos, ni entren en ciudad de samaritanos, sino vayan más bien a las ovejas
perdidas de la casa de Israel. Vayan y prediquen: “El reino de los cielos se ha acercado.” Sanen
enfermos, limpien leprosos, resuciten muertos y expulsen demonios. Den gratuitamente lo que
gratuitamente recibieron. No lleven consigo oro ni plata ni cobre, ni mochila para el camino, ni
dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el obrero es digno de su alimento. En cualquier ciudad
o aldea a la que lleguen, busquen a alguien que sea digno, y quédense allí hasta que salgan. Al
entrar en la casa, saluden. Si la casa es digna, recibirá la paz que ustedes le deseen; pero si no
es digna, ese deseo de paz se volverá a ustedes. Si alguien no los recibe, ni oye sus palabras,
salgan de aquella casa o ciudad, y sacúdanse el polvo de los pies. De cierto les digo que, en el
día del juicio, el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, será más tolerable que para
aquella ciudad.

Lucas 19: 1-9 Jesús entró en Jericó. 2 Allí vivía Zaqueo, un hombre muy rico que era jefe de
los cobradores de impuestos. 3 Zaqueo salió a la calle para conocer a Jesús, pero no podía verlo,
pues era muy bajito y había mucha gente delante de él. 4 Entonces corrió a un lugar por donde
Jesús tenía que pasar y, para poder verlo, se subió a un árbol de higos. 5 Cuando Jesús pasó por
allí, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, bájate ahora mismo, porque quiero hospedarme en tu
casa.» 6 Zaqueo bajó enseguida, y con mucha alegría recibió en su casa a Jesús. 7 Cuando la
gente vio lo que había pasado, empezó a criticar a Jesús y a decir: «¿Cómo se le ocurre ir a la
casa de ese hombre tan malo?» 8 Después de la comida, Zaqueo se levantó y le dijo a Jesús: —
Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo. Y si he robado algo, devolveré
cuatro veces esa cantidad. 9 Jesús le respondió: —Desde hoy, tú y tu familia son salvos, pues
eres un verdadero descendiente de Abraham.[b] 10 Yo, el Hijo del hombre, he venido para
buscar y salvar a los que viven alejados de Dios.

Juan 4: 5-43 Jesus se ha detenido a descansar cerca de un pozo en Samaria. Sus discípulos se
han ido al pueblo a comprar alimentos. La mujer con quien Jesús habla ha venido a sacar agua.
Él le dice: ‘Dame de beber.’ Esto sorprende mucho a la mujer. ¿Sabes por qué? Jesús es judío, y
ella es samaritana. Y a la mayoría de los judíos les desagradan los samaritanos. ¡Ni les hablan!
Pero Jesús ama a gente de toda clase. Él le dice: ‘Si supieras quién te pide de beber, tú le
pedirías, y él te daría agua que da vida.’ ‘Señor,’ dice la mujer, ‘el pozo es hondo, y tú ni tienes
un balde. ¿Dónde conseguirías esta agua que da vida?’ ‘Si bebes agua de este pozo te dará sed
otra vez,’ explica Jesús. ‘Pero el agua que yo daré puede hacer que uno viva para siempre.’
‘Señor,’ dice la mujer, ‘¡dame esta agua! Entonces no tendré sed nunca más. Y jamás tendré
que venir aquí para conseguir agua.’ La mujer cree que Jesús está hablando de agua verdadera.
Pero él está hablando sobre la verdad acerca de Dios y su reino, que es como agua que da vida.
Puede dar vida eterna.

Jesús ahora le dice a la mujer: ‘Ve y llama a tu esposo y vuelve acá.’

‘Yo no tengo esposo,’ dice ella.

‘Contestaste bien,’ dice Jesús, ‘Pero has tenido cinco esposos, y el hombre con el cual estás
viviendo ahora no es tu esposo.’

La mujer se sorprende, porque todo esto es verdad. ¿Cómo sabía estas cosas Jesús? Sí, es
porque Jesús es el Prometido dado por Dios, enviado por él, y Dios le da esta información. Ahora
los discípulos de Jesús regresan, y les sorprende que él esté hablando con una samaritana
Juan 8: 1-11 y Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 Y por la mañana volvió al templo, y todo
el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. 3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron
una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, 4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha
sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. 5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales
mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? 6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús,
inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. 7 Y como insistieran en preguntarle, se
enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra
ella. 8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. 9 Pero ellos, al oír
esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los
postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. 10 Enderezándose Jesús, y no
viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te
condenó? 11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no
peques más.

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