Multitudes y Partido Jodi Dean PDF
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MULTITUDES
Y PARTIDO
Traducción de Xabier Aristegieta Okiñena
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Título original: Crowds and Party
Primera edición: Multitudes y partido
Autoría: Jodi Dean
Licencia original: ©
Licencia de la presente edición: Creative Commons
Fotografía: Xabier Maia Txibi
Traducción: Xabier Aristegieta Okiñena
Diseño de portada: Koldo Atxaga Arnedo
Edición y maquetación: Katakrak liburuak
Calle Mayor 54-56
31001 lruñea-Pamplona
[email protected]
www.katakrak.net
@katakrak54
1
NADA PERSONAL ................................................................. 47
- Individualismo sin individuos
- Individualismo de izquierdas
- La presión me está matando
- Multitudes
- Nosotros tenemos que ser nosotros
2
CREANDO Al SUJETO .................................................................. 89
- Se interpela al sujeto como individuo
- Cercando lo común
- El sujeto es la brecha en la estructura
- El inconsciente es una multitud
- «Un ente provisional formado por elementos
heterogéneos»
- De la psicología de los grupos a la psicología
del individuo ... y vuelta
- Conclusión
3
El PUEBLO COMO SUJETO: ENTRE MULTITUD Y PARTIDO ...... 129
- ¿Qué quieren las multitudes?
- La descarga igualitaria
- La Comuna de París
- La destrucción del espacio social
- Nuestro partido
·-Politizando al pueblo
-- Conclusión
4
MÁS QUE MUCHOS .................................................................... 173
- Los pocos dominan a los muchos
- La ley de hierro de la oligarquía
- Cuidado con la brecha
- El Party Organizer
- La organización política y sus descontentos
- La apertura del partido
5
LA IJ!NÁMICA PASIONAL DEL PARTIDO COMUNISTA ................ 219
- A veces hay que cocinar unos cuantos huevos
- La multitud que perdura
- Optimismo práctico
- Infraestructura del sentimiento
- El deseo colectivo
- La realidad del Partido Comunista
- «Atruena la razón en marcha"
Pamplona-Iruñea
Mayo de 2017
AGRADECIMIENTOS
16 1 Multitudes y partido
INTRODUCCIÓN
1 Klein, Naomi, «Occupy Wall Street: The Most Importan! Thing in the World Now", The
Nation, 6 de octubre de 2011.
2 Masan, Paul, Why lt's Kicking Off Everywhere: The New Global Revolutions, Londres,
Verso, 2012.
Jodi Dean 1 17
metro de Nueva York, los pasajeros leían la Occupy Gazette y el
Occupied Wall Street ]ournal. La gente alababa a los manifestantes
y criticaba a la policía. Todos nosotros nos preguntábamos hasta
dónde podíamos llegar. ¿Sería acaso, tal y como había animado
Adbusters en su llamamiento inicial a ocupar Wall Street, nues-
tro momento Tahrir?
Después de la manifestación de Times Square, muchos
de nosotros bajamos hasta Washington Square Park para hacer
una asamblea general (AG). La AG supuso una forma primaria
de organización durante el movimiento Occupy. La AG, con un
papel destacado en las manifestaciones españolas y deudora de
las prácticas de horizontalismo y autonomía de movimiento de
Argentina y México, estructura la discusión de acuerdo a unos
principios igualitarios democráticos orientados al consenso. Para
cuando llegué a Washington Square Park, aproximadamente un
millar de personas estaban sentadas en círculo cerca del centro
del parque. Múltiples furgones policiales se encontraban alinea-
dos junto a la acera justo al otro lado de la valla del parque, en
Lower Fifth Avenue. Había unas pocas barreras diseminadas en
las inmediaciones del Arco de Washington Square. Había veinte
o treinta policías que estaban de pie aparentando naturalidad.
En el transcurso de las horas siguientes, se agruparían formando
una línea.
En la AG, la gente debatía sobre si íbamos a «tomar el
parque». Algunas personas habían traído tiendas de campaña y
sacos de dormir con la intención de extender la ocupación des-
de Zuccotti hasta Washington Square. Zuccotti Park, rebautizado
«Liberty Square» [Plaza de la Libertad] durante la ocupación, se
había quedado atestado de gente con gran rapidez. Aunque su
proximidad a Wall Street le confería un enorme valor simbóli-
co, su ubicación al borde del distrito financiero de Nueva York
resultaba incómoda. Los restaurantes de comida rápida de la
zona habían sido serviciales e incluso acogían de buen grado a la
gente, pero la escasez de retretes y duchas en las inmediaciones
estaba haciéndose sentir entre los cientos de manifestantes que
dormían en el parque. En cambio, Washington Square Park está
junto a la Universidad de Nueva York, pegado a la New School y
Cooper Union. Es fácilmente accesible en metro y, en definitiva,
18 1 Multitudes y partido
se ubica en una zona popular y visible de la ciudad, con un trá-
fico intenso.
Sabíamos que Washington Square Park cerraba a media-
noche. Notamos cómo la policía apretaba su línea y comenzaba a
impedir a los recién llegados la entrada al parque. Después de un
trabajo por grupos de unos quince minutos en los que estuvimos
hablando con la gente de nuestro alrededor sobre si tomar o no el
parque, volvimos a juntarnos en una única asamblea. Un orador
tras otro, amplificados por el micrófono de la gente (por el que la
multitud repite las palabras de un orador de manera que quienes
se encuentran más alejados sepan qué se está diciendo), apre-
miaban a tomar el parque. Somos muchos. Somos más que ellos.
Podemos hacerlo. Tenemos que hacerlo. Las manos levantadas
oscilaban en señal de aprobación en oleadas de apoyo transmiti-
das una y otra vez por el círculo. Entonces, un joven alto, delgado,
de oscuro pelo rizado y mirada revolucionaria, empezó a hablar.
20 1Multitudes y partido
sibilidades en y de la forma-partido, debemos volver a empezar
a imaginar el partido de los comunistas. 4 ¿Quiénes podríamos
ser y llegar a ser de nuevo como partido revolucionario interna-
cional, en nuestro tiempo? Para pensar con claridad sobre estas
cuestiones, necesitamos considerar la forma-partido libre de las
ataduras de la falsa concreción de partidos específicos en la con-
tingencia de sus historias. Los liberales y demócratas no son los
únicos teóricos políticos que pueden reflexionar sobre sus mo-
dalidades de asociación en abstracto. También los comunistas
deben hacerlo.
Como medio para romper con los binomios reforma/
revolución y partido de masas/partido de vanguardia que histó-
ricamente han marcado las discusiones sobre la forma-partido,
abordo la función y el propósito del partido comunista de una
manera psicodinámica. Me apoyo en Robert Michels y Jacques
Lacan para reflexionar sobre los afectos que el partido genera
y los procesos inconscientes que moviliza. El rol del partido no
consiste en inyectar conocimiento a la clase trabajadora. Ni en
representar los intereses de la clase trabajadora en el terreno de
la política. Más bien, la función del partido es sujetar abierta una
brecha en nuestro marco en orden a posibilitar un deseo colecti-
vo de colectividad. 5 «A través de esa brecha o momento», escribe
Daniel Bensai:d, «puede surgir el hecho no consumado, que con-
tradice a la fatalidad del hecho consumado». 6 Que la multitud
rompa con lo predecible y con lo dado crea la posibilidad de que
aparezca un sujeto político. El partido se coloca en esa brecha y
lucha por mantenerla abierta a la gente.
Canetti hace una aportación a la que vuelvo a lo largo de
todo el libro: las multitudes se unen en aras a una igualdad abso-
luta, que se siente con mayor intensidad en un momento al que
él se refiere como «descarga». Afín a la noción lacaniana de goce
vouisscmce, a única sustancia conocida para el psicoanálisis), la
4 Sobre las versiones de este argumento véanse Peter D. Thomas, «The Communist
Hypothesis and the Question of Organization>•; Gavin Walker, «The Body of Politics: On
the Concept of the Party"; Jasan E. Smith, «Contemporary Struggles and the Question
of the Party: A Reply to Gavin Walker,,, Theory & Event 16: 4, invierno de 2013.
5 Sobre el deseo comunista desde el punto de vista del deseo colectivo de colectividad
véase mi obra The Communist Horizon, Londres, Verso, 2012 [edición en castellano: El
horizonte comunista, Barcelona, Bellaterra, 2013].
6 Bensa'id, Daniel, «Leaps! Leaps! Leaps!•-, en Budgen, Sebastian; Kouvelakis, Stathis; Zizek,
Slavoj (eds.), Lenin Reloaded, Durham, NC, Duke University Press, 2007, pp.148-63, 158.
Jodi Dean 1 21
descarga proporciona al partido un terreno material. El partido
es un cuerpo con capacidad de portar la descarga igualitaria
después de que las multitudes se hayan dispersado, encauzan-
do su propia promesa de justicia a través de la lucha política
organizada.
Multitudes
En las primeras décadas del siglo veintiuno, las multitu-
des han provocado una disrupción de los marcos dados por el
capital y el Estado. Rompiendo con la asfixiante reflexividad de
las aportaciones y críticas en las redes mediadas del capitalismo
comunicativo, las insistentes multitudes se hacen sentir en luga-
res que no les son propios. Su presencia misma es un desafío a la
privatización de lugares ostensiblemente públicos, ya sea en Sao
Paulo, en Estambul o en Nueva York. Un conjunto de aglomera-
ciones intensas y temporales en múltiples localidades aparecen
ahora como una única lucha. Vemos Montreal conectado con
Atenas, conectado con la Plaza Tahrir, conectado con Madrid,
conectado con Oakland. En lugar de los incomunicables aldabo-
nazos de una multiplicidad de singularidades, las multitudes y
los disturbios en unos y otros lugares comunican el movimiento
colectivo de la gente, planteando cuestiones que atañen a la si-
militud, al significado y a la alianza: ¿de qué políticas habrá sido
sujeto la multitud?
Algunos observadores contemporáneos de la multitud la
reivindican para la democracia. Ven en la congregación de miles
de personas una insistencia democrática, una exigencia de ser
oídos e incluidos. Sin embargo, en el contexto del capitalismo
comunicativo, la multitud rebasa a la democracia. El capitalismo
comunicativo reconfigura la relación entre multitudes, democra-
cia, capitalismo y clase. Por una parte, la lectura democrática de
la multitud impide ver estos cambios. Pone a la multitud al servi-
cio del marco que ella misma perturba. Por otra parte, la lectura
democrática inaugura una lucha en torno al sujeto de la política:
la determinación de si una multitud es pueblo o es turba.
En los siglos diecinueve y veinte, la multitud planteaba
cuestiones relativas al poder y al orden. «La multitud .. .>>, escribe
Walter Benjamín, «ningún sujeto tenía más derecho a la aten-
22 1 Multítudes y partido
ción de los escritores del siglo diecinueve». 7 En aquella época,
la multitud aparece como la quintaesencia de la expresión po-
lítica del pueblo. 8 La multitud, inseparable del surgimiento de
la democracia de masas, cobra nitidez de la mano de la ame-
naza del poder colectivo de las masas, la fuerza de los muchos
contra aquellos que los explotaban, controlaban y dispersaban.
Temidas o bien acogidas, el desborde, la intrusión o el apeloto-
namiento de las multitudes inserta de un empujón al «muchos»
colectivo en la historia.
Los comentaristas que quieren mantener al pueblo en su
sitio advierten de «la extraordinaria rebelión de las masas». 9 Re-
tratan a las multitudes como turbas brutales, primitivas, incluso
criminales. En cambio, los comentaristas que pretenden el de-
rrocamiento de las élites reivindican la vitalidad política de la
multitud. Los trabajadores, los campesinos y el pueblo llano de
todo tipo se están reconociendo y afirmando a sí mismos como
soberanos. Es célebre la descripción que hace Marx de las multi-
tudes de la Comuna de París como el pueblo «asaltando el cielo».
Así pues, para los observadores de los siglos XIX y XX, las multi-
tudes y la democracia popular se encuentran entrelazadas. De lo
que se trata es de sí la soberanía del pueblo puede ser cualquier
otra cosa que una turba en el poder.
Una ventaja de la lectura democrática de la multitud es
que pone al descubierto una separación: la turba o el pueblo. La
multitud fuerza la posibilidad de la intrusión del pueblo en la
política. Respecto a sí el pueblo es sujeto de un acontecimiento
multitudinario, se trata de algo que está por dilucidar. La multi-
tud abre un espacio donde se desarrolla una lucha en torno a su
sujeto. Una multitud podría haber sido una turba, y no un acon-
tecimiento en absoluto. Podría haber sido una concentración
7 Benjamin, Walter, «Ün Sorne Motifs in Baudelaire», en llluminations, editado por Hannah
Arendt, Nueva York, Schocken Books, 1978, pág. 166 [edición en castellano: Obras, 1,
2, Madrid, Abada, 2008].
8 Pero no solo en los siglos XIX y XX. Hay una animada literatura histórica sobre multitudes
preindustriales y revolucionarias, la mayor parte de la mano del grupo de historiadores
marxistas británicos, véanse, por ejemplo, Rudé, George, ldeology and Popular Protest,
Chapel Hill, NC, University of North Carolina Press, 1995; Hobsbawm, E. J., Primitive
Rebels, Nueva York, Norton, 1959 [edición en castellano: Rebeldes primitivos, Barcelona,
Crítica, 2014]. Sobre el compromiso con la multitud post-revolucionaria de EEUU,
véase Frank, Jasan, Constituent Moments, Durham, NC, Duke University Press, 201 O.
9 Ortega y Gasset, José, The Revolt of the Masses, Nueva York, Norton, 1932 [edición en
castellano La rebelión de las masas, Madrid, Alianza, 2014 (1930)].
Jodi Deanl 23
predecible y legítima; una vez más, no un acontecimiento, sino
una afirmación de su marco. Y podría hacer que el pueblo se le-
vantase en pos de lajusticia. 10 Cuál de ellos es un acontecimiento
multitudinario o, mejor dicho, cuál lo habrá sido, es un efecto del
proceso político activado por el acontecimiento multitudinario.
La multitud no tiene una política, sino que constituye la oportu-
nidad para la política. La determinación de si una multitud era
una turba o el pueblo resulta de la lucha política.
Resistirnos por un tiempo al impulso de clasificar a las
multitudes en función de un contenido político previamente
dado nos permite considerar a las multitudes según su dinámica.
Las multitudes son algo más que grandes cantidades de perso-
nas concentradas en una ubicación. Son efecto de la colectividad,
la influencia -ya sea consciente, afectiva o inconsciente- de los
otros. 11 La ciencia social contemporánea analiza estos efectos
con términos como «efecto bandwagoning» 12 , «convulsiones» y
«cascadas de información». Los comentaristas mainstream conti-
núan utilizando términos de la primera teoría de las multitudes:
«imitación», «sugestión» y «contagio».
El más influyente de los primeros teóricos de la multitud
es Gustave Le Bon. Un libro suyo titulado Psicología de la multitu-
d, 13 reimpreso y traducido con profusión, sentó las bases de la
teorización de las multitudes en el siglo veinte. Sigmund Freud
se basó en Le Bon para formular su teoría psicoanalítica de la
psicología grupal. También le pareció inspirador Le Bon a Benito
Mussolini, en especial la discusión que Le Bon hacía sobre el lí-
der.14 Pero no es necesario que sigamos el enfoque tan reducido
10 Como expongo en El horizonte comunista. se trata de una visión alternativa del pueblo
como el resto de nosotros.
11 Véase Brennan, Teresa, The 7ransmission of Affect, lthaca, NY, Comell University Press, 2004.
12 Concepto utilizado en ciencia social y específicamente en análisis electoral, y que
describe el movimiento por el cual el individuo hace suya la causa que considera
ganadora, se «Sube al carro,, del ganador [N. del T.].
13 Algunas ediciones de la obra en inglés, como la que cita la autora (The Crowd: A
Study of the Popular Mind), modifican el título de la obra original en francés, de 1895
(Psychologie des Foules). Las ediciones españolas oscilan a su vez entre la traducción
de fou!es por masas o por multitudes (Le Bon, Gustave, Psicología de las masas, Morala,
Madrid, 2014 / Le Bon, Gustave, Psicología de las multitudes, Comares, Granada,
2012). Para diferenciarlo de la obra de Freud Psicología de las masas y análisis del yo,
utilizaremos aquí como referencia la traducción como Psicologia de las multitudes de
ahora en adelante [N. del T.].
14 Falasca-Zamponi, Simonetta, Fascist Spectacle, Berkeley, CA, University of California
Press, 1997, pág 21.
24 1 Mullitudes y partido
de Mussolini. El énfasis en el líder desvía nuestra atención de lo
que hay de ingenioso en la noción de multitud manejada por Le
Bon; a saber, su caracterización de la multitud como «un ente
provisional formado por elementos heterogéneos».
Le Bon presenta a la multitud como una forma singular
de colectividad. La multitud no es una comunidad. No se apo-
ya en las tradiciones. No tiene una historia. La multitud no se
mantiene agrupada en virtud de normas no explicitadas o de un
obsceno suplemento que se extiende más allá de su propia inme-
diatez (a pesar de que las imágenes y símbolos de las multitudes
moldean claramente la recepción y circulación de los aconteci-
mientos multitudinarios). 15 Digamos más bien que la multitud es
un ente colectivo temporal. Se mantiene agrupado afectivamen-
te por medio de la imitación, del contagio, de la sugestión y de
cierto sentido de su propia invencibilidad. Puesto que la multitud
es un ente colectivo, no puede ser reducida a singularidades. Al
contrario: la principal característica de una multitud es su actua-
ción como una fuerza en sí misma, al igual que un organismo. La
multitud es más que un agregado de individuos. La multitud son
individuos transformados por la torsión de su agregación, por la
fuerza que la agregación ejerce sobre e1los para hacer juntos lo
que solos no pueden.
La reivindicación democrática de la multitud fue poten-
te en los siglos XIX y XX. La democracia podía nombrar a una
oposición. Incluso cuando los comunistas tomaron nota de los
límites de la democracia burguesa en su utilización como ins-
trumento del dominio capitalista de clase, la democracia todavía
podía suponer un desafío a las estructuras de poder existentes.
Sin embargo, en el siglo XXI, los estados-nación dominantes ejer-
citan el poder en calidad de democracias. Bombardean e invaden
como democracias y por la democracia. Los organismos políticos
internacionales se legitiman a sí mismos como democráticos, al
igual que lo hacen las enmarañadas y contradictorias prácticas
de los medios de comunicación del capitalismo comunicativo. 16
15 Christian Borch nos proporciona una historia de la sociología estructurada como historia
de las «semánticas de la multitud,,, esto es, un análisis de la multitud como concepto
teórico de la sociología. Véase Borch, Christian, The Politics of Crowds: An A/ternative
History of Sociology, Nueva York, Cambridge University Press, 2012.
16 Para una discusión más detallada sobre el capitalismo comunicativo, véanse mis
obras Publicity's Secret, lthaca, NY, Cornell University Press, 2002; Oernocracy and
Jodi Dean 1 25
Cuando las multitudes se congregan para protestar, se posicionan
en contra de las prácticas, sistemas y organismos democráticos.
Reivindicar a la multitud para la democracia no alcanza a dar
cuenta de este cambio en el marco político en que se inserta.
Los gobiernos democráticos se justifican a sí mismos
como el gobierno del pueblo. Cuando las multitudes se juntan
para protestar, ponen al descubierto las limitaciones de esa justi-
ficación. La voluntad de la mayoría expresada en unas elecciones
deja de aparecer como la voluntad del pueblo. El que no todo
el pueblo respalda a este gobierno o esas decisiones se pone de
manifiesto abiertamente, físicamente, intensamente.17 El des-
acuerdo y la protesta empiezan a hacer algo más que circular en
forma de contribuciones particulares a la generación de pizcas
de indignación compartibles en el interminable flujo de clickbaits
en los que nos ahogamos los unos a los otros. Indexan el poder
colectivo, la creatividad afectiva que rebasa las opiniones indi-
viduales. Muchos pulsan el botón de retroceso, utilizando para
instalar una brecha en el orden dominante la fuerza del número
que encarnan. Dejan en evidencia que ese orden tiene una serie
de prejuicios, concesiones e inversiones subyacentes destinadas
a proteger los procesos por los que la clase capitalista acumu-
la riqueza. Ponen al descubierto la fragilidad de los golpes y las
rupturas que sostienen la política electoral. La multitud reclama
para el pueblo el terreno político que la democracia intenta frag-
mentar y gestionar.
Bajo el capitalismo comunicativo, la demanda democrática
de la multitud y la hegemonía de los ideales de descentraliza-
ción y autoorganización se refuerzan mutuamente. Los primeros
teóricos de la multitud la describen como primitiva, violenta y
sugestionable. En nuestro contexto actual, a estas descripcio-
nes a menudo se les da la vuelta con referencias a «multitudes
Other Neo/ibera/ Fantasies, Durham, NC, Duke University Press, 2009; Blog Theory,
Cambridge, UK, Polity Press. 2010.
17 Al respecto de la idea y la imagen de las multitudes en la Europa de finales del
siglo XIX y principios del XX, Stefan Jonsson presenta la masa como un efecto de
la representación, más en particular del problema de representar «pasiones sociales
significativas» y la estructuración del campo social por la vía de la distinción entre
representantes y representados. Véase su obra Jonsson, Stefan, Crowds and
Democracy: The Idea and lmage of the Masses from Revo/ution to Fascism, Nueva York,
Columbia University Press, 2013, pág. 26.
26 [ Multitudes y partido
inteligentes» y a la «sabiduría de las multitudes». 18 Este vuelco
en las descripciones se apropia de la multitud y la utiliza en
apoyo del capitalismo, al despojar a la multitud de su potencial
político radical.
Escritores de temas empresariales como James Surowiec-
ki, por ejemplo, hablan de la multitud en términos de inteligencia
colectiva. 19 El interés primordial de Surowiecki se centra en cómo
aprovechar esta inteligencia, que él trata como información com-
pilada de fuentes diversas e independientes. Lo que afirma es
que una multitud de personas movidas por un interés propio que
estén trabajando en un mismo problema de forma separada y
.descentralizada conducirá a la mejor solución. La clave está en la
diversidad cognitiva, que es necesaria para evitar la imitación y
el pensamiento de grupo (necesaria, en otras palabras, para blo-
quear la vinculación afectiva que pueda crear un ente colectivo
provisional). Las multitudes prototípicas de Surowiecki son las
corporaciones, los mercados y las agencias de inteligencia. Sus
conocimientos dependen de mecanismos como los precios y de
sistemas capaces de «generar muchos perdedores y a continua-
ción reconocerlos como tales y borrarlos del mapa». 2º Lo cierto
es que las multitudes de Surowiecki no son tanto multitudes
como conjuntos de datos. Puede tratar a la multitud como sabia
porque, condensándola, la ha convertido en información, la ha
repartido en mentes individuales y reagregado en condiciones
que utilizan a los muchos para beneficiar a unos pocos. Según
admite Surowiecki, la agregación es la paradójica compañera de
cama de la descentralización.
Eugene W. Holland recluta las afirmaciones de Surowiec-
ki en relación con la sabiduría de las multitudes en su batalla
por concebir un comunismo de libre mercado. 21 Holland preten-
de mostrar la plausibilidad de la organización social horizontal
construida de abajo arriba, descentralizada y autoorganizada.
Holland argumenta que tanto el jazz como el fútbol, internet y
los mercados demuestran cómo los miembros de un grupo se
18 Rheingold, Howard, Smart Mobs, Nueva York, Basic Books, 2002 [edición en castellano:
Multitudes inteligentes, Barcelona, Gedisa, 2004].
19 Surowiecki, James, The Wisdom ofCrowds, Nueva York, Doubleday, 2004 [edición en
castellano: Cien mejor que uno, Barcelona, Tendencias, 2005].
20 Surowiecki, op. cit., pág. 20.
21 Holland, Eugene W, Nomad Citizenship, Minneapolis, MN, University of Minnesota Press, 2011.
Jodi Dean 1 27
adaptan los unos a los otros en ausencia de una coordinación de
arriba abajo. Pero estos ejemplos muestran sus límites si inten-
tamos utilizarlos como modelos sociales. Al interpretar música
o jugar un partido, los músicos y los jugadores de fútbol saben
y aceptan que están implicados en un esfuerzo común. 22 Una
interpretación musical y un partido de fútbol restringen necesa-
riamente quién y cuánta gente puede intervenir. El jazz y el fútbol
no son escalables. Además, lo que es más fundamental, Holland
hace caso omiso de la inevitable generación de desigualdad en
Internet y en los mercados. Preocupado por evitar cualquier cosa
que huela a poder estatal, desdeña la extrema división entre el
uno y los muchos, que surge de forma inmanente. La autoorga-
nización en redes complejas no garantiza la horizontalidad. Es
más: genera jerarquía.
La exposición más clara del papel constitutivo de la
desigualdad en las redes complejas se debe a Albert-László Ba-
rabási.23 Las redes complejas son redes caracterizadas por la
libertad de elección, el crecimiento y el apego preferencial. Los
mercados libres e Internet son excelentes ejemplos. Las redes
complejas poseen una estructura específica, una «distribución
de ley potencial» de los elementos de la red. Generalmente, el
nodo o elemento más popular de la red suele tener el doble de
enlaces que el segundo más popular, que tiene más que el ter-
cero más popular, y así sucesivamente, de manera que hay muy
poca diferencia dentro de la multitud de los que están abajo del
todo, pero enormes diferencias entre los que están arriba y los
de abajo. Esta es la estructura que da lugar a las películas taqui-
lleras, las novelas best-seller y los nodos gigantes de Internet. Los
medios de comunicación populares presentan esta idea como la
«regla del 80/20», la regla económica de «el ganador se lo lleva
todo» o «el ganador se lleva la mayor parte», y la «larga cola». 24
28 J Multitudes y partido
En estos ejemplos, el «uno» que ocupa el primer lu-
gar emerge generando un campo común. Este común puede
producirse de diferentes modos: por los comentarios a un post
(piénsese en Reddit y la forma en que los lectores empujan con
sus votos hacia arriba o hacia abajo los posts; los ejemplos de
Holland son Slashdot y KuroShin), en artículos de la web (pién-
sese en los blogs de Huffington Post u otros sitios web que ofrecen
un montón de contenidos sensacionalistas o clickbaits), en 1\1\Ti-
tter (a través de los hashtags) y por medio de competiciones
(piénsese en los concursos para elegir la mejor app turística de la
ciudad), por mencionar unos pocos ejemplos. El concurso genera
un campo común que producirá un ganador. Cuanto mayor es la
participación -mayor el campo-, mayor resulta ser la desigual-
dad; es decir, mayor es la diferencia entre el uno y los muchos. La
expansión del campo produce el uno.
Holland, como tantos defensores de la autoorganización,
hace caso omiso de la estructura que es producto de la libre elec-
ción, del crecimiento y del apego preferencial. Recurriendo a la
Wikipedia para ilustrar este punto, Holland hace hincapié en la
igualdad de los «wikipedianos». 25 Sin embargo, Clay Shirky apun-
ta que «la espontánea división del trabajo que dirige la Wikipedia
no sería posible si existiera la preocupación por reducir la des-
igualdad. Al contrario: la mayoría de los grandes experimentos
sociales son motores para sacar provecho a la desigualdad, en
vez de limitarla». 26 La llamada «sabiduría de las multitudes» no
genera un orden libre y equitativo espontáneamente. Y, contra
lo sostenido por Holland, los experimentos de autoorganización
descentralizada realizados en red no apuntan en dirección a un
cambio social desjerarquizado, sino más bien hacia una crecien-
te agudización de la diferenciación entre los pocos y los muchos.
La comunicación en red no elimina la jerarquía sino que la atrin-
chera, utilizando nuestras propias elecciones contra nosotros.
Aunque pudiera parecer muy lejana a la brutal turba
del siglo XIX, la multitud sabia del siglo XXI se le parece en un
aspecto crucial: las dos intentan impedir que la multitud intro-
duzca una brecha a través de la cual pueda aparecer el pueblo.
Las representaciones decimonónicas de multitudes primitivas
25 Holland, op. cit., pág. 88.
26 Shirky, Clay, Here Comes Everybody, Nueva York, Penguin, 2008, pág. 125.
Jodi Dean 1 29
y atávicas naturalizan su desprecio y represión. El orden social
y el gobierno por parte de la turba son antitéticos. El lugar de
estos pueblos no está en la política. Ellos no son el pueblo con una
reivindicación propia de justicia. Evocaciones de la sabiduría de
las multitudes como las de Surowiecki y Holland, hechas en el
siglo XXI, borran igualmente la brecha de la multitud, esta vez
absorbiéndola en idealizados procesos de mercado que se pro-
ducen en red. Las multitudes militantes, disruptivas y políticas
se convierten en una multiplicidad de unidades autoorganizadas
cuyos intereses propios convergen naturalmente. Las formas de
tratar a la multitud como turba, en el siglo XIX, reconocen el an-
tagonismo, pero se esfuerzan por impedir que quede vinculada
al pueblo. Las versiones de las multitudes inteligentes del siglo
XXI niegan todo antagonismo, reemplazando el conflicto polí-
tico organizado por interacciones entre individuos y pequeños
grupos. Surowiecki y Holland intentan asegurarse de que esas
interacciones no converjan en entes heterogéneos provisionales,
sino que permanezcan como singularidades diferenciadas. Cada
uno rechaza la imitación, una dinámica básica de la multitud;
Surowiecki, para evitar convulsiones y disturbios; y Holland, para
garantizar la diferencia. Puede que utilicen el término «multi-
tud», pero sus multitudes ni se convierten en entes colectivos
ni fuerzan una brecha. En las complejas redes del capitalismo
comunicativo, la llamada •:csabiduría de las multitudes» no es un
asunto de intrusión de los muchos en política. Se trata de la ge-
neración y circulación de los muchos a fin de dar lugar al uno.
Jodi Dean 1 31
de una «Revolución de Twitter» y una «Revolución de Facebook»
es abordar la posibilidad de que enviar y compartir muchos posts
pueda suponer tomar los medios de comunicación.
Los comentaristas mainstream que se han ocupado de la
última década de protestas han tenido, pues, razón, al vincular-
las con las ubicuas redes de comunicación. Pero se equivocan
cuando dan a entender que las protestas están teniendo lugar
porque la gente puede coordinarse fácilmente mediante las redes
sociales y que son fundamentalmente luchas por la democracia,
o que constituyen indicadores de un empuje por la libertad por
parte de los individuos en red. 29 Las multitudes y los disturbios
de la pasada década -en particular, los relacionados con el movi-
miento Occupy, las protestas estudiantiles chilenas, las protestas
por la deuda producidas en Montreal, las protestas por el trans-
porte en Brasil y las protestas por la FIFA, las protestas europeas
antiausteridad, así como las múltiples huelgas continuas o in-
termitentes de profesores, funcionarios y personal médico por
todo el mundo- son protestas por parte de quienes pertenecen a
la clase de los proletarizados bajo el capitalismo comunicativo.
Estas no son luchas de la multitud, luchas por la democracia o
luchas específicas de contextos locales. Ni son, tampoco, mera-
mente las luchas defensivas de una clase media enfrentada a
recortes en los servicios sociales, congelaciones saJariales, des-
empleo, ejecuciones hipotecarias y endeudamiento. Se trata de
frentes en la lucha de clases del capitalismo comunicativo global,
revueltas de aquellos cuyas actividades comunicativas generan
un valor que les es expropiado. 3º
Como apunta Jaron Lanier, «hemos decidido no remune-
rar a la mayoría de la gente por desempeñar los nuevos roles
que resultan valiosos en relación con las últimas tecnologías».
La gente corriente «comparte», mientras que las presencias en
red de la élite generan fortunas sin precedente. 31 Este es el ver-
dadero rostro de los trabajadores del conocimiento, es decir, de
32 1 Multitudes y partido
la gente proletarizada que produce la información, los servicios,
las relaciones y las redes que se sitúan en el núcleo del capitalis-
mo comunicativo (aquello a lo que otros se refieren a veces con
las denominaciones «economía del conocimiento» o «sociedad
de la información»). Ellos hacen más y obtienen menos, acre-
centando la desigualdad con cada contribución comunicativa
y su rastro. Un informe de 2014 del Foro Económico Mundial lo
expresaba crudamente: «cuanto mayor sea el rol que los datos
desempeñen en la economía global, menos valdrán la mayoría
de individuos». 32
Enda Brophy y Greig de Peuter demuestran por qué no de-
beríamos tratar por separado la mano de obra remunerada, la
precaria y la no remunerada bajo el capitalismo comunicativo:
todas estas formas de trabajo constituyen un «circuito de explo-
tación».33 Brophy y de Peuter echan mano del smartphone para
explicar este circuito de mano de obra, haciéndola comprensible
en términos de trabajo común para un cibertariado. El «circuito
de explotación» en torno al smartphone vincula la extracción, el
ensamblaje y el diseño al trabajo móvil, al trabajo de apoyo y a
los desechos electrónicos. Podemos completar las ideas sobre el
trabajo móvil y el de apoyo añadiendo la provisión y utilización
de contenido, los datos y metadatos proporcionados a los flujos
de comunicación y seguidamente almacenados, procesados, su-
bastados y vendidos. El concepto «circuitos de explotación» nos
permite reconocer las redes de comunicación como redes de ex-
plotación que vinculan el trabajo comunicativo de todo el campo
social. Bajo el capitalismo comunicativo, la mayoría de nosotros
no podemos evitar estar produciendo para el capitalismo. Nues-
tras actividades comunicativas se insertan en circuitos como
materia prima para la acumulación del capital.
Los datos demográficos respaldan mi afirmación de que
las revueltas de la pasada década son la lucha de clases de quie-
nes han sido proletarizados bajo el capitalismo comunicativo.
Analizando Occupy Wall Street, Ruth Milkman, Stephanie Luce, y
32 Haynes, Peter; Nguyen, M-H. Carolyn, «Rebalancing Socio-Economic Asymmetry in
a Data-Driven Economy", The Global lnformation Technology Report 2014, Geneva,
Switzerland, World Economic Forum, 2014, pág. 70 (weforum.org).
33 Brophy, Enda; De Peuter, Grieg, "Labors of Mobility: Communicative Capitalism and
the Smartphone Cybertariat", en Herman, Andrew; Hadlaw, Jan Hadlaw; Swiss, Thom
(eds.), Theories ofthe Mobile Internet, Nueva York, Routledge, 2015.
Jodi Dean 1 33
Penny Lewis constatan que, entre los activistas y simpatizantes
de OWS, los jóvenes con mayor nivel de estudios se encontra-
ban sobrerrepresentados, y que muchos estaban subempleados,
endeudados o habían perdido su trabajo recientemente. 34 Un
informe basado en datos recogidos por las fuerzas turcas de se-
guridad muestra que más de la mitad de los concentrados en
las protestas del parque Gezi estaban en la universidad o eran
titulados universitarios, a pesar de que sus ingresos se hallaban
en la mitad económica inferior. 35 Andre Singer, fijándose en las
masivas protestas de Brasil de junio de 2013, recalca igualmente
el predominio de los adultos jóvenes, con alto nivel de estudios y
desempleados o subempleados. 36 Más en concreto, Singer señala
que, en las protestas de las ocho capitales de Estado, el 43 por
ciento de quienes protestaban tenían títulos universitarios. En
las protestas de Sao Paulo, casi el 80 por ciento contaba con
título universitario. Estos niveles de estudios podrían sugerir
una revuelta de la clase media. Pero los datos relativos a los
ingresos y a la ocupación apuntan en dirección a las clases baja
y media-baja, la mitad inferior de la sociedad, en la que es más
probable que la gente trabaje de dependiente/a, de conductor/a,
camarero/a, de recepcionista y de profesor/a de escuela primaria
que de técnico/a o administrador/a. Para explicar la disparidad
entre unos estudios altos y unos ingresos bajos, Singer postula
un nuevo proletariado o precariado que se echa a las calles,
explotados trabajadores de servicios y del conocimiento del
capitalismo comunicativo.
Observada en líneas generales, la demografía de las re-
cientes protestas apunta a una intensa participación de los
jóvenes con buen nivel de estudios que están desempleados o
subempleados. Debido al difícil mercado de trabajo del capita-
lismo comunicativo, se topan con un retorno decreciente de su
inversión en educación. En 2014, más del 80 por ciento de los
34 Milkman, Ruth; Luce, Stephanie; Lewis, Penny, Changing the Subject: A Bottom-Up
Account of Occupy Wa/I Street in New York City, City University of l~ew York: The Murphy
lnstitute, 2013, pág. 4 (sps.cuny.edu)
35 «78 perceni of Gezi Park protest detainees were Alevis: Reporl», Hurriyet Daily News,
25 de noviembre de 2013.
36 Singer, Andre, «Rebellion in Brazil·» New Left Review 85, enero-lebrero de 2014 [versión
en castellano: New Left Review 85, marzo-abril de 2014, disponible online: http://
newleftreview. es/mtic le/ down load_pdf?lang uage=es&id =3051 ] .
34 J Multitudes y partido
trabajadores con bajo nivel salarial de Estados Unidos tenían al
menos. bachillerato, casi un 11 por ciento tenía una licenciatu-
ra.37 A medida que más y más personas van a parar a trabajos
para los que están sobrecualificadas, ocurre que acaban sacando
por completo del mercado laboral a quienes no tienen estudios
universitarios, contribuyendo así indirectamente al desempleo
de larga duración. 38 Hay que hacer notar a este respecto que en
2013 las ocupaciones en las que estaban empleadas el mayor
número de personas en EEUU pertenecían todas al sector servi-
cios: dependientes/as, cajeros/as, trabajadores/as de hostelería,
empleados/as de oficina, enfermería y atención al cliente. 39 Los
ingresos anuales de tres de las cuatro principales ocupaciones de
EEUU (según porcentaje mano de obra) -dependientes/as, cajeros/
as y trabajadores/as de hostelería- se encuentran por debajo de
la línea de la pobreza. 40
Paralelamente a los movimientos a gran escala como Oc-
cupy en 2011, el movimiento de las plazas en España y Grecia y la
Primavera Árabe, así como las protestas de 2013 en Turquía y Bra-
sil, ha habido una gran variedad de huelgas y acciones llevadas a
cabo por otros que podríamos concebir como trabajadores comu-
nicativos proletarizados. En EEUU, sobresalen las protestas de los
funcionarios de Wisconsin en 2011 y la huelga de los profesores
de Chicago de 2012. Globalmente, las huelgas son prácticamen-
te innumerables. Tomemos en consideración un mes solamente:
marzo de 2014. 41 Ese mes hubo huelgas de trabajadores del sec-
tor público y de los aeropuertos en Alemania, limpiadores de la
Universidad de Londres, funcionarios, profesores, médicos y far-
macéuticos en Grecia, profesores y personal de apoyo educativo
en el Oeste de Australia, y de personal no docente y trabajadores
de correos en India; hubo una huelga en telecomunicaciones en
Ghana y una sentada en un aeropuerto de Sudán en protesta por
37 Bucknor, Cherrie, «Low-wage Workern: Still Older, Smarter, and Underpaid» Center for
Economic and Policy Research issue brief, mayo de 2015 (cepr.net).
38 Weissmann, Jordan, «53% of Recent College Grads are Jobless or Unemployed-
How?", The Atlantic,23 de abril de 2013; Peralta, Katherine, «College Grads Taking
Low-Wage Jobs Displace Less Educated", Bloomberg Business, 12 de marzo de 2014.
39 «Üccupational Employment and Wages-May 2014,» Bureau of Labor Statistics, US
Department of Labor, 25 de marzo de 2015 (bls.gov).
40 Plumer, Brad, «How the recession turned middle-class jobs into low-wage jobs",
Washington Post, 28 de febrero de 2013.
41 La página de Internet The World Social Website proporciona una amplia cobertura de
los conflictos obreros en el mundo (wsws.org).
Jodi Dean 1 35
la externalización de puestos de trabajo del personal de segu-
ridad; siete mil médicos hicieron huelga en Corea del Sur para
oponerse a los planes para introducir la telemedicina y sucursa-
les hospitalarias con ánimo de lucro. Y esto no es más que una
lista parcial correspondiente al mes de marzo. Aun así, es algo
que apunta a las luchas activas, puestas en marcha pero todavía
inconexas, que se estaban desarrollando en los centros de traba-
jo de los trabajadores de la comunicación.
Dados los cambios en los centros de trabajo, asociados a
una creciente utilización de la tecnología, a la flexibilización y
a la precarización, y vinculados al declive de los sindicatos, no
deberíamos esperar que en el capitalismo comunicativo la lucha
de clases se manifestara primordialmente en forma de luchas
en el centro de trabajo. La producción comunicativa tiene lugar
por todo el campo social. Así pues, que una lucha no adopte la
forma de una clásica lucha en el centro de trabajo no significa
que no sea lucha de clases. Hace falta que las protestas de los
estudiantes, las de la deuda, las de la vivienda y las de la edu-
cación se conciban en términos de política de clase de quienes
se enfrentan a la proletarización, y no como cuestiones políticas
separadas y sectoriales. Por otro lado, el hecho de que una ca-
racterística organizativa fundamental de las recientes protestas
haya sido la asamblea general o masiva, a menudo en parques
o plazas públicas, tampoco debería desviarnos de la lucha de
clases. Curiosamente, este es uno de los aspectos interesantes
del énfasis mainstream en el hecho de que los de Occupy estaban
siempre pegados al teléfono, subiendo vídeos, tuiteando y todo
eso: para algunos trabajadores eventuales y móviles, el parque
es un centro de trabajo. Los teléfonos son medios de producción.
Cuando se manifiestan en Occupy, los activistas de la comuni-
cación utilizan estos medios de producción de acuerdo a sus
deseos, y no a los del capital (aunque el capital pueda aun así
expropiar su contenido y metadatos).
Así pues, ¿qué es lo que deberíamos esperar? Los cambios
habidos en la comunicación y en la subjetividad bajo el capita-
lismo comunicativo, por no hacer mención de los treinta años
de resurgimiento del poder capitalista de clase, apuntan a los
36 1 Multitudes y partido
auténticos desafíos que tiene organizarse políticamente.42 Tal
y como exploro con más detenimiento en el capítulo primero,
el excesivo apego por la individualidad singular, por la cual la
gente intenta construir una «marca personal» que le ayude a
«destacar de la multitud», entorpece la solidaridad. Deberíamos
sospechar de aquellos que consideran amenazada su singulari-
dad. Del mismo modo, debido a la inestabilidad del significado
en el capitalismo comunicativo -lo que Slavoj Zizek denomina
«declive de la eficiencia simbólica»-, es menos probable que los
movimientos contemporáneos se apoyen en significantes va-
cíos como «libertad» y «justicia». Deberíamos por ello esperar
que se recurra más a imágenes, tácticas y nombres comunes -de
mayor alcance cuanto más genéricos: paraguas, tienda de cam-
paña, máscara, Occupy, hashtag. 43 La micropolítica, las políticas
identitarias, el anarquismo, las manifestaciones excepcionales, el
clicktivismo y los acontecimientos irónicos parecen más potentes
(son mucho más fáciles, desde luego) que el trabajo sostenido
de construir partido, porque lo que hacen es afirmar la ideología
dominante de la singularidad, la novedad y el ahora. Al mismo
tiempo, deberíamos esperar que el énfasis sobre la desigualdad
crezca, a medida que la gente protesta y reacciona contra el en-
deudamiento generalizado, la inseguridad y la desposesión. Y
deberíamos esperar el crecimiento de nuevas formas de unión
conforme las personas anteriormente aisladas experimenten de
primera mano la sensación de invencibilidad que acompaña al
poder colectivo.
Leyendo las protestas y revueltas de la última década
como lucha de clases de la gente proletarizada bajo el capita-
lismo comunicativo, podemos dar cuenta de la ubicuidad de los
media personalizados, de la demografía de la gente que protesta,
de la posición económica de los que protestan, y de la ambi-
güedad política de las protestas. Los nuevos proletarios tienen
a menudo un fuerte sesgo libertario. Puede que se presenten a
sí mismos como postpolíticos, incluso antipolíticos (como, por
ejemplo, en el 15M español). Sus identidades son tan fluidas que
pueden ser canalizados en diferentes direcciones que ellos al
42 Para una discusión en detalle de estos cambios, véase Blog Theory.
43 Debo esta mirada a las conversaciones con el colectivo artístico y activista de Brooklyn
Non An Alternative.
Jodi Dean 1 37
mismo tiempo siembre desbordan. Tienen grandes dificultades
para unirse como clase, incluso a pesar de que sus acciones son
las expresiones de una clase.
Una característica clave de las recientes protestas ha sido
que se producen en la calle. A diferencia de los disturbios del
siglo XIX y de principios del siglo XX, que podían tener lugar por-
que las personas ya interactuaban unas con otras en espacios
urbanos concentrados, ahora se requiere un esfuerzo extra por
superar el aislamiento, marcharse de casa o del trabajo, quedarse
fuera y confluir con multitudes de extraños. La gente tiene que
reunirse ex profeso en entornos no determinados por el capital y
el Estado. No es algo que ocurra sin más. La sorpresa de su colec-
tividad se enfrenta contra las expectativas de consumo inconexo
y el embobamiento ante la pantalla, como formas tan impor-
tantes de la socialización de principios del siglo XXI. Elflashmob
ha sido una de las formas con las que se ha experimentado y
obtenido este efecto sorpresa (aunque ya ha sido aprovechada
rápidamente en las campañas de guerrilla de la comunicación).
La ocupación de espacios públicos ha sido todavía más efectiva,
particularmente al moverse del interior al exterior, posibilitando
que la multitud ocupante amplificase su efecto por medio de la
visibilidad, del ruido, del crecimiento y de la inte~acción con su
entorno. Sin embargo, como tácticas aisladas, estas formas han
alcanzado su límite. El desafío consiste en transformar las accio-
nes políticas en poder político.
Nosotros, el Partido
A finales del siglo XIX y durante la mayor parte del XX,
los partidos que organizaban a la clase trabajadora mantuvieron
la promesa de consolidar el poder de las masas, bien fuera para
su autoafirmación radical como para su subordinación y control.
Para las décadas de 1970y1980, sin embargo, amplios sectores de
la Izquierda se habían convencido de que la forma-partido ya no
era adecuada para las aspiraciones de izquierda. Esta convicción
brotaba de múltiples fuentes: el estancamiento y autoritarismo
del partido-Estado de lo que era el Este; la complicidad y trai-
ciones de los partidos comunistas y socialistas en lo que era el
Oeste; el fracaso del análisis de clase para abordar e incluir las
38 1Multitudes y partido
políticas de identidad, particularmente en relación con el sexo
y la raza, por no mencionar más que unos pocos. La pérdida de
confianza en el partido como forma para las políticas de izquier-
da vino acompañada de los ataques a los sindicatos por parte del
capital organizado, perpetrados violenta y directamente a través
del poder y de las leyes del Estado, así como de la deslocalización
de fábricas por parte de las corporaciones y de los cambios en
la composición técnica del trabajo. La incapacidad política de
los partidos socialistas y comunistas ante este embate -una in-
capacidad que en contextos angloeuropeos se manifestó como
adaptación a los supuestos individualistas, consumistas y de
mercado de la renaciente clase capitalista y como fracaso en la
defensa de los logros políticos de la clase trabajadora- pareció el
clavo final en el ataúd de las políticas de clase y de partido que
habían definido el siglo. En los términos que llegaron a definir los
debates teóricos de la época, no había nada de «esencial» en los
conceptos de clase, identidad de clase, política de clase o lucha
de clases. 44 Y, sin política de clase, no había necesidad de ningún
partido de clase, es decir, un partido que se fije como objetivo la
abolición de las condiciones de explotación capitalista que dan
lugar a la creación de las clases. En lugar de ello, la política de iz-
quierdas comprendería un conjunto, en permanente expansión,
de temas e identidades; la problematización y pluralización de
ideas y prácticas sedimentadas a través del terreno de lo social,
de lo cultural y, cada vez más, de lo personal.
Todo ello se desenvolvería con el telón de fondo de un
capitalismo para el que no habría alternativa. O mejor dicho:
cualquier alternativa (para aquellos que todavía estuvieran inte-
resados en poner fin a la explotación capitalista, ya que muchos
demócratas radicales actuaban como si su objetivo fuese sim-
plemente un capitalismo de rostro humano) emergería no como
resultado de la lucha organizada o de la estrategia de la izquier-
da, sino de forma inmanente, orgánica, como efecto directo del
propio desarrollo del capitalismo, un espontaneísmo remodelado
ahora como autonomía.
Imperio, de Michael Hardt y Antonio Negri, capturó la at-
mósfera política de la izquierda dispersa de finales del siglo.
44 Véase Wood, Ellen Meiksins, The Retreat lrom Class, Londres, Verso, 1999.
Jodí Dean 1 39
Hardt y Negri ofrecieron un panorama de innumerables luchas
locales por todo el mundo, cada una golpeando el corazón del
Imperio. 45 Aunque esas luchas fuesen incomunicables, que sus
gritos, su rabia, sus objetivos y sus exigencias estuvieran confi-
nadas al marco en el que se planteaban, Imperio nos decía que
esto era una ventaja. Las luchas se desenvuelven libremen-
te cada una por su lado, sin ser entorpecidas por la disciplina
y los constreñimientos de organizaciones más amplias. Las lu-
chas autónomas no refuerzan las estructuras estatales, sino que
fomentan la creatividad generativa de múltiples modos de trans-
formación, liberando el poder constituyente de la multitud del
dominio parasitario del Imperio. La clave del atractivo del con-
cepto «multitud» era, pues, que presentaba su debilidad como
fortaleza. La ausencia de un lenguaje común -por no hablar de
«programa»- no se presentaba como un indicador de la incapaci-
dad real de la izquierda para cohesionarse en torno a una política
clara y presentar una oposición viable a las fuerzas capitalistas y
de derechas. En vez de ello, supuso una liberación de los constre-
ñimientos del dogma marxista, una apertura para los procesos
de politización por todo el campo social.
Hardt y Negri convirtieron la derrota de la izquierda en una
oportunidad para volver a imaginar la política comunista. Hay
que llevar más allá este proceso. Podemos hacerlb subrayando
el papel de la división, el antagonismo y la organización polí-
tica. Casi cuarenta años después del hundimiento de la Unión
Soviética, la amplia variedad de identidades y temas politizados
posibilita un comunismo que, más que nunca, puede ponerse a
favor del bando de los oprimidos, de hecho, puede convertir las
múltiples luchas de los oprimidos en un bando. Es imperativo
que la multiplicidad no sustituya a la clase, sino que sea enten-
dida como una característica de clase. Permítaseme explicarme.
La visión de una multitud de luchas incomunicables teo-
rizada por Hardt y Negri y sostenida en llamamientos por la
democracia sustituye el antagonismo de la lucha de clases por la
pluralización, la creatividad y la transformación, allanando así,
e inmediatizando, el terreno de la lucha. Esta representación de
cada lucha como equivalente hace que se esfumen las diferencias
45 Hardt, Michael; Negri, Antonio, Empíre, Cambridge, MA, Harvard University Press, 2000
[edición en castellano: Imperio, Barcelona, Paidos, 2005].
40 j Multitudes y partido
en cuanto a recursos, historias y oportunidades, borrando el
desarrollo desigual del desarrollo del capitalismo. Oscurece la
dimensión del tiempo, como si las luchas ocurriesen en ráfagas
discretas, en vez de ir formándose, desenvolviéndose, avanzando
y retirándose. Y se desentiende de las tensiones existentes en el
seno de cada lucha, como si las historias de opresión no dejasen
su impronta en quienes se organizan para desmantelar los dis-
positivos de poder que les siguen. En efecto, el objetivo pasa a
ser, como en el propio capitalismo comunicativo, la producción
de los muchos, la multitud de singularidades. El efecto político
es que no se consigue construir una fuerza política concentra-
da que posea la capacidad sostenida de confrontar y sustituir el
modo de producción capitalista. En su lugar, se dan pequeñas ba-·
tallas, políticas alternativas e intervenciones culturales, victorias
que pueden ser absorbidas y derrotas que pueden ser olvidadas
(cuando no resultan fetichizadas como un ejemplo más de un
inevitable fracaso de la izquierda). En la medida en que la plurali-
zación -y los movimientos de fragmentación e individuación que
la acompañan- sea una prioridad política de la izquierda, la po-
lítica deviene en algo apasionadamente adosado a los pequeños
y débiles. Lo cual hace que tengamos una imagen de la izquierda
como un largo sinfín de microiniciativas.
El nuevo ciclo de luchas ha demostrado la fortaleza polí-
tica de la colectividad. Los nombres, las tácticas y las imágenes
comunes están juntando los fragmentos, haciéndolos legibles
como los numerosos frentes de una única lucha contra el ca-
pitalismo. Allí donde la proliferación de asuntos e identidades
nos dispersa y debilita -propiciando el sarcasmo que glorifica su
crítica incluso cuando socava la solidaridad-, los acontecimien-
tos multitudinarios de la última década están forzando un nuevo
sentido del poder colectivo. Han hecho que las expectativas de
multiplicidad den paso a experiencias de colectividad. La cues-
tión que se plantea a resultas de estas experiencias es la de cómo
podrían perdurar y extenderse, de qué manera la momentánea
descarga igualitaria que las multitudes desencadenan, podría
transformarse en la base de un nuevo proceso de composición
política.
El partido se insinúa como una forma de asociación apro-
piada para un proceso de esas características. Ofrece una forma
Jodi Deanl 41
política que engloba múltiples niveles y ámbitos. Típicamen-
te, los partidos abarcan los niveles local, regional, nacional y, a
veces, internacional. En lugar de estar enfrascado en lo local o
confinado a las abstracciones de lo global, el partido es una for-
ma organizativa operativa a diferentes escalas; es más, su éxito
--electoral o de otro tipo- depende de esa capacidad. Además, los
partidos son portadores de los conocimientos que acompañan
a la experiencia política. Ya se trate de conocimientos de ámbi-
to local -historias de relaciones, de prácticas, de quién conoce a
quién, quién sabe qué, dónde y cómo- o de un ámbito más amplio
-conocimientos sobre la extracción de recursos y la estructura de
la industria, sobre guerras civiles en lugares remotos, sobre his-
torias raciales, sobre los desafíos de la reproducción social, sobre
programación, sobre diseño y construcción de bases de datos-,
los partidos reconocen que la amplitud y la profundidad del co-
nocimiento es algo importante para la lucha y el control político.
El partido proporciona un cuerpo para un conocimiento que ex-
cede lo que cualquier persona puede saber a título individual, y
de este modo toma posición con respecto a ese conocimiento.
Sitúa los temas en una plataforma, de tal manera que la lucha se
realiza de acuerdo a una visión amplia, desapegada de las prefe-
rencias contradictorias e individuales. Lo que a veces se tacha de
burocracia de partido debe ser revalorizado como una capacidad
institucional necesaria para la lucha política y el control sobre un
terreno complejo y rugoso.
El éxito electoral de Syriza, la coalición de la izquierda ra-
dical en Grecia, señala la nueva relevancia de la forma-partido.
El legado griego de una intensa política de partidos constituye
un rasgo único de su cultura política. Sin embargo, las victorias
iniciales de Syriza brotaron, en parte, de innovaciones a la hora
de organizar un partido comunista: el compromiso con los mo-
vimientos sociales, el respeto por la autonomía de los diferentes
movimientos, el apoyo a las redes locales de solidaridad, y vol-
carse en las instituciones lo suficiente para «parecer capaz de
transformar el equilibrio de fuerzas en el nivel de la vida política
nacional». 46 En el caso de algunas izquierdas, sobre todo en EEUU
y en el Reino Unido, este último rasgo es el que ha brillado por su
46 Budgen, Sebastian: Kouvelakis, Siathis, «Greece: Phase One'" Jacobin, 22 de enero
de 2015.
42 1 Multitudes y partido
ausencia. De ahí que nuestras acciones no consigan tomar im-
pulso. Sí que se forman multitudes, pero no perduran. En cambio,
los logros iniciales de Syriza demostraron la existencia de una
relación dinámica entre multitud y partido: la multitud, que em-
puja al partido a superar las expectativas, y el partido, que recoge
de las prisas de la multitud la valentía de la gente.
Otros tres aspectos de la apertura política de Syriza con-
tribuyen a repensar el partido hoy. El primero se refiere a los
límites de una victoria política confinada al nivel del Estado-na-
ción. Las instituciones no solo de Europa, sino las de las finanzas
y la gobernanza globales, restringen el margen de maniobra de
los gobiernos nacionales. Ello plantea retos a la izquierda en la
esfera internacional y sugiere, como mínimo, la necesidad de
unas alianzas de izquierda fuertes y de unas estrategias insti-
tucionales coordinadas. Desde una perspectiva más ambiciosa,
nos dirige hacia el partido en cuanto infraestructura para dichas
alianzas y estrategias. El segundo aspecto implica la derrota.
Ningún partido va a serlo todo para todos. Del mismo modo que,
internamente, los individuos están divididos y son contradic-
torios, debatiéndose entre deseos conscientes e inconscientes,
también un partido es -como cualquier institución- un cuerpo
que no es idéntico a sí mismo. Las formas políticas no son pu-
ras. Esperar la perfección es desplazar la política a un ámbito
imaginario resguardado frente a las diferencias y a la desilusión.
A pesar de la incapacidad de Syriza para cumplir sus promesas
(o, dicho con más dureza, a pesar de su traición a los seguido-
res mismos que se movilizaron por y en su nombre), lo cierto
es que, aun así, desplazó el terreno de lo posible. Gracias a Syri-
za, la izquierda europea, británica y norteamericana tienen una
percepción de la posibilidad política de la que anteriormente
carecían. El sentido común se ha desplazado, como queda claro
con el ascenso político de Jeremy Corbyn en el Reino Unido y de
Bernie Sanders en EEUU. El tercer aspecto de la apertura política
de Syriza que resulta instructivo para la izquierda tiene que ver
con la voluntad política. Kouvelakis escribe: «Las experiencias de
Podemos en España y de Syriza en Grecia nos enseñan que, si la
izquierda radical presenta propuestas adecuadas, puede llegar
a un entendimiento con estos movimientos y proporcionar un
'resumen' político creíble de sus exigencias». La elaboración de
Jodí Dean 1 43
«propuestas adecuadas» depende de la voluntad política, una iz-
quierda capaz de dejar a un lado sus diferencias, organizarse y
pensar de forma estratégica en la conquista del poder político.
El problema que se plantea actualmente tiene que ver menos
con los pormenores de la organización del partido (requisitos de
afiliación, centralización versus estructura en red, mecanismos
para un liderazgo sujeto a la rendición de cuentas) que con la
voluntad política solidaria. ¿Tienen capacidad de juntarse el
abanico de organizaciones de la izquierda para lograr un avance
político real?
El supuesto de Multitudes y Partido es que no tenemos otra
elección que responder que sí. Para ayudarnos a obtener este «SÍ»,
para hacer que un partido de comunistas nos parezca seductor de
nuevo a la mayoría, hago un planteamiento del partido inspirado
en la multitud. Fiel a la ruptura igualitaria del acontecimiento de
la multitud, el partido comunista mantiene abierta la brecha por
la que el pueblo aparece como el sujeto político. Aquellos lecto-
res anclados en una visión clásica del socialismo revolucionario
puede que se echen atrás ante lo que a primera vista parece un
abandono de los términos marxistas. No deberían. El «pueblo»
cuenta con un rico legado en el marxismo-leninismo-maoísmo:
el «pueblo» es la alianza revolucionaria de los oprimidos (en con-
traste con la versión populista del pueblo como unidad orgánica).
Bajo el capitalismo comunicativo, las multitudes son los muchos
proletarizados, aquellos que ven expropiadas sus habilidades
comunicativas en procesos de acumulación y desposesión que
benefician al capital como clase. Aquellos lectores inspirados por
las teorías democráticas radicales, anarquistas y postmarxistas
podrían echarse atrás ante un retomo al partido. No deberían.
El partido constituye una forma básica de lucha política. Sí nos
hace falta innovación para encontrar una salida del actual im-
passe político, también el partido puede ser un escenario de
experimentación y cambio.
Habitualmente, las discusiones socialistas y comunistas
en tomo al partido giran en tomo a las dicotomías de reforma
o revolución, masa o vanguardia, fábrica o Estado. Dichas dis-
cusiones son demasiado li.mitantes. En ellas falta la dimensión
afectiva del partido, la manera en que la perspectiva del parti-
do opera en diferentes terrenos organizativos. El partido vincula
44 1 Multitudes y partido
procesos inconscientes producidos por todo un campo diferen-
cial para posibilitar una subjetividad política comunista. Para
analizar detalladamente estos procesos como efectos de la pro-
pia colectividad sobre sí misma desentraño la psicodinámica del
partido. Al proporcionar una fuerza y dirección que de otro modo
nos faltarían, el partido genera el optimismo práctico por el que
perduran las luchas.
Muchos rehuyen el partido como forma de decisión, or-
ganización y poder político. Se apoyan en la afirmación de la
autonomía individual, reafirmando la ideología capitalista. Al
descartar la forma-partido, se deshacen de la posibilidad de cons-
truir el poder colectivo. Demuestro cómo el poder que el partido
libera es el poder que ya tenemos para cambiar el mundo.
Jodi Dean 1 45
46 1 Multiludes y partido
NADA PERSONAL
JodiDeanl 47
Este capítulo aborda ese asalto a la colectividad. Observando las
modificaciones de la individualidad forzosa desde la década de
1970 hasta el presente, subrayo las enormes presiones ejercidas
sobre el individuo cuando se convierte en el resto sobrecargado
de las instituciones y solidaridades desmanteladas; en un super-
viviente. Vuelvo a The Culture of Narcissism, de Christopher Lasch,
quien marca los modos en que los procesos capitalistas simul-
táneamente promueven al individuo en cuanto unidad primaria
del capitalismo y desmantelan las instituciones de apoyo soli-
dario de las que dicha unidad depende . Poniendo a sociólogos
posteriores en conversación con Lasch, analizo los límites del
criterio de Lasch. Aunque las descripciones hechas por Lasch de
la cultura de la celebridad, de la competición y del consumismo
todavía encuentran adeptos, actualmente el individualismo no
es tanto un indicio de narcisismo como de psicosis. El capítulo
prosigue examinando un ejemplo de la izquierda de la descarga
de responsabilidad sobre el individuo: el debate sobre los «nuevos
tiempos» en Marxísm Today, que tuvo lugar a finales de la década
de 1980. Con el telón de fondo de la conversación de los sociólo-
gos, el énfasis que en dicho debate se puso en la responsabilidad
e identidad individuales aparece como lo que realmente era:
la fragmentación de una perspectiva colectiva bajo el peso de
un poder capitalista de clase reafirmado. Las últimas secciones
del capítulo dan comienzo a una inversión que se desarrollará
con más detalle en el capítulo segundo. En ellas, se descubre la
posibilidad de lo colectivo cuando se quiebra la frágil forma indi-
viduo. Con la ayuda del indispensable estudio de las multitudes
realizado por Elias Canetti, presento el poder de los muchos y el
alivio que proporciona frente a la insoportable exigencia de indi-
vidualidad. Mi objetivo en este capítulo consiste en documentar
un problema que conecta lo psíquico y lo económico: la incapa-
cidad y las contradicciones de la forma individuo como lugar de
la creatividad, la diferencia, la agencia y la responsabilidad. Junto
con el capítulo segundo, este capítulo se propone desterrar del
pensamiento de la izquierda a un individualismo que provoca un
impasse en las políticas de izquierdas.
Hay dos anuncios publicitarios que ilustran la celebración
de la singularidad personal característica del capitalismo comu-
nicativo. Los dos son de refrescos. Los dos, de forma diferente,
48 1 Multitudes y partido
abordan los límites que condicionan la individualidad misma
que ellos imponen.
El 9 de enero de 2012, Dr Pepper anunció una nueva cam-
paña publicitaria, «Siempre único en su especie» (Always One of
a Kind). El primer anuncio de la campaña muestra cientos de
personas que visten camisetas rojas con letras blancas que con-
fluyen en una multitud que marcha por las calles y atraviesa un
parque. Las camisetas tienen eslóganes como «Soy único en mi
especie», «Soy un puma», «Soy un luchador» y «Soy un pimien-
to»48 (uno de los primeros eslóganes de Dr Pepper). La banda
sonora del anuncio es una versión del hit de 1968 de Sammy
Davis, Jr., I'ue Gotta Be Me 49 Según la nota de prensa que acom-
pañaba al lanzamiento de la campaña, los ataviados con las
camisetas rojas son fans de Dr Pepper «que muestran con orgu-
llo sus propias expresiones originales en camisetas, en las que
describen qué es lo que los hace únicos y diferentes del resto de
la multitud». 5º En las optimistas palabras del director de marke-
ting de la empresa, la campaña «debería servir de catalizador
para expresar originalidad y ser auténticamente tú». Dr Pepper
ofrecía también a los fans la «oportunidad de expresar su origi-
nalidad, encargando para ello su propia camiseta Always One of
a Kind en DrPepper.com».
Dejando a un lado el que los clientes fuesen denomina-
dos «fans», el sector demográfico al que se apunta parece estar
compuesto por aquellas personas que deseen expresar su sin-
gularidad. El anuncio los aclama como individuos, invitándolos
a identificarse con eslóganes e identidades concretas. En el
imaginario comercial de Dr Pepper, salir a las calles no es indig-
nación colectiva; es autoexpresión individual, una oportunidad
de afirmar la individualidad propia y destacar. Las multitudes
son aquello en contraposición a lo cuaUos individuos se definen
a sí mismos. La marca Dr Pepper, en ese imaginario, constituye
una continuación natural de unos impulsos primarios para esta-
blecer identidades singulares; un suplemento útil, vital, para la
crucial tarea de distinguirse a uno mismo de entre los otros.
48 Juego de palabras con el nombre de la empresa, Dr Pepper [N. del T.].
49 Tengo que ser yo [N. del T.].
50 Lanzamiento del producto: «Or Pepper Celebrates lts Legacy Of Originality With
The Launch Of The New 'Always One Of A Kind' Advertising Campaign", news.
drpeppersnapplegroup.com, 9 de enero de 2012.
JodiDeanl 49
La presunción por parte del anuncio de que la gente ne-
cesita apoyo para expresar su originalidad -un catalizador de
autenticidad como el que puede proporcionar una camiseta- le
da un tono irónico. Amplificada por el estilo retro de Sammy Da-
vis, Jr., la ironía de expresar la autenticidad de uno mismo por
medio de un refresco de una marca determinada invita a otro
giro en la identificación: ¿eres como los de esa multitud que
piensan realmente que las camisetas de Dr Pepper hacen de ti un
ser único, o tu capacidad de captar la gracia, de reconocer que la
originalidad forzosamente supera cualquier imagen de marca en
los medios hace que seas diferente, incluso superior, al resto de
la multitud? El hecho de que algunos de los eslóganes sean rea-
propiaciones de etiquetas ofensivas -«puma» y «niño de papá»,
por ejemplo- hace que se abra esta alternativa. Los ataviados con
estas camisetas son únicos en su fuerza, y tienen la suficiente
confianza como para afirmar las etiquetas, para hacerlas suyas.
De ahí surge otra ironía más: su valentía resulta amplificada por
la multitud. La energía del anuncio, la sensación que transmite, no
proviene tanto de lo que está escrito en las camisetas (la mayoría
de las cuales no resultan legibles) como de ese mar de rojo que
arrastra a la gente. La celebración de la diferencia y la creatividad
proviene del entusiasmo de una multitud en la que la gente mar-
cha hombro con hombro, levantando los puños y nutriéndose
de un sentimiento de seguridad que procede de su propia co-
lectividad. Incluso cuando la colectividad como figura sirve para
amplificar la valentía individual, el hecho de, la necesidad de, di-
cha amplificación supera el mensaje individualista al reconocer
el poder de la multitud.
Del mismo modo, la campaña de Coca-Cola «Share a Cake»
(Comparte una Coca-Cola) se centra en el tema de la individuali-
dad, apuntando a un sector demográfico que la empresa presenta
como preocupado por la afirmación de la singularidad personal.
«Para los adolescentes y Millennials, la personalización
no es una moda pasajera; es un modo de vida», explica la nota
e prensa que anuncia la campaña. «Se trata de expresarse uno
mismo, construir su propio relato y estar conectado con los
:amigos». 51 Lanzada en Australia en 2011 y extendida por otros
51 Moye, Jay, ,.summer of Sharing: 'Share a Coke' Campaign Rolls Out in the U.S.»,coca-
colacompany.com, 10 de junio de 2014.
50 1 Multitudes y partido
cincuenta países aproximadamente, la campaña altera la ico-
nografía de Coca-Cola sustituyendo el logo Coke por nombres
propios. Anima a los consumidores jóvenes a encontrar latas y
botellas con sus propios nombres y los de sus amigos, fotogra-
fiarlas y compartirlas online.
En la campaña, los nombres propios ocupan el lugar de
la marca. No se llama a los consumidores a mostrar su indivi-
dualidad vistiéndose con la marca. Es la marca la que acude a
ellos, adoptando sus identidades individuales, dejando que los
individuos se vean en ella a sí mismos. El icono se hace lo su-
ficientemente abstracto como para ser portador de identidades
individuales a la par que las trasciende. El atractivo de la cam-
paña brota no solo del nombre propio, sino del hecho de que el
nombre propio figure en el lugar del nombre conocido y popular.
Que la campaña posea una dimensión en las redes sociales da fe
de la prolongación del lugar de la marca. El icono Coca-Cola sigue
ahí, ahora cabalgando sobre las informaciones individuales de
autoexpresión personal subidas a la red, no como marketing viral
sino más bien como un posicionamiento de producto gratuito en
los momentos íntimos de la vida cotidiana.
Cuando la izquierda se hace eco de las exhortaciones a
la individualidad, cuando hacemos hincapié en las perspec-
tivas de singularidad y en las experiencias de índole personal,
funcionamos como vehículos de la ideología del capitalismo co-
municativo. «Izquierda» pasa a ser tan solo un nombre en una
botella, cuya forma nos viene determinada y que depende de no-
sotros para su circulación. Al hacer de la diferencia individual la
base de nuestra política, se nos escapa la distinción entre capita-
lismo comunicativo y política igualitaria emancipatoria. Todavía
peor: lo que hacemos es fortalecer la ideología que impide di-
ficulta la creación de colectividades políticamente poderosas.
Emplazar a la gente a basar su acción política en las experiencias
personales que diferencian a unos de otros, supone reforzar la
dinámica capitalista de individuación. Ofreciendo la fantasía de
una política hecha a medida, un llamamiento de ese tipo dice:
«mírate a ti mismo/a desde tu posición específica y desde los
intereses concretos que el capitalismo te ha dado, y haz lo que
quieras». Obrando así, rechaza la colectividad de la que depende
la política de izquierdas.
JodiDeanl 51
Individualismo sin individuos
La exhortación a la individualidad es tan ubicua que resul-
ta fácil olvidar sus historias y modulaciones. 52 La investigación
de sociólogos como Christopher Lasch, Richard Sennett, Jennifer
M. Silva y Carrie M. Lane recorre esta historia cuando atiende a
las patologías que acompañan a los procesos capitalistas de indi-
viduación. Tal y como detallo más abajo, los hitos clave a lo largo
de este recorrido -el individuo curtido, el listillo corporativo, el
trabajador temporal flexible y el superviviente único- abren el
camino para que las turbulencias económicas, los cambios en
la estructura de la autoridad y la pérdida de autosuficiencia ate-
núen la identidad personal. Los desplazamientos de una a otra
de estas figuras demuestran, además, cómo las presiones compe-
titivas de los procesos capitalistas se desplazan y se concentran
en el individuo. Las fuerzas que imponen la individuación lo so-
cavan. Cuanto más se glorifica al individuo, ese sujeto ficticio del
capitalismo, más se lo convierte en algo forzado e imposible.
Un influyente libro de Lasch, La cultura del Narcisismo, pre-
senta un individualismo que se ha autodestruido. Publicado en
1979_. el libro pone de relieve el surgimiento de una sensibilidad
terapéutica. El hombre económico del siglo XIX «ha dado paso al
hombre psicológico de nuestro tiempo, el producto acabado del
individualismo burgués». 53 Para Lasch, las preocupaciones sobre
uno mismo, la autenticidad y el crecimiento personal, que pre-
dominantes a lo largo de la década de 1970, son sintomáticas de
un individualismo que se está desplomando sobre sí mismo a
52 Jerrold Seigel proporciona una completa historia del individuo en Seigel, Jerrold,
The Idea of the Self: Thought and Experience in Western Europe Since the Seventeenth
Century, Nueva York, Cambridge University Press, 2005. Véase también la perspectiva
general crítica del individualismo competitivo de Gilbert, .Jeremy, Common Ground:
Oemocracy and Col/ectivity in an Age of lndividualism, Londres, Pluto Press, 2014,
pág. 30-42. Aunque el individualismo de los estadounidenses presente tendencias
a proyectarse en el pasado como si siempre hubiera acompañado al capitalismo
de EEUU, en las décadas posteriores a la Guerra Civil los industriales de EEUU
impulsaron el capitalismo monopolista. En palabras de John D. Rockefeller, «El día de
la combinación ha llegado para quedarse. El individualismo se ha ido para no volver",
en Chernow, Rob, Titan: The Life of John O. Rockefeller, Sr., Nueva York, Vintage, 2007,
pág. 148. Debo agradecer a Carey Robín la indicación.
53 Lasch, Christopher, Tfle Culture of Narcissism, Nueva York, Norton, 1979, pp. XVI
[edición en castellano: La cultura del narcisismo, Andrés Bello, México DF, 1999].
52 1 Multitudes y partido
medida que una individualidad prescrita se afana por cumplir
las crecientes expectativas que vienen a lastrarla.
Lasch describe su crítica del individuo terapéutico como
«radical», a pesar de que él comparte las inquietudes conserva-
doras sobre el debilitamiento de la familia y el aumento de la
dependencia. Esta coincidencia es digna de mención. No solo
señala una creciente convergencia de los críticos de las institu-
ciones básicas del Estado de bienestar, sino que también señala
el objeto común de sus desvelos: el frágil individuo. La diferencia
entre el análisis de Lasch y la crítica del liberalismo del bienes-
tar hecha por los conservadores estriba en los blancos de sus
críticas. Allí donde los conservadores atacan la burocracia del
Estado de bienestar, Lasch ataca la burocracia de la corporación.
Y amplia ese ataque hasta convertirlo en una ofensiva en toda
regla contra el gran impacto de la cultura corporativa sobre la
vida en EEUU. La innovación de Lasch surge de su diagnóstico
de la preocupación por la salud psíquica de la «década del Yº"
como síntoma de una profunda quiebra intelectual y política del
paternalismo liberal del capitalismo del Estado de bienestar. El
capitalismo produce un individuo abocado al hedonismo narci-
sista y a la agresión, y el Estado de bienestar liberal incluye y
exacerba esto. Las exhortaciones del propio capitalismo a la indi-
vidualidad sobrecargan y socavan la forma individuo.
Al colocar los cambios en el individuo en el contexto del
cambio político y económico, Lasch contrapone la personalidad
narcisista del siglo XX con el individuo curtido del siglo XIX. Su
visión de la psique estadounidense del siglo XIX (claramente,
una figura ideológica o idea organizadora) proviene de la ocupa-
ción colonial de la frontera. El pionero lucha para domar el Oeste,
someter a la naturaleza y eliminar la amenaza nativa. Esta lucha
requiere una correspondiente batalla interna: dominar los im-
pulsos y apetitos más inmediatos. Lasch escribe:
54 1 Multitudes y partido
y participativo en la toma de decisiones ocultan un juego de po-
der del que la mayoría saldrá perdiendo.
La sensación de que se está jugando a un juego se extien-
de más allá de la corporación. «Las capas más desfavorecidas»,
escribe Lasch,
JodiDeanl 55
de tal índole que la ley simbólica deja de tener la capacidad de
proporcionar un espacio de respiro frente a las exigencias del
superyó. 58 El pobre yo está preocupado por sí mismo porque es
siempre objeto de ataque.
El debilitamiento de la autoridad simbólica en la sociedad
terapéutica liberal induce a un narcisismo cultural más amplio.
A medida que los juegos corporativos van ocupando el lugar
de la supervivencia de frontera, la racionalidad burocrática del
capitalismo del bienestar sustituye la jerarquía de la época an-
terior por administradores, técnicos y expertos. En vez de tener
una autoridad simbólica, los expertos y administradores tienen
conocimientos. Estos conocimientos son generalmente impug-
nables y provisionales: los expertos disienten; lo que sabe un
burócrata pudiera no ser útil. La cultura de la gestión y del saber
experto tecnocrático absuelve de responsabilidad a los indivi-
duos, haciendo que cada persona sea víctima de la enfermedad
o de sus circunstancias. La cultura narcisista infantiliza cuando
promueve la dependencia de las burocracias paternalistas del
liberalismo del bienestar (corporación y Estado) y cuando al mis-
mo tiempo alienta la búsqueda del placer. La persona narcisista
admira al fuerte y al rico -a los famosos- por su independencia
y su capacidad para hacer y tener lo que quieran. Los mass media
alientan la fascinación por la celebridad, amplificando la ten-
dencia de todo narcisista a dividir a la sociedad en dos grupos:
los ganadores y los perdedores, los grandes y la multitud. Se en-
salzan la autorrealización y el hedonismo, por insatisfactorios y,
cada vez más, inalcanzables que sean. En ausencia de autoridad
simbólica, la gente se fascina por la búsqueda de autenticidad, y
su escepticismo hacia las falsas ilusiones creadas por la cultura
de masas se manifiesta como un desapego irónico que los dis-
tancia aún más de poder tener vínculos significativos con otros.
Lo que Lasch diagnostica como narcisismo patológico o
secundario es una individualidad reactiva que acompaña a los
cambios de la sociedad capitalista asociados con la producción
en masa y con el consumo. Cuando el consumo es una forma
de vida. el trabajo no tiene por qué ser significativo, justo ni
moralmente necesario (tal y como sostenía la generación pre-
58 Véase Zizek, Slavoj, 1he Ticklish Subjecl, Londres, Verso, 1999, pp. 322-34 [edición en
castellano: El espinoso sujeto, Barcelona, Paidos, 2001 ].
56 iMultitudes y pa1tido
via). En lugar de eso, el objetivo del trabajo es la adquisición.
El consumo resuelve todos los problemas, satisface todas las
necesidades. En vez de posponer el placer, el consumismo exi-
ge la gratificación inmediata. El crecimiento concomitante de
las labores de gestión y la proliferación de técnicos, expertos y
profesionales del conocimiento supone «nuevas formas de con-
trol capitalista, que encontraron acomodo primeramente en la
fábrica y se extendieron después por toda la sociedad». 59 Una
vez que ha perdido su rol en la producción, la familia se ve des-
pojada de su rol en la reproducción a medida que sus funciones
sociales se convierten en asuntos que, o bien necesitan una in-
tervención experta, o se reducen a problemas que se resuelven
con las mercancías apropiadas. El resultado de estos procesos
es una realización de la lógica del capitalismo por la que «la
búsqueda del interés propio, anteriormente identificado con la
búsqueda racional de una ganancia y la acumulación de rique-
za, se ha convertido en una búsqueda de placer y supervivencia
psíquica». 6º El resultado, según Lash previsto ya por el Mar-
qués de Sade, es la reducción de las personas a objetos. Cada
persona puede ser usada para el disfrute de otra: «así pues, el
individualismo puro conduce al rechazo más radical de la indi-
vidualidad».61 La cultura del narcisismo erosiona al individuo
que aparentemente ensalzaba.
En suma, Lasch liga los cambios en la forma individuo a
los cambios en el capitalismo. El desplazamiento desde el curtido
individuo de la frontera al listillo de la corporación es de índole
económica y psíquica. A medida que la lucha por la superviven-
cia se convierte en una pulsión por consumir, la autosuficiencia
de la frontera se transforma en una dependencia con respecto a
la burocracia de las corporaciones y del Estado. Los individuos
frnstrados forcejean de manera narcisista contra sus ataduras,
identificándose con celebridades y buscando la autenticidad.
Quieren ser únicos, excepcionales. Las reglas no se les aplican a
ellos, así que no tienen por qué acatarlas. Pueden centrarse en sí
mismos, en su propio bienestar, utilizando a los demás como un
medio para conseguirlo.
59 Lasch, op. cit., pág. 235.
60 lbíd., pág. 69.
61 /bíd., pág. 70.
JodiDeanl 57
Un cuarto de siglo después, Richard Sennett sugiere que
el crecimiento de las desigualdades y la inseguridad económica
ha transformado todavía más al individuo contemporáneo. Allí
donde Lasch subrayaba el fomento de la cultura del listillo y la
dependencia por parte de la corporación burocrática, Sennett
se fija en la denominada <<nueva economía» de los trabajadores
temporales, trabajadores tecnológicos y emprendedores (antes y
después del estallido de la burbuja puntocom). 62 Estos trabajadores
no dependen de la burocracia. No se ciñen a la banal seguridad
de la corporación y sus maquinaciones internas. Sus vidas y
trabajo son inestables, sin garantías, precarios. Carecen de una
narrativa para la edad adulta. Muchos trabajan con contratos de
corta duración. Las empresas quieren ser flexibles -y evitar te-
ner que proporcionar seguros de enfermedad y pensiones-. La
propia crítica de la dependencia se ha convertido en una norma
interiorizada. Tanto cuando una empresa se rige internamente
por las dinámicas de «el ganador se lo lleva todo» como cuando
se basa en subcontratas y trabajo temporal, o cuando hace uso
de consultores y puertas giratorias de ejecutivos, los valores pri-
mordiales en el negocio son la autonomía y la independencia.
Los trabajadores se preocupan por mantener sus habilidades al
día, por tener el potencial de aprender tareas nuevas con rapidez
y por cultivar capacidades fácilmente transferibles como la «re-
solución de problemas».
Sorprende, sin embargo, la similitud de la visión de Sen-
nett con la de Lasch. Podríamos esperar que esa independencia
impuesta por la nueva economía nos condujera hacia el indivi-
dualismo curtido de la frontera. Pues bien, en lugar de eso, las
investigaciones sociológicas de Sennett sobre el capitalismo
tardío sugieren un yo orientado al corto plazo, centrado en su
potencial, y capaz de soltar el lastre del pasado. Lo cual suena
al énfasis que hace Lasch en la inmediatez, en la flexibilidad
y en la ruptura de la continuidad histórica. Al igual que Lasch,
Sennett enfatiza la separación entre el poder y la autoridad, la
disminución de la confianza y el aumento de la ansiedad. Pero
donde Lasch presenta la presión a que se enfrenta el individuo
62 Sennett, Richard, The Culture of the New Capitalism, New Haven, CT, Yale University
Press, 2006 [edición en castellano: La cultura del nuevo capitalismo, Barcelona,
Anagrama, 2006].
58 1 Multitudes y partido
como un efecto de una cultura de la corporación que engendra la
cultura del listillo y la dependencia, Sennett atribuye el proble-
ma al abandono de la cultura de la corporación y a la resultante
pérdida del anclaje que los individuos tenían en los esquemas
inteligibles de la vida cotidiana. La corporación deja de propor-
cionar un punto de referencia estabilizador para la narrativa de
la vida laboral. Sennett escribe:
63/bíd., pág.181.
Jodí Dean 1 59
de posesión». 64 Acentuando el lado positivo de la economía tec-
nologizada post Estado de bienestar, Sennett intenta redimir
el proyecto de la Nueva Izquierda, convirtiendo su crítica de la
burocracia, su culto a la individualidad y su celebración de la au-
tenticidad emocional no simplemente en unos mediadores del
capitalismo comunicativo en vías de desaparición, sino en logros
reales que han de tener continuación. Sus recomendaciones a
favor de dicha continuación las presenta como valores culturales
que los trabajadores individuales requieren para sostenerse a sí
mismos en una economía acelerada y volátil: narrativa, utilidad
y destreza. 65
La defensa por parte de Sennett de un «anclaje cultural»
para una economía, que él mismo reconoce provocadora de una
extrema desigualdad e inestabilidad social, hace destacar la críti-
ca formulada por Lasch del capitalismo de monopolio: el rechazo
del capitalismo de Lasch es verdaderamente radical. Más .aún:
con su énfasis en las narrativas vitales, la utilidad y la destreza,
Sennett aumenta la carga que pesa sobre la forma individuo. En
vez de poner en pie una colectividad y solidaridad que pudie-
ran aligerar algunas de las exigencias que se han hecho recaer
sobre los individuos, sus sugerencias siguen girando en torno al
individuo, como si el anclaje cultural no fuera naQ.a más que el
fetiche al que aferrarse mientras, por otra parte, reconocemos la
imposibilidad del mandato de individuación.
Jennifer M. Silva traza una alternativa al énfasis que pone
Sennett en la pérdida de una narrativa de la edad adulta. No es
que falte una narrativa. La narrativa ha cambiado, metamorfo-
seándose en una versión más extrema del yo terapéutico que
Lasch ya identificó en el colapso de sus pilares materiales y sim-
bólicos. Lo que importa en el siglo XXI es la individuación misma.
«En una época en la que el sufrimiento es abundante y el trabajo
y la familia poco fiables», escribe Silva, la mayoría de edad se
define «no en función de marcadores tradicionales como la inde-
pendencia financiera, la carrera profesional o el matrimonio, sino
en función del desarrollo psíquico: alcanzar la sensatez, superar
la adicción, batallar con una enfermedad mental, o simplemente
60 1 Multitudes y partido
no convertirte en tus padres». 66 La explicación alternativa que
propone Silva sobre las presiones que sufren los adultos contem-
poráneos bebe del estudio etnográfico que hizo sobre los adultos
de clase trabajadora de Massachusetts y Virginia. Sus entrevista-
dos destacan depender de uno mismo, valerse por sí mismo. No
pueden depender de expertos o instituciones. Es probable que
otras personas les fallen o traicionen. El individualismo preser-
va y protege lo mejor que tienen, lo único a lo que se pueden
acoger: a ellos mismos. Su rechazo de la dependencia constituye
una reacción a la pérdida de terceras personas fiables. Más que
un logro, la independencia es un fetiche que apenas sostiene en
pie a la frágil forma individuo.
La explicación que da Silva sobre una transición a la edad
adulta marcada no por «un ingreso en grupos sociales e institucio-
nes, sino más bien por la aversión explícita a ellos» proporciona
una réplica conmovedora a Sennett. 67 Un hombre le cuenta a
Silva que «lo más duro de ser adulto consiste en encontrar un
puñetero puesto de trabajo de verdad». 68 A la gente no le falta
una narrativa para la edad adulta. El capitalismo presenta la edad
adulta como un proyecto individual. Para los jóvenes trabajado-
res que Silva entrevistó, individualismo es igual a dignidad. Los
suyos son heroicos relatos de autosuficiencia, que vuelven hacia
adentro cuando se enfrentan a sentimientos de traición, aceptan
la flexibilidad y el cambio constante, y refuerzan su percepción
de estar completamente solos. A pesar de que las dependencias
del Estado de bienestar y de la burocracia corporativa que Lasch
asocia con la sensibilidad terapéutica han sido desmanteladas
y sustituidas por un capitalismo más duro y competitivo, el len-
guaje terapéutico sigue siendo el vocabulario mediante el que
dar cuenta del éxito y del fracaso individual.
En vez de soltar ese lastre del pasado que Lasch y Sennett
observan, los sujetos de Silva abrazan el pasado a medida que
narran los desafíos que han tenido que superar para realizarse
por sí mismos. Interpretado en términos de experiencias de fa-
milia y personales, el pasado proporciona un campo abierto en
Jodi Dean 1 61
el que se encuentran explicaciones para las penurias, el fracaso
y la disminución de lo que ellos consideran el éxito. A diferencia
de los narcisistas vacíos de Lasch, los adultos jóvenes de Silva
conducen sus vidas de acuerdo a sus objetivos, sobreviviendo
ellos solos en un contexto en el que llevan las de perder. Luchan
contra la enfermedad y batallan con la adicción. Superan sus
familias disfuncionales y sus relaciones pasadas. La lucha por
la supervivencia es el rasgo clave de una identidad imaginada
como digna y heroica, ya que tiene que producirse por sí misma.
Los adultos jóvenes de Silva apuntan a una identidad
imaginaria situada más allá del individualista curtido y del lis-
tillo narcisista: la del superviviente. A diferencia de la identidad
simbólica de las instituciones (el lugar desde donde uno se ve ac-
tuando), la identidad imaginaria es la imagen que uno adopta de
sí mismo. Al sentir que han tenido que hacerlo todo por sí mis-
mos, en contextos de pobreza y de pocas oportunidades, muchos
informadores de Silva consideran su supervivencia el hecho mo-
ralmente significativo: hacer las cosas a tu manera es lo que te
da dignidad. Algunos de los supervivientes blancos entrevistados
por Silva están resentidos con los «socialistas», como el presiden-
te de EEUU Barack Obama, por intentar quitarles lo mejor que les
queda, ese algo especial que es todo lo que les queda; a saber,
la dignidad que tienen por ser completamente. autosuficien-
tes. También los supervivientes negros narran sus experiencias
desde una óptica individual más que colectiva. También ellos
buscan agarrarse a la única persona con la que pueden contar:
ellos mismos. Traicionados por las escuelas, el mercado de tra-
bajo y el gobierno, los informadores de Silva pertenecientes a la
clase trabajadora se sienten, en general, «completamente solos,
responsables de sus propios destinos y dependientes de ayuda
externa por su cuenta y riesgo». Para ellos, sobrevivir quiere decir
internalizar la dolorosa lección de que «ser adulto significa no
fiarte de nadie». 69
Lo que Sennett ensalzaba como un repudio de la depen-
dencia figura en el planteamiento de Silva como un profundo
escepticismo hacia la solidaridad. Depender de otras personas re-
quiere reconocer la insuficiencia propia en cuanto que individuo,
69 /bíd., pág. 9.
62 1 Multitudes y partido
la incapacidad propia para sobrevivir en soledad. La hostilidad
hacia los necesitados expresada por algunos de los informan-
tes de Silva sugiere una defensa frente a su propia necesidad. La
hostilidad les permite desplazar su necesidad a otros y, de esa
forma, apuntalar una individualidad frágil e imposible. Habiendo
aprendido que no pueden apoyarse en nadie, estos adultos jóve-
nes de clase trabajadora se esfuerzan por ahogar su sensación de
traición recurriendo a la afirmación de los peores guiones cultu-
rales del individualismo, de la responsabilidad personal y de la
autodependencia, endureciéndose a sí mismos frente al mundo
que los rodea. Su hostilidad hacia diferentes formas de interven-
ción del gobierno, sobre todo hacia la discriminación positiva, los
convierte en los defensores ideales del capitalismo neoliberal.
Dicho sea de paso, puede que aquellos de nosotros que escri-
bimos y difundimos denuncias críticas -historias de corrupción
gubernamental, fracaso universitario y delitos corporativos- no
estemos ayudando mucho a nuestra causa. Puede que estemos
afirmando lo que alguna gente de la clase trabajadora ya sabe
que es verdad: les están traicionando.
Igualmente en contra de la alegre presentación que hace
Sennett del repudio de la dependencia, la investigación de Carrie
M. Lane sobre los trabajadores de cuello blanco del sector de la
tecnología de Dallas, encuadra el énfasis en la responsabilidad
individual en el contexto del desempleo y de los despidos a gran
escala. 70 La inseguridad es una característica primordial de las
vidas de estos trabajadores del sector tecnológico. La mayoría
de ellos alterna contratos de duración variable, desempleo y au-
toempleo.71 Lane hace constar cómo los trabajadores del sector
tecnológico entrevistados por ella abrazan una ideología de tipo
«gestión de la carrera profesional» que incorpora «la inseguridad
como alternativa de empoderamiento frente a la dependencia
de un solo empleador». 72 Interpretan que la lealtad es cosa del
pasado: como todo el mundo es víctima de fuerzas económicas
que escapan a su control, ni las empresas ni los empleados se
70 Lane, Carrie M., A Company of One, lthaca, NY, Cornell University Press, 2011.
71 Los sujetos de Lane son hombres y mujeres entre los veinte y los sesenta, con
diferentes orígenes étnicos y raciales-afroamericanos, asiático-americanos, latinos,
indios, paquistaníes, chinos y japoneses. La mayoría de ellos, en todo caso, eran
hombres blancos de edades comprendidas entre los treinta y los cuarenta.
72 Lane, op. cit., pág. 13.
Jodi Dean 1 63
deben nada los unos a los otros. Tanto los patrones como los
trabajadores quieren hacer dinero como puedan. Nadie debería
esperar que una empresa proporcionase seguridad en el empleo
u oportunidades de desarrollo profesional. Semejante expecta-
tiva indica una actitud infantiloide de dependencia. Según un
ejecutivo, «darles a mis empleados una seguridad en sus puestos
de trabajo sería desempoderarlos y descargarlos de la responsa-
bilidad que han de sentir para poder alcanzar su propio éxito». 73
Los trabajadores del sector tecnológico que han sido despedidos
y están buscando trabajo adoptan la correspondiente mentalidad
individualista: el éxito viene de hacer «lo que haga falta» para ir
tirando, superar las barreras y conseguir ese próximo trabajo.
La del superviviente es una identidad potente sometida a
condiciones de competición y desigualdad extremas. Acepta la
supervivencia por todos los medios necesarios. La superviven-
cia es su propia recompensa. Los reveses y los fallos constituyen
nuevos desafíos y, en última instancia, mayor prueba de las habi-
lidades de supervivencia de cada cual. La cultura popular ofrece
una amplia gama de supervivientes a los que emular (así como
ejemplos de quienes no han sido capaces de reponerse): desde
Katniss en Los Juegos del Hambre a los ganadores de innumerables
concursos de los reality de la televisión, a juegos como Day Z y Fa-
llout, o a las víctimas de la enfermedad o del crimen. Emociones
como el enfado, la sospecha y las posturas a la defensiva, son
cosas que están justificadas -uno solo puede confiar en sí mis-
mo- y que son potencialmente útiles como armas psíquicas que
pueden ayudar a mantener una individualidad imposible.
El superviviente no es la figura de una cultura del narci-
sismo, sino de una cultura psicótica. Si la cultura narcisista se
caracteriza por el desplazamiento de la autoridad simbólica, la
cultura psicótica se caracteriza por su exclusión. 74 En síntesis,
Lacan define la psicosis desde el punto de vista de la exclusión
del Nombre del Padre o significante fundamental. El hecho de
que el significante fundamental esté excluido quiere decir que
no estabiliza el significado; la cadena significante carece de un
anclaje que la mantenga unida. La pérdida generalizada de poder
73 lbíd., 51, citando a Ross, Andrew, /\lo Collar, Philadelphia, Temple University Press, 2003.
74 Véase una discusión rnás profunda en rni libro Democracy and Other Neo/ibera/
Fantasies, op. cit., cap. 6.
64 1 Multitudes y partido
simbólico impacta en el sujeto de modo tal que siente esta auto-
ridad ahora desaparecida como algo que se cierne todavía más
sobre él, algo más poderoso e intrusivo. Así pues, en una cultura
psicótica, la desconfianza lo penetra y consume todo. Cada cual
se enfrenta al poder directamente y en soledad.
Para compensar la desaparición de la autoridad simbólica,
el psicótico vuelve a lo imaginario. Se posiciona en relación con
una «imagen cautivadora», tal vez de alguien que él odia, admi-
ra o teme. 75 Ese otro de índole imaginaria constituiría entonces
un rival al que derrotar o destruir. El psicótico podría quizá in-
tentar imitar a aquellos que están a su alrededor, especialmente
cuando se enfrenta a un temor intenso y a una agresión. Y tam-
bién podría quedar cautivado por una imagen de sí mismo. Aquí
el psicótico se imagina a sí mismo no como alguien o algo en
particular: Yo mismo soy mi peor enemigo. Lo que importa es la per-
sistencia, la supervivencia, en sí misma.
Bien se la represente como cuidado de uno mismo o como
intento de ser el número uno, la imagen cautivadora del indivi-
duo exige su propio mantenimiento. A pesar de todo su énfasis
en la autosuficiencia, los entrevistados por Silva quieren que, de
todos modos, se les reconozca. Quieren que alguien más escuche
sus historias, valide lo que ellos han conseguido. El capitalis-
mo comunicativo proporciona la infraestructura necesaria, la
multitud de esos muchos que pueden ver, marcar «me gusta» o
compartir.
El diagnóstico ofrecido por Lasch del narcisismo cultural
ha perdido su vigencia: la sociedad del capitalismo comunica-
tivo es menos narcisista que psicótica, orientada por la alianza
!=ntre lo imaginario y lo Real una vez que ha tenido lugar la pér-
dida de lo simbólico. Más que padecer un exceso de experiencia,
estamos inundados por múltiples opiniones contrapuestas e
irreconciliables. Incapaces de llegar nunca a determinar com-
pletamente cuál es la que tiene razón, tenemos que decidir por
nosotros mismos. Los algoritmos y los datos han dejado obsoleta
la ciencia social. El poder no está respaldado ni por la autoridad
ni por el conocimiento, y en su lugar aparece y se manifiesta
75 Lacan, Jacques, «The Psychoses: 1955-1956», en Seminar 111, editado por Jacques-
Alain Miller, traducido por Russel Grigg, Nueva York, Norton, 1997, pág. 204 [edición
en castellano: El Seminario 3, Barcelona, Paidos, 1984].
Jodi Dean 1 65
en forma de violencia. La terapia no ofrece justicia ni cura. La
policía militarizada, con sus detenciones y disparos sin control
ni causa, se ocupa de la primera, mientras que de la segunda se
ocupan una amplia gama de fármacos. Y cuando fallan, surgen la
depresión, la incapacidad, la adicción y el suicidio. Finalmente, la
precariedad, la competitividad y las redes sociales suplantan la
cooperación antagonista que Lasch asocia con la vida interna de
la corporación. No hace falta reprimir los impulsos agresivos bajo
una capa de alegría. En la extrema desigualdad del capitalismo
comunicativo, son múltiples los canales que alientan su expre-
sión: el odio y la indignación circulan por las redes afectivas con
facilidad. 76
A pesar de todo, la atención que dedica Lasch a las fuerzas
que imponen y al mismo tiempo socavan la individualidad sigue
causando impacto por la manera en que pone al descubierto el
peso cada vez mayor que recae sobre la forma individuo. Tal y
como atestiguan las posteriores investigaciones sociológicas, la
interiorización de ese peso continúa descargando de responsabi-
lidades sociales a las corporaciones y al Estado, e intensificando
la presión sobre los individuos ya estresados. Efecto de ello ha
sido la disminución de expectativas, de modo que la superviven-
cia en sí misma se convierte en un logro que hay que celebrar.
Individualismo de izquierdas
En el momento mismo en el que el capital como clase es-
taba montando lo que llegaría a ser reconocido como un ataque
letal contra los sindicatos, contra el Estado de bienestar y con-
tra cualquier noción de responsabilidad colectiva en general, la
individualidad impuesta aparece en un lugar sorprendente: el
Partido Comunista. Más concretamente, los izquierdistas en tor-
no al Partido Comunista de Gran Bretaña (GBCP), embelesados
con la aparente libertad y creatividad que toman forma como
sociedad en red, apelaban a la responsabilidad y a la capacidad
individual en términos muy parecidos a los de Sennett. El indivi-
duo, y no la clase, sería el lugar de la libertad.
76 Para una discusión más detallada véase mi libro Blog Theory, op. cit.
66 1 Multitudes y partido
A finales de la década de 1980, Marxism Today, una revista
del GBCP, se convirtió en plataforma de debate de la izquierda
británica a propósito del marxismo, del thatcherismo, del le-
gado del comunismo y del futuro del socialismo. El meollo del
debate giraba en torno a la cuestión de los «nuevos tiempos».
¿Cómo podría y debería adaptarse el socialismo a resultas de las
transformaciones asociadas al postfordismo y el desafío político
del thatcherismo? Para muchos de los que escribían en Marxism
Today, la disolución del Estado de bienestar y el auge de la tecno-
logía de la información, junto con el posterior desmoronamiento
del bloque soviético, exigían la reconstrucción de la izquierda. La
cuestión era, pues, qué aspecto iba a tener esta izquierda recons-
truida. Y, en opinión de las voces que terminaron predominando,
tenía un aspecto liberal, ofreciendo poco más que un capitalismo
con rostro humano.
La propuesta de Charles Leadbeater de un «individualismo
progresista» hacía hincapié en situar los intereses individuales
en el centro de la estrategia socialista: «Si hay una cosa que la
izquierda propugna, tal cosa debería ser que la gente asuma una
mayor responsabilidad en todos los aspectos de su vida». 77 Como
contrapunto a la cultura de «consumismo individual» de That-
cher, su izquierda ofrecería «ciudadanía individual». La meta de
la acción colectiva sería la satisfacción de las necesidades indi-
viduales. Leadbeater formula la idea en términos de mercado,
diciendo que la izquierda «tiene que renegociar el contrato entre
aquellos que financian los servicios colectivos, aquellos que los
proporcionan y aquellos que los utilizan, para asegurarse de que
se le saca partido al dinero y garantizar la eficiencia, la flexibili-
dad y la elección». 78 Es esta una visión del bienestar social como
bien de consumo; una visión que resulta posible eliminando la
colectividad y suprimiendo la lucha de clases. Leadbeater acom-
paña su llamamiento a que la izquierda se reoriente en torno a
los derechos y responsabilidades individuales con una apelación
a la provisión colectiva. En cualquier caso, su análisis reproduce
elementos clave del thatcherismo, desde el ataque al Estado de
bienestar por su ineficiencia y paternalismo hasta la afirmación
Jodi Dean 1 67
del papel del mercado en la satisfacción de las necesidades in-
dividuales.
El lenguaje y los valores de Leadbeater son neoliberales. El
emplazamiento desde el que él contempla el mundo lo establece
el thatcherismo. Él dice que el thatcherismo alienta «las aspira-
ciones de autonomía, elección, descentralización, mayores cotas
de responsabilidad». La izquierda necesita aceptar esos valores y
ensancharlos: «mientras que el thatcherismo confina la elección
individual a los límites del mercado, la izquierda debería recal-
car la importancia de una individualidad social más amplia, de
una diversidad y pluralidad de estilos de vida que no puede ser
proporcionada por el mercado». 79 El Estado debería ser jugador
y también plataforma, garantizando derechos y proporcionan-
do alternativas ampliando el abanico de opciones. Así que no se
trata solamente de que el mercado tenga un papel -la compe-
tición coordina eficientemente «muchas decisiones económicas
descentralizadas»-, sino que el sector público tiene que orien-
tarse al consumidor, de forma que la oficina de ayudas sociales
tenga los mismos «estándares que un comercio». Se pone de un
plumazo el bien común al servicio del beneficio individual y no
se cuestiona el presupuesto de que se trate los servicios públicos
como opciones privadas de consumo. Leadbetter, ~orno Thatcher,
simplemente asume el mercado como modelo de relaciones
socíales. 80 Los individuos no solo tienen el derecho a poder par-
ticipar y ser consultados en el lugar de trabajo, sino que también
tienen la responsabilidad de aceptar «ofertas razonables de em-
pleo» así como «medidas razonables de flexibilidad laboral». 81
Para adaptarse a los nuevos tiempos, la izquierda tiene que tener
el aspecto de la derecha y mirar con los ojos de la derecha. En
vez de reivindicar valores de clase trabajadora como la igual-
dad, la solidaridad y la colectividad, en la versión de Leadbeater
la izquierda defiende los valores capitalistas de la eficiencia, la
flexibilidad y la descentralización, integrados en su apelación al
79 lbíd., 18.
80 Para una crítica de este presupuesto en el debate general de los «nuevos tiempos»
véase Rustin, Michael, «The Politics of Post-Fordism: or, The Trouble with 'New Times'>•,
New Left Review 175, mayo-junio de 1985, pp. 54-77.
81 Leadbeater, op. cit., pág. 19.
68 1Multitudes y partido
individuo como agente racional, disciplinado y autónomo dotado
del poder de rehacer su mundo. 82
Rosalind Brunt impulsó también un individualismo de
izquierdas. 83 A su juicio, los <<nuevos tiempos» exigen una polí-
tica de la identidad. Examinar de la historia personal de cada
cual, partir de uno mismo, es lo que hizo de la política sexual
algo emocionante y lo que el partido comunista necesita abrazar.
Brunt argumenta que la política de la identidad debería estar en
el centro de una política transformadora, porque da sentido a la
diferencia, a las muchas identidades ofrecidas en y por la cultura
contemporánea. Ayuda a las personas a pensar cómo están re-
lacionadas con otras, cómo viven y experimentan directamente
la ideología. En vez de que el partido proporcione una perspec-
tiva crítica desde la que contemplar el mundo, rompiendo con
la cultura capitalista hegemónica y abriendo una brecha en ella,
la política debe partir de la experiencia vivida. En la versión de
Brunt, que prefigura lo que será una característica clave del pen-
samiento de izquierda durante varias décadas, la política misma
se vuelve hacia adentro, de manera que la tarea de transformar el
mundo está precedida por la de entenderse a sí mismo. Tras enu-
merar las identidades y relaciones importantes de pertenencia
-raza, clase, género, nación y colegas, amigos, hijos, amantes-,
Brunt escribe: «y ahí está el sentido fundamental del 'yo real', la
sensación de que, por precarias que sean esas otras identidades,
hay un núcleo escondido y secreto, un yo esencial y completa-
mente aislado, alojado en algún lugar privado e interno». 84 De ahí
se sigue que ese núcleo secreto debería constituir la base funda-
mental para una nueva política de «unidad en la diferencia», un
principio bolchevique reimaginado a través de una política de
la identidad que rechaza hablar de prioridades y del socialismo
como un bien superior. El efecto de todo esto es la coinciden-
cia entre la demografía de mercado de la sociedad capitalista y
el énfasis en el yo auténtico de las cultura de la terapia. Como
resultado, se produce un cambio de enfoque en la política comu-
nista, que en vez de expandirse, se contrae.
82/bíd., 17.
83 Brunt, Rosalind, «Bones in the Corset,,, Marxism Today, octubre de 1988.
84 lbíd., 21.
Jodí Dean 1 69
A pesar de que prestan su voz a una serie de cuestiones
que llegarán a dominar en la izquierda postmarxista y postes-
tructuralista, las posturas de Leadbeater y Brunt no son, por
supuesto, las únicas que se adoptaron en el debate de Marxism
Today sobre de los <<nuevos tiempos». Ellen Meiksins Wood, por
citar simplemente un ejemplo, presentó una potente crítica so-
bre la hipótesis de los <<nuevos tiempos», especialmente en la
forma en la que había sido presentada en el manifiesto progra-
mático Manifesto For New Times. Wood rechaza la premisa de que
la fragmentación postmoderna esté en la base del énfasis en la
identidad personal, la flexibilidad y la diversidad. Tal énfasis da
la impresión de que el capitalismo «se ha convertido en algo infi-
nitamente más permeable, abriendo enormes espacios para que
la gente se labre sus propias realidades sociales autónomas». 85
La realidad, según argumenta, es que el capitalismo se ha con-
vertido, más que nunca, en un «sistema global total». La sujeción
a la «lógica expansiva del capitalismo» y sus coercitivas fuerzas
de mercado se está intensificando. Bajo Thatcher, la política de
clases era más obvia, más extrema. En un artículo en la New Left
Reuiew, Wood se pregunta, partiendo de Michael Ruskin, de quién
es la visión del mundo a la que se da expresión en el Manifesto.
Respuesta: la de aquellos que pretenden gestionar el capitalismo
por medio de un proyecto de modernización. Los nuevos tiempos
no son nuevos: la izquierda en retirada siempre se presenta a sí
misma como una gestión del capitalismo. Y la perspectiva del
Manifesto no es innovadora: es la propia del capitalismo. Retros-
pectivamente, nadie puede negar que Wood tenía razón.
De manera acompasada con el fin de las restricciones
que el Estado de bienestar imponía a la acumulación del capital,
visiones como las de Leadbeater o Brunt caracterizaron «el rea-
lismo de izquierdas» ampliamente difundido entre la izquierda
angloeuropea, desarrollado teóricamente por Ernesto Laclau y
Chantal Mouffe y reforzado por los estudios culturales y el pos-
testructuralismo (la teoría crítica habermasiana proporcionó el
armazón para una adaptación similar). Como detallo más abajo,
los realistas de izquierdas aceptan el mercado como algo nece-
sario. Rechazan la revolución, dando prioridad a la democracia
85 Comentario de Ellen Meiksins V\/ood al «Manifesto far New Times", Marxism Today, 31
de agosto de 1989.
70 j Multitudes y partido
y a la ciudadanía. En efecto, temen a la política y superan a la
derecha vituperando el comunismo del siglo XX por sus críme-
nes, mientras niegan sus éxitos. Queda abandonado todo lo que
se parezca a considerar el comunismo como una determinada
visión de la justicia. Al confinarse en un terreno político limitado
y aceptar el Estado y el mercado como algo dado, los realistas de
izquierdas abrazan la política de la identidad: hay que investir
al individuo con la energía y la atención que anteriormente se
dedicaban a la construcción del pueblo revolucionario.
En un momento en el que el capital actuaba como clase
para romper los sindicatos, desmantelar el Estado de bienestar,
privatizar servicios públicos, imponer las tecnologías de la infor-
mación, transferir la producción industrial a mercados laborales
más baratos y facilitar expansiones de los servicios financieros
y del flujo de capital, Marxism Today se esforzaba por discurrir
cómo hacer que el socialismo resultara atractivo, en vez de cómo
plantear contraatacar. Actuando como si el socialismo no fuera
otra cosa que uno más de los productos que se hallan en la pla-
za del mercado político, la perspectiva que tenía Marxism Today
de los retos políticos y económicos a los que se enfrentaba la
izquierda venía determinada por un horizonte capitalista y no
comunista. Abrazó el llamamiento capitalista al individualismo
justamente cuando debería haber puesto el énfasis en la solida-
ridad y la fortaleza colectiva. Es trágico que dicho abrazo ayudase
a apuntalar la forma individuo que, como nos enseña Lasch, te-
nía ya un carácter autodestructivo. Qué duda cabe de que es algo
que a muchos les pareció necesario en aquel momento, pero eso
forma parte de la tragedia. Y ahora lo sabemos.
72 1 Multitudes y partido
sobreproducción de signos, el receptor humano está sobrecarga-
do al borde del colapso.
Coincido con gran parte de la descripción de Berardi, pero
quiero sugerir una manera alternativa de abordar las psicopa-
tologías que él observa. Los fármacos, la depresión, el trastorno
por déficit de atención con hiperactividad y el pánico no son
meras patologías. Son también defensas. La auténtica patología
es la forma individuo misma. Los fármacos intentan sostenerla,
mantenerla en marcha. El individuo es patológico en el senti
do de que es incompatible con el marco que se le da, incapaz
de responder a las presiones con las que se encuentra, si no es
con dolor, sacrificio o violencia (el psicoanálisis brota de esta re-
flexión, y de ahí la primacía de la castración). El problema de
la subjetividad contemporánea no surge de los extremos de un
capitalismo que ha confluido con los componentes más fun-
damentales de la comunicatividad. No es que los circuitos del
capitalismo comunicativo, que están saturados e intensificados
y son insoportablemente competitivos, nos estén convirtiendo
en personas deprimidas, ansiosas, autistas y distraídas, y que
nosotros tengamos que encontrar maneras de preservar y prote-
ger nuestras frágiles individualidades. La depresión, la ansiedad,
el autismo y la hiperactividad señalan el colapso de una forma
que desde siempre ha sido un problema en sí mismo, una movi-
lización de procesos de individuación e interiorización en un giro
reflexivo hacia el interior; giro que rompe los vínculos y debilita
la fuerza colectiva. La forma individuo no está amenazada, sino
que ella misma es la amenaza. Y ahora se está debilitando.
En su obra Juntos en soledad: por qué esperamos más de la
tecnología y menos de los demás, SherryTurkle documenta algunas
de las maneras en que las redes sociales proporcionan auxilio
frente a las expectativas individualistas. Ciertamente, no descri-
be sus hallazgos como un auxilio. En vez de interpretar la forma
individuo como problema, la presenta como una vulnerabilidad
necesitada de protección. Y, de ese modo, se hace eco de las ex-
hortaciones dominantes a la individualidad. Sin embargo, su
exploración de la «vida en red y sus efectos en la intimidad y en
Jodí Dean 1 73
la soledad, en la identidad y en la privacidad» abren caminos que
ella no sigue, caminos a la colectividad. 88
Cuando narra sus entrevistas con adolescentes, Tur-
kle describe a una juventud aguardando un vínculo, temerosa
del abandono, y dependiente de las respuestas inmediatas de
otros incluso para tener sentimientos. Por ejemplo, Claudia, de
diecisiete años, percibe un sentimiento de felicidad en cuanto
empieza a teclear mensajes. A diferencia de una generación an-
terior, que podría llamar a alguien para hablar de sentimientos,
c:uando Claudia quiere tener un sentimiento, envía un mensaje. 89
Turkle relata las angustias que la gente expresa en relación con
las interacciones cara a cara, así como las expectativas asociadas
al. teléfono; es decir, relacionadas con hablar con otra persona
en tiempo real. 90 La multitarea inseparable de la comunicación
contemporánea, el hecho de que la gente pueda estar mandan-
do mensajes y hablando al mismo tiempo, mirando otra cosa
mientras supuestamente escucha a su interlocutor, instaura la
incertidumbre de si el otro está siquiera prestando atención. En
combinación con las presiones para que haya una respuesta in-
mediata y con la constatación de que «internet nunca olvida»
(la mayoría de nosotros no podemos eliminar todos los rastros
de nuestras identidades digitales una vez que hap. sido subidos,
archivados y compartidos), nuestra nueva intimidad con la tec-
nología, según demuestra Turkle, está incidiendo en el tipo de yo
en que cada uno de nosotros se va transformando. Tenemos una
vivencia de la soledad, de la privacidad, de la conexión y de los
dernás que es distinta a la que teníamos antes.
Para Turkle, estas nuevas experiencias son patológicas. 91
Apoyándose del trabajo de Erik Erikson en relación con la iden-
tidad personal, argumenta que las tecnologías en red inhiben el
tipo de separación necesaria para la maduración. Los padres es-
tán siempre al alcance, disponibles, aunque no estén realmente
presentes sino, a su vez, sobrecargados de trabajo, distraídos y
sin dar abasto. Los jóvenes no aprenden a estar solos, a reflexio-
nar en privado sobre sus emociones. Frágiles y dependientes, no
alcanzan a desarrollar la conciencia de quiénes son y que les
88 Sherry Turkle, Afane Together, Nueva York, Basic Books, 2011, pág. 169.
89 lbíd., 176.
90 lbíd .. 205.
91 lbíd., 178.
74 1 Multitudes y partido
hace falta tener «antes de forjar relaciones de pareja exitosas». 92
Más que la fomentar la voluntad propia o la autonomía (Turkle
remite aquí a David Riesman), la cultura de los teléfonos móviles
y de la mensajería instantánea ha «fortalecido» una conducta
orientada por los otros. 93 Con la expectativa de una conectivi-
dad permanente se esfuman las oportunidades para una soledad
disfrutada, por mucho que la gente esté «cada vez más insegura,
aislada y sufriendo la soledad». 94 Turkle concluye: «la soledad su-
frida es una soledad fallida. 95 Para disfrutar de la soledad, tienes
que poder convocarte a ti mismo; de lo contrario, lo único que
llegarás a saber es cómo sentirte solo». 96
No hay nada de sorprendente en el recuento de Turkle
de los «yoes atados» contemporáneos. Desde los diagnósticos
que ella hace del narcisismo hasta sus inquietudes por el carác-
ter constante e incluso adictivo de las comunicaciones en red,
ella repite las críticas habituales a los adolescentes, los media
y la cultura contemporánea. Pero el lenguaje que utiliza Turkle
cuando habla de la soledad disfrutada señala algo más que una
actualización de la crítica del narcisismo cultural adaptado a la
era de las redes. Utiliza la segunda persona -«tienes que tener la
capacidad de convocarte a ti mismo»- y sustituye el modo des-
criptivo por el imperativo: «tienes que», si de lo que se trata es
de que sepas algo más que cómo sufrir la soledad. Turkle utiliza
este modo porque ella ha descrito al individuo reflexivo como .
alguien que está amenazado por las tecnologías en red. Quiere
que nos unamos a ella en la defensa del individuo frente a esa
amenaza. Interpelando directamente al lector, ella insiste en de-
fender al individuo reflexivo (si bien rechaza como patológicas
en si mismas las modalidades de tal defensa basadas en la me-
diación tecnológica). Para Turkle, un yo menos delimitado, más
expansivo, menos aislado y más conectado, es un yo inmaduro
en riesgo de sufrir la soledad. Necesita formar su identidad, se-
pararse de los demás e ir pasando por las fases de la conversión
en individuo.
92 lbíd.' 175.
93 lbíd., 167.
94 lbíd., 157.
95 Lone/iness is tailed so/ilude. La autora distingue dos voces inglesas traducibles al castellano
como soledad; loneliness, connotada negativamente, y so/ilude, positivamente [N. del T.].
96 lbíd.' 288.
Jodi Dean 1 75
Lo que Turkle liga con la tecnología, Dany-Robert Dufour
(en El arte de reducir cabezas) lo liga con la aceleración del proceso
de individuación desde un punto de vista más amplio, especial-
mente en relación con el declive de la eficiencia simbólica o el
cambio de la estructura de lo simbólico. 97 Según dice, al sujeto
contemporáneo se le pide que se cree a sí mismo. 98 Dufour repite,
utilizando un registro lacaniano, hallazgos con los que ya hemos
topado en la investigación de los sociólogos Silva y Lane; a saber,
la sobrecarga en el individuo de responsabilidades y expectati-
vas que anteriormente eran de carácter colectivo. A finales del
siglo XX, en un marco que Dufour caracteriza como posmoder-
no y neoliberal, el "Yº" es completamente autorreferencial, no
está anclado a nada externo y no depende del reconocimiento de
nadie más. Pero del mismo modo que Dufour no acepta la impo-
sibilidad de la autoindividuación, ubicando la intensificación de
la exhortación a ser uno mismo en la alianza entre lo imaginario
y lo Real tras el declive de la eficacia simbólica, Turkle repite la
orden: «tienes que ser capaz de convocarte a ti mismo».
Los entrevistados por Turkle se describen a sí mismos
de maneras que no encajan con las propias ideas de Turkle con
respecto a la separación e individuación. Por ejemplo, una enfer-
mera, cansada después de ocho horas en el trabajo y un segundo
turno en casa, dice que se conecta a Facebook y se siente menos
sola. Un estudiante universitario de primer ciclo explica: «Siento
que soy parte de algo más amplio, la red, la web. El mundo. Se
convierte en algo para mí, algo de lo que formo parte. Y también
las personas. La verdad es que dejo de verlas como individuos.
Forman parte de ese algo más amplio». 99 Las palabras de ese es-
tudiante recuerdan a una idea de Félix Guattari: «El compromiso
colectivo es al mismo tiempo sujeto, objeto y expresión. El indivi-
duo ya no es siempre el punto de referencia para los significados
dominantes». 10º El estudiante universitario siente que él mismo
y los demás forman parte de una colectividad más amplia de tal
modo que verse a sí mismo y a los demás como algo separado,
97 Dufour, Dany-Robert, The Art of Shrinking Heads, Cambridge, UK, Polity Press, 2008
[Edición en castellano: El arte de reducir cabezas, Paidos, Barcelona, 2013].
98/bíd, 16.
99 Turkle, op. cit., pág. 168.
100 Guattari, Félix, f\/lo/ecular Revolution, trad. Rosemary Sheed, Nueva York, Penguin, 1984,
pág. 203 [edición en castellano: La revolución molecular, Madrid, Errata naturae, 2017].
76 1 Multitudes y partido
como individuos, no tiene sentido; se pierde la conexión que sur-
ge a través de su compromiso mutuo.
En cambio, para Turkle la conectividad es tan patológica
que la describe desde un punto de vista bioquímico, como una
adicción. El argumento que emplea se apoya en el trabajo de
Mihaly Csikszentmihalyi sobre el «fluir». La mayor parte de las
referencias al «fluir» son positivas y describen la deseable vi-
vencia de estar centrado, volcado e inmerso. Sin embargo, Turkle
tiene al respecto una actitud crítica: «En el estado de flujo, tie-
nes la capacidad de actuar sin conciencia de ti mismo» (como
describo más abajo y exploro con más detalle en el capítulo si-
guiente, esta ausencia de autoconciencia es un atributo que los
teóricos de la multitud asocian con estar en un grupo, masa o
multitud). Para Turkle, actuar sin conciencia sobre uno mismo
supone un problema porque «te puede ocurrir cuando mandas
mensajes o correos electrónicos o durante una noche en Face-
book» (una vez más, la utilización de la segunda persona apunta
a un intento por parte de Turkle de implicarnos en prácticas que
son amenazantes y deben combatirse). 101 Mezclando el juego y la
vida, es decir, juegos reales como World of Warcraft con el correo
electrónico y Facebook, Turkle explica que «cuando la vida online
se convierte en tu juego, ocurren nuevas complicaciones. Si te
sientes solo, puedes encontrar una conexión continua. Pero eso
te puede dejar más aislado, sin gente real a tu alrededor. Así que
podrías volver a Internet para hacer otra visita a eso que sientes
como una conexión». 102 Utiliza la neuroquímica para justificar el
lenguaje de la adicción:
Jodí Deanl 77
El tratamiento patologizante que da Turkle a la co-
nectividad desdibuja la distinción entre la interacción con
máquinas -teléfonos, ordenadores- y las interacciones con per-
sonas. Nuestros cerebros reaccionan a los sonidos liberando
-inyectando- dopamina. Pero esa reacción, más que constituir
un valioso refuerzo de nuestras conexiones con otras perso-
nas, es un peligroso estimulante que ansiamos. ¿Serían igual de
sospechosas las respuestas neuroquímicas cuando nos alegra-
mos al ver a la gente cara a cara? ¿El ansia por el placer que
nos proporciona el contacto con los demás en una fiesta, en una
concentración, en un concierto o en una multitud tiene también
el riesgo de convertirse en «mono», en la medida en que un
contacto tan intenso y exigente podría también agotarnos?
Si no damos prioridad normativa al individuo como forma
adecuada o exclusiva de la subjetividad, podemos hacer una lec-
tura diferente de la constatación que ofrece Turkle. La podemos
leer como un indicio de que una forma política de separación y
cercamiento está cambiando, mutando, convirtiéndose en otra
cosa. Michael Hardt y Antonio Negri siguen a Gilles Deleuze al
describir ese cambio como el paso de la sociedad disciplinaria
a la sociedad de control. Señalan cómo la lógica disciplinaria
funcionaba fundamentalmente en el seno de las instituciones
de la sociedad civil para producir sujetos individuados. 104 Para
finales del siglo XX, las instituciones de disciplina y mediación
-la familia nuclear, la escuela, el sindicato y la iglesia- estaban
en crisis (el narcisismo cultural de Lasch es un diagnóstico de
esa crisis). Los espacios, lógicas, prácticas y normas que ante-
riormente confluían en las instituciones sociales y económicas
se desmoronaron y se desintegraron. En algunos casos, que una
lógica institucional se liberase de sus restricciones espaciales le
daba todavía más fuerza; en otros casos, ocurría lo contrario. Así,
Hardt y Negri alegan que la disolución institucional generalizada
ha venido acompañada de «una indeterminación de la forma de
las subjetividades producidas». 1º5 Hardt y Negri concluyen que
el individuo burgués -el sujeto-ciudadano de una esfera política
autónoma, el disciplinado sujeto de la sociedad civil, el sujeto
liberal deseoso de votar en público para a continuación volver
104 Hardt; Negri, op. cit., pág. 329.
105/b(d., 197.
78 1 Multitudes y partido
a casa, a su domesticidad privada- no puede ya servir como un
presupuesto de la teoría o de la acción. Lo que ellos sugieren es
que, en lugar de él, nos encontramos con subjetividades fluidas,
híbridas y móviles que son indisciplinadas, que no han interna-
lizado normas y restricciones específicas, y que ahora no pueden
ser más que controlados.
Hardt y Negrí hacen bien en apuntar a los cambios habi-
dos en el marco que dio lugar al individuo burgués. No obstante,
minimizan la ferocidad emergente que tiene la individualidad
forzada. Sus subjetividades fluidas, híbridas y móviles apare-
cen como lugares de libertad, como si su singularidad fuese una
propiedad natural más que exigida, dedicada y generada tecno-
lógicamente al servicio del capitalismo. A medida que el declive
de la disciplina debilitaba las estructuras de individuación, su
lugar pasó a ser ocupado por nuevas técnicas de individuación
mediadas por la tecnología. Un ejemplo sencillo (y prominente
en la discusión de Turkle) es la adopción de los teléfonos móviles
como dispositivos de comunicación personal para niños. Posi-
bilitando a los padres un seguimiento a distancia, los teléfonos
sustituyen la supervisión y contacto directo que han disminui-
do al crecer la exigencia laboral que sufren los padres, y sobre
todo las madres. Otras técnicas y tecnologías de individuación
de ese estilo incluyen la competición en mercados de trabajo
recrudecidos, en la medida en que inducen una relación de mar-
keting con uno/a mismo/a; anuncios especialmente dirigidos a
públicos concretos en los que se invita a los consumidores a que
se diferencien y se hagan específicos; tecnologías locativas aso-
ciadas a los teléfonos móviles y GPS; cookies y otras técnicas de
recopilación de datos asociadas con transacciones en internet;
llamamientos políticos a la participación personal; y, en EEUU,
una cultura política basada en derechos y centrada en la identi-
dad personal, el daño y la exclusión como lo opuesto la injusticia
común, colectiva y sistémica -dentro de esta cultura, problemas
sistémicos como la explotación en el puesto de trabajo y el au-
mento del endeudamiento personal son tratados como efecto de
las opciones individuales, de las preferencias y de la suerte. La
fluidez que observan Hardt y Negri está, pues, acompañada por
tecnologías y prácticas de la individualidad forzada. El resulta-
do es que la expectativa de una individualidad singular impone
Jodi Dean 1 79
exigencias que son tan constantes e inflexibles como imposibles
de satisfacer.
No sorprende que la gente joven de las entrevistas de Tur-
kle exprese fa ansiedad asociada a la autonomía y a los vínculos.
Se les exhorta a la individualidad, se les dice que cada individuo
es idéntico, se crea a sí mismo y es responsable de sí mismo:
uno nace solo y muere solo; no te puedes apoyar en nadie más
que en ti mismo. Sin embargo, las tecnologías aumentan la indi-
viduación -teléfonos inteligentes, tablets, ordenador portátil- y
las plataformas que la alientan -Twitter, Facebook, Instagram,
Tumblr-· proporcionan al mismo tiempo un escape y una alter-
nativa a la individuación: conexión con otros, colectividad.
Multitmles
Como exploro más exhaustivamente en capítulos poste-
riores, la rara y convincente antropología de las multitudes de
Elias Canetti (Adorno dijo que era un escándalo) aborda una an-·
siedad diferente de la que ocupa a Turkle. 106 No aborda el miedo a
estar solo, sino el miedo a ser tocado: «No hay nada que el hom-
bre tema más que el toque de lo desconocido». 1º7 El único lugar
donde el hombre está liberado de ese miedo es en una multitud.
«La multitud que él necesita es la multitud densa, de cuerpos
apretados unos contra otros», escribe Canetti, «una multitud,
además, cuya constitución física sea también densa, o compac-
ta, de manera que él ya no se fije en quién es la persona que se
apretuja contra él». 108
Turkle piensa que la aversión de la gente a hablar por te-
léfono (frente a mandar mensajes) y conversar cara a cara refleja
su necesidad de filtros, de maneras de manejar la sobrecarga
sensorial e informativa. Nos sugiere que ello no solo refleja un
deseo de soledad, sino también la manera en que, en una cultura
de la estimulación y de la simulación, nos hemos convertido en
cyborgs. 109 Canetti sugiere una interpretación alternativa: podría
ser que estuvié~amos llegando a preferir la multitud, la presen-
·106 «Elias Canetti: Discussion with Theodor W. Adorno,,, Thesis Eleven 45, 1996, pp. 1-15.
107 Canetti, Elias, Crowds and Power, trad. Carol Stewart, Nueva York, Farrar, Straus and
Giroux, 1984, pág. 15 [edición en castellano: Masa y poder, Madrid, Alianza, 2013].
108 /bid. .
109 Turkle, op. cit., pag. 209.
80 1 Mu/litudes y partido
cia de los muchos, que nos abre a la colectividad y nos alivia la
ansiedad. Las conversaciones uno a uno podrían ser percibidas
como enclaustrantes, en tanto nos vuelven a encajar en la forma
individuo. En lugar de formar parte de un grupo, de muchos, sólo
somos nosotros mismos.
Si eso es plausible, tendremos una manera alternativa de
pensar en las preocupaciones por el número de amigos, de se-
guidores, de visitas al blog, de veces que se ha compartido algo
y veces que se ha retuiteado algo. No son indicativos de logros
personales o de popularidad. Lo que hacen es puntuar nuestra
absorción en la multitud, la densidad de nuestra implicación en
ella. Así pues, para ser claros, podemos considerar esas cuanti-
ficaciones en los términos individualistas que nos proporciona
el capital. Pero también podemos reconocerlas como otra cosa,
como marcadores de una pertenencia a algo más grande que uno
mismo. En este último sentido, nos dan la tranquilidad de no ser
únicos, sino comunes.
Para Canetti, el alivio que sentimos en una multitud es pa-
radójico. Surge del temor a los otros, de la sensación de que los
otros son amenazantes, la cual «se convierte en su contrario»
en la multitud.Uº En una discusión con Adorno, explica que él
cree que a la gente le gusta convertirse en multitud por «el alivio
que siente al invertirse el sentimiento de ser tocada». 111 Desde
este punto de vista privilegiado, el «mono de dopamina descrito
por Turkle se parece más al alivio que podemos sentir cuando
nos libramos de los miedos asociados con la individuación: ais-
lamiento, exposición y vulnerabilidad.
Se podría objetar que la multitud de Canetti es física,
mientras que la multitud en red (networked) es virtual. Es una
objeción convincente: parte del poder de las ocupaciones de la
plaza Tahrir, de la plaza Syntagma y de los múltiples parques y
lugares ocupados por Occupy provenía de la fuerza de los cuerpos
reunidos en colectividades en la calle sin autorización del Estado
ni del capital. Pero la objeción entraña una distinción entre lo
físico y lo virtual que la teoría de las multitudes pone en cues-
tión de manera contundente. La mayoría de los teóricos de las
multitudes tienen como objeto las multitudes físicas y virtuales.
110 «Canetti: Discussion with Adorno».
111 /bíd.
JodiDeanl 81
Utilizan la palabra «crowd» como verbo, 112 como dinámica y como
afectos que atraviesan y constituyen a la colectividad. El propio
Canetti describe las multitudes invisibles de los muertos y los
espermatozoides. Como detallo en el siguiente capítulo, la in-
fluyente (aunque notoriamente reaccionaria) obra de Gustave
Le Bon sobre las multitudes trata a la multitud fundamental-
mente como concepto psicológico. Le Bon llega incluso a afirmar
enigmáticamente que «las multitudes son, sin duda, siempre
inconscientes, pero en esta misma inconsciencia reside tal vez
uno de los secretos de su fuerza». 113 Además, las tecnologías de la
presencia se han desarrollado para hacer que percibamos nues-
tras interacciones mediatizadas de forma más presente e intensa
todavía. Interactuamos con otros y otras, no solo con pantallas.
Cuando publicamos hashtags de moda o historias muy compartidas
experimentamos la fuerza de los muchos. En las redes sociales,
los muchos fluyen por nuestras pantallas por medio de oleadas
de imágenes y expresiones de sentimientos cuyos efectos se
acumulan, resuenan y se consolidan formando patrones irreduc-
tibles a ninguna postura o afirmación particular. Canetti señala
«con qué gusto cae uno presa de la multitud».11 4 La multitud,
virtual y física, se mueve e intoxica. Canetti escribe: «estabas per-
dido, te habías olvidado de ti mismo, te sentías tremendamente
lejano y al mismo tiempo satisfecho; cualquier cosa que sintieras
no la sentías por ti mismo, era lo más altruista que conocías; y
dado que el egoísmo se mostraba, hablaba y amenazaba por to-
das partes, necesitabas esta experiencia de altruismo atronador
como el toque de trompeta en el Juicio Final». 115 Así pues, esa
experiencia del fluir que abruma la experiencia consciente del yo
y que a Turkle le parece tan amenazante podría entenderse tam-
bién como un estallido de ilusión porque el individuo es y puede
ser un sujeto de acción (más que una forma de delimitación y
contención) y entregarse a la multitud.
112 El sustantivo crowd significa multitud, pero existe también un verbo, to crowd, cuyo
significado sería abarrotar, atestar de gente [N. del T.].
113 Gustave Le Bon, The Crowd, Kitchener, Ontario, Baroche Books, 2001 (1896), pág. 6.
114 Elias Canetti, The Torch in My Ear, trad. Joachim Neugroschel, Nueva York, Farrar,
Straus and Giroux, 1982, pág. 148 [edición en castellano: La antorcha al oído,
Barcelona, Debolsillo, 2015].
115 lbíd., pág. 94.
82 1 Multitudes y partido
Nosotros tenemos que ser nosotros
El desmoronamiento del realismo capitalista -y desem-
barazarse del destructivo mantra de Margaret Thatcher de que
«no hay alternativa» a la competición capitalista desaforada- ha
conducido al reconocimiento general de que el capitalismo es
un sistema que recoge de los muchos y entrega a los pocos. 116
Hoy día nadie niega el hecho de que en la economía capitalis-
ta hay quien pierde siempre. El sistema genera perdedores: los
desempleados, los sin techo, los endeudados, los estafados, los
eliminados, los abandonados, los sacrificados. Funciona a base
de deuda, ejecuciones hipotecarias, expropiaciones, desahucios,
desposesión, destrucción -que no son más que sinónimos de pri-
vatización-. Y entonces, ¿qué? Desde que la izquierda empezó a
mirarse a sí misma y al mundo en clave de especificidad indivi-
dual y eficiencia de los mercados, ha sido más fácil imaginar el
fin del capitalismo que imaginar una izquierda organizada.
Caracterizado por un enfoque ya anunciado por el de-
bate de Marxism Today sobre los nuevos tiempos, ha tomado
cuerpo un realismo de izquierdas basado en conjeturas sin
mucho fundamento. Puede que este realismo de izquierdas no
esté avalado en su integridad por ninguna tendencia política
o teórica concreta. Nadie de quien yo haya oído hablar ha pu-
blicado un posicionamiento de izquierda realista explícito. Sin
embargo, la fragmentación de la política de izquierdas en un
creciente sinfín de convicciones populistas, liberales, progresis-
tas, trans, pluralistas, verdes, multiculturalistas, antirracistas, de
democracia radical, feministas, identitarias, anarquistas, queer,
autonomistas, horizontalistas, antiimperialistas, insurrecciona-
listas, libertarias, socialistas y comunistas es sintomática de ese
realismo, cuyas premisas manifiestan una época de conjeturas:
por medio de discusiones entre activistas y académicos, réplicas
en reuniones y contestaciones en las redes sociales. Estas premi-
sas son que la colectividad es indeseable y que la colectividad es
imposible.
116 Fisher, Mark, Capitalist Realism, Londres, Zero Books, 2009 [edición en castellano:
Realismo capitalista, Buenos Aires, Caja negra, 2016].
JodiDeanl 83
La colectividad es indeseable porque es sospechosa de
excluir posibilidades, difuminar las diferencias y fortalecer la
disciplina. 117 «¿Qué quieres decir con <nosotros>?» es un eslogan
de esta sospecha; eslogan que típicamente se suele dejar caer en
contextos y discusiones considerados como insuficientemente
sensibles a las especificidades de la experiencia de cada persona.
«Diversidad de tácticas» es otro eslogan de esa índole que suele
aflorar a veces, sobre todo cuando se invoca para asegurar un
espacio a las confrontaciones con la policía de pequeños grupos
a costa de una coordinación política más amplia.
Hay quienes consideran la colectividad como algo inde-
seable por ser algo que se opone a la responsabilidad y libertad
individuales. Rechazando los comunismos tanto de Badiou como
de Hardt y Negri, Vanessa Lemm advierte: «En ambas tenden-
cias, el proceso de subjetivación tiende a disolver al individuo en
una 'multitud' o 'causa' que es supraindividual y que, lejos .de la
asunción de responsabilidad sobre la libertad de cada cual, exige
que cada cual se entregue a ella». 118 Lemm ofrece un «contra-
peso» nietzscheano al «igualitarismo radical» de los comunistas,
recalcando cómo la «concepción aristocrática» que tenía Nietzs-
che sobre la cultura se apoya en «cultivar la responsabilidad de
individuos singulares». Otros hacen que la colectividad resulte
indeseable, al insinuar que la colectividad ha de ser impuesta;
todo colectivo utiliza una lógica de Estado. El audaz uso que hace
Banu Bargu de la visión egoísta de Max Stirner sobre la libera-
ción en cuanto proyecto individual de autovalorización es lo que
mejor ilustra esta visión: para materializar su singularidad y po-
tencial propios, los egoístas «deberían dirigir sus esfuerzos no
solo contra el Estado, sino contra cualquier colectividad y pro-
yecto colectivo» .119
En lugar de una colectividad indeseable, el realismo de
izquierdas ofrece diversidad, pluralidad y multiplicidad. En este
sentido, Eugene W. Holland quiere crear una «multiplicidad de
117 Como observa Jeremy Gilbert, «la tradición de las descripciones despectivas de las
colectividades -multitudes, turbas, masas, etc.- siempre incluye alguna referencia a
la supuesta homogeneidad del grupo en al menos una dimensión". Véase Gilbert,
Jererny, op. cit., pág. 70.
118 Lemm, Vanessa, «Nietzsche, Aristocratisrn and Non-Dornination", en Martel, James;
Casas K.lausen, Jimmy (eds.), How Not To Be Governed, Lanham, MD, Lexington Books,
2011, pág. 96.
119 Bargu, Banu, «Max Stirner, Postanarchy avant la letter," en How Not To Be Governed, pp. 114-15.
84 1 Multitudes y partido
multiplicidades». 12º Jimmy Casas Klausen y James Martel alientan
igualmente las expresiones de diversidad humana, y conside-
ran que las asociaciones políticas y económicas que prosperan
son las adaptables, contingentes y múltiples. 121 Y Andrew Koch
afirma que el anarquismo es «el único posicionamiento político
justificable», por su defensa del infinito pluralismo del signifi-
cado individuado. 122 Estos enfoques se articulan como si esa
multiplicidad fuese primordialmente ontológica y no estuviese
estimulada también por el capitalismo en provecho propio, para
su propia salvaguarda. 123 Además, subestiman el interés que
tiene el Estado por la pluralidad y, concretamente, por las frag-
mentaciones que obstaculizan una oposición colectiva y por las
individuaciones que facilitan la identificación, el aislamiento y
el control.
La segunda premisa del realismo de izquierdas es que la
colectividad resulta imposible. Somos tan diferentes, nuestras
experiencias y ambiciones nos singularizan tanto, y apostamos
tanto por la primacía de un determinado conjunto de tácticas
frente a otras que no podemos ponernos de acuerdo en una
lucha común. En el mejor de los casos, podemos encontrar afi-
nidades momentáneas y formar coaliciones provisionales. Así
pues, la política tendría que pasar por cultivar nuestro punto de
vista propio y único -o el punto de vista de nuestra secta, tribu o
lugar donde nos movamos-, en vez de intentar organizar esas vi-
siones para que constituyan algo que se parezca a una estrategia.
Lo que sugiere el realismo de izquierdas es que habría que poner
en evidencia el propio hecho de juntarse como una fantasía que
encubre un impulso hobbesiano oculto hacia la trascendencia,
un mito que algunos utilizan para manipular a otros para que
luchen a favor de sus intereses.
Otra variación sobre la premisa de la imposibilidad es
que hay cambios fundamentales en la economía mundial que
JodiDeanl 85
impiden la colectividad. 124 Más que concentrar a los trabajadores
en emplazamientos centralizados, el capitalismo contemporáneo
los dispersa por todo el mundo. Depende de largas cadenas
de suministro y del capital global, y se vale de la complejidad
para disolver las instancias de control. 125 De esa manera se aís-
la, empobrece y desorganiza políticamente a los trabajadores de
cada vez más sectores de la economía capitalista. Desde luego,
el empobrecimiento y la desorganización política caracterizan
también las primeras décadas del socialismo revolucionario. Karl
Marx, Friedrich Engels y Rosa Luxemburgo ponen de manifiesto
cómo la competencia significa que los trabajadores tienden a es-
tar aislados, carecer de solidaridad y tardar mucho en unirse. Por
eso hace falta crear sindicatos y partidos, y por eso crearlos supo-
ne una lucha. El énfasis tendencioso del realismo de izquierdas
en la dimensión objetiva de nuestro actual marco capitalista no
alcanza a reconocer la dimensión subjetiva de la perspectiva, la
organización y la voluntad: nuestra perspectiva forma parte del
marco que ella misma observa. Esta dimensión subjetiva ha sido
siempre crucial en la tradición marxista. La respuesta comunista
al aislamiento no consiste en permitir que la realidad que gene-
ra individualismo determine nuestro horizonte político, sino en
construir solidaridad.
Las hipótesis de que la colectividad es indeseable y tam-
bién imposible derivan de un supuesto todavía más insidioso
del realismo de izquierdas: que la política implica al individuo.
Manuel Castells, por ejemplo, trata como una transformación
cultural clave «la emergencia de un nuevo conjunto de valores
definidos como individuación y autonomía, que surgen de los
movimientos sociales de la década de 1970, y van impregnan-
do la sociedad en las décadas posteriores cada vez con mayor
intensidad». 126 La forma exacta en que la política implica al indi-
viduo varía -nadie habla por mí excepto yo; lo personal es político; si
no puedo bailar, no quiero formar parte de vuestra revolución-. Pero la
124 Véase Clover, Joshua; Benanav, Aaron, «Can Dialectics Break BRICS?", South Atlantic
Quarterly 113: 4, otoño de 2014, pp. 743-59.
125 Véase Bernes, Jasper, «Logistics, Counterlogistics, and the Communist Prospect",
Endnotes 3, septiembre de 2013.
126 Castells, Manuel, Networks of Outrage and Hope: Social Movements in the Internet
Age, Cambridge, UK, Polity Press, 2012, pág. 230 [edición en castellano: Redes de
indignación y esperanza, Madrid, Alianza, 2015].
86 1 Multitudes y partido
premisa sigue siendo la misma: una política de izquierdas tiene
que fomentar y expresar la multiplicidad de proyectos individua-
les. Los individuos tienen que elegir y decidir, incluso aunque la
izquierda no pueda proporcionar nada que se pueda realmente
elegir. Los líderes, las vanguardias y los partidos son modos de
hacer política para un tiempo que no es el nuestro, se nos dice.
Son vestigios de un ensamblaje político-económico que ya se ha
desmoronado. 127
El realismo de izquierdas les parece realista a algunas
personas porque concuerda con los vafores predominantes del
neoliberalismo tardío, que nos dice que las cosas las tenemos
que hacer nosotros, actuar a nivel local y a pequeña escala y no
fiarnos de nadie porque no harán otra cosa que traicionarnos.
Afirma la insistencia capitalista en la inmediatez y la flexibilidad
y que el Estado sustituya la planificación a largo plazo y los
servicios sociales por una modalidad de gestión de crisis y de
selección. El realismo de izquierdas es bueno para la indignación
espontánea. Pero no acierta a organizarse para hacer algo con
esa indignación. Desorganizado, se queda impotente a la hora de
utilizar las crisis para construir y tomar el poder, y mucho menos
para lograr disposiciones sociales y económicas más equitativas
y menos propensas a las crisis.
El realismo en el que la izquierda ha estado sumergida du-
rante las décadas neoliberales ha implicado que incluso aunque
seamos plenamente conscientes de la profunda desigualdad del
sistema en el que nos encontramos, reafirmemos y nos amol-
demos a la ideología dominante: giro reflexivo, aislamiento,
énfasis en lo singular y momentáneo. Hay veces que nos parece
que no podamos hacer nada al respecto (puede que ya tenga-
mos demasiado trabajo por hacer). O nos vemos participando
sin fuerza, sin continuidad o sin capacidad de memoria política
en actividades individualizadas, localizadas o mediatizadas por
la comunicación. O asumimos que tenemos que centrarnos en
nosotros mismos, empezar por nosotros mismos y, por tanto, re-
dirigir la lucha política hacia nosotros mismos. En una sociedad
brutal, competitiva y atomizada, el bienestar psíquico es tan di-
fícil de conseguir que lograrlo puede parecer un logro relevante.
JodiDeanl 87
Al intentarlo por sí mismas, las personas se proletarizan y em-
pobrecen, y se enfrentan solas a ese empobrecimiento y a esa
proletarización.
Este capítulo ha pretendido desmantelar la hipótesis
de la primacía política del individuo que ata la política de iz-
quierdas al imaginario capitalista dominante y nos impide ver
que la concentración de la política en torno al individuo es un
síntoma de la derrota de la izquierda. En vez de constituir un
punto de encuentro de la creatividad, la diferencia, la agencia
y la responsabilidad, el individuo es el testimonio sobrecargado
del desmantelamiento de las instituciones y los vínculos solida-
rios. La individualidad impuesta oculta la incapacidad individual
incluso cuando amplifica las pocas contradicciones cristalizadas
en la forma individuo. Al mismo tiempo, estas imposiciones e in-
capacidades testimonian otra fuerza: el poder de la colectividad,
manifestado en las multitudes.
88 J Multitudes y partido
CERCANDO Al SUJETO
Jodi Dean 1 89
Louis Althusser de que la ideología interpela a los individuos en
cuanto sujetos. 129 El propósito de esta inversión no es tanto el de
criticar a Althusser como proporcionar una heurística que pueda
debilitar el papel de la forma individuo en las concepciones de
la subjetividad política. Defiendo esta cuestión introduciendo la
fórmula invertida «se interpela al sujeto en cuanto individuo»
en diálogo con el trabajo de la teoría postestructuralista y psi-
coanalítica. La segunda parte del capítulo hace un seguimiento
de cómo se encierra al sujeto dentro de la forma individuo tal y
como aparece en el encuentro entre el psicoanálisis y la teoría de
la multitud; más específicamente, en la apropiación por parte de
Sigmund Freud del infame Gustave Le Bon. Dando continuidad
al argumento del capítulo primero, me propongo romper con las
asunciones individualizantes que dificultan el entender el sujeto
político como sujeto colectivo. La forma individuo encierra los
cuerpos colectivos, las ideas, los afectos y las sensaciones en un
cuerpo singular, delimitado. Sin embargo, el vínculo entre la indi-
vidualidad y la subjetividad política no es ni necesario ni natural.
Se trata de un efecto contingente al conjunto de procesos que
convergen en la modernidad burguesa.
Del mismo modo que un bien es una forma de valor, el
individuo es una forma de subjetividad. Es una forma que obs-
taculiza la subjetividad política colectiva recurriendo a separarla
y contenerla en cuerpos y psiques individualizados. La presen-
tación que hace C. B. MacPherson del liberalismo del siglo XVII
constituye una de las más claras exposiciones de esta visión del
individuo. MacPherson afirma que en el corazón de la teoría libe-
ral late un «individuo posesivo» concebido como «el propietario
de su propia persona y de sus capacidades, por las que no debe
nada a la sociedad». 130 Pone como ejemplos a Thomas Hobbes
y John Locke. En la lectura que hace MacPherson, para Hobbes
y Locke la esencia de lo humano es «la libertad frente a la de-
pendencia de las voluntades de los demás, y la libertad es una
optado por ambos términos, oercar o enoerrar, dependtiendo del oontexto [ N. del T.]
129 Véase Althusser, Louis, On the Reproductíon of Capitalism, trad. G. M. Goshgarian,
Londres, Verso, 2014, capítulo 12, «Ün ldeology", y el apéndice, «ldeology and
ldeological Staie Apparatuses», pp. 232-72.
130 MacPherson, C. B., The Political Theory of Possessive lndividualism: Hobbes to Locke,
l\Jueva York, Oxford University Press, 1964, pág. 3 [edición en castellano: La teoría
política del individualismo posesivo, Madrid, Trotta, 2005].
90 1 Multítudes y partido
función de la posesión». 131 Ellos no entienden al individuo ni
como alguien que sea principalmente una parte o miembro, ni
como alguien que dependa fundamental e irrevocablemente de
las relaciones con los demás, humanos y no humanos. Más bien,
el individuo es, en esencia, alguien que es dueño de sí mismo y
de sus capacidades.
De lo que aquí se trata no es tanto de la lectura que
MacPherson hace de Hobbes y Locke (que es rebatible) sino de
la constitución recíproca entre el individuo y el propietario que
él destaca del liberalismo. La propiedad depende de una serie de
separaciones y cercamientos, que a su vez son los que la pro-
ducen. Las capacidades son algo separado tanto de los demás
como de uno mismo, que las encierra en su seno. En vez de en-
trañar una reproducción colectiva por el bien común, ejercitar
las capacidades -ya sean morales o técnicas- supone trabajar en
uno mismo y para uno mismo. Separadas de los contextos que
las producen y posibilitan, y encerradas dentro del individuo, las
capacidades son objetos que atañen a los individuos; una gran
cantidad de objetos disponibles para el intercambio y, a medida
que se expande el capitalismo, para la inversión, la estetización
y el branding.
Aunque la teoría liberal trata al individuo como propie-
tario y, por tanto, como espacio de libertad, la codependencia
de la forma mercancía y la forma individuo actúa también en
otra dirección, que posibilita la elisión entre mercancía e in-
dividuo. En su apasionante relato del comercio de esclavos en
EEUU antes de la Guerra de Secesión, Walter Johnson describe
la importancia que tenía la individualización a la hora de des-
mantelar las familias esclavas y categorizar y modelar a los
esclavos para el mercado. Johnson escribe: «por una parte, había
que transformarlos en ejemplares de la categoría a la que habían
sido asignados, pero una vez que estas categorías se habían es-
tablecido y asignado, los esclavos tenían que aparecer de nuevo
como individuos». 132 Para ponerles el precio a los esclavos, estos
tenían que ser comparables. Para ser vendidos, tenían que ser lo
131 lbíd., pág. 3.
132 Johnson, Walter, Sou/ by Soul: Life lnside the Antebellum S!ave Market, Cambridge,
MA, Harvard University Press, 1999, pag. 119. Estoy en deuda con Rob Maclean por
haberme mostrado el trabajo de Johnson y por esclarecer la importancia de la forma
individuo para el comercio de esclavos.
Jodi Dean 1 91
suficientemente distintos, lo suficientemente individuados, para
destacar entre la multitud. La individualidad del esclavo comer-
cializado se producía para su compraventa.
La elisión entre mercancía e individuo puesta de manifies-
to en el comercio de esclavos demuestra que la forma individuo
no tiene necesaria o esencialmente nada de liberador. Como ex-
pongo más abajo, emerge históricamente como un mecanismo
ideológico para la desubjetivización de los colectivos. El indivi-
duo, no solo en su variedad liberal posesiva, como veremos, es
una forma de captura.
Se al como
La reelaboración de Louis Althusser de la noción marxiana
de ideología presenta la categoría de sujeto como un constructo
ideológico. Es un constructo ideológico porque la función de la
ideología es «'constituir' individuos concretos como sujetos».133
Esta función, sostiene Althusser, es una característica de la ideo-
logía en general; la ideología «transforma» a los individuos en
sujetos. A la operación que interviene en esta transformación la
denomina «interpelación». Presentando la interpelación como
una «llamada»., Althusser la ilustra por medio de un policía que
grita «Oiga, ¡usted!» y una persona que, como reacción, se da la
vuelta. Con este «darse la vuelta como reacción», el individuo se
convierte en sujeto: «ha reconocido que 'realmente' le estaban
haciendo señas, y que 'era realmente a él a quien estaban ha-
ciendo señas' (y no a otra persona)». 134 La interpelación es, pues,
un proceso de sujeción. Convirtiéndose en sujeto, el individuo
asume y también se sitúa bajo la estructura de creencias y ex-
pectativas que pertenece a la ideología.
La explicación de Althusser de la interpelación no implica
que haya individuos «ahí afuera» con carácter previo a la inter-
pelación. Invocando a Freud y los rituales y expectativas que
acompañan el nacimiento de un niño, «ese feliz acontecimien-
to», él insiste que «Un individuo es siempre-ya un sujeto, antes
incluso de nacer». 135 El niño nace en una estructura que ya lo ha
133 Althusser, op. cit., pág. 262.
134 /bid., pág. 264.
135 lbld., pág. 192.
92 1 Multitudes y partido
sujetado, una estructura que le da un nombre, un sexo y un lugar,
y que espera de él que ocupe ese lugar, sea de ese sexo y lleve ese
nombre, para convertirse en el sujeto que ya es.
A pesar del ejemplo de la «llamada», la interpelación ideo-
lógica no es un acontecimiento singular. Es constante e incesante,
y se halla inserto en prácticas materiales de reconocimiento y
no reconocimiento «que nos garantizan que en realidad somos
sujetos concretos, individuales, inconfundibles y, naturalmente,
insustituibles».136 Tal y como escribe Elizabeth Wingrove, la teoría
althusseriana de la ideología explica, así, cómo «la subjetividad
de los actores» -o sea, su conciencia de ser únicos, (relativamente
independientes), y capaces de hacer sus elecciones- se consigue
y sostiene en virtud de su sujeción a las reglas, prácticas y rela-
ciones de los múltiples aparatos existentes en una determinada
formación social». 137 La subjetividad -o la individualidad, que en
el discurso de Althusser son lo mismo- es un efecto de una es-
tructura material ideológica más amplia.
Una de las aportaciones más influyentes de Althusser, la
idea de interpelación ideológica, ha sido objeto de importantes
críticas. 138 Paul Hirst señala que «el concepto de sujeto de Al-
thusser supone que los sujetos y los individuos se corresponden,
que el sujeto constituye la 'identidad' unitaria del individuo,
que el sujeto como efecto se corresponde con la concepción fi-
losófica clásica de conciencia». 139 Judith Butler destaca «lo poco
elaborada que está la doctrina de la conciencia» que subyace a
la descripción de Althusser de ese «darse la vuelta» del individuo
en respuesta a las señas que le hacen, en donde ella encuen-
tra «un abrazo culpable de la ley». 140 Y Jacques Ranciere critica la
teoría althusseriana de la ideología por su exclusión de la lucha
136 lbíd., pág. 189.
137 Wingrove, Elizabeth, «lnterpellating Sex", Signs 24: 4, verano de 1999, pp. 86~93, 879.
138 Para una discusión en detalle sobre los cambios y desarrollos de la teoría de la
ideología de Althusser, véase Montag, Warren, Althusser and His Contemporaries,
Durham, NC, Duke University Press, 2013.
139 Hirst, Paul O., «Althusser and the theory of ideology •., Economy and Society 5: 4, 1976,
pp. 385-412, 400. Otros comentadores que asocian la subjetividad adquirida por el
individuo con la identidad son Butler, Judith, Excitable Speech, Nueva York, Routlege,
1997, pág. 25; Wolff, Richard D., «ldeological State Apparatuses, Consumerism, and
U.S. Capitalism: Lessons for the Left,,, Rethinldng Marxism 17: 2, abril de 2005, pp.
223-35, 226.
140 Judith Butler, The Psychic Lite of Power, Stanford, CA, Stanford University Press, 1997, pp.
106--15 [edición en castellano: Mecanismos psíquicos del poder, Madrid, Cátedra, 2010].
Jodi Dean 1 93
de clases, por su planteamiento de una función de la ideología
independiente de la existencia de las clases. 141 Le echa en cara a
Althusser que pase por alto lo que ya para Marx estaba claro: las
formas ideológicas «son las formas en las que se libran las luchas». 142
Abordando a Althusser desde la perspectiva del psicoaná-
lisis, Mladen Dolar se atreve con otra línea crítica, que reprocha
a Althusser postular un «corte limpio», un paso inmediato del
individuo -«una entidad pre-ideológica, una especie de materia
prima»- al sujeto. 143 Es una crítica que no cumple con lo espera-
do, dice Dolar, porque el verdadero problema con la versión que
ofrece Althusser acerca de la subjetivización, estriba en que la
ilusoria creencia del sujeto en su propia autonomía nunca es tan
completa como lo que sugiere. La propia interpelación produce
un vestigio para el que Althusser no puede ofrecer una explica-
ción. El psicoanálisis actúa partiendo de ese vestigio, el defecto
que está en el fondo del sujeto individual. Dolar escribe: «Para
Althusser, el sujeto es lo que hace funcionar a la ideología; para
el psicoanálisis, el sujeto emerge allí donde falla la ideología.
Bien pudiera ser que la ilusión de autonomía fuera necesaria,
pero también lo es su fracaso; el encubrimiento nunca aguan-
ta».144Tal y como recalca Slavoj Zizek, la diferencia entre la visión
althusseriana del sujeto y la psicoanalítica con~iste en que el
psicoanálisis hace hincapié en la imposibilidad de eliminar la
brecha entre ideología e individuo. Y no lo hace para dar carta de
naturaleza a una especificidad del individuo perpetuamente si-
tuado fuera del alcance de la ideología, sino para tratar al propio
sujeto como nada más que esa brecha. 145
Apuesto a que es al revés de lo que decía Althusser. La
interpelación ideológica tiene más sentido como teoría de la in-
141 Ranciére, Jacques, «On the Theory of ldeology: Althusser's Politics», apéndice a
Althusser's Lesson, trad. Emiliano Battista, Londres, Continuum, 2011, pág. 149 [edición
en castellano: La lección de Althusser, Buenos Aires, Lom, 2010]. Véanse también las
contribuciones de «The Althusser-Ranciére Controversy", Radical Phiiosophy 170,
noviembre/diciembre de 2011, pp. 8-35.
142 Ranciére, op. cit., pág. 151, cursiva en el original.
143 Dolar, Mladen, «Beyond lnterpellation•» Qui Parle 6: 2, primavera-verano de 1993, pp.
73-96, 76.
144 lbid., pág. 78.
145 Zizek, Slavoj, «Class Struggle or Postmodernism? Yes, please!», en Butler, Judith;
Laclau Ernesto; Zizek, Slavoj, Contingency, Hegemony, Universality, Londres, Verso,
2000, especialmente pp. 114-20 [edición en castellano: Contingencia, hegemonía,
universalidad, México DF, FCE, 2011 ].
94 1 Multitudes y partido
dividuación que como teoría de la sujeción (lo cual explicaría la
identidad de sujeto e individuo, que siguió siendo un espinoso
problema en las diferentes teorizaciones de Althusser sobre la
ideología). 146 Warren Montag proporciona respaldo a esta inver-
sión, subrayando la denuncia de Althusser de que la ideología
«recluta» a sus portadores: «los individuos son escogidos de en-
tre una masa indiferenciada, seleccionados, apartados de ella y
dotados de una identidad singular, como si tal selección o sepa-
ración de los individuos fuera necesaria para el funcionamiento
de la economía». 147 Cuando se encuentra con una multitud o
una masa, la llamada ideológica la fragmenta en elementos sin-
gulares. Montag hace notar la resonancia específica del uso de
Althusser del término «interpelar» en el contexto de las protes-
tas y manifestaciones de la década de 1960. A uno le podía parar
la policía «y, por tanto, se le podía seleccionar entre la multitud y
singularizar con respecto a su contexto». 148 Lo que era una multi-
tud se convierte en muchos individuos separables.
Lo que reduce el foco de la ideología burguesa (y conduce
el conflicto de clase a la teoría de la ideología) es, más que se-
guir el énfasis de Althusser en la ideología en general, invertir
su afirmación al interpelar al sujeto como individuo. Utilizo la
expresión «ideología burguesa» para referirme al difuso conjunto
de ideas y aparatos asociados con la modernidad europea, con
un concepto instrumental de la razón, y con la emergencia del
modo de producción capitalista. La Reforma protestante cons-
tituye un ejemplo de interpelación al sujeto como individuo por
parte de la ideología burguesa. Rompiendo con la comunidad del
catolicismo, las teologías protestantes «llaman» a los creyentes
en cuanto almas singulares, responsables de su propia salvación.
Entre los efectos de la interpelación al sujeto como individuo
está la reducción de la agencia a la capacidad individual, la li-
bertad a una condición individual, y la propiedad a la posesión
individual. Incluye también el presupuesto de que los agregados
-grupos, tribus, colectividades y multitudes- son inevitablemen-
te primitivos, bárbaros, irracionales y atávicos.
Jodi Dean [ 95
La ventaja de invertir el planteamiento althusseriano es-
triba en que el sujeto no está limitado previamente a la forma
individuo; una forma que, como dice el psicoanálisis, es siem-
pre ya tan fallida e imposible como asumida y demandada. Con
esta inversión, la forma individuo misma se convierte en proble-
ma, en un producto coercitivo e inestable del cercamiento de lo
común por medio de esfuerzos incesantes por reprimir, negar y
bloquear la subjetividad política colectiva. El individuo es una
forma de captura. Más que ser algo natural o dado, la forma indi-
viduo encierra en un cuerpo singular delimitado cuerpos, ideas,
afectos, deseos y pulsiones colectivos. 149
La afirmación de Althusser de que «la ideología represen-
ta la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones
reales de existencia» debería releerse haciendo énfasis en indivi-
duos. Lo que es imaginario es que las condiciones que la ideología
organiza estén relacionadas primordialmente con un individuo.
El individuo es en sí mismo una figura imaginaria, como nós en-
seña Lacan. 15º La ideología burguesa trata condiciones colectivas
y sociales -insertas en historias de violencia y sistemas de ex-
plotación- como si fuesen relaciones específicas de un individuo,
como si los Estados surgieran a través del consentimiento indi-
vidual, como si la política fuese cuestión de elección individual
y como si los deseos y capacidades, los afectos y la voluntad se
originasen naturalmente en la forma individuo y residiesen en
ella. Pero del mismo modo en que la experiencia colectiva del
antagonismo -la «sustancia social»- subyace a lo que Marx llama
la «objetividad fantasmal» de la mercancía, esta experiencia sub-
yace también a la subjetividad fantasmal del individuo.
149 Véase también la aportación de Jobst Welge sobre los desafíos de la representación y
la individuación en la literatura europea de principios del siglo XIX, con especial atención
a la relación entre el escritor y las masas. Aunque algunos escritores modernistas se
centren en la búsqueda de uno mismo en medio de la agitación de la ciudad, «la
multitud existe, en tanto vibra con su compleja multitud de personalidades existe ya
principalmente dentro del sujeto». Welge, Jobst, "Far from the Crowd: lndividuation,
Solitude, and 'Society' in the Western lmagination», en Schr,app, Jeffrey T.; Tiews,
Matthew (eds.), Crowds, Stanford, CA, Stanford University Press, 2006, pp. 335-58.
150 Lacan hizo famosa esta observación en "The Mirror Stage as Formative of the
Function of the 1 Function, as Revealed in Psychoanalytic Experience», en Ecrits: A
Se/ection, trad. Bruce Fink, Nueva York, W. W. Norton, 2002 (1949). Véase también
Lacan, Jacques, My Teaching, trad. David Macey, Londres, Verso,2008, p. 79 [edición
en castellano· Mi enseñanza, Barcelona, Paidos, 2007].
96 1Multitudes y partido
Cercando lo común
Invertir lo que dice Althusser nos ayuda a concebir al indi-
viduo como una forma de cercamiento. Como describe Marx en
El Capital, el cercamiento es una operación mediante la cual se
produce una apropiación de lo que es común y se pone al servi-
cio del capitalismo. La explicación que da Judith Butler sobre la
constitución del sujeto en el lenguaje, una explicación que a su
vez recurre a Althusser, proporciona una forma de acceder a esta
operación en la medida en que la categoría lingüística del sujeto
designa una condición de pertenencia común. 151
Butler escribe:
Jodi Dean 1 97
Butler asocia la ocupación de la posición del sujeto por
parte del individuo, su sujeción, con la forclusión. 153 A medida
que el individuo se subjetiva, pierde algo de sí mismo (aunque
esto sea algo que no tuvo nunca). Ser un sujeto es, de alguna
manera, ser despojado. Butler sugiere que el sujeto es una con-
dición de la libertad a costa de la libertad, en la que esta libertad
perdida o sacrificada es una especie de autenticidad o potencial
de amor y deseo que estaría disponible para el sujeto si no fuese
por la ley a la que el sujeto se debe: «Uno no puede criticar en
exceso los términos que aseguran su propia existencia». 154 Sin
embargo, interpretar que el sujeto es interpelado como individuo
abre otra posibilidad. El duelo que acompaña a la interpelación
surge de la pérdida de otros. El individuo es aquel que resulta
desgajado, separado del colectivo. Atrapado en el aislamiento del
yo imaginario, el individuo se esfuerza por hacer y ser, él solo, lo
que únicamente puede hacer y ser con los otros.
Ya en Vigilar y castigar, Michel Foucault trata al individuo
como un efecto del poder y del saber cuando describe la creación
del individuo por la extensión de las fórmulas disciplinarias de
dominación en la Europa del siglo XVIII. 155 La disciplina implica
un conjunto de técnicas que se refuerzan mutuamente emplea-
das para resolver el problema que supone para la autoridad el
pueblo colectivo. El Estado necesita al ejército, pero una asamblea
armada del pueblo puede derrocar al Estado. El capital necesita
trabajo, pero el poder concentrado de los trabajadores puede in-
utilizar, destruir y abolir efectivamente la inversión capitalista
en materia prima y medios de producción. En el transcurso del
siglo XVIII, los procesos de cercamiento, partición, funcionaliza-
ción y clasificación se extienden por lo social para convertir a la
153 lbíd., pág. 23.
154 lbíd., pág. 129.
155 Foucault, Michel, Discipline and Punisn: The Birth of the Prison, trad. Alan Sheridan,
Nueva York, 71Vintage,1979 [edición en castellano: Vigilar y castigar, Madrid, Biblioteca
Nueva, 2012]. Para una visión esquemática del individualismo americano y europeo del
siglo XIX véase Lukes, Steven, lndividualism, Nueva York, H'lrper & Row, 1973. Montag
defiende que la tesis de Althusser de que la ideología interpela a los individuos en
tanto sujetos "sólo adquiere su significado completo en relación,, con la descripción
de Foucault de las condiciones materiales de interpelación de Vigilar y castigar (pp.
163-170 de la edición en inglés). Al poner de manifiesto cómo Foucault "abre toda
una dimensión que el ensayo de Althusser presupone inadvertidamente: una historia
del cuerpo, la historia del individuo mismo», Montag proporciona un apoyo mayor a la
utilidad de invertir a Althusser (pág. ·167).
98 1 Multitudes y partido
variopinta, amorfa y rebelde masa en una dócil y útil combina-
ción de fuerzas. Se confina a los vagabundos y a los pobres. 156 Se
encierra en las fábricas a los trabajadores. El modelo monástico
se convierte en el ideal para las escuelas secundarias. El «ejér-
cito, esa masa vagabunda» es regularizado y convertido en una
institución más reglamentada, confinada en cuarteles al objeto
de impedir los saqueos y la violencia. 157 Los encerrados son lue-
go separados unos de otros, compartimentados: «Cada individuo
tiene su propio lugar, y cada lugar es individual. Evítese la dis-
tribución en grupos; dobléguense las disposiciones colectivas;
analícense las multitudes confusas, masivas o transitorias». 158
Como aclara Foucault, el cercamiento y la segmentación no
solo acompañan a los desarrollos tecnológicos, a la puntuación y
medición del tiempo y a la correlación de cuerpos y gestos, sino
también a importantes cambios en el trabajo del poder sobre los
cuerpos. Estos cambios en el modo en que el poder opera sobre
los cuerpos incrementan las oportunidades de observar y acu-
mular conocimiento sobre ellos y de aplicar dicho conocimiento
para el propósito de asegurar su utilidad y docilidad combinadas.
«La disciplina "hace" a los individuos», escribe Foucault. 159 «La
multitud, una masa compacta, un escenario de múltiples inter-
cambios, de individualidades que confluyen, un efecto colectivo,
es abolida y sustituida por un conjunto de individualidades se-
paradas».160 Observados y comparados, los cuerpos, las aptitudes
y las capacidades son individuados a medida que se «clasifican
los unos en relación con los otros». Evaluados y recompensa-
dos, se deshacen de su carácter de masa y se configuran como
individuos preparados, especificados y cognoscibles. 161 En
156 Ya en Madness and Civilization (trad. Richard Howard, Nueva York, Vintage, 1973)
[edición en castellano: Historia de la locura en la época clásica, México DF, FCE, 2016],
Foucault describe el gran encarcelamiento del siglo XVII.
157 Foucault, Michel, Vigilar y castigar, op. cit., pág. 142.
158 lbíd., pág. 143.
159 lbíd., pág. 170. Foucault advierte que el poder disciplinario revierte los «ejes de
individuación,,. Los procesos de individuación "ascendente,, marcan al individuado
como poseedor de más poder que otros, como grande y privilegiado. Por tanto, se
pintan retratos y se cuentan relatos de reyes y nobles. La individuación ascendente no
es exactamente una individuación. Es una glorificación, un proceso de generación de
prestigio e inmortalidad de manera que el indiv"1duado es un ejemplar de un grupo, bien
sea una familia, una tribu o una nación.
1601bíd., pág. 201.
161 lbíd., pág. 162.
Jodi Deanl 99
cuanto efecto del cercamiento de la multitud, la individuación
es fundamentalmente -y deliberadamente- despolitizadora,
independientemente de las fantasías de los liberales. 162 Expre-
sado en relación con una pregunta que plantea Althusser en su
discurso sobre los aparatos ideológicos del Estado: «¿Qué es lo
que aprenden los niños en la escuela?» Aprenden que son indi-
viduos.
Silvia Federici profundiza y amplía la explicación de Fou-
cault sobre la producción material del individuo en la Europa
moderna. Siguiendo el rastro a los levantamientos de los cam-
pesinos, las herejías populares y cazas de brujas inseparables
de los sangrientos procesos de acumulación del capital, Federici
vincula el cercamiento disciplinario de la fuerza de trabajo con la
«acumulación de diferencias, desigualdades, jerarquías y divisio-
nes que han distanciado a los trabajadores entre sí e incluso con
respecto a sí mismos». 163 Ella se fija en las crisis demográficas
y económicas de las primeras décadas del siglo XVII (crisis que
entrañaban espectaculares disminuciones de población en Eu-
ropa y en el Nuevo Mundo y que condujeron a la creación de un
comercio transatlántico de esclavos), y sitúa ahí la emergencia
de la reproducción y del crecimiento poblacional como un asun-
to de los intelectuales y del Estado. 164 La preoc;upación estatal
por el crecimiento de la población, objeto particular de atención
para los mercantilistas, conduce a los intentos por expropiar a
las mujeres de su trabajo reproductivo, haciendo de ellas, literal
y físicamente, una fuente de mano de obra, cuando diferencia
entre trabajo de hombres y trabajo de mujeres, devalúa el trabajo
de las mujeres y demoniza sus conocimientos sobre la reproduc-
162 En una discusión llena de matices sobre los modos de imbricación de género,
raza y clase en la nueva noción de identidad individual en la Europa del siglo XVIII,
el historiador Dror Wahrman escribe: «En el antiguo régimen de la identidad ( ... ) la
preferencia por una categorización genérica significaba que las categorías colectivas
que identificaban a los grupos tenían primacía sobre las categorías que identificaban
a los individuos( ... ). Pero en la nueva configuración de finales del siglo XVIII dichas
categorías contribuyeron a generar una identidad singular arites de que generaran una
identidad de un grupo colectivo, y por ello estaban más cerca de la comprensión del
Yº"· Véase Wahrman, Dror, The Making ofthe Modern Se/f, New Haven, Yale University
Press, 2004, pág. 278.
163 Federici, Silvia, Ca/iban and the Witch: Wornen, the Body and Prirnitive Accumu/ation,
Brooklyn, NY,Autonomedia, 2004, pág. 115 [edición en castellano: Calibán y la bruja,
Madrid, Traficantes de Sueños, 2010].
164 /bíd., pág. 86.
166 Molly Anne Rothenberg escribe, «En tanto producciones exclusivamente externas (y
discursivas), las posiciones del sujeto no tienen una interioridad desde la que pudieran
crear una resistencia ante sus propias condiciones de determinación. Mientras
Althusser concibe que el sujeto no reconoce (y por lo tanto en principio es capaz de
reconocer) la verdad sobre su relación con las condiciones reales de su producción,
Foucault concibe al sujeto como nada más que las condiciones de su producción, y
por lo tanto incapaz de no reconocer ni de reconocer». Véase su The Excessive Subject
Cambridge, UK, Polity Press, 2010, pág. 26. Mi objetivo es demostrar el sentido en que
esta interioridad es transindividual, una multitud en el corazón de la persona.
16'7 Dolar, Mladen, «Freud and the Political", Theory & Event 12: 3, 2009, pp. 15-29.
¡
102 Multitudes y partido
como sujeto agrandan el problema, al tener que postular una continui-
dad de las instituciones interpeladorns que siempre falla. Después de
todo, sugieren que el sujeto como tal es histérico, resiste a las
interpelaciones y rechaza constantemente la identidad que se
le ofrece. ¿Cómo podría entonces tener continuidad una institu-
ción si siempre encuentra resistencia a las interpelaciones que
realiza?
Una posible respuesta sería que ese sujeto es poco fre-
cuente; ese individuo único (o el individuo en el momento de su
singularidad), esa heroína capaz de ir hasta el límite y hacer lo
imposible. En ese caso, las instituciones se percibirían como per-
sistentes porque funcionan la mayor parte del tiempo, aunque
dicho funcionamiento no se dé a través de una producción exi-
tosa de sujetos, sino a través de la producción de objetos. Otra
respuesta cambiaría de registro completamente, reconceptuali-
zando el problema en torno al concepto de subjetividad: si para
Althusser la subjetividad consiste en la identidad que surge
como reacción a la llamada, para Dolar y Zizek la subjetividad
consiste en la brecha que se produce y se bloquea al responder a
la llamada. Esas dos opciones de singular o vacío, incondicionado
o ineliminable, son políticamente insatisfactorias. 168 La política
se convierte en una simple espera ante la llegada imposible de
alguien que, de todos modos, no va a suponer ningún cambio. 169
Afortunadamente, no son esas las únicas opciones.
Invertir la formulación de Althusser para entender la
ideología como la interpelación al sujeto como individuo nos
proporciona otra opción: el sujeto emerge allí donde falla la
ideología porque el sujeto es colectivo. Cuando la ideología bur-
guesa falla, la individuación falla y el hecho de la colectividad
se imprime a sí mismo. Un problema que ha de ser abordado
de manera individual se convierte en una condición comparti-
da por muchos. Correspondientemente, el sujeto es una brecha
en la estructura porque las personas son el sujeto de la política.
Por consiguiente, el «sujeto» no constituye fundamentalmente
una espacio lingüístico para la elección, decisión o libertad indi-
vidual. Tampoco señala las fantasías inconscientes que rellenan
168 Véase la crítica que hace Bruno Bosteels de Zizek sobre este asunto en The Actua/ity
of Communism, Londres, Verso, 2011.
169 Marte!, James, Textual Conspiracies, Ann Arbor, MI, University of Michigan Press, 2011.
Jodi Deanl103
y dirigen una estructura siempre incompleta. Más bien, el suje-
to constituye una brecha en otros tres sentidos entrelazados: la
incapacidad de la estructura para cimentarse o postularse a sí
misma, su dependencia de algo externo a ella y la torsión de lo
Real en el exceso de su relación consigo mismo. 17º
En su relación consigo mismas, las personas siempre ter-
minan chocando con ellas mismas. Se encuentran con los límites
prácticos y materiales para su asociación, las presiones psíqui-
cas y afectivas de la comunidad y los efectos de sus historias
de conflictos y conquistas. El excedente de esa relación reflexiva
consigo mismas en cuanto personas es la torsión de la política.
La política tiene lugar en la no-identidad, brecha o torsión entre
las personas y su autogobiemo. 171 La subjetivación política pasa
por forzar esta no-identidad, haciendo que se perciba como efec-
to de un sujeto. En palabras de Bruno Bosteels al tratar de Alain
Badiou, «el sujeto consiste en la coherencia de una carencia for-
zada».172 Pero la del sujeto no es una brecha cualquiera. El sujeto
aparece a través de la ocupación activa de la carencia constituti-
va de las personas.
Existe la política porque el sujeto político es colectivo y está
dividido. Dicha división es práctica y material, condición de nues-
tro ser físico. Las personas nunca pueden serlo P?líticamente (o,
dicho de otra manera, «persona» no es una categoría ontológica).
Están presentes únicamente como partes, como subconjuntos.
Es el caso de las multitudes que ocupan las plazas públicas, las
asambleas electas, los ejércitos en una batalla y las encuestas
de opinión. Todos son, necesariamente, partes. Su parcialidad -
la brecha entre las partes y el todo (imaginario)- constituye la
fascinante causa de la subjetivación política. Además, incluso
como partes, las personas están presentes solo temporalmente.
Puede que intenten inscribir su presencia, su haber sido, en do-
cumentos, prácticas y organizaciones que ocuparán su puesto
y actuarán en su lugar; lo cual harán también, inevitablemente,
170 Véase el análisis de Slavoj Zizek sobre la banda de Moebius en Organs without Bodies.
Nueva York, Routledge, 2003 [edición en castellano: Órganos sin cuerpo, Valencia, Pre-
textos, 2007]; véase también la explicación de Rothenberg de la lógica del vacío como
adicción de una negación. op. cit., pp. 30-45.
171 Dean, Jodi, «Politics without Politics», Para/fax 15: 3, 2009, pp. 20-36.
172 Bosteels, Bruno, «i'llain Badiou's Theory of the Subject: The Recommencement of
Dialectical Materialism», Parte 2, Pli 13, 2002, pp. 172-208, 185.
·1 04 1Multitudes y partido
de forma parcial. Es inevitable determinado grado de alienación:
hacer algo por nosotros mismos, el construir colectivos o el crear
instituciones nuevas es algo que no puede eliminar la mínima
diferencia entre la colectividad y las personas. Así pues, la con-
dición de la política es esta división material práctica entre las
personas y el colectivo que en realidad les acompaña. Expresado
en términos rousseaunianos: la voluntad general no es el resul-
tado de la voluntad de todos.
La división entre las personas es también un efecto del
grupo sobre sus miembros, en el sentido de que las personas
no son nunca totalmente idénticas a su soberanía. Lo grupal
ejerce una fuerza que es superior a la suma de las expectativas
individuales. Las expectativas de los grupos repercuten en sus
miembros. Las personas tienen expectativas unas de otras, así
como de sí mismas, y nunca de manera plenamente consciente.
Este exceso se manifiesta en el punto de referencia desde el que
una colectividad se contempla a sí misma como colectivo, un
punto ocupado a veces por un líder o sostenido por un nombre
propio o común. Un nombre fuerza una brecha en la colectividad
que nombra, inscribiendo el carácter no totalizador de la colecti-
vidad y proporcionando un nuevo campo de batalla: discutimos
por el nombre. El nombre común nunca puede designar plena-
mente -capturar y encerrar- la colectividad, incluso cuando la
colectividad no pueda relacionarse consigo misma en ausencia
de una forma estructurada. 173
La división entre la gente se produce a todos los niveles. No
se reduce a la idea de que se excluye de la gente a algunas perso-
nas (y de que, por consiguiente, incluirlas resolvería el problema
de la brecha). Ni tampoco puede ser traducida al problema de la
representación (que pueda abordarse por tanto por medio de la
ontología). Se trata, más bien, de que las personas no saben lo
que quieren. No están del todo presentes ante sí mismas. Los
deseos y pulsiones opuestos y contradictorios convierten a las
personas en sujetos divididos que luchan perpetuamente por
expresar, enfrentarse y dirigir su propio desconocimiento. Vol-
viendo a la idea expresada por Zizek y Dolar, la gente no es otra
cosa, como sujeto colectivo de la política, que esta brecha.
173 Elaboro con más profundidad este concepto de soberanía del pueblo en The
Communist Horizon. Estoy en deuda con Jason Jones por el debate sobre esta cuestión.
l
Jodí Dean 105
He propuesto una invers10n del planteamiento althus-
seriano de la ideología y he sugerido algunos de los beneficios
conceptuales que lo acompañan. Concebir al sujeto interpelado
como individuo resuena con las ideas lingüísticas sobre el suje-
to, encaja mejor con la descripción que del propio Althusser del
reclutamiento ideológico y atiende a la historicidad del individuo
en la modernidad burguesa. 174 Más aún, nos permite comenzar
a explorar las brechas constitutivas de la subjetividad colectiva,
y con ello, a aflojar las sujeciones de la forma individuo. En
tanto no consigue deslindar sujeto e individuo y contemplar
la multitud desde la cual se recluta al individuo interpelado,
Althusser naturaliza el cercamiento. Desde luego, trabaja
pisando el terreno de un psicoanálisis que ya ha encerrado al
sujeto colectivo en la forma individuo. Si acudimos a Psicología
de las masas y análisis del yo de Freud, vemos de qué manera se
produce este cercamiento. En dicha obra, Freud presenta la for-
ma individuo como producto del cercamiento de la multitud. 175
Retornar a Freud y a su interlocutor primario en Psicología de
las masas y análisis del yo, el infame Gustave Le Bon, reanima la
multitud al subrayar el desplazamiento de los muchos por par-
te de uno. Fijarse en esta multitud contribuye a desmantelar la
subjetividad fantasmal del individuo situando en la multitud la
dinámica de un sujeto colectivo.
176 El título alemán se refiere a la psicología de las masas. El término inglés «group" podría
haber traducido como «masa" o como «multitud". Las lecturas del texto en su relación
con la teoría de la multitud varían. Serge Moscovici argumenta que Freud proporcionó
rigor analítico a la teoría de la multitud en The Age of the Crowd: A Historical Treatise of
Mass Psychology, trad. J. C. Whitehouse, Cambridge, UK, Cambridge University Press,
1985 [edición en castellano: La era de /as multitudes, México DF, FCE, 1984]; Daniel
Pick defiende su relevancia para cuestionar el nacionalismo y la identidad nacional en
«Freud's Group Psychology and the History of the Crowd", History Workshop Journal
40, otoño de 1995, pp. 39-61; Ernesto Laclau considera que Freud unifica el dualismo
de la teoría de la multitud en On Populist Reason, Londres, Verso, 2007 [edición en
castellano: La razón populista, México DF, FCE, 2016]. Laclau enfatiza la noción de
identificación en Freud, pero se equivoca al no asociarla con el cercamiento de la
multitud dentro del individuo del mismo Freud.
177 Barrows, Susanna, Oistorting Mirrors: Visions of the Crowd in Late Nineteenth-Century
France, NewHaven, CT, Yale University Press, 1981, pp. 43-44.
178 McClelland, J. S., The Crowd and the Mob: From Plato to Canetti, Londres, Unwin
Hyman, 1989, pág. 242.
179 Nye, Robert A., The Origins of Crowd Psychology: Gustave Le Bon and the Crisis of
Mass Democracy in the Third Republic, Londres, Sage Publications, 1975; Barrows, op.
cit., pp. 162-66.
JodiDeanli07
Ias multitudes, fusionaba una serie de planteamientos literarios e
históricos hechos acerca de la multitud por Émile Zola e Hyppo-
lite Taine con la labor de Scipio Sighele y Gabriel Tarde, autores
dedicados al estudio de las multitudes criminales. 180 Psicología de
las multitudes anunciaba a sus lectores que estaban entrando en
una Era de las Multitudes, y les advertía de que tenían que temer-
la: ciertamente, era posible, según avisaba Le Bon, «que la llegada
de las multitudes al poder supusiera una de las últimas fases de
la civilización occidental, un retomo total a aquellos períodos de
confusa anarquía que parecen estar siempre destinados a prece-
der el nacimiento de toda sociedad nueva». 181 Ahora mandaban
las masas y el resultado más probable era el colapso de la civili-
zación.
La multitud apareció en una época de creciente militancia
obrera. 182 En Francia, el número de trabajadores de los sindica-
tos se triplicó entre 1890 y 1900. En dos décadas, el número de
huelgas se cuadruplicó. En 1886, en la dramática huelga minera
de Decazeville, los trabajadores lanzaron por una ventana a un
director adjunto de la empresa, que luego fue apaleado hasta la
muerte por la multitud. En 1890, los planes de celebrar mani-
festaciones masivas el 1 de mayo ocasionaron que el gobierno
acuartelara 38.000 soldados en París para conjurar lo que algunos
temían que fuera un resurgimiento de la Comuna. Le Bon ofreció
su teoría de la multitud como una guía para la comprensión de
esta nueva era, a pesar de que pensaba que era poco lo que se
podía hacer para controlar la situación. Esto último intentaron
desmentir sus posteriores admiradores fascistas a partir de su
trabajo, investigando los modos de azuzar y encauzar el senti-
miento de masa.
El planteamiento que hace Le Bon sobre las multitudes
brota de su antipatía por la transformación de las clases popu-
lares en clases gobernantes. Lamentándose de que «el divino
derecho de las masas está a punto de sustituir al divino derecho
de los reyes», Le Bon condena la manera en que la organización
rno Le Bon, Gustave, op. cit. Esta obra ha sido ampliamente traducida y reimpresa,
convirtiéndose en un texto fundamental de psicología social. Véase Robert A. Nye,
"Two Paths to a Psychology of Social Action: Gustave Le Bon and Georges Sorel»,
Journal of Modern History 45: 3, septiembre de 1973, pp. 411-38.
181 Le Bon, Gustave, op. cit., pág. 10.
182 Esta cuestión y la siguiente se las debo a Barrows, Distorting Mirrors.
¡
1os Multitudes y partido
colectiva, en mucha mayor medida que el sufragio universal, está
haciendo que las masas cobren conciencia de su fuerza. Están
fundando asociaciones gremiales de trabajadores y sindicatos,
ante los cuales las autoridades capitulan. Se proponen limitar
las horas de trabajo, nacionalizar las minas, los ferrocarriles, las
fábricas y la tierra, hacer equitativa la distribución de productos
y eliminar a las clases altas. Las reivindicaciones de las masas,
advierte Le Bon, «vienen a suponer nada menos que una de-
terminación de destruir por completo a la sociedad tal y como
actualmente existe, para retrotraerla a aquel primitivo comunis-
mo que constituía la condición normal de todo grupo humano
antes del surgimiento de la civilización». 183 Las investigaciones
de Le Bon confirmaron y amplificaron las preocupaciones ya in-
tensas de la élite.
Un tema de atención primordial para los teóricos deci-
monónicos de la multitud era cómo podía ser que individuos
cumplidores de la ley actuasen como delincuentes cuando se
juntaban en una multitud. La respuesta de Le Bon es que una
multitud es un nuevo ente colectivo. Confluir en una multitud da
lugar a características psicológicas de nuevo cuño, al orientarse
en una misma dirección todos los pensamientos y sentimien-
tos de la colectividad. 184 En determinadas condiciones que Le
Bon atribuye a «causas catalizadoras», emerge algo que no está
presente en los individuos por separado, «igual que en quími-
ca, al poner en contacto algunos elementos -bases y ácidos, por
ejemplo- estos se combinan para formar un cuerpo que posee
propiedades muy distintas de las de los cuerpos que han servido
para formarlo». 185 A pesar de sus pretensiones de originalidad,
Le Bon le roba esta idea a Sighele, que había estado involucrado
en una disputa pública con Tarde sobre quién merecía el re-
conocimiento por haber dado a luz la teoría de la multitud. 186
Plagiando a los dos, Le Bon esquematiza las figuras que ya para
entonces se habían hecho inseparables del concepto de mul-
187 Véase también Borch, Christian; Knudsen, Britta Timm, «Postmodern crowds: re-
inventing crowd thinking•>, introducción al número especial de Distinktion: Scandanavian
.Journal of Social Theory 14: 2, agosto de 2013, pp. 109-113.
188 Le Bon, Gustave, op. cit., pág. 4.
1891bíd., pp. 10, 13.
·190 lvlcClelland, op. cit., pág. 168. Esta es otra idea que Le Bon roba a Sighele.
191 Le Bon, Gustave, op. cit., pág. 8.
11 O 1Multitudes y partido
Le Bon concibe el inconsciente de forma racial, como un
sustrato hereditario de semejanzas sobre el que se construyen
las diferencias individuales. El inconsciente abarca una amplia
gama de instintos y pasiones, afectos y aversiones, transmitidas
de generación en generación. El inconsciente, muchísimo más
influyente que la vida consciente de la mente, siempre amenaza
con subsumir las aptitudes intelectuales independientes que el
individuo tiene, como los frágiles logros de la razón, la educa-
ción y la cultura de la élite. En una multitud, las características
comunes pueden más que los poco infrecuentes logros de la in-
teligencia. Las cualidades ordinarias triunfan sobre la distinción
y la especialización. En palabras de Le Bon, estas cualidades «en
las multitudes se convierten en propiedad común». 192 Sean cuales
sean sus diferencias en cuanto a ocupación, inteligencia, carác-
ter o forma de vida, los individuos de una multitud poseen una
mente colectiva, lo que Le Bon atribuye a «la ley psicológica de la
unidad mental de las multitudes». 193 Yo añadiría que el temor a
la sujeción a la multitud o, dicho de otra manera, la fragilidad del
individuo como forma de subjetividad, viene a caracterizar más
de un siglo de estudio de la multitud, desde Durkheim, pasando
por Mill, hasta la insistencia de la sociología estadounidense del
siglo XX en la masa y en la conformidad. 194
En Psicología de las masas y análisis del yo, Freud trata al in-
consciente como una multitud, y ello en dos sentidos. El primero
es un sentido analítico o estructural del producto reprimido de
la historia, bien sea la familia o la especie, que deja su impronta
en el individuo. Freud ensalza el planteamiento de Le Bon sobre
el inconsciente porque concuerda estupendamente con el suyo
propio (añadiendo que «es un hecho que ninguna de las afirma-
192/bíd., pág. 17.
193 !bíd., pág. 13. Tarde teoriza el mismo fenómeno bajo el nombre de «imitación».
194 En un análisis del crecimiento de la «masa,, como categoría social en Francia, Stefan
Jonsson identifica cuatro momentos (independientes y solapados): la masa como
innumerables individuos, la masa como la turba criminal y violenta de los pobres, la masa
como movimiento organizado de trabajadores, y finalmente, la masa como enfermedad
política, la locura de toda colectividad. Véase «The lnvention of the Masses: The Crowd
in French Culture from the Revolution to the Commune», en Crowds, op. cit., pp. 47-75.
Eugene E. Leach describe la psicología de la multitud en EEUU, desde la recepción
de las obras de Le Bon y Tarde hasta el trabajo de Boris Sidis, «America's only original
crowd psychologist", un estudiante de William James que unió al «yo-turba» con el
altamente sugestionable, inmoral, sin voluntad y desindividuado "Yº sub-despierto».
Véase "'Mental Epidemics': Crowd Psychology and American Culture, 1890-1940",
American Studies 33: 1, primavera de 1992, pp. 5-29.
¡
·1 12 Multitudes y partido
como sexualidad sintomática y enmarcándolos en el contexto de
las rivalidades profesionales del propio Freud, Borch-Jacobsen vuelve a
Psicología de las masas y análisis del yo. Lanza la pregunta de si el li-
bro no se basa en una premisa que Freud mismo no puede pensar
y que se ve perpetuamente obligado a apartar, a saber, la de «un
yo de la masa, una multitud primigenia». 199
Hay mucho que admirar en la lectura de Borch-Jacobsen.
Sin embargo, quiero señalar en qué discrepo con ella. En vez de
atender a los dos diferentes sentidos de lo inconsciente como
multitud en Freud, Borch-Jacobsen absorbe la dinámica en lo es-
tructural. Considera el inconsciente de la multitud (para Le Bon
y Freud) como un útero, «un material blando, maleable, plásti-
co e infinitamente receptivo, que no tiene voluntad, ni deseo, ni
ningún instinto específico propio». 2ºº La multitud como «masa
matricial» encaja con el énfasis que pone Borch-Jacobsen en lo
imaginario. También encaja con la crítica que hace de Freud en
tanto que este intenta encerrar a la multitud dentro de la for-
ma del individuo. El problema, sin embargo, estriba en que ni Le
Bon ni Freud presentan a la multitud caracterizada como infini-
tamente receptiva e incapaz de desear. Le Bon hace notar que
para influir en la multitud hay que tener habilidad; la multitud
percibe su propia fuerza y, por consiguiente, no tolera las discre-
pancias de aquellos que hablan ante ella. 201 Dado que tanto la
verdad c?mo los argumentos les dan igual a las multitudes (no
son infinitamente receptivas), Le Bon hace hincapié en la afirma-
ción, la repetición y el contagio como métodos más prometedores
para influir. De igual modo, Freud dice que puede que la multi-
tud «desee las cosas apasionadamente», y que no puede tolerar
retrasos «entre su deseo y el cumplimiento de lo que desea». 2º2
Su argumento principal es que las multitudes están unidas libi-
dinalmente; son productos del deseo. En síntesis, los procesos
inconscientes asociados a la multitud son más subjetales de lo
que reconoce Borch-Jacobsen. La colectividad desea y tiene vo-
otredad, el lugar del otro (que no es por tanto un otro): una alienación original (que no
es por tanto una alienación); y un atractivo original (que no es por tanto un atractivo,
tampoco) ... lbíd., pág. 48.
199 /bíd., pág. 133.
200 lbíd., pág. 139.
201 Le Bon, Gustave, op. cit., pp. 30-31.
202 Freud, Sigmund, op. cit., pág. 13.
¡
Jodí Dean 113
luntad, destruye y crea. Estos atributos preceden a los intentos
de Freud de contenerlos en el inconsciente de un individuo cuya
misma conversión en sujeto está supeditada a esa contención.
Dolar avanza más allá de Borch-Jacobsen al sugerir que
el inconsciente tal y como es descrito por Freud en Psicología de
las masas y análisis del yo tiene lugar entre el individuo y el co-
lectivo, «en el establecimiento mismo de los vínculos entre un
individuo (convertido en sujeto) y un grupo al que este perte-
necería» . 203 Dolar rehúsa leer a Freud a través del prisma de un
inconsciente colectivo, porque eso «exigiría una colectividad
definida, una comunidad de pertenencia; pero no existe tal co-
munidad previamente dada». Aunque las multitudes de Le Bon
sean tanto heterogéneas como homogéneas, tanto criminales
como morales, y estén dotadas «de una mente colectiva sin duda
transitoria, pero con características claramente definidas», sin
embargo, no veo razón para postular una «colectividad definida»
previa. 204 Una «colectividad definida» implica una colectividad
que es conocida y está fijada, y no atributos, dinámicas y carac-
terísticas de multitud que en sí mismos son definibles. Sugiere
grupos acotados y no colectividades momentáneas formadas a
través de una concentración de fuerzas cuyas causas catalizado-
ras solo pueden determinarse retroactivamente. En Psicología de
las masas y análisis del yo, el inconsciente solo es colectivo, una
consideración que Freud intenta reprimir repetidamente ence-
rrando sus procesos en una forma individuo que nunca cumple
su cometido. El psicoanálisis como disciplina es posible y puede
contribuir a los debates sobre teoría de la multitud porque las
dinámicas que investiga son ya colectivas, incluso encerradas en
la forma genérica del individuo.
JodiDeanl115
en otro caso refrenaría. Freud descarta esto por poco importante:
por supuesto que nuestro yo más profundo carece de responsa-
bilidad; la multitud posibilita que el individuo se «deshaga de
las represiones». 2º7 Le Bon está equivocado al considerar el senti-
miento de poder invencible como la causa de la aparición de algo
nuevo: no está apareciendo nada nuevo. Más bien, los impulsos
reprimidos en el inconsciente simplemente tienen ahora liber-
tad para manifestarse. Como apunta Freud, su desacuerdo con Le
Bon a este respecto nace de sus diferentes explicaciones sobre el
inconsciente. La «mente racial» de Le Bon carece de la dimensión
del «inconsciente reprimido» conceptualizado por el psicoanáli-
sis; así que, para él, la multitud sí que da lugar a algo nuevo, algo
que no puede ser reducido al sustrato de las influencias heredi-
tarias. La objeción de Freud trata, pues, lo que Le Bon describe
como una estructura, como una dinámica que oscila entre los
dos sentidos de «inconsciente», de modo que el comportamiento
en una multitud manifiesta lo que se encuentra contenido en la
mente humana.
Tiene más interés para Freud la segunda explicación que
da Le Bon al cambio provocado por las multitudes: el contagio.
El contagio es pariente de la hipnosis en tanto en cuanto indu-
ce a las personas a actuar de forma inesperada. Freud cita a Le
Bon: «En un grupo, todo sentimiento y acto es contagioso, y con-
tagioso a tal extremo que un individuo sacrifica sin reparos su
interés personal en favor del interés colectivo». 2 º8 La tercera es
la sugestión. Freud llena la siguiente página con la descripción
que da Le Bon de la «influencia magnética irradiada por el gru-
po», la esfumación de la personalidad consciente y la pérdida de
voluntad, «la alineación, mediante la sugestión y el contagio, de
los sentimientos e ideas en una misma dirección, la tendencia
a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas». 2º9
Freud observa una asimetría en el planteamiento de Le Bon. El
contagio se refiere a los efectos que unos miembros causan en
otros. La sugestión, especialmente cuando se la concibe como
hipnosis, implica algo completamente diferente: el funciona-
miento de una relación jerárquica de influencia. ¿Quién es el
207 Freud, Sigmund, op. cit., pág. 9.
208 lbíd., pág. 10.
209 lbíd., pág. 11.
1 ·1 aj Multitudes y partido
De la psicología de los grupos a la psicología del individuo ...
y vuelta
Aunque Freud elogia la brillantez del retrato hecho por Le
Bon de la mente del grupo, no queda satisfecho con el plantea-
miento de Le Bon en relación con qué es lo que mantiene unido al
grupo. Es aquí en donde Freud piensa que el psicoanálisis puede
hacer una aportación a la psicología de los grupos. Puede explicar
los deseos e instintos que subyacen a la cohesión del grupo, en
vez de dar por supuesta la primacía del instinto de socialidad. La
responsabilidad de una inhibición del afecto y del intelecto que
altera al individuo presente en la multitud no debería, argumen-
ta Freud, atribuirse al número, a una cantidad de personas, sino
que puede explicarse echando mano de conceptos psicoanalíti-
cos básicos. La explicación de Freud va de los muchos al uno, y
encierra dentro del inconsciente individual las intensidades diri-
gidas de la multitud de Le Bon. El deseo colectivo queda reducido
a una amplificación del deseo individual frustrado. Las fuerzas
asociadas a la multitud se convierten en procesos inconscientes
presentes en el seno del individuo. Freud trabaja para impedir
que estos procesos rompan al individuo, pero sus esfuerzos de
contención nunca terminan de tener éxito, al apoyarse, en últi-
ma instancia, en la reafirmación del «mito científico» de la horda
primaria.
En un primer paso hacia el encierro, Freud critica a las au-
toridades de la psicología de los grupos por apelar a la «sugestión»
cuando intentan comprender procesos de las multitudes como
la imitación o el contagio, en otras palabras, «una influencia sin
un fundamento lógico». 215 A Freud estas explicaciones sobre la
sugestión le parecen circulares: se basan en la idea de que la
su.gestibilidad es un hecho mental fundamental (ein weiter nicht re-
duzierbares Urphiinomen). Como escribe Borch-Jacobsen, «cuando
Freud se alza contra la tiranía de la sugestión, está militando, por
supuesto, a favor de la autonomía del sujeto individual». 216 Ya en
su desplazamiento desde el proceso activo de «sugestión» (die
Suggestion) a una «sugestibilidad» (die Suggerierbarkeit) más pasiva
215 Freud, Sigmund, op. cit., pág. 29.
216 Borch-Jacobsen, op. cit., pág. 157.
¡
Jodi Dean 121
cantante o pianista del que están todas enamoradas. Las feroces
y poderosas multitudes de Le Bon, dispuestas «a saquear un pa-
lacio o morir defendiendo un bastión o una barricada», quedan
aquí reducidas y truncadas, encerradas en espacios burgueses
como el internado y la sala de conciertos; la ferocidad del po-
der colectivo se gira hacia adentro, en forma de identificación a
través del amor por un objeto compartido. El deseo colectivo se
convierte simplemente en frustración común.
Borch-Jacobsen estudia el planteamiento de Freud sobre
la imbricación de la identificación y del amor de objeto, descri-
biendo las extrañas piruetas que hace Freud para apuntalar un
yo individual cuyo surgimiento se le escapa constantemente.
Freud proporciona una representación gráfica de estas piruetas
al final del capítulo octavo. Me limitaré aquí señalar el reconoci-
miento por parte de Freud de que «no podemos disfrutar mucho
de la ilusión de que con esta fórmula hemos resuelto el enigma
del grupo». 22 º Reconoce que su planteamiento sobre la iglesia y
el ejército hace un injusto hincapié en el líder y mantiene «el
otro factor de la sugestión mutua en un plano excesivamente
secundario». 221 Y se pregunta si no habría sido más sencillo, más
modesto, simplemente aceptar la idea de un instinto de manada
(invoca la obra de Wilfred Trotter Instincts of the Herd in War and
Peace, de 1916). Pero llega a la conclusión de que no. No existe
un instinto de manada primario. Lo que está actuando es esa
estructura más compleja que ya esbozó, aquella en la que una
multiplicidad de individuos se identifican los unos con los otros
en su amor por el mismo objeto. La razón por la que el instinto
de manada no proporciona una explicación sobre los grupos es-
triba en que no deja espacio para el líder, que es crucial, según
ha aseverado ya Freud. El líder es necesario porque constituye
ese punto en relación con el cual todos los demás son iguales
unos a otros. Los miembros afirman su igualdad a la luz de la
superioridad del líder con respecto a todos ellos. Freud presenta
la exigencia de igualdad como una formación reactiva que surge
de la envidia: si uno no puede tener una relación especial con
el líder, tampoco la tendrá ningún otro. La igualdad de la multi-
tud es, así, una especie de solidaridad de rivales negativa. Freud
220 Freud, Sigmund, o,o. cit., pág. 62.
221 lbíd., pág. 63.
¡
122 Multitudes y partido
sustituye el instinto de manada por la horda. El hombre es un
animal de hordas, «una criatura individual en una horda liderada
por un jefe». 222
Para Freud, la horda primitiva es la forma originaria resu-
citada por la multitud. Señala que las dinámicas asociadas a las
multitudes -«reducción de la personalidad individual conscien-
te, orientación de pensamientos y sentimientos en una dirección
común, predominio del lado afectivo de la mente y de la vida
psíquica inconsciente»- están contenidas en su idea de la horda
primitiva. 223 De ese modo, Freud transforma los procesos de mul-
titud en una forma primigenia de socialidad cerrada y mítica. El
comportamiento grupal se corresponde con una regresión a un
estado mental primitivo.
Según el mito de Freud de la horda primitiva, debido a los
fuertes lazos emocionales que unían al grupo «solamente había
una voluntad común, no había voluntades de cada cual». 224 Freud
postula, así, que la psicología más antigua es la psicología grupal.
La psicología individual brota de ella «por medio de un proceso
gradual que, tal vez, pudiera describirse todavía como incomple-
to».225 Pero bien pronto se corrige a sí mismo, haciendo que las
psicologías individual y grupal sean coprimarias. ¿Debido a qué?
Debido al líder, al padre libre, fuerte y resuelto de la horda. Lo
cual hace que el problema de la psicología individual se vuelva
a plantear en otro nivel: no solo de dónde procede este padre
primitivo, sino de qué manera se puede convertir un miembro
en líder. «Tiene que existir, por tanto, una posibilidad de trans-
formar la psicología grupal en psicología individual». Que es,
precisamente, la propia tarea de Freud en Psicología de las masas
y análisis del yo. 226 Pero a su respuesta le falta poco para ser ab-
surda. Se repliega sobre sí misma al sugerir que los hijos varones
fueron inicialmente individuos a quienes los celos sexuales del
padre primitivo obligaron a desplazarse al ámbito de la psico-
logía grupal, lo cual significaría que lo que viene primero es la
psicología individual. Y postula un sucesor al que se le permitirá
el acceso a las mujeres, rompiendo los lazos libidinales que lo
222 lbíd., pág. 68.
223 lbíd., pág. 70.
224 /bíd., pág. 70.
225 /bíd., pág. 71.
226 /bíd., pág. 72.
Jodi Deanl123
unían al grupo. La sucesión es una fuerza al revés, como si los
hijos, en la horda, retuviesen sus deseos individuales iniciales
en vez de fusionarlos en la psicología grupal. Freud hace uso del
mito para sostener en su sitio la forma individuo de la estructura
psíquica y ocultar el trastorno que los procesos de las multitudes
provocan en ella. El mito narra conjuntamente estos procesos
por medio de una historia en la que no se fuerza más la conexión
que la división y donde las dinámicas afectivas que trastornan
son las mismas que las que unen.
En el epílogo a Psicología de la masa y análisis del yo, Freud
complementa su breve discurso sobre la horda, como si se viera
empujado a hacer que su mito sea en sí más dinámico. Acude al
relato parricida de Totem y tabú, lo que le permite añadir la insa-
tisfacción, los nuevos desarrollos, el colapso y la compensación
al mito. Lo hace para ofrecer otro origen, un mito mítico, para la
emergencia del individuo desde el grupo.
En el mito elaborado, el primero en liberarse del grupo es
el poeta. El poeta camufla la verdad del asesinato del padre, po-
niendo a un héroe en el lugar de la multitud (presente en los
cuentos de hadas en forma de animalillos e insectos que ayudan
al héroe a cumplir sus tareas). Por medio del mito del héroe, el
poeta ofrece al grupo un individuo idealizado con el que cada
cual puede identificarse. Cada cual puede imaginarse como el
héroe, actuando por cuenta propia y eliminando a quien tiene
oprimidos a todos. El poeta, una figura imaginaria de fantasía,
dota de existencia con su escritura al individuo, al igual que hace
el propio Freud cuando proclama la primacía del padre de la
horda.
Las figuras de líder y de poeta toman el lugar de la mul-
titud, convirtiéndose ellas mismas en modelos de subjetividad
en su forma individuada. Como he indicado, a Freud le parece
insuficiente el planteamiento de Le Bon sobre el líder. En Psicolo-
gía de las multitudes, Le Bon no habla de líderes hasta la mitad del
texto. Cuando lo hace, trata al líder como el núcleo de voluntad
alrededor del cual se forma una multitud, algo que también po-
dríamos expresar, en términos lacanianos, como un objeto causa
del deseo de la multitud. 227 La multitud no desea al líder; el líder
227" También denominado objeto a, se trata de un concepto lacaniano que remite a la
noción del objeto de deseo inalcanzable [N. del T.].
¡
Jodi Dean 125
multitud al poeta. Al principio de Psicología de las masas y análisis
del yo, reconoce el genio de los grupos «tal y como lo muestra,
sobre todo, la propia lengua, así como el folklore de la música
popular y el gusto». 23 º Le Bon había atribuido a las multitudes
el mérito de la creación de la lengua. Sin embargo, en la parte
final de Psicología de las masas y análi.sis del yo, la creatividad es un
terreno del individuo, el poeta singular que idea el mito heroico
del matar al padre.
Freud considera que el psicoanálisis es capaz de explicar
aspectos del comportamiento en grupo centrales para la teoría de
la multitud. Allí donde los teóricos de la multitud ven los núme-
ros, el contagio y la sugestión como innovaciones que producen
acciones inesperadas e incontrolables, Freud halla los patrones
de la psicología individual que los explican: nada nuevo en esto,
a excepción de las conclusiones del propio Freud. La subjetividad
colectiva de la multitud de Le Bon, poderosa, soberana, a menudo
criminal y a veces heroica, queda incorporada en el individuo
concebido como líder o poeta y la forma individuo misma se
convierte en un ámbito de deseos, pulsiones, ideales y miedos
encontrados; procesos orgánicos localizados, en el mejor de los
casos, en un ser provisional formado por elementos heterogé-
neos. Así pues, más que explicar la multitud, Freud la encierra
de manera frágil y torpe en el individuo. Donde había muchos,
aparece uno. El esfuerzo del psicoanálisis por explicar el deseo
colectivo lo condensa y lo desplaza al seno de la forma individuo.
Sorprendentemente, quizás aprendamos más de la subjetividad
colectiva del infame Le Bon que de Freud.
Conclusión
Si se interpela al sujeto en cuanto individuo, las fortalezas
de los muchos se convierten en atributos imaginarios del uno. El
individuo aparece como el lugar de una capacidad de innovación
e interrupción que es, exclusivamente, efecto de las colectivi-
dades. Si la ideología burguesa es la relación imaginaria de los
individuos con sus condiciones reales de existencia, como nos
enseña Althusser, esas condiciones se presentarán una y otra vez
¡
Jodí Dean 127
la especificidad de su interpelación como individuo en la familia
burguesa. A este respecto, Althusser mezcla prácticas genéri-
cas con otras que sirven para nombrar y no alcanza a distinguir
aquellas que implican grupos de aquellas que señalan a un indi-
viduo por el nombre.
Le Bon es un reaccionario odioso. Psicología de las multitudes
hace sonar la alarma, alertando a las élites de la amenaza del po-
der de la masa y dándonos a los demás una ventana con vistas a
la voluntad formada, expresada y desplegada como voluntad de
un sujeto colectivo. La colectividad trae consigo una sensación
de invencibilidad, un coraje y capacidad inmensos para apartar
a un lado el interés propio. Lo cual viene acompañado de una
igualdad inquebrantable, una exigencia de justicia que Freud re-
conoce, por mucho que él la haga derivar de una envidia original.
Las «causas catalizadoras» de la intensidad dirigida de la multi-
tud son impredecibles y temporales, y eso viene a incrementar
el temor de unas élites empeñadas en aferrarse al privilegio que
ellas asocian a su individualidad, antes de que ellas mismas sean
barridas y forzadas a pensar y actuar de un modo que aborrecen.
Destructiva, creativa, impredecible, temporal e intensa: la multi-
tud expresa el poder paradójico del pueblo como sujeto.
la descarga igualitaria
La representación por parte de Buford de las violentas
multitudes asociadas a los hinchas ingleses de fútbol repite
234 Buford, Bill, Among the Thugs, Nueva York, Vintage, 1993, pág. 166. Agradezco a Joe
Mink haberme hecho prestar atención a este libro.
235 lbíd., pág. 190.
236 lbíd., pág. 194.
Jodi Dean1133
elementos clave de la clásica obra de Elias Canetti Masa y poder.
He mencionado en el capítulo primero que Canetti asocia a la
multitud con un miedo primitivo, el miedo de ser tocado, parti-
cularmente por lo extraño o lo desconocido. Ese temor se conjura
solamente en una multitud-mejor cuanto más densa-. «En cuan-
to un hombre se linde a la multitud, deja de temer el contacto
con ella», escribe Canetti. «De pronto, es como si todo estuviese
ocurriendo en un solo y único cuerpo. Esta es quizá una de las ra-
zones por las que una multitud busca replegarse sobre sí misma:
quiere librar a cada individuo lo más completamente posible del
temor a ser tocado». La multitud se une provisionalmente en su
ser heterogéneo. Las normas sobre qué proximidad es la apropia-
da se disuelven. Las jerarquías convencionales se desmoronan.
Allí donde estaban las distinciones movilizadas para producir la
forma individuo, hay un ente temporal de múltiples bocas, anos,
estómagos, manos y pies, un ente compuesto de capas y más
capas de piel que se tocan.
Canetti describe el momento de la emergencia de la multi-
tud como «descarga». Se trata del punto en el que «todos aquellos
que pertenecen a la multitud se deshacen de sus diferencias y se
sienten iguales». 237 Hasta que no se llega a ese punto, puede que
haya un montón de personas, pero no constituyen todavía esa
concentración de cuerpos y afectos que es una nl.ultitud. Pero la
densidad, a medida que se incrementa, tiene efectos libidinales:
la
Una característica de todo planteamiento sobre la Co-
muna de París es la multitud, la gente, la clase trabajadora, la
impactante presencia de quienes han estado excluidos de la po-
lítica en el lugar ocupado por esta, así como la frustración de la
política resultante. En el acontecimiento de la Comuna, multitud
y Comuna se solapan en una expresión del deseo del pueblo. Las
interpretaciones sobre la Comuna hacen una lectura de ese de-
seo, formulando afirmaciones respecto a quién es la gente y qué
es lo que quiere.
No es muy correcto decir que lo que quería la gente era la
Comuna: con anterioridad al 18 de marzo de 1871, agrupaciones y
asociaciones de todo París habían hecho repetidos llamamientos
a elecciones para una nueva Comuna. Había habido disturbios.
Pero las protestas y disensiones no habían roto todavía el vínculo
con el Gobierno Nacional. Eso no ocurre hasta que el Gobierno
Nacional intenta desarmar a la Guardia Nacional de París y la
multitud emerge para pararle. Al calor de esta ruptura, los partí-
trad. Peter Hallward, Londres, Verso, 2001, pág. 41 [edición en castellano: La ética,
Barcelona, Herder, 2005 ].
La densa coherencia de las olas es algo que los hombres de una multi-
tud conocen bien. Implica una cesión a los otros como si estos fuesen uno
mismo, como si no hubiese una estricta separación entre uno mismo y
ellos. No se puede escapar a ello y así, el ímpetu resultante y la sensación
de fuerza son algo engendrado por todas las unidades juntas. 247
248 Lissagaray, Prosper Olivier, Hístory of the París Commune of 1871, trad. Eleanor Marx,
Londres, New Park Publications, 1976, pág. 65 [edición en castellano: La comuna de
París, Tafalla, Txalaparta, 2016].
249 Frank, The París Commune of 1871, Nueva York, Grosset and Dunlap, 1965, 112.
250 Edwards, Stewart, op. cít, pág. 59.
251 Jellinek, The París Commune of 1871, pp. 113-114.
Failure of Revolution", en Busi, Frederick, Revolution and Reaction: The Paris Commune
1871, ed. John Hicks and Robert Tucker, Amherst, The University of Massachusetts
Press, 1973, pp. 14-25, 19. El libro es una reimpresión de un artículo aparecido en The
Massachusetts Review XI 1, 3, verano de 1971.
259 Katz, Philip M., From Appomattox to Montmarte: Americans and the París Commune,
Cambridge, MA, Harvard University Press, 1998.
260 lbíd., pág. 97.
261 lbíd., pp. 108-110.
263 Marx, Karl; Engels, Friedrich. «The German ldeology», Se/ected Wrítings, pág. 130.
264 Badiou, Alain, Theory of the Subject, trad. Bruno Bosteels, Londres, Continuum, 2009.
265 Lenin, V. l., «The State and Revolution», en The Lenin Anthology, ed. Robert C. Tucker,
Nueva York, Norton, 1975, pág. 336 [edición en castellano: El Estado y la revolución,
Madrid, Alianza, 2012].
266 Badiou, Alain, Theory of the Subject, pág. 138.
267 Ross, Kristin, The Emergence of Social Space: Rimbaud and the París Commune,
Londres, Verso, 2008; originalmente University of Minnesota Press, 1988.
Jodi Deani151
En un marco en el que las redes sociales personaliza-
das nos atan a trabajar incesantemente, en el que nuestras
actividades como consumidores son objeto de seguimiento, em-
paquetado y reventa en calidad de datos susceptibles de análisis,
y en el que las aspiraciones a una vida burguesa de clase media
se han desplomado en un proceso de proletarización de asalaria-
dos y endeudados que se enfrentan a nuevas y extremas formas
de desigualdad, la eliminación de los límites se parece más a la
subsunción real del capitalismo que la práctica revolucionaria
de los oprimidos. Las propias categorías de Ross dan menos im-
portancia a las cuestiones que atañen al capital y al trabajo: ella
quiere reducir esa oposición, para que puedan aparecer otros
espacios de la política. Retroactivamente, tal reducción es el ges-
to de restauración capitalista llevado a cabo bajo la rúbrica del
neoliberalismo. La redirección de la política por medio de esferas
culturales y conflictos específicos ha sido la forma que ha toma-
do su dispersión por espacios que el capital puede engullir más
fácilmente. El cercamiento de la política en los individuos ha sido
un índice que muestra la derrota de la clase trabajadora. Ross
nos proporciona una revolución en una forma ya capturada por
el capitalismo, totalmente dispersa en fantasías sobre el poder
de la creatividad para transformar a los individuos,
El planteamiento que hace Ross sobre la Comuna es tam-
bién un planteamiento sobre la multitud. 272 Los matices de su
lectura de la multitud en la poesía de Arthur Rimbaud abren la
posibilidad de repetir el movimiento que hace con Marx, utili-
zando a Ross contra Ross. Ross saca a la luz los modos en que
los poemas de Rimbaud retratan a la multitud como enjambre.
Algunos de ellos son acústicos: el rumor distante, un zumbido
indefinido que resuena al fondo, «la frenética, laboriosa inmo-
vilidad latente», el crujido de los árboles, de la materia contra
sí misma, y de las estrellas, el murmullo de agitación que reco-
rre la multitud. Otras son táctiles: «la sensación de que a uno lo
cubren enormes enjambres de insectos diminutos», el «desper-
tar de las colonias de la piel», «la dispersión de la superficie del
cuerpo en mil microsensaciones». Aún hay otras que son de tipo
léxico, fantásticas yuxtaposiciones de palabras (como «las estre-
I
-155 Multitudes y partido
puede ser desplazado, dotado de un nuevo significado, reapro-
piado, reutilizado irónicamente, convertido en un meme. En una
segunda consideración, la afirmación de Ross es sencillamente
errónea: la fuerza de una marca como Coca-Cola persiste en su
capacidad de resistirse al desplazamiento, su capacidad de rete-
ner su eficiencia simbólica en muchísimos registros y continuar
designando un cruce entre bebida, cultura y contemporaneidad
comercializada para quitar la sed, por mucho que otras palabras
y nombres propios ocupen el lugar de su denominación de mar-
ca, como hemos visto al principio del capítulo primero. Más vale,
entonces, apropiarse de la frase de Ross volviéndola en su con-
tra: la fuerza de una idea se ve en la lucha en torno a ella, en su
capacidad de servir de lugar por el que merece la pena competir.
La fuerza expresa la subjetividad de un colectivo.
Nuestro partido
En Teoría del Sujeto, un libro que surgió a partir de un se-
minario impartido de 1975 a 1979, Alain Badiou dice que la
tradición marxista nos ha proporcionado dos valoraciones de la
Comuna de París. La primera, de Marx, considera objetivamente
a la Comuna desde el prisma de los objetivos políticos de la cla-
se trabajadora con respecto al Estado. El proletariado tiene que
pulverizar la vieja maquinaria estatal y construir nuevas institu-
ciones de poder político. Tiene que hacerse con un lugar y ejercer
la fuerza. Con qué exactitud se concentra la fuerza es algo que
Marx pasa por alto explicar.
La segunda valoración de la Comuna, de Lenin, se ocupa de
esa concentración. Lenin pone de manifiesto el aspecto subjetivo
de la fuerza. Leyendo ¿Qué hacer? por su «silenciosa valoración»
de la Comuna, Badiou nos dice que Lenin extrae de la derrota de
la Comuna cuatro conclusiones:
281 Bacliou, Alain, Theory ot the Subject, op. cit., pág. 46.
284 Badiou, Alain, Theory of the Subject, op. cit., pág. 251.
Politizando al pueblo
Treinta años después de su análisis de la Comuna, el suje-
to y el partido, Badiou revisa ese análisis. En un ensayo incluido
en La hipótesis comunista (una versión ligeramente revisada de un
material presentado en Lógicas de los mundos), Badiou presenta
el planteamiento marxista de la Comuna desde el prisma del
Estado. En vez de hacer una lectura del partido en cuanto funda-
mento subjetivo de una política, lo caracteriza como realización
de la ambigüedad del relato marxista de la Comuna. 286 Por una
parte, la Comuna constituye un claro avance de la lucha proleta-
286 Badiou, Alain, The Communist Hypothesis, trad. David Macey and Steve Corcaran,
Londres, Verso, 2010, pág. 182.
291 Lenin, V. l., «The State and Revolution", op. cit., pág. 337.
292 lbíd., pág. 338.
294 Lissagaray, Prosper Olivier, op. cit., pág. 11; Edwards, Stewart, op. cit., pág. 53.
295 Lissagaray, Prosper Olivier, op. cit., pág. 13.
Com:h.1sión
El acontecimiento multitudinario es lo Real que incita a
la gente como sujeto colectivo, partidario. El partido es el cuer-
po que traduce el acontecimiento subjetivizador de la en un
momento del proceso subjetivo del pueblo politizado. El pueblo
como sujeto no es ni multitud ni partido, sino algo intermedio,
situado en el solapamiento de la anticipación y de la determina-
ción retroactiva con respecto a un proceso político. Lissagaray,
Lenin, Marx y Badiou: desde ellos vemos en la Comuna el mo-
vimiento de un sujeto. La perspectiva de ellos no es reductible a
un lugar o posición estáticos. Constituye una consecuencia de la
aparición del sujeto al que esta perspectiva responde. Más que
un momento fijo preñado de potencial y sin embargo agotado
en la dispersión de la multitud, la Comuna erupc;iona para sor-
prender y desensamblar lo social con la certeza de la justicia.
Vemos este desensamblaje en la reacción de los otros, forzados
a responder, a reaccionar, a hacer las cosas de manera distinta
a como se hacían antes. Como escribe Badiou, «no hay subjeti-
vización sin anticipación, lo que a su vez se puede medir por el
proceso subjetivo». 299 Es la gente como sujeto político lo que con-
cierne al partido. ¿Cómo puede acelerar su avance, cómo puede
hacer para no interponerse en su camino, cómo puede inscribir y
extender las victorias de la gente?
Más que un cuerpo centrado en el Estado, el partido es una
forma de expresión y dirección de la voluntad política. Concen-
tra la disrupción en un proceso, a fin de producir poder político:
estos actos están conectados; demuestran la fortaleza del colectivo. Se
esfuerza por poner orden en la intensidad desatada por la multi-
tud, mantenerla presente en forma de deseo ferviente. El interés
299 Bacliou, Alain, Theory of the Subject, op. cit., pág. 251.
301 Walker, Gavin, «The Gody of Politics: On the Concept of the Party», Theory & Event
16: 4, 2013.
302 Además del debate sobre los "nuevos tiempos» de Marxism Today, presentado en
el primer capítulo, podemos encontrar diferentes ejemplos del mismo giro en Laclau,
Ernesto; Mouffe, Chantal, Hegemony and Socialist Strategy, Londres, Verso, 1985
[edición on castellano: Hegemonía y estrategia socialista, Madrid, Siglo XXI, 2015];
Cohen, Jean; Arato, Andrew, Civil Society and Política/ Theory, Cambridge, MA, MIT
Press, 1992 [edición en castellano: Sociedad civil y teoría política, México DF, FCE,
1992]; Guattari, Félix; Negri, Antonio, New Unes of Alliance, New Spaces of Liberty,
Nueva York, Autonomedia, 2010 (original francés de 1985).
17 41 Multitudes y partido
Cuarenta años más tarde, los supuestos de esta crítica si-
guen enmarcando la política de la izquierda. Pese a sus por lo
demás profundas diferencias, teóricos comunistas como Alain
Badiou y Antonio Negri tocan a rebato los mismos tambores
anti-Estado y anti-partido. Los activistas de la democracia dan
mucha importancia a las cumbres y acontecimientos globales, a
las ONGs y a las OSCs (organizaciones de la sociedad civil), a las
comunidades y a lo local. Los militantes dan un paso atrás, como
si nada hubiese cambiado, como si la política fuese un asunto
de micro-pureza, como si el marco de la política siguiera siendo
el de un Estado centralizado y un partido dominante, en vez de
una mezcla combinada y desigual de fuerzas centralizadoras y
descentralizadoras en diferentes combinaciones distribuidas de
un Estado que utiliza el mercado y un mercado que depende del
Estado. La izquierda lleva cuarenta años repitiendo la misma crí-
tica, como si su rechazo a las instituciones mediadoras como el
partido no sirviese al interés del capitalismo por impedir la acu-
mulación de la solidaridad necesaria para el poder colectivo de
los proletarizados. 303
El problema de una izquierda atrapada en la repetición
no consiste en la repetición. Consiste en que la repetición nos
impide reconocer cómo las luchas a nivel social se topan con
sus límites en el Estado y el mercado. La explicación de David
Ost sobre el movimiento polaco Solidaridad proporciona el mejor
análisis político de este encuentro con el límite. Documentando
las profundas conexiones entre el espíritu del 68 y el movimien-
to polaco de los años setenta y ochenta, Ost describe el objetivo
de este último de una «democracia permanentemente abierta»,
un campo político irreductible a las oposiciones entre el socialis-
mo de Estado y el liberalismo de mercado. 304 Solidaridad emergió
como antipolítica posmodema que abjuraba deliberadamen-
te del poder estatal, persiguiendo en cambio el fortalecimiento
de los ciudadanos de la sociedad civil. Solidaridad, una política
de izquierdas fuera del partido, apareció como un experimen-
to fascinante bajo una nueva forma política, tal y como expresa
303 Véanse las contribuciones al debate «Communist Currents", editado por Bruno
Bosteels y Jodi Dean, South Atlantic Quarterly 113: 4, otoño de 2014, pp. 659-835.
304 Ost, David, Solidarity and the Politics of Anti-Politics: Opposition and Reform in Poland
since 1968, Philadelphia, Temple University Press, 1990, pág. 14.
Jodi Dean1175
Badiou. 305 Lo que Ost deja claro es que el movimiento «se hizo
irrelevante en cuanto tuvo éxito». 306 La legalización, el recono-
cimiento oficial de una organización por parte de un Estado
monopolístico, era inevitablemente una intrusión en ese Estado.
No era posible que Solidaridad persiguiera su programa de de-
mocratización social sin tocar poder estatal, tal y como se dio 1
308 Smith, Jasan E., «Contemporary Struggles and the Queslion of the Party: A Reply to
Gavin Walker,,, Theory & Event 16: 4, 2013.
309 Thomas, Peter D., «The Communist Hypothesis and the Question of Organization•o,
Theory & Event 16: 4, 2013.
311 Bakunin, Mikhail, «Ün the lnternational Workingmen's Association and Karl Marx,,,
1872. Disponible en marxists.org.
312 Bakunin, Mikhail, "Critique of the Marxist Theory of the State», 1873. Disponible en
marxists.org.
¡
Jodí Dean 119
los casos, subordinada; y, en el peor, resulta antitética a la lucha
económica de la clase trabajadora.
Rosa Luxemburgo transfiere a Lenin las críticas de cen-
tralismo y autoritarismo que Bakunin dirige a Marx. 313 Para
Luxemburgo, el problema no está en el partido ni en la lucha
política. Aunque estaba entusiasmada por la huelga masiva, y
aunque entendía bien las maneras en que las iniciativas espon-
táneas de los trabajadores podían desbordar la capacidad de
acción de su partido, Luxemburgo siempre asumió que la energía
de las masas necesita ser dirigida. La energía de las masas pue-
de acumularse y crecer, pero ellas no pueden servirse del poder
que tienen sino a través de los líderes, «los órganos ejecutivos
de la voluntad de aquellas». 314 Incluso al criticar al partido por
no mantenerse al ritmo de las masas, Luxemburgo permanece
comprometida con el partido en tanto forma para concentrar y
organizar el poder político. Además, Luxemburgo asume la ne-
cesidad de la división del trabajo en «cada empresa socialista»
por razones técnicas de eficiencia, disciplina y orden. «Gestores
técnicos que saben con exactitud lo que hacen e imparten direc-
trices para que todo funcione sin problemas» son imprescindibles
para la economía socialista. 315 De manera que Luxemburgo no re-
chaza ni a los líderes ni el partido. Ella rechaza lo que ve como la
particular versión que Lenin ofrece sobre el partido.
Cuando escribe, en 1904, Luxemburgo hace notar que las
condiciones de una sociedad burguesa muy desarrollada que
hicieron organizativamente posible el Partido Socialdemócrata
alemán no se dan en Rusia. Rusia carece de las garantías forma-
les de reunión y prensa a través de las cuales las masas pueden
adquirir experiencia política por medio de la participación en la
vida pública. Luxemburgo señala que la Socialdemocracia cre-
ció porque las condiciones democráticas burguesas de Alemania
ofrecían un margen para las acciones directas e independientes
de las masas. El corazón de la experiencia socialdemócrata ale-
mana, una vanguardia proletaria con conciencia de clase y con
capacidad de organizarse en forma de partido, sencillamente no
347 Lacan, Jacques, The Four Fundamental Concepts of Psychoanalysis, op, cit, pág, 22.
348/bíd., pág.131.
349 lbíd., pág. 143.
350 Zifok, Slavoj, How to Read Lacan, Nueva York, Norton, 2006, pp. 11-12.
Una de las ventajas de tener una élite global estriba en que por lo
menos ellos saben lo que está pasando. Nosotros, las masas engañadas,
puede que tengamos que esperar décadas para averiguar quiénes son los
pedófilos de las altas esferas y qué bancos delinquen o están en quiebra.
Pero a los de la élite se les supone conocimiento en tiempo real... y la ca-
pacidad de, basándose en ello, hacer predicciones con exactitud. 354
356 Zizek, Slavoj, The Sublime Object of ldeofogy, Londres, Verso, 1989, pág. 185 [edición
en castellano: El sublime objeto de la ideología, Madrid, Siglo XXI, 2001]. En otro lugar,
Zizek trata al sujeto que ha de creer «como la característica fundamental, constitutiva,
del orden simbólico», The Plague of Fantasies, Londres, Verso, 1997, pág. 106 [edición
en castellano: El acoso de fas fantasías, Madrid, Akal, 2011].
357 lbíd., pág. 106.
358 lbíd., pág. 107.
359 «Organized Struggles Defeat Police Terror», Party0rganizer6: 1, enero de 1933, pp. 8-11.
¡
202 Multitudes y partido
mes, los autores -muchos de ellos, anónimos; otros muchos, mi-
litantes de distrito- expresan su alegría por los nuevos afiliados
conseguidos y su consternación por el fracaso del partido a la
hora de retenerlos. Les preocupa lo largas que son sus reuniones,
que no empiecen y terminen a su hora, que no sean «lo sufi-
cientemente concisas». 360 Se dan consejos unos a otros sobre la
mejor forma de diseñar una reunión de partido: no más de dos
horas, no pasarse de dos horas y media, tres horas como límite
absoluto. A los militantes de distrito se les aconseja que escojan
afiliados en sus casas y los lleven a las reuniones. Se les recuerda
a los afiliados que tienen que hablar a los recién reclutados. Los
militantes del Partido Comunista que escriben en la revista per-
ciben «el entusiasmo y sincero deseo de los trabajadores», pero
se echan la culpa a sí mismos de que los trabajadores se den de
baja:
360 «Retaining and Developing New Members of the Party", Party Organizer 14: 10,
noviembre de 1931, pp. 16-19, 18.
361 lbíd., pág. 17.
366 J. A., «The Deadly Routine Which Must Be Overcome», Party Organizer 6: 3-4, marzo-
abril de 1933, pp. 22-23.
367 «How Are We Going to Concentrate on Shops?,,, Party Organizer 5: 7, julio de 1932, pp. 9-1 O.
368 J. P., "Concentration-A Means of Winn'1ng the Workers in the Key Industries", Party
Organizer 6: 2, febrero de 1933, pp. 5-1 O.
369 Krumbein, Charles, «How and Where to Concentrate,,, Party Organizer 6: 8-9, agosto-
septiembre de 1933, pp. 24-27.
373 Holloway, John, Change the World Without Taking Power, Londres, Pluto Press, 2002, 42
[edición en castellano: Cambiar el mundo sin tomar el poder, Barcelona, Viejo Topo, 2003].
37 4 lbíd., pág. 43.
376 Bensa'id, Daniel, «Leaps, Leaps, Leaps», lnlernalional Socialisrn 2: 95, 2002.
377 Zizek, Slavoj, Revolulion al lhe Gales, Londres, Verso, 2002, pág. 189.
¡
212 Multitudes y partido
que significa disciplina. Para los comunistas, la disciplina implica
la construcción de solidaridad, el fortalecimiento de la colectivi-
dad y la valentía ante los esfuerzos que hace el capitalismo por
aislamos en el interés propio y el temor. El «empobrecimiento
instrumentalista» del que Holloway acusa a los marxistas es el
propio de Holloway, que resulta patente en su omisión del abun-
dante «mundo de la vida» de las prácticas organizadas por los
partidos comunistas en todas partes. Le impide reconocer las di-
versas actividades que abarca la labor organizadora del partido
comunista, actividades como, por ejemplo, fundar periódicos y
revistas literarias, formar ligas de jóvenes y equipos deportivos o
montar redes de apoyo para grupos de mujeres y minorías racia-
les. Una vez que estas múltiples y variadas actividades quedan
incluidas en nuestra concepción de la disciplina, volvemos a ver
al partido como eslabón social que interrumpe el orden imagina-
rio y simbólico de la burguesía para insertar ideales igualitarios
y perspectivas colectivistas. Entendida en este sentido más am-
plio, la disciplina de partido no consiste en otra cosa que en la
creación y el mantenimiento de este eslabón.
Bensai:d observa que Holloway reduce «la exuberante his-
toria del movimiento de los trabajadores y de sus experiencias
y controversias a una única línea de marcha; la del estatismo
a través de los tiempos, como si no hubiese habido diferentes
concepciones teóricas y estratégicas batallando constantemente
unas con otras». 383 Lo que Holloway describe como la supedi-
tación de infinidad de formas de lucha de clase al objetivo de
hacerse con el control del Estado históricamente ha incluido un
conjunto de tácticas, y se ha llevado a cabo en múltiples marcos
temporales. Las tácticas para hacerse con el Estado abarcan una
amplia gama: desde asegurarse una mayoría electoral y parti-
cipar en coaliciones de gobierno a organizar fábricas y barrios
para convertirlos en contrapoderes; estirar los recursos del Esta-
do hasta colapsarlo; subvertir el Estado desde dentro; derrocarlo
violentamente e invadirlo militarmente. Estas diferentes tácticas
se mezclan unas con otras, actuando a lo largo de distintos mar-
cos temporales, con objetivos a corto y largo plazo y atravesando
las fronteras nacionales y regionales en frentes, alianzas, círculos
383 Bensa'id, Daniel, «On a recent book by John Holloway", trad. Peter Drucker, Historical
Materialism 13: 4, 2005.
21 s ¡Multitudes y partido
LA DINÁMICA PASIONAL
DEL PARTIDO COMUNISTA
388 Gornick, Vivían, The Romance of American Communism, Nueva York, Basic Books,
1977, pág. 123-124. Estoy en deuda con Jon Flanders por el regalo de este libro.
389 Canetti, Elias, Crowds and Power, op. cit., pág. 22.
390 lbíd., pág. 29.
Optimismo práctico
Aunque Canetti no lo nombra, también el partido puede
ser portador del deseo de crecimiento, así como de otros atri-
butos del inconsciente de la multitud. A medida que acumula y
genera poder, el partido, sobre todo el partido comunista, actúa
como objeto transferencia! -símbolo y combinación de rituales y
procesos- para la acción colectiva de los muchos.
La multitud quiere aguantar. El partido proporciona un
aparato para ese aguante. Los planteamientos marxistas sobre
el partido se centran típicamente en los aspectos organizativos
e ideológicos del aparato de partido: la vanguardia frente a la
392 lbíd,, pág. 197.
393 /bíd., pág. 1'35.
396 Berlant, Lauren, Cruel Optímism, Durham, NC, Duke University Press, 2011, pág. 53.
El objetivo de una reunión del partido era sacar adelante las cosas, tra-
ducir los acontecimientos del día en asuntos sobre los que hacer campaña.
El «informe político» con el que se abría la sesión (incluso las audiencias
disciplinarias empezaban con él) empezaba refiriéndose a la situación in-
ternacional antes de «sacar lecciones» y establecer objetivos y tareas. Si
Solíamos leer ese periódico, que nos infundía mucho coraje. Solíamos
comparar, hablar del derecho a la libre determinación. Solíamos debatir
la cuestión del rol que los camaradas desempeñaríamos en caso de que
estableciésemos un gobierno, y la de la relación con los blancos, con los
blancos pobres, con los granjeros y demás de esta zona. 423
Lo que estaba haciendo el partido era tomar a esta gente de clase baja,
como yo mismo, y convertirla en personas; para ello se tomó su tiempo,
y si te equivocabas no se reía de ti. En otras palabras: hizo que esta clase
baja, al sentarse en una reunión, se sintiese como en casa. Si alguien se
ponía de pie, intentaba hablar y no encontraba la forma de expresarse, no
era probable que nadie se riera de él, sino que intentaban ayudarle y le
decían: «ya aprenderás». Siempre había algo que te hacía avanzar, que te
infundía coraje ... el partido me hizo saber que yo era alguien. 425
El deseo colectivo
Los comunistas británicos y estadounidenses de media-
dos de siglo percibían la vida política alrededor del partido como
algo intensamente exigente y vivo. El lenguaje, las reuniones, los
rituales y los informes servían para canalizar la pobreza y la es-
peranza hacia un optimismo práctico. La perspectiva de partido
confería significación a sus acciones: nada menos que la lucha
histórica de los oprimidos del mundo. La privación aislada se
transformó en poder colectivo, provocando una ruptura en el in-
cesante redoble de tambor con el que el capitalismo insistía en
las ideas de inferioridad y fracaso. Nadie tenía que sobrellevarlo
426 Para una visión más comprehensiva de la historia del compromiso y la influencia de
los afroamericanos en el comunismo de EEUU véase Kelley, Robín D. G., Hammer and
Hoe: Alabama Communists During the Great Depression, Chapel Hill, NC, University of
North Carolina Press, 1990; McDuffie, Erik S., Sojouming far Freedom: Black Women,
American Communism, and the Making of B/ack Left Femínism, Durham, NC, Duke
University Press, 2011; Solomon, Mark, The Cry Was Unity: Communists and African
Americans, 1917-1936, Jackson, MS, University Press of Mississippi, 1998.
445 Marx, Karl, Capital, edición resumida, ed. David Mclellan, Oxford, Oxford University
Press, 1995, pág. 275 [edición en castellano: El capital, Madrid, Siglo XXI, 2017].
446 Kavoussi, Bonnie, «Top One Percent Captured 121 Percent of All lncome Gains During
Fiecovery's FirstYears: Study", Huifington Post, 2 de febrero de 2013.
JodiDeanl265
de alterglobalización, la izquierda ha proclamado como victoria
el síntoma de su derrota: la erosión del poder político de la clase
trabajadora y la concomitante descomposición de sus partidos
políticos. Derrotada en el plano político -derrota que se llama
«neoliberalismo"»-, la izquierda se deslizó al terreno de lo social
y lo cultural. Se fragmentó en distintos temas e identidades. En
algunos temas, y con respecto a algunas identidades, hubo avan-
ces políticos. Al mismo tiempo, al soltar cual lastre la lucha por el
poder político, la izquierda perdió la capacidad de defender y ha-
cer avanzar los intereses del pueblo. La desigualdad económica
aumentó. El compromiso del Estado social -educación, vivienda
pública, bienestar, servicios sociales- se desmoronó.
La identidad como operador político se encuentra ahora
completamente saturada. Entre los síntomas de esta saturación
se cuentan que el espacio de cambio haya quedado reducido al
individuo, la circulación de la indignación momentánea por las
redes afectivas del capitalismo comunicativo, las prácticas de
desafío y escarnio que socavan la solidaridad, y el apego contra-
dictorio y destructivo a la especificidad nacional y étnica. Dichos
síntomas incluyen asimismo la compleja fiscalización mutua de
quién puede reivindicar qué identidad y en qué condiciones, y
qué es lo que justifica tal reivindicación.
Cuando la identidad es todo lo que queda, aferrarse a ella
tiene cierto sentido. La realidad de la lucha por la supervivencia
se convierte en la base de una identidad imaginada como digna
porque tiene que producirse a sí misma partiendo de sí misma.
Sin embargo, el apego a la identidad es patológico. Nos encadena
al fracaso colectivo, haciendo que nos orientemos todo el tiempo
hacia adentro mientras contiene el avance de una política capaz
de abolir el sistema actual y producir otro. El capitalismo desafo-
rado y el Estado represivo constituyen límites reales a la crítica
cultural y a la experimentación social: explotación, desposesión,
incapacitación, encarcelación, proletarización, exterminación.
Así pues, quizá el síntoma más llamativo de la saturación de la
identidad sea la ruptura económica de las categorías de identi-
dad; es decir, la emergencia de identidades que en sí mismas son
escenarios de la lucha de clases. En 2014 y 2015, los disturbios de
Ferguson (Missouri) y Baltimore (Maryland) auparon esta lucha a
los debates mainstream de EEUU.
2661 Multitudes y pa1tido
Desde la entrevista de Badiou de 2006, ha habido un interés
renovado de la izquierda por la forma-partido. Este interés deriva
de los impasses con los que las multitudes y los disturbios se han
topado en la segunda mitad de la década. En ciudades de todo
el mundo, cientos y miles de personas se echaron a las calles y
parques en un atronador «no» al conjunto de políticas estable-
cidas por la clase capitalista para proteger sus intereses. Estas
protestas fueron exponente de una nueva militancia y determi-
nación de quienes se oponían a la austeridad, a la precariedad,
a la violencia estatal y al mantra neoliberal de recortes, recortes,
recortes. Después, las protestas se terminaron. Las multitudes se
marcharon a casa. En algunos casos, no formularon exigencias.
En otros, formularon exigencias imposibles. Y en otros casos aún,
afirmaron verdades obvias amén de dolorosas en la urgencia de
su afirmación: Black Lives Matter; las vidas negras importan.
La presión de estas multitudes presenta una alternativa a
la «identidad que está más allá de la identidad» de Badiou. La al-
ternativa es el movimiento mismo, la fuerza de muchos fuera de
su lugar, la intensidad de la descarga igualitaria. Marx y Engels
no solo vinculan el socialismo a la identidad de la clase trabaja-
dora, sino al movimiento de la clase trabajadora. En el siglo XIX,
las revueltas de los trabajadores se hacían sentir, confluyendo y
estallando, provocando rupturas en los procesos del capital que
extraen valor. Este activo movimiento incitó a Marx y Engels (y
a otros socialistas y anarquistas del siglo XIX) a ver en la lucha
proletaria algo más que exigencias de jornadas de trabajo más
cortas, condiciones de mayor seguridad laboral y salarios más
altos. Vieron estas luchas como el proceso político del sujeto del
comunismo. Podemos repetir su innovación no a base de buscar
una identidad genérica (una búsqueda de la que ya se preocu-
pó Marcuse y retorna bajo otra forma en la multitud de Hardt y
Negri), sino haciendo hincapié en el movimiento. En vez de lasa-
turación de la identidad, deberíamos dirigir la mirada al proceso
del movimiento, reconociendo al pueblo como sujeto de ese pro-
ceso. El hecho mismo de la agregación activa de las multitudes, el
surgimiento de la oposición política y de la militancia, nos dirige
hacia un deseo colectivo de colectividad.
Las multitudes y los disturbios de la última década nos han
mostrado cómo los muchos se han dado cuenta de su poder co-
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lectivo, la capacidad que el número tiene de inscribir una brecha
en lo esperado. La deuda, la depauperación, la actividad policial
y la desposesión han incitado a la revuelta a los proletarizados
bajo el capitalismo comunicativo. Asimismo, las manifestaciones
gJl.obales han sacado a la palestra las limitaciones de la multitud.
Sus poderes son destructivos, creativos, impredecibles, contagio-
sos y temporales. La fuerza que acompaña a la indeterminación
del mensaje de la multitud constituye una debilidad al disper-
sarse la multitud. La multitud carece de capacidades de aguante,
implementación y ejecución. Sin mediación, o sea, en ausencia
de una relación transferencial con otro espacio, no sabe lo que
desea. La multitud no tiene una política. Es la oportunidad para
una política.
A algunos en la izquierda les gusta repetir la advertencia
de Trotsky acerca del sustitucionismo: el partido se erige en sus-
tituto de la clase, la organización del partido se erige en sustituta
del partido, el comité central se erige en sustituto de la organiza-
ción del partido, y el o la líder se erige en sustituto o sustituta del
comité central. Y presentan el horizontalismo como una alterna-
tiva que puede evitar estos problemas. A lo largo de estas últimas
décadas, nos hemos topado con los límites del horizontalismo
las veces que ha fracasado en redimensionar, aguantar o reem-
plazar el poder estatal capitalista. Lejos de resolver un problema
de organización política de la izquierda, el horizontalismo es el
nombre de un problema. El sustitucionismo, en cambio, no lo es.
Las brechas marcadas por el sustitucionismo son el espacio del
sujeto. Ni la multitud ni el partido son el pueblo. El pueblo es la
brecha entre ellos. La capacidad política implica siempre la de-
legación, la transferencia y la división del trabajo. No todas las
personas pueden hacerlo todo. La idea misma de una política de
cada uno es una fantasía debilitante que niega la característica
constitutiva de lo político: la división lo recorre todo hasta abajo.
La multitud nos posibilita edificar una teoría del partido
comunista como un partido de movimiento o síntesis. Tal partido
no es ni instrumento ni vanguardia de los movimientos. Es una
forma de asociación política organizada que sostiene abierto el
espacio desde el que la multitud puede verse a sí misma (y ser
vista) como el pueblo. El partido comunista es el partido fiel a
la descarga igualitaria de la multitud. No representa a los moví-
2681 Multitudes y partido
mientos. Transfiere su intensidad igualitaria desde lo particular
a lo universal. El partido comunista encuentra al pueblo en la
multitud.
Badiou trata el efecto-sujeto como un nudo de cuatro con-
ceptos: ansiedad, coraje, justicia y superyó. 45° Canetti presenta
a la multitud como un nudo de cuatro elementos: crecimien-
to, dirección, igualdad y densidad. En el partido, los dos nudos
se entrelazan en forma de concentración, aguante, fidelidad y
transferencia. El partido no representa al pueblo como sujeto
colectivo, sino que el partido responde a este sujeto. Por ello,
concentra los efectos-sujeto de la ansiedad, el coraje, la justicia
y el superyó en un emplazamiento transferencia! desde el que
pueden actuar retroactivamente sobre la colectividad. Así, el par-
tido responde al sujeto reconociéndolo en la multitud y, de ese
modo, convirtiendo a la multitud en algo más de lo que es. Le da
a la multitud una historia, dejando que su momento igualitario
perdure en el proceso subjetivo de la lucha del pueblo.
El partido ocupa el lugar de la división abierta por la mul-
titud. Cuida la brecha, manteniéndola como brecha del deseo
del pueblo como sujeto político colectivo. Sin la perspectiva del
partido, son múltiples las resistencias que terminan desdibuján-
dose en un menú de opciones ofrecidas por el capitalismo, que
constituyen otras tantas oportunidades en cuanto a estilos de
vida, disponibles para la distracción y satisfacción individual. El
legado de la lucha del pueblo y el acontecimiento de la multitud
solo se encuentran ya en la universidad, la cultura y unas organi-
zaciones momentáneas, sujetas a las demandas del capitalismo
y desactivadas en cuanto recurso viviente. La brecha del deseo
se dublima ingresando en el circuito de la pulsión. Sin el partido,
no hay un cuerpo capaz de recordar, aprender y responder. En su
lugar, una serie de individuos dispersos, absorbidos en el capita-
lismo comunicativo y zarandeados por la competición, ofrecen
montones de opiniones, sugerencias, estrategias y críticas, es-
tando presente el colectivo con capacidad de respuesta tan solo
como destinatario ausente. Proporcionando la perspectiva desde
la que el pueblo puede ser visto y mantenido el espacio de su
450 Badiou, Alain, Theory ofthe Subject, op. cit., pág. 278.
451 Zizek, Slavoj, Revolution atthe Gales, op. cit., pp. 185-189.