Casa de Munecas y El Teatro Realista
Casa de Munecas y El Teatro Realista
Casa de Munecas y El Teatro Realista
Está dividida en tres actos, respetando la unidad de acción del esquema clásico, también
la mimesis ya que los personajes son fieles representaciones de la sociedad de esa
época y aclara que la obra es un drama, separando el género.
Desde el principio de la obra se señala que la familia que vive en la casa es de clase
media, “una estancia amueblada cómodamente y con buen gusto, aunque sin lujo.”
(Ibsen, 1879, p.29), de ahí se puede deducir que la familia aunque es acomodada no tiene
dinero en cantidad como para tener lujos en el hogar.
En la obra se deja claro la manera de pensar de Torvaldo sobre los préstamos y las
deudas.
Helmer: ¡Nora, Nora, eres una autentica mujer!, hablando enserio, ya conoces mis
ideas sobre ese particular. Nada de deudas y ningún préstamo. En toda casa
fundada sobre la base de préstamos y deudas, reina una especie de esclavitud,
algo de mal augurio. Nosotros dos nos hemos defendido hasta ahora, y
continuaremos haciéndolo durante la breve época de prueba que nos queda aún.
(Ibsen, 1879, p.31)
En el fragmento anterior se evidencia la mentalidad de trabajo que manejaban los
burgueses, crecer en fortuna por medio de su propio esfuerzo para no caer en el crédito,
que está mal visto.
Nora: …por fin le di a entender que bien podría tomar dinero a crédito. Pero
entonces Cristina, estuvo a punto de sublevarse. Me contestó que era una
casquivana, y que su deber de marido no estribaba en doblegare a mis antojos.
(Ibsen, 1879, p. 43)
Ibsen también alude varias veces a la tranquilidad que sienten los personajes al saber que
vivirán sin escaseces, que es la meta principal de la sociedad burguesa:
“Helmer. Reconforta pensar que ha logrado uno gozar de una situación estable,
garantizada, para vivir con holgura. ¡Como tranquiliza pensarlo! “(1879, p. 34)
Nora: …Para año nuevo tomará posesión del cargo y percibirá unos emolumentos
considerables, con numerosos gajes. Entonces viviremos de una manera muy
distinta y más a nuestro gusto. ¡Oh, Cristina, qué feliz y desahogada me siento! Es
una verdadera delicia tener mucho dinero y hallarse libre de preocupaciones. ¿No
lo crees?
(1879, p.37)
La sujeción de la mujer retratada por el teatro realista se encuentra descrita varias veces
en la obra, una mujer que pertenece a el hogar, que su opinión no es importante, que no
participa en la toma de decisiones, es totalmente inferior al hombre, aun sin ella darse
cuenta. Ibsen lo señala de este modo:
Nora refiriéndose a lo que pensaría su marido si se enterara que le debía dinero:
“Además, ¡cuán penoso le resultaría para su amor propio de hombre! ¡Menuda
humillación la de comprobar que me debía algo! Eso habría trastornado todas nuestras
relaciones, y ya no sería lo que es nuestro hogar, tan dichoso.” (1879, p. 44)
Helmer hablando del despido de Krogstad: “Si ahora se enteraran de que la mujer del
nuevo director le ha hecho cambiar de opinión…” (1879, p. 72)
Doctor Rank hablando del disfraz que debería usar Nora para el siguiente baile de
máscaras, refiriéndose a Nora como la mascota de Helmer:
Doctor Rank: ¿Usted y yo? Voy a decírselo: usted ira de mascota.
Helmer: Muy oportuno; pero has de encontrar un traje de mascota favorecedor.
Doctor Rank: Bastará que se muestre tu mujer tal y como la vemos a diario.
(1879, p. 104)
Helmer a Nora después de ver la segunda carta de Krogstad: “…pero ¿supones que te
quiero menos porque no sepas guiarte tú sola? No, no; apóyate en mí para hallar ayuda y
dirección. No sería yo hombre si tu incapacidad de mujer no te hiciera doblemente
seductora a mis ojos…” (1879, p. 110)
Ibsen también hace alusión a los conflictos de clase, la importancia de las apariencias y la
deshonra que acarreaba el hecho de que la gente murmurara cosas sobre alguien, sea
verdad o mentira y la hipocresía moral.
“Nora: De las necesidades domesticas no he podido rebañar apenas, pues se imponía
que viviera con decoro Torvaldo. Tampoco podían ir los niños mal vestidos.” (1879, p. 44)
“Helmer: Abandonar tu hogar, a tu marido y a tus hijos! ¿No piensas en lo que se
murmuraría?” (1879, p. 115)
El solo hecho de que Helmer al darse cuenta de que ya no corrían peligro decida
perdonar a Nora y seguir como si nada hubiera ocurrido es tremendamente hipócrita,
utiliza la moral por conveniencia mas no porque sea inherente a él.
Tampoco podía faltar la marcada estructura familiar, padre cabeza de familia, madre e
hijos, el ejemplo que ambos padres debían darle a sus hijos y un error de cualquier
miembro, mancharía a toda la familia. Cualquier desajuste era mal visto, pero desajustes
sobraban en la vida burguesa, lo importante era enmascararlos.
Helmer. Calcula. Un hombre de esa calaña, con la conciencia de su crimen, habrá
de mentir y de disimular continuamente. Está obligado a ponerse una careta hasta
en el seno de su infeliz familia; si, delante de su mujer y de sus hijos. Y, cuando
piensa uno en los hijos es una cosa espantosa.
Nora. ¿Por qué?
Helmer. Porque tamaña atmósfera de mentiras produce un contagio de principios
malsanos durante toda una vida familiar. Cada vez que respiran los hijos,
absorben gérmenes maléficos.
(Ibsen, 1879, p.68)
La señora Linde hablando del préstamo de Nora, insiste en que Nora sea honesta con
Helmer, que se quite la máscara.: “Es menester que Helmer sepa todo: debe disiparse
ese fatal misterio. Importa que se expliquen: basta de tapujos y de escapadas en falso.”
(Ibsen, 1879, p. 98)
Nora refiriéndose a el padre del Dr. Rank: “…Figúrate: su padre era un individuo repulsivo.
Sostenía queridas… y aún quedan por contar otras cosas. De ahí que desde la infancia
haya sido enfermizo su hijo, ¿comprendes?” (1879, p. 68)
Helmer a Nora al enterarse del préstamo: “quizá se sospechara de mí que había sido
cómplice de tan criminal acción. Cabría creer que había sido yo tu instigador, que quien te
impulsó fui yo.” (1879, p. 109)
La peor deshonra consistía en los antivalores, en cometer actos ilícitos y en no actuar
acorde a la religión y a los principios impuestos. Torvaldo es un personaje que
constantemente le recuerda a Nora la importancia de las virtudes y la moral.
Helmer. Más de uno podrá rehabilitarse moralmente, a condición de confesar su
crimen y de cumplir su pena.
Nora. ¡su pena!
Helmer. Pero Krogstad no ha elegido ese camino. Ha procurado salir del atolladero
con trampas y artificios, lo cual le ha desacreditado moralmente…
(Ibsen, 1879, p.62)
Helmer cuando se entera del préstamo: “! Oh, que terrible despertar! ¡Durante ocho
años… ella, mi alegría y mi orgullo, una hipócrita, una embustera…, peor que eso, una
criminal! ¡Que abismo de fealdad hay en todo eso! ¡puaf, qué asco!...” (Ibsen, 1879,
p.108)
Helmer: ¡Ah, es odioso! ¿De esa manera vas a traicionar los deberes más
sagrados?
Nora: ¿Qué consideras tú mis deberes sagrados?
Helmer: ¿tengo para que decírtelo? Son tus deberes con tu marido y tus
hijos.
(Ibsen, 1879, p.115)
En casa de muñecas se tocan todos los aspectos problemáticos de la sociedad burguesa,
y termina con un final abierto y optimista, donde cabe la posibilidad de que la
protagonista, Nora, algún día llegue a encontrar valores y estructuras con las que esté de
acuerdo, fuera del círculo de apariencias e hipocresía en el que se hallaba rodeada.
Henrik Ibsen
(Cristianía, 1906 - Skien, 1828) Dramaturgo noruego, uno de los renovadores del teatro
universal. Nació en una ciudad costera donde su padre poseía una destilería de
aguardientes que quebró cuando él tenía seis años. Su madre era muy religiosa. A los
quince años se fue a vivir a Grimstad, no lejos de su pueblo natal, donde su padre le
había conseguido un puesto como ayudante de un farmacéutico.
A los veinte años era ya un librepensador, entusiasmado con las insurrecciones populares
que estallaban en toda Europa. En 1850 fue a estudiar a Cristianía (hoy Oslo).En 1853
aceptó el puesto de director y dramaturgo de un nuevo teatro en la ciudad de Bergen y
cuatro años más tarde volvió a Cristianía para dirigir otro teatro que en 1862 cerró por
problemas económicos.
Este fracaso marcó el comienzo de una nueva época en su vida. Cansado de lo que
consideraba estrechez de miras de su país natal, partió a un exilio de veintisiete años por
Italia y Alemania, período durante el cual escribió el grueso de su obra. Ya en el pináculo
de su fama volvió a Noruega y en 1900 sufrió el primero de una serie de ataques de
apoplejía, que afectaron su salud física y mental. Falleció en 1906 y fue enterrado con
honores de jefe de Estado.
Como director del teatro de Bergen, Ibsen intentó crear un drama nacional, tarea difícil ya
que si bien podía utilizarse como base el rico acervo de las sagas islandesas medievales,
la escena de su país estaba dominada por la dramaturgia francesa de Scribe (que daba
prioridad a lo ingenioso de la intriga sobre la profundidad de los personajes), y por el
idioma y la tradición histriónica danesas.
La experiencia que ganó en Bergen tuvo para él un valor incalculable. Como director del
teatro de Cristianía, ya casado con Suzannah Thoresen, exhibió una autoridad y
confianza en sus propias ideas que antes no había mostrado. Esto se advierte en su
drama Los pretendientes de la corona (1863), que forma parte de una serie de tema
histórico y en el que, con reminiscencias shakespearianas y gran precisión psicológica,
trata el tema de la dificultad del ser humano de encontrar su misión en la vida.
Con Brand (1866) y Peer Gynt (1867), dos dramas en verso, Ibsen hace su entrada en la
literatura universal.
Peer Gynt es en cambio una leyenda romántica, con rasgos realistas modernos, más
audaz que Brand desde el punto de vista teatral. En el decenio de 1870 Ibsen abandona
el teatro de ideas por el drama social realista. La primera obra de este período (y la
primera que escribió en prosa) fue Las columnas de la sociedad (1877), que trata de los
conflictos sociales y del choque de lo antiguo con lo nuevo. Pero el verdadero éxito le
llegó con Casa de muñecas (1879), en la que por primera vez aparece la voz auténtica del
autor.
La obra provocó escándalo, con su osada descripción de una mujer que deja su
aparentemente idílico matrimonio a causa de su disconformidad con el rol subordinado
que le toca desempeñar en él. Es una heroína fuerte e independiente en contraste con un
marido débil y aferrado a su rol patriarcal. Pero su tema es también el efecto anquilosante
de las convenciones sociales y la necesidad de rebelarse contra ellas a fin de alcanzar la
realización personal. Esta obra no tiene un desarrollo cronológico como las anteriores,
sino que trabaja con una técnica retrospectiva en la que el pasado va siendo revelando a
medida que avanza la acción.