El Arte de Mirar Por La Ventana
El Arte de Mirar Por La Ventana
El Arte de Mirar Por La Ventana
En estos días extraños, las ventanas se han convertido en nuestros ojos con los que
asomarnos al mundo.
Las ventanas han sido esos espacios arquitectónicos creados para hacernos soñar,
espacios en los que agradecer con palmas y gritos a personas valientes; han sido el
soporte físico para que nos sintamos menos solos y en los que seguir teniendo contacto
social.
El pintor canadiense Shaun Downey (Ontario, 1978) realiza pinturas realistas con un
elemento en común; la presencia de mujeres que se encuentran solas en una habitación
semivacía, por norma general, cerca de una ventana.
A partir de sus cuadros, los alumnos de 2º ESO-A han plasmado su particular visión; han
reflejado, a través de sus palabras, la evocación de cada cuadro del pintor canadiense;
han realizado una escritura creativa teniendo como eje central la ventana del cuadro
elegido.
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UN CAFÉ SOLITARIO
Algo tan simple como tomarse un café en la terraza de un bar, puede volverse
algo de suma importancia, pues más que nunca sabemos lo que es sentirnos
encerrados y solos. Hay una chica sentada al lado de la ventana, con una taza
en la mano. Supongo que tiene un rato libre para tomarse algo y disfrutar de lo
maravillosa que es la ventana, que en estos momentos es la puerta a la vida
real.
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A TRAVÉS DE LA VENTANA
Y para mi asombro, veo que todo sigue igual desde que empezó esta
cuarentena.
Mi ilusión es que hubiera sido como antes; correr las cortinas y ver el kiosco de
prensa de en frente abierto, rodeado de mamás y de niños, comprando chuches
y, algunos, el desayuno para el cole; ya quedaba poco para que sonara el timbre.
Los coches se paraban por el tráfico y los niños pasaban por el paso de
peatones. Muchos niños van de la mano de sus mamás y de sus abuelas,
llevando a cuestas la mochila.
El barrendero limpiando todo el parque para que esté preparado para que,
cuando salgan todos los niños del colegio, puedan ir a jugar con sus amigos,
mientras que sus madres están hablando en la puerta.
Pero no, la realidad es otra. No hay nadie por la calle, ni niños, ni abuelos; el del
kiosco, solo, allí sentado, esperando que llegue alguien a llevarse la prensa para
ver cómo va esta situación. El barrendero, allí, en el parque, solo y sin apenas
trabajo, tan solo las cuatro hojas que se caían de los árboles.
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Alguien va caminando por la calle con guantes y mascarilla. ¡Qué impresión me
da al ver eso por la ventana de mi habitación en la que estoy confinada!
DESPETAR
En cuanto desperté del coma, no pude evitar las ansias de mirar por la ventana.
Todo era diferente. Habían pasado diez años desde que el coma comenzó y me
llevé una gran sorpresa al asomarme por la ventana y ver que todo había
cambiado; la clínica que había debajo del hospital ya no estaba, en su lugar
había un enorme edificio en obras; el parque triste que rodeaba el hospital era
un parque cubierto de flores de todos los colores; y el bar de la esquina estaba
en ruinas.
Al ver el bar, la tristeza se apoderó de mí y volví a sentarme en la camilla que
tenía justo detrás.
Manuel Moreno Sequera
DESDE LA VENTANA
La chica miraba a través del cristal pensando en si eso acabaría pronto, para así
poder ver a sus amigos y a su familia. Miró con tristeza las frías y solitarias calles
sin ningún rastro de vida, pero también a las personas y vecinos conversando
desde sus balcones, riendo. Vio como la gente, más que nunca, se ayudaba y
se apoyaba la una a la otra. Escuchaba la música que ponían los vecinos para
dar alegría y que el encierro se hiciera pasajero.
Ella corrió la cortina y abrió la ventana para poder ver el mundo y poder respirar
aire fresco, aunque fuera desde la ventana.
Álvaro Muñoz Moreno
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ES CIERTO, SOY PERSONA
En ese día tan especial, Alicia no supo qué pensar tras descubrir aquella
información. ¿Sería cierto? Ella no es persona. Ella se fue. ¿Cómo puedo
reflejarme en un espejo y verme, a pesar de que ya no esté? ¿Acaso me dieron
otra vida? -se preguntó desesperada Alicia.
Miró por su ventana al mundo pasar, a la vida correr. Se seguía preguntando por
su existencia, se miraba en el espejo una y otra vez, intentando comprender
cuándo se fue, cómo, por qué a ella.
¿Acaso era un regalo darle otra oportunidad de volver a ser persona sin que
pudiera ser vista?
Jennifer Collado López
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LA SOLEDAD
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UNA CÁRCEL DISTINTA
Soy Isabel y hoy he cumplido 95 años. A pesar de mis arrugas, mi dificultad para
caminar y dolor de espalda, me siento tan fresca como una rosa para contar mi
historia.
Nací en una familia cuya pasión eran las avionetas. Mi padre era banquero y mi
madre enfermera. Mi hermana era tres años mayor que yo, pero siempre iba por
libre, nunca tuvimos una relación muy buena. Mi padre amaba volar. Cuando era
un chaval consiguió construir una avioneta con sus ahorros. Cuando conoció a
mi madre se enamoró a primera vista. Consiguió que aceptara su petición para
subir a su avioneta y fue allí donde le pidió matrimonio. Mi padre siempre guardó
esa avioneta en el mejor estado posible y cuando yo nací, una de las primeras
cosas que hice, fue subirme a ella.
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Desde que tengo uso de razón siempre he adorado lo mismo que mis padres,
volar. Yo quería aprender a pilotar, pero mi padre no me dejaba. Quería que
fuera mayor de edad antes de empezar a aprender. Tuve bastantes discusiones
con él durante mi adolescencia por ello, pero era inútil rebatir. Ya perdió a un
hermano por querer pilotar una avioneta antes de lo previsto y no quería perder
a una hija también. Recuerdo que siempre, aunque fuera solo una hora al día,
me ponía en la ventana a observar el acogedor cielo azul con los prismáticos de
mi padre. Soñaba con llevar yo el control de todo y zambullirme en las nubes a
mi antojo.
Sentía que me estaban prohibiendo vivir, ya que volar era mi vida. Aunque
pudiera salir a la calle, ver a mis amigas, ir al colegio, puede que suene
exagerado, pero me sentía en una cárcel. Recuerdo también, ver reflejados en
esa ventana y esos prismáticos unas rejas y unas esposas. Al fin y al cabo, eran
los pensamientos de una jovencita con pasión aviadora.
Revivo estos pensamientos porque ahora vuelvo a ver unas rejas en mi ventana,
unas rejas que tienen nombre propio, Covid-19. Vuelvo a sentir esa cárcel, pero
de manera distinta, porque estoy en ella para ayudarme y ayudar.
Paciencia, porque volveremos a volar.
Esmeralda está cogiendo sus prismáticos para admirar las calles solitarias y sin
apenas ruido ninguno. Solo se oye el cantar de los pajarillos, quienes echan de
menos a los ciudadanos que paseaban por allí.
Su día a día está siendo complicado, no solo para ella, sino para todas las
personas. Esmeralda está triste…
Ariadna García Bravo
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LA CHICA ENCERRADA
Ese día, la chica iba a salir con sus amigos. Se había arreglado con un vestido
muy bonito, se había peinado, se había maquillado y estaba esperando el
momento en que sus amigas llamaran al portero y bajar corriendo para irse con
ellas de paseo.
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¿QUÉ ES LA FELICIDAD?
La mujer mira por la ventana; la gente riendo, con música, en familia, totalmente
felices.
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LA CASA DE LA PLAYA
Allí estaba yo, después de casi un lustro, en la casa de la playa de mis padres.
Seguía sin poder creer que mi hermano quisiera venderla después de todos los
buenos momentos que habíamos pasado allí. Él decía que no tendría tiempo de
venir cuando lo ascendieran en el trabajo, que yo nunca iba y que, además, sería
una buena ayuda económica para ambos. También decía que no entendía por
qué reaccionaba así, sin tan sólo era una casa; pero para mí no era sólo una
casa, era donde decidí aprender a pintar, cuando una tarde de verano me quedé
embelesada viendo cómo cambiaba el color del cielo conforme atardecía.
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VENCER AL MIEDO
Amalia era una chica con muchos miedos, todo la asustaba, no era capaz de
salir a la calle sin estar atemorizada. Esto se debía a la poca seguridad que tenía
en ella misma.
A ella todo le aterraba, pero su mayor miedo era el mar, no le gustaba ni que el
agua le salpicara las piernas. Amalia no soportaba el hecho de no saber quién
había estado antes que ella ni quién se había bañado allí y, mucho menos, el no
controlar lo que había bajo sus pies.
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RENDIRSE
Desde pequeña, Lucía siempre había querido ser una heroína, pero eso era
ficción. ¿Cómo puedes ser un héroe sin tener poderes?
Conforme pasaban los años veía cómo su sueño iba pareciendo más irreal y,
justo cuando cumplió trece años, se rindió completamente.
Esa decisión no le afectó en su día a día, pero al empezar 2020 comenzó a notar
el pánico en las personas que le rodeaban. Un nuevo virus amenazaba la vida y
las costumbres que hasta ese momento eran normales. Todos los ciudadanos
debían permanecer en sus casas encerrados y no se sabía muy bien cuándo
acabaría esta situación ni qué pasaría después.
Era increíble.
Lucía nunca había visto nada igual.
Trató de mantener la calma, pero era muy difícil.
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Los superhéroes sí existían. ¿Quién dijo que necesitaban tener poderes? El
hecho de salvar vidas o de ayudar a los demás ya era un acto bondadoso, digno
de un héroe.
Lucía vio todo muy claro: ella sería una heroína.
“Seré médica”, pensó. “Y no me rendiré hasta que lo consiga”.
Ya quedan quince minutos para mi fiesta, no hay nadie en la calle ¿Acaso hace
mucho frío? ¡Menos mal que mi fiesta es dentro de mi casa! Tenía pensado salir
a jugar, pero si el tiempo está así, es mejor que nos quedemos aquí, lo más
importante es la salud.
Ya ha pasado una hora y deberían de estar aquí todos mis amigos. Pero…
¡Madre mía! Ahora que recuerdo… ¡Estamos en cuarentena! ¡No puede ser!
¡Quiero despertar de esta pesadilla! ¡Estoy convencida de que esto es una
pesadilla! ¿¡Y si esto es real!?
Esther Torrellas López
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Olivia tenía todo preparado para celebrar su fiesta de cumpleaños: la tarta, las
invitaciones, los globos, ... Pero un día antes de la fiesta, se declaró el estado de
alarma, nadie podía salir de sus casas, para nada. Olivia se entristeció al conocer
la noticia. Se acababa de mudar a su nuevo apartamento y vivía allí sola, no
podría celebrar la fiesta ni con sus amigos ni con sus padres.
A la mañana siguiente, unas voces la despertaron. Ella corrió a la ventana y vio
a sus vecinos, desde sus balcones, cantándole el cumpleaños feliz. Abrió la
ventana enseguida y se le puso una sonrisa en la cara. Infló los globos, se puso
su vestido y comenzó a celebrar su cumpleaños desde el ventanal. Su tarta
seguía en el frigorífico, así que le puso una vela y todos los vecinos empezaron
a cantar.
Aunque Olivia pensaba que esta iba a ser un cumpleaños sin fiesta, sin música,
sin amigos, lo celebró desde su balcón y descubrió que, a veces, improvisar es
mejor que tenerlo todo preparado.
Elena Rascón Ruiz
DESDE LA VENTANA
La chica miraba por la ventana con un aire triste y melancólico. Echaba de menos
su vida rutinaria, sus amigos, su familia. Desde la ventana todo era diferente, era
como si no pudiera ver el mundo correr. Se sentía apartada de todo. Intentaba
ser positiva, pero le era imposible. Se aburría mucho y no podía socializar con
nadie. Todos los teléfonos estaban rotos. Quería salir de su casa ya para abrazar
a todos sus amigos y familiares. Se sentía atrapada, como si su casa fuera una
cárcel. Esperaba que todo esto acabara cuanto antes.
Buscaba actividades que hacer para no aburrirse: yoga, pintar, ver películas…
Pero todo eso no podía llenar el vacío que tenía en el corazón por no ver a sus
seres más queridos.
Lucía Meco Solís
Cuánto echo de menos a mis amigos, esas reuniones en la puerta del colegio
antes de irnos a casa para contarnos cómo nos ha ido el día en clase y, sobre
todo, siento mucha nostalgia del día de mi cumpleaños, porque tengo que
celebrarlo a solas con mi madre.
Por mi cabeza pasan muchos recuerdos de años anteriores, donde todo era tan
diferente en este día, y no lo valoraba. Quizás ahora la vida me ha dado una
lección; apreciaré a las personas y las cosas como se merecen.
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