David Adams He Visto La Tierra Prometida Cultura de Paz PDF
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una utopía
posible
David Adams
Editor y traductor
Roberto E. Mercadillo
Herder
Títulos originales: The History of the Culture of War; World Peace through the Town Hall:
A Strategy for the Global Movement for a Culture of Peace; I Have Seen the Promised Land.
A Utopian Novella
Herder
www.herder.com.mx
Índice
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World Peace through the Town Hall: A Strategy for the Global
Movement for a Culture of Peace y I Have Seen the Promised
Land: A Utopian Novella (2009). Los leí con avidez de inme-
diato y más tarde los releí con más cuidado y reflexioné sobre
ellos mientras hacía un estudio en los campamentos de refu-
giados de Tinduf, en África. Tinduf es un sitio creado para la
supervivencia de miles de saharauis tras el conflicto bélico y
territorial con Marruecos, iniciado hace más de 36 años. Pese a
la aparente indiferencia de la comunidad internacional (tanto
institucional como civil), los saharauis dan muestras de parti-
cipación democrática, tolerancia y elección de vías pacíficas
para la resolución de conflictos internacionales en una socie-
dad al mismo tiempo milenaria y naciente.
Quizá fuera la contemplación del atardecer silencioso en
el desierto del Sahara Occidental u observar la espera de los
saharauis para retornar a su territorio, pero me pareció que las
premisas plasmadas en los libros de David Adams eran muy
palpables en ese momento. Poco a poco me convencí de que la
obra de David era digna de ser leída por más gente. Su conte-
nido debía estar al alcance de jóvenes, académicos y activistas
por los derechos humanos, de quienes hablan de desarrollo
sustentable, de quienes luchan por la equidad de género y tam-
bién de quienes apoyan el libre flujo de información.
Al regresar a México decidí traducir los libros al español.
La intervención de Jan-Cornelius Schulz Sawade, editor de la
casa Herder, fue esencial, solidaria y valiente en el mundo ac-
tual, donde se favorece la lectura morbosa de la violencia y
donde se considera que la paz no vende. Y es que alcanzar una
cultura de paz ya no es sólo el ideal de algunos, es una necesi-
dad apremiante.
La traducción no fue sencilla, pero sí bastante enriquece-
dora. Por supuesto, debía mantenerse todo el contenido histó-
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rico y geográfico pero usando los nuevos términos adecuados
a las políticas internas e internacionales. Se debía mantener
la irreverencia y la rebeldía mostrada por David en su primer
libro y el idealismo esperanzador de sus dos últimas obras. Se
debía mantener el estilo concreto de un pensador formado en
las ciencias biológicas que decidió ensayar su experiencia en
las Naciones Unidas para llevarla a diferentes tipos de lecto-
res, además de respetar la rigidez del discurso científico en
lengua inglesa y ajustarlo a las metáforas que abundan en el
español. Elisa Díaz Paniagua, paciente revisora y conocedora
de lenguas, fue quien logró esto, con su cuidadosa lectura de
los textos.
Si alguien leyera sólo un libro de David Adams tendría
una visión parcial de sus ideas, porque cada uno muestra dife-
rentes aspectos de la cultura de paz. Dejaría de percibir el gran
panorama que ofrece David. Por eso hemos decidido incorpo-
rar los tres libros en una sola obra. Así que el lector tiene en sus
manos un libro que habla de la violencia y de la paz no como
conceptos, sino como cultura, es decir: como manifestaciones
que se cultivan y se forman.
Quien lea las versiones originales en inglés encontrará al-
gunas diferencias, las cuales tienen un propósito. A lo largo del
primer libro (Historia de la cultura de la guerra) se extienden
ampliamente datos históricos y arqueológicos, así como mani-
festaciones de la cultura de guerra y violencia en el siglo xx.
Como varios párrafos de los capítulos 1 y 2 del segundo libro
(La paz mundial a través de la democracia participativa) ofre-
cían lo mismo, decidimos omitirlos.
El concepto básico mostrado en el título original del se-
gundo libro (World Peace through the Town Hall) se refiere
a reuniones ciudadanas que incluyen temas de discusión con
una dinámica regular y organizada en Estados Unidos, país de
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origen del autor. Como esta organización no está presente en
la vida cotidiana de la mayoría de los países de habla hispana,
el título cambió en español a La paz mundial a través de la
democracia participativa, que parece reflejar la idea original.
En la actualidad parece obvio atribuir a la sociedad las
causas de la violencia. Sin embargo, la idea de la determina-
ción biológica y natural aún se puede encontrar fuertemente
arraigada en la supremacía de razas, clases y jerarquías que
justifican la guerra y el exterminio en una interpretación in-
correcta de la lucha por la supervivencia y la supervivencia del
más apto, dos conceptos que se elaboraron para la teoría de la
evolución y no para definir la existencia humana.
En esta obra se percibe y se persigue una idea básica: si la
guerra y la violencia son una creación, una construcción ce-
rebral y cultural, el hombre puede inventar y construir la paz
de manera racional e intencional, aunque para ello sea nece-
sario que la mente interiorice el concepto del “otro” basado en
igualdad y aprendido por cotidianeidad. El adagio “el otro soy
yo” debería ser la meta de la enseñanza familiar, escolar e ins-
titucional para reforzar el derecho humano a la paz, propuesto
por la unesco en 1997.
Debe aclararse que el último de los tres libros es una obra
literaria de ficción, donde el autor plasma su utopía: un mun-
do donde se encuentra una generación nueva que enarbola las
premisas de la cultura de paz con la generación heredera de
la cultura de guerra y violencia, una visión que nos permite
comparar mundos posibles.
14
Prólogo
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Así fue como David Adams desempeñó una importantísi-
ma función en la preparación del “Decenio Internacional de
una Cultura de Paz y No Violencia para los Niños del Mundo”,
aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, a
instancias de los premios Nobel de la Paz, en 1998; del Mani-
fiesto sobre una Cultura de Paz, uno de los documentos que
ha recibido mayor número de adhesiones a escala mundial; y,
por último, en el mes de septiembre de 1999, de la Declara-
ción y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, adoptada
por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que permitía
iniciar el nuevo siglo y milenio con la gran esperanza de que,
por fin, se diera término a la historia ensangrentada del poder
absoluto masculino, que durante siglos había basado siempre
la gobernación en la fuerza, y se transitara a una nueva era de
entendimiento, de solidaridad, de fraternidad, como se esta-
blece en el artículo primero de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, para que todos los seres humanos y no sólo
unos cuantos pudieran desarrollar con plenitud las facultades
desmesuradas, creadoras, que distinguen a la humanidad.
De la fuerza a la palabra, la gran transición que se avecina:
los seres humanos son “libres y responsables”, como define a
las personas educadas el artículo primero de la Constitución
de la unesco, para actuar en virtud de sus propias reflexiones
y nunca más al dictado de nadie; para anticiparse a ser vigías
del mañana; para que puedan desarrollar, todos, sin cortapisas
sus exclusivas capacidades y plantearse las preguntas esenciales
sobre el misterio de la existencia.
Paz a través de la justicia. Las leyes justas dependen, a su
vez, de una democracia basada en el reconocimiento de que
todos los seres humanos, sea cual sea el color de su piel, su ideo-
logía, su religión y su género, tienen idéntica dignidad. Una de-
mocracia que permita a todos el pleno ejercicio de los derechos
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humanos. Para ello es imprescindible que sea participativa. He
advertido muchas veces que en las urnas somos contados, pero
que la democracia genuina consiste en ser tenido en cuenta,
en que la voz de los ciudadanos sea escuchada permanente-
mente y su voluntad de manera fidedigna sea representada por
los elegidos para esta misión en los parlamentos. Parlamento
viene de parlare, de hablar, de conversar, de dialogar para ir
dejando atrás el uso de la fuerza e iniciar los albores de la nueva
era obviando el perverso adagio de “Si quieres la paz, prepara la
guerra”, puntualmente ejecutado por quienes han ostentado el
poder, sustituyéndolo por “Si quieres la paz, ayuda a construirla
con tu comportamiento cotidiano”.
Libertad y responsabilidad. Responsabilidad para tener en
cuenta siempre a las generaciones venideras. “La paz mundial
–escribe David Adams– se alcanzará a través de la democracia
participativa, como estrategia para el movimiento global en fa-
vor de una cultura de paz”. Es especialmente importante desde
un punto de vista conceptual la diferencia que establece entre
“paz” y “cultura de paz”, ya que, al enunciarla como conducta
ciudadana, otorga a la sociedad civil la capacidad de movilizarse,
de implicarse, de comprometerse.
Coincido tanto con este enfoque que he trabajado en los
últimos años, junto a personas de una impecable trayectoria
humana y política, en la redacción de una Declaración Univer-
sal de la Democracia, por estar convencido, al igual que David
Adams, de que sólo con una democracia auténtica como mar-
co social puede alcanzarse el pleno respeto de los derechos
humanos.
En este momento contamos, por primera vez en la histo-
ria, con tres condiciones que permitirán los cambios radicales
que la situación del mundo reclama: 1) conciencia global, que
permite a todos conocer la situación del mundo en tiempo
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real y comparar –este verbo de gran densidad ética–, puesto
que deja apreciar lo que poseemos y conocer las precarieda-
des ajenas; 2) nueva tecnología de la comunicación y de la
información, que abra las puertas, secularmente cerradas, de
la libertad de expresión y dé por terminado el largo periodo
de silencio, de sumisión, de obediencia, de miedo; 3) mayor
número de mujeres en la toma de decisiones, lo que lleva rá-
pidamente hacia una equidad de género, componente impres-
cindible de la cultura de paz.
David Adams destaca el papel esencial de los gobiernos
locales para la “activación” de la ciudadanía, para que se pro-
digue la “solidaridad intelectual y moral” que con tanta cla-
rividencia preconiza el preámbulo de la Constitución de la
unesco.
Para que la sociedad civil cumpla adecuadamente el papel
que le corresponde –“Nosotros, los pueblos…”, reza la Carta de
las Naciones Unidas en su inicio– es imprescindible la educa-
ción para la paz, a la que el autor dedica el espacio y el relieve
que se merece, y una reforma impostergable de las Naciones
Unidas, en las cuales “los pueblos” se hallen representados
y no sólo los Estados. Está claro que se han debilitado, con
una privatización que ha desbordado el ámbito económico y,
de forma muy peligrosa, ha transferido competencias políticas,
conduciendo al auténtico colapso actual, que debe resolverse
–ahora ya es posible– con el advenimiento de una cultura de
paz y no, como ha sucedido hasta ahora, de una cultura de gue-
rra, que todavía perdura: cada día se invierten 4 000 millones
de dólares en armas y gastos militares al tiempo que mueren de
inanición más de 60 000 personas; buena parte de las mismas,
niños y niñas de edades comprendidas entre uno y cinco años.
El diseño del presidente Franklin Delano Roosevelt al tér-
mino de la Segunda Guerra Mundial no se llevó a la práctica.
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Fueron los Estados, algunos especialmente, y no “los pueblos”,
los que tomaron las riendas del destino común. Se había pre-
visto que, junto a la onu, convergieran una serie de institucio-
nes internacionales pertenecientes al Sistema de las Naciones
Unidas, de modo que resolvieran las importantes facetas del
desarrollo global y de la justicia mediante el adecuado abor-
daje de la salud (oms), el trabajo (oit), la alimentación (fao),
la educación, la ciencia y la cultura (unesco), con programas
para el fomento del desarrollo (pnud) y la infancia (unicef).
La palabra clave era compartir, distribuir adecuadamente los
bienes materiales, el conocimiento, la experiencia, los recur-
sos; y actuar guiados por grandes referentes éticos a escala
mundial, contenidos en la Declaración Universal de los Dere-
chos Humanos.
La carrera armamentista entre las dos superpotencias, los
Estados Unidos y la Unión Soviética, desbarató totalmente
aquellos planes, y se sustituyeron las ayudas al desarrollo por
préstamos concedidos en inverosímiles e inaceptables condi-
ciones. La cooperación internacional se tornó en explotación
y, lo que es peor, la facultad de veto concedido a las cinco
potencias “vencedoras” inhabilitó a las Naciones Unidas para
el ejercicio de su función esencial: la gobernación mundial.
Pero todavía se deterioró más la situación porque al des-
moronarse –con el muro de Berlín como símbolo– la Unión
Soviética, por la visión y habilidad sin par de Mikhail Sergeye-
vich Gorbachev, la alternativa neoliberal, en lugar de favorecer
un gran cambio planetario, propició una “globalización” que
sustituía los “principios democráticos”, tan bien enunciados en
la Constitución de la unesco, por las leyes mercantiles y, por
si fuera poco, a las Naciones Unidas por grupos plutocráticos
constituidos por los 6, 7, 8… 20 países más ricos de la Tierra.
La situación de zozobra actual no debería resolverse, de nuevo,
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por la fuerza del “gran dominio” (financiero, militar, mediáti-
co, energético), concentrado en buena medida en el Partido
Republicano de los Estados Unidos, sino que deberíamos ser
capaces, después de tantos siglos de imposición y dominio, de
dar la palabra a la gente, de dar a cada ser humano único, crea-
dor, la oportunidad de inventar su futuro personal y colectivo.
Escribe David Adams: “Pronto hará 20 años que dejé
mi universidad y comencé a trabajar en el Sistema de la onu
para intentar hacer avanzar la causa de la paz mundial… Sigo
creyendo que, a través de las Naciones Unidas, finalmente se-
remos capaces de lograr la paz mundial. Sin embargo, estoy
convencido, por mi experiencia en las Naciones Unidas y por
mis estudios sobre historia, que esto no será posible en tanto la
onu sea dirigida por sus Estados miembros”. Tendrá que ser la
sociedad civil, tendrán que ser “los pueblos”.
“Pensar globalmente, actuar localmente”: el viejo adagio
del Movimiento por la Paz se vuelve cada vez más relevante.
“La nueva estrategia” propuesta aquí, subraya el autor, es de-
sarrollar una nueva cultura y una base nueva y alternativa del
poder político, una cultura de paz. Y es que Adams “ha visto
la tierra prometida”: desde Porto Alegre, percibió la capacidad
extraordinaria de la voz, del grito de tantas y tantas personas
mirando al futuro de distinta manera y pensó que los cauces rí-
gidamente establecidos por los turbios manejos de los grandes
poderes podrían soslayarse porque la paz era, al fin, posible.
La debacle parece inevitable actualmente. La solución es
la transición desde una economía de especulación, deslocali-
zación productiva y guerra a una economía basada en el co-
nocimiento para un desarrollo global sostenible, que aparece
como un desafío ético de apremiante realización.
Después de una larga trayectoria contra el uso de la vio-
lencia y de la imposición, y a favor de la gran transición de la
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fuerza a la palabra, David Adams ve con esperanza el porvenir,
porque está rodeado, desde hace unos años, de un “equipo de
gente joven” dispuesta a discurrir por los caminos que ilumi-
nan la experiencia del autor.
Hacer realidad el sueño de unas Naciones Unidas en las
que la Asamblea General se componga en partes iguales de
representantes de los Estados y de la sociedad civil, y en las que
además del Consejo de Seguridad “territorial” exista un Con-
sejo de Seguridad Socioeconómica y un Consejo de Seguridad
Medioambiental… Unas Naciones Unidas representantes de
un multilateralismo democrático, guiadas por unos grandes
referentes universalmente aceptados, porque la diversidad de
la humanidad es su riqueza, pero hallarse unida alrededor de
unos cuantos principios es su fuerza. Esta fuerza moral que,
por fin, sustituirá a la física. Esta fuerza que la unesco hizo
nacer en el mismo corazón de África, donde se originó la espe-
cie humana que hoy reclama esa cultura de paz, a la que tanto
ha contribuido David Adams, cuyas reflexiones son, querido
lector, bálsamo y espuela a la vez.
21
Libro III
He visto
la tierra prometida
3 de agosto
Durante mucho tiempo he sentido la necesidad de escribir
un recuento personal de los acontecimientos que se han desa-
rrollado a una velocidad tan explosiva. Como fundador de la
Red de Noticias de la Cultura de Paz (cpnn, por sus siglas en
inglés: Culture of Peace News Network), he tenido una posi-
ción privilegiada que me ha permitido observar la serie de años
que comenzamos a llamar la “transición” y me siento obligado
a escribir mi propia versión de la misma. ¿Cuántos años me
quedan de vida para hacerlo? Después de todo, tengo 87 y mi
próstata otra vez está dándome problemas. Si no escribo ahora,
¿cuándo lo haré?
Se están escribiendo muchas otras historias, pero no estoy
seguro de que capturen la esencia de lo que sucede. Para en-
fatizar mi argumento, me tomé el tiempo de buscar una pin-
tura que no había visto desde mis días universitarios, hace casi
70 años. Fue pintada por Pieter Brueghel el Viejo, hace casi
500 años y se refiere a un evento sucedido hace 2 000. ¿Por qué
buscarla? Porque tal vez nos pueda ayudar a entender la loca
historia que estamos viviendo y de la cual hay tantas versiones.
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En la pintura, si se mira de cerca, se puede encontrar el
torso azul de un hombre acostado en el suelo, en un camino a
través de las montañas. El título de la pintura nos dice que es
Pablo después de haber sido iluminado por Dios y convertido
al cristianismo. De otra forma no tendríamos idea de su signifi-
cado. Incluso el cuerpo es difícil de encontrar a menos que lo
busquemos, porque se pierde en una dramática escena domi-
nada por soldados escoltando personas a través del paso de la
montaña y completamente ajenos al único cuerpo caído. De
hecho, las imágenes dominantes de la pintura son los traseros
de los caballos montados por los soldados.
Creo que esto ilustra una verdad importante, llamémos-
la el “principio de Brueghel”. La historia, cuando sucede, no
es visible. Más bien, se constituye a través de los siglos, des-
pués de que los eventos han tenido lugar, igual que el artista
pinta un cuadro de los acontecimientos sucedidos 1 500 años
antes. Sólo porque algunos discípulos escribieron sus historias
y alguien conserva las cartas de San Pablo sabemos de su con-
versión e importancia. No se hizo patente en la historia hasta
cientos de años después, cuando el cristianismo se volvió la
religión de estado del Imperio Romano. Pero la historia es real,
quizás más real que los acontecimientos en sí mismos.
Muchas de las historias más populares que se han escrito
hoy día se refieren al gran crash bursátil de hace seis años y del
pánico y el éxodo de la ciudades. Es cierto que éstas son histo-
rias espectaculares pintadas en un gran lienzo de sufrimiento y
heroísmo. Pienso en Long Lost Families, donde se describe a los
agricultores de España y a sus familias que huyeron a la ciudad
debido al pánico.
Otras historias se centran en el golpe de estado de Da-
vos y la Revolución del Poder del Pueblo que sobrevino en
las millones de personas en las calles y en los soldados de la
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otan que abandonaron sus tanques y se unieron a ellos. Sólo
recientemente comenzamos a aprender cómo la historia fue
planeada por las más grandes corporaciones multinacionales.
Mi registro favorito es el de Evan Dantzig, el informante que
expuso la confabulación y lanzó la avalancha de intercambio
de información que llenó las calles aunque las líneas de inter-
net y el teléfono habían sido bloqueados.
Para mí, estas historias son como los soldados y los ca-
ballos en la pintura de Brueghel, los cuales, con el paso del
tiempo, no resultaron ser quienes más impactaran en la his-
toria. Por el contrario, no se han reconocido los eventos más
importantes y mucho menos se han descrito en detalle. Pro-
bablemente, la mayoría de la gente nunca ha oído hablar de
ello, pero la transición de las Naciones Unidas comenzó con
la declaración de Porto Alegre. Antes de Porto Alegre, nave-
gábamos como un barco sin timón. El choque de los 20 y
el golpe de estado de Davos dejaron un vacío en el poder.
Algunas personas pensaron que los chinos o los europeos in-
tervendrían para llenar el vacío en la onu tras la caída del go-
bierno provisional estadounidense, pero no fue así. El fracaso
del golpe de Davos ha dejado a la Unión Europea sin ninguna
credibilidad y los chinos y los rusos están tan absortos por sus
propias guerras civiles que no pueden asumir una responsabi-
lidad mayor. En tiempos pasados, India o Pakistán pudieron
intervenir, pero quedaron fuera tras sus nueve días de guerra
nuclear, hace más de diez años.
No fue accidental que la Declaración de Porto Alegre
haya surgido en América del Sur. En retrospectiva, podemos
ver que el establecimiento del Banco del Sur, en Sudamérica
en 2007, permitió sobrevivir a la tormenta que destruyó otros
mercados financieros en la crisis del 20. Ahora se puede asumir
el liderazgo. Y no es por accidente que sucediera desde Porto
359
Alegre, una de las ciudades brasileñas que desde el principio
establecieron una comisión para la cultura de paz.
No estaba en Porto Alegre. Me invitaron y hubiera desea-
do ir. Pero mi cirujana dijo que no y, esa vez, le hice caso (¡la
última vez que no lo hice casi me cuesta la vida!). Pero, aun-
que yo no estuve allí, conozco a muchos de los que fueron,
incluyendo a todos los dirigentes de las iniciativas de cultura
de paz en las ciudades. Los conozco por mi trabajo en la cpnn,
donde se pueden encontrar muchos artículos sobre el desarro-
llo de las comisiones de cultura de paz en América del Sur a lo
largo de varios años.
Quizá sea más significativa la lista de quienes no fueron a
Porto Alegre. Hubo pocos representantes de las naciones. Fue-
ron invitados, pero no acudieron. No les parecía interesante o,
tal vez, en algunos casos, estaban atados a sus propios problemas.
Pero, lo realmente sorprendente fue quienes sí acudieron
a Porto Alegre: representantes procedentes de ciudades devas-
tadas y regiones abrumadas con refugiados y sufrimiento. No
sorprende que llegaran los delegados de Canadá y Estados
Unidos, Europa y Japón, pero también vinieron los de Áfri-
ca y Asia, incluso de India y Pakistán, a pesar de (o tal vez
a causa de) su devastación. Es increíble pensar en el valor
de quienes vinieron. Después de todo, son las ciudades las
afectadas, ¡lo cual hace cinco años era inimaginable! Ahora
estamos acostumbrados a oír historias. ¿Cuántas ciudades son
ahora como pueblos fantasma, sin comida ni servicios, ahoga-
dos por la basura, acosados por las epidemias, con rascacielos
vacíos y ascensores descompuestos, destruidos por incendios
devastadores? ¿Cuántos cientos de millones de personas es-
tán refugiadas o viven en condiciones inhumanas sin una
alimentación adecuada, vivienda o saneamiento? ¿Quién
podría haber predicho que esas condiciones que antes se li-
360
mitaban a África y Asia ahora serían la norma en el corazón
de América del Norte y Europa? La gente dice que Nueva
Orleans y Chernóbil fueron las advertencias. Ahora, cada ciu-
dad es Nueva Orleans y cada región, Chernóbil.
También fue increíble cómo muchas personas lograron
llegar a Porto Alegre a pesar de la dificultad para conseguir
vuelos de avión. No olvidemos que en 2021 los vuelos de las
aerolíneas habían disminuido en más de 70% en todo el mun-
do y para conseguir un boleto en circunstancias normales se
necesitaba reservar seis meses antes, con la esperanza de que
la aerolínea permaneciera en el negocio. La asistencia a Porto
Alegre fue apoyada fuertemente por la Junta de Turismo de la
Cultura de Paz, a través de sus contactos con líneas aéreas y
mediante tarifas especiales y acceso a vuelos.
Algunos han llamado a Porto Alegre la “venganza cubana”.
Los cubanos fueron tratados como estrellas en la conferencia.
Después de haber sobrevivido el embargo norteamericano du-
rante medio siglo y al fin del petróleo mucho antes que el resto
de nosotros, los cubanos fueron los únicos que atravesaron la
crisis del 20 sin ningún problema. De hecho, tal y como han
exportado médicos al resto del mundo durante los últimos 30
años, ahora exportan asesores para la agricultura sostenible. Pero
lo más importante ha sido su ejemplo de gobierno descentraliza-
do y presupuesto participativo desde la muerte de Fidel Castro,
el cual ha sido una inspiración para las ciudades de la cultura
de paz.
A pesar de que Porto Alegre fue anunciada como una con-
ferencia para funcionarios electos, muchas ong llegaron tam-
bién. Aunque no estaban en la orden del día y emitieron su
propia declaración fuera de las sesiones principales, resulta que
son importantes porque ahora, en retrospectiva, fueron la base
de la Declaración de Ginebra. Pero más de eso otro día.
361
Predigo que la Declaración de Porto Alegre estará entre las
grandes declaraciones de la historia del mundo. Su importan-
cia se verá de la misma manera que la Carta magna británica,
la Declaración americana de independencia y la Declaración
Universal de los Derechos Humanos. Sus primeras líneas senta-
ron las bases para la transición:
362
Estas comisiones se componen de legisladores y representan-
tes de organizaciones de la sociedad civil. De esta manera, inte-
gran las iniciativas y perspectivas del gobierno y de la sociedad.
Ya que la cultura de paz integra una amplia gama de áreas del
programa, incluyendo no sólo el desarme, sino también la educa-
ción para la paz, la igualdad de las mujeres, los derechos humanos,
la tolerancia y la solidaridad, la democracia participativa, el libre
flujo de información y el desarrollo sostenible, proporciona una
plataforma para integrar diferentes departamentos de gobierno.
En palabras de Lia Diskin, “hemos avanzado en los prime-
ros cinco años de la Década para una cultura de paz, con apoyo
mínimo, con poca organización de los socios y sin mucha in-
vestigación sobre la cultura de paz. ¡Imaginen el progreso que
podemos hacer en los próximos cinco años si nos organizamos
bien y trabajamos juntos!”
6 de agosto
Ayer fui a Nueva York para una reunión con algunos colegas
en el nuevo campus de la Universidad para la Paz. A cinco
años de la crisis, la ciudad es como la escena de alguna pintura
de Brueghel.
De nuevo hay muchos vehículos en las calles y varios co-
mercios han reabierto, incluso algunas tiendas de comestibles
de alto precio. Pero aún hay basura tirada por doquier y se des-
borda de los contenedores. Ahora las ratas deben superar en
número a las personas. Se ven, incluso, a plena luz del día,
hurgando en los desechos.
363
Muchos edificios permanecen abandonados, algunos
marcados por incendios, otros simplemente tapiados, inclu-
so algunos rascacielos. Otros más parecen haber sido “toma-
dos”, cuestionados por las autoridades que han hecho todo lo
posible para mantener una apariencia de orden frente a todos
aquellos que siguen llegando a trabajar a la ciudad.
En muchos edificios, los ascensores todavía no funcio-
nan. Tuve que subir quince pisos a pie para llegar al depar-
tamento de Jack, donde se celebró la reunión. Si el edificio
hubiera sido más alto me habría sido imposible llegar. Tenía
que descansar en cada piso y me llevó una hora alcanzar su
apartamento.
Sin embargo, el viaje valió la pena, pues hemos decidido
organizar una conferencia con los graduados de la Universidad
de la Paz con el fin de coordinar sus actividades de seguimien-
to a la transición de la onu. Tenemos que aprovechar el impul-
so de la transición y hacer que los cambios sean irreversibles.
17 de agosto
Prometí que escribiría todos los días, pero me ha sido imposi-
ble. Todo lo que puedo decir es que “¡envejecer no es diver-
tido!” Pero no voy a perder tiempo con mis dolencias físicas.
Para eso se puede leer a Montaigne.
El segundo momento definitorio para la transición tendrá
su primer aniversario la semana que viene, en la Transición del
Consejo de Seguridad.
El equipo del Premio Nobel de la Paz gestionó el acuerdo
final, pero lo que no sabe mucha gente es que hubo al menos
tres equipos trabajando en la transición al mismo tiempo. No
sólo estaba el equipo de los Nobel, sino también un equipo de
exsecretarios y directores generales de las Naciones Unidas y
sus organismos, y el equipo del que formé parte en la Organi-
364
zación de Alumnos de la Universidad para la Paz. En realidad,
no soy un graduado de la Universidad para la Paz, pero debido
a mi larga asociación con ellos era un miembro honorario y
parte del equipo.
Lo llamamos la primera transición, la Transición en el
Consejo de Seguridad, ahora que vamos a tener una Segunda
Transición en la Asamblea General. ¡Pero de eso, otro día!
Baste decir que comenzamos con la Transición hace unos
años, con la Declaración de Porto Alegre y las siguientes con-
ferencias y declaraciones, pero las Naciones Unidas siguen
siendo un desastre. Es difícil sobreestimar el grado al cual se
paralizaron tras la crisis del 20 y el Golpe de Davos. Su acción,
como la de Wall Street, había caído tanto que no tenía, esen-
cialmente, ningún valor. Muchos dijeron que sus días habían
terminado, como los de su predecesora, la Liga de las Nacio-
nes Unidas. El viejo orden, establecido después de la Segunda
Guerra Mundial y en el que los “aliados” debían ejecutar el
Consejo de Seguridad, había sido desintegrado muchos años
antes, en los inicios del siglo, pero todos los intentos de reforma
no tuvieron éxito. Tampoco ayudó la situación de los atentados
terroristas y los asesinatos en las sede de las Naciones Unidas,
que muchos de nosotros, creemos, han sido desde el interior,
aunque probablemente nunca lo sabremos.
Nos hemos inspirado en los sucesos del 2023 en la unesco,
en París. Si pudo cambiar su base de gobernanza, ¿por qué no
pudo la onu misma? La unesco comenzó a trabajar en su
transición hace casi cinco años, en la Conferencia General de
2021, siguiendo el brillante discurso del Secretario General sa-
liente. Cuando pidió una reforma basada en los principios de la
cultura de paz, no mencionó específicamente la red global de
las comisiones de cultura de paz. Sin embargo, sin duda sabía
de su existencia, como sabía también de las controversias que
365
tuvieron lugar al regresar al programa de cultura de paz que
la unesco había lanzado bajo el mandato de Federico Mayor,
en la década de los noventa, y luego abandonado durante la
década siguiente.
Si bien es cierto que la transición de la unesco no fue tan
minuciosa como la de las Naciones Unidas, develó que los esta-
dos miembros están tan involucrados con la cultura de guerra
que son incapaces de prepararse para una cultura de paz y por
lo tanto tienen que trabajar alrededor de ello. De hecho, fue
más fácil para la unesco su transición, pues realmente volvió a
un sistema utilizado durante la primera década de la organiza-
ción. En ese momento, y ahora una vez más, los representantes
de los órganos rectores no son diplomáticos, sino destacados
intelectuales y trabajadores de la cultura nominados por su país,
pero capaces de votar y plantear iniciativas libres de las instruc-
ciones de su gobierno.
El primer avance llegó a Nueva York cuando los miembros
permanentes del Consejo de Seguridad, Gran Bretaña, Fran-
cia, Estados Unidos, China y Rusia, acordaron reducir y sus-
pender, al menos temporalmente, las funciones del Consejo.
Esto permitió las negociaciones para avanzar hacia un nuevo
sistema de representación. Probablemente nunca sepamos to-
dos los detalles de las negociaciones entre el grupo de los Nobel
y las cinco grandes potencias. La confidencialidad es la esen-
cia de la diplomacia tradicional. Sabemos que hubo una gran
presión sobre los representantes franceses y británicos por parte
de la red de ciudades europeas, pero es más difícil especular
sobre las motivaciones de los otros tres. Los tres han estado lu-
chando contra movimientos secesionistas y los fantasmas de la
guerra civil, y podemos adivinar que simplemente no tienen la
energía ni el compromiso de continuar manteniendo el poder en
la onu. De hecho, la larga campaña anti-onu en Estados Uni-
366
dos se ha vuelto tan fuerte en los últimos años que podría haber
ayudado a mantener a ese país fuera del proceso de toma de
decisiones.
Luego vino la larga y compleja lucha entre las organiza-
ciones regionales. La Liga de Ciudades Europeas y el Conse-
jo de Ciudades de América del Sur insistieron en que debían
tener el lugar de la Unión Europea y de la Organización de
Estados Americanos. Los americanos del sur sostuvieron que
la oea irremediablemente estaba dominada por aquellos que
habían colaborado con la hegemonía de Estados Unidos. Los
europeos sostuvieron que el papel de la Unión Europea en el
Golpe de Davos la descalificó en el nuevo Consejo de Seguri-
dad. La situación no era menos conflictiva en otras regiones.
El foro de la reforma árabe dio un argumento similar en contra
de la Liga Árabe. Asia insistió en que debía haber representa-
ciones separadas entre Asia oriental, sur, oeste y Oceanía, e
intentó resistir el cambio a una base de gobernabilidad basada
en gobiernos locales y no nacionales. El Caribe quería repre-
sentarse a sí mismo en lugar de ser incluido con Estados Uni-
dos y Canadá. Era como el nudo gordiano. El mundo espera
un Alejandro Magno que lo corte con su espada.
Fueron los premios Nobel de la Paz quienes lo cortaron, y
lo hicieron a través de un año de mediación, no mediante un
golpe de espada. ¡Para mí, esto simboliza una imagen a la tran-
sición a una cultura de paz! No puede lograrse de la noche a
la mañana. No hay ninguna batalla decisiva, sino sólo el largo
y paciente proceso de diálogo, escucha y negociación. Como
mis amigos africanos siempre me han dicho, “una cultura de la
paz no se construye, se cultiva”.
Al final, se llegó a un acuerdo: a las organizaciones regio-
nales, anteriormente basadas en el poder del estado que podía
reorganizarse a sí mismo sobre la base de la representación lo-
367
cal y provincial, se les concedió un asiento en el Consejo de
Seguridad. Para los africanos fue más fácil. Durante décadas,
los africanos habían estado inconformes con las estructuras de
estado establecidas por el colonialismo europeo y estaban lis-
tos para la descentralización. Para América del Sur fue menos
difícil, gracias a la larga historia de la Liga de Ciudades para
la Cultura de Paz y la Liga de Autoridades Locales para las
Iniciativas Ambientales. Para los árabes y las tres regiones de
Asia fue más difícil, pero finalmente encontraron fórmulas que
pudieron ser aceptadas. Europa y América del Norte llegaron
al último a un acuerdo, sólo después de la gran presión de sus
ciudades, provincias y organizaciones provinciales, que habían
reemplazado al estado para todos los propósitos prácticos de su
gestión en la economía después de la crisis.
En pocas semanas marcamos el primer aniversario del
Consejo de Seguridad de la Transición. ¡Qué año ha sido! En
sólo un año, el Consejo de la Transición ha revitalizado el pro-
ceso del desarme. La Comisión Internacional de Energía Ató-
mica ha anunciado un programa de desarme nuclear que debe
completarse en el transcurso de un año. Lo más dramático de
todo esto es su éxito en algo en lo cual fallaron un siglo de es-
fuerzos de los estados-nación; han traído un plan de paz viable
a Medio Oriente. La caída del muro en 2021 fue un suceso,
pero eso fue sólo el comienzo. En pocos meses veremos la re-
unificación de Jerusalén y eso es motivo de gran celebración.
¡Ha llegado la era de la cultura de paz! ¡Esta vez, las personas
verán lo que está sucediendo.
18 de agosto
El clima estuvo hermoso hoy. Tomé mi paseo habitual por el
bosque, detrás de nuestra casa. Decidí vestirme con ropa de-
portiva y correr un poco. Me sentí joven nuevamente. Pude
368
recordar la sensación de movimiento en la carrera, movién-
dome al máximo como los corredores en el último tramo. ¡El
ritmo del cuerpo, la sinergia de una respiración profunda, el
bombeo, las zancadas!
Pero fue sólo mi imaginación. Corrí unos pocos pasos y
me caí. No recuerdo cómo sucedió. ¿Chocaría con una rama?
¿Perdería el equilibrio? Me ha estado ocurriendo últimamen-
te. Lo que recuerdo fue el miedo. Realmente, se trataba de
una especie de pánico. ¿Qué pasaría si me rompiera la cadera?
¿Podría moverme? ¿Vendría alguien a ayudarme? Vino a mi
mente una escena de mi juventud. Fue en el bosque Cape
Cod, cuando quise morir y puse una manguera en el escape
de mi antiguo Studebaker, esperando el olvido. No recuerdo
cómo logré abrir la puerta, caer y arrastrarme a la carretera
para obtener ayuda.
Bueno, no me rompí la cadera. Sólo estaba magullado y
caminé a casa. ¡Pero me duele saber que ya no puedo correr!
El dolor psíquico es el peor de todos. La sensación de que la
muerte está acosándome. Recordé las palabras de Dylan Tho-
mas y su poesía:
369
Fue este intercambio lo que venció el Golpe de Davos, en
2021. Los conspiradores golpistas pensaron que podían tomar el
control y terminar a la oposición cerrando internet. En la cpnn
habíamos intercambiado nuestros propios servidores hacía varios
años, pero ése no fue el problema. El 23 de enero, las líneas
de teléfono, el internet y las conexiones por satélite dejaron de
trabajar. Sólo unas pocas empresas multinacionales, con sus pro-
pios satélites, pudieron seguir funcionando (La Junta de Turis-
mo de la Cultura de Paz no estaba entre ellas). No hubo forma
de obtener su cooperación. Aunque la hubiéramos obtenido, no
habríamos tenido audiencia para ser escuchados.
Lo que no entendían los conspiradores golpistas fue que
internet se había convertido en algo más que un dispositivo
técnico. La comunicación global se había convertido en parte
de la conciencia humana, un nuevo tipo de energía. Cuando
las personas se despertaron la mañana del 23 de enero y des-
cubrieron el “apagón”, la ausencia total de las conexiones a
internet, se pusieron a trabajar inmediatamente para encon-
trar otras maneras de lograr lo mismo. Especialmente los jó-
venes. Nadie se imaginó que podrían llegar 20 millones de
personas a la calle para hacer frente a los tanques en Europa y
Norteamérica el 30 de enero. Desde luego, nadie se imaginó
que podría hacerse sin internet y sin el control de los medios
de comunicación. Se hizo a través del intercambio de archi-
vos y de información. A medida que nos adentramos en los
registros publicados comprendemos con mayor detalle cómo
se derrotó al golpe. No lo vimos en el momento, ya que todos
los estudios de televisión habían sido saboteados, pero ahora
está saliendo a través de los eventos que muchas personas fil-
maron.
A partir del 2021 quedó un profundo sentido del poder del
pueblo, la superación del golpe de estado mediante la movili-
370
zación de personas en las calles nos llenó de confianza. Pode-
mos hacerlo nuevamente si la ocasión lo demanda.
La Declaración de Porto Alegre, escrita en 2021, todavía su-
fría del oscurecimiento de los medios y existía el riesgo de que
nadie supiera de ella. No fue tan espectacular como el Movi-
miento del Poder de la Gente, pero algunas personas entendie-
ron su importancia, especialmente los jóvenes que ya tenían
experiencia con el uso compartido de archivos e información.
Al ser de los mayores, yo no podía comprender totalmente la
forma en que lo chicos compartían la información. Pero cpnn,
como otras iniciativas, se difundió a través de la juventud, lo
mismo que nuestras historias más importantes y la propia De-
claración de Porto Alegre. El hecho de que la información se
compartiera principalmente entre los jóvenes, durante su ado-
lescencia y sus años veinte, significaba que habían tomado la
iniciativa en la transición. He oído decir que ésta fue la prime-
ra vez en la historia en que la juventud tomó el control.
Se podría decir que el intercambio de información es lo que
ha diferenciado este momento de la historia de todos los demás.
Después de todo, no es la primera vez que el sistema del estado
se colapsa. Hubo revoluciones a finales del siglo xviii y otra vez
en 1850. Hubo colapsos en la primera y en la segunda guerras
mundiales, con su devastación y sus consecuentes revoluciones
comunistas. Hubo el colapso económico de 1929 (y un poco
más tarde la República de Weimar) que llevó al fascismo de los
años 30 y a la Segunda Guerra Mundial. Y ocurrió el colapso del
imperio soviético en 1989. Pero en ninguno de estos casos sur-
gió una red mundial de jóvenes listos y deseosos de recoger las
piezas y comenzar de nuevo, no mediante la reconstrucción de
los estados, sino mediante un orden mundial totalmente nuevo.
Dicha red habría sido imposible antes de la llegada de internet
y del intercambio de información que sustituyera el “apagón”. Y
371
no fue solamente la tecnología, que era nueva. Después de todo,
en el momento crítico, la tecnología falló. Lo novedoso era la
conciencia de los jóvenes que podían y debían comunicarse en-
tre sí a escala mundial y juntos hacerse responsables del futuro.
Necesito ver la historia para calificar esto, ya que no era
la primera vez que el poder del pueblo trabajó mediante el in-
tercambio de información. Podríamos decir que el mundo se
transformó en 1986 con el intercambio de información para la
revolución no violenta en Filipinas, la cual logró reunir un mi-
llón de personas en las calles y superó el golpe de estado de Mar-
cos. En ese momento lo llamaron ipakopiya en ipasa, “cópialo
y pásalo”.
Ahora que la internet está de vuelta y en funcionamiento,
podemos empezar a ver su impacto en la conciencia mundial,
en el gobierno global y en el proceso de la propia historia. La
juventud ha transformado la internet en un diálogo bidireccio-
nal y ha reemplazado los viejos instrumentos unidireccionales
de la propaganda del estado. Si cree, como yo, que la con-
ciencia colectiva es en última instancia la determinación de la
fuerza del cambio histórico, estamos en medio de uno de los
cambios más grandes en la historia humana.
29 de agosto
Hoy me siento mejor. Iré directamente a la Declaración de Gi-
nebra.
La Declaración de Ginebra ha sentado las bases para la Se-
gunda Transición en las Naciones Unidas, al igual que lo hizo
la Declaración de Porto Alegre en la Primera Transición. Esta
declaración otorga a la onu una nueva fuerza para llevarnos de
la cultura de guerra a una cultura de paz.
La Declaración de Ginebra puede verse como una ela-
boración de la declaración que emitieron, al margen, las or-
372
ganizaciones no gubernamentales en Porto Alegre, hace ya
cinco años. La mayoría de nosotros habíamos prestado poca
atención a ella. Estaba eclipsada por la Declaración de Porto
Alegre, que fue, después de todo, la declaración oficial de la
Conferencia.
Ahora, en retrospectiva, puedo ver que las organizacio-
nes no gubernamentales, en su propia declaración en Porto
Alegre, intentaban volver al 2009, al final de la Década de la
Cultura de Paz. En ese momento, cuando estaba elaborando
el informe sobre la sociedad civil para la Década en la Asam-
blea General de la onu, intenté que todas las ong que traba-
jaban en las ocho áreas de acción para la cultura de la paz
participaran en el reporte y se dieran cuenta de que su propio
trabajo, ya sea en los derechos humanos, en la igualdad de las
mujeres, o en otro asunto, era parte de esta cultura. Esa vez
fracasamos. Tampoco para nosotros, en el 2009, había llegado
el momento.
Pero este año en Ginebra, el 10 de marzo para ser preciso,
el momento llegó. Hubo tantos participantes que tuvieron que
abrirse salas a lo largo del Palacio de las Naciones Unidas para
darles lugar a quienes no encontraron sitio en el salón principal.
La Conferencia, originalmente prevista para dos días, se expan-
dió a una semana y luego a dos. Por fortuna, el comité organiza-
dor fue lo suficientemente inteligente como para darse cuenta
de que necesitaban desechar sus planes originales y expandir la
reunión. Fue uno de esos momentos que sucede sólo una vez en
la historia. La sociedad civil había llegado a la madurez.
Tuve el privilegio de ser el representante de la Red de No-
ticias sobre la Cultura de Paz, gracias al trabajo que he reali-
zado durante años con el Patronato de Turismo de Cultura
de Paz, uno de los principales patrocinadores de la reunión.
Al principio, la reunión se restringió a las organizaciones de
373
la sociedad civil, pero la junta directiva y otros patrocinado-
res corporativos argumentaron que el apoyo multinacional a
la cultura de paz merecía que las empresas estuvieran sentadas
como socios iguales. Durante casi una semana, el comité di-
rectivo fue bloqueado debido a la fuerte oposición de muchas
organizaciones no gubernamentales, especialmente aquellas
con una orientación socialista. Fue sólo después del acuerdo
de asentar un igual número de empresas y sindicatos que pu-
dieron dar sus conclusiones finales y hacer el documento. En
parte, la Declaración establece:
374
• Comunicación participativa y libre flujo de información y
conocimiento
• Paz y seguridad
20 de septiembre
Estoy escribiendo esto desde la galería para visitantes de la
Asamblea General en Nueva York, en la apertura histórica de
una nueva asamblea. Esta vez, las cámaras de televisión están
aquí para cubrir un evento de transición. Pude haberme que-
dado en casa y verlo desde ahí, pero quería estar presente.
Al ver este gran salón me embarga la emoción de haber
visto a todo el mundo unido bajo un mismo techo para debatir
los grandes temas del futuro. Filas de asientos irradian desde el
podio central, con su gran telón de fondo dorado con la imagen
del mundo en su centro. La sala se llena con los delegados, al-
gunos ya sentados y otros que siguen hablando en grupos en los
pasillos, esperando la llamada para la primera sesión.
Hace años todos teníamos grandes esperanzas en las Na-
ciones Unidas. Estábamos convencidos de que donde había
fallado la Liga de las Naciones, las Naciones Unidas tendrían
éxito. Pero luego vino la Guerra Fría y la onu se paralizó por
375
la lucha entre Oriente y Occidente. Después de la Guerra Fría
hubo un momento de nuevas esperanzas, pero rápidamente
se perdieron con las dos guerras del Golfo y en los debates
sin fin para enmascarar la lucha por el poder de los estados
miembros. Finalmente, la mayoría de nosotros dejó de creer
en las Naciones Unidas. En el momento de la crisis parecía
completamente irrelevante.
Pero hoy es diferente. Una vez más, hay una esperanza re-
novada. No asistió ningún estado miembro. En cambio, los de-
legados de ahora provienen de organizaciones no gubernamen-
tales, de corporaciones multinacionales y de sindicatos. Esta
segunda transición ha sido tan notable como la primera, en el
Consejo de Seguridad. De hecho, si la Transición del Consejo
de Seguridad no hubiera tenido tanto éxito, esta segunda no
hubiera sido posible. Pero una vez que el nuevo Consejo de
Seguridad comenzó a tomar acciones, quedó claro que la an-
tigua Asamblea General se había convertido en un obstáculo.
Los estados miembros trataban continuamente de utilizar a la
Asamblea General para bloquear o revocar las decisiones de
la Transición del Consejo de Seguridad. Quedó claro que el
estado-nación era un obstáculo para el progreso y tuvo que ser
sustituido en la Asamblea General.
Había sólo dos opciones: suprimir la Asamblea General
en conjunto o bien reformar su membresía radicalmente. La
Declaración de Ginebra mostró camino en la reforma. Y ahora
tenemos el nuevo esquema elaborado por el equipo del Nobel
de la Paz y respaldado por la Transición del Consejo de Segu-
ridad. Hay 96 delegaciones: la mitad son ong, un cuarto son
sindicatos y el resto son empresas privadas. Hay ocho categorías
correspondientes a las áreas del programa de la cultura de paz,
seis organizaciones no gubernamentales, tres sindicatos y tres
empresas por cada área. Dentro de cada categoría, las organiza-
376
ciones están clasificadas de acuerdo con los antiguos métodos
de evaluación de las ong, ahora más rigurosos.
Pero, ¿funcionará? ¡Es lo que todo el mundo está esperan-
do ver! Escribiré más adelante.
21 de septiembre
El primer día fue muy emocionante, pero el debate real no
fue muy interesante. Dado que no hay precedente para la
nueva Asamblea General, todos sus procedimientos tienen
que reinventarse. Todo el primer día estuvo dedicado a elegir
a un presidente y a configurar un programa de debates.
Para mí, ¡lo más importante era lo que no habría de ocurrir
en las próximas semanas! Durante los años ochenta, la Asam-
blea General se abría con discursos de los jefes de estado de los
países miembro. Este año no estaban invitados. En su lugar,
los delegados procedentes de movimientos como los de ecolo-
gía, paz, derechos humanos y pueblos indígenas, así como de
corporaciones multinacionales y sindicatos, tomaban la palabra
para debatir la agenda que ellos mismos habían determinado.
Para todos aquellos que lo vieron, incluyendo los millones
por televisión, el primer día fue confuso. Sucedió una vez más
el principio de Brueghel. Si no se conocía el título de la pintu-
ra, era imposible saber de qué se trataba. Pero para mí hay un
título: Un mundo nuevo. Tener estos delegados juntos bajo un
mismo techo, debatir, escuchar y dialogar es un cambio refres-
cante y vigorizante al estancamiento de los estados miembros
en esta cámara a lo largo de los años. Tal vez no habrá ningún
gran discurso como en la Transición de Consejo de Seguridad,
pero pueden plantearse cuestiones. Los tabúes pueden rom-
perse. ¡La esperanza está en el aire!
Ahora que la marea ha llegado aquí, a Nueva York, pue-
de haber un movimiento en todas las agencias especializadas.
377
Han quedado paralizadas desde la crisis. Ahora es cuando más
las hemos necesitado: la Organización Mundial para la Salud,
la Organización para la Agricultura y la Alimentación, la Or-
ganización Mundial del Trabajo, y otras. Hemos necesitado su
liderazgo para el tratamiento de epidemias y hambrunas, pero
han permanecido impotentes, al margen, obstaculizadas por la
falta de fondos y de apoyo. Es el momento de ponerlas en pie
nuevamente y revitalizarlas de la misma manera que se está
haciendo con las Naciones Unidas en Nueva York. En cuanto
al Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, tal vez
deberíamos dejarles morir tranquilamente, junto con los esta-
dos que solían manejarlos...
20 de octubre
Ha pasado un mes y fui otra vez a ver la Asamblea General.
Como siempre, me emociona ver al mundo entero reunido
bajo un mismo techo para debatir un tema. Esta vez fueron
sólo unos pocos equipos de televisión y el ambiente no era tan
festivo como en la apertura del mes pasado.
Hoy, el debate era sobre el calentamiento global. La prime-
ra presentación fue hecha por el delegado del iclei, el Consejo
Internacional de Iniciativas Ambientales Locales, una mujer de
Bangladesh. Informó detalladamente sobre el progreso que se
está alcanzando a nivel local y regional para reducir las emisio-
nes de carbono y aumentar la absorción de dióxido por los árbo-
les y la agricultura. Advirtió, sin embargo, que no es suficiente.
La velocidad del calentamiento global ha comenzado a reducir-
se, pero debe ser revertido e invertido pronto si queremos evitar
un aumento del nivel del mar. Ya hemos perdido más de un
centenar de islas habitadas, incluyendo un número de expaíses.
Después de la presentación de la iclei sucedió algo que
no recuerdo haber visto nunca en las Naciones Unidas. Hubo
378
un debate real, un verdadero diálogo. Es una buena noticia.
Pero hay malas noticias también: no hay soluciones sencillas.
Hubo un largo debate entre los delegados que representaban
a las corporaciones multinacionales y los representantes de
los sindicatos de industrias de la alimentación. ¿Cómo pue-
den cambiarse a las energías renovables sin cortar los salarios y
los beneficios de salud y de jubilación de los trabajadores? Se
plantearon preguntas que nunca se habían discutido a nivel
mundial en la historia previa. En el pasado, estas preguntas se
planteaban sólo en negociaciones y contratos ocultos a la vista
pública, y eran considerados “asuntos internos” de los estados
miembros y sus empresas. Ahora, son asuntos de todo el mun-
do. Pero no existen soluciones simples.
No aparece en las noticas y probablemente no es evidente
para la mayoría de mis lectores, pero la nueva estructura de la
Asamblea General está empezando a fortalecer la importancia
de sus organizaciones miembro. Esto es especialmente cierto
para los sindicatos internacionales. En el pasado, no tenían
ningún poder real para hacer frente a las empresas multina-
cionales, pero ahora, al menos, están en el mismo nivel en los
debates de las Naciones Unidas.
En el pasado, se podría haber dicho que los debates no se
tenían en cuenta en la lucha por el poder. Pero ahora, la cul-
tura de paz está comenzando a cambiar el curso de la historia.
Al ver la pintura de Brueghel, siguen siendo los soldados y sus
caballos los que son más evidentes. Pero perdido en medio de
ellos hay una nueva imagen, donde el diálogo está empezando
a sustituir a la fuerza del estado y a su poder militar.
20 de noviembre
¿Qué ha pasado con los militares? Para muchos, la mayor
sorpresa ha sido su irrelevancia. A mí no me sorprende, pues
379
antes ya lo había visto. Cuando se derrumbó el gobierno de
Gorbachov en la antigua Unión Soviética, en 1989, todos es-
peraban que interviniera el ejército rojo, pero se quedó en los
cuarteles, esperando órdenes que nunca llegaron. Una vez
que no hubo estado, el ejército no tenía dirección y se volvió
impotente. Por supuesto, es cierto que el golpe de estado de
Davos intentó alistar a la otan en cuanto a sus planes de ad-
quisición, pero afortunadamente fue frustrado antes de que
pudiera ser puesto en marcha y evitamos (tal vez más seria-
mente de lo que nadie quisiera saber) la pesadilla de una dic-
tadura global totalitaria.
Eso no significa que el estado y el ejército se hayan termi-
nado. En todas partes se intenta revivirlos. Existe el riesgo de
que vivamos un momento de fantasía de la historia y que los
estados y los ejércitos resuciten tan o más fuertes que antes.
Que el golpe de estado de Davos se haya frustrado no significa
que no habrá nuevos intentos. ¿Qué debemos hacer para que
no suceda? Es una de las preguntas clave del día y necesita,
urgentemente, ser respondida por las nuevas Naciones Unidas.
Han demostrado que no es difícil deshacerse de las armas nu-
cleares, pero no será tan fácil deshacerse de los ejércitos.
Ocupar muchas unidades militares para gestiones y ayuda
humanitarias, especialmente a nivel provincial y en las ciuda-
des, es algo bueno, tal vez incluso el suceso más importante de
nuestro tiempo. De esta forma se mantienen fuera de problemas
y se les proporciona un papel útil y no violento. Éste es el caso,
por ejemplo, de las unidades de la Guardia Nacional aquí en
Estados Unidos. No hay ningún deseo de disolverles en este mo-
mento crucial. Su importancia se ha incrementado conforme el
problema de los refugiados se ha hecho más y más claro. ¿Cómo
se puede tratar con los millones de personas que han huido de
las ciudades sin un lugar a donde ir?
380
Algunos aún creen que las unidades militares, quizás en
forma más descentralizada, como la Guardia Nacional, deben
conservarse para defensa. Pero puede que no sea necesario. In-
cluso los planes elaborados para la defensa no violenta contra in-
vasiones militares, hechos en los últimos años en muchas zonas
urbanas, se han convertido, en su mayor parte, en innecesarios,
ya que no ha habido militares para invadir. Y además, el prece-
dente del Poder del Pueblo en el golpe de estado de Davos nos
da una mejor manera para lidiar con amenazas de invasiones
militares o golpes de estado.
Por otro lado, no debemos minimizar la amenaza de la
delincuencia y las bandas armadas en las ciudades y en otras
partes, incluyendo en Estados Unidos. Como podría haber sido
predicho, muchos soldados desmovilizados y desertores se han
unido a los viejos elementos criminales. Resulta, sin embargo,
que no hay una solución militar al problema, aunque los ejérci-
tos en China y en Rusia están tratando de combatirlos. En todo
caso, el uso de los militares en esos países amenaza con desatar
la guerra civil y hay tantas deserciones en el ejército como vic-
torias contra las bandas criminales. Más bien, debemos depen-
der de la educación para una cultura de paz como una solución
a largo plazo. Con excepción de las bandas que están fuera de
la ley, irónicamente, parece que las formas de violencia se han
reducido considerablemente en los últimos años, aunque los
sociólogos nos dicen que esto no es raro cuando las personas
se enfrentan a problemas urgentes como obtener alimento y
refugio en el día a día.
En la Universidad para la Paz hemos participado en el pro-
grama de Nueva York para la reducción de pandillas. Es un pro-
ceso lento y peligroso, pero estoy convencido de que es el único
camino a seguir, basándonos en métodos de entrenamiento para
la resolución y mediación no violenta de conflictos. Afortunada-
381
mente, las autoridades de la ciudad han reconocido esto y están
cooperando plenamente con nosotros.
27 de noviembre
Hoy no hubo celebraciones en las calles; ni siquiera en África,
según sé. Pero para mí, la apertura de un nuevo sitio web de la
cpnn en su lengua número 19 es una gran victoria. No es cual-
quier lengua: es swahili. Eso significa que por primera vez la
gente de África escribirá y leerá noticias de la cultura de paz en
una de sus propias lenguas indígenas ¡No en árabe, no en inglés,
no en francés, sino en swahili!
Lo importante es que la primera historia en swahili en
este sitio web está disponible en los otros 18 sitios de las otras
lenguas. Es la historia sobre la Conferencia de la Juventud en
línea de “All-Africa”, la primera de su tipo en el continente.
Pienso en los días en que abrimos la cpnn en los seis idio-
mas de las Naciones Unidas, mientras todavía trabajaba en la
unesco, y en el desastre que se produjo. Gastamos $200 000
dólares en 1998 y al final del año se habían colapsado todos los
sitios en los seis idiomas. ¡No sólo nos adelantamos a nuestro
tiempo, sino que nos adelantamos veinte años! ¡No fue sino
hasta 2017 cuando finalmente se consiguieron todos los seis
idiomas! Sí, ¡cultivar la paz, no construirla! Mis amigos en Mo-
zambique tenían razón.
Pero, finalmente, la cpnn ha madurado y llegaron sus fru-
tos. En el camino se requieren injertos, así como en los cul-
tivos. No fue sino hasta la fusión con la Red de Noticias Am-
bientales, la Red de Paz de Jóvenes Árabes y los Edificadores
de la Paz Latinoamericana, que hemos pasado de uno a 10
millones de lectores y de 200 a 3 000 artículos al año. Es como
el famoso gráfico de referencias de los derechos humanos, aho-
ra reproducidos por la cultura de paz. A veces, una iniciativa
382
crece lentamente durante años y luego, de repente, los frutos
resultan mucho más de lo imaginado cuando las semillas se
plantaron.
15 de diciembre
¡En esta ocasión abro mi computadora y escribo estas palabras
con gran tristeza y furia! ¡Mohamed Nasser fue asesinado! Ayer
fui a Nueva York para ver su cuerpo, en la morgue. Ni siquiera
se podía distinguir su rostro. Fue asesinado con una de las pis-
tolas automáticas que usaban los militares de Estados Unidos
hace unos diez años. ¡Simplemente lo hizo pedazos!
Sí, lo mató una de las pandillas. ¡Quién sabe cómo fue!
Sabemos que estaba trabajando con algunas pandillas para in-
tentar alejarlos de sus vidas violentas. ¿Fue asesinado por al-
guien que él conocía? ¿Por un extraño? Probablemente nunca
lo sabremos. El nivel de violencia es tan grande ahora que la
policía está abrumada; me dijo que es sólo una de las miles de
víctimas cuyos casos probablemente nunca serán investigados,
ni mucho menos resueltos.
¡Es difícil describir los sentimientos que me consumen!
¡Por supuesto, extrañaremos a Mohamed! ¡Por supuesto, nos
recuerda cómo la vida de todos está en riesgo en estos tiem-
pos violentos! Para mí, a los 87 años, simplemente sería mi
momento. Pero Mohamed sólo tenía 33. ¡Una tragedia! Había
servido en la guerra contra Venezuela y luego dio un cambio
a su vida. Se entrenó en la resolución de conflictos. Fue in-
creíblemente eficaz en el trabajo con miembros de pandillas,
especialmente con exsoldados, porque él había sido uno de
ellos.
No. ¡Lo que me consume es la preocupación de que todo
por lo que hemos trabajado, todo lo que hemos soñado y llega-
do a creer, nada más será un momento de la historia y nosotros,
383
toda la humanidad, descenderemos una vez más a la cultura
de guerra y violencia! ¿Está condenada al fracaso la transición?
¿La crisis y los años de caos simplemente desataron los demo-
nios internos que han vuelto para atormentarnos? ¿Estaban
en lo cierto los detractores al decir que una cultura de paz es
imposible porque los seres humanos han evolucionado por el
camino de una especie violenta?
Es cierto que el ejército de Estados Unidos se está redu-
ciendo y se utiliza principalmente para la ayuda humanita-
ria desde que se instaló el nuevo gobierno provisional. Pero
hay muchos exmilitares que ahora están en pandillas y de los
que uno, a veces, lamenta la pérdida de su disciplina militar.
Cuando mataban personas en Pakistán y en Venezuela, por
lo menos estaban siguiendo órdenes. Ahora operan de no-
che, en todas nuestras ciudades, en una situación de casi total
anarquía. ¿Estaban en lo cierto los detractores cuando afirma-
ban que un estado fuerte es necesario para controlar la codicia
y la violencia de nuestro legado humano?
Normalmente no tengo estos pensamientos oscuros. Des-
de nuestro trabajo en Sevilla, hace más de 30 años, me con-
vencí de que la violencia no es genética sino cultural y que,
como dijimos en ese momento, “la misma especie que inventó
la guerra es capaz de inventar paz”. Pero ayer, ante los restos
de lo que antes era un hombre joven, hermoso y prometedor,
¡sólo pude sentir desesperación!
Mohamed era un mediador. Había tomado grandes ries-
gos en su vida para ir al sur de África a estudiar en la gran Aca-
demia Mandela, y estaba haciendo progresos con las pandillas
callejeras de Nueva York. Su novio, Peter, estaba deshecho en
lágrimas. Habían estado juntos por más de un año y parecían
muy felices. Me sentí incapaz de darle una palabra de espe-
ranza.
384
¡Gracias a Dios por el grupo de estudio de la transición de
la Universidad para la Paz! Nos reunimos anoche y dejamos a
un lado nuestra agenda regular de los lunes para hablar de la
muerte de Mohamed. Jack subrayó que debíamos encontrar una
manera de volcar nuestros sentimientos y trabajar para la cultu-
ra de paz en nombre de Mohamed, quien era una inspiración
para nosotros, como lo hicieron las generaciones anteriores (mi
propia generación, de hecho, ya que Jack es una generación más
joven que yo) con la muerte de Martin Luther King, a partir de
la cual más gente se comprometió y adoptó su causa.
20 de diciembre
Acabo de regresar del servicio funerario. ¡Qué inspiración! Por
supuesto, todos nuestros amigos y colegas estaban allí y com-
partimos nuestros recuerdos, reconocimos la vida y el traba-
jo de Mohamed; pero lo realmente especial fue la presencia
de decenas de expandilleros, incluso algunos que aún lo son.
¡Qué sorpresa! Con respecto a las palabras de John, uno de los
expandilleros…, ¡ninguno de nosotros olvidará jamás lo que
dijo! ¡Y cómo lo dijo! ¡Me gustaría retener cada una de sus
palabras, porque son más elocuentes que lo que yo podría in-
ventar! Creo que la ceremonia fue filmada, así que trataré de
obtener los videos mañana.
21 de diciembre
Aquí está mi transcripción de las palabras de John Dyson en
el funeral:
385
exentos de matar a alguien, al menos la mayoría de nosotros.
Él lo entendió. Él me ayudó a salir del mundo de las pandillas
y ahora tengo un trabajo y estoy de regreso con mi familia. Le
estoy muy agradecido. Recuerdo una vez, cuando algunos de no-
sotros nos reunimos en un bar al este del pueblo y ahí nos contó
que estuvo en África. Era un buen hombre, trataba de entender
cómo funcionan las cosas. No era un predicador. Sabía escuchar
y todos nosotros llegamos a apreciarlo. Nos contó que los afri-
canos le dijeron: “¡Ustedes los americanos han olvidado cómo
escuchar!” Bueno, Mohamed, si me escuchas ahora, creo que
estamos comenzando a escuchar. Si hubiera más Mohameds en
el mundo, ¡éste sería un mejor lugar! Realmente es todo lo que
quiero decir. Gracias por escucharme.
386
el hecho de que la gente como John vaya a recoger la antorcha
cuando otros, como Mohamed, han caído, me da la esperanza
de que vamos en el camino correcto.
1̊ de enero de 2027
No puedo recordar la última vez que estuve despierto toda la
noche por algo. Pero eso fue lo que sucedió en el salón de ac-
tos de la Universidad para la Paz. Había millones de personas
como nosotros que hicieron lo mismo en sus iglesias, en sus
salas y en sus hogares. La transmisión fue en vivo desde Jerusa-
lén, donde están siete horas adelantados.
¡Jerusalén es ahora una ciudad de paz! ¡La ceremonia
fue increíble! Todo el mundo estaba allí. El papa, los más
altos rabinos de la fe judía, los líderes de todas las órdenes
islámicas, los coptos, los ortodoxos rusos y los ortodoxos grie-
gos, docenas de diferentes líderes protestantes, la baha’i, in-
cluso los cristianos de Georgia; todos con sus coloridos vesti-
dos y trajes. Incluso los budistas y otras religiones orientales
y chamanes indígenas tuvieron su turno para hablar. Nunca
antes en la historia había sucedido una reunión de todas las
religiones. No vi un solo policía o soldado, al menos no en la
pantalla del internet.
Para mí, el momento más sorprendente fue la aparición de
Desmond Tutu, ¡ahora de 96 años de edad! Él fue el primero en
declarar que los palestinos eran víctimas del apartheid, como los
sudafricanos, y que finalmente ganarían su libertad. Al paso de
los años ha venido a simbolizar, quizás más que nadie, la lucha
no violenta para una solución en el Oriente Medio y ahora la
nueva Jerusalén es su símbolo brillante. Habló sólo por un mo-
mento, pero la antigua chispa seguía en sus ojos cuando ofreció
una oración de agradecimiento. Nuestros ojos se llenaron con
lágrimas alrededor del mundo.
387
Luego vinieron el baile y el canto. ¡Como si se hubiera re-
primido por años y ahora saliera en una explosión con ráfagas de
ritmo y color! Me sentí orgulloso del papel del Patronato de Tu-
rismo de la Cultura de Paz, que había trabajado durante décadas
tras bambalinas para producir el acuerdo, el entendimiento de
que Jerusalén es parte de nuestro patrimonio común de la hu-
manidad, independientemente de su religión, y que puede ser
una de las mayores atracciones turísticas, ahora que comparte
la paz. Me siento orgulloso de las nuevas Naciones Unidas; ¡sin
ellas esto nunca hubiera sido posible!
Anoche fue la primera vez que los medios masivos de co-
municación dieron prioridad a la cultura de paz. Había pen-
sado que toda la publicidad en internet en los últimos años
habría obligado a los medios de comunicación a hablar de ello
previamente. Pero finalmente los acuerdos de Jerusalén y las
ceremonias de anoche llamaron su atención.
En el pasado, los medios de comunicación han tratado
todo esto a partir del principio de Brueghel. La declaración de
Porto Alegre, la de Ginebra, incluso la Primera Transición en
las Naciones Unidas, recibieron poca o ninguna atención en su
momento. En su lugar, fueron enterradas en las últimas páginas
de los periódicos y talk shows especializados de la televisión,
mientras que las portadas y los programas de noticias se volca-
ban a cubrir un desastre tras otro. Por supuesto, ¡no han faltado
desastres en nuestra historia!
Si miramos hacia el futuro, no está claro si los medios de
comunicación continuarán prestando atención a la cultura
de paz. Pero, para mí, una cosa ha quedado clara: la ruleta ha
girado. Hemos cruzado la calle. ¡Ahora estoy convencido de
que nunca vamos a volver a la cultura de guerra!
388
23 de enero
Acabo de volver del aeropuerto, donde vimos a John Dyson
partir a Sudáfrica para un curso corto sobre técnicas de resolu-
ción de conflictos en la Academia Mandela. En el aeropuerto
tuve la oportunidad de pasar unos momentos en la boutique de
la cultura de paz. Había souvenirs y productos de las coopera-
tivas de todo Nueva Inglaterra, bajo el patrocinio del Patronato
de Turismo de la Cultura de Paz. Había al menos cinco o seis
habitaciones, incluyendo una biblioteca y una librería abas-
tecidas con folletos gratuitos de viajes de turismo de cultura
de paz, así como como libros que se podían leer o comprar
mientras se esperaba un vuelo, que van desde los baratos de
bolsillo hasta textos originales. Mi propio libro, Psicología para
activistas por la paz, estaba a la venta en edición de bolsillo a
un precio más bajo que la mayoría de las revistas.
Lo más destacable fue ver a multitudes de personas en las
salas de la boutique, incluso muchos jóvenes, y darse cuenta de
que esto está ocurriendo ahora en aeropuertos de todo el mun-
do gracias a una nueva iniciativa de la junta que promueve no
sólo sus viajes sino también la cultura de paz en general. Con
los años, el turismo de cultura de paz se ha convertido poco a
poco en el motor del movimiento global de la juventud y la
generación de dinero para el Fondo Global de Solidaridad de la
Juventud. Soñamos estas boutiques, pero ahora, al ver la reali-
dad, son mejores de lo que las imaginamos en nuestros sueños.
24 de enero
Anoche fue la inauguración del nuevo gobierno regional de
Landsford. Nunca había visto tantas personas en una reunión
de nuestra ciudad. El salón de asambleas en la escuela estaba
abarrotado y me senté en una de las muchas aulas con moni-
tores para ver el evento. ¡Incluso nuestra aula estaba atascada!
389
El nuevo sistema parlamentario de control proporcional
es una coalición de los verdes, los socialistas y los libertarios
que estarán a cargo durante los próximos dos años. Se unifica-
rán alrededor de un lema que realmente representa la cultura
de paz, aunque formulada a su manera: “De la solidaridad hu-
manitaria a la justicia económica.” Este sistema prometió que
este año, por primera vez, las granjas en nuestra región tendrán
suficiente producción como para que todos llevemos una ali-
mentación adecuada y que alcanzaremos un nivel de construc-
ción de nuevas viviendas con el cual nadie se verá obligado a
vivir en tiendas. Pero hay una nueva tarea: ¿cómo nos pondre-
mos todos a trabajar de nuevo?, ¿cómo podemos modernizar
la educación para que los niños se integren al nuevo sistema
económico?, ¿y cómo garantizamos la justicia económica, no
sólo para aquellos que trabajan, sino también para quienes no
pueden hacerlo, como los ancianos, los discapacitados y los
niños?
Me sentí optimista con nuestra comunidad, más de lo que
me había sentido en cualquier momento desde la crisis, y creo
que la mayoría de la gente con la que hablé sintió lo mismo.
Pero me doy cuenta de lo lento que será el proceso para alcan-
zar la justicia económica.
Podemos deshacernos de la cultura de guerra, pero la jus-
ticia económica tendrá que cultivarse de forma simultánea a
la cultura de paz. Aún está del otro lado de la montaña, en la
tierra prometida.
17 de abril
John Dyson ha vuelto de África. Después del curso en la Aca-
demia Mandela en Johannesburgo, viajó en coche hasta Sene-
gal antes de regresar, a principios de la semana pasada. Anoche
habló en la Universidad para la Paz. ¡Es una lástima que hayan
390
estado tan pocas personas en el público!, porque fue uno de los
momentos más inspiradores que he vivido.
¡Desde Ciudad del Cabo hasta Yaundé!, ¡desde Lagos has-
ta Dakar! ¡Una nueva África florece! ¡Si tan sólo Dubois, Nkru-
mah y Mandela hubieran podido vivir para ver este día! Las an-
tiguas barreras y los límites coloniales han sido desmantelados
y está surgiendo una nueva unidad africana, ¡con fuertes raíces
en el pueblo y en la tribu!
John describió cómo el continente había sido sofocado por
los grilletes de los antiguos sistemas de estado, instalados por los
europeos, y cómo ahora está libre de las cadenas y ha reinven-
tado un continente que puede gobernarse a sí mismo y crear
una nueva economía autosuficiente y de orgullo local. Como
afroamericano, lo describió tan poéticamente que no lo puedo
reproducir. Voy a intentar conseguir una grabación, como lo
hice con sus palabras en el funeral de Mohamed.
Sí, está claro que John ha retomado la antorcha que cayó de
las manos de Mohamed hace cinco meses. Sólo lo puedo des-
cribir con mi propia poesía:
1 de mayo
La noticia me llegó por teléfono: la dra. Strahan dijo sin ro-
deos: “Las pruebas fueron positivas. Hay células en los ganglios
linfáticos. Si puede venir a las 3:00 pm podemos hablar sobre
cuáles son las opciones.” Ya sé las opciones: la muerte con o sin
cirugía. Todo parece negro a mi alrededor.
391
2 de mayo
Ahora es cuestión de semanas, ni siquiera de meses. No tengo
mucho tiempo para terminar lo que debe ser terminado.
He leído lo que he escrito en este diario. Con la fuerza
del tiempo sobre mí, veo lo mucho que hay por hacer, y estoy
seguro de que habrá que hacer más. Es demasiado para un día.
Volveré a lo mismo mañana.
3 de mayo
Hay tanto que escribir y tan poco tiempo. El proceso de desar-
me, la comisión para el calentamiento global, los trabajadores
por la educación; es una explosión de artículos en la cpnn y no
puedo seguirles el paso. Cada vez que voy a una reunión de la
Universidad para la Paz me sorprendo de lo mucho que ya no
logro entender. Es como si la historia misma hubiera sido re-
primida y ahora estuviera saliendo e inundando todo y en todas
partes. Mi mente no puede concentrarse. Vuela de una cosa a
otra y, en mis recuerdos, vuelvo a mi infancia. Se ha vuelto más
y más difícil para mí sentarme a escribir.
4 de mayo
Cuando tenía ocho o nueve años leí la Biblia en voz alta con
mi madre. Puedo vernos ahora en la antigua casa en la calle
Valle del Sur. Fui a la Biblia en busca de un pasaje que des-
pués de todos estos años ha regresado para perseguirme. Lo
leímos en la versión del Rey Jacobo, la lengua de Shakespeare:
392
Y el sur y la llanura del valle de Jericó, la ciudad de las palmeras,
hasta Zoar.
Y el Señor le dijo: “Ésta es la tierra que le juré a Abraham, a
Isaac y a Jacobo, para su posteridad: he hecho que la veas con tus
ojos, porque no pasarás por ahí.”
Así murió Moisés, siervo de Jehová, en la tierra de Moab, según
la palabra del Señor.
5 de mayo
Hoy todo era brillante en el bosque, como nunca antes lo ha-
bía visto. La primavera ha florecido. Cada árbol abría sus hojas
hacia un cielo tan azul que casi lastimaba mis ojos. El tordo
de madera cantaba como nunca lo había oído. ¡Su melodía
consistía en los acordes de un órgano, fluidos, claros, volando
a través de los árboles, bailando a través de las hojas tiernas,
reverberantes en cada acantilado y piedra!
393
Había flores en el campo del pantano. Estrellas doradas
como si fueran pequeños volcanes en erupción en la tierra par-
da. Una paciente rana estaba sentada cerca de mí. La observé
durante mucho tiempo, ambos permanecimos inmóviles, con-
gelados en una eternidad del tiempo. Luego parpadeó.
Vi las huellas de una venada en el camino de lodo y tal
vez me estaba viendo, pero yo no podré verla hoy.
En el pantano, las flores de cardenal estaban en plena
apertura, con su increíble rojo escarlata, tan inigualable que
los seres humanos mortales no podríamos imitarlo. El riachue-
lo estaba tan claro, tan frío, tan límpido, que quería beber de
él. Me recosté para sentir el musgo húmedo en mi rostro, cerca
del agua, y su frío sabor en mi boca.
Entonces ocurrió algo que nunca había visto. Con el ra-
billo del ojo vi que la hierba se movía. No estaba solo. Era
una gran serpiente cabeza de cobre que había llegado a beber
también, con su cabeza levantada al mismo nivel que la mía.
Así que no me moví, mientras veía su cuerpo largo avanzando
con fuerza a través de la hierba y hasta la orilla del agua. Su
colores eran como bandas de diamantes, rojos y rosados bri-
llantes contra el verde de la hierba de la primavera. Entonces,
tan rápidamente como había aparecido, terminó de beber y
desapareció una vez más en la hierba, moviéndose hacia las
rocas en la base de la colina.
En el pantano estaban las primeras flores nomeolvides,
cuyo azul intentaba superar el cielo, tal como aquellas que en-
contré con mi madre y que trasplantamos y luego cuidamos
cada primavera en un pequeño jardín detrás de la casa. Aho-
ra, al ver las flores, ¡me sentí intensamente vivo! Sin embargo,
había visto un presagio del otro mundo y el tiempo se estaba
acabando.
394
7 de mayo
Cuando tenía 18 años fue una gran aventura dejar mi pequeño
pueblo de los Ozarks e ir a la Universidad de Columbia, en
Nueva York. Estaba solo y extrañaba mi hogar. Las primeras se-
manas me iba hasta el río Hudson y lanzaba piedras a las ratas,
en el río, como si fuera a la caza de conejos con un rifle calibre
22 o practicara mi bola rápida para un strike. Pero de repente,
la universidad me atrapó y fue increíble. Por ejemplo, mi pro-
fesor de física formaba parte del proyecto Manhattan que creó
la primera bomba atómica. Nos daba clases en el Pupin Hall,
donde se llevó a cabo por primera vez el proyecto Manhattan,
en el sótano. En esa época, las armas nucleares todavía eran
una maravilla de la ciencia que las había inventado.
Justo ahora recuerdo una clase como si fuera ayer. Fue un
pequeño seminario de quizá cinco estudiantes y el profesor,
un inmigrante recién llegado de Europa Oriental, con un acen-
to fuerte y que necesitaba un trabajo temporal. Un día llegó a
clase y nos dijo: “Voy a explicarles por qué morimos cuando mo-
rimos y por qué es muy común el cáncer en nuestros órganos
reproductivos, el útero, los senos, la próstata y los testículos”.
No nos habló de la fisiología ni de la anatomía de la enfer-
medad. En su lugar, sólo habló sobre evolución:
395
ya están transmitidos. No hay más fuerza de selección. Así que
la dinámica del código genético que tiene lugar después de los
años reproducción es aleatoria.
Ahora, hay dos posibles efectos de la aleatoriedad. Ya sea
que se produzcan demasiadas células o que se produzcan muy
pocas. Si se producen demasiado pocas células, es obvio, lo lla-
mamos simplemente muerte de viejo o por edad. Si se producen
demasiadas células, es obvio, lo llamamos cáncer.
Finalmente, ¿cuáles son los órganos que cambian al termi-
nar la reproducción? Los órganos reproductivos, por supuesto.
Así que es muy probable que mueran de cáncer de algún órgano
reproductor.
10 de mayo
Al mirarme al espejo esta mañana, vi la cara de un hombre
viejo. Era la imagen de un campo cultivado, con surcos y hier-
bas crecidas, la tierra quedó barbechada por quienes la traba-
jaron hace tiempo y ahora están muertos y se han ido. ¿Qué
he plantado? ¿Qué se recordará de mí después de haberme
ido? Sentí tristeza, una profunda tristeza y miedo. Un roce de
la muerte.
Estoy buscando otro tipo de espejo por la tarde. Es el mo-
nitor de televisión en mi habitación con una conexión de cir-
396
cuito cerrado especial para la conferencia de la Universidad de
la Paz. Quería ir, en la sede en Nueva York, pero ahora estoy
demasiado débil para salir de casa.
Flo y Jack lideran la discusión de jóvenes provenientes de
todos los rincones del mundo que han llegado con una beca
a la Universidad para la Paz, gracias al Fondo Mundial de So-
lidaridad de la Juventud. Recuerdo la cena que compartimos
hace muchos años, cuando tenían la misma edad que aque-
llos estudiantes. A mi edad puedo ver estas escenas del pasa-
do incluso más vívidamente que las imágenes en la pantalla
frente a la cual estoy sentado. Recuerdo el rojo vino turco y
los colores de los aperitivos en un pequeño restaurante. De
hecho, el lugar estaba cerca de la conferencia de hoy, aunque
supongo que ya no existe. Flo estaba apenas iniciándose en el
Fondo Mundial de Solidaridad de la Juventud y Jack estaba
comenzando la Organización de Antiguos Estudiantes de la
Universidad para la Paz.
Pero hoy no son Jack ni Flo quienes están dando la mayo-
ría de los discursos. En cambio, es otra generación. El título de
la conferencia es “Primera Generación de la Cultura de Paz”.
Estos jóvenes de entre 20 y 30 años están logrando resultados
que mi generación, e incluso la generación de Jack y Flo, no
podrían siquiera haber soñado.
Mirta, la joven de Sao Paulo ni siquiera tiene 30 años pero
es presidenta de la Liga de Comisiones para la Cultura de Paz
del Sur. Por su edad podría ser nieta de Lia. Tiene el rol de li-
derazgo de su región, describe el funcionamiento de las cientos
de comisiones y su función en el movimiento global. Cada año,
más y más comisiones incluyen personas de su región en la me-
dición anual del Índice de Cultura de Paz. Mirta describe cómo
avanza el índice, y se hace viable y visible la cultura de paz.
Pero, incluso más importantes que los avances son los puntos
397
débiles que muestra el índice. Las elecciones locales se han con-
vertido en concursos entre diferentes candidatos que proponen
solucionar estos puntos débiles. A éstos también se les asume
como prioridades en las reuniones de los barrios de presupuesto
participativo. Es tal su éxito que la experiencia de América del
Sur sirve de modelo para muchos otros continentes. Mirta nos
muestra un mapa del mundo con colores para ilustrar la red de
las ciudades de cultura paz.
Noel, de la Academia Mandela en Johannesburgo, vestido
con su túnica tribal azul brillante, describe cómo ahora expor-
tan su formación sobre la resolución de conflictos a centros de
todo el mundo. Estos centros ya están bien establecidos a lo lar-
go del continente africano y han reemplazado al sistema euro-
peo de justicia y vuelto a sus antiguas tradiciones, en las cuales
se logra la justicia no por la fuerza, sino a través de la escucha, la
negociación y el compromiso. Noel nos da detalles de lo que nos
habló John Dyson el mes pasado, cuando regresó de su viaje de
África, y veo que John está sentado junto a él en la conferencia.
Olivia, de Cuba, una hermosa y dinámica joven, ya es
líder de su Instituto de Agricultura y Entrenamiento Susten-
table, que forma entrenadores calificados para el resto del
mundo. Al escucharla, noté por primera vez que la red glo-
bal de la cual depende se basa en la Asociación Mundial de
Médicos Cubanos Entrenados. Con una voz suave y discreta,
da soluciones para el calentamiento global que han escapado
a los llamados líderes de mi generación, incluso a los de la
generación actual.
Hay jóvenes de la Comisión Permanente del Poder del
Pueblo, en Manila; del Centro Eco-Turístico, en Katmandú;
de los movimientos cooperativistas, con base en Kioto; de
Roma; de las Primeras Naciones de Canadá; de Chiapas. La
metodología del poder del pueblo, que se desarrolló primero
398
en Filipinas y más tarde frustró el Golpe de Davos en Europa,
está siendo aprendida y utilizada en todas partes. El turismo de
cultura de paz, utilizado para regular algunos centros de turis-
mo ecológico, está ahora a la vanguardia de este desarrollo eco-
nómico. El movimiento cooperativista, establecido hace tiem-
po en Japón, ahora se enlaza con el movimiento cubano de
formadores en agricultura sustentable y está transformando el
desarrollo económico local. Las mujeres jóvenes de Las Prime-
ras Naciones y de Chiapas hablan con elocuencia de la Carta
de la Tierra como base para un cambio global en los valores de
consumismo a la corresponsabilidad del planeta Tierra.
Ninguno de estos grandes movimientos es nuevo para mí,
pues he estado siguiendo su progreso a lo largo de los años
en la Red de Noticias de Cultura de Paz. Pero lo novedoso es
verlos en las manos de esta generación, tan segura y tan espe-
cializada. Conforme hablan, me doy cuenta de la profundidad
del cambio. En mi generación, estos movimientos eran de pro-
testa, luchaban contra el poder dominante del estado y de las
corporaciones multinacionales, sus medios de comunicación y
su propaganda educativa. Pero hoy no hay signos de protesta
en sus palabras. En cambio, hay un optimismo basado en la
confianza de poner en práctica los objetivos y los valores de
la transición de las Naciones Unidas. Ahora son ellos quienes
tienen el poder, no un poder de edificios y cosas, sino uno para
cultivar valores y armonía.
Me doy cuenta de que su diálogo, cara a cara, se man-
tiene y amplía a través de su continuo contacto y sus redes
por vías de comunicación electrónicas bidireccionales, que
abarcan todo el mundo y trabajan en muchos idiomas en un
movimiento enriquecedor, constante y creciente. En sus ma-
nos, la historia misma se transforma. Ya no es sólo un tema
para las universidades y los expertos, para ser elaborado cientos
399
de años después de los acontecimientos, según el principio de
Brueghel. En cambio, se ha convertido en un tema de diálogo
e intercambio, de acciones y redes, y sí, de sueños. La historia
ya no es la progresión de guerras y revoluciones violentas. En
cambio, es el cultivo de la conciencia colectiva, de reuniones de
barrio para los presupuestos participativos, de seminarios de ca-
pacitación para la agricultura sostenible, de las elecciones loca-
les y organizaciones de la sociedad civil, del diálogo en internet.
Sí, Noel, la cultura de paz no fue construida, sino cultivada. ¡Y
ahora es la primera temporada de cosecha!
Y todo, en nombre de la cultura de paz, la “primera gene-
ración de la cultura de paz”. Sí, ¡ésos son mis muchachos!
13 de mayo
Hoy fue mi cumpleaños. Una delegación llegó a visitarme des-
de la Conferencia de la Universidad para la Paz. Decidí no
hablarles acerca de mi condición.
De nuevo, todo era colorido. Flo vestía de rosa. ¡Estaba
bellísima! Recordé cuando se negó a hablar en nuestra defensa
en la presentación ante la onu en 2005. Era tan tímida. “¡Pero
te ves genial!”, le dije.
Jack estaba impecable, como siempre, con un traje negro
y una corbata de figuras brillantes, con colores verdes y marro-
nes metálicos. Puedo recordar cuando habló en la inaugura-
ción del nuevo campus de la Universidad de la Paz en Nueva
York. ¡Ni siquiera tenía 30 años y ya estaba haciendo historia!
John estaba allí también. Ahora su semblante era hermo-
so. Lo recordé en el funeral hacía sólo seis meses, paralizado
en su discurso, torpe e inseguro. Ahora, desde su regreso de
África, se había convertido en un líder. Ya no portaba su an-
tiguo uniforme del ejército, sino que llevaba una túnica tribal
multicolor, y era alto y fuerte como un jefe africano.
400
Algunos que llegaron eran jóvenes estudiantes que había
visto en la conferencia y ahora conocía en persona. Me tra-
jeron un ramo de flores ¿Cómo lo sabían? Un ramo grande,
azul como el cielo con estrellas verdes y un poco de blancos.
Nomeolvides.
Ya no estaba con ellos, sino en algún lugar perdido en el
tiempo y hablando con mi madre: “Madre, puedo ver la tierra
prometida, pero nunca llegaré ahí. Nuestros hijos y nietos son
quienes cruzarán las montañas. Ellos llegarán a la tierra pro-
metida de la cultura de la paz...”
401
Notas sobre la tierra prometida
403
Elegí 2020 para esta “gran crisis” basado en la estimación
John Galtung que describo en el “gran libro”. Galtung estaba
en lo correcto cuando, en 1980, estimó la caída del imperio so-
viético en 1989. Desde entonces, como argumento, la situación
del imperio americano es notablemente similar a la del anti-
guo imperio soviético. Tiene gran peso su estimación del 2020.
Nuevamente, si la estimación está desfasada por algunos años,
incluso décadas, los efectos deberían ser los mismos.
¿Por qué elegí seis años después de la crisis en lugar de una
o más generaciones posteriores para que la cultura de paz es-
tuviera más firmemente establecida? La razón es, simplemen-
te, que me resulta más fácil imaginarlo. Ya es bastante difícil
imaginar las consecuencias de una crisis económica global y
el nacimiento de la transición a una cultura de paz. Pero ima-
ginar más allá o imaginar cómo se desarrollaría una cultura
de paz con el paso del tiempo es aún más difícil. No tenemos
precedente en la historia humana que nos guíe. Sin embargo,
estoy convencido de que una cultura de paz está floreciendo y
debe ser cultivada; que tiene sus temporadas de crecimiento,
como primavera y verano, y sus temporadas de aparente rece-
so, como otoño e invierno. Si hubiera elegido 6, 60 o 600 años
para la transición a una cultura de paz, supongo que muchas
de las cuestiones serían las mismas.
404
También hay una respuesta compleja y desarrollada,
como la escribí. La represento con Moisés, quien observa una
tierra prometida a la cual nunca podrá llegar. Cuanto más
intento imaginar la cultura de paz, más me doy cuenta de
que para mí y mi generación es totalmente imposible. Hemos
vivido tanto tiempo con la cultura de guerra que es imposible
imaginar completamente una cultura de paz. Son demasia-
do diferentes, demasiado complicadas, demasiado distantes.
Podemos verla tenuemente, como desde el pico de una mon-
taña, pero no podemos verla de cerca ni imaginar cómo sería
vivir en ella.
Tal vez esto refleja una verdad biológica profunda. ¿Es más
eficiente para la evolución que los organismos mueran y sean
reemplazados por otros diferentes, en lugar de continuar con
los mismos viejos prejuicios y enfoques? Cuando llegue el mo-
mento será el turno de los jóvenes. Mi generación ha hecho
lo que ha podido y ahora es el momento para que una nueva
generación se haga cargo. La siguiente fue una pregunta que le
planteamos a Dobzhansky cuando nos explicó por qué moriría-
mos de cáncer en los órganos reproductivos: ¿por qué se detiene
la reproducción a cierta edad y, por lo tanto, se ponen límites
al tiempo que vamos a vivir? ¿Por qué no mantener la capaci-
dad de reproducción durante cientos o incluso miles de años?
“Es una buena pregunta –respondió–. Pero, probablemente,
podrá respondérsela usted mismo. ¿Cómo sería un joven capaz
de crecer y evolucionar si el viejo todavía tiene su lugar? ¿No
reduciría la capacidad de las especies para cambiar, para evolu-
cionar, y atentaría contra la supervivencia de la propia especie?”
405
con el bullicio de los diplomáticos y los representantes de
organizaciones no gubernamentales a mi alrededor, los cua-
les participan en las actividades habituales de la onu, todo
bajo el control efectivo de las “grandes potencias”. Frente a
mí hablan dos diplomáticos. El hombre, evidentemente de
Bruselas, explica a la mujer (que parecer ser de Suecia pero
con ascendencia italiana) cómo se debe plantear una reso-
lución particular: “Podemos apoyar este párrafo propuesto
por los estadounidenses, pero no debemos permitir esto otro
porque su resultados serían muy peligrosos.” Es un negocio
habitual aquí, en el Café Viena. ¡Y si no fuera porque los es-
tadounidenses dominan, serían los europeos o los rusos o los
chinos! No son las personas de estos países, sino sus gobiernos
nacionales.
Mi relación con las Naciones Unidas siempre ha sido de
“amor y odio”. Por un lado, sigo convencido de que necesi-
tamos una organización democrática que represente a todas
las personas del planeta y sus esperanzas y sueños de una cul-
tura de paz. En realidad, no puedo imaginar el logro de una
cultura global de paz en ausencia de las Naciones Unidas o
su equivalente. Si no la tuviéramos, tendríamos que inventar-
la. La cultura de paz en una sola región del mundo no sería
sostenible y para que sea global necesitamos una organización
mundial con algunos poderes de gobierno.
No soy el único con esta opinión. Las Naciones Unidas
son como un faro de esperanza: atrae a las personas del mundo
que comparten este sueño común. He conocido a gente ma-
ravillosa y a mis amigos más queridos a través de la onu. Por
otro lado, como explico en el “gran libro”, trabajar en la onu
es frustrante porque “cuando das un empujón ellos responden
con un golpe”. Las Naciones Unidas siempre están del lado de
la cultura de guerra.
406
Si, por casualidad, ha leído otros de mis libros, se sorpren-
derá de que hable de las Naciones Unidas en La tierra prome-
tida. Después de todo, en la Historia de la cultura de guerra
sostengo que la onu es incapaz de promover los cambios ne-
cesarios para una transición hacia una cultura de paz, pues
está bajo el control de sus estados miembros y éstos, a su vez,
participan tanto en la cultura de guerra que son incapaces de
promover una cultura de paz. Por otro lado, en La tierra pro-
metida, gran parte de la historia gira en torno a la Transición de
las Naciones Unidas. ¿Por qué la contradicción?
De hecho, hay una buena razón. Me explico. Como ar-
gumento en el “gran libro”, la onu seguirá siendo incapaz de
promover un cultura de paz a menos que, y hasta que, se libere
del control de los estados miembros. Debido a que la onu fue
concebida por los estados poderosos después de la Segunda
Guerra Mundial, ha estado bajo su control y cuidado a través
del Consejo de Seguridad y su derecho de veto a las disposicio-
nes, sin mencionar al Banco Mundial y al Fondo Monetario
Internacional. Aunque ha habido muchos esfuerzos de refor-
mas, éstas han sido superficiales. Los estados-nación no han
querido ver un gobierno mundial que rete sus propios poderes.
Una reforma radical de las Naciones Unidas no puede ocurrir
hasta que se presente un cambio radical.
De lo único que podemos estar seguros es de que la histo-
ria cambiará, y radicalmente cambiará. Con eso en mente, le
ruego al lector no hacer juicios e imaginar que el mundo ha
cambiado tanto que las Naciones Unidas se han reformado y
restablecido en una base diferente a la del estado-nación. Ima-
gino que el poder de los estados-nación es tan reducido que
puede eliminarse su control de la onu y sus lugares pueden ser
sustituidos por representantes vinculados directamente a los
pueblos del mundo.
407
Dado lo anterior, ¿debemos imaginar una reforma de la
onu o su desaparición y reemplazo por una nueva organiza-
ción mundial? La historia nos da un precedente para esto últi-
mo. La Liga de las Naciones no fue reformada en las Naciones
Unidas, sino que se abandonó y fue reemplazada por una nue-
va Organización de las Naciones Unidas. Uno podría imaginar
cualquier escenario, pero para los fines de La tierra prometida
es más fácil imaginar un proceso de reforma que la invención
de una nueva organización. En ambos, los retos y posibilidades
serían los mismos.
Ahora vuelvo a la contradicción entre el “gran libro” y La
tierra prometida. En el “gran libro” se ve hacia el futuro, a lo
que mis amigos psicólogos llaman “memorias prospectivas”.
En el escenario de La tierra prometida, la vista va hacia atrás
del 2026, imaginando lo que había sucedido como si fuera una
memoria retrospectiva ordinaria. Entre los dos, como me ima-
gino a La tierra prometida, hay una crisis económica, años de
caos, un golpe de estado frustrado y el vacío del poder ocupado
por organizaciones internacionales de ciudades, de la sociedad
civil, de los sindicatos y de algunas empresas capitalistas. Debi-
do a la enormidad de los cambios históricos que supuestamente
se han producido entre las dos perspectivas, están separadas por
una brecha enorme. El potencial para la reforma de las Nacio-
nes Unidas cae en ese “espacio de tiempo”.
408
tes. La base de esta migración ha sido la capacidad de la ciu-
dad, como parte integral de la economía mundial, para atraer a
la gente ofreciéndole empleo, alimentación y vivienda.
Pero cuando la economía mundial se bloquea, la migra-
ción se invierte. No habrá ningún empleo ni alimentos. Los
habitantes de la ciudad huirán al campo en búsqueda de ali-
mento, dejando rascacielos vacíos, basura, incendios incontro-
lables y delitos riesgosos.
¿Por qué, entonces, debo basar la transición a una cultura
de paz en una institución tan frágil y que estaría en peligro de
extinción?
Lo primero y más importante es que las ciudades, jun-
to con los pueblos y las provincias, son las unidades básicas
de participación democrática, lo cual es esencial para la cultu-
ra de paz. Como se señaló en el “gran libro”, otras estructuras,
como las ong, los sindicatos y las empresas capitalistas tam-
bién juegan un papel importante, pero no pueden proporcio-
nar la participación democrática de toda la población, y sin
esto no es posible concebir una cultura de paz.
En segundo lugar, es posible que las ciudades prevean el
desplome de la economía mundial y comiencen a hacer prepa-
rativos para sobrevivir a un desastre futuro. Como sugiero en el
“gran libro”, es importante que las ciudades, tan pronto como
sea posible, empiecen a trabajar con planes para la alimenta-
ción y otros servicios en caso de que se produzca una crisis en
la economía mundial. De hecho, esto ya se está haciendo con
muchas comunidades que han tomado conciencia de la necesi-
dad de una economía local sostenible.
En tercer lugar, es posible que algunas regiones del mun-
do prevean la crisis y los preparativos para sobrevivir sobre una
base regional. La primera región en hacerlo es América del Sur,
donde el Mercosur y el nuevo Banco del Sur van a crear una
409
zona económica con muchas más probabilidades de sobrevivir
a la caída de la economía global que otras regiones del mundo.
En cuarto lugar y quizás más importante, las ciudades se
recuperarán sin ayuda del estado. Recordemos cómo el gobier-
no nacional de los Estados Unidos no ayudó a Nueva Orleans
después del huracán Katrina, sino que la ayuda apareció hasta
que el pueblo trabajó con sus vecinos, su región y otras ciuda-
des con el fin de sobrevivir. Entonces, imaginemos lo que suce-
dería si todas las ciudades se hubieran colapsado. Claramente,
los gobiernos nacionales se sentirían abrumados en una crisis.
Las ciudades tendrían que levantarse por sus propios medios y
mediante sus relaciones con otras regiones y ciudades. Una vez
que hagan esto, voltearán al gobierno nacional y les dirán: “Y a
ustedes, ¿quién los necesita?”
Las ciudades se recuperarán, eventualmente. Recuerdo
cuando llegue a trabajar para la unesco en Maputo, Mozam-
bique, pocos años después de que los portugueses abandonaron
su antigua colonia. Al salir, algunos de los portugueses habían
llenado de cemento los ejes del elevador de los edificios altos
para sabotearlos. ¡Para visitar a mis amigos para la cena tuve
que subir 30 pisos a pie! Las calles estaban cubiertas de basura
que no había sido recogida durante años. El hospital no tenía
suministros. Había un millón de refugiados en los barrios sin
saneamiento, sin funcionamiento de agua o policía. Sin em-
bargo, de alguna manera, la ciudad sobrevivió y sigue siendo el
centro y la capital del país.
410
formarse y debe remplazarse a fin de avanzar hacia una cultura
de paz. Así que, ¿cómo pude tratar con esta contradicción en
el escenario de La tierra prometida? Antes de contestar la pre-
gunta, permítame revisar la evidencia presentada en el “gran
libro”, sobre que el estado-nación no puede reformarse para
promover una cultura de paz.
Gran parte del argumento del “gran libro” es bastante ob-
vio. Conforme vemos los diferentes aspectos de la cultura de la
guerra, uno por uno, vemos que están apoyados por el estado-
nación: gobierno autoritario, secrecía y propaganda, preparati-
vos para la guerra, representaciones de enemigos, explotación
de trabajo humano, de la educación y del medio ambiente y
supremacía masculina. Creo que el poder, en última instancia,
se basa en la violencia. Además, cuando volvemos a la historia
del mundo, vemos que el origen del estado, hace 5 000 años,
está muy involucrado con la cultura de guerra. El estado sur-
gió de la guerra. En los 5 000 años de historia, ha mantenido
un monopolio sobre la guerra para prohibir y aplastar cual-
quier intento de desafiar su monopolio dentro de sus fronteras,
ya sea mediante movimientos revolucionarios, líderes locales,
bandas de delincuentes o ejércitos y armadas privadas. Como
el gran sociólogo Max Weber dijo, la definición de estado se
basa en la guerra: “El estado es la organización que mantiene
el monopolio de la fuerza dentro de sus fronteras”. Para las Na-
ciones Unidas, un estado fallido es un estado que ha perdido el
monopolio de la fuerza dentro de sus fronteras.
Pero esto es sólo parte del argumento. Debemos ir a los
argumentos que no son tan obvios porque implican tabúes,
temas que, por lo general, no son discutidos. El principal en-
tre ellos es la cultura interna de guerra, el uso interno o la
amenaza de intervención armada por parte del estado contra
su propio pueblo. Está bien hablar de este tema en los llama-
411
dos “regímenes totalitarios”, pero es un tema tabú cuando se
trata de “democracias”, aunque también mantienen su poder
mediante la amenaza o la implementación de la intervención
militar interna. Parte de las pruebas que cito provienen del ar-
tículo Internal Military Interventions in the United States [Las
intervenciones militares internas en los Estados Unidos] que
publiqué en el Journal of Peace Research, en 1995. En Estados
Unidos, durante los últimos 120 años, la tasa de intervenciones
internas se ha mantenido estable, con un promedio de 18 inter-
venciones y 12 000 soldados por año. Éstos son los datos (cuando
estaban disponibles) para el periodo 1886-1990 contra los indios
americanos, los trabajadores, los disturbios urbanos, etc. Sin
duda, si pudiéramos obtener los datos pertinentes, serían simila-
res para otros países “democráticos”.
No sólo es por costumbre y por historia que el estado-na-
ción moderno promueve la cultura de guerra, sino que la cul-
tura interna de guerra es la base de su poder. Es posible imagi-
nar algunos estados que renuncien a la defensa militar externa
y cedan su poder a un gobierno mundial pero es imposible
imaginar que el estado renuncie a su “derecho” a una interven-
ción militar contra su propio pueblo. Insistirá en mantenerla
como su última opción en caso de todos los demás medios para
preservar su poder político se agoten.
No espero que la breve reseña en estos tres párrafos sea
convincente por sí misma. Por ello invito al lector interesado a
revisar y a estudiar los argumentos detallados en el “gran libro”
sobre la relación intrínseca del estado y la cultura de guerra y
porqué creo que el estado no puede reformarse.
Ahora vuelvo al escenario de La tierra prometida.
Es cierto que no podemos esperar que el estado-nación
desaparezca repentinamente ni utilizar la vieja expresión
marxista que dice “el estado se marchita y desaparece”. Por
412
otro lado, hay precedentes históricos para imaginar que habrá
un nuevo momento en el orden mundial, en el cual los esta-
dos estarán enormemente debilitados por la guerra, por de-
presiones económicas o por la pérdida de legitimidad política
a los ojos de sus ciudadanos. Consideremos el final del xviii,
la mitad del siglo xix, la Primera Guerra Mundial, la crisis
de 1929, la Segunda Guerra Mundial y la caída del imperio
soviético, como seis ejemplos pertinentes.
Un posible escenario habrían sido las dos guerras mundia-
les. Imaginemos que la Tercera Guerra Mundial se ha produ-
cido y la gente está intentando reestablecer un orden. Esta vez,
debemos suponer que hubo una guerra nuclear global. Franca-
mente, aunque el escenario es plausible, me resulta demasiado
horrible imaginarlo, así que no intentaré ilustrarlo. Pero sólo
para recordarle al lector que ese escenario es posible, supon-
gamos que ha habido una guerra nuclear limitada entre la In-
dia y Pakistán. ¿Es una decisión racista que elija esta parte del
mundo para una guerra nuclear? Prefiero pensar que no. En
cualquier caso, me resulta más fácil escribir un escenario sobre
el mundo que conozco, Europa y Estados Unidos, Nueva York
y las Naciones Unidas. Si imaginara una guerra nuclear con
Europa y Estados Unidos tendría que imaginar un mundo que
es, al menos para mí, inimaginable.
El escenario que elegí se basa en una combinación del
crash bursátil de 1929 y la caída del imperio soviético en 1989.
El primero fue antes de mi tiempo, pero este último fue algo
que viví y experimenté en primera mano. Trabajé en la Unión
Soviética como científico de laboratorio, hablando ruso, en
1976 y 1980, y visité el país muchas otras veces desde 1973 has-
ta su colapso. Vi desde dentro cómo se derrumbó un imperio.
Como explico con más detalle en el “gran libro”, podemos en-
contrar los mismos factores que llevaron al colapso de la Unión
413
Soviética en el imperio estadounidense, particularmente el
desequilibrio del comercio exterior y la pérdida de confianza y
legitimidad entre la ciudadanía. Ambos casos son el resultado
directo de la cultura de guerra del estado. El imperio soviético
era una cultura de guerra. El imperio americano es una cultu-
ra de guerra. Como otras culturas de guerra en la historia, estos
imperios han sido inestables y es sólo cuestión de tiempo antes
de que el imperio estadounidense, como la Unión Soviética, se
derrumbe bajo su propio peso. A causa de la globalización de
la economía mundial, el colapso del imperio estadounidense
producirá una depresión global por lo menos tan mala como la
de la gran depresión de la década de 1930. De hecho, será peor
en un sólo sentido que ahora una proporción mucho mayor
de la población mundial viva en las ciudades, donde no será
posible encontrar comida.
¿Necesariamente una crisis económica mundial podría
debilitar al estado? La respuesta es: no necesariamente. El des-
plome de los mercados de valores en 1929 y posteriormente
en la República de Weimar debilitaron a los estados-nación
durante un tiempo, pero a la larga condujo a los superestados
del fascismo, la exageración de la cultura de guerra.
Tenía la opción de elegir dos escenarios. Podía haber ima-
ginado que una crisis global condujera a estados fascistas en
todo el mundo. O podría haberme imaginado que condujera a
la transición de una cultura de paz. Obviamente, la primera es
una especie de actualización del 1984, de Orwell, pero no fue
de interés para mí, mientras que la segunda fue un desafío al
cual me comprometí con placer.
En lugar de describir una solución fascista a la crisis eco-
nómica global, simplemente mencioné el hecho de que lo que
yo llamo el “Golpe de Davos”, indicando que, para muchos de
la antigua clase dirigente, la solución fascista será siempre una
414
alternativa preferible a la pérdida del poder y la riqueza. Usted,
el lector, verá que no tomé mucho tiempo para imaginar el
golpe de estado y supondrá, correctamente, que no gusto de
escribir sobre el fascismo. Me fue suficiente con decir todos los
terribles detalles de la cultura de guerra en “los grandes libros”
para no imaginar nuevos extremos del fascismo en mi historia
de fantasía.
415
sobrevivir. Asimismo, las autoridades de la ciudad les pedirán
ayuda en la reconstrucción y repoblación de las ciudades. Es-
toy convencido de que contestarán la llamada en cierta medi-
da, aun más si el trabajo no es tan rentable como lo había sido
a antes de la crisis.
Los teléfonos e internet pueden fallar por un tiempo. Los
aviones quizá no volarán. La navegación puede llegar a un
punto muerto. Pero con el tiempo, la presión será grande y
grandes las ganancias para aquellas empresas capitalistas que
puedan poner a la gente y a los sistemas a trabajar de nuevo. Si
el fascismo gana puede haber control del estado para muchas
empresas, pero estoy apostando contra la solución fascista.
Di un papel a los capitalistas en la “Transición de las Na-
ciones Unidas”, pero lo equilibro con el papel de los sindicatos.
Sin duda, en una cultura de paz y sin el dominio del estado-
nación, los capitalistas ya no serían capaces de dominar a sus
trabajadores como lo hicieron con el apoyo del estado.
Podemos esperar que algunas empresas sean tomadas por
los trabajadores, como sucedió en Rusia después de la caída
del gobierno soviético en 1990. Pero esto no procederá sin pro-
blemas, ya que los trabajadores necesitan educación para ele-
gir sabiamente sus propias gestiones. En cuanto a los gobiernos
locales y regionales, sin duda los socialistas serán los electos.
Donde coincide el control de los trabajadores y el gobierno
socialista puede surgir una especie de socialismo como el de
Cuba, gobiernos socialistas con las empresas en propiedad de
los trabajadores y una cierta cantidad de tolerancia a las em-
presas capitalistas en pequeña escala. Si este modelo es exito-
so, se puede extender alrededor del mundo. Pero puede tomar
algún tiempo para evaluar el éxito en un mundo caótico que
ha sobrevivido a una crisis económica global. La propagación
del socialismo no se hará sin sus propias contradicciones. En
416
este caso, es probable que las contradicciones no se resuelvan
rápida o fácilmente.
417
delincuencia y las pandillas a través de la justicia económica,
la educación para la cultura de paz y la reconciliación.
Podemos ver esto en el ejemplo de Sudáfrica, donde la tran-
sición del apartheid a la democracia desencadenó un aumento
en la violencia criminal. Pero, al mismo tiempo, las tradiciones
africanas que se expresaron en la Comisión de la Verdad y la
Reconciliación proporcionan un enfoque a la justicia que pro-
mete, a largo plazo, una respuesta más eficaz. Sin embargo,
como hemos visto, en Sudáfrica la educación y la justicia social
no son suficientes. Debe haber justicia económica.
418
sal de los Derechos Humanos. Pero no fue posible poner los
derechos económicos en práctica. Aunque la declaración fue
escrita en 1948, la brecha entre ricos y pobres ha seguido cre-
ciendo y la explotación continúa aumentando en nombre de
la “productividad”.
Hay una gran contradicción en el “gran libro” y en La
tierra prometida, pero la contradicción no es entre ellos. Por el
contrario, ninguno dice ver la luz de la justicia económica en
el horizonte. Al parecer, antes de que las condiciones econó-
micas mejoren, es probable que el sufrimiento económico au-
mente gravemente. El mundo se dirige a una crisis económica,
no a un “boom” económico. Cuando las economías caen en
crisis, son los pobres y los indefensos quienes sufren más.
Aunque ayudará el éxito en la reforma de la Organización
de las Naciones Unidas y en la base de la representación de las
autoridades locales y regionales, la sociedad civil, los sindica-
tos y las empresas, la justicia económica no puede ir de arriba
hacia abajo. Por el contrario, debe ser cultivada y crecer desde
abajo. Por lo tanto, en La tierra prometida presento la cuestión
de la justicia económica en el contexto de la gobernanza y las
economías locales.
Hace 5 000 años, la cultura de guerra del estado ayudó a
aquellos que explotan y se enriquecen a expensas de los po-
bres. Después de que se supere, la inercia de la explotación no
terminará pronto. Tomará mucho tiempo construir un nuevo
orden económico que pueda ganar en nombre de la justicia.
Todavía no es momento de ver la justicia económica en
el horizonte. Sin embargo, estoy convencido de que puede
comenzar a crecer en una cultura de paz, considerando que
nunca crecerá en la cultura de guerra del sistema del estado-
nación.
419
Séptima contradicción: internet
Creo que la mayoría de los lectores coincidirán conmigo en
que el internet ha cambiado la manera en la cual funciona la
historia, pues cada vez más gente, tanto individuos como or-
ganizaciones, pueden estar en contacto entre sí alrededor del
mundo. Las funciones de la comunicación, que en algún mo-
mento sólo pertenecían al rey, al estado y a los militares, ahora
se comparten por los adolescentes y los abuelos, los africanos y
los canadienses, los profesores universitarios y los sindicatos de
trabajadores. La conciencia, que depende de la comunicación,
así como la acción y la afiliación, está creciendo a tasas que
nunca podrían haber sido posibles en el pasado. ¡La historia,
que se basa en la conciencia, se acelera!
Al mismo tiempo que el internet y otras nuevas formas de
tecnologías de la información han acelerado la historia, tam-
bién han producido una cierta dependencia. ¿Qué hacemos si
el internet se interrumpe? ¿Nuestro trabajo caerá en un punto
muerto?
He asumido que con una crisis económica global y los años
subsiguientes de caos, el internet puede interrumpirse o ave-
riarse quizá por varios años. Pero incluso si la tecnología se rom-
pe, la conciencia humana no. Una vez que hemos aprendido
cómo comunicarnos a través del internet tenemos la capacidad
para encontrar otras maneras de lograr lo mismo. Eso es lo que
he llamado “intercambio de información” en el escenario de
la tierra prometida.
En realidad, para el año 2026, el internet habrá cambiado
y existirán nuevas maneras de comunicarse, de eso no tengo
ninguna duda. Ya no soy capaz de predecir exactamente cómo
cambiará internet y las nuevas formas de comunicación que
surgirán. He utilizado el término “intercambiar información”
como una especie de frase que puede soportar muchas técnicas
420
e innovaciones diferentes. Si usted, lector, tiene otra idea de
nuevas formas de tecnología de la información, puede sustituir
su propia idea en su lugar.
No importa cómo llamemos o describamos al proceso de
comunicación global que hemos llegado a conocer en inter-
net, está aquí para quedarse y seguirá jugando un papel impor-
tante en el desarrollo de una cultura de paz.
421
una cultura de paz. La religión tiene mucho que ofrecer en sus
valores de no violencia y hermandad, así como el movimiento
para el diálogo interreligioso.
422
La segunda vez fue el ascenso del estado y la religión mo-
derna. ¿Cómo puede tolerarse que la existencia humana se
viera reducida a las guerras de los faraones y los emperadores?
Esta contradicción tardó miles de años para resolverse y con-
duce a la separación de la religión y del estado, un compromi-
so en el que el César podía realizar sus guerras, pero las almas
de los hombres pertenecían a los monjes, a los profetas y a los
santos. César, Hitler y Stalin podían matar, pero sólo los sacer-
dotes podían presidir los ritos de nacimiento y muerte.
Ahora nos enfrentamos a una nueva contradicción. ¿Cómo
podemos seguir tolerando la cultura de guerra y su perpetua-
ción por el estado? Ha surgido una nueva dialéctica: la contra-
dicción entre la cultura de guerra y la cultura de paz.
Tolerancia, solidaridad y
Construcción de un enemigo
entendimiento internacional
Armamento Desarme
423
La cultura de guerra y la cultura de paz pueden resumirse en
una tabla sencilla, pero los propios conceptos son tan profun-
dos y las contradicciones entre ellos tan complejas y están a tal
grado omnipresentes en nuestras vidas y culturas, que tendrían
que escribirse libros muy pesados para hacerles frente. De ahí
los “grandes libros” Historia de la cultura de guerra y La paz
mundial a través de la democracia participativa.
424
va. También las resoluciones a las contradicciones. Sólo tene-
mos que buscarlas. Nuestra conciencia tiene mucho potencial
cuando es colectiva, más de lo que podemos imaginar. ¡Sólo
tenemos que vincularnos entre nosotros! Como acordaron los
75 millones de personas durante el Año Internacional para la
Cultura de Paz: “La paz está en nuestras manos”.
425
El amanecer de la paz
427
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