La Relación Entre Cartagena y Santa Marta 1810-1813

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 40

Cartagena de indias

Cartagena de indias en la independencia


En septiembre de 2007, el Área Cultural del Banco de la
República y el Observatorio del Caribe Colombiano realiza-
ron el VII Simposio sobre la Historia de Cartagena. El tema en la independencia
del encuentro fue el breve período, desde el punto de vista
histórico, comprendido entre 1808 y 1821, los años que Haroldo Calvo Stevenson y Adolfo Meisel Roca
llevaron a la independencia definitiva de España. Esos trece editores
años fueron una época de gran trascendencia para Cartagena,

Haroldo Calvo Stevenson y Adolfo Meisel Roca editores


pues marcaron una ruptura, un punto de quiebre, en la línea
ascendente que venía teniendo en su economía, población,
influencia militar y crecimiento urbano, y constituyeron el
catalizador de la crisis en muchos órdenes en que se sumió la
ciudad durante la mayor parte del siglo XIX.

Los trabajos que se incluyen en este libro contribuyen a


ampliar nuestros conocimientos sobre temáticas relativa-
mente inexploradas en la historiografía local de la indepen-
dencia y otros profundizan en tópicos ya estudiados, pero
desde ángulos nuevos. Temas como las relaciones políticas
con las demás provincias de la Nueva Granada, las relaciones
raciales y étnicas, el papel de los militares venezolanos, la
importancia de la prensa local, la iconografía de la época y la
trayectoria de la economía, han estado ausentes de la histo-
riografía tradicional sobre el período. Todavía otros temas,
aunque ya habían sido tratados, se han beneficiado con la
exploración de nuevas fuentes y perspectivas. Este último es
el caso de los trabajos sobre el sitio de Morillo, los costos
humanos de la lucha independentista, las fortificaciones y el
Consulado de Comercio, entre otros.
Cartagena de Indias
en la independencia

Haroldo Calvo Stevenson


Adolfo Meisel Roca
editore s

.... ........
.......
LA RE
....
....

DE
...
...
P
...
... ...
...
...

.
...

..
ÚB
• BANCO

...
...

....
....

LICA •
.............
........
... ........

.......
....

....
...

...
...

...

O. . I. . . . .
A

...
C. . .

...

...
.... L. . . . .O
. . . . . . .M
B
....
...
........

c a rtag e na , 2 0 1 1
Cartagena de Indias en la independencia / Eduardo Posada Carbó ... [et ál.].–
Editores Haroldo Calvo Stevenson, Adolfo Meisel Roca. – Cartagena: Banco de la
República, 2011.
600 p.: il., mapas; 21 cm.
Incluye bibliografía.
1. Independencia – Reconquista 2. Cartagena (Colombia) – Historia –
Independencia – 1811 3. Colombia – Historia – Guerra de independencia, 1810-
1819
I. Posada Carbó, Eduardo, 1956- II. Calvo Stevenson, Haroldo, 1945- ed. III.
Meisel Roca, Adolfo, 1954-, ed.
986.114 cd 21 ed.
A1296681

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Primera edición
Banco de la República
Julio de 2011
ISBN: 978-958-xxx-xxx-x

Diseño de portada
Camila Cesarino Costa

Corrección de estilo
Luis Fernando García Núñez

Diagramación
G. Dimitrov

Derechos reservados
Banco de la República

Preprensa e impresión
Litocamargo Ltda.

Carátula
Bandera de Cartagena de Indias
Contenido

7 Prólogo
Haroldo Calvo Stevenson
Adolfo Meisel Roca

i. El contexto internacional y nacional

13 La independencia y los orígenes


de la democracia en Hispanoamérica
Eduardo Posada Carbó

57 Las provincias neogranadinas


ante la crisis de la monarquía española
Armando Martínez Garnica

ii. Antecedentes locales

149 José Ignacio de Pombo y la estrategia política


del Consulado de Cartagena
Manuel Lucena Giraldo

iii. Relaciones con otras provincias y audiencias

181 La relación entre Cartagena y Santa Marta, 1810-1813


Steinar Saether
4

215 La “revolución de las sabanas”:


rebelión popular y contrarrevolución en el Estado de
Cartagena, 1812
Anthony McFarlane

249 Venezolanos en Cartagena, 1812-1815


Inés Quintero

iv. Consecuencias de la independencia


sobre la ciudad

297 El Consejo de Guerra de los Mártires en 1816


Adelaida Sourdís Nájera

337 El ejército expedicionario de Tierra Firme


en Nueva Granada
José Manuel Serrano

371 La crisis fiscal de Cartagena en la era


de la independencia, 1808-1821
Adolfo Meisel Roca

405 El sitio de Cartagena por el general


Pablo Morillo en 1815
Rodolfo Segovia Salas

v. Arquitectura, iconografía, literatura y prensa

471 Restauración de la Batería del Ángel San Rafael


Alberto Samudio Trallero
5

497 José Fernández de Madrid:


poeta cartagenero de la independencia
Ariel Castillo Mier

529 El Argos Americano: crónica de una desilusión


María Teresa Ripoll

561 La iconografía de la independencia


en Cartagena y la Nueva Granada
Rebeca Earle
181

La relación entre Cartagena y Santa Marta,


1810-1813

Steinar Saether*

S anta Marta ha ganado la reputación, quizás un


poco injustamente, de haber sido la más ardorosa defensora del
rey, contra los patriotas del interior y la provincia de Cartagena
durante la guerra de independencia. Aquí intentaré explorar al-
gunos de los procesos que llevaron al conflicto político y militar
entre Cartagena y Santa Marta, que culminó con la invasión,
en 1813, de las fuerzas cartageneras bajo el mando del general
Labatut a la ciudad de Santa Marta. Las fuentes que he utilizado
reflejan principalmente las perspectivas samarias.
No obstante, sirven para fundamentar dos argumentos prin-
cipales: (1) que el conflicto con Santa Marta se dio como resultado
de un proceso complejo y gradual, y (2) los roles de varios gru-
pos, incluyendo los sectores populares, son fundamentales para
entender por qué Santa Marta quedó del lado realista mientras
Cartagena estuvo con los patriotas.
La explicación tradicional para el realismo samario y la
resistencia al republicanismo se ha concentrado en las acciones
de unos pocos españoles peninsulares. Siguiendo la obra clásica
de José Manuel Restrepo, la historiografía tradicional tendía a
ver la resistencia realista como un truco de los gobernadores
y comerciantes peninsulares sobre una población retrasada y

* El autor es profesor de historia de América Latina en la Universidad de Oslo,


Noruega.
182 ■ steinar saether

políticamente ignorante1. Esta apreciación llama a error por


varias razones: exagera la influencia y el poder ejercido por los
oficiales reales peninsulares, desestima lo arraigados que esta-
ban estos peninsulares en las redes de poder locales e ignora la
visión política y los intereses de la mayor parte de la población,
que jugaron un rol significativo durante las guerras de inde-
pendencia. La imagen que se presenta aquí es más compleja
que la apreciación tradicional y menos adaptable a una simple
dicotomía entre realismo y republicanismo. Se subraya la difícil
situación de los nobles y de los comunes por igual al tener que
escoger partido en la guerra, su reticencia a apoyar sinceramente
bien a los realistas peninsulares o bien a los rebeldes de Santa
Fe y Cartagena y su búsqueda por posiciones alternativas, in-
termedias y negociadas.
Uno de los asuntos más importantes que se debatía en el lado
americano entre 1810 y 1813 era sobre si el Consejo de Regencia
debería ser reconocido o no. La llegada a Cartagena de Antonio
Villavicencio, representante de la regencia, en mayo de 1810, hizo
que tanto el Cabildo de Cartagena como el de Santa Marta se
vieran obligados a definir su posición frente a la regencia. Como
sabemos, en Cartagena la posición del gobernador Montes ya
estaba considerablemente debilitada cuando llegó Villavicencio.
Ese 22 de mayo corrían rumores de que Montes era, en efecto, un
afrancesado y el Cabildo (que pudo haber sido el que comenzó
a regarlos) nombró dos cogobernadores que regirían junto con
Montes2. En junio Montes fue depuesto por el mismo Cabildo,
reemplazado por Blas de Soria. Este golpe estaba lejos de ser un

1
Hay una crítica reciente a esta apreciación de parte de CONDE CALDE-
RÓN, Jorge. “Poder local y sentimiento realista en la independencia de Santa
Marta”. En: ALARCÓN, Luis (ed.). Historia Caribe. Barranquilla: Ministerio
de Cultura, 1999, vol. 2, núm. 4.
2
MÚNERA, Alfonso. El fracaso de la nación. Bogotá: Planeta, 2008, pp. 158-159.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 183

ataque patriota radical contra el gobierno realista. Fue ejecutado


por el patriarcado de Cartagena para “defender Rey, Religión y
la Patria” y el Cabildo proclamó lealtad a la Regencia de Cádiz.
En Santa Fe en julio de 1810, el resultado llegó a ser aún más
claramente opuesto a los intereses peninsulares. El 20 de julio
en Santa Fe, un grupo de criollos prominentes desató un acto
de violencia que forzó al virrey a aceptar el establecimiento de
la Junta, con el propio virrey como presidente. En su primera
sesión la Junta juró regir en nombre de Fernando VII y respetar
la Regencia en Cádiz. Apenas unos días después la Junta depuso
al virrey de dicha presidencia y proclamó que no reconocía al
Consejo de Regencia con sede en Cádiz. Lo que sí declaró, no
obstante, fue que gobernaría en nombre de Fernando VII.
Las noticias sobre la formación de la Junta de Santa Fe llega-
ron a Santa Marta en los primeros días de agosto de 1810. En Santa
Marta un grupo de vecinos prominentes recibió la noticia de Santa
Fe con gran entusiasmo. Uno de los más entusiastas era Agustín
Gutiérrez y Moreno, un nativo de Santa Fe que había llegado a
la ciudad apenas dos años atrás para trabajar como abogado.
Sin embargo, rápidamente se vio inmerso en el comercio de la
ciudad. El 5 de agosto de 1810 escribía a su hermano, en Santa Fe,
acerca de una propuesta para ampliar el Cabildo de Santa Marta,
de tal manera que consistiera de doce regidores en vez de cinco.
El objetivo era formar un partido contra el gobernador que no le
gustaba a casi nadie debido a su celo en imponer las leyes contra
el contrabando. El gobernador era, según Gutiérrez y Moreno,
“… tan déspota y engreído, es preciso le suceda lo mismo que a
Montes…”. También describía la entusiasta atmósfera del mo-
mento en la ciudad. Él mismo, contaba Gutiérrez Moreno, había
sido llamado a casa del coronel José Francisco Munive y Mozo,
comandante de las milicias en Santa Marta, a leer una serie de
textos disidentes junto con 13 personas cuyos nombres infortu-
184 ■ steinar saether

nadamente no conocemos3. La sesión duró hasta media noche y,


según el relato, los acontecimientos políticos eran el único tema
de conversación en aquellos días.
Todo era “criollismo y ardor”4. Exceptuando a tres de los
regidores del Cabildo que apoyaban al gobernador, Gutiérrez y
Moreno sostenía que prácticamente todo el mundo en la ciudad
aborrecía al gobernador y daba su soporte al establecimiento de
una Junta siguiendo el ejemplo de Santa Fe y Cartagena. Se to-
maron acciones contra el gobernador finalmente el 10 de agosto
del mismo año. El Cabildo se reunió después de que la “parte más
importante” del vecindario se agrupara en la casa del gobernador y
pidiera la conformación de “… una Junta Provincial de Gobierno
que velase sobre la seguridad del Pueblo, y en quien éste pudiese
depositar su confianza…”5.
A la par que Gutiérrez y Moreno pintaba una escena de ge-
neral entusiasmo criollo y resistencia contra el gobernador, otros
testigos expresaban que sólo un puñado de vecinos prominentes
quería alterar el sistema de gobierno en Santa Marta aquel agos-
to de 18106. Pocos meses después José María Martínez Aparicio,
el administrador del monopolio del aguardiente y del servicio
postal, alegaba en un reporte escrito al Consejo de Regencia en
Sevilla que sólo eran el teniente de gobernador Antonio Viana y
3
Los textos leídos eran, entre otros, uno de Nariño al Cabildo de Cartagena,
uno de Sotomayor, el cura de Mompox, otro de Salazar y Piñeres, y el llamado
de Herrera a establecer una Junta en Santa Fe.
4
“Carta de Agustín Gutiérrez y Moreno a su hermano José Gregorio. Santa
Marta, 5 de agosto de 1810”, citada por GUTIÉRREZ PONCE, Ignacio. Vida
de don Ignacio Gutiérrez Vergara y episodios históricos de su tiempo (1806-1877).
Londres: Bradbury, Agnew & Co., 1900, pp. 73-74.
5
“Acta de instalación de la Junta Provincial de Gobierno, 10 de agosto de 1810.
Apéndice de una carta de José María Martínez de Aparicio al rey, 25 de noviembre
de 1810”. Archivo General de Indias (en adelante AGI), Santa Fe, 746.
6
“Carta de Agustín Gutiérrez y Moreno a su hermano José Gregorio. Santa
Marta, 15 de agosto de 1810”, citada por GUTIÉRREZ PONCE, óp. cit., pp. 74-75.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 185

unos pocos amigos suyos los que pretendían crear una Junta. La
población en general supuestamente detestaba esas innovaciones7.
Explicaba que en el afligido estado en que se encontraba la Nueva
Granada después de los sucesos en Santa Fe

… lograron algunos Sujetos codiciosos y adictos a los pensa-


mientos de la Capital [Santa Fe], mover los ánimos de unos cortos
vecinos de esta Ciudad que el 10 de Agosto pasado pidieron la
instalación de una Junta Superior Gubernativa…

Estos pocos hombres, continúa Martínez Aparicio, habrían


conseguido reunir un tumulto que participó en la elección de
vocales para la nueva Junta. En opinión de Martínez Aparicio,
no obstante, la vasta mayoría de la población no favorecía nin-
guna de esas novedades. Mas “… revestidos de su acostumbrada
moderación, y con la bella índole, y Cristianos pensamientos
que adornan a todos los habitantes (incapaces de haber pensado
en semejante solicitud)…” la gente eligió los vocales. Aclaraba
que tanto él como su hijo se encontraban entre los 17 elegidos
para esta Junta y a pesar de que consideraban que la elección
estaba basada en “principios tan odiosos”, por reflexión habían
concluido que su presencia allí podría servir de defensa contra el
“horrible fuego de la independencia y despotismo de la Capital”.
Martínez Aparicio advertía que los sujetos más peligrosos eran
José Francisco de Munive y Mozo y Antonio Viana, el teniente
de gobernador. La plebe, por otro lado, era “… amable, que in-
cesantemente aclama por que conserve la Obediencia a dho Vro
Real Consejo de Regencia…”8.
7
Ver la carta de José María Martínez de Aparicio, 25 de noviembre de 1810
en AGI, Santa Fe, 746.
8
“Carta de José María Martínez de Aparicio al Rey, 25 de noviembre de 1810”.
AGI, Santa Fe, 746.
186 ■ steinar saether

Las dos descripciones estaban, sin lugar a dudas, influidas


por las fuertes creencias políticas de sus autores. Si la población
de Santa Marta hubiera sido la mitad de entusiasta que sostenía
Gutiérrez y Moreno en su carta, las acciones por las que optó
el Cabildo y la Junta creada el 10 de agosto de 1810 habrían sido
muchísimo más radicales. Sin embargo, es difícil creer la afirma-
ción de Martínez de Aparicio de que un puñado de amigos podía
forzar al gobernador y a la población a conformar una Junta si
la hostilidad frente a las innovaciones fuera tan general como
argumentaba. Es más probable que la actitud prevaleciente en la
mayoría de la gente en Santa Marta era la de la incertidumbre.
Mientras muchos podrían haber estado a favor de un nuevo
régimen político, más acorde con los intereses locales, aconteci-
mientos posteriores muestran que la gente en Santa Marta trató,
en cuanto fue posible, encontrar un punto intermedio entre la
actitud abiertamente rebelde de la Junta en Santa Fe y el conser-
vatismo absolutista de los oficiales reales de la península.
Además de José Martínez de Aparicio y su hijo Manuel
María, se eligieron 15 miembros más aquel 10 de agosto para
que asumieran un puesto en la Junta Provincial de Santa Marta.
El resultado de esta elección popular reviste particular interés.
Debido a que contemporáneos como Martínez de Aparicio y
Gutiérrez y Moreno afirmaban que había sido una elección libre
y justa que reflejaba la voluntad general de los habitantes de la
ciudad, proporciona una indicación rara de la opinión popular del
momento. Una de las características resaltables del resultado de
aquella elección consiste en que todos los miembros electos eran
oficiales reales, o clérigos de alto rango o bien miembros promi-
nentes de la nobleza samaria. Ello indica, en primer lugar, que los
comunes de la ciudad sentían que era natural que los habitantes
pertenecientes a las posiciones más altas debieran representar la
ciudad y la provincia. Pese a haber sido elegida por el pueblo no
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 187

contenía ninguno de los del común. Segundo, el pueblo eligió


tanto representantes que estaban contra la formación de una Junta
como otros que eran entusiastas de ésta, lo que confirma en ese
documento la apreciación de que la población de Santa Marta no
era ni particularmente radical ni abrumadoramente reaccionaria.
De los diez y siete miembros, seis eran oficiales reales de alto
rango y dos clérigos. Los nueve restantes eran miembros promi-
nentes de la nobleza local, algunos de ellos, oficiales de alto rango
de la milicia. Miembros de la familia Díaz Granados conformaban
una parte considerable de la Junta. Aparte del archidiácono de
68 años, Pedro Gabriel Díaz Granados, cuatro de sus sobrinos
también habían sido elegidos. José Francisco Munive y Mozo,
coronel y comandante de las milicias de la ciudad, estaba empa-
rentado con la familia por ser suegro de Francisco Xavier Díaz
Granados. Manuel María Dávila estaba casado con una sobrina
de José Francisco Munive, y Basilo García, el tesorero retirado, era
cuñado de Munive. Los dos de Zúñiga de la Junta también forma-
ban parte de la elite samaria y estaban igualmente emparentados
con la familia Díaz Granados, aunque con vínculos más lejanos9.
La “nobleza” local, que constituía la mayoría en la Junta de
Santa Marta, estaba conectada por sangre y amistad con los “no-
bles” que habían conformado la Junta Suprema de Cartagena y
que dirigieron la ciudad después de la destitución del gobernador
Montes, en junio de 1810.
Antonio Narváez y de la Torre, que para este entonces iba
envejeciendo como oficial militar de Cartagena (había nacido en
1733), quien además había sido uno de los dos cabildantes para
controlar a Montes antes de su destitución, y que también había
ostentado el cargo de gobernador de Santa Marta entre 1778 y

9
Información sobre las fuentes de datos biográficos y genealógicos ver el
capítulo ii y los Cuadros núms. 2, 3, 4, 5 y 7.
188 ■ steinar saether

1785, tenía igualmente lazos familiares con toda la familia Díaz


Granados, tanto por descendencia como por matrimonio. De la
generación más joven de nobles que participaron en la formación
de la Junta en Cartagena, José de Fernández de la Madrid y Castro
era hijo de la nuera de Antonio de Narváez. Era uno de los editores
del primer periódico de Cartagena, el Argos Americano, miembro
de la Junta y más tarde presidente de las Provincias Unidas de la
Nueva Granada (1812-1816). Su madre, Gabriela Fernández de
Castro, era hija del peninsular José Manuel Fernández de Castro,
que había sido vecino y miembro de los cabildos de Santa Marta
y Valledupar, y de Catalina Pérez Ruiz Calderón, hija de María
Francisca Díaz Granados y el arriba mencionado gobernador
interino de Santa Marta. José Fernández de la Madrid y Castro
había estudiado en el Colegio Mayor del Rosario en Santa Fe,
de 1805 en adelante, junto con sus parientes lejanos Esteban,
Pascual Venancio y Francisco Xavier Díaz Granados, todos ellos
miembros de la Junta de Santa Marta. Uno de sus familiares, le-
vemente mayor, Miguel Díaz Granados, nativo de Santa Marta,
que proporcionó gran parte del raciocinio intelectual detrás de
la elaboración de la Junta de Cartagena, había sido vicerrector
del Colegio Mayor del Rosario entre 1794 y 1799.
El abogado José María García de Toledo, una de las más so-
bresalientes figuras de Cartagena en 1810, también estaba empa-
rentado con los Díaz Granados y los Munive y Mozo por ser hijo
de María Isabel de Madariaga y nieto de Andrés de Madariaga,
conde de Pestagua. De tal suerte que era sobrino de la esposa de
José Francisco Munive y Mozo10.

10
MÚNERA, óp. cit., p. 160. Múnera afirma que García de Toledo había
estudiado en el Colegio Mayor del Rosario; igual dice SOURDÍS, Adelaida.
“Ruptura del Estado colonial y tránsito hacia la república”. En: MEISEL ROCA,
Adolfo (ed.). Historia económica y social del Caribe colombiano. Bogotá: Uni-
norte, Ecoe, 1994, p. 168. Pero no aparece en la lista de estudiantes publicados
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 189

Las fuertes conexiones entre los líderes aristocráticos y


moderados de Cartagena y los miembros de la Junta de Santa
Marta no se daban por coincidencia. Para los coetáneos era
evidente que la Junta de Cartagena constituía un modelo para
los nobles de Santa Marta. En el acta del 10 de agosto, cuando
la Junta de Santa Marta fue fundada, se establecía que la Junta
debería operar en “… los mismos términos propuestos, por el
citado Ilustre Ayuntamiento de Cartagena por parecer los más
conformes a la Seguridad del Pueblo…”11. Por otro lado, en la
carta de Gutiérrez y Moreno del día 5 de ese mismo agosto, es-
cribía que la Junta sería conformada y que “… se plantarán los
dos zarcillos al Gobernador, como lo hicieron en Cartagena…”12.
En agosto de ese año, y los meses siguientes, las juntas de Santa
Marta y Cartagena siguieron caminos paralelos. Las familias
aristocráticas de las dos urbes procuraban establecer juntas y
limitar el poder de los gobernadores y mediante ello controlar
sus respectivas ciudades y provincias. Ambas apoyaban el Con-
sejo de Regencia en España y no seguían los pasos tomados por
la Junta de Santa Fe.
Una de las primeras preguntas serias que tenía que resolver la
nueva Junta era si Santa Marta debería continuar en obediencia
al Consejo de Regencia (como Cartagena) o si la ciudad debería
seguir a Santa Fe y romper con España. El antiguo Cabildo había
jurado en junio de 1810 lealtad a la Regencia, pero eso había sido
antes de que se creara la Junta de Santa Fe.
por GUILLÉN DE IRIARTE, María Clara. Nobleza e hidalguía en el Nuevo
Reino de Granada. Bogotá: Ediciones Rosaristas, Colegio Mayor ne Nuestra
Señora del Rosario, 1994, 2 t.
11
“Acta de instalación de la Junta Provincial de Gobierno, 10 de agosto de
1810. Apéndice de una carta de José María Martínez de Aparicio al rey, 25 de
noviembre de 1810”, cit.
12
“Carta de Agustín Gutiérrez y Moreno a su hermano José Gregorio, Santa
Marta, 5 de agosto de 1810”. En: GUTIÉRREZ PONCE, óp. cit., pp. 73-74.
190 ■ steinar saether

Los sucesos en la capital del Virreinato pusieron a Santa Marta


en un dilema. Si optaban por reconocer la Regencia, fácilmente
podían crearse problemas con el interior del Virreinato, donde
muchas otras juntas habían seguido el ejemplo de la ciudad capi-
tal. Por otro lado, si decidían descontinuar su apoyo a la Regencia,
Santa Marta podría desbaratar las importantes relaciones con
la mayoría de sus vecinos y contrapartes comerciales en el área
caribe. Inicialmente, la Junta procuró evadir de plano la cuestión.
En consecuencia, el juramento que tenían que prestar los vocales
de la Junta no mencionaba en absoluto la Regencia13. Más pronto
se vería forzada a tomar partido. En la noche del 14 de agosto la
Junta recibió una invitación de la Junta Suprema de Santa Fe con
el fin de elegir un representante para la Junta Suprema Central que
quería formar la Junta de Santa Fe para que hiciera las veces de un
cuerpo de gobierno para todo el Virreinato. Este asunto revestía tal
gravedad que la Junta decidió posponer la discusión para otro día
y, entre tanto, se respondió simplemente a Santa Fe que se había
recibido la invitación y que se discutiría el tópico en una próxima
ocasión14. El tema fue objeto de discusión sólo dos días después. El
acta declaraba que se expusieron diversas opiniones y, acto segui-
do, los vocales acordaron que debería escogerse un diputado para
representar toda la provincia de Santa Marta en la Junta Central en
Santa Fe (o cualquier otra ciudad que se eligiese para acoger dicha
corporación), igualmente se expresaba allí que la legitimidad de la
Regencia sería tema de discusión en la “Junta Suprema del Reyno”15.
Con el fin de elegir el diputado provincial, la Junta de Santa Marta
consideró necesario consultar otros cabildos en la provincia. De
esta manera, esta Junta Provincial logró dilatar el asunto.
13
“Acta de instalación de la Junta Provincial de Gobierno de Santa Marta, 10
de agosto de 1810”, cit.
14
“Acta de 14 de agosto de 1810”, ibíd.
15
“5.ª Acta de la Junta Provincial, 16 de agosto de 1810”, ibíd.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 191

Ésa, igualmente, era la actitud en su carta a la Junta de Santa


Fe. Con fecha del 25 de agosto de 1810 y firmada por el presidente,
el vicepresidente, el vocal nato y el secretario, la carta manifes-
taba que la Junta había dedicado toda una sesión a discutir “…
independencia o sujeción al Consejo de Regencia…” y que sus
miembros habían estado de acuerdo en “… los inconvenientes
que se tocaban en la elección de ambos extremos”. Muchos puntos
que se consideraban de importancia se señalaron con el fin de
hacer comprender a la Junta de Santa Fe la difícil posición de la
Junta de Santa Marta: el juramento prestado a la Regencia por el
antiguo Cabildo, la amenaza de una invasión extranjera y el peli-
gro de una guerra civil si otras provincias del Virreinato llegaban
a conclusiones diferentes a aquéllas de Santa Marta.
Por tanto, la Junta concluía que “… un asunto tan interesante,
y trascendental a todo el Reyno no debe decidirse por cada una de
estas Provincias…”16. En otras palabras, Santa Marta obedecería la
decisión que tomara la Junta Central si esta última representaba
las provincias del Virreinato, pero no aceptaría la declaración
unilateral de independencia del Consejo de Regencia por parte
de Santa Fe.
Pero las dos juntas de Santa Marta y Cartagena enfrentarían,
finalmente, severos problemas con otros grupos en sus respectivas
ciudades y provincias.
En ambos lugares los comunes parecían perseguir sus propias
metas políticas que no correspondían necesariamente con aqué-
llas de las elites locales. Es más, se tornaba cada vez más evidente el
que los comunes no querían a la larga aceptar incondicionalmente
el liderazgo aristocrático de las elites urbanas locales. Y dado que
la crisis política había retirado parcialmente la autoridad política

16
Copia de una carta de la Junta Provincial de Santa Marta del 25 de agosto
de 1810, ibíd.
192 ■ steinar saether

y debilitado las estructuras jerárquicas tradicionales, la “voluntad


del pueblo” se convirtió en uno de los temas centrales del conflicto.
El “pueblo” empezó a jugar un rol cada vez más importante
en Santa Marta. La Junta debía su existencia a estas personas cu-
yos intereses supuestamente tenían que representar. Pero la Junta
desplegó una visión bastante ambigua frente a los comunes de la
ciudad y la provincia.
Por un lado, la Junta parecía ansiosa por conocer la opinión
de las masas y hacer su voluntad. Por el otro, cierto miedo a
las masas prevalece en las actas de 1810. La discusión sobre la
formación de la junta del año siguiente refleja dicha actitud am-
bivalente. Los vocales sabían que los comunes seguían muy de
cerca los eventos políticos y procuraban, tanto informarles sobre
los procedimientos en la Junta, como escuchar su opinión sobre
asuntos relevantes.
Bandos públicos se hicieron colgar en toda la ciudad y se
enviaron a otros lugares de la provincia para informar a los ha-
bitantes acerca de los últimos acontecimientos. El 20 de octubre
la Junta decidió, igualmente, nombrar en cada calle de la ciudad
uno o más sujetos a quienes pudieran acudir los samarios para ser
informados acerca de los procedimientos en esa corporación, para
hacer respetar sus derechos o simplemente para hacer peticiones
de lo que “… estimaren Justo y necesario…”. Estos representantes
debían, entonces, informar al vicepresidente acerca de cualquier
pregunta o petición para discutirse en la Junta. Esto se hacía “…
para evitar de este modo, la reunión del Pueblo, muchas veces
engañadas con falsas noticias, y los perjuicios que resultan a la
pública tranquilidad…”17.
Mas los comunes no renunciaban a congregarse. Sólo dos
días después el gobernador Salcedo informaba a la Junta que en

17
“Acta de la Junta de Santa Marta, 20 de octubre de 1810”, ibíd.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 193

las noches del 21 y 22 de octubre “… varios vecinos de los par-


dos…” se habían encontrado en frente a su casa. Aunque Pedro
Gabriel Díaz Granados había conseguido que se dispersaran la
primera noche, continuaba el relato, el gobernador consideraba
de alta conveniencia el crear patrullas para que rondaran la ciu-
dad. El propio gobernador había participado, según explicaba, y
habían topado un grupo que le habría dicho a él, en presencia
de José Martínez de Aparicio, que la gente quería que la Junta
hiciera público su reconocimiento de obediencia al Consejo de
Regencia18. De acuerdo con la historia contada por el gobernador,
no se presentó ni violencia ni amenazas en el hecho. La gente
simplemente hacía saber su opinión congregándose en la ciudad
por la noche. Esto, por supuesto, puede haber sido igualmente un
incidente inventado por el gobernador en colaboración con Mar-
tínez de Aparicio para presionar a la Junta a reconocer el Consejo
de Regencia. Pero en todo caso el hecho de que el gobernador y
el vocal utilizaran al pueblo como instrumento para convencer
o forzar a los vocales a aceptar la Regencia es una muestra de la
actitud ambivalente de las elites frente a los del común. La Junta
tenía que representar la voluntad del pueblo, pero temía igual-
mente su potencial de generar violencia y disturbios. Luego de
escuchar el relato del gobernador, la Junta estuvo de acuerdo en
la necesidad de hacer público su soporte a la Regencia. Para ello
deberían estar reunidas las tropas y se organizaría una ceremo-
nia en la cual los juramentos de lealtad serían pronunciados por
todos los miembros de la Junta. También se colgarían bandos en
la ciudad con el mismo fin.
La confirmación del reconocimiento de la Junta del Consejo
de Regencia constituyó un profundo revés para aquéllos que
habían sido firmes defensores de las acciones tomadas por Santa

18
“22.ª acta de la Junta de Santa Marta, 22 de octubre de 1810”, ibíd.
194 ■ steinar saether

Fe: el teniente de gobernador Antonio Viana y el abogado y co-


merciante Gutiérrez y Moreno. Antonio Viana no estuvo presente
cuando los miembros de la Junta juraron lealtad al Consejo de
Regencia. Corrieron rumores que Viana no apoyaba la Regencia
por lo que fue citado e interrogado por el gobernador:

Jura a Dios nuestro Señor vajo de los Santos Evangelios sobre


que tiene puestas las manos, de reconocer al Supremo Consejo
de Regencia, adherirse a las disposiciones de esta Junta, no verter
expresión que dé motivo al Pueblo a sospechar, ni de indisposición
con Santafé, Cartagena, Antioquia y demás Provincias? Contexto:
Sí Juro. Y el Señor Presidente le dijo; Si así fuere, Dios le ayude, y
si no se lo demande; á que volvió á contestar el Señor Vocal Dr D.
Antonio Viana. Amén: añadiendo que sus intenciones nunca fueron
de variar el Sistema de Gobierno que llevase esta Plaza, como no se
ha separado, como lo acredita toda la actuación que se ha llevado19.

Pese a su juramento, Antonio Viana no volvió a participar en


la Junta. El 27 de octubre siguiente solicitó permiso, y lo obtuvo,
para viajar a Gaira con el objeto de recobrar su salud20. Nunca
regresó. Agustín Gutiérrez y Moreno continuó viviendo en Santa
Marta hasta marzo o abril de 1811, pero sus cartas a su hermano
en Santa Fe dejaron de ser todo lo entusiastas que habían sido
aquel agosto.
La Junta Provincial de Santa Marta se vio así forzada a ali-
nearse con el Consejo de Regencia. Esto, obviamente, hizo más
difíciles las relaciones con Santa Fe. Cuando la Junta de Santa
Marta recibió un reporte de Santa Fe fechado el 29 de septiembre
de 1810 sobre la revolución que se había dado allí, la Junta decidió

19
Ibíd.
20
“25.ª acta de la Junta de Santa Marta, 27 de octubre de 1810”, ibíd.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 195

responder simplemente que se mantenía en su obediencia frente a


la Regencia21. Si hemos de creer a las fuentes primarias de la época,
la ruptura de relaciones entre Santa Fe y Santa Marta no era algo
que las autoridades ni las gentes de Santa Marta desearan. No
parece ser el caso que esta última utilizara las acciones de Santa
Fe como una excusa para desligarse. Más bien, los vocales de la
Junta pensaban que dada la situación geográfica de su ciudad y
provincia era más riesgoso estar en contra de la Regencia puesto
que todas las mayores guarniciones del Caribe español la apoyaban.
La armonía y unidad regionales de la costa Caribe sufrieron
una sacudida fundamental como consecuencia de los aconteci-
mientos en la ciudad de Cartagena. La radicalización de la política
en Cartagena, entre noviembre de 1810 y noviembre de 1811, tenía
implicaciones graves para Santa Marta y gradualmente se vio que
las sendas escogidas por las dos ciudades se bifurcaban.
Mientras que la política se fue tornando más polarizada en
Cartagena, en Santa Marta el gobernador Salcedo y los otros
oficiales reales consiguieron limitar el poder y la influencia de la
nobleza local. Se crearon compañías milicianas adicionales para
minimizar el poder militar del coronel José Francisco Munive y
Mozo y sus hombres. Se establecieron cuatro compañías nuevas a
finales de octubre de 1810 bajo el mando de José María Martínez
de Aparicio. Los oficiales elegidos para comandar estas compañías
eran o bien españoles de la Península, como Manuel Faustino
de Mier y Vicente Pujals, o criollos que se creía más dignos de
confianza que Munive y Mozo, como José Álvaro Ujueta, Pascual
Venancio Díaz Granados y Manuel Zúñiga22. Además se reforzó
el apoyo a la Regencia en Santa Marta, desde noviembre de 1810
con la llegada de peninsulares y oficiales de Cartagena que habían

21
“4.ª acta de la Junta de Santa Marta, 24 de octubre de 1810”, ibíd.
22
“22.ª acta de la Junta de Santa Marta (22 de octubre de 1810)”, ibíd.
196 ■ steinar saether

sido expulsados o habían optado por abandonar la ciudad cuan-


do su Junta se rehusó a recibir a Francisco Dávila, el gobernador
nombrado por el Consejo de Regencia23. Luego, en diciembre de
ese mismo año, las elecciones para la Junta de Santa Marta de 1811
le dieron al gobernador Martínez de Aparicio la oportunidad de
voltear la balanza de la institución utilizando el apoyo popular24.
Se ha alegado que la creación de una nueva Junta fue el re-
sultado de un golpe organizado por oficiales reales tiránicos de la
península que deseaban reversar la postura radical adoptada por
la primera Junta formada en agosto25. En realidad lo que ocurrió
fue menos dramático. La elección desembocó en una Junta que
estaba menos dominada por la familia Díaz Granados y el resto de
la nobleza local. No obstante, se sobrelapaban considerablemente
las Juntas de 1810 y la de 1811. José María Martínez de Aparicio,
Rafael de Zúñiga, Pedro Rodríguez y José Ignacio Díaz Granados
fueron reelegidos y los nuevos vocales eran el teniente coronel
Francisco Pérez Dávila, sargento mayor y segundo al mando de
las milicias de Santa Marta, y José Gregorio de la Bastida, chantre
de la Catedral de Santa Marta. De estos seis, Martínez de Aparicio
y Pérez Dávila eran los únicos peninsulares y ambos trabajaban
y residían desde hacía varias décadas en Santa Marta y estaban
establecidos allí con sus familias.
Pero con todo, la situación de las familias nobles de Santa
Marta era cada vez más incierta y confusa. Su cauteloso apoyo
al Consejo de Regencia se mostraba imposible de mantener.

23
MÚNERA, óp. cit., p. 181.
24
El acta del 22 de diciembre de 1810 de la Junta se encuentra en AGI, Cuba,
1713 y fue publicada en CORRALES, Manuel Ezequiel (ed.). Documentos para
la historia de la Provincia de Cartagena de Indias, hoy Estado Soberano de Bolívar
en la Unión Colombiana. Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas, 1883, vol. i.
25
Ver, por ejemplo, de AMARÍS MAYA, Rafael. “Santa Marta en la emanci-
pación neogranadina. La leyenda del realismo samario”. 1976.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 197

Sus parientes nobles en Cartagena estaban perdiendo el control


de la situación política allá, en la medida en que los sectores
populares cartageneros eran ganados para la causa de la inde-
pendencia. En Santa Marta, por otro lado, los comunes habían
mostrado considerable escepticismo frente a las pretensiones
políticas de la nobleza local y los oficiales reales habían triunfado
al construir una base de soporte popular. La euforia expresada
por los miembros de la elite samaria en agosto de 1810 había
sido, de esta manera, prontamente reemplazada por una cierta
indiferencia y ambigüedad política por parte de los nobles de
Santa Marta.
Durante 1811 las relaciones entre los diferentes cabildos del
Virreinato de Nueva Granada se fueron haciendo cada vez más
tensas. Cuando Santa Fe invitó a Santa Marta a enviar delegados
al Congreso que sesionaba en la capital en marzo de 1811, la Junta
de Santa Marta se negó a asistir. Pero la preocupación más in-
mediata de Santa Marta consistía en sus relaciones con la vecina
Cartagena. Para ambas ciudades el comercio con el interior del
Virreinato era de vital importancia y el 28 de febrero de 1811 el
nuevo presidente de la Junta de Cartagena, José María del Real,
informó a su contraparte de Santa Marta que Cartagena había
establecido un impuesto a las ventas del 12% para todos los
bienes importados de la provincia de Santa Marta26. La Junta de
esta ciudad reaccionó naturalmente con bastante vehemencia y
pidió a los cartageneros revocar las nuevas regulaciones27. En vez
de atender a la petición, la Junta de Cartagena solicitó que Santa
Marta enviara un delegado al congreso que se realizaría en Santa
Fe y amenazó con romper todas las relaciones comerciales con
ellos en caso de que se abstuviesen de hacerlo28. La Junta de Santa
26
CORRALES, óp. cit., p. 240.
27
Ibíd., pp. 240-241.
28
Ibíd., pp. 242-243.
198 ■ steinar saether

Marta se mantuvo opuesta al Congreso argumentando que par-


ticipar en él era contrario a su adhesión al Consejo de Regencia.
Tanto para Cartagena como para Santa Marta el acceso y con-
trol del río Magdalena era de primordial importancia. Adicional-
mente a la influencia de los comerciantes de Mompox y Cartagena
había un conflicto entre los diversos pueblos en las riberas del
Magdalena por privilegios y derechos. La petición de estatus de
ciudad, el derecho a formar cabildos y tener funcionarios reales
nombrados para sus pueblos hacían frecuentes los conflictos
locales. La crisis política del imperio los intensificó cuando la
autoridad real fue disuelta y los pueblos pudieron apropiarse de
la oportunidad de presionar por sus peticiones de competencias.
Un ejemplo de dicha competencia lo constituye el conflicto
surgido en 1810 entre Tamalameque y Chiriguaná. El 14 de febrero
de ese año la Junta de Santa Marta recibió un reporte del cabildo
de Tamalameque en el cual se quejaban de los sucesos ocurridos
en Chiriguaná, una de sus villas subordinadas. Allí el alcalde, Juan
Josef Royeno, había sido depuesto por los habitantes supuesta-
mente ayudados por el cura párroco, Luis Josef Peynado29. Los
alcaldes de las villas subordinadas eran nombrados por el cabildo
de la ciudad más cercana, y el Cabildo de Tamalameque se quejaba
de que el alcalde había sido depuesto ilegalmente. Los habitantes
de Chiriguaná, por su lado, protestaban porque el Cabildo hacía
tiempo había procedido de manera ilegal al seleccionar el alcalde.
Los alcaldes recientes, alegaban sus habitantes, habían sido ele-
gidos todos de acuerdo con “complacencia y satisfacción de un
vecino pudiente” de Mompox, Domingo López Bordel. Cuando
los residentes se quejaban por el alcalde o de López Bordel ante el
Cabildo de Tamalameque, el organismo invariablemente favorecía

29
“32.ª acta de la Junta de Santa Marta, 14 de noviembre de 1810”. AGI, Santa
Fe, 746.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 199

a este último. Chiriguaná, por tanto, levantaba la petición a la


Junta de que se le transfiriera a la jurisdicción del Cabildo de
Santa Marta. Los vocales samarios sentían que dicha transferencia
era precipitada. En lugar de eso decidieron enviar a José María
Martínez de Aparicio como delegado a Chiriguaná con poderes
de amplio rango para investigar acerca de la naturaleza de los
desórdenes y juzgar sobre el caso. Al mismo tiempo, Martínez de
Aparicio debería visitar otros pueblos y villas a lo largo del río
Magdalena, como Guaimaro y Tenerife, en los que se rumoraba
que algunos habitantes habían tratado de sacar a Tenerife de la
jurisdicción de la provincia de Santa Marta.
En este suceso, la misión de Martínez de Aparicio fracasó en
los propósitos perseguidos por la Junta. La inestable situación
política a todo lo largo del río Magdalena llevó pronto a que el
conflicto ya latente entre Cartagena y Santa Marta se hiciera más
transparente. Cuando Thomás de Acosta reemplazó a Víctor Salce-
do como gobernador de Santa Marta en mayo de 1811 reportó que
Cartagena declararía su independencia de España y que creía que
Santa Marta seguiría el mismo camino. “La adhesión a Cartagena”,
pensaba Acosta, “la nutre y fomenta la vecindad de estas dos Pro-
vincias; la inevitable comunicación de ellas, por mar, tierra y ríos;
las conexiones de sangre entre las primeras familias de una y otra
parte; las relaciones de interés que por aquéllas y por el comercio
se mantienen…”30. En la opinión de Acosta, Cartagena siempre
sería un modelo para seguir por Santa Marta. De hecho ocurrió
todo lo contrario. Después de mayo de 1811 las relaciones entre las
dos ciudades se deterioraron y pasaron a una hostilidad abierta.
Agustín Gutiérrez de Moreno, el antiguo secretario de la Junta
de Santa Marta, jugó un papel central en la escalación del conflicto

30
“Carta de Thomas de Acosta al virrey electo del Nuevo Reino de Granada,
23 de julio 1811”. En: CORRALES, óp. cit., p. 338.
200 ■ steinar saether

con Cartagena. Originario de Santa Fe y siendo un defensor en-


tusiasta de la independencia, se fue descorazonando gracias a la
postura realista de la Junta. Entre abril y junio de 1811 abandonó
Santa Marta rumbo a Barranquilla o Cartagena.
En el camino se detuvo en alguno de los pueblos más peque-
ños al lado oriental del río Magdalena y se vio involucrado en el
borrador de una carta de queja contra la Junta de Santa Marta en
nombre de los habitantes de Sitio Nuevo, Remolino y Guaimaro31.
Pese a que la carta estaba firmada por varios habitantes de los tres
pueblos, era antes que nada un manifiesto de las ideas legales y
políticas de Gutiérrez y Moreno. En la misiva se atacaba el sistema
de gobierno adoptado por Santa Marta, el carácter despótico del
gobernador y la falta de medios y educación de algunos miembros
peninsulares del Cabildo a la vez que no mencionaba casi nada de
las condiciones de los tres pueblos. Con esta carta, Agustín Gutié-
rrez y Moreno continuó su viaje a Cartagena y presentó la queja
a la Junta allí32. La carta había sido firmada el 30 de junio de ese
1811 y el siguiente 11 de julio la Junta de Cartagena, en nombre de
Fernando VII, ordenó que Santa Marta conformara un gobierno
similar al de ellos y enviara un delegado al Congreso en Santa Fe.
En ese intervalo de tiempo la Junta decidió que los tres pueblos
de Remolino, Sitio Nuevo y Guaimaro deberían ponerse bajo la
protección de la provincia de Cartagena33.
En julio la Junta cartagenera movilizó las tropas que habían
subyugado a Mompox y a Guaimaro, creándose entonces la llamada
31
La carta misma fue publicada por CORRALES, óp. cit., pp. 258-273. En
una carta a su hermano, Agustín Gutiérrez y Moreno explica algunas de las
circunstancias que lo llevaron a involucrarse en este asunto; parte de ésta se
encuentra citada en GUTIÉRREZ PONCE, óp. cit., pp. 77-78.
32
GUTIÉRREZ PONCE, óp. cit., pp. 77-78.
33
“Carta de Joséf María García de Toledo, presidente de la Junta de Cartagena,
al presidente y los vocales de la Junta de Santa Marta, Cartagena, 8 de julio de
1811”. En: CORRALES, óp. cit., p. 258.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 201

Confederación del Magdalena con un tribunal en Guaimaro para


poner los pueblos a lo largo del río Magdalena bajo su autoridad.
El Cabildo de Santa Marta, que había sido reconformado y
reemplazaba la Junta el 26 de junio de 1811, reaccionó con furia a
esta “invasión” a su jurisdicción y decidió enviar a Pablo Oligós,
un comerciante peninsular bastante pudiente y capitán de las
milicias de Santa Marta, a Guaimaro con un escribano y una tropa
de cuarenta hombres34. Oligós reportó que una nave cargada con
armamento y dos barcas menores bajo el mando de Matías de
Aldao habían invadido Guaimaro con la ayuda de algunos hom-
bres armados y que estaban comandados por Bernardo Bravo, un
teniente de milicias. De acuerdo con Oligós, estas tropas de Car-
tagena no contaban con el apoyo de la mayoría de los habitantes,
que en vez de apoyar a la Junta de Cartagena, muchos vecinos
habían huido, incluyendo al cura párroco. Cuando Oligós y sus
hombres fueron obligados a retirarse a una isla en el río, el Cabildo
de Santa Marta decidió reforzar su presencia militar en el área y se
envió al sargento mayor Pedro Domínguez para apoyar a Oligós
con otros 250 hombres35. Cuando las tropas samarias entraron
finalmente a Guaimaro el 30 de julio, las de Cartagena habían
huido y, según Domínguez, los habitantes habían regresado de
sus escondites gritando “¡Viva Fernando VII, el Gobierno de Santa
Marta, los leales vasallos y mueran los traidores!”36.
Este incidente, que inició la guerra entre las provincias de San-
ta Marta y Cartagena, era el típico conflicto de los que continuarían

34
Ver información sobre la disolución de la Junta de Santa Marta en CORRA-
LES, óp. cit., pp. 341-342. “Carta del Cabildo de Santa Marta, 7 de septiembre
de 1811”. AGI, Santa Fe, 1183. “Carta de Pablo Oligós al gobernador de Santa
Marta, Buenavista, 25 de julio de 1811”. En: CORRALES, óp. cit., pp. 277-279.
35
CORRALES, óp. cit., pp. 280-282.
36
“Carta de Pedro Domínguez al gobernador de Santa Marta. Guaimaro, 2
de agosto de 1811”, ibíd., pp. 285-288.
202 ■ steinar saether

hasta 1813. Pese a que con frecuencia cantidades importantes de


tropas estaban involucradas, se presentaba muy poca lucha. Ésta
era primero que todo una guerra de palabras y de opiniones más
que de violencia y muerte. Mientras que los oficiales de Santa
Marta creían con certeza que la población en general era realista,
los insurgentes de Cartagena buscaban convencer a la gente de
que su gobierno era más benevolente y justo que aquel de Santa
Marta. Los samarios indudablemente aprovecharon para estar
un tanto cómodos con el hecho de que Francisco Petrus (que se
nombró a sí mismo apoderado general notorio del vecindario de
Guaimaro) declarara de los habitantes de allí “… tan sumisa gente
no ha sido capaz de emprender la negativa de su madre Patria, la
del Gobierno legítimo de Santa Marta…” y además que todo se
debía sólo a que Agustín Gutiérrez y un puñado de seductores ha-
bían manipulado la situación forzando a la población, con tropas
y pistolas, a aceptar el gobierno de Cartagena37. Esto no obstaba
para que la Junta de Cartagena no renunciara tan fácilmente a
los pueblos ribereños. El 18 de agosto de 1811 hubo dos horas de
batalla entre las dos partes, pero sin heridos ni muertos de ningún
lado38. El 25 de agosto se acordó un cese al fuego y se iniciaron
negociaciones entre Pedro Rodríguez, el tesorero, y Miguel Díaz
Granados, como representantes de los gobiernos de Santa Marta
y Cartagena, respectivamente. Estas negociaciones resultaron in-
conclusas, Cartagena exigía de nuevo que se reformara el sistema
de gobierno de Santa Marta y que la provincia enviara un delegado
al Congreso en Santa Fe. La confrontación, pues, continuaba, sin
que se libraran verdaderos combates.
Esta contienda era en muchos aspectos una lucha por el
apoyo público. Aun cuando los dos gobiernos de Cartagena y
37
“Carta de Francisco Petrus, 31 de julio de 1811”, ibíd., pp. 288-289.
38
“Carta del Cabildo de Santa Marta, 7 de septiembre de 1811”. AGI, Santa
Fe, 1183.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 203

Santa Marta se presentaban a sí mismos como los guardianes


de la voluntad popular, seguían prevaleciendo la incertidumbre
y la duda entre los habitantes de la provincia de Santa Marta.
Cuando Acosta reportó al virrey (que ahora residía en Panamá)
sobre la situación de la provincia de Santa Marta los últimos
días de julio de 1811, repetía que su sensación inicial al llegar a
Santa Marta en mayo había sido que los habitantes se mantenían
leales a la corona. El gobernador informaba también que nadie
allí había declarado abiertamente su adhesión al gobierno de
Cartagena a pesar de que reconocía que existían “… algunos
espíritus inquietos, adictos al sistema de Gobierno de Cartage-
na…”, y hacía énfasis en que eran pocos, pero eran “… hijos del
país, condecorados y pudientes, que arrastran con ofrecimientos,
seducciones y dádivas la mayor parte del bajo pueblo”. Estos
individuos, denunciaba, eran antes que nada José Francisco Mu-
nive y Mozo (el coronel de las milicias), Pascual Díaz Granados,
Francisco Javier Díaz Granados y Venancio Díaz Granados39. Pese
a que el gobernador temía la influencia de estos hombres y sus
conexiones con las familias de ascendencia de otras ciudades de
la costa, pensaba que era posible defender la provincia y tener
influencia sobre las ideas de las gentes.
El conflicto entre las dos provincias continuó durante 1812. A
principios del año las fuerzas de Santa Marta consiguieron recon-
quistar algunos de los pueblos a lo largo del río Magdalena, incluido
Tenerife y otras poblaciones del lado occidental del río. Esto se lo-
gró en parte gracias a la intervención de los curas párrocos40. Para
abril de 1812 las tropas insurgentes habían abandonado Ocaña y el
gobernador reportaba que toda la provincia estaba de nuevo del
39
“Carta de Thomas de Acosta al virrey, 23 de julio de 1811”. En: CORRALES,
óp. cit., pp. 338-339.
40
“Carta del virrey Benito Pérez al gobernador Acosta, 22 de junio de 1812”,
ibíd., pp. 430-431.
204 ■ steinar saether

lado realista41. Los samarios recibieron más refuerzos militares en


mayo siguiente, cuando la fragata Andalucía arribó directamente
desde Cádiz con 300 soldados. A su regreso a España el capitán de
la nave declaró que toda la provincia de Santa Marta se mantenía
leal, aunque había escuchado rumores sobre la presencia allí de
unos pocos insurgentes. También manifestó que había todavía
contiendas entre los dos bandos a lo largo del río Magdalena, pero
que los samarios estaban ganando la mayoría de las batallas42.
La superioridad militar de los realistas no duró mucho. Con
la caída de la primera república venezolana en Caracas, en julio
de 1812, muchos de los oficiales españoles, franceses y venezolanos
que habían combatido allá buscaron refugio en la independiente
Cartagena. Entre ellos se encontraban Pierre Labatut (un coronel
de las guerras napoleónicas que había llegado a América con Mi-
randa), Mariano Montilla, Manuel Cortés Campomanes, Miguel
y Fernando Carabaño y Simón Bolívar43.
Con el arribo de estos soldados experimentados la naturaleza
de la guerra cambió de manera dramática. El combate relativa-
mente caballeresco fue reemplazado por un conflicto más brutal y
violento. Bolívar mismo, después de la derrota de la primera repú-
blica en Caracas, estaba convencido que los líderes de allí habían
mostrado demasiada tolerancia frente al enemigo y habían sido

41
Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Archivo Restrepo, rollo
5, fondo 1, vol. 14, fols. 46-53. “Carta de Acosta al virrey, 1.º de abril de 1812”.
AGN, Archivo Restrepo, rollo 5, fondo 1, vol. 14, fols. 59-60.
42
“Declaración de D. Domingo de Irun, capitán de la fragata (mercante)
Andalucía sobre lo acaecido en su viaje a Santa Marta. Cádiz, 10 de septiembre
de 1812”. AMB, pp. 49-87.
43
SOURDÍS, Adelaida. “Ruptura del Estado colonial y tránsito hacia la repú-
blica”. En: MEISEL ROCA, Adolfo (ed.). Historia económica y social del Caribe
colombiano. Bogotá: Uninorte, Ecoe, 1994, p. 172; LYNCH, John. The Spanish
American Revolutions, 1808-1826. 2.ª ed. New York: W.W. Norton & Company,
1986, pp. 200-202.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 205

muy reticentes a reclutar soldados44. Los emigrantes de Caracas


fueron puestos pronto bajo las órdenes del ejército republicano de
Cartagena y así se inició una nueva ofensiva contra la provincia
de Santa Marta. Se decidió que Labatut atacara la propia ciudad
de Santa Marta mientras Bolívar fuera a recuperar Guaimaro y
asegurar las comunicaciones con el interior, ganando los pueblos
a lo largo del río Magdalena.
Los realistas de Santa Marta perdieron rápidamente su domi-
nio sobre la provincia en los últimos meses de 1812. El gobernador
Acosta había caído enfermo en mayo de ese mismo año y había sido
reemplazado por José de Castillo, un oficial de milicia emigrado de
Cartagena. En noviembre de 1812 Labatut derrotó las fuerzas rea-
listas en Sitionuevo y Guaimaro. El 24 de diciembre de 1812 Bolívar
entró a Tenerife y prosiguió a Mompox, donde sus tropas habían
sido reforzadas. Entró luego a El Banco, Puerto Real y Tamalameque
antes de detenerse en Chiriguaná. Mientras tanto, Labatut seguía
avanzando hacia la ciudad de Santa Marta. El 1.º y 2 de enero de 1813,
entre 250 y 300 hombres de las tropas realistas, básicamente indios
tributantes del pueblo San Juan de Ciénaga, armados con arcos y
flechas, unas pocas pistolas y un par de cañones, esperaban listos
a defender el pueblo contra los barcos y las tropas de la provincia
de Cartagena45. Sin embargo, cuando los barcos rebeldes manio-
braron y lograron salir fuera del alcance de los cañones y tomaron
rumbo a la ciudad de Santa Marta, los oficiales reales trataron de
llegar a la ciudad por tierra. Al ver esto la mayoría de los indios
se negó a continuar y regresó a su propio pueblo, a la par que se
tomó a una pechera con mil pesos, dos cañones y dio muerte a
un cura, un par de soldados y algunos funcionarios que se habían
retrasado en unirse al resto de la tropa. Labatut cambió de rumbo
44
LYNCH, óp. cit., pp. 203-204.
45
Ver una descripción de la “batalla” en la “Carta de Juan Jiménez al virrey
Benito Pérez. Portobelo, 13 de enero de 1813. En: CORRALES, óp. cit., pp. 575-577.
206 ■ steinar saether

y regresó a Ciénaga para combatir contra los indios. Debido a la


amotinación, los realistas prefirieron no emprender la defensa del
pueblo y dieron más bien vuelta a Santa Marta.
El 6 de enero de 1813 Labatut entró a la ciudad de Santa
Marta sin encontrar absolutamente ninguna resistencia armada.
Casi todos los peninsulares habían huido46. Más de 400 personas
partieron al puerto de Portobelo. Ahí se encontraban algunas
de las familias que habían escapado de Cartagena a Santa Marta
después del 4 de febrero de 1811, como los dos inquisidores del
tribunal de Cartagena, varios clérigos de la provincia, incluyendo
al provisor y al anterior miembro de la Junta de Santa Marta,
Plácido Hernández, y el canónigo Miguel María de Yarza, mu-
chos oficiales y funcionarios de Santa Marta, como Thomás de
Acosta, el gobernador José de Castillo, José Navarro, Antonio
Rebustillo, Pedro Rodríguez, José Víctor de Salcedo y algunos
de los comerciantes peninsulares residentes en la ciudad como
Vicente Moré�47. Esta huída de los realistas involucró hogares
y familias completos, a veces tantos como 20 o 30 individuos,
puesto que la mayoría de los que escapaban no sólo llevaban a
su esposa e hijos, sino también a sus esclavos y agregados. La
escala del éxodo es difícil de medir con exactitud: las autoridades
en Portobelo reportaron al virrey que habían podido contar 451
emigrantes de Santa Marta, sin tener en cuenta varias familias
que habían partido con dirección a otros puertos como Cuba,
Jamaica y Riohacha48.

46
“Carta del cabildo de Riohacha al de Valledupar, 6 de enero de 1813”. AGI,
Santa Fe, 746.
47
“Relación de los emigrados que han venido de la plaza de Santa Marta por
la desgraciada pérdida de aquella provincia”. Portobelo, 23 de enero de 1813,
en CORRALES, óp. cit., pp. 570-572.
48
“Carta de Carlos Meyner al virrey de Santa Fe. Portobelo, 16 de enero de
1813”. En: CORRALES, óp. cit., p. 565.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 207

Aquéllos que optaron por permanecer en Santa Marta debieron


haber presumido que Labatut no enajenaría a los habitantes con
castigos severos. Se equivocaban. Muchos de los miembros líderes
de la comunidad fueron puestos en prisión y enviados a Cartagena
encadenados. Entre los deportados estaba el obispo Manuel Redon-
do49. Comerciantes y terratenientes peninsulares como Joaquín de
Mier y Pablo Oligós también fueron apresados y transportados a
Cartagena50. Además, muchos de los habitantes más ricos perdie-
ron propiedades como consecuencia de la toma de la ciudad por
parte de Labatut. José Nicolás de Jimeno, un peninsular residente
en Santa Marta por varias décadas y propietario de las plantacio-
nes de azúcar Garabulla y Papare, cerca de Ciénaga, declaraba que
gran parte de sus posesiones se había perdido con la irrupción de
los insurgentes en 1813. A Ignacio Egulbide, un español peninsular
menos pudiente, le fueron confiscados dos de sus tres esclavos51.
Las confiscaciones y deportaciones afectaron, en primer lugar,
a los pocos peninsulares ricos restantes. Aún así, este ataque a la
elite no hizo que la gente del común quisiera a Labatut: parece
que doblegaba a casi toda la población debido a su falta de respeto
por ellos y por su catedral52.
El único grupo que parece haberse confabulado con el go-
bierno insurgente estaba conformado por las familias aristocrá-
ticas de la ciudad. Pese a que poco se sabe acerca de las acciones

49
“Carta del tesorero de la Catedral, José Eulalio Ziosi. Santa Marta, 31 de
marzo de 1813”. AGI, Santa Fe, 746.
50
Ver “Testamento de Pablo Oligós. Santa Marta, 17 de abril de 1817”. Notaría
Primera de Santa Marta (en adelante NPSM), Protocolos 1817, y MIER, José
María de. “Don Joaquín de Mier y Benítez”. Boletín de Historia y Antigüedades.
1975, vol. 62, núm. 710, pp. 507-540.
51
Testamento de Ignacio Egulbide, Santa Marta, 16 de marzo de 1815 en NPSM,
Protocolos 1813-1815.
52
Ver de RESTREPO TIRADO, Ernesto. Historia de la Provincia de Santa
Marta. Bogotá: Ministerio de Educación Nacional, 1953, vol. 2, pp. 357-359.
208 ■ steinar saether

de las familias nobles antes y durante la ocupación de la ciudad


por Labatut, existen varios indicios de que éstas cooperaron con
el líder rebelde. Muy pocos de ellos emigraron. No reportaron
ninguna pérdida de propiedades por causa de la invasión y todos
fueron tratados como sospechosos o potenciales rebeldes cuando
el gobierno realista fue restituido. Es más, las acciones de sus
parientes en Valledupar y Cartagena indican que realmente par-
ticiparon en un complot. Menos de un mes después de la caída
de Santa Marta, María Concepción Loperena leía la declaración
de independencia en Valledupar ante el Cabildo y la mayoría de
los habitantes de la ciudad53. Dicha declaración de independencia
fue firmada por los miembros del Cabildo de Valledupar, casi
todos familiares de Loperena, y también por nobles de Santa
Marta54. La ciudad de Ocaña había caído ante los insurgentes
aproximadamente al tiempo que Santa Marta y Valledupar. En
diciembre de 1812, cuando Bolívar y sus hombres llegaron a
Puerto Real, entre Ocaña y el río Magdalena, los funcionarios
reales y la mayoría de los miembros del cabildo huyeron a sus
haciendas o a los vecinos pueblos de indios tributarios. Cuando
las autoridades reales habían partido los patriotas decidieron
conformar una Junta Patriótica que era liderada por José Quin-
tana y Juan Barriga Sánchez. Bolívar entró a Ocaña a principios
de febrero sin encontrar resistencia militar55. Coincidencialmente
otro miembro de la familia Fernández de Castro estaba presente
53
CASTRO TRESPALACIOS, Pedro. Culturas aborígenes cesarences e inde-
pendencia del valle de Upar. Bogotá: Casa de la Cultura Valledupar, Sociedad
Bolivariana del Cesar, 1979, pp. 83-86.
54
El Cabildo de Valledupar estaba compuesto por Antonio Fernández de
Castro (hijo de Loperena), José Vicene Ustáriz (probablemente tío o primo
de ella cuyo segundo apellido era Ustáriz), José Vicente Maestre y Rafael Díaz
Granados (su yerno).
55
PÁEZ, Justiniano. Noticias históricas de la ciudad y provincia de Ocaña desde
1810 hasta la guerra de tres años. Cúcuta: Imprenta Departamental, 1924.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 209

en la ciudad en ese momento, desde donde escribió una carta al


coronel de las milicias José Francisco Munive y Mozo en Santa
Marta, agradeciéndole por toda su ayuda, felicitándole por el feliz
curso de los sucesos y enviando sus saludos a varios miembros
de la nobleza samaria56.
A pesar de que los insurgentes patriotas habían logrado
tomarse las tres principales ciudades de la provincia de Santa
Marta durante los primeros meses de 1813, prevalecían en la zona
importantes puntos de resistencia. Mientras que la nobleza local
de la provincia de Santa Marta o bien aceptaba calladamente el
nuevo gobierno republicano o bien participaba activamente en él,
muchos de los pueblos más chicos, especialmente los pagadores
de tributos, permanecían hostiles a los nuevos gobernantes. En el
valle del Cesar muchos de los pueblos más pequeños como San
Juan del Cesar, Barrancas y Fonseca denunciaron las acciones
tomadas por el Cabildo de Valledupar y exigieron lealtad a las
autoridades de la vecina Riohacha, que seguía siendo realista57.
Además, los pueblos tributantes en las afueras de Santa Marta,
Ocaña y Valledupar se convirtieron en refugio para algunos de los
oficiales reales y para peninsulares que no alcanzaron a emigrar
a ninguna otra parte.
Esta resistencia popular puede mirarse desde diferentes
perspectivas. En términos de la jerarquía territorial puede verse
como un esfuerzo de los pueblos subordinados por resistir la
dominación de las ciudades principales de la provincia. Pue-
de leerse igualmente como una reacción popular contra las

56
“Carta de Cecilio de Castro a José Munive, Ocaña, 28 de enero de 1813”, en
“Prolegómenos de la Campaña Admirable”. Revista de la Sociedad Bolivariana
de Venezuela. 1963, vol. 22, núm. 74, pp. 157-159.
57
“Carta de los habitantes de San Juan del César al gobernador de Riohacha, 13
de marzo de 1813”. AGI, Santa Fe, 746. Ver también CASTRO TRESPALACIOS,
óp. cit., pp. 88-93.
210 ■ steinar saether

pretensiones aristocráticas de las familias prominentes locales.


Por último, puede considerarse también una defensa de la in-
tegridad y de la identidad histórica de los pueblos pagadores
de tributos, de su “indianidad”, de cara a un movimiento po-
lítico que proclamaba que la nueva sociedad no debería tener
espacios para los privilegios, ni jurisdicciones especiales para
grupos corporativos, tales como los indígenas tributantes. Po-
siblemente la resistencia realista popular fue movida por todos
estos elementos, así como por la rabia generalizada causada por
el comportamiento de Labatut.
La reacción contra Labatut no demoró y éste sólo pudo
mantener la toma de la ciudad de Santa Marta por dos meses. El
5 de marzo de 1813 los indios del pueblo de Mamatoco, bajo el
liderazgo del cacique Antonio Núñez, y con la asistencia de otros
indígenas del pueblo de Bonda, entraron a la ciudad y forzaron
a Labatut y a sus hombres a abandonar el lugar58. Labatut parece
haber creído que era el coronel Munive quien había organizado la
reconquista de la ciudad. En su retirada se llevó consigo a Munive
y lo puso en prisión en Cartagena59.
Munive, quien después sería encarcelado por las autorida-
des de Santa Marta por infidencia, alegaba que había sido “…
exe principal [de la reconquista realista de Santa Marta], y por
cuya razón [l]e llevó preso con un par de grillos a Cartagena,

58
Ver la descripción de la condecoración de Núñez en la “Introducción”. Ver
también copia de la “Carta de Francisco Antonio Linero al Cabildo de Riohacha.
Santa Marta, 5 de marzo de 1813”. AM, leg. 50, exp. 550; “Carta del cacique de
Mamatoco al gobernador de Riohacha. Mamatoco, 5 de marzo de 1813”. AGI,
Santa Fe, 746.
59
Francisco Antonio Linero en su carta al Cabildo de Riohacha del 5 de marzo
de 1813 explicaba que Labatut “… se ha retirado en la Fragata del Rey la Inda-
gadora, embarcando la poca gente que tenía, y al coronel Dn José Munive, a
quien atribuyó el asalto que le hicieron los Indios del pueblo de Mamatoco…”.
AM, leg. 50, exp. 550.
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 211

en donde atentaron los del Pueblo contra [su] vida…”60. A la


luz del conflicto previo entre los indios de Mamatoco y Muni-
ve respecto de la medición de las tierras entre su hacienda y el
pueblo indígena sería muy poco probable que hubiese habido
una alianza entre ellos. Tal vez Munive y otros notables de Santa
Marta sintieron que el régimen de Labatut era peligroso para su
causa, o quizás Munive arregló su propia evacuación cuando vio
que los realistas retomarían Santa Marta. Sin importar cuáles
fueron las motivaciones reales tras las acciones de Munive en los
comienzos de 1813, es evidente que no les tomó mucho tiempo
a los samarios recuperar el control de la política de la ciudad. Ya
para el 6 de marzo de 1813, un día después de la reconquista, Rafael
de Zúñiga (aquel abogado que mostrara tanto entusiasmo en la
creación de la Junta en 1810) informaba al gobernador Medina y
Galindo en Riohacha que Santa Marta había experimentado la
gloria cuando el tirano francés Labatut había sido expulsado de
la ciudad. Zúñiga había sido elegido comandante de armas, y en
esa investidura llamó a todos los emigrantes de Santa Marta a
que regresaran tan pronto como fuera posible para defender su
ciudad en caso de que Labatut regresara61.
Aunque todavía hay muchas dudas acerca de lo que pasó en la
costa entre 1810 y 1813 y aunque es sumamente difícil reconstruir
las estrategias políticas de muchos de los actores en la guerra de
independencia, creo que podemos sacar unas conclusiones más
generales: (1) que existía una red de familias notables que unía
las ciudades más importantes de la costa, que estas familias in-
dudablemente pensaron que merecían tener el poder, pero que

60
“Carta de José Munive, Santa Marta, 12 de agosto de 1815,” en “Recurso de
apelación del Señor coronel de milicias D. José de Munive”. AGN, Solicitudes
4, fols. 471v-472.
61
“Carta de Rafael de Zúñiga al gobernador de Riohacha. Santa Marta, 6 de
marzo de 1813”. AGI, Santa Fe, 746.
212 ■ steinar saether

lo perdieron tanto en Cartagena como en Santa Marta, y (2) el


verdadero enigma me parece que es cómo explicar la diferencia
entre las opiniones políticas de los sectores populares en Car-
tagena y Santa Marta. Si los pardos de Cartagena anhelaban la
libertad política y el republicanismo, ¿por qué los de Santa Marta
preferían el sistema realista?
la relación entre cartagena y santa marta, 1810-1813 ■ 213

Referencias

Fuentes primarias

Archivo General de Indias (AGI), Cuba, 1713.

Archivo General de Indias (AGI), Santa Fe, 746.

Archivo General de la Nación (AGN), Archivo Restrepo, rollo 5, fondo


1, vol. 14.

Archivo General de la Nación (AGN), Solicitudes 4, fols. 471v-472.

Notaría Primera de Santa Marta (NPSM), Protocolos 1813, 1815 y 1817.

Bibliografía

“Prolegómenos de la Campaña Admirable”. Revista de la Sociedad Bo-


livariana de Venezuela, 1963, vol. 22, núm. 74.

AMARÍS MAYA, Rafael. “Santa Marta en la emancipación neograna-


dina. La leyenda del realismo samario”, 1976.

CASTRO TRESPALACIOS, Pedro. Culturas aborígenes cesarences e inde-


pendencia del valle de Upar. Bogotá: Casa de la Cultura Valledupar,
Sociedad Bolivariana del Cesar, 1979.

CONDE CALDERÓN, Jorge. “Poder local y sentimiento realista en la


independencia de Santa Marta”. En: ALARCÓN, Luis (ed.). Historia
Caribe. Barranquilla: Ministerio de Cultura, 1999, vol. 2, núm. 4.

CORRALES, Manuel Ezequiel (ed.). Documentos para la historia de la


Provincia de Cartagena de Indias, hoy Estado Soberano de Bolívar en la
Unión Colombiana. Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas, 1883, 2 vols.
214 ■ steinar saether

GUILLÉN DE IRIARTE, María Clara. Nobleza e hidalguía en el Nuevo


Reino de Granada. Bogotá: Ediciones Rosaristas, Colegio Mayor
de Nuestra Señora del Rosario, 1994, 2 t.

GUTIÉRREZ PONCE, Ignacio, Vida de don Ignacio Gutiérrez Vergara


y episodios históricos de su tiempo (1806-1877). Londres: Bradbury,
Agnew & Co., 1900.

LYNCH, John. The Spanish American Revolutions, 1808-1826. 2.ª ed. New
York: W.W. Norton & Company, 1986.

MIER, José María de. “Don Joaquín de Mier y Benítez”. Boletín de His-
toria y Antigüedades. 1975, vol. 62, núm. 710.

MÚNERA, Alfonso. El fracaso de la nación. Bogotá: Planeta, 2008.

PÁEZ, Justiniano. Noticias históricas de la ciudad y provincia de Ocaña


desde 1810 hasta la guerra de tres años. Cúcuta: Imprenta Depar-
tamental, 1924.

RESTREPO TIRADO, Ernesto. Historia de la Provincia de Santa Marta.


Bogotá: Ministerio de Educación Nacional, 1953.

SOURDÍS, Adelaida. “Ruptura del Estado colonial y tránsito hacia la


república”. En: MEISEL ROCA, Adolfo (ed.). Historia económica y
social del Caribe colombiano. Bogotá: Uninorte, Ecoe, 1994.

También podría gustarte