Principios Generales de Intervención Fonoaudiologica
Principios Generales de Intervención Fonoaudiologica
Principios Generales de Intervención Fonoaudiologica
Monfort, M.; & Juarez Sanchez, A. (1995). Los niños Disfásicos. Descripción y
Tratamiento. Madrid. Editorial CEPE
Si bien es cierto que, como lo afirma Olswang y Bain (1991), “tratar el niño con SLI
es un proceso de aceleración del desarrollo y de potenciación del aprendizaje que
se produce por la sola maduración” (pág. 85), se trata también y esencialmente de
permitir y facilitar el acceso a la comunidad y al lenguaje a pesar de unas
deficiencias de base que suele permanecer a lo largo de todo el proceso de
desarrollo del lenguaje.
2. PRINCIPIO DE PRECOCIDAD
La insistencia sobre la precocidad de intervención se basa en tres argumentos
básicos:
- Cuando más cerca del periodo “optimo” se intente realizar un aprendizaje,
más posibilidades tiene de efectuarse con naturalidad, rapidez y eficacia.
- Si juzgamos necesario introducir cambios importantes en la manera de
aprender a hablar por parte del niño, restructurando sus vías receptivas y
expresivas, una intervención precoz nos permitirá contar con una
“plasticidad” cerebral mayor, de cara a posibles reorganizaciones funcionales
- Controlando precozmente las interacciones del niño con su entorno próximo,
podemos conseguir prevenir la aparición de reacciones inadecuadas, de
conductas desviantes y reducir el impacto de los trastornos lingüísticos sobre
el resto del desarrollo
Creemos que sería útil completar esa advertencia puntualizando que se trataría en
caso de una intervención inadecuada: muchos expertos no reeducadores tienden a
una visión reduccionista de la logopedia, considerando como única la modalidad de
reeducación sintomatológica directa centrada especialmente en la producción del
habla.
3. PRINCIPIO ETOLÓGICO
El desarrollo del lenguaje oral se realiza dentro de un contexto determinado y
gracias a él.
Como lo hemos descrito en trabajos anteriores (Juárez y Monfort, 1989) ocurre sin
embargo que, dado el tremendo desfase que ciertas patologías graves como la
sordera profunda o las disfasias provocan entre el desarrollo general del niño y sus
aptitudes verbales, resulta necesario recurrir a técnicas formales para asegurar el
aprendizaje de algunos contenidos, especialmente en aspectos de sintaxis
superficial o de fonología.
Para más detalles, nos remitimos al modelo interactivo que encontrarán en la obra
antes referida.
Sin embargo, hemos visto que las dificultades especificas de lenguaje se sitúan
dentro de un contexto general de desarrollo cuyas diversas facetas le dan su
verdadero alcance.
Así, un niño con motivación y cierta facilidad para la expresión grafica dispone de
un apoyo potencial de gran envergadura, tanto para ña comulación como para el
aprendizaje de determinados contenidos lingüísticos.
6. PRINCIPIO DE MULTISENSORIALIDAD
Comentamos en la primera parte que distintos y varios grados, los niños disfásicos
tiene, aparentemente, en común una dificultad esencial en el tratamiento de la
información que les llega por vía auditiva, sobre todo si viene de forma secuencial.
Es posible, sobre todo si se refuerza con algún sistema especifico, hacer llegar al
niño parte de los elementos que componen el habla y e lenguaje por la vista y el
tacto.
En segundo lugar, en caso de evolución tan lenta como los disfásicos, la decisión de
esperar para estar seguros del fracaso de un determinado tipo de intervención
pedagógica representa en realidad un lapso de varios años que pertenecen
precisamente al periodo de mayor educabilidad para la comunicación y el lenguaje.
Se trata de un principio a menudo citado por los autores, sobre todo si provienen
del campo de la psicolingüística (Rondal, 1982; Leblanc, 1982) y, en principio, se
podría suscribir ampliamente: el método materno sigue siendo el mejor método
conocido para trasmitir una completa máxima del lenguaje.
Dice Leblanc (pág. 333 de la ed. Francesa): “El contenido a enseñar se subdivide en
etapas sucesivas que reflejan el desarrollo normal del lenguaje en el niño.”
Encontró que, aunque los preescolares normales aprendían de forma más eficaz con
el modelado que con la imitación inducida, no era ese el caso de los niños SLI.
En resumen, se podría decir que las pautas del desarrollo normal siguen
constituyendo nuestra referencia básica (cuando existen esos datos, y no es
siempre el caso, sobre todo en idiomas que sean el ingles, el francés o el alemán)
siempre que las características especificas que presenta la disfasia en un
determinado caso no indique lo contrario.
Quizás, puestos a establecer una jerarquía mínima, podría servir mejor un modelo
de los distintos procesos que intervienen en el desarrollo del lenguaje, que nos
indicaría un orden de prioridad en los objetivos más que en los contenidos.
Ocurre lo mismo con frecuencia durante la adquisición del lenguaje: los adultos
vamos ayudando al niño conforme lo va necesitando y esa necesidad nos llega a
través de los propios intentos del niño.
Es curioso ver como los padres de niños normales pequeños no suelen regatear esa
ayuda para conseguir entender sus primeros intentos expresivos o hacerse
entender de ellos y al mismo tiempo ver como los padres de niños que presentan
dificultades de lenguaje reciben a menudo consejos contrarios: 2si le ayuda
demasiado, el niño no se esforzará”, “no lo entienda tan fácilmente”, “no le den las
cosas hasta que lo diga bien”.
Son consejos ligados a esa idea tan peregrina de que existen niños “vagos para
aprender a hablar” que necesitan sentirse obligados: ya saben. El mismo principio
de que la letra con sangre entra.
Aceptando (en eso) la formula del “instinto del lenguaje” de Pinker (1995), los niños
aprenden un lenguaje complejo “no porque sean muy listos en general o porque les
sea útil, sino porque sencillamente no pueden evitarlo” (pág. 32)
Por esta razón, este principio aconseja, sobre todo en los casos graves, se siga una
dinámica inversa de cara a la introducción de ayuda de tipo alternativo o
aumentativo: la idea es dar el máximo de ayuda al niño que se encuentra en
dificultad, desde el principio, para luego, ir reduciéndolas progresivamente a
medida en que el mismo va independizándose de ellas.
Como lo señala von Tetzchner y Martinsen (1993), existe ya una larga serie de
estudios empíricos que demuestran los efectos positivos sobre el desarrollo del
habla del uso de sistemas de apoyo introducidos precozmente y ninguna que haya
podido demostrar efectos negativos.
Esto nos obliga a una revisión frecuente para adecuar nuestras orientaciones a las
características de cada caso en cada momento de su evolución.
“The process is dynamic. The, therapeutic process is seen as one in which a toddler
moves in and out of intervention, using different treatment delivery models and
treatment strategies as deemed appropriate at particular points in time. The
clinician`s data are used to monitor growth that is attributable to intervention
versus maturation, and to support the need to rovlse intervention plans” (Olswang y
Brain, op. cit., pág. 85)
En efecto, ocurre muy a menudo que estos niños necesiten varios segundos para
contestar a una demanda, sobre todo verbal, sea por sus dificultades de recepción e
interpretación, sea por la alteración de los procesos de producción.
En la vida cotidiana, el ritmo habitual de los intercambios hace que, con frecuencia,
los demás interpreten estos silencios como un rechazo o como la ignorancia de la
respuesta: entonces no esperan y vuelven a insistir o a emitir otra petición, lo que
provoca un desorden aun mayor en el niño (recuerden la sugerencia de Shear y Col.
, 1992, que citamos en la pág. 38).
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Hay que mantenerse muy alerta a los signos que demuestran que el niño está
atento y sigue el mecanismo de la interacción y esperar hasta que inicie su
respuesta: a veces la repetición de la consigna no le ayuda porque interfiere en los
procesos de elaboración de la respuesta.