Antología Poesía Infantil

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ANTOLOGÍA POESÍA INFANTIL

DUÉRMETE, MI NIÑO, CON CALENTURA,


con dolor de cabeza,
estírate.
Duérmete con todo el cuerpo, niño,
envidia de los ángeles,
hijito enfermo.
Duérmete sin el grillo,
sin la aguja,
sin hambre.
Duérmete hasta mañana.
Duérmete, duérmete.
Vámonos a dormir,
a dormirnos.
El tubo de la noche, estírate.
Que se diga que Julio se duerme.
(Porque en la noche viene Tará
y te quita la enfermedad.
Luego encendemos el sol
con un cerillo de alcohol.)
Pero duérmete mi niño,
mi pedacito, a dormir,
a dormirse ya.
(Don Julito el fanfarrón,
don Julito es un fregón.)
Voy a sacudir tu cama:
que no tenga calentura
ni dolor de barriga
ni pulgas.
Aquí pongo este letrero
contra los mosquitos:
que nadie moleste a mi hijo.
Vamos a cantar:
tararí, tatá.
El viejito cojo
se duerme con sólo un ojo.
El viejito manco
duerme trepado en un zanco.
Tararí, totó.
No me diga nada usted:
se empieza a dormir mi pie.
Voy a subirlo a mi cuna
antes que venga la tía Luna.
Tararí, tuí,
tuí.

Jaime Sabines
Nana para un pequeño manzano

No te preocupes, ya estás creciendo, dormilón,


miniatura nuestra, manzano pequeñín, bombón;
Y si comes como sueles, glotón más que glotón,
dentro de veinte años serás un árbol gordinflón;

Y de tus ramas, que serán como las de Sansón,


se columpiará, dentro de ese tiempo, un lirón;
Y tendrás muchas hojas de color verde chillón;
Bajo ellas, cuando llueva, se refugiará un ratón.

No te preocupes, ya pasará el frío, dormilón,


miniatura nuestra, manzano pequeñín, bombón;
Y luego llegará Abril con sus lluvias a trombón;
En Mayo de punta en blanco te verá el gorrión.

En Junio y en Julio los limacos te pedirán perdón,


perdónanos manzano, perdónanos de todo corazón,
pero esta fruta que se te ha caído sin mayor razón
nos la vamos a comer nosotros con mucha educación.

Bernardo Atxaga

LA BRUJA

La bruja, la bruja
se quedó encerrada
en una burbuja.

La bruja, la boba,
con escoba y todo
con todo y escoba.

Está prisionera,
chillando y pateando
de mala manera.

Tiene un solo diente,


orejas de burro
y un rulo en la frente.

Que llore, que gruña,


que pique su cárcel
con diente y con uña.

El loro la chista,
se ríe y la espía
con un largavista.
A su centinela,
lechuza mirona,
le da la viruela.

Que salte, que ruede,


que busque la puerta,
que salga si puede.

¡Se quedó la bruja


presa para siempre
en una burbuja!

Mª Elena Walsh

LLUVIA

El Señor ha cogido la regadera


porque el zaragozano le manda
que llueva, que llueva, que llueva
toda la semana.

Apaga de un soplido el sol


y se lo mete en una manga.
Recoge el tul de los cielos
y entre naftalina lo guarda.

Ya se pusieron las nubes


la gabardina grisácea.
Desde las altas bambalinas
hacen pipí sobre mi espalda.

Las lechugas de mi huerto


se recogen las enaguas.
Y todos admiramos a los árboles,
que siempre tienen abierto el paraguas.

Francisco Vighi

LA CARBONERILLA QUEMADA

En la siesta de julio, ascua violenta y ciega,


prendió el horno las ropas de la niña. La arena
quemaba cual con fiebre; dolían las cigarras;
el cielo era igual que de plata calcinada.
... Con la tarde, volvió - ¡anda, potro! - la madre.
El pinar se reía. El cielo era de esmalte
violeta. La brisa renovaba la vida...
La niña, rosa y negra, moría en carne viva.
Todo le lastimaba. El roce de los besos,
el roce de los ojos, el aire alegre y bello:
- Mare, me jeché arena zobre la quemaúra.
Te yamé, te yamé dejde er camino... ¡Nunca
ejtubo ejto tan zolo! Laj yama me comían.
Mare, yo te yamaba, y tú nunca benía!
Por el camino - ¡largo! -, sobre el potrillo rojo,
murió la niña. Abiertos, espantados, sus ojos
eran como raíces secas de las estrellas.
La brisa jugueteaba, ensombrecida y fresca.
Corría el agua por el lado del camino.
Ondulaba la yerba. Trotaban los pollinos,
oyendo ya los gritos, de los niños del pueblo...
Dios estaba bañándose en su azul de luceros.

Juan Ramón Jiménez

En cuclillas, ordeño
una cabrita y un sueño.

Glú, glú, glú,


hace la leche al caer
en el cubo. En el tisú
celeste va a amanecer.
Glú, glú, glú. Se infla la espuma,
que exhala
una finísima bruma.

(Me lame otra cabra, y bala.)

En cuclillas, ordeño
una cabrita y un sueño.

Miguel Hernández

Quién le puso el nombre a la luna

¿Quién le puso el nombre a la luna?


¿Habrá sido la laguna,
que de tanto verla por la noche
decidió llamarla luna?

¿Quién le puso el nombre al elefante?


¿Habrá sido el vigilante,
un día que paseaba muy campante?

¿Quién le puso el nombre a las rosas?


¿Quién le pone el nombre a las cosas?

Yo lo pienso todos los días.


¿Habrá un señor que se llama Ponenombres
que saca los nombres de la Nombrería?

¿O la arena sola decidió llamarse arena


y el mar solo decidió llamarse mar?

¿Cómo será?
(Menos mal que a mí
me puso el nombre
mi mamá.)

Mirta Goldberg

ELEGÍA

La niña rosa, sentada.


Sobre su falda,
como una flor,
abierto, un atlas.

¡Cómo la miraba yo
viajar, desde mi balcón!

Su dedo, blanco velero,


desde las islas Canarias
iba a morir al mar Negro.

¡Cómo la miraba yo
morir, desde mi balcón!.

La niña, rosa sentada.


Sobre su falda,
como una flor,
cerrado, un atlas.

Por el mar de la tarde


van las nubes llorando
rojas islas de sangre.

Rafael Alberti

Madrigal de Blanca-nieve

Blanca-nieve se fue al mar.


¡Se habrá derretido ya!

Blanca-nieve, flor del norte,


se fue al mar del mediodía,
para su cuerpo bañar.
¡Se habrá derretido ya!

Blanca-nieve, Blanca-y-fría
¿Por qué te fuiste a la mar
para tu cuerpo bañar?

¡Te habrás derretido ya!

Rafael Alberti

Arbolé arbolé
seco y verdé

La niña del bello rostro


está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.

Pasaron cuatro jinetes,


sobre jacas andaluzas
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.

"Vente a Córdoba, muchacha."


La niña no los escucha.

Pasaron tres torerillos


delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.

"Vente a Sevilla, muchacha."


La niña no los escucha.

Cuando la tarde se puso


morada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.

"Vente a Granada, muchacha."


Y la niña no lo escucha.

La niña del bello rostro


sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.

Arbolé arbolé
seco y verdé.
Federico García Lorca

LA FAMILIA POLILLAL

La polilla come lana


de la noche a la mañana.

Muerde y come, come y muerde


lana roja, lana verde.

Sentadita en el ropero
con su plato y su babero,

come lana de color


con cuchillo y tenedor.

Sus hijitos comilones


tienen cuna de botones.

Su marido don Polillo


balconea en un bolsillo.

De repente se avecina
la señora Naftalina.

Muy oronda la verán,


toda envuelta en celofán.

La familia polillal
la espía por un ojal,

y le apunta con la aguja


a la Naftalina bruja.

Pero don Polillo ordena:


--No la maten, me da pena;

vámonos a otros roperos


a llenarlos de agujeros.

Y se van todos de viaje


con muchísimo equipaje:

las hilachas de una blusa


y un paquete de pelusa.

María Elena Walsh


La equilibrista

Sola en la plataforma
con su roja sombrilla,
comienza su paseo
la fina equilibrista
sobre el delgado alambre
caminando sin prisa.
Como una flor del aire,
fragante y exquisita,
la equlibrista sobre el
vacío suspendida
avanza,
se detiene,
nos mira desde arriba.
¡Qué pequeños seremos
desde donde nos mira!
Cuando ha llegado al centro
de la línea
la música se para,
suena el tambor de prisa,
…la equilibrista
-¡pobre!-
en el aire se inclina
y la cuerda frenética
se agita…
Pero al cabo recobra
el equilibrio
y gira,
y prosigue el paseo
y el peligro se olvida.

Jaime Ferrán

EL PERRO Y EL COCODRILO

Bebiendo un perro en el Nilo,


al mismo tiempo corría.
—Bebe quieto—le decía
un taimado cocodrilo.
Díjole el perro prudente:
—Dañoso es beber y andar,
¿pero es sano el aguardar
a que me claves el diente?
¡Oh, qué docto perro viejo!
Yo venero tu sentir
en esto de no seguir
del enemigo el consejo.

Félix María de Samaniego


Nana

Duérmete, niño mío,


flor de mi sangre,
lucero custodiado,
luz caminante.

Si las sombras se alargan


sobre los árboles,
detrás de cada tronco
combate un ángel.

Si las estrellas bajan


para mirarte,
detrás que cada estrella
camina un ángel.

Si la nieve descansa
sobre tu carne,
detrás de cada chopo
solloza un ángel.

Si viene el mar humilde


para besarte,
detrás de cada ola
dormirá un ángel.

¿Tendrá el sueño en tus ojos


sitio bastante?
Duerme, recién nacido,
pan de mi carne;

lucero custodiado,
luz caminante,
duerme, que calle el viento…
dile que calle.

Luis Rosales

Luna lunera

Luna lunera,
cascabelera,
rodando sola,
sin compañera.

Luna lunilla,
cabezoncilla,
toda la noche
brilla que brilla
Luna lunada,
semimojada,
por el arroyo
nada que nada.

Luna luneta,
corniveleta,
jugando al toro
por la glorieta

Carlos Murciano

Hilo de oro

--De Francia vengo, señora,


traigo un hijo portugués
y me han dicho en el camino
que lindas hijas tenéis.
--Que las tenga o no las tenga
yo las sabré mantener,
con un pan que Dios me ha dado,
otro que lo ganaré.
--A Francia vuelvo, señora,
a los palacios del rey
que las hijas del rey moro
no me las dejaron ver.
--Vuelva, vuelva, caballero,
no sea tan descortés,
de las tres hijas que tengo
tome la que le guste usté.
--Ésta tomo por esposa,
por esposa y por mujer
que ha parecido una rosa,
me ha parecido un clavel.
--Lo que tengo que rogarle
es que me la trate bien.
--Bien tratadita estará
y bien comida también,
sentada en sillas de plata
bordando encajes al rey.
Azotitos con correas
cuando sea menester
y una perita en la boca
a las horas de comer.

Anónimo

Yo soy la viudita
del conde Laurel
que quiero casarme
y no encuentro con quién.

Si quieres casarte
y no encuentras con quién,
escoge a tu gusto
que aquí tienes cien.

Escojo a esta niña


por ser la más bella,
la dulce doncella
de mayo y abril.

Yo soy la viudita
del conde Laurel
que quiero casarme
y no encuentro con quién.

Anónimo

Érase una vez


un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.

Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.

Todas estas cosas


había una vez,
cuando yo soñaba
un mundo al revés.

José Agustín Goytisolo

Iba la madrina

Iba la madrina
con el niño en brazos,
del coche se baja
cargada de lazos.
Mantilla, gorrito,
y pañales blancos,
y su sonajero
en plata labrado.

El Sol se moría...
La tarde de Mayo
tiraba jazmines
sobre el niño blanco,
y allá en la plazuela
dormida del barrio
sonaban en coro
las niñas cantando:

Una dona trena,


una dos y tres,
contaba el amante
hasta veintitrés.
Una dona trena,
una dos y tres,
niño chiquitito
¿tú que vas a ser?

Fernando Villalón

CUANDO MURIÓ EL POETA

Cuando murió el poeta se quedaron


tristes todas las cosas pequeñitas
que él cuidaba.

Y el viento casto –la ventana abierta-


casi jugando, resbaló en el libro,
volvió una página,

y se partió contigo, Primavera,


temblando de emoción, tibio de verso,
casi con alma.

Cuando murió el poeta, dijo: -Sólo


quiero dejar…-

Y le cerró los ojos


la mayorcita
de sus hermanas.

Dámaso Alonso

SINFONÍA DE CUNA

Una vez andando


Por un parque inglés
Con un angelorum
Sin querer me hallé.
Buenos días, dijo,
Yo le contesté,
Él en castellano,
Pero yo en francés.

Dites moi, don angel.


Comment va monsieur.

Él me dio la mano,
Yo le tomé el pie
¡Hay que ver, señores,
Cómo un ángel es!

Fatuo como el cisne,


Frío como un riel,
Gordo como un pavo,
Feo como usted.

Susto me dio un poco


Pero no arranqué.

Le busqué las plumas,


Plumas encontré,
Duras como el duro
Cascarón de un pez.

¡Buenas con que hubiera


Sido Lucifer!

Se enojó conmigo,
Me tiró un revés
Con su espada de oro,
Yo me le agaché.

Ángel más absurdo


Non volveré a ver.

Muerto de la risa
Dije good bye sir,
Siga su camino,
Que le vaya bien,
Que la pise el auto,
Que la mate el tren.

Ya se acabó el cuento,
Uno, dos y tres.

Nicanor Parra
Las nubes

En el país de las nubes


se pueden encontrar
muchas formas, muchas caras
que no cesan de cambiar.

Son una frágil arcilla


las nubes para moldear,
en sus dedos sopla el viento 
alfarero del azar.

Alza castillos y puentes


que nadie puede cruzar, 
abre ventanas azules
que luego vuelve a cerrar.

En el país de las nubes


lo que quieras hallarás,
pero todo es pasajero
como el tiempo, como el mar.

Alicia Morel

Las sombras del gato

Cinco sombras tuvo el gato, 


sólo una conservó. 
Una saltó al minutero 
y entró al bosque del reloj, 
duerme en los zapatos viejos 
con que el tiempo caminó.

Otra va de polizonte 
en un barco pescador 
y pesca sombras de peces, 
luces de pez volador. 
La tercera busca estrellas, 
va de terraza en balcón 
para sumarle a su lomo 
pelitos de resplandor.

Y la que falta es la sombra 


que, cual viento corredor, 
hace ya siglos que corre 
tras la sombra de un ratón.

María Cristina Ramos


El silencio

Con patas de lana 


y guantes de nieve 
el silencio viene.

Llega despacito 
como un viento loco 
que se mueve poco.

Si pasa y se queda 
saca de repente 
bolsas transparentes.

Y guarda en su vuelo 
algunas palabras 
que piensa el abuelo.

Y guarda en atados 
las cosas que callan 
los enamorados.

Busca con empeño 


palabras que inventan 
los monstruos pequeños

(para su dulcera 
que también contiene 
sol de primavera).

Para sus almohadas 


busca palabrejas 
que fueron soñadas.

Para sus orejas 


rescata murmullos 
que no tengan quejas.

Para sus barullos 


guarda griteríos 
muy como los tuyos,

y para sus sueños 


palabras viajantes 
que no tengan dueño.

Se va haciendo ruido 
como un viento loco 
que se mete al río.
María Cristina Ramos

Canción II (o pito pito)

Pito pito gorgorito


dale agua en un vasito
porque de tanto correr
esta niña tiene sed

por el agua nada un pez


agua y pez bebe a la vez
el pez lleva una semilla
de una planta de vainilla

en la planta hay una casa


pequeña como una pasa
en la pasa hay un avión
que dentro tiene un salmón

y el salmón está en el vaso


se lo bebe sin retraso
y volvemos a empezar
todo el día sin parar
hasta que llega mi abuela
pin pon vuela.

(*) Recitar con cantinela.

Mar Benegas

Canción de las preguntas

¿Por qué no puedo acordarme


del instante en que me duermo?
¿Por qué nadie puede estar
sin pensar nada un momento?

¿Por qué, si no sé qué dice


la música, la comprendo?
¿Quién vio crecer una planta?
¿A qué altura empieza el cielo?

¿Por qué a veces necesito


recordar algo y no puedo,
y después, cuando me olvido
que lo olvidé, lo recuerdo?

¿De qué color es la luna?


¿Por qué no hay ángeles negros?
¿Por qué no puedo correr
cuando me corren en sueños?

¿Por qué hay gallinas que cantan


como los gallos? ¿Y es cierto
que hay relojes que se paran
cuando mueren sus dueños?

Y el pelo, ¿cómo nos crece?


¿por cuál de sus dos extremos?
Y los peces, cuando duermen,
¿tienen los ojos abiertos?

¿Por qué decimos con jota


mojca, rajgo, mujgo, frejco?
Y el gato, ¿sabe que es él
cuando se ve en el espejo?

¿Y sabe alguien en dónde,


y cómo y cuándo, vivieron
los treinta y dos abuelitos
de sus ocho bisabuelos?

¿Y podrá decir, quien pueda


contestar a todo esto,
por qué en los días de lluvia
me siento un poco más bueno,

y lo que piensan las vacas


que rumian en el silencio
del atardecer, echadas
y tristes, mirando lejos?

José Sebastián Tallon

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