Derechopucp 040 PDF
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1SS'\
PONTIFICIA
UNIVERSIDAD CATOLICA
DEL PERU
DERECHO.
NUMERO 40 .
DICIEMBRE 1986
CONTENIDO
De los Editores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Emilssen G. de Cancino
El Romanismo en los juristas latinoamericanos . . . . . . . . . 7
Abelardo Levaggi;
El Derecho Romano en la formación de los abogados
argentinos del ochocientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Beverly M. Carl
La competencia en el Derecho Internacional Privado
de los Estados Unidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
SECC/ON VARIA
Federico Zegarra G.
La estabilidad laboral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309
6
EL ROMANISMO EN LOS JURISTAS
LATINOAMERICANOS
Emilssen G. de Cancino
(6) Sentencias de: 19 de agosto de 1935 (G.J., tomo 42, p. 455 s.s.); 30
de octubre de 1935 (G.J., tomo 43, p. 310 s.s.); 21 de febrero de 1938
(G.J ., tomo 46, p. 56, s.s.); 24 de agosto de 1938 ~ G .J., tomo 4 7. p. S4.
s.s.); 24 de marzo de 1939 (G.J., tomo 47, p. 742-748): 7 de marzo
de 1944(G.J., tomo 57. 74-80).
(15) "El que ha cometido un delito o culpa, que ha inferido daño a otro, es
obligado a la indemnización, sin perjuicio de la pena principal que la
ley imponga por la culpa o el delito cometido".
(18) La Corte Suprema ha entendido el abuso del derecho como una forma
especial y sui generis de la culpa aquiliana.
13
y comercio" ( 19 ): Un atractivo abanico de posibilidades que
se ha abierto respaldado por el derecho romano como criterio
de autoridad que se atiende por la inmensa mayoría de los ju-
ristas.
Similar posición toma el magistrado HINESTROSA cuando.
en repetidas sentencias de importancia reconocida, se esfuer-
za por delinear una noción de fraude a la ley que pueda usar-
se como categoría conceptual uniforme para aplicarla a la so-
lución de diversos casos y deducir la responsabilidad adecua-
da. Así, dice, por ejemplo (20): "La 'frode alla legge' de la ju-
risprudencia italiana y la 'Gesctzesunheung' de la alemana
hasta en su designación verbal, como bien se ve, corresponde
a lo que los romanos llamaron Fraus legi. Imposible que entre
estos se formulase o imaginase siquiera esta noción en la épo-
ca primitiva ajustada al más estrecho formalismo: advino más
tarde cuando se abrió paso a un amplio criterio que permitió
buscar como guía jurisprudencia! la sententia legis, con la que
en interpretación extensiva se halló un medio para descubrir
el fraude abrigado hasta entonces y amparado por netas fór-
mulas literales y un arma para aniquilarlo. Hoy esa noción es
una entidad plausiblemente declinada y sólidamente estable-
cida y aceptada como guía en la jurisprudencia universal.
Se la estudia en sus diversos aspectos, fuentes y maneras de
producirse, tanto en las relaciones entre particulares por esta-
do civil, sucesiones y bienes en general, etc., como en lo ad-
ministrativo, en lo fiscal, en lo penal".
La consideración del derecho romano como presupuesto tra-
dicional, como ejemplar de referencia obligada en la interpre-
tación e integración de las fuentes del derecho en Colombia
cobra importancia si observamos el criterio de HINESTROSA
sobre la dinámica de la interpretación y el valor de la ley es-
crita. El 1 1 de septiembre de 1938 Carlos LOZANO y LOZA-
r..;o, entonces h1inistro de Gobierno dirigió una circular a las
"Instituciones Jurídicas del País" (21) con el propósito de in-
dagar sobre la conveniencia de adelantar la reforma del Códi-
16
EL DERECHO ROMANO EN LA FORMACION DE LOS
ABOGADOS ARGENTINOS DEL OCHOCIENTOS
Abelardo Levaggi
( 11) J .T. Medina. u p. cit.. 1, pp. 179-181. Córdoba no cuenta con academia
hasta 1823. Su funcionamiento será irregular (Carlos Luque Colam-
bres. "Notas para la historia de la abogacía. El grado universit<trío. el
título de abogado y la práctica forense en Córdoba''. en Revista del
Instituto de Historia del Derecho. 12, Buenos Aires, J 961. pp. !Yí-
163}.
21
La generación de abogados de la Independencia, educada en
unas o en otras aulas, posee por consiguiente un bagaje científico
constituido, en una apreciable proporción, por el Derecho romano.
l. La Universidad de Córdoba
( 14) Roberto l. Peña, "La visita a la Universidad Mayor de San Carlos efec-
tuada por el doctor don Manuel Antonio de Castro, gobernador inten-
dente de Córdoba", p. 137, en Revista del Instituto de Historia del
Derecho Ricardo Levene, 26, Buenos Aires, 1980-1981.
( !5) A. Levaggi, .. La formación romanística de Dalmacio V élez Sarsfield".
en Studi Sassaresi. V, Milano. 1981, pp. 317-345.
( 16) J .J. Garro, op. cit .. pp. 296-298, 354 y 372-374.
23
a funcionar en 1822. La idea de la fundación no es nueva sino que
data de medio siglo atrás. Hasta obtuvo la aprobación de la Coro-
na.
Para tener una idea más aproximada del libro que inicia en el
conocimiento del Derecho a varias generaciones de abogados ar-
gentinos, nada mejor que las palabras que el autor vierte en el pró-
logo: "desde que me encargué de la (cátedra) de Instituciones de
Justiniano fui formando algunos apuntamientos que me facilitasen
la enseñanza y he aquí como corriendo el tiempo llegué a formar
los cuatro libros. Seguí el orden de los títulos de la Instituía de los
romanos ... y he procurado acomodarme a las definiciones, princi-
pios y comentarios de las Recitaciones de Heineccio ... creo haber
cumplido con el auto acordado 3 tít. 1 lib. 2 'que previene que
los catedráticos cuiden leer con el Derecho de los romanos las le-
yes del reino correspondientes a cada materia' ", en una referencia
a la decisión del Consejo de Castilla de 1741 (21 ).
(21) Edic. facsimilar, 1, México, 1982, pp. X-XI. Para facilitar a los estudian-
tes el uso del texto, Vélez Sarsfield lo anota y edita en Buenos Aires
en 1834.
(22) N. Avellaneda, op. cit., p. 255.
26
la Academia Teórico Práctica· de Jurisprudencia, encargada de
completar la formación teórica de los graduados universitarios y,
en especial, de enseñarles la práctica forense.
(25) Obras completas de Juan Bautista Alberdi, III, Buenos Aires, 1886,
p. 343. Hay quien piensa que esta carta influirá en la reforma del plan
de estudios de la Universidad de Buenos Aires emprendida por Juan
María Gutiérrez.
(29) Isidoro J. Ruiz Moreno, "La escuela de Derecho del Col~gio del Uru-
guay ( P~54-1858)", en Revista del Instituto de Historia del Derecho
Ricardo Levenc, 24, Buenos Aires, 1978, pp. 243-322.
(30) V.O. Cutolo, op. cit., p. 390. También: Agustín Pestalardo, Historia
de la enseñanza de las ciencias jurídicas y sociales en la Universidad de
Buenos Aires, Buenos Aires, 1914, p. 89, y Eduardo R. Elguera, "La
enseñanza del Derecho romano en la Universidad de Buenos Aires",
p. 60, en Revista del Instituto de Historia del Derecho Ricardo Leve-
ne. 13, Buenos Aires, 1962.
31
El impacto que en los juristas argentinos de estos ai'íos de la
codificación produce el Derecho científico, principalmente a tra-
vés de sus expositores alemanes y franceses, ratifica la necesidad
del conocimiento del Derecho romano para el jurista moderno. En
particular, la difusión que alcanza el Sistema del Derecho romano
actual de v. Savigny, en la edición francesa de 1855, acrecienta su
interés. La fundación de la cátedra en Buenos Aires -en Córdoba
sigue funcionando- llena, en consecuencia, una necesidad sentida.
refirmando razones, un periódico porteño. "Los Intereses Argenti-
nos", bajo el título "Ventajas y necesidad de estudiar el Derecho
romano", publica en traducción castellana un fragmento de la ln-
troduction a l'étude du Droit de Escheba (31 ).
32
sando por el castellano, hasta el Código Civil, para desentrañar el
significado de una nom1a (34 ).
39
LA ENSEÑANZA DEL DERECHO ROMANO EN LA
UNIVERSIDAD DE MEXICO
Marta Morineau
Román Iglesias
I) INTRODUCCION
b) Horarios,
d) Libros de texto, y
(3) Para una reedición de la obra de Juan N. Rodríguez de San Miguel, con
un estudio de ella y de su autor, véase: Juan N. Rodríguez de San Mi-
guel, Pandectas Hispano-Mexicanas, intr. de Ma. de Refugio González,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas. 1980. 3vols.
Entre los libros de texto, además del Van Wetter, que se repi-
te en diferentes listados, hemos encontrado también el de Gastan
May en el año de 1922, y el Maynz, como obra de consulta.
Al final del trabajo, incluimos una lista con los datos biblio-
gráficos completos, es interesante notar que la mayoría de los
autores son franceses y las obras fueron publicadas en Francia o en
Bélgica.
52
LA EXPERIENCIA DEL CURSO"BASES ROMANISTAS DEL
DERECHO CIVIL"EN LA FACULTAD DE DERECHO DE
LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DEL PERU
l. ANTECEDENTES
Persona.
Familia.
Contratos.
57
LA COMPETENCIA EN EL DERECHO INTERNACIONAL
PRJV ADO DE LOS ESTADOS UNIDOS
Beverly M. Carl
A. LA COMPETENCIA EN PERSONAM
2. Consentimiento
3. Comparecencia
(3) Art. Il ( 3)
( 4) Scl!erk ~·s. Alherto-Culver Co., 94 S. Ct. 2449 (1 974); y Parsons vs.
Whitemore Overseas Co., lnc., (Corte de Apelaciones, 2 Circuito, 1974),
reimpreso en 9/nt 'l Lawyer 545 (1975).
(5) Art. V (2) (6).
( 6) Art. IIL
65
Sin embargo ahora veremos dos bases de la competencia sobre la
persona que son muy diferentes a los sistemas de derecho civil.
(8) Por ejemplo, vea Vernon's Tex. Civ. Statutes, Art. 20316.
(10) Sun X-Int. Co. vs. Wítts, 413 S.W. 2d 761 (Tex. Civ. App. 1967).
67
tado. Luego él encontraría que la sociedad tiene "contactos míni-
mos suficientes" con el Estado de Tejas para satisfacer las nociones
tradicionales de justicia y equidad, así, la corte de Tejas tiene la
competencia.
Una diferencia importante entre el Derecho Civil y el Dere-
cho Anglosajón se presenta en el caso de sucursales de sociedades
anónimas. Usualmente en el Derecho Civil la corte del lugar don-
de el surcursal está localizada tiene la competencia sólo sobre ma-
terias que deriven de las actividades de dicha sucursal. En contras-
te, el Derecho Norteamericano le confiere la competencia a la cor-
te sobre cualquier actividad de la competencia, si ella realiza nego-
cios en el Estado y tiene suficientes contactos mínimos.
Supongamos que un ciudadano peruano, que vive en Nueva
York, esta manejando un automóvil en California y causa allí un
accidente automovilístico. El abogado civilista razonaría que la
responsabilidad civil extracontractual se originó en California y
por consiguiente California tiene la competencia. El abogado nor-
teamericano miraría primero la ley de la competencia de Califor-
nia y encontraría que el surgimiento de responsabilidad civil extra-
contractual es suficiente para satisfacer los requerimientos de la
ley. Luego el razonaría que el demandado. en el acto de manejar
su automóvil en California, tiene suficientes contactos mínimos
con el estado de California para satisfacer las nociones tradiciona-
les de juego limpio y justicia (11 ).
Muchas otras naciones darían la competencia a sus cortes si
ése fuere el lugar de pago. El lugar de pago, per se, no es base sufi-
ciente para adquirir la competencia bajo el derecho norteamerica-
no. Es necesario demostrar, además, que el demandado tuvo otros
contactos con el Estado.
Finalmente, el criterio de "realizando negocios" combinado
con el de "suficientes contactos mínimos" puede resultar en la ad-
quisición de la competencia por las cortes norteamericanas en si-
tuaciones donde la mayoría de las otras naciones no ejercerían la
competencia. En el caso Bryanr vs. Finnish i\'ational Airlines ( 12).
el demandante fue lesionado por un avión de la Finnish National
Airlines, quien es la demandada. en un aeropuerto en París, Fran-
cia. El demandante demandó al defendido en una corte en Nueva
B. LA COMPETENCIA EN REM
( 15) Código Federal De Los Estados Unidos, Tomo 28, Secciones 1602-
1611.
71
III. LA COMPETENCIA EN CASOS DE DIVORCIO
(16) Williams v. North Carolina/, 317 U.S. 287, 63 S. Ct. 207 (1942), and
William v. North Carolina JI, 325 U .S. 226, 65 S. Ct. 1092 ( 1945).
(18) 330U.S.501,67S.Ct.839(1947).
72
y documentos situados en algún otro lado? ¿Estará la corte del fo-
ro incapacitada para ejercer compulsión a fin de obtener pruebas
o testimonios? ¡,Estará imponiendo una excesiva carga sobre el de-
mandado al solicitarle que defienda su caso aquí? ¿Será ejecutable
una sentencia emitida por esta corte?
(21) lii/S Bremen v. Zapata OffShore Ca., 407 U.S. 1, 9, 32 L.Ed. 2d 513,
520, 92 S. Ct. 1907 (1972).
73
mos en el concepto restringido de que todas las disputas de-
ben ser resueltas bajo nuestras leyes y en nuestras cortes (22).
(23) In re Un ion Carbidc Corp. Gas Plant Disostcr at Bhopal, india in De·
cember 1984. 634 F. Supp. 842(S.D .. N.Y. 1986).
74
Conclusión
(24) Art. 3.
(25) Art. 4.
75
ción, esa sentencia francesa puede ser ejecutada en cualquier país
miembro del C.E.E. (26 ). De manera que el demandante puede
obligar a una corte italiana a ejecutar la sentencia contra cualquier
bien que el peruano pueda tener en Italia, aún cuando la sentencia
francesa se haya basado en una de las bases excesivas de la compe-
tencia.
76
FORiviACJON DEL CONTRATO MERCANTIL Y EL
PROBLEMA DEL RIESGO. UN ENSAYO SOBRE EL PROCESO
JURIDICO ESTADOUNIDENSE
Dale Beck Furnish
En este pequeiio ensayo quiero tratar la cuestión del riesgo
en el contrato. Lo escribí inspirado por mi visita al Perú en sep-
tiembre de 1985, cuando tuve la oportunidad de participar en una
mesa redonda sobre el tema, que tuvo lugar en la Pontificia Univer-
sidad Católica del Perú. Resultó uno de los actos académicos más
agradables de mi vida, pues fuí el único que aporté conocimientos
sobre el sistema norteamericano mientras habían seis magníficos
juristas peruanos, todos con una compenetración profunda en el
proceso de redacción del Código Civil peruano de 1984. Trajeron
a debate aspectos centrales de sus discusiones sobre el Derecho de
Contratos, cuando redactaron las normas de los Libros segundo,
sexto y séptimo del nuevo Código, y desarrollaron un vibrante in-
tercambio de conceptos y análisis.
( 1) Véase la parte E. de este ensayo para una descripción más detallada so-
bre los Restatement, donde reseñó su origen y su trayectoria en el Dere-
cho estadounidense. Básicamente, los Restatement representan una re-
copilación de normas y principios extraídos de la jurisprudencia de to-
78
Es menester fundamentar mi discusión sobre el problema
particular del riesgo, con ciertos antecedentes de teoría general.
Espero que el lector soporte esas breves referencias sobre el desa-
rrollo de la teoría comprensiva de la fom1ación, porque son im-
prescindibles para acreditar luego mis comentarios en cuanto al te-
ma del riesgo, que constituirán la última parte del ensayo.
dos los estados. No hay una fuente oficial vigente de reglas "estadouni-
denses", porque la Constitución de los Estados Unidos acepta y garanti-
za las discrepancias que suelen existir entre la doctrina de un estado y
otro en cuestiones fuera del alcance de los prerogativas federales. Sin
embargo, los Restatement pretenden resolver los conflictos en favor de
las reglas correctas. Son el labor del Instituto Jurídico Americano
Arnerican Law Institute, o ALI), compuesto de juristas elegidos por sus
méritos reconocidos, una elite nacional de abogados en ejercicio, jueces,
y catedráticos. Un comité selecto redacta la recopilación de normas en
un campo definido, como el de Contratos, a menudo dedicando varios
años a la tarea, y en seguida la somete a la revisión y discusión de la
asamblea general del Instituto ALI para llegar a un consenso nacional
sobre las normas de un Derecho estadounidense de Contratos.
La vigencia de las disposiciones del Restatement en el cuerpo del
Derecho de cada estado es muy problemática en el sistema estadouni-
dense. Sin lugar a duda, tienen una gran influencia y muchos estados las
respetan como una fu ente secundaria de normas, a que recurre el tri:-
bunal cuando no halla ni en sus leyes ni en su jurisprudencia una regla
aplicable a una controversia por resolver.
El impacto del Restatement será siempre difícil de especificar en
términos oficiales. El desaparecido Charles Clark, jurista eminente que
participó en la redacción del primer Restatement de Contratos como ca-
tedrático en Yale y después como juez en la Corte Federal de Apelacio-
79
La autonomía de las partes, existente también en el sistema
romano-europeo, cobra extraordinaria importancia en los Estados
Unidos en el caso de frustrar la obligación contractual. Quizás, el
elemento más importante de la teoría del acto jurídico en el siste-
ma estadounidense, en comparación con la teoría desarrollada en
los sistemas de Europa y América Latina, es el de las sanciones ci-
viles disponibles en caso de incumplimiento.
nes, escribió, "Un restatement, pues, no puede tener más autoridad que
como el producto de juristas compenetrados en el tema quienes lo han
estudiado y deliberado sobre ello. No necesita otra y que podría ser más
alta?" Clark, "The Retatement of the Law of Contracts", 42 Yale L.J.
643, 655 ( 1933).
El renombrado Herbert Goodrich, también catedrático, en Pennsyl-
vania, y juez federal en apelaciones, quien además sirvió varios años co-
mo el director del American Law Institute encargado con la redacción
de los Restatement, opinó que un tribunal podría rechazar la norma del
Restatement, pero "lo haría a sabiendas que niega una regla redactada
por gente quien por su educación y su renombre son supuestamente sa-
bios en el tema especial y que las conclusiones de estos especialistas se
han discutido y defendido ante un foro de críticos muy hábiles". Goo-
drich, ''Restatement and Codification", en A. Reppy ( ed), DaJJül
Dudley Field Centenary Essays 241, 244-45 (1949).
80
muy conocida y comentada en la jurisprudencia norteamericana
(2). Una compai'iía minera contrató con un agricultor para explo-
tar los yacimientos de carbón, que estaban debajo de la superficie
de sus tierras en fajas horizontales. Los mineros descubrieron el
mineral a pocos metros de la superficie, raspando la capa de suelo
con equipo pesado. Este proceso destruye el campo. Deja un terre-
no árido y quebrantado. donde muchas veces se forman ácidos ero-
sivos por la combinación de la lluvia con los restos del carbón. El
contrato dispuso que los mineros tenían la obligación de restaurar
el campo a su estado anterior después de haber sacado el carbón.
(2) Peeveyhouse v. Garland Coal & Mining, 382 P. 2d 109 (Okla.), cert. de-
nied, 375 U.S. 906 (1963).
( 3) Obviamente, muchos comerciantes no tomarán ventaja de su derecho ju-
dicial, porque podrían sufrir una serie de represalias comerciales y socia-
les por parte de la persona dañada y de otros comerciantes que les cali-
ficarían de irresponsables. Pueden perder su participación en el merca-
do que les da vida. Esas influencias, por más auténticas que sean, no fi-
guran en la doctrina legal.
81
de un reparto eficiente de los recursos económicos ( 4 ).
C. La consideration
( 11) Caso hipotético que encontré en O.W. Holmes, The Conznzon Law
293-94 (1881).
06) Véase Dickinson v. Dodds, 2 Ch. Div. 463 (1876); análisis en Farns-
worth, Contracts 148-51 (1982).
91
un problema en la formación que complicó el panorama. Son jus-
tamente los comerciantes quienes más acatan las reglas jurídicas, y
también quienes procuran utilizarlas más en su propio provecho.
Los comerciantes, o mejor dicho sus abogados, se dan cuenta que
el Derecho favorece a quien hace la oferta. Entonces, los hombres
de negocios suelen mandar a sus abogados a hacer unos formula-
rios, un juego de documentos escritos, en los que figuren las opera-
ciones habituales de la empresa, que pueden ser utilizados en casi
toda situación. Todos estos fonnularios, desde luego, parten de la
base que la empresa que los utiliza es la que ofrece (porque quien
ofrece, define) el negocio. por lo que agregan una serie de condi-
ciones favorables a esa misma empresa y en contra de los intereses
de la otra.
Los términos con respecto a los cuales hay acuerdo entre los
memorandos confirmatorios de las partes o que de otra forma
están expresados en una escritura entendida entre las partes
como la expresión final de su acuerdo con respecto a tales
términos, no se podrían contradecir por pruebas de acuerdos
anteriores o por otros acuerdos orales contemporáneos pero
si se podrían explicar o suplir.
(a) por trato establecido entre las partes ( course of dea-
ling) o por usos comerciales (artículo 1-205 [del UCC])
o por modo de cumplimiento ( course of perfonnance)
(artículo 2-208 [del UCC]); ...
El lenguaje de la disposición legislativa abre la posibilidad, en
el texto de un contrato, de supeditar lo escrito a la realidad del co-
mercio, explicando y supliendo las palabras escritas con los usos y
las costumbres mercantiles. Encuentro as( tan lógico respetar las
verdaderas intenciones de las partes, que me es muy díficil aceptar
que durante muchos años el lenguaje se impusiera sobre la realidad
percibida por el prisma mercantil. Sin embargo, en el Derecho nor-
teamericano la doctrina siempre favoreCía el texto escrito en el
acuerdo; según la regla tradicional, solo en el caso de una ambigüe-
dad, o una laguna en el texto del contrato, se podía recurrir a los
usos y a las costumbres comerciales para definir las obligaciones de
las partes. Consciente de la fuerte oposición en contra de su con-
cepto de la prueba oral frente a la prueba escrita, Llewellyn y los
redactores del UCC expusieron en los comentarios explicativos al
artículo 2-202 lo siguiente:
(18) Otro artículo dellJCC que tiene mucho que ver en el debate es la S 1·
205, que define trato entre las partes ( course of dealing) y los usos co-
merciales (usage of trade), y declara:
La sub sección ( 4) quiere decir que prevalecen los usos y las cos-
tumbres sobre el lenguaje concreto, salvo en el caso que son irrazona-
bles. Por ejemplo, si el uso comercial en la venta de coches de segunda
mano es retroceder el kilometraje indicado, aun cuando el contrato
dirá que vale el kilometraje que indica el instrumento, el uso comer-
cial no se acepta. Es irrazonable aunque todo mundo lo practica, y la
escritura lo supedita.
La filosofía básica de la regla se revela en la última frase de la sub-
sección ( 4), donde vale un trato establecido entre las partes aun cuan-
do discrepa de los usos comunes en su mercado. Es decir, el proceso
jurídico debe respetar siempre y sobre todo el entendimiento y las in-
tenciones de las partes al contrato.
99
dría el sentido simple del lenguaje en seco. No obstante, está en
marcha el triunfo de la tesis de Uewellyn, que se materializó en el
uce.
j. El problema del riesgo
( 19) Por razones técnicas, el Código distingue entre los sinónimos buy y
purchase, aunque en la voz popular pueden corresponder a "comprar"
y "mercar" en el castellano. En forma arbitraria, la norma separa el SU·
jeto que ·'compra en el curso ordinario del comercio" a cambio de di-
nero o trueque o a crédito (buyer in the ordinary course), de una per-
sona que "merca" (purchases) un bien por adquirir en cualquier fom1a
un interés en ello, inclusive en especial la creación de una garantía mo-
biliaria. Compárase UCC S 1-201 (9) con S 1-201 (32).
(20) Véase UCC S 2-509, cuyo Comentario 3 dice:
el comerciante a quien corresponde hacer entrega física en su su-
cursal sigue mientras tanto en control de las mercancías y se podría
esperarle asegurar su interés en ellas. El comprador, por el otro lado,
no ejerce control de las mercancías y es extremadamente improbable
que tendrá seguro contra bienes aun fuera de su posesión.
[a merchant who is to make physical delivery at his own place
continues meanwhile to control the goods and can be expected to in-
sure his interest in them. The buyer, on the other hand, has no control
of the goods and it is extreme/y un/ikely that he will carry insurance
on goods not yet in his possession.]
lOO
2. El error mutuo en el objeto del contrato
(23) [1903] Kre/l v. Henry, 2 K.B. 740 (C.A.). Este no fue el único juicio
sobre el arrendamiento de ventanas a raíz de la procesión. Véase Farns-
worth, Contracts 689-90 (1982).
( 25) Del lenguaje enredado de la S 2-615 un juez con mucho criterio para
el Derecho Mercantil, Judge Henry Friendly del Segundo Circuito Fe-
deral de Apelaciones, con sede en Nueva York, opino, "la parte final
de la norma parece una forma algo complicada de poner la pregunta
del Profesor Corbin de cuanto riesgo habrá asumido el prometedor".
United States v. Wegematic Corp., 360 F. 2d 674, 678 (2do Cir.,
1966).
103
esta tradición, que casi nunca perdona el cumplimiento de la obli-
gación pactada, por referencia al concepto del contrato como un
bien mercantil, con un valor económico.
105
materia prima llegaron a una transacción con la Westinghouse, en
la cual cedieron muchos de sus derechos contractuales reconocidos
en las sentencias judiciales. De otro modo estos derechos hubieran
quedado nulos con la desaparición de la compañía vendedora.
(29) Florida Power & Light Co. v. Westinghouse Electric Corp., 517 F. Supp
440,450 (S.D.N.Y. 1981).
106
to de hacerlo, presumieron no iba suceder jamás. Es decir, se pro-
dujo un suceso cuya no existencia era una suposición básica sobre
la cual se hizo el contrato.
Otro requisito previo a la descarga del obligado bajo UCC
S 2-615 es que este no haya asumido una obligación mayor bajo el
acuerdo. Son cuatro las cuestiones que generalmente surgen en un
litigio sobre impracticabilidad comercial:
1) ¿Se hizo el cumplimiento impracticable?
2) ¿Surgió la impracticabilidad de una eventualidad imprevista?
3) ¿Era la no ocurrencia de la eventualidad una suposición bási-
ca sobre la cual se hizo el contrato?
4) ¿Dispusieron explícita o implícitamente las partes el riesgo
de que la eventualidad ocurriría? (30)
Como señaló el tribunal que las detalló, "La respuesta de cada una
de estas preguntas depende en parte de las respuestas de las otras
tres" (31).
En teoría pura, entonces, la impracticabilidad no significa la
imposibilidad estricta. La impracticabilidad asume que el cumpli-
miento es económicamente posible (aun cuando físicamente es
imposible), aunque sea sumamente onerosa, en forma de una in-
demnización. Luego, si el cumplimiento por indemnización es po-
sible, una resolución judicial que libera al obligado de su obliga-
ción equivale a una detenninación que el beneficio del incumpli-
miento para la parte inconvenida pesa más que el interés de la co-
munidad en hacer cumplir (pagar una indemnización) el contrato
de acuerdo con sus condiciones explícitas. Así que, en cierta for-
ma, se reduce a una cuestión de dinero.
Aunque la gravedad de la pérdida que se sufriría se toma en
cuenta, no es lo clave en cuanto a la exoneración. Bajo el UCC
2-615, "el incremento del costo por sí solo no excusa del cumpli-
miento a menos que el aumento se deba a una eventualidad impre-
vista que altere la naturaleza esencial de la obligación" (32). Dado
(33) Publicker Industriales, Inc. v. Union Carbide Corp. 17 UCC Rep. 989,
992 (E.D. Pa. 1975).
(34) Transatlantic Financing Co. v. United States, 363 F. 2d. 317 (D.C.
Cir. 1966).
108
Un consentimiento ... que asume riesgos extraordinarios da-
ría lugar a que [un tribunal] legítimamente juzgará la imprac-
ticabilidad del incumplimiento ... en términos más estrictos
que los que tendríamos ante una común eventualidad impre-
vista (3 5 ).
Esta jurisprudencia se encuentra en un caso resonado, Tran-
satlantic Financing Corp. v. United States, en el cual el tribunal no
exoneró una compañía de fletes marítimos de sus obligaciones de
repartir mercancías de los Estados Unidos a Irán por lo convenido
bajo precio incluso, aunque tendría que transportarlas por la ruta
del Cabo de Hornos, en lugar de pasar por el Canal de Suez como
se había previsto. Y ello, porque los egipcios cerraron el paso por
el canal, hundiendo varios barcos en sus esclusas. La ruta alternati-
va impuso una pérdida de $44,000 dólares en el cargador, pero la
corte determinó que "el riesgo del cierre del Canal de Suez podría
estimarse como dispuesto por la Transatlantic' (36). El caso es im-
portante porque demuestra el criterio general del tribunal; no es
que las partes debían haber contemplado el cierre del Canal de
Suez en particular, sino que en el flete marítimo suelen suceder
acontecimientos que complicarían la tarea del cargador. Este asu-
me el riesgo, entonces, de alguna eventualidad inesperada tal como
el cierre del canal.
Si la jurisprudencia parece negar por completo la posibilidad
de eximir el deber contractual de una parte, a pesar de la teoría
jurídica que admite la anulación, volteamos a un juicio donde sí
fallaron en pro de un demandante buscando escapar sus responsa-
bilidades acordadas, Aluminum Company of America [ALCOA]
v. Essex Group, Inc. (37). La ALCOA se veía frente a pérdidas de
más que unos $60 millones de dólares, debido a un contrato de lar-
go plazo para la venta de aluminio fundido. El acuerdo escrito en-
tre las partes señaló una quinta parte del precio variable en función
del índice oficial de precios al por mayor de insumas industriales,
(40) Aluminum Co. of America v. Essex Group, Inc., 499 F. Supp 53,93
(W.D. Penn. 1980).
( 41) Ibíd. en la página 89.
( 4 2) Véase el texto en la nota 18 supra.
111
k. Los usos y las costumbres dan una salida saludable de la doc-
trina en contra del alivio del riesgo
(43) Véase la parte I. La Regla Contra la Prueba Oral (Paro! Evidence Ru-
le) supra.
(44) 451 F. 2d 3 (4th Cir. 1971). Véase Nanakuli Paving & Rock Co. v.
Shell Oil Co., 664 F. 2d 772,32 UCC Rep. 1025 (9 Cir., 1981), donde
el tribunal de apelaciones hizo un análisis muy detallado de la jurispru-
dencia norteamericana sobre los usos y las costumbres como fuente
contradictoria de las cláusulas escritas de un contrato.
112
inventario de fertilizantes. El contrato escrito especificó los pre-
cios para varios grados de mercancías que pudo requerir el compra-
dor. Luego, el mercado cayó precipitadamente y los precios acor-
dados hubieran implicado una pérdida grave para la parte compra-
dora si tuviera que respetar su obligación escrita. O hubiera tenido
que vender a pérdida, o a unos precios tan altos, que sus clientes
no le compraría sus mercancías.
Según las doctrinas clásicas de exoneración que hemos expues-
to anteriormente, habría tenido poca posibilidad de escapar la
obligación, pues el hecho de especificar el precio indica que las
partes contemplaban cambios en el mercado entre los riesgos pre-
sentes en el momento de hacer el contrato. Sin embargo, el deman-
dante ofreció pruebas de que, en el comercio de fertilizantes, los
precios del contrato no valen cuando hay movimientos exagerados
en los precios de mercado. Parece que los usos y las costumbres en
este mercado dictan un ajuste en favor de la parte perjudicada, sea
vendedor (perjudicado por un alza en los precios del mercado) o
comprador (perjudicadcf por una caída en los precios del merca-
do). El tribunal aceptó las pruebas (45), y dio razón al comprador
perjudicado, reformando el contrato para conformar sus precios a
los del mercado, así descargando a la parte compradora de una
obligación aparente en la escritura entre las partes. El resultado en
Columbia Nitrogen, en su efecto, no es exactamente igual a una li-
beración de la responsabilidad contractual por razones de error
mutuo, frustración del propósito, o la impracticabilidad bajo S 2-
615 del UCC, porque no decreta la anulación de la obligación. No
obstante, el argumento se desempeñó en el contexto de las prue-
bas de usos y costumbres. La distinción es importante ( 46 ), por-
de las dos quintas partes", una fórmula matemática fuera del concepto
y principio estadounidense del UCC. Cabe señalar que tampoco estuvo
dentro de la. disposición original del Dr. de la Puente y Lavalle. Véase
Proyecto del Código Civil, art. 14 70 ( 1982). Las circunstancias de la
introducción de la fórmula matemática están descritas en Arias-Schrei-
ber Pezet, "Lesión': en Para Leer el Código Civil!! 109, 116-17 (1985).
(49) Véase M. de la Puente y La valle, II Estudios del Contrato Privado
1148 (1983); Kozolchyk, "The Comercialization of Civil Law and
the Civilization of Commercial Law',' 40 Louisiana Law Review 1, 9-12
24-26 (1979), citando a de Roover, "The Concep of a Just Price;
Theory and Economic Policy',' 18 Journal of Economic History 418
(1958).
(50} UCC S 2-302, muy semejante al Código Civil Alemán en su art. 138.
En el concepto del UCC,
La prueba básica es si, a la luz de los antecedentes com~rciales ge·
nerales y las necesidades comerciales del comercio o caso en parti-
cular, las cláusulas resultan tan desiguales que sean unconsciona-
ble bajo las circunstancias existentes al momento de celebrarse el
contrato. Comentario 1° al art. 2-302.
La norma concreta sólo dice que el tribunal "si juzga unconscionable
el contrato o cualquiera de sus cláusulas", puede rescindido o refor-
marlo. Esa formulación del concepto legislativo da lugar al poder judi-
cial desarrollar su propia definición, conforme a las mejores tradicio-
nes del Common Law, y los tribunales han contestado con lo siguien-
te:
Unconscionability se ha reconocido generalmente como una
ausencia de elección por parte de uno de los actores junto con
unas cláusulas que son irrazonablemente favorables a la otra par-
te. Williams v. Walker-Thomas Furniture Co., 350 F. 2d 445,449
(D.C. Cir., 1965).
115
negocio por un contrato de adhesión con términos que dan "un
80o/o del pastel" al comerciante (51). La frase no quiere decir que
la doctrina de la unconscionability prohibe a una de las partes en
un negocio sacer ventaja, sino sólo que no debe sacar más que lo
necesario para definir su ventaja bien negociada, pasando a la opre-
sión de su contraparte con sorpresas injustas en el acuerdo escrito
(52).
Aunque un precio obviamente exagerado podría hacer un-
conscionable un contrato, otras cláusulas típicamente tachadas por
unconscionables incluyen las que rechazan toda garantía de cali-
dad en el mueble vendido, o las que pretenden excluir la posibli-
dad de reclamar daños y perjuicios máa que "repuestos y repara-
ción" en caso de una avería que podría haber provocado pérdidas
muy por encima del costo de un repuesto (53).
(53) El ejemplo clásico es una parte que valdría casi nada en su precio, pero
resulta clave para la función de la máquina, como los frenos de un
automóvil. Si fallan los frenos y el vehículo se mete en un choque, po·
116
casos en que este resultado se ha producido, a consecuencia de la
doctrina bien aplicada (54). Normalmente, donde hay equilibrio
en el poder de regatear, los tribunales no se entremeten contra la
autonomía de las partes.
M. Conclusiones sumarias
(54) Véase Salt River Project Agricultura! Improvement & Power District
v. Westinghouse Electric Corp., 694 P. 2d 198, 40 UCC Rep. 418
(1984); Raybond Electronics v. Glen-Mar Door Mfg., 22 Ariz. App.
409, 528P. 2d 160, 16 UCC Rep. 121 (1974); J. White & R. Summers,
Uniform Commercial Code 170-73 (2da ed., 1980). Sin embargo, hay
sentencias que resciende11 contratos entre comerciantes por el vicio de
la unconscionability. Por ejemplo, A & M Produce Co. v. FMC Corp.,
135 Cal. App. 4 73, 186 Cal. Rptr. 114, 34 UCC Re p. 1129 (1982).
117
Si hay algo excepcional en nuestra experiencia, que refleja
la lucha constante del jurista para percibir la realidad social y ex-
traer de ella su orden, en reglas perdurables que respaldan y perpe-
tuan ese orden, quizás será el tiempo concentrado en que produjo
el choque entre dos conceptos fundamentales del contrato diame-
tralmente opuestos. Normalmente, se supone que las luchas son
más discretas, sobre puntos limitados, cuyos impactos refinan el
cuerpo del Derecho sin volcárselo. En el campo del Derecho de
Contratos, sin embargo, vivimos una revolución cuyo triunfo nos
trajo no solamente una nueva visión del contrato sino su consa-
gración en el primer código sustantivo en la historia jurídica del
país.
118
ARBITRAJE COMERCIAL INTERNACIONAL
121
traje ad-hoc y el arbitraje institucional o permanente.
Cláusula arbitral
Cláusula compromisario
Compromiso arbitral
El laudo arbitral
129
EL OCEANO AUSTRAL EN EL MARCO DEL TRATADO
ANTARTICO Y LA NUEVA CONVENCION SOBRE
EL DERECHO DEL MAR
l. INTRODUCCION
Varios son los factores que han motivado este repentino inte-
rés:
-De un lado, cabe destacar que las severas condiciones cli-
(1) Ver, KNOX, George A.: "Los recursos vivos en el Océano Austral", en
''La Antártida y sus Recursos", Instituto de Estudios Internacionales de
la Universidad de Chile, Santiago, 1983.
(3) Ver, QUIGG, Phillip: "A Pole Apart", USA, 1983, Capítulo Ill.
máticas y el incipiente desarrollo de la Ciencia en el espacio aus-
tral, fueron barreras que, junto con los acuerdos contenidos en el
Tratado Antártico de 1959, constituyeron una tabla de contención
a la explotación sistemática de los recursos antárticos. Sin em bar-
go, el vertiginoso desarrollo tecnológico de las últimas décadas, y
el importante avance de las investigaciones en las más diversas
áreas científicas propiciadas por los Estados signatarios del Trata-
do Antártico y varias entidades científicas, han cambiado sustanti-
vamente el panorama; se ha llegado a cuantificar con relativa exac-
titud las riquezas naturales de la Antártida y las posibilidades de su
· extracción económica antes del fin de siglo, aunque advirtiéndose
sobre la fragilidad del ecosistema de la región y la necesidad de
ajustarse a normas precisas de protección ambiental.
l. El Tratado Antártico
(12) Chile mediante el Decreto Presidencial No. 1747, de 1940 fijó los lí-
mites del sector antártico reclamado, incluyendo los glaceares y zonas
marítimas adyacentes; en 1941, Argentina emitió un Decreto similar.
Francia extendió la aplicación de su ZEE al espacio antártico en 1978
y Australia, en 1979, hizo lo propio, aunque luego para no crear una
situación difícil, emitió otro dispositivo exceptuando las aguas antárti-
cas en tanto exista la jurisdicción de las partes Consultivas.
136
La mención a la Alta Mar incorporada al Tratado ha dado lu-
gar a varias interpretaciones:
- Algunos países no territorialistas miembros del Tratado Antárti-
co, han afirmado que la Antártida sólo está rodeada de Alta Mar,
no admitiendo por tanto las proyecciones sobre el mar; sin embar-
go ésta posición se contradice con la práctica de las Partes Consul-
tivas como veremos más adelante.
(13) Ver, VAN DER ESSEN, Alfred, "La Aplicación del Derecho del Mar
en el Continente Antártico", en Ob. Cit. (1), pág. 322.
137
territorial que alguna de las Partes Contratantes hubiere hecho va-
ler precedentemente. También prevé que ningún acto que se lleve a
cabo durante la vigencia del Tratado constituirá fundamento para
hacer valer, apoyar o negar las reivindicaciones formuladas. Asimis-
mo establece que no se podrán hacer nuevas reclamaciones territo-
riales o ampliar las existentes.
( 17) Las negociaciones para lograr un régimen sobre los Recursos Minerales
antárticos, no han sido tan exitosas como las relativas a los recursos vi-
vos; sin embargo a lo largo de 16 años se han venido negociando diver-
sos proyectos, esperándose la concreción de algún acuerdo en breve.
Sobre el particular, puede consultarse: RAMACCIOTTI de Cubas,
Beatriz: "El Perú y la Cuestión Antártica", CEPEI, Lima, 1986, págs.
32-41.
140
La importancia de ésta Convención es vital, porque se acerca
a un tema tan delicado como el de los recursos, habiendo logrado
un adecuado equilibrio entre los intereses de los países reclaman-
tes, no reclamantes, y otros países ajenos al Sistema. Sólo con un
acuerdo de tan amplia cobertura podía aspirarse a dictar normas
efectivas de protección del Océano Austral, teniendo en cuenta
que su ecosistema constituye un todo.
( 18) ZEGERS Santa Cruz, F.: "La Convención de Camberra a la luz de los
objetivos y políticas de su negociación", en Ob. Cit. ( 1), págs. 213-
220.
141
UNCLOS I, II y III- se excluyó deliberadamente el tema antárti-
co, también debe señalarse que no se concretó propuesta alguna o
declaración que excluyera deliberadamente, por ejemplo, la futura
actuación de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos en
el área al sur de los 60 grados de Latitud Sur.
Es lógico que ésto sucediera así, porque la gama de problemas
que debían ser solucionados para lograr un régimen general de los
océanos era tan amplia que si se hubiese añadido la temática antár-
tica probablemente no se habría arribado a ningún acuerdo, te-
niendo en cuenta las características peculiares de la Antártida y la
participación activa de varios Países Consultivos en las conversacio-
nes del Mar.
El tratamiento separado de ambas temáticas se mantuvo en el
nivel formal e inclusive en el académico, no existiendo -hasta muy
recientemente- ningún estudio que hiciera una conexión sistemá-
tica entre el Derecho del Mar que venía siendo creado y el comple-
jo Sistema Antártico diseñado a partir de 19 59.
(20) La Nueva Convención del Mar, fue aprobada con el voto a favor de
130 Estados, 4 en contra y 17 abstenciones.
142
Convención en la que se traten todas las materias relativas al régi-
men jurídico del Mar" ... en los 3 20 artículos y nueve anexos de
los que consta la Nueva Convención solamente una disposición ha-
ce referencia a las "zonas cubiertas de hielo" (Artículo 234, Sec-
ción 8 de la Parte XII), estableciendo que los Estados ribereños
tienen derecho a dictar y hacer cumplir leyes y reglamentos no dis-
crirr;inatorios para prevenir, reducir y controlar la contaminación
del medio marino dentro de los límites de la Zona Económica Ex-
clusiva. Esta disposición, según los especialistas (21) estaría dirigi-
da a la región del ártico, ya que en la Antártida existe un completo
régimen sobre el particular.
La situación jurídica descrita no impide ciertamente que mu-
chas de las normas de la Convención puedan encontrar una aplica-
ción específica de acuerdo a las pecualiares características del
Océano Austral, en consonancia con las disposiciones vigentes que
vienen siendo aplicadas por las partes integrantes del Sistema An-
tártico (22).
4. Aplicación del Derecho del Mar a la Antártida
(21) Ver, VAN DER ESSEN, ob. cit. (13), pág. 330.
(22) Ver, ORREGO VICU1VA, Francisco: La Aplicación del Derecho del
Mar y la Zona Económica Exclusiva al Continente Antártico", en
Ob. Cit. (1), pág. 332.
143
Teniendo en cuenta los problem<.:.s anotados, pueden adver-
tirse tres posiciones predominantes en torno al tema:
-Los PAISES CON REIVINDICACIONES TERRITORIA-
LES, sostienen que la existencia de un Mar Territorial, una Zona
Económica Exclusiva y una Platafonna Continental son indesliga-
bles del territorio antárt;co reclamado (23 ), teniendo varios de
ellos proclamaciones de soberanía en las zonas marítimas, formula-
das antes de la firma del Tratado (24 ). Dichos espacios son recla-
mados -entre otros fundamentos- en virtud del principio de per-
tenencia (d'appurtenance) que precede al Tratado Antártico -y
que es reconocido por el Nuevo Derecho del Mar- no resultando
incompatible con una cesión temporal de jurisdicción a las Partes
Consultivas dentro del marco de las normas del Sistema Antártico,
voluntariamente aceptadas. Esta realidad implica entonces, -como
es obvio- una abstención de los países reclamantes en el ejercicio
de sus jurisdicciones respecto a las actividades de terceros en las
áreas marítimas o terrestres reclamadas, desarrollándose en cOnse-
cuencia las actividades científicas y otras no opuestas a los fines
del Tratado bajo los presupuestos de libre acceso pem1aneciendo
bajo la jurisdicción del Estado que ha realizado la actividad.
(23) Entre los autores de países con reivindiciones territoriales que han
tratado el tema de la aplicación del Derecho del Mar a la Antártida.
podemos citar los siguientes:
-ORREGO VICUÑA, Francisco e INFANTE, Marz'a Teresa (CHI-
LE},: "Le Droit de laMer dans L'Antarctique", en Revue Generale de
Droit International Public, Paris, Enero-Marzo, 1980; ORREGO V.,F.:
"La aplicación del Derecho de el Mar y de la Zona Económica Exclusi-
va al Continente Antártico", Ob. Cit.; INFANTE, M.T.,: "La Platafor-
ma Continental Antártica", en Ob. Cit. (1).
PFIRTER DE ARMAS, Frida (Argentina), "La situación jurídica de
la Antártida y el Nuevo Derecho del Mar", en publicación del Institu-
to de Derecho Internacional Público de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales del Rosario, Rosario, 1980.
VIGNES, Daniel (Francia), "La Convention sur la conservation de
la Faune et la Flore marines de l'Antarctique", er; Annuaire Francais
de Droit International, 1980.
(24) Como hemos mencionado en la cita (12), Chile y Argentina habían ex-
tendido su soberanía sobre las zonas marítimas adyacentes al Conti-
nente Antártico, con anterioridad a la firma del Tratado Antártico.
144
VI se refiere, a la afirmación de que dicho espacio se encuentra
ubicado a partir de las 200 millas, incluyéndose el sector no-recla-
mado, en atención a la unidad geográfica del Continente Antártico
y sus áreas adyacentes más allá de la costa, afirmada en distintas
Resoluciones adoptadas en las Reuniones Consultivas (25 ).
La necesidad de armonización
148
CONCEPTO DE ALIENACIONES TRANSITORIAS
EN MATERIA JURIDICA
158
tribunal ordenará la reclusión del mismo, en un establecimiento
adecuado, hasta que se compruebe la desaparición de las condicio-
nes que le hicieron peligroso".
En la legislación alemana se menciona la líbre clderminación
de la voluntad, que se complemente con la italiana, cuando dice
que es inimputable el enfermo mental, que en el momento del he-
cho carecía de la capacidad de querer o de entender; efectivamen-
te, quien obra con consciencia y voluntad (;S capaz de entender y
de querer.
La capacidad de entener es la facultad de aprehender las cosas
en sus diversas relaciones y de medir y prever las consecuencias de
la conducta propia. El que mejor prevé mejor entiende. La inteli-
gencia es previsión. Paralelo al proceso de la conciencia es el de
la voluntad, que pasa por diversos grados. La conciencia es difícil
de definir. El Profesor Ciafardo (5), la considera no como una fun-
ción, sino como una síntesis de funciones, resultado del conjunto
annónico de todos los procesos de la actividad mental y dice: "En
la conciencia, reside, en suma, la esencia misma del ser, a punto tal
que la obnubilación o privación de este importante factor de la vi-
da psíquica, redunda en la anulación parcial o total de la personali-
dad". Finalmente, la capacidad de querer es la facultad de autode-
terminarse, con libertad, entre los diversos motivos que in1pulsan
a la conducta.
La ley peruana se refiere a la grave alteración de la conciencia
que motiva la falta de la facultad apreciativa, ante el carácter delic-
tuoso de un hecho. Y deriva de ello la desaparición de la responsa-
bilidad, definiéndola como un estado de responsabilidad restringi-
da. Finalmente, en la legislación argentina se hace mención a la
insuficiencia de las facultades, por su posible morbosidad, error o
ignorancia y sobre todo por inconsciencia, o sea la falta de con-
ciencia.
De todo lo consignado en las diversas legislaciones citadas se
deduce que el problema de la punición, en diversos estados morbo-
sos -que conllevan responsabilidad absoluta o restringida, causa-
dos por alteraciones de la conciencia, que es el elemento primor-
dial de la vida psíquica- se le debe considerar estrechamente vin-
culado con las alteraciones transitorias de aquélla.
Dado el polimorfismo de los síntomas de dichos transtornos
y la rapidez de su conocimiento en los ambientes científicos, que
hacen de la Psiquiatría Forense una ciencia en constante evolución
es indispensable una mayor compenetración entre los cultores de
159
aquélla y los juristas, que, de acuerdo o en desacuerdo con las peri-
cias deben administrar justicia, en forma apropiada y conveniente
para el examinado y el conglomerado social.
Es anacrónico continuar considerando, hoy, a la Epilepsia,
como una enfermedad caracterizada, exclusivamente, por el aura,
contradicciones musculares, pérdida de conocimiento, sopor, espu-
ma por la boca y sueño profundo. Desgraciadamente, muchos ju-
ristas no salen aún de tan singular y limitada noción, ignorando
que además de lo expuesto existen el petit mal y la epilepsia psi-
comotora, cuya abundante y variada sintomatología hemos ex-
puesto &ucintamente, debiendo exigir su diagnóstico un profundo
estudio, pues cada caso posee características propias, completa-
mente distintas no sólo de otros de la misma etiqueta, sino tam-
bién de los consignados en los textos.
Es unánime aceptado con el concepto la característica
individual de la Epilepsia. Hay casos en que ella se mani-
fiesta por medio de a taques, siendo el único fenómeno la pérdi-
da de conocimiento, independiente del elemento espasmódico.
Nothnagel (16) describe una serie de variantes, además de las
enunciadas, como pérdida de conocimiento con convulsiones casi
insignificantes limitadas a algunos músculos; formas irregulares de
a taques espasmódicomotores; epilepsias psíquicas y perturbaciones
paroxísticas del psiquismo.
Hace muchos aíios que Trosseau dijo: "No hay epilepsia
más verdadera que aquella en que las cosas ocurren silenciosamen-
te, sin grandes movimientos ni gran ruido".
Afirma Crouson (6) que en la mayoría de los casos la enfer-
medad continúa, se prolonga en los períodos entre los accesos, es
decir, que hay algo interaccesional, propio de la misma enferme-
dad. Esto último y los equivalentes psíquicos hacen que el epilép-
tico interese, sobremanera, a la Psiquiatría Forense.
Ruiz Maya (17) dice: "Cuanto hagamos para convencerlos (a
los juristas) de que el epiléptico sigue siendo enfermo, fuera de las
crisis y es tan epiléptico sin ellas, será en beneficio de la Justicia y
de la Ciencia".
Existen una serie de trastornos de la conciencia que el Juez
no los considera eximentes de responsabilidad, porque el Código
no los señala, con precisión y en detalle, ya que actuando de buena
160
fe el magistrado los ignord y finahnente, porque a prima facie, no
ve, o mejor dicho no puede ver, en el presunto delincuente, ningún
rasgo exterior de anormalidad, que lo revela como epiléptico. En-
tre la enfennedad mental o alienación y el trastorno mental transi-
torio, una de cuya característica principal es la latencia, existen
una serie de grados que sólo con fino criterio psiquiátrico, median-
te prolongada observación y repetidas investigaciones, puede obte-
nerse un diagnóstico acertado.
Desgraciadamente, una de las taxativas legales es que la tras-
gresión de la ley ocurra en el momento en que el acusado padezca
de obnubilación de la conciencia o sea en estado crepuscular. Hay
que insistir en que no siempre es un momento, sino a veces un lar-
go lapso que dura la ausencia, el estado crepuscular u otra altera-
ción de la conciencia, pues ya hemos visto que el estado epilépti-
co es transitorio pero latente. Asf se explica que ciertos enfermos
en fuga prolongada se alejan de su domicilio, de su cuidad, em-
prenden viaje durante horas y aun días, en plena ausencia crepus-
cular, de la cual salen en estado de amnesia total. La comisión
de cualquier hecho antisocial durante dicho estado, puede ser puni-
do en ignorancia total o parcial del juzgador, pero no deberá serlo
si se hace el diagnóstico efectivo del trastorno transitorio de la
conciencia. Puede existir reacción criminosa en los epilépticos, pu-
diendo una infracción penal ser la prin1era manifestación de dicho
mal, pero también hay que pensar que no todos los epilépticos
reaccionan por medio del delito, y finalmente, el crimen del epi-
léptico puede no guardar estrecha relación con su enfermedad.
Los hechos Jelictuosos, la amoralidad, la insociabilidad son efec-
tos secundarios del carácter del epiléptico.
En abono de lo expuesto creemos muy interesante transcri-
bir las siguientes líneas de \Vaygandt (21 ): "La frecuencia de los
delitos, las dificultades diagnósticas y la conducta normal ínter-
paroxística, líacen que''la epilepsia constituye la psicosis de mayor
importancia jurídica; la rapidez de los accesos y la consiguiente
imposibilidad de observarlos coincidentes con el hecho, la multi-
plicidad de los equivalentes, la distanciación de las crisis, y sobre-
todo, la enonne amplitud que hoy se concede al carácter del epi-
léptico, constm ido de rasgos que se pierden en matices, la posibi-
lidad de que éste carácter sea la única manifestación del trastorno
etc., llenan de obstáculos y dificultades el camino del psiquiatra y
del juzgador, y hacen del tema uno de los más interesantes en la
161
practica, y al par, el más escabroso, de mayores peligros para los
intereses sociales y los personales del enfermo, por ser tan fácil in-
clinarse a descubrir rasgos epilépticos en todos los delincuentes,
como a negpr toda relación entre los actos y las crisis, más o menos
lejanas o el carácter más o menos acusado".
La irritabilidad y las distimias tipifican al epiléptico, a lo cual
se suma impulsividad, susceptibilidad, mal humor, envidia, egoís-
mo, venga tividad, melosidad, religiosidad exagerada, intolerancia
alcohólica con ebriedad patológica, aún con pequeñas cantidades
del tóxico. A pesar de que tales síntomas son tan característicos,
durante un prolongado período de observación, en ambientes apro-
piados, a veces es difícil catalogpr a un paciente, con los caracteres
típicos de dicho mal.
Robanfa y Piñeiro (18) sintetizan así el hecho delictuoso del
epiléptico: "Falta de motivo ocasional suficiente para provocar
una reacción de esa naturaleza; homicidio comúmnente múltiple;
extraordinaria violencia; furor brutal de la reacción; la ferocidad
que posee el agresor y que no parece saciarse, ni aún después de
logrado el objeto de la agresión; amnesia consecutiva que determi-
na la tranquila serenidad que muestra poco después, sin que le tur-
be el recuerdo de su crimen, ni le preocupe la gravedad de su futu-
ra expiación" .
.Regís (19) a tribuye a la impulsividad epiléptica "rapidez de
aparición, violencia ciega y brutal, rapidez y brevedad, inconscien-
cia automática, amnesia, reiteración similar, intermitente y perió-
dica".
Pese a los aspectos tan saltan tes y tfpicos de los delitos de los
epiléptico~, su valoración y el diagnóstico definitivo, ha de hacerse
con reservas, tras de prolongado período de observación (a veces
hasta durante un año) en espera de la repetición de la crisis, que
puede ser inmediata o en plazos de extrema variabilidad. Contri-
buyen al diagnóstico ciertas pruebas experimentales, por ejemplo
la auspiciad<J por Fuester (1 0) de la hiperventilación pulmonar
que proporciona 55o/o de positividad en la epilepsia.
Shanon (20) preconiza la necesidad de reconocer en dichos
pacientes cierto grado de responsabilidad social, pues ello serfa
un medio conveniente para despertarles el arraigado concepto
de inferioridad social, que los mantiene en permanente estado de
irritabilidad y malquerencia.
162
III
14) Jirnénez de Asúa Luis. Cit. por Ciafardo. Psi copa tía forense.
17) Ruiz Maya, IvL 1931: Psiquiatría civil y penal. Edit. Plus Ul-
tra, Madrid.
169
LOS DECRETOS DE NECESIDAD Y URGENCIA EN
RELACIONA LA ATRIBUCION PRESIDENCIAL DE
DICTAR MEDIDAS EXTRAORDINARIAS CONTENIDA
EN EL INCISO 20 DEL ARTICULO 211 DE LA
CONSTITUCION
l. ANTECEDENTES
193
BIBLIOGRAFIA BASICA
195
EL DELITO DE SECUESTRO
Introducción
Antecedentes
Desde los tiempos más remotos de la humanidad, con el paso
de los años se ha podido ir observando la existencia de una varie-
dad de normas que han estado encaminadas a mantener dentro de
ciertos cánones, las diferentes y complejas relaciones que sobrelle-
vaban los miembros de la comunidad social. En sus inicios las leyes
estaban contempladas dentro de los códigos religiosos, y muchas
veces sus preceptos se encontraban entremezclados con las nocio-
nes del pecado y del remordimiento. Estaban moldeadas y fuerte-
mente influenciadas en las ideas religiosas.
206
únicamente se menciona la posibilidad de un "arrepentimiento"
por parte del delincuente. Cosa que genera una arbitrariedad, ya
que puede darse el caso por poner un ejemplo, de los trabajadores
que toman su local y proceden a la retención del gerente por un
tiempo indeterminado hasta que procede la policía a desalojarlos
del local retenido. Forma de atentar contra la libertad indiscuti-
blemente, pero que no se encuadraría dentro del rubro "del
secuestro" por no existir los elementos que implican una gravedad,
pero que sin embargo en la práctica podrían ser tipificados de esta
manera, por no existir mayores distingos ni plazos.
El rol de intimidación
Conclusiones
l. DEFINICION Y MODALIDADES
214
po, la obra o la producción, y que es usual abonarla de manera
mensualizada para los empleados y jornalizada para los obreros.
1) LA PROTECCION MATERIAL
A. 4 Salario justo
(10) lbid,p. 44
(11) Ob. cit., T. 1., pp. 67 5-676.
221
Individualmente, las diferencias, el desequilibrio, la desigual-
dad invívitas en la relación laboral alcanzan su más clara expresión
en la imposibilidad fáctica del trabajador de obtener un salario e-
quitativo y suficiente. salvo los casos aislados de personal altamen-
te calificado o indispensable.
Es la negociación colectiva, entonces, el medio más eficaz y el
más difundido para regular el monto de los salarios y su períodico
reajuste. Ello puede hacerse para toda una rama de actividad o só-
lo a nivel de empresa, según el ámbito de la negociación y su ex-
tensión, que coloca la decisión en la voluntad bilateral de las par-
tes contratantes y no en la sola, hegemónica discrecionalidad del
empleador.
Se asimilan a este género los demás medios de solución de los
conflictos (conciliación, mediación, arbitraje), que operan como
sucedáneos de la negociación y conducen a similar resultado: el a-
juste periódico de las remuneraciones.
A. 6 Regulación legal
225
B. 2 Prohibición de multas
-- Turismo
C 1 Irrenunciabilidad
(16) PLA RODRIGUEZ, Américo.: Los principios del Derecho del Traba·
jo . Buenos Aires 1978, p. 71.
( 17) Oh. cit., T. II., p. 209.
229
notar PLA RODRIGUEZ (18 ), no es la pérdida del derecho, sino
de la acción que de él emerge.
l.A) /.VCEDIBILIDAD
I.B) 1/VEMBARGABILIDAD
7
CJ EL SUPERPR/VILEG/0 DEL SAL/1/UO
l IVTRODUCCJO.\'
(9) Título del libro de RUIZ FUNES; Bs. As., 1944; Cit. por A LCA LAZA-
MORA Y CASTILLO, Niceto. Proceso, Autocomposicián )' Autodején
sa; Imp. Universít~ria, 2da. Ed., México, 1972;p. 64;0p. Cit., p. 21 y
Cit. 4.
(10) GONZALEZPEREZ,Jesús. Op.Cít.,p.21.
(11) CALAMANDREI, Piero. Proceso y Democracia, Eds. Jeas. Europa
América; Buenos Aires, 1960; p. 32.
247
la sociedad y que constituye la realización de la función más so-
lemne y müs elevada del Estado: la justicia, que es el fundamen-
tum re¡ntblicae. Y es esto lo que explica otro de los grandes tra-
tadistas italianos, MAURO CAPPELLETTI ( 12), al sefíalar que el
Derecho Procesal es contemplado como un fenómeno ligado a las
extraordinarias conmociones que se han sufrido en la historia del
hombre. especialmente en la contemporánea: la economia y por
consiguiente en las estructuras políticas, económicas y sociales
como también en las concepciones éticas y gnoseológicas. Así. el
fenómeno procesal es contemplado hoy en su inserción en un
mundo que, como el de hoy, está abriéndose necesaria y penosa-
mente paso a nuevas formas de convivencia en el abandono de
particularismos anacrónicos y en el intento -tal vez el intento
ex tremo de la humanidad-- de crear instrumentos jurídicos idó-
neos para superar el riesgo de la catástrofe inmanente en nuestra
época termonuclear, a un tiempo fascinante y terrífica. Por últi-
mo, la perspectiva constitucional es la de una ansiosa búsqueda de
valores sociales e individuales de justicia y libertad (13 ), valores
nuevos pero superiores, búsqueda en suma de un punto de arribada
-al menos provisional- en la tempestuosa corriente de las trans-
formaciones que se están operando.
(14) ·'Processus est actus trium personarum, actoris, rei, iudicis·': tradicional
definición de BULGARO; ver en SATTA, Salvatore. El Misterio de/Pro-
ceso; en: Soliloquios y Coloquios de un Jurista: Eds. Jeas. Europa~-Amé
rica, Buenos Aires, 1971;p.l5.
(15) ZO LEZZI IBA RCEN A, Lorenzo. Disposiciones de Con tenido Procesal.
en: Para leer el Código Ch·illl: lera. Ed., Fondo Editorial de la PUC del
Perú, Lima 1984; pp. 147 y ss. También se puede apreciar esto en un
ejemplo típico, el que trae el Art. VII del Titulo Preliminar del Cé>digo
Civil de 1984, q11e recoge el principio procesal /U RA NO V/T CUR /A!:
formulado también como DA M/H/ FACTUM, DABO TIBI IUS.
( 16) CHIOVENDA, Giuseppe. Sistemas de Derecho Procesal Civil; Cit.
por PEÑA DUEÑAS Hernán. Distinciim de los Concer,tos Fundalllen-
249
equiparse entre sí como en anverso y el reverso de una misma
moneda.
Dentro de la tradicional conceptualización del Derecho Pro-
cesaL esto terminaría siendo una disciplina auxiliar del Derecho
Material. Pero como ya se ha apuntado, hoy en día esto ya no es
:.Jsí, o en todo caso, no debiera entenderse así como ya ha sucedido
en diversas Escuelas Latinoamericanas de Derecho Procesal. Tras
de la concepción tradicional hay una explicación histórica: ;::nmo
lo apunta el Maestro uruguayo EDUARDO J. COUTURE (1; ).
esta rama del derecho no sólo ha ido mutando de contenido
conforme al desarrollo histórico del derecho, sino también de
significación y aún de denominación. Hasta el Siglo XVII su con-
tenido, en los países de cultura jurídic:.J latina o de civil law,
era el de una simple práctica. Los libros de la época, por ejemplo,
se denominaban Práctica Judicial (MAXIA DE CARRERA, 1655:
VILLADIEGO, 1788), Practica Civil (MONTERROSO Y ALV A
RADO, 1563) .Praxis Judicium (CARDOSO DO AMARAL, 1610)
Todavía hoy se siguen escribiendo libros estilo formulístico o
mera m en te exegéticos.
En el siglo XIX la voz procedimiento sustituye a la de prácti-
ca y el método, ya frecuentemente exegético al mejor estilo de
los comentaristas napoleonicos, describe el proceso civil y exami-
na el alcance de sus disposiciones. No se puede hablar todavía
de ciencia, pero comienza a advertirse una concepción plenaria de
esta rama del derecho. Sus nuevos cultores serán denominados
procedimentalistas.
2. 2. Concepto Moderno
( 18) CHIOVENDA, Giuseppe. L 'azione nei sistema dei diritti: en: Saf(gi,
T.I p. 31, nota 2; cit. por COUTURE Eduardo J.. Op. Cit. Ver
también en español: La acción en el sistema de los derechos; en: t.'nsa-
yos de Derecho Procesal Civil; T.I, Eds. EJEA -Bosch & Cía. Editores,
Buenos Aires, 1949; p. 41.
( 19) COUTUR E, Eduardo J. Funda m en tos del Derecho Procesal Civil; O p.
Cit. p. 7.
(20) "Die Lehre von den Prozesseinreden und die Prozesst~oraussPtzun gPn ··
publicada por Giessen.
(2 1) Conceptos enunciad os en los Prólogos a la 2da. y 3ra. edicione~, respec-
tivamente, de la obra de PERRERO, Augusto. Derecho Procesal Ci:>il
ü:cepciones;Ed. Ausencia, Lima, 1980.
251
brero de 1903 con la célebre Prolusión de Bolonia, prontamente
continuada por eminentes discípulos cuyas enseñanzas se han pro-
digado por toda la cultura jurídica romano-latina llegando con
nitidez hasta nuestro continente americano (22).
(22) Sin duda que el discípulo más destacado de CHIOVENDA fue otro
gran maestro florentino PIERO CALAMANDREI. A próposito de esto,
y refiriéndose a éste último, dice ALCALA-ZAMORA Y CASTILLO,
Niceto: ''Discipulo de un Maestro y Maestro de discipulos (. .. )que en
e¡joca de iconoclastia suicida y de engreimientos inso¡wrtables, hasta en
los principiantes, la actitlld de CALAMANDREI, que en el cenit de su
figura siguió rindiendo culto a su Maestro, representa (... ) una de las
más admirables lecciones". En: Derecho Procesal en Serio y en Broma;
Ed. JUS S.A., México, 1978. Ed. de la Escuela Libre de Derecho p. 48.
(23) CHIOVENDA, Giuseppe. Ensayos de Derecho Procesal Civil. Op. Cit.
p. 39.
252
cia de una determinada relación jurídica, sea al demandado con el
reconocimiento de la inexistencia de tal relación jurídica.
Para CALAMANDREI (24) el Derecho Procesal será un mé-
todo (donde la Ciencia del Proceso sería una metodología) inves-
tido de autoridad para acceder a la justicia. Un método de razona-
miento, predeterminado por la ley, que las partes y el juez debe
seguir, para obtener al final del camino una sentencia justa.
COUTURE (25) acotará que el Derecho Procesal es la rama
de la ciencia jurídica que estudia la naturaleza, el desenvolvimien-
to y la eficacia del conjunto de las relaciones jurídicas del deno-
minado proceso civil; cumpliendo una doble finalidad: INMEDIA-
TA, en tanto asegura entre las partes de un litigio la vigencia del
derecho subjetivo y concreto en disputa; y, MEDIATA, en tanto
otorga a las relaciones sociales -de por sí conflictivas- la nece-
saria paz y seguridad de convivencia y desarrollo, haciendo reali-
dad la.justicia inherente en la normatividad del Derecho Material.
Desde otra óptica, ALCALA--ZAMORA Y CASTILLO
(26) señalará que el proceso satisface, esencialmente, una doble
finalidad: represiva en tanto restaura el orden jurídico alterado por
el litigio; y, preventiva en cuanto evita que se perturbe el orden
público por obra de la autodefensa. En otros términos el proceso
sirve a la vez a un interés individual. circunscrito al litigio que com-
pone, y a un interés social que se extiende a cuantos litigios
puedan. eventualmente, someterse a la jurisdicción del Estado.
(41) Op.Cit.,pp.92-93.
( 42) MARGADANT, Guillermo F. El Derecho Privado Romano; Ed. Es-
fmge, México, 1960, p. 140. Cit. por FLORES GARCIA, Fernando
Op.Cit.
258
WIG y WACH ( 43) que sistematiz<~ron el concepto de acción como
ese derecho público subjetivo dirigido hacia los órganos del Estado
a los que corresponde la <Jtribución de protet!cr los intereses jurídi-
cos violados. Así se desliga el derecho de acción del derecho ma-
terial que será su contenido, generándose una autonomía.
3. 3. Escuela Post-Publicista
(52) ULPIANO.- /J¡¡;es'n; 44, I, l; cit. por COUTURE, Eduardo J.- Funda·
11/en tos del Derecho Procesal Civil: Op. Cit.
(53) Op. Cit. pp. 96 97.
(54) FLORES GARCIA Fernando.- La Tcoria General del Proceso y el
A.III¡Jaro Mexicano; Op. Cit.
261
fue modificado por la importancia reforma del Decreto Ln· 2177J.
que sí modificó la tr(Jmitación de las excepcionl's en juici() ordina-
rio en el Art. 318° del ya citado texto normativo procesal.
ALSINA (55) explicará que. en su forma genérica. excep-
ción es toda defensa que el demandado opondrá a la pretensión
del actor. sea que con eso niegue el derecho en que Sl' funda, sea
que con eso se limite a impugnar la regularidad del procedimiento.
En su sentido restringido. añadira. es la defensa dirigida a para !i-
zar el ejercicio de la acción o a destruir su eficacia jurídica, funda-
da en una omisión procesal o en una norma sustancial. FERRERO
(56) resumirá que excepción es un derecho correl3tivo que el de-
mandado puede oponer a la acción. La acción constituye el at:J-
que. la excepción, la defensa. La excepción no tiene por finali-
dad consagrar derecho alguno, sólo pretende hacer perecer o di-
ferir la acción que hace valer el demandante para que se cons;.¡gre
su derecho.
Finalmente. podremos añadir que en su real y constriiido
carácter procesaL excepción es aquella forma procesal que puede
adquirir el derecho de defensa. La defensa es el género y 1:J excep-
ción una de sus especies. la procesal. De allí que se pueda inferir
válidamente que toda excepción comporta una defensa. más no
toda defensa constituye una excepción (57).
V COiVCEPTO DE JUR/SDICCJON
Por otro lado. tenemos la acepción part icula ri1ada q Ut' 1imita
su conceptualización únicamente a la ''¡?otc:-'tacl de ejercer la (1(/-
ministración de justicia determinándose el derecho material a¡Jiicu-
hlc a 1111 caso concreto de nzan<'ra dc.finitim" ( 65).
267
de COUTURE. la satisfacción efectiva de los fines Lkl derecho. la
realización de la paz sociJlmcdiantc b vigencia de las norm~¡sjuri
dicas.
La Tutela Jurídica supone t:Jmhi0n. en cuantn a la efL'Cti\id.id
del goce de los derechos que la ley reconoce. la vigencia de la a.\in-
logía jurídica, de los valores imperantes. coordinados entre sí dl·
modo armonioso. ¿Sirve el proceso a L'stos valores jurídicos'? ¡,PuL'-
de I:J Ciencia Procesal cooperar a la efectiva realizaci{Jn tk la Tute-
la Judicial Electiva! La respuesta es absolutamente pos1tiva. y P''r"
ello remitámonos a los Arts. 2330 de la Crmstirucil)n Pul/ti('(/ efe!
Estado y al 30 de la Le.1· OrgániC'a dl:'l Poder Judicial que ~.·st,J 1 •1c
cen las Garantías de la ,1dministración de Justicia. que no son otra
cosa que Principios. Presupuestos e Instituciones procesales qUL'
condensan cjemplificativamentc las garantías del Debido Proceso o
Duc Proccss of Law del Derecho Anglosajón o Cnl//111011 La\\' (76).
que seiíala la justicia del proceso judicial quL·. aunqliL' debiera ser
una tJUtología. no necesariamente siempre lo L'S.
268
CONSEJOS PARA UN" EJERCICIO RESPONSABLE DE LA
ABOGACIA
A) LA RELACION ABOGADO-CLIENTE
Tómese nota que si ,:] patrociniu recibido L'S cwsa pcn;1l. L'l
ahog;_¡do no se encuL·ntra oblig:1do a obtL'I1l'r una scntL·ncia Lk
absolución: la gran rcsponsahilid;Jd St' L·entra en pretl'mkr UIW so-
lución jmídica y humanamente justa. ~o SL' trat;¡ pUL'S tk dcformélr
la iusticia.
27S
Hast<J aquí parece ser el daño la fronter<J "del lícito" e "ilíci-
to" en materia de secreto profesional.
Por ello la ky procl'Sal civil obliga a todas las gentes con capa-
281
ciclad jurídica a testificar, pero en cambio exime absolutamente a
los ahogados. en torno a hechos que hayan conocido en el ejercicio
de su profesión (Art. 457 del C.P.C.).
282
LA BOLSA DE VALORES
ASPECTOS JURIDICOS
1. Premisa
La Bolsa es una institución y es, además y esencialmente. un
mercado, que, como mercado organizado, tiene sus expresio-
nes en la Rueda, en la Mesa de Negociación y en la Mesa de
Productos. Sin embargo, sólo la Rueda forma el Mercado
Bursátil. La Mesa de Productos y la Mesa de Negociación
están integradas al Mercado ExtrabursátiL aún cuando sean
mecanismos que funcionan en el recinto de la Bolsa.
2. Concepto y características
La Bolsa en el Perú, desde antes de la innovación de su estruc-
tura jurídica, ha sido siempre un mercado de valores, pues lo
que ha sido y lo es hasta la actualidad el objeto de la negocia-
ción son títulos-valores. De ahí que en su actual estructura
y organización se le denomine como Bolsa de Valores.
28S
3.2. La negociación es nominada y típica
4. La Caja de Valores
294
LA RUEDA DE BOLSA
7. Co11cepto
La Rueda de Bolsa es. tradicionalmente, la expresión cabal
de la Bolsa como mercado y constituye el principal servicio
que presta la Bolsa de Valores de Lima como institución de
servicio público. pues es en ella donde se centraliza la m·go-
ciación de valores admitidos a cotización. Se le llama t~nnbién
Sala de Negociación, Corro, Parquet o Pregón.
El art. 1 O del Decreto Legislativo N° 21 1 la conceptúa como
la reunión que se realiza en los locales designados por las
Bolsas de Valores, con el objeto de que se realicen las transac-
ciones con los valores mobiliarios incorporados a la negocia-
ción bursátil. Ya hemos visto que en virtud de la negociación
indirecta, sólo los agentes de Bolsa y sus operadores o i<Js
sociedades corredoras y sus operadores, pueden participar en
ella.
8. Características específicas
Al considerar las característies geneneas de la negociación
en Bolsa hemos reservado aquellas que hemos considerado
específicas por corresponder a cada uno de los mecanismos
de negociación, en particular. Son características específicas
de la Rueda de Bolsa el cautiverio de los valores negociables
y la presunción del consentimiento del cónyuge del ena.ienan-
te. así como los mürgencs del mcrc;;~do y las cotizaciones
como derivación de la formación objetiva de los precios.
295
8. l. l:'l caut ivcrio de los valores negociables
Como ya lo hemos rcseii.ado, el cautiverio de los v;.dorcs
negociables en Rueda de Bolsa, que fue un anhelo largamente
esperado. tuvo su antecedente en la Ley N° 17020 y su con-
sagración en el Decreto-Ley N° 18302 y luego en el Decreto
Legislativo N° 21 l. Según el art. 9 de la Ley Normativa del
Mercado BursütiL en la negociación de valores registrados en
Bolsa, es obligatoria la mediación de Jos Agentes de Bolsa y
de las sociedades corredoras, quienes debenín concertar
obligatoriamente en Rueda de Bolsa todas las operaciones
que intermedien.
9. Funcionamiento de la Rueda
Según el Reg:bmento de las Operuciones en Rueda, la Rueda
debe tener lugar todos los días hábiles y su horario, duración
y demás mod:.llidades ser determinadas por el Directorio de
la Bolsa. previo informe Jcl Director de la Rueda. Para darle
inicio se requiere de fu presencíu del Director de lu Rueda,
del Pregonero -que es su auxiliar- y, cuando menos, de la
quinta parte del número de ugentcs de Bolsu hábiles para
opcr:.Jr o sus opcr:.~dores u operadores de sociedades corre-
doras.
1 O. /Jircccir)n de la Nueda
La conducciún de Li Rtll'LI:i. SL'~Ún ,.¡ :trt. 13 del lkcrcto
Legishttivn '\ 0 211. est[J :1 c:m.>:o dl'l DirL'ctnr ,¡,, 1:t Rueda. que
es un lünciPnario tksig:nado p<>r L'l Dirl'dorio LIL' la Bols<J
de Valores. quien t'st{¡ facult:1do. por el mi'-lll<l dispositivo
lcgal. :1 resolver con fallo in:¡¡wl:thk (a-;; CliL'stioJws que Sl'
susL~iten rcs¡wctn a la realidad y v:tlidez lk l:1s opLT:Jciones.
durante el curso de la R.ucda. Par;¡ dotar!P de :tutonom ía
y seguridad. el citado precepto kg:tl impide su rL'i110cihn.
salvo por causa justificada a criterio de la CO'\JASEV y. para
t]lll' actúe con la mayor imparcialidad y objetividad posibles.
está afecto. de maner<J absoluta. a la prohibición de' adquirir
o en:tjenar. a título oneroso. valores bursátiles sin h:1ber ohtl'-
nido previamcnk y en cada caso. la autorización L'scrit:l ,kJ
Directorio de la CON;\ Sl; V. con ex ccpción de va lorL'S que
pn>ven)!a n de su condición de usuario de un servicio público
o de los t¡liL' adquiera con finL'S de dL'sgrav:tmen trihut:~rio.
11
LA MESA DF NEGOCIACION
13. Conccp to
L<J Mesa de Negociación es un mecanismo establecido con la
finalidad de organizar el mercado ex trabursátil. al posibilit~r
las transacciones con valores no susceptibles de negociars('
en la Rueda de Bolsa. Su implantación respondió a la necesi-
dad de canalizar la oferta y la demanda de títulos cuyJ ne-
gociación cubría un gntn segmento del l\h·rcado de Valores.
por lo que mediante este mecanismo 1<1 Bolsa de Valores Lk
Lima promueve la centralización y ordenamiento d1.' las
transacciones, ofreciendo, así. un servicio adicional para
propiciar la inversión y dotar de liquida al mercado.
111
L\ \ti·SA DF PRODUCTOS
18. Cunnp ro
La r>.h·sa de Productos L'S c!Iwís rt·cienk nwc~1nisnw tk Jll'go-
ciación que. aunque constituyL· un nwrcado t·xtrahurs:ítil.
funciona tambi(·n l'll L'l local tk la Bolsa d,· V~ilorL'S tk Lima.
Consiste L'll la concertación de operaciones L'On titulo-. rL'-
prL·sentativos Lk derechos sohrl' productos. pronwviL'Jlllo la
centralización y ordenamiento de las tr:JnsaLTÍllllL'" con
títulos que han venido a irll.Temcntar la gama de los qllt' ~on
susceptibles de negoei;1ción. No se trat:1. como plll'Lk <!pre-
ciarse. de negociación dL· productos sino Lk v:ilün·s. lo que
hace innecesario este mecanismo ante la existencia de la Mesa
de \:egociación.
IV
(10) LJComtituciónConH'nt<JLb.p:.í!!.IK4
.\07
Por último. la Bolsa puede ser también un instrunwnto\:om-
plcmentario de la política económica. particularmente dl'
la münetaria.
30l-i
LA ESTABILIDAD LABORAL
(l) RAUL FERRERO R. "Derecho del trahajo" l5a. Edición. Lima 1977
p. 17.
todo para la .relación de tr<Jbajo por tiempo indeterminado
(y excepcionalmente en C:Jso de ruptura ante> tcm¡ms. tam-
bién para el contrato a plazo fijo)" (2); ni para el trabajador.
que en caso de abandono incurre en incumplimiento reso-
lutorio de su contrato.
(7) JORGE RENDON V ASQUFZ "Manual d<> Dt>rt>cho del Trabajo Indivi-
dual" p. 11~- TARPUY Lima, 19Xl.
314
consecuencias legales que se deriven de tal incumplimiento"
03 ). Fsta última situación cstú pn'vista en la Ley ~o. 24514.
artículo 26° que da opción al trabajador agraviado por "'falta
del empleador'' considerada como acto de hostilidad. a for-
mular lknuncia ante la Autoridad Administrativa de Trabajo
para que declare el cese de la hostilidad e imponga sanción
económica: o a dar por terminado el contrato de trabajo
por despedida indirecta y demande ante el Fuero de Trabajo
y Comunidades Laborales el pago de indemnización especial
y de compensación por tiempo de servicios.
DtRl.:Xf/0 A LA tSTABíLIDAD
(14) EMILIO MORGADO -Seminario "Bases para una ley general de traba-
jo" p. 212. Lima, 19il4-~ Editado por el Instituto de Estudios de Tra-
bajo (IET) PI Centro Interamericano de Administración del Trabajo
(CIAT) y la Oficina Internacional del Trabajo (O.I.T.).
321
Trabajadores amparados
Estan excluidos:
La falta grave
El despido
Despido colectivo
Despido indirecto
COMPARADO(*)
Objetivos
(12) Cf. Ley de Amparo, edición a cargo de José Carlos Guerra Aguilera.
337
Otros Códigos se refiren específicamente a los emplazamien-
tos y notificaciones, limitándose a señalar que si el litigante se
comporta en el juicio de manera tal que manifiesta haber tenido
conocimiento de una providencia que no fue notificada, no pro-
cede declarar la nulidad, pues resulta evidente que no se ha causa-
do perjuicio alguno con la omisión; o precisan que la falta de cita-
ción o la omisión de alguna solemnidad sustancial debe haber im-
pedido que el demandado haga valer sus derechos o puede influir
en la decisión de la causa (Códigos peruano, art. l 086° y ecuato-
riano, arts. 3 79° y 380° ).
(14) ROCCO. Ugo. Teoria General del Proceso Civil, pp. 507-509.
338
ción sin límite temporal alguno, incluso mediante el ejercicio de
una simple pretensión declarativa de inexistencia" (15).
(19) IBID.
(20) ALSINA, Hugo. Tratado Teárico 1'1'acticn de Derecho Procese! Civil
y Comerc·ial. T 1, pp. 649-650.
(21) BARRIOS.l.c.,pp.l31-l33.
(22) GOLDSCHMIDT. James. IJerecho l'rucesal Cil'il. p. 321.
(23) CONDORELU. J.c .. pp. 103-106.
341
También ha dado lugar a discusión la aparente contradicción
entre el art. 158° y el art. 161° del Código italiano. El art. 1580,
como hemos visto, declara que los vicios provenientes de la consti-
tución del juzgador o de la intervención del Ministerio Público
dan lugar a nulidades insubsanables y decretadas de oficio "salvo
lo dispuesto en el art. 161°. Este artículo, por su parte, dice que
"la nulidad de las sentencias sujetas a apelación o a recurso de
casación, sólo podrá hacerse valer dentro de los límites y según las
reglas peculiares de estos medios de impugnación. Esta disposición
no se aplicará cuando la sentencia carezca de la firma del juzga-
dor".
5. Principio de protección .. ~
6. Extensión o efectos
Reflexión final
(26) MORELLO, Augusto Mario, 'Las Nulidades Procesales, Hacia una in-
terpretación Dinámica Funcional", en Estudios de Nulidades Procesa-
les, p. 156.
346
cepciones y complementos que ha sido necesario introducir a los
dos principios más importantes, los de especificidad y convali-
dación. Entender este fenómeno y trabajar en esta línea puede
alejarnos del sueño de algunos procesalistas por encontrar una
arquitectura perfecta, pero que a veces hace recordar aquella ciu-
dad de los inmortales que describe Borges, que impresiona por el
interminable, por lo atroz y por lo co'mpletamente insensato.
Este es nuestro rc.to ante una población que no sólo crece demasia-
do rápido, sino que también, por motivos que aún no se entienden
lo suficiente, se aleja casi con la misma rapidez del camino de la
formalidad.
CODlGOS UTILIZADOS
ARGENTINA Código Procesal Civil y Comerci<JI ele la Nación y
Normas Complementarias. Edición a cargo de
Antonio José Giangrasso. Buenas Aires. Ec!. Depal-
348 ma. 1983.
BKASIL Novo Código de Proceso Civil ( Lci No. 5869 de
1 1 de Janeiro de 197 3) Río de Janeiro actualiza-
do de !983.
COLOMBIA Código de Procedimiento Civil. Edición a cargo de
Jorge Ortega Torres. Bogotá. Ed. Temis, 1984.
353
Derecho NO 40, 1986, se terminó de
imprimir en junio de 1 987, en los talleres
de Editorial e Imprenta Desa, General
Varela 1577, Lima 5, Perú. La corrección
de pruebas estuvo a cargo de Jorge An-
tonio Ramos.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DEL PERU
REVISTAS
EDICIONES ANUALI:::S
Anthropologica,
Boletín de/Instituto Riva-Agiiero
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