Malaquías 1 - 6-14

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Introducción

Introducción general

Es posible vivir despreciando el nombre de Dios y no saberlo. Eso es lo que pasaba y eso es lo
que vamos a estar reflexionando hoy. Les animo a hacer una mirada sincera hacia nosotros
mismos y dejar a Dios hablarnos de si está pasando eso en nuestras vidas.

Contexto de Malaquías

a. Es el último libro que se escribió. 400 años aproximadamente antes del nacimiento de
Jesús. Ya habían vuelto del exilio, las ciudades reconstruidas, aún bajo el dominio de
Persia.

b. De la persona de Malaquías se sabe poco y sólo hay suposiciones en base al contenido


del libro, que tampoco nos ayudan a interpretarlo.

c. Su contenido teológico es distinto a los demás profetas: ha desaparecido la idolatría, los


pecados que se mencionan son los que corresponden al libro de Nehemías. Se puede
intuir en este libro que poco a poco el pueblo parece se va convirtiendo en lo que más
adelante encontramos con Jesús, en los grupos de los fariseos y los saduceos, un
pueblo que cumple con los requisitos a su manera, pero sigue sin entenderlos.

d. El libro tiene un lenguaje particular, se dirige a través de declaraciones de Dios molesto


por la conducta en la que se le responde ¿y cómo hemos hecho eso? ¿de qué manera
lo estamos haciendo? No por curiosidad, sino por evasión y falta de reconocimiento.

e. En el primer pasaje Dios muestra su amor hacia su pueblo, mostrándoles que él los
había elegido y además expresa su castigo hacia Edom. De este pueblo habló Abdías,
Isaías y otros.

f. La siguiente sección entra en un nuevo tema que vamos a ver hoy, aunque hay
conexión entre los dos textos por la estructura y el lenguaje utilizado.
Desarrollo del texto

a. Planteamiento de la cuestión (v.6-7)

6 El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi
honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh
sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu
nombre?
7 En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos
deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable.

El texto está dirigido a los sacerdotes principalmente. El profeta va a acusar en realidad a todo
el pueblo por cómo se estaban haciendo los sacrificios. Y se refería a los sacerdotes porque
ellos aceptaban lo que traían el pueblo. Ellos debían enseñar al pueblo a traer lo mejor, pero su
actitud era contraria a eso.

Dios pone el problema: me menospreciáis. La palabra en hebreo significa “desdeñar”, “tener en


poco valor”, “tener como algo vil”. Malaquías hace una comparación, mientras que se
comprende y en la vida normal respetamos a un padre o a alguien de autoridad, hacia Dios no
existe esa actitud, así que lo rebajamos, le quitamos el valor que tiene y le tratamos como si no
fuera tan importante. No es un acto directo de insultar o de rechazar, sino de vivir como algo
que está ahí, pero por lo que no vale la pena esforzarse.

Quiero hacer aquí una primera reflexión. Porque puede que esto suceda en más aspectos de la
vida. Se dice que las comparaciones son odiosas, pero si pensamos en otros aspectos, puede
que descubramos que le damos más valor a otras personas que a Dios, a otro tipo de
actividades que el servicio a Dios, a otro tipo de alegrías, que la alegría en Dios.

¿Entendemos otras cosas hacia los seres humanos pero no hacia Dios? Por ejemplo, la
entrega. ¿Somos capaces de entregarnos a otras cosas con entusiasmo, pero esa misma
entrega no está cuando pensamos en Dios?

Como en todo el libro, lo curioso es la pregunta de los sacerdotes: ¿en qué te hemos
despreciado? Ellos continuaban haciendo los sacrificios y cumpliendo con todos los rituales que
se les habían mandado, ¿por qué decía eso Dios de ellos? Esa es la pregunta que vamos a ir
contestando en los siguientes versículos.
b. Los rituales banalizados (v.7-8)

7 En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos
deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable.
8 Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando
ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se
agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.

- En el versícuilo 7 se menciona el pan y la mesa. Tanto en el tabernáculo como en el


templo había una mesa con los panes de la proposición. En Éxodo 25 se describe la
construcción de la mesa. En Levítico 24 se describen los panes, eran 12 y se ponían en
dos hileras de seis. Este pan lo comían los sacerdotes. No sé cómo lo menospreciaban,
pero puede que no se lo comieran o de alguna manera lo trataban de forma
irrespetuosa.
- Sin embargo, hay algunos autores que creen que la mención del pan y la mesa hacen
referencia a los sacrificios de animales y al altar. Hacen alusión a Levítico 21 en el que
tres versículos hablan de ofrecer el pan e interpretan que en ese texto también se
refiere a la carne, porque pan en realidad es “alimento”. Lo menciono por si alguien
tiene interés, porque tampoco modifica mucho el significado del texto, aunque creo que
es más sencillo entenderlo como el pan de la proposición o de la presencia, sobre todo
cuando se hace alusión a la mesa, ya que en ningún sitio se habla del altar como la
mesa.
- Pero es cierto que la mención del pan no es tan importante, porque el resto del texto
habla de los sacrificios de animales que se ofrecían. Existían varios sacrificios: se
hacían ofrendas vegetales y luego sobre las de animales, de las que se hablan aquí
había ofrendas de paz o de comunión, de pecado, de expiación (eran distintas aunque
no es fácil descubrir la diferencia), y de holocausto. Las vegetales representaban la
gratitud por la provisión, las de paz o comunión reflejaban la vida en comunidad, las de
holocausto eran de alabanza, de honor a Dios; las de pecado y expiación para pedir el
perdón por diferentes tipos de pecados, ya sea individual o del pueblo en general. Por lo
poco que sabemos del texto, probablemente se refiera a los sacrificios de holocausto o
los de paz, los que se ofrecían voluntariamente y que además eran los que los
sacerdotes comían.
- Cada animal que se ofrecía debía ser perfecto. En varios pasajes se habla de ello,
mencionamos uno sólo: “Y si hubiere en él defecto, si fuere ciego, o cojo, o hubiere en
él cualquier falta, no lo sacrificarás a Jehová tu Dios” (Dt 15:21)

Pero era eso lo que estaba sucediendo. A Dios le ofrecían el animal más desvalido, el que no
querían para ellos, el que no les servía o les causaba más problemas, el que menos beneficio
tenían, el que no podían vender, el que, como dice el texto, no lo darían ni siquiera de regalo a
nadie para honrarlo, porque eso sería un insulto. Sin embargo, mientras que entre hombres de
honor no se darían animales, así, sí se los dejaban para Dios. Y para Dios eso era un
menosprecio.
Es interesante que podamos reflexionar en esto. Ahora no hacemos sacrificios, pero de alguna
forma u otra, entregamos algo a Dios y deberíamos entregar todo a Dios. Si bien es cierto esos
sacrificios no pueden conseguir que Dios nos beneficie, sí siguen formando parte de nuestra
relación con Dios. Pablo dice que entreguemos nuestros “miembros” y “cuerpo” como sacrificio
a Dios.

Sin embargo, lo que vemos como normal, darnos a otros, puede ser que no lo hagamos con
nuestro Dios. Vemos normal entregar tiempo a familia y a amigos, ¿pero no es Dios nuestro
padre y Jesús nuestro amigo? Vemos normal la obediencia a las autoridades ¿pero no es Dios
nuestro Señor? Vemos normal dar regalos a quienes queremos, ¿y a Dios no le damos nada
de nuestras propiedades?

Esta actitud, en cualquier área de nuestra vida, implica que tenemos en poco a Dios. Dejarle
las sobras, lo que ya nosotros ni queremos, hacer un listado de las cosas importantes y que él
ocupe el último lugar, es un desprecio a quien, ahora además, sabemos que entregó a su hijo,
a quien se entregó a sí mismo por conseguir nuestro amor.

Cinco Tendencias equivocadas

a. A compensar (9a)

9a Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros.

¿Qué nos queda ante esta realidad? Nuestra reacción primaria sería compensar. Pues le
contentaremos con cosas, le regalaremos algo, disminuiremos su ira con regalos.

El profeta sabía que lo único que podía conseguir que Dios nos favorezca sólo es su
misericordia, es decir, la voluntad de Dios mismo de perdonas. Por eso les recuerda y nos
recuerda a nosotros: ruega a Dios, ora por piedad para tu vida.

Y es que, si bien Dios se ofende de que no le entreguemos lo mejor, hacerlo que podamos
tampoco soluciona nada. Sólo rogar por su misericordia y que él nos la ofrezca puede dar lugar
a la reconciliación y restsauración.
b. A escatimar la entrega (9b-10)

9b. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas? dice Jehová de los ejércitos.
10 ¿Quién también hay de vosotros que cierre las puertas o alumbre mi altar de balde?
Yo no tengo complacencia en vosotros, dice Jehová de los ejércitos, ni de vuestra mano
aceptaré ofrenda.

Dios mismo le dice a los sacerdotes: es mejor que cierren las puertas del templo y que no
ofrezcan nada. Eso no quiere decir que Dios quiera que se cierre o que si cierran el templo,
Dios lo va a dejar pasar. Pero ante las dos cosas, mejor es no ofrecer que ofrecer mal.

Porque otra tendencia que tenemos es: “bueno, es mejor algo que nada, ¿no?” Y pensamos
que ya le estamos ofreciendo bastante y ponemos en una pesa lo que hacemos y valoramos
nosotros cuál es el peso adecuado de lo que debemos darle.

Dios lo deja muy claro: o lo ofreces todo, o no ofrezcas nada. Claro que no ofrecer nada
tampoco soluciona el problema, es mejor que ofrecer de mala gana lo que nos sobra, pero
mantenemos la gravedad del problema de vivir de espaldas a Dios.

c. A creer que Dios necesita algo de nosotros (v.11)

11 Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las
naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque
grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos.

Y es que otra tendencia que tenemos los seres humanos es pensar que lo que damos es
porque Dios lo necesita. A él no le hace faltan nuestras cosas o nuestras alabanzas. No es un
Dios que vive con “baja autoestima” porque no le reconocemos quién es. Su valor no depende
de nuestras palabras y él es y será reconocido en todo momento.

No creas que Dios te necesita. C.S. Lewis habla en su libro de “los cuatro amores” del amor
“necesidad”, en el que amamos porque necesitamos al otro. Pero no es ese el amor de Dios. Él
ama por su propia naturaleza y desea que le honres por tu propio bien, por nuestro propio bien
y no por que le sea necesario.

El texto tiene su dificultad. En la realidad de aquellos tiempos no existía realmente pueblos que
estuvieran ofreciendo sacrificios a Dios, así que muchos interpretan que esto es una profecía,
que empezó a cumplirse con Jesús, que hoy en día es una realidad y que será plena cuando se
culmine el plan de Salvación de Dios.
d. A la rutina de los rituales (v.12-13)

12 Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa de Jehová, y


cuando decís que su alimento es despreciable.
13 Habéis además dicho: !!Oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice Jehová de los
ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo
eso de vuestra mano? dice Jehová.

Aquí vuelve a aparecer la mesa de la que hablamos, por lo que puede referirse otra vez al pan.
Aunque no sabemos con exactitud en qué consistía ese desprecio, probablemente es que no
quería comer de ella. Era pan sin levadura y les parecería pesado comerlo, en vez de otro tipo
de comida más sabrosa.

La vida sacerdotal les parecía pesada, hacer los sacrificios, cumplir con los preceptos,
participar de esas comidas como un ritual. Valoraban el servicio a Dios por lo que a ellos les
aportaba y no por quién es Dios.

e. A prometer y no cumplir (v.14)

14 Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su rebaño, promete, y sacrifica a


Jehová lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es
temible entre las naciones.

La últiima tendencia: a prometer y no cumplir lo prometido. Porque en nuestro corazón todos


somos héroes y tenemos buenos deseos que luego en nuestra realidad no los cumplimos.

El texto es muy duro, porque estamos hablando de que Dios maldice a la persona que se
describe aquí, que dice cumplir y prometer entregar lo mejor, pero luego entrega lo que le
sobra.
Reflexiones

Repaso de las tendencias

- A compensar con nuestro esfuerzo y olvidar la gracia


- A escatimar la entrega
- A creer que Dios necesita algo de nosotros
- A la rutina
- A prometer y no cumplir, a imaginarnos héroes

Dos últimas reflexiones

a. Este texto termina con una declaración de quién es Dios. Ante esta declaracion, las
tendencias que hemos mencionados dejan de tener sentido:

“Porque yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es temible entre las
naciones”

b. La necesidad de Jesucristo

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