0% encontró este documento útil (0 votos)
213 vistas12 páginas

Características Del Código Agrario de 1934

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 12

UNIVERSIDAD AUTONOMA DE BAJA CALIFORNIA

FACULTAD DE CIENCIAS ADMINISTRATIVAS Y SOCIALES

ASIGNATURA
DERECHO AGRARIO
TITULAR
LIC. RODOLFO RAFAEL CARRILLO OLEA
ALUMNO
RAMIRO JESUS MORENO CASTRO
MATRICULA
351725
Introducción

De acuerdo con José L. Cossío, en su obra Monopolio y fraccionamiento de la propiedad


rústica, desde 1521 hasta 1914, en México se había monopolizado tres veces la tierra.

Primeramente, cuando los conquistadores se hicieron grandes concesiones, que fueron


confirmadas por los reyes de España; Hernán Cortés fue dueño del territorio comprendido
ente Tacubaya y Tehuantepec teniendo como límites Veracruz con Oaxaca, y una parte del
Estado de Guerrero; el Conde del Valle de Orizaba fue dueño de las haciendas comprendidas
entre Orizaba y Pachuca; el Marqués de Aguayo tuvo el Estado de Coahuila, en su mayor
parte, y mucho de Texas. Como estos existieron otros grandes poseedores de tierras. En
este monopolio Carlos V ordenó que se respetaran los terrenos que poseían los sometidos,
los indígenas. No obstante, en cuestión agraria, la propiedad privada en la Nueva España se
organizó sobre una base de desigualdad absoluta, que favoreció la desmedida
concentración de los españoles y la decadencia gradual de la pequeña propiedad de los
indígenas.

La segunda vez, las propiedades que se habían fraccionado al paso de los años, fueron
“acaparadas por los banqueros de la época o el clero; cuyos bienes fueron tan cuantiosos
que el Barón de Humboldt estimó que ascendían a las 4/5 partes de la propiedad territorial,
y posteriormente, Lucas Alamán juzgaba que no representaban menos de la mitad del total
de los bienes raíces del país”.

La tercera vez se da con la “Ley de 15 de diciembre de 1883, llamada ‘Colonización y


deslinde de terrenos baldíos’, donde se crearon las compañías deslindadoras, que al
despojar a los propietarios monopolizaron nuevamente la tierra. Esta aseveración se
comprueba con los datos oficiales que expresan la suma total de terrenos baldíos
adjudicados desde 1821 hasta 1906, los cuales ascendieron a 72.33 millones de hectáreas”.

Para el ser humano, desde siempre la tierra ha sido un factor de disputa; y, de hecho,
muchas de las guerras y revoluciones han sido para posesionarse o defender regiones, y los
pueblos americanos no fueron la excepción, ya que con la conquista los colonizadores
buscaban apropiarse de las riquezas descubiertas, incluyendo la tierra, y por su parte los
pueblos sometidos buscaban defender sus territorios. En el transcurso de los siglos, no sólo
se dio un proceso de monopolización de la tierra, sino también del aprovechamiento de los
recursos naturales: maderas, resinas, gomas, aguas, y mediante las actividades de caza,
pesca y minería, principalmente. En los años previos a la Revolución de 1910, hubo muchos
decretos y leyes relacionados con el tratamiento que debía darse a la propiedad y uso de
las tierras, iniciativas promovidas por los presidentes en turno.

A principios del siglo XX, la concentración de la tierra se dio mediante la figura de la hacienda
o el rancho, los cuales fueron las principales formas de explotación agropecuaria. Para el
año de 1910, existían 8431 haciendas y 48 633 ranchos, es decir, 57 064 propiedades; pero
96 por ciento de los jefes de las familias rurales no poseían tierra alguna. Para que alguien
se considerara acreedor al título de hacendado, debía poseer una finca de cientos de
kilómetros cuadrados; si no, era apenas un ranchero. Una propiedad de 1000 o 2000
hectáreas se llamaba rancho, mientras que la designación de hacienda correspondía a
extensiones mucho mayores.

La Revolución mexicana hizo suyas las principales necesidades de la clase campesina y


obrera, incorporando sus derechos en los artículos 27 y 123 constitucionales,
respectivamente, aunque para efecto de este trabajo nos habremos de ocupar de los
hombres y mujeres del campo, acaso uno de los sectores que aportó un mayor número de
elementos al primer movimiento social del siglo pasado; por cierto, con ello se estatuyó la
seguridad social en México.

La Ley Agraria

El 6 de enero de 1915, Venustiano Carranza expide la Ley Agraria, redactada por Luis
Cabrera, con la cual se trata de dar solución a la carencia de tierras reconstituyendo los
ejidos. Consta de nueve considerandos, doce artículos y un transitorio. El primer
considerando señala:

“Que una de las causas más generales del malestar y descontento de las poblaciones
agrícolas del país, ha sido el despojo de los terrenos, de propiedad comunal o de
repartimiento, que les habían sido concedidos por el gobierno colonial como medio
de asegurar la existencia de la clase indígena, y que […] quedaron en unos cuantos
especuladores.”

En ese sentido, el sexto considerando apunta que “es palpable la necesidad de devolver a
los pueblos los terrenos de que han sido despojados, como un acto de elemental justicia y
como la única forma efectiva de asegurar la paz y de promover el bienestar y mejoramiento
de nuestras clases pobres”.

Para tal fin, como se menciona en el artículo 4º de la Ley Agraria, se creó la Comisión
Nacional Agraria, que tenía como misión organizar comisiones locales estatales integradas
por comités particulares ejecutivos, de manera que las solicitudes de restitución y dotación
serían presentadas a las autoridades políticas o militares, mismas que las turnarían a las
comisiones locales y éstas a los comités para que procediera la entrega. También
dictaminaría sobre la legitimidad y pertinencia de los casos, para que el Ejecutivo sancionara
las dotaciones y expidiera los títulos respectivos.

No obstante, su aplicación y los efectos importantes de esta ley no se manifestaron de


manera inmediata, ya que, como puede apreciarse en su artículo transitorio, el país se
encontraba en guerra civil.

Artículo 27 constitucional, enfoque agrario

Tras la expedición de la Ley Agraria, y una vez que Álvaro Obregón derrota, primero, a las
tropas convencionistas y luego a las villistas, el primer jefe del Ejército Constitucionalista
retorna a la ciudad de México y convoca desde ahí, el 14 de septiembre de 1916, a un
Congreso Constituyente a realizarse en Querétaro, que tendría la encomienda de modificar
la Constitución de 1857. El Congreso quedó formalmente instalado el primero de diciembre
de 1916, y la nueva Constitución se expediría dos meses más adelante, a diferencia de su
predecesora.

El lunes 5 de febrero de 1917, en el Diario Oficial, se publicó por orden de Venustiano


Carranza, jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo, la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que reforma la del 5 de febrero de
1857. La Carta Magna contiene 136 artículos. En el artículo 27, se plasmó el derecho a la
tierra, tomando como base la restitución de tierras a comunidades que hubiesen sido
despojadas, la dotación para los pueblos que carecían de tierras y los límites a la propiedad
privada y la expropiación de las propiedades que sobrepasaran dichos límites. Este artículo
ha tenido hasta nuestros días una serie de reformas que han afectado sensiblemente la vida
social y económica de nuestro país.

El artículo 27 constitucional, en su texto hoy vigente, aborda los temas relacionados con la
propiedad de la tierra y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional.
Asimismo, establece que:

“La nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las
modalidades que dicte el interés público, así como el de regular, en beneficio social, el
aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación, con objeto de
hacer una distribución equitativa de la riqueza pública, cuidar de su conservación, lograr el
desarrollo equilibrado del país y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población
rural y urbana.”

También estipula que se dictarán las medidas necesarias para fraccionar los latifundios;
para desarrollar la pequeña propiedad rural; para disponer la organización y explotación
colectiva; para fomentar las actividades económicas en el sector rural; y para evitar la
destrucción o sobreexplotación de los recursos naturales.

Además, afirma que la Ley “protegerá la tierra para el asentamiento humano y regulará el
aprovechamiento de tierras, bosques y aguas de uso común y la provisión de acciones de
fomento necesarias para elevar el nivel de vida de sus pobladores” y que “dentro de un
mismo núcleo de población, ningún ejidatario podrá ser titular de más tierra que la
equivalente al 5 por ciento del total de las tierras ejidales”.

De manera categórica, en la fracción XV se enuncia: “En los Estados Unidos Mexicanos


quedan prohibidos los latifundios”. En la misma fracción se define la pequeña propiedad
agrícola como “la que no exceda por individuo de cien hectáreas de riego o humedad de
primera o sus equivalentes en otras clases de tierras” y se especifica que “para los efectos
de la equivalencia se computará una hectárea de riego por dos de temporal, por cuatro de
agostadero de buena calidad y por ocho de bosque, monte o agostadero en terrenos
áridos”.

También será considerada como pequeña propiedad, “la superficie que no exceda por
individuo de ciento cincuenta hectáreas cuando las tierras se dediquen al cultivo de
algodón, si reciben riego; y de trescientas, cuando se destinen al cultivo del plátano, caña
de azúcar, café, henequén, hule, palma, vid, olivo, quina, vainilla, cacao, agave, nopal o
árboles frutales”.

Respecto a la pequeña propiedad ganadera, se establece que no debe exceder “por


individuo la superficie necesaria para mantener hasta quinientas cabezas de ganado mayor
o su equivalente en ganado menor, en los términos que fije la ley, de acuerdo con la
capacidad forrajera de los terrenos”.

Es importante señalar que el Estado no sólo hizo un ejercicio de dotación de tierras, sino
que, en la fracción XX del artículo 27 constitucional, se determinó como asunto de interés
público que aquél:

… promoverá las condiciones para el desarrollo rural integral, con el propósito de


generar empleo y garantizar a la población campesina el bienestar y su participación
e incorporación en el desarrollo nacional, y fomentará la actividad agropecuaria y
forestal para el óptimo uso de la tierra, con obras de infraestructura, insumos,
créditos, servicios de capacitación y asistencia técnica.

Una vez promulgada la Constitución de 1917, debía reglamentarse el artículo 27


constitucional, por lo que se expidió la Ley de Ejidos de 1920, primera ley reglamentaria en
materia agraria. En esta ley se definió al ejido como la tierra con que se dotara a los pueblos.
También debía consolidarse el proyecto de la revolución, como fue la política de reparto
agrario.

En los años siguientes, se expidieron diversas leyes de restitución y dotación de tierras. Sin
embargo, en 1934, de forma paralela a la primera reforma al artículo 27 constitucional en
la materia, el presidente Abelardo L. Rodríguez expidió el Código Agrario de 1934;
posteriormente hubo dos códigos más, el de 1940 y 1942. Cabe mencionar que su nombre
lo adquieren por el año de su expedición, y no necesariamente por el de su entrada en vigor.

La Codificación agraria

La reforma al Artículo 27 fue promovida por el presidente interino Abelardo Rodríguez Luján
(1932-1934), quien se apegó al Plan Sexenal delineado por el Partido Nacional
Revolucionario,39 para incentivar, fomentar y fortalecer la reforma agraria en el país. El
decreto fue firmado el 30 de diciembre de 1933 y publicado en el Diario Oficial el 10 de
enero de 1934.

La codificación agraria, según la definición de Antonio C. Vivanco, es “el ordenamiento legal


orgánico y sistemático de las normas jurídicas agrarias, fundadas en los principios generales
del derecho agrario”.

El Código Agrario del 22 de marzo de 1934, promulgado por el presidente sustituto Abelardo
L. Rodríguez, en Durango, era en estricto apego al llamado Plan Sexenal establecido por el
PNR (Partido Nacional Revolucionario). En el documento compuesto por 178 artículos, más
siete transitorios, distribuidos en 12 títulos y 22 capítulos, pretendían compilarse,
enmendarse y completarse todas las disposiciones jurídicas que, en materia agraria estaban
vigentes, sobre todo en lo concerniente a las recientes enmiendas al Artículo 27
constitucional.

Según la “Exposición de Motivos de Abelardo L. Rodríguez”, con la incorporación de los


ingenieros militares a la elaboración de los trabajos agrarios y la creación de la Comisión
Agraria Mixta, no debía excederse de 150 días la resolución de las solicitudes de dotación,
cosa que no siempre se logró. Lo que sí destacó fue abordar el aspecto correspondiente al
pago de hipotecas y gravámenes que pesaban sobre las fincas dotadas, adeudos que
quedarían cancelados de manera automática y sólo se les concedería la correspondiente
indemnización, ya que era improcedente que los nuevos propietarios cargaran con una
deuda que no les correspondía, ni pagar recursos que jamás habían disfrutado.
El Código Agrario estableció que, en la tramitación, resolución y ejecución de los
expedientes agrarios, la máxima autoridad, como siempre había sido, era el presidente de
la República y, en orden descendente le seguían el recién creado Departamento Agrario, los
gobernadores, las comisiones agrarias mixtas, los comités ejecutivos agrarios y los
comisariados ejidales. En lo sucesivo, el Departamento Agrario haría las veces de la
Comisión Nacional Agraria, aunque en lugar de ser un órgano colegiado, sería encabezado
por un jefe nombrado directamente por el presidente de la República. Las comisiones
agrarias mixtas harían las veces de las comisiones locales; se componían de cinco miembros:
dos representantes de la federación, dos de los gobiernos locales y uno de los campesinos;
serían presididas por el delegado del Departamento Agrario en cada entidad federativa, y
la secretaría correspondería a uno de los representantes de los gobiernos estatales, los
otros tres miembros fungían como vocales.

El trámite de solicitud de restitución y dotación era prácticamente el mismo, sólo variaban


los plazos y las dependencias que le darían seguimiento: se solicitaba al gobernador,
anexando copia a la comisión agraria mixta; el gobernante publicaba la solicitud en el
periódico oficial del estado en un plazo no mayor a diez días y turnaba el expediente a la
Comisión Agraria Mixta; de no hacerlo, esta dependencia iniciaría de oficio con los trabajos
técnicos y administrativos. Una vez integrado el expediente, la comisión tenía 30 días para
decretar la procedencia o improcedencia, notificación que se turnaría al gobernador para
que emitiera su parecer en menos de quince días, de no hacerlo se consideraba negativa en
automático y se enviaba al Departamento Agrario para proceder al dictamen definitivo,
pero de hacerlo favorablemente se daba la posesión provisional e igual se turnaba al
Departamento Agrario para la elaboración del dictamen definitivo, el cual se turnaría al
presidente de la República para su publicación en el Diario Oficial.

En el caso de los fraccionamientos simulados de las haciendas, argucia legal muy socorrida,
serían declarados simulados e inexistentes si dos o más fracciones seguían en propiedad del
mismo dueño, si dos o más fracciones eran administradas por una misma persona, cuando
no hubiese deslinde y señalamiento de divisiones claramente señalados, y cuando los
fraccionamientos se hicieran en fecha posterior a la solicitud de dotación de algún núcleo
de población. Estos argumentos fueron claves a la hora de los repartos, pues casi todos los
hacendados recurrieron a estos fraccionamientos que, tras las investigaciones, las
autoridades terminaron calificándolos de simulados y procedía el reparto real.

Se declararon inafectables las fincas menores de 150 hectáreas de terrenos de riego, o sus
equivalentes (300 de temporal, que se reducirían a 200 o 100 si había núcleos de población
peticionaria en el radio de siete kilómetros y no hubiese más tierras), y las fincas de 300
hectáreas ocupadas en plantaciones como plátano, café, cacao, árboles frutales y henequén
(con opción de 150 hectáreas plantadas y 150 para posibles ampliaciones). Por solicitud
expresa, el presidente de la República, previa consulta con la Secretaría de Agricultura y del
Departamento Agrario, podía conceder el beneficio de la inafectación a fincas destinadas a
la ganadería por un término de hasta 25 años.

El Código concluía derogando “todas las leyes, decretos, circulares y demás disposiciones
expedidas en materia agraria con anterioridad a este Código, así como las que se opongan
a su aplicación”. Con ello se daba carpetazo a las innumerables y enredosas disposiciones
que existieron entre 1915 y 1934, muchas de las cuales se contraponían, pero eran
aplicables y estuvieron vigentes de forma paralela, o al cúmulo de circulares de la Comisión
Nacional Agraria que pretendía enmendar errores detectados en leyes, decretos y
reglamentos. En lo sucesivo, todo dependería del Código Agrario: una sola ley para regir los
destinos del campo mexicano.

Características importantes del Código agrario de 1934.

El Código Agrario de los Estados Unidos Mexicanos expedido por el presidente Abelardo L.
Rodríguez, el 22 de marzo de 1934, publicado el 12 de abril del mismo año, establece como
autoridades agrarias al presidente de la República; al Departamento Agrario, que sustituyó
a la Comisión Nacional Agraria; a los gobernadores de las entidades federativas; a las
comisiones agrarias mixtas, antes comisiones locales agrarias; a los comités ejecutivos
agrarios, antes comités particulares ejecutivos, y a los Comisariados Ejidales.

En él se instituye al presidente de la República como “la máxima autoridad agraria” y se


determina que “sus resoluciones definitivas en ningún caso podrán ser modificadas”. Se
indica que el Departamento Agrario sería el órgano superior encargado de la aplicación del
Código y que dependería directamente del presidente de la República, quien designaría a
su titular y a los cinco integrantes del Cuerpo Consultivo Agrario, como órgano responsable
de dictaminar los expedientes agrarios que debían ser sometidos a resolución presidencial.
Señala las atribuciones de las autoridades agrarias, la composición de las comisiones
agrarias mixtas, presididas por el delegado agrario, y de los comités ejecutivos agrarios.

Al regular los procedimientos de restitución y dotación de tierras y aguas, previene que en


los casos en que se solicitara la restitución, se instauraría simultáneamente la vía de
dotación para el caso en que aquella fuera improcedente. En materia de dotación, señala
que serían afectables los predios particulares que se encontraren en un radio de siete
kilómetros del poblado solicitante. Reglamenta la capacidad jurídica agraria, define a los
sujetos de esta clase de derecho y los requisitos para ser incluidos en el censo agrario: ser
mexicano, varón mayor de 16 años si es soltero o de cualquiera edad siendo casado; o mujer
soltera o viuda, si tiene familia a su cargo; residir en el poblado solicitante seis meses
anteriores al censo, excepto los peones acasillados; tener por ocupación habitual la
explotación de la tierra, mediante trabajo personal; no poseer a nombre propio o a título
de dominio terrenos en extensión igual o mayor que la parcela que se asigne. La superficie
de la parcela individual sería de cuatro hectáreas de tierras de riego; la de la pequeña
propiedad inafectable que no excediera de 150 hectáreas de riego o 300 hectáreas de
temporal, así como la superficie de 300 hectáreas dedicadas a cultivos especiales.

Introduce como nueva vía de reparto agrario la creación de nuevos centros de población
agrícola, un procedimiento uninstancial, pues sólo requería de la opinión de las comisiones
agrarias mixtas y de los gobernadores de los estados, y previo dictamen del Cuerpo
Consultivo Agrario, elevado éste a resolución del presidente de la República. Reglamenta la
operación del Registro Agrario Nacional y establece que las inscripciones realizadas en esta
institución y las constancias que expidiera funcionarían como prueba plena en juicio y fuera
de él.
Declara imprescriptibles e inalienables los derechos sobre los bienes agrarios de los núcleos
de población, calificando de inexistentes las operaciones, actos o contratos que se
pretendieran llevar a cabo en contravención a dicho precepto; la integración, elección,
remoción y funciones de los comisariados y consejos de vigilancia de los núcleos agrarios;
el fraccionamiento y adjudicación de las tierras de uso individual, así como el orden de
preferencia para la asignación de parcelas; las modalidades de la propiedad de los bienes
agrarios; los casos y causales para la expropiación de tierras de propiedad social; la
suspensión y privación de derechos de los ejidatarios, y la organización de los mismos para
el mejor aprovechamiento de sus recursos, del fondo común y de los productos de las
expropiaciones.

Abarca también las responsabilidades y sanciones de los funcionarios y empleados que


intervinieran en la tramitación de los expedientes agrarios, y en general, de las autoridades
agrarias. Finalmente, comprende disposiciones generales relativas a la nulidad de
fraccionamientos para afectación agraria y la adjudicación de tierras al interior de los
núcleos, previo su fraccionamiento. Reitera que los propietarios afectados por las acciones
agrarias “no tendrán ningún derecho ni recurso legal ordinario, ni podrán promover el juicio
de amparo [...] tendrán solamente el derecho de acudir al Gobierno Federal para que les
sea pagada la indemnización correspondiente [...] dentro del plazo de un año a partir de la
publicación de la resolución respectiva en el Diario Oficial de la Federación”.
Conclusión.

Fue el primer Código Agrario en México, creado en marzo de 1934, durante el gobierno de
Abelardo L. Rodríguez, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 12 de abril del
mismo año, mediante el cual se reúne en forma ordenada y coherente los antecedentes de
los diversos ordenamientos agrarios expedidos a la fecha, eliminado con ello, la dispersión
de las disposiciones agrarias, facilitando su aplicación. Se conservo, en parte, la estructura,
el espíritu, y la letra de la Ley de Dotaciones y Restituciones de tierras y aguas, a la cual
derogo este código de 1934 y se consideraron los puntos esenciales de las Leyes y Decretos
que, a partir de la reforma de la Ley de enero de 1915, modificaron profundamente la
legislación y la política agraria.

Opinión personal.

Se distingue este código de 1934 por la creación los distritos ejidales, puesto que señaló en
ellos la posibilidad de resolver el problema agrario con un criterio económico. Permite la
aportación de pruebas en el procedimiento agrario; la vinculación entre los programas de
colonización y las acciones dotatorias; el reconocimiento de los peones como sujetos de la
dotación de tierras, y la división de las tierras ejidales en parceladas y de uso común.
Aunque no es producto se un a depurada técnica legislativa e históricamente proviene por
la necesidad de evitar los brotes de levantamientos cristeros contrarios a las reformas
agrarias, considero este código como una excelente pieza legislativa que respondió en
buena manera a solventar los problemas agrarios de la época.

También podría gustarte