Ramiro de Maeztu Un Intelectual Ingles

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Ramiro de Maeztu: ¿un intelectual inglés?

David Jiménez Torres

University of Cambridge

Este trabajo versará sobre la relación de Ramiro de Maeztu con la


intelectualidad inglesa. Maeztu vivió en Londres durante quince años (1905-1919),
etapa que resultó crucial en la evolución del socialismo anarquizante de su juventud
hasta el tradicionalismo monárquico de su madurez. Su imbricación en el mundo
intelectual inglés fue compleja y profunda, pero aún nos queda mucho por investigar
para reconstruir el mapa de su relación con aquel mundo. Por esto, me propongo
estudiar la relación de Maeztu con tres figuras señeras del Londres post-victoriano:
George Bernard Shaw, Hilaire Belloc y Gilbert Keith Chesterton. Estos tres escritores
eran, a su vez, bandera de importantes grupos y movimientos intelectuales, cuyos
planteamientos también habrían influido en Maeztu: la Sociedad Fabiana, en el caso
de Shaw; el gremialismo y el catolicismo inglés, en el caso de Chesterton y Belloc. En
este sentido, estudiaré a Shaw, Chesterton y Belloc como polos de atracción a través
de los cuales Maeztu habría canalizado su relación con el mundo intelectual inglés.
De esta forma, intentaré demostrar que la influencia que en él ejerció el ambiente
inglés fue mucho más extensa y compleja de lo que hemos pensado hasta ahora.

¿Por qué me parece necesaria esta nueva aproximación a la figura de Maeztu?


Durante mucho tiempo ha existido un consenso historiográfico según el cual, una vez
regresado Maeztu a España, en 1919, se acababan su etapa anglófila y la influencia
inglesa en su pensamiento. Este consenso se vio ayudado por las declaraciones del
propio Maeztu, desilusionado con el proyecto europeísta tras el trauma de la Primera
Guerra Mundial, así como la posterior construcción de su figura como uno de los
máximos intelectuales de la derecha española de los años treinta. Dicho de otro modo,
los estudiosos han creído a Maeztu cuando dijo que, tras la Gran Guerra, Inglaterra no
tenía nada que enseñar a nadie. Pero me parece que los textos de Maeztu de los años
20 y 30 muestran una huella notable de ideas recibidas en su etapa inglesa, además de
otras gestadas en el ambiente intelectual londinense posterior a su marcha.
Convendría, por tanto, establecer una distinción entre la anglofilia de Maeztu y lo que
podríamos denominar como la ‘influencia inglesa’. La anglofilia sería la admiración
por Inglaterra como nación y sociedad, y el deseo de que España la emulase. En
Maeztu, efectivamente, esta anglofilia muere de forma definitiva tras la experiencia
traumática de la Gran Guerra (si no antes, al entrar en la órbita de Ortega). La
‘influencia inglesa’, sin embargo, sería la impronta en Maeztu de ideas y pensadores
ingleses. Esta impronta sería paralela a la anglofilia pero distinta de ella, y también
mucho más duradera. Lo cual tampoco sorprende demasiado, ya que no resultaría
normal que alguien estuviese quince años inmerso en un determinado ambiente sin
que los discursos hegemónicos del mismo le influyeran a fondo. Máxime tratándose
de alguien tan permeable como Maeztu, un periodista autodidacta que en una ocasión
definió su oficio como el de ser una “cuerda tendida en la ventana para que en ella


Este trabajo se enmarca dentro de la investigación de mi tesis doctoral, realizada en la University of
Cambridge bajo la dirección de Alison Sinclair. Quiero agradecer el generoso apoyo de la Fundación
Gates Cambridge Scholars en este proyecto.
vibre el viento de la calle”1. Lo que interesa es saber hasta qué punto la cuerda que
vibraba en tierra española lo hacía movida, aún, por aires ingleses.

También quiero aclarar lo que entenderé en este trabajo por ‘influencia


intelectual’. A la hora de examinar qué veía Maeztu en Shaw y en Chesterton, no me
parece suficiente con efectuar un análisis de contenidos, esto es, qué ideas de Shaw,
Chesterton y Belloc podemos ver que Maeztu hiciese propias. Porque en lo que se
refiere al estudio de los intelectuales, y como ha explicado Stefan Collini, la sustancia
de las ideas, el contenido de los pronunciamientos, supone sólo la mitad de la
cuestión2. La otra mitad es la estrategia, cómo se comporta un intelectual para que el
público le haga caso a él y no a otros. Esto depende tanto de los contenidos
específicos que se intentan divulgar, como de cuestiones de retórica, estrategias de
autopresentación, etc. Y este tipo de cuestiones son especialmente relevantes en el
primer tercio del siglo XX, cuando la voz y la figura del intelectual son todavía de
reciente aparición, y existe una gran diversidad de opiniones acerca de quiénes son y
cómo deben ser estos intelectuales. Teniendo esto en cuenta, parece evidente que
Maeztu no se limitó a tomar de los intelectuales ingleses ideas o discursos, sino que
también aprendió ciertas maneras de ser intelectual, ciertos códigos de actuación para
incidir en la opinión pública. En el caso de Shaw, Maeztu tenía delante el prototipo
del intelectual fabiano, que actuaba en el marco de una asociación fuerte y que tenía
una identidad corporativa. Shaw también era un modelo del intelectual artista, alguien
que recurría al arte (en su caso, al teatro) para propagar sus ideas. En el caso de
Chesterton y Belloc, Maeztu tenía modelos de intelectuales más disidentes y
anárquicos, menos atados a un grupo y más a su propia conciencia y sus ideas.
Además, Chesterton y Belloc eran modelos del intelectual católico moderno,
polemistas instalados en la esfera pública a través de las grandes cabeceras
periodísticas, pero que no renunciaban a reivindicar el catolicismo como herramienta
intelectual. En este sentido, tanto ellos como Shaw eran modelos intelectuales nuevos
que Maeztu intentaría imitar en su propia figura y exportar a su país.

Tras estas aclaraciones, vayamos a los inicios. Maeztu aterrizó en Inglaterra en


1905 para ocupar la corresponsalía londinense de los periódicos La Correspondencia
de España y La Prensa, de Buenos Aires. Maeztu andaba, a esas alturas, bastante
desilusionado con el ambiente madrileño en que se había movido hasta entonces y
donde se había labrado un nombre; y también estaba de vuelta del exaltado
nietzscheanismo que impregna su primer libro, Hacia otra España (1899). Sus
escritos de aquellos años evidencian su frustración ante las trayectorias de su antiguo
maestro, Miguel de Unamuno, y sus compañeros intelectuales de fin de siglo, Baroja
y Azorín. En su opinión, las ideas y los modos de actuación de los intelectuales
finiseculares ya habían logrado lo que podían lograr, y era momento de buscar nuevas
formas de acción3. Llegado a la treintena, Maeztu se describe a sí mismo como una
‘boya desamarrada’, ansiosa de un nuevo ideal y una nueva claridad de propósito4.

Es en este momento de desorientación cuando Maeztu aterriza en Londres y se


fija en la Sociedad Fabiana. Esta era una asociación de intelectuales ingleses de
ideología socialista que organizaba conferencias y debates, y publicaba una serie de

1
“Menéndez y Pelayo”, La Prensa (Buenos Aires), 10 de julio de 1932
2
Stefan COLLINI: Absent Minds: Intellectuals in Britain, Oxford, Oxford University Press, 2006.
3
“Cómo muere un superhombre”, La Correspondencia de España, 19 de enero de 1902.
4
“Juventud menguante”, Alma española, 18 de marzo de 1904.
estudios realizados por expertos, los Fabian Tracts.5 Recurriendo a un anacronismo,
podríamos definir la Sociedad Fabiana como un think-tank socialista de principios del
siglo XX, con un componente importante de divulgación y de propaganda. Los
fabianos eran revisionistas alejados de la rigidez doctrinal que Maeztu deploraba en el
socialismo español, y mantenían contactos tanto con el Partido Laborista como con el
ala izquierda del Partido Liberal, e incluso con los elementos reformistas del Partido
Conservador. Estaban dirigidos principalmente por el matrimonio Webb (Sidney y
Beatrice), pero su figura más popular era George Bernard Shaw, irlandés residente en
Londres que por aquellos años se confirmaba como el dramaturgo de mayor éxito del
Reino Unido. Bernard Shaw participaba activamente tanto en la dirección interna de
la Sociedad Fabiana como en su contacto con la sociedad inglesa, participando en
numerosos mítines y redactando un buen número de los Fabian Tracts6.

Maeztu no tardó en acercarse a Shaw. A los pocos meses de llegar a Londres


asistió a un mitin suyo de propaganda socialista, donde se sintió impresionado por la
oratoria y los conocimientos del irlandés. Poco después, Maeztu se hizo eco de su
polémica con Chesterton acerca de la figura de Shakespeare. Declaró sus simpatías
por Shaw en un largo artículo, considerándolo el heraldo de una nueva crítica literaria
centrada en las ideas, frente a la crítica esteticista que defendía Chesterton7. Según
Maeztu, Shaw era un “amigo de la veracidad” que “arremete impávido contra todos
los dragones de la mentira y todas las ilusiones del arte”8. Maeztu también contaba a
sus lectores que había conocido a Shaw en persona, ya que en aquel primer mitin de
1905 habían sido presentados por el hispanista inglés Cunninghame Graham. En
varios artículos posteriores se refiere a él como ‘mi amigo’, si bien la correspondencia
de Shaw recogida en la British Library no incluye ninguna carta de Maeztu, así que
podemos suponer que no llegaron a tener un trato personal demasiado frecuente.

Lo que sí sabemos es que Maeztu escribió abundantemente acerca de Shaw


durante su estancia en Londres. Asistió puntualmente a los estrenos del dramaturgo, y
en 1907 dijo que “adoraba” a Shaw9. En otro artículo lo comparó con el fallecido
Oscar Wilde: “Desde sus tiempos [los de Wilde] hasta los actuales ha aparecido
Bernard Shaw, que es tan brillante como Wilde, tan ingenioso y hasta más divertido,
pero que al mismo tiempo (...) sabe más de los hombres y de las cosas y se inspira en
ideales más altos, y pega más duro, y con más eficacia”10. En la comparación entre
Wilde y Shaw vemos otra de las razones que atraían a Maeztu a los dramas del
segundo: no sólo eran brillantes y entretenidos, sino también serios, ideológicos,
propagandísticos. Para Maeztu, las obras de teatro de Shaw eran “las más intensas y
maduramente pensadas que en Europa se estrenan”11. Eran herramientas ideológicas
que podían contribuir al cambio en la sociedad, eran ‘el arte por la vida’, en vez de ‘el
arte por el arte’. Por esto, Maeztu pensaba que el teatro podía ser la “expresión más
noble y más excelsa” de la literatura, cuando se realizaba tal y como lo hacía el

5
A. M. McBRIAR: Fabian socialism and English politics, 1884 – 1918, Cambridge, Cambridge
University Press, 1966; I. BRITAIN: Fabianism and culture: a study in British socialism and the arts
1884-1918, Cambridge, Cambridge University Press, 1982.
6
A. M. GIBBS: Bernard Shaw: A Life, Gainesville, University Press of Florida, 2005; C. A.
CARPENTER, Bernard Shaw as Artist-Fabian, Gainesville, University Press of Florida, 2009.
7
“En torno a Shakespeare”, La Correspondencia de España, 30 de abril de 1905.
8
“Balance teatral”, La Correspondencia de España, 29 de julio de 1905.
9
“Don Juan en el infierno” La Correspondencia de España, 12 de junio de 1907.
10
Referencia de F. Aznar Navarro en La Correspondencia de España, 10 de febrero de 1920.
11
“Trabajo y descontentamiento”, Nuevo Mundo, 19 de diciembre de 1907.
irlandés12. Importa recalcar que esta propaganda que Maeztu hacía de Shaw en los
periódicos españoles se producía en un momento en que Shaw era relativamente
desconocido en nuestro país. Jacinto Benavente confirmó años después que Maeztu
había sido, junto a Manuel Bueno, el primer punto de entrada de Shaw en España,
frente a las pretensiones de Pérez de Ayala de haber sido él el primer español
conocedor de su obra13. Efectivamente, el proselitismo de Maeztu en favor de Shaw
se adelantó en un par de años a las primeras traducciones al castellano que hizo Julio
Broutá del dramaturgo irlandés.14

En mi opinión, el interés de Maeztu por los dramas de Shaw tuvo dos


consecuencias principales. La primera está relacionada con el tratamiento que dio
Shaw a la figura de Don Juan Tenorio en su obra de teatro Man and Superman (1905),
y en concreto en el larguísimo tercer acto, Don Juan in Hell. Maeztu reseñó aquel
tercer acto de manera muy favorable la primera vez que se representó ante el gran
público, en 190715. Dos años después, Maeztu daba una conferencia sobre la figura de
Don Juan en el ‘Polyglot Club’ de Londres, en la que citaba con prolijidad la
interpretación de Shaw del personaje. Tanto en esta conferencia como en la que dio el
año siguiente, en el mismo sitio, se encuentran ya varias de las ideas que Maeztu
expondrá en su libro de 1925 Don Quijote, Don Juan y la Celestina16. Me gustaría
sugerir, por tanto, que la interpretación de Shaw de la figura de Don Juan podría haber
actuado de revulsivo e influencia en la formulación de las ideas de Maeztu sobre el
mismo personaje. Es cierto que, en los ensayos de 1925, Maeztu no cita nunca de
forma explícita la versión de Don Juan de Shaw, ni siquiera cuando examina las
versiones del personaje llevadas a cabo por autores extranjeros. Pero esto podría
deberse a la animosidad que Maeztu acabó sintiendo contra Shaw a raíz de su
comportamiento durante la Primera Guerra Mundial, y que expondré más adelante. Es
innegable, por las reseñas que acabo de mencionar, que Maeztu sintió en su momento
gran interés por el tratamiento que Shaw había dado al personaje. Y una primera
aproximación revela coincidencias fundamentales entre la visión de Shaw de Don
Juan como un superhombre nietzscheano, y la idea de Maeztu de Don Juan como un
modelo de energía inagotable.

La segunda consecuencia que parece derivarse del interés de Maeztu por los
dramas de Shaw es su propósito, durante algunos años, de meterse a dramaturgo. En
1908 dijo a Ortega que tenía “obras de teatro entre manos” que, junto con los
periódicos, le producían “neuralgias”, y en 1911 anunció a su hermana que una vez
finalizado su aprendizaje de Kant, su plan era aprender “latín, griego, castellano,
técnica e historia del teatro, y a hacer dramas”17. Sabemos que, lejos de ser un mero
proyecto de futuro, Maeztu escribió durante aquellos años algunas obras de las cuales
sólo una, El sindicato de las esmeraldas, nos ha llegado18. Y aunque en ninguna de

12
“La ‘Cándida’ de Shaw”, Nuevo Mundo, 14 de mayo de 1908.
13
Jacinto BENAVENTE, “El teatro de Bernardo Shaw”, Heraldo de Madrid, 29 de junio de 1907.
14
El catálogo de la Biblioteca Nacional lista como más antiguas De armas tomar y Trata de blancas,
ambas de 1907, a cargo de Broutá y publicadas en R. Velasco.
15
Ver nota 9.
16
“Don Juan y el donjuanismo”, Nuevo Mundo, 10 de marzo de 1910.
17
Carta a Ortega de 2 de julio de 1908, Fundación Ortega y Gasset. Carta a María de Maeztu de 21 de
julio de 1911, en María Josefa LASTAGARAY ROSALES, Los Maeztu: una familia de artistas e
intelectuales, Tesis Doctoral, Universidad Autónoma de Madrid, 2010.
18
Emilio PALACIOS FERNÁNDEZ (ed.): Ramiro de Maeztu: Obra literaria olvidada (1897-1910),
Madrid, Biblioteca Nueva, 2010.
estas misivas decía explícitamente que el ejemplo de Shaw le hubiera impulsado a
dedicarse al teatro, hay indicios suficientes para pensar que el irlandés habría supuesto
un acicate para Maeztu en este sentido. Al fin y al cabo, Shaw es el dramaturgo que
Maeztu cita con mayor frecuencia durante sus años londinenses, y en una carta a su
amigo Ricardo Rojas declaró que él quería hacer un teatro tan “realista y veraz” como
el de (entre otros) Shaw, aunque también más optimista19. Y como ha apuntado
González Cuevas, El sindicato de las esmeraldas muestra importantes coincidencias
en temática y mecanismos dramáticos con las obras de Shaw20. La carga ideológica de
esta obra, que nunca llegó a representarse, también nos recuerda aquello que Maeztu
más apreciaba en los dramas de Shaw, esto es, su recurso a personajes que encarnaban
ideas y conflictos como forma de invitar al espectador a la reflexión.

Por último, hay que precisar que Maeztu no sólo gustaba de los dramas de
Shaw, sino que también admiraba su manera de entender la labor intelectual. Los
fabianos, tal y como demostraba el irlandés, eran intelectuales responsables y
trabajadores, alejados de la bohemia que Maeztu había acabado rechazando en Madrid,
y de la egolatría que tanto le había decepcionado en Unamuno. Los fabianos eran
expertos, líderes cualificados de la masa. En una conferencia que dio en el Ateneo de
Madrid en 1910, Maeztu explicó que Shaw era ejemplo de todo un modus operandi:

Pensad en la producción de Bernard Shaw: un drama o dos al año, un libro de


ensayos; colaboración constante e intensa en una docena de revistas; cuarenta
o cincuenta cartas polémicas al Times; sesenta o setenta discursos de
propaganda socialista; fijación de postura en cada una de las cuestiones que se
agitan; trabajo administrativo en algún teatro, en la Sociedad Fabiana y en una
docena de otras asociaciones; y como base, estudio constante y apretado de
ciencia, de economía, de filosofía, de historia, de cuestiones políticas. ¿Cómo
puede realizar esta obra? No bebe, no juega, no fuma, no come carne, no
ingiere estimulantes, no se permite caprichos amorosos, no asiste a reuniones
de recreo ni a tertulias; su vida es todo estudio, producción y acción pública.21

Hoy sabemos que Maeztu exageraba notablemente, tanto en el volumen de


producción que atribuye a Shaw como en lo que dice de su falta de ‘caprichos
amorosos’. Pero lo importante es el modelo que Shaw suponía para Maeztu. Con su
ejemplo, Maeztu trataba de ensalzar el modelo del intelectual fabiano, competente,
trabajador, que aplica su intelecto a resolver los problemas sociales. El intelectual
fabiano era, además, una parte de la sociedad y no sólo del sistema de partidos. Como
dijo Maeztu en otra conferencia en Barcelona, “la obra fundamental del fabianismo ha
consistido en dotar a la democracia de una multitud de intelectuales de toda índole:
maestros, médicos, abogados, funcionarios, ingenieros, arquitectos, capataces e
inspectores, que encuentran su modo de vivir con independencia del beneplácito de
las clases ricas y de los intereses privados”22. Las tres conferencias que Maeztu dio en
Bilbao, Madrid y Barcelona entre 1910 y 1911 fueron sobre todo incitaciones a los
intelectuales españoles para que emulasen el modus operandi de la sociedad fabiana.

19
Ricardo ROJAS: Retablo español, Buenos Aires, Losada, 1938, pp. 288-289.
20
Pedro Carlos GONZÁLEZ CUEVAS: Maeztu: Biografía de un nacionalista español, Madrid,
Marcial Pons, 2003.
21
Ramiro de MAEZTU: La revolución y los intelectuales, Madrid, Bernardo Rodríguez, 1911, p. 28.
22
Ramiro de MAEZTU, ‘Obreros e intelectuales’ en E. Inman FOX (ed.): Liberalismo y socialismo:
textos fabianos de 1909-1911, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1984.
Vale resaltar que en las ideas de Maeztu de estos años encontramos algunas de
las que iban a ser más caras a Ortega y a la llamada ‘generación del 14’,
principalmente la de la ‘competencia’ del intelectual. Efectivamente, en 1910 Maeztu
ya llevaba dos años bajo la órbita de Ortega; pero las coincidencias entre el ideal
fabiano que Maeztu llevaba difundiendo desde 1905, y el ideal de ciencia y de la
minoría responsable que defendería Ortega, demuestran que la influencia entre estos
pensadores transcurría en ambas direcciones. Para Maeztu los fabianos e Inglaterra
representan lo mismo que para Ortega Europa y Alemania: es la ciencia aplicada a la
sociedad. En ambos sistemas, los intelectuales son una mediación entre el poder de la
masa y el ejercicio del poder político: son la garantía de que la democracia no
desembocará en el caos. Visto de esta forma, podemos comprender por qué Maeztu
aceptó a Ortega como guía de manera tan fervorosa: precisamente porque sus
proyectos eran muy parecidos a los suyos. No por casualidad Maeztu había sido de los
primeros mentores de Ortega, un aliado en las frustraciones que ambos sentían hacia
la egolatría de Unamuno. Este contexto de pupilaje puede explicar la participación de
Ortega en 1907 en el intento de formar una ‘Fabian Society’ española23. Intento
efímero, pero que demuestra su acuerdo con las ideas que Maeztu defendía desde sus
artículos ingleses, y que aún duraría algún tiempo: E. Inman Fox ha escrito que la
influencia del fabianismo de Maeztu es evidente en el prospecto de la Liga de
Educación Política24. Visto todo esto, no sorprende que un artículo de 1910 llamara a
Maeztu “el precursor de una España disciplinada y sabia”25.

Volviendo a la relación entre Maeztu y Shaw, la admiración que el español


sentía por el irlandés sufriría un golpe definitivo con la Gran Guerra. Ya en los años
anteriores al estallido del conflicto vemos a Maeztu algo más distanciado de su fervor
pro-Shaw, lo cual tiene que ver con las críticas que figuras como H.G. Wells, Belloc y
Chesterton habían realizado del fabianismo por su fe desmedida en el Estado. En
realidad, alguien como Maeztu, que se había mostrado en Hacia otra España tan
enemigo de la burocracia, no podía estar muy de acuerdo con el culto fabiano al
tecnócrata. El golpe de gracia llegó tras el estallido de la Primera Guerra Mundial:
Maeztu se decantó inmediata y fervorosamente por la causa de los Aliados, mientras
que Shaw fue de los escasos intelectuales ingleses que optaron por el pacifismo. Su
panfleto Common Sense about the War, aparecido a finales de 1914, explicaba la
guerra como un producto del capitalismo y un trágico desperdicio de vidas humanas,
al que era necesario poner fin mediante la destrucción del orden capitalista.

Maeztu criticó aquel panfleto, declarando además que la obra entera de Shaw
era un compendio de silogismos y paradojas26. Un año después decía que con sus
pronunciamientos sobre la guerra, Bernard Shaw había firmado “su acta de defunción
como pensador. Nunca más se volverá a creer en Bernard Shaw”27. Las posturas de
Maeztu y Shaw parecían irreconciliables, puesto que Maeztu, militarista convencido,
creía que los pacifistas habían impedido que Inglaterra se preparase adecuadamente
para la guerra. La culminación de aquel enfrentamiento fue una polémica directa en el
semanario The New Age, en la que Shaw contestó a las críticas de Maeztu con un

23
El Socialista, 18 de diciembre de 1913.
24
E. Inman FOX, Liberalismo y socialismo, Introducción.
25
Ver nota 16.
26
“La extinción del lujo”, Heraldo de Madrid, 14 de diciembre de 1914.
27
“El fin del pacifismo”, Heraldo de Madrid, 31 de enero de 1916.
respeto y comedimiento que sorprendieron a otro español residente en Londres,
Salvador de Madariaga28. Maeztu se sintió halagado por que una figura tan célebre se
dignase a responder a sus acusaciones, pero su enemistad hacia Shaw duraría ya el
resto de su vida, sin que la impresión favorable que le causó su obra Saint Joan le
hiciera cambiar de opinión29. En Don Quijote, Don Juan y la Celestina, Maeztu
escribió que “en medio de la contienda europea soñé más de una vez ante las líneas
enemigas con que los buenos soldados del otro lado de la loma se unieran a los de éste,
y todos juntos, ingleses, franceses, alemanes y belgas se volvieran contra los
pacifistas y aprovechadores de la retaguardia”30. La enemistad de Maeztu hacia los
que no habían apoyado el esfuerzo bélico seguía, por lo tanto, muy vigente aún en
1925; y como ya he apuntado, quizá sea esto lo que explique la falta de referencias a
Shaw en el ensayo de Maeztu sobre Don Juan. Por si quedaba alguna duda de lo
irreversible de su juicio, Maeztu declaraba en uno de sus últimos escritos que la
reciente labor de los intelectuales católicos ingleses no dejaba “carta sobre carta en los
castillos de naipes que habían fabricado los escritores ingleses que se llaman de ideas
avanzadas, como Wells, Bernard Shaw y Bertrand Russell”31.

Esta mención de los intelectuales católicos ingleses nos lleva a dos de ellos
que sí apoyaron la causa de los Aliados: Hilaire Belloc y G. K. Chesterton. Ambos
eran literatos polifacéticos, columnistas de éxito que además producían una cantidad
incesante de novelas, poemas y ensayos. Su relación era muy estrecha: Belloc ejercía
de mentor de Chesterton, si bien éste gozaba de mayor éxito de público. Y como parte
de esta alianza intelectual ambos polemizaban de forma constante con Shaw, hasta el
punto de que éste los satirizó en un famoso artículo, motejándolos de “el
Chesterbelloc”32. Efectivamente, casi parecía que ambos autores se definían en
oposición a las ideas o tácticas de Shaw. Donde éste estaba vinculado fuertemente a
instituciones como la Fabian Society, Chesterton y Belloc permanecían libres de
ataduras institucionales más allá de las cabeceras que dirigían o donde publicaban
(aparte de su colaboración con la Liga Distributista a finales de los años 20). Donde
Shaw era socialista declarado, Chesterton y Belloc rechazaban tanto el socialismo
como el liberalismo, defendiendo una especie de ‘tercera vía’, el distributismo, que
abogaba por una sociedad de pequeños propietarios y una organización gremial
similar a las de la Edad Media. Además, donde Shaw creía en la tecnocracia fabiana,
Chesterton y Belloc eran enemigos de las élites y defensores del ‘hombre de la calle’.
Y si bien Shaw había intentado articular una nueva religión entre el misticismo y el
panteísmo, Belloc era un católico de toda la vida y Chesterton fue afirmando cada vez
más su cercanía a la ortodoxia de la Iglesia, hasta ser bautizado finalmente en 1922.
Por último, frente al panfleto pacifista de Shaw durante la Primera Guerra Mundial,
Chesterton y Belloc hicieron apología constante de la causa Aliada33.

28
“The Confusions of Mr. Bernard Shaw”, The New Age, 15 de junio de 1916. “The Alleged
Confusions of Mr. Bernard Shaw”, The New Age, 20 de junio de 1916. “Mr. Shaw and the German
Republic”, The New Age, 27 de julio de 1916. Salvador de MADARIAGA: Españoles de mi tiempo,
Barcelona, Planeta, 1974, p. 148.
29
El Mundo (La Habana), 14 de enero de 1924.
30
Ramiro de MAEZTU, Don Quijote, don Juan y la Celestina: ensayos en simpatía, Madrid, Visor
Libros, 2004.
31
Ramiro de MAEZTU, Defensa del Espíritu, Madrid, Rialp, 1958, p. 60.
32
George Bernard SHAW, “Belloc and Chesterton”, The New Age, 15 de febrero de 1908.
33
Ian KER: G. K. Chesterton: A Biography, Oxford, Oxford University Press, 2011. Joseph PEARCE:
Old Thunder: A Life of Hilaire Belloc, London, Harper Collins, 2002. Hacia el final de la guerra
Como hemos visto, Maeztu había entrado en contacto con la figura de
Chesterton a escasos meses de aterrizar en Inglaterra, debido a la polémica que Shaw
y él habían tenido a propósito de Shakespeare. Pero si bien Maeztu se había decantado
por Shaw en aquel primer enfrentamiento, pronto empezó a apreciar también las
cualidades de Chesterton. En un artículo de 1907 lo llamaba “el más brillante de los
cronistas ingleses”, y en 1909 reiteraba que “se trata sencillamente del mejor
articulista de la prensa inglesa. Y no sé de ningún otro en país alguno que pueda
comparársele”34. Sin embargo, estas referencias a Chesterton son siempre con
respecto a ideas puntuales esbozadas en alguno de sus artículos, y no a la totalidad de
su figura. Lo mismo podríamos decir de Belloc, a quien llamó en 1908 “un escritor
brillantísimo”35. Maeztu ve en estos primeros años a Chesterton y a Belloc como
observadores inteligentes de la actualidad y de la cultura, pero no como modelos.

Esto cambiaría a partir de 1912. Este es el año de publicación de The Servile


State, el libro más importante e influyente de Hilaire Belloc, un ataque frontal tanto al
liberalismo decimonónico como a la alternativa socialista. El historiador James
Lothian ha considerado este libro como el texto fundacional del grupo de intelectuales
católicos ingleses que llegaría a ejercer una gran influencia en su país, y entre los que
se encontrarían el propio Chesterton, Vincent McNabb, Eric Gill, Douglas Jerrold,
Arnold Lunn...36. Maeztu se mostró de acuerdo con varias de las tesis de Belloc y con
la idea general del ‘distributismo’37. Poco después de esta lectura, Maeztu aplaudía la
labor que Chesterton y su hermano Cecil, junto a Belloc, realizaban desde el
semanario Eye-Witness para destapar la corrupción del sistema político inglés38. Por
tanto, vemos que la Gran Guerra y la polémica con Shaw sólo supusieron la
consumación de un proceso que ya llevaba un par de años gestándose: el trasvase de
admiración de Maeztu desde Shaw y los fabianos al “Chesterbelloc” y los
distributistas y católicos. A partir de aquellos años, Maeztu adopta del tándem
Chesterton-Belloc una serie de creencias, además de un modus operandi intelectual,
que durarán mucho más allá de su regreso a España en 1919; en mi opinión, perduran
hasta el final de su vida.

Veamos, por ejemplo, la participación de Maeztu en las ideas distributistas o


gremialistas (varios términos coexistían para indicar sistemas muy parecidos). Entre
1913 y 1919, Maeztu colaboró asiduamente con uno de los máximos órganos del
movimiento, la revista The New Age de A. R. Orage, precisamente la que había
publicado los artículos que compondrían The Servile State. Además, en 1916 Maeztu
aportó al distributismo / gremialismo un denso estudio, Authority, Liberty and
Function in the Light of the War, luego traducido al español como La crisis del
humanismo. Algunas de las ideas de este libro, como la creencia en la limitación del
ser humano, la valoración positiva de la Edad Media, o la importancia concedida a la
religión, casaban perfectamente con las propuestas del ‘Chesterbelloc’. Y aunque

Maeztu citará con admiración un artículo de Chesterton sobre la relación entre el heroísmo y el
cristianismo: “El sentido del deber”, La Correspondencia de España, 12 de julio de 1918.
34
“La censura en los teatros”, Nuevo Mundo, 24 de octubre de 1907. “Un cuento de hadas”, Nuevo
Mundo, 15 de abril de 1909.
35
“Los fondos secretos”, La Correspondencia de España, 25 de febrero de 1908.
36
James LOTHIAN: The Making and Unmaking of the English Catholic Intellectual Community
(1910-1950), Notre Dame, University of Notre Dame Press, 2009, pp. 22-43.
37
Pedro Carlos GONZÁLEZ CUEVAS: Maeztu... pp 160-161.
38
“Romanticismo”, Heraldo de Madrid, 7 de agosto de 1913.
Maeztu atemperaría un poco su propaganda del gremialismo tras su regreso a España,
lo que parece fundamental a todas luces es que tras el contacto con el
gremialismo/distributismo, y ya para el resto de su vida, Maeztu creerá en la
bancarrota del sistema parlamentario y en la necesidad de reorganizar el Estado
siguiendo pautas corporativistas. Maeztu presentó precisamente a Belloc en 1923
como el profeta de “la única alternativa democrática que puede ofrecerse al
colectivismo”, en una conferencia que el inglés dio en la Residencia de Estudiantes de
Madrid39. Además, a partir de su fase gremialista Maeztu coincidirá con Belloc y
Chesterton en la idea de que al futuro sólo se podía llegar por el pasado, esto es, que
el mundo moderno iba por mal camino y que sólo podía alcanzar la dicha y la
estabilidad reviviendo antiguas ideas o instituciones. El contacto con el tándem
Chesterton-Belloc fue, por tanto, fundamental en la evolución del Maeztu socialista al
Maeztu contrarrevolucionario. Precisamente los tres autores coincidieron en su
rechazo temprano de la Revolución Rusa, y en su fervoroso anticomunismo de los
años 20. No es casualidad que Maeztu cite a Belloc en su Defensa de la Hispanidad, y
a Chesterton en la inacabada Defensa del espíritu40. Por no contar la coincidencia de
los tres autores en cuestiones como el rechazo del feminismo, la ambivalencia hacia
los judíos, la valoración positiva de la monarquía…41

Más allá de las propuestas sociales y económicas del ‘Chesterbelloc’, Maeztu


también se interesó por su faceta de intelectuales católicos. Como ya he apuntado,
creo que esto es lo que le llevó a seguir leyéndolos durante los años 20 y 30, a pesar
de haber renegado de su anglofilia. En 1926, por ejemplo, Maeztu publicaba en la
revista de la Residencia de Estudiantes una reflexión sobre Chesterton en la que
demostraba haber leído con atención sus grandes obras, no sólo las publicadas durante
sus años en Londres (como Orthodoxy), sino también las escritas después de regresar
a España (como What’s wrong with the world)42. Maeztu comparaba el catolicismo de
Chesterton con el presunto calvinismo de Shaw:

La diferencia es que para un cristiano de mi clase (mister Chesterton es un


converso al catolicismo) esta breve vida terrena es intensamente
estremecedora y preciosa; para un calvinista, como mister Shaw, es
expresamente monótona y automática. Para mí estos setenta años son los de la
batalla. Para el calvinista fabiano no son más que una larga procesión de los
victoriosos con sus laureles y de los vencidos con sus cadenas.

La identificación que Maeztu desarrolla entre Chesterton y él mismo es total. Veinte


años después de aquella primera polémica entre Shaw y Chesterton, Maeztu volvía a
comparar a ambos personajes; pero si el Maeztu socialista de 1905 había preferido a
Shaw, el Maeztu católico de 1926 se decidía por Chesterton.

39
“Belloc en la Residencia”, Residencia, 1 (1926).
40
Ramiro de MAEZTU: Defensa de la Hispanidad, Madrid, Homo Legens, 2006, p. 48. Ramiro de
MAEZTU: Defensa del espíritu, p. 120.
41
El monarquismo de Belloc, expuesto sobre todo en The House of Commons and Monarchy (1920),
guarda interesantes paralelos con el de Maeztu; más, por ejemplo, que el de Maurras, con el que
Maeztu nunca acabó de comulgar. Ver Victor FESKE: From Belloc to Churchill, Chapel Hill,
University of North Carolina Press, 1996, p. 51, y GONZÁLEZ CUEVAS: Maeztu... p. 233.
42
“Mister Gilbert Keith Chesterton”, Residencia, 1 (1926).
El catolicismo de Chesterton y Belloc era bastante peculiar, y fueron algunos
de sus aspectos más originales, al menos en el contexto inglés, los que más influirían
en Maeztu. Por una parte está el uso que hacían del catolicismo como herramienta
para la interpretación de la historia. Belloc había elaborado en los primeros años del
siglo una lectura de la Historia bastante original para el contexto inglés, dominado aún
por la triunfalista interpretación Whig; según Belloc, la Edad Media habría sido la
época de mayor libertad y felicidad humanas, mientras que la Reforma habría
inaugurado una etapa de explotación de los ciudadanos por parte de las élites que
duraba hasta el presente. Lo que diferenciaba este relato de otras glorificaciones de la
Edad Media (como las de William Morris) era el papel central que se otorgaba al
catolicismo, ya que, según Belloc, la unidad católica de Europa en la Edad Media
habría permitido el florecimiento de aquella presunta Edad de Oro, mientras que el
cisma de Occidente le habría puesto fin. Esto daba la vuelta por completo a la
historiografía tradicional británica, que había visto la emancipación del país de la
religión católica como un gran paso adelante en su camino hacia la libertad.
Chesterton se había apuntado a aquella visión católico-céntrica de la historia, y ambos
escritores la reforzaron con obras como A Short History of England (Chesterton, 1916)
y Europe and the Faith (Belloc, 1920). La influencia sobre Maeztu de esta
interpretación de la Historia en clave católica resulta bastante evidente, puesto que sus
supuestos principales ocupan un papel central en La crisis del humanismo; en realidad,
las tesis historiográficas del ‘Chesterbelloc’ subyacen en toda su producción posterior
a los años londinenses. Por ejemplo, Maeztu citará a menudo el argumento de
Chesterton contra La decadencia de Occidente de Spengler: que una nación no se
podía quedar calva ni se le podían caer los dientes, y que su primera generación podía
ser decadente, y la milésima esplendorosa43.

Es evidente que España tenía una abundante tradición de historiografía


católico-céntrica; pero lo que me parece importante es que Maeztu no empezará a
examinarla con atención hasta después de su lectura de Belloc y de Chesterton
(recordemos que en 1902 había llamado a Menéndez Pelayo “triste coleccionador de
muertas naderías”).44 Maeztu iría, además, elaborando poco a poco su propia versión
del relato católico-céntrico de la Historia, que cristaliza definitivamente en su Defensa
de la Hispanidad. No quiero caer en una peligrosa simplificación negando la
pluralidad de fuentes que tiene Maeztu en este libro, pero sí querría resaltar ese
presupuesto fundamental que subyace en la obra y que, en mi opinión, Maeztu habría
descubierto por primera vez en Inglaterra de la mano del ‘Chesterbelloc’: la idea de
utilizar el catolicismo como clave de interpretación de la historia. En este contexto,
resulta interesante que Maeztu fundamente a menudo en voces extranjeras su
reivindicación de la historia y los valores hispánicos. Decía en Defensa de la
Hispanidad: “el mundo, que nos había condenado, nos da ahora la razón, arrepentido
(…) la filosofía contemporánea viene a decirnos que hay que salir de esa suicida
negación de nosotros mismos”45. ¿Estaría al tanto de que Chesterton había publicado
un poema épico sobre la Batalla de Lepanto en 1911, había dado una conferencia
exaltando el antiguo espíritu de caballería español en 1926, y había publicado en 1927
The Return of Don Quixote, una forma de apropiación del personaje de Cervantes?

43
Ramiro de MAEZTU, Defensa del espíritu, p. 164.
44
“La actualidad. Un día echado a los perros”, Juventud, 15 de marzo de 1902.
45
Ramiro de MAEZTU: Defensa de la Hispanidad, p. 11.
Aparte de ideas o criterios concretos, Belloc y Chesterton supusieron para
Maeztu sendos ejemplos del intelectual católico moderno. En The Servile State,
Belloc hacía gala de un catolicismo abiertamente combativo, menos preocupado por
cuestiones teologales que por asuntos sociales y políticos. Como ha apuntado Victor
Feske, la fe católica de Belloc representaba el principio central de su pensamiento,
pero su estrategia era lograr una conversión política de sus lectores, antes que una
conversión moral o teológica46. Chesterton había ayudado a popularizar esta forma de
acción intelectual católica, que manifestaba ruidosamente la propia fe y recurría a ella
para interpretar la actualidad. Parte indisoluble de este catolicismo combativo era el
hecho de que Chesterton y Belloc publicaban en las grandes cabeceras del periodismo
inglés, en vez de limitarse al ámbito de las revistas eclesiásticas. El ‘Chesterbelloc’
planteaba, por tanto, el modelo del polemista católico moderno, una figura que
batallaba en nombre de la Iglesia y de la fe pero sin ceder su posición en la esfera
pública moderna.

Parece evidente que Maeztu simpatizó con este tipo de catolicismo combativo
y periodístico. En su presentación de Belloc en 1923 dijo que “la obra importante de
mister Belloc es la que tiene realizada y sigue realizando como hombre de polémica”,
y en 1926 dijo de Chesterton: “el filósofo necesitará gruesos volúmenes para
mostrarnos su sistema, en tanto que a mister Chesterton le bastan mil palabras, y a
veces menos, para dejar patas arriba la más asentada de nuestras conclusiones”47. No
deja de parecer relevante que Maeztu prefiriera los artículos y ensayos de Chesterton
a sus novelas y poesía; precisamente aquella era la parte de su producción que
Chesterton consideraba más “seria”48. Y no nos es difícil ver que Maeztu, tras la
pesada labor doctrinal de sus años neokantianos, entre 1910 y 1919, se acercó al
modelo de Belloc y de Chesterton durante los años 20; una evolución que resulta
evidente si comparamos La crisis del humanismo con Don Quijote, Don Juan y la
Celestina. Precisamente Jaime Ibarra comparó a Maeztu con Belloc en un artículo de
1928 49. Y es de notar lo mucho que aquello que Maeztu diría a la muerte de
Chesterton podría aplicarse a él mismo: “Chesterton no era solamente selección, sino
uno o dos o tres artículos al día, desperdigados por toda clase de diarios, semanarios y
revistas”50.

Además de un modelo de acción, el ‘Chesterbelloc’ suponía un modelo del


catolicismo como empresa intelectual. Recordemos que Chesterton era un converso,
alguien que se había acercado a la ortodoxia católica en un país fuertemente
protestante, mediante un largo proceso de lecturas y meditaciones. Esto lo acercaba a
la experiencia del propio Maeztu, que no se aproximó definitivamente al catolicismo
hasta pasada la treintena, también a través del ambiente londinense y también
mediante lecturas y cavilaciones. Tras el regreso a España, Maeztu reivindicaría
precisamente esta idea del catolicismo como empresa intelectual, como fe a la que se
llega a través de la razón, y utilizaría a Chesterton como ejemplo. En Defensa de la
Hispanidad declaró que “en todo Occidente está volviendo a recobrar la fe católica la
parte más excelsa de la grey intelectual. Una confesión que satisface a un Maritain, a
un Papini, a un Chesterton o a un Max Scheler no puede ya parecer estrecha a ninguna

46
Victor FESKE: From Belloc....
47
Ambos textos en Residencia, 1 (1926).
48
Ian KER: Chesterton, p. 126.
49
Jaime IBARRA, “Chesterton y Belloc”, La Gaceta literaria, 1 de abril de 1928
50
“G.K. Chesterton”, El Diario Vasco, 18 de junio de 1936.
inteligencia honrada”51. Y en el artículo que dedicó a la muerte de Chesterton, en
1936, escribía:

Es un hecho que los lectores de Chesterton pertenecían a las minorías selectas,


y que es en ellas donde recluta cada día sus conversos la religión católica en
Inglaterra. Allí, como en otros países, las multitudes abandonan las prácticas y
las creencias religiosas. Son las gentes educadas las que poco a poco se están
haciendo católicas, al punto que cada año me parece más cierta la observación
de que si nos encontramos en un tren a alguien que lea un libro que no sea una
novela, de cada diez casos en nueve se trata de un católico.52

Como vemos, la idea del catolicismo como empresa intelectual iba unida a la de una
próxima resurrección del catolicismo como ideología hegemónica. Aquella había sido
precisamente la profecía de Belloc en su conferencia en la Residencia de Estudiantes
de 1923: Europa estaba a punto de presenciar un resurgir del catolicismo. Y Maeztu
intentaría participar en este proceso durante los años 30 a través del grupo de ‘Acción
española’. Como escribía en la revista del mismo nombre, “hay que alistar a los
intelectuales para ganar después el mundo”53.

En definitiva, me parece que hay indicios suficientes para considerar que


Maeztu se vio bastante más influido por las pautas de la intelectualidad inglesa de lo
que hemos pensado hasta ahora. Frente a esquemas que reducen esta influencia a las
ideas específicas que Maeztu citó en sus artículos londinenses, creo que es necesario
examinar influencias mucho más extensas y sutiles como las de Shaw, Belloc y
Chesterton; influencias que no se habrían limitado a discursos concretos, sino que
habrían incluido también cuestiones de estrategia o modelos de actividad intelectual.
Ramiro de Maeztu estuvo siempre demasiado interesado en su país de origen como
para acabar convirtiéndose en un intelectual inglés; pero espero que lo expuesto en
este trabajo demuestre la necesidad de que tengamos muy en cuenta, al estudiarlo, su
dimensión inglesa.

51
Ramiro de MAEZTU, Defensa de la Hispanidad, p. 163.
52
Ver nota 50.
53
Ramiro de MAEZTU, Defensa del espíritu, p. 62.

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