La Entrada de América Latina en La Era Moderna (1870-1914)

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La entrada de América Latina en la era Moderna (1870-1914)

Para ciertos países, medio siglo de independencia no había sido suficiente para que se instaurara
un orden político estable. Las increíbles conmociones provocadas por la ruptura de los lazos con
España seguían originando amplias repercusiones.

Casi por todas partes, unos hombres fuertes, caudillos, habían ocupado el vacío político dejado por
la desorganización administrativa. La sed de poder de estos potentados locales las rivalidades que
les enfrentaban y la debilidad de los Estados centrales son otros tantos factores que explican las
tensiones centrifugas que se pusieron en marcha en la mayoría de las sociedades latinoamericanas
del siglo XIX. La preponderancia de los caudillos se afianzo en un sistema de dominación
“Caudillismo” del que, aun hoy en día. América Latina lleva la huella.

América Lantina en búsqueda del equilibrio político

Durante los años 1870-1880, eran pocos los países latinoamericanos que podían hacer alarde de
un mínimo de estabilidad política. El slogan de los positivistas comtianos, “orden y progreso”,
inspiraba la acción de numerosos gobiernos, pero sus métodos variaban desde el autoritarismo
ilustrado de un Porfirio Díaz en México hasta la dictadura de Estrada Cabrera en Guatemala.
Algunos países como Chile o Costa Rica, confrontaban desde su independencia un proceso muy
caótico de construcción del Estado. La imposición del caudillismo no permitió esbozo alguno de
orden liberal y democrático antes de finales del siglo XIX.

El caudillo latinoamericano.

América latina no fue nunca una colonia de asentamiento. Movidos por un deseo de explotación
de las riquezas locales, los recién llegados se instalaron a lo largo de la costa y se apropiaron de
grandes extensiones en el interior del continente. De ahí la aparición de una sociedad rural
profundamente desigual, presa de la anarquía tras la independencia, cuyos criterios de valor y de
poder se fundamentaban en la posesión de tierras.

Era lógico que se convirtiese asimismo en un modelo político de gobierno y que se reprodujesen a
escala de un país los modelos tradicionales de las relaciones sociales que la caracterizaban. La
pareja formada por el gran propietario, el patrón, que vivía a la europea, y sus aparceros, sus
peones que luchaban en la precariedad y vivían en una situación cercana al vasallaje, resume este
tipo de relación, que se califica de clientelismo.

Esas relaciones desequilibradas de dependencia se apoyaban en la necesidad de mano de obra


que tenía el patrón y en la voluntad de protección por parte de los peones.

A este modelo de distribución social se le añadió la preponderancia que iban teniendo algunos de
los que fueron jefes militares durante la independencia, de manera que ciertos patronos pudieron
concitar lealtades, e incluso mantener verdaderos ejércitos privados, y pasar de la administración
de una finca a dominar una región. Las elites administrativas, políticas, económicas o financieras
sacaban buen provecho de un sistema de patrocinio que les garantizaba estabilidad. Todas ellas
estaban además inmersas en amplias redes de clientela, haciéndolas deudoras de un caudillo.

CUADRO………….

La elección de sistemas federales en un gran número de países de América Latina, (Argentina,


México, Colombia, Venezuela, etc.) no fue ajena a la voluntad de tratar con tino a los caudillos
locales. No obstante, no permitió pacificar la vida política.

Los procesos de construcción del Estado y de unificación nacional pusieron fin, con grandes
dificultades en muchos de los casos, al poder de los caudillos. Ya que el calificativo de caudillesco
bien podía aplicarse a la forma de ejercer el poder de numerosos presidentes latinoamericanos
elegidos democráticamente.

El panorama político a finales del siglo XIX es, por lo tanto, de total anarquía.

Las conmociones económicas

Hay que reconocer de entrada que el impulso de la modernización económica de América Latina
tuvo un origen externo. El crecimiento de las economías europeas y estadounidense provoco una
rápida demanda de materias primas de las que América Latina se encontraba bien surtida. Los
países que fueron capaces de estabilizar con rapidez su vida política fueron los mejor situados para
responder a tal demanda. En Brasil, México, argentina y chile el estado consolidado fue capaz de
crear las condiciones propicias al desarrollo económico.

La segunda mitad del siglo se produjo un giro definitivo.

La integración de los países en la economía mundial se efectuó en función de lo que se pudo


llamar la división internacional del trabajo, cada país se especializo en un determinado producto.
Tradicionalmente se distinguen tres grupos de productos. Agrícolas (Argentina y Uruguay),
agrícolas tropicales (Brasil, Colombia, Ecuador, América Central y el Caribe) y minerales (México,
Chile, Perú, Bolivia) aunque había ciertos países como México y Venezuela que tenían una
producción variada.

Las condiciones en las cuales se produjo la inserción de las economías latinoamericanas en el


mercado mundial tuvieron consecuencias profundas y duraderas. Dos de ellas merecen mención
muy especial.
Los diferentes tipos de especialización conllevaron, en primer lugar capacidades de desarrollo muy
variadas. En segundo término, dieron lugar a tasas de penetración de capital extranjero sin
relación alguna de un país a otro.

En cada país se pusieron en marcha combinaciones particulares de desarrollo y de dependencia.

Las economías exportadoras de productos agrícolas (Argentina, Uruguay), debido a la explotación


extensiva de ampliar zonas deshabitadas, tuvieron que dotarse de una infraestructura eficaz de
transporte. La red argentina de vías férreas paso de 2.516kilometros en 1880 a 9.397 kilómetros
en 1890 y 33.500 en 1914.

Las actividades de exportación dieron lugar a una serie de nuevas industrias. Los cereales eran, a
menudo, exportados en firma de harinas, lo que conllevó la edificación de numerosos molinos.
Con la ganadería surgió una industria textil (lana), de curtido (cuero), además del ganado que
debía ser sacrificado y de la carne posteriormente congelada y empacada. Por añadidura, la
investigación dirigida a mejorar los rendimientos estimulo la producción de abonos y toda la
industria química se vio favorecida.

Los países exportadores de productos tropicales ofrecen un panorama diferente.

La especialización en el cultivo del café, en particular, tuvo consecuencias muy peculiares. En la


región de sao paulo, en Brasil, el valle de Antioquia, en Colombia y la meseta central en costa rica,
el café fue el origen de una indiscutible prosperidad. Trajo consigo una mejora de las
infraestructuras y un principio de industrialización. En efecto a diferencia del textil, los los
procesos de lavado, criba y secado del café no pudieron ser importados de Europa y dieron lugar a
soluciones tecnológicas diferentes de un país a otro. Por otro lado, la dependencia se hacia
naturalmente sentir a la hora de fijar la cotización, pero los capitales extranjeros favorecieron una
estructura productiva ya existente, que siguió, por consiguiente en su mayor parte en manos de
los nacionales. Allí está la diferencia con otros productos tropicales que fueron explotados en el
marco de una economía de enclave. El cultivo del banano en América central fue el arquetipo del
enclave.

Las grandes plantaciones, creadas por compañías extranjeras (estadounidenses principalmente),


escapaban en su totalidad al control de las oligarquías locales. Los países no socaban más que
escasos ingresos, ya que los beneficios eran repatriados en su totalidad. Desde luego, se
construyeron líneas de ferrocarril entre los puertos y las plantaciones, pero no tuvo lugar ninguna
trasferencia de tecnología.

Un balance equilibrado debe hacer mención de las intenciones de los modernizadores de la época
ya sea de los científicos del porfiriato o de los intelectuales liberales, los regímenes políticos
debían dedicarse a crear condiciones favorables al crecimiento económico, lo que significaba en
primer lugar la construcción de infraestructuras como el ferrocarril.
El desarrollo de las sociedades, en el sentido amplio que mencionamos con anterioridad, no era
tomado en cuenta. Con ese mismo rasero, la modernización consiguió resultados espectaculares,
de los que hay que examinar ahora los aspectos sociales y posteriormente, los políticos.

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