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¿Es acaso, la crisis mediática que estamos viviendo, un evento irremediable que ha puesto en

jaque la democracia? Aquellos que sostienen que nos encontramos ante un terrible golpe de
estado, ¿poseen evidencia jurídica de tales afirmaciones? O vista desde la perspectiva
diplomática, ¿carece de fundamentos la decisión del presidente Vizcarra? Durante los últimos
años, el panorama político del Perú ha tambaleado por los diversos escándalos de corrupción,
descubiertos en gran medida por el aporte del periodismo de investigación y la eficacia de los
medios de comunicación. Al día de hoy, personajes de alto rango en el poder judicial,
ejecutivo y legislativo son investigados por sus inexplicables conexiones con una supuesta
mafia brasileña, vinculada a la empresa “Odebrecht”, que opera en el país desde 1979.
Teniendo al pueblo peruano totalmente indignado por dichos sucesos, y tras una serie de
eventos que marcaron la agenda política, el actual Presidente decidió promulgar, el 30 de
septiembre del 2019, un decreto mediante el cual la disolución parlamentaria se hacía
efectiva. Por consiguiente, sostenemos que el cierre del Congreso de la República fue una
medida democrática y constitucional, dada la evidente corrupción que existía en una
institución pública —razón por la cual muchos de sus integrantes podrían enfrentar graves
cargos—. A continuación, desarrollaremos el por qué la disolución del Congreso posee
fundamentos en la Constitución Política, la forma en la que el pueblo ha reconocido y
celebrado la decisión del Presidente Vizcarra, y cómo esta situación propicia la
Reconstrucción Nacional.

Mi primer argumento considera que la disolución del Congreso fue una medida del ejecutivo
que se vio obligado a seguir un determinado número de instancias, establecidas por ley en la
constitución vigente. Hubo mucha especulación sobre este punto en particular, e incluso se
llegó a acusar directamente a Martín Vizcarra de “golpista”. Sin embargo, resulta evidente
que eran los congresistas quienes estaban desinformados y se expusieron a tomar decisiones
precipitadas, tal como lo demuestra la juramentación tomada a Mercedes Aráoz como
presidenta vitalicia del Perú. Martín Vizcarra fue usurpado en funciones ante la atenta mirada
del ojo público, que se cuestionaba la existencia de dos presidentes, y que era en definitiva,
un acto penado por la ley. El poder legislativo estaba sobreponiéndose al ejecutivo, y su
enfrentamiento requirió de un intenso análisis por parte de los expertos en la materia para ser
esclarecidos. No obstante, ¿cuál de los dos poderes llevaba la razón? Como se menciona en el
artículo 134 de nuestra Constitución (1993) "El Presidente de la República está facultado para
disolver el Congreso si éste ha censurado o negado su confianza a dos Consejos de
Ministros”. En otras palabras, el ejecutivo tomó una decisión apoyada por las leyes de la
misma constitución. La cuestión de confianza se le había sido denegada en dos ocasiones; sin
mencionar que además, se quisieron hacer elecciones del Tribunal Constitucional, cuya
notable inclinación a la balanza fujimorista denotaba la poca transparencia que tenía este
organismo gubernamental, limitando así las futuras decisiones de cambio en el país.

Es indispensable analizar la opinión pública en la coyuntura política que estamos


atravesando, pues parecía ser un día inusual donde peruanos de la costa, sierra y selva se
unian para apoyar la causa desde diversos puntos de concentración. Según Ipsos- Perú
(2019), el 85% de la población considera que el accionar está respaldado por la constitución,
el 10% lo ha tomado como un golpe de estado y el 9% no tiene claro si esta fue una medida
constitucional o no. El veredicto del pueblo es determinante, ya que cualquier gobierno que
ejecute un plan de acción que no fuese apoyado por la mayoría, correría el riesgo de sufrir lo
que comúnmente llamamos “presión interna”; e inclusive la política exterior podría jugar en
contra, motivados por la prensa y la esfera pública. Con todo, para la mayoría de los
peruanos, específicamente el 64%, existe una crisis política pero en democracia; para el 22%
vivimos en una situación democrática normal; y para un 9% estamos en dictadura —tal como
ocurrió en el primer gobierno de Alberto Fujimori—. Esta última postura fue presentada de
manera vedada por algunos medios de comunicación como lo son el grupo editorial RPP y
‘El Comercio’, quienes le ofrecieron a los detractores de Martín Vizcarra un espacio en el
medio para contar “su versión de los hechos”. Sin embargo, para otorgarle validez a este
supuesto, tendríamos que efectuar una comparación exhaustiva entre ambos contextos
históricos. Mientras que en 1992, Alberto Fujimori tomó accionar militar inmediato y sacó a
los parlamentarios por la fuerza; el 30 de septiembre, Martín Vizcarra no permitió que el
ejército saliera a las calles. Simplemente pidió resguardo policial para controlar la euforia
colectiva que había afuera del palacio legislativo. Asimismo, el gobierno de Fujimori se
hallaba enmarcado por una lucha interna contra el terrorismo, que generó caos en la
población. El gobierno actual, tenía otras condiciones de por medio, como la publicación de
‘codinomes’ tras el interrogatorio a Barata por el caso “Odebrecht”, y la negación fáctica de
la cuestión de confianza solicitada por el aquel entonces, Presidente del Consejo de
Ministros, Salvador del Solar.

Cabe señalar que el cierre del Congreso marca un hito en el Perú que propicia la
Reconstrucción Nacional. Si bien la decisión del Ejecutivo fue apresurada, era la salida más
óptima para los problemas que continuamente presentaba el legislativo. Este Congreso se ha
caracterizado principalmente por parlamentarios faltos de estudios, que ostentaban un gran
récord de investigaciones penales y solo obstruyeron la gestión de un estado de gobierno
eficiente. El Peruano (2019) sostuvo: “ El mandatario enfatizó que el cierre del Parlamento
que dispuso "está dentro de las facultades contenidas" en la Constitución y que "busca dar un
fin a esta etapa de entrampamiento político que ha impedido que Perú crezca al ritmo de sus
posibilidades” Es decir, que el desarrollo fue frenado por un grupo que guiado por sus
propios intereses provocaron la crisis política y el descontento de la población. Por tal,
recurrir a esta medida constitucional representaba la esperanza para un país que busca crecer
ante sus potenciales recursos y virtudes. La Disolución del Congreso da pie a que la
ciudadanía tenga la oportunidad de reflexionar sobre lo que se está haciendo mal. El voto no
es algo que pueda dejarse al azar, que pueda hacerse sin conocimiento de causa. La
responsabilidad recae nuevamente en nosotros, con la opción de escoger racionalmente a
nuestros representantes y dejar aquellas costumbres de elegir en la “cola” como usualmente
se hace, ya que de esto depende la estabilidad política de Peru. Ser ciudadano no solo implica
llamarse a sí mismo como tal, requiere el complimiento de deberes y obligaciones para con el
país, siendo una de nuestras prioridades reivindicar nuestra sociedad de las malas prácticas y
pensamientos conformistas que se han instaurado en nuestra mente, como el “votemos por el
que menos roba”; del que se infiere una aceptación y normalización de la corrupción en la
política. Significativamente podemos decir que el país tiene mucho más que dar, solo que se
nos ha hecho creer que son cosas que no podemos controlar y que forman “parte de”. La
exigencia de democracia comienza por el dia a dia, hasta que se consolide como una realidad
en todos los ámbitos. El sufragio a realizarse en el 2020, pone en las manos de la ciudadanía
una oportunidad para informarse y hacer las cosas bien, como se dice popularmente “La
pelota está en tu cancha” y estamos jugandonos mucho más de lo que se supone.

En síntesis, la Disolución del Congreso estuvo dentro del marco legal y fue la medida más
adecuada para cesar con todo acto de corrupción que en los últimos años se había hecho
visible en el Parlamento. Resultaba insostenible seguir gobernando sobre un congreso
corrupto, con más de la mitad de un gabinete perteneciente a un solo partido político —
opositor al del presidente— que injustificadamente actuaba como barrera para el impedimento
de las propuestas de leyes del ejecutivo. Por lo tanto, el bienestar del pueblo peruano se veía
gravemente afectado por la falta de trabajo conjunto de los tres poderes del estado.
Asimismo, es importante recalcar que el presidente Vizcarra no es un dictador ni tampoco un
antidemócrata que infringió las normas, pues sus acciones están completamente respaldadas
por la Constitución, específicamente por el Artículo 134, y carece de argumento posicionar el
gobierno actual al lado del gobierno de Fujimori, quien no sólo cerró el congreso sino que
movilizó fuerzas militares y aplicar censura a los medios de comunicación, rectificando así el
hecho como un golpe de estado. Por último, el Cierre del Congreso ha marcado un antes y un
después en nuestra historia, el voto consciente es nuestro nuevo desafío a desarrollar e
implica elegir la restitución de nosotros como peruanos. Esta situación, propicia un terreno
para que todos podamos hacer política, desde denunciar actos corruptos y practicar valores en
la cotidianidad, hasta ser un fiscalizador del poder y cerciorarse del cumplimiento de un buen
gobierno. Por otro lado, son las Elecciones la mejor manera de consolidar la participación
ciudadana y hacer efectivo un voto consciente será determinante para el país que queremos
construir. Disipar las dudas es el primer paso que debemos dar, pero es solo el comienzo de
un conjunto de acciones que nos quedan por hacer, es el presente nuestro mayor reto y el
futuro, un enigma que depende de lo hagamos hoy.

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